La cena del Idiota

Bueno, bueno, esto se pone interesante.
Estoy bastante sorprendido, vais más rápido de lo que hubiera imaginado. No me atrevo a comentar nada porque todavía es muy pronto y, cualquier cosa que dijera, supondría un spoiler como una catedral. Y más viendo vuestras capacidades deductivas.
A ver, va a haber un poco de todo lo que decís (sin concretar quién), pero poco a poco. Dani lo va a pasar muy mal antes de revelarse contra la situación (y contra sí mismo). No quiere perderla por nada del mundo y, además, va a haber otras razones para soportar los vaivenes de ella.
...
Cada lunes iré publicando. Ah, y otra cosa, el relato está acabado, así que no quedará inconcluso (cosa que me duele horrores cuando me ha tocado quedarme a medias con relatos a los que estaba enganchado).
...
De nuevo, gracias por vuestros comentarios.

No, si por amor se aguanta todo, pero siempre hay un límite. ¿Cual será el límite de Dani? No se pierdan los próximos episodios.
 
Bueno, bueno, esto se pone interesante.
Estoy bastante sorprendido, vais más rápido de lo que hubiera imaginado. No me atrevo a comentar nada porque todavía es muy pronto y, cualquier cosa que dijera, supondría un spoiler como una catedral. Y más viendo vuestras capacidades deductivas.
A ver, va a haber un poco de todo lo que decís (sin concretar quién), pero poco a poco. Dani lo va a pasar muy mal antes de revelarse contra la situación (y contra sí mismo). No quiere perderla por nada del mundo y, además, va a haber otras razones para soportar los vaivenes de ella.
...
Cada lunes iré publicando. Ah, y otra cosa, el relato está acabado, así que no quedará inconcluso (cosa que me duele horrores cuando me ha tocado quedarme a medias con relatos a los que estaba enganchado).
...
De nuevo, gracias por vuestros comentarios.

Como vamos al primer capítulo, deberás ir preparando una continuación desde ya, me da que Dani será un entrañable personaje.
 
Tal y como sucede en otros de paja supongo que se pondrá a prueba la capacidad de aguante de Dani, poniéndole ante situaciones límite en las que el no reaccionará en primer momento, llegando a pensar que es un auténtico cobarde, hasta que claro, todo el mundo tiene un punto de ruptura, y explotará con mucha violencia.
En definitiva que hasta que Dani reviente va a pasar un auténtico calvario.
 
A ver, va a haber un poco de todo lo que decís (sin concretar quién), pero poco a poco. Dani lo va a pasar muy mal antes de revelarse contra la situación (y contra sí mismo). No quiere perderla por nada del mundo y, además, va a haber otras razones para soportar los vaivenes de ella.
Has leído Carlos?
“Otras razones …” ¿culpabilidad?
Pues de lunes a lunes.
 
Tal y como sucede en otros de paja supongo que se pondrá a prueba la capacidad de aguante de Dani, poniéndole ante situaciones límite en las que el no reaccionará en primer momento, llegando a pensar que es un auténtico cobarde, hasta que claro, todo el mundo tiene un punto de ruptura, y explotará con mucha violencia.
En definitiva que hasta que Dani reviente va a pasar un auténtico calvario.
Pues el relato va de eso. Situaciones que pongan al protagonista (y al lector) al borde de los nervios, intentando construir escenas de dolor. No sé por qué, pero soy adicto a sufrir. Me pasó con el David de Required, y con Randor y su BEA.
 
Pues el relato va de eso. Situaciones que pongan al protagonista (y al lector) al borde de los nervios, intentando construir escenas de dolor. No sé por qué, pero soy adicto a sufrir. Me pasó con el David de Required, y con Randor y su BEA.
A mí ya me tienes con los nervios desatados ,esperando la continuación.
 

La gasolinera​


Se sorprendió al descubrirse observada por su novio que la miraba ensimismado mientras sujetaba el volante con una mano y se apoyaba en la ventanilla con la otra. Le sonrió de medio lado.

—Hola, bello durmiente.

Dani había estado dormitando contra el cristal y sus ojos mostraban las secuelas del sueño al igual que la marca de su frente.

—¿Estamos parando? —preguntó rebulléndose en el asiento a la vez que se frotaba la cara.

La velocidad del vehículo se reducía mientras rodaban por el carril de entrada hacia la estación de servicio. Alba buscaba con la mirada un surtidor libre.

—Me meo —dijo ella—. Y de paso repostamos, que ya nos hace falta. ¿Te encargas tú mientras busco los lavabos?

—Cómo no. Siempre hago yo todo lo peor. Haces de mí lo que quieres —contestó con sorna.

Sonrió sin mirarle mientras conducía hasta el surtidor más cercano. Cuando se detuvo, recogió su bolso y se aseguró de que llevaba todo dentro. Recuperó la chaqueta de los asientos de atrás y se la puso, aunque en el exterior hacía bastante calor. Abrochada por delante tapaba parcialmente su anatomía. Se quitó las gafas de sol, se miró en el espejo, se recolocó la coleta y le lanzó un beso al aire.

—Para algo tienes que servir… Billy el Rápido —dijo propinándole un golpecito en sus partes con el estuche de las gafas que lo cogió desprevenido.

Dani dio un pequeño bote por el susto, echando el cuerpo hacia delante por acto reflejo y ruborizándose. La miró con un fingido gesto de dolor.

—Eso ha dolido… aquí dentro —dijo tocándose el corazón con un dedo.

—Te lo he dicho en broma porque sabes que no me importa lo más mínimo —dijo mientras besaba sus labios y frotaba su nariz con la de él—. No te obsesiones con eso, ¿vale? Venga, tú la gasolina y yo al baño.

Se quedó mirándola mientras seguía metiendo y sacando cosas en el bolso. Casi cuatro años juntos y todavía no podía creerse que estuviera saliendo con ella. Como si tuviera que excusarse ante el mundo por estar con alguien muy por encima de sus posibilidades.

—¿Sabes una cosa curiosa? —dijo Alba rompiendo el breve silencio—. Esta gasolinera fue el último lugar en el que paré cuando volví del pueblo la última vez. Tengo la corazonada de que parar aquí de nuevo es como una señal o algo así.

—Será una señal de que te meas mucho porque, según el GPS, casi hemos llegado a casa de tu prima.

—Qué bobo eres —sonrió.

Pero aquella corazonada sería premonitoria.

Salieron del coche notando el calor del verano. En esa época del año el sol achicharraba hasta debajo de la sombra. Ella comenzó a caminar, dejando a Dani a cargo de su tarea. En un cartel podía leerse “PROHIBIDO MÓVILES” que le recordaba que debía poner el suyo en modo avión o apagarlo. Más abajo, sobre el surtidor, otro cartel más pequeño indicaba que esperase a ser atendido por un operario. Encontró a uno al otro lado de la isleta.

El muchacho vestía con el atuendo del establecimiento y, en ese momento, se encontraba hablando con las ocupantes del coche que estaba repostando. Eran dos adolescentes que, desde los asientos traseros, disfrutaban con la atención del apuesto gasolinero más preocupado de ellas que de la manguera insertada en su coche. Ambas sonreían y cuchicheaban como colegialas mientras él no paraba de pavonearse y de lucir su lozanía conquistadora.

Era un chaval joven aunque, por su corpulencia, podría parecer mayor. Alto y bastante bien parecido, daba la impresión de ser algo presumido vista su indumentaria impoluta y su corte de pelo demasiado moderno. De esos que cuidan mucho su aspecto incluso en el trabajo o cuando salen a comprar el pan.

Solo la presencia de Alba, caminando hacía el edificio, hizo que éste desviara su atención de las dos rubias. Su cabeza rotaba como un girasol y sus ojos se habían quedado descaradamente fijos en ella a lo largo de todo el recorrido, incluso después de desaparecer tras las puertas automáticas.

Dani nunca era ajeno a aquellas miradas de lascivia a las que, generalmente, seguían otras de asombro y desprecio cuando terminaban retornando hacia él. Sonrió para sus adentros.

Desaparecida Alba, el operario volvió a su cháchara con las chicas como si no tuviera otra cosa que hacer por lo que Dani carraspeó para hacerse notar.

Funcionó.

Sin mucha prisa, pero sin retirar la manguera del coche de las chicas, que ya había dejado de bombear hacía rato, y sin dejar de mantener contacto con ellas, se acercó a Dani y lo saludó con un ademán de cabeza.

—Lleno, por favor —le dijo.

Colocó la pistola en la boca del depósito e inmediatamente volvió al otro lado de la isleta para continuar con el palique. «Adolescentes», pensó Dani.

Se vio obligado a soportar el desagradable cortejo juvenil. El chico incluso se apoyaba en el coche y cruzaba los tobillos, despreocupándose del resto del mundo. Y las dos rubias encantadas, claro.

Por fin se oyó el clac del gatillo de la pistola, pero el operario, lejos de volver a su lado a retirarla, le había cogido gusto a la compañía de aquellas dos muchachas.

La hubiera retirado él mismo si no fuera por su aspecto pringoso. Tampoco había guantes a la vista así que volvió a carraspear para llamar su atención, esta vez, sin éxito. El ligón lo estaba pasando tan bien que ya no existía nada a su alrededor.

—Perdona —llamó—, esto ya ha acabado.

El chico lo miró fugazmente y reaccionó separándose del coche, amagando con acudir pero sin dejar de hablar con ellas. Apenas un paso en su dirección pero nada más. Se quedó plantado en mitad de la isleta, terminando su charla. Dani resopló. «Menuda pachorra», pensó. El ruido de la bomba de combustible trabajando en vacío, sonaba sin cesar. Y el tiempo pasaba.

—Oye, en serio. ¿Puedes quitar esto ya?

—Que ya voy.

“Que ya venía”, había dicho, y no se había movido ni un pelo, plantado en el mismo sitio. Dani se masajeó el puente de la nariz mientras expiraba el aire de sus pulmones intentando no perder la paciencia. Pasaron dos minutos más. Si la pistola no estuviera tan pringosa…

—A ver, chaval, ¿puedes dejar de hablar con tus novias y ponerte a trabajar de una vez?

La frase cayó como un rayo fulminador. El chico se giró con los ojos encendidos. Le había llamado la atención delante de las dos chicas, algo que su ego de adolescente no podía tolerar.

Se acercó sin mirarlo y prácticamente arrancó la manguera de la boca del depósito. En el recorrido, la punta de la pistola fue desprendiendo restos de gasolina que formaron un arco. Dani retrocedió de un salto, pero varias gotas cayeron sobre la pernera de su pantalón.

—Ey, joder.

—Cuidado —respondió el gasolinero sin mirar.

Lo dijo como un autómata mientras ensartaba la pistola en su zócalo. Y tampoco había pedido perdón, solo avisaba de su ineptitud después de haber hecho el daño.

—¡Pero qué leches! Oye, que me has puesto perdido de gasolina.

No le hizo ni caso y volvió junto a las chicas. Dani alucinaba de que pasara de él de aquella manera.

—Al menos podrías pedir perdón.

—A ver, que ha sido sin querer.

Se lo veía muy molesto. La verdadera razón eran las dos chicas que los observaban. Su presencia hacía que se hubiera puesto en modo macho Alfa y, por su semblante, Dani adivinó que ambas leonas estaban de parte de su macho copulador. Lanzó un suspiro, colocó el tapón y se dirigió a pagar. «Idiota», pensó.

Llegó hasta las puertas automáticas sintiendo el peso del sol que arrasaba el suelo de hormigón. Justo antes de entrar se cruzó con dos mujeres. Por el parecido debían ser hermanas, seguramente la madre y la tía de las adolescentes. Una le dio un pequeño codazo a la otra y susurró en voz baja.

—Mira, ahí sigue el gasolinero. Joder, está buenísimo. A éste ya le dejaba yo que me rellenara otra cosa con su manguera.

—Calla, loca —le recriminaba la otra entre carcajadas—. Si es un crío.

Se fijó de nuevo en el operario. «Ser gilipollas no está reñido con ser un guapo con suerte. A cuántas se habrá llevado con el mínimo esfuerzo», pensó.

Al volver la vista al frente, se fijó en el establecimiento. Era parte de un edificio compuesto, además, por una pequeña cafetería adosada en su lado izquierdo, independiente del primero pero acompañamiento ideal para transeúntes que además de repostar combustible quisieran descansar frente a un tentempié. Juntos, los dos edificios formaban una L mayúscula. Siendo el establecimiento que tenía delante el que conformaba el palo inferior.

Una vez dentro, se sorprendió de que su interior fuera mucho más amplio de lo que parecía desde fuera y, lo más importante, se estaba fresquito. El mostrador de cobro quedaba justo a la derecha, cerca de la puerta. Hacia la izquierda se podía pasar por pasillos formados de estanterías repletas de productos hasta llegar al fondo del local.

Frente a él, una cola de gente esperaba su turno para ser atendida. Alba estaba en ella. Había cogido algún paquete a la vuelta del baño y aguardaba a que el único empleado tras el mostrador, un joven con la cara llena de acné, despachara a toda aquella gente. Al verlo entrar le sonrió.

—He cogido esto —dijo enseñando una bandeja de pastas—. Es para no llegar con las manos vacías y que vea que le llevamos algo. —Mostraba una sonrisilla picarona—. Ya que nos va a dejar su casa…

Dani le devolvió la sonrisa cómplice. No podía quererla más.

—Qué generosa eres —sonrió ladino—. Oye, voy a echar un meo y de paso a ver si me puedo limpiar un poco el pantalón, que me he manchado de gasolina. No sé cómo voy a poder quitar el pestuzo para no atufar el coche.

—Pero qué guarrete eres.

—Calla, calla. No me hables. —Comenzó a caminar hacia los aseos—. Te encargas tú de pagar la gasolina. He repostado en la tres.

Desapareció entre las estanterías recorriendo uno de los pasillos. Casi cuando estaba a punto de sobrepasar el último de los estantes, oyó un bisbiseo. Dos hombres hablaban entre sí al otro lado de la estantería donde se encontraba, ambos de espaldas a él.

—Pedazo tetas que tiene la pava. Yo creo que casi hasta me ha pillado mirándoselas. Menudo espectáculo.

—Y le has sacado una foto. ¡Qué huevos tienes!

—Nos ha jodido. Justo estaba con el móvil en la mano cuando va la pava y se agacha a por no sé qué. Casi me da un mareo cuando he visto aparecer aquellos melones. No he tardado ni cero coma dos en activar la cámara.

—¡JA! Menudo cabrón que estás hecho. Y te ha quedado de puta madre. A ver, a ver, amplía —le apremiaba el otro—. Uaaa, qué bufas. Éstas son para meneártela hasta que se te caiga la polla. Me la tienes que pasar.

Dani asomó la cabeza lo justo para que no se dieran cuenta de su presencia. Uno de ellos levantaba el móvil. Por el hueco que quedaba entre los dos podía ver la pantalla y, aunque había cierta distancia, se apreciaba perfectamente que era Alba. La imagen era un zoom de su escote y de su generoso canalillo.

Sonrió para sus adentros. Babosos como esos nunca tendrían con ella la más remota posibilidad.

Los dos tipos eran bastante diferentes entre sí. Uno parecía mayor, no viejo pero sí algo pasado de edad. Con el pelo entrecano y alguna arruga en las comisuras de su cara. Vestía ropa de trabajo con los colores del establecimiento.

El otro era joven y espigado, pero carecía de esa chispa que da la lozanía por lo que daba la imagen de un tipejo cetrino y taciturno. Vestía una camisa blanca y pantalón negro envejecido, casi sucio.

Por su forma de hablar parecían dos de esos eternos jóvenes que siguen llevando zapatillas y chupa vaquera el fin de semana, aunque cumplan noventa años, como si eso les hiciera detenerse en el tiempo. De los que utilizan expresiones juveniles mientras fantasean como pícaros adolescentes cuando en realidad solo babeaban como viejos verdes. Daban grima. Mucha.

Estaba a punto de salir de su escondite cuando un comentario lo dejó clavado en el sitio.

—Seguro que el novio es un mingafría —dijo el más viejo.

—No creo. Ésta tiene pinta de liarse con el típico musculitos de gimnasio con pasta.

—Que no, tío. Te juego algo a que es un puto pringao pichacorta que no sabe cómo follarla. Te lo digo yo que tengo un don para esto.

El compañero más joven sonrió la ocurrencia como si fuera un chiste, pero el otro se lo decía de veras y oscureció el semblante.

—En serio, lo huelo. —Se llevó el dedo a la nariz—. Y te digo que esta es una malfollada.

—¿Y lo sabes solo con mirarla? Venga ya.

—Y por la forma de moverse. Y de caminar. —Bajó la voz—. Y ésta camina como una perra caliente. —Le dio un pequeño codazo—. Y yo de éstas he catado más de una, y con su cornudo bien cerca.

—Me tomas el pelo.

—Que sí, te lo digo yo. Ésta tiene toda la pinta de ser de las que le va la marcha y su novio no le da la que necesita. Van de dignas y de fieles, pero te digo yo que con un buen rabo, le pone los cuernos así —dijo chasqueando los dedos.

El compinche más joven coreó la gracia de su amigo con una risita irritante. De esas que emiten ronquiditos y que parecen el rebuzno de un asno. El otro, alentado por su elocuencia, se llevó la mano al paquete haciendo gestos obscenos. Las carcajadas de burro del segundo sonaron más fuertes.

A Dani se le había borrado la sonrisa.

Salió de su escondite y lo hizo a zancadas, como si acabara de llegar y pasara de largo sin haberlos oído. Los dos se pusieron tensos al verse sorprendidos y se apartaron un poco el uno del otro mientras él se alejaba hacia la puerta del baño.

Cuando evacuó la vejiga, se dedicó a frotar la parte baja de la pernera con un pañuelo húmedo. El resultado final fue una pernera empapada, pero al menos había logrado parte de su objetivo y casi no olía a demonios.

Salió del aseo y deshizo el camino. Al llegar al mostrador se encontró con que Alba ya no estaba en la cola y el chico de la cara llena de granos terminaba de despachar a la última persona que quedaba. Ella seguramente le estaría esperando fuera. Giró hacia las puertas y antes de abrirse se topó con el señor de pelo cano que estaba junto a ellas reponiendo en la estantería más próxima a la salida. Cruzó la mirada con él y salió al exterior sintiendo de nuevo el calor achicharrante. Efectivamente allí estaba Alba.

Hablando con el gasolinero conquistador.

Casi le da un espasmo. El muy crápula no había perdido el tiempo y en cuanto la había visto se había acercado para desplegar su cortejo macho-alfa-pueblerino. Lo vio hablando en plan tonteo, como con las otras chicas del coche de antes. En ocasiones le tocaba el brazo con la punta de sus dedos como si necesitara mayor atención para un dato de la historia en concreto. Volvía a ser el dandy conquistador, amable y seguro de sí mismo; con su garbo y actitud autosuficiente. Estaba sabiendo mantener la atención de Alba. Demasiada quizás, a juicio de Dani.

A lo mejor, si hubiera sido otro, hubiera disfrutado viéndolo babear por su novia, fantaseando con ella y regodeándose en su inútil intento por cortejarla sabiendo que nunca sería suya. Permitiendo que creyera que, a cada minuto de conversación, aumentaban sus posibilidades.

Pero aquello era diferente. Y no solo porque aquel idiota le produjera una antipatía enorme. Sino por ser el típico guapito lameorejas acostumbrado a conseguir las mejores chicas solo con su cara bonita. Así que en lugar de esperar paciente a que acabara su inútil conversación, se plantó junto a los dos de sopetón. Alba se dio un pequeño susto por la sorpresa.

—¡Dani, amor! —exclamó inquisitiva.

—Ya estoy. ¿Nos vamos?

El gasolinero también se quedó desconcertado. Seguro que ahora se arrepentía de haber tenido un encontronazo con él. La mirada de pocos amigos de Dani hacía incómoda su compañía.

—Bueno… yo me voy, que acabo de terminar mi turno. Justo iba hacia los vestuarios a cambiarme.

Lanzó una última miradita a Alba a modo de despedida y tras subir los dos escalones desapareció tras las puertas automáticas. Al abrirse éstas, Dani vio al señor de pelo cano que seguía allí como mudo testigo de la escena. Observando todo desde el interior sin quitar ojo a Dani y, sobre todo, a Alba, a la que había visto acompañada de su compañero guaperas. Una disimulada sonrisita se adivinaba bajo su bigote y Dani supo exactamente lo que le estaba pasando por la cabeza. Mantuvo la mirada hasta que las puertas volvieron a cerrarse.

—Joe, Dani. Lo has acojonado al pobre. Con lo majo que parecía.

—Lo he acojonado porque le he pillado intentando ligarte —bromeó.

—Qué va. Si es un crío —rebatió gratamente ofendida—. Me estaba contando que es del pueblo al que vamos. Le iba a preguntar si conocía a mi prima cuando has llegado tú de sopetón. Pobre chaval, casi le da un espasmo.

—Claro, porque estaba ligando contigo. Le he cortado el rollo.

—Y dale. Qué manía tienes con ver a todo el mundo intentando ligarme —le golpeó en el hombro de modo cariñoso—. Si sigues así, un día me lo voy a tomar mal.

—Y hablando de tomar, ¿Nos tomamos algo? Hay una cafetería ahí al lado. Así estiramos un poco las piernas antes de ponernos otra vez en ruta.

Había cambiado de tercio con rapidez, no le interesaba que la conversación fluyera por aquellos derroteros que le hacían sentir bastante incómodo. Alba tardó unos momentos en aceptar su proposición.

—Supongo que todavía es pronto para llegar a casa de mi prima. —Se apartó el pelo y lo llevó a un lado de su cuello—. Vale, tú ve yendo a coger sitio y pedirme un café. Yo me encargo de mover el coche hasta allí. Así aprovecho y dejo esto —en referencia a las pastas—. Y de paso le pego un toque a mi prima para decirle dónde estamos y la hora a la que vamos a llegar.

Dani chasqueó los dedos con las dos manos y la señaló con ambos índices.

—Solo, con stevia, no azúcar, en un vaso con dos hielos.

Por toda respuesta, Alba sonrió agradeciéndole que la conociera tan bien. Él comenzó a caminar hacia la esquina que daba la vuelta hacia el edificio de la cafetería. Al doblarla enfiló hacia la entrada que se encontraba a cierta distancia. Los rayos del sol rebotaban contra la pared amplificando su efecto horneador. Varios coches permanecían aparcados en batería entre los cuales Dani pudo ver varios huecos libres donde Alba podría dejar el suyo con facilidad. Al llegar a la puerta de entrada, la encontró adornada con un par de arbustos a cada lado. Sorteó el primero de ellos y se metió dentro del edificio. De nuevo un lugar fresco donde guarecerse.

Ocupó uno de los taburetes junto a la barra. Uno de los camareros se encontraba limpiando cubiertos. Un tipo espigado de tez cetrina con camisa blanca y pantalón negro envejecido, casi sucio. Le hizo una señal con la cabeza para indicarle que le atendería enseguida. Dani extendió un periódico que había en la barra y se puso a ojearlo.

Cuando le sirvieron las consumiciones, le dio a la suya un pequeño trago aspirando de la pajita. El sabor amargo del kas de limón se coló por su garganta, refrescándolo. Comenzó a pasar hojas mientras daba tiempo a que llegara Alba. Miró por los cristales. Si se daba prisa podría coger una plaza que quedaba frente a la puerta.

Volviendo a la lectura descubrió que el periódico no informaba de gran cosa. Al parecer el mundo se había aburrido de castigarse continuamente. Volvió a dar otro sorbo a su kas.

Las hojas del periódico seguían pasando y ella seguía sin llegar. Pensó en lo que podría entender Alba como dar un “toque” a su prima al frescor del aire acondicionado del interior del coche. Comprobó el reloj.

Alguien se sentó en el taburete de su lado. Un chico con el uniforme del establecimiento de antes. Era el dependiente de los granos de la tienda. Lo saludó con un ademán de cabeza y volvió a su lectura. Por el rabillo del ojo le pareció que éste se lo había quedado mirando. Como si lo observara por encima del hombro.

—Vaya día, ¿eh? —dijo al ver que no dejaba de mirarlo.

—Pues sí. Menos mal que ahí dentro —refiriéndose a la tienda— tenemos aire acondicionado. Que si no…

El camarero espigado le sirvió un vaso de cerveza fresca sin que lo hubiera pedido. El de los granos se lo agradeció con una sonrisa.

—Me lo apuntas, ¿vale?

Dio un trago largo hasta vaciar media consumición y se limpió la espuma de la comisura de los labios. —Qué bien sabe una cerveza fresca cuando tienes sed.

—Sí —contestó levantando su kas a modo de brindis.

El Granos seguía mirándolo de forma extraña, con la frente arrugada.

—¿Tú no estabas en la tienda hablando con esa chica…?

Dani lo miró fijamente esperando oír un ofensivo “...de las tetas” pero el muchacho pareció percatarse a tiempo, por lo que dejó la frase en el aire intentando encontrar una salida honrosa.

—¿… de la bandeja de pastas? —dijo por fin.

«Bien salvado», pensó Dani con una sonrisa ladina.

—Sí, ésa. Es mi novia. —Volvió a mirar el reloj y frunció el ceño. Estaba tardando un poco.

El chico se había quedado algo cortado. —Oye, pues… te felicito por tener una novia tan guapa. Y tiene unos ojazos superbonitos.

«Por no hablar de sus tetazas», pensó Dani que ya se lo imaginaba fantaseando con ella. Seguro que más de una pajilla iba a caer a su costa. Le perdonó mentalmente. Él haría lo mismo si estuviera en su lugar. Alba era un cañón de mujer.

—Ya, gracias. Se lo diré de tu parte en cuanto la vea. Está aparcando el coche aquí enfrente. Debe estar a punto de entrar.

Al decirlo, estiró el cuello para mirar a través del ventanal a los coches aparcados enfrente. El chico acompañó su mirada de manera fugaz hacia el exterior donde no se apreciaba movimiento y mostró desconcierto.

—También iba a hacer una llamada —aclaró Dani al leer sus pensamientos.

De repente al muchacho se le había ensombrecido la cara. Se volvió hacia su cerveza algo nervioso. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo. Echó un trago largo y se frotó la barbilla.

—¿En su coche dices? —dijo por fin el Granos.

—Sí, ya sabes, aire acondicionado, charla de chicas…

El chico volvió a beber de nuevo. Estaba de frente a su cerveza, con los antebrazos apoyados en la barra, taciturno y con un silencio que se alargaba más de lo deseable. El camarero espigado los miraba de soslayo a ambos… sonriendo.

—Quizás deberías buscarla —dijo por fin.

—Nah —rebatió Dani—, siempre se lía hablando por teléfono. Estará al caer.

El chico no volvió a decir nada y el resto del tiempo lo pasó mirando a su vaso y al camarero espigado que no les quitaba la vista de encima. Por su parte, Dani decidió que ya había conversado suficiente con aquel chaval. Parecía majo aunque ya no quería más comentarios sobre Alba así que embutió su cara entre las hojas del periódico.

Minutos después, el muchacho apuró su cerveza hasta la última gota, se levantó del taburete y se despidió. —Bueno, se acabó mi descanso. Me vuelvo a la tienda. Que tengas buen viaje.

—Gracias. Un placer conocerte.

—Lo mismo. Ah, y recuerdos a tu novia.

Salió y Dani lo siguió a través de las ventanas con la vista.

Y Alba seguía sin aparecer.

Pensó en ella e instintivamente recordó el comentario del hombre cano, no pudiendo evitar darle vueltas a algo que rondaba continuamente: Alba estaba varios niveles encima de él en el plano sexual. Un terreno donde le quedaba mucho camino por recorrer para llegar a su altura.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.​
 
Antes de comentar este particular episodio en la gasolinera.

Me perdí de algo???, qué pasó en el pub con los amigos de Gustavo, cómo se deshizo de ellos???

Serán flashbacks quizás, que irán y vendrán aclarando hechos durante el relato,
 
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La gasolinera​


Se sorprendió al descubrirse observada por su novio que la miraba ensimismado mientras sujetaba el volante con una mano y se apoyaba en la ventanilla con la otra. Le sonrió de medio lado.

—Hola, bello durmiente.

Dani había estado dormitando contra el cristal y sus ojos mostraban las secuelas del sueño al igual que la marca de su frente.

—¿Estamos parando? —preguntó rebulléndose en el asiento a la vez que se frotaba la cara.

La velocidad del vehículo se reducía mientras rodaban por el carril de entrada hacia la estación de servicio. Alba buscaba con la mirada un surtidor libre.

—Me meo —dijo ella—. Y de paso repostamos, que ya nos hace falta. ¿Te encargas tú mientras busco los lavabos?

—Cómo no. Siempre hago yo todo lo peor. Haces de mí lo que quieres —contestó con sorna.

Sonrió sin mirarle mientras conducía hasta el surtidor más cercano. Cuando se detuvo, recogió su bolso y se aseguró de que llevaba todo dentro. Recuperó la chaqueta de los asientos de atrás y se la puso, aunque en el exterior hacía bastante calor. Abrochada por delante tapaba parcialmente su anatomía. Se quitó las gafas de sol, se miró en el espejo, se recolocó la coleta y le lanzó un beso al aire.

—Para algo tienes que servir… Billy el Rápido —dijo propinándole un golpecito en sus partes con el estuche de las gafas que lo cogió desprevenido.

Dani dio un pequeño bote por el susto, echando el cuerpo hacia delante por acto reflejo y ruborizándose. La miró con un fingido gesto de dolor.

—Eso ha dolido… aquí dentro —dijo tocándose el corazón con un dedo.

—Te lo he dicho en broma porque sabes que no me importa lo más mínimo —dijo mientras besaba sus labios y frotaba su nariz con la de él—. No te obsesiones con eso, ¿vale? Venga, tú la gasolina y yo al baño.

Se quedó mirándola mientras seguía metiendo y sacando cosas en el bolso. Casi cuatro años juntos y todavía no podía creerse que estuviera saliendo con ella. Como si tuviera que excusarse ante el mundo por estar con alguien muy por encima de sus posibilidades.

—¿Sabes una cosa curiosa? —dijo Alba rompiendo el breve silencio—. Esta gasolinera fue el último lugar en el que paré cuando volví del pueblo la última vez. Tengo la corazonada de que parar aquí de nuevo es como una señal o algo así.

—Será una señal de que te meas mucho porque, según el GPS, casi hemos llegado a casa de tu prima.

—Qué bobo eres —sonrió.

Pero aquella corazonada sería premonitoria.

Salieron del coche notando el calor del verano. En esa época del año el sol achicharraba hasta debajo de la sombra. Ella comenzó a caminar, dejando a Dani a cargo de su tarea. En un cartel podía leerse “PROHIBIDO MÓVILES” que le recordaba que debía poner el suyo en modo avión o apagarlo. Más abajo, sobre el surtidor, otro cartel más pequeño indicaba que esperase a ser atendido por un operario. Encontró a uno al otro lado de la isleta.

El muchacho vestía con el atuendo del establecimiento y, en ese momento, se encontraba hablando con las ocupantes del coche que estaba repostando. Eran dos adolescentes que, desde los asientos traseros, disfrutaban con la atención del apuesto gasolinero más preocupado de ellas que de la manguera insertada en su coche. Ambas sonreían y cuchicheaban como colegialas mientras él no paraba de pavonearse y de lucir su lozanía conquistadora.

Era un chaval joven aunque, por su corpulencia, podría parecer mayor. Alto y bastante bien parecido, daba la impresión de ser algo presumido vista su indumentaria impoluta y su corte de pelo demasiado moderno. De esos que cuidan mucho su aspecto incluso en el trabajo o cuando salen a comprar el pan.

Solo la presencia de Alba, caminando hacía el edificio, hizo que éste desviara su atención de las dos rubias. Su cabeza rotaba como un girasol y sus ojos se habían quedado descaradamente fijos en ella a lo largo de todo el recorrido, incluso después de desaparecer tras las puertas automáticas.

Dani nunca era ajeno a aquellas miradas de lascivia a las que, generalmente, seguían otras de asombro y desprecio cuando terminaban retornando hacia él. Sonrió para sus adentros.

Desaparecida Alba, el operario volvió a su cháchara con las chicas como si no tuviera otra cosa que hacer por lo que Dani carraspeó para hacerse notar.

Funcionó.

Sin mucha prisa, pero sin retirar la manguera del coche de las chicas, que ya había dejado de bombear hacía rato, y sin dejar de mantener contacto con ellas, se acercó a Dani y lo saludó con un ademán de cabeza.

—Lleno, por favor —le dijo.

Colocó la pistola en la boca del depósito e inmediatamente volvió al otro lado de la isleta para continuar con el palique. «Adolescentes», pensó Dani.

Se vio obligado a soportar el desagradable cortejo juvenil. El chico incluso se apoyaba en el coche y cruzaba los tobillos, despreocupándose del resto del mundo. Y las dos rubias encantadas, claro.

Por fin se oyó el clac del gatillo de la pistola, pero el operario, lejos de volver a su lado a retirarla, le había cogido gusto a la compañía de aquellas dos muchachas.

La hubiera retirado él mismo si no fuera por su aspecto pringoso. Tampoco había guantes a la vista así que volvió a carraspear para llamar su atención, esta vez, sin éxito. El ligón lo estaba pasando tan bien que ya no existía nada a su alrededor.

—Perdona —llamó—, esto ya ha acabado.

El chico lo miró fugazmente y reaccionó separándose del coche, amagando con acudir pero sin dejar de hablar con ellas. Apenas un paso en su dirección pero nada más. Se quedó plantado en mitad de la isleta, terminando su charla. Dani resopló. «Menuda pachorra», pensó. El ruido de la bomba de combustible trabajando en vacío, sonaba sin cesar. Y el tiempo pasaba.

—Oye, en serio. ¿Puedes quitar esto ya?

—Que ya voy.

“Que ya venía”, había dicho, y no se había movido ni un pelo, plantado en el mismo sitio. Dani se masajeó el puente de la nariz mientras expiraba el aire de sus pulmones intentando no perder la paciencia. Pasaron dos minutos más. Si la pistola no estuviera tan pringosa…

—A ver, chaval, ¿puedes dejar de hablar con tus novias y ponerte a trabajar de una vez?

La frase cayó como un rayo fulminador. El chico se giró con los ojos encendidos. Le había llamado la atención delante de las dos chicas, algo que su ego de adolescente no podía tolerar.

Se acercó sin mirarlo y prácticamente arrancó la manguera de la boca del depósito. En el recorrido, la punta de la pistola fue desprendiendo restos de gasolina que formaron un arco. Dani retrocedió de un salto, pero varias gotas cayeron sobre la pernera de su pantalón.

—Ey, joder.

—Cuidado —respondió el gasolinero sin mirar.

Lo dijo como un autómata mientras ensartaba la pistola en su zócalo. Y tampoco había pedido perdón, solo avisaba de su ineptitud después de haber hecho el daño.

—¡Pero qué leches! Oye, que me has puesto perdido de gasolina.

No le hizo ni caso y volvió junto a las chicas. Dani alucinaba de que pasara de él de aquella manera.

—Al menos podrías pedir perdón.

—A ver, que ha sido sin querer.

Se lo veía muy molesto. La verdadera razón eran las dos chicas que los observaban. Su presencia hacía que se hubiera puesto en modo macho Alfa y, por su semblante, Dani adivinó que ambas leonas estaban de parte de su macho copulador. Lanzó un suspiro, colocó el tapón y se dirigió a pagar. «Idiota», pensó.

Llegó hasta las puertas automáticas sintiendo el peso del sol que arrasaba el suelo de hormigón. Justo antes de entrar se cruzó con dos mujeres. Por el parecido debían ser hermanas, seguramente la madre y la tía de las adolescentes. Una le dio un pequeño codazo a la otra y susurró en voz baja.

—Mira, ahí sigue el gasolinero. Joder, está buenísimo. A éste ya le dejaba yo que me rellenara otra cosa con su manguera.

—Calla, loca —le recriminaba la otra entre carcajadas—. Si es un crío.

Se fijó de nuevo en el operario. «Ser gilipollas no está reñido con ser un guapo con suerte. A cuántas se habrá llevado con el mínimo esfuerzo», pensó.

Al volver la vista al frente, se fijó en el establecimiento. Era parte de un edificio compuesto, además, por una pequeña cafetería adosada en su lado izquierdo, independiente del primero pero acompañamiento ideal para transeúntes que además de repostar combustible quisieran descansar frente a un tentempié. Juntos, los dos edificios formaban una L mayúscula. Siendo el establecimiento que tenía delante el que conformaba el palo inferior.

Una vez dentro, se sorprendió de que su interior fuera mucho más amplio de lo que parecía desde fuera y, lo más importante, se estaba fresquito. El mostrador de cobro quedaba justo a la derecha, cerca de la puerta. Hacia la izquierda se podía pasar por pasillos formados de estanterías repletas de productos hasta llegar al fondo del local.

Frente a él, una cola de gente esperaba su turno para ser atendida. Alba estaba en ella. Había cogido algún paquete a la vuelta del baño y aguardaba a que el único empleado tras el mostrador, un joven con la cara llena de acné, despachara a toda aquella gente. Al verlo entrar le sonrió.

—He cogido esto —dijo enseñando una bandeja de pastas—. Es para no llegar con las manos vacías y que vea que le llevamos algo. —Mostraba una sonrisilla picarona—. Ya que nos va a dejar su casa…

Dani le devolvió la sonrisa cómplice. No podía quererla más.

—Qué generosa eres —sonrió ladino—. Oye, voy a echar un meo y de paso a ver si me puedo limpiar un poco el pantalón, que me he manchado de gasolina. No sé cómo voy a poder quitar el pestuzo para no atufar el coche.

—Pero qué guarrete eres.

—Calla, calla. No me hables. —Comenzó a caminar hacia los aseos—. Te encargas tú de pagar la gasolina. He repostado en la tres.

Desapareció entre las estanterías recorriendo uno de los pasillos. Casi cuando estaba a punto de sobrepasar el último de los estantes, oyó un bisbiseo. Dos hombres hablaban entre sí al otro lado de la estantería donde se encontraba, ambos de espaldas a él.

—Pedazo tetas que tiene la pava. Yo creo que casi hasta me ha pillado mirándoselas. Menudo espectáculo.

—Y le has sacado una foto. ¡Qué huevos tienes!

—Nos ha jodido. Justo estaba con el móvil en la mano cuando va la pava y se agacha a por no sé qué. Casi me da un mareo cuando he visto aparecer aquellos melones. No he tardado ni cero coma dos en activar la cámara.

—¡JA! Menudo cabrón que estás hecho. Y te ha quedado de puta madre. A ver, a ver, amplía —le apremiaba el otro—. Uaaa, qué bufas. Éstas son para meneártela hasta que se te caiga la polla. Me la tienes que pasar.

Dani asomó la cabeza lo justo para que no se dieran cuenta de su presencia. Uno de ellos levantaba el móvil. Por el hueco que quedaba entre los dos podía ver la pantalla y, aunque había cierta distancia, se apreciaba perfectamente que era Alba. La imagen era un zoom de su escote y de su generoso canalillo.

Sonrió para sus adentros. Babosos como esos nunca tendrían con ella la más remota posibilidad.

Los dos tipos eran bastante diferentes entre sí. Uno parecía mayor, no viejo pero sí algo pasado de edad. Con el pelo entrecano y alguna arruga en las comisuras de su cara. Vestía ropa de trabajo con los colores del establecimiento.

El otro era joven y espigado, pero carecía de esa chispa que da la lozanía por lo que daba la imagen de un tipejo cetrino y taciturno. Vestía una camisa blanca y pantalón negro envejecido, casi sucio.

Por su forma de hablar parecían dos de esos eternos jóvenes que siguen llevando zapatillas y chupa vaquera el fin de semana, aunque cumplan noventa años, como si eso les hiciera detenerse en el tiempo. De los que utilizan expresiones juveniles mientras fantasean como pícaros adolescentes cuando en realidad solo babeaban como viejos verdes. Daban grima. Mucha.

Estaba a punto de salir de su escondite cuando un comentario lo dejó clavado en el sitio.

—Seguro que el novio es un mingafría —dijo el más viejo.

—No creo. Ésta tiene pinta de liarse con el típico musculitos de gimnasio con pasta.

—Que no, tío. Te juego algo a que es un puto pringao pichacorta que no sabe cómo follarla. Te lo digo yo que tengo un don para esto.

El compañero más joven sonrió la ocurrencia como si fuera un chiste, pero el otro se lo decía de veras y oscureció el semblante.

—En serio, lo huelo. —Se llevó el dedo a la nariz—. Y te digo que esta es una malfollada.

—¿Y lo sabes solo con mirarla? Venga ya.

—Y por la forma de moverse. Y de caminar. —Bajó la voz—. Y ésta camina como una perra caliente. —Le dio un pequeño codazo—. Y yo de éstas he catado más de una, y con su cornudo bien cerca.

—Me tomas el pelo.

—Que sí, te lo digo yo. Ésta tiene toda la pinta de ser de las que le va la marcha y su novio no le da la que necesita. Van de dignas y de fieles, pero te digo yo que con un buen rabo, le pone los cuernos así —dijo chasqueando los dedos.

El compinche más joven coreó la gracia de su amigo con una risita irritante. De esas que emiten ronquiditos y que parecen el rebuzno de un asno. El otro, alentado por su elocuencia, se llevó la mano al paquete haciendo gestos obscenos. Las carcajadas de burro del segundo sonaron más fuertes.

A Dani se le había borrado la sonrisa.

Salió de su escondite y lo hizo a zancadas, como si acabara de llegar y pasara de largo sin haberlos oído. Los dos se pusieron tensos al verse sorprendidos y se apartaron un poco el uno del otro mientras él se alejaba hacia la puerta del baño.

Cuando evacuó la vejiga, se dedicó a frotar la parte baja de la pernera con un pañuelo húmedo. El resultado final fue una pernera empapada, pero al menos había logrado parte de su objetivo y casi no olía a demonios.

Salió del aseo y deshizo el camino. Al llegar al mostrador se encontró con que Alba ya no estaba en la cola y el chico de la cara llena de granos terminaba de despachar a la última persona que quedaba. Ella seguramente le estaría esperando fuera. Giró hacia las puertas y antes de abrirse se topó con el señor de pelo cano que estaba junto a ellas reponiendo en la estantería más próxima a la salida. Cruzó la mirada con él y salió al exterior sintiendo de nuevo el calor achicharrante. Efectivamente allí estaba Alba.

Hablando con el gasolinero conquistador.

Casi le da un espasmo. El muy crápula no había perdido el tiempo y en cuanto la había visto se había acercado para desplegar su cortejo macho-alfa-pueblerino. Lo vio hablando en plan tonteo, como con las otras chicas del coche de antes. En ocasiones le tocaba el brazo con la punta de sus dedos como si necesitara mayor atención para un dato de la historia en concreto. Volvía a ser el dandy conquistador, amable y seguro de sí mismo; con su garbo y actitud autosuficiente. Estaba sabiendo mantener la atención de Alba. Demasiada quizás, a juicio de Dani.

A lo mejor, si hubiera sido otro, hubiera disfrutado viéndolo babear por su novia, fantaseando con ella y regodeándose en su inútil intento por cortejarla sabiendo que nunca sería suya. Permitiendo que creyera que, a cada minuto de conversación, aumentaban sus posibilidades.

Pero aquello era diferente. Y no solo porque aquel idiota le produjera una antipatía enorme. Sino por ser el típico guapito lameorejas acostumbrado a conseguir las mejores chicas solo con su cara bonita. Así que en lugar de esperar paciente a que acabara su inútil conversación, se plantó junto a los dos de sopetón. Alba se dio un pequeño susto por la sorpresa.

—¡Dani, amor! —exclamó inquisitiva.

—Ya estoy. ¿Nos vamos?

El gasolinero también se quedó desconcertado. Seguro que ahora se arrepentía de haber tenido un encontronazo con él. La mirada de pocos amigos de Dani hacía incómoda su compañía.

—Bueno… yo me voy, que acabo de terminar mi turno. Justo iba hacia los vestuarios a cambiarme.

Lanzó una última miradita a Alba a modo de despedida y tras subir los dos escalones desapareció tras las puertas automáticas. Al abrirse éstas, Dani vio al señor de pelo cano que seguía allí como mudo testigo de la escena. Observando todo desde el interior sin quitar ojo a Dani y, sobre todo, a Alba, a la que había visto acompañada de su compañero guaperas. Una disimulada sonrisita se adivinaba bajo su bigote y Dani supo exactamente lo que le estaba pasando por la cabeza. Mantuvo la mirada hasta que las puertas volvieron a cerrarse.

—Joe, Dani. Lo has acojonado al pobre. Con lo majo que parecía.

—Lo he acojonado porque le he pillado intentando ligarte —bromeó.

—Qué va. Si es un crío —rebatió gratamente ofendida—. Me estaba contando que es del pueblo al que vamos. Le iba a preguntar si conocía a mi prima cuando has llegado tú de sopetón. Pobre chaval, casi le da un espasmo.

—Claro, porque estaba ligando contigo. Le he cortado el rollo.

—Y dale. Qué manía tienes con ver a todo el mundo intentando ligarme —le golpeó en el hombro de modo cariñoso—. Si sigues así, un día me lo voy a tomar mal.

—Y hablando de tomar, ¿Nos tomamos algo? Hay una cafetería ahí al lado. Así estiramos un poco las piernas antes de ponernos otra vez en ruta.

Había cambiado de tercio con rapidez, no le interesaba que la conversación fluyera por aquellos derroteros que le hacían sentir bastante incómodo. Alba tardó unos momentos en aceptar su proposición.

—Supongo que todavía es pronto para llegar a casa de mi prima. —Se apartó el pelo y lo llevó a un lado de su cuello—. Vale, tú ve yendo a coger sitio y pedirme un café. Yo me encargo de mover el coche hasta allí. Así aprovecho y dejo esto —en referencia a las pastas—. Y de paso le pego un toque a mi prima para decirle dónde estamos y la hora a la que vamos a llegar.

Dani chasqueó los dedos con las dos manos y la señaló con ambos índices.

—Solo, con stevia, no azúcar, en un vaso con dos hielos.

Por toda respuesta, Alba sonrió agradeciéndole que la conociera tan bien. Él comenzó a caminar hacia la esquina que daba la vuelta hacia el edificio de la cafetería. Al doblarla enfiló hacia la entrada que se encontraba a cierta distancia. Los rayos del sol rebotaban contra la pared amplificando su efecto horneador. Varios coches permanecían aparcados en batería entre los cuales Dani pudo ver varios huecos libres donde Alba podría dejar el suyo con facilidad. Al llegar a la puerta de entrada, la encontró adornada con un par de arbustos a cada lado. Sorteó el primero de ellos y se metió dentro del edificio. De nuevo un lugar fresco donde guarecerse.

Ocupó uno de los taburetes junto a la barra. Uno de los camareros se encontraba limpiando cubiertos. Un tipo espigado de tez cetrina con camisa blanca y pantalón negro envejecido, casi sucio. Le hizo una señal con la cabeza para indicarle que le atendería enseguida. Dani extendió un periódico que había en la barra y se puso a ojearlo.

Cuando le sirvieron las consumiciones, le dio a la suya un pequeño trago aspirando de la pajita. El sabor amargo del kas de limón se coló por su garganta, refrescándolo. Comenzó a pasar hojas mientras daba tiempo a que llegara Alba. Miró por los cristales. Si se daba prisa podría coger una plaza que quedaba frente a la puerta.

Volviendo a la lectura descubrió que el periódico no informaba de gran cosa. Al parecer el mundo se había aburrido de castigarse continuamente. Volvió a dar otro sorbo a su kas.

Las hojas del periódico seguían pasando y ella seguía sin llegar. Pensó en lo que podría entender Alba como dar un “toque” a su prima al frescor del aire acondicionado del interior del coche. Comprobó el reloj.

Alguien se sentó en el taburete de su lado. Un chico con el uniforme del establecimiento de antes. Era el dependiente de los granos de la tienda. Lo saludó con un ademán de cabeza y volvió a su lectura. Por el rabillo del ojo le pareció que éste se lo había quedado mirando. Como si lo observara por encima del hombro.

—Vaya día, ¿eh? —dijo al ver que no dejaba de mirarlo.

—Pues sí. Menos mal que ahí dentro —refiriéndose a la tienda— tenemos aire acondicionado. Que si no…

El camarero espigado le sirvió un vaso de cerveza fresca sin que lo hubiera pedido. El de los granos se lo agradeció con una sonrisa.

—Me lo apuntas, ¿vale?

Dio un trago largo hasta vaciar media consumición y se limpió la espuma de la comisura de los labios. —Qué bien sabe una cerveza fresca cuando tienes sed.

—Sí —contestó levantando su kas a modo de brindis.

El Granos seguía mirándolo de forma extraña, con la frente arrugada.

—¿Tú no estabas en la tienda hablando con esa chica…?

Dani lo miró fijamente esperando oír un ofensivo “...de las tetas” pero el muchacho pareció percatarse a tiempo, por lo que dejó la frase en el aire intentando encontrar una salida honrosa.

—¿… de la bandeja de pastas? —dijo por fin.

«Bien salvado», pensó Dani con una sonrisa ladina.

—Sí, ésa. Es mi novia. —Volvió a mirar el reloj y frunció el ceño. Estaba tardando un poco.

El chico se había quedado algo cortado. —Oye, pues… te felicito por tener una novia tan guapa. Y tiene unos ojazos superbonitos.

«Por no hablar de sus tetazas», pensó Dani que ya se lo imaginaba fantaseando con ella. Seguro que más de una pajilla iba a caer a su costa. Le perdonó mentalmente. Él haría lo mismo si estuviera en su lugar. Alba era un cañón de mujer.

—Ya, gracias. Se lo diré de tu parte en cuanto la vea. Está aparcando el coche aquí enfrente. Debe estar a punto de entrar.

Al decirlo, estiró el cuello para mirar a través del ventanal a los coches aparcados enfrente. El chico acompañó su mirada de manera fugaz hacia el exterior donde no se apreciaba movimiento y mostró desconcierto.

—También iba a hacer una llamada —aclaró Dani al leer sus pensamientos.

De repente al muchacho se le había ensombrecido la cara. Se volvió hacia su cerveza algo nervioso. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo. Echó un trago largo y se frotó la barbilla.

—¿En su coche dices? —dijo por fin el Granos.

—Sí, ya sabes, aire acondicionado, charla de chicas…

El chico volvió a beber de nuevo. Estaba de frente a su cerveza, con los antebrazos apoyados en la barra, taciturno y con un silencio que se alargaba más de lo deseable. El camarero espigado los miraba de soslayo a ambos… sonriendo.

—Quizás deberías buscarla —dijo por fin.

—Nah —rebatió Dani—, siempre se lía hablando por teléfono. Estará al caer.

El chico no volvió a decir nada y el resto del tiempo lo pasó mirando a su vaso y al camarero espigado que no les quitaba la vista de encima. Por su parte, Dani decidió que ya había conversado suficiente con aquel chaval. Parecía majo aunque ya no quería más comentarios sobre Alba así que embutió su cara entre las hojas del periódico.

Minutos después, el muchacho apuró su cerveza hasta la última gota, se levantó del taburete y se despidió. —Bueno, se acabó mi descanso. Me vuelvo a la tienda. Que tengas buen viaje.

—Gracias. Un placer conocerte.

—Lo mismo. Ah, y recuerdos a tu novia.

Salió y Dani lo siguió a través de las ventanas con la vista.

Y Alba seguía sin aparecer.

Pensó en ella e instintivamente recordó el comentario del hombre cano, no pudiendo evitar darle vueltas a algo que rondaba continuamente: Alba estaba varios niveles encima de él en el plano sexual. Un terreno donde le quedaba mucho camino por recorrer para llegar a su altura.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.​
Por la pinta que tiene el relato, capaz Alba ya ha de estar haciendo uso de sus grandes acciones con el gasolinero ligon.
 
Quisiera otorgar el beneficio de la duda, pero todo apunta a que lo que parece estar sucediendo, realmente está sucediendo. ⁉️

A juzgar por las actitudes y miradas cómplices entre los dependientes de la gasolinera (tienen cámaras mostrando en vivo cada rincón del lugar), ya podemos deducir la causa del excesivo tiempo que ha tomado Alba en llamar y estacionarse. 🫎🤘

Lo que nos lleva suponer que al actuar ella con tanta audacia para acometer tal riesgo, puede deberse a que no es la primera vez ni será la última.💔
Lo sabroso vendrá con las explicaciones de ella, y el nivel de credulidad en él. :dancer1:
 
Última edición:
Creo que se va acercando un poco al perfil del zanahorio mezclado con Noe.

Un tipo muy inseguro junto con su problema sexual. Que más puede pedir?
 
Creo que se va acercando un poco al perfil del zanahorio mezclado con Noe.

Un tipo muy inseguro junto con su problema sexual. Que más puede pedir?
Llevan cuatro años de relación, se supone que ya debieron haber tenido sexo muchas veces, ademàs, si viendo que no se complementan en el plano sexual porque no hablarlo con sinceridad.
En conclusion, falta de amor propio de Alba hacia SI misma, no tiene las agallas para dejarle porque no la satisface en la cama, pero si para ponerle los cuernos por el mismo motivo y todo lo escuda en que le quiere y que lo otro es sexo sin "importancia"
 
Alba no le conviene a Dani.
Si como parece, está relación se va al traste, no se tiene que venir abajo. Debe estar con alguien que lo valore.
 
Alba no le conviene a Dani.
Si como parece, está relación se va al traste, no se tiene que venir abajo. Debe estar con alguien que lo valore.
*Te lo he dicho en broma porque sabes que no me importa lo más mínimo —dijo mientras besaba sus labios y frotaba su nariz con la de él—. No te obsesiones con eso, ¿vale?" Jajajaja dice que no le importa lo más minimo y es el principal motivo por el que le engaña, más cinica no puede ser😑
 
Vamos a partir de una base importante, que ya estoy leyendo cosas con las que para absolutamente nada estoy de acuerdo.
Dani no es ningún pringado y mucho menos un pelele.
Puede que se valore poco, pero no es un tonto
Así que si como parece ella ya le está siendo infiel, se planteará si vale la pena seguir con ella y probablemente la deje.
 
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