Fin de semana entre amigos

David estuvo unos segundos sin reaccionar, asimilando lo que estaba viendo y tratando de convencerse de que aquello era real, que no estaba soñándolo. ¿Cuántas veces se había imaginado los melones de su amiga desnudos, fantaseando cómo debían ser, y sobre todo dando por hecho que casi con toda seguridad nunca los vería? Pues ahora que los tenía a la vista y podía admirarlos, la verdad es que no decepcionaban para nada. Grandes, redondos y además bien firmes teniendo en cuenta su tamaño; una firmeza que reflejaba su juventud. Sin ninguna estría, aunque con un color de piel más claro que el resto del cuerpo debido a la falta de exposición al sol; la marca del bikini era perfectamente visible. Las areolas, de color marrón y de tamaño mediano tirando a grandes, muy bien proporcionadas con el tamaño del pecho; con bordes claramente definidos, es decir, no difuminados con la piel de la teta. Varios de esos bultitos en las areolas (las glándulas de Montgomery) rodeaban el pezón, en el centro. Los pezones ligeramente abultados, tal vez por la brisa o la excitación del momento.

Cristina se dio cuenta de que David estaba hipnotizado mirando sus tetas, observándolas al detalle. Y por una vez prácticamente desde que eran amigos, fue ella la que estaba cohibida y ruborizándose ante él. Sintió el calor subirle por el cuello hasta las mejillas, al mismo tiempo que una risa leve, temblorosa, se le escapaba por los labios. Una risa nerviosa, contenida, mezcla de vergüenza y de una excitación inesperada.

—Tío, David… —dijo un poco agobiada, pero sin cubrirse ni moverse—. Son tetas, no un informe financiero. No hace falta que las estudies.

David parpadeó como si lo hubieran despertado de golpe. Desvió la mirada con torpeza, rascándose la nuca.

—Perdona… —balbuceó, aunque le costaba mantener la compostura—. Es que… pero... no entiendo... ayer dijiste... que no harías topless ni de coña.

Cristina bajó la vista, todavía con las mejillas encendidas.

—Ya lo sé. Y en ese momento lo pensaba en serio. Pero bueno, he cambiado de idea... aunque tampoco sabía si lo haría hasta el último momento. Y también porque estamos solos, que si no... —dijo en voz baja, mirando hacia el agua.

Y aunque su sonrisa nerviosa seguía ahí, en realidad, lo había estado pensando desde hacía rato. Desde anoche, más bien.
Después de lo que ocurrió en el baño, después de verle tan expuesto, tan vulnerable, tan real… algo en ella había hecho clic.
No fue una decisión improvisada, aunque lo pareciera. Había estado dándole vueltas todo el día, midiéndolo todo en su cabeza: cómo se sentiría, cómo podría reaccionar él, cómo reaccionaría ella. Y este era el motivo real por que el que esta mañana había dicho de posponer la playa a la tarde, porque necesitaba armarse de valor para hacer esto. Porque esta vez, a pesar de las bromas y la seguridad con la que solía moverse, el atrevimiento para ella era de verdad.

David la miró, sin saber muy bien cómo procesarlo todo. Todavía le latía fuerte el pecho.

—Pues… me has dejado sin palabras —dijo sincero.

Cristina respiró hondo, y por primera vez desde que se quitó el bikini, sonrió con seguridad.
Pero antes de poder decir nada más, David vio cómo Cristina se giraba y caminaba unos pasos hacia la zona donde habían dejado las toallas. No dijo nada. Solo fue hasta allí, con la parte de arriba del bikini aún en la mano. Llegó a su toalla, se agachó, y la dejó cuidadosamente doblada sobre la tela.
David la miraba desde donde estaba, sin disimular demasiado. Cristina se enderezó, se giró de nuevo y comenzó a caminar hacia él, sonriendo. Sus pechos se movían al ritmo de sus pasos, balanceándose con naturalidad. No había ninguna pose, ningún esfuerzo por parecer provocadora.
Pero para David, que nunca la había visto así, era como ver a otra versión de su amiga.

"No me lo creo. Está caminando hacia mí como si nada. Y… joder. Está preciosa."

Cristina se mordió el labio al ver la cara de él, que intentaba mantener la compostura pero no lo conseguía del todo.

—¿Vamos al agua?

Sin decir nada más, se metieron juntos al agua. El mar estaba fresco, pero agradable.

Continuará...
 
Acabo de descubrir este bonito relato y me está encantando.
Además es más de los que me gustan, más romántico que sexual.
En cuanto a la historia, los dos está claro que están empezando a verse de otra manera y es inevitable que se va a desatar la pasión, porque los dos se están enamorando si es que no lo estaban ya.
 

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