berserk37
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Everest tres años después
Comenzar de cero no es nada sencillo en mi caso fue primordial, pero antes de eso volví a intentarlo una vez más, no fue en el Everest esta vez elegí el Lhotse para la ascensión, la cuarta montaña más alta del mundo con 8.516 metros de altura, nadie me conocía en esta expedición y era algo que realmente agradecía, volver a ver esas miradas inquisitorias hubiera sido muy duro aunque me lo mereciera. El grupo con el que ascendería era muy variopinto había alpinistas experimentados mezclados con alpinistas novatos, pero el que sobresalía sobre todos ellos era Malcolm, el alpinista con más experiencia y uno de los pocos que había coronado los catorce ocho miles.
Dentro de sus grandes logros estaba el haber coronado el Everest en cuatro ocasiones, muchos le restaban mérito al haberlo conseguido usando oxígeno. Yo que había estado allí sabia de primera mano que con oxígeno seguía siendo una de las montañas más exigentes del mundo. Esta vez lo tenía claro, pondría en práctica todo lo que Alex me enseño, pero sobre todo estaría atenta a las señales que me fuera dando mi cuerpo.
En la primera sospecha de que algo no fuera como debía, daría media vuelta. Cuando emprendimos la marcha mire hacia la cumbre sería la primera vez que ascendería una montaña sin tener a Alex a mi lado, lo echaba tanto de menos no pudiendo evitar emocionarme, entonces alguien se acercó ami.
- Chiquilla–dijo Malcolm–. No te quedes atrás lo mejor es que subamos todos en grupo.
- Sí, lo siento–dije.
El Everest y el Lhotse estaban conectadas por el collado sur, si querías ascender el Everest tenías que seguir ese collado, pero sí tu intención era coronar el Lhotse tenías que desviarte unos metros antes. Antes de llegar al collado sur pude distinguir un cuerpo sentado en la nieve, todos mis compañeros pasaron por delante de él sin hacerle el más mínimo caso, yo no pude hacer lo mismo.
Yo había pasado por lo mismo que estaba pasando ese alpinista, me acerque a él y pude ver que todavía respiraba. Un compañero me dijo que en la montaña un alpinista tenía que ser egoísta, se subía para coronarla no para malgastar energías ayudando a un alpinista que se había sentado a esperar a la muerte siendo consciente de su falta de preparación.
Escuchar eso me dio mucha rabia, puesto que yo sabía perfectamente lo que se le estaba pasando por la mente a esa persona, me coloque a su lado e intente hablar con él.
- Como te llamas–pregunte–. Tienes que intentar ponerte en pie, tenemos que bajar al cuarto campamento.
- No, la cumbre–dijo el alpinista–. La cumbre está ahí.
- En estas condiciones no llegarás–conteste–. Me quedaré a tu lado y te ayudaré a descender.
- Una vez pensé como tú–dije–. Ese pensamiento me costó todo lo que más quería.
- ¿Llegaste a la cumbre?–pregunto el alpinista.
- No, alguien me disuadió para que diéramos la vuelta–conteste–. Eso salvo mi vida y eso te va a salvar la vida a ti.
Aquel hombre se puso de pie a duras penas y casi sin aliento me dijo que se llamaba Tom, mire a mi alrededor viendo que todos habían seguido su camino sin mirar atrás. Grite por si alguien me escuchaba, pero pronto me di cuenta de que tendría que encargarme yo de que Tom llegara a la base cuatro. Lo primero que hice fue hidratarlo para evitar el edema pulmonar y después ponerle el oxígeno.
Por suerte ese día la visibilidad era muy buena, me prepara para un descenso complicado teniendo que estar atenta por los dos, entonces note que alguien me cogía del brazo.
- Bien hecho chiquilla–dijo Malcolm–. Estás haciendo lo correcto, vamos, lo bajaremos entre los dos.
Tener a Malcolm a mi lado me dio tranquilidad, era mayor, pero compensaba eso con una experiencia como ninguna otra. El descenso fue duro, Tom se dejaba un poco de su vida en cada paso que daba. Empecé a preocuparme cuando se desplomó a unos cien metros del campamento, con la ayuda de Malcolm lo pusimos de pie y entre los dos lo llevamos hasta el campamento, Tom estaba crítico, sus constantes eran muy dediles y tenían que llevarlo al campamento dos cuanto antes para que un helicóptero lo llevara hasta un hospital.
Otra vez había fracasado en intentar llegar a una cumbre, pero en esta ocasión me sentía mejor que sí lo habría logrado.
- ¿Cómo te llamas chiquilla?–pregunto Malcolm–. Hoy me has devuelto la fe en el alpinismo.
- Me llamo Sandra–conteste–. No ha sido para tanto.
- Sandra no demerites tus actos–dijo Malcolm–. Has dejado a un lado el egoísmo del alpinista y has hecho lo correcto.
- En una ocasión yo fui así de egoísta–conteste–. Termine pagando un precio muy alto por mi estupidez.
En el rostro de Malcolm pude ver qué sabía perfectamente de lo que estaba hablando, entonces me miro.
- Tengo una oferta para ti–dijo Malcolm–. Quiero crear un equipo de salvamento y rescate y me gustaría que tú fueras parte de él.
- ¿Estás seguro?–conteste–. No soy la mejor alpinista, además me faltan todos los dedos de mi pie derecho.
- Te voy a convertir en la mejor escaladora en hielo–contesto Malcolm–. Eso si tú quieres.
Al mirarlo vi que no estaba bromeando, ese hombre que andaría cerca de los sesenta años me lo estaba proponiendo de verdad, acepte, también me aviso que me fuera preparando, puesto que el adiestramiento sería muy duro y no tendría piedad por el hecho de que fuera mujer. Decir que fue duro se quedaba muy corto, Malcolm poco a poco y con mucha paciencia me fue transmitiendo la experiencia que había adquirido durante los cuarenta años que paso en las montañas.
Escalar sobre hielo no era nada sencillo, los crampones me permitían escalar, pero no todo el hielo tenía la misma densidad y tenía que aprender a distinguir el hielo más denso donde pudiera clavar las puntas de mi crampón, los anclajes para la cuerda y el piolet. Parecía fácil, pero no lo era, en más de una ocasión me confié y de no ser porque Malcolm me tenía bien sujeta hubiera terminado estampándome contra el suelo.
También me enseño a usar poleas para poder subir a un herido de una grieta, no todas las grietas era un abismo sin fondo algunas podían tener cinco metros, pero era suficiente altura para romperte una pierna. Los glaciares eran de los más peligrosos, porque el hielo solía estar oculta sobre una capa de nieve que daba la sensación que todo era un bloque sólido, pero nada más lejos de la realidad.
En una ocasión me llevo a Islandia, allí había un glaciar de un precioso color azul. En ese glaciar se podían ver las grietas, entre ellas había poca distancia por lo cual podías caminar con más seguridad, eso pensé yo hasta que llegamos a una zona donde el hielo se veía azul, pero mucho más clorito. Lo achaqué a la luz solar al impactar contra el hielo, Malcolm puso dos anclajes en el suelo atándonos a ellos y lanzo una piedra hacia ese hielo más clorito, el hielo se desquebrajó mostrando un enorme agujero que parecía no tener fin.
Trajo las cuerdas más largas que pudo encontrar, descendimos por esa grieta hasta donde la cuerda nos permitió. Al mirar abajo seguía sin verse el final, Malcolm cogiendo un trozo de hielo lo lanzo, esperamos durante un buen rato no escuchando nada.
- ¿Para que me has traído aquí?–pregunte–. ¿Quieres que me lo piense mejor y salga huyendo?
- No, quiero que mires a tu alrededor–contesto Malcolm–. Como verás no es todo liso.
Era verdad, las paredes de hielo tenían unos salientes lo suficientemente anchos como para que cupiera una persona y en algunos casos hasta dos.
- Algunas personas tienen suerte y terminan en uno de esos salientes–dijo–. Tu trabajo será sacarlos de ahí.
Tendría que bajar hasta uno de esos salientes creando una ruta segura donde poner los anclajes que después usaría el alpinista accidentado de no haberse roto nada, cosa que veía bastante difícil. Las primeras veces que descendí por esas grietas temblaba y no era de frío, el hielo emitía un sonido que me ponía los pelos de punta, Malcolm me dijo que con el tiempo me acostumbraría a él, pero algo me decía que eso no ocurriría.
Otra parte de mi adiestramiento fue convertirme en un paramédico y para ello tuve que cursar estudios en emergencias sanitarias, entre el adiestramiento y los estudios no tenía tiempo ni para dormir, pero había algo de lo que no me estaba dando cuenta, cada vez pensaba menos en mí misma empezando a preocuparme más por los demás, estaba cambiando a mejor, dejando atrás mi exceso de orgullo y egoísmo.
Malcolm intentó reclutar a más alpinistas, pero los que más podían aportar, los más experimentados eran patrocinados por las mejores marcas en equipamiento de montaña pagándoles una sustanciosa cantidad de dinero. No estaban dispuestos a renunciar a eso por un trabajo donde se jugarían la vida por mucha menos cantidad, así que lo tendríamos que hacer los dos solos. Pude observar como el rostro de Malcolm reflejaba una profunda decepción.
- Lo aramos nosotros solos–dije–. No podremos salvar a todos, pero con que salvemos a uno ya estaremos haciendo algo bueno.
- Gracias Sandra–contesto Malcolm–. Alex no se equivocó contigo.
- ¿Conoces a Alex?– pregunté.
- Claro, Ian fue mi mejor amigo–contesto Malcolm–. Fue con él con quien conquiste los catorce ocho miles.
- ¡Entonces ya sabias quien era el primer día que nos vimos!–conteste–. ¡No me gusta que jueguen conmigo!
- No estoy jugando–dijo un serio Malcolm–. Alex incluso sumido en el dolor no ha perdido la esperanza en ti.
- ¿La esperanza de qué?–pregunte.
- La esperanza de que la bondad que vio en ti no fue un espejismo–dijo Malcolm–. Yo he comprobado que no se equivocaba.
- Bueno, pero eso da igual, él no confía en mí y con toda la razón–conteste–. Me comporté muy mal con él, haciéndole un daño irreparable.
- Qué dramáticos sois los jóvenes–contesto Malcolm–. Todo a su debido tiempo.
- Crees que él y yo...–dije con una sonrisa en el rostro.
- Anda céntrate en lo que tenemos entre manos y deja de hacerte películas–contesto Malcolm–. De momento te has ganado el derecho de demostrárselo, pero la última palabra la tiene él, no lo olvides.
- No lo olvido–dije–. Saber esto me da fuerzas para afrontar el futuro con más esperanzas.
- Eso está bien–dijo Malcolm–. Porque tenemos trabajo.
Malcolm ya me veía preparada así que emprendimos el viaje hacia el Glaciar Fonna en Noruega, un matrimonio decidió salirse fuera de las pistas de esquí para encontrar descensos más pronunciados en el glacial. Parece ser que encontraron lo que buscaban, pero desoyendo los carteles de peligro se adentraron en una pista de lo que parecía un sólido hielo cubierto de nieve. Así era en ciertas partes, los dos esquiadores confiados decidieron seguir adelante hasta que escucharon como el suelo empezaba a crujir.
No les dio tiempo a más, el suelo se abrió a sus pies haciendo que uno de ellos se precipitara dentro de esa oscura y profunda grieta mientras el otro consiguió sujetarse a duras penas librándose de caer la vació. La que se libró fue la mujer que pudo ver que su marido se encontraba tumbado en un Saliente de la pared de la grieta. Mirando desde su posición parecía que no se encontraba muy abajo y sacando una cuerda y un anclaje que clavo en el hielo empezó a descender.
Ella no sabía que cuanto más descendiera dentro de esa grieta más descendería el frío, la ropa que llevaba no era apta para soportar ese intenso frío que superaba en mucho al que hacía sobre el glacial. Sus manos empezaron a entumecerse igual que sus pies, hasta que llego un momento en que no podía moverlos. En un último esfuerzo clavo un anclaje al hielo para no caerse al vacío viendo que en poco tiempo sus brazos y piernas dejarían de sostenerla. Fue un movimiento inteligente, también intento llamar a su marido, pero este no contestaba y a penas podía moverse. Os preguntaréis como es que yo sabía todo esto, los responsables de la estación de esquí se pusieron en contacto con Malcolm, según parecía el año anterior hubo un par de accidentes con unos esquiadores que decidieron salirse de las pistas seguras en busca de aventuras y terminaron de forma trágica.
Ellos no tenían a gente capacitada para poder hacer un rescate en semejante sitio así que hablaron con Malcolm para que fuéramos ahí por si ocurría algo similar. Cuando llegamos al lugar del accidente, el glaciar era precioso, pero eso no impedía que se me pusieran los pelos de punta se podía sentir el peligro que este acarreaba. Malcolm y yo colocamos unos cuantos anclajes y montamos un sistema de poleas para poder subirlos a los dos.
Empecé a descender por esa grieta que me ponía los pelos de punta, miraras donde miraras no se veía nada más que una oscuridad insoldable, además que por cada metro que descendía la temperatura iba descendiendo. Empezaba a sorprenderme que el hombre siguiera moviéndose, tenía que estar siendo presa de la hipotermia. Primero llegué a donde estaba la mujer, se había quitado los guantes para poder sujetarse mejor al hielo y tenía los primeros síntomas de una congelación severa.
En esos momentos me hubiera gustado tener los conocimientos de Ingrid, pero por lo que podía ver tenía las manos entumecidas y rígidas empezando a tener un color azulado. No sabía si esa congelación podría ser reversible, la verdad esperaba que así fuera, pues era una mujer joven. Le enganche una de las cuerdas al arnés que llevaba y la solté del anclaje en la que estaba sujeta para después engancharla a una de las cuerdas para que Malcolm pudiera subirla con mucho cuidado.
Gracias al sistema de poleas se podía subir un gran peso sin tener que hacer un gran esfuerzo, además tenía un sistema de freno que permitía no tener que sujetar el peso a pulso, la mujer volvió a mirar para abajo empezando a llorar gritando el nombre de su marido con angustia.
- Prométeme que lo vais a sacar sano y salvo–dijo la mujer–. Prométemelo.
- No puedo prometerte eso–conteste–. Pero si puedo prometerte que are mi mejor esfuerzo para sacarlo de esta grieta.
Malcolm empezó a tirar subiendo a la mujer despacito; sin embargo, yo empecé a descender poco a poco. Las paredes de esa grieta eran muy inestables tenía que tener mucho cuidado donde clavaba mis anclajes, un fallo y podía precipitarme al fondo de esa grieta que se convertiría en mi tumba. Por fin llegue al saliente donde se encontraba el marido, calcule que ese saliente estaba a unos veinte metros de profundidad, aquel hombre había tenido mucha suerte de seguir con vida. Al llegar hasta él respiraba con mucha dificultad además de tener más de una fractura en una de sus piernas.
Pude entablillaré la pierna, pero aquel hombre sufría de una hipotermia severa. Había bajado una camilla colocándola en el suelo levanté su cuerpo de lado consiguiendo ponerlo encima de esta. El alarido de ese hombre fue muy fuerte indicándome que seguramente tendría múltiples fracturas a lo largo de su cuerpo. Malcolm tendría que subirlo con sumo cuidado, yo de mientras subiría a la vez que la camilla para impedir que esta chocara contra cualquier saliente de la pared y quedara enganchada.
Le coloqué oxígeno para que pudiera respirar mejor, la ascensión fue dura, pues tenía que ir parándome cada poco rato y colocar la camilla en su sitio. Por fin llegamos arriba, Malcolm había llamado a un helicóptero que se llevaría al matrimonio a un hospital. Nuestro primer rescate había ido bien, Malcolm hablo con los responsables de la estación de esquí. Tendrían que poner gente vigilando ese glaciar para que ningún esquiador volviera a adentrarse en él, este matrimonio dentro de la gravedad habían tenido mucha suerte. La siguiente vez podrían caer hasta el fondo siendo imposible dar con ellos y desapareciendo para siempre. Además, que los glaciares no eran estáticos se movían cerrando unas grietas y creando unas nuevas. Nos ofrecieron dos habitaciones en el hotel de la estación de esquí, la verdad es que yo lo agradecí, lo primero que hice al coger la llave de mi habitación fue darme una larga ducha caliente en esa grieta hacia un frío mortal.
Después de darme la ducha y habiendo entrado en calor decidí bajar el restaurante del hotel para cenar con Malcolm. Lo primero que vi fue a este coqueteando con las dos camareras, estas parecían sentirse alagadas por las palabras que Malcolm les estaba obsequiando. No pude evitar echarme a reír, al verme dejo de hablar con las camareras y se acercó para sentarse en la mesa.
- ¿Se puede saber de qué te ríes?–pregunto Malcolm–. Yo de joven tenía mi público.
- Seguro que eras un Don Juan–conteste riendo–. Lo que me sorprende es que no lo hayas intentado conmigo.
- Tú y yo trabajamos juntos, eso sería una distracción que nos podría contar la vida–dijo Malcolm–. Además, dudo que me hicieras el más mínimo caso.
- Te pido disculpas, además no soy la más indicada para decirte nada–conteste–. Yo me dejé seducir por un tío que me dejo a mi suerte en el Everest.
- Como han cambiado las cosas desde que Ian y yo ascendimos el Everest por primera vez–dijo Malcolm–. Entonces llegar a la cumbre era importante, pero no a costa de dejar morir a tus compañeros.
- En aquel punto del Everest acurrucada muerta de frío dejé de sentir miedo–dije–. Empecé a desear que llegara mi muerte lo antes posible.
- Por esto he querido montar este grupo de salvamento y rescate–contesto Malcolm–. Para que nadie tenga que pasar por lo que pasaste tú.
- Yo tuve suerte, Rudy, Ingrid, Paul, Aishwarya, Rajiv y Alex subieron a por mí–dije–. Esa experiencia me cambio la vida.
- ¿En qué sentido?–pregunto Malcolm.
- En aquel momento coronar el Everest era lo más importante para mí, más importante que mi matrimonio y amigos–dije–. La Sandra que soy hoy en día no hubiera sacrificado todo lo que sacrifique por una cumbre que ya no tiene ninguna importancia para mí.
- Has dejado el ego y el orgullo a un lado–contesto Malcolm–. Te felicito, porque no es nada sencillo de hacer.
- Sí, pero es demasiado tarde–dije.
- Todos cometemos errores Sandra–dijo Malcolm–. Lo que cuenta es responsabilizarse de esos errores y trabajar para no volver a cometerlos.
Después de cenar se empeñó en que fuéramos a la pequeña discoteca que había cerca del hotel donde todos los esquiadores solían ir a divertirse. Malcolm no se insinuó ni una sola vez, pero otros hombres sí que lo hicieron, rechace todas y cada una de sus proposiciones de forma contundente pero educada. Malcolm me dijo que se sentía honrado de que hubiera rechazado a todos esos galanes para estar con él, después estallo en una carcajada, él sabía perfectamente por qué los había rechazado, tal vez era un sueño estúpido, pero si algo me había enseñado mi nuevo trabajo era a no perder la esperanza por muy mal que se pusieran las cosas.
Además, Malcolm resulto ser un hombre muy divertido, no daba esa impresión cuando estábamos trabajando, solía tener una mirada muy intimidante. Fue una noche estupenda, al final terminamos los dos algo borrachos, pero nos vino bien para desconectar. Desde ese día habían pasado un par de meses nuestro trabajo esta vez nos llevaba a Groenlandia. En aquella isla se encontraba hielo con miles de años de antigüedad y unos científicos habían ido a estudiarlo.
Entre ellos se encontraban dos hermanos que además de científicos también eran alpinistas, decidieron escalar un monolito de hielo de más de nueve cientos metros de altura. Su intención era recoger muestras de la cumbre, en Groenlandia eran famosos los vientos helados con una sensación térmica de unos treinta grados bajo cero. Según parece para cuando se dieron cuenta el frío había hecho que todo su cuerpo se entumeciera haciendo imposible el descenso.
Malcolm fue a hablar con el científico jefe, en el pasado Malcolm había sido en guía en una de sus expediciones científicas, aquel hombre no parecía muy contento, miraba constantemente a donde yo me encontraba mientras hacía aspavientos.
- ¿Se puede saber qué pasa?–pregunte–. No parecía muy contento.
- No lo está–contesto Malcolm–. Pensaba que iba a ser yo quien escalara el monolito para bajarlos.
- ¡Ya veo!–conteste–. ¡No se fía de mí por ser mujer!
- Que seas mujer le es irrelevante–dijo Malcolm–. Cree que eres demasiado joven y no estás preparada para hacer este rescate.
- Sí, ¡pues entonces que suba él!–dije enfadada–. Yo me vuelvo al helicóptero.
Malcolm volvió a donde ese hombre después de hablar durante un rato me hizo una señal para que fuera donde estaban ellos.
- Quiero disculparme contigo las dos personas que hay que rescatar son mis hijos–dijo aquel hombre con gran pesar–. Es la vida de mis hijos la que está en juego y por eso he querido ser cauteloso.
- Acepto tus disculpas–conteste–. Voy a prepararme.
Empecé el ascenso a ese precioso monolito blanco, el viento era bastante fuerte, pero lo peor era que por cada metro la sensación térmica era menor. Tenía que darme prisa si no mis brazos y piernas se entumecerían imposibilitándome el seguir escalando. Por suerte era un trozo de hielo enorme y muy sólido.
Pude trazar una ruta de ascensión bastante recta de ese modo estaba consiguiendo ascender antes de lo previsto. Tarde en subir tres horas, al llegar arriba los vientos eran mucho más fuerte y el frío era infernal. El viento levantaba la nieve dificultando la visión, pero a unos metros de donde yo me encontraba pude ver una tienda de campaña de un color verde fosforito. Al llegar a la tienda pensé que era un milagro que estuviera entera viendo la fuerza que tenía el viento.
Al abrir la cremallera me encontré con un chico y una chica abrazados metidos en una saco mientras tenían un segundo saco puesto por encima. La idea de los dos hermanos era buena, al abrazarse se darían calor y los dos sacos no dejaban que ese calor se escapase, por suerte Malcolm había comprado unas camillas de rescate plegables, eso me permitió poder ascender con mucha más soltura. Vi como el chico llevaba el brazo en cabestrillo.
- ¿Que ha ocurrido?–pregunte.
- Mi hermano se cayó mientras recogíamos muestras–dijo la chica–. Creo que no lo tiene roto, pero le duele mucho.
- ¿Cómo os llamáis?–pregunte–. Yo me llamo Sandra.
- Yo me llamo Sara y mi hermano Jon–contesto Sara–. Encanados Sandra, pero por favor sácanos de aquí.
- Esa es mi intención–dije–. Sara ayúdame a colocar las poleas para poder bajar a tu hermano.
Lo primero que hice fue colocarle el hombro dislocado en su sitio, después le pedí ayuda a Sara para colocar las poleas. Jon no estaba en condiciones de descender por sí mismo, lo bajaríamos tumbado en la camilla. Una vez todo listo tumbamos a Jon en la camilla y lo aseguramos para que no se cayera. Pase la cuerda por las poleas y después por mi espalda para poder controlar la velocidad en la que descendería.
En este caso sería Sara quien bajaría junto a la camilla para que su hermano no se golpeara contra la pared de hielo por culpa del fuerte viento. Para poder ver como descendía me tenía que poner al borde del abismo menos mal que no tenía miedo a las alturas. El viento cada vez era más fuerte, tenía que parar cada dos por tres, Sabiendo que su padre lo estaría pasando mal, pero en este trabajo las prisas no son buenas consejeras.
Tardaron bastante en llegar al fondo ahora me tocaba recoger todo y descender a mí. Me tomé mi tiempo, la verdad es que las vistas eran preciosas, conocía a alguien que hubiera disfrutado de esas vistas tanto como lo estaba haciendo yo, no pude evitar que sendas lágrimas descendieran por mis mejillas. Resople y me di ánimos, no podía distraerme en pleno descenso para cuando me di cuenta ya me encontraba en el fondo de ese monolito.
Malcolm y el científico se acercaron a donde estaba yo.
- Buen trabajo Sandra–dijo Malcolm–. Estoy orgulloso.
- Gracias por bajar a mis hijos de ahí arriba–comento el científico–. Estoy en deuda contigo.
- Paga unas rondas de cervezas y estaremos en paz–conteste–. Pero a Malcolm sácale agua que ya está muy mayor.
Empecé a reírme a carcajadas mientras Malcolm me perseguía cagándose en todos mis muertos. Groenlandia fue nuestro último trabajo antes de tomarnos unas semanas de descanso para ir a visitar a mis padres. Mi relación con ellos ya no es lo que era según ellos he cambiado y no les gusta nada ese cambio. Ese es el indicativo de que estoy haciendo las cosas bien, mi madre se amoldaba mejor a los cambios, no le gustaban de principio, pero se amoldaba bien.
Mi padre, sin embargo, no lo llevaba bien y más cuando esos cambios te hacían salir de su zona de confort, para él ponía mi vida en riesgo por nada.
- ¿Por nada?– pregunté–. Ahora va a resultar que salvar vidas no significa nada.
- ¡Arriesgas tu vida!–dijo mi padre–. Por un sueldo menor que cuando eras reportera.
- Ya veo por donde vas–conteste–. Al final todo tiene que ver con el estatus, ¿tus amigos hablan a tus espaldas?
- Antes jamás hubieras hecho lo que haces ahora–dijo mi padre–. Preocuparte por personas que no conoces de nada.
- ¡Esa Sandra lo perdió todo, su marido, sus amigos, su felicidad!–conteste–. Ahora por lo menos soy capaz de mirarme a la cara.
Mi padre fue a decir algo, pero le dejé con la palabra en la boca saliendo de la habitación, quería muchísimo a mis padres, pero querían recuperar a una persona que yo no quería volver a ser. Las dos semanas de descanso pasaron y para mí fue un alivio. Dentro de esa casa sentía como crecía la presión igual que en una caldera de un volcán amenazando con estallar en cualquier momento. La llamada de Malcolm llego en el momento justo, no sabe lo mucho que le agradecí cuando me dijo que teníamos trabajo.
- ¿A dónde vamos esta vez?–pregunte.
- Al K2–contesto–. Tengo dos buenas razones para ir.
- ¿Que razones?–pregunte–. ¿Qué me estás ocultando?
- Te darás cuenta en cuanto lleguemos–contesto Malcolm.
Prepare mi maleta y me despedí de mis padres poniendo rumbo al aeropuerto. Malcolm me esperaba allí, no lo he dicho, pero Malcolm era muy rico y tenía su propio avión privado. De hecho la gente se sorprendía cuando lo descubría porque nunca daba indicios de ello. Vestía como los demás, comía lo mismo que los demás y como trasporte tenía un Jeep viejísimo. Según él nunca le había fallado y para que cambiar algo que funciona bien.
Viajamos hasta Paquistan y allí cogimos un helicóptero que nos llevó al campo base del K2, al bajar del helicóptero mire a uno de los salientes, tenía demasiada nieve acumulada, en cualquier momento se produciría un alud que pondría en riesgo muchísimas vidas. Solo esperaba que todos los alpinistas se hubieran dado cuenta y ninguno se le hubiera ocurrido ascender a la cumbre.
- Ese saliente tiene mucha nieve acumulada–dije–. Escalar en estas condiciones es muy peligroso.
- Esa es una de las razones por lo que estamos aquí–dijo Malcolm–. Pronto descubrirás la segunda.
Al entrar a la tienda me di de bruces con Ingrid, tenía los ojos rojos de haber llorado, al mirar al otro lado de la tienda había una camilla y en ella tumbado se encontraba Paul, no tenía buen aspecto. Abrace a Ingrid, fue instintivo, quería consolar a la que sigo considerando mi amiga, Ingrid me devolvió el abrazo con una fuerza inusitada. Podía ver como las lágrimas volvían a recorrer su rostro.
- ¿Ingrid que ha ocurrido?–pregunte–. ¿Dónde están Alex y Rudy?
Ingrid se separó de mí y mirándome a los ojos empezó a relatarlo todo, últimamente la empresa que habían montado no estaba pasando por el mejor momento. Las facturas se iban acumulando, entonces llego un hombre con una propuesta, era el dueño de una línea aérea que quería promocionar su recién diseñado avión saludándolo desde la cima del K2 mientras este pasaba por encima, Todos aceptaron, pero todo cambio cuando llegaron al campamento base.
Todos se dieron cuenta de que había demasiada nieve acumulada y era muy peligroso ascender hasta la cumbre. El cliente no atendía a razones diciendo que él tenía que estar ese día en la cumbre y que no le importaba como lo hicieran, habían firmado un contrato y tenían que cumplirlo o atenderse a las consecuencias. No les quedo otra que ascender, pero lo que más temían se hizo realidad, parte de esa nieve acumulada se desprendió del saliente y empezó a descender en forma de alud.
Paul se había librado porque dos días antes de comenzar la ascensión empezó con una fuerte fiebre, así que no le quedo más remedio que quedarse en el campamento base. Al cliente no le hizo gracia, pero comprendió que en esas condiciones Paul sería más un estorbo que una ayuda. Según Ingrid Rudy y Alex habían conseguido refugiarse en una pequeña cueva que quedaba cerca del cuello de botella.
Otros alpinistas no habían tenido tanta suerte, entre ellos el dueño de la aerolínea.
- Te necesitamos–dijo Ingrid–. Para poder llegar a ellos tenemos que escalar una pared de hielo de cientos de metros.
- ¿El cuello de botella ha quedado intransitable?– pregunté–. Nadie ha escalado jamás esa pared de hielo.
- Tu reputación te precede–dijo Ingrid–. Si alguien puede hacerlo eres tú.
- No podre sola–conteste–alguien tendrá que venir conmigo.
- Yo iré–contesto Paul.
- ¡A donde vas a ir tú con esa fiebre!–recrimino Ingrid–. Yo te acompañaré.
- Muy bien–conteste–. Malcolm, Paul, vosotros coordinaréis todo desde aquí.
Esta iba a ser la madre de todos los trabajos, no solo tendríamos que enfrentarnos a una pared vertical de hielo de cientos de metros, sino también a la nieve que todavía reposaba en ese saliente que no tardaría mucho tiempo en desprenderse y si nos alcanzaba en el cuello de botella las dos estaríamos muertas. Un helicóptero intentó subirnos hasta la base 4, pero el viento era demasiado fuerte y no nos quedó más remedio que emprender el ascenso desde la base tres.
El K2 aunque era la segunda montaña más alta del mundo era la primera en exigencia técnica. No cualquiera podía ascender esta montaña y los cientos de cadáveres desperdigados por la montaña daban fe de ello. No perdimos el tiempo teníamos que llegar al campamento cuatro cuanto antes, allí nos abasteceríamos de oxígeno para emprender la ruta hasta el cuello de botella. Tardamos más de lo esperado y eso que el ritmo que llevábamos era alto.
El viento nos pegaba de cara y eso dificultaba seguir avanzando, Ingrid estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir mi paso, decelere hasta ponerme a su altura.
- Lo siento–dijo Ingrid–. Estoy resultando un estorbo.
- Para nada–conteste–. Tú tienes unos conocimientos de los que yo carezco.
- ¿Eres paramédico verdad?–pregunto Ingrid.
- Si–conteste–. Pero nada que ver contigo que eres médico.
Retomamos la ruta, el viento cada vez era más violento y con eso venía la constante bajada de temperatura. Por fin llegamos al cuello de botella, ante nosotros teníamos un monolito de hielo de un tamaño colosal. Jamás había escalado uno tan grande pudiendo ver el asombro en la mirada de Ingrid, ella normalmente se solía que dar en el campamento como médico de la expedición.
Entonces lo vi como las manos de Ingrid tiemblan muchísimo estaba muy nerviosa, puse mis manos sobre las suyas para intentar darle ánimos.
- No creo que pueda hacerlo–dijo Ingrid–. Voy a terminar siendo un estorbo.
- Eres una gran escaladora en hielo–conteste–. Además, que estés a mi lado me da seguridad.
- ¿Tienes miedo?–pregunto Ingrid–. Porque te veo la mar de tranquila.
- Claro que tengo miedo–conteste–. Pero hay algo que nunca pierdo, la esperanza.
Esas palabras parecieron animar a Ingrid, volvimos a mirar aquella imponente pared vertical y nos pusimos manos a la obra. Lo bueno era que el hielo era muy sólido y podía poner más anclajes para que estuviéramos más seguras. Una vez que la confianza volvió a Ingrid empezó a escalar a buen ritmo, de seguir así en unas cuatro horas estaríamos arriba. Era una pared muy exigente físicamente, no podía evitar sentir miedo de que todo ese esfuerzo nos pasara factura más tarde.
Por fin llegamos arriba, desde allí el saliente se podía ver mucho mejor y daba miedo, la nieve había empezado a cuartearse señal de que no tardaría mucho en desprenderse.
- ¿Crees que aguantara?–pregunto Ingrid–. Está a punto de caramelo.
- Más nos vale–conteste–. Si no estaremos muy jodidos.
Ingrid sonrió por primera vez, nos pusimos oxígeno, el cuello de botella se encontraba a 8200 metros estando dentro de la zona de la muerte. No llevar oxígeno era una locura, Nirmal Purja fue un nepalés que ascendió a la cumbre del K2 el 16 de enero de 2021 sin oxígeno artificial siendo invierno, la verdad es que una parte de mí lo admiraba, pero con la experiencia que había adquirido durante estos años pensé que era una locura que podía haberlo llevado a la muerte.
Se levantó un poco de ventisca no era muy fuerte, pero sí lo suficiente como para obstaculizar la visión. Tardamos un buen rato, pero al final dimos con la cueva, nos costó verla al estar la entrada medio oculta en nieve. Ingrid entró primero para ver como se encontraban, Rudy empezaba a tener los primeros síntomas de hipotermia, pero por lo demás estaba bastante bien, no se podía decir lo mismo de Alex su brazo no estaba en buenas condiciones. El examen preliminar que le hizo Ingrid no dejo ninguna duda, su brazo estaba roto por varios sitios.
Eso era un problema, pues nos obligaba a usar el plan B y este no era otro que el de bajarle por aquella pared vertical en la camilla plegable que llevaba a la espalda. Rudy fue el primero en verme, primero se sorprendió, pero después sonrió. El último en verme fue Alex, pues estuvo todo el tiempo con los ojos cerrados por el dolor que estaba sintiendo. Al abrirlos y verme su sorpresa fue mayúscula, pero no tardo en aparecer una preciosa sonrisa en su rostro. Me costó mucho no ponerme a llorar verle me afecto mucho más de lo que me había imaginado, era como si mis sentimientos por él se hubieran intensificado. Pronto sofoqué esos sentimientos, no sabía nada de él, en estos tres años podía haber encontrado a otra mujer que le hiciera feliz.
Al pensar eso se me revolvió el estómago, pero ya no era la egoísta de antaño de ser así apretaría los dientes y me alegraría por él.
- ¿Sandra que vamos a hacer?–pregunto Ingrid–. En estas condiciones no podrá escalar.
- Usaremos el plan B–conteste–. Lo bajaremos en la camilla.
- Pero alguien tendrá que quedarse aquí soltando cuerda para bajarlo–dijo Rudy.
- Yo lo haré–conteste–. Rudy y tú bajaréis junto a Alex, para que no se encalle en ningún saliente.
- Pero...–contesto Ingrid.
- Pero nada–dije–. Os lo debo a todos, pero sobre todo a él.
Rudy fue a decir algo, pero Alex le mando callar con la mirada, cada vez que la mirada de Alex y la se cruzaban podía ver admiración, pero también tristeza. Que me creía que iba a verme y se olvidaría de todo el daño que le hice. Tenía que compensarle y lo haría sacando le dé esta montaña con vida aunque eso me costara la mía. Ingrid entablilló el brazo de Alex y le administro unos analgésicos para el dolor mientras tanto Rudy y yo colocamos las poleas que nos permitirían bajar a Alex.
- Has cambiado, lo he notado en tu forma de hablar y en tu forma de actuar–dijo Rudy–. Te odié mucho por lo que le hiciste a Alex.
- Lo entiendo–conteste–. Yo también me he odiado mucho.
- Que estés aquí junto a Ingrid mitiga ese odio–contento Rudy–. Pero no tienes que sacrificar tu vida para que te perdonemos, tiene que haber otro modo.
- No lo hay, Malcon, Ingrid y yo ideamos distintos planes, pero solo este tiene viabilidad–conteste–. Además, no es un sacrificio si lo haces por personas a las que quieres.
Rudy no dijo nada más coloco su mano en mi hombro y entro a la cueva para ver si Ingrid había terminado de curar a Alex. Metí la cuerda entre las poleas y después la tensé, todo estaba listo, Ingrid y Rudy sacaron a Alex en la camilla que después atamos con las cuerdas. Todo estaba listo, pase la cuerda por mi espalda para controlar mejor la velocidad de bajada echando un último vistazo a Alex que me miraba como si no fuera a volver a verme.
- Ingrid, haced lo que hablamos, una vez abajo seguís andando hasta llegar a la ruta que trazamos–dije–. Todo saldrá bien.
Ingrid me abrazo con fuerza, Rudy también me abrazo, Alex no podía abrazarme así que cogiendo mi mano con fuerza me dijo que volviera junto a el que teníamos mucho de lo que hablar. Comenzaron el descenso, yo no podía dejar de mirar a aquel saliente con todas esas toneladas de nieve, en cuanto empezara a descender por la ladera se llevaría por delante todo lo que tuviera delante. Solo tenía que aguantar hasta que Rudy, Ingrid y Alex estuvieran a salvo. La cuerda se iba deslizando por mi espalda no sé cuanto tiempo llevábamos, pero a mí se me estaba haciendo eterno. En la nieve acumulada empezaron a aparecer más grietas, no tardaría en empezar el alud. No quedaba mucho tenía que aguantar un poco más.
En cuanto estuvieran abajo Ingrid me lo diría por el audífono que llevaba, podía escuchar la respiración agitada de Ingrid, estaba tan nerviosa como lo estaba yo. Por fin llegaron abajo, seguido de que Ingrid me avisara la nieve empezó a descender como si fuera un tsunami no podía dejar de mirarlo como si estuviera hipnotizada. Más me valía ponerme las pilas o no lo contaría, según subíamos vi una grieta en el hielo a unos diez metros más abajo de donde me encontraba que podía caber un cuerpo humano.
Mi plan era bajar hasta ahí y meterme hasta que la avalancha terminara, ya tenía los anclajes bien colocados en el suelo y la cuerda que me llevaría hasta ese punto donde con un poco de suerte me libraría de ser arrastrada hasta la muerte por la nieve. La avalancha cada vez se escuchaba con más cercanía, pero por suerte ya había descendido y pude comprobar que entraba justo, pero podría cobijarme.
Una vez en la grieta solté la cuerda y esperé a que la nieve dejara de caer, el sonido era tan atronador que no me permitía escuchar ni mis propios pensamientos. Por fin dejo de caer la nieve, la primera parte del plan había salido bien, ahora empezaba lo difícil, en mi mochila llevaba una cuerda lo suficientemente larga como para descender el monolito de hielo, pero el problema era que la nieve había enterrado la ruta que habíamos trazado debajo de varios metros.
Mi única salida era escalar de forma horizontal ciento veinte metros en solo integral para llegar a la parte trasera del monolito y descender desde ahí. Esa parte es la única que se había librado de la nieve, pero el hielo no era el mejor elemento para escalar sin cuerdas. Tenía los mejores crampones y los mejores piolet, de hecho estos traían una cuerda atada atrás por donde podías meter la mano, no sabía si esa cuerda soportaría el peso de mi cuerpo en caso de resbalarme, pero en tres años no había perdido la esperanza y no iba a empezar ahora.
Ciento veinte metros no parecía mucho, pero no llevaba ni la mitad y tenía calambres en mis piernas y brazos. Por fin llegué a la parte final de esta pared de hielo, descansaría un rato y empezaría a escalar en forma horizontal la pared trasera que me llevaría al punto donde podría empezar a descender para poder volver al campamento número. Eso era lo que más deseaba en el mundo, pero antes de conseguirlo tuve un par de sustos y en el segundo casi se me sale el corazón por la boca.
Clave mis crampones convencida que era la parte más sólida, pero las puntas de mis crampones resbalaron quedándome sujeta solo por mis dos piolets, para desgracia mía, la cuerda de uno de ellos se partió, lo único que me libraba de caer al vacío era el segundo piolet que por suerte estaba bien asentado. No me deje llevar por el pánico, de un rápido movimiento donde tuve que hacer un gran esfuerzo conseguí sujetar el otro piolet y con esto pude clavar los dos crampones pudiendo respirar tranquila por un momento.
Desde ese punto fui dando pasos estudiados con todo el cuidado del mundo hasta que llegue al punto al que quería llegar, una vez ahí coloque un anclaje en la pared de hielo enganchando la cuerda en él, nunca había escalado en solo integral y no pensaba volver a hacerlo a no ser que fuera por un caso de vida o muerte.
El descenso fue mucho más duro de lo que me hubiera imaginado, los ciento veinte metros que había tenido que realizar en solo integral no solo me habían agotado físicamente, sino que también lo habían hecho psicológicamente. Además de todo eso también tenía que añadirle otro problema más, había agotado más oxígeno de la bombona de lo que había previsto y eso era un problema para conseguir llegar al campamento cuatro.
Tenía una bombona llena y dos pequeñas guardadas en la mochila, ¿sería suficiente?, no lo sabía, pero pronto lo comprobaría. Una vez que pise el suelo volví a mirar ese coloso de hielo, mirándolo desde abajo parecía inconquistable, había tenido mucha suerte de salir de ahí con vida solo un fallo hubiera sido suficiente para que todo acabara. Me puse en marcha para llegar a la ruta que Ingrid y yo habíamos trazado, todavía seguían sus huellas grabadas en la nieve.
Eso me hizo sonreír, porque tenía la certeza de que habían salido con vida de ese infierno, paso a paso fui recorriendo la ruta, pero cada vez el cuerpo me pesaba más y eso me hacía consumir más oxígeno. Perdí la noción del tiempo, no tenía claro si habían pasado horas o minutos, pero lo que si sabía con certeza era que mi cuerpo iba a colapsar tarde o temprano. Cuanto me cabreaba tener razón, llegado un punto mi cuerpo dijo basta cayendo sobre la blanda nieve.
Gritaba a mi cuerpo que se levantara, pero este no me obedecía, no porque no quisiera, sino porque no podía más. Con esos pensamientos perdí el conocimiento, no era una mala muerte, había conseguido salvar al amor de mi vida y a mis amigos. Antes de perder el conocimiento del todo escuche unos pasos, sonreí porque sabía que era una alucinación intentando darme esperanza para después reírse de mí.
Al abrir los ojos me encontraba en una gran tienda de campaña, no sabía si estaba muerta o no, pero de estarlo menuda ironía mi nueva vida también la pasaría en una montaña. No pude evitar empezar a reír, entonces alguien me apretó la mano.
- Puedes dejar de hacer ruido–dijo el desconocido–. Algunos estamos intentando dormir.
Al mirar a esa persona me di cuenta de que era Alex que tenía mi mano cogida con la suya y una gran sonrisa en su rostro.
- ¿Cómo he llegado hasta aquí?–pregunte–. Caí rendida de agotamiento.
- Aishwarya, Rajiv, Rudy e Ingrid te trajeron–contesto Alex–. Si llegan a tardar un poco más…
Me puse a llorar, aunque no me lo merecía mis amigos habían estado ahí cuando más los había necesitado.
- No me lo merecía–dije–. Os perdí por ser una egoísta y una orgullosa.
- ¿Por qué me abandonaste?–pregunto Alex–. ¿Tanto me odiabas?
- No te odiaba a ti–conteste–. A quien odiaba de verdad era a mí misma, pero no me di cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.
- Me rompiste en mil pedazos–dijo Alex–. En esos momentos no sabía qué hacer, me sentía muy perdido.
- Me salvaste, cuando yo te había abandonado y te fui infiel–dije–. Menuda lección me diste.
- Bueno, ya estamos en paz–contesto Alex.
Me puse a llorar, lo que yo quería decirle era que le seguía amando y que daría todo lo que tenía por pasar el resto de mi vida a su lado, pero sabía que no tenía derecho a decirlo, Alex que me conocía muy bien me miro.
- ¿Qué es lo que realmente deseas?–pregunto Alex–. Se sincera.
- Una oportunidad–conteste–. Que me concedas la oportunidad de conocer a la nueva Sandra.
- Entenderás que desconfié ¿verdad?–dijo Alex–. Rompiste la confianza inquebrantable que tenía en ti en mil pedazos.
- Lo sé, como he dicho solo quiero que conozcas mi nuevo yo–conteste–. Sin ningún compromiso, si no te gusta lo que ves me marcharé sin ningún tipo de reproche.
Alex contestó que eso podía concedérmelo, pero que no prometía nada. Comenzaríamos a quedar como lo hicimos cuando nos conocimos, no fue nada fácil conquistar a Alex el haberse criado en un orfanato lo curtió de una manera que costaba mucho ganarse su confianza, imaginaros la empresa que tenía por delante, puesto que yo había tenido esa confianza y la había perdido por ser una cabrona estúpida.
Ante mi tenía la cumbre más difícil del mundo, pero por suerte esta vez intentaría ascenderla habiéndome despojado de mi orgullo y egoísmo.
EPÍLOGO
Han pasado dos años desde que fuimos a rescatar a Rudy y Alex al K2, os preguntaréis que fue de Alex y de mí, pues tengo que decir que la nueva Sandra le gusto, pero también me hizo sudar sangre para conseguir que recobrará su confianza en mí, esta vez no sería inquebrantable ese era el precio que tendría que pagar por mis actos, pero estaba dispuesta a pagarlo.
No volví a intentar subir a otro ocho mil, en una ocasión un alpinista me dijo que no sabía lo que me perdía que no había sensación igual a esa. Lo que él no sabía era que yo tenía esa sensación cada mañana que me despertaba al lado de Alex, ahora ascendía montañas para intentar ayudar a otros alpinistas esa obsesión de alcanzar la cumbre más alta murió hace mucho tiempo siendo un síntoma inequívoco de que había madurado.
La empresa que Alex, Rudy e Ingrid habían montado quebró, los alpinistas ricos llegaban al Everest pensando que su dinero les llevaría a la cima, pero después me tocaba a mí ir a rescatarlos, por eso Malcolm cogió a Rudy, Ingrid, Paul, Alex, Aishwarya y Rajiv y los puso en nómina, consiguiendo de esa manera que los rescates fueran mucho más efectivos, puesto que todos eran alpinistas muy experimentados y contaríamos con una médico en el equipo.
Mientras Alex, Rajiv y yo tuvimos que ir a rescatar a un Alpinista al monte Kanchenjunga. Aishwarya, Rudy e Ingrid tuvieron que hacer lo mismo en el monte Everest, la persona que tuvieron que rescatar no fue otro que mi ex jefe, esta vez era a él a quien dejaron atrás sin misericordia, según comento Ingrid sus extremidades superiores e inferiores sufrieron un grado de congelación muy extremo y era casi seguro que los perdería, no me alegre de ello, pero lo que estaba claro era que el karma terminaba pasando factura a todo el mundo sin excepción.
En estos momentos me encontraba en el campamento base mientras Alex me abrazaba por la espalda, pensando que a veces tienes que tocar fondo para encontrar la verdadera felicidad y eso era lo que yo estaba experimentado mientras los dos mirábamos el precioso atardecer del monte Everest.
FIN.
Comenzar de cero no es nada sencillo en mi caso fue primordial, pero antes de eso volví a intentarlo una vez más, no fue en el Everest esta vez elegí el Lhotse para la ascensión, la cuarta montaña más alta del mundo con 8.516 metros de altura, nadie me conocía en esta expedición y era algo que realmente agradecía, volver a ver esas miradas inquisitorias hubiera sido muy duro aunque me lo mereciera. El grupo con el que ascendería era muy variopinto había alpinistas experimentados mezclados con alpinistas novatos, pero el que sobresalía sobre todos ellos era Malcolm, el alpinista con más experiencia y uno de los pocos que había coronado los catorce ocho miles.
Dentro de sus grandes logros estaba el haber coronado el Everest en cuatro ocasiones, muchos le restaban mérito al haberlo conseguido usando oxígeno. Yo que había estado allí sabia de primera mano que con oxígeno seguía siendo una de las montañas más exigentes del mundo. Esta vez lo tenía claro, pondría en práctica todo lo que Alex me enseño, pero sobre todo estaría atenta a las señales que me fuera dando mi cuerpo.
En la primera sospecha de que algo no fuera como debía, daría media vuelta. Cuando emprendimos la marcha mire hacia la cumbre sería la primera vez que ascendería una montaña sin tener a Alex a mi lado, lo echaba tanto de menos no pudiendo evitar emocionarme, entonces alguien se acercó ami.
- Chiquilla–dijo Malcolm–. No te quedes atrás lo mejor es que subamos todos en grupo.
- Sí, lo siento–dije.
El Everest y el Lhotse estaban conectadas por el collado sur, si querías ascender el Everest tenías que seguir ese collado, pero sí tu intención era coronar el Lhotse tenías que desviarte unos metros antes. Antes de llegar al collado sur pude distinguir un cuerpo sentado en la nieve, todos mis compañeros pasaron por delante de él sin hacerle el más mínimo caso, yo no pude hacer lo mismo.
Yo había pasado por lo mismo que estaba pasando ese alpinista, me acerque a él y pude ver que todavía respiraba. Un compañero me dijo que en la montaña un alpinista tenía que ser egoísta, se subía para coronarla no para malgastar energías ayudando a un alpinista que se había sentado a esperar a la muerte siendo consciente de su falta de preparación.
Escuchar eso me dio mucha rabia, puesto que yo sabía perfectamente lo que se le estaba pasando por la mente a esa persona, me coloque a su lado e intente hablar con él.
- Como te llamas–pregunte–. Tienes que intentar ponerte en pie, tenemos que bajar al cuarto campamento.
- No, la cumbre–dijo el alpinista–. La cumbre está ahí.
- En estas condiciones no llegarás–conteste–. Me quedaré a tu lado y te ayudaré a descender.
- Una vez pensé como tú–dije–. Ese pensamiento me costó todo lo que más quería.
- ¿Llegaste a la cumbre?–pregunto el alpinista.
- No, alguien me disuadió para que diéramos la vuelta–conteste–. Eso salvo mi vida y eso te va a salvar la vida a ti.
Aquel hombre se puso de pie a duras penas y casi sin aliento me dijo que se llamaba Tom, mire a mi alrededor viendo que todos habían seguido su camino sin mirar atrás. Grite por si alguien me escuchaba, pero pronto me di cuenta de que tendría que encargarme yo de que Tom llegara a la base cuatro. Lo primero que hice fue hidratarlo para evitar el edema pulmonar y después ponerle el oxígeno.
Por suerte ese día la visibilidad era muy buena, me prepara para un descenso complicado teniendo que estar atenta por los dos, entonces note que alguien me cogía del brazo.
- Bien hecho chiquilla–dijo Malcolm–. Estás haciendo lo correcto, vamos, lo bajaremos entre los dos.
Tener a Malcolm a mi lado me dio tranquilidad, era mayor, pero compensaba eso con una experiencia como ninguna otra. El descenso fue duro, Tom se dejaba un poco de su vida en cada paso que daba. Empecé a preocuparme cuando se desplomó a unos cien metros del campamento, con la ayuda de Malcolm lo pusimos de pie y entre los dos lo llevamos hasta el campamento, Tom estaba crítico, sus constantes eran muy dediles y tenían que llevarlo al campamento dos cuanto antes para que un helicóptero lo llevara hasta un hospital.
Otra vez había fracasado en intentar llegar a una cumbre, pero en esta ocasión me sentía mejor que sí lo habría logrado.
- ¿Cómo te llamas chiquilla?–pregunto Malcolm–. Hoy me has devuelto la fe en el alpinismo.
- Me llamo Sandra–conteste–. No ha sido para tanto.
- Sandra no demerites tus actos–dijo Malcolm–. Has dejado a un lado el egoísmo del alpinista y has hecho lo correcto.
- En una ocasión yo fui así de egoísta–conteste–. Termine pagando un precio muy alto por mi estupidez.
En el rostro de Malcolm pude ver qué sabía perfectamente de lo que estaba hablando, entonces me miro.
- Tengo una oferta para ti–dijo Malcolm–. Quiero crear un equipo de salvamento y rescate y me gustaría que tú fueras parte de él.
- ¿Estás seguro?–conteste–. No soy la mejor alpinista, además me faltan todos los dedos de mi pie derecho.
- Te voy a convertir en la mejor escaladora en hielo–contesto Malcolm–. Eso si tú quieres.
Al mirarlo vi que no estaba bromeando, ese hombre que andaría cerca de los sesenta años me lo estaba proponiendo de verdad, acepte, también me aviso que me fuera preparando, puesto que el adiestramiento sería muy duro y no tendría piedad por el hecho de que fuera mujer. Decir que fue duro se quedaba muy corto, Malcolm poco a poco y con mucha paciencia me fue transmitiendo la experiencia que había adquirido durante los cuarenta años que paso en las montañas.
Escalar sobre hielo no era nada sencillo, los crampones me permitían escalar, pero no todo el hielo tenía la misma densidad y tenía que aprender a distinguir el hielo más denso donde pudiera clavar las puntas de mi crampón, los anclajes para la cuerda y el piolet. Parecía fácil, pero no lo era, en más de una ocasión me confié y de no ser porque Malcolm me tenía bien sujeta hubiera terminado estampándome contra el suelo.
También me enseño a usar poleas para poder subir a un herido de una grieta, no todas las grietas era un abismo sin fondo algunas podían tener cinco metros, pero era suficiente altura para romperte una pierna. Los glaciares eran de los más peligrosos, porque el hielo solía estar oculta sobre una capa de nieve que daba la sensación que todo era un bloque sólido, pero nada más lejos de la realidad.
En una ocasión me llevo a Islandia, allí había un glaciar de un precioso color azul. En ese glaciar se podían ver las grietas, entre ellas había poca distancia por lo cual podías caminar con más seguridad, eso pensé yo hasta que llegamos a una zona donde el hielo se veía azul, pero mucho más clorito. Lo achaqué a la luz solar al impactar contra el hielo, Malcolm puso dos anclajes en el suelo atándonos a ellos y lanzo una piedra hacia ese hielo más clorito, el hielo se desquebrajó mostrando un enorme agujero que parecía no tener fin.
Trajo las cuerdas más largas que pudo encontrar, descendimos por esa grieta hasta donde la cuerda nos permitió. Al mirar abajo seguía sin verse el final, Malcolm cogiendo un trozo de hielo lo lanzo, esperamos durante un buen rato no escuchando nada.
- ¿Para que me has traído aquí?–pregunte–. ¿Quieres que me lo piense mejor y salga huyendo?
- No, quiero que mires a tu alrededor–contesto Malcolm–. Como verás no es todo liso.
Era verdad, las paredes de hielo tenían unos salientes lo suficientemente anchos como para que cupiera una persona y en algunos casos hasta dos.
- Algunas personas tienen suerte y terminan en uno de esos salientes–dijo–. Tu trabajo será sacarlos de ahí.
Tendría que bajar hasta uno de esos salientes creando una ruta segura donde poner los anclajes que después usaría el alpinista accidentado de no haberse roto nada, cosa que veía bastante difícil. Las primeras veces que descendí por esas grietas temblaba y no era de frío, el hielo emitía un sonido que me ponía los pelos de punta, Malcolm me dijo que con el tiempo me acostumbraría a él, pero algo me decía que eso no ocurriría.
Otra parte de mi adiestramiento fue convertirme en un paramédico y para ello tuve que cursar estudios en emergencias sanitarias, entre el adiestramiento y los estudios no tenía tiempo ni para dormir, pero había algo de lo que no me estaba dando cuenta, cada vez pensaba menos en mí misma empezando a preocuparme más por los demás, estaba cambiando a mejor, dejando atrás mi exceso de orgullo y egoísmo.
Malcolm intentó reclutar a más alpinistas, pero los que más podían aportar, los más experimentados eran patrocinados por las mejores marcas en equipamiento de montaña pagándoles una sustanciosa cantidad de dinero. No estaban dispuestos a renunciar a eso por un trabajo donde se jugarían la vida por mucha menos cantidad, así que lo tendríamos que hacer los dos solos. Pude observar como el rostro de Malcolm reflejaba una profunda decepción.
- Lo aramos nosotros solos–dije–. No podremos salvar a todos, pero con que salvemos a uno ya estaremos haciendo algo bueno.
- Gracias Sandra–contesto Malcolm–. Alex no se equivocó contigo.
- ¿Conoces a Alex?– pregunté.
- Claro, Ian fue mi mejor amigo–contesto Malcolm–. Fue con él con quien conquiste los catorce ocho miles.
- ¡Entonces ya sabias quien era el primer día que nos vimos!–conteste–. ¡No me gusta que jueguen conmigo!
- No estoy jugando–dijo un serio Malcolm–. Alex incluso sumido en el dolor no ha perdido la esperanza en ti.
- ¿La esperanza de qué?–pregunte.
- La esperanza de que la bondad que vio en ti no fue un espejismo–dijo Malcolm–. Yo he comprobado que no se equivocaba.
- Bueno, pero eso da igual, él no confía en mí y con toda la razón–conteste–. Me comporté muy mal con él, haciéndole un daño irreparable.
- Qué dramáticos sois los jóvenes–contesto Malcolm–. Todo a su debido tiempo.
- Crees que él y yo...–dije con una sonrisa en el rostro.
- Anda céntrate en lo que tenemos entre manos y deja de hacerte películas–contesto Malcolm–. De momento te has ganado el derecho de demostrárselo, pero la última palabra la tiene él, no lo olvides.
- No lo olvido–dije–. Saber esto me da fuerzas para afrontar el futuro con más esperanzas.
- Eso está bien–dijo Malcolm–. Porque tenemos trabajo.
Malcolm ya me veía preparada así que emprendimos el viaje hacia el Glaciar Fonna en Noruega, un matrimonio decidió salirse fuera de las pistas de esquí para encontrar descensos más pronunciados en el glacial. Parece ser que encontraron lo que buscaban, pero desoyendo los carteles de peligro se adentraron en una pista de lo que parecía un sólido hielo cubierto de nieve. Así era en ciertas partes, los dos esquiadores confiados decidieron seguir adelante hasta que escucharon como el suelo empezaba a crujir.
No les dio tiempo a más, el suelo se abrió a sus pies haciendo que uno de ellos se precipitara dentro de esa oscura y profunda grieta mientras el otro consiguió sujetarse a duras penas librándose de caer la vació. La que se libró fue la mujer que pudo ver que su marido se encontraba tumbado en un Saliente de la pared de la grieta. Mirando desde su posición parecía que no se encontraba muy abajo y sacando una cuerda y un anclaje que clavo en el hielo empezó a descender.
Ella no sabía que cuanto más descendiera dentro de esa grieta más descendería el frío, la ropa que llevaba no era apta para soportar ese intenso frío que superaba en mucho al que hacía sobre el glacial. Sus manos empezaron a entumecerse igual que sus pies, hasta que llego un momento en que no podía moverlos. En un último esfuerzo clavo un anclaje al hielo para no caerse al vacío viendo que en poco tiempo sus brazos y piernas dejarían de sostenerla. Fue un movimiento inteligente, también intento llamar a su marido, pero este no contestaba y a penas podía moverse. Os preguntaréis como es que yo sabía todo esto, los responsables de la estación de esquí se pusieron en contacto con Malcolm, según parecía el año anterior hubo un par de accidentes con unos esquiadores que decidieron salirse de las pistas seguras en busca de aventuras y terminaron de forma trágica.
Ellos no tenían a gente capacitada para poder hacer un rescate en semejante sitio así que hablaron con Malcolm para que fuéramos ahí por si ocurría algo similar. Cuando llegamos al lugar del accidente, el glaciar era precioso, pero eso no impedía que se me pusieran los pelos de punta se podía sentir el peligro que este acarreaba. Malcolm y yo colocamos unos cuantos anclajes y montamos un sistema de poleas para poder subirlos a los dos.
Empecé a descender por esa grieta que me ponía los pelos de punta, miraras donde miraras no se veía nada más que una oscuridad insoldable, además que por cada metro que descendía la temperatura iba descendiendo. Empezaba a sorprenderme que el hombre siguiera moviéndose, tenía que estar siendo presa de la hipotermia. Primero llegué a donde estaba la mujer, se había quitado los guantes para poder sujetarse mejor al hielo y tenía los primeros síntomas de una congelación severa.
En esos momentos me hubiera gustado tener los conocimientos de Ingrid, pero por lo que podía ver tenía las manos entumecidas y rígidas empezando a tener un color azulado. No sabía si esa congelación podría ser reversible, la verdad esperaba que así fuera, pues era una mujer joven. Le enganche una de las cuerdas al arnés que llevaba y la solté del anclaje en la que estaba sujeta para después engancharla a una de las cuerdas para que Malcolm pudiera subirla con mucho cuidado.
Gracias al sistema de poleas se podía subir un gran peso sin tener que hacer un gran esfuerzo, además tenía un sistema de freno que permitía no tener que sujetar el peso a pulso, la mujer volvió a mirar para abajo empezando a llorar gritando el nombre de su marido con angustia.
- Prométeme que lo vais a sacar sano y salvo–dijo la mujer–. Prométemelo.
- No puedo prometerte eso–conteste–. Pero si puedo prometerte que are mi mejor esfuerzo para sacarlo de esta grieta.
Malcolm empezó a tirar subiendo a la mujer despacito; sin embargo, yo empecé a descender poco a poco. Las paredes de esa grieta eran muy inestables tenía que tener mucho cuidado donde clavaba mis anclajes, un fallo y podía precipitarme al fondo de esa grieta que se convertiría en mi tumba. Por fin llegue al saliente donde se encontraba el marido, calcule que ese saliente estaba a unos veinte metros de profundidad, aquel hombre había tenido mucha suerte de seguir con vida. Al llegar hasta él respiraba con mucha dificultad además de tener más de una fractura en una de sus piernas.
Pude entablillaré la pierna, pero aquel hombre sufría de una hipotermia severa. Había bajado una camilla colocándola en el suelo levanté su cuerpo de lado consiguiendo ponerlo encima de esta. El alarido de ese hombre fue muy fuerte indicándome que seguramente tendría múltiples fracturas a lo largo de su cuerpo. Malcolm tendría que subirlo con sumo cuidado, yo de mientras subiría a la vez que la camilla para impedir que esta chocara contra cualquier saliente de la pared y quedara enganchada.
Le coloqué oxígeno para que pudiera respirar mejor, la ascensión fue dura, pues tenía que ir parándome cada poco rato y colocar la camilla en su sitio. Por fin llegamos arriba, Malcolm había llamado a un helicóptero que se llevaría al matrimonio a un hospital. Nuestro primer rescate había ido bien, Malcolm hablo con los responsables de la estación de esquí. Tendrían que poner gente vigilando ese glaciar para que ningún esquiador volviera a adentrarse en él, este matrimonio dentro de la gravedad habían tenido mucha suerte. La siguiente vez podrían caer hasta el fondo siendo imposible dar con ellos y desapareciendo para siempre. Además, que los glaciares no eran estáticos se movían cerrando unas grietas y creando unas nuevas. Nos ofrecieron dos habitaciones en el hotel de la estación de esquí, la verdad es que yo lo agradecí, lo primero que hice al coger la llave de mi habitación fue darme una larga ducha caliente en esa grieta hacia un frío mortal.
Después de darme la ducha y habiendo entrado en calor decidí bajar el restaurante del hotel para cenar con Malcolm. Lo primero que vi fue a este coqueteando con las dos camareras, estas parecían sentirse alagadas por las palabras que Malcolm les estaba obsequiando. No pude evitar echarme a reír, al verme dejo de hablar con las camareras y se acercó para sentarse en la mesa.
- ¿Se puede saber de qué te ríes?–pregunto Malcolm–. Yo de joven tenía mi público.
- Seguro que eras un Don Juan–conteste riendo–. Lo que me sorprende es que no lo hayas intentado conmigo.
- Tú y yo trabajamos juntos, eso sería una distracción que nos podría contar la vida–dijo Malcolm–. Además, dudo que me hicieras el más mínimo caso.
- Te pido disculpas, además no soy la más indicada para decirte nada–conteste–. Yo me dejé seducir por un tío que me dejo a mi suerte en el Everest.
- Como han cambiado las cosas desde que Ian y yo ascendimos el Everest por primera vez–dijo Malcolm–. Entonces llegar a la cumbre era importante, pero no a costa de dejar morir a tus compañeros.
- En aquel punto del Everest acurrucada muerta de frío dejé de sentir miedo–dije–. Empecé a desear que llegara mi muerte lo antes posible.
- Por esto he querido montar este grupo de salvamento y rescate–contesto Malcolm–. Para que nadie tenga que pasar por lo que pasaste tú.
- Yo tuve suerte, Rudy, Ingrid, Paul, Aishwarya, Rajiv y Alex subieron a por mí–dije–. Esa experiencia me cambio la vida.
- ¿En qué sentido?–pregunto Malcolm.
- En aquel momento coronar el Everest era lo más importante para mí, más importante que mi matrimonio y amigos–dije–. La Sandra que soy hoy en día no hubiera sacrificado todo lo que sacrifique por una cumbre que ya no tiene ninguna importancia para mí.
- Has dejado el ego y el orgullo a un lado–contesto Malcolm–. Te felicito, porque no es nada sencillo de hacer.
- Sí, pero es demasiado tarde–dije.
- Todos cometemos errores Sandra–dijo Malcolm–. Lo que cuenta es responsabilizarse de esos errores y trabajar para no volver a cometerlos.
Después de cenar se empeñó en que fuéramos a la pequeña discoteca que había cerca del hotel donde todos los esquiadores solían ir a divertirse. Malcolm no se insinuó ni una sola vez, pero otros hombres sí que lo hicieron, rechace todas y cada una de sus proposiciones de forma contundente pero educada. Malcolm me dijo que se sentía honrado de que hubiera rechazado a todos esos galanes para estar con él, después estallo en una carcajada, él sabía perfectamente por qué los había rechazado, tal vez era un sueño estúpido, pero si algo me había enseñado mi nuevo trabajo era a no perder la esperanza por muy mal que se pusieran las cosas.
Además, Malcolm resulto ser un hombre muy divertido, no daba esa impresión cuando estábamos trabajando, solía tener una mirada muy intimidante. Fue una noche estupenda, al final terminamos los dos algo borrachos, pero nos vino bien para desconectar. Desde ese día habían pasado un par de meses nuestro trabajo esta vez nos llevaba a Groenlandia. En aquella isla se encontraba hielo con miles de años de antigüedad y unos científicos habían ido a estudiarlo.
Entre ellos se encontraban dos hermanos que además de científicos también eran alpinistas, decidieron escalar un monolito de hielo de más de nueve cientos metros de altura. Su intención era recoger muestras de la cumbre, en Groenlandia eran famosos los vientos helados con una sensación térmica de unos treinta grados bajo cero. Según parece para cuando se dieron cuenta el frío había hecho que todo su cuerpo se entumeciera haciendo imposible el descenso.
Malcolm fue a hablar con el científico jefe, en el pasado Malcolm había sido en guía en una de sus expediciones científicas, aquel hombre no parecía muy contento, miraba constantemente a donde yo me encontraba mientras hacía aspavientos.
- ¿Se puede saber qué pasa?–pregunte–. No parecía muy contento.
- No lo está–contesto Malcolm–. Pensaba que iba a ser yo quien escalara el monolito para bajarlos.
- ¡Ya veo!–conteste–. ¡No se fía de mí por ser mujer!
- Que seas mujer le es irrelevante–dijo Malcolm–. Cree que eres demasiado joven y no estás preparada para hacer este rescate.
- Sí, ¡pues entonces que suba él!–dije enfadada–. Yo me vuelvo al helicóptero.
Malcolm volvió a donde ese hombre después de hablar durante un rato me hizo una señal para que fuera donde estaban ellos.
- Quiero disculparme contigo las dos personas que hay que rescatar son mis hijos–dijo aquel hombre con gran pesar–. Es la vida de mis hijos la que está en juego y por eso he querido ser cauteloso.
- Acepto tus disculpas–conteste–. Voy a prepararme.
Empecé el ascenso a ese precioso monolito blanco, el viento era bastante fuerte, pero lo peor era que por cada metro la sensación térmica era menor. Tenía que darme prisa si no mis brazos y piernas se entumecerían imposibilitándome el seguir escalando. Por suerte era un trozo de hielo enorme y muy sólido.
Pude trazar una ruta de ascensión bastante recta de ese modo estaba consiguiendo ascender antes de lo previsto. Tarde en subir tres horas, al llegar arriba los vientos eran mucho más fuerte y el frío era infernal. El viento levantaba la nieve dificultando la visión, pero a unos metros de donde yo me encontraba pude ver una tienda de campaña de un color verde fosforito. Al llegar a la tienda pensé que era un milagro que estuviera entera viendo la fuerza que tenía el viento.
Al abrir la cremallera me encontré con un chico y una chica abrazados metidos en una saco mientras tenían un segundo saco puesto por encima. La idea de los dos hermanos era buena, al abrazarse se darían calor y los dos sacos no dejaban que ese calor se escapase, por suerte Malcolm había comprado unas camillas de rescate plegables, eso me permitió poder ascender con mucha más soltura. Vi como el chico llevaba el brazo en cabestrillo.
- ¿Que ha ocurrido?–pregunte.
- Mi hermano se cayó mientras recogíamos muestras–dijo la chica–. Creo que no lo tiene roto, pero le duele mucho.
- ¿Cómo os llamáis?–pregunte–. Yo me llamo Sandra.
- Yo me llamo Sara y mi hermano Jon–contesto Sara–. Encanados Sandra, pero por favor sácanos de aquí.
- Esa es mi intención–dije–. Sara ayúdame a colocar las poleas para poder bajar a tu hermano.
Lo primero que hice fue colocarle el hombro dislocado en su sitio, después le pedí ayuda a Sara para colocar las poleas. Jon no estaba en condiciones de descender por sí mismo, lo bajaríamos tumbado en la camilla. Una vez todo listo tumbamos a Jon en la camilla y lo aseguramos para que no se cayera. Pase la cuerda por las poleas y después por mi espalda para poder controlar la velocidad en la que descendería.
En este caso sería Sara quien bajaría junto a la camilla para que su hermano no se golpeara contra la pared de hielo por culpa del fuerte viento. Para poder ver como descendía me tenía que poner al borde del abismo menos mal que no tenía miedo a las alturas. El viento cada vez era más fuerte, tenía que parar cada dos por tres, Sabiendo que su padre lo estaría pasando mal, pero en este trabajo las prisas no son buenas consejeras.
Tardaron bastante en llegar al fondo ahora me tocaba recoger todo y descender a mí. Me tomé mi tiempo, la verdad es que las vistas eran preciosas, conocía a alguien que hubiera disfrutado de esas vistas tanto como lo estaba haciendo yo, no pude evitar que sendas lágrimas descendieran por mis mejillas. Resople y me di ánimos, no podía distraerme en pleno descenso para cuando me di cuenta ya me encontraba en el fondo de ese monolito.
Malcolm y el científico se acercaron a donde estaba yo.
- Buen trabajo Sandra–dijo Malcolm–. Estoy orgulloso.
- Gracias por bajar a mis hijos de ahí arriba–comento el científico–. Estoy en deuda contigo.
- Paga unas rondas de cervezas y estaremos en paz–conteste–. Pero a Malcolm sácale agua que ya está muy mayor.
Empecé a reírme a carcajadas mientras Malcolm me perseguía cagándose en todos mis muertos. Groenlandia fue nuestro último trabajo antes de tomarnos unas semanas de descanso para ir a visitar a mis padres. Mi relación con ellos ya no es lo que era según ellos he cambiado y no les gusta nada ese cambio. Ese es el indicativo de que estoy haciendo las cosas bien, mi madre se amoldaba mejor a los cambios, no le gustaban de principio, pero se amoldaba bien.
Mi padre, sin embargo, no lo llevaba bien y más cuando esos cambios te hacían salir de su zona de confort, para él ponía mi vida en riesgo por nada.
- ¿Por nada?– pregunté–. Ahora va a resultar que salvar vidas no significa nada.
- ¡Arriesgas tu vida!–dijo mi padre–. Por un sueldo menor que cuando eras reportera.
- Ya veo por donde vas–conteste–. Al final todo tiene que ver con el estatus, ¿tus amigos hablan a tus espaldas?
- Antes jamás hubieras hecho lo que haces ahora–dijo mi padre–. Preocuparte por personas que no conoces de nada.
- ¡Esa Sandra lo perdió todo, su marido, sus amigos, su felicidad!–conteste–. Ahora por lo menos soy capaz de mirarme a la cara.
Mi padre fue a decir algo, pero le dejé con la palabra en la boca saliendo de la habitación, quería muchísimo a mis padres, pero querían recuperar a una persona que yo no quería volver a ser. Las dos semanas de descanso pasaron y para mí fue un alivio. Dentro de esa casa sentía como crecía la presión igual que en una caldera de un volcán amenazando con estallar en cualquier momento. La llamada de Malcolm llego en el momento justo, no sabe lo mucho que le agradecí cuando me dijo que teníamos trabajo.
- ¿A dónde vamos esta vez?–pregunte.
- Al K2–contesto–. Tengo dos buenas razones para ir.
- ¿Que razones?–pregunte–. ¿Qué me estás ocultando?
- Te darás cuenta en cuanto lleguemos–contesto Malcolm.
Prepare mi maleta y me despedí de mis padres poniendo rumbo al aeropuerto. Malcolm me esperaba allí, no lo he dicho, pero Malcolm era muy rico y tenía su propio avión privado. De hecho la gente se sorprendía cuando lo descubría porque nunca daba indicios de ello. Vestía como los demás, comía lo mismo que los demás y como trasporte tenía un Jeep viejísimo. Según él nunca le había fallado y para que cambiar algo que funciona bien.
Viajamos hasta Paquistan y allí cogimos un helicóptero que nos llevó al campo base del K2, al bajar del helicóptero mire a uno de los salientes, tenía demasiada nieve acumulada, en cualquier momento se produciría un alud que pondría en riesgo muchísimas vidas. Solo esperaba que todos los alpinistas se hubieran dado cuenta y ninguno se le hubiera ocurrido ascender a la cumbre.
- Ese saliente tiene mucha nieve acumulada–dije–. Escalar en estas condiciones es muy peligroso.
- Esa es una de las razones por lo que estamos aquí–dijo Malcolm–. Pronto descubrirás la segunda.
Al entrar a la tienda me di de bruces con Ingrid, tenía los ojos rojos de haber llorado, al mirar al otro lado de la tienda había una camilla y en ella tumbado se encontraba Paul, no tenía buen aspecto. Abrace a Ingrid, fue instintivo, quería consolar a la que sigo considerando mi amiga, Ingrid me devolvió el abrazo con una fuerza inusitada. Podía ver como las lágrimas volvían a recorrer su rostro.
- ¿Ingrid que ha ocurrido?–pregunte–. ¿Dónde están Alex y Rudy?
Ingrid se separó de mí y mirándome a los ojos empezó a relatarlo todo, últimamente la empresa que habían montado no estaba pasando por el mejor momento. Las facturas se iban acumulando, entonces llego un hombre con una propuesta, era el dueño de una línea aérea que quería promocionar su recién diseñado avión saludándolo desde la cima del K2 mientras este pasaba por encima, Todos aceptaron, pero todo cambio cuando llegaron al campamento base.
Todos se dieron cuenta de que había demasiada nieve acumulada y era muy peligroso ascender hasta la cumbre. El cliente no atendía a razones diciendo que él tenía que estar ese día en la cumbre y que no le importaba como lo hicieran, habían firmado un contrato y tenían que cumplirlo o atenderse a las consecuencias. No les quedo otra que ascender, pero lo que más temían se hizo realidad, parte de esa nieve acumulada se desprendió del saliente y empezó a descender en forma de alud.
Paul se había librado porque dos días antes de comenzar la ascensión empezó con una fuerte fiebre, así que no le quedo más remedio que quedarse en el campamento base. Al cliente no le hizo gracia, pero comprendió que en esas condiciones Paul sería más un estorbo que una ayuda. Según Ingrid Rudy y Alex habían conseguido refugiarse en una pequeña cueva que quedaba cerca del cuello de botella.
Otros alpinistas no habían tenido tanta suerte, entre ellos el dueño de la aerolínea.
- Te necesitamos–dijo Ingrid–. Para poder llegar a ellos tenemos que escalar una pared de hielo de cientos de metros.
- ¿El cuello de botella ha quedado intransitable?– pregunté–. Nadie ha escalado jamás esa pared de hielo.
- Tu reputación te precede–dijo Ingrid–. Si alguien puede hacerlo eres tú.
- No podre sola–conteste–alguien tendrá que venir conmigo.
- Yo iré–contesto Paul.
- ¡A donde vas a ir tú con esa fiebre!–recrimino Ingrid–. Yo te acompañaré.
- Muy bien–conteste–. Malcolm, Paul, vosotros coordinaréis todo desde aquí.
Esta iba a ser la madre de todos los trabajos, no solo tendríamos que enfrentarnos a una pared vertical de hielo de cientos de metros, sino también a la nieve que todavía reposaba en ese saliente que no tardaría mucho tiempo en desprenderse y si nos alcanzaba en el cuello de botella las dos estaríamos muertas. Un helicóptero intentó subirnos hasta la base 4, pero el viento era demasiado fuerte y no nos quedó más remedio que emprender el ascenso desde la base tres.
El K2 aunque era la segunda montaña más alta del mundo era la primera en exigencia técnica. No cualquiera podía ascender esta montaña y los cientos de cadáveres desperdigados por la montaña daban fe de ello. No perdimos el tiempo teníamos que llegar al campamento cuatro cuanto antes, allí nos abasteceríamos de oxígeno para emprender la ruta hasta el cuello de botella. Tardamos más de lo esperado y eso que el ritmo que llevábamos era alto.
El viento nos pegaba de cara y eso dificultaba seguir avanzando, Ingrid estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir mi paso, decelere hasta ponerme a su altura.
- Lo siento–dijo Ingrid–. Estoy resultando un estorbo.
- Para nada–conteste–. Tú tienes unos conocimientos de los que yo carezco.
- ¿Eres paramédico verdad?–pregunto Ingrid.
- Si–conteste–. Pero nada que ver contigo que eres médico.
Retomamos la ruta, el viento cada vez era más violento y con eso venía la constante bajada de temperatura. Por fin llegamos al cuello de botella, ante nosotros teníamos un monolito de hielo de un tamaño colosal. Jamás había escalado uno tan grande pudiendo ver el asombro en la mirada de Ingrid, ella normalmente se solía que dar en el campamento como médico de la expedición.
Entonces lo vi como las manos de Ingrid tiemblan muchísimo estaba muy nerviosa, puse mis manos sobre las suyas para intentar darle ánimos.
- No creo que pueda hacerlo–dijo Ingrid–. Voy a terminar siendo un estorbo.
- Eres una gran escaladora en hielo–conteste–. Además, que estés a mi lado me da seguridad.
- ¿Tienes miedo?–pregunto Ingrid–. Porque te veo la mar de tranquila.
- Claro que tengo miedo–conteste–. Pero hay algo que nunca pierdo, la esperanza.
Esas palabras parecieron animar a Ingrid, volvimos a mirar aquella imponente pared vertical y nos pusimos manos a la obra. Lo bueno era que el hielo era muy sólido y podía poner más anclajes para que estuviéramos más seguras. Una vez que la confianza volvió a Ingrid empezó a escalar a buen ritmo, de seguir así en unas cuatro horas estaríamos arriba. Era una pared muy exigente físicamente, no podía evitar sentir miedo de que todo ese esfuerzo nos pasara factura más tarde.
Por fin llegamos arriba, desde allí el saliente se podía ver mucho mejor y daba miedo, la nieve había empezado a cuartearse señal de que no tardaría mucho en desprenderse.
- ¿Crees que aguantara?–pregunto Ingrid–. Está a punto de caramelo.
- Más nos vale–conteste–. Si no estaremos muy jodidos.
Ingrid sonrió por primera vez, nos pusimos oxígeno, el cuello de botella se encontraba a 8200 metros estando dentro de la zona de la muerte. No llevar oxígeno era una locura, Nirmal Purja fue un nepalés que ascendió a la cumbre del K2 el 16 de enero de 2021 sin oxígeno artificial siendo invierno, la verdad es que una parte de mí lo admiraba, pero con la experiencia que había adquirido durante estos años pensé que era una locura que podía haberlo llevado a la muerte.
Se levantó un poco de ventisca no era muy fuerte, pero sí lo suficiente como para obstaculizar la visión. Tardamos un buen rato, pero al final dimos con la cueva, nos costó verla al estar la entrada medio oculta en nieve. Ingrid entró primero para ver como se encontraban, Rudy empezaba a tener los primeros síntomas de hipotermia, pero por lo demás estaba bastante bien, no se podía decir lo mismo de Alex su brazo no estaba en buenas condiciones. El examen preliminar que le hizo Ingrid no dejo ninguna duda, su brazo estaba roto por varios sitios.
Eso era un problema, pues nos obligaba a usar el plan B y este no era otro que el de bajarle por aquella pared vertical en la camilla plegable que llevaba a la espalda. Rudy fue el primero en verme, primero se sorprendió, pero después sonrió. El último en verme fue Alex, pues estuvo todo el tiempo con los ojos cerrados por el dolor que estaba sintiendo. Al abrirlos y verme su sorpresa fue mayúscula, pero no tardo en aparecer una preciosa sonrisa en su rostro. Me costó mucho no ponerme a llorar verle me afecto mucho más de lo que me había imaginado, era como si mis sentimientos por él se hubieran intensificado. Pronto sofoqué esos sentimientos, no sabía nada de él, en estos tres años podía haber encontrado a otra mujer que le hiciera feliz.
Al pensar eso se me revolvió el estómago, pero ya no era la egoísta de antaño de ser así apretaría los dientes y me alegraría por él.
- ¿Sandra que vamos a hacer?–pregunto Ingrid–. En estas condiciones no podrá escalar.
- Usaremos el plan B–conteste–. Lo bajaremos en la camilla.
- Pero alguien tendrá que quedarse aquí soltando cuerda para bajarlo–dijo Rudy.
- Yo lo haré–conteste–. Rudy y tú bajaréis junto a Alex, para que no se encalle en ningún saliente.
- Pero...–contesto Ingrid.
- Pero nada–dije–. Os lo debo a todos, pero sobre todo a él.
Rudy fue a decir algo, pero Alex le mando callar con la mirada, cada vez que la mirada de Alex y la se cruzaban podía ver admiración, pero también tristeza. Que me creía que iba a verme y se olvidaría de todo el daño que le hice. Tenía que compensarle y lo haría sacando le dé esta montaña con vida aunque eso me costara la mía. Ingrid entablilló el brazo de Alex y le administro unos analgésicos para el dolor mientras tanto Rudy y yo colocamos las poleas que nos permitirían bajar a Alex.
- Has cambiado, lo he notado en tu forma de hablar y en tu forma de actuar–dijo Rudy–. Te odié mucho por lo que le hiciste a Alex.
- Lo entiendo–conteste–. Yo también me he odiado mucho.
- Que estés aquí junto a Ingrid mitiga ese odio–contento Rudy–. Pero no tienes que sacrificar tu vida para que te perdonemos, tiene que haber otro modo.
- No lo hay, Malcon, Ingrid y yo ideamos distintos planes, pero solo este tiene viabilidad–conteste–. Además, no es un sacrificio si lo haces por personas a las que quieres.
Rudy no dijo nada más coloco su mano en mi hombro y entro a la cueva para ver si Ingrid había terminado de curar a Alex. Metí la cuerda entre las poleas y después la tensé, todo estaba listo, Ingrid y Rudy sacaron a Alex en la camilla que después atamos con las cuerdas. Todo estaba listo, pase la cuerda por mi espalda para controlar mejor la velocidad de bajada echando un último vistazo a Alex que me miraba como si no fuera a volver a verme.
- Ingrid, haced lo que hablamos, una vez abajo seguís andando hasta llegar a la ruta que trazamos–dije–. Todo saldrá bien.
Ingrid me abrazo con fuerza, Rudy también me abrazo, Alex no podía abrazarme así que cogiendo mi mano con fuerza me dijo que volviera junto a el que teníamos mucho de lo que hablar. Comenzaron el descenso, yo no podía dejar de mirar a aquel saliente con todas esas toneladas de nieve, en cuanto empezara a descender por la ladera se llevaría por delante todo lo que tuviera delante. Solo tenía que aguantar hasta que Rudy, Ingrid y Alex estuvieran a salvo. La cuerda se iba deslizando por mi espalda no sé cuanto tiempo llevábamos, pero a mí se me estaba haciendo eterno. En la nieve acumulada empezaron a aparecer más grietas, no tardaría en empezar el alud. No quedaba mucho tenía que aguantar un poco más.
En cuanto estuvieran abajo Ingrid me lo diría por el audífono que llevaba, podía escuchar la respiración agitada de Ingrid, estaba tan nerviosa como lo estaba yo. Por fin llegaron abajo, seguido de que Ingrid me avisara la nieve empezó a descender como si fuera un tsunami no podía dejar de mirarlo como si estuviera hipnotizada. Más me valía ponerme las pilas o no lo contaría, según subíamos vi una grieta en el hielo a unos diez metros más abajo de donde me encontraba que podía caber un cuerpo humano.
Mi plan era bajar hasta ahí y meterme hasta que la avalancha terminara, ya tenía los anclajes bien colocados en el suelo y la cuerda que me llevaría hasta ese punto donde con un poco de suerte me libraría de ser arrastrada hasta la muerte por la nieve. La avalancha cada vez se escuchaba con más cercanía, pero por suerte ya había descendido y pude comprobar que entraba justo, pero podría cobijarme.
Una vez en la grieta solté la cuerda y esperé a que la nieve dejara de caer, el sonido era tan atronador que no me permitía escuchar ni mis propios pensamientos. Por fin dejo de caer la nieve, la primera parte del plan había salido bien, ahora empezaba lo difícil, en mi mochila llevaba una cuerda lo suficientemente larga como para descender el monolito de hielo, pero el problema era que la nieve había enterrado la ruta que habíamos trazado debajo de varios metros.
Mi única salida era escalar de forma horizontal ciento veinte metros en solo integral para llegar a la parte trasera del monolito y descender desde ahí. Esa parte es la única que se había librado de la nieve, pero el hielo no era el mejor elemento para escalar sin cuerdas. Tenía los mejores crampones y los mejores piolet, de hecho estos traían una cuerda atada atrás por donde podías meter la mano, no sabía si esa cuerda soportaría el peso de mi cuerpo en caso de resbalarme, pero en tres años no había perdido la esperanza y no iba a empezar ahora.
Ciento veinte metros no parecía mucho, pero no llevaba ni la mitad y tenía calambres en mis piernas y brazos. Por fin llegué a la parte final de esta pared de hielo, descansaría un rato y empezaría a escalar en forma horizontal la pared trasera que me llevaría al punto donde podría empezar a descender para poder volver al campamento número. Eso era lo que más deseaba en el mundo, pero antes de conseguirlo tuve un par de sustos y en el segundo casi se me sale el corazón por la boca.
Clave mis crampones convencida que era la parte más sólida, pero las puntas de mis crampones resbalaron quedándome sujeta solo por mis dos piolets, para desgracia mía, la cuerda de uno de ellos se partió, lo único que me libraba de caer al vacío era el segundo piolet que por suerte estaba bien asentado. No me deje llevar por el pánico, de un rápido movimiento donde tuve que hacer un gran esfuerzo conseguí sujetar el otro piolet y con esto pude clavar los dos crampones pudiendo respirar tranquila por un momento.
Desde ese punto fui dando pasos estudiados con todo el cuidado del mundo hasta que llegue al punto al que quería llegar, una vez ahí coloque un anclaje en la pared de hielo enganchando la cuerda en él, nunca había escalado en solo integral y no pensaba volver a hacerlo a no ser que fuera por un caso de vida o muerte.
El descenso fue mucho más duro de lo que me hubiera imaginado, los ciento veinte metros que había tenido que realizar en solo integral no solo me habían agotado físicamente, sino que también lo habían hecho psicológicamente. Además de todo eso también tenía que añadirle otro problema más, había agotado más oxígeno de la bombona de lo que había previsto y eso era un problema para conseguir llegar al campamento cuatro.
Tenía una bombona llena y dos pequeñas guardadas en la mochila, ¿sería suficiente?, no lo sabía, pero pronto lo comprobaría. Una vez que pise el suelo volví a mirar ese coloso de hielo, mirándolo desde abajo parecía inconquistable, había tenido mucha suerte de salir de ahí con vida solo un fallo hubiera sido suficiente para que todo acabara. Me puse en marcha para llegar a la ruta que Ingrid y yo habíamos trazado, todavía seguían sus huellas grabadas en la nieve.
Eso me hizo sonreír, porque tenía la certeza de que habían salido con vida de ese infierno, paso a paso fui recorriendo la ruta, pero cada vez el cuerpo me pesaba más y eso me hacía consumir más oxígeno. Perdí la noción del tiempo, no tenía claro si habían pasado horas o minutos, pero lo que si sabía con certeza era que mi cuerpo iba a colapsar tarde o temprano. Cuanto me cabreaba tener razón, llegado un punto mi cuerpo dijo basta cayendo sobre la blanda nieve.
Gritaba a mi cuerpo que se levantara, pero este no me obedecía, no porque no quisiera, sino porque no podía más. Con esos pensamientos perdí el conocimiento, no era una mala muerte, había conseguido salvar al amor de mi vida y a mis amigos. Antes de perder el conocimiento del todo escuche unos pasos, sonreí porque sabía que era una alucinación intentando darme esperanza para después reírse de mí.
Al abrir los ojos me encontraba en una gran tienda de campaña, no sabía si estaba muerta o no, pero de estarlo menuda ironía mi nueva vida también la pasaría en una montaña. No pude evitar empezar a reír, entonces alguien me apretó la mano.
- Puedes dejar de hacer ruido–dijo el desconocido–. Algunos estamos intentando dormir.
Al mirar a esa persona me di cuenta de que era Alex que tenía mi mano cogida con la suya y una gran sonrisa en su rostro.
- ¿Cómo he llegado hasta aquí?–pregunte–. Caí rendida de agotamiento.
- Aishwarya, Rajiv, Rudy e Ingrid te trajeron–contesto Alex–. Si llegan a tardar un poco más…
Me puse a llorar, aunque no me lo merecía mis amigos habían estado ahí cuando más los había necesitado.
- No me lo merecía–dije–. Os perdí por ser una egoísta y una orgullosa.
- ¿Por qué me abandonaste?–pregunto Alex–. ¿Tanto me odiabas?
- No te odiaba a ti–conteste–. A quien odiaba de verdad era a mí misma, pero no me di cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.
- Me rompiste en mil pedazos–dijo Alex–. En esos momentos no sabía qué hacer, me sentía muy perdido.
- Me salvaste, cuando yo te había abandonado y te fui infiel–dije–. Menuda lección me diste.
- Bueno, ya estamos en paz–contesto Alex.
Me puse a llorar, lo que yo quería decirle era que le seguía amando y que daría todo lo que tenía por pasar el resto de mi vida a su lado, pero sabía que no tenía derecho a decirlo, Alex que me conocía muy bien me miro.
- ¿Qué es lo que realmente deseas?–pregunto Alex–. Se sincera.
- Una oportunidad–conteste–. Que me concedas la oportunidad de conocer a la nueva Sandra.
- Entenderás que desconfié ¿verdad?–dijo Alex–. Rompiste la confianza inquebrantable que tenía en ti en mil pedazos.
- Lo sé, como he dicho solo quiero que conozcas mi nuevo yo–conteste–. Sin ningún compromiso, si no te gusta lo que ves me marcharé sin ningún tipo de reproche.
Alex contestó que eso podía concedérmelo, pero que no prometía nada. Comenzaríamos a quedar como lo hicimos cuando nos conocimos, no fue nada fácil conquistar a Alex el haberse criado en un orfanato lo curtió de una manera que costaba mucho ganarse su confianza, imaginaros la empresa que tenía por delante, puesto que yo había tenido esa confianza y la había perdido por ser una cabrona estúpida.
Ante mi tenía la cumbre más difícil del mundo, pero por suerte esta vez intentaría ascenderla habiéndome despojado de mi orgullo y egoísmo.
EPÍLOGO
Han pasado dos años desde que fuimos a rescatar a Rudy y Alex al K2, os preguntaréis que fue de Alex y de mí, pues tengo que decir que la nueva Sandra le gusto, pero también me hizo sudar sangre para conseguir que recobrará su confianza en mí, esta vez no sería inquebrantable ese era el precio que tendría que pagar por mis actos, pero estaba dispuesta a pagarlo.
No volví a intentar subir a otro ocho mil, en una ocasión un alpinista me dijo que no sabía lo que me perdía que no había sensación igual a esa. Lo que él no sabía era que yo tenía esa sensación cada mañana que me despertaba al lado de Alex, ahora ascendía montañas para intentar ayudar a otros alpinistas esa obsesión de alcanzar la cumbre más alta murió hace mucho tiempo siendo un síntoma inequívoco de que había madurado.
La empresa que Alex, Rudy e Ingrid habían montado quebró, los alpinistas ricos llegaban al Everest pensando que su dinero les llevaría a la cima, pero después me tocaba a mí ir a rescatarlos, por eso Malcolm cogió a Rudy, Ingrid, Paul, Alex, Aishwarya y Rajiv y los puso en nómina, consiguiendo de esa manera que los rescates fueran mucho más efectivos, puesto que todos eran alpinistas muy experimentados y contaríamos con una médico en el equipo.
Mientras Alex, Rajiv y yo tuvimos que ir a rescatar a un Alpinista al monte Kanchenjunga. Aishwarya, Rudy e Ingrid tuvieron que hacer lo mismo en el monte Everest, la persona que tuvieron que rescatar no fue otro que mi ex jefe, esta vez era a él a quien dejaron atrás sin misericordia, según comento Ingrid sus extremidades superiores e inferiores sufrieron un grado de congelación muy extremo y era casi seguro que los perdería, no me alegre de ello, pero lo que estaba claro era que el karma terminaba pasando factura a todo el mundo sin excepción.
En estos momentos me encontraba en el campamento base mientras Alex me abrazaba por la espalda, pensando que a veces tienes que tocar fondo para encontrar la verdadera felicidad y eso era lo que yo estaba experimentado mientras los dos mirábamos el precioso atardecer del monte Everest.
FIN.
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