Creo que el problema está en nosotros los cornudos, en como enfocamos nuestros cuernos y el comportamiento de nuestras esposas.
Yo entiendo y así ha sido en nuestro caso, cuando el cornudo entra en este mundillo, tiene que tener claro que lo que va a hacer, es darle plena libertad a su mujer para que disfrute de su sexualidad sin cortapisas. Por lo tanto principio inexcusable es nunca recriminarle nada. Podemos opinar, tener otra visión o expectativa, pero al final ella decide siempre.
Se puede enamorar de otro? Claro. Si no hay cierto cariño, para ellas es dificil follar a secas, cuando tienen muy pocas experiencias. Pero lo importante es que nos sigan queriendo y la familia por encima de todo. Donde está escrito y demostrado que solo se puede estar enamorado de una persona??
Puede tener algunos secretos que no se atreve a confesarnos? Claro, si tenemos confianza, tarde o temprano, cuando esté segura de no hacernos daño y que lo vamos a entender, nos lo contará seguro.
Pero es muy difícil entrar en la mente de otra persona, en sus miedos, temores, ansiedades .......
Por eso hay que tenerlo muy claro u pensarlo bien antes de decidirse a entrar en este mundillo, puede ser una catástrofe o la gloria, depende de nuestra madurez.
Muy acertado lo que escribes.
Primero, decir que este hilo creo que está condenado al fracaso, al menos al fracaso en el objetivo que se plantea en su epígrafe. Las mujeres no ven ni viven estas cosas de la misma manera que nosotros y no son igual de proclives a contar sus aventuras a todo el mundo. Si cuentan cosas será, en general, a alguna amiga o amigas. Mi mujer, una veterana hotwife, nunca ha mostrado interés en escribir, ni siquiera en participar en lo que yo pueda contar sobre sus aventuras en foros. Pero eso no significa que no le guste o no le dé morbo que gente, que no la conoce o no es de nuestro círculo, sepa que está casada y que folla con su macho. Incluso le excita el que conocidos puedan, no saberlo, pero sí llegar a tener indicios de su zorrerío.
La educación que recibimos y la cultura dominante en nuestra sociedad asocia el sexo al amor. A veces van unidos, sobre todo en las primeras relaciones, pero no tiene por qué ser siempre así. De hecho, creo que se practica un porcentaje muchísimo mayor de sexo por mero disfrute que sexo por amor. En los hombres sin duda alguna. Para ejemplo los consumidores de prostitución. Nadie se va de putas por amor. Bueno, algún caso aislado puede haber, y casi nunca correspondido, pero en general es simple sexo aderezado con otros condimentos: dominación, sumisión, etc.
A las mujeres educadas en esta corriente de que sexo y amor van unidos, cuando tienen una pareja con la que están bien, y sobre todo si no han sido muy promiscuas, quizá no todas las relaciones sexuales las justifiquen con puro amor, pero por lo general lo asociarán en mayor o menor medida, y su reacción cuando su marido o pareja les proponga abrir la pareja, será probablemente de miedo y recelo. Miedo a que lo que está funcionando se deteriore y recelo de que su hombre les esté proponiendo eso porque ya no las quiere o porque desea follarse a otras.
A base de tener compañeros de cama y disfrutar del sexo con otros, al mismo tiempo que constatan que su relación de pareja no se resiente, es como van aprendiendo a disociar el amor del sexo. Pueden seguir amando a su marido al mismo tiempo que gozan en cama ajena. Lo que no quiere decir que se conviertan en pedazos de hielo y no sientan nada por personas con las que tienen sexo. Obviamente no es lo mismo una noche de cruising, en la que te comes una polla o te la mete un tipo al que, si me apuras, no llegas a verle siquiera la cara y luego hasta nunca, que un amante con el que mantienes una continuidad y follas regularmente. Éste último, entre precalentamientos, tiempos muertos entre polvos y vete tú a saber qué situaciones más vividas con él, irá pasando a ser más o menos conocido y hasta amigo. Llegarán a sentir afecto por él como lo sienten por amigos con los que no follan, o incluso un poco más.
Mi mujer, pese a no ser ya una jovencita cuando se inició en estas lides, no fue inmune a este dilema y llegó a colgarse de uno de sus amantes. La cosa no fue a mayores porque él no estaba por la labor y el asunto se zanjó enseguida dando por finalizada la historia, pero ella misma reconoce que de haber adoptado él una postura opuesta, la habría colocado en un brete al tener que decidir qué hacer.
Tras este episodio y, sobre todo después de haber acabado follando con uno al que de inicio había visto con mucho recelo y se había planteado abortar el encuentro porque "no le gustaba nada", pero con el que finalmente culminó porque le acabó venciendo el morbo, empezó a ver las cosas de otro modo. El día que estuvo con éste, de regreso a casa me dijo: hoy he descubierto que para disfrutar del sexo no hace falta sentir atracción.
Pasaron algunos más por su cama y entonces conocimos a un chico que agrupaba una serie de cualidades que lo hacían especial: experiencia, cercanía, disponibilidad, ganas... Enseguida hubo buen rollo y en unos meses se hizo, no su macho de cabecera, sino SU MACHO. Aquí encaja otra de las cosas que destacas en tu post: el que a ellas hay que dejarlas que vivan las experiencias como gusten, sin tratar de controlarlas, dirigirlas o marcarles líneas rojas. Entiendo que para muchos sea complicado de aceptar, pero yo tuve claro que así lo haría desde el principio. Cuando algún candidato a amante me preguntaba si podría hacer esto o aquello con mi mujer, mi respuesta siempre era y es: lo que ella acepte, para mí estará bien. Si estás con una persona en la que tienes confianza, no entiendo que no pueda ser así. A fin de cuentas, si estamos en pareja es porque queremos estar uno con otro. Si alguien está por algún motivo ajeno a su voluntad, mala cosa.
Con este nuevo chico voló sexualmente. Descubrió un sexo que no había tenido nunca antes. Esto, unido a su carácter con tendencia a cierta sumisión, la hizo convertirse en una zorrita de tomo y lomo, SU ZORRA. Él era un follador, mi mujer le gustaba, y a ella también le gustaba él y lo que hacía con él. El resultado era previsible: empezaron a follar como locos y ella alcanzó cotas de emputecimiento a las que, no solo no había llegado antes, sino que yo creía que nunca llegaría. Y yo disfrutando como buen cornudo. Ahí comprendí que mi mujer no tenía límites. Los límites los marca el macho con el que se líe.
Perdón por la extensión.