berserk37
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Entre la espada y la pared (Relato lesbico)
Me llamo Sara, me encuentro en la azotea de un edificio, que se encuentra en frente del hospital donde está ingresada el amor de mi vida Alba. En el pasado fui una famosa ladrona, pero me detuvieron, siendo condenada a diez años de cárcel. El policía que me detuvo fue mi padre. Si pensáis que lo odio o quiero vengarme de él, podéis ir olvidándolo. De no ser porque aquella noche me detuvo, hubiera terminado muerta y jamás hubiera conocido a Alba.
El robo de aquella noche era una trampa, todo mi ser me advertía que era una trampa, pero mi orgullo me decía que yo podía con todo, en los años que estuve en la cárcel tuve tiempo de visualizar aquel robo en mi mente, teniendo que reconocer que no hubiera sobrevivido. Yo era el chivo expiatorio y los muertos no pueden declarar. A los cinco años mi padre me consiguió un permiso para trabajar en un museo como restauradora de obras de arte.
Os preguntaréis que majadero contrata a una ladrona para trabajar en un museo, ¿verdad?, el hombre que me contrato era el mejor amigo de mi padre, además de que sabía de primera mano que era una de las mejores restauradoras del mundo. Yo siempre robé a personas ricas que compraban obras de arte en el mercado negro, algunas de esas obras terminaban en manos de sus legítimos dueños y otras en museos para que todo el mundo pudiera admirarlas.
Como todavía me quedaban cinco años, mi padre consiguió que me pusieran un localizador en el tobillo, ese localizador me permitía moverme dentro de unos kilómetros a la redonda en la ciudad. Por suerte, el hospital donde se encontraba Alba, quedaba dentro de ese margen, de todas maneras como estaba en cuidados intensivos, solo se le podía visitar una media hora al día, mi padre y yo nos turnábamos para que Alba no estuviese sola.
Alba no tenia familia, ella trabajaba junto a sus padres en la misma farmacéutica, estos murieron en el mismo accidente que la dejo a ella al borde de la muerte. Entre lágrimas recordé como nos conocimos. Me encontraba en mi taller de trabajo quejándome de lo mucho que me estorbaba el localizador en el tobillo, cuando entro por la puerta del taller era, la perfección hecha mujer.
Me quede totalmente embobada mirándola, por suerte tenia una de las herramientas en mis manos, esta acabo en el suelo, si llega a ser una de las obras de arte hubiera terminado otra vez en la cárcel de cabeza. Aquella mujer me sonrió, enseñándome una figura, por lo que parecía era una figura que le regalo su difunta abuela, le tenia mucho cariño. La parte izquierda de la figura estaba bien, pero la parte derecha del rostro de aquella figura se había roto.
Coloque la figura en un escáner que me indico que la figura era simétrica, eso quería decir que podía sacar un molde exacto de aquella parte y después restaurar la parte estropeada dejándola como si fuera nueva. Cuando se lo dije a aquella mujer se puso a reír y a saltar llena de felicidad, verla así me hizo muy feliz. Entonces mi fijé como miro mi tobillo y creí que ahí, todo se había acabado.
• Si prefieres ir a otro restaurador lo entenderé – dije bastante abatida.
• Sé perfectamente quién eres y lo que has hecho, pero también sé que eres la mejor restauradora de obras de arte, eso es lo que necesito – dijo aquella mujer con una gran sonrisa.
• Tú lo sabes todo de mí, pero yo no sé cómo te llamas.
• Alba – qué nombre tan bonito pensé.
• Igual te parece muy atrevido, pero algún día me gustaría invitarte a un café en la cafetería de enfrente.
• ¿Por qué en aquella cafetería y no en otra? – pregunto Alba intrigada.
• Porque esta pulsera que llevo en el tobillo se pondrá a pitar si voy más adelante.
Alba me miro sonriente, diciéndome que me aceptaría encantada ese café, espere a que saliera del taller para empezar a saltar de alegría, sabía que estaba corriendo mucho y que tal vez no le gustaran las mujeres, pero había habido un par de señales que me decían lo contrario. Si algo había aprendido era a confiar en mi instinto, además Alba se parecía muchísimo a Simone Simons cantante de Epica, mi grupo de heavy metal preferido. Yo, sin embargo, tenía un aire a Clémentine Delauney cantante del grupo Visions Of Atlantis.
Me esmeré en restaurar aquella figura como si me fuera la vida en ello, no era una figura de un autor/a famoso, pero su creador sabía muy bien lo que se hacía. De hecho era una figura de mucha mejor calidad que muchas que estaban expuestas en los mejores museos del mundo. Alba empezó a pasarse por el taller todos los días que su trabajo se lo permitía, solía venir por la tarde después de salir de trabajar. Sabía de arte de eso no había ninguna duda, solía mirar con mucha atención como le iba dando forma a la parte de la figura que se había roto.
En una de las ocasiones, fui a coger una de las herramientas, pero no llegaba a ella, Alba cogiéndola alargo su mano para dármela. Entonces nuestras manos se tocaron, note como una conexión con Alba, su mirada me indicaba que ella también había sentido lo mismo que yo. Fue un instante, pues ella enseguida quitó su mano de la mía y desvió la mirada muy nerviosa, entonces se levantó, saliendo del taller. Eso me puso muy triste, otra posible relación que se iba al traste antes de empezar. Seguí con mi trabajo, este me permitía evadirme del mundo donde tanto había sufrido.
Tan absorta estaba en mi trabajo que no note que Alba había vuelto a entrar al taller, trayendo una bolsa con comida.
• Sara, me gustaría compensar mi comportamiento invitándote a cenar.
• No era necesario, con una disculpa hubiera sido suficiente.
• Entonces, ¿no quieres cenar conmigo? – pregunto Alba con cierta decepción.
• Claro que quiero cenar contigo, además me muero de hambre, hoy estoy sin comer.
Alba sonrió satisfecha, después de ordenar mi mesa de trabajo nos pusimos a cenar, trajo cena de un restaurante italiano que hacía unos platos increíblemente buenos. Me puse morada, durante la cena hablamos de muchas cosas, Alba se puso un poco triste y me contó que acababa de salir de una relación donde le habían sido infiel, todavía no lo había superado del todo.
• ¿Tu pareja te ha sido infiel?, al final va a ser él, el que salga perdiendo.
• Él no, ella.
Saber que le gustaban las mujeres me hizo muy feliz, estando a punto de ponerme a bailar, pero no era ni el momento ni el lugar, solo había que ver la expresión de Alba para saber el tremendo daño que le había producido la ruptura.
• Y tú, ¿tienes alguna relación?
• Yo lo que tengo es mucha mala suerte, o me enamoro de mujeres hetero o me enamoro de mujeres que no corresponden ese amor.
• Vaya dos patas para un banco que estamos hechas – dijo Alba con resignación.
Las dos nos reímos, después seguimos disfrutando de aquella deliciosa cena. Cada día que veía entrar en el taller a Alba, una gran sonrisa florecía en mi rostro. Ella era muy curiosa y le gustaba que le contara mi anterior vida como ladrona, para ella eran historias de aventura, provocado por mí, que adornaba aquellas historias, no todas fueron tan glamorosas. En muchas de ellas fui culpable indirecta de que alguien honrado perdiera su trabajo.
Algunas de esas mansiones tenían guardas de seguridad, personas que habían aceptado ese trabajo para poder pagar facturas y alimentar a su familia. Eran despedidos sin miramientos, una vez tuve la oportunidad de conocer a una de esas personas y no fue nada agradable. Al enterarme de su despido decidí interceder por él, pagando yo el alquiler como compensación. Me tiro el dinero a la cara, prefirió quedarse en la calle que aceptar la limosna de la persona que había precipitado su despido.
No lo culpe, tal vez yo hubiera actuado de la misma manera, después está el periodo en el que estuve presa. Fueron los cinco años más largos de mi vida, sabía defenderme, pero era imposible pelear contra diez presas que habían sido contratadas para hacerme la vida imposible. Con el beneplácito de las guardias que miraban para otro lado, amenazas, palizas, apuñalamientos, una vez intentaron violarme, pero ahí luche con uñas y dientes a muerte. Prefería morir a dejar que ultrajaran mi cuerpo, creo que ese fue el límite, pues las guardias no miraron para otro lado en esta ocasión.
Después de eso decretaron mi aislamiento, me pasé el resto de la condena en una celda sola, con media hora al día que me dejaban pasear por el patio. Esa media hora era vida para mí, aunque estuviera sola, poder mirar el cielo, algo que hacemos todos los días sin darle importancia se convirtió en algo primordial en mi vida. Incluso los días nublados y lluviosos me sacaban una sonrisa, día tras día la celda se hacía más pequeña, incluso llegué a intentar suicidarme, pero volver con las presas no era una opción.
Las guardias sabían que de devolverme al módulo de presos comunes, terminaría muerta tarde o temprano. Recuerdo perfectamente el día que salí por la puerta de aquella cárcel, incluso el localizador que me habían puesto en el tobillo como si fuera un grillete me parecía bonito. Cuando la puerta se abrió, mire al frente, tierra y más tierra sin final, llore de felicidad y empecé a correr hasta que mi cuerpo no pudo correr más. Fue mi padre quien me cogió en brazos y me metió en la parte trasera del coche.
Alba en ese momento no era consciente de lo que su compañía significaba para mí, ante mi tenia a una mujer preciosa a la que yo le gustaba, pero algo dentro de mí, seguía desconfiando. Todo estaba saliendo demasiado bien, mi cuerpo y mi mente temían a que en cualquier momento todo saltara por los aires. Por primera vez en mi vida decidí ignorarlo, disfrutar del momento, si tenía que salir mal que me quitaran lo bailado. Poco a poco fui dándole forma a la figura, me esmeré en ello, adoraba mi trabajo, si no me hiciera falta el dinero lo haría gratis.
Espere a que llegara el día del cumpleaños de Alba para terminar el trabajo, lo metí en una preciosa caja de Caoba. Aquella noche íbamos a salir a celebrar su cumpleaños, cuando entro en el taller, casi se me cae la caja al suelo. Venía con un precioso vestido de color rojo con zapatos a juego, yo tenia puesto el pantalón y la camiseta roída que usaba para trabajar, pero en mi casa había dejado preparado un precioso vestido de color negro.
Cuando le entregue la caja, sus manos temblaban, hasta ese momento no fui consciente de lo importante que era esa figura que le regalo su abuela. Cuando abrió la caja y vio la figura dejo la caja sobre la mesa y después de abrazarme empezó a llorar.
• Muchas gracias Sara, no eres consciente de lo que ha significado ver esta figura como el día en que mi abuela me la regalo.
• No tienes que darme las gracias mujer, para mí ha sido todo un placer.
No lo vi venir, Alba acerco sus labios a los míos y me dio un beso que me hizo temblar. Era mucho mejor de lo que había soñado, imagine ese primer beso un millón de veces en mi mente, tengo que decir que la realidad supero a la ficción. Le pedí que me acompañara a casa, vivía en frente del museo. Mi casa no era muy grande, pero para mí era más que suficiente, estaba muy bien decorada tengo que decir. Alba miró todos los cuadros y figuras que adornaban mi salón.
Los cuadros eran falsos, pero el pintor que los realizo digamos que era el que hacía las falsificaciones que yo dejaba en el lugar del cuadro original. Entre en mi cuarto, deje la puerta abierta a propósito. Me empecé a desnudar dándole la espalda, tengo un cuerpo bonito, que mantengo haciendo ejercicio todos los días, mis pechos son pequeños, pero con unos grandes pezones. Mi parte fuerte es mi culo, me di cuenta al mirar al espejo y ver el reflejo de Alba relamiéndose mientras no dejaba de mirarlo.
Escogí muy cuidadosamente la ropa interior que iba a ponerme, por el reflejo pude comprobar que a Alba le parecía tan buena elección como me pareció a mí, después cogí el vestido y fui poniéndomelo poco a poco.
Una vez que lo tuve puesto la llame para que me ayudara a subirme la cremallera.
• ¿Me echas una mano Alba?
Pude notar el aliento de Alba en mi cuello, como le temblaban las manos al intentar subir la cremallera, me sentí tentada en coger a Alba y comérmela enterita, pero para todo habría tiempo, quería que aquella pelirroja que me tenia loca, tuviera una noche inolvidable. Cenamos en un restaurante que me recomendó mi padre, era un hombre con un muy buen gusto, aunque se empeñaba en demostrar lo contrario. Alba se quedó con la boca abierta al entrar en él, por fuera, daba la impresión de ser un tugurio, pero era entrar por la puerta y el restaurante se transformaba como en el cuento, de patito feo a cisne.
La comida era exquisita, lo más sorprendente era que era muy asequible para la buena comida que daban. No eran platos tan abstractos como los que servían en los restaurantes de moda, era comida de toda la vida, pero muy bien preparada y siempre con una sonrisa. Conocía muy bien a los dueños de ese restaurante, años atrás me contrataron para que recuperara un cuadro que perteneció a su abuelo, después de la segunda guerra mundial se perdió, años después termino en la colección de un hombre de dudosa reputación.
Para ellos sus empleados eran su familia, así eran como los trataban, nos llevaron a la mesa que había reservado, era una mesa discreta que nos proporcionaba intimidad. Nunca me importo que me vieran besando a otra mujer, pero reconozco que prefiero hacerlo sin miradas inquisitorias clavándose en mi espalda. La charla fue muy agradable, me contó que por fin había cumplido uno de sus sueños, este no era otro que trabajar junto a sus padres que eran unas eminencias en el mundo científico.
Alba había sido contratada en la misma farmacéutica que trabajaban sus padres, me alegre por ella, eso solo hasta que Alba dijo el nombre de esa farmacéutica Belerofonte. Ese nombre hizo que mi semblante cambiara, conocía muy bien al dueño de esa farmacéutica, fue uno de los empresarios que me contrataron para robar en el robo que me llevo a la cárcel. Ese hombre no era trigo limpio, en vez de llamarse farmacéutica, Belerofonte, tendría que haberse llamado farmacéutica Quimera.
A Alba se le veía muy ilusionada, yo no tenia pruebas contra aquel hombre, pero decidí advertirla.
• Alba, prométeme que tendrás cuidado.
• ¿Por qué lo dices?
• Porque sé perfectamente de qué pie cojea tu jefe.
• ¿De qué lo conoces?
• Es uno de los que me contrato la noche que fui detenida, tú solo prométeme que estarás atenta a cualquier cosa extraña.
Alba veía que no le estaba tomando el pelo, en su rostro también podía intuir que ya había presenciado cosas extrañas, tomo aire y me contó.
• Me han contratado para ayudar a crear una vacuna para una nueva bacteria que acaba de ser descubierta.
• ¿Por qué es tan extraño?
• Porque es una bacteria que ataca al ganado, no se ha documentado ningún contagio en los humanos.
• ¿Si un humano se contagiara?
• Moriría sin una vacuna, ningún antibiótico es lo suficiente potente, este funciona igual que el Tétanos, soltando una toxina, solo que esta bacteria contamina los órganos vitales.
• Dices que es imposible que contagia a la especie humana, ¿verdad?
• A no ser que sea genéticamente modificada, así es.
• ¿Tú podrías saber si la bacteria ha sido genéticamente modificada?
• No, de momento no tengo acceso a esos datos.
• ¿Y tus padres?
• Sí, pero no creo que quieran poner su reputación en entredicho.
• Alba, si ves algo raro, no dudes en contármelo, esa gente tiene un hambre voraz, por el dinero y el poder.
• Sara me estás preocupando, ¿pasa algo?
• Nada, mi padre es policía y al final ha conseguido que se me pegue algo de él – dije mientras me reía, eso relajo el ambiente.
No me fiaba ni un pelo de esa farmacéutica, hablaré con mi padre para que me ayude con esto, una bacteria que puede ser modificada genéticamente, una vacuna, que mal suena esto. Decidí dejarlo ahí, terminamos de cenar, me levante y acercando mis labios a los suyos la bese. Algunos nos miraban con asco, otros con envidia, la verdad es que me dio igual, esos labios eran adictivos y me gustaba besarlos. Una vez pague la cena fuimos a coger un taxi.
Alba quería ir a una discoteca donde se juntaban todos los hijos de los ricachones de la ciudad, decían que había que pagar la entrada, esta salía por el ojo de la cara. Iba a ser una noche interesante, yo siendo amante del heavy metal, me iba a adentrar en la cueva del enemigo. Cuando llegamos había cola por entrar, me puse a pensar que todos los que estábamos allí éramos imbéciles, en cualquier garito servían cerveza y no había que pagar por entrar. Alba me agarro del brazo besándome, había perdido la guerra completamente, deje que me arrastrara a aquel infierno.
Una vez dentro tengo que admitirlo, el sitio no estaba nada mal, la música era horrible, pero el local era grande, suficiente para poder moverte por el lugar sin problemas aunque estuviera lleno de gente. Llegamos a una barra interminable, pedimos dos cervezas, Alba era de las mías, para salir de juerga, nada como la cerveza, el único inconveniente es que te pasas toda la noche meando, Alba me miro y me dijo.
• Vamos a la pista de baile Sara.
• ¿Tú estás segura? – joder con estos tacones le iba a hacer polvo los pies.
Ella mirándome sonriente me dijo que sí, menuda incauta, no sabía la que le venía encima. Bailando soy torpe no, lo siguiente, pero habiendo tanta gente alrededor, pasaría desapercibida, eso me decía a mí misma. Llegamos a la pista, empezaba el show, Alba se movía con movimientos felinos, no podía dejar de mirarla y eso me ayudo a perder la poca vergüenza que todavía albergaba mi cuerpo. Llego un momento que me dije a mí misma que me dejaría llevar y eso hice, todo fue bien, divirtiéndonos y riéndonos, pero siempre tiene que haber alguien con la vocación de joder al personal.
Mientras hacía mil esfuerzos para bailar con los zapatos puestos y no morir en el intento, note como alguien muy corpulento me empujaba a un lado con fuerza. De no ser porque había mucha gente, chocándome con ellos hubiera terminado en el suelo, después de disculparme me dirigí al cromañón y le dije.
• ¿Te has perdido cromañón?, la salida está por allí.
• Venga ahueca el ala y deja que tu amiga se divierta con un hombre de verdad.
• Amiga no, ¡novia!
Vi como Alba sonreía al escuchar lo de novia, el cromañón frunció el ceño y dijo.
• ¿Eres una lamé almejas pelirroja?, seguro que prefieres comerte mi polla, antes que la almeja de la escuálida está.
Según el cromañón iba terminando la frase Alba empezó a echar el brazo para atrás, menudo ostión le arreo, se escuchó perfectamente y eso que la música estaba a tope. Alba le dio tan fuerte que se hizo daño y todo, el cromañón una vez que se recuperó empezó a echar espuma por la boca, se fue a arrancar contra Alba, pero posando mi mano sobre su hombro, empecé a ejercer presión sobre su clavícula. El musculitos se paró en seco empezando a quejarse, fui aumentando la presión paulatinamente, mientras eso ocurría el cromañón poco a poco fue hincando la rodilla.
Parte de mi adiestramiento como ladrona fue practicar la escalada, era muy buena, mis manos podían ejercer mucha presión.
• Musculitos, más te abría valido irte para la salida como te dije.
• ¡Suéltame escuchimizada de mierda, o te arrepentirás!
• Esas tenemos, ¿eh?
No me gusta que me amenacen y menos un musculitos como este, apreté con todas mis fuerzas hasta que note como su clavícula se hacía añicos. Después de eso le solté, durante unos instantes me había convertido en la Sara que tuve que ser en la cárcel, no me gustaba esa parte de mí. Mire con miedo a Alba, había visto una parte de mí que no había vuelto a salir desde que salí de prisión. Alba no estaba enfadada conmigo, sino con ese ser carente de educación.
• Alba yo…
• No te disculpes Sara, si no me llego hacer daño en el codo le hubiera soltado otra a este neandertal – estaba realmente enfadada.
Solo se me ocurrió besarla para que se centrara en mí y dejara de centrarse en ese infra ser, mientras nos besábamos se lo llevaron, pensé que nuestra noche en esa discoteca se había acabado, pero no fue así. Un hombre impecablemente vestido se acercó y después de disculparse con nosotras nos invitó a unas consumiciones. Alba era una mujer de carácter, como a mí me gustaban, el único problema era que yo tampoco me quedaba corta.
Después de acabar las consumiciones decidimos que era hora de marcharnos para terminar la noche disfrutando la una de la otra. Salimos de la discoteca cogidas de la mano, riendo, después de mucho tiempo era feliz de verdad. Cerca había un pequeño hotel, no era muy grande, una habitación limpia era suficiente para nosotras. Entramos raudas y pedimos una habitación con demasiado entusiasmo, la mujer que nos atendió nos miraba de forma extraña, pero al ver la propina, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y todo fueron amabilidades.
Mientras subíamos las escaleras al primer piso, no podía dejar de mirar la figura que se dibujaba en el vestido de Alba. Tenia el tanga empapado, corría el riesgo de que mis flujos empezaran a resbalar por mis piernas. Por fin llegamos a la habitación, no nos fijamos si era bonita, fea. Alba se quitó el vestido quedándose con un diminuto tanga rojo y los zapatos, acerque mi boca a la suya y lleve mi mano hacia su coñito. Empecé a tocarlo por encima del tanga, la tela estaba tan empapada como la mía.
Las dos parecíamos enfebrecidas, mordí su labio mientras hacía a un lado su tanga para meter dos dedos en su encharcado coñito. Entraron como cuchillo caliente en mantequilla, Alba se dejó hacer, mire sus rosados pezones erectos y empecé a chuparlos. Alba tuvo que apoyar su espalda en la puerta para no caerse del placer que estaba sintiendo, entre gemido y gemido me pedía más. La miré a los ojos, mientras iba pasando mi lengua por su estomago hasta llegar a su coñito.
Su olor y calidez me tenían embriagada, era el néctar de los dioses y pensaba degustarlo con gula. Alba al notar como mi lengua iba surcando su rajita apoyo sus manos en mi cabeza, Tenia el coñito más hermoso y perfecto que hubiera visto jamás. No pude evitar que las lágrimas recorrieran mi rostro, los gemidos de Alba cada vez fueron más fuertes, hasta que llego a un atronador orgasmo. Cuando aparte mi rostro de su coñito, tenia toda la cara llena de flujos, ella me tendió la mano, acerco su boca a mi rostro y empezó a lamer sus propios flujos, eso todavía me puso más caliente de lo que ya estaba.
Cociéndome de la mano me llevo hasta la cama, me tumbo sobre esta, ella se colocó de tal manera que yo pudiera seguir disfrutando de su coñito y haciéndola disfrutar a ella. Al notar el aliento de Alba sobre mi coñito, casi consigue que me corra. Eso no me había pasado en la vida, para mí no fue un problema, demostraba que mis sentimientos por ella eran profundos y sinceros. Lo mejor vino cuando note como su lengua jugaba con mi clítoris, la sensación era como si encadenara un orgasmo tras orgasmo. Jamás en mi vida había sentido tanto placer.
Mi corazón iba a tope y me faltaba el aliento, pensé que me moriría esa noche, pero sería la muerte más dulce. No había gritado un orgasmo en mi vida, pero esta vez lo grité a pleno pulmón, Alba me miro con una sonrisa y me beso. Sus labios olían y sabían a mí, eso me espoleo colaborando plenamente. Alba abrió sus piernas y pasando sus brazos por mi espalda me atrajo a ella, hasta que mi coñito se tocó con el suyo. Había escuchado de esta práctica, pero jamás la había probado. No podía haber sido con nadie mejor, Alba empezó a rozar su coñito con el mío.
Al principio fue una sensación extraña, pero pronto esa sensación se convirtió en mucho placer para las dos. Cada vez movíamos nuestras caderas con más ímpetu, tanto que el cabecero empezó a golpear la pared. Cuando llegamos al orgasmo el golpe fue tan fuerte que creímos que habíamos tirado la pared al suelo.
Agotadas, con la respiración todavía agitadas empezamos a reírnos, la sonrisa se nos cortó cuando la dueña del hotel nos tocó la puerta para ver si estábamos bien.
• Menos mal que no ha abierto la puerta – dije mientras reía.
• Sí, si menudo corte.
Las dos nos miramos y empezamos a reírnos, teníamos intención de ir a la ducha, pero Alba y yo hicimos la cucharita hasta quedarnos profundamente dormidas. A la mañana siguiente nos duchamos, momento que utilizamos para seguir dándonos amor la una a la otra, después de vestirnos decidimos que mejor desayunábamos en otra parte. Más cuando llegamos a recepción y todos se nos quedaron mirando, no he pasado tanta vergüenza en mi vida. Alba se lo tomo mejor que yo, saludo a todos los presente con mucha educación, yo hice lo mismo pero con la cabeza agachada.
Me llamo Sara, me encuentro en la azotea de un edificio, que se encuentra en frente del hospital donde está ingresada el amor de mi vida Alba. En el pasado fui una famosa ladrona, pero me detuvieron, siendo condenada a diez años de cárcel. El policía que me detuvo fue mi padre. Si pensáis que lo odio o quiero vengarme de él, podéis ir olvidándolo. De no ser porque aquella noche me detuvo, hubiera terminado muerta y jamás hubiera conocido a Alba.
El robo de aquella noche era una trampa, todo mi ser me advertía que era una trampa, pero mi orgullo me decía que yo podía con todo, en los años que estuve en la cárcel tuve tiempo de visualizar aquel robo en mi mente, teniendo que reconocer que no hubiera sobrevivido. Yo era el chivo expiatorio y los muertos no pueden declarar. A los cinco años mi padre me consiguió un permiso para trabajar en un museo como restauradora de obras de arte.
Os preguntaréis que majadero contrata a una ladrona para trabajar en un museo, ¿verdad?, el hombre que me contrato era el mejor amigo de mi padre, además de que sabía de primera mano que era una de las mejores restauradoras del mundo. Yo siempre robé a personas ricas que compraban obras de arte en el mercado negro, algunas de esas obras terminaban en manos de sus legítimos dueños y otras en museos para que todo el mundo pudiera admirarlas.
Como todavía me quedaban cinco años, mi padre consiguió que me pusieran un localizador en el tobillo, ese localizador me permitía moverme dentro de unos kilómetros a la redonda en la ciudad. Por suerte, el hospital donde se encontraba Alba, quedaba dentro de ese margen, de todas maneras como estaba en cuidados intensivos, solo se le podía visitar una media hora al día, mi padre y yo nos turnábamos para que Alba no estuviese sola.
Alba no tenia familia, ella trabajaba junto a sus padres en la misma farmacéutica, estos murieron en el mismo accidente que la dejo a ella al borde de la muerte. Entre lágrimas recordé como nos conocimos. Me encontraba en mi taller de trabajo quejándome de lo mucho que me estorbaba el localizador en el tobillo, cuando entro por la puerta del taller era, la perfección hecha mujer.
Me quede totalmente embobada mirándola, por suerte tenia una de las herramientas en mis manos, esta acabo en el suelo, si llega a ser una de las obras de arte hubiera terminado otra vez en la cárcel de cabeza. Aquella mujer me sonrió, enseñándome una figura, por lo que parecía era una figura que le regalo su difunta abuela, le tenia mucho cariño. La parte izquierda de la figura estaba bien, pero la parte derecha del rostro de aquella figura se había roto.
Coloque la figura en un escáner que me indico que la figura era simétrica, eso quería decir que podía sacar un molde exacto de aquella parte y después restaurar la parte estropeada dejándola como si fuera nueva. Cuando se lo dije a aquella mujer se puso a reír y a saltar llena de felicidad, verla así me hizo muy feliz. Entonces mi fijé como miro mi tobillo y creí que ahí, todo se había acabado.
• Si prefieres ir a otro restaurador lo entenderé – dije bastante abatida.
• Sé perfectamente quién eres y lo que has hecho, pero también sé que eres la mejor restauradora de obras de arte, eso es lo que necesito – dijo aquella mujer con una gran sonrisa.
• Tú lo sabes todo de mí, pero yo no sé cómo te llamas.
• Alba – qué nombre tan bonito pensé.
• Igual te parece muy atrevido, pero algún día me gustaría invitarte a un café en la cafetería de enfrente.
• ¿Por qué en aquella cafetería y no en otra? – pregunto Alba intrigada.
• Porque esta pulsera que llevo en el tobillo se pondrá a pitar si voy más adelante.
Alba me miro sonriente, diciéndome que me aceptaría encantada ese café, espere a que saliera del taller para empezar a saltar de alegría, sabía que estaba corriendo mucho y que tal vez no le gustaran las mujeres, pero había habido un par de señales que me decían lo contrario. Si algo había aprendido era a confiar en mi instinto, además Alba se parecía muchísimo a Simone Simons cantante de Epica, mi grupo de heavy metal preferido. Yo, sin embargo, tenía un aire a Clémentine Delauney cantante del grupo Visions Of Atlantis.
Me esmeré en restaurar aquella figura como si me fuera la vida en ello, no era una figura de un autor/a famoso, pero su creador sabía muy bien lo que se hacía. De hecho era una figura de mucha mejor calidad que muchas que estaban expuestas en los mejores museos del mundo. Alba empezó a pasarse por el taller todos los días que su trabajo se lo permitía, solía venir por la tarde después de salir de trabajar. Sabía de arte de eso no había ninguna duda, solía mirar con mucha atención como le iba dando forma a la parte de la figura que se había roto.
En una de las ocasiones, fui a coger una de las herramientas, pero no llegaba a ella, Alba cogiéndola alargo su mano para dármela. Entonces nuestras manos se tocaron, note como una conexión con Alba, su mirada me indicaba que ella también había sentido lo mismo que yo. Fue un instante, pues ella enseguida quitó su mano de la mía y desvió la mirada muy nerviosa, entonces se levantó, saliendo del taller. Eso me puso muy triste, otra posible relación que se iba al traste antes de empezar. Seguí con mi trabajo, este me permitía evadirme del mundo donde tanto había sufrido.
Tan absorta estaba en mi trabajo que no note que Alba había vuelto a entrar al taller, trayendo una bolsa con comida.
• Sara, me gustaría compensar mi comportamiento invitándote a cenar.
• No era necesario, con una disculpa hubiera sido suficiente.
• Entonces, ¿no quieres cenar conmigo? – pregunto Alba con cierta decepción.
• Claro que quiero cenar contigo, además me muero de hambre, hoy estoy sin comer.
Alba sonrió satisfecha, después de ordenar mi mesa de trabajo nos pusimos a cenar, trajo cena de un restaurante italiano que hacía unos platos increíblemente buenos. Me puse morada, durante la cena hablamos de muchas cosas, Alba se puso un poco triste y me contó que acababa de salir de una relación donde le habían sido infiel, todavía no lo había superado del todo.
• ¿Tu pareja te ha sido infiel?, al final va a ser él, el que salga perdiendo.
• Él no, ella.
Saber que le gustaban las mujeres me hizo muy feliz, estando a punto de ponerme a bailar, pero no era ni el momento ni el lugar, solo había que ver la expresión de Alba para saber el tremendo daño que le había producido la ruptura.
• Y tú, ¿tienes alguna relación?
• Yo lo que tengo es mucha mala suerte, o me enamoro de mujeres hetero o me enamoro de mujeres que no corresponden ese amor.
• Vaya dos patas para un banco que estamos hechas – dijo Alba con resignación.
Las dos nos reímos, después seguimos disfrutando de aquella deliciosa cena. Cada día que veía entrar en el taller a Alba, una gran sonrisa florecía en mi rostro. Ella era muy curiosa y le gustaba que le contara mi anterior vida como ladrona, para ella eran historias de aventura, provocado por mí, que adornaba aquellas historias, no todas fueron tan glamorosas. En muchas de ellas fui culpable indirecta de que alguien honrado perdiera su trabajo.
Algunas de esas mansiones tenían guardas de seguridad, personas que habían aceptado ese trabajo para poder pagar facturas y alimentar a su familia. Eran despedidos sin miramientos, una vez tuve la oportunidad de conocer a una de esas personas y no fue nada agradable. Al enterarme de su despido decidí interceder por él, pagando yo el alquiler como compensación. Me tiro el dinero a la cara, prefirió quedarse en la calle que aceptar la limosna de la persona que había precipitado su despido.
No lo culpe, tal vez yo hubiera actuado de la misma manera, después está el periodo en el que estuve presa. Fueron los cinco años más largos de mi vida, sabía defenderme, pero era imposible pelear contra diez presas que habían sido contratadas para hacerme la vida imposible. Con el beneplácito de las guardias que miraban para otro lado, amenazas, palizas, apuñalamientos, una vez intentaron violarme, pero ahí luche con uñas y dientes a muerte. Prefería morir a dejar que ultrajaran mi cuerpo, creo que ese fue el límite, pues las guardias no miraron para otro lado en esta ocasión.
Después de eso decretaron mi aislamiento, me pasé el resto de la condena en una celda sola, con media hora al día que me dejaban pasear por el patio. Esa media hora era vida para mí, aunque estuviera sola, poder mirar el cielo, algo que hacemos todos los días sin darle importancia se convirtió en algo primordial en mi vida. Incluso los días nublados y lluviosos me sacaban una sonrisa, día tras día la celda se hacía más pequeña, incluso llegué a intentar suicidarme, pero volver con las presas no era una opción.
Las guardias sabían que de devolverme al módulo de presos comunes, terminaría muerta tarde o temprano. Recuerdo perfectamente el día que salí por la puerta de aquella cárcel, incluso el localizador que me habían puesto en el tobillo como si fuera un grillete me parecía bonito. Cuando la puerta se abrió, mire al frente, tierra y más tierra sin final, llore de felicidad y empecé a correr hasta que mi cuerpo no pudo correr más. Fue mi padre quien me cogió en brazos y me metió en la parte trasera del coche.
Alba en ese momento no era consciente de lo que su compañía significaba para mí, ante mi tenia a una mujer preciosa a la que yo le gustaba, pero algo dentro de mí, seguía desconfiando. Todo estaba saliendo demasiado bien, mi cuerpo y mi mente temían a que en cualquier momento todo saltara por los aires. Por primera vez en mi vida decidí ignorarlo, disfrutar del momento, si tenía que salir mal que me quitaran lo bailado. Poco a poco fui dándole forma a la figura, me esmeré en ello, adoraba mi trabajo, si no me hiciera falta el dinero lo haría gratis.
Espere a que llegara el día del cumpleaños de Alba para terminar el trabajo, lo metí en una preciosa caja de Caoba. Aquella noche íbamos a salir a celebrar su cumpleaños, cuando entro en el taller, casi se me cae la caja al suelo. Venía con un precioso vestido de color rojo con zapatos a juego, yo tenia puesto el pantalón y la camiseta roída que usaba para trabajar, pero en mi casa había dejado preparado un precioso vestido de color negro.
Cuando le entregue la caja, sus manos temblaban, hasta ese momento no fui consciente de lo importante que era esa figura que le regalo su abuela. Cuando abrió la caja y vio la figura dejo la caja sobre la mesa y después de abrazarme empezó a llorar.
• Muchas gracias Sara, no eres consciente de lo que ha significado ver esta figura como el día en que mi abuela me la regalo.
• No tienes que darme las gracias mujer, para mí ha sido todo un placer.
No lo vi venir, Alba acerco sus labios a los míos y me dio un beso que me hizo temblar. Era mucho mejor de lo que había soñado, imagine ese primer beso un millón de veces en mi mente, tengo que decir que la realidad supero a la ficción. Le pedí que me acompañara a casa, vivía en frente del museo. Mi casa no era muy grande, pero para mí era más que suficiente, estaba muy bien decorada tengo que decir. Alba miró todos los cuadros y figuras que adornaban mi salón.
Los cuadros eran falsos, pero el pintor que los realizo digamos que era el que hacía las falsificaciones que yo dejaba en el lugar del cuadro original. Entre en mi cuarto, deje la puerta abierta a propósito. Me empecé a desnudar dándole la espalda, tengo un cuerpo bonito, que mantengo haciendo ejercicio todos los días, mis pechos son pequeños, pero con unos grandes pezones. Mi parte fuerte es mi culo, me di cuenta al mirar al espejo y ver el reflejo de Alba relamiéndose mientras no dejaba de mirarlo.
Escogí muy cuidadosamente la ropa interior que iba a ponerme, por el reflejo pude comprobar que a Alba le parecía tan buena elección como me pareció a mí, después cogí el vestido y fui poniéndomelo poco a poco.
Una vez que lo tuve puesto la llame para que me ayudara a subirme la cremallera.
• ¿Me echas una mano Alba?
Pude notar el aliento de Alba en mi cuello, como le temblaban las manos al intentar subir la cremallera, me sentí tentada en coger a Alba y comérmela enterita, pero para todo habría tiempo, quería que aquella pelirroja que me tenia loca, tuviera una noche inolvidable. Cenamos en un restaurante que me recomendó mi padre, era un hombre con un muy buen gusto, aunque se empeñaba en demostrar lo contrario. Alba se quedó con la boca abierta al entrar en él, por fuera, daba la impresión de ser un tugurio, pero era entrar por la puerta y el restaurante se transformaba como en el cuento, de patito feo a cisne.
La comida era exquisita, lo más sorprendente era que era muy asequible para la buena comida que daban. No eran platos tan abstractos como los que servían en los restaurantes de moda, era comida de toda la vida, pero muy bien preparada y siempre con una sonrisa. Conocía muy bien a los dueños de ese restaurante, años atrás me contrataron para que recuperara un cuadro que perteneció a su abuelo, después de la segunda guerra mundial se perdió, años después termino en la colección de un hombre de dudosa reputación.
Para ellos sus empleados eran su familia, así eran como los trataban, nos llevaron a la mesa que había reservado, era una mesa discreta que nos proporcionaba intimidad. Nunca me importo que me vieran besando a otra mujer, pero reconozco que prefiero hacerlo sin miradas inquisitorias clavándose en mi espalda. La charla fue muy agradable, me contó que por fin había cumplido uno de sus sueños, este no era otro que trabajar junto a sus padres que eran unas eminencias en el mundo científico.
Alba había sido contratada en la misma farmacéutica que trabajaban sus padres, me alegre por ella, eso solo hasta que Alba dijo el nombre de esa farmacéutica Belerofonte. Ese nombre hizo que mi semblante cambiara, conocía muy bien al dueño de esa farmacéutica, fue uno de los empresarios que me contrataron para robar en el robo que me llevo a la cárcel. Ese hombre no era trigo limpio, en vez de llamarse farmacéutica, Belerofonte, tendría que haberse llamado farmacéutica Quimera.
A Alba se le veía muy ilusionada, yo no tenia pruebas contra aquel hombre, pero decidí advertirla.
• Alba, prométeme que tendrás cuidado.
• ¿Por qué lo dices?
• Porque sé perfectamente de qué pie cojea tu jefe.
• ¿De qué lo conoces?
• Es uno de los que me contrato la noche que fui detenida, tú solo prométeme que estarás atenta a cualquier cosa extraña.
Alba veía que no le estaba tomando el pelo, en su rostro también podía intuir que ya había presenciado cosas extrañas, tomo aire y me contó.
• Me han contratado para ayudar a crear una vacuna para una nueva bacteria que acaba de ser descubierta.
• ¿Por qué es tan extraño?
• Porque es una bacteria que ataca al ganado, no se ha documentado ningún contagio en los humanos.
• ¿Si un humano se contagiara?
• Moriría sin una vacuna, ningún antibiótico es lo suficiente potente, este funciona igual que el Tétanos, soltando una toxina, solo que esta bacteria contamina los órganos vitales.
• Dices que es imposible que contagia a la especie humana, ¿verdad?
• A no ser que sea genéticamente modificada, así es.
• ¿Tú podrías saber si la bacteria ha sido genéticamente modificada?
• No, de momento no tengo acceso a esos datos.
• ¿Y tus padres?
• Sí, pero no creo que quieran poner su reputación en entredicho.
• Alba, si ves algo raro, no dudes en contármelo, esa gente tiene un hambre voraz, por el dinero y el poder.
• Sara me estás preocupando, ¿pasa algo?
• Nada, mi padre es policía y al final ha conseguido que se me pegue algo de él – dije mientras me reía, eso relajo el ambiente.
No me fiaba ni un pelo de esa farmacéutica, hablaré con mi padre para que me ayude con esto, una bacteria que puede ser modificada genéticamente, una vacuna, que mal suena esto. Decidí dejarlo ahí, terminamos de cenar, me levante y acercando mis labios a los suyos la bese. Algunos nos miraban con asco, otros con envidia, la verdad es que me dio igual, esos labios eran adictivos y me gustaba besarlos. Una vez pague la cena fuimos a coger un taxi.
Alba quería ir a una discoteca donde se juntaban todos los hijos de los ricachones de la ciudad, decían que había que pagar la entrada, esta salía por el ojo de la cara. Iba a ser una noche interesante, yo siendo amante del heavy metal, me iba a adentrar en la cueva del enemigo. Cuando llegamos había cola por entrar, me puse a pensar que todos los que estábamos allí éramos imbéciles, en cualquier garito servían cerveza y no había que pagar por entrar. Alba me agarro del brazo besándome, había perdido la guerra completamente, deje que me arrastrara a aquel infierno.
Una vez dentro tengo que admitirlo, el sitio no estaba nada mal, la música era horrible, pero el local era grande, suficiente para poder moverte por el lugar sin problemas aunque estuviera lleno de gente. Llegamos a una barra interminable, pedimos dos cervezas, Alba era de las mías, para salir de juerga, nada como la cerveza, el único inconveniente es que te pasas toda la noche meando, Alba me miro y me dijo.
• Vamos a la pista de baile Sara.
• ¿Tú estás segura? – joder con estos tacones le iba a hacer polvo los pies.
Ella mirándome sonriente me dijo que sí, menuda incauta, no sabía la que le venía encima. Bailando soy torpe no, lo siguiente, pero habiendo tanta gente alrededor, pasaría desapercibida, eso me decía a mí misma. Llegamos a la pista, empezaba el show, Alba se movía con movimientos felinos, no podía dejar de mirarla y eso me ayudo a perder la poca vergüenza que todavía albergaba mi cuerpo. Llego un momento que me dije a mí misma que me dejaría llevar y eso hice, todo fue bien, divirtiéndonos y riéndonos, pero siempre tiene que haber alguien con la vocación de joder al personal.
Mientras hacía mil esfuerzos para bailar con los zapatos puestos y no morir en el intento, note como alguien muy corpulento me empujaba a un lado con fuerza. De no ser porque había mucha gente, chocándome con ellos hubiera terminado en el suelo, después de disculparme me dirigí al cromañón y le dije.
• ¿Te has perdido cromañón?, la salida está por allí.
• Venga ahueca el ala y deja que tu amiga se divierta con un hombre de verdad.
• Amiga no, ¡novia!
Vi como Alba sonreía al escuchar lo de novia, el cromañón frunció el ceño y dijo.
• ¿Eres una lamé almejas pelirroja?, seguro que prefieres comerte mi polla, antes que la almeja de la escuálida está.
Según el cromañón iba terminando la frase Alba empezó a echar el brazo para atrás, menudo ostión le arreo, se escuchó perfectamente y eso que la música estaba a tope. Alba le dio tan fuerte que se hizo daño y todo, el cromañón una vez que se recuperó empezó a echar espuma por la boca, se fue a arrancar contra Alba, pero posando mi mano sobre su hombro, empecé a ejercer presión sobre su clavícula. El musculitos se paró en seco empezando a quejarse, fui aumentando la presión paulatinamente, mientras eso ocurría el cromañón poco a poco fue hincando la rodilla.
Parte de mi adiestramiento como ladrona fue practicar la escalada, era muy buena, mis manos podían ejercer mucha presión.
• Musculitos, más te abría valido irte para la salida como te dije.
• ¡Suéltame escuchimizada de mierda, o te arrepentirás!
• Esas tenemos, ¿eh?
No me gusta que me amenacen y menos un musculitos como este, apreté con todas mis fuerzas hasta que note como su clavícula se hacía añicos. Después de eso le solté, durante unos instantes me había convertido en la Sara que tuve que ser en la cárcel, no me gustaba esa parte de mí. Mire con miedo a Alba, había visto una parte de mí que no había vuelto a salir desde que salí de prisión. Alba no estaba enfadada conmigo, sino con ese ser carente de educación.
• Alba yo…
• No te disculpes Sara, si no me llego hacer daño en el codo le hubiera soltado otra a este neandertal – estaba realmente enfadada.
Solo se me ocurrió besarla para que se centrara en mí y dejara de centrarse en ese infra ser, mientras nos besábamos se lo llevaron, pensé que nuestra noche en esa discoteca se había acabado, pero no fue así. Un hombre impecablemente vestido se acercó y después de disculparse con nosotras nos invitó a unas consumiciones. Alba era una mujer de carácter, como a mí me gustaban, el único problema era que yo tampoco me quedaba corta.
Después de acabar las consumiciones decidimos que era hora de marcharnos para terminar la noche disfrutando la una de la otra. Salimos de la discoteca cogidas de la mano, riendo, después de mucho tiempo era feliz de verdad. Cerca había un pequeño hotel, no era muy grande, una habitación limpia era suficiente para nosotras. Entramos raudas y pedimos una habitación con demasiado entusiasmo, la mujer que nos atendió nos miraba de forma extraña, pero al ver la propina, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y todo fueron amabilidades.
Mientras subíamos las escaleras al primer piso, no podía dejar de mirar la figura que se dibujaba en el vestido de Alba. Tenia el tanga empapado, corría el riesgo de que mis flujos empezaran a resbalar por mis piernas. Por fin llegamos a la habitación, no nos fijamos si era bonita, fea. Alba se quitó el vestido quedándose con un diminuto tanga rojo y los zapatos, acerque mi boca a la suya y lleve mi mano hacia su coñito. Empecé a tocarlo por encima del tanga, la tela estaba tan empapada como la mía.
Las dos parecíamos enfebrecidas, mordí su labio mientras hacía a un lado su tanga para meter dos dedos en su encharcado coñito. Entraron como cuchillo caliente en mantequilla, Alba se dejó hacer, mire sus rosados pezones erectos y empecé a chuparlos. Alba tuvo que apoyar su espalda en la puerta para no caerse del placer que estaba sintiendo, entre gemido y gemido me pedía más. La miré a los ojos, mientras iba pasando mi lengua por su estomago hasta llegar a su coñito.
Su olor y calidez me tenían embriagada, era el néctar de los dioses y pensaba degustarlo con gula. Alba al notar como mi lengua iba surcando su rajita apoyo sus manos en mi cabeza, Tenia el coñito más hermoso y perfecto que hubiera visto jamás. No pude evitar que las lágrimas recorrieran mi rostro, los gemidos de Alba cada vez fueron más fuertes, hasta que llego a un atronador orgasmo. Cuando aparte mi rostro de su coñito, tenia toda la cara llena de flujos, ella me tendió la mano, acerco su boca a mi rostro y empezó a lamer sus propios flujos, eso todavía me puso más caliente de lo que ya estaba.
Cociéndome de la mano me llevo hasta la cama, me tumbo sobre esta, ella se colocó de tal manera que yo pudiera seguir disfrutando de su coñito y haciéndola disfrutar a ella. Al notar el aliento de Alba sobre mi coñito, casi consigue que me corra. Eso no me había pasado en la vida, para mí no fue un problema, demostraba que mis sentimientos por ella eran profundos y sinceros. Lo mejor vino cuando note como su lengua jugaba con mi clítoris, la sensación era como si encadenara un orgasmo tras orgasmo. Jamás en mi vida había sentido tanto placer.
Mi corazón iba a tope y me faltaba el aliento, pensé que me moriría esa noche, pero sería la muerte más dulce. No había gritado un orgasmo en mi vida, pero esta vez lo grité a pleno pulmón, Alba me miro con una sonrisa y me beso. Sus labios olían y sabían a mí, eso me espoleo colaborando plenamente. Alba abrió sus piernas y pasando sus brazos por mi espalda me atrajo a ella, hasta que mi coñito se tocó con el suyo. Había escuchado de esta práctica, pero jamás la había probado. No podía haber sido con nadie mejor, Alba empezó a rozar su coñito con el mío.
Al principio fue una sensación extraña, pero pronto esa sensación se convirtió en mucho placer para las dos. Cada vez movíamos nuestras caderas con más ímpetu, tanto que el cabecero empezó a golpear la pared. Cuando llegamos al orgasmo el golpe fue tan fuerte que creímos que habíamos tirado la pared al suelo.
Agotadas, con la respiración todavía agitadas empezamos a reírnos, la sonrisa se nos cortó cuando la dueña del hotel nos tocó la puerta para ver si estábamos bien.
• Menos mal que no ha abierto la puerta – dije mientras reía.
• Sí, si menudo corte.
Las dos nos miramos y empezamos a reírnos, teníamos intención de ir a la ducha, pero Alba y yo hicimos la cucharita hasta quedarnos profundamente dormidas. A la mañana siguiente nos duchamos, momento que utilizamos para seguir dándonos amor la una a la otra, después de vestirnos decidimos que mejor desayunábamos en otra parte. Más cuando llegamos a recepción y todos se nos quedaron mirando, no he pasado tanta vergüenza en mi vida. Alba se lo tomo mejor que yo, saludo a todos los presente con mucha educación, yo hice lo mismo pero con la cabeza agachada.
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