Entre la espada y la pared

berserk37

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Entre la espada y la pared (Relato lesbico)

Me llamo Sara, me encuentro en la azotea de un edificio, que se encuentra en frente del hospital donde está ingresada el amor de mi vida Alba. En el pasado fui una famosa ladrona, pero me detuvieron, siendo condenada a diez años de cárcel. El policía que me detuvo fue mi padre. Si pensáis que lo odio o quiero vengarme de él, podéis ir olvidándolo. De no ser porque aquella noche me detuvo, hubiera terminado muerta y jamás hubiera conocido a Alba.

El robo de aquella noche era una trampa, todo mi ser me advertía que era una trampa, pero mi orgullo me decía que yo podía con todo, en los años que estuve en la cárcel tuve tiempo de visualizar aquel robo en mi mente, teniendo que reconocer que no hubiera sobrevivido. Yo era el chivo expiatorio y los muertos no pueden declarar. A los cinco años mi padre me consiguió un permiso para trabajar en un museo como restauradora de obras de arte.

Os preguntaréis que majadero contrata a una ladrona para trabajar en un museo, ¿verdad?, el hombre que me contrato era el mejor amigo de mi padre, además de que sabía de primera mano que era una de las mejores restauradoras del mundo. Yo siempre robé a personas ricas que compraban obras de arte en el mercado negro, algunas de esas obras terminaban en manos de sus legítimos dueños y otras en museos para que todo el mundo pudiera admirarlas.

Como todavía me quedaban cinco años, mi padre consiguió que me pusieran un localizador en el tobillo, ese localizador me permitía moverme dentro de unos kilómetros a la redonda en la ciudad. Por suerte, el hospital donde se encontraba Alba, quedaba dentro de ese margen, de todas maneras como estaba en cuidados intensivos, solo se le podía visitar una media hora al día, mi padre y yo nos turnábamos para que Alba no estuviese sola.

Alba no tenia familia, ella trabajaba junto a sus padres en la misma farmacéutica, estos murieron en el mismo accidente que la dejo a ella al borde de la muerte. Entre lágrimas recordé como nos conocimos. Me encontraba en mi taller de trabajo quejándome de lo mucho que me estorbaba el localizador en el tobillo, cuando entro por la puerta del taller era, la perfección hecha mujer.

Me quede totalmente embobada mirándola, por suerte tenia una de las herramientas en mis manos, esta acabo en el suelo, si llega a ser una de las obras de arte hubiera terminado otra vez en la cárcel de cabeza. Aquella mujer me sonrió, enseñándome una figura, por lo que parecía era una figura que le regalo su difunta abuela, le tenia mucho cariño. La parte izquierda de la figura estaba bien, pero la parte derecha del rostro de aquella figura se había roto.

Coloque la figura en un escáner que me indico que la figura era simétrica, eso quería decir que podía sacar un molde exacto de aquella parte y después restaurar la parte estropeada dejándola como si fuera nueva. Cuando se lo dije a aquella mujer se puso a reír y a saltar llena de felicidad, verla así me hizo muy feliz. Entonces mi fijé como miro mi tobillo y creí que ahí, todo se había acabado.

• Si prefieres ir a otro restaurador lo entenderé – dije bastante abatida.
• Sé perfectamente quién eres y lo que has hecho, pero también sé que eres la mejor restauradora de obras de arte, eso es lo que necesito – dijo aquella mujer con una gran sonrisa.
• Tú lo sabes todo de mí, pero yo no sé cómo te llamas.
• Alba – qué nombre tan bonito pensé.
• Igual te parece muy atrevido, pero algún día me gustaría invitarte a un café en la cafetería de enfrente.
• ¿Por qué en aquella cafetería y no en otra? – pregunto Alba intrigada.
• Porque esta pulsera que llevo en el tobillo se pondrá a pitar si voy más adelante.

Alba me miro sonriente, diciéndome que me aceptaría encantada ese café, espere a que saliera del taller para empezar a saltar de alegría, sabía que estaba corriendo mucho y que tal vez no le gustaran las mujeres, pero había habido un par de señales que me decían lo contrario. Si algo había aprendido era a confiar en mi instinto, además Alba se parecía muchísimo a Simone Simons cantante de Epica, mi grupo de heavy metal preferido. Yo, sin embargo, tenía un aire a Clémentine Delauney cantante del grupo Visions Of Atlantis.

Me esmeré en restaurar aquella figura como si me fuera la vida en ello, no era una figura de un autor/a famoso, pero su creador sabía muy bien lo que se hacía. De hecho era una figura de mucha mejor calidad que muchas que estaban expuestas en los mejores museos del mundo. Alba empezó a pasarse por el taller todos los días que su trabajo se lo permitía, solía venir por la tarde después de salir de trabajar. Sabía de arte de eso no había ninguna duda, solía mirar con mucha atención como le iba dando forma a la parte de la figura que se había roto.

En una de las ocasiones, fui a coger una de las herramientas, pero no llegaba a ella, Alba cogiéndola alargo su mano para dármela. Entonces nuestras manos se tocaron, note como una conexión con Alba, su mirada me indicaba que ella también había sentido lo mismo que yo. Fue un instante, pues ella enseguida quitó su mano de la mía y desvió la mirada muy nerviosa, entonces se levantó, saliendo del taller. Eso me puso muy triste, otra posible relación que se iba al traste antes de empezar. Seguí con mi trabajo, este me permitía evadirme del mundo donde tanto había sufrido.

Tan absorta estaba en mi trabajo que no note que Alba había vuelto a entrar al taller, trayendo una bolsa con comida.

• Sara, me gustaría compensar mi comportamiento invitándote a cenar.
• No era necesario, con una disculpa hubiera sido suficiente.
• Entonces, ¿no quieres cenar conmigo? – pregunto Alba con cierta decepción.
• Claro que quiero cenar contigo, además me muero de hambre, hoy estoy sin comer.

Alba sonrió satisfecha, después de ordenar mi mesa de trabajo nos pusimos a cenar, trajo cena de un restaurante italiano que hacía unos platos increíblemente buenos. Me puse morada, durante la cena hablamos de muchas cosas, Alba se puso un poco triste y me contó que acababa de salir de una relación donde le habían sido infiel, todavía no lo había superado del todo.

• ¿Tu pareja te ha sido infiel?, al final va a ser él, el que salga perdiendo.
• Él no, ella.

Saber que le gustaban las mujeres me hizo muy feliz, estando a punto de ponerme a bailar, pero no era ni el momento ni el lugar, solo había que ver la expresión de Alba para saber el tremendo daño que le había producido la ruptura.

• Y tú, ¿tienes alguna relación?
• Yo lo que tengo es mucha mala suerte, o me enamoro de mujeres hetero o me enamoro de mujeres que no corresponden ese amor.
• Vaya dos patas para un banco que estamos hechas – dijo Alba con resignación.

Las dos nos reímos, después seguimos disfrutando de aquella deliciosa cena. Cada día que veía entrar en el taller a Alba, una gran sonrisa florecía en mi rostro. Ella era muy curiosa y le gustaba que le contara mi anterior vida como ladrona, para ella eran historias de aventura, provocado por mí, que adornaba aquellas historias, no todas fueron tan glamorosas. En muchas de ellas fui culpable indirecta de que alguien honrado perdiera su trabajo.

Algunas de esas mansiones tenían guardas de seguridad, personas que habían aceptado ese trabajo para poder pagar facturas y alimentar a su familia. Eran despedidos sin miramientos, una vez tuve la oportunidad de conocer a una de esas personas y no fue nada agradable. Al enterarme de su despido decidí interceder por él, pagando yo el alquiler como compensación. Me tiro el dinero a la cara, prefirió quedarse en la calle que aceptar la limosna de la persona que había precipitado su despido.

No lo culpe, tal vez yo hubiera actuado de la misma manera, después está el periodo en el que estuve presa. Fueron los cinco años más largos de mi vida, sabía defenderme, pero era imposible pelear contra diez presas que habían sido contratadas para hacerme la vida imposible. Con el beneplácito de las guardias que miraban para otro lado, amenazas, palizas, apuñalamientos, una vez intentaron violarme, pero ahí luche con uñas y dientes a muerte. Prefería morir a dejar que ultrajaran mi cuerpo, creo que ese fue el límite, pues las guardias no miraron para otro lado en esta ocasión.

Después de eso decretaron mi aislamiento, me pasé el resto de la condena en una celda sola, con media hora al día que me dejaban pasear por el patio. Esa media hora era vida para mí, aunque estuviera sola, poder mirar el cielo, algo que hacemos todos los días sin darle importancia se convirtió en algo primordial en mi vida. Incluso los días nublados y lluviosos me sacaban una sonrisa, día tras día la celda se hacía más pequeña, incluso llegué a intentar suicidarme, pero volver con las presas no era una opción.

Las guardias sabían que de devolverme al módulo de presos comunes, terminaría muerta tarde o temprano. Recuerdo perfectamente el día que salí por la puerta de aquella cárcel, incluso el localizador que me habían puesto en el tobillo como si fuera un grillete me parecía bonito. Cuando la puerta se abrió, mire al frente, tierra y más tierra sin final, llore de felicidad y empecé a correr hasta que mi cuerpo no pudo correr más. Fue mi padre quien me cogió en brazos y me metió en la parte trasera del coche.

Alba en ese momento no era consciente de lo que su compañía significaba para mí, ante mi tenia a una mujer preciosa a la que yo le gustaba, pero algo dentro de mí, seguía desconfiando. Todo estaba saliendo demasiado bien, mi cuerpo y mi mente temían a que en cualquier momento todo saltara por los aires. Por primera vez en mi vida decidí ignorarlo, disfrutar del momento, si tenía que salir mal que me quitaran lo bailado. Poco a poco fui dándole forma a la figura, me esmeré en ello, adoraba mi trabajo, si no me hiciera falta el dinero lo haría gratis.

Espere a que llegara el día del cumpleaños de Alba para terminar el trabajo, lo metí en una preciosa caja de Caoba. Aquella noche íbamos a salir a celebrar su cumpleaños, cuando entro en el taller, casi se me cae la caja al suelo. Venía con un precioso vestido de color rojo con zapatos a juego, yo tenia puesto el pantalón y la camiseta roída que usaba para trabajar, pero en mi casa había dejado preparado un precioso vestido de color negro.

Cuando le entregue la caja, sus manos temblaban, hasta ese momento no fui consciente de lo importante que era esa figura que le regalo su abuela. Cuando abrió la caja y vio la figura dejo la caja sobre la mesa y después de abrazarme empezó a llorar.

• Muchas gracias Sara, no eres consciente de lo que ha significado ver esta figura como el día en que mi abuela me la regalo.
• No tienes que darme las gracias mujer, para mí ha sido todo un placer.

No lo vi venir, Alba acerco sus labios a los míos y me dio un beso que me hizo temblar. Era mucho mejor de lo que había soñado, imagine ese primer beso un millón de veces en mi mente, tengo que decir que la realidad supero a la ficción. Le pedí que me acompañara a casa, vivía en frente del museo. Mi casa no era muy grande, pero para mí era más que suficiente, estaba muy bien decorada tengo que decir. Alba miró todos los cuadros y figuras que adornaban mi salón.

Los cuadros eran falsos, pero el pintor que los realizo digamos que era el que hacía las falsificaciones que yo dejaba en el lugar del cuadro original. Entre en mi cuarto, deje la puerta abierta a propósito. Me empecé a desnudar dándole la espalda, tengo un cuerpo bonito, que mantengo haciendo ejercicio todos los días, mis pechos son pequeños, pero con unos grandes pezones. Mi parte fuerte es mi culo, me di cuenta al mirar al espejo y ver el reflejo de Alba relamiéndose mientras no dejaba de mirarlo.

Escogí muy cuidadosamente la ropa interior que iba a ponerme, por el reflejo pude comprobar que a Alba le parecía tan buena elección como me pareció a mí, después cogí el vestido y fui poniéndomelo poco a poco.

Una vez que lo tuve puesto la llame para que me ayudara a subirme la cremallera.

• ¿Me echas una mano Alba?

Pude notar el aliento de Alba en mi cuello, como le temblaban las manos al intentar subir la cremallera, me sentí tentada en coger a Alba y comérmela enterita, pero para todo habría tiempo, quería que aquella pelirroja que me tenia loca, tuviera una noche inolvidable. Cenamos en un restaurante que me recomendó mi padre, era un hombre con un muy buen gusto, aunque se empeñaba en demostrar lo contrario. Alba se quedó con la boca abierta al entrar en él, por fuera, daba la impresión de ser un tugurio, pero era entrar por la puerta y el restaurante se transformaba como en el cuento, de patito feo a cisne.

La comida era exquisita, lo más sorprendente era que era muy asequible para la buena comida que daban. No eran platos tan abstractos como los que servían en los restaurantes de moda, era comida de toda la vida, pero muy bien preparada y siempre con una sonrisa. Conocía muy bien a los dueños de ese restaurante, años atrás me contrataron para que recuperara un cuadro que perteneció a su abuelo, después de la segunda guerra mundial se perdió, años después termino en la colección de un hombre de dudosa reputación.

Para ellos sus empleados eran su familia, así eran como los trataban, nos llevaron a la mesa que había reservado, era una mesa discreta que nos proporcionaba intimidad. Nunca me importo que me vieran besando a otra mujer, pero reconozco que prefiero hacerlo sin miradas inquisitorias clavándose en mi espalda. La charla fue muy agradable, me contó que por fin había cumplido uno de sus sueños, este no era otro que trabajar junto a sus padres que eran unas eminencias en el mundo científico.

Alba había sido contratada en la misma farmacéutica que trabajaban sus padres, me alegre por ella, eso solo hasta que Alba dijo el nombre de esa farmacéutica Belerofonte. Ese nombre hizo que mi semblante cambiara, conocía muy bien al dueño de esa farmacéutica, fue uno de los empresarios que me contrataron para robar en el robo que me llevo a la cárcel. Ese hombre no era trigo limpio, en vez de llamarse farmacéutica, Belerofonte, tendría que haberse llamado farmacéutica Quimera.

A Alba se le veía muy ilusionada, yo no tenia pruebas contra aquel hombre, pero decidí advertirla.

• Alba, prométeme que tendrás cuidado.
• ¿Por qué lo dices?
• Porque sé perfectamente de qué pie cojea tu jefe.
• ¿De qué lo conoces?
• Es uno de los que me contrato la noche que fui detenida, tú solo prométeme que estarás atenta a cualquier cosa extraña.

Alba veía que no le estaba tomando el pelo, en su rostro también podía intuir que ya había presenciado cosas extrañas, tomo aire y me contó.

• Me han contratado para ayudar a crear una vacuna para una nueva bacteria que acaba de ser descubierta.
• ¿Por qué es tan extraño?
• Porque es una bacteria que ataca al ganado, no se ha documentado ningún contagio en los humanos.
• ¿Si un humano se contagiara?
• Moriría sin una vacuna, ningún antibiótico es lo suficiente potente, este funciona igual que el Tétanos, soltando una toxina, solo que esta bacteria contamina los órganos vitales.
• Dices que es imposible que contagia a la especie humana, ¿verdad?
• A no ser que sea genéticamente modificada, así es.
• ¿Tú podrías saber si la bacteria ha sido genéticamente modificada?
• No, de momento no tengo acceso a esos datos.
• ¿Y tus padres?
• Sí, pero no creo que quieran poner su reputación en entredicho.
• Alba, si ves algo raro, no dudes en contármelo, esa gente tiene un hambre voraz, por el dinero y el poder.
• Sara me estás preocupando, ¿pasa algo?
• Nada, mi padre es policía y al final ha conseguido que se me pegue algo de él – dije mientras me reía, eso relajo el ambiente.

No me fiaba ni un pelo de esa farmacéutica, hablaré con mi padre para que me ayude con esto, una bacteria que puede ser modificada genéticamente, una vacuna, que mal suena esto. Decidí dejarlo ahí, terminamos de cenar, me levante y acercando mis labios a los suyos la bese. Algunos nos miraban con asco, otros con envidia, la verdad es que me dio igual, esos labios eran adictivos y me gustaba besarlos. Una vez pague la cena fuimos a coger un taxi.

Alba quería ir a una discoteca donde se juntaban todos los hijos de los ricachones de la ciudad, decían que había que pagar la entrada, esta salía por el ojo de la cara. Iba a ser una noche interesante, yo siendo amante del heavy metal, me iba a adentrar en la cueva del enemigo. Cuando llegamos había cola por entrar, me puse a pensar que todos los que estábamos allí éramos imbéciles, en cualquier garito servían cerveza y no había que pagar por entrar. Alba me agarro del brazo besándome, había perdido la guerra completamente, deje que me arrastrara a aquel infierno.

Una vez dentro tengo que admitirlo, el sitio no estaba nada mal, la música era horrible, pero el local era grande, suficiente para poder moverte por el lugar sin problemas aunque estuviera lleno de gente. Llegamos a una barra interminable, pedimos dos cervezas, Alba era de las mías, para salir de juerga, nada como la cerveza, el único inconveniente es que te pasas toda la noche meando, Alba me miro y me dijo.

• Vamos a la pista de baile Sara.
• ¿Tú estás segura? – joder con estos tacones le iba a hacer polvo los pies.

Ella mirándome sonriente me dijo que sí, menuda incauta, no sabía la que le venía encima. Bailando soy torpe no, lo siguiente, pero habiendo tanta gente alrededor, pasaría desapercibida, eso me decía a mí misma. Llegamos a la pista, empezaba el show, Alba se movía con movimientos felinos, no podía dejar de mirarla y eso me ayudo a perder la poca vergüenza que todavía albergaba mi cuerpo. Llego un momento que me dije a mí misma que me dejaría llevar y eso hice, todo fue bien, divirtiéndonos y riéndonos, pero siempre tiene que haber alguien con la vocación de joder al personal.

Mientras hacía mil esfuerzos para bailar con los zapatos puestos y no morir en el intento, note como alguien muy corpulento me empujaba a un lado con fuerza. De no ser porque había mucha gente, chocándome con ellos hubiera terminado en el suelo, después de disculparme me dirigí al cromañón y le dije.

• ¿Te has perdido cromañón?, la salida está por allí.
• Venga ahueca el ala y deja que tu amiga se divierta con un hombre de verdad.
• Amiga no, ¡novia!

Vi como Alba sonreía al escuchar lo de novia, el cromañón frunció el ceño y dijo.
• ¿Eres una lamé almejas pelirroja?, seguro que prefieres comerte mi polla, antes que la almeja de la escuálida está.

Según el cromañón iba terminando la frase Alba empezó a echar el brazo para atrás, menudo ostión le arreo, se escuchó perfectamente y eso que la música estaba a tope. Alba le dio tan fuerte que se hizo daño y todo, el cromañón una vez que se recuperó empezó a echar espuma por la boca, se fue a arrancar contra Alba, pero posando mi mano sobre su hombro, empecé a ejercer presión sobre su clavícula. El musculitos se paró en seco empezando a quejarse, fui aumentando la presión paulatinamente, mientras eso ocurría el cromañón poco a poco fue hincando la rodilla.

Parte de mi adiestramiento como ladrona fue practicar la escalada, era muy buena, mis manos podían ejercer mucha presión.

• Musculitos, más te abría valido irte para la salida como te dije.
• ¡Suéltame escuchimizada de mierda, o te arrepentirás!
• Esas tenemos, ¿eh?

No me gusta que me amenacen y menos un musculitos como este, apreté con todas mis fuerzas hasta que note como su clavícula se hacía añicos. Después de eso le solté, durante unos instantes me había convertido en la Sara que tuve que ser en la cárcel, no me gustaba esa parte de mí. Mire con miedo a Alba, había visto una parte de mí que no había vuelto a salir desde que salí de prisión. Alba no estaba enfadada conmigo, sino con ese ser carente de educación.

• Alba yo…
• No te disculpes Sara, si no me llego hacer daño en el codo le hubiera soltado otra a este neandertal – estaba realmente enfadada.

Solo se me ocurrió besarla para que se centrara en mí y dejara de centrarse en ese infra ser, mientras nos besábamos se lo llevaron, pensé que nuestra noche en esa discoteca se había acabado, pero no fue así. Un hombre impecablemente vestido se acercó y después de disculparse con nosotras nos invitó a unas consumiciones. Alba era una mujer de carácter, como a mí me gustaban, el único problema era que yo tampoco me quedaba corta.

Después de acabar las consumiciones decidimos que era hora de marcharnos para terminar la noche disfrutando la una de la otra. Salimos de la discoteca cogidas de la mano, riendo, después de mucho tiempo era feliz de verdad. Cerca había un pequeño hotel, no era muy grande, una habitación limpia era suficiente para nosotras. Entramos raudas y pedimos una habitación con demasiado entusiasmo, la mujer que nos atendió nos miraba de forma extraña, pero al ver la propina, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y todo fueron amabilidades.

Mientras subíamos las escaleras al primer piso, no podía dejar de mirar la figura que se dibujaba en el vestido de Alba. Tenia el tanga empapado, corría el riesgo de que mis flujos empezaran a resbalar por mis piernas. Por fin llegamos a la habitación, no nos fijamos si era bonita, fea. Alba se quitó el vestido quedándose con un diminuto tanga rojo y los zapatos, acerque mi boca a la suya y lleve mi mano hacia su coñito. Empecé a tocarlo por encima del tanga, la tela estaba tan empapada como la mía.

Las dos parecíamos enfebrecidas, mordí su labio mientras hacía a un lado su tanga para meter dos dedos en su encharcado coñito. Entraron como cuchillo caliente en mantequilla, Alba se dejó hacer, mire sus rosados pezones erectos y empecé a chuparlos. Alba tuvo que apoyar su espalda en la puerta para no caerse del placer que estaba sintiendo, entre gemido y gemido me pedía más. La miré a los ojos, mientras iba pasando mi lengua por su estomago hasta llegar a su coñito.

Su olor y calidez me tenían embriagada, era el néctar de los dioses y pensaba degustarlo con gula. Alba al notar como mi lengua iba surcando su rajita apoyo sus manos en mi cabeza, Tenia el coñito más hermoso y perfecto que hubiera visto jamás. No pude evitar que las lágrimas recorrieran mi rostro, los gemidos de Alba cada vez fueron más fuertes, hasta que llego a un atronador orgasmo. Cuando aparte mi rostro de su coñito, tenia toda la cara llena de flujos, ella me tendió la mano, acerco su boca a mi rostro y empezó a lamer sus propios flujos, eso todavía me puso más caliente de lo que ya estaba.

Cociéndome de la mano me llevo hasta la cama, me tumbo sobre esta, ella se colocó de tal manera que yo pudiera seguir disfrutando de su coñito y haciéndola disfrutar a ella. Al notar el aliento de Alba sobre mi coñito, casi consigue que me corra. Eso no me había pasado en la vida, para mí no fue un problema, demostraba que mis sentimientos por ella eran profundos y sinceros. Lo mejor vino cuando note como su lengua jugaba con mi clítoris, la sensación era como si encadenara un orgasmo tras orgasmo. Jamás en mi vida había sentido tanto placer.

Mi corazón iba a tope y me faltaba el aliento, pensé que me moriría esa noche, pero sería la muerte más dulce. No había gritado un orgasmo en mi vida, pero esta vez lo grité a pleno pulmón, Alba me miro con una sonrisa y me beso. Sus labios olían y sabían a mí, eso me espoleo colaborando plenamente. Alba abrió sus piernas y pasando sus brazos por mi espalda me atrajo a ella, hasta que mi coñito se tocó con el suyo. Había escuchado de esta práctica, pero jamás la había probado. No podía haber sido con nadie mejor, Alba empezó a rozar su coñito con el mío.

Al principio fue una sensación extraña, pero pronto esa sensación se convirtió en mucho placer para las dos. Cada vez movíamos nuestras caderas con más ímpetu, tanto que el cabecero empezó a golpear la pared. Cuando llegamos al orgasmo el golpe fue tan fuerte que creímos que habíamos tirado la pared al suelo.

Agotadas, con la respiración todavía agitadas empezamos a reírnos, la sonrisa se nos cortó cuando la dueña del hotel nos tocó la puerta para ver si estábamos bien.

• Menos mal que no ha abierto la puerta – dije mientras reía.
• Sí, si menudo corte.

Las dos nos miramos y empezamos a reírnos, teníamos intención de ir a la ducha, pero Alba y yo hicimos la cucharita hasta quedarnos profundamente dormidas. A la mañana siguiente nos duchamos, momento que utilizamos para seguir dándonos amor la una a la otra, después de vestirnos decidimos que mejor desayunábamos en otra parte. Más cuando llegamos a recepción y todos se nos quedaron mirando, no he pasado tanta vergüenza en mi vida. Alba se lo tomo mejor que yo, saludo a todos los presente con mucha educación, yo hice lo mismo pero con la cabeza agachada.
 
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Una vez fuera llamamos a un taxi, este dejo primero a Alba y después a mí. Jamás olvidaré la cara de asco que puso el taxista. Por suerte no vivía muy lejos de la casa de Alba y no tendría que seguir viendo esa cara de estreñido por mucho tiempo más. Durante los siguientes meses los pase en una nube, mi jefe se reía de mí diciendo que estaba tan enamorada que ya no me quejaba ni de lo incomodo que era el localizador en el tobillo. La verdad es que estaba más feliz que nunca, pero esa sensación de peligro no se terminaba de difuminar del todo.

Mi instinto me decía que algo estaba por suceder, algo malo que cambiaria mi vida y la de Alba para siempre.

ALBA

Me enamoré de Sara desde el primer momento que la vi, no sabía como acercarme y decidí romper la figura que mi abuela había regalado. Esa figura era uno de los objetos más importantes de mi vida, imaginaros las ganas que tenia de conocer a Sara. Sabía perfectamente quién era y lo que había hecho, pero mi instinto me decía que era buena persona, que podía confiar en ella. Mi instinto no fallo, Sara era amable, cariñosa, atenta y muy guapa, me costaba mirarla sin sonrojarme.

Salía agotada de trabajar, pero me era imposible no pasar por su taller para pasar un rato con ella. Eso se convirtió en una costumbre que repetí día tras día, Acababa de salir de una relación en la que me habían engañado, estaba dolida. Sara conseguía que ese dolor desapareciera las horas que pasaba con ella, laboralmente hablando las cosas no me podían ir mejor. Después de trabajar como una burra conseguí que me contratara la misma farmacéutica donde trabajaban mis padres, estos era dos científicos muy reputados.

Mi relación con ellos nunca fue fácil, si no sobrepasaba sus expectativas se sentían decepcionados conmigo, ni siquiera intentaban esconder esa decepción. Colocando cada vez más peso sobre mis hombros, pensé que este logro les acercaría más a mí rompiendo ese muro de hielo que siempre había existido entre ellos y yo. No fue así, por lo menos no como yo lo hubiera deseado. Mi cometido era comprobar los datos que los experimentos de mis padres iban arrojando, en esos momentos estaban estudiando una bacteria parecida al Tétanos, pero con una toxina mucho más peligrosa, pues esta atacaba a los órganos internos.

Era una bacteria peligrosa, pero solo para el ganado, según parecía si no se modificaba genéticamente, era inofensiva para el ser humano, por eso me pareció extraño que mis padres trabajaran en una vacuna para esa bacteria. Todo cambio la noche de mi cumpleaños, Sara sospechaba del dueño de la farmacéutica. Ella se preguntaba para qué crear una vacuna para una bacteria que no podía hacernos daño. Para los animales ya existía una vacuna que desarrollo una farmacéutica veterinaria con muy buenos resultados.

No pude evitar pensar que la intención de esta farmacéutica era crear una cepa mortal con esta bacteria, creando la vacuna para después venderla y hacerse todavía mucho más ricos. No tenia pruebas de eso, las muestras que yo analizaba no habían sido modificadas, la primera alarma se encendió al ver la preocupación en el rostro de mis padres.

Días atrás vi como el dueño de la farmacéutica hablaba con mis padres, este no parecía estar muy contento, paso a mi lado sin ni siquiera mirarme a la cara.

• Mama, papa, ¿va todo bien?
• Si hija no te preocupes, los jefes no se dan cuenta de que los resultados requieren de tiempo – dijo mi padre.

Mi madre no dijo nada, pero su rostro me decía que no me estaban contando toda la verdad. Uno de los días empecé a comprobar los datos y me di cuenta de que la bacteria no se parecía en nada a la bacteria original, los miedos de Sara se habían hecho realidad. Entonces pusieron la bacteria en una lámina de cristal, la miraron por el microscopio después echaron otro líquido que intuí que sería la vacuna que mis padres habían desarrollado y esta fue positiva. La vacuna era efectiva contra el virus, mi madre se acercó y después de entregarme un pendrive borro todos los datos que me habían mandado al ordenador.

Lo que mi madre no sabía era que el dueño de la farmacéutica espiaba aquel laboratorio, se suponía que yo no tenía que saber nada, me acababa de enterar de que esa farmacéutica acababa de crear una bacteria mortal para el ser humano con una tasa de contagio altísima. De repente las puertas se bloquearon, las alarmas de contaminación biológica empezaron a sonar, vi terror en los ojos de mis padres. Mi padre corrió hacia mí y de un empujón me metió en el cuarto donde se guardaban las vacunas, después cerro la puerta herméticamente.

Lo siguiente que vi fue una deflagración, como las llamas incineraban todo lo que tocaban. Vi como mis padres morían delante de mí, no puedo explicar con palabras lo que sentí en ese momento, por lo menos habían conseguido su objetivo que era salvarme la vida, aquel cuarto estaba diseñado para guardar vacunas y medicamentos y estaba protegido contra las llamas, pero algo me decía que el poco tiempo que había pasado en el laboratorio fue suficiente para haberme contagiado con aquella bacteria mortal.

Yo era un cabo suelto, pero sabía que esa alarma llegaba al CDC (Centro para el control de enfermedades). Hasta que estos no llegaran nadie me podía tocar, mientras llegaban intente comprobar si en ese cuarto se encontraba la vacuna para aquella bacteria. No se encontraba allí, entonces empecé a sentirme cansada, me senté en una especie de camilla. No tardaron en llegar, después de hacerme unos análisis y diversas pruebas el resultado fue positivo, estaba infectada con una bacteria con una mortalidad muy elevada.

Me trasladaron a un hospital donde los profesionales del CDC harían un seguimiento de mi enfermedad. Pedí que llamaran a Sara y su padre, no tardaron en llegar, La expresión de extrema preocupación de Sara me partía el corazón. Lo que más hubiera deseado en ese momento hubiera sido poder abrazarla y tranquilizarla diciéndole que todo salaria bien, pero me tenían aislada en una habitación en la que solo el personal sanitario podía entrar. Los familiares podían estar durante unas horas al día, verla detrás de un cristal no era lo mejor, pero me influía fuerzas para aguantar lo que venía.

A Sara y a mí nos enseñaron código Morse, de esa manera nos comunicábamos. Yo utilizaba la pinza del oxímetro para golpearla contra la barandilla de la cama. Sara usaba un bolígrafo para golpear él reposa brazos de la silla en la que se sentaba.

Intentaba por todos los medios transmitirme tranquilidad, pero podía notar su preocupación en los golpes que daba al no ser firmes. Yo estaba en las mismas condiciones, tenía una bacteria en mi cuerpo resistente a la mayoría de antibióticos. Si no usaban en mí la vacuna que mis padres habían creado moriría sin remedio. Conseguí transmitirle donde había escondido el pendrive, lo metí en un bolsillo falso de mi chaqueta.

Cree ese bolsillo para cuando quería sacar algo de casa sin que mis padres sospecharan, si me hubieran cacheado lo hubieran descubierto, pero como no pudieron hacerlo sabía que el pendrive seguiría allí. Si alguien podía recuperarlo era Sara, habían pasado varias horas y ya empezaba a tener fiebre, me dolía todo el cuerpo y me costaba respirar, empecé a cerrar mis ojos y todo se convirtió en oscuridad.

SARA

Ver a Alba en esa habitación y no poder abrazarla me partía el corazón, lo único que quería en ese momento era que mi padre me abrazara y llorar, pero sabía que con eso no arreglaría nada, el código Morse es una de las cosas más útiles que había aprendido en mi vida y me alegraba saber que Alba también lo conocía. Tenia que recuperar el pendrive, podía haberlo hecho mi padre, pero tendría que pedir permiso y rellenar papeleo, de esa manera si había policías corruptos enseguida llegaría a oídos del dueño de la farmacéutica y perderíamos nuestra ventaja.

La ropa la tenían en un laboratorio, todavía no la habían analizado, según parecía después de analizarla tenían que incinerarla para no correr riesgos. Me fijé que los expertos que entraban en ese laboratorio tenían tarjetas con distintos colores, verde, amarilla y roja. Espere un rato para comprobar cuál de ellas me proporcionaba mayor acceso, era la roja como intuía. Robe una bata, me puse unas gafas de pega que solía utilizar en el pasado y me hice un moño. Pase al lado de un hombre que no me quitaba el ojo de encima, eso era bueno. De esa manera no pondría atención a nada más, conseguí robarle la tarjeta sin que se enterara.

Para entrar a esa sala todos tenían que ponerse un traje que tenia un tubo por el que les proporcionaban el oxígeno, cogí uno y usando la tarjeta entre. Espere a que los demás salieran para poder hacer mi trabajo. Fue un momento muy tenso, pero por suerte las únicas dos personas que quedaban salieron. Me alegré de que ese traje me proporcionaba un anonimato total, con ellos puestos todos éramos iguales, pues no se distinguían los rostros. Sabía que no tenía mucho tiempo así que fui directa al bolsillo oculto del que Alba me había hablado.

El pendrive estaba allí, pero estaría contaminado, si salía con él, las alarmas saltarían y todo abría acabado. Me fijé que para salir de aquel laboratorio, teníamos que pasar por una pequeña sala donde rociaban una especie de niebla para descontaminar los trajes. Mi única salida era que aquella niebla descontaminara el pendrive sin destruirlo, no las tenía todas conmigo, ¿pero qué podía hacer?, me metí en aquella habitación, la niebla empezó a entrar por el techo.

Espere hasta que las luces pasaron de rojo a verde y salí, ninguna de las alarmas sonaron, ahora esperaba que el pendrive funcionara correctamente. Volví con mi padre que no tenía muy buena cara, pero sabía perfectamente que si queríamos salvar la vida de mi amor, las cosas se tenían que hacer a mi manera.

• Hija, sabes que soy policía, ¿verdad?
• Papa, si hacemos las cosas a tu manera, el dueño de la farmacéutica se enterará, si queremos triunfar tendrás que pasarte al lado oscuro durante un ratito.

Mi padre frunció el ceño, tenia claro que no me dejaría colgada. En el coche tenia un portátil que un amigo hacker me regalo, le había puesto una seria de programas que revisaban los archivos, si encontraban algún programa sospechoso lo destruyan sin contemplaciones. Una vez intento explicármelo, pero me sonó todo a chino.

Abrí los archivos y no entendía nada de lo que aparecía en ellos, llegue a uno en el que Alba había subrayado el nombre y el código de una vacuna. Esa era la vacuna que tenia que recuperar, la única oportunidad de volver a abrazar a Alba.

Seguía en la azotea y ya había tomado mi decisión, la vida de Alba se encontraba por encima de todo incluso de mi libertad, entonces mi padre hablo.

• ¿Vas a entrar verdad?, mis hombres lo han peinado todo, la vacuna no está allí.
• ¡Lo esta!, ¿seguro que lo habéis peinado todo?
• Bueno, lo único que no pudimos registrar fue la caja fuerte, necesitábamos una orden judicial y ningún juez vio indicios para concedérnosla.
• ¿Cómo es la caja fuerte?
• Es una caja de grado seis, como las que usan los casinos, esta además tiene sensores de presión y sensores de movimiento ocultos, esta caja está diseñada para entrar no para salir.
• Ya veo, se me ha ocurrido una idea.
• ¿Cuál?
• Esas cajas suelen tener una entrada de aire para mantener una temperatura constante, esa será mi entrada.
• Sí, pero en cuanto los detectores de detecten, esa entrada se cerrara herméticamente, encerrándote.
• Así es, en eso entrarás tú.
• No te entiendo.
• Hija, en el mejor de los casos te caerán veinticinco años y en el peor te matarán.
• Papa, si pillan a un ladrón robando, todo lo que encuentren en ese sitio pasa a ser una prueba, ¿verdad?
• Así es, en que has pensado.
• En hackear la tobillera hasta estar dentro de la caja y después volver a conectarla, de esa manera tendréis acceso a la caja fuerte sin necesidad de una orden, así sacaremos la vacuna para salvar a Alba.
• Hablaré con los superiores en los que confió, si consigo que acepten ponerte en nomina temporalmente te libraras de pasar tu juventud en prisión, pero de seis meses a un año no te los quita nadie.

• Por salvar la vida a Alba hubiera ido a la cárcel con una condena de cadena perpetua.

Mi padre se dispuso a hacer unas llamadas, yo estaba segura de que las vacunas estarían allí, una vez que todo se calmara la farmacéutica diseminaría la bacteria creando una demanda para la vacuna que los padres de Alba ya habían probado que funcionaba, es increíble como el dinero repartido correctamente acelera las cosas. La vacuna ya había sido probada en humanos con una efectividad del noventa y nueve por ciento. La venta de esas vacuazas convertirían a esa farmacéutica en la más poderosa del mundo y a su dueño en el hombre más rico del planeta.

Jamás entenderé como esta gente es capaz de dormir por las noches, cuando su riqueza se sustenta en el sufrimiento humano. Mi padre consiguió convencer a sus superiores, por suerte estos también andaban detrás de esa farmacéutica, pero jamás habían podido demostrar nada. Me dijeron que si esto era un truco y se la jugaba, me meterían en la celda más cochambrosa que encontraran, tirando la llave. Después me dijeron que no hacía falta que hackeara nada que ellos cortarían la señal hasta que yo les diera la señal, para volver a encenderla.

Me estuve preparando durante algunos días, tendría que arrastrarme por unos conductos muy estrechos, me preocupaba que en un mal movimiento pudiera quedarme atascada. No sé cómo mi padre y sus superiores lo hicieron, pero me consiguieron un plano exacto de todos los conductos que llegaban hasta la caja fuerte. Llego el día, tendría que escalar el edificio por el único punto ciego que me permitían las cámaras, una pared vertical con unos apoyos mínimos, solo podría apoyarme en las puntas de mis pies de gato y con las puntas de mis dedos.

Llegue a la farmacéutica, no tenia vigilancia humana, todo estaba automatizado. Que dependieran tanto de la tecnología era una ventaja para mí, toda tecnología tenia puntos ciegos, solo había que estudiarlos y aprovecharte de ellos. Las cámaras tenían una secuencia de movimiento, además todo el alrededor de la farmacéutica era césped y arbustos con formas de animales. Simplemente, tendría que seguir la secuencia, aprovechando el momento que no apuntara para el sitio donde estaba yo para ir de arbusto en arbusto.

Suena fácil, pero los arbustos estaban lejos los unos de los otros, teniendo pocos segundos para llegar. Físicamente, estaba en mi mejor forma, pero me preocupaba llegar agotada a la pared, la ascensión de los diez pisos que tenia el edificio sería extenuante, prácticamente no tendría muchos puntos donde pararme a descansar. Poco a poco con mucha paciencia fui llegando a la pared, en los últimos dos arbustos estuve a punto de ser captada por las cámaras.

Una vez en la pared me cambié el calzado y cogiendo mi bolsa de magnesio me puse manos a la obra, con lo que no contaba era con el viento que ganaba en intensidad mientras iba ascendiendo. No podía colocar cuerdas por lo cual estaba escalando en solo integral, un solo fallo me llevaría a precipitarme al vació y morir.

Durante la ascensión fue el peor momento, los pies y los brazos me dolían mucho. Prácticamente, estaba sosteniendo mi peso con ellos. Mis dedos también empezaron a resentirse, en un momento de la ascensión donde el viento era muy violento los dedos de una mano se me resbalaron. Apreté los dientes y conseguí mantener los otros tres apoyos, el corazón me iba a mil por hora. Podía notar los latidos de mi corazón en mis sienes, cada vez que tenia dudas pensaba en Alba, en lo mal que lo estaría pasando ella, esta era su única esperanza, no pensaba decepcionarla.

Por fin llegue a la azotea del edificio, me coloque en el único punto ciego de las cámaras para poder descansar un poco y relajar todos los músculos de mi cuerpo. No tenia mucho tiempo así que cuanto mi corazón se relajó me tumbe en el suelo, después me arrastre hasta llegar a la rejilla del conducto. Para mi suerte esta no estaba vigilada, pensándolo bien, nadie en su sano juicio intentaría ascender a este edificio por donde lo acababa de hacer yo. Quitar la rejilla fue fácil, solo tenia cuatro tornillos, mire hacia abajo, tendría que bajar apoyada en mis pies y manos unos cuantos metros.

El magnesio y los pies de gato me vendrían bien, una vez llegara a la parte de abajo tendría que arrastrarme por el conducto unos cien metros. Poco a poco fui descendiendo, hacía movimientos lentos, quería hacer el menor ruido posible. Al llegar abajo del todo me fijé que el conducto se estrechaba, por suerte se estrechaba en forma de embudo, eso me permitía poder colocarme en posición para entrar al oscuro agujero. Las paredes aprisionaban mi cuerpo, tendría que hacer un esfuerzo titánico para llegar hasta el final.

Casi no podía respirar, además el conducto estaba lleno de polvo, por suerte me puse una mascarilla que me permitía respirar mejor, de no habérmela puesto, con tanta cantidad de polvo me hubiera terminado asfixiando. No sé cuanto tarde en llegar al final de este conducto, pero llegue con todo el cuerpo dolorido y con un cansancio extremo. Solo me quedaba el final una bajada de unos cinco metros, pudiendo entrar en la caja fuerte. El conducto también terminaba en forma de embudo, eso me permitió darme la vuelta para entrar con los pies por delante.

Igual que hice al principio, con la ayuda del magnesio y los pies de gato fui descendiendo poco a poco. Una vez abajo descansé un ratito, me dispuse a quitar la rendija permitiéndome entrar en la caja fuerte. Debajo del conducto había una especie de caja grande, salte a esta y me dispuse a poner la siguiente parte del plan en marcha. Llevaba una mini cámara que active, esta era la señal para que reactivaran la señal de mi tobillera.

Estaba en una caja acorazada, en el sótano de un edificio de hormigón, sabía que mi tobillera estaba diseñada para mandar la señal aunque estuviera en el agujero más profundo del infierno, pero si fallaba ya me podía dar por muerta. Había llegado el momento, pegue un salto, las alarmas empezaron a sonar cerrando herméticamente la caja fuerte.

Tardaron en llegar más de lo que había imaginado, me dio tiempo para inspeccionar la caja fuerte en busca de una salida alternativa, entonces vi como aquella puerta de tamaño colosal se abría.

• Mira a quién tenemos aquí – dijo el dueño de la farmacéutica.
No conteste, la verdad sea dicha que estaba bastante asustada, todos iban armados.
• Vienes a buscar esto, ¿verdad? – enseñándome una de las vacunas.
• Y que si es así, es por una buena causa.
• No creo que al juez le importe, que estás aquí para salvarle la vida a tu novia, eres una convicta reincidente, te vas a pasar los siguientes veinticinco años lamentándote de no haber podido salvar su vida – mientras reía.
• Y yo que me creo que me vas a dejar salir con vida de aquí – dije.
• ¿Y por qué no?, es la palabra de un empresario honrado contra la de una ladrona.
• Honrado, honrado vamos a dejarlo.
• Me has pillado, sé que sabes lo que es esa bacteria y para qué quiero esta vacuna, las epidemias generan mucho dinero y será todo mío.
• ¿No te importan las familias que van a morir para hacerte más rico?
• Porque debería de importarme, los fuertes pisan a los débiles – riéndose más todavía.
• Tu plan tiene lagunas, de momento la única con vida que se ha contagiado ha sido Alba y está en un hospital.
• Que poca imaginación tienes querida, existe gente necesitada en el mundo, capaces de hacer cualquier cosa por solucionar los problemas de su familia.
• ¡Explícate!
• Como no tienes, ni tendrás pruebas de esto, te explicaré, he infectado a algunas personas y estas están viajando a destinas partes del mundo, pronto la bacteria se extenderá y esos países necesitarán la vacuna.

La confesión ya estaba grabada, mi padre ya abría visto lo que habíamos hablado y estaría en camino para rescatarme, eso quería creer, si no estaría muy jodida. De repente se empezó a escuchar a gente que se acercaba corriendo a donde estábamos, reconocí enseguida la voz de mi padre, este apunto al dueño de la farmacéutica con su arma, ordenando que bajaran las armas. El dueño sabiéndose asalvo ordeno a sus hombres que hicieran lo que les habían pedido.

• Agentes no tienen una orden para entrar en mi empresa, tendré que llamar a mis abogados, algunos en unas horas estarán en la cola del paro.
• No hemos venido por usted, sino por una ladrona que ha entrado en su caja fuerte para robarle.
Me subí el pantalón, el dueño de la farmacéutica pudo ver la tobillera, mirando a mi padre sin entender nada.
• Como este lugar se ha intentado perpetrar un robo, todo lo que se encuentre en él, pasa a ser una prueba – dijo mi padre con orgullo.

Fue mi padre quien me esposo otra vez, me sacaron de la farmacéutica y me metieron en el coche patrulla, sabía que un añito de cárcel no me lo quitaba nadie, pero era un precio pequeño por salvarle la vida a Alba. Lo único que lamentaba era que no podría estar allí para cuando ella despertara, pero estábamos entre la espada y la pared, tenia que actuar, toda acción tiene su reacción y a mí me tocaba pagar las consecuencias, mire a mi padre y le dije.

• Asegúrate de que a Alba le ponen la vacuna – dije muy seria.
• Tranquila, mis superiores se encargarán personalmente como pago por el sacrificio que has hecho.
• No es un sacrificio cuando lo haces por alguien a quien amas.

Antes de que mi coche arrancara para llevarme a un calabozo, pude ver la cara del dueño de la farmacéutica, dicen que la codicia rompe el saco, que se lo pregunten a él, era inmensamente rico y por querer más lo había perdido todo, cuando se supiera la verdad le caería una buena condena, porque me imagino que todos los países que él había elegido para crear la pandemia lo querrían juzgar.

EPILOGO

Ha pasado el año de condena que me impusieron por haber entrado en aquella caja fuerte, el haber colaborado con la policía fue una atenuante, pero el añito me lo comí igual. Hoy salgo por fin y voy a poder abrazar a Alba, la vacuna funciono muy bien, se recuperó totalmente, según los médicos no le quedarían secuelas. Cuando le dieron el alta y se recuperó totalmente vino a verme junto a mi padre, estaba preciosa, más guapa aún, si cabe.
Nunca pedí un bis a bis, Alba se merecía mucho más que un cuarto pequeño y sucio, tenía unas ganas locas de pillarla a solas, íbamos a provocar terremotos. Por fin se abrió la última puerta, afuera me esperaban mi padre y Alba. No pude contener las lágrimas al verla y poder abrazarla, Alba también lloraba dándome las gracias, mi padre tuvo que separarnos para poder salir de allí, aquella noche fue muy especial para las dos, llevábamos un año de sequía y había que recuperar el tiempo perdido.

Esta vez mi estancia en la cárcel fue muy diferente, las presas se enteraron la razón por la que estaba allí, fue suficiente para que todas sin excepción me respetaran, aproveche ese añito para estudiar las nuevas tecnologías que habían salido en mi campo, una vez fuera recupere mi trabajo. El tío que me sustituyo era muy bueno, pero iba demasiado a la suya y terminaba haciendo las cosas como a él le daba la gana, cosa que a mi jefe le sacaba de quicio, no lo despidieron, trabaja conmigo y nos llevamos muy bien.

Cada vez que el jefe baja al taller para algo y le ve le sale una úlcera, yo me parto de risa. La verdad que durante el año que estuve en la cárcel aparte de a Alba y a mi padre, eche mucho de menos el taller del museo, Alba termino trabajando para el hospital donde la trataron, se encargaba de investigar las enfermedades exóticas. Lo único que lamentaba era que sus padres no estaban allí para trabajar a su lado, los echaba mucho de menos.

En cuanto al dueño de la farmacéutica, todo se destapó, los periodismos se hicieron eco de eso. Sería juzgado en cada uno de los países donde mando a personas infectadas, no me gustaría estar en su pellejo cuando entrara en la cárcel, pues todos los presos sabrían que había intentado matar gente para hacerse más rico, además tendría que pagar por las muertes de los padres de Alba, por suerte a las personas que habían infectado se pusieron bien, después de inyectarles la vacuna.

Ahora me encuentro de rodillas en el mismo restaurante al que fuimos en su cumpleaños, con una Alba dando saltos de alegría después de que le hubiera pedido matrimonio, ninguna de las dos hemos tenido años fáciles, pero creo que hemos dado con la tecla correcta para ser las mujeres más felices del mundo.

FIN.
 
Última edición:
Estos relatos cortos que terminan siendo montañas rusas emocionales, con buena intriga y desenlace, son pequeñas joyas difíciles de encontrar.

Nos acostumbras a un alto estándar berserk47. (y)
 
Entre la espada y la pared, el dolor de una traición

Este relato es una continuación del relato Entre la espada y la pared, no es necesario, pero os recomiendo su lectura.


Hay dos personas que quiero por encima de todo, la primera es Sara, el amor de mi vida, la segunda persona es Jon. Es mi mejor amigo, para mí es como mi hermano mayor, siempre cuido de mí, siempre he sido consciente que me gustaban las mujeres. La primera persona que lo supo fue Jon, él estaba enamorado de mí, pero yo no podía corresponder ese amor. Recuerdo la tarde que quedamos en un parque que se encontraba cerca de donde vivíamos.

Jon estaba muy ilusionado, pero yo estaba muy triste, porque sabía el daño que le iba a provocar mi confesión. Quería mucho a Jon, pero no como él esperaba, llego el momento en el que fue a declararse y yo le pare en seco. Lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, sabía que mi confesión podía alejarlo de mí para siempre, no por ser lesbiana, sino porque se había enamorado de una chica que jamás podría corresponderle.

Se lo dije de la manera más suave que supe, se notaba la decepción en su rostro. Estuvo unos minutos callado mirando al suelo, fueron los minutos más largos de mi vida. Entonces levanto su mirada y mirándome a los ojos me dijo.

• ¿Por qué siempre me enamoro de las mujeres que no pueden corresponderme?
• Jon, yo…
• Tranquila, has sido sincera y no has jugado conmigo como otras, además te gustan las mujeres, eso me descarta al instante.
• ¿No estás enfadado?
• No, me alegro de que me lo hayas contado.

Le di espacio y tiempo, un enamoramiento no se pasan de un día para el otro, siempre tuve el miedo de una vez pasado el enamoramiento ya no quisiera saber nada más de mí, pero no fue así. Unos dos meses después de aquella tarde, Jon toco el timbre de mi casa con la gran sonrisa que le caracterizaba. Él siempre me cubrió, cuando salíamos todos los amigos, mis amigas intentaban ligar y yo no demostraba su mismo entusiasmo, algunas veces nos juntábamos con otros grupos y había hombres que intentaban ligar conmigo.

Yo capeaba el temporal como podía sin resultar desagradable, mis amigas empezaron a mirarme de forma extraña, entonces aparecía Jon. Con él no tenía que fingir, de hecho llego un día que decidí contarles a mis amigas la verdad. Jon se sentó a mi lado y me cogió la mano, todo mi cuerpo temblaba, pues algo dentro de mí me decía lo que iba a ocurrir y así fue. Cando terminé de hablar pude observar las expresiones de mis amigas, algunas tenían gesto de asombro, otras de asco, pero todas actuaron de la misma manera. Las llamadas fueron menguando hasta desaparecer por completo, solo Jon se quedó a mi lado.

Me dolió de verdad, yo seguía siendo la Alba de siempre, pero ellas ya no me veían igual. Fueron tiempo duro, los últimos en enterarse fueron mis padres, pude ver la decepción reflejada en sus rostros. No me echaron de casa, pero el calor que siempre sentí a su lado desapareció para convertirse en un frió que me llenaba de tristeza. Jon volvió a ser el que consiguió animarme. Empezamos a salir los dos juntos, consiguió devolverme la sonrisa. Ligando era un desastre, era muy guapo, pero cuando tenía delante de él una mujer que no era yo, se le trababa la lengua y el cerebro le hacía un cortocircuito. En más de una ocasión tuve que interceder, porque la pobre chica pensaba que Jon se estaba riendo de ella, después de hablar con ella y explicarle lo vergonzoso que era, eran ellas quien tomaban la iniciativa.

En una ocasión, después de hablar con la chica y que esta fuera la que se ligara a Jon, yo termine ligando con una de las amigas de esta. Tengo que reconocerlo, no siempre ligábamos, pero nos lo pasábamos bien, El padre de Jon era el empresario más importante de la ciudad y uno de los más relevantes del país. Su pretensión era que su hijo heredara la empresa cuando él se jubilara, para eso entro Jon desde el puesto más bajo. El problema radicaba en que Jon empezó a ascender hasta que encontró un puesto donde se encontraba a gusto y no se esforzaba en aprender más.

Eso sacaba de quicio a su padre, hablaba conmigo constantemente para que enderezara a su hijo, pues era a la única persona a la que hacía caso. En esto no me hizo caso, decía que en ese puesto era uno más entre sus compañeros y no el hijo enchufado del jefe. Yo sabía que de proponérselo, Jon podría dirigir la empresa tan bien como su padre, pero le faltaba motivación. Al final su padre supo motivar a Jon, a este le gustaban los retos, una de las filiales de otra ciudad se encontraba pasando dificultades.

Jon picó el anzuelo, lo que le planteo su padre le motivo de tal manera que acepto el reto. Aunque sabía que eso supondría que nuestra relación se enfriaría, me alegre profundamente de él. Me trague mi tristeza y le dedique una gran sonrisa, aquella noche estuvimos de juerga hasta las tantas. Una vez Jon se mudó a la nueva ciudad, yo me dediqué a lo único que me sacaba, una sonrisa, mis estudios.

Me había propuesto trabajar junto a mis padres, para demostrarles que su hija lesbiana podía ser tan buena o mejor que ellos, no sería trabajo fácil, ellos eran dos científicos reputados y muy conocidos por su trabajo. Por lo menos esto me tendría distraída y así no me sentiría tan sola, al final conseguí un trabajo donde con esfuerzo destaque lo suficiente para que la farmacéutica donde trabajaban mis padres se fijara en mí. En aquella empresa conocí a Noelia, pensé que junto a ella volvería a ser feliz, pero lo único que Noelia ofrecía era humo y promesas vacías.

Mi abuela me advirtió que esa mujer estaba a mi lado simplemente para aprovecharse de mi trabajo, que yo no le interesaba para nada más que no fuera para el sexo. Parecía mentira que mi abuela era más abierta que mis padres para los asuntos sexuales. No quería verlo, dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver, yo estaba tan enamorada, que las palabras de mi abuela me hacían daño. Pero la verdad sale a la luz tarde temprano, termine chocándome con aquella realidad un viernes por la noche.

Noelia y yo teníamos distintos horarios y últimamente no coincidíamos mucho, mientras a mí eso me afectaba mucho, a ella parecía serle indiferente. Aquel viernes yo tenía turno de noche, pero hubo un escape de refrigerante y tuvimos que desalojar la empresa, sin poder volver a ella mientras no repararan la avería. Decidí llamar a Noelia, todavía era temprano y podíamos quedar para cenar fuera, no me cogía el teléfono ni respondía a los WhatsApp, así qué decidí ir a buscarla a su casa.
Al llegar me encontré que el coche de la mujer de nuestro jefe aparcado detrás del de Noelia. Me pareció la mar de extraño, lo sé, solo tenía que sumar dos más dos, pero pensé que igual había venido a contarle a Noelia lo que había pasado. Lo sé, entonces era demasiado inocente, Noelia solía guardar una copia de su llave detrás de una de las piedras que adornaban la pared, la cogí y decidí entrar. Por muy inocente que fuera, algo dentro de mí me decía que las cosas no cuadraban, solo con abrir la puerta de la entrada me quedaron las cosas claras.

Los sonidos de dos personas follando me llegaban nítidamente a mis oídos, anduve por el pasillo hasta llegar al dormitorio de Noelia. Al abrir la puerta me encontré con Noelia tumbada en la cama y la mujer de su jefe sentada sobre el rostro de esta mientras me daba la espalda. Noelia le estaba haciendo una comida de coño espectacular, no recordaba que a mí me hubiera hecho uno semejante, después de sacar un par de videos y muchas fotos, decidí cerrar la puerta del dormitorio con un portazo, eso hizo que dejaran de follar para prestarme atención.

• ¡Veo que os lo estáis pasando muy bien! – dije muy enfadada.
• Esto no es lo que parece – dijo una temblorosa Noelia.
• Es verdad, ¡es mucho peor! – dije.
• Por favor no le digas nada a mi marido – la mujer del jefe parecía preocupada.

Me di la media vuelta con intención de irme para no volver, entonces note como alguien me cogía del brazo, era Noelia. No le di tiempo a decir nada, de un tortazo la dejé sentada en el suelo mientras se quejaba del golpe. Después mire a la mujer del jefe y esta no hizo ningún movimiento, las mire a las dos con desprecio, saliendo de aquella casa para no volver, me alegre de no haber aceptado la invitación de Noelia para vivir en su casa.

Pasado un tiempo conocí a Sara, ella sí me demostró lo mucho que me quería y acepte de corazón cuando me pidió matrimonio. Cuando Jon se enteró de que me casaba nos invitó a Sara y a mí a una fiesta que daba su empresa para presentar un producto nuevo que iban a sacar al mercado. A mí me apetecía mucho volver a ver a Jon y Sara que se apuntaba a un bombardeo, aceptamos. Nos mandó el avión privado de la empresa, por unos instantes Sara y yo nos sentimos como si fuéramos unas estrellas. Al llegar nos esperaba un coche de la empresa de Jon para llevarnos al hotel donde se celebraba la fiesta.

Durante el viaje, le conté a Sara todo sobre Jon. Sabía que a Sara le iba a caer muy bien, el coche llego a la entrada del hotel, salimos las dos con nuestros mejores vestidos. Nos los pusimos en el avión un poco antes de aterrizar, dimos nuestros nombres en la entrada y cogidas de la mano nos adentramos en el hotel hasta llegar a la sala donde se celebraba la fiesta. No me costó ver a mi amigo, su sonrisa era inconfundible, había mejorado mucho físicamente, cosa que se acentuaba gracias a su gran altura. En cuanto me vio se acercó y me abrazo, hizo lo mismo con Sara.

• ¿Qué tal el viaje? – pregunto Jon.
• De lujo – respondió Sara, eso hizo que los tres nos riéramos.
• Ha sido un buen viaje, pero ahora ha mejorado al tener delante a mi mejor amigo – dije.

Jon explotó en una carcajada, entonces apareció una mujer caminando desde atrás de él, era muy guapa, pero había algo en ella que no me terminaba de gustar. Mire a Sara, para esto era como mi abuela, su expresión me decía que mi presentimiento era acertado y que seguramente se había quedado corto. Se paró delante de mí y me tendió la mano, me miro a los ojos con una sonrisa en el rostro mientras empezó a apretarme la mano hasta hacerme daño.

Sara se dio cuenta, entonces aquella mujer se presentó con el mayor de los cinismos.

• Hola, me llamo Marta, encantada de conocerte.

Yo no le conteste, la verdad que al no esperármelo me hizo mucho daño en la mano. Ella volvió a sonreír, dio un paso para ponerse delante de Sara. La sonrisa en el rostro de Marta presagiaba que quería hacerle lo mismo, pero en su caso se iba a llevar una desagradable sorpresa. Sara ha seguido practicando la escalada y tiene una gran fuerza en sus manos, Marta empezó a apretar, se notaba con su gesto que lo estaba haciendo con todas sus fuerzas, mi amor ni se inmutó.

Entonces, con una sonrisa en el rostro, fue Sara quien se presentó a ella mientras le apretaba la mano con todas sus fuerzas. Todo el salón pudo escuchar como le crujía la mano a Marta, Sara le soltó y le dijo.

• Lo siento Marta, como practico escalada, tengo mucha fuerza en las manos, ha sido sin querer – Sara se puso seria para decírselo.
• No pasa nada, la verdad es que tienes mucha fuerza – dijo Marta roja del dolor mientras se sujetaba la mano.

Marta se despidió con la excusa de que había algunas personas con las que tenía que hablar de negocios, Jon tenía cara de preocupado y nos dijo.

• No se lo tengáis en cuenta, está nerviosa por el compromiso
• ¿Que compromiso? – pregunte.
• El otro día le propuse que se casara conmigo y acepto.

Intente disimular mi cara de disgusto, pero no fui capaz, Sara para esto era mucho mejor y ni siquiera ella fue capaz de esconder su cara de disgusto. Las dos sabíamos que Marta le iba a hacer daño y se casaba con él por interés, a Jon no le sentó muy bien comprobar lo que sentíamos por su prometida y futura esposa, se disculpó disimulando cierta decepción hacia mí.

• He intentado disimular, pero no he sido capaz, ahora me odia – dije con tristeza.
• Lo primero, no te odia y lo segundo, los buenos amigos son los que te dicen las verdades a la cara, aunque no quieras escucharlas – dijo Sara.
• Si todavía no he dicho nada – dije.
• Pero lo harás, averiguaremos de qué palo va esa mujer y se lo contarás a Jon, yo estaré a tu lado.

Note como alguien ponía su mano sobre mi hombro, al darme la vuelta me encontré con Antonio, el padre de Jon. Fue como un padre para mí, lo abrace muy fuerte y le presente a Sara.
• Así que tú eres la famosa Sara, ahora puedo ponerte rostro y muy hermoso tengo que decir – Sara se puso como un tomate al no esperarse el halago de Antonio.
• Encantada Señor Antonio.
• No me llames, señor, con Antonio es suficiente, lo de señor me hace sentir más mayor de lo que soy – dijo Antonio con una sonrisa.
• Así lo haré – dijo Sara.

Pude fijarme como Antonio miraba a su hijo y futura nuera, parecía que él tampoco se fiaba de ella.

• Tal vez me meta donde no me llaman Antonio, tú tampoco te fías de Marta, ¿verdad? – vi como Antonio tomaba aire y después me miraba.
• No, sé que esa mujer se casa con mi hijo por interés, la empresa de su padre no anda en su mejor momento y una fusión con una de mis filiales les arreglarían los problemas – dijo Antonio, muy apenado.
• Hay algo más, ¿verdad? – pregunto Sara.
• Creo que Marta le es infiel a Jon, me han llegado rumores, pero no tengo ninguna prueba.
• ¿Por qué no contratas a un investigador privado?, eso lo hace papa en su trabajo – comento Sara.
• Lo haría, pero todos los investigadores que uso trabajan para todas las empresas y no confió en su confidencialidad – dijo Antonio con resignación.
• No te preocupes por eso, yo conozco a uno de confianza - comento Sara mirándonos a los dos con una sonrisa.
• ¿Es bueno?
• Fue el que utilizo mi padre para investigar a mis clientes en mi último robo, gracias a él sigo con vida – para Sara no fue fácil comentar esto delante de Antonio
• Parece que es el hombre que necesito – a Antonio se le dibujó una sonrisa llena de esperanza.
• Mujer, fue la compañera de mi padre – Sara, me miro más tranquila
• Eso no es problema para mí, no me importa si es hombre o mujer mientras cumpla bien con su trabajo.
• No te arrepentirás – los dos estrecharon las manos.
• Cuídala mucho Alba, esta mujer vale mucho.

Eso ya lo sabía yo, Antonio nos invitó a las dos a tomar una copa, mientras charlábamos llego la madre de Jon, para esa mujer parecía que no pasaban los años.

• Hola Alba, estás guapísima – dijo la madre de Jon.
• Lo mismo digo, para ti parece que no pasan los años Aurora.

Sara se le quedó mirando sin parpadear, le tuve que dar un golpecito para que bajara de la luna.

• Aurora te presento a mi mujer Sara.
• Encantada Sara – dijo una sonriente Aurora.
• Lo mismo digo – contesto Sara roja de vergüenza.

Al final la noche fue bien y eso que creí que con la aparición de Marta se había estropeado. Los padres de Jon fueron unos anfitriones estupendos y también lo fue Jon, después de que habláramos, sobre mi reacción sobre Marta. Jon me dijo que me equivocaba y que el tiempo le terminaría dando la razón, entonces tendría que disculparme. Le dije que si el tiempo le daba la razón me disculparía de todo corazón, pero algo dentro de mí me decía que mi instinto no se equivocaba.

Marta no volvió a acercarse a nosotros, parecía molesta porque Jon se pasó casi toda la noche hablando con nosotras y sus padres. Cada vez que veía a Jon reír, parecía que le habían dado una patada en el estómago. Todo lo bueno llega a su fin y nosotras teníamos que volver, Sara tenía que restaurar una escultura de un ricachón que la sacaba de quicio, su jefe estaba disfrutando viéndola apretar trozos de arcilla para no apretarle el gaznate a aquel ricachón carente de educación.

Yo tenía que volver al hospital, tenían un caso de una enfermedad muy rara, con muy pocos contagios que querían que estudiara a fondo. Volvimos en el avión privado otra vez, Sara disfruto el viaje como nunca.

• No te acostumbres Sara, que esto es muy posible que no se vuelva a repetir.
• Por eso mismo, voy a exprimirlo al máximo.

La verdad es que Sara me hacía reír y también me hacía la vida mucho más fácil. A su lado, los problemas se difuminaban. A las pocas semanas de volver nos reunimos con la detective privado, había oído hablar de ella al padre de Sara y a la misma Sara, pero era la primera vez que la tenía delante. Como decirlo, era una preciosidad, más o menos de nuestra edad, con el pelo largo y con un brillo como si fuera de oro. No sé por qué me la había imaginado mayor, más o menos que la edad del padre de Sara.

Sara se estaba descojonando, parecía como si me estuviera leyendo la mente, más tarde me diría que cuando la conoció pensó lo mismo que yo. Su nombre era Oihana, era un nombre vasco muy bonito, nos dijo que se pondría con ello y en cuanto tuviera algo nos avisaría. Sabía que Jon se enfadaría por esto que íbamos a hacer, pero igual que él me protegió en el pasado, era hora de protegerle yo a él, como bien dijo Sara, un buen amigo es el que va con la verdad por delante, por mucho que duela.

Todavía recuerdo la llamada de Jon para contarme todo ilusionado que había conocido a una mujer, tartamudeaba como cuando éramos unos críos, se había enamorado de verdad. Según él solo había sentido algo así por mí, Pensar en eso me partía el corazón, porque si mis sospechas eran ciertas. Marta lo iba a destrozar en cachitos muy pequeños, solo esperaba que el daño no fuera irreparable, yo estaría ahí para que eso no sucediera, sabiendo que Sara estaría a nuestro lado.

Los meses fueron pasando, según nos comentó Jon en aquella fiesta a la que nos invitó, se casarían en agosto, para eso faltaban dos meses. Oihana contactó con nosotras para darnos el informe preliminar, por la voz de Sara las noticias no eran buenas, decidimos quedar con ella en casa, si teníamos que hablar de algo, mejor lejos de oídos indiscretos.

• Bueno, chicas, no traigo buenas noticias.
• Cuenta – dije.



Oihana empezó a relatarnos, Marta engañaba a Jon, por lo menos desde al poco de empezar a salir. Por lo que pudo averiguar, la empresa del padre de Marta estaba en bancarrota. Habían invertido capital en unos negocios que salieron mal y no se habían podido recuperar. La intención de padre e hija era que ella se casara con Jon, fusionar las dos empresas quedándose con todo.

• Traigo este impreso, esperemos que vuestro amigo no lo haya firmado, si no habrá perdido la empresa.
• No lo creo, Jon es muy meticuloso, no es de los que firma sin leer primero – dije totalmente convencida.
• Estás segura cariño, con lo enamorado que está, si se lo ha pedido ella…
• Estoy seguro Sara, es una cosa que le enseñaron sus padres desde pequeño, lo hacía siempre y de pequeños me sacaba de quicio.
• Esperemos que así sea – dijo Ohiana mientras nos miraba fijamente.
• ¿Tienes pruebas de las infidelidades? – pregunto Sara.
• Videos y fotos, ¿queréis verlas?
• No sin el permiso de Jon – dije.
• Muy bien, en una semana tendré todo listo, lo siento de verdad, esta es la peor parte de mi trabajo.
• Gracias Oihana – contestamos las dos.

Durante toda la semana estuve pensando como decírselo, pero no encontraba las palabras adecuadas, pensándolo bien, ¿existían palabras adecuadas para decirle a tu mejor amigo que la mujer de la que estaba enamorado, lo engañaba desde el principio?

• Alba, lo mejor es quitarse la tirita del tirón.
• ¿Qué quieres decir?
• Ohiana nos dará el informe el viernes a la mañana, queda con Jon para el fin de semana, mejor que vea la realidad acompañado por gente que le quiere.
• Así lo haré.

Llame a Jon, pero no me cogía la llamada, la verdad es que me costó toda la mañana dar con él.

• ¡Ya era hora Hombre!
• Lo siento Alba, pero he estado muy liado todo el día, estamos haciendo inventario.
• Jon, ¿puedes venir a nuestra casa este fin de semana?
• Sin problema, ¿ha pasado algo malo?
• Sí.
• ¿Estáis las dos bien?
• Estamos bien, el problema es de otra persona.

Jon no preguntó más, me dijo que llegaría el sábado por la mañana. Pase una semana malísima, parecía que había sido yo la infiel y tenía que confesárselo a mi pareja, sabía perfectamente como se sentiría Jon, porque yo pase por lo mismo. Llego el viernes por la mañana y pasamos por el despacho de Ohiana para recoger los informes, sobre la mesa había dos carpetas, sobre ellos dos sobres.

Al lado de las carpetas apartado había un pendrive, Sara y yo lo miramos y después miramos a Oihana.

• ¿Por qué este pendrive está separado de los informes?
• Porque lo que contiene ese pendrive no vale como prueba, es para que vuestro amigo no tenga ninguna duda.
• ¿Por qué no podrá utilizarlas? – pregunte de manera inocente.
• Porque son videos obtenidos sin orden judicial, ¿me equivoco Ohiana? – dijo Sara.
• Así es, con las fotos es suficiente para que vea que su novia le ha sido infiel, pero en ocasiones algunos clientes no quieren ver la realidad, estos videos son una prueba irrefutable de la infidelidad.
• ¿Cómo has conseguido esos videos? – pregunto Sara.
• Hice que me contrataran como camarera de Hotel y aproveche para poner las camas, una vez terminado el trabajo desmonte el equipo e hice que me despidieran – las tres reímos.

Llego el sábado, fuimos a recoger a Jon al aeropuerto, estaba muy nerviosa. Sara me cogía da la mano para darme ánimos.

• Alba, nada de caras tristes hasta que llegamos a casa, ahora le invitaremos a comer en nuestro restaurante preferido, las malas noticias mejor con el estómago lleno.

Me costó, pero conseguí estar bien, la comida exquisita como siempre, Sara consiguió que me animara y eso que ella no estaba mejor que yo. Jon intuía que venía una tormenta, pero decidió que era mejor meter la cabeza en un agujero como los avestruces. Alargue la sobremesa, todo lo que pude, pero había llegado la hora de la verdad. Entramos en casa y nos sentamos en el sofá, sobre la mesa se encontraban las dos carpetas, los sobres y el pendrive.

Dejamos a Jon que decidiera él por donde empezar, cogió la carpeta con el impreso. Cuando la abrió y lo vio se nos quedó mirando.

• ¿Por qué tenéis este impreso?
• ¿Lo firmaste? – pregunte.
• Sí.
• Joder Jon, tú siempre lees todo lo que cae entre tus manos y ¿no lees lo más importante? – dije enfadada.
• Tranquila lo firme poniendo Jan en vez de Jon, sé perfectamente que el padre de Marta anda detrás de la empresa, es una jugarreta suya, al firmar mal este impreso no tiene valor.
• Marta está compinchada con su padre merluzo – dije todavía más enfadada.

Sara le tendió uno de los sobres, a Jon le temblaban las manos, en aquel sobre se encontraban las pruebas de la infidelidad de Marta, esta salía besándose con distintos hombres en distintos sitios, en otras fotos aparecía entrando en el mismo hotel agarrada de la cintura por esos mismos hombres. En el rostro de Jon apareció una mueca de absoluta decepción, me sorprendió lo entero que estaba.

• ¿No te ha sorprendido verdad? – pregunto Sara.
• Mi padre y tu Alba, no habláis en vano, pero esperaba con todas mis fuerzas que esta vez estuvierais equivocados.

Entonces vio el pendrive sobre la mesa e intuyó que allí aparecía lo más escabroso, nosotras no dijimos nada. Nos pidió que enchufáramos el pendrive en el portátil, abrió la carpeta y pincho el video. Las imágenes eran brutales, Marta aparecía sobre un hombre que le metía la polla en el coño, mientras otro se la metía a la vez por el culo. Las penetraciones eran duras y acompasadas. Las embestidas eran tan fuertes que parecía que tenían que doler, pero a Marta se le veía que estaba en el cielo del placer.

Mire a Jon, esta vez sí, los diques se derrumbaron y sendas lágrimas empezaron a descender de su rostro. Lo abracé con fuerza, Jon se derrumbó, Sara también nos abrazó a los dos. Los tres terminamos llorando, Jon solo quería formar una familia y ser feliz, a cambio había recibido una vil traición. El video siguió adelante, cuando terminamos de abrazarnos, aparecía la imagen de Marta de rodillas en el suelo, mientras que era penetrada desde atrás por uno de los amantes, mientras el otro se corría en su cara.

Jon no quiso ver más, saco el pendrive del portátil, se sentó en el sofá agarrándose el rostro con las manos. Estuvo así un buen rato, después se levantó y nos dijo que se iba a la habitación de hotel, que había cogido cerca del aeropuerto. Las dos nos negamos diciéndole que esa noche dormiría en la habitación de invitados que ya habíamos preparado para él. Sin decir nada se fue directo a la habitación, parecía un zombi.

No durmió en toda la noche igual que nosotras, se le escuchaba caminar en círculos mientras se preguntaba porque, llorando amargamente. Jon desayunó con nosotras sin decir ni una palabra, después dijo que iría al hotel a pegarse una ducha y hacer unas llamadas. Sara fue a decir algo, pero la detuve, conocía bien a Jon y necesitaba estar solo. Después salió por la puerta cerrando está detrás de él, me preocupé mucho cuando no cogía las llamadas y no respondía a los mensajes.

A mediodía por fin contesto para decirme que pasaría por casa antes de regresar, cuando tocaron el timbre corrí a abrir y allí estaba él, afeitado e impecablemente vestido, pero con los estragos por lo descubierto sobre Marta. Nos dijo que se iría dos semanas de vacaciones para desconectar, después nos preguntó si para ese entonces podríamos cogernos unos días libres. Las dos contestamos que sí, pasadas esas dos semanas, nos encontrábamos en el aeropuerto. El avión privado de Jon aterrizo, cuando se abrió la puerta, allí se encontraba él.

Se le veía tranquilo, incluso tenía una leve sonrisa, subimos las escaleras y después de ponernos todos cómodos el avión despego.

• Te veo más tranquilo, estas dos semanas de vacaciones, te han sentado bien – dije.
• Si la verdad es que han sido muy productivas.
• Vamos, que no has descansado mucho, ¿verdad? – dijo Sara.
• Me ha venido bien para estudiar el mercado y tomar decisiones.

No volvimos a hablar de trabajo, sobre la mesa Jon tenía unas carpetas, no nos quiso decir nada más. Solo dijo que era una sorpresa y que pronto lo descubriríamos, nada más aterrizar un coche nos estaba esperando y este nos llevó directamente a la empresa del padre de Marta. Jon entró en su despacho sin ni siquiera escuchar a la secretaria de esta que estaba ocupada.

Marta, al ver el rostro serio de Jon, dedujo que algo ocurría, colgó el teléfono y le dijo.

• Has invitado a tus amigas, ¿tenemos algo que celebrar?
• Tú no, pero yo sí – dijo Jon en un tono muy duro.
• Que pasa cariño, me estás asustando.

Jon puso las carpetas sobre la mesa delante de ella, Marta cogió una de ellas con las manos temblorosas, parecía que intuía por donde iban las cosas, tuvo la certeza al abrir la primera de las carpetas, su rostro adquirió un color blanco cadavérico.

• ¿Qué es esto? – pregunto una aterrada Marta.
• Creo que está bastante claro – dijo Jon, empezando a irritarse.
• Era un cliente, Jon no es lo que crees.

A Jon le empezó a temblar el ojo, por un momento me asusté, pensé que le daría una embolia o algo, la vena de su cuello parecía a punto de estallar.

• Tal vez deberías mirar la siguiente foto, en la que sales tú besándote con ese mismo tío, ¡menuda forma de captar clientes tienes Marta!
• Jon…
• No vuelvas a decir que no es lo que parece, sé que me llevas engañando casi desde que empezamos a salir, solo querías casarte conmigo para fusionar mi empresa a la de tu padre – Jon abrió la otra carpeta donde aparecía el informe detallado que Oihana hizo.
• Sabes Marta, he aprovechado estas dos semanas para hablar con tu competencia y mira por donde, el dueño me ha demostrado que aunque sea más pequeña, es más productiva, ingeniosa y sobre todo más transparente que esta –Jon abrió la tercera carpeta donde aparecía el impreso que Marta le intento colar a Jon.
• Jon, no puedes hacerme esto, si no firmas este impreso, esta empresa está acabada – dijo una desesperada Marta.
• ¡Entonces, esta empresa está tan acabada como nuestra relación!

Jon se volvió y salió de ese despacho sin mirar atrás, las dos le seguíamos calladas, era la primera vez que veía a Jon así de cabreado y menudo genio se gastaba. Una vez que salimos de la empresa del padre de Marta, Jon se relajó y nos invitó a comer en un buen restaurante. El resto de los días que Sara y yo pasamos en aquella ciudad fueron estupendos, poco a poco Jon volvió a ser el mismo y eso me alegro.

Los dos sufrimos el golpe de la traición, yo tuve la gran suerte de conocer a Sara que me hace muy feliz y estoy segura de que Jon conocerá a esa mujer que haga realidad su sueño, que no es otro que el de formar una familia.

EPÍLOGO

Ha pasado un año desde que Jon cortó con Marta, la asociación con la competencia de la empresa de Marta les ha ido muy bien a las dos empresas. Al final, Jon se asoció con el otro dueño y fusionaron las dos empresas. Ahora ha vuelto a la ciudad para cumplir el sueño de su padre y hacerse cargo de la empresa principal, dejando que su socio se encargara de la nueva empresa que se creó tras la fusión.

Sara y yo hemos decidido tener un hijo, ella será la primera en ser madre, su trabajo es más flexible que el mío. Marta invitó a Oihana y a Jon a comer para darles la buena noticia, si no conociera a mi mujer, pensaría que se había metido a casamentera.

• ¿Tú con qué intenciones has preparado esta comida?
• No sé dé que me hablas – contesto Sara mientras se reía.

Oihana fue la primera en llegar, Jon aviso que llegaría más tarde, le había surgido un problemilla de última hora. Llego diez minutos tarde de la hora que habíamos quedado, entro en el restaurante y después de hablar con uno de los camareros, este le indico la mesa, cuando llego, Oihana y él se quedaron mirándose el uno al otro. Parecía que el mundo a su alrededor había desaparecido y solo estuvieran ellos dos, la sintonía entre los dos era perfecta.

Yo miraba a Sara que sonreía satisfecha.

• Más te vale que tu idea de casamentera salga bien – le dijo a Sara.
• Alba, Jon y Oihana quieren lo mismo, una pareja en la que puedan confiar y formar una familia, saldrá bien, créeme.

La verdad es que la química entre los dos era muy buena, Jon tenía un brillo muy especial en los ojos, igual que Oihana, de aquí en adelante Sara y yo decidimos que no nos entrometeríamos más y dejaríamos al destino obrar. En cuanto a Marta y su padre, la empresa entro en caída libre en cuanto se supo que Jon había decidido no asociarse con ellos. Marta entró en depresión, no sabemos si fue por perder la empresa o por perder a Jon, si le hubiera sido fiel no lo hubiera perdido, pero todos tomamos decisiones y tenemos que vivir con las consecuencias.

Otro problema que les cayó a Marta y a su padre fue que les hicieron una auditoria, según cuentan las malas lenguas, las finanzas no eran muy limpias y los dos podían terminar en la cárcel, de buena se libraron Jon y sus padres, de haberse asociado con ellos, tal vez esto les abría salpicado.

Yo soy feliz junto a Sara y sabiendo que Jon está preparado para seguir adelante y alcanzar esa felicidad que hasta el momento se le ha resistido.

FIN.
 
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