Durante los meses de ***** habíamos hablado sobre límites en su entrega y también sobre mis propios límites. Por ejemplo, le dije que mi estilo no era tanto BDSM sino más del tipo dominación y obediencia. Yo en ningún caso iba a infligirle dolor porque no va conmigo, más allá de algún azote o juegos con sus pezones, a lo que ella respondió que tampoco era lo que buscaba. Sobre el resto ella misma prefirió no establecer nada por anticipado e ir descubriendo, a lo cual le dije que eso era perfectamente compatible conmigo ya que mi propia forma de disfrutar del sexo es hacer disfrutar a la otra persona. Si en algún momento veo que la persona no disfruta de alguna práctica la abandono, sin embargo, en el juego voy siempre voy subiendo la apuesta poco a poco y acorde con la excitación de mi sumisa a cada paso.
La segunda copa ya no fue igual que la primera. Ya no hablamos de su ciudad o de mi viaje, de mis intereses culturales y los suyos, sino de lo que nos había llevado a aquella mesa aquella tarde. Después de pagar al camarero, mirándola a los ojos le dije
- Me gustan tus tetas, aunque no las he visto al completo
Y eso fue el pistoletazo de salida. Volvió a sonreír con cierto sonrojo en su cara y me dijo que había elegido ese vestido especialmente para la ocasión y que no se había puesto sujetador para provocar mi mirada. Como os dije, una mujer estupenda y decida. Me gusta especialmente el morbo del contraste, Bea es una mujer de la que nadie en su día a día podría siquiera imaginar que disfrutara siendo sumisa en una relación sexual y estar con ella comiendo o cenando o tomando algo es un ejercicio de alta intelectualidad y diversión. El contraste entre esos momentos y cuando por su gesto veo que comienza a mojarse al decirle "voy a volver a convertirte en mi puta particular" es algo extraordinariamente morboso.
Por las conversaciones previas, Bea sabía que me encanta poner cuernos consentidos (ser corneador es algo increíblemente morboso) pero que me pone aún más cuando son cuernos con la ignorancia del marido sobre la vida sexual de su mujer. Es como profanar un templo. A ella no le gusta llevar anillos en las manos y tampoco lleva la alianza en su día a día, pero yo le había dicho que quería que la llevara ese día, aunque fuera en su bolso, así que le pregunté
- ¿Has traído tu alianza?
- Está en el bolso
Y movió su cabeza afirmativamente. A ella no le produce morbo poner los cuernos a su marido, es como que fueran dos mundos paralelos y totalmente ajenos en su cabeza, cuando se entrega como mi zorra sumisa vive en uno y como mujer impoluta con su marido en el otro. El morbo de ponérselos sería puente que uniría ambos mundos, pero este no existe. Eso sí, al saber que a mí me excita, como buena obediente cumple con devoción órdenes como la de llevar la alianza para meterla en nuestro juego.
De camino a mi coche que tenía en un parking cercano íbamos andando como dos personas conocidas sin más, como pueden ir dos compañeros al salir del trabajo. Después de pagar nos metimos en el coche, me giré y mirándola a los ojos sin mediar palabra metí la mano en su escote y comencé a acariciar su teta derecha. Ella no apartó su mirada de la mía y se aproximó dándome un beso en la boca. Arranqué y nos fuimos, ella me iba indicando el camino.
Con este último dato, Bea, si eres forera, mándame un whatsapp. Yo no te voy a contar que lo estoy escribiendo porque me produciría más morbo que tú lo descubrieras. Si eres alguna de sus amigas y te suena todo o parte de la historia, puedes comentar.