En un Motel de Carretera

ASyOC

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Y aquí estoy... esposado a una cama, con un antifaz que elimina cualquier resquicio de luz que pudiese llegar hasta mis ojos, tratando de comprender que morboso plan me has preparado para esta noche...
No hace más que unos minutos desde que me acorralabas junto a la puerta de un motel siniestro, de esos con luces rojas en el escaparate y paredes que más tienen de sofá vintage que de pared. Uno de esos de los que se cobra por horas, en mitad de una carretera secundaria, y diseñado única y exclusivamente para amantes que quieren un poco de intimidad en una mundo en el que todo el mundo se conoce.
En ese momento ya fui testigo de tu sonrisa picara, y una mirada que ya sentenciaban la noche a la lujuria y al placer. Junto a la puerta de la habitación ya rezaban entrelazadas nuestras lenguas, y tratabas apasionadamente de arrancarme la camisa mientras toda mi obsesión se enfocaba en atinar en el ojo de una cerradura cuyas llaves parecían resistirse en mis manos. Por fin se escucha el clic y la puerta se abre...

Y aquí estoy... sintiendo unas manos sobre mi cuerpo desnudo, unas manos que se deslizan lentamente hasta mi miembro y juguetean curiosas cada centímetro de mi piel. Se que sientes como se eriza cual piel de pollo, como mi juguete reacciona a tus encantos... Siento la humedad de tus labios y el vaho de tu respiración...
En la habitación todo estaba en silencio, todo tu afán se simplificaba en acercarme lentamente, entre caricia y caricia, borrando nuestra dualidad en un beso sin pausa, hacia una cama destartalada con sabanas de polipiel cobrizo que poco tiene que juzgar nuestros actos . Sin duda, los que montaron este motel sabían que tipo de personas tendrían de clientela.
Todo parecía salir según tus planes, y yo... reaccionar a tus acciones como un títere en manos de un majestuoso titiritero. Caigo en la cama de espaldas, tu caes sobre mi, limitando todos mis movimientos en el acto. Tus manos rápidamente se ciernen sobre las mías, y nuevamente puedo mirar fijamente tus ojos, brillando por el placer del que vas a disfrutar.

Y aquí estamos... aquellos amantes de la habitación trescientos once, en el que él ha cedido a todos los deseos de su amor, y ella esta dispuesta a reclamarlos todos aquí y ahora. Ya no queda nada de la timidez y la inmadurez de aquellos corazones noveles, ya han construido poderosas murallas, y perfeccionado las artes de la seducción. La confianza del uno en el otro es inquebrantable.
Es en ese momento cuando percibo una tercera figura en la habitación. Situado a los pies de la cama estoy seguro de que alguien permanece en silencio, observando con deseo el esplendor de tu cuerpo desnudo, y por segundos me desconcierto. Tú lo notas, ya me conoces, y me liberas de la ceguera. Trato desesperado de ver de quien se trata esa figura misteriosa pero me contienes, tu cuerpo se reclina sobre mi, tus manos acarician mi pelo y me obligan a mirarte una vez más. Aquellos ojos que rebosan tentación, aquella sonrisa picara que pide a gritos que la bese y logran relajarme. Nuestros labios se funden una vez más, y entonces siento tus gemidos en mi boca. Sea quien sea ya ha iniciado su exploración en unas tierras hasta entonces solo mías. Y la forma en que te mueves, en la que tus pezones rozan mi pecho, erectos, demuestran que su trabajo roza la perfección. Oprimes mis hombros con tus manos, te incorporas exhibiendo tus senos, y veo sus manos atacar feroces desde un punto oscuro que no logro alcanzar. Un nuevo gemido me desconcierta, veo como te arqueas, tu pubis roza mi polla, y noto como me humedeces pidiendo a gritos que te follen.

Y aquí estamos... aquel trio en el que uno aún es todo un misterio, y que ataca con una precisión de cirujano cada punto débil de una mujer que ambos hombres deseamos.
Vuelves a inclinarte sobre mi, pegando tu cuerpo al mío sin apartar la mirada. Noto como te muerdes los labios, como tus piernas se contraen. Acaba de forzar la cerradura hacia una tierra hasta entonces solo mía, prohibida. Gritas de placer, me besas, él se mueve y una vez más te contraes. Cada embestida hacen tus besos más apasionados, tus caricias más profundas, tu deseo más ardiente.
Nuestras manos se entrelazan, veo el balanceo de tus pechos al compás de vuestro juego, escucho como su miembro te atraviesa una y otra vez con un sonido que acaba en seco al golpear tus nalgas. No puedo dejar de mirarte, tan hermosa, tan sensual, ahí está la mujer de la que me enamoré. La mujer que deseo cada día de mi existencia. Me miras, y en tus labios se dibuja un "te amo".
Y es entonces cuando un gemido sordo ruge en tu espalda, unas poderosas manos presionan tu cintura, forzándote, y ambos gritáis por el culmen de un deseo concedido.

En el aire se respira sexo. Con una omnisciente sonrisa de placer te separas de mi, alejándote hacia una mesita auxiliar en un rincón de nuestra habitación, entre tus nalgas comienzan a surgir pequeñas gotitas perladas, fruto de las acciones de un desconocido, la simiente de un completo desconocido.
Mientras te secas, por fin puedo medir a este hombre que ha disfrutado de ti, veo su polla latiendo aún empapada en tus fluidos y se a ciencia cierta que lo que acaba de pasar no es más que el primer round de una noche que solo acaba de comenzar.
 
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