En la oficina

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Invitado
¿No habéis tenido alguna vez esa sensación de que alguna conocida podría esconder algo detrás de una fachada de absoluta normalidad? Me gusta observar a la gente y siempre imagino historias que creo nunca llegarán a lo que realmente sucede detrás de las vidas de gente aparentemente "normal" o hasta sosa. Esto me hizo escribir esta historia, basada en la imagen que tengo de varias amigas y conocidas.



En la oficina



Isabel es una chica tímida. Si alguien la tuviera que definir solo con un adjetivo, ese sería el adecuado. Nunca una salida de tono, nunca un comentario inapropiado. Ni siquiera en las cenas de empresa. No es que fuera seria; de hecho, sonreía bastante. Pero es de esas personas que escucha, participa de forma puntual en las conversaciones, nunca cuenta chistes y, por supuesto, no critica a nadie. Por eso es la compañera a la que todos quieren, pero nadie ama. Más de una vez se olvidaron de ella: para la barbacoa de inauguración de la nueva casa de Álvaro o para esa fiesta de última hora en casa de Carmen, después de la cena de Navidad. Oye, ¿nadie le ha dicho a Isabel que vamos a tomar una copa en mi casa? Sólo falta ella.

Isabel nunca se toma a mal estos detalles. O no demasiado mal. De todas formas, aunque se lo pasa bien, muchas veces se siente fuera de lugar. A veces está en medio de esa cena y siente como un silencio, viendo las caras de los demás gesticulando y sus bocas con muecas extrañas, pero no hay sonido. La situación es casi divertida. En ese momento sabe que es hora de irse. Se inventa alguna excusa y se va.

Isabel no tiene pareja. Algunas veces sus compañeras de la oficina han intentado prepararle una cita a ciegas. Ese conocido de alguna acabado de divorciar o el chico en prácticas del departamento de informática. Para ellas era como una obra de caridad. No es solo su timidez. También su forma de vestir. No hay nada sexy en ella. Sus peinados. Su falta de maquillaje. Sus zapatos, siempre planos, cuando no deportivas. Y eso que no es fea. De hecho, es casi atractiva, aunque sus gafas anticuadas la hacen mayor, nada de oficinista sexy. Así que debería de conformarse con quien llegue, pensaban todas.

Todos, en algún momento, han fantaseado con lo que es la vida privada de los demás, sobre todo después de verse en grupo. Ese o esa que se iba antes era el blanco perfecto de los comentarios de los demás:

“No hay ni una vez que pague una ronda”
“La camisa se la cambia exactamente a los quince días”
“Ha sido afeitarse y perder el sex appeal”
“No veas si está echando culo”
“Creo que se va a divorciar”
“Su familia es de dinero. Por eso lo del cochazo, seguro”

Pues bien, con la vida privada de Isabel no fantaseaba nadie. Y era un gran error.

Hacía unos dos años fue a tomar café con el chico que le presentaron en el cumpleaños de Rosa, la mujer de Marcos. En la fiesta se intercambiaron los teléfonos, pero no se esperaba su llamada. Aceptó el café: estaba lloviendo, la tele era una mierda y el chico le caía bien. La cita fue agradable. Él era mayor que ella, muy simpático y había recorrido mundo. Simplemente escuchar sus historias sobre los países en los que había estado la entretuvo y se rio bastante.

-¿Vamos a tomar una copa ahora? Conozco un garito muy chulo por aquí. -le propuso el chico.
Isabel aceptó. Le apetecía tomar algo. Todo era mejor que volver a su deprimente casa. Así que se puso la chaqueta y se levantó rápido.

La copa llevó a la cena, y lo que ella pensaba que iba a ser un café se estaba convirtiendo en una verdadera cita. El chico era simpático, pero realmente no le atraía mucho. Curiosamente, él pensaba lo mismo de ella.

Después de cenar, tomaron un licor de hierbas, y el chico seguía contándole cosas de sus viajes.

“Bueno, chico, ya va siendo hora que cambies de tema” -dijo para sí Isabel. Y, curiosamente, vaya si cambió.

-¿Sabes? Una de las ciudades de Europa que más me gusta es Praga. Preciosa, cultural, barata, y con chicas muy guapas -dijo el chico riéndose.

-Eso último te lo podrías haber ahorrado- respondió riéndose Isabel.

-Fuera bromas. Es curioso. La gente es muy liberal. Todo el mundo es muy abierto. Yo no conocía a nadie y en dos días ya tenía un pequeño círculo de conocidos con los que descubrí el ambiente cultural de la ciudad, y los bares, claro -dijo entre risas.

-Y muchas chicas guapas, ¿no? -dijo Isabel con una medio sonrisa.

-Y muchas chicas guapas, sí. Sobre todo en aquel bar. Un sitio especial- Fue decirlo y darse cuenta que el licor empujó esas palabras fuera de su boca.

-¿Qué tipo de bar? -dijo Isabel riéndose. ¿De los que se paga la cerveza y la compañía? -se rio a carcajadas.

-Pues no. No de ese tipo. Era un bar normal, al menos en apariencia. Yo iba con otro chico, compañero de mi trabajo, y nos acompañaban sus dos amigas. Entre ellos se reían mucho, pero hablaban en checo la mayor parte del tiempo y no me enteraba de nada. Bueno, sigo contándote, que te veo interesada. Allí nos tomamos dos o tres copas más, y ya estaba algo borracho, cuando una chica me cogió de una mano y me metió en otra sala, riéndose. Detrás venía mi amigo con la otra chica. Detrás de la puerta había un hombre con aspecto serio y muy elegante, pero con cara de pocos amigos. La chica me pidió dinero (bastante, cogió casi todo lo que me quedaba en la cartera y ella misma rebuscó de su bolso) y pasamos a otra sala. Entonces me quedé anodadado...

-¿Qué había? ¿Que pasó? -preguntó interesada Isabel. No podía disimular su interés.

-Pues que había otro bar. Solo que había poquísima luz y la primera chica que pasó estaba totalmente desnuda y con un antifaz. Me quedé de piedra. Miré hacia mi amigo y se partió de risa. Después se metió en otra sala y lo perdí de vista unos minutos. Mientras tanto, me acerqué a la barra y me senté. La copa que me pedí terminó con las monedas de mis bolsillos. Poco después apareció mi amigo casi desnudo y la chica totalmente en pelotas y con un antifaz.

-¿Y la chica que estaba contigo? ¿Se desvaneció? -dijo Isabel.

-Pues sí. O eso creía yo. Porque realmente estaba detrás de mí, sentada en un taburete, pidiendo también. Cuando la reconocí, se partió de risa al ver la expresión de mi cara. Me cogió de la mano y me llevó a la habitación de donde había salido mi amigo. Allí me indicó en inglés que me desnudara, y me dijo: “Relax, you will be ok. You will like it”. Me cogió de la mano y me llevó a otra sala, donde había todavía menos luz. Y lo que vi allí se quedará grabado en mi memoria para siempre.

-¿Qué viste? -preguntó ansiosa Isabel.

-Sexo. Puro sexo. Salvaje. No era porno, era mucho más. No me imaginaba que existieran sitios así. Qué barbaridad.

-¿No te gustó? -Preguntó Isabel.

-Primero me chocó muchísimo. A ver, no soy un mojigato, pero es que no sabía qué hacer, aunque ya se encargaron de guiarme...

-¡Vaya sorpresa! ¿Y no te avisaron? Esos estaban meados de risa: ¡vamos a reírnos del español, jajajaja!

-Pues sí, así fue. Pero tengo que reconocer que es una experiencia que te marca- respondió el chico.

-Imagino que eso ocurre en países del norte. Allí son mucho más liberales -dijo Isabel.

-Pues no te lo vas a creer, pero mi amigo me comentó que él había estado en uno de estos bares aquí, en Madrid.

-¡No me digas! -respondió casi gritando Isabel.

-Sí, y tengo el nombre.

En ese momento, Isabel pensó: "¡Ah, ilusa, te ha tendido una trampa! Te ha contado una historia para calentarte y llevarte a la guarida del lobo. Vaya tío listo. Vaya cabrón. Pues lo ha hecho tan bien, y me ha puesto tan caliente, que se merece una oportunidad".

Y antes que el chico le propusiese nada, le dijo ella:

-Pues vamos.

El chico no se imaginaba esa respuesta tan directa.

Cogieron un taxi y llegaron al lugar. La entrada cumplía las características de un lugar de este tipo. Una puerta negra en un callejón sin salida. Llamaron. Salió un tío enorme que les invitó a entrar. Allí les cogieron sus chaquetas y les dieron una pequeña bolsa. Dentro había una llave y acto seguido les indicaron donde se encontraba la taquilla. En la bolsa había un antifaz, condones, sobres con lubricante y pañuelos. "Vaya set" -pensó Isabel-. "Esto sí que es un kit de supervivencia" -se rio para sí misma-. No se podía creer lo tranquila que estaba. Tenía más curiosidad que excitación, y nada de nervios.

Su acompañante (no se acordaba ni de su nombre, si en algún momento se lo dijo...) había desaparecido. Pensó: “Este no ha podido esperar más y se ha puesto a la faena”. La cuestión es que, ya que estaba allí, quería curiosear.

Se quitó la ropa, se dejó los zapatos de tacón, las bragas y el sostén y, por supuesto, el antifaz. “Imagina que me encuentro a mi jefe” -pensó divertida. Empezó a pasear contoneándose en dirección a la barra, y se sentó en un taburete.

-¿Que va a ser, cariño?

-Un gin tonic, me da igual la marca.

-Marchando.

Se acercó alguien y dijo: “Apúntamelo en mi cuenta”

Isabel se giró y el chico le puso las manos en los hombros por detrás y le dijo: “relájate, se nota que no estás muy acostumbrada”. En cierta forma le molestó que le dijera eso, ya que se sentía cómoda, pero pensó que algo habría hecho para que lo notara.

-¿Por qué dices que no estoy acostumbrada?

-Porque no paras de mirar a todos sitios con curiosidad. A pesar del antifaz se te nota en los ojos. Ahora relájate.

Le hizo un masaje en los hombros, muy suave al principio y más fuerte progresivamente, hasta que ella emitió un pequeño gritito.

-Oye, te estás pasando.

-Vale, es lo que quería comprobar. No te va el sado.

Se quedó de piedra. Este tío sabía lo que se hacía. “Pues si tienes que comenzar a aprender de alguien, que sea con un experto”- pensó para ella.

Se dio la vuelta y le dijo: “Tú que sabes tanto, muéstrame. Hazme un tour”-Le dijo al oído.

El chico sonrió y le cogió la mano: “Sígueme”

La llevó a dar un paseo. Él iba vestido con un tanga y sin nada más, completamente descalzo. Tenía buen cuerpo, pero no demasiado musculado, como le gustaban a ella, y le acariciaba el culo mientras andaban. Pararon frente a una sala y el chico descorrió una cortina. No se veía casi nada, pero se escuchaba mucho. Mucho sexo, mucho gemido, mucho roce, muchas palmadas. Isabel notó lo caliente que se estaba poniendo. El chico le señaló una chica que estaba cerca. Poco a poco fue acostumbrándose a la oscuridad y empezó a ver con detalles la escena. Se la estaban follando entre tres, dos de ellos haciéndole un sandwich y al tercero le estaba chupando la polla. Ese chico giró la cabeza y miró a Isabel. En eso momento se corrió en la cara de la chica, y el semen le chorreó por la máscara. Los otros dos seguían follándosela con fuertes embestidas. La chica gritaba cada vez más. Estaba a punto del orgasmo. Entonces Isabel dio un paso adelante y reaccionó de una forma totalmente inesperada para ella misma. Se acercó a la chica y la besó en la boca. Primero suavemente deslizando sus labios y después introduciendo su lengua. Le pasó la lengua por la cara y el cuello y eso hizo que la chica se corriera entre gritos. Todo el mundo se giró a ver el espectáculo. Los dos chicos sacaron sus pollas a la vez y eyacularon en sus tetas y su cara. Isabel masajeó sus tetas con el semen y eso puso a todos los chicos burrísimos. Se convirtió en el centro de todas las miradas. No se dio cuenta, pero poco a poco llegó gente de otras salas y la temperatura subió progresivamente. Empezaron dos tíos a magrearla, después tres, cuatro, cinco... Perdió la cuenta. Uno le quitó las bragas, pero le dejaron el sujetador. Empezaron a chuparle entre las piernas, el cuello, a acariciarle el pelo. Entonces un chico le puso su miembro en una mano. Estaba flácida, pero eso cambió pronto. Otro le acercó la polla a la boca, e Isabel empezó a chupársela con dedicación. Primero suavemente, y después metiéndosela hasta la garganta. El chico se corrió en tres minutos, pero llegó un refuerzo. No daba abasto. Y le encantaba. Era la dueña de la situación. Ella decidía. Un chico le dio una palmada fuerte en el culo. Entonces ella se giró enfadada. El chico se disculpó y lo apartaron. Estaban a sus órdenes; nunca se había sentido con tanto poder. Y le gustaba. Parecía que lo había hecho cientos de veces.

Se acercó un chico por detrás y le susurró: “¿puedo jugar con tu culo?- Y ella le contestó: “Primero juega, y luego fóllatelo”. Se sorprendió a sí misma diciendo eso. Su voz sonaba decidida, segura. Por supuesto, el chico lo hizo. Se lubricó la mano con crema, le introdujo un dedo, después dos, después un dildo fino, después uno más gordo, y finalmente su polla. Al entrar, Isabel se quedó sin respiración. Otro chico se puso abajo y le metió la polla en el coño, pero ahí no hacía falta lubricante. Empezaron a turnarse, mientras Isabel pajeaba a dos tíos y le chupaba la polla a otro. Uno le dijo que si podía correrse en su cara y ella les dijo a todos: “quiero que os corráis todos en mis tetas”. Así lo hicieron. Con todo el semen empezó a masajearse todo el cuerpo, lo que hizo que todos los chicos la miraran con cara de lujuria desatada. El espectáculo terminó. Todo el mundo empezó a abandonar la sala. Ella estaba a punto de salir para ir a ducharse cuando se le acercó un chico.

-Perdona, ¿te importa si hablo unos minutos contigo?

Isabel se le quedó mirando, algo sorprendida.

-Es que lo que ha pasado ahí dentro no es normal. Nos has puesto a todos cerdos. Hacía tiempo que no veía a una chica así, con ese control de la situación. Mira, trabajo en una productora de películas eróticas. Me gustaría que vinieras un día a mi oficina para hacerte una propuesta.

Isabel se ajustó la máscara, se tomó unos segundos y le dijo sonriendo:

-Gracias, no me interesa.




Como cada día, Isabel se sienta en la oficina, hace su trabajo de forma organizada. Nunca llega tarde. Es educada, sonríe a las bromas y sigue faltando aleatoriamente a algunas fiestas de compañeros. Nunca es protagonista. Bueno, no en la oficina. Pero a veces, cuando le apetece, es la reina de la fiesta.
 
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