El mirón del cine

En la vida real yo dudo mucho que un tío se vaya a dejar humillar por un viejo enclenque y gilipollas como este.
Y mucho menos es creíble que una mujer va a perder la cabeza por un viejo que no vale nada solo.porque tenga una buena verga.
Me gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.
 
Me gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.
Si, es más que seguro que esto en la vida real se de.
Pero cuesta creer que una pareja que aparentemente estaba perfectamente , está perdiendo la cabeza porque aparece un señor que no es gran cosa solo.porque tiene una gran verga.
 
Si, es más que seguro que esto en la vida real se de.
Pero cuesta creer que una pareja que aparentemente estaba perfectamente , está perdiendo la cabeza porque aparece un señor que no es gran cosa solo.porque tiene una gran verga.
A veces el morbo y el deseo aparecen donde menos lo esperas.
El ha sido un aspirante a Cornudo desde que se casó, y ella puede amarlo, pero no recibe en el sexo lo que espera, desea y merece.
La aparición de un maduro dominante con pollón, el morbo del deseo surgido del atrevimiento del Macho, el sexo sucio y furtivo protegida por su Cornudo consentidor y manso ha hecho el resto.
Muy buen relato
 
7



El mirón estaba detrás de mi mujer, con su polla dentro, follándosela despacio contra la pared. Las descomunales tetas de Silvia lucían aplastadas contra los azulejos y abrió la boca, soltando un gritito, al verse sorprendida por aquel tipo.

―¿Otra vez tú? ―le inquirió al viejo.

Estaba claro que no era la primera vez que le pillaba en una situación así. Yo me puse muy nervioso, pero el mirón se quedó tan tranquilo, sacando su verga del interior de Silvia y volviéndola a dejar apoyada sobre su culo.

―Te advertí que si te cazaba otra vez te iba a denunciar..., lo siento, ya no puedo dejarlo pasar, además, esta vez tengo testigos ―dijo mirando hacia mí y cogiendo el móvil para llamar a la policía.
―Espera, venga, tío, enróllate un poco, y por este no te preocupes, es el marido de la rubia... ―le interrumpió el viejo.
―¿Cómo dices? ¿El marido?
―Sí, es solo un cornudo al que le gusta ver cómo se follan a su mujer...
―Ey, no te pas... ―quise intervenir yo.
―Shhh, cállate, te pedí que vigilaras la puerta y ni para eso sirves... ―me regañó.
―Pero si os he avisado que venía...
―Venga, déjanos terminar, y hacemos como que aquí no ha pasado nada... ―le pidió el viejo al segurata sin hacerme caso.
―No puedo, tengo que cumplir con mi trabajo...

Durante toda la conversación surrealista que se traían entre los dos, Silvia no cambió de posición, pero al menos, se subió el vestido para taparse las tetas, mostrando un mínimo de pudor y decencia, aunque siguiera sacando el culo con la esperanza de volver a ser penetrada.

―¡No me jodas!, ¿pero no has visto lo buena que está la rubia?, nos has cortado el polvazo a la mitad, y mira qué cachonda está... ―le explicó el viejo restregando la polla entre sus piernas para que se escuchara el chapoteo―. Déjanos un poco más...
―¡Hostia! ―exclamó, abriendo los ojos de par en par detrás de sus gafas de culo de vaso.
―¿Ves?, lo que te decía..., si quieres puedes mirar cómo me la follo, no nos importa, ¿verdad, rubia?

Silvia apenas podía articular palabra, y emitía pequeños gemiditos, a la vez que movía sus caderas, mientras el viejo le frotaba la verga por los labios vaginales.

―Seguro que podemos llegar a un acuerdo ―soltó el mirón.

Pude ver en la cara de Bartolo que empezaba a tener dudas, había echado la mano al móvil, pero la erección bajo sus pantalones marrones le delataba. Y ahora el viejo le estaba ofreciendo un trato.

―¿Qué te apetece hacer?, ¿quieres sobarle las tetas?, te aseguro que son impresionantes...
―Este no va a tocarme un pelo ―aseguró Silvia.
―No, no puedo... tengo que denunciar, de verdad... ―se reiteró el segurata.
―¿Quieres tocarle el coño y ver lo mojada que está?, ¿quieres soltarle un azote?, vamos, habla, tiene que haber algo que te guste...
―¿No me has oído que no pienso hacer nada con este tío? ―volvió a decir mi mujer.
―Venga, nena, colabora un poco, no querrás que nos denuncie...
―Me da igual.
―No, de verdad que no puedo.
―Acércate, tío, mira qué melones... ―dijo el viejo sacudiendo las tetas de Silvia delante de sus narices y bajando los tirantes de su vestido para descubrírselas―. Hazte una paja mientras follamos, o que te la haga el cornudo del marido si eso es lo que te pone...

Y la cara de Bartolo se transformó cuando escuchó esas palabras, comenzando a tartamudear todavía más.

―Per... perdona, ¿qué..., qué has dicho?, que me haga una paja, ¿quién?
―El marido, que te la menee mientras me follo a la rubia...
―Ni de coña..., no te lo crees ni tú ―me negué yo.
―Yo prefiero que me la haga ella... ―le corrigió.
―Está bien, como prefieras, pues que te la haga la rubia... ―aceptó el mirón.
―Que noooo, que noooo ―protestó Silvia―, que te he dicho que este no me va a tocar ni un pelo..., ni yo a él...
―Solo es para que se vaya y nos deje solos...
―De eso nada...
―Está bien..., qué difícil me lo pones, rubia...

Seguro de sí mismo, se agarró la polla y comenzó a restregarla con fuerza en el coño de mi mujer. Los gemidos de Silvia subieron de nivel y sacó el culo hacia fuera cediendo contra la pared, cuando las piernas le flaquearon.

―¿Quieres que te la vuelva a meter? ―preguntó el mirón soltándole un duro azote en su nalga izquierda que resonó en todo el baño. ¡PLAS!
―Ey, parad ya, en serio... ―volvió a pedirles Bartolo.
―Venga, sácate la polla y hazte una paja, este se puede quedar fuera vigilando la puerta ―dijo el mirón refiriéndose a mí―. Nadie se va a enterar nunca, a ojos de todos seguirás siendo un profesional intachable, te prometo que si viene alguien paramos... y cada uno por su lado...
―No, no puedo...
―Vamos, la rubia se está derritiendo...
―¡Métemela ya! ―le pidió Silvia mirando hacia atrás y pasando la mano entre sus piernas para agarrarle ella misma la polla al mirón.
―Joder..., venga, vale ―cedió al final el de seguridad, animado por los gemidos de Silvia... ―. Pero que este vaya a la puerta a vigilar...
―Bien, sí, ya le has escuchado, si quieres que me folle a tu mujercita tienes que salir fuera...
―Silvia... ―le fui a preguntar si estaba de acuerdo, pero no me dio ni tiempo.
―Hazlo, Santi, por favor... aaaaah, aaaaah... joder... sal fuera, vamos... aaaaah... ―jadeó cuando el mirón volvió a restregarle la polla entre las piernas.

El vigilante de seguridad se quitó el walkie, dejándolo sobre el lavabo y se desabrochó el pantalón. El muy cabrón se iba a masturbar viendo cómo el mirón se follaba a mi mujer. Entonces, antes de salir al pasillo, le escuché desde la puerta con su voz de pito.

―¿Al final me hago yo la paja o me la hace la rubia?
 
8



El plan inicial ya hacía tiempo que se había directamente a la mierda. De hecho, no había ni rastro de él. Nuestra intención inicial era echar un polvo delante del viejo, para darle un escarmiento y al final habíamos terminado en los aseos del cine, conmigo vigilando la puerta mientras el mirón se follaba a mi mujer delante del segurata.

Todo muy surrealista.

Y a pesar de la peculiar situación, y aunque me había corrido antes, volvía a estar empalmado y muy caliente, igual que el día que el viejo se folló a mi mujer delante de mí. Ese día descubrí que me gustaba ver a Silvia con otros hombres, y durante todos estos meses había querido apartar esa idea de mi cabeza, pensando que aquello que ocurrió fue algo excepcional y que no se iba a volver a repetir. Pero tenía que asumir mi realidad.

Me acababa de convertir en un pobre cornudo y mi mujer se volvía loca con la enorme polla del viejo mirón.

Aunque no me gustaba nada la idea de dejarla sola con esos dos elementos, así que abrí la puerta y me asomé al baño. Ahora ella y el viejo estaban discutiendo, y Silvia negaba con la cabeza. Al menos le estaba poniendo un poco de cordura y parecía que no quería masturbar al segurata, que impaciente, asistía a la conversación con la polla en la mano.

―Dijiste que ella me iba a hacer la paja... ―insistió Bartolo.
―Que sí, pesado, espera un momento, lo estamos hablando... ―le cortó el viejo, que por unos instantes ya no lo tenía todo bajo control.
―Y tú vigila la puerta ―me gritó apuntándome con la porra.
―Silvia, ¿estás bien? ―pregunté yo desde la otra punta.
―Está estupendamente ―contestó el mirón―. ¿A que no te importa que le haga una paja a este?
―Silvia deberíamos irnos, no me gusta esto...
―¿Qué pasa?, ¿se decide o no? ―se impacientó el vigilante.
―Acércate y tócale las tetas, ¡¡mira, qué berzas tiene la puta esta!! ―le pidió el mirón.

Bartolo avanzó dos pasos despacio y estiró la mano, rozando los pechos de Silvia con extremada delicadeza, como si le diera miedo hacerle daño al tocárselos.

―Pero, apriétaselos bien, hombre... ¿ves cómo le gusta? ―dijo el mirón cuando gimió Silvia.

Luego se agarró la polla y la puso a la entrada de su coño, mi mujer se inclinó hacia delante y sus pechos cayeron colgando como dos ubres sobre las manos del segurata, que comprobó el peso y el tacto que tenían.

―¿Quieres que te folle? ―preguntó el viejo sabiendo la respuesta.
―Sí, vamos, métemela ya, aaaaah... ―le pidió Silvia abriéndose más de piernas.
―Tiene buen culo también, ¿eh? ―le comentó a Bartolo, que se quedó mirando incrédulo las marcas de las manos, en la suave piel de sus glúteos.
―Joder, tío, te has pasado, lo tiene muy rojo...
―No te preocupes, a esta zorra le encantan unos buenos azotes... no veas cómo gime cada vez que le doy... ¿qué pasa? ¿te gustaría sacudirla un poco?
―¿Pu... puedo hacerlo? ¿Me dejaría hacerlo a mí?―preguntó volviendo a tartamudear.
―Pues claro, a la rubia no le importa..., podemos llegar a un acuerdo, mira, nos olvidamos de la paja y te dejo que le sueltes unos azotes, te parece bien, rubia, ¿verdad? ―dijo el mirón subiendo el vestido de Silvia para que Bartolo pudiera admirar los potentes glúteos de mi mujer―. ¿Has visto que culazo tiene?
―Aaaaah, aaaaah, vamos, métemela ya, ufffff... no puedo más ―le imploró Silvia agarrándole de la manga de la camisa.
―Espera, que este quiere castigarte un poco, estamos cerrando un trato... ―la calló el viejo―. Entonces quedamos en eso, nos olvidamos de la paja y a cambio te dejo que azotes su culo y que nos veas follar... ―le ofreció al vigilante, al que se le había iluminado el rostro.

Este ni lo dudó y se acercó a ellos. El viejo había encontrado su fetiche en unos minutos.

―Cinco azotes... ―negoció agitando la porra delante de ellos, como si estuvieran regateando―. Hay que castigar a la rubia por incumplir la ley...

El viejo se inclinó sobre la espalda de mi mujer y estranguló sus tetas, apretándoselas con mucha fuerza. Silvia gritó de dolor y le suplicó que se la volviera a follar.

―Por favor... por favor, aaaaah... métemela...
―Deja que este tío te dé unos azotes y te aseguro que después te voy a echar el polvo de tu vida... hazme caso ―le aseguró el mirón retirándose mientras le subía el vestido para desnudar el culo de mi mujer―. Ven aquí, amigo, es toda tuya...

Salí fuera para echar otra ojeada y rápidamente volví a los aseos. Aquello no quería perdérmelo. La cara de Bartolo se había transformado y ahora parecía un puto sádico empuñando con fuerza su porra, mientras le colgaba la polla de la bragueta.
 
Esa polla colgante va a encontrar mano y boca, no sabemos si de cornudo o de esposa pero va a tener cobijo.
 
Última edición:
Me gustaría creer lo mismo que tú, pero ya he visto cosas en la vida real que me llevan a pensar que puede ser totalmente cierto.
A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
 
A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
Eso lo tienes que explicar y relatar mejor para deleite de todos y si se acompaña de algun material gráfico ya sea pubico o por privado, sería la 💣
 
A mi me han dejado a mi mujer completamente desnuda en una sala x, solo se la follo en Macho que venia con nosotros, pero ha sido la experiencia mas alucinante y morbosa que hemos vivido
Esa experiencia tiene q tomar forma en un buen relato para deleite de todos los presentes!!
 
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El plan inicial ya hacía tiempo que se había directamente a la mierda. De hecho, no había ni rastro de él. Nuestra intención inicial era echar un polvo delante del viejo, para darle un escarmiento y al final habíamos terminado en los aseos del cine, conmigo vigilando la puerta mientras el mirón se follaba a mi mujer delante del segurata.

Todo muy surrealista.

Y a pesar de la peculiar situación, y aunque me había corrido antes, volvía a estar empalmado y muy caliente, igual que el día que el viejo se folló a mi mujer delante de mí. Ese día descubrí que me gustaba ver a Silvia con otros hombres, y durante todos estos meses había querido apartar esa idea de mi cabeza, pensando que aquello que ocurrió fue algo excepcional y que no se iba a volver a repetir. Pero tenía que asumir mi realidad.

Me acababa de convertir en un pobre cornudo y mi mujer se volvía loca con la enorme polla del viejo mirón.

Aunque no me gustaba nada la idea de dejarla sola con esos dos elementos, así que abrí la puerta y me asomé al baño. Ahora ella y el viejo estaban discutiendo, y Silvia negaba con la cabeza. Al menos le estaba poniendo un poco de cordura y parecía que no quería masturbar al segurata, que impaciente, asistía a la conversación con la polla en la mano.

―Dijiste que ella me iba a hacer la paja... ―insistió Bartolo.
―Que sí, pesado, espera un momento, lo estamos hablando... ―le cortó el viejo, que por unos instantes ya no lo tenía todo bajo control.
―Y tú vigila la puerta ―me gritó apuntándome con la porra.
―Silvia, ¿estás bien? ―pregunté yo desde la otra punta.
―Está estupendamente ―contestó el mirón―. ¿A que no te importa que le haga una paja a este?
―Silvia deberíamos irnos, no me gusta esto...
―¿Qué pasa?, ¿se decide o no? ―se impacientó el vigilante.
―Acércate y tócale las tetas, ¡¡mira, qué berzas tiene la puta esta!! ―le pidió el mirón.

Bartolo avanzó dos pasos despacio y estiró la mano, rozando los pechos de Silvia con extremada delicadeza, como si le diera miedo hacerle daño al tocárselos.

―Pero, apriétaselos bien, hombre... ¿ves cómo le gusta? ―dijo el mirón cuando gimió Silvia.

Luego se agarró la polla y la puso a la entrada de su coño, mi mujer se inclinó hacia delante y sus pechos cayeron colgando como dos ubres sobre las manos del segurata, que comprobó el peso y el tacto que tenían.

―¿Quieres que te folle? ―preguntó el viejo sabiendo la respuesta.
―Sí, vamos, métemela ya, aaaaah... ―le pidió Silvia abriéndose más de piernas.
―Tiene buen culo también, ¿eh? ―le comentó a Bartolo, que se quedó mirando incrédulo las marcas de las manos, en la suave piel de sus glúteos.
―Joder, tío, te has pasado, lo tiene muy rojo...
―No te preocupes, a esta zorra le encantan unos buenos azotes... no veas cómo gime cada vez que le doy... ¿qué pasa? ¿te gustaría sacudirla un poco?
―¿Pu... puedo hacerlo? ¿Me dejaría hacerlo a mí?―preguntó volviendo a tartamudear.
―Pues claro, a la rubia no le importa..., podemos llegar a un acuerdo, mira, nos olvidamos de la paja y te dejo que le sueltes unos azotes, te parece bien, rubia, ¿verdad? ―dijo el mirón subiendo el vestido de Silvia para que Bartolo pudiera admirar los potentes glúteos de mi mujer―. ¿Has visto que culazo tiene?
―Aaaaah, aaaaah, vamos, métemela ya, ufffff... no puedo más ―le imploró Silvia agarrándole de la manga de la camisa.
―Espera, que este quiere castigarte un poco, estamos cerrando un trato... ―la calló el viejo―. Entonces quedamos en eso, nos olvidamos de la paja y a cambio te dejo que azotes su culo y que nos veas follar... ―le ofreció al vigilante, al que se le había iluminado el rostro.

Este ni lo dudó y se acercó a ellos. El viejo había encontrado su fetiche en unos minutos.

―Cinco azotes... ―negoció agitando la porra delante de ellos, como si estuvieran regateando―. Hay que castigar a la rubia por incumplir la ley...

El viejo se inclinó sobre la espalda de mi mujer y estranguló sus tetas, apretándoselas con mucha fuerza. Silvia gritó de dolor y le suplicó que se la volviera a follar.

―Por favor... por favor, aaaaah... métemela...
―Deja que este tío te dé unos azotes y te aseguro que después te voy a echar el polvo de tu vida... hazme caso ―le aseguró el mirón retirándose mientras le subía el vestido para desnudar el culo de mi mujer―. Ven aquí, amigo, es toda tuya...

Salí fuera para echar otra ojeada y rápidamente volví a los aseos. Aquello no quería perdérmelo. La cara de Bartolo se había transformado y ahora parecía un puto sádico empuñando con fuerza su porra, mientras le colgaba la polla de la bragueta.
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El plan inicial ya hacía tiempo que se había directamente a la mierda. De hecho, no había ni rastro de él. Nuestra intención inicial era echar un polvo delante del viejo, para darle un escarmiento y al final habíamos terminado en los aseos del cine, conmigo vigilando la puerta mientras el mirón se follaba a mi mujer delante del segurata.

Todo muy surrealista.

Y a pesar de la peculiar situación, y aunque me había corrido antes, volvía a estar empalmado y muy caliente, igual que el día que el viejo se folló a mi mujer delante de mí. Ese día descubrí que me gustaba ver a Silvia con otros hombres, y durante todos estos meses había querido apartar esa idea de mi cabeza, pensando que aquello que ocurrió fue algo excepcional y que no se iba a volver a repetir. Pero tenía que asumir mi realidad.

Me acababa de convertir en un pobre cornudo y mi mujer se volvía loca con la enorme polla del viejo mirón.

Aunque no me gustaba nada la idea de dejarla sola con esos dos elementos, así que abrí la puerta y me asomé al baño. Ahora ella y el viejo estaban discutiendo, y Silvia negaba con la cabeza. Al menos le estaba poniendo un poco de cordura y parecía que no quería masturbar al segurata, que impaciente, asistía a la conversación con la polla en la mano.

―Dijiste que ella me iba a hacer la paja... ―insistió Bartolo.
―Que sí, pesado, espera un momento, lo estamos hablando... ―le cortó el viejo, que por unos instantes ya no lo tenía todo bajo control.
―Y tú vigila la puerta ―me gritó apuntándome con la porra.
―Silvia, ¿estás bien? ―pregunté yo desde la otra punta.
―Está estupendamente ―contestó el mirón―. ¿A que no te importa que le haga una paja a este?
―Silvia deberíamos irnos, no me gusta esto...
―¿Qué pasa?, ¿se decide o no? ―se impacientó el vigilante.
―Acércate y tócale las tetas, ¡¡mira, qué berzas tiene la puta esta!! ―le pidió el mirón.

Bartolo avanzó dos pasos despacio y estiró la mano, rozando los pechos de Silvia con extremada delicadeza, como si le diera miedo hacerle daño al tocárselos.

―Pero, apriétaselos bien, hombre... ¿ves cómo le gusta? ―dijo el mirón cuando gimió Silvia.

Luego se agarró la polla y la puso a la entrada de su coño, mi mujer se inclinó hacia delante y sus pechos cayeron colgando como dos ubres sobre las manos del segurata, que comprobó el peso y el tacto que tenían.

―¿Quieres que te folle? ―preguntó el viejo sabiendo la respuesta.
―Sí, vamos, métemela ya, aaaaah... ―le pidió Silvia abriéndose más de piernas.
―Tiene buen culo también, ¿eh? ―le comentó a Bartolo, que se quedó mirando incrédulo las marcas de las manos, en la suave piel de sus glúteos.
―Joder, tío, te has pasado, lo tiene muy rojo...
―No te preocupes, a esta zorra le encantan unos buenos azotes... no veas cómo gime cada vez que le doy... ¿qué pasa? ¿te gustaría sacudirla un poco?
―¿Pu... puedo hacerlo? ¿Me dejaría hacerlo a mí?―preguntó volviendo a tartamudear.
―Pues claro, a la rubia no le importa..., podemos llegar a un acuerdo, mira, nos olvidamos de la paja y te dejo que le sueltes unos azotes, te parece bien, rubia, ¿verdad? ―dijo el mirón subiendo el vestido de Silvia para que Bartolo pudiera admirar los potentes glúteos de mi mujer―. ¿Has visto que culazo tiene?
―Aaaaah, aaaaah, vamos, métemela ya, ufffff... no puedo más ―le imploró Silvia agarrándole de la manga de la camisa.
―Espera, que este quiere castigarte un poco, estamos cerrando un trato... ―la calló el viejo―. Entonces quedamos en eso, nos olvidamos de la paja y a cambio te dejo que azotes su culo y que nos veas follar... ―le ofreció al vigilante, al que se le había iluminado el rostro.

Este ni lo dudó y se acercó a ellos. El viejo había encontrado su fetiche en unos minutos.

―Cinco azotes... ―negoció agitando la porra delante de ellos, como si estuvieran regateando―. Hay que castigar a la rubia por incumplir la ley...

El viejo se inclinó sobre la espalda de mi mujer y estranguló sus tetas, apretándoselas con mucha fuerza. Silvia gritó de dolor y le suplicó que se la volviera a follar.

―Por favor... por favor, aaaaah... métemela...
―Deja que este tío te dé unos azotes y te aseguro que después te voy a echar el polvo de tu vida... hazme caso ―le aseguró el mirón retirándose mientras le subía el vestido para desnudar el culo de mi mujer―. Ven aquí, amigo, es toda tuya...

Salí fuera para echar otra ojeada y rápidamente volví a los aseos. Aquello no quería perdérmelo. La cara de Bartolo se había transformado y ahora parecía un puto sádico empuñando con fuerza su porra, mientras le colgaba la polla de la bragueta.
Bestial!! 🙌🏻🙌🏻
 
No sé cómo se supone que la tendría el viejo pero si supiera Silvia como me la pone a mí… 🤣
 
Wow, gran relato. La putada de llevarlo al dia es que me quedo con la paja a medias xD. Tendré que releerlo!
 
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