El masajista

Barnana38

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Hace unos meses empezaste a trabajar en una clínica de fisioterapia de alto nivel, para gente adinerada. Tus manos y los masajes que das se convierten en la predilección de las jóvenes ricas de la zona, por lo excitantes que les resultan, por tu carácter, y por la sensualidad del proceso. Notas que poco a poco va aumentando tu clientela, sobre todo entre las mujeres, que acuden a ocupar todas tus citas. Tu jefe está encantado.

Un día, una clienta comienza a tocarte la entrepierna de manera descuidada pero intencional. Aunque tratas de resistirte, la situación te provoca una erección dura como una roca, que resulta más que evidente en tus finos pantalones de tela. Consigues controlar y no pasa nada más ese día. Se lo cuentas con incomodidad y sorpresa a tu jefe, que te dice que, bajo ningún concepto, va a censurar a las clientas ni a echarlas. Te insta a manejarlo con "diplomacia".

En la siguiente cita, la misma clienta pasa de las caricias a los manoseos. Te dejas hacer. Ella se quita la escasa ropa que la cubría en la camilla de masaje y te anima a que te la folles.

- "Qué manera de perder mi trabajo", piensas.

Ella no pide protección. Tú tampoco la nombras. Te la follas a pelo y te corres dentro. Ella te lo agradece. Sus gemidos se han escuchado en la clínica. Seguro que tu jefe sabe lo que ha pasado. Cuando lo ves esperas una fuerte reprimenda y tu despido. Pero nada de eso sucede. Él sonríe. Nadie dice nada, pero con su actitud queda claro que aprueba lo sucedido.

La clienta repite varias veces, siempre a pelo. Y tú empiezas a disfrutar la situación.

Poco a poco ella corre la voz al respecto y te conviertes en un masajista-follador de jovencitas ricas. Casi ninguna te pide protección, por eso suelen salir de la clínica bien rellenas de tu zumo de ADN.

La demanda de tus masajes llega a tal nivel que apenas hay clientas que vengan solo a darse un masaje. La mayoría quiere polla. Eso te hace limitar las citas y aumenta la demanda por la escasez de tus servicios.

Un día tu jefe te dice que necesita hablar contigo. Te comenta que él quiere cuidarte ya que le estás haciendo ganar una fortuna. Decide subirte el sueldo y pagarte el almuerzo y la cena todos los días en restaurantes caros. Quiere que comas bien y descanses. Te exige que dejes a tu pareja para no distraerte (o perder el poder sexual fuera del trabajo). Te quiere a la entera disposición de tus clientas.

Un día, mientras te follas a una hermosa mujer rubia de 22 años piensas "¿En qué me he convertido? ¿Cómo llegué a esto?"

Minutos más tarde te retuerces de placer mientras tus cojones conducen una nueva carga de profundidad en el útero de la rica y bella joven. Hoy es tu segundo polvo, y te queda un servicio más por la tarde. Dos más mañana.

Los embarazos, menos de los esperables dada tu implicación laboral -y la píldora del día después que toman muchas de ellas- no se hacen esperar. La combinación de tu genética con la de los jóvenes produce niños sanos, guapos y fuertes. Y el boca a boca y los cotilleos hacen el resto. En poco tiempo ya no son solo jóvenes acaudaladas, las jóvenes que no tienen dinero para pagar una inseminación artificial recurren a sus servicios. Se convierten en la mayoría de tus clientas.

El masaje es la excusa. Tu esperma es el servicio. Te sientes venerado, deseado... Te has convertido en un semental, como un caballo o un toro seleccionado para preñar. Ya no tienes pareja. No pudiste cuidar de ella.

Un día una clienta te está haciendo una mamada mientras te acaricia los huevos con la mano izquierda. Lo hace como si fueran un tesoro, algo precioso. Lo hace con los ojos cerrados, disfrutando de cada sensación, de cada centímetro de tu piel. De repente, ves la escena desde afuera, como si no fueras tú… Piensas… “Dios, gracias por darme un trabajo como este y por los dones que me permiten mantenerlo”. Minutos después derramas tu esperma una vez más en el vientre de una bella joven que quiere quedar embarazada de ti.

Sí, eres un excelente trabajador.
 

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