2
Fuimos a la estación a recoger a Elvira. ¡Qué alegría me dio verla! Nos bajamos los tres del coche, Pablo, Sergio y yo, e hicimos una piña, como en los viejos tiempos. Lo de Iván todavía estaba muy reciente, y aunque el motivo del encuentro era celebrar la despedida de soltero de Sergio, aquel fin de semana también nos serviría para intentar cerrar la herida del fallecimiento de nuestro amigo y brindarle un homenaje.
Elvira se había desplazado desde Barcelona en tren y nos montamos en el coche con destino Gijón. Decidimos hacer el viaje así para pasar más tiempo juntos y hablar de nuestras cosas, pues tampoco eran muchas las oportunidades que teníamos de reunirnos los cuatro.
Cada uno teníamos nuestros trabajos y al final la vida va separando tus caminos. Pablo era cabo del ejército y vivía en Zaragoza con una chica que era su pareja desde hacía un par de años. Elvira se había convertido en toda una empresaria de éxito. Fue una visionaria y montó una empresa de mensajería que en poquito tiempo se convirtió en un referente en el modelo de negocio actual.
Ya no era la joven desgarbada y gótica de la universidad, se había refinado en los gustos, vestía de manera más formal, con pantalones de vestir negros, zapatillas, camiseta blanca y americanas de colores. El pelo lo llevaba liso a la altura de los hombros, se maquillaba distinto, mucho más natural, aunque seguía teniendo un toque salvaje con los piercings de las orejas y ese tatuaje que ocupaba todo su brazo izquierdo. Era una mujerona imponente con su 1,78 de altura y llevaba una temporada saliendo con una exquisita modelo italiana llamada Fiorella.
Lo mío con Elvira en la universidad fue un quiero y no puedo, yo solo la veía como una chica fácil a la que le gustaba follar. Nunca estuve enamorado de ella. Salimos formalmente unos meses en el segundo año de carrera, aunque decidimos que era mejor ser amigos o íbamos a terminar tirándonos los trastos a la cabeza. Aun así, seguimos follando con bastante frecuencia hasta que empecé a salir con Sofía. Y Elvira, tras varios rollos fallidos, decidió probar con las chicas y hasta hoy.
Siempre he pensado qué habría pasado si hubiera seguido con ella. Ahora me gustaba mucho más que en aquellos años, la percibía de una manera muy distinta, no sé si era el dinero, que tenía mucha más clase, pero de esta Elvira sí podría enamorarme con facilidad. Eso sí, a pesar de los años y la distancia, nunca perdimos el contacto y seguíamos manteniendo esa complicidad especial entre nosotros.
Pablo conducía y Sergio iba de copiloto, por lo que yo me puse en los asientos de atrás con Elvira. Nos estuvimos poniendo al día de nuestros asuntos personales, trabajo, bodas, pisos… hasta que salió el tema de la despedida de soltero conjunta que habíamos organizado un par de semanas atrás.
―Me hubiera gustado ir, pero ese fin de semana me fue imposible, mucho trabajo y tuve que viajar a Londres, pero os prometo que lo intenté hasta el último momento ―nos dijo Elvira.
―Ya, ya, pues no sabes la fiesta que te perdiste. La del viernes creo que ha sido una de las mejores fiestas que hemos montado, ¿verdad, Adrián?
―Sí, estuvimos jodidos toda la semana, porque el sábado tampoco es que nos lo tomáramos de tranqui…
―¡Qué pena!, pero ya me dije que este finde era para vosotros, mis chicos, de hecho, en cuanto me he bajado del tren, he apagado el móvil hasta el domingo; así que tenemos que pasárnoslo de puta madre…
―No lo dudes ―dijo Pablo―, yo me voy a pillar un ciego tremendo, ya os lo aviso.
―Ja, ja, ja, no esperábamos menos de ti, Pablito ―bromeó Elvira haciéndole una caricia en el hombro.
Habíamos reservado tres habitaciones, al no tener triples en el hotel eran dos individuales y una doble. Una de las individuales, obviamente, era para Elvira y por sorteo les tocó juntos a Pablo y Sergio, por lo que yo estaría solo también.
Lo primero que hicimos fue prepararnos e ir a cenar, Elvira había reservado en uno de los mejores restaurantes de Gijón y nos dimos un buen homenaje. Salimos ya bastante calentitos con la sidra y tres copas que nos tomamos y nos recomendaron un par de sitios muy majos para tomarnos un cóctel, el Varsovia y el Utopía, o algo así.
Era impresionante cómo se había vestido Elvira, dejando a un lado su imagen de empresaria y recordándonos a la antigua compañera de universidad, pero con mucha más clase. Pantalones de vestir ajustados azul marino, zapatos de tacón y una blusa blanca sin mangas y cuello de pico, con un poco de escote para lucir sus tremendas tetas.
Y es que Elvira seguía teniendo una delantera de diez, ya no estaba tan delgada como en aquella época y ahora se veía mucho más proporcionada; también se notaba que había trabajado bastante la parte inferior, piernas y glúteos, con una entrenadora personal y el cambio era abismal. La cabrona tenía un señor culo y con esos pantalones dejaba poco a la imaginación.
Con varias copas y los cócteles encima, llegamos ya bastante perjudicados a un discobar que nos indicaron, que se llamaba el Buddha. Nos lo estábamos pasando fenomenal, sin parar de beber, de reír, contando anécdotas de Iván. Parecía que se había detenido la máquina del tiempo y Pablo y Elvira se pegaron unos buenos bailes mientras Sergio y yo los mirábamos desde la barra.
―Joder, tío, Elvira cada vez está más buenorra, se ha puesto como un puto cañón ―comentó Sergio con la lengua trabada y serias dificultades para seguir de pie―. No me importaría terminar esta despedida de soltero con ella, ja, ja, ja…
―Ya lo creo. Sí, está muy guapa, pero me parece a mí que hoy vas a terminar durmiendo en un banco como sigas así…
―Pablo ha bebido más que yo y mírale, está ahí como si nada.
―También lleva lo suyo, no te creas…
―¡Qué suerte tuviste de follarte a Elvira!, ¿era buena en la cama?, tiene pinta de ser una fiera…, uffff, y pensar que en la universidad no me ponía nada al principio; luego sí, ¿eh?, es que esas tetas siempre me han gustado mucho.
Sin darme cuenta, Elvira se acercó hasta nosotros y me sacó a la fuerza a la pista de baile mientras Pablo se pedía otro copazo. Con lo grande que era se los bebía de un par de tragos y, aunque lo disimulaba mejor que Sergio, también llevaba una cogorza importante.
―Me lo estoy pasando increíble ―me dijo Elvira visiblemente emocionada―, las fiestas a las que voy ahora no tienen nada que ver con esto.
―Es que ya estás en otra liga…, seguro que vas a fiestas de pijos, en sitios privados y con gente de mucha pasta.
―¡No seas tonto!
―¿Pero tengo razón o no?
―Sí, sí, tienes razón…, y cállate y mueve los pies, que veo que sigues teniendo dos pies izquierdos, ja, ja, ja…
―Hay cosas que no cambian nunca, aunque no puedo decir lo mismo de ti, no sé cómo lo haces, pero cada vez que nos vemos se te nota una evolución tremenda en tu físico, mira, sin ir más lejos, Sergio me ha dicho antes que estás buenísima, ¡y aunque esté borracho, tengo que darle la razón!
―Mis horas de gimnasio me está costando…
―Tienes que estar guapa para la supermodelo italiana, hacéis muy buena pareja.
―Lo suyo es genético, apenas se cuida, aunque es verdad que come poco y con veintidós años tampoco lo necesita…
―Uf, veintidós añitos, quién los pillara.
―¿Y tú qué tal todo?, ya veo que te va de maravilla, con Sofía, con piso nuevo, boda… Y también estás muy bien…, has ganado con el tiempo, como el buen vino.
―No tan bien como tú, pero no me quejo…
―Echo de menos nuestras charlas, me hubiera gustado estar un ratito contigo a solas.
―Y a mí… ¿Tú todo bien en Barcelona?
No le dio tiempo a responderme porque enseguida se acercaron Pablo y Sergio con otras dos copas para nosotros, nos rodearon y terminamos dando brincos los cuatro al ritmo de la música.
Llegamos al hotel a las cinco de la mañana, tuvimos que llevar a Sergio a hombros entre Pablo y yo, porque el pobre era una piltrafa con patas. Lo dejamos caer en su cama y acto seguido fue Pablo el que se recostó en la suya sin tan siquiera cambiarse de ropa. Cerramos la puerta de su habitación y Elvira y yo salimos al pasillo del hotel.
―Anda, que vaya dos…
―Ya te digo, aunque yo también voy bastante perjudicada, hacía muchos años que no me cogía una borrachera así, ¡si se entera mi entrenadora me mata!, no me deja probar ni una gota de alcohol, pero por vosotros lo que sea, un día es un día… y encima ahora no me apetece nada dormir, ¡estoy acelerada! ―dijo Elvira.
―A mí tampoco, la verdad, ¿quieres dar una vuelta?, tenemos la playa aquí al lado.
―Pues mira, me encantaría sentarme en la arena y quedarnos mirando el mar.
―Eso está hecho.
―Espera que cojo algo de abrigo en la habitación, que ya empieza a refrescar…
―Sí, yo también…
No tardamos en llegar a la playa con un par de sudaderas puestas. Me encantó que Elvira se agarrara a mi brazo y nos sentamos en la arena a diez metros de donde rompían las olas. Aunque hacía fresquito, se estaba de maravilla allí, alejados por unos minutos del mundanal ruido y en compañía de mi mejor amiga.
―Todavía me zumban los oídos ―protestó Elvira apoyándose en mi hombro―, creo que voy a tardar en recuperarme de esta.
―Siempre has tenido un aguante de la hostia, ya en la uni nos tumbabas a todos y sigues igual… Entonces, ¿todo bien en Barcelona?, que antes no pudimos seguir hablando.
―Sí, genial, aunque bueno, me gustaría estar más cerca de mi madre, dice que está muy bien en su casa y que no se muda, pero no me quejo, viene a visitarme más veces que yo a ella.
―¿Y con Fio…?, nunca me sale el nombre, y eso que la sigo en *********…
―Fiorella, ja, ja, ja…, bien, muy bien, es muy suya, independiente, se pasa el día viajando por su trabajo, y tiene la residencia fijada en Roma, aunque estamos hablando a ver si para el año que viene se muda conmigo.
―Está muy buena, eh…
―Ya lo sé, a mí me lo vas a decir.
―¿Y con ella eres tan agresiva en la cama?, ja, ja, ja…
―Con ella más todavía, aunque no lo parece, a Fiorella le gusta el sexo duro, si yo te contara…
―Cuenta, cuenta, no me importa.
―Otro día, que hoy estoy borracha y podría dar más datos de los necesarios, ja, ja, ja…
―¡Oh, qué pena!, me acuerdo mucho de nuestras primeras veces, ¿sabes?, nunca había estado con una chica como tú…
―Les suele pasar a todos ―bromeó Elvira.
―No, te lo digo en serio…
―Sí, follábamos a lo bestia en el chalet ese en el que vivías; por cierto, la casera estaba muy buena, Mónica se llamaba, ¿verdad?
―Sí, ¿sabes que hace poco me la volví a encontrar?
―Ah, ¿sí?, ¿y qué tal?, fue una pena que no siguieras viviendo allí en segundo, seguro que pasó algo que no nos quisiste contar…, porque fue muy extraño lo que pasó, no recuerdo que excusa nos diste, pero no sonó muy creíble.
―Me la follé…, follábamos juntos, eso es lo que pasó…
―¡¿Quééééé?!
―Que me la follé, te lo digo ahora porque ya ha pasado mucho tiempo.
―¡Lo sabía!, se notaba mucho que entre vosotros había tensión sexual…, ¿y por qué no me lo dijiste?
―Ella estaba casada, quería ser discreto, y tampoco fue todo el año, solo durante el último trimestre.
―Mmmmm, ¡eso suena muy morboso!, los dos solitos en ese chalet con piscina, joder, te la follarías bien…, me lo podías haber comentado, por aquel entonces no me hubiera importado hacer un trío con vosotros, ja, ja, ja…
―Me lo creo.
―¿Y qué pasó?, ¿te pidió ella que te buscaras otro sitio?
―No, exactamente, uno de los últimos días, ya había terminado el curso, nos pilló el marido en mi habitación.
―¡¡Hostia!!, ¿en serio?
―Sí, no se me olvidará en la vida, la estaba enculando a cuatro patas y de repente… ¡apareció!
―¿Te la estabas jodiendo por el culo?, ¡qué cabrón!
―Ja, ja, ja, sí, yo fui el primero que…, bueno, ya sabes…
―¿Y luego?
―Nada, no dijo nada, nos dejó solos y Mónica bajó con él; luego ella se encerró en su habitación, no quiso hablar conmigo y yo me tuve que ir al día siguiente, ¡menuda movida!, no pude volver a verla con ella hasta que me la encontré hace poquito, diez años después.
―Bufff, vaya historia.
―¿Sabes que ahora tienen un hijo?
―Ah, ¿sí?, a ver si va a ser tuyo, ja, ja, ja…
―No, idiota, ¿cómo va a ser mío?
―¿Y por qué no?, ¿cuántos años tiene?
―Pues porque no, esas cosas no pasan en la vida real…
―¿Cuántos años tendrá el chico?, lo mismo tienes un hijo por ahí y tú sin enterarte…
―Que no, eso no puede ser… Sofía me corta los huevos…, no sé, tendrá ocho o nueve años…
―¿Follabais con protección?
―No, pero…
―¿Y, entonces, puedes afirmar con seguridad que no es tuyo…?, porque ellos no podían tener hijos o algo así… si no recuerdo mal…, si supieras con exactitud qué años tiene quizás…
―Joder, Elvira, cállate ya, que al final… me estás haciendo dudar.
―¿Y qué harías si te enteraras de que es tuyo?
―Pues no lo sé, posiblemente nada, para el año que viene me voy a casar con Sofía, no creo que le hiciera mucha gracia saber que tengo por ahí un hijo de diez años.
―No, creo que no, conociendo a Sofía…
»Lo mismo tienes más de uno, ja, ja, ja, porque te recuerdo que en esa época te follabas a todo lo que se movía…
―Tampoco era para tanto…
―¿Con cuántas estuviste desde que cortamos hasta que empezaste a salir con Sofía?
―Con muchas, sí, pero… utilizaba condón, tampoco iba por ahí follando a lo loco.
―¿Y tú qué tal con Sofía?, para el año que viene ya sientas la cabeza.
―La cabeza la senté hace mucho…, solo lo vamos a formalizar, aunque estamos casados ya por el banco, con la hipoteca que firmamos el otro día…
―Me alegro mucho por ti, hacéis muy buena pareja…, y si te digo la verdad, en aquella época me daba un poco de envidia cuando estabas con ella, sobre todo me jodía cómo la mirabas, se notaba que estabas encoñado con ella, a mí nunca me miraste así…
―Eso no es cierto, tú me gustabas mucho también, lo intentamos, y no salió bien.
―Porque no estabas enamorado de mí…
―Bueno, y por más cosas, no solo yo tuve la culpa.
―Te gustaba follar conmigo y ya está, lo pasábamos bien en la cama.
―Sí, uf…, eras igual de morbosa que yo. O incluso más, me encantaba la mente esa tan sucia que tenías, ja, ja, ja, y bueno…, será mejor que dejemos de hablar de esas cosas, que a lo tonto me voy a pillar un calentón…
―Sí, mejor lo dejamos, que ahora te has convertido en un chico responsable y fiel, ja, ja, ja.
―Sí, como tú, hemos sentado la cabeza…
―Tampoco te creas, Fiorella me gusta mucho, pero…
―¿Pero…?
―Paso mucho tiempo sola y claro, ¿no pretenderá que esté un mes sin follar?, además, sé que ella tiene por ahí sus rollos también, ha estado liada con varias modelos.
―¿Y no te importa?
―No.
―¿Sois una pareja abierta de esas?
―No, nunca lo hemos hablado, no le damos más vueltas, quizás, si viviéramos juntas, no nos pondríamos los cuernos, pero no estaríamos tan bien en pareja como ahora, nunca se sabe…
―Entiendo.
―Y ya que estamos hablando de esto, ¿te puedo hacer una pregunta personal?, si no quieres, no la contestes, ¿eh?…
―Claro.
―Que no te moleste, pero… ¿alguna vez le has sido infiel a Sofía en todos estos años?
―¿Me estás proponiendo algo?, ¿o es que quieres que follemos aquí? ―le dije de bromas.
―No, idiota, ¡ya te gustaría!, aunque creo que lo harías si te lo pidiera.
―Puede ser…
―No me has contestado a la pregunta.
―¿Tú qué crees?
―Yo diría que sí, no muchas veces, pero conociéndote…, alguna canita al aire has echado en todos estos años. Seguro. ¿Tengo razón?
Parecía que Elvira tenía un sexto sentido. Quizás, al estar tan cerca de mí era como que podía percibir lo que sentía, aquella horrible sensación que me llevaba persiguiendo desde hacía un par de semanas. Ella seguía agarrada a mi brazo, con la cabeza apoyada en el hombro, me encantaba esa complicidad especial que teníamos y que se mantenía intacta a pesar de la distancia y el paso de los años. Y envalentonado por el alcohol, Elvira pegada a mí, la brisa del mar y la conversación tan sincera que estábamos teniendo, me abrí a ella y le solté lo que me llevaba atormentando desde la despedida de soltero.
Necesitaba contárselo a alguien, sacarlo fuera y Elvira era la única persona con la que podía hacer eso. Entonces comencé a hablar.
―Nunca le había sido infiel, pero en la despedida que hicimos en mayo pasó algo…