El Hombre de la Casa

CAPÍTULO 6: UN NUEVO ESTILO DE VIDA

La mañana siguiente me desperté y la vi a mi lado, tumbada y observándome. En su mirada se podía intuir que estaba sumida en sus propios pensamientos.

-Buenos días, Roberto -me dijo con una tímida sonrisa. Acto seguido acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy tierno y dulce.

-Buenos días, mamá -le respondí con voz de recién levantado. Le di el mejor abrazo del que me sentí capaz, ya que al fin y al cabo no me podía mover como hubiera querido.

-Cuidado, hijo -me dijo con una dulce voz.- Aún estás en reposo, ¿Recuerdas?

Asentí. Mientras ella correspondía el abrazo, dije:

-Aunque me siga doliendo el cuerpo estoy muy feliz.

-¿Feliz? -dijo mi madre con una pequeña carcajada.- ¿De qué, cariño?

-De despertarme y ver que no fue un sueño.

Me volvió a besar mucho más apasionadamente que antes. Entonces noté mi erección matutina y comprobé que volvía a tener ganas. Empecé a tocarla tanto como pude, empezando por sus tetas. Por desgracia, al incorporarme, el dolor del cuerpo pudo conmigo. Emití un quejido involuntario.

-¡Robe! -se alarmó mi madre.- Descansa... Lo de anoche han sido ya demasiados esfuerzos para ti...

Me resigné porque ganas no me faltaban.

-Además ahora no sabemos a que hora podrían llegar tus hermanas. Por suerte no nos hemos apalancado durmiendo, porque si nos encontraran así... -puso gesto de horror.- Te voy a preparar el desayuno ¿Vale? Aunque si quieres dormir más puedes... Debería acompañarte a tu cama porque Marta y Laura fliparían de verte durmiendo aquí...

-Vale, mamá... -respondí.- Pero ya estoy harto del reposo...

-No te queda otra, cielo -me dijo justo antes de besarme en la frente.

Me ayudó a ir a mi habitación y me recosté en mi cama. Ella bajó a la cocina y no tardó en regresar con un rico desayuno. Había traído para ella también y se sentó en mi cama para desayunar conmigo. Iba en un batín rosado de tela fina que no se había atado demasiado fuerte. Podía ver su canalillo en la obertura que le quedaba a la altura del pecho.

-Lo de Marta y Laura me preocupa un poco... -me confesó.- Que tu tía me haya convencido que esto que hemos hecho no es TAN raro no significa que el resto de gente lo pueda descubrir alegremente. Yo confío en Isa como en nadie más en este mundo y nos puede guardar el secreto, pero...

-Ya lo entiendo, mamá -interrumpí.- Ni una palabra.

-Es una suerte que ayer nos dejaran la casa para nosotros dos... -miró al techo y suspiró.- Pero con ellas en casa nos debemos comportar como si todo fuera normal.

-De acuerdo -acepté.

-Porque tú... -miró entonces al suelo sonrojándose.- ¿Querrás volverlo a hacer, no?

-¡Por supuesto! -dije yo ante tal obviedad.

Mi madre se rio un poco avergonzada. Me dio otro beso en la frente y me acarició la nuca. Vi su canalillo muy cerca de mi cara y me quedé paralizado. Cuando se volvió a quedar sentada donde estaba, siguió hablando:

-Pero tu reposo absoluto también nos limita un poco.

-Ya, bueno... -respondí con tristeza.- Me gustaría poder moverme bien.

-Hijo... -dijo mi madre con ternura y una sonrisa.- Podrás.

-Mami... -dije con un hilo de voz, esta vez mirando yo a mis propios pies.

-Dime, cariño.

-¿Entonces lo podremos hacer más veces cuando esté recuperado?

Ella me miró y, tras un no muy largo silencio, sonrió ampliamente y exclamó:

-¡Claro que sí, hijo! -se recostó para abrazarme por la cabeza de nuevo, quedando sus tetas a la altura de mi cara.- Es muy raro, pero ya me da igual. Yo también lo deseo.

Con mi cara entre sus tetas ya no pude aguantar más. Me restregué con frenesí por aquel canalillo.

-¡Jajaja! -se rió mi madre.- Como te conozco ya...

Acto seguido me puso la mano en el paquete y mientras me miraba a los ojos murmuró:

-Lo que imaginaba...

-Es que me pones mucho, mamá... -dije mientras ella me buscaba los labios para morrearme. Después del morreo ella contestó:

-Y tú también a mi.

Intenté incorporarme a pesar de mi dolor, pero no me pareció fácil.

-Hijo... -dijo ella.- Ya te he dicho que no tú no haces más esfuerzos por hoy... -hizo una de sus famosas pausas.- Aunque... Habrá que hacer algo con esto.

Me apretó un poco la polla por encima de los calzoncillos. ¡Que placer me dio!

-Me pongo así porque vas por casa con este batín tan abierto... -dije jadeando.

-Ay... Tetas, tetas, tetas... Te flipan ¿eh? -se rió mi madre.- Sigo diciendo que eres clavado a tu padre... También le encantan.

Me incomodó un poco el comentario y su burla amistosa, pero sonreí.

-Anda, ven -se levantó mi madre agarrándome la mano. Se la di y ayudó a que me levantara. Me sentó en el borde de la cama mientras me dijo:

-Si te pareces a tu padre la mitad de lo que creo... Esto te va a encantar...

Ella se arrodilló en el suelo, enfrente de mi. Me quitó rápido el boxer y liberó mi pene erecto. Ella hizo una mueca golosa y lo empezó a acariciar. Lo lamió y se lo metió en la boca sin muchos preámbulos. Yo aún no lo sabía, pero la mamada no era la parte importante. Aún así mi madre se entregó a fondo con ella y se entretuvo un buen rato haciéndomela. Entonces se la sacó de la boca y me dijo muy excitada:

-Ahora hijo, cómeme las tetas...

Se abrió el batín y me las puso frente la cara. Me volví a maravillar, como si fuera de nuevo la primera vez que las veía. No vacilé ni un segundo en hacer lo que me pedía. Le chupé los pezones con intensidad.

-Robe... -dijo ella- Lámelas bien... Que queden llenas de saliva...

Así lo hice. Mi madré me soltó la polla (me había seguido pajeando durante todo el rato, excepto en aquel momento) y se sujetó una teta con cada mano.

-Ven... -me dijo con un susurro muy sensual.- Lame aquí...

Y me aprisionó otra vez la cara en su canalillo. Yo obedecí encantado de estar ahogado entre aquellas dos maravillas. Pasé mi lengua por enmedio y aquella zona quedó húmeda de mi saliva. Poco después mi madre se apartó de mi.

-Ya verás como esto te encanta... -dijo sin soltarse las tetas y arrodillándose a un nivel más bajo de nuevo.- Tú disfruta...

Sus pechos se dirigieron a mi polla e hicieron contacto. La punta de su pezón directamente con mi frenillo me dio un gustillo enorme, y más aún cuando me agarró el falo y lo deslizó por sus tetas en su totalidad. Estuve unos segundos sintiendo aquel enorme placer hasta que finalmente ella acorraló mi polla entre sus dos berzas. Mi pene quedó aprisionado en su canalillo y mi madre comenzó la fricción. Cuando comprendí que me estaba haciendo una paja con sus pechos sentí el increíble placer que esto me suponía. Me estaba haciendo mi primera cubana. Suspiré y miré al techo.

-¿Qué tal, cariño? -me preguntó coqueta.

-Mamá... -pude articular.- No me lo puedo creer... De verdad que no.

-¿Pero te gusta? -preguntó con interés.

-¡Me encanta!

-Disfrútalo, hijo.

Mi madre se iba recolocando cada cierto tiempo para que mi polla no saliera de entre sus tetas y la fricción lubricada con saliva fuera lo más placentera posible. La miraba encantado y la veía laboriosa, concentrada en el placer de su hijo. Aceleró el ritmo de su cubana y yo moví un poco instintivamente mis caderas para aumentar aquella fricción, ya que cada vez sentía menos dolor. No sé cuantos minutos duró exactamente, pero noté por momentos el orgasmo crecer poco a poco dentro de mi. Cuando iba a estallar avisé a mi madre, porque se iba a manchar mucho a juzgar por lo que sentía en mi interior:

-Me corro... ¡Cuidado!

-Córrete así, cariñ... -empezó a decir mi madre mientras mi esperma salía como una erupción volcánica, blanco y cálido, esparciéndose por sus tetas y su canalillo- ...ooh... ¡sí! -se interrumpió a ella misma al verlo.

Me estuvo acariciando la polla con sus tetas durante un buen rato. Me encantaba como me alargaba el placer durante el máximo tiempo posible. Cuando se separó de mi, vi su entreteto todo blanco a causa de mi semen, y sus tetas chorreando también un poco. Ella sonreía algo sonrojada. Aquella escena fue un gran deleite. Me habló dulcemente:

-Te ha gustado ¿no? -sonrió un poco más.- Tal y como me imaginaba... -Yo no sabía que decir, quería agradecerle todo aquello pero no tenía palabras.

-Mamá...

Simplemente me abrazó con su cuerpo prácticamente desnudo, con las tetas aún pegajosas, pero no me importó. Noté aquella piel que por fin podía acariciar cuanto quisiera. Otra vez me sentí en una nube cuando de repente oímos el ruido que hace la llave al abrir la puerta de casa.

-¡Ya estoy aquí!

Era la voz de Marta, mi hermana pequeña, que hablaba desde el piso de abajo. Mi madre me miró con gesto de aterrorizada y dijo muy rápido:

-Te tapo con la sábana pero límpiate rápido la corrida. Yo me voy pitando a la ducha.

Y salió de mi habitación veloz pero silenciosa mientras yo obedecía.

-¿Hola? -volvió a sonar la voz de Marta.- ¿Hay alguien despierto?

Se oyeron sus pasos subiendo por la escalera. También se empezó a oír el agua de la ducha. Entonces vi que no había motivo para estar paralizado y en silencio.

-¡Hola Marta!

-¡Buenas, tete! -dijo mientras picaba a mi puerta (que ya estaba abierta) entrando respetuosamente a mi habitación. Yo respiraba un poco nervioso pero intenté que no se me notara. La cuestión es que no contaba con algo que me alteraría aún más mi tranquilidad. Además del susto que nos había dado unos segundos antes, Marta iba vestida con una camiseta de tirantes nueva, mucho más ajustada de lo habitual en ella. En su cuerpo tan joven, aquellas tetas destacaban demasiado y verle el canalillo era algo hipnótico. Me quedé alucinado como de costumbre.

-¿Has dormido bien? -me sonrió.

-Sí, bueno... -balbuceé.- Lo que se puede.

-¿Todo bien, tete?

-Bueno... -disimulé.- Que tengo ganas de volver a tener dos brazos y unas piernas funcionales.

-Bueeno, todo llegará -me sonrió aún más.- ¿Y mamá?

-En la ducha.

-Ah.. -dijo ella con un ligero gesto sorprendido. Nuestra madre casi nunca se duchaba por la mañana y mucho menos en verano teniendo piscina.- Bueno, me bajo a nadar un ratito. ¡Que tengas un buen día!

-¡Tu también!

Se metió en su habitación y me la imaginé quitándose aquella atrevida prenda para ponerse el bikini que ya le empezaría a quedar pequeño si aquello seguía creciendo a ese ritmo. Realmente, habiendo sido saciado tanto y tan recientemente, ¿Como podía seguir pensando de aquella manera?

Después de aquella pequeña advertencia del destino, mi madre y yo nos dimos unas horas prudenciales de cara a poder tener la intimidad necesaria para hablar del tema a solas. Ocurrió aquella tarde cuando tanto Laura como Marta estuvieron de nuevo fuera de casa. Mamá estaba en la cocina terminando de fregar unos platos y yo me acerqué a ella para abrazarla desde sus espaldas. Mi madre rio con suavidad diciendo:

-Enseguida termino, cielo, y estoy por ti.

Nos sentamos en el sofá. Ella iba de estar por casa con una de sus camisetas de tirantes largas. No llevaba pantalones debajo, así que le podía ver los muslos perfectamente cuando se puso la mar de cómoda al sentarse. No tardó en sacar el tema:

-Bueno... Vaya susto esta mañana cuando Marta ha llegado tan pronto.

-Ya ves, mamá... -reflexioné.- Si nos hubiera pillado...

-Hijo -me interrumpió.- Esto NO puede pasar. ¿Entendido? Y menos con Marta, con lo inocente que es... Tendría un trauma y nos llamaría locos de por vida. Porque lo hemos aceptado, pero sigue siendo una locura.

-Tienes razón, mamá -le dije.- Debemos tener más cuidado.

-Totalmente -respondió tajante.- Seamos madre e hijo normales la mayor parte del tiempo, por favor... Debemos guardarnos para ocasiones especiales. Tienes dos hermanas a las que tenemos que respetar viviendo con ellas. Solo cuando estemos seguros de que no estarán ni llegarán de repente, entonces podemos...

-...¿Follar? -continué yo, ya que se había atascado en esta palabra.

-Follar -dijo ella con una sonrisa, aún no pudiéndose creer que lo que estaba diciendo fuera cierto.

Me puse a reír de ver su cara. Por mucho que llevara tiempo deseándolo había que reconocer que la situación era muy surrealista. Ella se rio conmigo.

-Bueno... También es verdad que tenemos una cómplice... -dijo mi madre pensativa.- Si tía Isabel se las llevara un día de compras y nos quedáramos la casa...

Recordé entonces a mi tía Isabel. Ella me había ayudado días atrás y además había ayudado a que mamá aceptara la situación. Me pareció que en aquel momento esta última también cayó en la cuenta de la profundidad de los hechos más recientes.

-¡Hay que ver! -soltó.- A tu tía aún no la he llamado para contarle NADA de como ha ido la cosa... Seguro que va a alucinar, aunque ya se lo espere...

Yo me quedé callado con mis pensamientos. Se volvió dirigir directamente a mi:

-Robe... Esto es aún más enrevesado... -dijo en voz más bajita.- Casi me olvido de... Bueno. Esta conexión que habéis hecho tú y ella estos días.

-Ya... -suspiré viendo que me leía el pensamiento.- Es para flipar.

-Ella también estaba preocupada por ti y no dudó ni un segundo en ayudarte. Es lo que tiene ser tan abierta de mente... y estar un poco loca.

-Nos ha acabado contagiando su locura -me reí yo.

-Bueno, es que a ella estas cosas le divierten mucho -respondió. Se quedó un rato callada y siguió.- De hecho...

-De hecho ¿Qué? -pregunté yo viendo que mi madre hacía otra de sus pausas que se alargan.

-Contigo también -continuó.- Contigo también lo ha hecho por diversión... Aparte de ayudarte.

No supe que decir. Entonces ella habló de nuevo:

-Hijo... A ti te gusta tía Isabel, esto está claro ¿No?

-¡Mamá! -me sonrojé yo.- Sí, pero me gustas má...

-No te he preguntado eso, cariño -me interrumpió en tono amable.- Solo digo que si ella también te gusta.

-Sí -admití.- La verdad es que sí. ¡Pero tú más!

-¡Jajaja! -se rió con soltura.- Eso no lo dudo... -Y se agarró las tetas con las manos, sujetándolas un poco hacia arriba para aumentar la longitud de su canalillo visible.- Porque yo las tengo más grandes. ¿A qué sí?

-¡Mamá! ¡Por favor! -exclamé riendo nerviosamente.- ¡Que uno no es de piedra!

-¡Jajaja! Pues hoy ya has tenido tu ración de estas, mejor nos controlamos -dijo volviendo lentamente a un tono más serio.- Cualquiera de tus hermanas podría entrar ahora mismo por la puerta.

-Entendido -me resigné yo. Respiré y volví al tema.- De todos modos tú simplemente me gustas más que ella... Porque sí. Y ya.

-Hijito... -dijo ella con cierto tono emocionado.- Que vergüenza admitir lo tonta que me pone que me digas eso...

-No la sientas, mamá -le respondí.- Es la verdad.

-Vale... Gracias. -contestó.- Volviendo al tema. Lo que hemos empezado a hacer es muy raro, pero... Si me pregunto a mi misma si me sentaría mal que lo hicieras de nuevo con tía Isabel... La respuesta es no.

-¿No? -pregunté confuso.

-Que no me sentaría mal. Es algo vuestro, de vosotros dos -continuó explicando.- No puedo juzgarte a ti de que tengas relaciones con tu tía ni tampoco a ella por tener relaciones con su sobrino... Especialmente si tenemos en cuenta que... ¡Por Dios! ¡Yo soy tu madre!

Me volví a quedar callado.

-Y si algún día conoces a una chica de tu edad... -dijo ella.- Bueno, da igual. Que yo no voy a acapararte. Nunca.

-Mamá... -contesté.- No te preocupes, de verdad. No nos queremos hacer daño.

-Lo sé -respondió ella mirándome a los ojos.- Lo sé, cariño. Solo digo eso. Tu vida es totalmente tuya. Eres mayor para tomar decisiones y tía Isabel siempre será buena y sincera contigo. Eso te lo garantizo.

-Vale, mami -concluí.- Pero si algo te molesta házmelo saber. No más sentimientos ocultos. ¿Vale?

-Vale -concluyó.- Por cierto... Ya va siendo hora de ducharte. ¿no? ¿Vamos allá?

-De acuerdo -dije recordando de repente el rumbo que habían tomado las duchas con mamá durante los últimos días. Aunque ella misma había dicho en tono bromista que ya había tenido mi ración aquella mañana.

Durante la ducha se me puso morcillona, pero no tan dura como de costumbre. Lo comenté a modo de broma y ella dijo que era normal con las dos corridas de la noche y la de esta mañana. Que no me preocupara, que ya abría tiempo para jugar y que así nos podíamos concienciar para no poner en peligro nuestro secreto. A pesar de eso, cuando me envolvió con la toalla para secarme me dio un tierno beso en los labios.

. . .

Los días transcurrían con lentitud. Yo me iba encontrando un poco mejor y deseaba que pronto se acabara mi estado dependiente. Llegó un día muy significativo en el que mi madre me anunció:

-Robe, hoy nos vamos las tres de compras a Barcelona y pasaremos todo el día fuera. Seguro que estarás bien solo, que cada día te vemos mejor... -se puso muy maternal y continuó.- Tienes comida para calentar al microondas, pero por cualquier urgencia tía Isabel estará por aquí. ¿De acuerdo? Llámala si hace falta.

-Uhms... -balbuceé yo.- De acuerdo...

No supe si lo decía con segundas y evidentemente no iba a preguntarlo con mis hermanas delante. No pude hacerlo porque ya no se separaron en ningún momento y las vi marchar por la puerta minutos después. Me quedé solo y en silencio. Me puse algo de música y pensé en qué podía hacer. ¿Y si la llamaba? Realmente no había ninguna urgencia... Aunque...

Me di unos minutos. Pasaron lentos y pensé que era una tontería, realmente tenía ganas de llamarla.

-¿Diga? -dijo mi tía con su sensual voz cuando me contestó al teléfono.

-Hola tía, soy...

-¡Roberto! -exclamó.- ¿Como estás? Te han dejado solo, ¿No? ¿Necesitas algo?

-Pues sí... -contesté con vergüenza.- Y no... Bueno...

-Dime, dime -siguió ella con un tono que me pareció sutilmente picante.

-Bueno, sí. Como voy a estar aquí solo todo el día... -le dije.- Si en algún momento te quieres pasar...

-¡Oh! -respondió.- ¡Piscina con mi sobrinito! ¡Planazo!

-Bueno, que aquí estoy.

-Tardaré un poco más de un hora, pero allí estaré.

-Vale. Hasta ahora.

Colgué el teléfono y de nuevo me pareció una pasada. ¿Vendría con intenciones de?... El corazón me iba a mil por hora. Aquella hora se me hizo eterna y me distraje tanto como pude. Me apareció una erección bastante notable durante esa espera pero intenté no hacerle caso. Cuando por fin sonó el timbre fui a abrir tan rápido como pude.

-¡Buenos días, chaval! -dijo mi tía con su habitual euforia al saludar. De nuevo iba con un vestido que le marcaba la figura y el bikini estaba visiblemente debajo.- Que buen día hace. ¿No?

-La verdad es que sí -dije invitándola a entrar.- Pasa.

-¿Y esa música? ¿Esto que suena no es... Extremoduro?

-Correcto -respondí.

-Pero esto es en plan muy suave no... -dijo pensativa.- Cuando yo era joven daban mas caña.

-¡Bueno -expliqué,- este disco lo sacaron el año pasado y ya te digo que es increíble. Te lo recomiendo. También tiene partes de más caña.

-A mi me encantaba el Agíla, y los anteriores... -me comentó.- Pero le daré una oportunidad a este. Me fío de tu criterio, no en vano le propuse tu nombre a tu madre por lo que nos flipaban en sus inicios...

-Sí -respondí.- Algo me ha llegado... Erais super jóvenes cuando mamá me tuvo. Pero mamá ahora ya solo los escucha de fondo por mi o por Laura, que también le gustan.

-Bueno... ¿Y tu bañador?

-Es verdad... -dije.- En mi habitación.

-Subo a buscártelo yo -espetó enérgica.- Espérame aquí.

-Armario izquierdo -grité mientras subía la escalera.- Tercer cajón.

Bajó con uno de mis bañadores con estilo de surfista y me dijo con una sonrisa pícara:

-¿Te ayudo a ponértelo?

-Vale...

Al acercarse a mi y al percibir yo su olor me excité. Volvió mi erección con un poco más de fuerza y se me notó a través del pantalón corto de mi pijama.

-Vaya, vaya... -dijo risueña.- Al final me voy a acostumbrar a tu forma de saludarme...

-Bueno... ya me conoces -dije yo sonrojado.

-Y eso que -continuó con un tono insinuante.- Según me han dicho últimamente te han mimado bastante ¿No?

-Mamá... -comencé a hablar después de quedarme unos segundos mudo.- ¿Te lo ha contado ya?

-Sí, sobrino, sí -me informó.- ¡Que locura, por favor! Mira que se veía venir pero aún así es tan... ¡Flipante! Pero es que creo que tanto ella como tu estáis TAN felices con esto...

-Pues sí... -contesté.- Y gracias a ti.

-No me las des -sonrió.- Yo lo estoy disfrutando también como la que más.

Me volví a quedar mudo.

-Además ya me ha comentado que bueno... Que tú y yo... -aquí pareció ser mi tía la que se trababa. Algo inusual en ella.- Bueno, que le da igual lo que hagamos.

-Bueno... -continué.- Eso dijo, sí...

Sonrió y me miró. Estaba más cerca de mi que al inicio de la conversación. Puso su mano en mi cintura y me besó muy lentamente en la boca, abriendo los labios. Nuestras lenguas se entrecruzaron. Se rio cuando se separó de mi.

-Pues nada -dijo con su voz más sensual.- Sigamos con la locura.

Después clavó su mirada en mi paquete y continuó diciendo:

-Vamos a hacer algo con esto, que si no... No podrás nadar.

-Pero si igualmente no pued..¡ooh! -gemí al notar que me lo agarraba y me lo empezaba a acariciar.

-Siéntate -me sugirió siguiendo con su risa.- Ya lo haremos de pie cuando estés recuperado.

Me senté en el sofá del salón y me liberó la polla que se encontraba en estado de extrema dureza. Ella la miró con lujuria:

-Vaya con los jóvenes... -dijo mientras me volvía a mirar a los ojos.- Tu madre me comentó que te gusta mucho esto...

Y se metió mi pene en la boca. Empezó el movimiento para estimularme y lo sentí... Diferente al de mi madre. Tenía otro estilo. Recordaba al de mi madre más suave y cariñoso, pero el de mi tía era más bien "técnico", como si supiera justo que puntos de mi glande atacar para poder causar mi eyaculación. Era como si se hubiera entrenado para la ocasión. Yo le acariciaba la cabeza con mi mano izquierda y bajé hasta sus tetas. Ella sacó mi pene de su boca y se quitó el vestido quedando en bikini. El resto me lo dejó a mi, ya que rápidamente prosiguió con su felación y yo pude sacarle las tetas del bikini para amasarlas con gusto. Mi tía seguía chupando y se ayudaba con la mano para darme más placer. Realmente no podría aguantar mucho más:

-Tía -gemí.- Creo que ya...

-Uhmmm -murmuró ella. Con la punta de su lengua empezó un movimiento muy rápido que fue demolidor. Con su mano me masturbó intensamente mientras mi chorro de esperma comenzó a brotar. Gemí como un poseso y ella se pringó toda la boca, le salpicó en la mano y un poco en la cara y barbilla. Eché mucho esperma, ya que mi madre no me había podido "vaciar" en un tiempo.

-Uou... -dijo tía Isabel con los ojos muy abiertos y mi semen por sus labios y barbilla.- ¿Pero tú donde guardas tanta leche?

-Lo siento tía -me disculpé.

-No, no... -respondió ella.- Ya me gusta que vayas tan salido... Yo tengo el coño mojadísimo ahora.

-¿En serio? -pregunté con sorpresa.

-Sí, pero no te preocupes -dijo ella quitándole importancia.- Ya te enseñaré a devolverme el favor cuando te puedas mover más...

-¿Te refieres a..?

-Sí, Robe, sí -se rió.- A comerme el coño.

Entonces me reí yo. De nuevo aquella sensación de alucine, de que aquello debía ser un sueño. Después de aquello nos fuimos a la piscina y ella, en vez de ponerse bien la parte de arriba del bikini, se la acabó de quitar:

-¡Está muy bien situada esta piscina para que el vecindario no nos pueda ver! Ya ves tú que falta me hace llevar esto para nadar...

Me reí contento. No la podía dejar de observar. Se puso a nadar en topless, con cara de feliz y relajada. Yo me volví a sentar en la escalera con mis piernas en remojo. Se hizo un silencio que emanaba tranquilidad. Después nos tumbamos a tomar el sol hasta que mi bañador quedó seco del todo. No sé si estuvimos varias horas en este estado de calma, hasta que mi tía dijo:

-Bueno, Roberto... ¿Vamos a comer?

Fuimos dentro de la casa y le dije que no hacía falta cocinar nada, que había comida suficiente para los dos, preparada para calentar. Me puse a ello, que ya estaba harto de ser un inútil.

-Estupendo -dijo ella.- Yo voy a cambiarme mientras se calienta.

Y se fue al salón aún con los pechos al aire caminando por mi casa, vistiendo solo la braga del bikini que no le tapaba demasiado su redondeado culo. La imagen me pareció inusual y muy excitante. Cuando volvió lo hizo con el vestido playero otra vez puesto, pero ya no se le veía bikini debajo, si no un sujetador de ropa interior.

Comimos charlando animadamente, como cualquier sobrino con su tía con la que se llevaba fenomenal. Después de poner los platos y cubiertos en el lavavajillas nos tumbamos en el sofá. Iba a hacer la sugerencia de poner algo en la tele pero mi móvil sonó de repente. Había recibido un sms.

-¡Vaya! -dije mientras lo leía.- Es mamá... Dice que espera que esté bien... Que van a seguir paseando por la tarde y a ver algo al cine...

-¡Oh! -contestó tía Isabel.- Tu madre nos está diciendo claramente que tenemos tanto tiempo como queramos...

-¿Qué dices? -me sorprendí.- Si ni siquiera sabe que estás aquí.

-Seguro que se lo imagina -me dijo traviesa.- ¿Qué mejor forma de pasar el día que invitando a tu querida tía a tu fantástica piscina?

-¿Tú crees? -pregunté.

-Cielo... -contestó.- Tu madre y yo siempre hemos sido muy cercanas. Nos hablamos con sinceridad de todo. Las dos sabemos que tanto yo como ella te ponemos... bastante cachondo ¿Por qué no decirlo así? -cambió a un tono más melancólico.- Y hemos sido jóvenes. Te tuvo de muy joven y eran tiempos locos... Ella eligió una vida familiar y yo alargar esa locura. Pero tu madre está hecha de una madera muy similar a la mía y es mucho más abierta de mente de lo que parece. A los hechos me remito.

-Vaya... -contesté sin saber más bien que decir.

-La cuestión es que ni ella ni yo somos tontas -continuó.- Siendo honestos con lo que deseamos los tres... Cuando me dijo que se iba a pasar el día a fuera ya me imaginaba yo que era para dejarnos la casa a nosotros.

Me volví a quedar tan callado y alucinado como cuando asimilaba estas cosas. No me percaté que tía Isabel se estaba acercando lentamente a mi. Lo suficiente como para decirme en voz muy bajita y sensual:

-Así que... ¿Como quieres pasar la tarde?

No contesté. No hacía falta y además mi boca quedó tapada por la boca de mi tía durante unos segundos que se alargaron de forma deliciosa.

-¿Vamos a tu cuarto? -me dijo volviendo a su tono travieso.

Me ayudó a subir la escalera pero me noté con suficiente fuerza para hacerlo a más velocidad de la que me había acostumbrado. Me estaba recuperando y mi excitación me daba mucha energía para ello. Cuando llegamos a la habitación nos seguimos morreando y la empecé a tocar con mi único brazo bueno. Ella me pasaba las manos por la espalda y se restregaba junto a mi cuerpo. Mi erección estaba pegada a su vientre y disfruté de aquella sensación.

-Túmbate -me comunicó sugerente.- Ponte cómodo.

Lo hice y ella lo hizo encima de mi. Se quitó el vestido de forma muy sensual. Quedó en un conjunto de ropa interior increíblemente bello, de color morado y de lencería de encaje. Mis ojos se salían de sus órbitas:

-Uau... Tía... Estás...

-Me compré este conjunto el otro día -me comentó como si no le diera importancia. Cambió el tono a uno mucho más sexy para continuar.- Y lo estoy estrenando hoy. ¿Te gusta?

-Me encanta...

Aún con el conjunto puesto (y yo con el bañador), ella restregaba su entrepierna con la mía para darnos placer. Se estuvo un rato así hasta que se dio la vuelta y se puso de espaldas a mi. Entonces vi que la parte de abajo del conjunto era un tanga precioso. El culo redondo de mi tía destacaba debajo de su más bien fina cintura. Solía fijarme más en las tetas, pero aquello era increíble también. Le toqué el culo suavemente mientras ella me sacaba la polla del bañador. En aquella posición me empezó a masturbar mientras acercaba su culo y su coño a mi cara. Aquella visión era de infarto. Aún lo fue más cuando noté que mi polla entraba en su boca.

-Uhmmm -murmuró ella cuando escuchó mis gemidos.

Volví a notar los hábiles movimientos de su lengua. Su coño, aún tapado por el tanga que llevaba, estaba muy cerca de mi cara y noté su olor y su calor. Me acerqué a él cuando de repente paró y se levantó. Con cara de extasiada me miró y me dijo:

-Dime, Roberto... ¿Tienes condones?

Asentí. Tenía una caja guardada por si alguna vez los necesitaba. Y aquel era el momento. Le indiqué donde estaban y ella mismo fue a buscarlos. Abrió la caja y sacó uno de su envoltorio. Me agarró de nuevo el pene y lo desenrolló para ponérmelo. Yo me dejaba hacer con estupefacción. Se quitó el tanga y se volvió poner encima de mi, para sentarse de lleno en mi polla, que agarró con una mano para hacer coincidir la punta de esta con la entrada de su vagina. Se sentó y acomodó mientras yo iba entrando deliciosamente dentro de ella. El placer era indescriptible a pesar de la fina capa de látex que nos separaba. Se inclinó hacia mi (acercando mucho sus tetas a mi cara) e inició un movimiento de caderas sublime para crear una fricción increíble. Era el paraíso.

-Deja que me mueva mientras la siento dentro, Roberto -dijo mi tía gimiendo.- Que dura está...

Aceleró el ritmo y yo no pude resistir la tentación de chuparle los pezones mientras le acariciaba el culo cada vez más intensamente.

-¡Oh, sí! -dijo ella.- ¡Me encanta follar con mi sobrino!

Oír aquello me excitó y le apreté la nalga con más fuerza.

-No pares, tía, por favor... -dije entre gemidos. Ella respondió:

-¡Dame un poco fuerte en el culo, Roberto!

Obedecí y empezó a gemir mucho más fuerte. Era escandalosa y me encantaba. Estuvimos follando un buen rato ya que yo tenía más fuelle del que hubiera tenido si no me hubiera corrido antes de comer. Fuera como fuese, también lamenté el hecho de no poder tener mi movilidad habitual.

-¡Oh, por favor! -gritó mientras yo le daba cachetes en las nalgas cuando comprobé cuanto le gustaban.- Me voy a correr...

Y empezó a temblar. Sus ojos se cerraron e hizo una mueca de rabia. Gimió y gritó muchísimo más fuerte indicando que estaba disfrutando de un orgasmo muy intenso. Mi momento iba a llegar justo después.

-Oh... tía...

Y me tocó a mi. Noté como mi esperma llenaba el preservativo que me había puesto hacía unos minutos mientras sus movimientos siguieron aumentando de nuevo para darme más placer. Yo no podía contener ninguno de mis gemidos.

-Tía... -dije cuando recuperé el aliento.- Te mueves de una forma increíble...

-Jejeje... -se rio cerca de mi cara.- Ya aprenderás a moverte tú cuando puedas.

Nos besamos en la boca de nuevo.

Horas más tarde llegó mi madre con mis hermanas a casa. La escena que encontraron fue la de una tía viendo la tele con su sobrino lisiado.

-¡Tía Isa! -exclamó Marta.- ¡Qué sorpresa!

-Buenas -dijo Laura.- ¿Qué tal?

-¿Como ha ido el día, familia? -preguntó con naturalidad mi madre.

-Pues... -empezó tía Isabel.

-¡Muy bien! -dije yo con una sonrisa.- ¿Y el vuestro?

. . .

-Bueno... -dijo mi médico.- Creo que esto ya está mucho mejor. Lo vamos a quitar ya ¿Vale?

Intenté evitar dar botes de alegría. Después de tantas semanas con el brazo escayolado, el día en que me lo iban a quitar podría haber sido el más feliz de mi vida, si no fuera porque ese día lo superaría cualquiera de mis momentos íntimos con mi querida madre o mi fogosa tía. La primera era quien me acompañaba en aquella visita y vio con alegría como me quitaban el yeso. Mi mano derecha volvería a estar disponible otra vez, la mano con la que escribo, con la que como, con la que siempre me he masturbado... Si el pacto con mi madre hubiera quedado solo en aquello, allí habría terminado todo. Pero, por suerte, no había sido así. El Doctor se fue a hablar con la enfermera y nos quedamos mamá y yo solos en aquella consulta. Nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso de amantes. Nos separamos rápido por si el médico nos pillaba, pero le dije bajito:

-Ya verás cuando lleguemos a casa, lo que te voy a hacer ahora que tengo dos manos...

-Tiemblo... -dijo ella levantando una ceja.- Tengo unas ganas de comprobarlo...

Sonreí. Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida. Mi madre, mi tía... ¿Quien lo habría podido imaginar?

CONTINUARÁ...
muy bueno! tienes más relatos publicados en otros sitios?
 
Muy buenas! En la página donde publico los relatos, (t o d o r e l a t o s) ya aclaré que con el capítulo 6 terminaba la primera etapa de la serie. Me doy una semana de tiempo (y aprovechando que estamos en vacaciones) para que no me pille el toro al seguir escribiendo y que la segunda etapa pueda seguir publicándose con un ritmo semanal. Ahora mismo estoy terminando el 10, pero quiero tener margen para repasarlo bien todo, así que nos vemos por aquí el domingo 27 de abril.

Salud, y cuidaos mucho!
 
Muy bueno el relato, esperando su continuación y dándote las gracias por tu esfuerzo
 
CAPÍTULO 7: VACACIONES SIN ESCAYOLA

Volvía de la consulta hacia mi casa en coche, con mi madre conduciendo a mi lado. Yo me miraba el brazo derecho y lo movía mientras sonreía embobado. ¡Cuanto había hechado de menos la mobilidad en aquel brazo! No sabía si me acordaría de escribir o de agarrar los cubiertos con la mano con la que lo había hecho toda la vida. Mi madre me habló:

-Estás contento. ¿Eh?

-Sí, claro -respondí fascinado.- No te puedes imaginar que sensación tan buena... ¡Es fantástico poder volver a tener dos brazos!

-Aún quedan días de verano, te dará tiempo de disfrutarlo sin escayola...

-Mamá -le dije mirándola.- Ya he estado disfrutando mucho todo este verano.

Ella sonrió con cierta ilusión. Yo lo decía de todo corazón y además ella tenía razón. Me quedaban aún dos buenas semanas de agosto para disfrutar de las vacaciones y de esta situación tan increíble que estaba viviendo con mi madre y mi tía. La verdad es que con esta primera había podido aprovechar y disfrutar algunas pocas noches en que nos quedábamos solos en casa, viviendo experiencias muy placenteras mientras mi movilidad iba regresando poco a poco. Fue en el momento de haberme quitado el yeso del brazo derecho cuando experimenté la euforia de volver a sentirme yo, con plenas intenciones de vivir aún más de aquellas situaciones tan geniales.

Era mediodía cuando llegábamos a casa. Por fortuna del destino ninguna de mis dos hermanas estarían para la hora de comer, por lo que se sobreentendía que mi madre y yo tendríamos tiempo para celebrar mi recuperación en la intimidad. Cuando llegamos, ella abrió la puerta con la llave y me invitó a entrar a mi primero. Me siguió y cerró de golpe la puerta detrás de mi. Me giré y la sorprendí con un abrazo muy intenso por su espalda.

-Hijo... -me dijo jadeando por lo inesperado.- No tienes paciencia ¿Eh?

Yo me quedé abrazándola en silencio y sin una respuesta clara a su acierto. Ella continuó hablando:

-Y me encanta... -Se giró hacia mi y nos fundimos en un apasionado beso lleno de deseo. Allí mismo la empecé a magrear con mis dos manos... ¡Por fin con las dos! Me separé unos centímetros de ella y agarré cada una de sus tetas con cada mano. Las apreté suavemente y las subí un poco. El canalillo que le dibujaba la camiseta de tirantes ajustada que llevaba para ir por la calle, se acentuó. A mi se me caía la baba por comérmelas de nuevo.

-Ay, mamá -balbuceé.- No sabes las ganas que tenía de poder hacer esto… ¡Una con cada mano!

-Ay, cielo -me respondió con la respiración acelerada.- ¡No sabes tú las ganas que tenía yo de que lo pudieras hacer!

Estuve amasándolas unos segundos y no tardé en lanzar mi cabeza a aquel canalillo cual depredador de sabana. Con mi lengua empecé a recorrer aquella línea que me enloquecía.

-Vamos arriba -me sugirió.

-Vamos... -le contesté entre respiraciones agitadas.

Llegamos a la escalera y ella misma me preguntó:

-¿A mi habitación o a la tuya?

Sonreí por aquella pregunta y me atreví a proponer:

-Vamos a la mía. Quiero hacerlo donde me hice las pajas imaginándome esto. Antes de pensar que pudiera llegar a ser real.

-Vale, cariño -respondió mientras andaba apresurada.- Hoy estás de celebración así que lo mejor será que nos montemos la fiesta en tu cama...

-La fiesta de cumple que me hubiera encantado al empezar el verano -dije mientras le acariciaba la cintura subiendo por las escaleras.- Cuando empecé a desearte tantísimo.

-Más vale tarde que nunca -dijo ella cogiéndome de la mano y llevándome a mi propia habitación.

Cuando llegamos nos lanzamos a la cama y nos seguimos comiendo los labios. La volví a tocar con dos manos y me sentí increíblemente bien. Aún no tenia el 100% de mi energía, ya que aún me faltaban algunos días para una recuperación plena. Igualmente iba a emplear toda la que tuviera en aquel momento en follarme a mi madre de la forma que siempre había deseado hacerlo.

La desnudé quitándole primero su camiseta, a lo que ella respondió haciendo lo mismo con la mía. Me puse a comerle las tetas para deleitarme al máximo, aún con su sujetador puesto pero casi siendo arrancado por mis manos antes de desabrocharlo, liberando esos pezones deliciosos que acabaron irremediablemente en mi boca. Le acariciaba la espalda para acabar de quitarle aquella prenda y, en vez de tan solo chupar, empecé a dar unos suavísimos mordiscos.

-¡Joder Roberto, me vas a volver más loca de lo que estoy!

Sus manos me habían estado acariciando el torso y la espalda, pero una de ellas se dirigió a desabrocharme el pantalón con maestría. Oí el ruido de mi cremallera y no me quise quedar atrás, así que fui a deshacerme también del suyo. Nos deshicimos de los pantalones y nuestras manos empezaron a acariciarse mutuamente los genitales, yo por encima de su tanga y ella por encima de mis calzoncillos.

-Solo así ya puedo notar lo mojada que estás, mamá -le dije en pleno éxtasis.

-Me mojo cuando noto lo duro que estás tú -me explicó.- Y quiero que me folles con eso...

-Hoy me voy a poner arriba -anuncié.- Quiero hacerlo así y moverme yo.

-Vale, hijo -contestó cada vez más perdida en su propio placer.- Como tú quieras...

Sin quitarnos la ropa interior que nos quedaba, ella se abrió de piernas y yo me puse encima de ella haciendo coincidir a la misma altura mi pene y su vagina. Empujé hacia ella para crear un maravilloso roce y apreté mi erección cubierta por la tela de ropa con su humedad también tapada. Estuve un rato así hasta el punto que ella me dijo casi gimiendo:

-¡Por favor, Robe, métemela ya! ¡No puedo aguantar más!

Con mi mano derecha aparté la tela de su tanga sin quitárselo. Mojé mis dedos en sus fluídos densos y calientes, los deslicé buscando lo que ya estaba aprendiendo que era el clítoris, dándole cuidadosamente una ligera estimulación.

-¡Oh, Dios! -gritó mi madre, con un leve intento de contenerse.- ¡Esto es genial!

Me bajé por fin los calzoncillos, y aproveché que su tanga estaba apartado para poder penetrar aquella vagina mojada con mi polla endurecida. Mi madre emitió un gemido muy intenso cuando la sintió dentro.

-¡Oh! ¡Sí! -pronunció.- ¡Roberto!

Yo iba más que salido y sabía que no duraría demasiado, no obstante quería follar con toda aquella intensidad por primera vez en mi vida. Empecé a moverme yo, a enloquecer y a dejarme ir a mi propio placer. Mi madre ya estaba fuera de si y seguía gimiendo. Miré sus tetas, como se movían al ritmo de mis embestidas. Me pareció una imagen divina. Sentí que no podría durante mucho más tiempo, pero intenté aguantar.

No fue hasta pasados unos minutos en que sentí que sería inevitable:

-Mamá... Me... Corr...

-¡Córrete a gusto, hijo! -me interrumpió.

No desobedecí. Cerré los ojos, apreté los dientes y sentí como mi leche caliente impregnaba el interior de mi querida madre. El placer se multiplicó hasta el puro éxtasis durante los segundos maravillosos que duró mi orgasmo. Yo seguía con mi intensidad para sentirlo al máximo, pero poco a poco fui bajando el ritmo. No la saqué inmediatamente por puro vicio, ya que me encantaba seguir dentro mientras aún sentía espasmos. Por si se me ocurriera lo contrario mi madre me suplicó:

-¡No la saques Robe!

Allí me quedé. Aún con un suave movimiento de entrada y salida vi como ella dirigía sus dedos a su clítoris y empezaba a masajearlo. Yo me quedé muy sorprendido ya que nunca había visto una masturbación femenina en directo. Pocos segundos le bastaron a mi madre para poder decir con convicción:

-Me corro... ¡Me corro! ¡Ohhh!

Y gimió como nunca la había oído gemir hasta entonces. Por mi parte noté las paredes de su vagina contraerse contra mi pene, que aún se movía y resbalaba en los deliciosos fluídos de aquel mojado agujero. Tuvo que pasar un tiempo para que tanto ella como yo respiráramos con mucha más tranquilidad.

Ella abrió los ojos y me sonrió:

-Buff... Que maravilla...

-¿Y esto último? -pregunté con mi polla aún dentro.

-Te habías corrido y yo estaba a punto... -respondió.- El orgasmo llega con la estimulación del clítoris.

-Sí... -dije.- Creo que sé lo que es...

-No te preocupes -continuó.- Nadie nace enseñado. Seguro que vas aprendiendo un montón ahora que te puedes mover tan bien.

-Mamá, te quiero -le dije con emoción.

-Yo también a ti, cariño -me contestó. Y nos volvimos a dar un tierno y apasionado beso, estando aún yo dentro de ella.

. . .

Agosto iba avanzando con persistencia. Yo no sentía en absoluto mi verano desaprovechado, pero quería asegurarme de disfrutarlo al máximo, ya que al fin y al cabo no sabía como se desarrollarían los acontecimientos a partir de septiembre, cuando empezara el nuevo curso escolar. Un día cenando surgió una interesante conversación:

-Tete -me dijo mi joven hermana Marta.- ¡Qué alegría verte tan bien por fin! Recuperado y con unos días de verano aún por delante. ¡Debe haber sido duro estar encerrado mientras los demás han podido disfrutar tanto de las vacaciones!

-Pues sí -dije fingiendo, para ocultar que realmente mi accidente había resultado en una de las mejores cosas que me habían sucedido en la vida.- A ver si puedo aprovechar los días que quedan.

-¿Y tus amigos? -preguntó mamá.- ¿Les has ido llamando para decirles como estás?

-Juan estará en el pueblo hasta el último día de agosto... -respondí con cierta nostalgia.

-¿Y aquella chica...? -continuó mi madre.- ¿Ainara?

Marta me miró mucho más callada, con una expresión un tanto misteriosa. Laura en cambio hizo una sonrisa más bien cínica, alzando una ceja. Yo contesté a la pregunta con tanta naturalidad como pude, sorprendido por la repentina curiosidad de mi madre por mi relación con chicas de mi edad:

-Está de viaje por Europa con su familia...

-Ya es una lástima -respondió mi progenitora,- pero seguro que encuentras a alguien con quien salir, ir a la playa...

-¡Sí, claro que sí! -dijo Marta.- Yo este año ya he ido un montón a la playa con las de mi clase, ¡Pero a la próxima podemos ir los dos! Mañana mismo si quieres.

-¡Estupendo! -exclamó mamá.- Laura, con lo que a ti te gusta la playa, ¿No vas a ir con ellos?

Miré a Laura, que puso una cara de aburrimiento bastante evidente antes de decir:

-Pues no sé... Quizás tenga mejores planes, la verdad.

-¿Alguno de tus novios? -preguntó Marta con un marcado tono cotilla.

-¿Ilguini di tis nivis? -le contestó Laura poniendo voz infantil para no tener que responder a la pregunta. No lo hizo en tono agresivo, lo que provocó las risas de toda la mesa.

-Bueeno... -dijo mi madre, conciliadora como siempre. Dejemos la vida de Laura para ella, que ya es mayor.

-Pero podríamos ir algún otro día los cuatro -comenté yo.- O se lo decimos a tía Isa... ¿Tu mañana no te apuntas, mamá?

-Yo precisamente he quedado con ella mañana, hace tiempo que no nos ponemos al día -me dijo con cierta mirada de reojo.- ¡Id vosotros dos y pasadlo bien! Ya iremos otro día los cinco, ¿De acuerdo?

-Vale... -dijo Laura dándose por aludida.- De acuerdo...

-Bueno, de momento vamos los dos mañana -insistió Marta.

-Sí... -dije yo animándome con la idea.- ¡Mañana vamos!

. . .

El día siguiente me desperté con una dulce voz sonando a la puerta de mi habitación:

-¡Buenos días, tete! ¡Vamos si quieres aprovechar el día!

Me desperecé y vi a Marta ya preparada para la ocasión. Iba cubierta con un bonito pareo naranja y una bolsa de donde sobresalía la toalla.

-Buenos días -dije remoloneando.- ¿Qué hora es?

-¡Las nueve y media! -contestó Marta con muchísima energía, dirigiéndose a mi cama.- ¡Arriba dormilón!

Se sentó a mi lado y me empezó a zarandear en broma. Yo la abracé cariñosamente y seguí con la broma:

-¡Joo... Cinco minutitos más!

-Vengaaa -se rió ella.- ¡Arriba!

Me percaté de mi erección matutina. Por suerte iba tapado con la sábana porque solo con el pantalón corto de pijama se me habría notado seguro.

-Ahora voy -dije más serio.- Ya me levanto, de verdad. Espérame abajo.

-¡Vale! -contestó con alegría.- Te espero abajo y desayunamos.

Se fue y me quedé solo en mi habitación. Aquel día sería más duro de lo que había imaginado, y nunca mejor dicho. Me quité los shorts del pijama y busqué mi bañador en el armario. Antes de ponérmelo, vi mi polla. Aquella erección sería muy difícil de bajar a menos qué... No. No había tiempo. Me puse el bañador y acomodé mi pene dentro de forma que se notara lo menos posible. Por desgracia se notaba de cualquier de las maneras. “En fin…” pensé. Cogí una toalla, una camiseta ligera y me preparé para ir. Antes de eso me fui al baño y allí, después de evacuar, me relajé más y se me pudo bajar un poco. Pude llegar a la cocina con una sonrisa y ganas de pasar un día de sol en la playa con mi hermana.

Desde mi casa no había mucho tiempo andando hasta la playa, así que Marta y yo caminamos por la calle bajo un sol radiante. Agradecí tan solo aquel momento de pasear tranquilamente con el buen tiempo de mediados de agosto, con mi cuerpo más fortalecido y dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de verano. Fuimos a un sitio mucho más apartado que el que solía estar más concurrido por turistas y familias domingueras.

-Aquí es mi sitio favorito -recordé.- Mucho más tranquilo que la zona del paseo marítimo.

-Estoy muy de acuerdo -asintió Marta.- Aquí se está mucho mejor.

Llegó el momento de buscar un sitio en la arena y poner allí nuestras toallas. Lo hicimos a una buena distancia del agua, sin quedar muy lejos de ella. Puse mi toalla al lado de la suya y me quité la camiseta. Vi que ella se iba a quitar el pareo y no pude evitar mirarla de reojo.

Cuando se descubrió, apareció su joven cuerpo cubierto por un bikini muy distinto al que le había visto en las anteriores ocasiones. Era uno azul marino que le cubría mucho menos las tetas. Supe que debía disimular mi cara de embobado para que no se me notara. Quizás no tenía la cintura tan estrecha como mi otra hermana, pero sus tetas ya eran oficialmente más grandes. ¿Como podían haber crecido tanto en tan poco tiempo? Aquello era una locura. Ella siguió instalándose en el sitio y se agachó hacia su bolsa.

-Antes que nada -dijo sacando algo de su interior.- Hay que ponerse crema. ¿Tú llevas?

Me mostró un bote de crema solar con una amplia sonrisa.

-¿Eh?... -respondí saliendo de mi estado distraído.- No...

-Ay, Tete... -se rio.- Menos mal que tu hermanita pequeña piensa en todo...

-Jejeje -me reí yo nerviosamente.- Pues sí. Menos mal.

Se sentó en su toalla y yo hice lo mismo en la mía. Como no tenía mi propia crema no pude hacer más que esperar mi turno mientras observaba con deleite como ella se embadurnaba de cuerpo entero. Cuando lo hizo en la parte visible de sus pechos, intuí lo suaves que debían ser y deseé con todas mis fuerzas haber podido ser yo quien les aplicara crema.

Poco más duró la escena hasta que me dijo:

-Esto... ¿Me pones en la espalda?

-Claro... -respondí mostrando seguridad.

Se puso de espaldas a mi y acabé su tarea conformándome en poner la crema solamente allí.

-¡Gracias, Tete! -me dijo al terminar.- ¡Toma!

Me dio el bote a mi para que me pudiera poner la crema. Me la apliqué de cuerpo entero y al final ella me dijo:

-¿Te pongo en la espalda?

-¿Eh? -contesté sorprendido.- Sí...

Le devolví el bote e hizo conmigo lo mismo que yo había hecho con ella justo antes.

-Gracias -le dije.

-¡De nada! -exclamó con alegría. Acto seguido me abrazó desde detrás y las noté. Noté sus tetas en mi espalda, calientes por el sol y desprotegidas, ya que no nos separaba nada más que un bikini de fina tela. ¡Que sensación más buena! Me besó en la mejilla tal y como estaba y se separó de mi con naturalidad.

-¿En un rato nos vamos al agua? -preguntó.- Cuando la crema se haya absorbido...

-Por supuesto -dije aún disimulando mi excitación.- Este año aún no me he bañado en el mar.

Me senté para ocultar la erección entre mis piernas y procuré relajarme con el ambiente de la playa poco concurrida. Pasados unos minutos, ya estaba más tranquilo cuando ella dijo:

-¿Vamos?

Andamos hasta la orilla y el agua del Mediterráneo abrazó mis pies. Caminamos hacia dentro del mar mientras nuestros cuerpos iban asimilando el cambio de temperatura. Por fin pude meterme de cuerpo entero y me sentó genial. ¡Qué felicidad! En el agua jugamos, como no podía ser de otra forma. Nos ahogábamos el uno al otro en broma y yo agradecía cada tipo de roce que sentía con su piel mojada. Me encantaba sentirla mientras se reía feliz conmigo.

Cuando nos cansamos de jugar y nadar nos fuimos a las toallas otra vez y nos tumbamos bocabajo. No pude evitar decir:

-Se está genial...

-Sí, -contestó Marta.- Qué relax...

Y se hizo el silencio. Un silencio de calma y tranquilidad acompañado de la suave música de las olas del mar. No sé cuantos minutos pasaron hasta que ella volvió a hablar:

-Tete...

-¿Sí? -murmuré volviendo a la realidad después de navegar en mis pensamientos de bienestar y felicidad.

-¿Piensas a veces en papá?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tardé un poco en responder:

-Claro... -dije con un poco de vergüenza.

-Creo que hoy mamá y tía Isa han ido a verle -explicó.- Hace tiempo que no vamos y creo que deberíamos.

-Tienes razón. -contesté.- Mamá siguie yendo a menudo, pero nosotros no vamos nunca.

-Creo que mamá ya no va tan a menudo como antes -comentó.- Este verano se ha esforzado mucho por cuidarte, y le ha ido bien para distraerse.

Me sentí mal. Por mi culpa mi madre estaba descuidando a papá. Y era por cosas peores de las que Marta pudiera imaginar. Yo sabía que mi madre le hablaba cuando iba al Hospital pero ¿Qué le contaría de los últimos acontecimientos? ¿Y si mi padre lo pudiera oír todo en su estado? ¿Y si experimentaba un shock emocional?

-Robe, lo digo de verdad -dijo Marta viendo que yo no respondía, con toda mi cara de preocupación.- No te ralles porque a mamá la ha ido muy bien retomar la vida familiar y la veo mucho más alegre. Debemos ir con Laura a ver a papá y contarle lo felices que estamos. Explicarle como seguimos adelante y decirle que seguiremos así. Que cuando vuelva a estar con nosotros se encontrará una familia preciosa. La que siempre ha tenido.

La miré con sorpresa. La más joven de la casa estaba madurando mucho. No podría evitar que me sintiera culpable por follar con la mujer de mi padre comatoso, pero desde su punto de vista y conocimiento tenía toda la razón del mundo.

-Vale -concluí.- Vamos a ir a verlo. Los tres.

-Yo se lo digo a Laura -me tranquilizó.- Ya sé que entre vosotros os cuesta hablar de estas cosas.

-Gracias Marta -dije yo después y antes de otros paréntesis de silencio.

-Lo hecho de menos ¿Sabes? -dijo ella volviéndolo a romper. Había mucha nostalgia en su hablar.

-Yo también... -añadí. Le cogí la mano y ella me la agarró suavemente.

-Cuanto más creces, más te pareces a él, Tete.

No respondí. Estaba acostumbrado a ese mantra. Todo el mundo decía que era calcado a él cuando este tenía mi edad. Seguimos cogidos de la mano un buen rato.

La mañana pasó y se acercaba la hora de comer. Ella se puso el pareo y yo la camiseta. Després de recoger las cosas pusimos rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos no había nadie. Tansolo una nota de mamá:

"Voy a comer con tía Isa. Si coméis en casa tenéis sobras de los macarrones de ayer para calentar. Os quiero."

-Mamá nos ha dejado comida. -comenté a mi hermana.

-Vale -contestó.- ¡Pero antes te enseño un truco para quitarnos rápido la arena de playa!

-¿Como dices? -me reí.

-Ven... -me cogió de la mano.

Me llevó hasta la piscina y se volvió a quitar el pareo. Se puso debajo de la ducha exterior y yo no pude evitar volver a mirarla embobado. Se duchó enfrente de mi y vi como las gotas de agua recorrían aquel potencialmente voluptuoso cuerpo solamente cubierto por aquel despampanante bikini.

-¡Burr! -gritó ella.- ¡Que fresquita!

Luego se fue alegremente brincando hasta la piscina y saltó al agua. Yo no hice exactamente lo mismo que ella: me duché de la misma forma pero después de apagar el agua me dirigí a la piscina, bajando tranquilamente por la escalera.

-¿No te tiras? -me preguntó mientras nadaba.

-Me trae malos recuerdos -bromeé. Aunque había parte de verdad.

-¡Ven aquí, Tete! -me gruitó entusiasmada.

Fui nadando hacia ella y me agarró en un intenso abrazo. Me había llegado a acostumbrar a sentir aquellas tetazas apretadas contra mi, pero igualmente me encantaba la sensación y se me volvió a endurecer la polla. Creo que la rocé con su pierna. Ella quizás notó algo, porque su sonrisa pasó a tener cierto aire misterioso. Nos separamos con naturalidad. Y me dijo:

-¿Ves? Nada de arena de playa.

Sonreí ante su euforia y energía. Me fascinaba.

Después del rápido baño y otra ducha en el jardín, cada uno fue a su habitación para quitarse el bañador mojado y ponerse algo más cómodo. Comimos los macarrones y nos tumbamos en el sofá. Con la tele encendida para hacer una más que apetecible siesta.

A media tarde, mi madre y mi tía entraron por la puerta de casa:

-¡Muy buenas! -dijo tía Isa con su habitual alegría.- ¿Hay alguien en casa?

-Buenas tardes -dije yo desde el sofá.- Aquí estamos.

-¿Como ha ido el día de playa? -nos preguntó mi madre.- ¡El tiempo hoy está genial!

-Muy bien, mami -respondió Marta.- ¿Y vuestro día?

Mi tía se calló y dejó hablar a mi madre:

-Bueno, bien -comenzó.- Hemos ido a ver a vuestro padre. No hay ninguna novedad desde el Hospital. Todo tranquilo.

-Ya me imaginaba que habíais ido... -dijo Marta.- En la playa hemos dicho que un día tenemos que ir los tres hermanos a verle.

-Me parece una idea genial, Marta -dijo mi madre con el corazón enternecido.- Y otro día podríamos ir los cinco, antes de que acaben las vacaciones. Como hacíamos las primeras veces.

-¡Claro que sí! -respondió tía Isabel con una gran sonrisa.

Tía Isabel se quedó a merendar. Como siempre surgió una entretenida charla con ella:

-¿Y la hermana mayor? -nos preguntó.- ¿Donde está Laura?

-A saber -dijo Marta riéndose.- Va a su bola.

-¿A quen habrá salido? -insinuó mi madre mirando a tía Isa de reojo.

-¡A mi no me mires! -exclamó mi tía entre carcajadas. Le devolvió la mirada y añadió:- Mis genes no los tiene...

-¿Yo? -contestó mamá teatralizando su expresión.- Pobre de mi...

Nos reímos un buen rato entre bromas varias.

-¿Y tú, Roberto? -Me interrogó tía Isabel.- Ahora que ya te encuentras bien... ¿Ya estás aprovechando para salir de casa? ¿Ya quedas con tus amiguetes para salir por la noche?

-Pues casi todos están fuera. -dije resignado.- Es difícil tener plan así.

-¡Bueno! -dijo mi tía quitándole hierro al asunto.- ¡Ya te irán saliendo planes, estoy segura!

Pasó la tarde en poco tiempo. Aunque había bastante luz se acercaba la hora de cenar. Tía Isa se despidió y se marchó. Subí a la habitación una horita más tarde y cogí el móvil por fortuna. Había un mensaje sms.

"Guapo, si no tienes plan esta noche... ¿Te apetece salir a cenar? Yo invito ;-)"

. . .

Me encontraba frente a mi tía, que llevaba un elegante pero informal vestido escotado y muy ceñido. Yo me había puesto camisa de manga corta para la ocasión. Estábamos sentados en una mesa de restaurante de precio moderado y no se si la gente nos estaría mirando por llamar la atención a causa de nuestra diferencia de edad. Mi madre ya era una madre joven de por si, pero mi tía, además de serlo más que ella, aparentaba aún menos edad. Quizás colábamos como hermanos de distintas generaciones pero nuestra vestimenta parecía más la de una pareja, por lo que algo raro debíamos de tener a los ojos de miradas desconocidas.

-Entonces... -me preguntó ella leyendo la carta.- ¿A tu madre se lo has dicho?

-Pues sí -contesté yo.- Cuando Marta no escuchaba le pregunté si podía ir por ahí contigo. La verdad es que sonrió con ilusión al decirme que sí.

-Bendita tu madre -se rio.- Lo lleva con una naturalidad brutal, me recuerda a lo loca que estaba de joven.

-La que se ha extrañado es Marta -continué.- Me ha dicho tal cual "¿Pero tú hace un rato no decías que no tenías con quien salir?". Me he inventado que hay un par de compañeros de clase que aún están por aquí.

-Pobre Marta -dijo mi tía.- Es inocente y tiene una bondad...

-Exacto -contesté.- Me sabe mal mentirle pero habría flipado si le digo que voy a cenar a solas contigo.

Cenamos y charlamos de como había ido el día, de como estábamos los dos, de como estaba mi madre y también sobre mis hermanas. Tía Isabel me miraba fascinada cuando yo hablaba de ellas, pero no hizo ningún comentario al respecto. Naturalizamos muchos temas que en ocasiones anteriores no se hubieran hablado con tanto desparpajo. El vínculo sexual que teníamos desde hacía semanas nos permitió tratarlos como si nada en la conversación. Ella nunca tenía problemas para hablarnos de sus relaciones que nunca implicaban compromiso, pero en aquella ocasión profundizó más en el tema:

-Y luego está Javier, -me contaba.- Que desde que supo que soy bisexual está obsesionado en encontrar otra chica para hacer un trío.

-¿Perdón? -dije yo sobresaltándome.- ¿Como has dicho?

-¿Qué ocurre? -preguntó antes de beber de su copa de vino con expresión de indiferencia.

-No nos habías dicho que fueras bisexual... -respondí.

-Tampoco recuerdo haberte dicho nunca que sea heterosexual -dijo alzando media sonrisa y una ceja.- No hay que dar siempre tantas cosas por sentado.

-Jajaja -me reí.- Tienes razón. Me surgen tantas preguntas... En serio.. ¿Un trío?

-Seguro que tienes muchas preguntas Roberto. -dijo en un tono más adulto.- Pero es natural... Estás en tu despertar sexual y, en tu extraordinario caso, lo estás descubriendo todo con tu madre y con tu tía. Es un proceso muy curioso, pero seguro que siendo nosotras podemos enseñarte bien -terminó de hablar mientras me guiñaba un ojo.

Me excité de oír lo que había dicho y de ver su expresión facial. Noté su pie totalmente desnudo rozarme la pantorrilla por debajo de la mesa de forma disimulada, ella se había quitado la sandalia veraniega y mi pierna también estaba descubierta porque llevaba pantalones piratas. Me mordí el labio y recé para que trajeran pronto la cuenta.

Cuando llegamos a su piso de soltera y cerramos la puerta detrás de nosotros nos sentimos al fin aislados del mundo exterior lleno de leyes y morales que no aprobarían lo que íbamos a hacer. Literalmente nos empezamos a devorar mútuamente mientras íbamos hacia su habitación.

-Espérame aquí -dijo después de que yo me sentara en su cama.

Se fue y volvió con una botella de cava y dos copas. La abrió allí mismo y vertió parte de su contenido en ellas. Cogí una de las copas y brindamos.

-Por tu mejor verano hasta el momento -dijo ella.- Chin-chin.

Solamente sonreí con lujuria. Bebí y luego vi como ella bebía más. Yo solo me habia pimplado una cuarta parte de la botella de vino del restaurante y ella se había bebido el resto, así que tenía los colores subidos. Realmente estaba preciosa. Despues de beber nos seguimos comiendo las bocas mientras nos desnudábamos. Me encantó como de aquella manera desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, uno a uno. En aquella ocasión, puso su mano por debajo de mi calzoncillo para agarrar directamente mi falo antes de quitármelo. Yo hice lo mismo y le toqué la entrada de su vagina mojada por debajo de su tanga. Llegó el momento de acabarnos de quitar la ropa interior cuando ella se tumbó bocarriba y se abrió de piernas. Yo le comía las tetas mientras las apretaba. No había tanta carne para coger como en las de mamá, pero eran simplemente preciosas. Me miró con una de sus expresiones más traviesas y me dijo sonriendo:

-Es el momento de que te enseñe algo que te prometí.

Lo entendí enseguida. Me acordaba de aquello que estaba pendiente.

-Baja más -me pidió,- y observa mi coño, Robe...

Obedecí. Me puse a la altura de este y lo miré con atención. Iba un poco depilada però no al 100%. Lo abrió con sus dedos para mi deleite. Empezó su explicación didáctica:

-Ya conoces bien este agujero, y creo que ya sabes donde está el clítoris, lo sabes encontrar bien con los dedos...

-Gracias.. -dije sonriendo.

Con tu lengua también está bien que lo estimules, ¿Sabes? Pero hay que conocer bien a cada persona para hacérselo bien de verdad... No hay dos coños iguales.

-Qué te parece... ¿así? -pregunté antes de lamer un poco por el costado, acercándome cada vez a la raíz de su placer. Con mi lengua busqué el sitio donde debía estar su clítoris y la deslicé por este.

-Bien, bien... -gimió ella.- Pero cuidado no seas bruto, a mi me va la caña pero no a todas...

-Vale -dije yo dirigiéndome a la vagina para seguir.

-Oh... -continuó disfrutando ella al sentir mi lengua en su interior.- Espera... Túmbate aquí.

Me hizo un gesto para que me tumbara boca arriba. Se colocó encima de mi, sentada en mi vientre y, de espaldas a mi, dirigió su hipnotizante culo hasta mi cara, aterrizando su coño en mi boca.

-Prueba así ahora -me dijo.

Continué lamiendo y le puse una mano en cada nalga. Fue un auténtico disfrute empezar a darle los cachetes que tanto le gustaban mientras le comía el coño. Ella empezó una de sus laboriosas mamadas en aquella misma posición. Allí experimenté con aquel coño, ya que estaba totalmente a mi alcance. Probé metiendo mis dedos, metiendo mi lengua, lamiendo distintas zonas... Algo debí hacer bien porque ella gemía de lo lindo, hasta el punto que me dijo:

-Oh, quiero meterme esa polla...

Ella misma se levantó y cogió rápidamente una caja de preservativos del cajón la mesilla de noche, como si ya tuviera mucha práctica en aquel mismo gesto. Me puso uno y en aquella ocasión se puso de cara a mi para iniciar la penetración:

-Oh sí... -siguió gimiendo.

Pero aquella vez fue distinto. Yo podía seguir el ritmo de sus movimientos y agarrar su trasero con las dos manos para moverlo al mismo compás que mis caderas. Aquello era una auténtica pasada. El placer aumentaba por momentos y nos estábamos volviendo locos mirándonos a los ojos con expresiones de placer y ceño fruncido. Mis cachetes en su culo aumentaron su intensidad y ella rozaba su clítoris por mi pubis de una forma muy desesperada. Poco después se puso recta y fueron sus propios dedos los que empezaron a estimularlo. Me recordó al gesto que había hecho mi madre la última vez, y el resultado fue el mismo:

-¡Oooh.. Síí! -se deshizo del todo.- Me corro...

Pasados varios espasmos se rindió encima de mi. Pero en vez de dar la sesión por finalizada, dijo en aquella misma posición:

-Roberto... ¿Te has corrido?

-No... -contesté.- Aún no.

-¿Quieres hacerlo de otra manera? -me preguntó con picardía.

-¿Como por ejemplo? -dije con curiosidad.

-No me has soltado el culo en todo el rato -señaló mi tía.- Solo para darme cachetes... ¡A ver si ahora vas a ser más de culos que de tetas!

-Jajajaja -me reí.- Creo que me gusta todo. Y tu culo es una pasada...

-¡Ay! Gracias cariño... -me dijo con ilusión antes de darme un beso tierno en los labios.- ¿Quieres que me ponga a cuatro patas y así ves mi culo mientras me follas?

Abrí los ojos de par en par.

De aquella manera fue como no tardé demasiado en correrme, mientras seguía agarrando y dando cachetes a su trasero, penetré su vagina y disfruté una vez más de mi movilidad. Ella siguió gimiendo de lo lindo hasta que llegó mi inevitable corrida.

-Ooooh... -gemí.- ¡Tía!

-¡Córrete sobrino! -me ordenó.

Una vez más llené un preservativo con mi esperma, dentro de la vagina de mi tía mientras me agarraba fuerte a su redondeado culo. Luego de aquello me quedé a dormir en su piso y en su cama. Mi madre ya estaba avisada de que podría ocurrir y ella misma mentiría a mis hermanas diciendo que pasaría la noche con un grupete de compañeros de clase en casa de uno de ellos.

CONTINUARÁ...​
 
CAPÍTULO 7: VACACIONES SIN ESCAYOLA

Volvía de la consulta hacia mi casa en coche, con mi madre conduciendo a mi lado. Yo me miraba el brazo derecho y lo movía mientras sonreía embobado. ¡Cuanto había hechado de menos la mobilidad en aquel brazo! No sabía si me acordaría de escribir o de agarrar los cubiertos con la mano con la que lo había hecho toda la vida. Mi madre me habló:

-Estás contento. ¿Eh?

-Sí, claro -respondí fascinado.- No te puedes imaginar que sensación tan buena... ¡Es fantástico poder volver a tener dos brazos!

-Aún quedan días de verano, te dará tiempo de disfrutarlo sin escayola...

-Mamá -le dije mirándola.- Ya he estado disfrutando mucho todo este verano.

Ella sonrió con cierta ilusión. Yo lo decía de todo corazón y además ella tenía razón. Me quedaban aún dos buenas semanas de agosto para disfrutar de las vacaciones y de esta situación tan increíble que estaba viviendo con mi madre y mi tía. La verdad es que con esta primera había podido aprovechar y disfrutar algunas pocas noches en que nos quedábamos solos en casa, viviendo experiencias muy placenteras mientras mi movilidad iba regresando poco a poco. Fue en el momento de haberme quitado el yeso del brazo derecho cuando experimenté la euforia de volver a sentirme yo, con plenas intenciones de vivir aún más de aquellas situaciones tan geniales.

Era mediodía cuando llegábamos a casa. Por fortuna del destino ninguna de mis dos hermanas estarían para la hora de comer, por lo que se sobreentendía que mi madre y yo tendríamos tiempo para celebrar mi recuperación en la intimidad. Cuando llegamos, ella abrió la puerta con la llave y me invitó a entrar a mi primero. Me siguió y cerró de golpe la puerta detrás de mi. Me giré y la sorprendí con un abrazo muy intenso por su espalda.

-Hijo... -me dijo jadeando por lo inesperado.- No tienes paciencia ¿Eh?

Yo me quedé abrazándola en silencio y sin una respuesta clara a su acierto. Ella continuó hablando:

-Y me encanta... -Se giró hacia mi y nos fundimos en un apasionado beso lleno de deseo. Allí mismo la empecé a magrear con mis dos manos... ¡Por fin con las dos! Me separé unos centímetros de ella y agarré cada una de sus tetas con cada mano. Las apreté suavemente y las subí un poco. El canalillo que le dibujaba la camiseta de tirantes ajustada que llevaba para ir por la calle, se acentuó. A mi se me caía la baba por comérmelas de nuevo.

-Ay, mamá -balbuceé.- No sabes las ganas que tenía de poder hacer esto… ¡Una con cada mano!

-Ay, cielo -me respondió con la respiración acelerada.- ¡No sabes tú las ganas que tenía yo de que lo pudieras hacer!

Estuve amasándolas unos segundos y no tardé en lanzar mi cabeza a aquel canalillo cual depredador de sabana. Con mi lengua empecé a recorrer aquella línea que me enloquecía.

-Vamos arriba -me sugirió.

-Vamos... -le contesté entre respiraciones agitadas.

Llegamos a la escalera y ella misma me preguntó:

-¿A mi habitación o a la tuya?

Sonreí por aquella pregunta y me atreví a proponer:

-Vamos a la mía. Quiero hacerlo donde me hice las pajas imaginándome esto. Antes de pensar que pudiera llegar a ser real.

-Vale, cariño -respondió mientras andaba apresurada.- Hoy estás de celebración así que lo mejor será que nos montemos la fiesta en tu cama...

-La fiesta de cumple que me hubiera encantado al empezar el verano -dije mientras le acariciaba la cintura subiendo por las escaleras.- Cuando empecé a desearte tantísimo.

-Más vale tarde que nunca -dijo ella cogiéndome de la mano y llevándome a mi propia habitación.

Cuando llegamos nos lanzamos a la cama y nos seguimos comiendo los labios. La volví a tocar con dos manos y me sentí increíblemente bien. Aún no tenia el 100% de mi energía, ya que aún me faltaban algunos días para una recuperación plena. Igualmente iba a emplear toda la que tuviera en aquel momento en follarme a mi madre de la forma que siempre había deseado hacerlo.

La desnudé quitándole primero su camiseta, a lo que ella respondió haciendo lo mismo con la mía. Me puse a comerle las tetas para deleitarme al máximo, aún con su sujetador puesto pero casi siendo arrancado por mis manos antes de desabrocharlo, liberando esos pezones deliciosos que acabaron irremediablemente en mi boca. Le acariciaba la espalda para acabar de quitarle aquella prenda y, en vez de tan solo chupar, empecé a dar unos suavísimos mordiscos.

-¡Joder Roberto, me vas a volver más loca de lo que estoy!

Sus manos me habían estado acariciando el torso y la espalda, pero una de ellas se dirigió a desabrocharme el pantalón con maestría. Oí el ruido de mi cremallera y no me quise quedar atrás, así que fui a deshacerme también del suyo. Nos deshicimos de los pantalones y nuestras manos empezaron a acariciarse mutuamente los genitales, yo por encima de su tanga y ella por encima de mis calzoncillos.

-Solo así ya puedo notar lo mojada que estás, mamá -le dije en pleno éxtasis.

-Me mojo cuando noto lo duro que estás tú -me explicó.- Y quiero que me folles con eso...

-Hoy me voy a poner arriba -anuncié.- Quiero hacerlo así y moverme yo.

-Vale, hijo -contestó cada vez más perdida en su propio placer.- Como tú quieras...

Sin quitarnos la ropa interior que nos quedaba, ella se abrió de piernas y yo me puse encima de ella haciendo coincidir a la misma altura mi pene y su vagina. Empujé hacia ella para crear un maravilloso roce y apreté mi erección cubierta por la tela de ropa con su humedad también tapada. Estuve un rato así hasta el punto que ella me dijo casi gimiendo:

-¡Por favor, Robe, métemela ya! ¡No puedo aguantar más!

Con mi mano derecha aparté la tela de su tanga sin quitárselo. Mojé mis dedos en sus fluídos densos y calientes, los deslicé buscando lo que ya estaba aprendiendo que era el clítoris, dándole cuidadosamente una ligera estimulación.

-¡Oh, Dios! -gritó mi madre, con un leve intento de contenerse.- ¡Esto es genial!

Me bajé por fin los calzoncillos, y aproveché que su tanga estaba apartado para poder penetrar aquella vagina mojada con mi polla endurecida. Mi madre emitió un gemido muy intenso cuando la sintió dentro.

-¡Oh! ¡Sí! -pronunció.- ¡Roberto!

Yo iba más que salido y sabía que no duraría demasiado, no obstante quería follar con toda aquella intensidad por primera vez en mi vida. Empecé a moverme yo, a enloquecer y a dejarme ir a mi propio placer. Mi madre ya estaba fuera de si y seguía gimiendo. Miré sus tetas, como se movían al ritmo de mis embestidas. Me pareció una imagen divina. Sentí que no podría durante mucho más tiempo, pero intenté aguantar.

No fue hasta pasados unos minutos en que sentí que sería inevitable:

-Mamá... Me... Corr...

-¡Córrete a gusto, hijo! -me interrumpió.

No desobedecí. Cerré los ojos, apreté los dientes y sentí como mi leche caliente impregnaba el interior de mi querida madre. El placer se multiplicó hasta el puro éxtasis durante los segundos maravillosos que duró mi orgasmo. Yo seguía con mi intensidad para sentirlo al máximo, pero poco a poco fui bajando el ritmo. No la saqué inmediatamente por puro vicio, ya que me encantaba seguir dentro mientras aún sentía espasmos. Por si se me ocurriera lo contrario mi madre me suplicó:

-¡No la saques Robe!

Allí me quedé. Aún con un suave movimiento de entrada y salida vi como ella dirigía sus dedos a su clítoris y empezaba a masajearlo. Yo me quedé muy sorprendido ya que nunca había visto una masturbación femenina en directo. Pocos segundos le bastaron a mi madre para poder decir con convicción:

-Me corro... ¡Me corro! ¡Ohhh!

Y gimió como nunca la había oído gemir hasta entonces. Por mi parte noté las paredes de su vagina contraerse contra mi pene, que aún se movía y resbalaba en los deliciosos fluídos de aquel mojado agujero. Tuvo que pasar un tiempo para que tanto ella como yo respiráramos con mucha más tranquilidad.

Ella abrió los ojos y me sonrió:

-Buff... Que maravilla...

-¿Y esto último? -pregunté con mi polla aún dentro.

-Te habías corrido y yo estaba a punto... -respondió.- El orgasmo llega con la estimulación del clítoris.

-Sí... -dije.- Creo que sé lo que es...

-No te preocupes -continuó.- Nadie nace enseñado. Seguro que vas aprendiendo un montón ahora que te puedes mover tan bien.

-Mamá, te quiero -le dije con emoción.

-Yo también a ti, cariño -me contestó. Y nos volvimos a dar un tierno y apasionado beso, estando aún yo dentro de ella.

. . .

Agosto iba avanzando con persistencia. Yo no sentía en absoluto mi verano desaprovechado, pero quería asegurarme de disfrutarlo al máximo, ya que al fin y al cabo no sabía como se desarrollarían los acontecimientos a partir de septiembre, cuando empezara el nuevo curso escolar. Un día cenando surgió una interesante conversación:

-Tete -me dijo mi joven hermana Marta.- ¡Qué alegría verte tan bien por fin! Recuperado y con unos días de verano aún por delante. ¡Debe haber sido duro estar encerrado mientras los demás han podido disfrutar tanto de las vacaciones!

-Pues sí -dije fingiendo, para ocultar que realmente mi accidente había resultado en una de las mejores cosas que me habían sucedido en la vida.- A ver si puedo aprovechar los días que quedan.

-¿Y tus amigos? -preguntó mamá.- ¿Les has ido llamando para decirles como estás?

-Juan estará en el pueblo hasta el último día de agosto... -respondí con cierta nostalgia.

-¿Y aquella chica...? -continuó mi madre.- ¿Ainara?

Marta me miró mucho más callada, con una expresión un tanto misteriosa. Laura en cambio hizo una sonrisa más bien cínica, alzando una ceja. Yo contesté a la pregunta con tanta naturalidad como pude, sorprendido por la repentina curiosidad de mi madre por mi relación con chicas de mi edad:

-Está de viaje por Europa con su familia...

-Ya es una lástima -respondió mi progenitora,- pero seguro que encuentras a alguien con quien salir, ir a la playa...

-¡Sí, claro que sí! -dijo Marta.- Yo este año ya he ido un montón a la playa con las de mi clase, ¡Pero a la próxima podemos ir los dos! Mañana mismo si quieres.

-¡Estupendo! -exclamó mamá.- Laura, con lo que a ti te gusta la playa, ¿No vas a ir con ellos?

Miré a Laura, que puso una cara de aburrimiento bastante evidente antes de decir:

-Pues no sé... Quizás tenga mejores planes, la verdad.

-¿Alguno de tus novios? -preguntó Marta con un marcado tono cotilla.

-¿Ilguini di tis nivis? -le contestó Laura poniendo voz infantil para no tener que responder a la pregunta. No lo hizo en tono agresivo, lo que provocó las risas de toda la mesa.

-Bueeno... -dijo mi madre, conciliadora como siempre. Dejemos la vida de Laura para ella, que ya es mayor.

-Pero podríamos ir algún otro día los cuatro -comenté yo.- O se lo decimos a tía Isa... ¿Tu mañana no te apuntas, mamá?

-Yo precisamente he quedado con ella mañana, hace tiempo que no nos ponemos al día -me dijo con cierta mirada de reojo.- ¡Id vosotros dos y pasadlo bien! Ya iremos otro día los cinco, ¿De acuerdo?

-Vale... -dijo Laura dándose por aludida.- De acuerdo...

-Bueno, de momento vamos los dos mañana -insistió Marta.

-Sí... -dije yo animándome con la idea.- ¡Mañana vamos!

. . .

El día siguiente me desperté con una dulce voz sonando a la puerta de mi habitación:

-¡Buenos días, tete! ¡Vamos si quieres aprovechar el día!

Me desperecé y vi a Marta ya preparada para la ocasión. Iba cubierta con un bonito pareo naranja y una bolsa de donde sobresalía la toalla.

-Buenos días -dije remoloneando.- ¿Qué hora es?

-¡Las nueve y media! -contestó Marta con muchísima energía, dirigiéndose a mi cama.- ¡Arriba dormilón!

Se sentó a mi lado y me empezó a zarandear en broma. Yo la abracé cariñosamente y seguí con la broma:

-¡Joo... Cinco minutitos más!

-Vengaaa -se rió ella.- ¡Arriba!

Me percaté de mi erección matutina. Por suerte iba tapado con la sábana porque solo con el pantalón corto de pijama se me habría notado seguro.

-Ahora voy -dije más serio.- Ya me levanto, de verdad. Espérame abajo.

-¡Vale! -contestó con alegría.- Te espero abajo y desayunamos.

Se fue y me quedé solo en mi habitación. Aquel día sería más duro de lo que había imaginado, y nunca mejor dicho. Me quité los shorts del pijama y busqué mi bañador en el armario. Antes de ponérmelo, vi mi polla. Aquella erección sería muy difícil de bajar a menos qué... No. No había tiempo. Me puse el bañador y acomodé mi pene dentro de forma que se notara lo menos posible. Por desgracia se notaba de cualquier de las maneras. “En fin…” pensé. Cogí una toalla, una camiseta ligera y me preparé para ir. Antes de eso me fui al baño y allí, después de evacuar, me relajé más y se me pudo bajar un poco. Pude llegar a la cocina con una sonrisa y ganas de pasar un día de sol en la playa con mi hermana.

Desde mi casa no había mucho tiempo andando hasta la playa, así que Marta y yo caminamos por la calle bajo un sol radiante. Agradecí tan solo aquel momento de pasear tranquilamente con el buen tiempo de mediados de agosto, con mi cuerpo más fortalecido y dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de verano. Fuimos a un sitio mucho más apartado que el que solía estar más concurrido por turistas y familias domingueras.

-Aquí es mi sitio favorito -recordé.- Mucho más tranquilo que la zona del paseo marítimo.

-Estoy muy de acuerdo -asintió Marta.- Aquí se está mucho mejor.

Llegó el momento de buscar un sitio en la arena y poner allí nuestras toallas. Lo hicimos a una buena distancia del agua, sin quedar muy lejos de ella. Puse mi toalla al lado de la suya y me quité la camiseta. Vi que ella se iba a quitar el pareo y no pude evitar mirarla de reojo.

Cuando se descubrió, apareció su joven cuerpo cubierto por un bikini muy distinto al que le había visto en las anteriores ocasiones. Era uno azul marino que le cubría mucho menos las tetas. Supe que debía disimular mi cara de embobado para que no se me notara. Quizás no tenía la cintura tan estrecha como mi otra hermana, pero sus tetas ya eran oficialmente más grandes. ¿Como podían haber crecido tanto en tan poco tiempo? Aquello era una locura. Ella siguió instalándose en el sitio y se agachó hacia su bolsa.

-Antes que nada -dijo sacando algo de su interior.- Hay que ponerse crema. ¿Tú llevas?

Me mostró un bote de crema solar con una amplia sonrisa.

-¿Eh?... -respondí saliendo de mi estado distraído.- No...

-Ay, Tete... -se rio.- Menos mal que tu hermanita pequeña piensa en todo...

-Jejeje -me reí yo nerviosamente.- Pues sí. Menos mal.

Se sentó en su toalla y yo hice lo mismo en la mía. Como no tenía mi propia crema no pude hacer más que esperar mi turno mientras observaba con deleite como ella se embadurnaba de cuerpo entero. Cuando lo hizo en la parte visible de sus pechos, intuí lo suaves que debían ser y deseé con todas mis fuerzas haber podido ser yo quien les aplicara crema.

Poco más duró la escena hasta que me dijo:

-Esto... ¿Me pones en la espalda?

-Claro... -respondí mostrando seguridad.

Se puso de espaldas a mi y acabé su tarea conformándome en poner la crema solamente allí.

-¡Gracias, Tete! -me dijo al terminar.- ¡Toma!

Me dio el bote a mi para que me pudiera poner la crema. Me la apliqué de cuerpo entero y al final ella me dijo:

-¿Te pongo en la espalda?

-¿Eh? -contesté sorprendido.- Sí...

Le devolví el bote e hizo conmigo lo mismo que yo había hecho con ella justo antes.

-Gracias -le dije.

-¡De nada! -exclamó con alegría. Acto seguido me abrazó desde detrás y las noté. Noté sus tetas en mi espalda, calientes por el sol y desprotegidas, ya que no nos separaba nada más que un bikini de fina tela. ¡Que sensación más buena! Me besó en la mejilla tal y como estaba y se separó de mi con naturalidad.

-¿En un rato nos vamos al agua? -preguntó.- Cuando la crema se haya absorbido...

-Por supuesto -dije aún disimulando mi excitación.- Este año aún no me he bañado en el mar.

Me senté para ocultar la erección entre mis piernas y procuré relajarme con el ambiente de la playa poco concurrida. Pasados unos minutos, ya estaba más tranquilo cuando ella dijo:

-¿Vamos?

Andamos hasta la orilla y el agua del Mediterráneo abrazó mis pies. Caminamos hacia dentro del mar mientras nuestros cuerpos iban asimilando el cambio de temperatura. Por fin pude meterme de cuerpo entero y me sentó genial. ¡Qué felicidad! En el agua jugamos, como no podía ser de otra forma. Nos ahogábamos el uno al otro en broma y yo agradecía cada tipo de roce que sentía con su piel mojada. Me encantaba sentirla mientras se reía feliz conmigo.

Cuando nos cansamos de jugar y nadar nos fuimos a las toallas otra vez y nos tumbamos bocabajo. No pude evitar decir:

-Se está genial...

-Sí, -contestó Marta.- Qué relax...

Y se hizo el silencio. Un silencio de calma y tranquilidad acompañado de la suave música de las olas del mar. No sé cuantos minutos pasaron hasta que ella volvió a hablar:

-Tete...

-¿Sí? -murmuré volviendo a la realidad después de navegar en mis pensamientos de bienestar y felicidad.

-¿Piensas a veces en papá?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tardé un poco en responder:

-Claro... -dije con un poco de vergüenza.

-Creo que hoy mamá y tía Isa han ido a verle -explicó.- Hace tiempo que no vamos y creo que deberíamos.

-Tienes razón. -contesté.- Mamá siguie yendo a menudo, pero nosotros no vamos nunca.

-Creo que mamá ya no va tan a menudo como antes -comentó.- Este verano se ha esforzado mucho por cuidarte, y le ha ido bien para distraerse.

Me sentí mal. Por mi culpa mi madre estaba descuidando a papá. Y era por cosas peores de las que Marta pudiera imaginar. Yo sabía que mi madre le hablaba cuando iba al Hospital pero ¿Qué le contaría de los últimos acontecimientos? ¿Y si mi padre lo pudiera oír todo en su estado? ¿Y si experimentaba un shock emocional?

-Robe, lo digo de verdad -dijo Marta viendo que yo no respondía, con toda mi cara de preocupación.- No te ralles porque a mamá la ha ido muy bien retomar la vida familiar y la veo mucho más alegre. Debemos ir con Laura a ver a papá y contarle lo felices que estamos. Explicarle como seguimos adelante y decirle que seguiremos así. Que cuando vuelva a estar con nosotros se encontrará una familia preciosa. La que siempre ha tenido.

La miré con sorpresa. La más joven de la casa estaba madurando mucho. No podría evitar que me sintiera culpable por follar con la mujer de mi padre comatoso, pero desde su punto de vista y conocimiento tenía toda la razón del mundo.

-Vale -concluí.- Vamos a ir a verlo. Los tres.

-Yo se lo digo a Laura -me tranquilizó.- Ya sé que entre vosotros os cuesta hablar de estas cosas.

-Gracias Marta -dije yo después y antes de otros paréntesis de silencio.

-Lo hecho de menos ¿Sabes? -dijo ella volviéndolo a romper. Había mucha nostalgia en su hablar.

-Yo también... -añadí. Le cogí la mano y ella me la agarró suavemente.

-Cuanto más creces, más te pareces a él, Tete.

No respondí. Estaba acostumbrado a ese mantra. Todo el mundo decía que era calcado a él cuando este tenía mi edad. Seguimos cogidos de la mano un buen rato.

La mañana pasó y se acercaba la hora de comer. Ella se puso el pareo y yo la camiseta. Després de recoger las cosas pusimos rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos no había nadie. Tansolo una nota de mamá:

"Voy a comer con tía Isa. Si coméis en casa tenéis sobras de los macarrones de ayer para calentar. Os quiero."

-Mamá nos ha dejado comida. -comenté a mi hermana.

-Vale -contestó.- ¡Pero antes te enseño un truco para quitarnos rápido la arena de playa!

-¿Como dices? -me reí.

-Ven... -me cogió de la mano.

Me llevó hasta la piscina y se volvió a quitar el pareo. Se puso debajo de la ducha exterior y yo no pude evitar volver a mirarla embobado. Se duchó enfrente de mi y vi como las gotas de agua recorrían aquel potencialmente voluptuoso cuerpo solamente cubierto por aquel despampanante bikini.

-¡Burr! -gritó ella.- ¡Que fresquita!

Luego se fue alegremente brincando hasta la piscina y saltó al agua. Yo no hice exactamente lo mismo que ella: me duché de la misma forma pero después de apagar el agua me dirigí a la piscina, bajando tranquilamente por la escalera.

-¿No te tiras? -me preguntó mientras nadaba.

-Me trae malos recuerdos -bromeé. Aunque había parte de verdad.

-¡Ven aquí, Tete! -me gruitó entusiasmada.

Fui nadando hacia ella y me agarró en un intenso abrazo. Me había llegado a acostumbrar a sentir aquellas tetazas apretadas contra mi, pero igualmente me encantaba la sensación y se me volvió a endurecer la polla. Creo que la rocé con su pierna. Ella quizás notó algo, porque su sonrisa pasó a tener cierto aire misterioso. Nos separamos con naturalidad. Y me dijo:

-¿Ves? Nada de arena de playa.

Sonreí ante su euforia y energía. Me fascinaba.

Después del rápido baño y otra ducha en el jardín, cada uno fue a su habitación para quitarse el bañador mojado y ponerse algo más cómodo. Comimos los macarrones y nos tumbamos en el sofá. Con la tele encendida para hacer una más que apetecible siesta.

A media tarde, mi madre y mi tía entraron por la puerta de casa:

-¡Muy buenas! -dijo tía Isa con su habitual alegría.- ¿Hay alguien en casa?

-Buenas tardes -dije yo desde el sofá.- Aquí estamos.

-¿Como ha ido el día de playa? -nos preguntó mi madre.- ¡El tiempo hoy está genial!

-Muy bien, mami -respondió Marta.- ¿Y vuestro día?

Mi tía se calló y dejó hablar a mi madre:

-Bueno, bien -comenzó.- Hemos ido a ver a vuestro padre. No hay ninguna novedad desde el Hospital. Todo tranquilo.

-Ya me imaginaba que habíais ido... -dijo Marta.- En la playa hemos dicho que un día tenemos que ir los tres hermanos a verle.

-Me parece una idea genial, Marta -dijo mi madre con el corazón enternecido.- Y otro día podríamos ir los cinco, antes de que acaben las vacaciones. Como hacíamos las primeras veces.

-¡Claro que sí! -respondió tía Isabel con una gran sonrisa.

Tía Isabel se quedó a merendar. Como siempre surgió una entretenida charla con ella:

-¿Y la hermana mayor? -nos preguntó.- ¿Donde está Laura?

-A saber -dijo Marta riéndose.- Va a su bola.

-¿A quen habrá salido? -insinuó mi madre mirando a tía Isa de reojo.

-¡A mi no me mires! -exclamó mi tía entre carcajadas. Le devolvió la mirada y añadió:- Mis genes no los tiene...

-¿Yo? -contestó mamá teatralizando su expresión.- Pobre de mi...

Nos reímos un buen rato entre bromas varias.

-¿Y tú, Roberto? -Me interrogó tía Isabel.- Ahora que ya te encuentras bien... ¿Ya estás aprovechando para salir de casa? ¿Ya quedas con tus amiguetes para salir por la noche?

-Pues casi todos están fuera. -dije resignado.- Es difícil tener plan así.

-¡Bueno! -dijo mi tía quitándole hierro al asunto.- ¡Ya te irán saliendo planes, estoy segura!

Pasó la tarde en poco tiempo. Aunque había bastante luz se acercaba la hora de cenar. Tía Isa se despidió y se marchó. Subí a la habitación una horita más tarde y cogí el móvil por fortuna. Había un mensaje sms.

"Guapo, si no tienes plan esta noche... ¿Te apetece salir a cenar? Yo invito ;-)"

. . .

Me encontraba frente a mi tía, que llevaba un elegante pero informal vestido escotado y muy ceñido. Yo me había puesto camisa de manga corta para la ocasión. Estábamos sentados en una mesa de restaurante de precio moderado y no se si la gente nos estaría mirando por llamar la atención a causa de nuestra diferencia de edad. Mi madre ya era una madre joven de por si, pero mi tía, además de serlo más que ella, aparentaba aún menos edad. Quizás colábamos como hermanos de distintas generaciones pero nuestra vestimenta parecía más la de una pareja, por lo que algo raro debíamos de tener a los ojos de miradas desconocidas.

-Entonces... -me preguntó ella leyendo la carta.- ¿A tu madre se lo has dicho?

-Pues sí -contesté yo.- Cuando Marta no escuchaba le pregunté si podía ir por ahí contigo. La verdad es que sonrió con ilusión al decirme que sí.

-Bendita tu madre -se rio.- Lo lleva con una naturalidad brutal, me recuerda a lo loca que estaba de joven.

-La que se ha extrañado es Marta -continué.- Me ha dicho tal cual "¿Pero tú hace un rato no decías que no tenías con quien salir?". Me he inventado que hay un par de compañeros de clase que aún están por aquí.

-Pobre Marta -dijo mi tía.- Es inocente y tiene una bondad...

-Exacto -contesté.- Me sabe mal mentirle pero habría flipado si le digo que voy a cenar a solas contigo.

Cenamos y charlamos de como había ido el día, de como estábamos los dos, de como estaba mi madre y también sobre mis hermanas. Tía Isabel me miraba fascinada cuando yo hablaba de ellas, pero no hizo ningún comentario al respecto. Naturalizamos muchos temas que en ocasiones anteriores no se hubieran hablado con tanto desparpajo. El vínculo sexual que teníamos desde hacía semanas nos permitió tratarlos como si nada en la conversación. Ella nunca tenía problemas para hablarnos de sus relaciones que nunca implicaban compromiso, pero en aquella ocasión profundizó más en el tema:

-Y luego está Javier, -me contaba.- Que desde que supo que soy bisexual está obsesionado en encontrar otra chica para hacer un trío.

-¿Perdón? -dije yo sobresaltándome.- ¿Como has dicho?

-¿Qué ocurre? -preguntó antes de beber de su copa de vino con expresión de indiferencia.

-No nos habías dicho que fueras bisexual... -respondí.

-Tampoco recuerdo haberte dicho nunca que sea heterosexual -dijo alzando media sonrisa y una ceja.- No hay que dar siempre tantas cosas por sentado.

-Jajaja -me reí.- Tienes razón. Me surgen tantas preguntas... En serio.. ¿Un trío?

-Seguro que tienes muchas preguntas Roberto. -dijo en un tono más adulto.- Pero es natural... Estás en tu despertar sexual y, en tu extraordinario caso, lo estás descubriendo todo con tu madre y con tu tía. Es un proceso muy curioso, pero seguro que siendo nosotras podemos enseñarte bien -terminó de hablar mientras me guiñaba un ojo.

Me excité de oír lo que había dicho y de ver su expresión facial. Noté su pie totalmente desnudo rozarme la pantorrilla por debajo de la mesa de forma disimulada, ella se había quitado la sandalia veraniega y mi pierna también estaba descubierta porque llevaba pantalones piratas. Me mordí el labio y recé para que trajeran pronto la cuenta.

Cuando llegamos a su piso de soltera y cerramos la puerta detrás de nosotros nos sentimos al fin aislados del mundo exterior lleno de leyes y morales que no aprobarían lo que íbamos a hacer. Literalmente nos empezamos a devorar mútuamente mientras íbamos hacia su habitación.

-Espérame aquí -dijo después de que yo me sentara en su cama.

Se fue y volvió con una botella de cava y dos copas. La abrió allí mismo y vertió parte de su contenido en ellas. Cogí una de las copas y brindamos.

-Por tu mejor verano hasta el momento -dijo ella.- Chin-chin.

Solamente sonreí con lujuria. Bebí y luego vi como ella bebía más. Yo solo me habia pimplado una cuarta parte de la botella de vino del restaurante y ella se había bebido el resto, así que tenía los colores subidos. Realmente estaba preciosa. Despues de beber nos seguimos comiendo las bocas mientras nos desnudábamos. Me encantó como de aquella manera desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, uno a uno. En aquella ocasión, puso su mano por debajo de mi calzoncillo para agarrar directamente mi falo antes de quitármelo. Yo hice lo mismo y le toqué la entrada de su vagina mojada por debajo de su tanga. Llegó el momento de acabarnos de quitar la ropa interior cuando ella se tumbó bocarriba y se abrió de piernas. Yo le comía las tetas mientras las apretaba. No había tanta carne para coger como en las de mamá, pero eran simplemente preciosas. Me miró con una de sus expresiones más traviesas y me dijo sonriendo:

-Es el momento de que te enseñe algo que te prometí.

Lo entendí enseguida. Me acordaba de aquello que estaba pendiente.

-Baja más -me pidió,- y observa mi coño, Robe...

Obedecí. Me puse a la altura de este y lo miré con atención. Iba un poco depilada però no al 100%. Lo abrió con sus dedos para mi deleite. Empezó su explicación didáctica:

-Ya conoces bien este agujero, y creo que ya sabes donde está el clítoris, lo sabes encontrar bien con los dedos...

-Gracias.. -dije sonriendo.

Con tu lengua también está bien que lo estimules, ¿Sabes? Pero hay que conocer bien a cada persona para hacérselo bien de verdad... No hay dos coños iguales.

-Qué te parece... ¿así? -pregunté antes de lamer un poco por el costado, acercándome cada vez a la raíz de su placer. Con mi lengua busqué el sitio donde debía estar su clítoris y la deslicé por este.

-Bien, bien... -gimió ella.- Pero cuidado no seas bruto, a mi me va la caña pero no a todas...

-Vale -dije yo dirigiéndome a la vagina para seguir.

-Oh... -continuó disfrutando ella al sentir mi lengua en su interior.- Espera... Túmbate aquí.

Me hizo un gesto para que me tumbara boca arriba. Se colocó encima de mi, sentada en mi vientre y, de espaldas a mi, dirigió su hipnotizante culo hasta mi cara, aterrizando su coño en mi boca.

-Prueba así ahora -me dijo.

Continué lamiendo y le puse una mano en cada nalga. Fue un auténtico disfrute empezar a darle los cachetes que tanto le gustaban mientras le comía el coño. Ella empezó una de sus laboriosas mamadas en aquella misma posición. Allí experimenté con aquel coño, ya que estaba totalmente a mi alcance. Probé metiendo mis dedos, metiendo mi lengua, lamiendo distintas zonas... Algo debí hacer bien porque ella gemía de lo lindo, hasta el punto que me dijo:

-Oh, quiero meterme esa polla...

Ella misma se levantó y cogió rápidamente una caja de preservativos del cajón la mesilla de noche, como si ya tuviera mucha práctica en aquel mismo gesto. Me puso uno y en aquella ocasión se puso de cara a mi para iniciar la penetración:

-Oh sí... -siguió gimiendo.

Pero aquella vez fue distinto. Yo podía seguir el ritmo de sus movimientos y agarrar su trasero con las dos manos para moverlo al mismo compás que mis caderas. Aquello era una auténtica pasada. El placer aumentaba por momentos y nos estábamos volviendo locos mirándonos a los ojos con expresiones de placer y ceño fruncido. Mis cachetes en su culo aumentaron su intensidad y ella rozaba su clítoris por mi pubis de una forma muy desesperada. Poco después se puso recta y fueron sus propios dedos los que empezaron a estimularlo. Me recordó al gesto que había hecho mi madre la última vez, y el resultado fue el mismo:

-¡Oooh.. Síí! -se deshizo del todo.- Me corro...

Pasados varios espasmos se rindió encima de mi. Pero en vez de dar la sesión por finalizada, dijo en aquella misma posición:

-Roberto... ¿Te has corrido?

-No... -contesté.- Aún no.

-¿Quieres hacerlo de otra manera? -me preguntó con picardía.

-¿Como por ejemplo? -dije con curiosidad.

-No me has soltado el culo en todo el rato -señaló mi tía.- Solo para darme cachetes... ¡A ver si ahora vas a ser más de culos que de tetas!

-Jajajaja -me reí.- Creo que me gusta todo. Y tu culo es una pasada...

-¡Ay! Gracias cariño... -me dijo con ilusión antes de darme un beso tierno en los labios.- ¿Quieres que me ponga a cuatro patas y así ves mi culo mientras me follas?

Abrí los ojos de par en par.

De aquella manera fue como no tardé demasiado en correrme, mientras seguía agarrando y dando cachetes a su trasero, penetré su vagina y disfruté una vez más de mi movilidad. Ella siguió gimiendo de lo lindo hasta que llegó mi inevitable corrida.

-Ooooh... -gemí.- ¡Tía!

-¡Córrete sobrino! -me ordenó.

Una vez más llené un preservativo con mi esperma, dentro de la vagina de mi tía mientras me agarraba fuerte a su redondeado culo. Luego de aquello me quedé a dormir en su piso y en su cama. Mi madre ya estaba avisada de que podría ocurrir y ella misma mentiría a mis hermanas diciendo que pasaría la noche con un grupete de compañeros de clase en casa de uno de ellos.

CONTINUARÁ...​
Que bueno! A quien no le gustaría una familia así
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo