El caserío de Cigales 2

ikarusulu

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XIII.


Una o dos veces al mes bajábamos a la ciudad a hacer una compra grande en un centro comercial y algunas tiendas: comestibles, productos de limpieza para la casa y ropa. Una de las primeras veces en las que fui solo con Sara en la pick-up me llevo a un centro comercial para comprarme algunos shorts y camisetas sin mangas que eran la ropa preferida de trabajo. Me hizo escoger algunas prendas y se metió conmigo en el probador.



Allí sin mas preámbulos procedió a bajarme los pantalones y meterse mi rabo en la boca hasta dejarlo bien duro. Yo tenía que morderme los labios para no gemir y que todo el mundo se enterara de lo que estábamos haciendo. Cuando consiguió la dureza y tamaño adecuados se la sacó de la boca para decirme que me fuera probando los pantalones cortos.



Tenían que ser cómodos aún con la polla dura. Si notaba que la erección había descendido algo entre prenda y prenda me lamía los huevos lo que conseguía la inmediata recuperación. De allí sin permitirme el normal desahogo me llevó a una tienda de ropa interior donde me presentó a su amiga Coronas una impresionante voluptuosa chica por cuyo escote se veían dos enormes y maravillosos pechos.



Se saludaron con un beso en la boca y Coronas aprovechó para magrearle el culo a Sara sin ningún disimulo. Con la misma impresión que tuve mi primer día en la finca, de sentirme un trozo de carne expuesto en una vitrina bajo los azules ojos de Coronas, me sentí arrastrado hasta el fondo del almacén. Allí acorralado contra una pared y con las enormes masas de sus tetas clavándose en mi pecho sentí los húmedos y juguetones labios de la sensual rubia.



Sara convertida en el colmo de la discreción se había quedado en la tienda donde estaba seguro aprovecharía para ligarse a la próxima clienta de buen ver. Mis manos entraron en acción por propia voluntad siguiendo las voluptuosas curvas de su cuerpo comenzando a desnudarlo con su total participación. Bajo el top no llevaba nada lo que me permitió acariciar los bronceados pechos sin mas problemas con las manos y con la boca.



La minifalda que apenas ocultaba los firmes muslos cayó al suelo de cemento dejándola solo con un tanga de encaje que nada me ocultaba. Sus manos no permanecían ociosas haciendo desaparecer mis pantalones y camiseta liberando sin mas trabas la polla dura. Lamiendo mi oreja me dijo que un pajarito le había contado que era un buen enculador y quería probarme así.



Recostada sobre unos embalajes dejó el firme y gran culo a mi alcance, arrodillado a sus espaldas aparté el cordón del tanga y procedí a ensalivar y lamer la hermosa raja y el apretado agujero. La oía suspirar sintiendo mi juguetona lengua acariciar tan íntimos rincones. Abría mas las piernas para permitirme bajar cómodamente hasta la para entonces ya chorreante vagina. Su sabor maravilloso inundó mi lengua y nariz y sabia que la estaba haciendo disfrutar.


-metela ya,


dijo.
Y sin mas esperas conseguí deslizarla en su coñito donde le di unos pocos envites. Con mi propia saliva me mojaba el pulgar y se lo metía en el ano tanto para excitarla mas como para lubricarla. Girando la cabeza para ofrecerme la lengua me dijo:


-por el culo.


Así la saqué de un agujero para deslizarla en el otro mas estrecho. Lubricada como estaba tanto mi polla como su culito no costó apenas la penetración y pude desplazar una mano hacia sus pechos que amasaba o donde pellizcaba suavemente los pezones. Con la otra mano sostenia su cadera y el cordón del tanga apartado de mi camino. Suave o duro la penetraba según el ritmo que ella me marcaba.



Creo que se corrió antes de que derramara mi semen en su interior pues sujetándome de las nalgas no me dejó salir de ella. Nos limpiamos como pudimos con unos pañuelos de papel y no dejaba de besarme mientras nos vestíamos. Besos a los que correspondía con toda mi pasión. Al salir del almacén nos encontramos a Sara poniéndole ojitos tiernos a una joven clienta a la que parecía haber vendido media tienda.



Orgullosa nos mostró como trofeo su numero de telefono. Nos fuimos a comer los tres juntos y sin disimulo ellas pasaron la comida acariciando mis muslos desnudos lo mas arriba posible. Y de vez en cuando ambas me besaban despertando algunas miradas envidiosas a nuestro alrededor.






XIV.


David y yo fuimos en mi moto de excursión a otro pueblo, incluso me llevé la cámara. Con la intención de quedarnos un rato en la disco antes de volver. Hicimos unas fotos al castillo, algunos rincones pintorescos, comimos por allí y al dar la vuelta a una cerca nos encontramos de frente con un rebaño de ovejas que ocupaba toda la calle con lo que no quedó mas remedio que arrimarnos a un lado y esperar que terminaran de pasar.



Lo venia conduciendo una chica mas o menos de nuestra edad guapa morena que vestía un cortísimo y ajustado pantalón de deporte y una fina camiseta de tirantes. Con evidente deleite la saludamos y como si lo hubiéramos pensado a la vez intentamos pegar la hebra con ella. Ella se lamentó por los inconvenientes, Aunque había intentado abrirnos paso. Como los bichos no tenían ninguna prisa en la calurosa tarde conseguimos hablar con ella con tiempo y seguimos su camino.



Nos contó que sus padres se habían ido de boda y que esa tarde tenía que ocuparse ella sola del rebaño. Calculamos que para cuando terminara de darles de comer y ordeñar no le quedarían ganas de salir con nosotros. Así que nos ofrecimos amablemente a ayudarla con ello. Al llegar a su corral condujimos a los animales a su sitio y mientras yo les ponía la paja y el forraje David y Sheila mano a mano empezaban a ordeñarlas.



Ambos nos sacamos las camisetas con el doble propósito de no sudarlas y de exhibirnos ante ella. No pareció disgustarle el detalle y mientras trabajábamos seguimos charlando y cogiendo confianza. Estando con ella no teníamos ningún interés en irnos de copas y entre bromas aprovechamos para acariciarla sin disimulo mientras terminábamos con los animales.



No rechazaba nuestros avances aunque parecía un poco confundida en cuanto a quien de los dos era el que se interesaba por ella. Hasta que David consiguió abrazarla y arrancarla un beso, yo aproveché para acercarme por detrás y abrazarlos a los dos deslizando mis labios por su cuello y hombros desnudos. mordisqueándole la bonita oreja le dije al oído:


-Nos gustaria hacerte el amor.


Ella le estaba dando lengua a mi amigo acariciando su pecho desnudo y no podía ni contestar y yo metí las manos entre ellos por su vientre subiendo su camiseta metiéndolas por debajo de la tela para hacerme con sus pechos pequeños pero firmes y retorcer suavemente los pezones que bien duros y marcados nos tenían locos durante toda la tarde.



Las ovejas se arremolinaban a nuestro alrededor sin que eso nos impidiera estrechar aun más el abrazo. Mi lengua recorría su nuca saboreando su sudor y sentía en mi polla las manos de David que estaban dentro de su pantaloncito magreando su culo duro. Por fin se dio cuenta y nos dijo:


-nunca lo he hecho con dos chicos a la vez pero con vosotros me apetece mucho, me gustáis los dos.


Sobresaliente en tacto aunque nos hubiera dado igual que hubiera sido menos delicada estabamos muy calientes con ella. En el corral había instalada una ducha nos cogió a cada uno de una mano y nos condujo hasta allí. Era amplio y estaba limpio. Yo tenia su camiseta en la mano sin saber muy bien cuando había conseguido sacársela. Me indicó donde arrojarla, un cesto con más ropa sucia.



Ella misma terminó de sacarse el short y las braguitas de una sola vez y nosotros la admirábamos descubriendo el pubis de rizos negros como el azabache. Arrodillado a sus pies me dedique a darle el tratamiento que merecía para lo que abrió las piernas todo lo que podía. Mi lengua acarició el poblado monte de venus buscando el tesoro de los labios de su vagina para abrirlos sin necesidad de usar los dedos. David colaboraba sosteniéndola por sus firmes y bonitos pechos mientras seguía besándola en el cuello y la boca cuando giraba la cabeza.
 
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