El Baile de Selene

BuBu77

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21 Jun 2023
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Otro relato recuperado del antiguo hogar, dedicado a una de las leyendas de aquellos lares, Selene

- Adelante, puede recostarse en el diván si lo desea - indicó el psiquiatra cuando Fernando entró en la consulta - Mucha gente no se encuentra cómoda la primera vez, así que si lo prefiere puede sentarse en aquel sillón, lo importante es que se encuentre relajado.

Entró titubeante por la puerta y cruzó el despacho hasta sentarse en el borde del diván de piel negra. Desde esta posición pudo adivinar la silueta del psiquiátra acercándose al sofá con una libretita y un lápiz. La estancia estaba ténuemente iluminada por una ventana situada detrás de la mesa desde la que minutos antes le había invitado a sentarse. Tenía las persianas entreabiertas y la poca luz que entraba le daba un aspecto cálido y acogedor, en parte por el tono pastel de las paredes y las pocas, aunque bien situadas, plantas que adornaban la habitación. De una de ellas colgaba una reproducción de El Grito de Edward Münch, ese en el que se un hombre grita en un puente sobre un rio, En en la pared opuesta una inmensa estantería repleta de archivadores y libros. En algún lugar había un reloj, su monótono tictac lo delataba pero no era capaz de localizarlo. Se recostó en el diván y la piel crujió al acomodarse. Cerró los ojos y respiró profundamente mientras el doctor se situaba a su lado,

- Cuénteme qué le ha traido a mi consulta - murmuró con un tono de voz neutro mientras abría la hoja del cuadernillo.

Comenzó a acariciar nerviosamente el borde del diván, no sabía de qué modo empezar a contarle todo aquello que le ocupaba el pensamiento desde hacía unas semanas y le corroía por dentro.

- Verá, es esa mujer.... - titubeó - ... me tiene obsesionado y no soy... no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea ella... es.. es.. es algo que no me habia ocurrido nunca y me siento tan extraño, tan tan.....

Dos semanas antes había tenido una cena de empresa, de esas que normalmente no puedes rechazar y en las que lo importante es reirle los chistes al jefe y sonreírle al compañero al que odias a muerte, pero que esa noche es tu mejor amigo para que la dirección pueda presumir del buen ambiente que hay en su empresa. Esta vez, como pagaba el gerente decidieron reservar en un restaurante bastante famoso de la ciudad, en el que al tiempo que disfrutabas de la comida tenías un espectáculo en un pequeño escenario.

El menú era bastante bueno aunque las raciones escasas, restaurante sofisticado y platos generosos no son dos características que casen bien hoy en día. Mientras, sus compañeros destacaban los grandes beneficios que reportaría a la empresa la gestión que estaban realizando, y de la que era parte esencial. Se encontraba distraido, jugueteando con la copa de vino blanco viendo como giraba en su interior mientras sus compañeros, los mismos capaces de arrancarle la piel a tiras si pudieran, lo cubrían de falsos halagos. De vez en cuando miraba para ellos, sonreía, asentía con modestia y volvía a sus pensamientos mientras estudiaba el local.

Esa noche no había demasiada gente, un par de parejas a varias mesas de distancia y un hombre en un esquina eran toda la compañía que tenían. En la barra un camarero sacaba brillo por enésima vez en la noche al cromado de una vieja cafetera italiana, de vez en cuando lanzaba una mirada hacia las mesas por si los clientes necesitaban algo y volvía a la cafetera o a ordenar la impresionante colección de botellas de colores que presidían la barra, enmarcando un enorme espejo en el que se reflejaba todo el comedor. De una de las paredes colgaba el cartel del espectáculo previsto para la noche. "Selene, baile y pasión" estaba rotulado sobre la fotografía de una mujer sentada en una silla ajustándose unos zapatos. Bajo el vestido se intuían unas piernas perfectamente torneadas, el fotógrafo había procurado que los juegos de luces y sombras dejaran a la fantasía del espectador el lugar en el que se unían con su cuerpo. Faltaban diez minutos para el comienzo del show, seguramente lo más interesante, además del vino y la comida, de toda la noche.
 
La intensidad de las luces disminuyó y un cañón de luz blanca iluminó el escenario mientras se abrían las enormes cortinas rojas que hasta entonces lo habían escondido. Allí en medio del escenario había una mujer morena, ajustándose los zapatos, con una larga melena que cubría sus rodillas. Acarició sus piernas, taconeó varias veces para comprobar que no estaban ni demasiado flojos ni demasiado prietos y se puso en pie para saludar al reducido público de esa noche. El vestido negro se ceñía en la cintura y se abría en una sucesión de volantes que se iban moviendo al compás de los pasos de baile, mostrando en ocasiones aquellas piernas que ya en el cartel se antojaban preciosas, y que ahora, con la tensión de los músculos y el movimiento simplemente eran perfectas. El vestido dejaba al descubierto un generoso escote que se movía al compás del baile, sugiriendo más de lo que en realidad mostraba y que completaba aquel cuerpo espectacular. No podía dejar de seguirla con la mirada en cada paso y cada vuelta que daba. Disfrutando del movimiento de aquellas formas que lo tenían embrujado, de aquella brillante melena que caía sobre sus hombros y su pecho sudoroso. Se apagó el cañón y el comedor volvió a iluminarse. Ya no estaba sobre el escenario.

Quizás era hora de pasarse por el baño a descargar el exceso de vino de la cena y refrescarse un poco la cara después de aquel sueño tan real. Al salir del baño reconocí el par de zapatos y el vestido de volantes que hasta hacía poco había visto en el escenario. No pude evitar posar mi mano sobre su hombro y balbucear su nombre - Selene -. Se volvió y por primera vez pude apreciar la belleza de aquella mujer. Su pelo brillaba de un modo extraordinario y perfilaba un rostro angelical que me sonreía.

- El espectáculo me ha parecido asombroso, la forma de moverte, el sentimiento... me has hecho sentir algo... algo que no podría describir.

- Gracias - respondió con un ligero rubor - me di cuenta de que no me sacabas los ojos de encima en todo el show.

- Oye.. ¿Te apetece tomar algo? Odio estas cenas de empresa por cortesía y necesito escaparme de esa panda de víboras.

Nos dirigimos a la barra y acompañados de dos copas comenzamos a hablar. Era difícil creer que no se dedicara profesionalmente al baile, simplemente lo hacía dos o tres días al mes para relajarse y ganar algo de dinero fácil haciendo algo que le encantaba. Disfrutaba de su compañía, sus gestos y la forma en la que le brillaban los ojos cuando sonreía e inclinaba la cabeza para escucharme. Podría pasarme años observándola. No se cuanto tiempo pasamos hablando como dos amigos que llevan tiempo sin verse, cuando me di cuenta mis compañeros habían desaparecido. El exceso de alcohol les había hecho efecto y ya ni se acordaban de mi seguramente. En ese momento sentí como cogía mi mano y me invitaba a bailar. No pude negarme, quería tener aquel cuerpo junto al mío.

Sentí sus manos sobre mi espalda y cuando me susurró al oído que disfrutara del momento puede apreciar su perfume, flores, madera y especias vinieron a mi mente acompañados de la suavidad de su pelo sobre mi cara al besarme en la mejilla. La tomé de la cintura y con un giro la alejé para poder ver de nuevo aquella preciosidad de mujer, otra media vuelta y nuestros pechos se juntaron. Podía sentir cada movimiento de su respiración en cada uno de los pasos, derecha, izquierda, giro... Clavó sus ojos en los míos y no pude evitar besarla en el cuello, tenía su sabor en mi boca, el mejor manjar de mi vida se escondía en aquel hueco que cobijaba a mis labios. Seguimos girando hasta q una pared nos detuvo. Nos miramos con deseo y con una de sus piernas rodeó mi cadera mientras nos besábamos en los labios. Deslicé la mano a lo largo del muslo, comprobando la perfección y la tersura de su piel. Sentí su mano en mi nuca y deslizarse por mi espalda mientras me comía a besos y yo moldeaba sus nalgas con mis manos. Volví a coger su muslo, acariciándolo con suavidad acercándome a su sexo, Estaba húmedo, debido a la excitación y al sudor del baile.

- Entonces... - Fernando se detuvo por un instante abriendo los ojos escrutando el infinito del techo de la consulta, aferrándose al diván.

- ¿Entonces? - inquirió el psiquiatra golpeando el cuaderno con el lápiz.

- Entonces me susurró al oído con voz dulce que la acompañara al hotel en el que se alojaba cuando tenía actuación.
 
Nos dirigimos al hotel parando a cada poco para besarnos. Nos deseábamos, teníamos que mezclar nuestros sudores, convertirnos en un solo cuerpo desnudo y terminar de una vez con aquella tensión que a cada paso de baile crecía y crecía hasta hacerse insoportable.

Entramos en la habitación y cerró la puerta con mi espalda, me besó la oreja, el cuello, los labios mientras mis manos volvían a buscar sus muslos perfectos por debajo del vestido negro, Sentía su aliento sobre mi cara y como a medida que iba acercándome a su sexo aumentaba su excitación, dibujé con un dedo su contorno sobre la ropa interior, quedo impregnado de su esencia. Seguí acariciándolo suavemente, presionando ligeramente y notando como su humedad desembocaba en mis dedos. Mientras ella no dejaba de besarme y empujarme contra la puerta, aflojando la corbata y soltando los botones de la camisa. Podía sentir mi polla contra su cuerpo y su mano buscándola por encima del pantalón. La deseaba como jamás antes había deseado poseer a nadie antes, y ella me deseaba, lo leía en su forma de besarme, de morderme y de moverse mientras nos desnudábamos.

Izquierda, derecha, media vuelta y acabamos tumbados en la cama, me coloqué sobre ella y aparté el pelo de su rostro para poder perderme en su mirada de deseo. La besé en la frente, la nariz, los labios. Deslicé mi dedo índice, húmedo de su sexo por ellos y mordisqueó la punta antes de introducirlo en su boca, lo secó y alzó la cabeza para besarme. En mi boca saboreé aquella mezcla a sudor, flujo y saliva que Selene me ofrecía. Mordisqueé ligeramente su labio inferior y le susurré al oído cuanto deseaba poseerla antes de morderle el lóbulo. Gimió. Continué besando cada poro de su piel hasta llegar a sus pechos, los agarré firmemente y jugueteé golosamente con sus pezones. Al contacto con mis labios y mi lengua se volvieron duros. Me gustaba. Sentía como se movían al compás que marcaba su respiración y las caricias de mis manos. Las gotitas de subir que brotaban del cuerpo de Selene le daban un aspecto todavía más suculento, necesitaba sentir cada parte de aquel cuerpo en mi boca, Beso a beso llegué hasta a su vientre mientras mis manos se deslizaban por sus caderas. Lamí hasta el último rincón disfrutando de cada matiz que me ofrecía su sabor. Arqueó ligeramente la espalda y me ofreció su sexo.


Al contacto con su sexo, húmedo y rosado mi boca descubrió un nuevo placer. La fuente de la esencia de Selene se encontraba a escasos milímetros de mis labios y no pude evitar penetrarla con la lengua y fundirme en ella, degustando ese fluido salado que brotaba de su interior y resbalaba por mi barbilla. Moví mi lengua en su interior mientras mi mano buscaba su clítoris. Separé ligeramente sus labios y ahí estaba, dispuesto a cobijarse en mi boca y ser compañero de juegos mi lengua. Selene se estremeció y gimió de nuevo mientras movía sus caderas. Ella y yo éramos solo uno. Introduje un dedo en ella para masturbarla al tiempo que mis labios estimulaban su clítoris, estaba caliente y se deslizaba con facilidad debido a la excitación. Continué masturbándola con dos dedos, moviéndolos en su interior con ligeras vibraciones. Sentía como a cada embestida su cuerpo se retorcía, gemía y respiraba más agitadamente. Era mía, tenia el control sobre su cuerpo y sus sensaciones, un sólo movimiento, un sólo gesto de mis manos o mi boca bastarían para hacerla estallar. Aumenté la intensidad de la masturbación al tiempo que con el pulgar estimulaba el clítoris hasta que se corrió. Con los dedos húmedos me dirigí hacia su boca, los posé sobre sus labios y nuestras lenguas se encargaron de secarlos.


Selene separó las piernas para dejar paso a mi pene, la agarré por aquellos muslos con los que tanto había fantaseado durante la representación y dejé q mi glande, empapado por la excitación, se deslizara a lo largo de su sexo. sin llegar a penetrarla. Arriba, abajo... abajo, arriba. Sentía como sus ojos me deseaban, deseaba sentirme dentro de ella. Con un suave empujón mi pene se introdujo en su vagina y una sensación de calor y humedad lo rodeó. Comencé a moverme lentamente al ritmo de su respiración, entrando y saliendo de su cuerpo, A cada embestida Selene se estremecía, gemía y se retorcía. Posé mis labios sobre los suyos y nos fundimos en un beso mientras seguía penetrándola. Su aliento calentaba mi cara, y el sudor resbalaba por su cuerpo. Acaricié sus pechos, sus caderas y su vientre mientras no paraba de bombear, cada vez más rápido y fuerte en su interior. Con un gemido cerró los ojos y arqueó la espalda, sentí como su vagina aprisionaba mi miembro. Me detuve durante un instante para disfrutar de aquel momento, le lamí el cuello, la oreja, la besé en la nariz y nuestras lenguas se juntaron antes de besarnos. Continué unos segundos hasta que mi semen la inundó. Durante unos instantes permanecimos inmóviles, cara a cara, sin necesidad de decirnos ni una sola palabra, cualquier cosa que quisiéramos decirnos ya lo habíamos hecho con las mirada. Al retirar mi polla de su interior brotó un hilillo, mezcla de mi semen y sus flujos que recogí con mis dedos antes de introducírmelos en la boca y besarla. Necesitaba probar aquel sabor fruto de nuestro deseo. Necesitaba abrazarla y sentir que era real. Nos quedamos dormidos.

- Ojalá nunca me hubiera quedado dormido - sollozó

- ¿Por qué? - preguntó el doctor mientras garabateaba en la libretilla.

- Cuando me desperté me encontraba solo, en la habitación del hotel. No quedaba rastro alguno de Selene y yo no era capaz, ¡ni lo soy ahora! de saber si fue real o no. No he dejado de buscarla desde entonces.... y no la encuentro, soy incapaz... y ya no sé que hacer porque no puedo pensar en otra cosa..

El reloj marcó el final de la sesión, se secó las lágrimas y se incorporó. El psiquiatra cerró el cuaderno y lo depósito en un cajón.

- Tiene que ayudarme doctor... - exclamó antes de cerrar la puerta y abandonar la consulta.

Salió del edificio de oficinas en la que se encontraba la consulta del psiquiatra , se ajustó el abrigo y se perdió entre la niebla. Quién sabe, quizás buscando a Selene.
 
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