No sé en realidad cual ha sido la mayor experiencia que he vivido, pero repasando el pasado, creo que la más impactante fue cuando mi esposa conoció un amante que resultó estaba abierto a la bisexualidad y fue mi iniciación al sexo con un hombre.
Para ubicar en el tiempo, esto ocurrió alrededor del año 2003, por lo que mi esposa estaba en sus 47 y yo en los 45. Evidentementemente pueden faltar detalles, ha pasado el tiempo y la memoria es frágil, pero lo descrito ocurrió realmente como lo describo.
Los varones que disfrutan los tríos en general y me lo reconozco en mi persona, tenemos cierta bisexualidad latente, que depende las circunstancias de la pareja es posible explorar para el gusto de los tres.
En particular, mi esposa ya había tenido varias reuniones eróticas con esta persona, Alejandro, y ya se podía decir que eran amantes permanentes o habituales.
Yo, por estar trabajando lejos, no había tenido aún la oportunidad de conocerlo personalmente. Si habíamos conversado los tres por teléfono, varias veces, a solas, junto con mi esposa, e incluso mientras gozaba en la cama con mi esposa y ya intuíamos que habría afinidad entre nosotros.
Narrando mi recuerdo, el día que yo venía regresando de mi trabajo, llegó mi esposa a buscarme al aeropuerto, como era habitual, cuando regresaba de mi trabajo, pero esta vez venía acompañada de nuestro amigo. Mientras con mi esposa nos abrazabamos en ese instante mágico del reencuentro, Alejandro nos miraba a unos pasos de distancia. Luego, mi esposa lo toma de la mano y me lo presenta, luego lo besa en la boca, me mira y se rie.
Como ya habíamos acordado, nos fuimos directamente a un motel cercano, en el camino saliendo del aeropuerto hacia la ciudad donde vivíamos. Mi esposa, bella como siempre, bien vestida, una falda suelta corta, blusa blanca de encajes y con medias de malla color negro.
En el trayecto mientras nos íbamos conociendo personalmente, mi esposa fue definiendo los lineamientos de lo que esperaba de nuestra reunión erótica.
En algún momento nos dijo: Esposo y amante, escúchenme ambos; quiero vivir algo que siempre me ha rondado por la mente y les pido que hagan lo que les pida. A mí me insistió en que la obedecería sin cuestionar nada y lógicamente se lo concedí, como siempre. Nuestro amigo también aceptó la idea.
Recuerdo que intenté acariciar sus piernas mientras conducía, pero ella me retiró la mano y me dijo, además, hay otra condición, y es que hoy no puedes tocarme, seré solo suya. Me produjo una extraña pero excitante sensación esa negativa a algo que siempre me permitía disfrutar cuando íbamos conduciendo.
Llegamos al motel y para iniciar la reunión, fumamos un excelente cigarrito de esos que dan alegría y alivia las inhibiciones entre los tres, que estaba realmente bueno.
Mi esposa nos pidió desnudarnos totalmente a ambos, mientras ella sentada nos observaba, vestida. Me pidió que me pusiera solo el cinturón del pantalón en mi cintura y que lo apretara para que quedara firme. Observé su rostro algo más rosadito, indicándome que ya estaba algo excitada con la situación.
Nos pidió luego que nos acariciásemos el cuerpo entre ambos, mientras nos miraba, pero con Alejandro abrazándome desde atrás. Mientras lo hacíamos, yo sentía como iba creciendo su erección entre mis nalgas y con sus manos hacia crecer la mía. Mi esposa solo nos observaba, la recuerdo fumando un cigarrillo, una pierna sobre la otra, bellísima.
Cuando nos vio erectos, nos hizo acercarnos, y nos acarició las vergas con sus manos y nos besó en la boca a cada uno. Nos pidió besarnos delante de ella y esa fue para mí la primera vez que besé un hombre. Luego ella se incorporó al beso y sentimos su lengua entre las nuestras. Nos acercó nuestras cabezas suavemente para que siguiéramos el beso.
A esas alturas yo ya imaginaba hacia donde iba todo y sentí que realmente no me disgustaba, al contrario. Mi amada me dijo suavemente: hoy vas a ser un mariconcito, y a él: y tú serás nuestro macho. Confieso que sentí algo corriendo por mi espina dorsal.
Ahora, nos dijo: quiero que Alejandro se acueste y tú le hagas una mamada, suave y rica, que lo chupes entero, partiendo por sus testículos, que sientas sus olores y sabor a macho. Hicimos lo que ella deseaba, y por primera vez lamí los testículos peludos de un hombre y sentí el olor y sabor. Mi mente se concentró en gozar lo que estaba sintiendo mientras lamia sus testículos y acariciaba su pene ya sumamente duro.
De pronto siento la mano de mi esposa rozar mi mano y la observo recoger con dos dedos el líquido preseminal que ya brotaba, la miel de hombre como ella lo llama, y llevárselos a la boca y saborearlo. Ella toma mi cabeza y me la lleva hacia arriba mientras me dice: chúpalo entero mi mariconcito, hazlo gozar lento y rico. Yo, excitado, viviendo mi papel, confieso que gocé chupar a conciencia esa verga, lamerla de arriba a abajo, dejarla mojada entera con mi saliva. Fue un largo rato, donde poco a poco, las resistencias que quedaban dentro mío se fueron desvaneciendo y me lancé a gozar realmente la nueva experiencia, más excitado aun sabiendo que me contemplaba mi esposa y gozaba con ello. En un momento dado, escucho su voz que nos dice; ya, queridos, ahora viene lo hermoso. Me pide que me ponga en cuatro mirándola de frente y cuando lo hago, la veo desnuda, solo con las medias con portaligas y los zapatos de tacón, sentada con las piernas abiertas, masturbándose mientras nos miraba, su rostro enrojecido por la excitación mientras sus dedos recorrían su vulva.
Alejandro, ven, le dice. Nuestro amigo se acerca y ella lo masturba suavemente, vuelve a sacar su miel con sus dedos y la reparte sobre sus labios vaginales abiertos y excitados. Luego toma el frasco de aceite de coco (que habia llevado en su cartera) y luego de darle un beso en la punta, le embadurna toda la verga con sus manos, mientras el la besa en la boca.
Ya con la verga brillante por el aceite, le entrega el frasco y le dice: hazlo tuyo a mi mariconcito, hazlo gozar delante mío, mientras su mano volvía a su vagina. Y luego dirigiendose a mí, me dice: sueltate mi amor, abre tu culito para que lo goces todo. Vas a saber lo que yo siento por atrás.
Nuestro amigo, obedeció sin decir nada, se pone detrás mio y siento primero como me lubrica, primero un dedo, luego con dos, cada vez mas profundo. Algo de dolor sentía mientras me dilataba, pero soportable.
En algún momento, baje la vista y mi amada me dice: mírame, no dejes de mirarme mientras te hacen un maricón completo, quiero ver tu cara mientras te lo mete, para recordarlo siempre.
Fue una sensación extraña, no solo lo físico de sentir como su verga entraba en mi intestino, poco a poco primero, luego toda entera, sino la sensación mental de ver a mi esposa con las piernas abiertas, hermosa, bellísima, mi amada, la madre de mis hijos, masturbándose con su rostro hermoso enrojecido, mientras la verga de su amante me iba llenando completamente el culo. Sentí deseos de defecar, y lo dije, quiero ir al baño, pero mi esposa se rio y me dijo: quédate así, se lo que se siente, no va a salir nada, goza la sensación y caga si quieres, estás taponado entero.
Alejandro, ya mi macho en ese instante, también se rio por el comentario de mi esposa, quien le repitió: hazlo tuyo, gózalo delante mío, quiero verte como le das duro, como te gusta hacerlo conmigo.
Y ahí empezó, no puedo decir mi calvario, porque no lo era. Entre que me dolía (bastante) también lo empezaba a gozar, algo que nunca había sentido, el goce de la próstata dentro mío, con el roce de la verga de Alejandro, la sensación de sentirme lleno, junto con los deseos de defecar, todo junto, mientras miraba a los ojos de mi esposa, bellísima masturbándose.
Nunca, jamás la había visto tan excitada, recuerdo ver un aura a su alrededor y sus ojos me miraban con la mirada más bella y luminosa que he contemplado nunca, mientras con una mano se masturbaba y con la otra acariciaba sus tetas.
De pronto la vi caminando hacia mí, con su mano en su sexo, sin dejar de mirarme. Se acerca y me besa, me dice: tienes la boca con sabor a verga, mariconcito mío.
Me vuelve a besar y me pregunta: ¿lo estás gozando? Se que sientes deseos de cagar, hazlo, sé lo que te digo. La miro y me insiste: hazlo ahora mientras te culea. Algo extraño ocurrió entonces, me solté y el dolor desapareció totalmente, fue solo placer intenso y nuevo, que nunca había gozado, un placer al que no podía resistirme, que yo no controlaba, insoportablemente intenso.
Mi amada, debió ver el cambio en mi expresión, porque me dijo con una sonrisa excitada ¿viste? no pasa nada, ya estas abierto completo, entrégate, suéltate, ya no hay nada que hacer, ya eres un maricón completo. ¿Ves? eso es lo que siento cuando gozo por el culo, como voy a gozar después de ti con Alejandro, delante tuyo, porque hoy no me tocarás, hoy seré solo suya, y estoy caliente de puro pensarlo. Aprieta el culo para que goce, como me lo pides a mí, apriétalo con fuerza. Y lo hice, apreté, pero solo podía sentir la dureza de su verga.
Recuerdo estar tremendamente excitado, inundado por oleadas de placer que venían de mi culo, pero más de mi interior, de mi próstata estimulada con intensidad. Me perdí en la sensación y en algún momento, intenté masturbarme para acelerar el placer que me inundaba. Pero mi esposa me retiró la mano, mientras me decía: no te toques, solo goza por atrás para que recuerdes ser un maricón completo.
Recuerdo entre el placer que me inundaba y no se detenía, sentirme entregado, pasivo total, sumiso al macho que me poseía intensamente, sentir como mi esposa se besaba con él, besos de lengua, mientras con una mano me acariciaba la cabeza, con la otra seguía masturbándose. Sentía sus besos, de lengua, a ella decirle: mi macho, mi macho, seré tu puta. Y eso lo repetía mientras se besaban.
Luego ella me pidió ponerme de espaldas, acostado con las piernas en alto. Alejandro entró nuevamente en mí, ahora de un empujón y sin dificultad ninguna, yo estaba abierto completo. Y siguió dándome, mientras veía a mi esposa besarse y acariciarse con nuestro amigo. De vez en cuando ella volteaba a verme, encantada. En un momento, ella alcanzó el frasco con aceite y se lo entrego a Alejandro, mientras él la besaba y ella se masturbaba, mi esposa echo sus nalgas hacia atrás para facilitar que él le lubricase el culo. Luego él siguió dándome duro mientras él seguía dilatando el culo de mi esposa mientras se besaban, ella entregada a sus dedos, empujando hacia atrás, excitada, hirviendo.
Intenté acariciar sus piernas, pero ella me rechazó nuevamente, esta vez algo enojada: ¡no me toques te dije! hoy seré solo su puta, tu solo miras, mariconcito.
No sentí humillación ni nada parecido, sí excitación muy fuerte por la situación, verla a ella gozando plenamente su fantasía.
Luego ella se acuesta a mi lado, y levanta las piernas. Alejandro entendió de inmediato y saliendo de mi culo, entró con facilidad en el de ella, que lo acogió rodeándolo con sus brazos y apegándolo a ella, besos, besos intensos mientras ellos se gozaban y yo estaba acostado al lado, erecto, dolorosamente erecto, sintiendo todavía sensaciones internas como oleadas, mi culo abierto.
Intento nuevamente masturbarme para aliviar mi excitación, pero ella lo percibe y me dice: no te toques, no vuelvas a tocarte.
Siguieron gozando a mi lado, con soltura, se veía que ya sus cuerpos se conocían y se adaptaban.
Un instante después, el algo le dice a mi esposa y ella ríe, su rostro enrojecido. Él se acuesta y mi esposa se monta encima, dándole la espalda, se ensarta por su culo y luego se echa hacia atrás, con toda la verga dentro mientras el la abraza por detrás. Ella voltea su cabeza para poder seguir besándolo mientras se mueven y veo su verga lubricada entrando y saliendo del ano de mi esposa.
Él me dice, casi como una orden: chupa a mi putita. Y yo obedecí. Me ubico frente a ellos entre sus piernas abiertas y acerco mi boca a la vagina de mi esposa. Me sorprende lo mojada que estaba, empapada, chorreando, brillante de miel de mujer que corría hacia atrás y chorreaba hasta los testículos de esa verga que acababa de tener dentro mío. Y me entierro en esa charca deliciosa de mi mujer, delicia de mieles y chupo, y trago, chupo, trago. Siento los espasmos de un orgasmo de mi esposa, luego otro. Y de pronto él la toma de las caderas y acelera el ritmo, mientras mi esposa vibra en un espasmo de placer tras otro, mientras gime intensamente, guturalmente, jadeando, hasta que el con un gruñido largo se entierra en el culo de mi esposa, ella empuja su culo hacia atrás, enterrándose más todavía y veo sus testículos contraerse en espasmos mientras se vacía largamente dentro de ella, sale parcialmente y vuelve a entrar, mientras mi esposa le responde empujando hacia atrás, repiten eso un par de veces, mientras su verga se ablanda y sale, dejando salir algo de semen.
Mientras tanto vuelven a besarse, ahora más calmados, mientras las manos de él recorren el cuerpo de mi amada y ella las acaricia. Se quedan ambos tranquilos, mientras sus respiraciones se calman y sus cuerpos transpirados se relajan, ella tendida de espaldas sobre él, con sus manos entrelazadas, ambos sonriendo, saciados, satisfechos.
Ella se acuesta al lado de él. El la abraza por detrás, ella hace un gesto que me recueste al lado de ella, acerca mi cabeza y me besa sonriendo, diciéndome: mi mariconcito, te amo, te adoro, amado mío. No te toques todavía. ¿Fue rico? ¿gozaste mirarme? Nuestro amigo, aun abrazándola me pregunta por sobre el hombro: Amigo, ¿qué te pareció realmente? Le respondí: algo loco, aun no lo asimilo, fuerte para mí, muy fuerte.
Mi esposa sugiere ¿otro cigarrito? Asentimos y nuestro amigo se levanta, enciende otro cigarrito de esos felices, sentado al lado nuestro mientras nosotros con mi esposa seguimos abrazados. Fumamos y nos vamos elevando nuevamente, los tres recostados, luego vamos al baño, Alejandro se lava su verga, vuelve a la cama y seguimos conversando, mi amada en medio, mientras ella nos acaricia a ambos, yo aun erecto, y nosotros la acariciamos a ella. Luego ella nos besa primero a él, luego a mí, besos largos, con lengua, su boca enrojecida, suave. Luego ella mientras lo besa a él acerca mi cabeza y nos juntamos nuevamente en un beso de a tres, nuestras lenguas recorriendo las bocas, sintiendo nuestra respiración. Estamos un buen rato así relajados, hasta que Alejandro nuevamente se erecta. Mi esposa lo siente y de rodillas a su lado empieza a mamarlo lentamente, de arriba a abajo mientras me mira. Me indica que me acerque y empuja suavemente mi cabeza hacia la verga, que empezamos a mamar entre ambos, mientras nos miramos a los ojos.
Alejandro, solo respira, nos observa y goza nuestras dos bocas dándole placer, acaricia el cuerpo de mi esposa y luego el mío. Siento una extraña sensación de entrega, cuando siento su mano recorrer mi cuerpo y acariciar mi cabeza mientras lo chupo junto con mi esposa. Lo chupamos largamente, gozando su verga entre nuestras bocas, cruzando nuestras lenguas y miradas, sin detenernos, hasta que Alejandro se derrama y con mi esposa nos besamos con semen y la verga se ablanda entre nuestras bocas.
Luego mi esposa se levanta, me toma la cabeza y me da un beso profundo, tierno y largo. Siento una sensación de comunión especial con ella. Me dice que me ama, que nunca deje de amarla, me agradece y vuelve a besarme con una sonrisa. Le indico mi verga todavía erecta, hinchada y le pregunto ¿y yo, cuando? Se ríe y me responde: cuando lleguemos a la casa.
Nos vestimos, salimos y llevamos a Alejandro a donde dejó estacionado su auto. Lo despedimos, nos da las gracias, nos dice que nos admira como pareja, que realmente desea que nuestra amistad continúe. Yo se lo confirmo, que volveremos a vernos que fue un día muy excitante y me despido de él con un "mi macho", que le saca una sonrisa, a él y a mi esposa. Mi esposa se despide de el con un beso profundo y largo, él le acaricia el pelo, la mira un rato a los ojos y se despide. Me asombras, le dice sonriendo.
Nos vamos de regreso a casa, por la carretera, ya es de noche, mi esposa a mi lado. Me toca la pierna mientras conduzco, toma mi mano y la pone entre sus piernas. Puedes tocarme ahora me dice, soy toda tuya nuevamente. Seguimos el viaje mientras recorro sus muslos tibios y adorables con las medias, llego hacia arriba a sus muslos desnudos, a su piel suave y femenina y ella empuja mi mano más arriba mientras me dice: no me bañé, como te gusta. Y siento en mis dedos, sus jugos calientes y abundantes. Chupo mis dedos sintiendo su sabor a mujer, mientras ella me mira y me dice: goloso y sonríe. Busca donde estacionar, me dice, no puedo esperar a que lleguemos a la casa, estoy demasiado caliente.
Busco un rincón en el borde de la carretera y estaciono. Ella se acerca y me besa. Tócame me dice, estoy caliente, muy caliente. Me saca la verga y la chupa, erecta. Vamos atrás me dice. Pasamos al asiento de atrás, ella me empuja a sentarme, abre sus piernas y se sienta a horcajadas, con urgencia, enterrándose la verga en su vagina. Me cabalga excitada, abrazada, mientras me besa y me dice: mi mariconcito, mi amor, mi esposo maricón te amo mi mariconcito y cosas así.
Luego se levanta un poco y se la inserta en su culo, lubricado todavía. Entra como mantequilla y dentro del calor de su recto creo sentir el semen de nuestro amigo. Mientras ella me cabalga, con una mano se masturba, me besa desesperada y acaba gimiendo y diciendo: te amo mi maricón rico, te amo. Y yo en ese instante no soporto el placer tanto rato retenido y me vacío entero dentro del culo de la madre de mis hijos, mi esposa amada y adorada, gritando que la amo.
Nos calmamos, nos subimos la ropa y continuamos el viaje, nos miramos y nos reímos de la loca aventura que hemos vivido.
Me toma la mano y comenta: Somos locos, atípicos, pero eres el amor de mi vida, me dice. Le respondo que la amo, que la deseo, así golosa, loca y suelta, como hembra gozadora. Tengo suerte de tenerte, me dice. Y le respondo que yo soy el afortunado de tenerla a mi lado.
Seguimos el viaje y unos pocos kilómetros más allá, la miro y está dormida en el asiento, un hilo de saliva se desliza por su comisura, hermosa, adorable, el ser humano más hermoso que he conocido, la mujer que amare hasta que la muerte cierre mis ojos.
Ruego disculpar la longitud del texto, pero la realidad fue que abreviarlo implicaba perder detalles importantes. Pero sé que todavía quedan buenos lectores en este planeta.