Compartiendo el incesto de mi esposa

pareja_sw_perv

Miembro
Desde
28 Sep 2025
Mensajes
26
Reputación
343
La suite del hotel es un santuario de sombras y calidez, con cortinas pesadas filtrando la luz de la luna y un aroma sutil a jazmín flotando en el aire. Las velas arrojan un resplandor dorado sobre la cama enorme, donde las sábanas de satén esperan como una promesa. Son las once de la noche, y el corazón de la habitación late con anticipación contenida: cuatro almas adultas, unidas por un deseo mutuo y explorado en confidencias previas. Tú estás reclinado en el sillón junto a la cama, tu aliento acelerado, sabiendo el secreto que vibra como una corriente eléctrica entre tú, ella y su papá –el "invitado mayor" que se presenta con una sonrisa serena y ojos que reflejan una historia compartida. El amigo, con su energía juguetona y cuerpo atlético, aún ignora el lazo familiar, lo que añade una capa de intimidad velada que hace que cada mirada sea un roce invisible.Ella, tu esposa y su hija, se encuentra en el epicentro, envuelta en un camisón de seda roja que se adhiere a sus curvas como una segunda piel, revelando el subir y bajar de su pecho con cada respiración profunda. Sus ojos, oscuros y luminosos, recorren la habitación con una mezcla de vulnerabilidad y poder, buscando vuestras miradas para anclarse. "Estoy lista, amores", murmura con voz suave pero firme, extendiendo las manos hacia el amigo y su papá, invitándolos al borde de la cama. Tú le devuelves una sonrisa tranquilizadora: "Eres la más hermosa, y esto es para ti. Dinos si quieres pausar en cualquier momento".El amigo se acerca primero, como acordado, arrodillándose ante ella con una ternura reverente. Sus manos grandes y cálidas suben por sus tobillos, trazando senderos lentos por sus pantorrillas hasta las rodillas, separándolas con delicadeza para exponer la suavidad de sus muslos internos. "Eres increíble", susurra él, su voz ronca de admiración genuina, mientras inclina la cabeza para besar la piel sensible detrás de su rodilla, subiendo con labios suaves y aliento caliente que la hace estremecerse. Ella suspira, sus dedos enredándose en su cabello corto, guiándolo más arriba hasta que su boca encuentra el calor entre sus piernas. Él la lame con devoción, su lengua plana y amplia explorando sus pliegues húmedos, rodeando su clítoris con círculos lentos que la hacen arquear la espalda, un gemido bajo escapando de sus labios. Dos dedos gruesos se deslizan dentro de ella, curvándose para presionar ese punto profundo que envía ondas de placer irradiando por su vientre, mientras su pulgar roza su entrada con un ritmo hipnótico. Tú observas, hipnotizado por cómo su cuerpo responde –sus pezones endureciéndose bajo la seda, sus caderas elevándose instintivamente–, y sientes tu propia excitación crecer, una dureza pulsante que presiona contra tu pantalón.El amigo se incorpora, despojándose de su camisa para revelar un torso definido, y libera su erección con un suspiro de alivio –gruesa, venosa, ya reluciente de anticipación. Se posiciona entre sus piernas abiertas, frotando la punta contra su entrada resbaladiza, lubricada por su propia humedad y el calor de la noche. "Dime si está bien", pide él, y ella asiente, susurrando "Sí, entra en mí... despacio". Él obedece, empujando centímetro a centímetro, estirándola con una plenitud que la hace jadear, sus paredes internas abrazándolo como un guante cálido y acogedor. Comienza a moverse con un ritmo deliberado, profundo pero controlado, cada embestida enviando ondas de fricción exquisita a través de su núcleo, sus bolas pesadas rozando su perineo con un slap suave. Ella se aferra a las sábanas, sus ojos cerrados en éxtasis, gimiendo "Más... te sientes tan bien dentro", y él responde acelerando, sus caderas chocando con las de ella en un compás creciente, el sonido húmedo de sus cuerpos uniéndose llenando la habitación como una sinfonía privada.Tú te acercas al borde, tomando su mano para entrelazarla con la tuya, tu pulgar acariciando su palma mientras ves cómo su coño lo envuelve, los jugos brillando en cada retiro. El clímax se acerca como una marea: él se hunde una vez más, profundo hasta el fondo, su cuerpo tensándose mientras eyacula en chorros calientes y potentes dentro de ella, inundando su interior con un calor líquido que la hace convulsionar en su propio orgasmo, sus paredes contrayéndose alrededor de él para ordeñarlo completamente. "Oh, dios... sí", exhala ella, su voz un hilo de seda rota, mientras el semen se desborda ligeramente, goteando por sus muslos en hilos perlados. Él sale con gentileza, besando su frente: "Eres perfecta", y se aparta, exhausto pero sonriente, para dar espacio.Ahora, el papá –el secreto encarnado– se acerca con una gracia paternal, sus ojos fijos en los de ella con una profundidad que habla de años de amor incondicional. Se despoja de su ropa con movimientos fluidos, revelando un cuerpo maduro pero fuerte, su erección prominente y familiar, curvada ligeramente hacia arriba como un recordatorio de herencia compartida. "Mi niña preciosa", murmura solo para ella, su voz un bálsamo ronco, mientras la ayuda a rodar a cuatro patas, posicionándose detrás con manos que conocen cada curva desde la infancia, pero ahora cargadas de un deseo adulto y reverente. El amigo observa con curiosidad, ajeno aún, y tú te colocas frente a ella, ofreciéndole tu mano para que se aferre. El papá roza su glande contra su entrada aún palpitante, lubricada por el creampie anterior, y entra con una lentitud agonizante, centímetro a centímetro, estirándola de nuevo con una plenitud que la hace gemir profundamente, sintiendo cada vena y pulso de él dentro. "Te sientes como en casa... tan cálida, tan mía", susurra él, empezando a embestir con un ritmo profundo y posesivo, pero siempre atento –sus manos en sus caderas, no agarrando, sino sosteniendo con cariño, guiando cada movimiento para maximizar su placer.La intensidad escala: él la penetra con fuerza controlada, su vientre chocando contra sus nalgas en embestidas que reverberan por su cuerpo, su clítoris rozando el aire con cada retiro, mientras tú te arrodillas para besar sus labios, tragándote sus gemidos en un beso profundo y amoroso. El amigo, intrigado, se une tocando sus pechos con suavidad, pellizcando sus pezones endurecidos para añadir capas de estimulación. Ella se pierde en la ola –el calor acumulado de los cuerpos, el secreto latiendo en cada embestida de su padre, que ahora acelera, sus gruñidos bajos convirtiéndose en susurros de adoración: "Eres todo para mí... tan fuerte, tan hermosa"–. Cuando llega su clímax, se hunde hasta el útero, eyaculando en torrentes calientes y abundantes que la llenan por completo, mezclándose con el semen anterior en un creampie doble que la empuja al borde. Ella grita su liberación, un orgasmo que la sacude entera, sus paredes internas contrayéndose rítmicamente alrededor de él, prolongando su placer mutuo hasta que él sale con un beso en su espalda: "Te amo, siempre".En ese momento de afterglow suspendido, con su coño goteando la evidencia cremosa de los dos, tú tomas el relevo, pero primero el twist: miras al amigo, que jadea a un lado, y dices con una sonrisa cómplice, guiñando a ella para confirmación: "Hermano, hay algo que debes saber para que esto sea completo... este 'amigo mayor' es su papá. Es nuestro secreto familiar, y nos une más". El amigo parpadea, procesando, pero el aire cargado de lujuria lo suaviza –"Joder... eso es intenso, pero si os hace felices, estoy dentro"–, y ella asiente, sonriendo: "Sí, nos excita... únete al cierre". Tú la volteas boca arriba, sus piernas abiertas invitándote, mostrando el desastre hermoso: su coño rosado, hinchado, rebosante de semen blanco y espeso que se desliza por sus pliegues. "Eres nuestra diosa", le dices, penetrándola de un golpe fluido, sintiendo la calidez viscosa de los otros envolviéndote como un elixir prohibido, resbaladizo y acogedor. Embestiste con una pasión feroz pero tierna, profundo y rápido, tus caderas chocando contra las suyas en un ritmo que la hace clavar uñas en tu espalda, gimiendo "Sí, amor... lléname tú también". El papá y el amigo flanquean, besando sus hombros y muslos con reverencia, sus manos explorando suavemente para prolongar su éxtasis.Tu clímax irrumpe como un trueno: te hundes hasta el fondo, eyaculando chorros potentes dentro de ella, tu semen uniéndose al de ellos en un creampie triple que la desborda, un río cálido que mancha sus nalgas y sábanas. Ella convulsiona una vez más, su orgasmo final envolviéndote en pulsos que te ordeñan, un clímax compartido que os deja temblando en unión perfecta. Colapsan en un abrazo colectivo, cuerpos entrelazados en sudor y ternura –tú besando su frente, el papá su mano, el amigo su pie–, susurros de "Eres increíble" y "Gracias por esto" flotando en el aire. La ducha posterior es un ritual de mimos: agua caliente lavando el evidencia, pero no el recuerdo, con risas suaves y caricias que sellan el lazo. Al amanecer, solos en la cama, ella se acurruca en ti: "Fue profundo... te amo por hacernos esto posible", y tú respondes con un beso, sabiendo que, pase lo que pase, habéis honrado vuestro deseo con respeto y fuego.
 
Atrás
Top Abajo