De la (mas)turbación II (apócrifo).
Para no enredar los hilos,
que van formando madejas,
vengo aquí yo a ampliarles,
( ya sé que nunca son buenas)
de mi historia la dos parte.
Estando ya crecidito,
la adolescencia pasada,
mi manejo del badajo,
poco a poco mejoraba,
la mano se fue adaptando,
a contornos conocidos,
y la libertad de tiempo,
espacio y descubrimiento,
poquito a poco, hizo el resto.
El onanismo torpón,
de las primeras sesiones,
se volvió mas adictivo,
a fuerza de ser creativo,
y practicar con tesón,
¡ que grande el descubrimiento !
(del placer autoinflingido).
Mas las cosas de la vida,
(como siempre ocurre esto,
a destiempo y sin medida)
un verano de canícula,
calor y siesta incluida,
se cruzó por mi camino,
una habitación umbría,
con ventana a ras de suelo,
digamos de una masía.
A las cuatro, hora española,
era norma obligatoria,
cada mochuelo a su olivo,
hacer siesta preventiva,
daba igual que fueses viej@,
niñ@, joven, padre o prim@,
y yo, que he nacido inquieto,
respondón y traviesillo,
me colgaba de la higuera,
para correr mis jaranas.
Mi prima Maria Dolores
(nombre ficticio, señores)
de parentesco político,
y ramas colaterales,
pasaba aquel largo estío,
acogida en familiares,
por un asunto de un novio,
que yo, no tenía muy claro;
lo que sí tenía bien cierto,
era el dolor que sentía,
en mi abdomen inferior,
cada vez que en bañador,
Dolores bien remojada,
de la alberca ella surgía,
con sus pechos agresivos,
en punta, grandes, altivos,
desafiaban en verdad,
la ley de la gravedad.
Cual cazador a la presa,
sus pasos yo le acechaba,
por ver si en una de esas,
una teta columbraba,
y si piel expuesta había,
de gusto yo me venía,
sin tan solo ni tocar,
bastante era no gritar.
En fin, que con gran dolor,
las siestas ella se echaba,
en aquel cuarto inferior,
que yo arriba mencionaba;
o al menos eso pareció,
a oídos de un postpuberto,
en la ocasión que les digo,
cuando en su "Fuga de Logan",
de la higuera se bajó.
Intrigado por las quejas,
y subiéndose a un madeiro,
por la ventana asomó,
la nariz de comadreja,
el curioso inquisidor,
y fue tal su sorpresa,
por lo que dentro vió,
que perdió punto de apoyo,
dió tremendo resbalón,
el madeiro fue a la verga,
y con dolor en Dolores,
justo encima se volteó.
La moza soltó un gritico,
y los ojos entreabrió,
al igual que su boquita,
en visaje picarón:
¡ Vaya, vaya, mi primito,
el ratón que sospechaba,
por fin, se me reveló !
Yo mudo de asombro estaba,
tras ver en acción sus manos,
la una escondida en la braga,
frotando tal restregón,
y los dedos de la diestra,
pellizcando su pezón,
además de la vergüenza,
de la entrada intempestiva,
sumándole como extra,
una tremenda erección,
comprendan que las palabras,
no encontraban ocasión,
para salir de mi boca,
no siendo un repetitivo,
perdón, perdón y perdón,
que mostraba ya a las claras,
lo listo que siempre soy,
para mostrar a las damas,
mi rendida admiración.
Notando cierta dureza,
sobre su vientre de nieve,
( pués atravesado estaba,
Como Cristo en el madero)
Dolores, Lolita, Lola,
con gracejo piconero,
preguntó como al desgaire,
¿ eso que noto es un fierro ?
Déjame ver lo que llevas,
escondido medio en cueros;
y poniendo se a la obra,
sin otra preparación,
agarró mi bañador,
poniéndolo en mis tobillos,
con un rápido tirón.
Con mis vergüenzas al aire,
y un cepo de pantalón,
acá me ven bien expuesto,
siendo mirado él mirón.
Lolita, cambia de gesto,
con un brillo picarón,
ella mira lo que muestro,
tumefacto y cabeceante,
por él trato recibido,
mientras yo tiendo las manos,
buscando algún asidero
( no se piensen sus mercedes,
que con segunda intención)
ella me dá un manotazo,
y después un empujón,
diciéndome remilgosa,
¡ No se toca, panfilón!
Ponte en la esquina del cuarto,
y juguemos un rondón,
yo miro como te tocas,
y tú vés qué toco yo.
Y así, señoras, señores,
fue mi torpe iniciación,
al placer del onanismo,
cuando se juega de a dos.