berserk37
Miembro muy activo
- Desde
- 22 Jun 2023
- Mensajes
- 847
- Reputación
- 3,916
BEA PASADO, PRESENTE Y FUTURO (Nueva versión)
Hoy hacen cinco años de la noche fatídica que hizo saltar la vida de Carlos, Javi, Nerea y la mía por los aires. Me encuentro apoyada en el marco de la puerta de la habitación de mi hija, viéndola dormir. Su expresión es serena, no sé lo que está soñando, pero a veces sonríe. Si algo tengo claro es que Sara nació en el momento idóneo y trajo felicidad a nuestras vidas, nos salvó a Nerea y a mí. Unos días atrás Carol me pregunto el porqué no había luchado por recuperar a Carlos.
No conteste nada, la realidad es que después de cinco años estaba segura de que separarnos fue lo mejor que nos pudo pasar, muchas preguntas martillean mi mente desde aquella noche. ¿Amaba a Carlos?, un rotundo sí, entonces porque permití a Quique entrar en mi casa cuando vino con aquella peregrina excusa del reloj. Carlos estaba a punto de regresar de su viaje y yo permití que nos pillara a los dos en la cama. No soy tonta, sabia que esa posibilidad era real y seguí adelante.
Esa pregunta me martilleaba una y otra vez, pero era incapaz de contestarla, porque la única respuesta correcta era que no le amaba tanto como creía. Esa era una respuesta que mi boca se negaba a pronunciar, deseaba más que nada acostarme con mi profesor de baile. Era todo lo contrario a Carlos, Quique nos miraba a las mujeres por encima del hombro, sabía que estaba bueno, tenía una buena polla y además su reputación le precedía. Toda mujer que había terminado en su cama, constataba lo bueno que era, otra cosa que sabía era que una vez hubiera conseguido entrar entre mis piernas, volvería a repetir, pero sería algo pasajero.
Quique se creía el mejor, pero para demostrarlo tenía que copular con toda mujer hermosa que se cruzara en su camino. Claudio y él, que estaban cortados por el mismo patrón, competían para demostrar su hegemonía. Quique me consiguió a mí y Claudio a Nerea, aquella noche podría haber terminado en una tragedia por partida doble. Carlos se sintió tentado, pero Javi llevo a cabo el intento de suicidio. Otra cosa que no me quito de la cabeza es lo cobardes que fuimos, Javi era nuestro amigo y no estuvimos a la altura.
¿Nerea se hará las mismas preguntas que yo?, ella siguió quedando con Claudio semanas después de que Carlos nos pillara, se nos llena la boca a las dos diciendo lo mucho que los amábamos, pero si esto fuera un juicio con jurado, saldría un culpable como una catedral. Echando la mirada hacia atrás, Carlos y Javi eran dos hombres distintos a los demás. Carlos me echo una mirada de arriba abajo, pero no fue nada soez, fue educado y enseguida poso sus ojos sobre los míos. Javi se quedó impactado con la belleza de Nerea, no es para menos, decían que yo era el ángel rubio, la mujer más guapa de la ciudad, pero Nerea y Carol no tenían nada que envidiarme.
Todos los chicos que habíamos conocido, solo tenían una cosa en mente, meterse entre nuestras piernas. Exhibían sus músculos, restregaban sus pollas para que nos diéramos cuenta de lo que tenían entre las piernas. Carlos fue diferente, aquella primera noche fue muy especial para mí, por primera vez un chico demostraba interés más allá de mi físico. Fue una noche especial y me puse triste cuando acabo, porque hubiera seguido hablando con él durante horas. Carlos tenía un físico cuidado y era atractivo, pero no tan guapo como los chicos a los que estábamos acostumbradas.
Carlos siempre había estado enamorado de mí, siempre lo supe, el día que me lo pidió y le dije que si casi tuve que pellizcarle para que viera que era la realidad y no un sueño. Como decirle que no, cuando me trajo un ramo de tulipanes y me pidió que fuera su novia en el mirador más bonito de toda la ciudad, en él había un hotelito. Aquella noche cogimos una habitación e hicimos el amor, tenía veinticinco años y no tenía mucha experiencia con los hombres, cuatro habían sido las parejas que había tenido hasta ese momento.
No concebía sexo sin amor, detestaba los hombres que se acostaban cada fin de semana con una mujer distinta, algunas veces con más de una en una noche. Carol se reía de mí y me decía lo que me estaba perdiendo, pero yo no concebía el sexo como ella. Con Carlos aprendí a tener la mente más abierta con respecto al sexo, en una de las ocasiones en las que salimos después de pasarnos toda la noche bailando y tomando copas, decidimos que volveríamos a casa dando un paseo.
Nos costaba dar tres pasos seguidos sin tropezarnos con algo, me costaba no empezar a reír, mientras Carlos intentaba decirme con el dedo que me callara, la verdad es que si seguíamos así terminaríamos por despertar a todos los vecinos. No sé cuanto llevaríamos andando, pero empezamos a escuchar unos gemidos que venían de unos elegantes chales con piscina. No quería, pero Carlos me cogió de la mano y nos acercamos intentando hacer el menos ruido posible, el chalet estaba rodeado de un múrete y una verja tapada por pinos, Carlos rodeando la casa encontró una zona donde estaríamos resguardados de la gente y donde se podía ver lo que estaba ocurriendo dentro.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, sobre una de las tumbonas se encontraba una pareja dando rienda suelta a sus instintos. Me daba vergüenza, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar, el chico se encontraba tumbado sobre la hamaca y la chica lo cabalgaba con una expresión de estar en el mismísimo cielo. Sin darme cuenta había llevado mi mano por debajo de mi falda hasta llegar a mi tanga. Estaba muy mojado, intente sacar la mano rápido, pero Carlos me lo impidió. Haciendo a un lado mi tanga me dejo el camino libre para que mis dedos me dieran placer.
• ¿Te gusta lo que ves Bea? – me pregunto Carlos con una voz que me hizo estremecer.
• Sí – conteste en un susurro.
• No te he oído Bea.
• Si me está gustando.
Carlos colocó su mano sobre la mía, las dos manos me masturbaban dándome un placer que jamás había experimentado. No sé si fue fruto del alcohol, pero seguramente estando serena no me abría atrevido. ¿O tal vez sí?, había llevado mi mano hacia mi sexo de forma mecánica. Carlos me seguía hablando al oído, me preguntaba si me gustaba ser una voyeur. Conteste que sí, entonces, empecé a notar un calor que me subía por las mejillas, no entendía lo que me estaba pasando, si esto mismo me lo hubiera contado, Carol le hubiera dicho que estaba loca.
Cuando me corrí, tuve que meterme la mano en la boca para que no nos descubrieran, Carlos me giro para mirarme a los ojos y me beso. Decidimos que lo mejor sería ir para casa, pues era muy tarde, hasta llegar a casa no volví a hablar, estaba intentando digerir todo lo que había sentido esa noche. La Bea, que había salido de casa a las diez de la noche, no se abría masturbado en plena calle mirando a una pareja mientras estaban en plena faena. Pero tengo que reconocer que me gusto, al final Carol iba a tener razón y me estaba perdiendo muchas cosas, al llegar a casa lo primero que hice fue meterme en la ducha, necesitaba calmar esa excitación que me había quedado después de correrme, no sirvió de nada, mientras el agua resbalaba por mi cuerpo no pude evitar recordar aquel momento, volviendo a encenderme como una cerilla.
Al volver a nuestra habitación, Carlos me esperaba metido en la cama, no pude contenerme y salte sobre él, lo besaba enfebrecida, le mordía el labio. Era una chiquilla con un juguete nuevo entre las manos, cogí su erecta polla y la fui introduciendo poco a poco en mi coñito, jamás la había sentido tanto. Me agarré al cabecero de la cama e intensifiqué los movimientos de mis caderas. Carlos colocó sus manos sobre mis pechos, primero acariciándomelas de tal manera que oleadas de placer iban ascendiendo por mi columna hasta estallar en mi cerebro.
Después empezó a pellizcármelos cambiando a una sensación entre placer y dolor que me volvía loca. Nuestros movimientos se acompasaron, cada vez que chocaba con mi culo parecía un tambor de guerra y eso todavía nos encendía más a los dos. La cama se movía como si fuera hacerse pedazos, el sexo con Carlos siempre había sido bueno, pero esto había ganado en intensidad y todo por un pequeño juego de espías. No tardamos en corrernos, mientras nos corríamos los dos nos mirábamos a los ojos que estaban a escasos centímetros con la respiración totalmente agitada, pero muy satisfechos.
La claridad de la mañana me despertó, había dormido estupendamente bien, pero al recordar lo de anoche, sentí una gran vergüenza. Si nos llegan a pillar hubiera sido el momento más bochornoso de mi vida, pero una sonrisa crecía en mi rostro, aquella sonrisa tenía vida propia, después de ducharme baje a desayunar, Carlos ya lo había preparado. Me senté siendo incapaz de mirarlo a la cara, él se acercó y me beso con toda la normalidad del mundo, sonreí y me dispuse a devorar el desayuno, tenía un hambre de lobos.
• Cariño, mañana me toca sesión fotográfica junto a Ramón – era un compañero de trabajo que me metía fichas cada vez que podía.
• ¿Con Ramón? – fue una pregunta hecha con total desgana, a Carlos no le caía bien.
• Sí, pero tranquilo, podrá ver el menú sin poder catarlo.
• Me parece bien hazle sufrir un poco – contesto con una sonrisa.
El resto del día lo pasamos ordenando la casa y después sentados en el sofá viendo una película, al día siguiente al llegar a mi puesto de trabajo entre en mi camerino para cambiarme, la sesión era sobre bañadores, una de las chicas me había dejado en el camerino unos bañadores y biquinis para hacer la sesión fotográfica. De normal hubiera elegido los más sencillos, pero esta vez opté por unos que dejaban poco a la imaginación, tapaban lo que tenía que tapar, ni un milímetro más, pero estaba segura de que Ramón no podría quitarme los ojos de encima.
Así fue, antes de empezar la sesión se acercó a mí y me dijo.
• ¿Pero qué has desayunado hoy para verte tan hermosa?
• ¡Ramón, céntrate, que estamos aquí para trabajar! – se lo dije totalmente seria, pero dentro de mí estaba disfrutando provocándole.
• Si centrado voy a estar, pero en ti.
El fotógrafo le llamo la atención a Ramón en un par de ocasiones por estar mirando a donde no debía en vez de a la cámara. Fue un día duro, al final pasas muchas horas de pie y encima algunas posturas para la foto suele ser bastante incómodas, pero lo peor es que salí muy excitada del trabajo, aunque Ramón no termino mejor que yo, por un momento la sesión fotográfica tuvo que parar porque se le puso como el palo de la bandera, eso enfado mucho al fotógrafo por hacerle perder el tiempo por su falta de profesionalidad.
Al llegar a casa, Carlos no había llegado, me duché y me puse a preparar la cena. No tardo en llegar, se le notaba cansado. Le dije que se diera una ducha y se relajara, mientras terminaría de preparar la cena. Cuando se presentó en la cocina, me beso y me ayudo a poner la mesa y servir la cena, Carlos era un chico detallista, mis anteriores parejas no se hubieran levantado del sofá hasta que la cena no estuviera sobre la mesa, él era diferente y eso me gustaba mucho, durante la cena le conté lo ocurrido en la sesión de fotos.
Le describí con detalle los minúsculos biquinis que me había puesto y lo bien que me quedaban, en su mirada podía ver perfectamente lo que le hubiera gustado verme con aquellos biquinis puestos.
• Veo que has tenido un día interesante, te ha gustado calentar a tu compañero, ¿verdad?
• Sí, la verdad es que me he tenido que masturbar al llegar a casa – no podía creer que esas palabras hubieran salido de mi boca, con toda la normalidad del mundo.
• ¿Qué te preocupa Bea?
• ¿Y si no puedo parar llegado el momento?
• Pondremos límites, líneas rojas infranqueables.
Después de cenar pusimos esas líneas rojas que delimitaban el juego, como dijo Carlos, esto era un juego de dos, solo para añadir un poco de picante en la cama, él no tenía ningún interés en meter a un tercero en nuestra relación, eso me dejo más tranquila, la mayoría de las líneas rojas las puse yo, era un freno para no ponerme en esa situación que llevaría al desastre.
• ¿Carlos que ocurrirá si en algún momento cruzamos esas líneas?
• Si algún día me fueras infiel, rompería nuestra relación, por mucho que eso me estuviera matando y espero lo mismo de tu parte – lo dijo muy serio.
• Estamos de acuerdo, también daría nuestra relación por terminada – la verdad que esas palabras de Carlos me ayudaron mucho, quería jugar, pero no perderlo a él y me tranquilizaba saber que él opinaba igual.
Las semanas fueron pasando, quedaba poco para que llegaran nuestras vacaciones, durante este tiempo puse en más aprietos a Ramón, afloje cuando de verdad su trabajo estuvo pendiente de un hilo. Carol y Nerea se reían cada vez que les contaba como se ponía mi compañero de trabajo. El problema era que igual que se calentaba él, también lo hacía yo, por suerte tenía claras cuáles era las fronteras infranqueables.
Este año preparamos un viaje a Lanzarote, playas y paisajes volcánicos con un clima cálido. Nunca había estado que no fuera por trabajo, era la primera vez que pisaría estas playas y me tumbaría sobre su arena con la única intención de tomar el sol y descansar.
Cuando bajamos del avión la temperatura era muy agradable, esperamos a nuestras maletas y nos dispusimos a coger un taxi que nos llevara al hotel, jamás se me olvidara la sonrisa de felicidad que portaba Carlos. Una vez en nuestra habitación nos cambiamos de ropa y bajamos a dar un paseo, terminamos en una preciosa playa, nos cogimos de la mano y caminamos por la orilla, era el mismísimo paraíso.
Mientras caminábamos vimos un chiringuito y decidimos acercarnos, por lo que parecía, daban muy bien de comer, así fue, era un poco caro, pero merecía la pena solo por las inmejorables vistas. No pudimos evitar escuchar una conversación, en ella decían que cerca de allí había una preciosa playa nudista y muy discreta. Carlos me sonrió, con esa sonrisa sabia lo que quería, había posado desnuda, pero delante de una cámara y con un profesional detrás de esta, pero esto era diferente.
Por muy raro que parezca siendo cual es mi trabajo, me daba vergüenza, pero la mirada suplicante de Carlos me convenció, la verdad sea dicha que aparte de su mirada, algo estaba creciendo en mi interior alimentado por el morbo que me impulsaba a hacer cosas que en mis sueños me hubiera imaginado. El día pasó muy deprisa, pero nos cundió para hacer un poco de turismo, la isla me gusto mucho. Si algún día nos mudábamos de ciudad, Lanzarote seria uno de los sitios elegidos para hacerlo.
A la noche los dos estábamos reventados, entre el viaje y todo lo que habíamos caminado, nos tumbamos en la cama y pusimos una película. No llegamos a ver ni las letras del principio, a media noche me desperté y apagué la televisión, abrí un poco más la ventana, había repescado y se agradecía. Me asomé a la ventana, el cielo estaba despejado y se podían ver, las estrellas era precioso, me sentía muy nerviosa, al día siguiente íbamos a sumergirnos un poco más en nuestro juego, Carlos me sugirió antes de dormir que le gustaría sacarme algunas fotos desnuda en la playa con esas preciosas vistas.
Yo lo único que hice fue reírme mientras me ponía como un tomate, la mañana llego, me puse un pantalón corto, una camiseta de tirantes y unas chancletas, total en pocos minutos me quitaría la ropa, Carlos decidió vestirse con un bañador y también eligió una camiseta y unas chanclas. Cogimos crema solar, el sol pegaba muy fuerte y no queríamos quemarnos. Cuando llegamos a la playa, lo primero que hicimos fue desnudarnos, la verdad es que no fue tan traumático como pensaba, había personas, pero estaban a lo suyo, sí que se giraron a mirarme, pero no fue distinto a cuando he estado en otras playas con biquini.
Metimos todo en la mochila que llevaba Carlos y nos dispusimos a investigar la playa queriendo encontrar ese sitio especial donde poder hacerme esas fotos. Llevábamos unos veinte minutos andando cuando vimos una especie de roca grande desde donde caía una pequeña cascada de agua cristalina, esta terminaba en una especie de piscina natural. Decidimos que ese era el sitio idóneo. Me acerqué a donde estaba Carlos, le bese y me coloque en el sitio idóneo para que Carlos me pudiera hacer las fotografías, al principio me dio un poco de corte, pero enseguida me metí en materia.
Llevábamos algunas fotos cuando a Carlos se le empezaba a ver lo excitado que se encontraba, en mi caso también estaba caliente, pero gracias a mi trabajo lo disimulaba mucho mejor. Entonces paso algo que cambiaria drásticamente esa experiencia. Estábamos tan ensimismados en posar y sacar las fotografías que no nos dimos cuenta de la presencia de un chico, tendría unos veinte años, con una herramienta bastante grande, es difícil no darte cuenta cuando eres tu la razón de que esa herramienta fuera adquiriendo dureza.
Mi anterior yo se hubiera escandalizado, pero está nueva yo, que estaba emergiendo decidió que jugaría más fuerte. Empecé a posar utilizando posturas donde mi brillante coñito quedara más expuesto, en otras era mi culo el que deleitaba a aquel muchacho que no se creía lo que estaba viendo, también pudo ver mis pechos en todo su esplendor, para que resaltaran más me unte un aceite que solíamos usar en las sesiones de fotos. Aquel chico no aguantó más y se metió en aquella piscina natural, intentando disimular aquella enorme erección.
Carlos y yo sonreímos al ver como se había escondido detrás de una de las rocas, pero eso no le impedía seguir disfrutando de la vista que le proporcionaba mi desnudo cuerpo, no tardamos en darnos cuenta de que aquel chaval se estaba masturbando debajo del agua, decidimos rizar más el rizo las posturas cada vez eran más explícitas, de vez en cuando miraba para donde se encontraba el chaval y pude comprobar que no perdía detalle, para cuando el carrete se acabó, el chaval ya había perdido la erección y salió del agua corriendo rojo de vergüenza, nosotros estallamos en una carcajada y volvimos al hotel, mientras dábamos rienda suelta a nuestros instintos no podía quitarme de la cabeza aquella herramienta dura y gorda.
Lo bueno dura poco y llego el día que las vacaciones llegaban a su fin, teniendo que regresar. Fueron unas vacaciones llenas de amor, parajes increíbles y momentos de increíble excitación, a la vuelta Carol, Nerea y yo decidimos apuntarnos a una escuela de baile latino, allí fue donde me encontré al hombre que puso al límite esas líneas rojas que nos habíamos puesto.
Continuará.
Hoy hacen cinco años de la noche fatídica que hizo saltar la vida de Carlos, Javi, Nerea y la mía por los aires. Me encuentro apoyada en el marco de la puerta de la habitación de mi hija, viéndola dormir. Su expresión es serena, no sé lo que está soñando, pero a veces sonríe. Si algo tengo claro es que Sara nació en el momento idóneo y trajo felicidad a nuestras vidas, nos salvó a Nerea y a mí. Unos días atrás Carol me pregunto el porqué no había luchado por recuperar a Carlos.
No conteste nada, la realidad es que después de cinco años estaba segura de que separarnos fue lo mejor que nos pudo pasar, muchas preguntas martillean mi mente desde aquella noche. ¿Amaba a Carlos?, un rotundo sí, entonces porque permití a Quique entrar en mi casa cuando vino con aquella peregrina excusa del reloj. Carlos estaba a punto de regresar de su viaje y yo permití que nos pillara a los dos en la cama. No soy tonta, sabia que esa posibilidad era real y seguí adelante.
Esa pregunta me martilleaba una y otra vez, pero era incapaz de contestarla, porque la única respuesta correcta era que no le amaba tanto como creía. Esa era una respuesta que mi boca se negaba a pronunciar, deseaba más que nada acostarme con mi profesor de baile. Era todo lo contrario a Carlos, Quique nos miraba a las mujeres por encima del hombro, sabía que estaba bueno, tenía una buena polla y además su reputación le precedía. Toda mujer que había terminado en su cama, constataba lo bueno que era, otra cosa que sabía era que una vez hubiera conseguido entrar entre mis piernas, volvería a repetir, pero sería algo pasajero.
Quique se creía el mejor, pero para demostrarlo tenía que copular con toda mujer hermosa que se cruzara en su camino. Claudio y él, que estaban cortados por el mismo patrón, competían para demostrar su hegemonía. Quique me consiguió a mí y Claudio a Nerea, aquella noche podría haber terminado en una tragedia por partida doble. Carlos se sintió tentado, pero Javi llevo a cabo el intento de suicidio. Otra cosa que no me quito de la cabeza es lo cobardes que fuimos, Javi era nuestro amigo y no estuvimos a la altura.
¿Nerea se hará las mismas preguntas que yo?, ella siguió quedando con Claudio semanas después de que Carlos nos pillara, se nos llena la boca a las dos diciendo lo mucho que los amábamos, pero si esto fuera un juicio con jurado, saldría un culpable como una catedral. Echando la mirada hacia atrás, Carlos y Javi eran dos hombres distintos a los demás. Carlos me echo una mirada de arriba abajo, pero no fue nada soez, fue educado y enseguida poso sus ojos sobre los míos. Javi se quedó impactado con la belleza de Nerea, no es para menos, decían que yo era el ángel rubio, la mujer más guapa de la ciudad, pero Nerea y Carol no tenían nada que envidiarme.
Todos los chicos que habíamos conocido, solo tenían una cosa en mente, meterse entre nuestras piernas. Exhibían sus músculos, restregaban sus pollas para que nos diéramos cuenta de lo que tenían entre las piernas. Carlos fue diferente, aquella primera noche fue muy especial para mí, por primera vez un chico demostraba interés más allá de mi físico. Fue una noche especial y me puse triste cuando acabo, porque hubiera seguido hablando con él durante horas. Carlos tenía un físico cuidado y era atractivo, pero no tan guapo como los chicos a los que estábamos acostumbradas.
Carlos siempre había estado enamorado de mí, siempre lo supe, el día que me lo pidió y le dije que si casi tuve que pellizcarle para que viera que era la realidad y no un sueño. Como decirle que no, cuando me trajo un ramo de tulipanes y me pidió que fuera su novia en el mirador más bonito de toda la ciudad, en él había un hotelito. Aquella noche cogimos una habitación e hicimos el amor, tenía veinticinco años y no tenía mucha experiencia con los hombres, cuatro habían sido las parejas que había tenido hasta ese momento.
No concebía sexo sin amor, detestaba los hombres que se acostaban cada fin de semana con una mujer distinta, algunas veces con más de una en una noche. Carol se reía de mí y me decía lo que me estaba perdiendo, pero yo no concebía el sexo como ella. Con Carlos aprendí a tener la mente más abierta con respecto al sexo, en una de las ocasiones en las que salimos después de pasarnos toda la noche bailando y tomando copas, decidimos que volveríamos a casa dando un paseo.
Nos costaba dar tres pasos seguidos sin tropezarnos con algo, me costaba no empezar a reír, mientras Carlos intentaba decirme con el dedo que me callara, la verdad es que si seguíamos así terminaríamos por despertar a todos los vecinos. No sé cuanto llevaríamos andando, pero empezamos a escuchar unos gemidos que venían de unos elegantes chales con piscina. No quería, pero Carlos me cogió de la mano y nos acercamos intentando hacer el menos ruido posible, el chalet estaba rodeado de un múrete y una verja tapada por pinos, Carlos rodeando la casa encontró una zona donde estaríamos resguardados de la gente y donde se podía ver lo que estaba ocurriendo dentro.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, sobre una de las tumbonas se encontraba una pareja dando rienda suelta a sus instintos. Me daba vergüenza, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar, el chico se encontraba tumbado sobre la hamaca y la chica lo cabalgaba con una expresión de estar en el mismísimo cielo. Sin darme cuenta había llevado mi mano por debajo de mi falda hasta llegar a mi tanga. Estaba muy mojado, intente sacar la mano rápido, pero Carlos me lo impidió. Haciendo a un lado mi tanga me dejo el camino libre para que mis dedos me dieran placer.
• ¿Te gusta lo que ves Bea? – me pregunto Carlos con una voz que me hizo estremecer.
• Sí – conteste en un susurro.
• No te he oído Bea.
• Si me está gustando.
Carlos colocó su mano sobre la mía, las dos manos me masturbaban dándome un placer que jamás había experimentado. No sé si fue fruto del alcohol, pero seguramente estando serena no me abría atrevido. ¿O tal vez sí?, había llevado mi mano hacia mi sexo de forma mecánica. Carlos me seguía hablando al oído, me preguntaba si me gustaba ser una voyeur. Conteste que sí, entonces, empecé a notar un calor que me subía por las mejillas, no entendía lo que me estaba pasando, si esto mismo me lo hubiera contado, Carol le hubiera dicho que estaba loca.
Cuando me corrí, tuve que meterme la mano en la boca para que no nos descubrieran, Carlos me giro para mirarme a los ojos y me beso. Decidimos que lo mejor sería ir para casa, pues era muy tarde, hasta llegar a casa no volví a hablar, estaba intentando digerir todo lo que había sentido esa noche. La Bea, que había salido de casa a las diez de la noche, no se abría masturbado en plena calle mirando a una pareja mientras estaban en plena faena. Pero tengo que reconocer que me gusto, al final Carol iba a tener razón y me estaba perdiendo muchas cosas, al llegar a casa lo primero que hice fue meterme en la ducha, necesitaba calmar esa excitación que me había quedado después de correrme, no sirvió de nada, mientras el agua resbalaba por mi cuerpo no pude evitar recordar aquel momento, volviendo a encenderme como una cerilla.
Al volver a nuestra habitación, Carlos me esperaba metido en la cama, no pude contenerme y salte sobre él, lo besaba enfebrecida, le mordía el labio. Era una chiquilla con un juguete nuevo entre las manos, cogí su erecta polla y la fui introduciendo poco a poco en mi coñito, jamás la había sentido tanto. Me agarré al cabecero de la cama e intensifiqué los movimientos de mis caderas. Carlos colocó sus manos sobre mis pechos, primero acariciándomelas de tal manera que oleadas de placer iban ascendiendo por mi columna hasta estallar en mi cerebro.
Después empezó a pellizcármelos cambiando a una sensación entre placer y dolor que me volvía loca. Nuestros movimientos se acompasaron, cada vez que chocaba con mi culo parecía un tambor de guerra y eso todavía nos encendía más a los dos. La cama se movía como si fuera hacerse pedazos, el sexo con Carlos siempre había sido bueno, pero esto había ganado en intensidad y todo por un pequeño juego de espías. No tardamos en corrernos, mientras nos corríamos los dos nos mirábamos a los ojos que estaban a escasos centímetros con la respiración totalmente agitada, pero muy satisfechos.
La claridad de la mañana me despertó, había dormido estupendamente bien, pero al recordar lo de anoche, sentí una gran vergüenza. Si nos llegan a pillar hubiera sido el momento más bochornoso de mi vida, pero una sonrisa crecía en mi rostro, aquella sonrisa tenía vida propia, después de ducharme baje a desayunar, Carlos ya lo había preparado. Me senté siendo incapaz de mirarlo a la cara, él se acercó y me beso con toda la normalidad del mundo, sonreí y me dispuse a devorar el desayuno, tenía un hambre de lobos.
• Cariño, mañana me toca sesión fotográfica junto a Ramón – era un compañero de trabajo que me metía fichas cada vez que podía.
• ¿Con Ramón? – fue una pregunta hecha con total desgana, a Carlos no le caía bien.
• Sí, pero tranquilo, podrá ver el menú sin poder catarlo.
• Me parece bien hazle sufrir un poco – contesto con una sonrisa.
El resto del día lo pasamos ordenando la casa y después sentados en el sofá viendo una película, al día siguiente al llegar a mi puesto de trabajo entre en mi camerino para cambiarme, la sesión era sobre bañadores, una de las chicas me había dejado en el camerino unos bañadores y biquinis para hacer la sesión fotográfica. De normal hubiera elegido los más sencillos, pero esta vez opté por unos que dejaban poco a la imaginación, tapaban lo que tenía que tapar, ni un milímetro más, pero estaba segura de que Ramón no podría quitarme los ojos de encima.
Así fue, antes de empezar la sesión se acercó a mí y me dijo.
• ¿Pero qué has desayunado hoy para verte tan hermosa?
• ¡Ramón, céntrate, que estamos aquí para trabajar! – se lo dije totalmente seria, pero dentro de mí estaba disfrutando provocándole.
• Si centrado voy a estar, pero en ti.
El fotógrafo le llamo la atención a Ramón en un par de ocasiones por estar mirando a donde no debía en vez de a la cámara. Fue un día duro, al final pasas muchas horas de pie y encima algunas posturas para la foto suele ser bastante incómodas, pero lo peor es que salí muy excitada del trabajo, aunque Ramón no termino mejor que yo, por un momento la sesión fotográfica tuvo que parar porque se le puso como el palo de la bandera, eso enfado mucho al fotógrafo por hacerle perder el tiempo por su falta de profesionalidad.
Al llegar a casa, Carlos no había llegado, me duché y me puse a preparar la cena. No tardo en llegar, se le notaba cansado. Le dije que se diera una ducha y se relajara, mientras terminaría de preparar la cena. Cuando se presentó en la cocina, me beso y me ayudo a poner la mesa y servir la cena, Carlos era un chico detallista, mis anteriores parejas no se hubieran levantado del sofá hasta que la cena no estuviera sobre la mesa, él era diferente y eso me gustaba mucho, durante la cena le conté lo ocurrido en la sesión de fotos.
Le describí con detalle los minúsculos biquinis que me había puesto y lo bien que me quedaban, en su mirada podía ver perfectamente lo que le hubiera gustado verme con aquellos biquinis puestos.
• Veo que has tenido un día interesante, te ha gustado calentar a tu compañero, ¿verdad?
• Sí, la verdad es que me he tenido que masturbar al llegar a casa – no podía creer que esas palabras hubieran salido de mi boca, con toda la normalidad del mundo.
• ¿Qué te preocupa Bea?
• ¿Y si no puedo parar llegado el momento?
• Pondremos límites, líneas rojas infranqueables.
Después de cenar pusimos esas líneas rojas que delimitaban el juego, como dijo Carlos, esto era un juego de dos, solo para añadir un poco de picante en la cama, él no tenía ningún interés en meter a un tercero en nuestra relación, eso me dejo más tranquila, la mayoría de las líneas rojas las puse yo, era un freno para no ponerme en esa situación que llevaría al desastre.
• ¿Carlos que ocurrirá si en algún momento cruzamos esas líneas?
• Si algún día me fueras infiel, rompería nuestra relación, por mucho que eso me estuviera matando y espero lo mismo de tu parte – lo dijo muy serio.
• Estamos de acuerdo, también daría nuestra relación por terminada – la verdad que esas palabras de Carlos me ayudaron mucho, quería jugar, pero no perderlo a él y me tranquilizaba saber que él opinaba igual.
Las semanas fueron pasando, quedaba poco para que llegaran nuestras vacaciones, durante este tiempo puse en más aprietos a Ramón, afloje cuando de verdad su trabajo estuvo pendiente de un hilo. Carol y Nerea se reían cada vez que les contaba como se ponía mi compañero de trabajo. El problema era que igual que se calentaba él, también lo hacía yo, por suerte tenía claras cuáles era las fronteras infranqueables.
Este año preparamos un viaje a Lanzarote, playas y paisajes volcánicos con un clima cálido. Nunca había estado que no fuera por trabajo, era la primera vez que pisaría estas playas y me tumbaría sobre su arena con la única intención de tomar el sol y descansar.
Cuando bajamos del avión la temperatura era muy agradable, esperamos a nuestras maletas y nos dispusimos a coger un taxi que nos llevara al hotel, jamás se me olvidara la sonrisa de felicidad que portaba Carlos. Una vez en nuestra habitación nos cambiamos de ropa y bajamos a dar un paseo, terminamos en una preciosa playa, nos cogimos de la mano y caminamos por la orilla, era el mismísimo paraíso.
Mientras caminábamos vimos un chiringuito y decidimos acercarnos, por lo que parecía, daban muy bien de comer, así fue, era un poco caro, pero merecía la pena solo por las inmejorables vistas. No pudimos evitar escuchar una conversación, en ella decían que cerca de allí había una preciosa playa nudista y muy discreta. Carlos me sonrió, con esa sonrisa sabia lo que quería, había posado desnuda, pero delante de una cámara y con un profesional detrás de esta, pero esto era diferente.
Por muy raro que parezca siendo cual es mi trabajo, me daba vergüenza, pero la mirada suplicante de Carlos me convenció, la verdad sea dicha que aparte de su mirada, algo estaba creciendo en mi interior alimentado por el morbo que me impulsaba a hacer cosas que en mis sueños me hubiera imaginado. El día pasó muy deprisa, pero nos cundió para hacer un poco de turismo, la isla me gusto mucho. Si algún día nos mudábamos de ciudad, Lanzarote seria uno de los sitios elegidos para hacerlo.
A la noche los dos estábamos reventados, entre el viaje y todo lo que habíamos caminado, nos tumbamos en la cama y pusimos una película. No llegamos a ver ni las letras del principio, a media noche me desperté y apagué la televisión, abrí un poco más la ventana, había repescado y se agradecía. Me asomé a la ventana, el cielo estaba despejado y se podían ver, las estrellas era precioso, me sentía muy nerviosa, al día siguiente íbamos a sumergirnos un poco más en nuestro juego, Carlos me sugirió antes de dormir que le gustaría sacarme algunas fotos desnuda en la playa con esas preciosas vistas.
Yo lo único que hice fue reírme mientras me ponía como un tomate, la mañana llego, me puse un pantalón corto, una camiseta de tirantes y unas chancletas, total en pocos minutos me quitaría la ropa, Carlos decidió vestirse con un bañador y también eligió una camiseta y unas chanclas. Cogimos crema solar, el sol pegaba muy fuerte y no queríamos quemarnos. Cuando llegamos a la playa, lo primero que hicimos fue desnudarnos, la verdad es que no fue tan traumático como pensaba, había personas, pero estaban a lo suyo, sí que se giraron a mirarme, pero no fue distinto a cuando he estado en otras playas con biquini.
Metimos todo en la mochila que llevaba Carlos y nos dispusimos a investigar la playa queriendo encontrar ese sitio especial donde poder hacerme esas fotos. Llevábamos unos veinte minutos andando cuando vimos una especie de roca grande desde donde caía una pequeña cascada de agua cristalina, esta terminaba en una especie de piscina natural. Decidimos que ese era el sitio idóneo. Me acerqué a donde estaba Carlos, le bese y me coloque en el sitio idóneo para que Carlos me pudiera hacer las fotografías, al principio me dio un poco de corte, pero enseguida me metí en materia.
Llevábamos algunas fotos cuando a Carlos se le empezaba a ver lo excitado que se encontraba, en mi caso también estaba caliente, pero gracias a mi trabajo lo disimulaba mucho mejor. Entonces paso algo que cambiaria drásticamente esa experiencia. Estábamos tan ensimismados en posar y sacar las fotografías que no nos dimos cuenta de la presencia de un chico, tendría unos veinte años, con una herramienta bastante grande, es difícil no darte cuenta cuando eres tu la razón de que esa herramienta fuera adquiriendo dureza.
Mi anterior yo se hubiera escandalizado, pero está nueva yo, que estaba emergiendo decidió que jugaría más fuerte. Empecé a posar utilizando posturas donde mi brillante coñito quedara más expuesto, en otras era mi culo el que deleitaba a aquel muchacho que no se creía lo que estaba viendo, también pudo ver mis pechos en todo su esplendor, para que resaltaran más me unte un aceite que solíamos usar en las sesiones de fotos. Aquel chico no aguantó más y se metió en aquella piscina natural, intentando disimular aquella enorme erección.
Carlos y yo sonreímos al ver como se había escondido detrás de una de las rocas, pero eso no le impedía seguir disfrutando de la vista que le proporcionaba mi desnudo cuerpo, no tardamos en darnos cuenta de que aquel chaval se estaba masturbando debajo del agua, decidimos rizar más el rizo las posturas cada vez eran más explícitas, de vez en cuando miraba para donde se encontraba el chaval y pude comprobar que no perdía detalle, para cuando el carrete se acabó, el chaval ya había perdido la erección y salió del agua corriendo rojo de vergüenza, nosotros estallamos en una carcajada y volvimos al hotel, mientras dábamos rienda suelta a nuestros instintos no podía quitarme de la cabeza aquella herramienta dura y gorda.
Lo bueno dura poco y llego el día que las vacaciones llegaban a su fin, teniendo que regresar. Fueron unas vacaciones llenas de amor, parajes increíbles y momentos de increíble excitación, a la vuelta Carol, Nerea y yo decidimos apuntarnos a una escuela de baile latino, allí fue donde me encontré al hombre que puso al límite esas líneas rojas que nos habíamos puesto.
Continuará.