EscritorFrustrado
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Antes de comenzar me gustaría comentar que lo narrado aquí tiene una base real. Intentaré cambiar los datos justos para camuflar la identidad de los personajes pero a la vez tendré cuidado para no perder ni un ápice del morbo. Responderé dudas o preguntas por mensaje privado si así lo deseais.
Espero que os guste.
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Negué con la cabeza e intenté volver a poner cordura en aquello.
-Ya pensaba que me iba solo...- solté con un deje que sonaba a reproche.
-Hijo, pues es lo que hay. Siempre tengo que estar yo pendiente de todo lo del grupo.- Dijo visiblemente molesta.
A pesar de no llegar si quiera al metro sesenta de altura, Alicia demostraba tener carácter. Un carácter que nadie adivinaría tras aquella cara tan dulce en la que predominaban dos ojazos redondos marrones y unos labios gruesos que muchas veces solía pintar de rojo. Llevaba su largo pelo castaño recogido en una cola de caballo bien hecha que despejaba su prominente frente. Algunos dirían que afeandola, pero para mí no era algo a tener en cuenta. Fuimos a saludarnos con dos besos y, al agacharme, pude terminar de observar su atuendo. Al short se le sumaba una camiseta a rayas horizontales, negras y blancas, de tamaño fino, de manga corta a la altura del hombro. Calzaba unas bambas de color blanco que debía haber lavado para la ocasión.
-Bueno, ¿Qué? ¿A dónde vamos?- Dije intentando ponernos en marcha.
Ella consultó su teléfono mientras ambos nos montábamos en el coche. -Pues, no lo sé. He escrito hace un rato a Paula, pero no me ha contestado.
Solté un bufido de impaciencia que ella respondió con una mirada retadora. -Si quieres vamos primero a por Miriam.
Ni contesté. Ya sabía como iban estas cosas. Prendí el contacto y conduje a la casa de Miriam, en unos adosados a las afueras. Paré junto a la puerta y toqué el claxón. Al poco la puerta de arriba se abrió y ella salió a la entrada, mirándonos a través de la verja. Iba con un pijama super pequeño que la quedaba algo ancho. Tenía el pelo recogido de mala manera en un moño y llevaba las gafas, que le daban un morbo tremendo. Tenía la cara lavada, sin gota de maquillaje que le diese algo de brillo, pero a Miriam nunca le hizo falta. Es de esas mujeres que conseguirían hacer correrse a un hombre solo mirándole a los ojos. Me vino a la mente la conversación que tuve con otro de los amigos del grupo en unos carnavales. Entre el maquillaje y el disfraz elegido, ambos nos miramos a la cara y, casi a coro, dijimos lo mismo: "Vaya cara de zorra." Cuando la vi aparecer supe lo que vendría ahora. Ella también, por eso tomó la iniciativa y trató de excusarse.
-Había quedado con Paula en que me llamaba cuando estuviese lista. Pensaba que pasabais primero a por ella.- Soltó tras un bostezo. Alicia me miró como queriendo decir "te lo dije."
-Siempre igual. Voy a tener que daros un premio el día que estéis a la hora.- Dije visiblemente enfadado.
-Bueno, no te pongas así. Yo tardo poco en vestirme. El resto de cosas las dejé preparadas ayer.
-No, si todavía faltaría que tuvieses que hacer la maleta ahora...- Contesté metiendome en el coche.
-Bueno, no empieces tu también.- Alicia me regañó. Ella también parecía molesta, pero no quería empezar a crear problemas sin haber aún salido.
Le sonó el móvil. La escuché hablar sin apenas prestar atención mientras configuraba el ordenador de a bordo para poner el gps. Colgó.
-Es Paula, que ya casi está.- Me miró a mí.- Vamos a echar gasolina y después pasamos a por ella.- Se giró hacia donde estaba Miriam.- Y tú, guapa, date prisa...
Alicia se metió en el coche y Miriam cerró la puerta de su casa casi a la carrera. Yo volví a arrancar y me dirigí a la gasolinera.
-Tranquilízate, que no se va a acabar el mundo. Tengamos la fiesta en paz.- Me soltó ella cuando ya habíamos salido de la urbanización. Era una de las personas que mejor sabía como y qué decirme. Ella y yo habíamos forjado muy buena relación al compartir tres años de clases de inglés. Tanto, que me contó en confianza bastantes cosas de su vida. Incluido cuando empezó su actual relación con uno de mis mejores amigos. Ella se bajó a comprar unos chicles mientras yo accionaba la palanca con la que abrir el deposito. Cuando bajé me fije en el gasolinero mirando descaradamente como las nalgas de Alicia se movían al andar.
-Lleno, por favor.- Interrumpí sus pensamientos. Seguramente, intentando adivinar si el tanga era de hilo o triangulo. Él se sobresaltó.
-Si, claro, enseguida.
Llenó el tanque y me cobró. Cuando volví al coche Alicia ya estaba sentada a mi derecha, de copiloto.
-¿Quieres? Están super buenas.- Dijo con la boca llena tendiendome una bolsa de Lays.
-Son las once de la mañana, ¿Cómo te puedes estar comiendo eso ahora?
-Es que no he desayunado..
A pesar de no hacer ejercicio y comer de malas maneras, Alicia no perdía un cuerpo para el pecado. Tenía los kilitos justos para que las formas fuesen atractivas sin llegar a estar gorda.
Unos minutos después aparcaba enfrente del portal de Paula. Ella ya estaba en la acera, esperando sentada sobre la maleta. Paula es una de esas mujeres a las que la píldora le ha venido fenomenal. Cuando la conocí era una absoluta radiografía. Sin apenas culo y mucho menos tetas. Fue recetarle aquella maravilla el ginecólogo y empezar a hincharse. Ella también fue lista y supo complementar "el inflado" con ejercicio que mantuviese lo que le venía bien y eliminase el excedente. Como resultado, ante mí estaba el ejemplo claro de mujer española: Pelo oscuro, ojos marrones, piel morena y cuerpo esbelto y duro. Vestía un short mas piscinero, de tela de chándal, y una camiseta de tirantes blanca que marcaba la redondez y lo abultado de sus pechos. Y, sí, ella también era novia de otro de mis amigos. Me volví a bajar e hice hueco en mi Renault Megane para los nuevos bártulos. Ella enseguida tomó la iniciativa y jugó al tetris con mi maletero tratando de acoplar todo de manera eficiente. Di las gracias por ese momento en el que ella se inclinó lo suficiente para dejarme ver un canalillo tan largo que me permitió ver el lacito rosa que adornaba la parte central de su sujetador blanco.
-¿Todo listo? - Dije.
-Falta Miriam!- Se apresuró a decir Paula.
-Ya, ya lo sé.- Resoplé por tener que afirmar que conocía tal obviedad y volví a notar la mirada de Alicia.
Conduje, esta vez a mas velocidad, hacía casa de Miriam. Se notaba que la situación me estaba superando.
-Uh... tranquilo jaja que la casa no se va a ir...- Paula dramatizaba la situación agarrándose de forma cómica a una de las puertas.
Alicia quiso decir algo pero se lo calló.
Llegamos a casa de Miriam al poco. Ella, al igual que Paula, ya esperaba fuera sentada en su maleta. Vestía un short vaquero, en el que destacaba un cinturon marrón, y una camiseta que quedaba algo ancha y mostraba su ombligo, adornado con un piercing brillante. Miriam era alta, aunque no tanto como Paula. Estaba muy delgada, aunque era una delgadez elegante. Esto había hecho que fuese seleccionada varias veces para trabajar como azafata en distintos eventos. Sus largas y finas piernas, que acababan calzando unas zapatillas blancas, descansaban sobre la maleta de manera natural y sexy.
Con ella tardamos menos. La colocación previa de Paula, muy organizada, hizo que la maleta de su amiga entrase de manera rápida y fácil. Ella se colgó automáticamente la medalla.
-¿Falta algo?- dije con sorna.
-No, voy a decirle a Carlos que salimos.
Mientras enfilaba a coger la autopista escuché las llamadas de Paula y Alicia a sus parejas. Ambas les decían que les querían y que llevasen cuidado cuando les tocase salir a ellos para allá, después de trabajar. Puse rumbo a un pueblo perdido de la sierra de Ávila y, hasta la noche, esta iba a ser mi única compañía.
Espero que os guste.
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CAPITULO 1 ¿SALIMOS O QUÉ?
El mes de Julio había llegado apretando con fuerza. Acabábamos de salir de una epoca de confinamiento jamás vista y teníamos ganas de aprovechar el tiempo perdido. Las restricciones nos impedían hacer muchos de los planes que iban apareciendo en el grupo de Whatsapp que compartíamos, así que acabamos optando por el que mas factible de realizar era. El viernes me levanté bien temprano para lavar el coche. Aproveché el ligero fresco mañanero para acercarme al supermercado y terminar de comprar lo que, como siempre y a última hora, el resto se fijo que faltaba. Eran las diez de la mañana cuando aparqué el coche en la puerta de Alicia. Quité el contacto porque, por experiencia, ya sabía lo que tocaba. Quince minutos después de la hora de quedada ella salía del portal cargada con su equipaje y un par de bolsas con comida y productos varios. Vestía un short vaquero corto, de estos con aspecto raído. Recordé como en otras ocasiones ya había comentado a sus amigas, en voz alta, que había desechado ponerse esa prenda para "salir" y únicamente la usaba para bajar a la piscina, playa o en días de batalla (tipo ir al rio.) El motivo era que el pantalón le venía ya algo justo, aunque no le resultaba incomodo, al contrario, por eso se lo seguía poniendo. Ese hecho lo pude constatar al bajarme del coche para ayudarle a meter las cosas en el maletero y fijarme en su trasero. El short marcaba a la perfección la forma de su culo, grandecito, redondo y respingón, y dejaba a las claras, a juzgar por como se acentuaba la separación entre nalga y nalga, que debajo había un tanga. Intenté no ser demasiado cantoso disfrutando las vistas, y no pude evitar embobarme mirando como, debido a lo corto del short, los cachetes asomaban ligeramente por la parte de abajo.Negué con la cabeza e intenté volver a poner cordura en aquello.
-Ya pensaba que me iba solo...- solté con un deje que sonaba a reproche.
-Hijo, pues es lo que hay. Siempre tengo que estar yo pendiente de todo lo del grupo.- Dijo visiblemente molesta.
A pesar de no llegar si quiera al metro sesenta de altura, Alicia demostraba tener carácter. Un carácter que nadie adivinaría tras aquella cara tan dulce en la que predominaban dos ojazos redondos marrones y unos labios gruesos que muchas veces solía pintar de rojo. Llevaba su largo pelo castaño recogido en una cola de caballo bien hecha que despejaba su prominente frente. Algunos dirían que afeandola, pero para mí no era algo a tener en cuenta. Fuimos a saludarnos con dos besos y, al agacharme, pude terminar de observar su atuendo. Al short se le sumaba una camiseta a rayas horizontales, negras y blancas, de tamaño fino, de manga corta a la altura del hombro. Calzaba unas bambas de color blanco que debía haber lavado para la ocasión.
-Bueno, ¿Qué? ¿A dónde vamos?- Dije intentando ponernos en marcha.
Ella consultó su teléfono mientras ambos nos montábamos en el coche. -Pues, no lo sé. He escrito hace un rato a Paula, pero no me ha contestado.
Solté un bufido de impaciencia que ella respondió con una mirada retadora. -Si quieres vamos primero a por Miriam.
Ni contesté. Ya sabía como iban estas cosas. Prendí el contacto y conduje a la casa de Miriam, en unos adosados a las afueras. Paré junto a la puerta y toqué el claxón. Al poco la puerta de arriba se abrió y ella salió a la entrada, mirándonos a través de la verja. Iba con un pijama super pequeño que la quedaba algo ancho. Tenía el pelo recogido de mala manera en un moño y llevaba las gafas, que le daban un morbo tremendo. Tenía la cara lavada, sin gota de maquillaje que le diese algo de brillo, pero a Miriam nunca le hizo falta. Es de esas mujeres que conseguirían hacer correrse a un hombre solo mirándole a los ojos. Me vino a la mente la conversación que tuve con otro de los amigos del grupo en unos carnavales. Entre el maquillaje y el disfraz elegido, ambos nos miramos a la cara y, casi a coro, dijimos lo mismo: "Vaya cara de zorra." Cuando la vi aparecer supe lo que vendría ahora. Ella también, por eso tomó la iniciativa y trató de excusarse.
-Había quedado con Paula en que me llamaba cuando estuviese lista. Pensaba que pasabais primero a por ella.- Soltó tras un bostezo. Alicia me miró como queriendo decir "te lo dije."
-Siempre igual. Voy a tener que daros un premio el día que estéis a la hora.- Dije visiblemente enfadado.
-Bueno, no te pongas así. Yo tardo poco en vestirme. El resto de cosas las dejé preparadas ayer.
-No, si todavía faltaría que tuvieses que hacer la maleta ahora...- Contesté metiendome en el coche.
-Bueno, no empieces tu también.- Alicia me regañó. Ella también parecía molesta, pero no quería empezar a crear problemas sin haber aún salido.
Le sonó el móvil. La escuché hablar sin apenas prestar atención mientras configuraba el ordenador de a bordo para poner el gps. Colgó.
-Es Paula, que ya casi está.- Me miró a mí.- Vamos a echar gasolina y después pasamos a por ella.- Se giró hacia donde estaba Miriam.- Y tú, guapa, date prisa...
Alicia se metió en el coche y Miriam cerró la puerta de su casa casi a la carrera. Yo volví a arrancar y me dirigí a la gasolinera.
-Tranquilízate, que no se va a acabar el mundo. Tengamos la fiesta en paz.- Me soltó ella cuando ya habíamos salido de la urbanización. Era una de las personas que mejor sabía como y qué decirme. Ella y yo habíamos forjado muy buena relación al compartir tres años de clases de inglés. Tanto, que me contó en confianza bastantes cosas de su vida. Incluido cuando empezó su actual relación con uno de mis mejores amigos. Ella se bajó a comprar unos chicles mientras yo accionaba la palanca con la que abrir el deposito. Cuando bajé me fije en el gasolinero mirando descaradamente como las nalgas de Alicia se movían al andar.
-Lleno, por favor.- Interrumpí sus pensamientos. Seguramente, intentando adivinar si el tanga era de hilo o triangulo. Él se sobresaltó.
-Si, claro, enseguida.
Llenó el tanque y me cobró. Cuando volví al coche Alicia ya estaba sentada a mi derecha, de copiloto.
-¿Quieres? Están super buenas.- Dijo con la boca llena tendiendome una bolsa de Lays.
-Son las once de la mañana, ¿Cómo te puedes estar comiendo eso ahora?
-Es que no he desayunado..
A pesar de no hacer ejercicio y comer de malas maneras, Alicia no perdía un cuerpo para el pecado. Tenía los kilitos justos para que las formas fuesen atractivas sin llegar a estar gorda.
Unos minutos después aparcaba enfrente del portal de Paula. Ella ya estaba en la acera, esperando sentada sobre la maleta. Paula es una de esas mujeres a las que la píldora le ha venido fenomenal. Cuando la conocí era una absoluta radiografía. Sin apenas culo y mucho menos tetas. Fue recetarle aquella maravilla el ginecólogo y empezar a hincharse. Ella también fue lista y supo complementar "el inflado" con ejercicio que mantuviese lo que le venía bien y eliminase el excedente. Como resultado, ante mí estaba el ejemplo claro de mujer española: Pelo oscuro, ojos marrones, piel morena y cuerpo esbelto y duro. Vestía un short mas piscinero, de tela de chándal, y una camiseta de tirantes blanca que marcaba la redondez y lo abultado de sus pechos. Y, sí, ella también era novia de otro de mis amigos. Me volví a bajar e hice hueco en mi Renault Megane para los nuevos bártulos. Ella enseguida tomó la iniciativa y jugó al tetris con mi maletero tratando de acoplar todo de manera eficiente. Di las gracias por ese momento en el que ella se inclinó lo suficiente para dejarme ver un canalillo tan largo que me permitió ver el lacito rosa que adornaba la parte central de su sujetador blanco.
-¿Todo listo? - Dije.
-Falta Miriam!- Se apresuró a decir Paula.
-Ya, ya lo sé.- Resoplé por tener que afirmar que conocía tal obviedad y volví a notar la mirada de Alicia.
Conduje, esta vez a mas velocidad, hacía casa de Miriam. Se notaba que la situación me estaba superando.
-Uh... tranquilo jaja que la casa no se va a ir...- Paula dramatizaba la situación agarrándose de forma cómica a una de las puertas.
Alicia quiso decir algo pero se lo calló.
Llegamos a casa de Miriam al poco. Ella, al igual que Paula, ya esperaba fuera sentada en su maleta. Vestía un short vaquero, en el que destacaba un cinturon marrón, y una camiseta que quedaba algo ancha y mostraba su ombligo, adornado con un piercing brillante. Miriam era alta, aunque no tanto como Paula. Estaba muy delgada, aunque era una delgadez elegante. Esto había hecho que fuese seleccionada varias veces para trabajar como azafata en distintos eventos. Sus largas y finas piernas, que acababan calzando unas zapatillas blancas, descansaban sobre la maleta de manera natural y sexy.
Con ella tardamos menos. La colocación previa de Paula, muy organizada, hizo que la maleta de su amiga entrase de manera rápida y fácil. Ella se colgó automáticamente la medalla.
-¿Falta algo?- dije con sorna.
-No, voy a decirle a Carlos que salimos.
Mientras enfilaba a coger la autopista escuché las llamadas de Paula y Alicia a sus parejas. Ambas les decían que les querían y que llevasen cuidado cuando les tocase salir a ellos para allá, después de trabajar. Puse rumbo a un pueblo perdido de la sierra de Ávila y, hasta la noche, esta iba a ser mi única compañía.
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