Al fin, se hizo realidad

Lord Henry

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13 Jun 2023
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“Todo lo que quieres que te pase, sucede, pero nunca como lo habías previsto”

Aquí estaba yo en esta terraza, mirando el reloj y el móvil nerviosamente, esperando un mensaje que me permitiera volver al hotel. Allí estaban mi mujer y Daniel, haciendo lo que yo había planeado durante tres meses. Desde hace tiempo he tenido la fantasía de ver a mi mujer haciendo el amor con otro hombre estando yo presente para participar, grabar o simplemente deleitarme mirando.

Sí, lo había conseguido, pero no de la forma que había previsto, me quedaba con la miel en los labios. ¿Me habrían hecho caso cuando les dejé en la puerta del hotel? Les dije que al menos grabaran todo lo que hicieran, ya que mi mujer puso como condición el estar los dos a solas. Sí, estaban follando los dos como había calculado, pero cuando ella se enteró de mis intenciones por casualidad un día antes, jamás pensé que ahora estaríamos así.

Habíamos decidido pasar un fin de semana largo en Barcelona y con esa excusa me puse en contacto con Daniel a través de una página de contactos en internet. Me gustó Daniel por que reunía las condiciones que le podían agradar a mi mujer: edad similar a la nuestra, universitario, atlético, cuerpo cuidado, con experiencia y bien dotado. Mantuve con Daniel contacto las semanas previas a nuestro posible encuentro. En esos contactos, le mandé alguna foto de mi mujer y sobre todo le hablé de cómo se comportaba ella en la cama, qué cosas le gustaban más cuando hacemos el amor. Le dije que la tarea no iba a ser fácil, que tendría que desplegar sus mejores virtudes para conquistarla, paso a paso, rompiendo sus defensas porque cuando ella se entrega, es un verdadero volcán.

Creí que todo se me iba al garete cuando conduciendo ya a la altura de Tarragona recibí un mensaje en mi móvil y mi mujer miró a ver quién era: era Daniel, preguntaba que cuándo llegábamos. “¿Quién es Daniel?” preguntó mi mujer. “Pues … “no supe mentir en ese momento y le conté la verdad. “¡Pero tú estás loco!” me gritó, ¿cómo se te ocurre semejante insensatez?” y a partir de ahí, toda una retahíla de reproches. Después de eso, nos mantuvimos en silencio hasta la llegada al hotel. No había podido contestar al mensaje de Daniel y en cuanto pude le mandé un mensaje diciéndole que había problemas y que le tendría al tanto.

“¿Podemos hablar?” pregunté a mi mujer. Me dijo que sí y le pedí que se sentara en una silla al lado de una mesa que teníamos en la habitación. “Quiero que veas a la persona con la que me gustaría que quedáramos”. Encendí el ordenador y me conecté a la página de contactos donde aparecía el perfil de Daniel. Ahí empecé a ganar la partida. No hubo ningún comentario despreciativo, únicamente dijo” ¡qué exageración!” cuando vio el pene en erección de Daniel. Pasé después a que leyera todos los correos que habíamos intercambiado. “¡¿Le has mandado fotos mías?!” le dije que sí y le enseñé las repuestas de Daniel: “me gusta mucho tu mujer. Las mujeres de su edad tienen una sabiduría que ya quisieran las jovencitas. Las mujeres maduras saben lo que quieren y cuando lo consiguen, disfrutan al máximo. Te lo digo por experiencia.” En otros correos me aconsejaba que hablara con mi mujer de mis intenciones pues no le parecía muy bien esconder esta posible cita. Mi mujer seguía leyendo los correos sin apenas hacer comentarios. Me parecía buena señal que no me hubiera mandado a freír espárragos. Le llamó la atención lo que le decía a Daniel en uno de los mensajes: que quisiera verla suplicar que Daniel la follara y que se entregara a él totalmente. Después de leerlo, me miró como si no me conociera. Terminó de leer todos los mensajes y le pedí que al menos consintiera en que cenáramos los tres juntos, quizás después tomar algo y punto final. Tardó unos segundos en responder y dijo: “de acuerdo. Sólo será cenar y una copa.” Rápidamente, cuando mi mujer se fue a duchar, puse a Daniel al corriente de todo lo que había pasado. Le pedí que fuera elegante y que no mostrara prisas, que intuía que algo podíamos conseguir.
 
“Todo lo que quieres que te pase, sucede, pero nunca como lo habías previsto”

Aquí estaba yo en esta terraza, mirando el reloj y el móvil nerviosamente, esperando un mensaje que me permitiera volver al hotel. Allí estaban mi mujer y Daniel, haciendo lo que yo había planeado durante tres meses. Desde hace tiempo he tenido la fantasía de ver a mi mujer haciendo el amor con otro hombre estando yo presente para participar, grabar o simplemente deleitarme mirando.

Sí, lo había conseguido, pero no de la forma que había previsto, me quedaba con la miel en los labios. ¿Me habrían hecho caso cuando les dejé en la puerta del hotel? Les dije que al menos grabaran todo lo que hicieran, ya que mi mujer puso como condición el estar los dos a solas. Sí, estaban follando los dos como había calculado, pero cuando ella se enteró de mis intenciones por casualidad un día antes, jamás pensé que ahora estaríamos así.

Habíamos decidido pasar un fin de semana largo en Barcelona y con esa excusa me puse en contacto con Daniel a través de una página de contactos en internet. Me gustó Daniel por que reunía las condiciones que le podían agradar a mi mujer: edad similar a la nuestra, universitario, atlético, cuerpo cuidado, con experiencia y bien dotado. Mantuve con Daniel contacto las semanas previas a nuestro posible encuentro. En esos contactos, le mandé alguna foto de mi mujer y sobre todo le hablé de cómo se comportaba ella en la cama, qué cosas le gustaban más cuando hacemos el amor. Le dije que la tarea no iba a ser fácil, que tendría que desplegar sus mejores virtudes para conquistarla, paso a paso, rompiendo sus defensas porque cuando ella se entrega, es un verdadero volcán.

Creí que todo se me iba al garete cuando conduciendo ya a la altura de Tarragona recibí un mensaje en mi móvil y mi mujer miró a ver quién era: era Daniel, preguntaba que cuándo llegábamos. “¿Quién es Daniel?” preguntó mi mujer. “Pues … “no supe mentir en ese momento y le conté la verdad. “¡Pero tú estás loco!” me gritó, ¿cómo se te ocurre semejante insensatez?” y a partir de ahí, toda una retahíla de reproches. Después de eso, nos mantuvimos en silencio hasta la llegada al hotel. No había podido contestar al mensaje de Daniel y en cuanto pude le mandé un mensaje diciéndole que había problemas y que le tendría al tanto.

“¿Podemos hablar?” pregunté a mi mujer. Me dijo que sí y le pedí que se sentara en una silla al lado de una mesa que teníamos en la habitación. “Quiero que veas a la persona con la que me gustaría que quedáramos”. Encendí el ordenador y me conecté a la página de contactos donde aparecía el perfil de Daniel. Ahí empecé a ganar la partida. No hubo ningún comentario despreciativo, únicamente dijo” ¡qué exageración!” cuando vio el pene en erección de Daniel. Pasé después a que leyera todos los correos que habíamos intercambiado. “¡¿Le has mandado fotos mías?!” le dije que sí y le enseñé las repuestas de Daniel: “me gusta mucho tu mujer. Las mujeres de su edad tienen una sabiduría que ya quisieran las jovencitas. Las mujeres maduras saben lo que quieren y cuando lo consiguen, disfrutan al máximo. Te lo digo por experiencia.” En otros correos me aconsejaba que hablara con mi mujer de mis intenciones pues no le parecía muy bien esconder esta posible cita. Mi mujer seguía leyendo los correos sin apenas hacer comentarios. Me parecía buena señal que no me hubiera mandado a freír espárragos. Le llamó la atención lo que le decía a Daniel en uno de los mensajes: que quisiera verla suplicar que Daniel la follara y que se entregara a él totalmente. Después de leerlo, me miró como si no me conociera. Terminó de leer todos los mensajes y le pedí que al menos consintiera en que cenáramos los tres juntos, quizás después tomar algo y punto final. Tardó unos segundos en responder y dijo: “de acuerdo. Sólo será cenar y una copa.” Rápidamente, cuando mi mujer se fue a duchar, puse a Daniel al corriente de todo lo que había pasado. Le pedí que fuera elegante y que no mostrara prisas, que intuía que algo podíamos conseguir.
Buen relato sigue
 
Capítulo 2.

Salió mi mujer de la ducha con una toalla rodeando su cuerpo. Me acerqué a ella por detrás y suavemente acaricié sus hombros dándole pequeños besos en su cuello. Ella sabía lo que quería, pero me dijo de una forma suave pero resolutiva que no siguiera que no teníamos mucho tiempo. No insistí pues no quería estropear lo que había conseguido hasta ese momento. Eran las ocho pasadas y habíamos quedado a las nueve en la entrada del hotel. Me metí en el cuarto de baño para arreglarme mientras ella se preparaba fuera.

Me llevé una alegría cuando salí del cuarto de baño y vi a mi mujer con uno de sus mejores y más bonitos conjuntos de sujetador y tanga negros. Encima de la cama tenía un vestido y una falda negra y un top. Me acerqué a ella otra vez por detrás y abrazándola le pregunté que qué se iba a poner. Se decidió por la falda y el top. Miramos el reloj y faltaban sólo quince minutos para nuestro encuentro. Nos pusimos algo nerviosos mientras terminábamos de arreglarnos. Le pedí que se diera una crema por sus brazos y piernas que hacía que su piel tuviera un brillo muy sugerente. Así hizo y antes de salir le dije que quería hacerle unas fotos porque estaba preciosa: su media melena rubia estupendamente peinada, su cara perfectamente maquillada con esos labios de rojo fuerte. La ropa le quedaba genial y los zapatos negros con tiras de leopardo de un tacón altísimo hacían de ella un bombón, el dulce más preciado que yo estaba preparando para otro.

Bajamos en el ascensor cuando eran ya las nueve y cuarto cogidos de la mano. Yo con el corazón desbocado ni miraba a mi mujer. Salimos del ascensor y buscamos con la mirada a Daniel en la recepción del hotel. Había un hombre solo sentado en un sillón que en cuanto nos vio se levantó y se dirigió hacia nosotros. Era él, era el hombre que había buscado para cumplir mi fantasía.

Nos saludamos y nos presentamos un poco nerviosamente nosotros y con aplomo él. En seguida miré a mi mujer para comprobar su reacción. La primera impresión había sido buena. Conozco bien a mi mujer y cuando está cerca de un hombre que le parece atractivo, los dulces gestos de su cara y su sonrisa la delatan.

Salimos del hotel y fuimos hasta el coche de Daniel. Mi mujer se sentó detrás. Seguramente no quería dar facilidades nada más conocernos. Aparcamos y fuimos a cenar a un restaurante pequeño pero muy bonito. Nos pudimos sentar en una mesa que tenía la suficiente intimidad para hablar con tranquilidad.

Daniel nos habló de su vida. Había estado casado, pero ahora llevaba más de cinco años separado. Conocía el ambiente de los intercambios de parejas pues a él y su mujer les gustaba el conocer sexualmente de mutuo acuerdo a otras parejas. Mi mujer le preguntó el porqué de su separación. Daniel contestó que su mujer quería tener un hijo y él no estaba por la labor. Además, tuvo que irse a trabajar a Francia durante dos años y se fue solo. No fue una separación traumática pues explicó a continuación que las circunstancias te alejan de las personas con las que convives.

Daniel estuvo alabando y poquito a poco seduciendo a mi mujer de una manera discreta pero encantadora y efectiva. Fue curioso que aprovecháramos los tres nuestras idas y venidas al aseo para preguntarnos cómo estaba la situación. La primera en levantarse fue mi mujer. Daniel y yo aprovechamos para primero alegrarnos de que la cena iba muy bien y diseñar la estrategia para el resto de la noche. Antes de que mi mujer regresara a la mesa le pregunté que como encontraba a mi mujer. Me contestó que físicamente la encontraba atractiva pero lo que más le gustaba era que veía en mi mujer a una mujer con carácter, decidida y muy inteligente. Se iba sintiendo cada vez más atraído por ella.
 
Capítulo 2.

Salió mi mujer de la ducha con una toalla rodeando su cuerpo. Me acerqué a ella por detrás y suavemente acaricié sus hombros dándole pequeños besos en su cuello. Ella sabía lo que quería, pero me dijo de una forma suave pero resolutiva que no siguiera que no teníamos mucho tiempo. No insistí pues no quería estropear lo que había conseguido hasta ese momento. Eran las ocho pasadas y habíamos quedado a las nueve en la entrada del hotel. Me metí en el cuarto de baño para arreglarme mientras ella se preparaba fuera.

Me llevé una alegría cuando salí del cuarto de baño y vi a mi mujer con uno de sus mejores y más bonitos conjuntos de sujetador y tanga negros. Encima de la cama tenía un vestido y una falda negra y un top. Me acerqué a ella otra vez por detrás y abrazándola le pregunté que qué se iba a poner. Se decidió por la falda y el top. Miramos el reloj y faltaban sólo quince minutos para nuestro encuentro. Nos pusimos algo nerviosos mientras terminábamos de arreglarnos. Le pedí que se diera una crema por sus brazos y piernas que hacía que su piel tuviera un brillo muy sugerente. Así hizo y antes de salir le dije que quería hacerle unas fotos porque estaba preciosa: su media melena rubia estupendamente peinada, su cara perfectamente maquillada con esos labios de rojo fuerte. La ropa le quedaba genial y los zapatos negros con tiras de leopardo de un tacón altísimo hacían de ella un bombón, el dulce más preciado que yo estaba preparando para otro.

Bajamos en el ascensor cuando eran ya las nueve y cuarto cogidos de la mano. Yo con el corazón desbocado ni miraba a mi mujer. Salimos del ascensor y buscamos con la mirada a Daniel en la recepción del hotel. Había un hombre solo sentado en un sillón que en cuanto nos vio se levantó y se dirigió hacia nosotros. Era él, era el hombre que había buscado para cumplir mi fantasía.

Nos saludamos y nos presentamos un poco nerviosamente nosotros y con aplomo él. En seguida miré a mi mujer para comprobar su reacción. La primera impresión había sido buena. Conozco bien a mi mujer y cuando está cerca de un hombre que le parece atractivo, los dulces gestos de su cara y su sonrisa la delatan.

Salimos del hotel y fuimos hasta el coche de Daniel. Mi mujer se sentó detrás. Seguramente no quería dar facilidades nada más conocernos. Aparcamos y fuimos a cenar a un restaurante pequeño pero muy bonito. Nos pudimos sentar en una mesa que tenía la suficiente intimidad para hablar con tranquilidad.

Daniel nos habló de su vida. Había estado casado, pero ahora llevaba más de cinco años separado. Conocía el ambiente de los intercambios de parejas pues a él y su mujer les gustaba el conocer sexualmente de mutuo acuerdo a otras parejas. Mi mujer le preguntó el porqué de su separación. Daniel contestó que su mujer quería tener un hijo y él no estaba por la labor. Además, tuvo que irse a trabajar a Francia durante dos años y se fue solo. No fue una separación traumática pues explicó a continuación que las circunstancias te alejan de las personas con las que convives.

Daniel estuvo alabando y poquito a poco seduciendo a mi mujer de una manera discreta pero encantadora y efectiva. Fue curioso que aprovecháramos los tres nuestras idas y venidas al aseo para preguntarnos cómo estaba la situación. La primera en levantarse fue mi mujer. Daniel y yo aprovechamos para primero alegrarnos de que la cena iba muy bien y diseñar la estrategia para el resto de la noche. Antes de que mi mujer regresara a la mesa le pregunté que como encontraba a mi mujer. Me contestó que físicamente la encontraba atractiva pero lo que más le gustaba era que veía en mi mujer a una mujer con carácter, decidida y muy inteligente. Se iba sintiendo cada vez más atraído por ella.
Fantastica interpretacion
 
Capítulo 3.

Decidimos que Daniel fuera a continuación al aseo para tantear yo a mi mujer. Acordamos que a su vuelta del aseo si yo sonreía, era buena señal. Y así fue, Daniel se levantó para ir al aseo y yo le pregunté a mi mujer: “¿Cómo estás?, ¿cómo va todo?” Me respondió que bien y a continuación le pedí su opinión sobre Daniel. “Pues está bastante bien y sabe lo que se hace. No has elegido mal” me contestó. “Solo haremos lo que tú quieras hacer, tú mandas” le dije. “Ya veremos. No es fácil de asimilar todo lo que has preparado a mis espaldas”, me dijo en tono de reproche.

En ese momento apareció Daniel al cual sonreí levemente. Pasamos a hablar de cuestiones intrascendentes de una manera agradable. Procurábamos que no faltara vino en la copa de mi mujer; me interesaba que bebiera hasta conseguir un estado relajado en el que sus defensas, sus reticencias se esfumaran.

Me tocó el turno a mí de ir al aseo. Me demoré más de lo que es habitual para dar tiempo a Daniel a lanzar un ataque y comprobar las posibilidades de acostarse esa noche con mi mujer. Me lavé las manos tranquilamente, me sequé sin ninguna prisa, me miré al espejo y cuando creí que había pasado el tiempo oportuno, salí para dirigirme a la mesa. Me llamó la atención un rápido movimiento de la mano izquierda de mi mujer como si la retirase de la cercanía de Daniel. Cuando llegué a la mesa, me los encontré en silencio y les pregunté si todo iba bien. Me dijeron que sí y eso me alegró y me provocó cierta excitación.

Terminada la cena, Daniel nos propuso ir a un bar de copas, una especie de discoteca donde suele ir gente de nuestra edad a tomar algo, bailar ligar o lo que surja. Nos pudimos sentar en una mesa cerca de la pista de baile y después de pedir nuestras consumiciones, estuvimos un rato mirando a la gente que estaba en la pista de baile: había parejas que bailaban muy sensualmente al son de música de salsa. Hice una casi imperceptible seña a Daniel para que sacara a mi mujer a bailar. Dicho y hecho. Cogió su mano y se fueron a bailar. Daniel bailaba bien ese tipo de música y conseguía llevar muy bien a mi mujer haciendo que se sintiera muy cómoda por las sonrisas y a veces risas que podía ver en sus caras. A esto se añadía la cantidad de alcohol ingerida que hacía que ella estuviera más relajada. Los mejores momentos fueron cuando con la excusa de algún movimiento, Daniel conseguía tener a mi mujer pegada a él. Yo ya estaba disfrutando de cada segundo, creyendo que mi sueño estaba cercano a cumplirse. Estaba muy excitado y a la vez nervioso viendo cómo se desarrollaba todo. Y creí que la suerte me acompañaba del todo cuando estando ellos todavía en la pista bailando, cambiaron a una música más lenta perfecta para bailar pegados. Mi mujer dudó un instante si seguir bailando o volver a la mesa, pero Daniel la atrajo hacia sí con firmeza y empezaron a bailar agarrados. A bailar y a hablar. Me imaginaba que eran dulces, suaves palabras por parte de él intentando convencerla de acostarse juntos. Ella daba la impresión de que estaba muy a gusto pues dejaba que las manos de Daniel acariciaran su espalda. Hubo un momento en el Daniel empezó a acariciar con su mano la mejilla de mi mujer mientras se miraban. En ese preciso momento se lanzó a besarla: un beso corto, dulce que la dejara con ganas de más. Empezaron tímidamente a besarse hasta que sus bocas se fundieron en un largo y apasionado beso. Tuve una erección tremenda y mi corazón estaba que se me salía pensando que, si en ese momento estaba disfrutando, más tarde sería increíble lo que vería y sentiría.

Pero de repente, mi mujer cortó en seco ese beso y decidió volver a la mesa. Me extrañó y alarmó su reacción. Cuando se sentaron a mi lado, le pregunté si se encontraba bien y me respondió con cierto nerviosismo que estaba cansada del largo viaje y que quería regresar al hotel para descansar. Amablemente le dije que haríamos lo que ella quisiera buscando con la mirada el acuerdo con Daniel. Por dentro, me invadía cierta decepción. Estaba disfrutando mucho viendo como ella era seducida.

Daniel nos acercó al hotel y por el camino nos preguntó que qué íbamos a hacer al día siguiente. Le dijimos que queríamos visitar la ciudad. Se ofreció para llevarnos a los que él consideraba los mejores sitios de la ciudad y pregunté a mi mujer que qué le parecía el plan: “por mí, perfecto” respondió escuetamente. Llegamos al hotel y nos despedimos hasta el día siguiente. En el ascensor cogí su mano y le comenté lo atractiva que estaba. Sonrió, pero no dijo nada. Pensé que estaba hecha un mar de dudas. Mientras nos preparábamos para dormir, apenas dijimos nada; quería saber lo que sentía mi mujer sobre lo que había ocurrido esa noche, pero noté que no estaba muy comunicativa y no forcé la situación. Nos acostamos, la abracé y así nos quedamos dormidos.
 
Un relato con mucho morbo y que te engancha, a la espera del siguiente capitulo.
 
Me gusta como lo escribes. Continúa por favor
 
Capítulo 4.

Nos despertamos relativamente pronto y estando en la cama le pregunté: “¿Cómo te sentiste anoche?” Me contestó que hubo momentos que estaba encantada de ver cómo un hombre tan atractivo estaba seduciéndola. Me dijo que se había dado cuenta de cómo tratábamos de emborracharla un poco para no oponer resistencia. “¿Y en la disco? ¿Parecías estar muy a gusto? Os distéis un beso tremendo. No sabes cómo me puse. Estabas preciosa” y mientras yo decía esto, tuve una erección mañanera tremenda. “No te voy a negar que también yo estaba excitada cuando nos estábamos besando” reconoció mi mujer. “Pero iba todo muy deprisa y no estaba segura”. Mientras ella hablaba, empecé a besar sus pezones y a recorrer su barriguita con mi boca y mi lengua. Acaricié su sexo y noté que se humedecía rápidamente. No esperé ni un segundo y empecé a lamer esos labios y ese clítoris que me vuelven loco. Estaba muy excitada, mi lengua penetraba en su vagina y recogía sus fluidos. Eso algo que me encanta hacerle. Varias pasadas más con mi lengua y se corrió entre pequeños gritos y espasmos. Me incorporé y me puse de rodillas entre sus piernas con mi pene a punto de estallar. Sin ningún temor le dije: “quiero verte follar con Daniel, quiero ver cómo disfrutas de una buena polla, quiero que te sientas la mujer más sensual, más viciosa que jamás haya visto y que tú lo sientas también”. Todo esto lo decía mientras la penetraba fuertemente. En su cara no percibí ningún reproche a mis palabras, es más, sus manos me apretaban con fuerza mi culo para que la penetración fuera más intensa. Poco después me corrí de manera ruidosa. Me separé de ella y le pasé unos pañuelos para que se limpiara. Mientras lo hacía, me dijo: “si llegas a aguantar un poco más, me corro otra vez”. “Bueno, mejor que no te hayas corrido otra vez. Así te quedas con ganas …” Sonreí y dejé la frase abierta para una buena entendedora como es ella.

Nos levantamos y nos arreglamos para salir. Ella eligió un conjunto de sujetador y tanga de color rosa que le sentaba de maravilla. “Buena señal” pensé. También, una falda corta vaquera, una camiseta blanca de tirantes muy ajustada que le hacía un escote sabrosísimo y zapato plano, pues sería un día de andar mucho. La miraba extasiado y le comenté lo preciosa que me parecía. Con esa ropa tan sugerente, con ese maquillaje tan favorecedor y esos labios tan bonitos de rosa me hubiera lanzado a por ella como un tigre a por su presa. Una vez desayunados, estuvimos esperando a Daniel en la entrada del hotel durante unos minutos. Hice varias fotos de mi mujer para tenerlas de recuerdo porque pensaba que ese iba a ser el día que yo esperaba.

Nos recogió Daniel a las once y cuarto y cuando vio a mi mujer, la saludó con dos besos y cogiéndola de las manos, alabó lo guapa y atractiva que estaba esa mañana. “¡Qué pelota y adulador eres!” le dijo mi mujer sonriendo agradecida por los comentarios de él. Se sentó a su lado y yo detrás. “Buena señal” me dije. La conversación era agradable y en algunos momentos insinuante en una calurosa mañana del verano de Barcelona.

Daniel nos llevó a recorrer las casas modernistas que entusiasmaron a mi mujer. Gracias a un conocido suyo pudimos visitar una de ellas. Visita que nos impresionó por su belleza. Visitamos el barrio del Born y la Basílica de Santa María del Mar. Allí nos unimos a un grupo de turistas pendientes de la explicación de su guía. En ese momento ocurrió algo que llamó la atención. Yo estaba unos metros alejado de ellos dos y pude ver cómo Daniel susurraba algo en el oído de mi mujer al tiempo que ponía sus manos en su cintura. Ella sonrió al oír a Daniel e instintivamente puso sus manos sobre las de él. “¡Qué receptiva está!” no sólo ella, mi miembro también.

Llegada la hora de comer, buscamos un sitio para refugiarnos del calor. Elegimos un bar de tapas del Mercado de la Boquería. Allí sucedió algo que, ahora en este momento que estoy esperando sentado en esta terraza la llamada de mi mujer, comprendo. Les dejé solos para ir al aseo casi al término de nuestra comida y calculo que ese fue el momento en el que decidieron cuándo iban a follar.

A mí me lo dijeron camino del hotel. Intenté convencer a mi mujer pues Daniel no tenía ningún problema en que estuviera presente. Ella dijo que no, que se haría a su manera o no se haría nada. Yo pedí por lo menos que lo grabaran. “Bueno, ya veremos” contestó mi mujer.
 
Capítulo 5.


Y aquí estoy, les dejé sobre las cuatro y media, son las ocho y estoy que me consumo ante la falta de noticias. “¿Tantas horas follando?” ¿Lo habrán grabado? ¿Por qué no me llama ya? Quedamos en que ella me mandaría un mensaje para regresar al hotel. Cerca de las ocho y media recibo un wasap para regresar. Intenté recorrer los 500 metros que me separaban del hotel de manera tranquila, pero me fue imposible. En el ascensor, subía con los latidos de mi corazón como música de fondo y pensando qué me encontraría. Llamé a la puerta de la habitación. Me abrió mi mujer la puerta, estaba sola y estaba con su ropa interior puesta. “Hola, ¿cómo ha ido todo?” ¿Cómo estás?” La verdad es que tenía una cara preciosa y resplandeciente. “Estás preciosa” y dicho esto me acerqué a darle un beso y a abrazarla, pero se resistió suavemente a mi intento de acercamiento. Busqué con la mirada dónde estaba la cámara. Tenía una erección considerable y estaba deseando ver cómo habían follado. “¿Dónde está Daniel?” pregunté. “Se fue hace un rato.” ¡Ah! Por cierto, no hemos grabado nada, ya sabes que a mí no me gusta. “Ya” dije con total decepción. “Y … ¿Me puedes contar algo?” pregunté con dudando. “Mejor más tarde, vamos a arreglarnos que tengo ganas de cenar.”

Y así hicimos. Mientras nos preparábamos envié un mensaje a Daniel para que me pusiera al corriente de lo que había pasado. Su respuesta fue así: “Ha ido estupendamente, tienes una mujer que es una delicia ¡cómo se lo pasa y te lo hace pasar! ¡Lástima que viváis tan lejos!” Le pedí que me escribiera un email con todos los detalles de la tarde que habían pasado juntos. Quería saborear de alguna manera el haber logrado cumplir mi fantasía. Le rogué que no tardara en hacerlo pues estaba todo muy reciente. “Ok, me pongo manos a la obra.”

Salimos a cenar en nuestra última noche en Barcelona. Mi mujer llevaba un vestido estampado de color naranja con unos tacones de madera de Carolina Boix. Seguía viéndola espléndida pero distante. No anduvimos mucho pues no le apetecía recorrer mucho camino. Encontramos una placita con un bonito bar de tapas. Estuvimos eligiendo qué íbamos a cenar y hablando de lo que había pasado por la tarde. “Bueno, ¿qué tal la experiencia?” pregunté con una sonrisa tranquilizadora. Estaba deseando que hablara. “Pues … Bien, bastante bien aunque me siento muy rara. Temo que algo cambie entre nosotros.” “Sí, cambiar sí que va a cambiar algo entre nosotros, claro que sí” respondí y seguí hablando: “pero para hacer que estemos más unidos porque has hecho algo que estaba deseando que hicieras y ese paso que has dado te lo agradeceré siempre” terminé la frase cogiendo su mano derecha y mirándola fijamente a los ojos. Me fue difícil profundizar más en el tema porque nos sentíamos cohibidos ante la presencia de los camareros y la cercanía de algunas mesas

Salimos del restaurante y la rodeé con mi brazo y le di un beso en la mejilla. Mirándola le dije: “¡Qué bonita eres y lo feliz que me haces!” Le decía la verdad y con eso quería que se relajase y que me contase, ya en el hotel, todos los detalles, minuto a minuto de su tarde con Daniel. Pero sabía muy bien que no lo conseguiría hasta que ella hubiese asimilado lo sucedido. Estaba cansada y ni siquiera le apeteció tomar una copa. En la habitación del hotel, nada más llegar, la abracé y besé suavemente sus labios. Al principio se dejaba hacer y mimosamente participaba, pero cuando notó mi erección, se separó de mí y me dijo: “Dame tiempo.” Sonreí aunque estaba bastante contrariado. Preparamos el equipaje y ella se acostó quedándose dormida en seguida. Me fui a cuarto de baño y me masturbé. Necesitaba liberar toda la excitación acumulada. Me acosté a su lado sin tocarla, no quería interrumpir su descanso.

El despertador sonó a las siete y media. Nos despertamos como si saliéramos del más profundo sueño, como si lo sucedido ayer fuera algo muy lejano. Cogimos el coche una hora más tarde y poco después de salir de Barcelona, mi mujer se durmió. Fui conduciendo sin prisas, mirando con frecuencia a mi mujer. Después de lo que había pasado ayer, me parecía una mujer más completa, más digna de admiración. Estuve reflexionando sobre lo ocurrido: recordando con gusto cómo Daniel la sedujo e imaginando cómo debió ser su encuentro. Estaba deseando que Daniel me enviara el mensaje contándome todo lo ocurrido. Hicimos sólo una parada. A partir de ese momento, fue mi mujer la que condujo y yo el que dormía.

Llegamos para comer. Durante el resto del día, mi mujer estuvo muy poco comunicativa. Sí que hablábamos de cuestiones domésticas, pero no veía la ocasión de volver al tema. Tenía darle tiempo, no debía agobiarla y me comporté muy cariñoso con ella.

Así pasaron dos días y cuando ya creía que Daniel se había olvidado de mi petición, recibí un email suyo con un documento adjunto a las diez de la mañana. Qué alegría me dio. Me pasé todo el día buscando el momento para leerlo con tranquilidad. Ese momento llegó a la una de la madrugada cuando todo el mundo estaba acostado. Puse el ordenador en la mesa, lo encendí, abrí el correo y el mensaje y esto es lo que leí:
 
Buff. Ella está rara espero que no se complique vuestro matrimonio. Porque estas cosas en mi opinión, son peligrosas y ella puede sentir algo por el otro. Espero que no.
 
Buff. Ella está rara espero que no se complique vuestro matrimonio. Porque estas cosas en mi opinión, son peligrosas y ella puede sentir algo por el otro. Espero que no.
Es la primera vez , sensaciones de culpabilidad, vergüenza, estado raro hasta que pasen unos días, después, si ella quedó satisfecha y la gusto se repetirá sin dudas.
 
Lo cuentas muy bien, además de dar ansiedad esperando que cuente. Felicidades
 
Que morbo este relato.
Algunos definitivamente sufriendo parecen gozar más.
Vivencia o relato?.
A ella se le ve muy consternada y confundida, espero no decepcionada de lo que tienen.
Como sea, espero no se les escape de las manos.
Muchas veces el volverse realidad una fantasía no es agradable.
Terminamos quedando solos viviendo esta fantasía viendo como la realidad se lleva todo lo que amamos.
 
Gracias por vuestros comentarios.

Capítulo 6.

“Sentí mucho que no pudieras estar con nosotros. Después de haberlo preparado todo y vencer las dificultades que te surgieron, fue una putada que no estuvieras allí. Aunque te digo una cosa, hubo momentos en los que me alegré de estar solos tu mujer y yo. Era tal la intensidad del polvo que no quería distracciones.

Te cuento: entramos en la habitación después de que en el ascensor estuviéramos besándonos. Tu mujer fue al aseo y yo aproveché para desnudarme y quedarme sólo con el calzoncillo puesto. Salió del aseo con los labios pintados y me pidió dejar la habitación en penumbra. Con tan poca luz, no se habría grabado nada. Me levanté de la cama y nos besamos otra vez. Los besos siguieron por su cuello. Notaba su excitación en los suspiros que soltaba. Fui desnudándola hasta dejarla sólo con el tanga puesto. Me senté en la cama y mi boca se hizo dueña de sus pezones. ¡Cómo le gustaba, cómo apretaba mi cabeza contra sus tetas! Le pedí que se tumbara y le quité el tanga. Seguí besando su cuerpo hasta llegar a su coño. Estaba ardiendo. Comencé a pasar por él suavemente la punta de mi lengua y noté cómo se estremecía. Cogió mi cabeza para pegar más mi boca y mi lengua a su sexo. Apenas me movía, era su pelvis la que hacía todo el trabajo. Cuando estaba a punto de correrse, me separó de ella y me dijo que quería ver lo que guardaba dentro del calzoncillo. Me incorporé poniéndome de rodillas en la cama y le dije que me lo quitara. Fue bajando el calzoncillo y de repente mi polla salió como un resorte: estaba muy excitado. Pude ver la cara de sorpresa en su cara al decir “¡Dios, qué grande y qué bonita está!”. Empezó a masajearme comprobando el tamaño y pasó a acariciarme los huevos. Acercó su boca y se introdujo mi glande. Lo chupaba como si fuera un caramelo, la muy golosa. Noté que le costaba introducir más mi polla en su boca y lo que hizo me encantó: siguió chupando mi glande y empezó a acariciarme con sus uñas el resto de mi polla. Eso provocó que estuviera a punto de correrme y tuve que decirle que parara. Le dije” ¡Qué mala eres, ahora te voy a follar como nunca te han follado!”

Sin decir nada y sonriendo voluptuosamente, se tumbó boca arriba esperando lo que le había prometido. Lástima que me tuviera que poner un condón porque me habría gustado correrme bien dentro de ella. Después de ponérmelo, me pidió que frotara mi polla con su coño. Me puse de rodillas entre sus piernas abiertas y acerqué mi miembro a la entrada de su vagina y empecé a deslizarlo sobre sus húmedos labios. Puso sus pies en mi pecho para sentir mayor placer, sobre todo cuando subía hasta su clítoris. Poco después, introduje parte de mi polla en su vagina y me quedé quieto mientras ella, después de la sorpresa inicial, iba acostumbrándose al grosor de mi miembro. Fui entrando y saliendo suavemente, pero me dijo que notaba un poco de dolor. Le propuse que se pusiera encima de mí.

“No sé cómo va a entrarme” me digo mientras cambiábamos de posición. Le dije que esperara un poco pues saqué del bolsillo de mi pantalón un sobrecito de un gel lubricante que apliqué por encima del condón. Me tumbé y ella se puso encima y empezó a frotarse otra vez. ¡Qué gusto sentíamos los dos! Paró de frotarse cogió mi polla y se la fue introduciendo poco a poco. ¡Tenías que haber visto su cara! Resoplaba según iba notando cómo se encajaba dentro de ella. Puse mis manos en su culo para llevar el movimiento de sus nalgas arriba y abajo y al mismo tiempo empecé a chupar sus pezones. Tu mujer estaba que se derretía, con la mirada perdida, la boca abierta y disfrutando a tope. “¡Cómo me llena!” dijo cuando la penetración ya era completa. “Disfruta, es toda para ti” le dije. Desatada con una cara de vicio tremenda, le dio por mover sus caderas de atrás hacia adelante, ¡cómo tiraba! Me puso a punto de correrme.

Seguimos follando con ese endiablado ritmo cuando decidió levantar su cuerpo para pedirme que le cogiera bien fuerte las tetas. A partir de ahí, aceleró el ritmo y pensé que no tardaría mucho en correrse. Y así fue, pero no sólo ella, yo también me corrí al ver la intensidad de su orgasmo. ¡Cómo gritaba! Parecía estar poseída. Cayó agotada sobre mí y mientras nos recuperábamos, estuve acariciando su espalda. Se levantó y se tumbó a mi lado. Me quité el condón y me limpié. Suelo tener bastante aguante, pero tu mujer consiguió que me corriera bien pronto.

Estuvimos hablando de lo bien que nos lo habíamos pasado y nos quedamos un ratito dormidos. Me desperté un poco antes que ella y noté que me estaba recuperando del primer polvo y quería más. Quería un polvo más largo que el primero. Acaricié a tu mujer para que se fuera despertando y una vez que abrió los ojos, comencé a besarla suavemente y ella respondía a lo que le hacía. Bajé mi mano derecha hasta su clítoris para masturbarla. Notaba su excitación porque después de esas caricias, empezó a comerme la boca con verdadera pasión, introduciendo algunos de sus dedos en mi boca. Cambió de posición y pasó a jugar con mi polla: la besaba, lamía la parte más sensible e intentaba metérsela lo más posible en su boca. Eso me dio una idea. Quería dominarla, someterla, que se rindiera ante mí. En el primer polvo, ella había llevado las riendas; ahora me tocaba a mí.

Le dije con voz autoritaria que se pusiera a cuatro patas, lo cual hizo sin poner ningún problema. Me puse otro condón y llevé mi polla a la entrada de su vagina. La penetré con fuerza, hasta el fondo y así inicié un mete y saca, no salvaje, pero sí duro mientras mis manos sujetaban su cadera. Oía sus gemidos amortiguados por la almohada. Llevé mi mano derecha hasta su clítoris para masajearlo sin dejar de follarla. Al notar mis dedos en su clítoris, contrajo su vagina como si quisiera retenerme dentro de ella. Le pregunté “¿Te gusta que te folle así?” y ella sólo decía “sí, sí, sí así” de manera entrecortada.

Unos diez minutos después, cambiamos de posición. Nos levantamos de la cama y me senté en la silla que había en frente del espejo de la habitación. Quería que se viera follando conmigo ya que tú no la ibas a ver. Se sentó encima de mí, dándome la espalda para poder verse en el espejo. Empezó a subir y bajar sobre mi polla mientras le cogía con fuerza sus tetas y pellizcaba sus pezones. Le decía lo hermosa que estaba follando conmigo y que hubiera sido una pena que se lo hubiera perdido. “Estoy a punto de correrme” me dijo. A mí también me faltaba poco. “Vamos a la cama” ordené. Se tumbó boca arriba y me puse entre sus piernas. Estaba preciosa, puro vicio. En ese momento quise que se rindiera ante mí definitivamente: “¿Quieres que te folle bien fuerte?” “Sí, por favor” respondió. “¿Por qué quieres que te folle?” “Porque me gusta” “Si vivieras aquí, ¿Quién te iba a follar, dime? “Tú, sólo tú, pero métemela ya, por favor” suplicó. La penetré con fuerza y fundimos nuestras bocas en un beso increíble. Ella enroscó sus piernas en las mías y apretó sus uñas sobre mi culo para que la penetrara lo más profundo posible. No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando noté que ella empezaba a correrse, aceleré el ritmo para corrernos al mismo tiempo. Y lo conseguimos. Me faltan palabras para describir el momento. ¡Cómo se retorcía y gritaba tu mujer! Me quedé un rato dentro de ella mientras recuperábamos la respiración. Nos miramos extasiados pensando en lo que habíamos disfrutado. Me separé de ella y me tumbé a su lado. Estuvimos descansando como un cuarto de hora y le propuse ducharnos juntos.

Nos metimos en la ducha y empezamos a enjabonarnos y lo que comenzó siendo una ducha normal, se convirtió en un juego. Nos enjabonamos mutuamente pasando nuestras manos por todo nuestro cuerpo. Ella con las manos llenas de gel, cogió mi polla y la masajeó a conciencia. Comprobó cómo me estaba recuperando y comentó: “¡Vaya, cómo estás otra vez! ¡Yo ya no puedo más! Sin decirle nada, sólo viendo la cara que puse, se arrodilló, limpió de gel mi miembro y empezó a hacerme una mamada estupenda. Cogía su cabeza para marcar el ritmo y ella puso las manos en mi culo. Uno de sus dedos jugueteaba con mi ano intentando entrar, lo cual me excitaba aún más. Pasados unos dos minutos le dije que quería correrme en su boca y ella me pidió que la avisara cuando fuera a suceder. Así hice, me corrí parte en su boca y parte en sus tetas. Las piernas me temblaban, no me caí de milagro. Vi cómo escupía el semen de su boca y cogía mi polla para restregarla en sus tetas. “¿Te ha gustado?” me preguntó sonriendo. “Mucho, mucho, mucho” dije mientras me recuperaba. “Eres impresionante, has estado maravillosa”. Terminamos de ducharnos, me vestí y despedí de ella con largo beso. Hasta aquí todo lo que querías saber.”

A las tres de la madrugada apagué el ordenador después de haber leído varias veces el mensaje. Tuve tales momentos de excitación que en uno de ellos me masturbé para poder tranquilizarme.
 
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