¿Un hombre con suerte?

Triaguerio

Nuevo miembro
Desde
9 Jul 2023
Mensajes
3
Reputación
26
Siempre tuve una relación especial con Clara. No es algo que se haya dado de golpe, fue creciendo con los años. Nos conocimos de niños, de esos que todavía pasaban las tardes jugando en el parque. Desde entonces, no hubo un solo momento en que no estuviéramos en contacto. Crecimos juntos, literalmente. Y eso, quieras o no, crea una conexión que no se rompe fácil.

Con Clara siempre hablamos de todo, incluso de sexo. Desde adolescentes nos contábamos lo que nos pasaba, lo que imaginábamos, lo que nos daba curiosidad. Nunca hubo filtros entre nosotros, ni vergüenza. Éramos demasiado cómplices para eso. Creo que por eso nunca me pareció raro cuando hablábamos sin pudor de cosas que otros amigos ni se animaban a mencionar. Había una confianza que nos permitía jugar en esa línea sin que se rompiera nada. O al menos, eso creía yo.

Clara es morena, piel suave, con ese brillo dorado de quien siempre vive un poco al sol. Mide más o menos 1.70, tiene curvas marcadas, caderas anchas, de esas que no pasan desapercibidas pero que en ella se ven naturales, cómodas. No está delgada, no está gorda. Tiene algo en la forma de caminar, de moverse, que siempre atrajo las miradas de todos los hombres. Aunque durante mucho tiempo no quise darle demasiada importancia.

Yo soy algo más alto, 1.75, peso unos 70 kg, entreno seguido, juego al fútbol y salgo a correr cuando puedo. Nos reímos de eso también, porque a veces Clara me decía que estaba "muy bien", como si me evaluara, pero siempre en ese tono juguetón que ya era parte de nuestra dinámica.

Eso sí, nunca pasó nada entre nosotros. Nunca dimos un paso fuera de esa zona segura en la que vivíamos desde siempre. Éramos como hermanos, y aunque suene raro decirlo, ese vínculo tenía algo de sagrado. Como si romperlo pudiera arruinar algo demasiado valioso. A veces me preguntaba si ella lo pensaba igual, pero nunca se lo pregunté en voz alta.

Clara siempre fue muy libre con su sexualidad. Cuando perdió la virginidad, me lo contó al día siguiente. Con lujo de detalles, sin filtros. Cómo había sido, qué había sentido, lo que le gustó, lo que no. Me acuerdo que hablaba como si me estuviera contando una anécdota cualquiera, pero también sé que me lo contaba a mí porque confiaba. Yo era su espacio seguro.

Tenía cierta fama en el grupo, incluso fuera de él. Algunos la llamaban “ligera”, otros lo decían con menos elegancia. Pero la verdad es que simplemente le gustaba el sexo, y lo vivía sin culpa. Nunca lo escondía. Y ya sabemos cómo es la sociedad con las mujeres que se atreven a vivirlo así: las etiquetan rápido, les ponen nombres feos, las juzgan como si su cuerpo fuera propiedad pública. A mí eso siempre me molestó. No porque fuera mi amiga, sino porque era injusto. Solo era honesta con lo que quería, y lo decía sin rodeos y aunque yo escuchaba todo a veces, no podía evitar imaginarme en lugar de los otros. Era una línea difícil de no cruzar.

El verano de nuestros 18 nos lo pasamos de plan en plan, y esta historia comienza en un festival muy conocido de nuestra zona. Fuimos en un grupo bastante mezclado, algunos amigos de siempre, otros conocidos más recientes. Habíamos montado las tiendas en la zona de acampada a la playa, a una media hora caminando del recinto donde se hacían los conciertos.

La rutina era simple, intentar dormir por la mañana,visita a la playa por la tarde, y cuando empezaba a caer la noche nos íbamos hacia los conciertos, todo eso acompañado constantemente de cerveza tibia, cuerpos sudados y el tipo de energía que solo se da en ese tipo de festivales.

Cuando los conciertos terminaban, volvíamos medio arrastrándonos al camping, con las piernas reventadas, de tantas horas de pie y saltando con los únicos víveres siendo un pizza o una hamburguesa de algún puesto y mucha cerveza. Yo compartía una pequeña tienda con Clara, pero en el estado en el que llegábamos poco podíamos hacer más allá de caer rendidos y dormir.

La última noche del festival, sobre las 5 de la mañana solo quedábamos cuatro de nuestro grupo en pie volviendo por ese camino de tierra que llevaba hasta las tiendas. Clara, Sofia, Manu y yo.

Sofi era chiquita, no llegaría al metro sesenta, con el pelo rizado y siempre riendose, la mayoría de las veces fruto de su propia torpeza, es ese tipo de persona que a todo el mundo le cae bien. Tenía un cuerpo bastante normal, a excepción de su pecho, que destacaba aún más al ir siempre con camisetas de tirantes y sin sujetador. Nos habíamos liado esa noche, casi sin pensarlo, en medio de la música y el descontrol. Nada serio, pero ahí estábamos, pensando ambos en cómo rematar la noche al no tener una tienda para nosotros solos.

Manu era compañero del equipo de fútbol, de esos con los que no hablas todos los días pero con los que siempre hay buen rollo. Alto, tirando al metro ochenta y pico, con pinta de no esforzarse mucho pero que igual le sale todo bien. Pelo corto, barba de algunos días, una actitud relajada que le hacía ganar puntos sin decir demasiado. Yo Llevaba un rato tanteando la situación a ver si se daba algo con Clara. De esa manera yo tendría la tienda libre para mi y Sofía. A veces parecía que sí, pero tampoco había una química muy evidente

Todo el camino nos lo pasamos en medio de una marea humana que iba desde el palco de los conciertos hacia el camping de la playa cantando cosas de lo más absurdas, pero que amenizaban la caminata. Al llegar a nuestro campamento, Clara se quedo mirandonos fijamente y soltó:

-Oye, y si nos vamos a la playa y tomamos la última?
 
Nunca me ha dado por escribir, pero puestos a rememorar unos años atrás. Me ha apetecido contaros mi historia ya que me considero un hombre con suerte. Iré escribiendo esta anécdota con lo que me acuerdo, y si os interesa, continuaré.
 
La miramos los tres, medio zombis pero todavía con chispa en los ojos.

—¿Con qué? —preguntó Manu, levantando una ceja—. Nos queda media birra caliente y un litro de agua del tiempo.

—¿Y? —respondió Clara, encogiéndose de hombros.

Ya estaba girando hacia la playa sin esperar respuesta, y Sofía la siguió. Manu y yo nos miramos un segundo, como calculando nuestras posibilidades... y después fuimos tras ellas.

El camino hacia la playa era corto, apenas unos minutos entre la maleza y la arena fina. Desde lejos ya se escuchaban risas, tambores, alguna música electrónica reventando desde un altavoz pequeño pero incansable. Cuando llegamos, la escena era muy del estilo del festival: grupos sentados en círculos, algunos bailando, otros completamente tumbados sobre toallas o en la propia arena. Un par de personas desnudas corriendo hacia el agua, sin complejos. Fogatas mal hechas, olor a sal, a humo y a marihuana.

Clara se sacó los zapatos y empezó a caminar descalza sobre la orilla. Nosotros hicimos lo mismo, alejándonos un poco de la parte más ruidosa hasta encontrar un buen lugar, lo suficientemente apartado como para charlar sin que nos caiga un altavoz al lado o alguna persona pasada de sustancias, pero aún dentro del ambiente.

Nos sentamos en círculo. Las chicas a un lado, Manu enfrente. Clara sacó de la mochila una botella de algo que parecía ron con cola en una botella de agua mineral.

—Sorpresita —dijo, levantándola como si fuera un trofeo—. Rescatada del fondo de la mochila para situaciones extremas.

—Eres una genia —dije, riéndome, mientras Manu le daba un trago sin preguntar.

Después de unos minutos de charla sin rumbo, entre risas, recuerdos de los conciertos y alguna pulla, fue Clara quien lanzó la idea. El alcohol ya empezaba a notarse en los ojos entrecerrados, las carcajadas flojas y esa sensación de que el tiempo va más lento pero todo es más divertido.

—¿Jugamos a algo o qué? —dijo Clara, rompiendo un pequeño silencio.

—¿Tipo qué? —preguntó Manu, tirado hacia atrás, apoyado sobre los codos.

—Yo nunca —respondió Sofía con esa vocecita de quien ya lo ha propuesto muchas veces.

—Uff… —me reí—. El clásico que empieza con “yo nunca me he besado con alguien del grupo” y termina con dos desapareciendo.

—¿Y qué problema hay con eso? —soltó Clara, mirándome con una ceja levantada.

Nadie respondió. Solo empezamos.

Al principio fueron cosas suaves, casi infantiles. De las que no me acuerdo ni de la mitad.

—Yo nunca he copiado en un examen —dijo Sofía.

Manu, Clara y yo tomamos un trago.

—Yo nunca me he enamorado de un profe —tiró Clara, riéndose. Solo Sofía bebió, y nos echamos a reír todos.

—Yo nunca me he liado con alguien en una fiesta sin saber cómo se llamaba —dije yo, y Manu casi se atraganta con el trago.

Las preguntas se volvieron más personales a medida que el alcohol soltaba las lenguas.

—Yo nunca he fingido un orgasmo —dijo Clara, mirando a nadie y a todos a la vez.

Las dos chicas bebieron sin vergüenza, regalándose ambas una mirada resignada que tenía algo de complicidad…

—Yo nunca me he hecho una paja pensando en alguien del grupo —tiró Manu, con una sonrisa de medio lado.

Nadie bebió... al menos, no al instante. Todos lo miramos fijamente, y sin saber muy bien qué hacer. Fue Clara la que, muy lentamente, llevó la botella a sus labios. Sofía la siguió con una carcajada. Manu me miró y alzó una ceja. Yo sonreí, y también bebí. Manu, por no ser menos, acabó bebiendo.

Que bebieran… no era un detalle menor. Se referían al grupo allí presente. No a "algún amigo", ni a un rollo de otra ciudad, ni a un ex. A alguien de los que estábamos ahí, en ese círculo, a las cinco de la mañana, frente al mar. Y eso me dejó completamente descolocado.

Yo me había tocado pensando en Sofía un montón de veces, y Manu lo haría tantas o más que yo. Eso lo tenía clarísimo. Desde hacía tiempo me parecía sexy, divertida, provocadora. Esa noche habíamos acabado liándonos sin demasiado preámbulo, como algo que simplemente pasó. Pero que no me costaba nada volver a imaginar.

Clara también se me aparecía en la cabeza, sobre todo después de que me contara lo que hacía con otros. Y no eran descripciones inocentes. Me contaba detalles. Palabras exactas. Posturas, sonidos, lugares. Yo no podía evitar imaginármela. Y aunque cada vez me obligaba a cortar el pensamiento antes de que se descontrolara, cada vez era más difícil.

Pero… ¿ellas?

Sofía podía haber pensado en mí. En Manu. Quizá en los dos. No me extrañaría. Pero tampoco descartaba algo más. ¿Y si había pensado en Clara?

¿Y Clara?

Si se había tocado pensando en alguien del grupo… ¿quién?

¿En Manu?
Clara me contaba todo. Absolutamente todo. Incluso cosas que no necesitaba saber. Y nunca, jamás, me había mencionado que Manu le pareciera tan atractivo. Nunca una frase tipo “qué bueno está hoy Manu” o “le miré el culo”. Nada.

¿Entonces?

¿Se lo había guardado todo este tiempo? ¿Y por qué?

Si era capaz de contarme sin filtros cómo se la había follado un tipo en la playa o en el asiento trasero de un coche, ¿por qué no decirme algo tan simple como que Manu le atraía?

¿Y si no era Manu? ¿Y si había sido yo?

Ahí se me desordenó todo.

¿Y si ella estaba sintiendo lo mismo que yo últimamente? Esa tensión rara, ese cosquilleo cuando nos rozábamos sin querer. Las miradas largas que antes no existían. Las bromas que cada vez tenían menos filtro. ¿Y si no era solo yo quien estaba peleando por mantener esa línea entre amistad y algo más?

Y a la vez… ¿por qué no me lo habría dicho? Clara me decía todo.

¿Por qué eso no?

Continuará…
 
La miramos los tres, medio zombis pero todavía con chispa en los ojos.

—¿Con qué? —preguntó Manu, levantando una ceja—. Nos queda media birra caliente y un litro de agua del tiempo.

—¿Y? —respondió Clara, encogiéndose de hombros.

Ya estaba girando hacia la playa sin esperar respuesta, y Sofía la siguió. Manu y yo nos miramos un segundo, como calculando nuestras posibilidades... y después fuimos tras ellas.

El camino hacia la playa era corto, apenas unos minutos entre la maleza y la arena fina. Desde lejos ya se escuchaban risas, tambores, alguna música electrónica reventando desde un altavoz pequeño pero incansable. Cuando llegamos, la escena era muy del estilo del festival: grupos sentados en círculos, algunos bailando, otros completamente tumbados sobre toallas o en la propia arena. Un par de personas desnudas corriendo hacia el agua, sin complejos. Fogatas mal hechas, olor a sal, a humo y a marihuana.

Clara se sacó los zapatos y empezó a caminar descalza sobre la orilla. Nosotros hicimos lo mismo, alejándonos un poco de la parte más ruidosa hasta encontrar un buen lugar, lo suficientemente apartado como para charlar sin que nos caiga un altavoz al lado o alguna persona pasada de sustancias, pero aún dentro del ambiente.

Nos sentamos en círculo. Las chicas a un lado, Manu enfrente. Clara sacó de la mochila una botella de algo que parecía ron con cola en una botella de agua mineral.

—Sorpresita —dijo, levantándola como si fuera un trofeo—. Rescatada del fondo de la mochila para situaciones extremas.

—Eres una genia —dije, riéndome, mientras Manu le daba un trago sin preguntar.

Después de unos minutos de charla sin rumbo, entre risas, recuerdos de los conciertos y alguna pulla, fue Clara quien lanzó la idea. El alcohol ya empezaba a notarse en los ojos entrecerrados, las carcajadas flojas y esa sensación de que el tiempo va más lento pero todo es más divertido.

—¿Jugamos a algo o qué? —dijo Clara, rompiendo un pequeño silencio.

—¿Tipo qué? —preguntó Manu, tirado hacia atrás, apoyado sobre los codos.

—Yo nunca —respondió Sofía con esa vocecita de quien ya lo ha propuesto muchas veces.

—Uff… —me reí—. El clásico que empieza con “yo nunca me he besado con alguien del grupo” y termina con dos desapareciendo.

—¿Y qué problema hay con eso? —soltó Clara, mirándome con una ceja levantada.

Nadie respondió. Solo empezamos.

Al principio fueron cosas suaves, casi infantiles. De las que no me acuerdo ni de la mitad.

—Yo nunca he copiado en un examen —dijo Sofía.

Manu, Clara y yo tomamos un trago.

—Yo nunca me he enamorado de un profe —tiró Clara, riéndose. Solo Sofía bebió, y nos echamos a reír todos.

—Yo nunca me he liado con alguien en una fiesta sin saber cómo se llamaba —dije yo, y Manu casi se atraganta con el trago.

Las preguntas se volvieron más personales a medida que el alcohol soltaba las lenguas.

—Yo nunca he fingido un orgasmo —dijo Clara, mirando a nadie y a todos a la vez.

Las dos chicas bebieron sin vergüenza, regalándose ambas una mirada resignada que tenía algo de complicidad…

—Yo nunca me he hecho una paja pensando en alguien del grupo —tiró Manu, con una sonrisa de medio lado.

Nadie bebió... al menos, no al instante. Todos lo miramos fijamente, y sin saber muy bien qué hacer. Fue Clara la que, muy lentamente, llevó la botella a sus labios. Sofía la siguió con una carcajada. Manu me miró y alzó una ceja. Yo sonreí, y también bebí. Manu, por no ser menos, acabó bebiendo.

Que bebieran… no era un detalle menor. Se referían al grupo allí presente. No a "algún amigo", ni a un rollo de otra ciudad, ni a un ex. A alguien de los que estábamos ahí, en ese círculo, a las cinco de la mañana, frente al mar. Y eso me dejó completamente descolocado.

Yo me había tocado pensando en Sofía un montón de veces, y Manu lo haría tantas o más que yo. Eso lo tenía clarísimo. Desde hacía tiempo me parecía sexy, divertida, provocadora. Esa noche habíamos acabado liándonos sin demasiado preámbulo, como algo que simplemente pasó. Pero que no me costaba nada volver a imaginar.

Clara también se me aparecía en la cabeza, sobre todo después de que me contara lo que hacía con otros. Y no eran descripciones inocentes. Me contaba detalles. Palabras exactas. Posturas, sonidos, lugares. Yo no podía evitar imaginármela. Y aunque cada vez me obligaba a cortar el pensamiento antes de que se descontrolara, cada vez era más difícil.

Pero… ¿ellas?

Sofía podía haber pensado en mí. En Manu. Quizá en los dos. No me extrañaría. Pero tampoco descartaba algo más. ¿Y si había pensado en Clara?

¿Y Clara?

Si se había tocado pensando en alguien del grupo… ¿quién?

¿En Manu?
Clara me contaba todo. Absolutamente todo. Incluso cosas que no necesitaba saber. Y nunca, jamás, me había mencionado que Manu le pareciera tan atractivo. Nunca una frase tipo “qué bueno está hoy Manu” o “le miré el culo”. Nada.

¿Entonces?

¿Se lo había guardado todo este tiempo? ¿Y por qué?

Si era capaz de contarme sin filtros cómo se la había follado un tipo en la playa o en el asiento trasero de un coche, ¿por qué no decirme algo tan simple como que Manu le atraía?

¿Y si no era Manu? ¿Y si había sido yo?

Ahí se me desordenó todo.

¿Y si ella estaba sintiendo lo mismo que yo últimamente? Esa tensión rara, ese cosquilleo cuando nos rozábamos sin querer. Las miradas largas que antes no existían. Las bromas que cada vez tenían menos filtro. ¿Y si no era solo yo quien estaba peleando por mantener esa línea entre amistad y algo más?

Y a la vez… ¿por qué no me lo habría dicho? Clara me decía todo.

¿Por qué eso no?

Continuará…
Esperando la continuación.;);)(y)(y)
 
Atrapante.

Es extraño, hace poco empezó aquí una historia de dos amigos de infancia. Que casualidad.
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo