joselitoelgallo
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Capítulo 32: La historia de Natalia y su hija Yolanda (Parte 2):
- El lunes recibí una llamada de Natalia. Me dijo que Gloria no se encontraba bien, así que era mejor suspender la clase.
- Uf, un poco inquietante, ¿eh? – dije.
- ¡Bah! Para nada. Ya tenía a Yoli bien calada. Sabía que no iba a chivarse. Se resistiría un poco más pero… ya era mía. Como tú.
Era verdad. Yo había pasado por lo mismo tras la primera vez con Jesús. Comprendí que él SABÍA cómo íbamos a reaccionar.
- El miércoles me presenté como si nada en su casa. Natalia, sonriente como siempre, me condujo al salón para tomar un refresco y poco después, la silenciosa Yolanda se reunió con nosotros.
- ¿Y?
- Cuando vi sus exquisitos y enhiestos pezones marcándose en su camiseta, supe que la tarde iba a estar bien.
- Y sonreíste – dije sin pensar.
- Vaya si lo hice.
Justo en ese momento, Gloria gorgoteó medio ahogada. La miré, preocupada pues se veía claramente que no aguantaba más con la polla de Jesús embutida en la garganta. Dando arcadas, parecía estar a punto de echar la papilla en cualquier momento.
- Amo – le dije a Jesús apiadándome de ella – Creo que ya ha aprendido la lección. Por favor, te pido que la perdones. Estoy pasándolo muy bien con tus historias y no olvido que ha sido gracias a ella que me la has contado.
Jesús clavó su mirada en mí, haciendo que me encogiera un poco inquieta, pensando en si se habría molestado.
- ¿Qué te parece si te castigo a ti en su lugar? – me espetó inesperadamente.
Tragué saliva imaginándome cómo sería estar en el lugar de Gloria. Pero entonces la miré, llorando desconsolada, esforzándose por mantener la verga en su boca para complacer a su Amo. Y me apiadé.
- De acuerdo, Amo – castígame a mí en su lugar.
Inesperadamente, Jesús se inclinó hacia mí y me dio un tenue besito en los labios. Yo le miraba sorprendidísima, mientras él me contemplaba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Estoy muy contento contigo, perrita – me dijo – No es habitual entre mis putas el sacrificarse las unas por las otras. Creo que una chica como tú hará un gran bien en la estabilidad del grupo.
- Gra… gracias Amo – balbuceé.
- Zorra, da las gracias a Edurne. Ya has cumplido el castigo.
La pobre chica, con el rostro empapado de lágrimas, fue sacándose la verga de nuestro Amo muy despacio de la boca, tratando de controlar las arcadas. Por fortuna lo logró, aunque no pudo evitar que su saliva resbalara y empapara la entrepierna de Jesús.
Aparentando calma, usé mis propias sábanas para limpiar las babas de la joven y evitar el enfado del chico que, por suerte, no dijo nada. Como pudo, Gloria se las apañó para agradecerme el gesto.
- Gracias, Ama. Agradezco que haya liberado del castigo a esta humilde puta.
Me sorprendieron las palabras de Gloria. No sólo que me llamara Ama, sino la forma de expresarse. Aunque claro, como yo no había experimentado en mis carnes la disciplina de Jesús, no sabía muy bien cuales eran las formas apropiadas de comportamiento. Tomé nota.
- No te preocupes número seis – le dije muy seria – Espero que hayas aprendido la lección. Ahora ve a lavarte, estás que das asco.
Traté de aparentar dureza para que Jesús se sintiera orgulloso de mí, pero en el fondo, lo que pretendía era darle un respiro a la chica para que pudiera recuperarse. ¿O no era así? La verdad es que me gustaba darle órdenes a Gloria. Me acordé de cómo ella me había hecho comerle el coño el día anterior… y ahora podía ordenárselo yo…
- Y cuando vuelvas, tráenos 2 refrescos – le ordené mientras salía.
Cuando volvió, cinco minutos después, Jesús había reanudado su relato y esta vez era mi manita la que acariciaba con mimo el falo de nuestro Amo, sintiéndolo caliente y mojado por la saliva de la putilla.
- Ponte a los pies de la cama, puta. Y no quiero volver a oírte – le ordenó Jesús.
La pobre, visiblemente compungida, obedeció en silencio y, tras entregarnos los refrescos, se hizo un ovillo a los pies del colchón.
- Bueno, sigamos – dijo Jesús.
- Volviste a follarte a Yoli esa tarde – dije ayudándole a retomar el hilo.
- Esa y las siguientes. La puse de vuelta y media. Me la follé en la cama, en el baño, sobre su escritorio… Lo único que lamentaba era que no podía follármela en el resto de la casa, pues su madre, aunque se pasaba las tardes en la piscina, era un peligro… Así que decidí follármela también.
- Me lo imaginaba – asentí dándole un cariñoso apretón en la verga.
- Comprendí que si la hija, que tenía pinta de modosita, había resultado ser una golfa de cuidado, la madre, que ya tenía pinta de puta, debía ser sencillamente la ostia.
- ¿Y Yolanda no se resistió?
- A esas alturas la niña hacía todo lo que yo lo decía. Se había vuelto adicta a mi polla y prácticamente me suplicaba que me la tirara. Todos los días, mientras charlábamos con su madre antes de las clases, se la veía inquieta y nerviosa, deseando que terminásemos de hablar y subiéramos a su habitación.
- Entiendo.
- Bueno, aún tuvimos un pequeño conato de rebelión con ella, aunque lo superamos sin muchas dificultades.
- ¿A qué te refieres?
- Ya sabes. Cuando me cansé de darle por delante…
- Quisiste darle por detrás – completé la frase, comprendiendo perfectamente a qué se refería.
- A veces me sorprendo de por qué mujeres que han demostrado ser unas completas golfas, se solivianten tanto por una cosa tan sencilla.
- Porque duele – dije sin pensar – Además, es humillante…
- Ah, ¿te lo parece? – dijo él mirándome con curiosidad.
- Sí, Amo – le respondí muy seria alzando la cabeza para mirarle – Pero eso no quiere decir que no esté dispuesta si tú me lo pides.
- Estupendo perrita – dijo acariciándome la mejilla – Además, te aseguro que, tras probarlo unas cuantas veces, te gustará.
- Si es contigo… seguro que sí – le dije.
Él me besó.
- Pues bien, un día Yoli estaba inesperadamente seria cuando subimos a su cuarto. Me dijo que ese día no íbamos a poder hacer nada, pues le había bajado la regla y le dolía un poco.
Jesús refrescó un poco su garganta, echando un trago a su lata antes de continuar.
- Pues bien, cuando la tuve bien ensalivada se la saqué de la boca, mientras ella me miraba con extrañeza. Me arrodillé detrás de ella y le subí la faldita, quedando su magnífica grupa al descubierto, dejándola a merced de mis manos, que la estrujaban y acariciaban por todas partes.
- ¿Y no se dio cuenta de lo que pretendías?
- Para nada. Me coloqué detrás de ella y empecé a darle tiernos besitos en las nalgas, que la hacían reír y gemir quedamente. Pero claro, yo ya no podía más, así que, irguiéndome sobre el colchón, me agarré el húmedo falo y lo coloqué a la entrada de su retaguardia.
- ¿Y se la clavaste de un tirón?
- ¿Como a Gloria antes? No, no, fui más delicado. Antes de que le diera tiempo a reaccionar le había metido la punta, pero ahí me detuve. Ella se asustó muchísimo y empezó a gimotear, tratando de apartarse de mí, pero yo la tenía bien agarrada por las caderas y le impedía escapar.
- ¿Y ella no decía nada?
- A esas alturas ya me conocía lo suficiente como para saber que iba a hacer lo que me diera la gana, así que no intentó protestar, pero lloraba y gemía sin parar. Yo, que a cosa hecha había hecho que me la chupara un buen rato para dejarme próximo al orgasmo, empecé a moverme muy lentamente, enterrándosela una y otra vez, disfrutando al máximo de aquel tierno culito, pero sin perder el control.
- ¿Te corriste en su culo o fuera?
- En lo más profundo de sus entrañas. Verla después, tirada en la cama, con la falda levantada, sollozando mientras mi leche se salía de su culo… Joder. Impresionante. El próximo día que vayas a mi casa te enseñaré la foto. La imagen era tan increíble que no pude resistirme a fotografiarla con el móvil.
- Me encantará verla – dije.
- Pues bien. Cuando se recuperó un poco, tuvimos una nueva bronca, aunque no te aburriré contándotela pues fue un calco de la anterior. Y sus consecuencias fueron las mismas, pues el día de la siguiente clase, ella ya estaba esperándome cachonda perdida.
- ¿Te la follaste de nuevo por el culo sin esperar a que se recuperara? – pregunté extrañada de que hubiera tenido esa deferencia conmigo y no con Yolanda.
- ¡No, no! Verás, el día de la siguiente clase fui yo el que llamó para decir que no me encontraba bien y la posterior me la salté también, por lo que estuvimos unos cuantos días sin vernos.
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Por 3 motivos. Por un lado, al dejar a Yoli varios días sin su ración de rabo me aseguraba de que estuviera bastante desesperada esperando mi regreso. También le daba una semana a su culito para recuperarse. Y por último, me aseguré de que ya hubieran pasado esos días del mes.
- ¡Ah, claro! – asentí.
- Cuando regresé a las clases, Yoli me había perdonado por completo. Durante un par de días me la follé sólo por el coño, pero la tercera vez, la enculé de nuevo. Esa vez me llevé un pequeño vibrador con el que estimulé su clítoris mientras la sodomizaba, con lo que la experiencia le fue mucho más grata. Tras un par de sesiones, resultó que la muy golfa empezó a disfrutar por el culo tanto o más que por la vagina.
- Madre mía – dije en tono un tanto incrédulo, que fue percibido por Jesús.
- Te lo aseguro, y la prueba es lo que pasó a continuación.
- Dime, dime.
Jesús echó un último trago a su lata y la dejó, vacía, sobre la mesilla.
Por ese entonces yo estaba de nuevo como una motillo, más caliente que el palo de un churrero. Mi mano aferraba cada vez con más ganas la erección de mi Amo y me costaba Dios y ayuda resistirme para no abalanzarme sobre ella y metérmela por donde fuera. Pero entonces vi a Gloria, encogida a los pies de la cama, la viva imagen de la tristeza. Y se me cortó un poco el rollo.
- Gloria – le dije – Trae más refrescos.
Sin decir ni mu, la chica se levantó y salió del cuarto.
- Jesús – le dije con tono comprensivo – Me da un poco de pena Gloria. Lo estábamos pasando tan bien.
- Estás en tu casa y ahora mismo tu número es más bajo que el de ella, así que haz lo que te plazca – respondió él, comprendiendo mis intenciones.
Cuando Gloria regresó, le levanté el castigo. Ella me sonrió agradecida y sin poder contenerse, se inclinó sobre mi y me dio un besito en la mejilla. Por un instante, me pareció más joven de lo que era.
- No te quejarás, Gloria – dijo Jesús – Ya es la segunda vez que Edurne intercede por ti. Te he perdonado porque ella me lo ha pedido, que si no, esta noche habrías dormido en el puto suelo.
- Gracias, Amo – dijo ella – Gracias Ama.
- Anda, ven aquí, putilla – dijo Jesús iluminando el rostro de la joven.
Ella volvió a subirse a la cama de un salto, recuperando su posición abrazada al cuerpo de Jesús. Nuestros ojos se encontraron y ella volvió a sonreírme, mientras sus labios dibujaban un “gracias” silencioso. Me sentí mejor.
- Bueno, sigamos con la historia – dijo Jesús cuando nos tuvo a las dos de nuevo reclinadas sobre su pecho – Como iba diciendo, Yoli empezó a disfrutar del anal de mala manera, empezó a preferirlo a la vía más común.
- ¿En serio? – pregunté aunque ya sabía la respuesta.
- Y tanto. Cuando le daba por el culo, parecía que se le iba la cabeza (vaya, sigue igual, ya lo verás) y yo encantado, pues disfrutaba mucho sodomizándola mientras agarraba sus tetas con las manos.
- ¿Y Natalia?
- Ahora voy con eso. Pues bien, en mi mente ya había ideado cómo atraer a Natalia a nuestro jueguecito. Ya la conocía bastante bien, era la típica cuarentona (espectacularmente atractiva) que se encontraba bastante frustrada por la falta de atención de su marido y que se desfogaba tonteando un poco con el jovencito que le daba clases a su hija, aunque, en el fondo, la muy estúpida ni se imaginaba lo que el jovencito y su hija estaban haciendo. Así que decidí que lo más eficaz sería enfrentarla a la cruda realidad y usar el shock en mi beneficio.
- Jesús, me tienes cautivada con la historia.
- Me alegro. Pues bien, una tarde, cuando aún estaba dándole vueltas a la idea, la fortuna se puso de mi parte.
- ¿Qué pasó?
- Mientras estábamos charlando antes de la clase, estalló una repentina tormenta de verano, con lo que Natalia no pudo ir a la piscina, teniendo que quedarse encerrada en la casa. Y, para mayor suerte, esa era la tarde libre de la criada, por lo que estábamos los tres solitos en la casa.
- Me voy imaginando por dónde van los tiros – dije.
- Muy lista. Esa tarde, dejé disimuladamente la puerta del cuarto entreabierta, para que se escucharan bien los relinchos de Yolandita por toda la casa. Me la follé con toda el alma, dándole con ganas, hasta que sus gemidos y aullidos de placer atrajeron inevitablemente a su madrecita.
- Oye, acaba de ocurrírseme una cosa.
- Dime.
- ¿Y la criada? Porque Natalia no escucharía vuestras sesiones por estar fuera de la casa, pero la criada…
- La criada tenía veinte años y la había escogido el padre de Yoli, así que estaba buenísima. Por ese entonces ya me la había follado un par de veces, así que no decía esta boca es mía.
- ¿TELA HABÍAS FOLLADO? – exclamé sorprendidísima – Pe… pero… de ella no sabía nada.
- De ella no hay nada que saber. Ella no es como vosotras. Fue sexo sin compromisos, más convencional. Ya te dije en otra ocasión que vosotras no sois las únicas mujeres con quien me acuesto. Sólo cuando encuentro a alguna especial es que la convierto en una de mis putitas.
- Comprendo.
Era verdad que me lo había dicho, pero hasta ese momento no me había parado a pensarlo. Sólo de imaginar que Jesús anduviera por ahí follándose a otras me molestaba bastante.
- Bueno, sigo. Como decía, esa tarde hice gemir y aullar a la tetona con ganas y claro, al poco rato, su incrédula mamaíta vino a ver qué le pasaba a su hijita.
- Y se llevó la sorpresa de su vida.
- Ya te digo. Cuando entró en el cuarto, se encontró de bruces con la escena que a todas las madres les encantaría ver. Yo estaba sentado en la silla de estudios de Yolanda, que tiene dos brazos; la chica estaba empalada por el culo en mi nabo, de espaldas a mí, de forma que sus tetas eran estrujadas por mis manos después de haberle enrollado el top en el cuello. Para tener más estabilidad, sus piernas estaban abiertas al máximo, apoyadas sobre los brazos de la silla, colgando a los lados. La tía, con una mano apoyada en el escritorio y la otra no sé donde, se las apañaba para botar sin descanso sobre mi polla, enculándose ella solita una y otra vez, berreando como loca.
- Una pena que no pudieras hacer una foto del momento.
- ¿Y quién dice que no la hice? Bueno, una foto no, pero el móvil desde una estantería grabó un vídeo que te cagas. Es super morboso, aunque no se ve muy bien. ¿Verdad Gloria?
- Sí, es muy excitante – dijo la joven hablando después de un buen rato – Sobre todo porque conoces a las que salen en él y eso le da más morbo.
La entendía perfectamente.
- Pues bien, no aguantando más y sin saber cómo reaccionar, Natalia optó por negarlo todo y huir, así que salió como una exhalación del cuarto dando un portazo.
- ¿Y qué hiciste?
- Yo sabía que no podía dejarla sola, pues su reacción natural en esa situación sería sin duda llamar a su marido en busca de ayuda… o puede que incluso a mi padre.
- Sí, la cosa podía írsete de las manos.
- Precisamente. Además, era necesario golpear el hierro ahora que estaba caliente, sin darle tiempo a enfriarse. Con desgana, pero con perspectivas de algo mejor, se la saqué del culo a Yolanda, ignorando las protestas de ella.
- Joder, cómo se lo monta Jesús. Sigue sorprendiéndome – pensé para mí sin dejar de acariciar su erección.
- Cuando entré en el cuarto, me encontré con que, efectivamente, Natalia había cogido el teléfono y estaba marcando. Sin pensármelo dos veces, caminé hacia ella y le quité el aparato de un tirón tirándolo a un lado. Natalia se quedó atónita, asustada por mi presencia en su cuarto. Pero logró reunir el suficiente ánimo para enfrentárseme.
- Menudo cuadro – dije.
- Precioso. Y para mejorarlo, agarré la camiseta que llevaba Nati por el cuello y la desgarré de arriba abajo. En menos de un segundo, el sujetador siguió el mismo camino, con lo que las dos tetas más impresionantes que había visto en mi vida quedaron desnudas frente a mí.
- ¿Y te la follaste? – pregunté para animarle a continuar.
- Esperé unos segundos hasta que Yolanda regresó. Cuando empezó a filmar, no aguardé más y, de un viaje, se la metí hasta los huevos.
- ¿Y te corriste dentro?
- Aún no. Quería llevarla un paso más allá, así que se la saqué del coño y me senté al borde del colchón, con los pies en el suelo. Ayudado por Yolanda, la senté en mi entrepierna de espaldas, metiéndosela hasta el fondo de nuevo, en un remedo de la postura en que nos había sorprendido a Yoli y a mí minutos antes, sólo que no era anal sino vaginal.
- Y todo esto está en vídeo – dije sonriendo.
- Hasta ese momento sí, pero después la grabación no es muy buena porque Yoli tuvo que dejar la cámara en una mesa.
- ¿Por qué? – pregunté estúpidamente.
- ¿Y tú que crees?
- ¡Ah, claro! – asentí comprendiendo por fin.
- ¿Y la dejaste?
- ¡Pero qué dices! Seguí follándomela en esa postura un buen rato más, mientras su hijita, a cuatro patas, con sus deliciosos melones colgando, nos mamaba a los dos, dándonos un placer impresionante. Aún logré que Natalia se corriera una segunda vez antes de hacerlo yo, llenándole el coño por completo de leche. Mi semen resbalaba de su interior, pero no llegaba a caer al suelo, pues era sistemáticamente recogido por la lengua de Yolanda, que lo tragaba todo.
- Joder – musité.
- Estaba tan excitado que ni se me bajó, así que la cambié de postura y volví a follármela. No puedo decirte cuantas veces logramos entre Yoli y yo que se corriera Natalia, pero estuvimos horas dándole, hasta que quedó desmayada por el placer.
- Y después te encargaste de Yoli.
- Por supuesto. Se había portado divinamente así que le di su premio. Y no sólo eso, al día siguiente, aunque no teníamos clase, la invité al cine y volví a follármela. Fue entonces cuando le hablé de las demás esclavas y ella me suplicó que la aceptara como una más.
- ¿Y lo hiciste inmediatamente?
- Claro, no te olvides que llevaba casi dos meses zumbándomela a mi antojo. Estaba totalmente entregada a mi voluntad.
- ¿Y Natalia?
- Como la seda. Cuando despertó no supo ni cómo reaccionar. Le dije que lo teníamos todo grabado en vídeo y que, se pusiera como se pusiera, no podía negar que había disfrutado Le dije que iba a seguir follándome a su hija como me viniera en gana y, si ella quería, podía participar.
- ¿Y qué pasó?
- Como su marido estaba de viaje, me quedé allí a pasar la noche. La pobre Natalia nos miraba a su hija y a mí durante la cena sin saber ni qué decir, se percibía la lucha en su interior entre sus convicciones morales y lo que su cuerpo le pedía.
- ¿Y qué pasó?
- Por la noche, Yoli y yo nos bañamos desnudos en la piscina y, cuando al poco rato Natalia apareció también completamente desnuda y se unió a nosotros, supe que había logrado mi objetivo.
- ¿Y también la hiciste tu esclava?
- Al tiempo. Al principio pasamos unas cuantas tardes geniales follando en la casa. No hubo problemas de ningún tipo, pues Natalia se encargó de darle todas las tardes libres a la criada.
- No quería más competencia – dije.
- Creo que sí. A las dos o tres semanas, Yoli le enseñó el colgante del corazón y le habló del grupo. Natalia me dijo que quería ingresar y puso su tienda a disposición de las chicas. Jugada redonda.
- ¿Y siempre te las follas a las dos juntas?
- Prácticamente siempre. Y es que no te imaginas lo increíble que es estar rodeado por las enormes tetas de esas dos. Es el paraíso.
- Joder. Menuda historia – dije incorporándome y mirando a Jesús a los ojos.
- ¿Te ha gustado?
- Me ha encantado… Pero Amo….
- Dime perrita.
- Ya no puedo más – dije dándole un pequeño estrujón a su enhiesta verga que seguía en mi mano.
- Vale perrita, a mí también me apetece.
En pocos segundos, estuve cabalgando sobre la polla de Jesús, en la misma postura en que se había follado a Natalia. Gloria, ocupando el puesto de Yoli, estaba a cuatro patas entre nuestras piernas chupándome el coño y lamiendo el falo de Jesús mientras se hundía una y otra vez en mí, elevando el placer hasta límites insospechados.
Me pasó como a Natalia, pues no recuerdo cuantas veces me corrí y cuando sentí cómo la polla de Jesús entraba en erupción en mi interior y me llenaba con su semilla, me sentí completamente feliz.
Tras la sesión, los tres reposamos en la cama un buen rato y no nos levantamos hasta que empezamos a tener hambre. Demasiado cansados para cocinar, Jesús pidió unas pizzas y nos sentamos juntos en el sofá a cenar y a ver el fútbol.
Su equipo ganó. Jesús se puso contento. Y volvimos a follar por la noche antes de quedarnos dormidos.
La mañana siguiente desperté bastante tarde, tras haber dormido toda la noche de un tirón, agotada por los intensos acontecimientos de la víspera.
Adormilada, miré a mi alrededor, contemplando el apocalíptico revoltijo de sábanas y cuerpos que había sobre mi cama. Gloria, dormida como un tronco, estaba abrazada a mí, con su cara apoyada directamente en mi pecho. Sin poder evitarlo, sonreí en silencio al observar que un fino hilillo de saliva había escapado de entre sus labios mientras dormía, con lo que la piel de mi teta izquierda brillaba por sus babas. No me molestó.
Aún un poco aturdida, tardé unos segundos en darme cuenta de que no se veía a Jesús por ninguna parte, señal inequívoca de que ya se había levantado. Me angustié un segundo al pensar en si se habría molestado porque sus esclavas fuésemos tan dormilonas, pero supuse que, si hubiera requerido nuestra presencia, no se habría cortado en despertarnos.
Con mucho cuidado, aparté lentamente el brazo de Gloria que me rodeaba y me las ingenié para escapar de su abrazo sin llegar a despertarla. Pienso que mis precauciones fueron innecesarias, pues la chica, más que dormida, parecía comatosa. Juguetona, incluso pensé en pegarle un buen grito en la oreja, a ver si se espabilaba.
En lugar de hacerlo, me quedé unos instantes contemplándola en silencio. Tenía que admitir, a mi pesar, que Gloria era realmente bella. Sentí un repentino ramalazo de celos al pensar en que ella; con todos sus defectos, compartía con Jesús una relación a la que yo no podía aspirar. Me acordé de las veces en que se había referido a la joven como “su novia”, lo que me hizo sentir mal.
Yo era plenamente consciente de mi propio atractivo, pero no pude evitar envidiar la juventud de Gloria, a pesar de que yo no era ni mucho menos mayor.
Pero pronto pasó ese momento de debilidad y sonreí en silencio rememorando el intenso placer que aquella jovencita me había suministrado el día anterior. Y los que estaban por venir…
- Mírala – dije para mí – Parece un angelito. Cualquiera diría que en realidad es una golfa de cuidado.
- Como tú – exclamé en voz alta esta vez, dirigiéndome a mi misma.
Gloria se estremeció levemente en la cama, pero no llegó a despertar, limitándose a girarse, poniéndose boca arriba, con lo que sus deliciosas tetitas quedaron a la vista, apuntando desafiantes hacia el techo. Sentí el inexplicable impulso de morderlas.
- No, si al final haremos de ti una lesbiana – dije de nuevo para mí.
En ese instante un escalofrío recorrió mi cuerpo, lo que me devolvió a la realidad. Aquella mañana hacía un poco de frío y estar allí de pie, en pelota picada, una vez abandonada la calidez del lecho, me hizo sentirlo con intensidad.
Procurando no hacer ruido, abrí el armario, saqué mi bata y me la puse, abandonando a continuación el dormitorio, decidida a dejar que Gloria durmiese un ratito más. Justo antes de entrar en el salón escuché unos tenues jadeos que, durante un loco instante, me hicieron pensar que Jesús podía estar masturbándose en mi sofá, por lo que, al descubrir lo que hacía en realidad, no pude evitar sonreír.
Mi Amo (como era lógico por otra parte, si no cómo explicar su cuerpazo bien cuidado) estaba realizando una sesión de gimnasia matutina, vestido únicamente con un pantalón corto de deporte. En aquel preciso momento, estaba enfrascado en la realización de una larga serie de abdominales, de espaldas a la puerta por la que yo había entrado.
Durante unos segundos permanecí en silencio, admirando con placer la musculada espalda, recordando cómo mis manos habían recorrido hasta el último centímetro de su piel, cómo mis uñas se habían clavado en ella mientras la enhiesta verga del muchacho me horadaba sin compasión una y otra vez. Sentí un ligero estremecimiento entre mis muslos, lo que me indicó que mi excitación estaba empezando a despertar.
- Buenos días, perrita – dijo entonces mi Amo, sacándome bruscamente de mi ensimismamiento.
Sorprendida por el inesperado saludo, me quedé unos instantes con la boca abierta, sin comprender cómo había notado Jesús mi presencia.
- Bu… buenos días – contesté - ¿Sabías que estaba aquí?
- Pues claro – dijo él sin interrumpir su ejercicio.
- Pero, ¿cómo…?
- Desde aquí huelo tu coño… – respondió él con voz cavernosa.
Mientras decía estas palabras, Jesús interrumpió su ejercicio y se volvió hacia mí, clavando sus ojos en los míos con tal intensidad que las rodillas me temblaron y pensé que iba a caerme.
- El lunes recibí una llamada de Natalia. Me dijo que Gloria no se encontraba bien, así que era mejor suspender la clase.
- Uf, un poco inquietante, ¿eh? – dije.
- ¡Bah! Para nada. Ya tenía a Yoli bien calada. Sabía que no iba a chivarse. Se resistiría un poco más pero… ya era mía. Como tú.
Era verdad. Yo había pasado por lo mismo tras la primera vez con Jesús. Comprendí que él SABÍA cómo íbamos a reaccionar.
- El miércoles me presenté como si nada en su casa. Natalia, sonriente como siempre, me condujo al salón para tomar un refresco y poco después, la silenciosa Yolanda se reunió con nosotros.
- ¿Y?
- Cuando vi sus exquisitos y enhiestos pezones marcándose en su camiseta, supe que la tarde iba a estar bien.
- Y sonreíste – dije sin pensar.
- Vaya si lo hice.
Justo en ese momento, Gloria gorgoteó medio ahogada. La miré, preocupada pues se veía claramente que no aguantaba más con la polla de Jesús embutida en la garganta. Dando arcadas, parecía estar a punto de echar la papilla en cualquier momento.
- Amo – le dije a Jesús apiadándome de ella – Creo que ya ha aprendido la lección. Por favor, te pido que la perdones. Estoy pasándolo muy bien con tus historias y no olvido que ha sido gracias a ella que me la has contado.
Jesús clavó su mirada en mí, haciendo que me encogiera un poco inquieta, pensando en si se habría molestado.
- ¿Qué te parece si te castigo a ti en su lugar? – me espetó inesperadamente.
Tragué saliva imaginándome cómo sería estar en el lugar de Gloria. Pero entonces la miré, llorando desconsolada, esforzándose por mantener la verga en su boca para complacer a su Amo. Y me apiadé.
- De acuerdo, Amo – castígame a mí en su lugar.
Inesperadamente, Jesús se inclinó hacia mí y me dio un tenue besito en los labios. Yo le miraba sorprendidísima, mientras él me contemplaba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Estoy muy contento contigo, perrita – me dijo – No es habitual entre mis putas el sacrificarse las unas por las otras. Creo que una chica como tú hará un gran bien en la estabilidad del grupo.
- Gra… gracias Amo – balbuceé.
- Zorra, da las gracias a Edurne. Ya has cumplido el castigo.
La pobre chica, con el rostro empapado de lágrimas, fue sacándose la verga de nuestro Amo muy despacio de la boca, tratando de controlar las arcadas. Por fortuna lo logró, aunque no pudo evitar que su saliva resbalara y empapara la entrepierna de Jesús.
Aparentando calma, usé mis propias sábanas para limpiar las babas de la joven y evitar el enfado del chico que, por suerte, no dijo nada. Como pudo, Gloria se las apañó para agradecerme el gesto.
- Gracias, Ama. Agradezco que haya liberado del castigo a esta humilde puta.
Me sorprendieron las palabras de Gloria. No sólo que me llamara Ama, sino la forma de expresarse. Aunque claro, como yo no había experimentado en mis carnes la disciplina de Jesús, no sabía muy bien cuales eran las formas apropiadas de comportamiento. Tomé nota.
- No te preocupes número seis – le dije muy seria – Espero que hayas aprendido la lección. Ahora ve a lavarte, estás que das asco.
Traté de aparentar dureza para que Jesús se sintiera orgulloso de mí, pero en el fondo, lo que pretendía era darle un respiro a la chica para que pudiera recuperarse. ¿O no era así? La verdad es que me gustaba darle órdenes a Gloria. Me acordé de cómo ella me había hecho comerle el coño el día anterior… y ahora podía ordenárselo yo…
- Y cuando vuelvas, tráenos 2 refrescos – le ordené mientras salía.
Cuando volvió, cinco minutos después, Jesús había reanudado su relato y esta vez era mi manita la que acariciaba con mimo el falo de nuestro Amo, sintiéndolo caliente y mojado por la saliva de la putilla.
- Ponte a los pies de la cama, puta. Y no quiero volver a oírte – le ordenó Jesús.
La pobre, visiblemente compungida, obedeció en silencio y, tras entregarnos los refrescos, se hizo un ovillo a los pies del colchón.
- Bueno, sigamos – dijo Jesús.
- Volviste a follarte a Yoli esa tarde – dije ayudándole a retomar el hilo.
- Esa y las siguientes. La puse de vuelta y media. Me la follé en la cama, en el baño, sobre su escritorio… Lo único que lamentaba era que no podía follármela en el resto de la casa, pues su madre, aunque se pasaba las tardes en la piscina, era un peligro… Así que decidí follármela también.
- Me lo imaginaba – asentí dándole un cariñoso apretón en la verga.
- Comprendí que si la hija, que tenía pinta de modosita, había resultado ser una golfa de cuidado, la madre, que ya tenía pinta de puta, debía ser sencillamente la ostia.
- ¿Y Yolanda no se resistió?
- A esas alturas la niña hacía todo lo que yo lo decía. Se había vuelto adicta a mi polla y prácticamente me suplicaba que me la tirara. Todos los días, mientras charlábamos con su madre antes de las clases, se la veía inquieta y nerviosa, deseando que terminásemos de hablar y subiéramos a su habitación.
- Entiendo.
- Bueno, aún tuvimos un pequeño conato de rebelión con ella, aunque lo superamos sin muchas dificultades.
- ¿A qué te refieres?
- Ya sabes. Cuando me cansé de darle por delante…
- Quisiste darle por detrás – completé la frase, comprendiendo perfectamente a qué se refería.
- A veces me sorprendo de por qué mujeres que han demostrado ser unas completas golfas, se solivianten tanto por una cosa tan sencilla.
- Porque duele – dije sin pensar – Además, es humillante…
- Ah, ¿te lo parece? – dijo él mirándome con curiosidad.
- Sí, Amo – le respondí muy seria alzando la cabeza para mirarle – Pero eso no quiere decir que no esté dispuesta si tú me lo pides.
- Estupendo perrita – dijo acariciándome la mejilla – Además, te aseguro que, tras probarlo unas cuantas veces, te gustará.
- Si es contigo… seguro que sí – le dije.
Él me besó.
- Pues bien, un día Yoli estaba inesperadamente seria cuando subimos a su cuarto. Me dijo que ese día no íbamos a poder hacer nada, pues le había bajado la regla y le dolía un poco.
- No te preocupes por eso Yoli – le dije – Ya sabes que hay otras maneras de pasarlo bien.
Jesús refrescó un poco su garganta, echando un trago a su lata antes de continuar.
- Pues bien, cuando la tuve bien ensalivada se la saqué de la boca, mientras ella me miraba con extrañeza. Me arrodillé detrás de ella y le subí la faldita, quedando su magnífica grupa al descubierto, dejándola a merced de mis manos, que la estrujaban y acariciaban por todas partes.
- ¿Y no se dio cuenta de lo que pretendías?
- Para nada. Me coloqué detrás de ella y empecé a darle tiernos besitos en las nalgas, que la hacían reír y gemir quedamente. Pero claro, yo ya no podía más, así que, irguiéndome sobre el colchón, me agarré el húmedo falo y lo coloqué a la entrada de su retaguardia.
- ¿Y se la clavaste de un tirón?
- ¿Como a Gloria antes? No, no, fui más delicado. Antes de que le diera tiempo a reaccionar le había metido la punta, pero ahí me detuve. Ella se asustó muchísimo y empezó a gimotear, tratando de apartarse de mí, pero yo la tenía bien agarrada por las caderas y le impedía escapar.
- Shist… Tranquila Yoli… Relájate, que te prometo que esto te va a encantar – le susurré.
- No, eso no… Por el culo no, por favor, deja que termine de chupártela, me lo tragaré todo… Mira, la regla me dura pocos días, seguro que para la próxima clase podemos hacerlo…
- Pero yo no puedo esperar más…
- Relájate, tonta – le susurré – Ya está casi toda dentro. Sólo falta un poco. Y en cuanto esté toda metida empezarás a disfrutar.
- ¿Y ella no decía nada?
- A esas alturas ya me conocía lo suficiente como para saber que iba a hacer lo que me diera la gana, así que no intentó protestar, pero lloraba y gemía sin parar. Yo, que a cosa hecha había hecho que me la chupara un buen rato para dejarme próximo al orgasmo, empecé a moverme muy lentamente, enterrándosela una y otra vez, disfrutando al máximo de aquel tierno culito, pero sin perder el control.
- ¿Te corriste en su culo o fuera?
- En lo más profundo de sus entrañas. Verla después, tirada en la cama, con la falda levantada, sollozando mientras mi leche se salía de su culo… Joder. Impresionante. El próximo día que vayas a mi casa te enseñaré la foto. La imagen era tan increíble que no pude resistirme a fotografiarla con el móvil.
- Me encantará verla – dije.
- Pues bien. Cuando se recuperó un poco, tuvimos una nueva bronca, aunque no te aburriré contándotela pues fue un calco de la anterior. Y sus consecuencias fueron las mismas, pues el día de la siguiente clase, ella ya estaba esperándome cachonda perdida.
- ¿Te la follaste de nuevo por el culo sin esperar a que se recuperara? – pregunté extrañada de que hubiera tenido esa deferencia conmigo y no con Yolanda.
- ¡No, no! Verás, el día de la siguiente clase fui yo el que llamó para decir que no me encontraba bien y la posterior me la salté también, por lo que estuvimos unos cuantos días sin vernos.
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Por 3 motivos. Por un lado, al dejar a Yoli varios días sin su ración de rabo me aseguraba de que estuviera bastante desesperada esperando mi regreso. También le daba una semana a su culito para recuperarse. Y por último, me aseguré de que ya hubieran pasado esos días del mes.
- ¡Ah, claro! – asentí.
- Cuando regresé a las clases, Yoli me había perdonado por completo. Durante un par de días me la follé sólo por el coño, pero la tercera vez, la enculé de nuevo. Esa vez me llevé un pequeño vibrador con el que estimulé su clítoris mientras la sodomizaba, con lo que la experiencia le fue mucho más grata. Tras un par de sesiones, resultó que la muy golfa empezó a disfrutar por el culo tanto o más que por la vagina.
- Madre mía – dije en tono un tanto incrédulo, que fue percibido por Jesús.
- Te lo aseguro, y la prueba es lo que pasó a continuación.
- Dime, dime.
Jesús echó un último trago a su lata y la dejó, vacía, sobre la mesilla.
Por ese entonces yo estaba de nuevo como una motillo, más caliente que el palo de un churrero. Mi mano aferraba cada vez con más ganas la erección de mi Amo y me costaba Dios y ayuda resistirme para no abalanzarme sobre ella y metérmela por donde fuera. Pero entonces vi a Gloria, encogida a los pies de la cama, la viva imagen de la tristeza. Y se me cortó un poco el rollo.
- Gloria – le dije – Trae más refrescos.
Sin decir ni mu, la chica se levantó y salió del cuarto.
- Jesús – le dije con tono comprensivo – Me da un poco de pena Gloria. Lo estábamos pasando tan bien.
- Estás en tu casa y ahora mismo tu número es más bajo que el de ella, así que haz lo que te plazca – respondió él, comprendiendo mis intenciones.
Cuando Gloria regresó, le levanté el castigo. Ella me sonrió agradecida y sin poder contenerse, se inclinó sobre mi y me dio un besito en la mejilla. Por un instante, me pareció más joven de lo que era.
- No te quejarás, Gloria – dijo Jesús – Ya es la segunda vez que Edurne intercede por ti. Te he perdonado porque ella me lo ha pedido, que si no, esta noche habrías dormido en el puto suelo.
- Gracias, Amo – dijo ella – Gracias Ama.
- Anda, ven aquí, putilla – dijo Jesús iluminando el rostro de la joven.
Ella volvió a subirse a la cama de un salto, recuperando su posición abrazada al cuerpo de Jesús. Nuestros ojos se encontraron y ella volvió a sonreírme, mientras sus labios dibujaban un “gracias” silencioso. Me sentí mejor.
- Bueno, sigamos con la historia – dijo Jesús cuando nos tuvo a las dos de nuevo reclinadas sobre su pecho – Como iba diciendo, Yoli empezó a disfrutar del anal de mala manera, empezó a preferirlo a la vía más común.
- ¿En serio? – pregunté aunque ya sabía la respuesta.
- Y tanto. Cuando le daba por el culo, parecía que se le iba la cabeza (vaya, sigue igual, ya lo verás) y yo encantado, pues disfrutaba mucho sodomizándola mientras agarraba sus tetas con las manos.
- ¿Y Natalia?
- Ahora voy con eso. Pues bien, en mi mente ya había ideado cómo atraer a Natalia a nuestro jueguecito. Ya la conocía bastante bien, era la típica cuarentona (espectacularmente atractiva) que se encontraba bastante frustrada por la falta de atención de su marido y que se desfogaba tonteando un poco con el jovencito que le daba clases a su hija, aunque, en el fondo, la muy estúpida ni se imaginaba lo que el jovencito y su hija estaban haciendo. Así que decidí que lo más eficaz sería enfrentarla a la cruda realidad y usar el shock en mi beneficio.
- Jesús, me tienes cautivada con la historia.
- Me alegro. Pues bien, una tarde, cuando aún estaba dándole vueltas a la idea, la fortuna se puso de mi parte.
- ¿Qué pasó?
- Mientras estábamos charlando antes de la clase, estalló una repentina tormenta de verano, con lo que Natalia no pudo ir a la piscina, teniendo que quedarse encerrada en la casa. Y, para mayor suerte, esa era la tarde libre de la criada, por lo que estábamos los tres solitos en la casa.
- Me voy imaginando por dónde van los tiros – dije.
- Muy lista. Esa tarde, dejé disimuladamente la puerta del cuarto entreabierta, para que se escucharan bien los relinchos de Yolandita por toda la casa. Me la follé con toda el alma, dándole con ganas, hasta que sus gemidos y aullidos de placer atrajeron inevitablemente a su madrecita.
- Oye, acaba de ocurrírseme una cosa.
- Dime.
- ¿Y la criada? Porque Natalia no escucharía vuestras sesiones por estar fuera de la casa, pero la criada…
- La criada tenía veinte años y la había escogido el padre de Yoli, así que estaba buenísima. Por ese entonces ya me la había follado un par de veces, así que no decía esta boca es mía.
- ¿TELA HABÍAS FOLLADO? – exclamé sorprendidísima – Pe… pero… de ella no sabía nada.
- De ella no hay nada que saber. Ella no es como vosotras. Fue sexo sin compromisos, más convencional. Ya te dije en otra ocasión que vosotras no sois las únicas mujeres con quien me acuesto. Sólo cuando encuentro a alguna especial es que la convierto en una de mis putitas.
- Comprendo.
Era verdad que me lo había dicho, pero hasta ese momento no me había parado a pensarlo. Sólo de imaginar que Jesús anduviera por ahí follándose a otras me molestaba bastante.
- Bueno, sigo. Como decía, esa tarde hice gemir y aullar a la tetona con ganas y claro, al poco rato, su incrédula mamaíta vino a ver qué le pasaba a su hijita.
- Y se llevó la sorpresa de su vida.
- Ya te digo. Cuando entró en el cuarto, se encontró de bruces con la escena que a todas las madres les encantaría ver. Yo estaba sentado en la silla de estudios de Yolanda, que tiene dos brazos; la chica estaba empalada por el culo en mi nabo, de espaldas a mí, de forma que sus tetas eran estrujadas por mis manos después de haberle enrollado el top en el cuello. Para tener más estabilidad, sus piernas estaban abiertas al máximo, apoyadas sobre los brazos de la silla, colgando a los lados. La tía, con una mano apoyada en el escritorio y la otra no sé donde, se las apañaba para botar sin descanso sobre mi polla, enculándose ella solita una y otra vez, berreando como loca.
- ¡YOLANDA! – aulló con voz histérica la buena mujer - ¡DIOS MÍO! ¡¿QUÉ ESTÁIS HACIENDO?!
- GGGGHH… AHHHHGGGG - gorgoteaba Yolanda mientras la saliva se le escapaba de los labios.
- ¡HIJO DE PUTA! – exclamó Natalia acercándose a mí con llamas en los ojos - ¡ESTÁS VIOLANDO A MI HIJA!
- ¿Violándola? – exclamé echándome a reír - ¿A ti te parece que esto es una violación?
- No… no… no puede ser… Has debido de… drogarla…
- ¿Drogarla? ¡Muy bueno! ¡Yoli, dile a tu madre cómo se llama la droga que te estoy dando!
- ¡LA POLLA! ¡ME ESTÁ DANDOLA POLLA! ¡LA POLLA ENMI CULO! ¡OH, MAMI, NUNCA SOÑÉ QUE ME SENTIRÍA ASÍ!
- Una pena que no pudieras hacer una foto del momento.
- ¿Y quién dice que no la hice? Bueno, una foto no, pero el móvil desde una estantería grabó un vídeo que te cagas. Es super morboso, aunque no se ve muy bien. ¿Verdad Gloria?
- Sí, es muy excitante – dijo la joven hablando después de un buen rato – Sobre todo porque conoces a las que salen en él y eso le da más morbo.
La entendía perfectamente.
- Pues bien, no aguantando más y sin saber cómo reaccionar, Natalia optó por negarlo todo y huir, así que salió como una exhalación del cuarto dando un portazo.
- ¿Y qué hiciste?
- Yo sabía que no podía dejarla sola, pues su reacción natural en esa situación sería sin duda llamar a su marido en busca de ayuda… o puede que incluso a mi padre.
- Sí, la cosa podía írsete de las manos.
- Precisamente. Además, era necesario golpear el hierro ahora que estaba caliente, sin darle tiempo a enfriarse. Con desgana, pero con perspectivas de algo mejor, se la saqué del culo a Yolanda, ignorando las protestas de ella.
- Dame dos minutos – le susurré besándola – Y después sígueme.
- ¿Adónde vas? – me preguntó.
- Ya lo sabes.
- Buena chica – le dije besándola de nuevo.
- Joder, cómo se lo monta Jesús. Sigue sorprendiéndome – pensé para mí sin dejar de acariciar su erección.
- Cuando entré en el cuarto, me encontré con que, efectivamente, Natalia había cogido el teléfono y estaba marcando. Sin pensármelo dos veces, caminé hacia ella y le quité el aparato de un tirón tirándolo a un lado. Natalia se quedó atónita, asustada por mi presencia en su cuarto. Pero logró reunir el suficiente ánimo para enfrentárseme.
- ¿Qué coño haces aquí? – me espetó – ¡Fuera de aquí ahora mismo! ¡Si no te vas llamaré a la policía!
- No creo que estuvieses llamando a la policía – le dije – Seguro que llamabas al imbécil de tu marido, ese que no te folla porque es gilipollas.
- ¡Tápate eso, puerco! ¡Cuando tu padre se entere de esto te vas a acordar de este día!
- No, mi polla está bien como está. La voy a necesitar para lo que voy a hacer a continuación.
- Có… cómo has dicho. Sal de aquí inmediatamente. Voy a… a tener…
- Vas a tener que callarte de una puta vez – le solté – Si no cierras esa bocaza, te la meteré primero en la garganta, en vez de empezar con tu coño como había pensado.
- ¡¿QUÉ?! – aulló ella con los ojos como platos.
- Digo que a tu hija no la he violado, pero a ti sí que voy a hacértelo.
- ¡Yoli, rápido, huye! – gimió Natalia al verla – Pide ayuda.
- Si, eso Yoli, es ayuda lo que necesitamos – le dije – Anda coge la funda de las almohadas.
- Menudo cuadro – dije.
- Precioso. Y para mejorarlo, agarré la camiseta que llevaba Nati por el cuello y la desgarré de arriba abajo. En menos de un segundo, el sujetador siguió el mismo camino, con lo que las dos tetas más impresionantes que había visto en mi vida quedaron desnudas frente a mí.
- Yoli – le susurré a la chica acercándome - Tenéis cámara digital, ¿verdad? Tráela y graba la escena.
- ¿Adónde va? – gimió Natalia.
- Tranquila, enseguida vuelve.
- Bien, como quieras – siseé – Te la meteré sin lubricación.
- ¿Y te la follaste? – pregunté para animarle a continuar.
- Esperé unos segundos hasta que Yolanda regresó. Cuando empezó a filmar, no aguardé más y, de un viaje, se la metí hasta los huevos.
- ¡AAAAHHHHHHHH! – gimoteó Natalia mientras la invadía.
- Te gusta, ¿verdad puta? ¡Si estás deseándolo desde el primer día!
- ¿Y te corriste dentro?
- Aún no. Quería llevarla un paso más allá, así que se la saqué del coño y me senté al borde del colchón, con los pies en el suelo. Ayudado por Yolanda, la senté en mi entrepierna de espaldas, metiéndosela hasta el fondo de nuevo, en un remedo de la postura en que nos había sorprendido a Yoli y a mí minutos antes, sólo que no era anal sino vaginal.
- Y todo esto está en vídeo – dije sonriendo.
- Hasta ese momento sí, pero después la grabación no es muy buena porque Yoli tuvo que dejar la cámara en una mesa.
- ¿Por qué? – pregunté estúpidamente.
- ¿Y tú que crees?
- ¡Ah, claro! – asentí comprendiendo por fin.
- Yoli, cariño, demuéstrale a tu madre cuanto la quieres.
- ¡YOLI, NO, QUÉ HACES! – aullaba Natalia - ¡NO HAGAS ESO! ¡POR DIOS NOOOO!
- ¿Y la dejaste?
- ¡Pero qué dices! Seguí follándomela en esa postura un buen rato más, mientras su hijita, a cuatro patas, con sus deliciosos melones colgando, nos mamaba a los dos, dándonos un placer impresionante. Aún logré que Natalia se corriera una segunda vez antes de hacerlo yo, llenándole el coño por completo de leche. Mi semen resbalaba de su interior, pero no llegaba a caer al suelo, pues era sistemáticamente recogido por la lengua de Yolanda, que lo tragaba todo.
- Joder – musité.
- Estaba tan excitado que ni se me bajó, así que la cambié de postura y volví a follármela. No puedo decirte cuantas veces logramos entre Yoli y yo que se corriera Natalia, pero estuvimos horas dándole, hasta que quedó desmayada por el placer.
- Y después te encargaste de Yoli.
- Por supuesto. Se había portado divinamente así que le di su premio. Y no sólo eso, al día siguiente, aunque no teníamos clase, la invité al cine y volví a follármela. Fue entonces cuando le hablé de las demás esclavas y ella me suplicó que la aceptara como una más.
- ¿Y lo hiciste inmediatamente?
- Claro, no te olvides que llevaba casi dos meses zumbándomela a mi antojo. Estaba totalmente entregada a mi voluntad.
- ¿Y Natalia?
- Como la seda. Cuando despertó no supo ni cómo reaccionar. Le dije que lo teníamos todo grabado en vídeo y que, se pusiera como se pusiera, no podía negar que había disfrutado Le dije que iba a seguir follándome a su hija como me viniera en gana y, si ella quería, podía participar.
- ¿Y qué pasó?
- Como su marido estaba de viaje, me quedé allí a pasar la noche. La pobre Natalia nos miraba a su hija y a mí durante la cena sin saber ni qué decir, se percibía la lucha en su interior entre sus convicciones morales y lo que su cuerpo le pedía.
- ¿Y qué pasó?
- Por la noche, Yoli y yo nos bañamos desnudos en la piscina y, cuando al poco rato Natalia apareció también completamente desnuda y se unió a nosotros, supe que había logrado mi objetivo.
- ¿Y también la hiciste tu esclava?
- Al tiempo. Al principio pasamos unas cuantas tardes geniales follando en la casa. No hubo problemas de ningún tipo, pues Natalia se encargó de darle todas las tardes libres a la criada.
- No quería más competencia – dije.
- Creo que sí. A las dos o tres semanas, Yoli le enseñó el colgante del corazón y le habló del grupo. Natalia me dijo que quería ingresar y puso su tienda a disposición de las chicas. Jugada redonda.
- ¿Y siempre te las follas a las dos juntas?
- Prácticamente siempre. Y es que no te imaginas lo increíble que es estar rodeado por las enormes tetas de esas dos. Es el paraíso.
- Joder. Menuda historia – dije incorporándome y mirando a Jesús a los ojos.
- ¿Te ha gustado?
- Me ha encantado… Pero Amo….
- Dime perrita.
- Ya no puedo más – dije dándole un pequeño estrujón a su enhiesta verga que seguía en mi mano.
- Vale perrita, a mí también me apetece.
En pocos segundos, estuve cabalgando sobre la polla de Jesús, en la misma postura en que se había follado a Natalia. Gloria, ocupando el puesto de Yoli, estaba a cuatro patas entre nuestras piernas chupándome el coño y lamiendo el falo de Jesús mientras se hundía una y otra vez en mí, elevando el placer hasta límites insospechados.
Me pasó como a Natalia, pues no recuerdo cuantas veces me corrí y cuando sentí cómo la polla de Jesús entraba en erupción en mi interior y me llenaba con su semilla, me sentí completamente feliz.
Tras la sesión, los tres reposamos en la cama un buen rato y no nos levantamos hasta que empezamos a tener hambre. Demasiado cansados para cocinar, Jesús pidió unas pizzas y nos sentamos juntos en el sofá a cenar y a ver el fútbol.
Su equipo ganó. Jesús se puso contento. Y volvimos a follar por la noche antes de quedarnos dormidos.
La mañana siguiente desperté bastante tarde, tras haber dormido toda la noche de un tirón, agotada por los intensos acontecimientos de la víspera.
Adormilada, miré a mi alrededor, contemplando el apocalíptico revoltijo de sábanas y cuerpos que había sobre mi cama. Gloria, dormida como un tronco, estaba abrazada a mí, con su cara apoyada directamente en mi pecho. Sin poder evitarlo, sonreí en silencio al observar que un fino hilillo de saliva había escapado de entre sus labios mientras dormía, con lo que la piel de mi teta izquierda brillaba por sus babas. No me molestó.
Aún un poco aturdida, tardé unos segundos en darme cuenta de que no se veía a Jesús por ninguna parte, señal inequívoca de que ya se había levantado. Me angustié un segundo al pensar en si se habría molestado porque sus esclavas fuésemos tan dormilonas, pero supuse que, si hubiera requerido nuestra presencia, no se habría cortado en despertarnos.
Con mucho cuidado, aparté lentamente el brazo de Gloria que me rodeaba y me las ingenié para escapar de su abrazo sin llegar a despertarla. Pienso que mis precauciones fueron innecesarias, pues la chica, más que dormida, parecía comatosa. Juguetona, incluso pensé en pegarle un buen grito en la oreja, a ver si se espabilaba.
En lugar de hacerlo, me quedé unos instantes contemplándola en silencio. Tenía que admitir, a mi pesar, que Gloria era realmente bella. Sentí un repentino ramalazo de celos al pensar en que ella; con todos sus defectos, compartía con Jesús una relación a la que yo no podía aspirar. Me acordé de las veces en que se había referido a la joven como “su novia”, lo que me hizo sentir mal.
Yo era plenamente consciente de mi propio atractivo, pero no pude evitar envidiar la juventud de Gloria, a pesar de que yo no era ni mucho menos mayor.
Pero pronto pasó ese momento de debilidad y sonreí en silencio rememorando el intenso placer que aquella jovencita me había suministrado el día anterior. Y los que estaban por venir…
- Mírala – dije para mí – Parece un angelito. Cualquiera diría que en realidad es una golfa de cuidado.
- Como tú – exclamé en voz alta esta vez, dirigiéndome a mi misma.
Gloria se estremeció levemente en la cama, pero no llegó a despertar, limitándose a girarse, poniéndose boca arriba, con lo que sus deliciosas tetitas quedaron a la vista, apuntando desafiantes hacia el techo. Sentí el inexplicable impulso de morderlas.
- No, si al final haremos de ti una lesbiana – dije de nuevo para mí.
En ese instante un escalofrío recorrió mi cuerpo, lo que me devolvió a la realidad. Aquella mañana hacía un poco de frío y estar allí de pie, en pelota picada, una vez abandonada la calidez del lecho, me hizo sentirlo con intensidad.
Procurando no hacer ruido, abrí el armario, saqué mi bata y me la puse, abandonando a continuación el dormitorio, decidida a dejar que Gloria durmiese un ratito más. Justo antes de entrar en el salón escuché unos tenues jadeos que, durante un loco instante, me hicieron pensar que Jesús podía estar masturbándose en mi sofá, por lo que, al descubrir lo que hacía en realidad, no pude evitar sonreír.
Mi Amo (como era lógico por otra parte, si no cómo explicar su cuerpazo bien cuidado) estaba realizando una sesión de gimnasia matutina, vestido únicamente con un pantalón corto de deporte. En aquel preciso momento, estaba enfrascado en la realización de una larga serie de abdominales, de espaldas a la puerta por la que yo había entrado.
Durante unos segundos permanecí en silencio, admirando con placer la musculada espalda, recordando cómo mis manos habían recorrido hasta el último centímetro de su piel, cómo mis uñas se habían clavado en ella mientras la enhiesta verga del muchacho me horadaba sin compasión una y otra vez. Sentí un ligero estremecimiento entre mis muslos, lo que me indicó que mi excitación estaba empezando a despertar.
- Buenos días, perrita – dijo entonces mi Amo, sacándome bruscamente de mi ensimismamiento.
Sorprendida por el inesperado saludo, me quedé unos instantes con la boca abierta, sin comprender cómo había notado Jesús mi presencia.
- Bu… buenos días – contesté - ¿Sabías que estaba aquí?
- Pues claro – dijo él sin interrumpir su ejercicio.
- Pero, ¿cómo…?
- Desde aquí huelo tu coño… – respondió él con voz cavernosa.
Mientras decía estas palabras, Jesús interrumpió su ejercicio y se volvió hacia mí, clavando sus ojos en los míos con tal intensidad que las rodillas me temblaron y pensé que iba a caerme.