Una confidencia que me contó mi mujer y que me puso como una moto.
Antes de pasar a la confidencia contaros lo siguiente.
Durante el segundo embarazo estaba aterrorizada, por malas experiencias anteriores, con la idea de perder al bebé. Hasta tal punto que evitaba cualquier cosa que pudiera poner en riesgo la continuidad del embarazo. Tuvo además diabetes gestacional. Se tenía que pinchar insulina, hacer una dieta estricta para no ganar peso, etc.
A todos estos padecimientos sumó el hecho de no querer tener relaciones sexuales. Tenía el prejuicio de que si se corría las contracciones del orgasmo podían poner en riesgo a nuestro futuro hijo. Os podéis imaginar los nueve meses de infierno que pasamos. Con semejante temor encima, el hambre y (ya he contado que mi mujer es muy ardiente) las ganas de follar permanentes que tenía y que reprimía, se le puso una mala hostia que no había quien parara cerca.
A eso se sumaron los meses después del parto. Superada la diabetes volvió a comer normal y olvidó la insulina, pero lo de joder se quedó en suspenso todavía bastante tiempo.
Bueno, hecha está la aclaración para poneros en contexto. Mi mujer, hablando sobre esta época, me contó que se pasó todo este tiempo cachonda y que cuanto más quería evitarlo más caliente estaba. Se pasaba el día fantaseando con el sexo.
Su fantasía más recurrente era que un vecino nuestro llamado Marcos, que tenía un hijo de la edad del nuestro, venía a buscarle porque le había dejado jugando en nuestra casa. Entonces mi mujer le hacía pasar le llevaba al salón y le ofrecía un café. Marcos se sentaba en el sofá mientras mi mujer lo preparaba. Entonces ella se quitaba las bragas en la cocina y las ponía en la bandeja junto con el café. La llevaba al salón y cuando Marcos miraba sorprendido a la bandeja ella la dejaba sobre la mesita, le desabrochaba el pantalón y se lo bajaba junto con los calzoncillos hasta los tobillos, se levantaba el vestido, se montaba a horcajadas sobre él y se clavaba su polla directamente en el culo mientras los niños seguían jugando en la habitación de al lado. Lo que más la ponía era imaginarle con su polla dura dentro de su culo y con cara de lelo por la sorpresa.
Me contó que tuvo muchas más pero que no sabía porqué esta era la que más le ponía. Me contó que después del parto, pasadas unas semanas, volvieron a repetirse esas fantasías. Pero que ya no se cortaba y se mataba a pajas con ellas. Muchas veces esperaba a que yo me durmiera y se masturbaba con la escena del salón. ¡Y mientras me tenía sin follar!
Cuando me lo contó le pregunté que porqué con Marcos. Me dijo que siempre le había visto cara de putero y además su mujer la caía fatal.