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UuufffffLa vi en la barra del bar del hotel y me quedé un rato observando y tratando de imaginar con quién había quedado. Pensaba en un viejo acaudalado o en un ejecutivo vicioso… finalmente eran tres ejecutivos borrachos que seguro no supieron apreciar lo que habían comprado.
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Quiero saber a qué huele...Jugando al escondite.
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Jajajaja… y todo eso por una foto!La verdad es que conocemos muy poco cómo funcionan las mujeres, ¡qué digo las mujeres!, ¡LA MUJER! Cada una de ellas es un espécimen único y encontrar una similar a otra en gustos, afinidades o apetencias, aficiones o “ritos” diarios es como haber encontrado dos gemas raras con los mismos brillos a la luz…. Imposible.
En el caso que os relato mi intención con mi amiga Ana era el pasar un rato distendido, cenar, tomar alguna copa en los lugares de costumbre, en los que siempre encontrábamos a compañeros de la universidad o de trabajo para, sin un acuerdo tácito ni cita previa, pasar la noche del sábado entre risas, comentarios de la vida de cada uno y “nuevas” experiencias de siempre vividas en el quehacer diario.
Esa noche, cuando nos vimos en el Café del Arco parecía que las bromas iban a tomar un cariz más “picante” y nada más darnos los dos besos de rigor de siempre, que era una prolongación del saludo y el inicio de la conversación sin interrupción, como un gesto mecánico entre una palabra y otra, ella me plantó un manotazo en las nalgas, a la vez que me indicaba la silla a su izquierda para sentarme, lo que ya me descuadró un poco el inicio de la quedada.
-¡Oye fresca, que eso es mío! – bromeé entre risas refiriéndome a mis nalgas, a las que la mano de Ana se había adherido después del golpe.
-¡Anda!, a ver si ahora me vas a denunciar por acoso – me espetó.
La broma fue a más en esa dirección “acosadora” y empezamos a hablar de lo que ocurriría si un chico hubiera hecho lo mismo a una amiga, con la insoportable tontería de los tiempos modernos, a lo que ella me respondió dejándome claro que ella estaba totalmente a favor de esos roces transgresores sin importancia entre amigos con mucha confianza, como era nuestro caso y, por supuesto, todos los de nuestro grupo cercano de amistades.
El caso es que, a partir de ese momento, entre juego y malicia, le comenté las “indecencias incendiarias” que por la cabeza me pasaban con todas las féminas del grupo, como modo de caldear más la salida de esa noche. Eso sí, con todo el respeto del mundo y la complicidad obligatoria de la seleccionada cada vez , puntualicé.
-Pues mira, si por mi fuera, yo cambiaba los dos besos de saludo por un apretón de nalgas de toda la que se acercase a saludar –, Le comenté en broma.
A lo que Ana respondió que ella prefería en vez de la palmada, un beso con dientes por el cuello, y ya, si eso, pues el apretón de nalgas como colofón del saludo.
Ambos nos reímos por la ocurrencia, comentando lo que ocurriría si entre los amigos nos saludásemos de ese modo. Isabel, a la que vimos venir en ese instante saludando con la mano y dando saltitos, desde el fondo de la plaza iba a ser nuestra primera víctima.
Con la vergüenza ya adormecida por dos cervezas y la enorme amistad con “Isa”, una vez finalizado el rito de los besos de saludo con Ana, me lancé directamente a su cuello, a la vez que Ana le propinaba una cachetada en las nalgas.
-¡¡OYE!! ¿Pero qué es esto? -, gritó sorprendida, pero sin separarse de la mordida del cuello que en el fondo pareció disfrutar.
Ana y yo estallamos en risas y le contamos el rato de conversación que dio como fruto el sabroso saludo que había experimentado hace unos instantes.
-¡Jolín!, pues me habéis dejado los dos que voy a tener que volver a casa a cambiarme las bragas, - soltó a bocajarro entre risas.
Éramos sólo tres de los seis que conformábamos el dispar grupo de amigos y ya teníamos las calderas a más de medio gas.
La tarde transcurrió en la terraza en la que quedamos hasta bien entrada la noche, entre risas y tocamientos en forma de broma, pero con mucha intención en el fondo.
Cuando decidimos retirarnos, Ana me pidió acercarla hasta casa, pues había llegado en bus, a lo que accedí, como muchas otras veces ya había hecho, pero esta vez las risas y provocaciones continuaron hasta el parking donde se encontraba mi coche.
Una vez llegados al aparcamiento, ella se adelantó con una sonrisa pícara mientras me susurraba al oído un “ya no puedo más” que me desorientó.
Frente a mis ojos la vi apoyarse delante de auto y ofrecerme toda la hermosura de sus nalgas, mientras con una mano apartaba sus braguitas para que tuviese una perfecta perspectiva de su muy mojado sexo.
-¡Fóllame ya cabrón, que me tienes toda la noche mojando las bragas con tanto toqueteo y tanta provocación!, ¡Termina lo que has empezado!-, me soltó al verme paralizado por la visión y haberme quedado perplejo frente al fenomenal espectáculos de su cuerpo.
Sumiso a sus órdenes, en un rápido movimiento deslicé hacia abajo mi pantalón, que ocultaba un firme y hambriento miembro y la embestí de tal forma que soltó un grito de ahogado placer que me hizo calentarme aún más, si ello era posible.
Agarré sus firmes senos para disfrutar de sus movimientos, acompasando sus ansiosas caderas al vaivén de mi cuerpo, para terminar bajando mis manos hasta sus dulces caderas, a la vez que ella dejaba caer su torso sobre el capó del coche y se dejó hacer hasta que su cuerpo empezó a temblar por la llegada de un orgasmo que me sorprendió por lo rápido, aunque no sería el único, antes de abandonar el parking.
Su corrida baño la entrepierna de mi ropa, mientras yo continuaba las embestidas, más ávido de verla continuar retorciéndose de placer que buscando el mío propio.
Cuando ya casi alcanzaba el clímax, ella se retiró para darse la vuelta y ofrecerme su flor abierta de frente, acostándose sobre el capó del coche.
Volví a entrar en ella, jugosa y caliente y estallamos juntos en una apoteosis de deseo y orgasmo como pocas veces me han ocurrido.
Recogimos los restos del choque y entramos en el coche rápidos, esperando que nadie hubiese sido testigo de nuestra explosión sexual sin contención y decidimos que esa noche la pasaríamos en un hotel cercano, hasta saciar el apetito que nos poseía y, que al parecer, ella estuvo acumulando tiempo atrás sin que yo me percatase lo más mínimo.
Tras recoger las llaves de la 413, el ascensor que nos llevaba a la cuarta planta fue testigo del inicio de un nuevo envite, que termino entrando en la habitación ya casi medio en cueros y unidos por la boca, ávidos de continuar la sexual batalla, que continuaría sobre la moqueta, una vez habiendo logrado el casi imposible trabajo de cruzar la puerta de la habitación liados uno con otro.
Caminando a cuatro patas ella, mientras yo la ensartaba desde atrás llegamos a la cama, donde dimos rienda suelta a toda una noche de lujuria, como nunca más he experimentado…
Ya os contaré el resto en otra ocasión, pero esta mujer me enseñó cosas esa noche que se salían de todo lo que jamás experimenté.
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Digamos que me recordó un buen momentoJajajaja… y todo eso por una foto!
Maravilloso!!!
Deporte de riesgo!
Eso lo he vivido yo en la oficina, jejeje
mmmm, que morboso, estaba buena?Eso lo he vivido yo en la oficina, jejeje
Si, una secretaria de 35 años, con un buen culazo, al volver del baño tenía la falda pillada por la cinturilla del tanga, y mostraba todo el cachete y parte de la entrepierna según andaba. Me puso a 1000 y después de sentarse y darse cuenta, imagino que al sentir la silla en el culo, se la coloco rápido y se puso rojo sima, no se volvió a levantar en toda la semana, y empezó a venir a trabajar con pantalonmmmm, que morboso, estaba buena?
jejejjeje, pobre que verguenza, cayo pajote despues de eso?Si, una secretaria de 35 años, con un buen culazo, al volver del baño tenía la falda pillada por la cinturilla del tanga, y mostraba todo el cachete y parte de la entrepierna según andaba. Me puso a 1000 y después de sentarse y darse cuenta, imagino que al sentir la silla en el culo, se la coloco rápido y se puso rojo sima, no se volvió a levantar en toda la semana, y empezó a venir a trabajar con pantalon
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