Votos rotos en la boda de mi prima (real)

Darco13

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Como os contaba en mi otro post, mi prima Eli no quería quedar conmigo a solas. Ni siquiera hablamos de lo sucedido. No sé bien si era por vergüenza, por miedo… o por otra cosa. Pero todo cambió en la boda de su hermana Mercedes.

Estos últimos años me han ocurrido unas cosas que jamás pensé que viviría. La primera follarme a mi prima y la otra; fue el año pasado, cuando tuve un terrible accidente de tráfico por culpa de un conductor borracho. Lo recuerdo todo en flashes: Salía de casa camino al curro y de repente, sentí que me embestían por detrás y lo siguiente fue abrir los ojos en el hospital, con la cabeza embotada y el cuerpo hecho polvo.

Gracias a Dios, salí con un esguince grave en el brazo derecho, el de las pajas, y una fuerte contusión en la espalda. Estuve una semana ingresado, dolorido y medio drogado por los calmantes, aparte de los seis meses de baja yendo a rehabilitación. El coche quedó destrozado por completo, fue directo al desguace. Menos mal que iba solo, porque si alguien hubiera venido de copiloto, estaría criando malvas. Y sinceramente, esto ha cambiado mi forma de ver la vida. Hoy estamos aquí y mañana… quién sabe.

En la boda, ya completamente recuperado, Eli me saludó igual que a un desconocido. Fría, seca, sin una sonrisa, sin mirarme a los ojos. Sin embargo, con mi mujer y mi hija fue cariñosa: la abrazó, dos besos, risitas, preguntas… como si nada. Habíamos quedado otras veces desde la noche de pasión que tuvimos, pero era la primera vez que nos veíamos tras el accidente.

Durante mi recuperación, ella no desapareció. Al contrario, me escribía, me preguntaba cómo me encontraba, se preocupaba mucho por mí. Al hablar por teléfono, tenía esa voz suave, cálida… cariñosa. Por eso, esa frialdad tan repentina, me dejó descolocado. Y cuando vi cómo me esquivaba la mirada, supe que no había olvidado nada. Solo lo reprimía.

En la iglesia apenas cruzamos palabra. Eli estaba a mil cosas, corriendo de un lado a otro, pendiente de los novios, asegurándose de que todos tenían su bolsa de arroz, de que los del confeti estuvieran colocados y atentos. Ahí entendí todo: ella era la organizadora y quería que todo saliera perfecto. Ni un fallo, ni un despiste. Profesional, centrada, impecable… y jodidamente guapa.

Mientras hablaba con los demás familiares, sonreír cuando tocaba… no conseguía apartar la mirada de ella. Me tenía cautivado con su vestido azul turquesa. Parecía sacado de una postal de una playa paradisíaca. No se lo había puesto, se lo habían pintado encima, o al menos, así aparentaba.

Se le marcaba todo: sus tetas firmes, la cintura estrecha y las caderas amplias. Lo único que impedía que se viniera abajo eran dos hilitos ridículos, aferrados a sus hombros como si se aferraran también a la poca decencia que le quedaba a esa prenda. Quizás eso era lo excitante, la tensión constante de saber que podía quedarse desnuda en cualquier momento. Que bajo ese tejido fino y descarado no había nada más. No hacía falta. El traje no insinuaba, mostraba. Y aún así, me tenía con la mente desatada, imaginándola sin él. Con ganas de arrancárselo con los dientes y descubrir si su piel conservaba el mismo sabor que recordaba de aquella noche.

Su escote era justo lo que debía ser, ni demasiado generoso, ni tímido. Pero con la forma de atrapar miradas y no soltarlas. Rezaba para que la tela ceda, aunque sea un poco, solo un poco… lo necesario para volverme loco.

Después de la ceremonia, nos desplazamos al lugar del convite. Una finca preciosa, con un césped perfecto, camareros uniformados y centros de mesa que costaban más que mi coche. Todo me daba igual. Solo tenía ojos para mi prima.

Durante el cóctel, seguía a lo suyo, saludando a todos los invitados y dando indicaciones al personal. Cada vez que pasaba por mi lado, algo se removía dentro de mí, pero ella no me miraba. Su perfume llegaba antes y se quedaba flotando un rato después de que se marchase.

Me acerqué al grupo de algunos primos con los que hablaba. Sonreía, sin embargo, cuando me vio, la sonrisa desapareció. Me saludó otra vez, esta vez con dos besos rápidos, fríos, como de compromiso. Pero esa distancia… esa rigidez… no era indiferencia, era tensión. Una tensión de la que yo conocía muy bien el origen.

—Estás muy guapa —dije con voz baja.

—Es una boda —contestó encogiéndose de hombros, sin mirarme directamente—. Hay que arreglarse.

El silencio entre los dos pesaba más que el bullicio a nuestro alrededor. Cada uno con su copa, fingiendo normalidad, pero atrapados en una corriente invisible que nadie percibía. Entonces, se acercó su hermana Esmeralda, le dijo algo al oído, y aprovechó para irse con una sonrisa.

Durante el almuerzo, nos sentaron en una mesa, en la otra punta del salón. Casualidad o no, sospechaba que Eli controlaba hasta el más mínimo detalle. Si estaba lejos de ella, es porque lo había querido así. Nos pusieron con unos primos con los que no tenía mucho trato, por decirlo de algún modo. Aún así, nos lo pasamos genial. Entre plato y plato, mi prima organizó juegos para hacer en equipos.

Algunas veces, nuestras miradas se cruzaban. Breves, sucias y a medias. Nos decíamos todo sin pronunciar una palabra. Había electricidad, de esa que quema, de la que te empuja a realizar locuras. En medio del banquete, con los novios brindando, mi mujer hablando con los de la mesa, y los camareros sirviendo sorbete de limón, solo podía pensar en una cosa: cómo quedaría ese vestido hecho un ovillo en el suelo. Y tal como me miraba ella, aunque fuera de reojo, sabía que pensaba exactamente lo mismo.

Continuará....
 
Última edición:
Continuo con mi historia. Agradecería vuestras criticas para que me ayude a crecer como escritor. El relato sigue así:

Empezó la barra libre y como habíamos venido en bus, mi intención era pillarme una buena borrachera para olvidarme de todo. Sin embargo, al pedir mi primera copa, me sentó como una patada en el estómago. No sé si era porque no era la marca que suelo beber o por algo que comí. Pero con el primer sorbo, noté un retortijón que me dobló en dos. Salí disparado para el baño. Los servicios de caballeros se encontraban hecho un asco. El de las mujeres, ocupado. Por suerte, había un tercer aseo para minusválidos y para mi sorpresa, permanecía limpio. Entré sin pensarlo, cerrando de un portazo, y me senté justo a tiempo. Eché lo más grande, todo lo que tenía dentro. Me lavé la cara y respiré hondo.

Al salir, me encuentro con mi prima Eli. De pie, mirándome fijamente con una mezcla rara: deseo, rabia, urgencia. Sin mediar palabra, me empujó al interior, entró en el lavabo y cerró la puerta. Se abalanzó hacia mí, como una gata en celo. Me besó con una pasión y ganas que no había visto nunca a ninguna mujer. No era un reencuentro romántico. Era puro fuego atrasado y estaba desatada.

No perdió ni un segundo y rápidamente me desabrochó el pantalón. Al caer la prenda al suelo, ella se agachó, me agarró la polla y se la metió en la boca. Fue todo tan rápido que aquello estaba dormido, pero con tan solo dos lengüetazos bien dados, despertó a la fiera. Sentí cómo crecía en su boca caliente, húmeda y ansiosa. Era una sensación indescriptible, un placer bruto y salvaje.

Me la mamaba con rabia, con hambre atrasada. Nada de caricias suaves ni miradas dulces; aquello era lujuria pura. Aplicaba tanta presión que me dañaba. Con cada arcada sentía cómo la garganta se cerraba contra mí. Pero no era un dolor molesto. Al contrario, era placentero, era un dolor que me excitaba. Encendía algo oscuro dentro de mí. Jamás me la habían chupado así.

La escena era sacada de una película pornográfica: mi prima, agachada en el baño, chupándome la polla con una entrega total. Me puse tan cachondo que no pude evitarlo. Le agarré la cabeza con las dos manos y le follé la boca. Con energía, oyendo sus jadeos, las arcadas cada vez más profundas. Ella no se apartaba, no se quejaba, se dejaba hacer. O más bien, lo quería así.

Se me fue la pinza. Le empujé la cabeza contra mi ingle con más fuerza de la cuenta y se atragantó. Empezó a toser, con la saliva resbalándose por la barbilla, y por un segundo me asusté. Pero al mirarla, vi algo en sus ojos, no era dolor, era puro vicio. Le gustaba, le encendía que le hicieran estas cosas. Que la follaran sin filtros, sin cuidado.

La agarré por los brazos y la subí en el lavabo de un tirón. Tenía el vestido subido, las piernas abiertas y las bragas empapadas. Hice lo que llevaba todo el día pensando en hacer: le bajé los tirantes, uno a uno, despacio, disfrutando del momento. El escote cedió y sus tetas salieron sin resistencia. Tal como sospechaba: no llevaba sujetador. Le lamí los pezones, mordisqueando y succionando. Ella gemía, con la cabeza echada hacia atrás, sujetándose al espejo con una mano, mientras con la otra me empujaba la cabeza contra su pecho. Me pedía que se los pellizcase. Se los agarré y tiré de ellos con fuerza. Se estremeció, cerró los ojos y se mordió el labio.

Le arranqué el tanga de un tirón. Ni me molesté en bajárselo. Lo rompí con rabia y le metí un dedo, soltando un gran gemido. Su coño estaba empapado, chorreando. La follaba con los dedos, profundos, rápidos. Eli se retorcía encima del lavabo. Me miraba con esa cara de vicio absoluto, los labios entreabiertos y la respiración desbocada.

A medida que llegaba al orgasmo, gemía cada vez más alto, casi gritando. Le tapé la boca con mi mano libre. La música estaba muy alta y no creía que nos oyeran, más bien lo hice por el morbo. Por tenerla sometida, retorciéndose mientras le tapaba los gemidos. Ella estaba a punto de correrse, lo notaba, le temblaba el cuerpo. Me agarró fuerte la muñeca y me pidió jadeando:

—Quítate…. de en medio… sigue… pero apártate…

Le hice caso y me aparté, y entonces se corrió. No fue un orgasmo normal, fue un estallido. Un squirting, en toda regla. Un chorro de su fluido salió disparado, llegando a la otra pared. Una explosión de placer que la dejó temblando, medio desplomada sobre el lavabo y jadeando. La miré, desnuda, con el vestido arrugado en la cintura, las tetas brillantes por mi saliva y su coño palpitando.

Verla correrse así, a chorros, fue una locura. Estaba excitado como nunca, con la polla tan dura que me dolía. La agarré por las caderas y se la metí de un empujón seco. Sin miramientos ni contemplaciones. Ella soltó un gemido ronco pero no se quejó, al contrario, me pedía que fuera más rudo, el dolor la excitaba mucho. Le encantaba que la follaran con rabia, con fuerza bruta.

Le subí las piernas a mis hombros, abriéndola del todo y empecé a embestirla con todo lo que tenía. El lavabo temblaba, las paredes retumbaban. Y ella se masturbaba mientras la follaba, moviendo los dedos a toda velocidad sobre su clítoris, gimiendo, sudando, echando la cabeza hacia atrás como si estuviera poseída.

Por suerte, me quité la camisa, al empezar a sudar. Y justo entonces, ella tuvo el segundo orgasmo, aún más salvaje que el anterior. Empapándome entero con su corrida. Le di la vuelta, le levanté una pierna y le pegué la cara contra el espejo. Quería que se viera la cara de puta que ponía mientras me la follaba. La mantenía ahí, bien sujeta, sin dejar que se apartara ni un centímetro.

Eso la volvía loca. Empezó a hablarme sucio como nunca antes me habían hablado. “Dame más fuerte, cabrón”, “Follame, hijo de puta” o “Dame tu leche perro…” fue lo más suave que me dijo, y sus palabras me ponían más cachondo. No podía más y estaba al límite de correrme como un animal.

Quería lefarle toda la cara, empaparla entera, pero caí en que aún quedaba boda para rato y no era plan de dejarla marcada. Tenía que ser en un sitio discreto, que no dejara huella. Le pregunté donde quería mi leche, y sin pensarlo me respondió:

—En la boca. Estoy ansiosa por tragármela.

Dicho y hecho, tal como saqué la polla, ella bajó como un resorte y se la metió en la boca, con hambre. Llevaba días sin vaciar el depósito, y solté tal chorreazo de leche, que le salía por la comisura de los labios. Pero no dejó escapar ni una sola gota. Se la tragó entera, mirándome a los ojos, como si fuera lo más rico que había probado. No contenta con eso, me lamió el sable de arriba abajo, despacio, asegurándose de no dejar rastro alguno. Me dejó limpio, temblando, con las piernas flojas.

Estaba en la puta gloria. Acababa de cumplir mi fantasía erótica que llevaba años resistiéndose: Follar en los baños durante una boda. Por fin lo había logrado, y encima con mi prima, y así, a lo bestia. Nos vestimos rápido, aún con la respiración descontrolada. No sabía cuánto tiempo llevábamos ahí metido, aunque nadie golpeó la puerta.

Pero al abrirla…. pasé de estar en el paraíso a descender al infierno.

Continuará
 
Continuo con mi historia. Agradecería vuestras criticas para que me ayude a crecer como escritor. El relato sigue así:

Empezó la barra libre y como habíamos venido en bus, mi intención era pillarme una buena borrachera para olvidarme de todo. Sin embargo, al pedir mi primera copa, me sentó como una patada en el estómago. No sé si era porque no era la marca que suelo beber o por algo que comí. Pero con el primer sorbo, noté un retortijón que me dobló en dos. Salí disparado para el baño. Los servicios de caballeros se encontraban hecho un asco. El de las mujeres, ocupado. Por suerte, había un tercer aseo para minusválidos y para mi sorpresa, permanecía limpio. Entré sin pensarlo, cerrando de un portazo, y me senté justo a tiempo. Eché lo más grande, todo lo que tenía dentro. Me lavé la cara y respiré hondo.

Al salir, me encuentro con mi prima Eli. De pie, mirándome fijamente con una mezcla rara: deseo, rabia, urgencia. Sin mediar palabra, me empujó al interior, entró en el lavabo y cerró la puerta. Se abalanzó hacia mí, como una gata en celo. Me besó con una pasión y ganas que no había visto nunca a ninguna mujer. No era un reencuentro romántico. Era puro fuego atrasado y estaba desatada.

No perdió ni un segundo y rápidamente me desabrochó el pantalón. Al caer la prenda al suelo, ella se agachó, me agarró la polla y se la metió en la boca. Fue todo tan rápido que aquello estaba dormido, pero con tan solo dos lengüetazos bien dados, despertó a la fiera. Sentí cómo crecía en su boca caliente, húmeda y ansiosa. Era una sensación indescriptible, un placer bruto y salvaje.

Me la mamaba con rabia, con hambre atrasada. Nada de caricias suaves ni miradas dulces; aquello era lujuria pura. Aplicaba tanta presión que me dañaba. Con cada arcada sentía cómo la garganta se cerraba contra mí. Pero no era un dolor molesto. Al contrario, era placentero, era un dolor que me excitaba. Encendía algo oscuro dentro de mí. Jamás me la habían chupado así.

La escena era sacada de una película pornográfica: mi prima, agachada en el baño, chupándome la polla con una entrega total. Me puse tan cachondo que no pude evitarlo. Le agarré la cabeza con las dos manos y le follé la boca. Con energía, oyendo sus jadeos, las arcadas cada vez más profundas. Ella no se apartaba, no se quejaba, se dejaba hacer. O más bien, lo quería así.

Se me fue la pinza. Le empujé la cabeza contra mi ingle con más fuerza de la cuenta y se atragantó. Empezó a toser, con la saliva resbalándose por la barbilla, y por un segundo me asusté. Pero al mirarla, vi algo en sus ojos, no era dolor, era puro vicio. Le gustaba, le encendía que le hicieran estas cosas. Que la follaran sin filtros, sin cuidado.

La agarré por los brazos y la subí en el lavabo de un tirón. Tenía el vestido subido, las piernas abiertas y las bragas empapadas. Hice lo que llevaba todo el día pensando en hacer: le bajé los tirantes, uno a uno, despacio, disfrutando del momento. El escote cedió y sus tetas salieron sin resistencia. Tal como sospechaba: no llevaba sujetador. Le lamí los pezones, mordisqueando y succionando. Ella gemía, con la cabeza echada hacia atrás, sujetándose al espejo con una mano, mientras con la otra me empujaba la cabeza contra su pecho. Me pedía que se los pellizcase. Se los agarré y tiré de ellos con fuerza. Se estremeció, cerró los ojos y se mordió el labio.

Le arranqué el tanga de un tirón. Ni me molesté en bajárselo. Lo rompí con rabia y le metí un dedo, soltando un gran gemido. Su coño estaba empapado, chorreando. La follaba con los dedos, profundos, rápidos. Eli se retorcía encima del lavabo. Me miraba con esa cara de vicio absoluto, los labios entreabiertos y la respiración desbocada.

A medida que llegaba al orgasmo, gemía cada vez más alto, casi gritando. Le tapé la boca con mi mano libre. La música estaba muy alta y no creía que nos oyeran, más bien lo hice por el morbo. Por tenerla sometida, retorciéndose mientras le tapaba los gemidos. Ella estaba a punto de correrse, lo notaba, le temblaba el cuerpo. Me agarró fuerte la muñeca y me pidió jadeando:

—Quítate…. de en medio… sigue… pero apártate…

Le hice caso y me aparté, y entonces se corrió. No fue un orgasmo normal, fue un estallido. Un squirting, en toda regla. Un chorro de su fluido salió disparado, llegando a la otra pared. Una explosión de placer que la dejó temblando, medio desplomada sobre el lavabo y jadeando. La miré, desnuda, con el vestido arrugado en la cintura, las tetas brillantes por mi saliva y su coño palpitando.

Verla correrse así, a chorros, fue una locura. Estaba excitado como nunca, con la polla tan dura que me dolía. La agarré por las caderas y se la metí de un empujón seco. Sin miramientos ni contemplaciones. Ella soltó un gemido ronco pero no se quejó, al contrario, me pedía que fuera más rudo, el dolor la excitaba mucho. Le encantaba que la follaran con rabia, con fuerza bruta.

Le subí las piernas a mis hombros, abriéndola del todo y empecé a embestirla con todo lo que tenía. El lavabo temblaba, las paredes retumbaban. Y ella se masturbaba mientras la follaba, moviendo los dedos a toda velocidad sobre su clítoris, gimiendo, sudando, echando la cabeza hacia atrás como si estuviera poseída.

Por suerte, me quité la camisa, al empezar a sudar. Y justo entonces, ella tuvo el segundo orgasmo, aún más salvaje que el anterior. Empapándome entero con su corrida. Le di la vuelta, le levanté una pierna y le pegué la cara contra el espejo. Quería que se viera la cara de puta que ponía mientras me la follaba. La mantenía ahí, bien sujeta, sin dejar que se apartara ni un centímetro.

Eso la volvía loca. Empezó a hablarme sucio como nunca antes me habían hablado. “Dame más fuerte, cabrón”, “Follame, hijo de puta” o “Dame tu leche perro…” fue lo más suave que me dijo, y sus palabras me ponían más cachondo. No podía más y estaba al límite de correrme como un animal.

Quería lefarle toda la cara, empaparla entera, pero caí en que aún quedaba boda para rato y no era plan de dejarla marcada. Tenía que ser en un sitio discreto, que no dejara huella. Le pregunté donde quería mi leche, y sin pensarlo me respondió:

—En la boca. Estoy ansiosa por tragármela.

Dicho y hecho, tal como saqué la polla, ella bajó como un resorte y se la metió en la boca, con hambre. Llevaba días sin vaciar el depósito, y solté tal chorreazo de leche, que le salía por la comisura de los labios. Pero no dejó escapar ni una sola gota. Se la tragó entera, mirándome a los ojos, como si fuera lo más rico que había probado. No contenta con eso, me lamió el sable de arriba abajo, despacio, asegurándose de no dejar rastro alguno. Me dejó limpio, temblando, con las piernas flojas.

Estaba en la puta gloria. Acababa de cumplir mi fantasía erótica que llevaba años resistiéndose: Follar en los baños durante una boda. Por fin lo había logrado, y encima con mi prima, y así, a lo bestia. Nos vestimos rápido, aún con la respiración descontrolada. No sabía cuánto tiempo llevábamos ahí metido, aunque nadie golpeó la puerta.

Pero al abrirla…. pasé de estar en el paraíso a descender al infierno.

Continuará
Bufffffff
 
Continuo con el final de este relato:

Al otro lado estaba mi esposa, esperando para entrar en el baño de mujeres. Al verla me puse tan nervioso que no supe disimular. Se me notaba en la cara, en el cuerpo, en todo. Los problemas que habíamos tenido últimamente eran por lo mismo: pensaba que le era infiel. Había descubierto varias conversaciones por WhatsApp con otras tías. Charlas normales, sin pruebas de que había quedado con ellas y menos tirármelas. Pero ahora, con Eli, acababa de cruzar la línea.

Por suerte, Eli tuvo buenos reflejos y se escondió detrás de la puerta, como si le fuera la vida en ello. En este momento ¿Cómo explicaba que había estado encerrado en el baño durante tanto rato… y encima con mí prima? no podía explicarlo.

Mi esposa sabía que algo pasaba. Me veía inquieto y no la dejaba pasar al aseo. Me miraba con ese rostro suyo que lo dice todo, como si estuviera a punto de pillarme en una mentira. Afortunadamente, apareció mi prima Esmeralda en el momento justo. Se puso a hablar con ella y consiguió distraerla el tiempo necesario para que Eli saliera y se colocara detrás, como si acabara de llegar por casualidad.

Mi mujer, aun con la mosca tras la oreja, me preguntó porque estaba tan nervioso y que hacía tanto tiempo encerrado. Le conté lo primero que se me ocurrió: que me había empezado a doler la barriga y vine corriendo a hablar con Roca. Al usarlo lo atasqué y no quería que la gente supiera que había sido yo por la vergüenza.

No se lo creyó del todo, se le notaba, pero como ya me conoce y sabe cómo dejo el váter después de una buena cagada. Y además llevaba un par de copas encima, no le dio más vuelta al asunto. Otra vez, por los pelos.

Esmeralda nos cogió de las manos a Eli y a mí y nos llevó a un rincón apartado, lejos del barullo, con cara de querer soltar algo gordo. Nos dijo que estaba en el aseo de mujeres, cuando oyó a una pareja follar en el baño contiguo y que eso la había puesto cachonda perdida. Aunque la música estaba muy fuerte en el salón, dentro no sonaba tan alto, y al estar pared con pared, se oía perfectamente. Salió al pasillo con curiosidad, queriendo saber quién era la ardiente pareja. Pero jamás se imaginó que los protagonistas, eran su propia hermana y su primo. Se quedó en shock. Nos miraba con una mezcla de morbo y sorpresa que no sabía si era reproche… o deseo.

Mi prima Esmeralda, en los últimos años, iba diciendo que era liberal o swinger, no sé cuál es el término correcto. Lo curioso es que, de adolescente, todos pensábamos que era una marimacho. Se vestía igual que un chico, con el pelo rapado y jugaba al fútbol con los chavales del barrio, como uno más. Lo único que desentonaba, y mucho, eran las dos cabezas de mongoles que tiene por tetas.

Ahí estaba delante de mí, hablándonos… yo ni la oía. Solo podía mirarle el escote, tan generoso, que parecía de dos tallas menos, y le levantaban las tetas casi a la boca. ¡¡Y qué tetas!! Lleva una locura de vestido morado intenso largo. De esos que no pasan desapercibidos ni aunque quieras. Ceñido como un guante, moldeaba cada curva de su cuerpo con una precisión obscena. Los hombros los llevaba al aire, sujetados por dos bandas anchas que se unían con unos aros metálicos. Siendo una mezcla perfecta entre provocación y picardía.

Por los laterales, la tela dejaba la espalda completamente descubierta. Nada de insinuaciones sutiles: se le veía todo. Puro morbo sin disimulo. Y ese culo… perfectamente apretado bajo el tejido. Pedía a gritos una mirada lenta, de esas que empiezan en los tobillos y no se detienen hasta el cuello.

La celebración continuó sin alteraciones. Risas, brindis, fotos, baile. Todos felices, borrachos y falsas apariencias. Eli se comportaba normal, una invitada más, fingiendo que nada había pasado. Que no acababa de tragarse mi corrida minutos antes y no me suplicaba que la follara como una puta.

Mientras tanto, Esmeralda, no me quitaba sus bonitos ojos verdes de encima. Con sonrisa de cabrona, de quien sabe más de lo que debería o ha visto demasiado. Me rozaba el brazo al pasar, o se acercaba más de la cuenta al hablarme, y sus miradas iban cargadas de algo que no sabía interpretar: ¿curiosidad?, ¿morbo?, ¿chantaje?, ¿o ganas de unirse al juego?

Mi mujer bailaba como si todo fuera perfecto. Yo, en cambio, tenía un nudo en el estómago, preguntándome cuándo iba a explotar todo esto. Por suerte esa noche no. Lo peor o lo mejor estaba por venir.

Continuara…..
 

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Mi próxima historia no sé cómo subirla, si dividido en partes como hasta ahora o entera. Son 13 páginas de Word y se puede hacer un poco pesada la lectura por aquí. Al menos es lo que pienso. ¿Qué preferís?
 
Mi próxima historia no sé cómo subirla, si dividido en partes como hasta ahora o entera. Son 13 páginas de Word y se puede hacer un poco pesada la lectura por aquí. Al menos es lo que pienso. ¿Qué preferís?
Por mi parte, prefiero por partes 😜
 
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