Cenizas y sábanas.
Te querré, sí, pero que sea un temblor de vida, no una caricia sin sentido. Yo no sé volar, soy el abismo que te nombra. Soy el dios que te moldea con un hálito de fuego fatuo.
Quiero tu ala herida posada en mi músculo más suave, ese que siempre te acoge y posee. Que mañana sea una fábula inconclusa, una mancha de vino añejo en el mantel de tul que no podremos borrar.
Pides belleza, te doy la guadaña que desgarra el silencio antes de que el placer se haga vapor brotando de nuestras fumarolas. Pides rabia, te ofrezco el sudor frío del espectro que sabe que tu huida volatil es la única certeza que me queda.
Yo te quiero rota, te quiero rota y expuesta, como una fruta llena de gozo, abierta al cuchillo de mi desesperada urgencia. Y esa gota a gota que me pides, será la miel densa y salobre que corre por mis fauces profundas, a la grieta de tu espalda arqueada y profanada por un fauno.
Fúmate, mi vida, hasta el alma que cae por mi locura distópica. Yo seré el cenicero de seda donde tus días extintos reposen y sientas mi humo en tu cintura. Y que tu última sombra, amor, sea tan solo el relieve de mi corazón oscuro, que mi éxtasis proyecta en la sábana humedecida donde sueñas mientras te velo invisible.
Que este ardor sea tu única memoria y tu destino. Que seas la pieza que todo soporta y todo crea en el universo.

J. Dentro de tí.