CON MI SUEGRA EN IKEA

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21 Sep 2023
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Nada hacía sospechar que aquélla tarde pudiera ser distinta de las demás, salvo porque había decidido salir de la oficina un poco antes de lo normal.

Era un jueves del mes de julio, el calor de la ciudad, el exceso de trabajo que siempre se acumula en esas fechas, y esa extraña manía de salir a correr a las 5 de la mañana, me convencieron de la necesidad de una buena siesta en casa. A ser posible, en el sofá.

No eran las 18.00 horas cuando cerré tras de mí la puerta de casa y arrojé sobre la cama mis vaqueros y la camiseta, pues abandoné hace muchos años esa costumbre de usar corbatas y prendas más serias.

Una vez en la ducha, dejé que el agua fría acariciase mi cuerpo, sintiendo la paz y el relax que no había conseguido durante todo ese maldito día en que, las llamadas, reuniones y demás no me había podido permitir. Un mensaje de Whatsapp sonó en mi teléfono expulsándome de inmediato de aquél, mi paraíso.

Con la toalla sequé mis manos y sin salir de la ducha miré pues por el sonido supe que era de alguien de la familia. Pensé que era mi mujer, Elena, pues se encontraba esa semana fuera de la ciudad por trabajo. Pero no, era mi suegra, Adela.

“Luis, cariño, ¿te importaría llevarme esta tarde a IKEA cuando salgas de trabajar? No será mucho tiempo. Siento molestarte pero Elena está fuera y con todo el mundo de vacaciones no se a quien pedírselo. Gracias”



Aquel mensaje trastocó todos mis planes para una tarde que prometía siesta en el sofá y maratón de Netflix, pero no podía negarme.

Adela es una mujer encantadora, con quien me llevo estupendamente desde que conocí a su hija, hace ya muchos años. Más que una suegra siempre la ví como una amiga, una confidente, quizá encontré en ella parte de la madre que perdí siendo muy niño. No se.

Por cierto, casi olvido presentar a los personajes involucrados en esta historia que, por rocambolesca no deja de ser absolutamente real…

Continuará....
 
Nada hacía sospechar que aquélla tarde pudiera ser distinta de las demás, salvo porque había decidido salir de la oficina un poco antes de lo normal.

Era un jueves del mes de julio, el calor de la ciudad, el exceso de trabajo que siempre se acumula en esas fechas, y esa extraña manía de salir a correr a las 5 de la mañana, me convencieron de la necesidad de una buena siesta en casa. A ser posible, en el sofá.

No eran las 18.00 horas cuando cerré tras de mí la puerta de casa y arrojé sobre la cama mis vaqueros y la camiseta, pues abandoné hace muchos años esa costumbre de usar corbatas y prendas más serias.

Una vez en la ducha, dejé que el agua fría acariciase mi cuerpo, sintiendo la paz y el relax que no había conseguido durante todo ese maldito día en que, las llamadas, reuniones y demás no me había podido permitir. Un mensaje de Whatsapp sonó en mi teléfono expulsándome de inmediato de aquél, mi paraíso.

Con la toalla sequé mis manos y sin salir de la ducha miré pues por el sonido supe que era de alguien de la familia. Pensé que era mi mujer, Elena, pues se encontraba esa semana fuera de la ciudad por trabajo. Pero no, era mi suegra, Adela.

“Luis, cariño, ¿te importaría llevarme esta tarde a IKEA cuando salgas de trabajar? No será mucho tiempo. Siento molestarte pero Elena está fuera y con todo el mundo de vacaciones no se a quien pedírselo. Gracias”



Aquel mensaje trastocó todos mis planes para una tarde que prometía siesta en el sofá y maratón de Netflix, pero no podía negarme.

Adela es una mujer encantadora, con quien me llevo estupendamente desde que conocí a su hija, hace ya muchos años. Más que una suegra siempre la ví como una amiga, una confidente, quizá encontré en ella parte de la madre que perdí siendo muy niño. No se.

Por cierto, casi olvido presentar a los personajes involucrados en esta historia que, por rocambolesca no deja de ser absolutamente real…

Continuará....
Sigueee que tiene buena pinta jeje
 
Nada hacía sospechar que aquélla tarde pudiera ser distinta de las demás, salvo porque había decidido salir de la oficina un poco antes de lo normal.

Era un jueves del mes de julio, el calor de la ciudad, el exceso de trabajo que siempre se acumula en esas fechas, y esa extraña manía de salir a correr a las 5 de la mañana, me convencieron de la necesidad de una buena siesta en casa. A ser posible, en el sofá.

No eran las 18.00 horas cuando cerré tras de mí la puerta de casa y arrojé sobre la cama mis vaqueros y la camiseta, pues abandoné hace muchos años esa costumbre de usar corbatas y prendas más serias.

Una vez en la ducha, dejé que el agua fría acariciase mi cuerpo, sintiendo la paz y el relax que no había conseguido durante todo ese maldito día en que, las llamadas, reuniones y demás no me había podido permitir. Un mensaje de Whatsapp sonó en mi teléfono expulsándome de inmediato de aquél, mi paraíso.

Con la toalla sequé mis manos y sin salir de la ducha miré pues por el sonido supe que era de alguien de la familia. Pensé que era mi mujer, Elena, pues se encontraba esa semana fuera de la ciudad por trabajo. Pero no, era mi suegra, Adela.

“Luis, cariño, ¿te importaría llevarme esta tarde a IKEA cuando salgas de trabajar? No será mucho tiempo. Siento molestarte pero Elena está fuera y con todo el mundo de vacaciones no se a quien pedírselo. Gracias”



Aquel mensaje trastocó todos mis planes para una tarde que prometía siesta en el sofá y maratón de Netflix, pero no podía negarme.

Adela es una mujer encantadora, con quien me llevo estupendamente desde que conocí a su hija, hace ya muchos años. Más que una suegra siempre la ví como una amiga, una confidente, quizá encontré en ella parte de la madre que perdí siendo muy niño. No se.

Por cierto, casi olvido presentar a los personajes involucrados en esta historia que, por rocambolesca no deja de ser absolutamente real…

Continuará....
Deseando leer como continua...
 
Podéis llamarme Luis. Un tipo normal, maduro, sosegado y sin demasiadas estridencias. Con 50 años me conservo bastante bien. Mi vena deportista (corredor de montaña y ultradistancia en mis ratos libres), permiten que el 1.85 que aún conservo se sostenga en 75 kilos de fibra, poco pelo y menos barriga.

Elena, mi mujer, tiene 44 años. Una preciosa morena de enormes ojos oscuros; 1.65 y un cuerpo moldeado por la afición que compartimos, el “trail-running”; duro y exigente deporte que como contrapartida le ha regalado unas preciosas piernas rematadas por un culo imponente. Exigente consigo misma, dinámica, emprendedora, optimista. Médico de profesión, por lo se ve obligada a viajar con mucha frecuencia, pasando semanas de congresos fuera de la ciudad o de España.

Sensual, morbosa, juguetona con pocos límites y terriblemente “disfrutona”, es mi compañera en todos los aspectos de la vida desde hace muchos años. Aun así, cuando la vida me ha presentado la oportunidad de dar un mordisco sin pensármelo, lo he hecho.


Y esta fue una de esas ocasiones… cuyo principal protagonista es Adela, mi suegra.

Hace poco cumplió los 65, y aunque esta historia comenzó hace 4 años, mantiene un natural atractivo que le hace ser terriblemente sensual, sin ser nada espectacular. Poco más de 1.60, morena, los mismos ojos negros de su hija, labios carnosos y sensuales que exigen muy poco adorno. Funcionaria de profesión, acaba de jubilarse con ese mismo aire de señora pizpireta que conocí hace 20 años y de quien me sorprendió una sensual figura con algunos kilos más de los que la dictadura de la línea suelen exigir. Su proporcionada cintura da paso a unas amplias caderas que, sin ser exageradas dibujan un culo redondo que marca su paso mejor que un legionario en Semana Santa. Siempre ha sido consciente del atractivo de sus tetas, redondas, grandes, separadas por un canalillo en el que da gusto perderse….

Del mismo modo que perdí a mi madre cuando yo era muy niño, Adela quedó viuda a los 42 años, poco antes de que conociera a su hija. Por aquella época aún arrastraba una seria depresión y melancolía. Consecuencia normal por la pérdida de un marido tras una penosa enfermedad, y de la que fue saliendo poco a poco, gracias a ese carácter optimista y dinámico que ha heredado su única hija, mi mujer.



Durante todos estos años han pasado por su vida diversos hombres. Unos duraron más y otros menos. Siempre nos confesó que su intención no era otra que la de rehacer la vida, siempre y cuando encontrase con quién mereciera la pena. Lo cierto es que las parejas fueron pasando por su corazón, y su cama, llegando al punto que hoy nos importa…

“Seguimos?…..”
 
Podéis llamarme Luis. Un tipo normal, maduro, sosegado y sin demasiadas estridencias. Con 50 años me conservo bastante bien. Mi vena deportista (corredor de montaña y ultradistancia en mis ratos libres), permiten que el 1.85 que aún conservo se sostenga en 75 kilos de fibra, poco pelo y menos barriga.

Elena, mi mujer, tiene 44 años. Una preciosa morena de enormes ojos oscuros; 1.65 y un cuerpo moldeado por la afición que compartimos, el “trail-running”; duro y exigente deporte que como contrapartida le ha regalado unas preciosas piernas rematadas por un culo imponente. Exigente consigo misma, dinámica, emprendedora, optimista. Médico de profesión, por lo se ve obligada a viajar con mucha frecuencia, pasando semanas de congresos fuera de la ciudad o de España.

Sensual, morbosa, juguetona con pocos límites y terriblemente “disfrutona”, es mi compañera en todos los aspectos de la vida desde hace muchos años. Aun así, cuando la vida me ha presentado la oportunidad de dar un mordisco sin pensármelo, lo he hecho.


Y esta fue una de esas ocasiones… cuyo principal protagonista es Adela, mi suegra.

Hace poco cumplió los 65, y aunque esta historia comenzó hace 4 años, mantiene un natural atractivo que le hace ser terriblemente sensual, sin ser nada espectacular. Poco más de 1.60, morena, los mismos ojos negros de su hija, labios carnosos y sensuales que exigen muy poco adorno. Funcionaria de profesión, acaba de jubilarse con ese mismo aire de señora pizpireta que conocí hace 20 años y de quien me sorprendió una sensual figura con algunos kilos más de los que la dictadura de la línea suelen exigir. Su proporcionada cintura da paso a unas amplias caderas que, sin ser exageradas dibujan un culo redondo que marca su paso mejor que un legionario en Semana Santa. Siempre ha sido consciente del atractivo de sus tetas, redondas, grandes, separadas por un canalillo en el que da gusto perderse….

Del mismo modo que perdí a mi madre cuando yo era muy niño, Adela quedó viuda a los 42 años, poco antes de que conociera a su hija. Por aquella época aún arrastraba una seria depresión y melancolía. Consecuencia normal por la pérdida de un marido tras una penosa enfermedad, y de la que fue saliendo poco a poco, gracias a ese carácter optimista y dinámico que ha heredado su única hija, mi mujer.



Durante todos estos años han pasado por su vida diversos hombres. Unos duraron más y otros menos. Siempre nos confesó que su intención no era otra que la de rehacer la vida, siempre y cuando encontrase con quién mereciera la pena. Lo cierto es que las parejas fueron pasando por su corazón, y su cama, llegando al punto que hoy nos importa…

“Seguimos?…..”
Por supuesto, seguimos. Tu escribiendo y nosotros disfrutando de lo que compartes con todos nosotros. Gracias!!!
 
Mentiría si dijera que contesté gustoso pero la familia es lo primero, y las obligaciones no se pueden esquivar. Mi cabeza y mi cuerpo pedían un buen descanso con una cerveza en mano, pero cogí el móvil y escribí, dando paso con ello al primer capítulo de una aventura que nunca pudiera imaginar:

“Por supuesto Adela. De hecho me pillas en casa, porque había salido un poco antes del despacho. Si te parece te recojo en media 30 minutos. A estas horas hay menos gente y así podemos terminar antes”

Una camiseta, gafas de sol, un pantalón corto tipo cargo y unas alpargatas fueron todo lo que necesitaba para “pasear” por ese enorme almacén. Y en menos de un cuarto de hora estaba llegando al portal de casa de Adela. Vivimos en las afueras de la ciudad y a poca distancia.


Whatstapp.-

“Te espero en la puerta 🥰


Sin contestar mi mensaje, y en menos de tres minutos la vi salir del portal. Media melena morena, gafas de sol grandes y negras. El top negro suelto y de ancho escote que caía sobre la cintura del pantalón dejaba bien a la vista ese magnífico par de tetas que había visto en alguna ocasión por descuido. Acompañaba la imagen un pantalón ancho de lino “blanco roto” que transparentaba la braguita brasileña negra que casi no cubría su culazo.


Mi coche se inundó del aroma de su perfume de toda la vida: “Aire de Loewe”. Cerrando la puerta se quitó las gafas de sol, y con una magnífica sonrisa nos dimos un beso en la mejilla:

- “Luis cariño, de veras, insisto, no sabes cómo te lo agradezco. Son cuatro tonterías las que tengo que comprar. Nada de muebles no te asustes (dijo riendo). Un par de lámparas y unos cojines para la terraza. Te prometo que no te voy a robar mucho tiempo”

Arranqué y antes de llegar al primer semáforo le contesté:

-“Sabes que nunca me molesta. Bueno (riendo) y si lo haces te lo digo, aunque no me hagas ni puto caso (risas de los dos).
De veras que no pasa nada, total estoy solo en casa. Ya sabes que Elena no vuelve hasta mañana al mediodía y no tenía mejor plan que salir con mi suegra”


Se rió, y mirándome dijo: “Que pasa!! Te avergüenzas de ir de compras con un vejestorio??”

- “Vejestorio?”
Contesté haciéndome el sorprendido. “Cuantas quisieran tener esa figura y cuántos quisieran que les acompañase un bombón como mi suegra. Por cierto, esos pantalones te quedan genial”


- “Si??” Dijo Adela, con una sonrisa que mostraba halago y satisfacción. “Pues mira que a veces me da cosa ponérmelos porque se me transparenta todo por detrás y casi por delante”

- “Que se transparente lo que quiera, tú puedes lucirlo”

- “Si tú lo dices no hay más que hablar. Voy a ir bien orgullosa con mi yerno por el IKEA”


Y continuamos charlando de cosas más banales aún, hasta que llegamos al enorme parking de ese inhóspito centro comercial.
 
Última edición:
Mentiría si dijera que contesté gustoso pero la familia es lo primero, y las obligaciones no se pueden esquivar. Mi cabeza y mi cuerpo pedían un buen descanso con una cerveza en mano, pero cogí el móvil y escribí, dando paso con ello al primer capítulo de una aventura que nunca pudiera imaginar:

“Por supuesto Adela. De hecho me pillas en casa, porque había salido un poco antes del despacho. Si te parece te recojo en media 30 minutos. A estas horas hay menos gente y así podemos terminar antes”

Una camiseta, gafas de sol, un pantalón corto tipo cargo y unas alpargatas fueron todo lo que necesitaba para “pasear” por ese enorme almacén. Y en menos de un cuarto de hora estaba llegando al portal de casa de Adela. Vivimos en las afueras de la ciudad y a poca distancia.


Whatstapp.-

“Te espero en la puerta 🥰


Sin contestar mi mensaje, y en menos de tres minutos la vi salir del portal. Media melena morena, gafas de sol grandes y negras. El top negro suelto y de ancho escote que caía sobre la cintura del pantalón dejaba bien a la vista ese magnífico par de tetas que había visto en alguna ocasión por descuido. Acompañaba la imagen un pantalón ancho de lino “blanco roto” que transparentaba la braguita brasileña negra que casi no cubría su culazo.


Mi coche se inundó del aroma de su perfume de toda la vida: “Aire de Loewe”. Cerrando la puerta se quitó las gafas de sol, y con una magnífica sonrisa nos dimos un beso en la mejilla:

- “Luis cariño, de veras, insisto, no sabes cómo te lo agradezco. Son cuatro tonterías las que tengo que comprar. Nada de muebles no te asustes (dijo riendo). Un par de lámparas y unos cojines para la terraza. Te prometo que no te voy a robar mucho tiempo”

Arranqué y antes de llegar al primer semáforo le contesté:

-“Sabes que nunca me molesta. Bueno (riendo) y si lo haces te lo digo, aunque no me hagas ni puto caso (risas de los dos).
De veras que no pasa nada, total estoy solo en casa. Ya sabes que Elena no vuelve hasta mañana al mediodía y no tenía mejor plan que salir con mi suegra”


Se rió, y mirándome dijo: “Que pasa!! Te avergüenzas de ir de compras con un vejestorio??”

- “Vejestorio?”
Contesté haciéndome el sorprendido. “Cuantas quisieran tener esa figura y cuántos quisieran que les acompañase un bombón como mi suegra. Por cierto, esos pantalones te quedan genial”


- “Si??” Dijo Adela, con una sonrisa que mostraba halago y satisfacción. “Pues mira que a veces me da cosa ponérmelos porque se me transparenta todo por detrás y casi por delante”

- “Que se transparente lo que quiera, tú puedes lucirlo”

- “Si tú lo dices no hay más que hablar. Voy a ir bien orgullosa con mi yerno por el IKEA”


Y continuamos charlando de cosas más banales aún, hasta que llegamos al enorme parking de ese inhóspito centro comercial.
 
Está muy bien la historia, pero esperar tanto para continuarla hace que pierda mucho
Estimado Elseniorx:
Quienes participan de cualquier modo en un foro, o una red social, ya publicando, ya comentando, lo hacen (mejor diría "lo hacemos") por entretenimiento y gusto. Ello implica que escribamos cuando podamos y el tiempo lo permita.
Lamento mucho haberte defraudado, e igualmente lamento no poder cumplir las expectativas de tu impaciencia (cosa normal y que comprendo).
Hago esto por placer y cuando el tiempo lo permite.
No obstante, estoy completamente seguro que encontrarás hilos y relatos, en este y otros lugares más adecuados al ritmo de tu lectura y expectativas. Insisto: lamento defraudarte, pero como decían en mi casa: "Quien da lo que tiene no está obligado a más" (el tiempo es limitado y el único bien que no podemos atesorar)
Gracias por tu comprensión.
 
Estimado Elseniorx:
Quienes participan de cualquier modo en un foro, o una red social, ya publicando, ya comentando, lo hacen (mejor diría "lo hacemos") por entretenimiento y gusto. Ello implica que escribamos cuando podamos y el tiempo lo permita.
Lamento mucho haberte defraudado, e igualmente lamento no poder cumplir las expectativas de tu impaciencia (cosa normal y que comprendo).
Hago esto por placer y cuando el tiempo lo permite.
No obstante, estoy completamente seguro que encontrarás hilos y relatos, en este y otros lugares más adecuados al ritmo de tu lectura y expectativas. Insisto: lamento defraudarte, pero como decían en mi casa: "Quien da lo que tiene no está obligado a más" (el tiempo es limitado y el único bien que no podemos atesorar)
Gracias por tu comprensión.
Esperamos lo que haga falta,el relato lo merece y tu esfuerzo por compartirlo con nosotros también.
De momento y como tu muy bien dices, tenemos un montón de relatos de muchas temáticas para seguir deleitándonos con su lectura . Gracias por compartir!!
 
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