Desde los primeros besos por sus muslos y su vientre me quedó clarísimo que Raquel iba a llevar la voz cantante en todo momento.
- No te he invitado a mi despacho para que me des besitos. Ponte a comer inmediatamente o te echo de aquí -ordenó directamente sin demasiados miramientos.
Reconozco que su determinación y el tono de su voz me pusieron excitadísimo y obedecí sin dudarlo. Rodeé con mis labios los suyos y saqué la lengua para meterla entre ellos presionando con ganas.
- Eso, boca llena y ocupada. No quiero oír tus excusas. -susurró con voz ronca mientras apretaba mi cabeza con fuerza contra su coño.
Sin saber muy bien cómo, más que hacerle sexo oral a Raquel, ella me estaba follando la boca con su coño. El aroma intenso de su sexo me inundaba el olfato y su sabor ligeramente salado estimulaba mi lengua, que se colaba entre sus labios mayores sin quedar muy claro si era por voluntad mía o porque Raquel me obligaba a prolongar y profundizar las caricias de mi lengua sobre su sexo.
Entonces Raquel se puso en pie sin dejarme apartar la cara de su entrepierna y apoyó sus nalgas en la mesa del despacho. Yo me quedé de rodillas frente a ella con la cara enterrada en su coño y unas ganas de deslizar mi lengua por todos los pliegues de su coño que creo que nunca antes había sentido. Puse mis manos en sus muslos y empecé a darle lengua como un perro muerto de sed en un charco.
- Lame, perro, lame -me ordenó mientras acariciaba mi cabeza .¿Me leía el pensamiento o es que estábamos empezando a descubrir que éramos más compatibles de lo que creíamos?
Estaba tan excitado y ocupado comiéndole el coño a Raquel que no me di ni cuenta de cómo desabrochó su falda y la dejó caer al suelo ni de cómo sus bragas acabaron en el suelo, pero el caso es que, cuando me agarró con sus dos manos y me apartó de ella, allí la tenía, de pie delante de mí totalmente desnuda de cintura hacia abajo, espléndida. Me hizo mirar hacia arriba y vi su sonrisa cómplice.
- Me gusta veros la cara húmeda antes de haceros terminar la tarea.
Esas fueron sus palabras antes de aplastar con fuerza mi cara contra su sexo y apretarla con sus muslos para no dejarme salir. Sabía mi tarea y estaba deseando cumplirla, así que agarré sus nalgas con ambas manos con aún más fuerza de la que Raquel empleaba con las suyas y busqué con la punta de mi lengua la entrada de su vagina para hacerle notar el enorme deseo de penetrarla que estaba naciendo en mí y que mi polla a punto de reventar dentro de mis pantalones no dejaba de recordarme con una presión que casi era ya dolorosa.
Por la reacción de Raquel supe que mi voracidad le había gustado. Levantó sus caderas de forma que casi estaba sentada sobre mi rostro. Una sensación ardiente inundó mi cara. Estaba cerca de lograr mi objetivo, así que estiré el cuello y eché la cabeza hacia atrás para que mi lengua pudiera ascender por entre sus labios en busca de su confluencia.
Allí estaba lo que buscaba. Mucho más accesible de lo que creía, lo que significaba que no iba a tener que dedicarle demasiadas atenciones para provocar en su dueña la explosión de placer que me había encomendado.