Project S.I.R.E.N

Por cierto, Keller no creo que esté muerto y me da mucha pena por Cristina, pero es lo que tiene encender a esa loca de Syren.
Ahora Keller irá a buscar a Alba.
Porque supongo que esas manos desconocidas son las de esos hombres que van con el loco de LeBlanc
 
Que me lo quitan de las manooooos!
Gente, presiento que se acerca el final. Desde que empezé a escribir este relato he intentando que cada capítulo tenga más o menos la misma extensión. En concreto once páginas en el programa que utilizo para escribir. Ese número me ha rondado por la cabeza durante todo este viaje. Y creo que sería bonito terminar en el capítulo 11. Aunque no sé si lo conseguiré. Quizás tenga que hacer otra escena post creditos, como me pasó en COLEGAS DE PAJAS, ya veremos.

Creo que ha sido corto, pero intenso. A veces es mejor así.
Seré sincero con vosotros, aunque lo de las 11 páginas es verdad. Os lo prometo. Me pasó más o menos como en el anterior relato y el número 40. Que si recordaís era una errata que cometí en el primer capítulo.
Pero por otro lado ha pasado una cosa. El jueves pasado, mientras curraba, sin querer… me vino una idea a la cabeza.
Una idea para una nueva historía… nada que ver con SIREN o COLEGAS. Es algo muy distinto, ya lo veréis.
La cuestión está en que no puedo quitarmela de la cabeza. Y tengo la necesidad de empezar a escribir esa nueva historia.
Aunque creo que Emi y sus amigos aún tienen muchas cosas que contar. Tengo un buen final medio pensado para ellos.
Y esta vez no voy a matar a nadie, promesa de dedo meñique. Jaja.
Sin más dilación os dejo con el que creo va a ser el penúltimo capítulo!
Nos leemos!

PROJECT S.I.R.E.N.
Capítulo 10 - Revuelta

  • Y por qué?
  • No tengo ni idea hijo… solo se que ha cogido cuatro cacharros y se ha largado…
  • Desnuda?
  • Sí… desnuda.
  • Pero que demonios le has dicho papá?
Salvador y Ernesto charlaban en el patio trasero de la parcela, bajo la atenta mirada de una confundida y relajada Arantxa. Intentaban encontrar una explicación a la repentina huida de Cristina. Cuando de repente se escuchó el eco profundo y estridente de un disparo, retumbando por todo el valle.
  • Qué ha sido eso? - preguntó alarmado Ernes.
  • La luz! - murmuró Salva mirando en dirección al monte dónde había la pequeña central.
  • Qué luz? Qué dices papá?
  • Cristina… repetía sin parar algo de la luz, todo el rato…
  • Vamos! Vistete, rápido! Iremos con mi moto!
Padre e hijo entraron en la casa, estando listos en pocos segundos.
  • Puedes quedarte vigilando a los niños? - preguntó Salva subiendo de paquete a la moto que Ernes ya había arrancado - Me harias ese favor, Ari?
  • Arantxaaa! Me llamo Arantxa… y no se preocupe, yo me encargo…
La moto arrancó a toda velocidad subiendo cuesta arriba. Salva se giró y le gritó a la chica.
  • Gracias Ariiiii! Y llámame de túuuuu!
El gordo coronel había realizado una parada en el camino. Estaba a un lado de la serpenteante nacional, cerca de la piscina municipal. Vaciando su vejiga sobre la gravilla de la carretera. Escuchó el mismo disparo que oyeron los dos hombres Malatesta. Inmediatamente levantó la cabeza, intentando averiguar de dónde provenía el ruido.
  • Vamos! - gritó a sus hombres que montaban guardia a sus espaldas.
Se sacudió la polla, la guardó dentro de sus calzoncillos y subió rápidamente al coche, mientras cerraba la cremallera de sus pantalones. Aunque Ernesto le daba gas a la máxima potencia a su moto bajo la insistencia se su preocupado padre, los americanos estaban más cerca de la central.

Arantxa se sentó en la cama de su novio y empezó a liarse un cigarrillo de la risa. Mientras pasaba con habilidad la lengua por el pegamento del papelillo, sonrió. No conocía demasiado a Ernesto pero estaba claro que era un gran amante y además su família era muy particular, por decirlo de algún modo. En realidad encontraba todo aquello muy divertido.

‘Fap - Fap - Fap’ de repente el leve ruido de la sinfonia edonista llamó su atención. Dejó salir una bocanada espesa de humo denso por su boca y apolló el porro recién encendido en el cenicero que estaba encima de la mesita de noche. Junto a los preservativos.

Su cabeza asomó a través del umbral de la puerta y se quedó mirando la habitación cerrada de Emiliano, al final del pasillo. Llena de curiosidad, empezó a andar lentamente y pegó la oreja contra la madera barnizada. Sus ojos se pusieron en blanco y se quedó paralizada. Las neuronas dentro de su cerebro, que habían sido manipuladas aquella misma tarde por el canto de sirena del prototipo, se encendieron de repente, mandando impulsos incontrolables a su cerebro.

SIREN había envenenado su mente, como si fuera una adicción. Era como si la chica hubiera decidido dejar de fumar, pero dentro de su sistema neurológico aún siguiera existiendo constantemente la necesidad de encenderse un pitillo. O quizás simplemente es que estuviera muy cachonda, quien sabe, nunca lo sabremos a ciencia cierta.

Cuando la puerta se abrió de par en par, los cuatro amigos pararon de masturbarse. Se quedaron quietos como si en mitad de Jurassic Park hubieran sido descubiertos por un Tiranosaurio Rex. Creyendo que si no se movían, no los detectaría.
  • Que coño hace? - susurró Charly polla en mano.
  • No tengo ni idea… - respondió Emi en la misma situación.
No tardarían demasaido en averiguarlo. Aquella noche, que se acercaba a su fin, los cuatro amigos compartieron mucho más que una gran amistad. Un segundo disparo sonó de repente irrumpiendo en el valle como un trueno avisando de una inminente tormenta. Algunos vecinos se despertaron sobresaltados, un par de coches patrulla encendieron las sirenas. Salva y Ernesto se miraron un segundo y acceleraron la marcha… Todos oyeron aquel estruendoso sonido, excepto el Equipo A, que como buenos soldados de fortuna, se esforzaban en cumplir la nueva misisón para la que habían sido contratados. Pero, sin duda alguna, quien más oyó el disparo fué Leblanc y sus hombres, pues ellos habían sido los responsables.

Alba intentaba liberarse ahora de las dos manos sobre sus orejas que le apretaban las sienes con dureza. Buscó su arma en el suelo, pero el pié del hombre que la inmovilizaba le dió una patada antes de que pudiera agarrarla.
Un hombre gordo y calvo se agachó para coger a SIREN. La doctora podía ver como la mujer virtual hablaba sin cesar, pero no escuchaba nada. El coronel le quitó la batería de nuevo y se la quedó contemplando unos instantes, mientras cuatro hombres de negro registraban los cuerpos inconscientes de Ronald y Keller.
  • Me alegro de verla de nuevo, doctora Serrano - sonrió Leblanc mientras se quitaba unos tapones pequeños de sus oídos.
El hombre de negro que le sujetaba de la cabeza, le pasó las manos por debajo de las axilas y la levanto bruscamente.
  • Leblanc! Maldito hijo de… - intentó decir la doctora.
Pero una fuerte bofetada le cruzó la cara, haciendola callar de golpe. Las sirenas de la policia se escuchaban cada vez más cerca.
  • Get them in the car! Quickly! - ordenó el gordo militar.
  • Sir... what do we do with these two? - preguntó uno de los clones.
El coronel que ya se dirigía al coche, se quedó mirando a ‘Bones’ y Keller.
Una cruel sonrisa se dibujó en su rostro.
  • We take them too, I want to say goodbye to them properly…
Los coches levantaron una gran polvareda al arrancar. Sin perder tiempo, empezarón a descender la pequeña montaña. Ernesto, casi sin tiempo de reacción, tuvo que hacer un quiebro brusco para que aquellos dos coches no les pasaran por encima.
  • Hijos de puta! - gritó parando la moto y recuperando el equilibrio - Papáaaa, dónde vas?
Salva, que había saltado de la moto. Corrío desesperado al ver a Cristina tirada en el suelo y llena de sangre. Pasó gateando a toda prisa por el agujero en la verja metálica y la sujetó entre sus brazos. Seguía respirando, pero sus pulsaciones eran muy débiles.
Ernesto lo contempló pasando sus dedos a través de la verja. Qué demonios estaba pasando? Por qué Cristina estaba llena de sangre? Y quien eran esos tipos que iban dentro de esos dos coches? Mientras se hacía todas esas preguntas, el sol asomaba por su espalda, tímidamente apareciendo en el horizonte. No lo sabía aún, pero aquel viernes sería recordado durante muchos años por el pueblo de Aretxondo. Se convertiría en una historia, que pasaría de padres a hijos, durante muchas generaciones. Y al cabo de mucho tiempo, acabaría siendo solo un recuerdo. Pues nada dura eternamente. ‘Viernes Sangriento’ así lo llamaron los medios, así lo recordarían para siempre los Aretxondarras.

A veces, los momentos más importantes de la historia de la humanidad, han ocurrido simplemente por casualidades del destino. Y si os dijera que el fin del imperio de Napoleón y la restauración de la monarquía en Francia, ocurrió gracias a la lluvia…
Seguramente diréis algo como “este tío está loco!” o “deja las drogas que te sientan muy mal”
Pues ahora os rularé el canuto para que flipéis conmigo.

La batalla de Waterloo, librada el 18 de junio de 1815, fue el enfrentamiento decisivo entre el ejército de Napoleón Bonaparte y las fuerzas aliadas bajo el mando del duque de Wellington, con el apoyo de los prusianos liderados por Blücher. El ejército de Napoleón estaba compuesto en gran parte por caballería, cuya movilidad se vio gravemente afectada por el barro que dejó la lluvia el día anterior. Los caballos no podían moverse con la rapidez que Napoleón había planeado, lo que afectó a sus tácticas de combate. Además, la artillería también sufrió debido al terreno resbaladizo, lo que hizo más difícil para los cañones ser desplazados y disparados con efectividad.

Si la lluvia no hubiera caído, la batalla hubiera sido mucho más favorable para Napoleón, ya que sus fuerzas habrían sido más móviles y su ejército habría podido ejecutar las maniobras rápidas por las que se distinguia su plan de ataque. Lo interesante y casi increíble de esta historia es cómo un fenómeno natural aparentemente trivial, como la lluvia, tuvo un papel crucial en el resultado de la batalla. La noche anterior, una tormenta torrencial empapó el terreno en los alrededores de Waterloo. Este fenómeno, que parecía algo sin importancia en ese momento, tuvo un impacto directo en el curso del combate y de la historia.

“Es una casualidad narrador!”
“Un caso aislado… eso no demustra nada”

Está bien. Viajemos ahora al 1666. Un jóven Newton está sentado en su jardín cuando vio una manzana caer de un árbol. Esta observación aparentemente banal le hizo preguntarse por qué la manzana caía hacia abajo y no hacia otro lado. ¿Por qué siempre caía verticalmente hacia la Tierra? Aquella manzana dio lugar a la ley de la gravitación universal, y le permitió formular una de las ideas más fundamentales de la física: que todos los cuerpos en el universo se atraen entre sí con una fuerza proporcional a su masa y la distancia entre ellos.

Qué? Aún no estáis convencidos? No hay problema. Tranquilos, tengo ejemplos para aburrir.

1492, Cristóbal Colón no llegó a América buscando un nuevo continente, sino tratando de encontrar una nueva ruta hacia Asia. Sin esa casualidad, el "Nuevo Mundo" podría haber permanecido desconocido para Europa mucho más tiempo.

1928, Alexander Fleming descubrió la penicilina por accidente cuando dejó una placa de Petri con bacterias descubierta, y al regresar, notó que un hongo había matado a las bacterias alrededor de él. Este hallazgo casual cambió la medicina moderna.

1968, Art Fry ideó los Post-it cuando intentaba encontrar una forma de que sus notas se mantuvieran en su lugar mientras cantaba en el coro de su iglesia. Su colega Spencer Silver había creado un adhesivo débil años antes, pero no tenía un propósito claro hasta que Fry lo usó en este contexto.

1914, el archiduque Francisco Fernando y su esposa fueron inicialmente atacados en un atentado fallido, pero luego, debido a una serie de errores de comunicación, tomaron un camino inesperado por Sarajevo, donde, casualmente, se encontraba el asesino Gavrilo Princip. Que los encontró y logró matarlos. Este hecho aparentemente fortuito desencadenó una guerra mundial.

Podría seguir así, hasta el día de mi muerte. Y cuando todo acabase, volver metido en un cuerpo más firme y pasar otra vida más aportando más ejemplos. Hasta la eternidad. Podéis seguir pensando que controlaís vuestras vidas, que todo está en orden. Si os quereis engañar a vosotros mismos, no me voy a oponer.

Pero está claro: El aleteo de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas. El mundo es caos, es casualidad, es espontaneo. Improvisa con nuestras vidas y traza nuestros destinos de forma arbitral, como un bebé a los mandos de un avión.

Todo esto, nos lleva hasta el día de hoy. Finales de junio del 2025, en un pequeño pueblo minero endosado en un frondoso valle, sin electricidad. Una mujer sale de su casa, muy pronto por la mañana.

Maite Etxebarria, una mujer mayor, de unos 78 años, nacida y criada en Aretxondo. Su vida ha transcurrido entre las tierras verdes y las casitas de piedra, y aunque es conocida por su carácter fuerte y su amor inquebrantable por la tradición vasca, ha vivido casi en silencio los cambios que la rodean. Maite no es solo una mujer mayor; es un símbolo de resistencia. Su familia, los Etxebarria, han estado en el pueblo durante generaciones. Cada rincón de Aretxondo tiene un recuerdo suyo, de su abuelo, de su padre, o de su madre, y ella los custodia con devoción.

Era una mañana gris, el tipo de mañana en la que las nubes bajas no te dejan ver más allá de unos metros. La luz eléctrica había fallado, algo relativamente común, pero hoy la gente del pueblo no tenía ni idea de por qué. Se había dicho que las líneas estaban rotas, pero Maite, como siempre, no podía quedarse sin hacer nada. Decidió salir a la plaza para charlar con sus vecinas, que a esa hora se reunían frente a la panadería de Antón, un hombre que había visto al menos tres generaciones de Aretxondo comprar pan.

"Hace dos horas que no hay luz!, qué pasa?", gritaba Maite mientras se acercaba a la esquina de la plaza. Las mujeres estaban hablando sobre lo que podría estar pasando: "Será que están arreglando las líneas?", "O será que nos cortaron la electricidad por algo?".

Pero mientras conversaban, un coche, de esos que no se ven por el pueblo, se aproximaba rápidamente por la carretera. El sonido del motor reverberó entre las piedras musgosas de las ancestrales casas. Maite, distraída y enfadada por la falta de luz, no vio el coche venir. Estaba más preocupada en resolver el enigma del apagón que del coche en sí. El vehículo, un Jeep militar de marca estadounidense, no se detuvo ni siquiera cuando vio a las mujeres.

El coche atropelló a Maite con una violencia inesperada. La mujer cayó al suelo, su cuerpo golpeó las piedras con un estruendo sordo. Todo el pueblo se paralizó. El conductor, un agente estadounidense, se detuvo en seco. Salió del vehículo apresurado, mirando en todas direcciones, sin saber qué hacer, mientras en su inferior, una voz grave y autoritaria gritaba que volviera a subir al vehículo. Las mujeres gritaban, los hombres se acercaban corriendo.

"Qué has hecho? Has matado a la vieja!", gritó Antón desde la panadería, que salió a ver lo que ocurría. El soldado, confundido y asustado, apenas pudo balbucear una disculpa. Era un accidente, estaba claro, pero para los habitantes de Aretxondo no era tan simple.
La tensión creció rápidamente. Aunque Maite parecía no tener grandes heridas visibles, estaba claramente inconsciente. Un hombre del pueblo corrió a buscar al médico, mientras algunos vecinos se empezaban a amontonar alrededor del soldado.

Entonces, un viejo borracho salió dando tumbos del ‘Harri Beltza’ empezando a gritar: "Esto no es un accidente! Esto es una provocación!". Otro feligrés perjudicado por el alcohol añadió: "Ya basta de militares en nuestras calles!". Poco a poco, la ira empiezó a tomar forma, y la indignación que sentían por ese incidente aislado se convirtió en algo más grande. Era un pueblo que había sufrido durante décadas, dividido por historias de violencia, opresión y ocupación policial, pero que siempre se había mantenido unido en su lucha por la libertad.

La noticia se propagó como un incendio en el pueblo, y pronto el hecho de que un soldado estadounidense había atropellado a una mujer mayor se conviertió en el catalizador de algo mucho más grave. El pueblo, que ya había vivido décadas de tensiones con las fuerzas armadas en territorio vasco, ahora veía esta situación como el punto de quiebre. La gota que colmaba el vaso. Algunos de los vecinos empezaron a formar pequeños grupos armados. Muchos eran hijos de veteranos de las Guerras Carlistas o nietos de la resistencia contra la ocupación en las décadas anteriores. El incidente se convirtió rápidamente en un símbolo de lo que percibieron como una ocupación extranjera, una humillación más para un pueblo que ya había sufrido demasiadas.

Los primeros enfrentamientos estallaron junto al inmenso y orgulloso roble del pueblo cuando un grupo de jóvenes vascos, armados con lo que pudieron conseguir: bastones, palos y algunas armas de caza, comenzaron a asediar el jeep y a atacar a los soldados que se encontraban dentro. Los clones, bajo el mando del coronel aún no entendían completamente la magnitud de lo que estaba ocurriendo, e intentaron repeler la agresión.

Pero la ira es contagiosa. El pueblo se unió. Los más jóvenes luchaban con todo lo que tenían, mientras que los más sensatos, como Antón, llamaban a la calma, pero ya era demasiado tarde. La policía había echo acto de presencia, haciendo un cordón de seguridad alrrededor de Leblanc y sus clones. Pero no sirvió de nada, las barricadas empezaron a levantarse, los enfrentamientos se intensificaron y las fuerzas del orden, que inicialmente no querían más que pasar de largo por el pueblo, se vieron atrapadas en un conflicto que rápidamente dejó de ser un simple malentendido.

En cuestión de horas, la lucha se transformó en una guerra civil dentro de Aretxondo, donde los muertos y los heridos empezaban a acumularse. Las mujeres, entre ellas las vecinas de Maite, tomaban parte activa en la defensa de su pueblo, protegiendo a los heridos y luchando codo a codo con los hombres.

Lo que empezó como un simple accidente se convirtió en un conflicto sin tregua. Los soldados estadounidenses, aunque inicialmente desbordados, recibieron refuerzos rapidamente, pero el pueblo no retrocedía. La batalla llegó a un punto crítico cuando un grupo de resistentes vascos tomó el cuartel de la guarnición local, haciendo prisioneros a varios guardías civiles.

Finalmente, la historia terminaría como lo hacen todas, pero la memoria de Maite Iriondo, la mujer que por casualidad desató una guerra, nunca se olvidaría. Su figura, una víctima más en la larga historia de opresión, se convirtió en un símbolo de resistencia, y su nombre se grabaría en la historia del pueblo como la mujer que sin querer lo cambió todo.

Los cuatro amigos se despertaron al mismo tiempo. Sobresaltados por el despertador. Seguían sin electricidad y las clases se habían suspendido. No sonó ningún pitido, ni vieron ninguna luz indicando que era la hora de levantarse. Lo que les despertó fueron las sirenas, los disparos y los gritos orgullosos y apasionados de revuelta.
  • Qué cojones está pasando? - dijo Emi frotandose los ojos y sacandose las legañas.
  • El qué? - la cara dormida de Charly se levantó de entre los pechos desnudos de Arantxa.
La novia de Ernesto se tapó los pechos, mirando a las cuatro chavales con los que había pasado la noche, sobre ese maltrecho colchón tirado en el suelo. Llena de verguenza recogió su ropa interior y salió corriendo de la habitación sin mirar atrás.

Con los culos al aire, los chicos corrieron hacía la ventana a toda prisa, entre empujones y gritos. Ramón tardó un poco más en llegar y Aitor le dejó espacio para que pudiera ver que sucedía.

A lo lejos, cruzando la nacional, vieron el pueblo, donde siempre había estado. Pequeñas hileras de humo salían dispersas de sus calles. Coches de policía iban rápidamente de un lado al otro, armando un ruido atronador con sus sirenas. Se escuchaban disparos, gritos, reyerta.

Sin decirse nada, el Equipo A se movilizó rapidamente. Y salieron disparados hacía la calle.
  • Esperadme! - gritó Arantxa saliendo corriendo detrás de ellos - Emi… tu padre, tu hermano… - dijo recuperando el aliento - se fueron ayer por la noche a buscar a Cristina…
  • Vamos! - gritó Ramón empezando a rodar - tenemos que ayudarles!
Emi asintió y lo siguió sin pensarlo. Y todos arrancaron la marcha a toda prisa, dirección al pueblo sumido en el caos. Los chicos avanzaban rápidamente a través de la urbanización. La voz se había corrido por todos lados, como si Aretxondo hubiera sufrido una profunda herida y la gangrena se extendiera por todo su cuerpo. A medida que pasaban por enfrente de las casas, los vecinos salían decididos de ellas. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Daba igual. Todos acudían a la llamada, armados con lo primero que encontraron y cubriendo su rostro, decididos a ofrecer su apoyo a sus compatriotas.

Leblanc en mitad de la plaza del pueblo, retrocedía protegido por sus hombres y la policía autonómica. Las ‘lecheras’ no tardaron en acudir a la revuelta y los antidisturbios se desplegaron rapidamente. Incrementando la crispación en el ambiente. Intentaban contener la furiosa población que no dejaba de lanzar piedras y palos contra ellos. Alba luchaba con todas sus fuerzas por zafarse de la mano del coronel que la arrastraba contra su voluntad.

De repente un cocktel molotov surcó el cielo y cayó encima de los hombres de negro. El coronel empezó a sentir el miedo en su cuerpo. Cuatro de sus hombres se revolcaban por el suelo, envueltos en llamas y gritando a pleno pulmón a causa del dolor que les provocaban las quemaduras.

A unos veinte metros, un grupo numeroso de jóvenes la habían tomado con los jeeps de los americanos. Empezaron a empujarlos con intención de volcarlos y crear una barricada dónde poder seguir lanzando piedras contra las fuerzas de la autoridad. En uno de los maleteros se encontraba ‘Bones’ que con las dos manos se sujetaba contra las paredes del pequeño cubículo y daba fuertes patadas a la puerta, intentando salir.

El coche volcó justo en el momento en que Ronald daba una fuerte patada. La puerta del maletero se abrió de repente, haciendo que él saliera disparado contra el suelo. Levantó la cabeza y solo vío a gente correr de un lado a otro. Aquello era un auténtico caos de personas, gritos, pelotas de goma rebotando contra el suelo, sonidos de cristales rotos, humo, fuego. Incluso una pequeña tanqueta, plantada en mitad de la plaza, rociaba a los insumisos con un chorro de agua a máxima presión. Pero nadie se detenía.

Se levantó y acudió rápido al otro coche, pensando que su viejo amigo estaría atrapado dentro del otro maletero. Pero no fué así. Cuando llegó la puerta ya estaba abierta y no había nadie dentro. Entre aquel caos de gritos escuchó un silbido. Fuerte y afilado. Instintibamente se giró y lo vió. Keller estaba medio agachado entre la multitud, esquivando piedras y bolas de goma.
Sin pensarlo dos veces, salió corriendo en su encuentro.

Leblanc miró rapidamente hacía ambos lados, buscando una salida que le llevara lejos de aquella locura. Las fuerzas policiales eran insuficientes y poco a poco iban cediendo ante la insitencia de la masa enfurecida. De repente, uno de los viejos de la taberna, posiblemente el mismo que le había roto el labio, consiguió traspasar el cordón de seguridad. Armado con una botella de vino rota en su mano se abalanzó sobre uno de los dos hombres de negro que aún seguían en pié y le hundió el cristal con rabia en el pecho, varias veces. Su compañero clon, no dudó en disparar al viejo. Aunque no acertó. Inmediatamente dos viejos más lo agarraron con fuerza y lo tiraron al suelo, golpeandolo con dureza y violencia.

Al coronel le temblavan las piernas por primera vez en mucho tiempo. Incluso estuvo tentado de encender a SIREN. Pero era demasiado arriesgado. Encontró una pequeña calle estrecha y decidió escapar, antes de que fuera demasiado tarde. Apretó con fuerza la muñeca de Alba, la única que podía reprogramar el prototipo, y se alejó de la reyerta.

Keller los vió correr e intentó seguirlos. Pero los antidisturbios le frenaban el paso formando una barrera con sus escudos. Empujaba con todas sus fuerzas, pero aquel firme bloque no se rompía. Ni las patadas, ni las piedras, ni el fuego de los molotov los hacía retroceder. De repente escuchó un grito a sus espaldas.
  • Iowaaaa, get out of the wayyyy!
Nate se giró y vió a Ronald corriendo hacía él, sujetando él solo un banco de madera que había sido arrancado del suelo de la plaza. Cargaba como un jabalí enfurezido, usando el banco como ariete. Cuatro muchachos con los rostros tapados se uniero a él, ayudandolo a arremeter contra las defensas policiales.

El impacto hizo tambalear el muro de escudos de plástico reforzados. Pero las fuerzas del orden eran duras y resistentes. Ronald gritaba dando ordenes a los chavales, retrocediendo para coger distancia y volver a intentarlo. Las piedras sobrebolavan el aire, las porras golpeaban sin cesar.
Keller miró aquella escena, era una auténtico campo de batalla.

Ernesto conducía como si corriera por un circuito de competición. Su padre atrás golpeaba con la mano el chasis de la moto, como si de un caballo de carreras se tratara. Habían dejado a Cristina en urgencias hacía unas horas. Pero cuando se enteraron de que la revuelta había estallado, acudieron en seguida a luchar junto a sus camaradas.
  • Imelianooo! So non oses tu hadre y tu permano? - Aitor señalaba emocionado con el dedo la moto que acaba de pasarles rápidamente por el lado.
Emi se apoyó en el hombro de su amigo y se puso de puntillas, intentando ver a los dos pasajeros que subían la calle a toda velocidad esquivando a la muchedumbre enfurecida.
  • Vamooooos papáaaa! - gritó Emi poniendo sus dos manos alrrededor de su boca.
Charly, Ramón y Arantxa seguían andando detrás de ellos, alzando el puño en alto y siguiendo los canticos de rebelión. Ni una sola alma se había quedado en casa, todos se habían unido para dar apoyo a los insurgentes.

Ronald seguía intentando romper las defensas, arremetiendo con el ariete una y otra vez sin descanso. De repente frenaron en seco. La moto de Ernesto, pitando constantemente, cruzó a toda prisa entre los escudos y la multitud. Salva, de pié en el asiento y agarrandose al hombro de su hijo, saltó por encima de la primera línea de defensa. Al caer tiró a tres policías al suelo. Le quitó una porra a uno de ellos y empezó a pelear como si estuviera poseido por la fuerza de mil demonios. Al otro lado de los escudos, las pieles se erizaron, los gritos se intensificaron y la fuerza explotó en sus corazones. Jóvenes, viejos, mujeres, niños… todos empujaban a una. Todos golpeaban con dureza. Las piedras y los palos taparon la luz del sol por un segundo y finalmente aquel muro que parecía indestructible acabó cediendo.
  • No les déis naaadaaaa! - gritaba Salva con el rugido de un león - Arrebatadselo todoooo!
Keller y Ronald atravesaron la plaza rápidamente. El ex agente agarró un arma de uno de los calcinados hombres de negro y se la tiró a su compatriota. Luego cogió otra para él y sin perder más tiempo siguieron hacía la calle por dónde habían visto escapar a Leblanc y Alba.

Los tres hombres Malatesta, peleaban juntos espalda contra espalda. Palos y cuerpos desnudos contra porras y armaduras de Kepler. El pueblo al completo se unió a ellos. Llenos de valor por lo que acababa de conseguir Salvador. Que despúes de mucho tiempo, hacía honor a su nombre. Las fuerzas del orden retrocedían, cada vez más rápido. Sin dejar de golpear y disparar, pero con el terror dibujado en sus rostros.

Un grupo de muchachos del instituto, comandados por Adolfo. Se habían echo con el control de la tanqueta que les rociaba con agua a presión. En medio del caos, Ramón que parecía un mini tanque lanzando piedras, pudo ver al matón. Gritaba levantando el puño en señal de victoria en lo alto del vehículo. Aunque la imagen era heroica y de gran valor simbólico, los pantalones cagados del chaval le daban un toque bastante cómico.

Cuando las mentes pensantes que dirigían la ofensiva se dieron cuenta que no podían seguir controlando la situación, ordenaron la retirada. Las fuerzas del orden abandonaron el enfrentamiento, huyendo bajo una lluvia de piedras e insultos. Aretxondo gritaba con un fuerte rugido. Y el viejo roble parecia más alto y robusto que nunca. Dentro de su vacío, a la indomable gente de aquel pueblo, solo les quedaba en pié el orgullo. Por eso, seguirían luchando y hasta morirían si fuera preciso, pero siempre de pié.

Leblanc seguía corriendo sin descanso. Pero se detubo de repente, cuando se topó de narices con el muro de piedra de ese callejón sin salida. Sin dejar de agarrar a Alba, que peleaba como una loba enfurecida, arañando y mordiendo, buscó rápidamente una salida.
  • Alto Leblanc! - gritó Nate apuntandolo con el arma.
El coronel se giró asustado y automáticamente agarró a Alba le puso su pistola en la sién y se situó detrás de ella usandola como escudo.
  • Drop the gun, Colonel... there's no way out! - ordenó el ex Navy SEAL.
  • Fuck you traitor, fucking piece-of-shit!
  • Vamos coronel! Baje el arma y entregenos a la doctora. Se ha terminado!
Leblanc se acercó más a Alba, estrujandola contra su gorda barriga. Armó el martillo de su arma y apretó más el cañón contra su sien.
  • Dispara Nate! Hazlo! - gritó Alba intentando liberarse de aquel brazo que la agarraba del cuello.
  • Calla zorra! - gritó Leblanc apretando con más fuerza el cuello de la mujer.
La situación era tensa. A lo lejos se escuchaban los cánticos y cosignas de Aretxondo, celebrando su inesperada victoria. Salva era llevado en bolandas entre la multitud que coreaba al unísono su nombre. Las sirenas cada vez eran menos perceptibles. Huían con el rabo entre las piernas, saboreando de nuevo el sabor de la derrota.
  • Apartaros si no quereis que muera! - volvió a gritar Leblanc cada vez más nervioso.
Empezó a andar lentamente hacía ellos. Ronald le preguntó a Iowa que debían hacer. El ex agente no dudó ni un segundo. No podía permitirse de ningún modo perder a Alba. No otra vez. Sin dejar de apuntar a ese hijo de puta, se hizo a un lado de la calle, dejando que él pasara. ‘Bones’ hizo lo mismo, no sin desear enormente vaciar el cargador de su arma sobre aquel gordo cabrón que le había arrebatado su futuro.
  • Ahora me voy a largar… nos vamos a largar, mejor dicho. Y no intentaréis nada raro, si no queréis que ella muera…
Leblanc retrocedía lentamente, andando con pasos cortos hacía atrás. Sin dejar de mantener el contacto visual con aquellos dos traidores.
  • Juro que te seguiré bastardo… hasta el fin del mundo si es necesario. No descansaré jamás, ni de día ni de noche. Hasta que te de caza y te mate con mis propias manos…
  • Jajajajaja! Pero tu te has visto? No tienes ni las pelotas ni las manos suficientes para hacerlo…
Keller acarició el gatillo de su arma, a punto de disparar. Y lo hubiera hecho, si no hubiera sido por lo que pasó a continuación. Algo que nadie esperaba que ocurriese. Inesperado y apareciendo en el momento preciso, un robusto hombre se quedó quieto en mitad de la desolada calle, a la espalda del coronel.
  • No… agente Iowa… no vas a hacer nada - sonrió Leblanc retrocediendo lentamente - en cuanto esta zorrita reprograme a SIREN para mí, me haré dueño del mundo entero. Sin que te des cuenta y sin poder negarte, estarás bajo mi control… serás mi esclavo. Tú, tu amiguito, todos a los que conoces serán mis sirvientes y bailarán al son de lo que yo ordene…
El ambicioso coronel se cayó de golpe. Había chocado contra algo. Una pared quizás? No podía ser. De repente y sin que pudiera reaccionar, una enorme mano cubrió la suya, obligandole a bajar el arma. Mientras un duro y ancho brazo le rodeaba el cuello, cortandole la respiración. El coronel disparó, pero su cañón ya estaba apuntando hacía el suelo. Tuvo que dejar caer su arma y soltar a Alba, cuando su rechoncha cara empezó a ponerse de color lilazeo.
  • An.. Andoni! - gritó Alba con los ojos llenos de lágrimas.
  • Hola cariño! - sonrió el marido más largo que un día sin pan, haciendole un mataleón al gordo coronel.
  • Who is he? - preguntó Ronald bajando el arma.
  • El hombre del que jamás tuvo que separarse…
Ronald no entendió aquella respuesta. Se encogió de hombros y siguió a Iowa que ya se acercaba a Alba.
  • Estás bien? - fué lo primero que preguntó.
  • Si… Nate, no es nada - dijo Alba recuperando la falta de aire y tocandose su cuello dolorido.
El ex agente miró la rechoncha cara de Leblanc que lo miraba con los ojos abiertos de par en par, luchando con todas sus fuerzas para escapar de aquel enorme abrazo de oso. Le registró los bolsillos hasta encontrar el dispositivo y la batería y se los arrebato.
  • Como es que has venido? - preguntó Alba acariciando el brazo de su fuerte marido.
  • Estaba preocupado por tí mi vida! En cuanto me dieron el alta me vine directo…
  • Y los niños?
  • Están bien… ya sabes como son mis padres. Los estarán malcriando…
  • Como buenos abuelos - sonrió Nate mientras se guardaba a SIREN en el bolsillo interior de su gabardina.
  • Si… exacto - Andoni no sonrió. Más bien lo miró con desprecio.
Seguía sin confiar en aquel hombre. Solo lo había visto dos veces, pero habían sido suficientes como para guardarle cierto rencor. La primera vez acabó en un hospital y la segunda encontró a su mujer encañonada por un arma.
  • Qué vamos a hacer con él? - preguntó el grandullón de Hondarribia.
  • Creo que ahí tienes tu respuesta… - sonrió Keller haciendole un gesto con la mirada para que se girase.
Un grupo de unos treinta personas, bajaban colapsando la estrecha calle. Llevaban palos y objetos punzantes en las manos y sus miradas no albergaban clemencia. Andoni miró a su mujer a los ojos. Alba sonrió asintiendo con la cabeza, y el coronel cayó de rodillas sobre el suelo respirando acceleradamente.

Los cuatro empezaron a andar calle arriba entre la multitud que bajaba corriendo calle abajo. Alguien gritó “Esto es de parte de Maite, cerdo!” y allí terminó la historia del hombre más ambicioso y desalmado del mundo. Los aldeanos de Aretxondo lo golpearon hasta matarlo, haciendo justicia, no solo por Maite, ni tan solo por ellos. Vengaron todos y cada uno de los pueblos del mundo, donde aquel hombre había mandando tropas. Cada patada que recibía compensaba el llanto apagado de un niño que había quedado huérfano. Cada palazo por cada aldea arrasada hasta las cenizas, cada puñalada por cada vida inocente arrebatada. Y es que cuando los peces se juntan y agrupan sus fuerzas, pueden comerse hasta el más grande de los tiburones.

Ronald que caminaba al lado de su viejo amigo no miró hacía atrás, tampoco lo hicieron Alba y Andoni que caminaba abrazados y juntando sus frentes cariñosamente detrás de ellos. El único que se giró fué Nate. Y no miró como el pueblo se cobraba su venganza, tan solo pudo mirarla a ella. Estaba a salvo, entre los brazos de otro hombre, sí. Pero feliz y sobretodo a salvo.
  • Compañeroooos! Atendeeed por favor! Silencioooo! - encima de la tanqueta abandonada, Salva se dirigía a sus vecinos.
Aretxondo hizo silencio ante el heroe de ‘la batalla bajo el roble’.
  • No es momento de celebrar! Debemos prepararnos. Lo que ha pasado hoy es solo una muestra de lo que el gobierno es capaz de hacer…
“Hijos de putaaaa!”
“Lucharemooooos!”
  • Lo sé, lo sé… se que lo haremos. Y ganaremos… Pero debemos organizarnos, porqué volverán. Estad seguros que volveran…
Keller localizó a Emi y sus amigos y atravesando la gente del pueblo que escuchaba atentamente, el grupo se acercó a ellos, guardando silencio.
  • Que nadie vuelva a sus casas hoy… hay mucho que hacer y disponemos de poco tiempo. Los vecinos del casco antiguo se han ofrecido en abrir las puertas de sus casas, para que los que vivís lejos podáis pasar la noche…
Los vecinos empezaron a aplaudir y se oyeron algunos silbidos de aprobación.
  • Sé que habéis sufrido, algunos habéis perdido a seres queridos y tenemos muchos heridos… pero cualquier ayuda es necesaria en estos momentos… Así que no perdamos más tiempo! El día es corto y nos espera una noche movidita! De acuerdo? Estaís conmigo o qué cojones pasa?
“Siiiii!”
“Estamos contigo Salva! Hasta el final!”
  • Así me gusta joder! Demostremoles a esos fascistas que con la gente de Aretxondo no se juega! A la de tres Aretxondo! Una… dos… tres…
El pueblo al unisono gritó con fuerza y vehemencia. Incluso Keller y Ronald se unieron al grito.
Sin dedir nada, todo el mundo se puso a trabajar. Nadie daba ordenes, no había rangos, nadie descansaba. Algunos atendían a los heridos, otros se llevaban los cuerpos sin vida dentro de sus casas. Un grupo de jóvenes empezó a apilar muebles viejos y mobiliario urbano creando altas y robustas trincheras en los accesos al casco antiguo. El ‘Harri Beltza’ ofreciá bebida gratis a cualquier hombre o mujer que estuviera sediento. Antón el panadero, con la ayuda de algunas viejas preparaban comida sobre una mesa improvisada con dos camping gas.

Hombres, mujeres, viejos, jóvenes, niños… todos aportaban sin pedir nada a cambio. Salva se secó el sudor de su frente, mientras cortaba leña para encender una gran hoguera esa noche en mitad de la plaza del pueblo.
  • Estoy orgulloso de tí papá! - le dijo Ernesto pasando su brazo por encima del hombro de su padre.
  • No es de mí de quien debes estar orgulloso hijo… - dijo el padre observando al pueblo trabajar codo con codo - Ojalá tu madre estuviera aquí para poder verlo…
  • Seguro que lo está viendo… esté dónde esté… seguro que nos está viendo - dijo Ernesto mirando hacía el cielo.
El sol caía a plomo sobre el valle. Pero no pudo evitar que aquellos tercos humanos abandonasen sus tareas. Alba se tomaba un pequeño descanso sentada en un banco de piedra, mientras reía observando a su marido. Agunataba a caballito sobre sus hombros al nervioso Charly, que intentaba colocar una pesada viga se madera en lo alto de la barricada.
  • Ahí no Chyrlaaa! Más a abirra! A la chedera noooo, hacía el orto daloooo!
  • Callate Aitor joder! Que ya sé dónde la tengo que poner cojones!
De repente Emi se giró y se acercó a ella. Sin decir nada se sentó a su lado. La doctora le acarició los cabellos sonriendo y se lo quedó mirando. Parecía triste.
  • Qué vais a hacer con ella? - preguntó el chabal mirando al suelo.
  • Con quien? Con SIREN dices?
  • Si…
  • No se como, aún… pero la destruiremos.
Alba notó que el chabal se ponía aún más triste. Casi como si estuviera a punto de llorar.
  • La echas de menos verdad?
  • No sé… no es eso. Solo que… - Emi levantó la cabeza y la miró a los ojos - Has visto el señor de los anillos? - Alba negó con la cabeza - Pues verás… hay un personaje que se llama Smigol, pero que despúes se llama Golum. Cuando aún era Smigol encontró un anillo un día que estaba pescando y entonces…
La doctora no podía dejar de sonreir mientras escuchaba con interés aquella alucinante historia donde un señor oscuro había creado un anillo de poder mágico para controlar a toda la humanidad bajo su dominio.
  • Y al final cuando Frodo tira el anillo… Golum se lanza a la lava del Monte del Destino y muere.
  • A ver si lo he entendido bien… tú te sientes como Golum?
  • Si… bueno… más o menos…
  • Ya! Entiendo… lo que te pasa es que tienes el sindorme de abstinencia…
  • Absti… qué?
  • Abstinencia… Mira! Imagina que el anillo es… un cigarrillo mágico, vale?
  • Vale!
  • Y el bicho este… Smiii…
  • Smigol!
  • Eso! Smigol se lo fuma y acaba adicto al tabaco. Se muere de ganas de fumar más, pero como se lo han quitado, ahora va como loco por toda la Tierra Media por conseguir un pitillo…
  • Ya!
  • Pues eso es lo que te pasa a tí Emi! Ahora que no tienes a SIREN la necesitas más que nunca.
  • Y será así para siempre?
  • No… tranquilo! - Alba le acarició la mejilla - lo pasarás mal un tiempo, solo eso. Pero despúes todo volverá a la normalidad. Tu vida será como era antes de conocer a SIREN…
  • Ya! Comprendo…
Alba notó que el chico volvía a ponerse triste.
  • Que pasa? Venga… puedes contarmelo, no tengas verguenza…
  • Es solo que… digamos que mi vida era una mierda antes de conocer a SIREN.
  • Ah! No lo sabía… lo siento de veras…
  • Sé que todo esto ha sido por su culpa… y entiendo que es peligrosa. Pero los primeros días fueron… fueron geniales la verdad…
  • Entiendo lo que quieres decir. Pero sabes que no hay otra salida… Quizás tú podrías hacer un buen uso de ella, se ve a leguas que tienes un gran corazón, pero si cayera en las manos equivocadas…
  • Sería el fin!
  • Exacto chiqui! Exacto…
“Emiii cabrón! Levanta tu culo gordo y ven a echarnos una mano”
“Esoooo! Que con uno que esté sentando todo el día ya tenemos suficiente”
“Callate! Saco de huesos!”

Emi sonrió al ver a sus amigos y sin pensarlo dos veces salió corriendo a ayudarles.
El mismo sitio donde estaba sentado el chabal, fué ocupado al instante por Keller.
  • Bueno agente Iowa… y ahora qué? - dijo Alba mientras miraba a su marido jugar con los chavales.
  • Tu dirás… como nos la cargamos? Agente Bilbao…
  • Alba! Creo que me quedo con Alba… lo de agente se me queda muy grande…
  • Ya… - Keller buscó la cajetilla de tabacon en su bolsillo - Bueno… entonces que? Alguna idea Doctora Serrano?
  • Una hipotesis, pero creo que funcionará. Cuando Leblanc y sus hombres me atraparon en la central elećtrica… digamos que me dieron una idea.
  • Es que… - Alba empezó a reir - es tan simple, que casi me da verguenza decirlo en voz alta…
  • Que es? - sonrió Keller encendiendose el cigarro.
  • Tapones para los oídos… - Alba se giró y le miró a los ojos.
Los viejos amantes se quedaron mirando unos segundos sin decir nada. De repente empezaron a reir a carcajadas. Keller no obstante, se dió cuenta que ‘Bones’, cerca de la panadería intentaba comunicarse con una vieja, que cada vez chillaba más, pronunciando palabras inenteligibles en vasco.
  • Creo que Ronald necesita mi ayuda - sonrió Nate levantandose.
  • Espera!
Alba le cogió del brazo y se levantó. Se acercó a su oreja y le susurró algo en la intimidad.
  • Estás segura?
  • Si…
  • Alba… no creo que sea buena idea…
  • Hazme caso Nate! Lo puedo hacer…
El ex agente asintió y le dió un beso en la mejilla. Luego se marchó a paso rápido para sacar a su viejo amigo de ese embrollo.

El día avanzaba inparable. Los vecinos siguieron trabajando sin descanso. Preparados y ansiosos porque llegara la noche. Habían nervios, se notaba en el ambiente. Miedo incluso, en algunos corazones. Pero aunque temblasen sus piernas, aunque flaqueasen sus fuerzas. Nadie dudaba.

Defenderían hasta el último aliento su pueblo y jamás se rendirian. Si querían vencerlos, deberían pasar por encima de sus cadavares. Cuando cayera el sol y la luna se levantara en el firmamento, no habría presos, no habría rendidos. Tan solo resistencia. Cayese quien cayese.

Eran tercos como las mulas que araban los campos, resistentes como el hierro que antaño extraían de sus minas, fuertes como el Anboto e indomables como el Idaizabal. Dentro de su vacío, solo les quedaba en pié el orgullo. Por eso, seguirían de pié.

Continuará…
 
Bueno, esto toca a su fin.
Me da un poco de pena que Keller y Alba no vayan a acabar juntos, pero puede mitigar las penas con la gran amistad de Ronald y seguro que en el futuro encontrará una mujer que le haga olvidar a Alba.
Por otra parte, me alegro que Cristina haya sobrevivido.
 
Bueno! Aquí el final señores. Siento que la historia no ha ido por el camino que quería. Supongo que es lo que tiene improvisar. También me he dado cuenta que aunque la idea de la máquina de control mental era buena y podía dar mucho juego. No he sentido esa conexión con los personajes. No sé… es como si perdiera el interés muy pronto. Quizás son solo paranoyas mías eh! No me hagáis mucho caso. No obstante, si empiezas algo hay que acabarlo y por eso os dejo el último capitulo. Espero que os haya gustado la historia y volveremos con más.
Me voy, pero con un regusto amargo, os lo prometo. Creo que no he sabido explotar bien esta historia. Y además la nueva idea que me ha venido a la cabeza no me deja concentrarme en PROJECT S.I.R.E.N.
Quizás es que sea un enamoradizo y no puedo concentrarme solo en una ‘mujer’
Pero bueno, así es la vida supongo. Volveremos más pronto con otra historia. A ver que os parece la nueva idea.
Sin más dilación, os dejo con el último capítulo.

Capítulo 11 - Redención

“Pasamos a otras noticias. El pueblo de Aretxondo sigue en pie de guerra.
Ya han transcurrido cuatro días desde el estallido de la violenta revuelta vecinal, y, por el momento, no se ha alcanzado ningún acuerdo entre el Gobierno y los manifestantes.

Esta misma tarde, está prevista la llegada del presidente al lugar de los hechos, con el objetivo de iniciar un diálogo directo con los vecinos, que exigen la reapertura de la mina local y la readmisión inmediata de todos sus antiguos trabajadores.
Salvador Malatesta, portavoz de los insurgentes, ha declarado que "hasta que no haya un acuerdo firme, no cesarán las revueltas."
A las protestas se han sumado sindicatos anarquistas y trabajadores del sector procedentes de distintos puntos del país, que han expresado su solidaridad con el levantamiento y han comenzado a movilizar recursos y apoyos en la zona.

La tensión en Aretxondo no cesa, y las autoridades advierten del riesgo de que el conflicto se extienda si no se alcanza una solución en las próximas horas.”

  • Papáaa! Ven corre! Que sales en las noticias! - gritó Emi dandole más volumen con el mando a distancia.
Todos se reunieron enfrente del televisor. Salva, Ernesto, Arantxa, Emi y Cristina.
El informativo mostraba Imágenes temblorosas, ambiente ruidoso, fondo de pancartas, humo y cánticos. Salvador, con el rostro curtido y el puño en alto, hablaba directamente a cámara, visiblemente emocionado y enérgico.

“¿Que qué queremos? Lo que nos pertenece por derecho. ¡La mina era nuestro sustento, nuestra historia, nuestra sangre! La cerraron con promesas vacías y se llenaron los bolsillos a costa de nuestras vidas. Y ahora vienen con discursos, con comisiones, con excusas... ¡Basta ya!
No estamos solos. Compañeros y compañeras de todo el país se están levantando con nosotros. Esto no es solo Aretxondo. Esto es el pueblo contra el poder, contra los que nos niegan pan y dignidad. ¡Y no vamos a parar hasta que se escuche nuestra voz, aunque tengamos que gritarla entre barricadas!
Que lo sepa el presidente: si viene aquí solo a posar para las cámaras y vender humo, mejor que no venga. Aquí lo que hace falta no son palabras, ¡son hechos! ¡Trabajo, justicia y respeto para los que siempre hemos estado abajo!”


Cristina le dió un tierno beso en la mejilla a Salva, este se giró sonriendo y le devolvió el beso en la boca. Lo que iba a ser un simple pico acabó en un morreo apasionado.
  • Ya están otra vez… - dijo Emi negando con la cabeza.
Arantxa y Ernesto empezaron a reir al ver su expresión de abnegación.
La luz había vuelto, las vacaciones ya habían empezado y Aretxondo seguía en pié de guerra.
Pasaron la mañana en família, haciendo todo lo posible para que las dos nuevas mujeres, que parecía ivan a quedarse, se sintieran lo más agusto posible. A la tarde tenían una reunión importante, con el mismisimo presidente del gobierno. Pero Emi y sus amigos no acudirían, eran solo unos crios y tenían cosas mejor que hacer. Ya tendrían tiempo de ser adultos e involucrarse en sus serios y aburridos planes.
  • Bueno… me voy que he quedado con los chicos!
  • Espera Emi! Ten… - le dijo Cristina entregandole un sobre marrón.
  • Que es esto?
  • Tú sabras chiqui… estaba en el buzón esta mañana. Y viene a tu nombre…
Cristina sonrió cuando el chico leyó lo que había escrito en el dorso del sobre. ‘Para Emi, con cariño de A.” De repente una sonrisa iluminó su cara.
  • Y esa sonrisita de pillo? Quien es A? Una novieta quizas?
  • No… no lo sé. Oye me voy que llego tarde…
  • Emi! A la hora de cenar en casa, vale? - gritó Salva hablando por teléfono.
  • Si papáaaa!
Emiliano salió a la calle y empezó a andar, dirección a la guarida secreta. Volvió a leer el mensaje escrito en el dorso del sobre y lleno de curiosidad miró que había dentro. Sacó una nota doblada, escrita a mano y la leyó.
  • No… no puede ser! - la felicidad le invadió por dentro y empezó a correr.
Debía explicarselo a sus amigos, tenían que saberlo sin perder ni un segundo más.
  • En serio? - preguntó Charly sin creerse lo que acababa de oir.
Tanto él, como Aitor y Ramón esperaban alrrededor de la hoguera apagada a que llegara su amigo. El disléxico acababa de anunciar que había roto con Paula.
  • Y por qué te ha dejado? Si se puede saber… claro - preguntó lleno de curiosidad Ramón.
  • La jedé yo Monra! No alle a mí…
  • En serio? - volvió a preguntar Charly, como si fuera lo único que sabía decir.
  • Que sí jedor! Per quó mo ne creies?
  • Más tonto y no naces Aitor! - empezó a reir Ramón a carcajadas.
  • Bah! Lo no endentéis! Da ugial!
Charly lo sujetó por el hombro y se lo quedó mirando fijamente.
  • Colega, siento decirte que Monra tiene razón… has cortado con la tía más buena de todo el pueblo…
  • Eso! Diselo Charly! A ver si se entera de una vez…
  • Moy suy jevon tara pener novai! Era agiovante tíos… doto el día jontus, din sescanso! No tínea teimpo rapa mí…
  • CHICOS! CHICOS! CHICOS!
Emi apareció como un torbellino. Llegó sudado y respirando con dificultad. Los tres amigos se lo quedaron mirando, dos de ellos preguntandose que historia rocambolesca vendría a continuación.
  • Me ha… me ha… llegado… una…
  • Coge aire tío que te va a dar algo! - le dijo Charly.
  • Ya! Perdón… es que vengo corriendo desde casa…
  • A que viene tanta urgencia? - pregunto Ramón.
  • Mirad!
Emi levantó el sobre donde se podía leer la frase escrita a mano. Lo sujeto en el aire, esperando la reacción de sus amigos.
  • Quien es A? - preguntó Charly,
  • Arantxa?
  • Afoldo?
  • No joder! Es de Alba… me ha mandado algo… bueno, nos ha mandado algo a todos, mejor dicho. Escuchad…
Emi sacó la nota doblada y empezó a leerla. “Querido Emiliano, he pensado que esto te podría ser de ayuda. Se que sabrás usarla correctamente y harás el bien. Confío plenamente en tí. Y no te preocupes, esta vez no te dará problemas. Disfruta y se feliz. Alba”
  • En serio? - preguntó Charly por enesima vez.
  • No… no puede ser… - dijo Ramón negando con la cabeza.
  • Fincuona? Ha las praboda?
  • No, aún no… quería que la probararmos los tres juntos! - sonrió Emi.
Sus tres amigos le dieron prisas para que lo hiciera. Así que Emiliano sacó el pequeño dispositivo del sobre. Esta vez era mucho más ergonómico, con forma de auricular. En la parte exterior había serigrafiado en letras grises la palabra ‘Aedos 1.0’. El chabal lo observó con curiosidad y sin pensarlo más se lo metió dentro del oído. Una suave voz empezó a hablarle.
  • Qué dice? - preguntó Charly nervioso.
  • Me da la bienvenida…
Emi escuchaba atentamente lo que le decía la máquina, mientras asentía con la cabeza. Cuando llegó el momento de registrar la voz del usuario, no dudó ni un segundo en que sus amigos tuvieran acceso ilimitado.
  • Ya está! - comunicó cuando todo estuvo listo.
  • Y ahora qué? Qué vamos a hacer? - preguntó Ramón.
  • La piscina! - sonrió Charly frotandose las manos - seguro que Paula y sus amigas están ahí…
  • Peus no yo voy! No queiro se que pango a llaror atro vez…
  • Esperad…
Emi se tocó la barbilla. Recordó las palabras que Alba le había escrito en la nota. Tenían que hacer el bien, utilizar a ‘Aedos’ correctamente. Y lo tuvo claro al momento. Antes de disfrutar de su nueva ‘arma’ tenían que arreglar muchas cosas.
  • Cuantas personas han estado o siguen actualmente bajo los efectos de SIREN?
  • A ver... - dijo Charly pensando mientras andaba nervioso de un lado hacía al otro.
  • Puala! - exclamó de repente Aitor - Ruando compí con ella se lentó tafal!
  • Vale… Monra, puedes ir apuntando?
  • Si claro… - dijo ‘ruedas’ desbloqueando su teléfono móvil, empezando a escribir.
  • Adolfo! Él tambíen está bajo los efectos de SIREN… - dijo Charly chasqueando los dedos.
  • Adolfo… apuntado ok! Quien más?
  • Cristina también!
  • No Charly! Ya te dije que no usé a SIREN con ella…
  • Estás sugero Imeliano?
  • Que síiiii… tan difícil es creer que una mujer se pueda sentir atraida por mí?
Sus tres amigos se miraron, sonriendo pero sin decir nada por no ofenderlo.
  • Ostia! Mi prima colega… y mí madre… casi se me olvida! - exclamó Charly.
  • Y la mía también! - dijo Ramón anontandolo en su móvil.
  • Apunta también a Arantxa y a Ari, las novias de mi hermano… Y al director también… - añadió Emi - Ah! Y Benito y Francisco… ellos también estuvieron bajo los efectos de SIREN.
  • Be…ni…to y Fran…cis…co. Listo! Alguien más?
  • Creo que mi padre y mi hermano… apuntalos por si acaso! - ordenó Emi.
Los amigos leyeron la lista de nuevo, intentando hacer memoria por si se dejaban a alguien. Tenían mucho trabajo que hacer, así que se pusieron manos a la obra. La primera de todas en ser curada, por decirlo de algún modo, fué Paula. La chica que sentía un amor irreflenable, incluso tóxico, por Aitor; pasaba el día en la piscina pública del pueblo. Aunque no podía disfrutar como sus amigas, pues su corazón estaba roto en mil pedazos. Aunque el día fuera soleado y despejadoa, era como sí encima de su cabeza hubiera una nuve pequeña derramando una enorme tormenta sobre ella.
  • Será mejor que nos quedemos aquí - dijo Ramón desde la puerta que daba acceso al recinto.
  • Si… moco me vea va a per seor!
  • Yo voy contigo Emi, por si se complican las cosas! - dijo Charly.
Los dos amigos se dirigieron a la piscina. Paula y sus amigas estaban tomando el sol sobre unas tumbonas, algunas escuchaban música, otras hablaban entre ellas animadamente y otras intentaban consolar a una decaída amiga que parecía no levantar cabeza.
  • Cómo lo hacemos? - susurró Charly.
  • Vamos a ponernos detrás de ellas…
  • Vale!
Emiliano y Charly pasaron por delante del grupito intentando no llamar la atención. No pudieron evitar mirar sus cuerpos semi desnudos. Aquellos diminutos bikinis, esos muslos al sol. Sus pechos turgentes, sus vientres planos. Tuvieron que contenerse mucho para no hacer una locura. Pero resistieron, debían hacer el bien. Rodearon a las chicas en silencio y se situaron a cierta distancia prudencial para poder dar las nuevas ordenes.
  • Ostiaaa! - Emi tropezó con una hamaca por no andar mirando al frente.
  • Cuidado colega! - Charly intentó sujetarlo, pero ya era demasiado tarde.
Su amigo se dió de cara contra el cesped. Armando un estruendoso ruido.
‘Fiuuuu - Fiuuu’ silbó una de las chicas levantandose las gafas de sol.
Un ‘click’ sonó dentro de sus cerebros corrompidos al mismo tiempo.
  • Mierda… - Emi tragó saliba.
El grupo de pibonazos se puso de pié, rodeando a Charly y empezando a sobarlo descaradamente.
  • Emiiii… creo que deberías…
Charly intentaba hablar mientras dos amigas de Paula le levantaban la camiseta y otra empezaba a meter la mano dentro de sus calzoncillos.
  • Emiiiiii! Esto empieza a descontro… - no pudo seguir hablando cuando una lengua entro dentro de su boca, casi tocandole la campanilla.
  • Joder! No lo encuentro…
Nuestro jóven amigo rebuscaba entre el césped con urgencia. A causa de la cáida, el auricular de ‘Aedos’ se había caído de su oreja.
  • Aquí estás! - exclamó recogiendolo del suelo cuando lo encontró.
Al levantar la cabeza, se dió de bruces con la cintura de Paula. Que quedó justo a la altura se sus ojos.
  • Has visto a Aitor? - preguntó ella con los ojos rojos de haber llorado durante horas o días.
  • Emiiiii! Date prisaaaaa… - Dijo Charly observando que una chica empezaba a ponerse de rodillas delante suyo.
Emiliano se puso el dispositivo en la oreja y dio dos sencillas ordenes, aunque muy claras. Las chicas que intentaban follarse a su mejor amigo, pararon de golpe y se volvieron a sus tumbonas, como si nada hubiera pasado. Y Paula, por su lado, pudo empezar a disfrutar de ese maravilloso día, sintiendose capaz de rehacer su vida con otro hombre.
  • Por poco… - sonrió Emi cuando ya volvían con Ramón y Aitor.
  • Y a mí quien me quita este calentón ahora? - dijo Charly señalandose el bulto hinchado dentro de sus pantalones.
Cuando se volvieron a reunir todos en la puerta de la entrada de la piscina municipal, decidieron ir hacía la plaza del pueblo. Casi todo el mundo seguía ahí, en pié de guerra. Y más hoy, teniendo en cuenta que el presidente del país haría acto de presencia.

Mientras avanzaban por el lado derecho de la carretera nacional, dirección al casco antiguo de Aretxondo. Vieron que en el otro extremo bajaban a toda prisa Benito y Francisco en sus flamantes bicis. Seguramente dirección a la piscina, a ver si podían rascar algo de sus compañeras de clase.
  • Eeeeh! Retrasadoooos! - gritó Benito mostandoles el dedo, frenando en seco la bici.
  • Dónde vais? A pajearos como mariconas o qué? - rió Francisco haciendo gestos obscenos con su mano.
Emi se puso a dar la orden para liberarlos del yugo de SIREN. Y luego les dejó largarse. Pero antes de que los dos matones pudieran reprender la marcha, Charly quiso añadir una orden más.
Aquellos dos maleantes pasarian a convertirse a partir de ahora en las personas más majas de todo el instituto.
  • Venga Emi! Le hemos prometido a Alba que haríamos las cosas bien… y eso estamos haciendo.
  • Sí Charly! Pero la idea es que tengan capacidad de decidir… si volvemos a meterles ideas en la cabeza… no sé… no es justo.
  • Yo creo que hemos echo lo correcto! - dijo Ramón - Hemos liberado a todo el instituto de la tiranía de esos dos cerdos.
  • Hablonda de tarinos…
Los amigos se quedaron mirando en dirección dónde estaba señalando Aitor. Sentado en la marquesina de una vieja parada de autobús, estaba Adolfo. Solo y bastante deprimido. Pasaron por enfrente de él, al otro lado de la carretera. El rey de los matones se los quedó mirando y los saludó con la cabeza. Los chicos respondieron de igual manera. Emi se paró y dió la orden para que dejara de sufrir esas constantes diarreas.
  • No hace falta Charly! - dijo Ramón deteniendo a su amigo cuando iba a darle la misma orden que a Benito y Francisco.
  • Seguro? - preguntó ‘Seis Dedos’
  • Sí. Adolfo es el claro ejemplo de los perros de Pavlov.
  • Los porres de quein?
  • De Pavlov… era un fisiologo ruso que investigaba la digestión en los perros, pero notó algo curioso. Los perros comenzaban a salivar no solo cuando les daban comida, sino también al ver al cuidador o al escuchar sus pasos. Esto lo llevó a estudiar el condicionamiento clásico…
‘Ruedas’ empezó a explicarles aquel curioso experimento, mientras seguían andando. Primero de todo hay un estímulo inconcidionado. En este caso: la comida. Que genera salivación de forma natural. Pavlov añadió un estímulo neutro: un timbre. El cual, al principio, no provocaba salivación. Entonces empezó a condicionar a sus perros. Cada vez que les daba comida, antes hacía sonar el timbre. Los resultados fueron concluyentes. Con el tiempo, solo con hacer sonar el timbre, los perros empezaban a salivar. El estímulo neutro se convirtió en estímulo condicionado. El perro aprendió a asociar el timbre con la comida.
  • Alguien me puede hacer un resumen? - preguntó Charly impaciente, como siempre.
  • A ver… - sonrió Emi - Lo que Ramón quiere decir es que Adolfo responde automáticamente a ciertos estímulos por condicionamiento. Es una metáfora…
  • Exacto! - exclamó Monra - De forma inconsciente ha asociado hacer daño a la gente con cagarse encima… por lo que no volverá a hacerlo.
  • Esparomes te quengas rozán Monra!
Cuando empezaron a subir la cuesta que daba al casco antiguo, se dieron cuenta que las cosas seguían como siempre, el ambiente era tenso. Las barricadas seguían sin levantarse y varios vecinos montaban guardía, haciendo turnos, sin descanso. Justo cuando Emi buscaba a su família entre la muchedumbre organizada, un convoy de tres coches llegaba al pueblo, a toda velocidad.

El presidente fué recibido con insultos, agravios y alguna que otra piedra. Iba rodeado de una cantidad ingente de seguridad, seguidos de una multitud de periodistas hambrientos de titulares como hienas en la sabana. Todo el mundo empezó a buscar a Salvador, pero nadie lo encontraba.
  • Disculpad vecinos! Disculpad… Ya estoy aquí!
Salva salió del ‘Harri Beltza’ abrochandose los pantalones. Detrás de él apareció Cristina ligeramente sonrojada. Enseguida fué avisado que el momento había llegado. Era la hora de negociar, la hora de conseguir aquello que tanto ansiaban. Se formó un pasillo de forma espontanea y el justiciero padre empezó a andar entre medio. La gente le daba animos, palmadas en la espalda y otros coreaban su nombre o simplemente aplaudían.
  • Papá! - gritaba Emi intentando que su padre le prestara atención.
Andaba apartando los culos y las cinturas de los manifestantes, como si nadara por un mar de gente. Pero no había manera de llegar hasta su padre.
  • Imeliano! Eh! Par oquí!
Aitor había conseguido hacer un hueco unos metros más adelante. Emi aprovechó la abertura y apareció en medio del pasillo.
  • Emi, hijo! Qué haces aquí? - preguntó sonriendo Salva.
  • He venido a desearte suerte papá!
  • Oooh… grácias hijo, es un detalle.
Salva se agachó y abrazó con ternura a su hijo pequeño, provocando la ternura entre toda la multitud.
  • Quiero ir contigo papá!
  • Ah si? - Salva lo meditó un momento. Quizás la presencia de su hijo ayudaría a que la negociación llegase a buen puerto, podía usarlo como una herramienta conmovedora - Venga va! Me parece bien, vamos! Pero deja que hable yo, vale?
Emi asintió y le dió la mano a su padre mientras se encaminaban a la trinchera. La calle quedó dividida en dos bandos. Detrás del presidente, había un ejercito de fuerzas del orden. Con un simple vistazo podías darte cuenta que superaban en número a los vecinos de Aretxondo.
Detrás de Salva y Emi, un pequeño grupo de irreductibles e indomables vascos. Eran muchos menos y estaban peor equipados, quedaba claro que bando ganaría en caso de batalla.

Aunque el presidente tuviera más hombres, estos eran simples mercenarios. Estaban ahí a cambio de una compensación económica. En cambio el pequeño ejército de Salva estaba dispuesto a morir peleando. Sin concesiones ni excepciones. Estaban ahí por convicción y tan solo pedían una cosa a cambio. Que se hiciera justicia.

Las negociaciones no empezaron con buen píe. Pues lo primero que hizo el presidente fué amenazarlos si no cesaban las protestas. Salvador no contestó, simplemente sonrió y dejó que los que estaban detrás de él se desfogasen. El ambiente empezaba a tensarse cada vez más. Hasta tal punto que un simple gesto mal interpretado o una mala palabra a destiempo podía hacer estallar el conflicto de nuevo. Emi cada vez se sentía más pequeño. El espacio entre los dos bandos se estrechaba y los nervios estaban a flor de piel. Antes de que sucediera una catástrofe actuó.
  • Puedo hablar con usted señor presidente? - dijo sin obtener respuesta. La frase estaba mal planteada. - Callaros! - gritó creando el silencio - Hable conmigo señor presidente!
El mandamás, el hombre encargado de dirigir una nación, hizo caso al instante. Se agachó para quedarse a su altura. Para que la conversación fuera de tú a tú. Emiliano no tuvo que pensar demasiado lo que debía decir. Tras tantos años escuchando a su padre con esos discursos largos e intensos; tan solo tuvo que repetir lo que tenía almacenado en la memoria.

El presidente asentía mientras aquel muchacho le cuchieaba sus demandas a la oreja. Luego, tal como vino, se fué. Sin mediar palabra con nadie más, ni vecinos, ni fuerzas policiales, ni periodistas.

Al día siguiente, compareciendo ante el senado, ordenó la reapertura de las minas en Aretxondo, obligando a que la empresa reincorporara a todos sus antiguos trabajadores, les indemnizara muy bien por los daños causados y obligandoles a aumentar el salario y las condiciones laborales de todos los mineros.

Justo cuando se dió la noticia por televisión, Alba estaba fregando los platos. No pudo evitar sonreir al ver al presidente de España en cuclillas, escuchando a Emi obedientemente. Se sintió orgullosa por el chabal, pues realmente había entendido el mensaje que ella le había dejado. Era un chiquillo, estaba claro, pero nadie mejor que él sabía la resposabilidad de tener un ‘arma’ de ese calibre en sus manos. No estaba corrompido por el mundo adulto. No entendía de ambición o de poder. Solo era un chabal de pueblo que deseaba lo mejor para su gente.
  • Joder Emi! - exclamó Charly con tono burlesco - Podrías haber aprovechado para pedirle más cosas al presi. Dios sabe cuando vamos a tener de nuevo una posibilidad así…
Los chicos ya volvían hacía sus casas andando tranquilamente, acompañados de sus famílias. En realidad todo el pueblo hacía lo mismo, y todos lo hacían felices y satisfechos.
  • Como que? - preguntó Emiliano sonriendo.
  • En serio? No se te ocurre nada? - Charly lo miraba con los ojos muy abiertos.
  • Menos horas de clase a la semana, por ejemplo - dijo Ramón
  • Dás mías de cavaciones! - dijo Aitor
  • Internet gratis, subvenciones del estado para comprar figuras del Warhammer, bicicletas nuevas para todos los chavales de España…
  • Vale, vale! Lo piyo y síiii… tenéis razón… pero es mejor que no llamemos mucho la atención…
  • Pues para querer pasar desapercibido, no has empezado con muy buen pié que digamos - dijo Ramón mirando su teléfono móvil.
  • Por qué dices eso?
‘Ruedas’ le enseñó el titular de un diario donde decía “El niño que convenció al jefe de estado” y abajo una foto de Emi susurrandole al oído al presidente de España. Los amigos observaron con detenimiento aquella imagen y empezaron a reir. Ramón seguía leyendo la noticia en voz alta. El periodista se preguntaba que demonios debía haberle dicho aquel chico para que el mandamás aceptara a todas las demandas del pueblo minero.
  • Parece que eres famoso! - le dijo Ernesto que andaba unos metros adelante mientras veía un vídeo por youtube.
Salva le susurró algo al oído y el hermano mayor asintió sonriendo. De repente se giraron, lo cogieron entre los dos en brazos y lo levantaron en el aire. Pidieron tres ‘Hurras!’ por el heroe de Aretxondo mientras Emi levantaba los brazos en señal de victoria, sentado sobre los hombros de su padre y su hermano.

Poco a poco fueron llegando a sus calles. Aitor y Ramón fueron los primeros en despedirse. Luego Emi abrazó a Charly con fuerza y quedaron para ir al río al día siguiente. Cuando ya bajaban camino a casa, Salva le preguntó que quería para cenar aquella noche. Estaba claro que ivan a comer pizza.

La cena fué una especie de homenaje. En reconocimiento por la gran azaña que había conseguido Emiliano. Había un montón de comida sobre la mesa y los cinco comían alegres, brindando cada dos por tres, por cualquier escusa. Menos el más pequeño, todos los demás bebían vino en cantidades industriales. Antes de que pudieran terminar una botella, Salva ya había descorchado otra. Cuando llegó la hora de ir a dormir, salvo Emi, no había nadie bajo el techo de aquella casa que pudiera andar recto.

Tal era el nivel de embriaguez, que tanto Salva, como Ernesto, Cristina y Arantxa se quedaron dormidos en el sofá del comedor. Mientras por la televisión no se dejaba de hablar del niño maravilla sin cesar. Emi ya tenía suficiente por hoy. Así que subió a su cuarto y cerró la puerta. Encendió el ordenador con la intención de hacerse un ‘Vladimir’ y empezó a desnudarse. Se sacó a ‘Aedos’ de la oreja con delicadeza y lo dejó en la mesita de noche. Justo dónde días atrás reposaba la malvada SIREN.

Sin perder tiempo se sentó desnudo en la silla y empezó a buscar las carpetas llenas de porno que almazenaba en su ordenador.
‘Toc - Toc - Toc’
  • Un segundo! Que estoy en bolaaaas! - gritó el chabal.
Pero la puerta se abrió igualmente. Emi intentó disimular, pero era imposible. Un adolescente totalmente desnudo delante de una pantalla de ordenador por la noche. Quedaba muy claro que no estaba jugando al ‘LOL’. Mientras el cerraba ventanas e intentaba ponerse el pantalón de pijama; la puerta se cerró de golpe.
  • Hola Emi! - dijeron al mismo tiempo Cristina y Arantxa.
Emi notó un escalofrío recorriendole la espalda. Con tanto ajetreo se había olvidado de ellas dos. Intentó acercarse a la mesita de noche para coger el nuevo prototipo, pero no fué lo suficientmente rápido. Dos manos agarraron el respaldo de la silla con ruedas y lo giraron 180 grados. Emi intentó taparse aquella monstruosidad erecta que tenía entre las piernas y se quedó mirando a las dos mujeres enfrenre de él.
  • Ho… holaaa… que… que queréis?
  • Queríamos darte las gracias por lo que has hecho hoy!
  • Sí… pero… a nuestra manera.
Mientras en la planta de abajo de la casa apareada de los Malatesta, padre e hijo mayor roncaban como dos jabalís. En el piso de arriba los gemidos y los cachetazos en el culo no cesaron hasta altas horas de la madrugada. Quizás nuestro jóven y pervertido amigo, tardase un tiempo más en desmemorizar a las chicas, aquello estaba realmente bien. Cojonudo! podríamos decir.

Gracias a la fama que obtuvo Emiliano. El equipo A pasó de ser el azmereir del pueblo a convertirse en unos auténticos heroes. Casi ni necesitaban usar a ‘Aedos’, pues todo el mundo quería darles las gracias a su manera. Claudio se negó a cobrarles los viajes en bus, Antón les dejaba desayunar cada día gratis en su panaderia, la chica de la gasolinera les invitaba a helados y chucherias, cuando iban a la piscina pública no pagaban entrada, las chicas del instituto empezaron a prestarles atención… aquel verano fué maravilloso.

Un día cualquiera, sin previo aviso, cuando salían de la piscina. Los cuatro amigos recibieron un mensaje de texto en sus móviles. Era un número desconocido y tan solo había una dirección escrita, una fecha y una hora. Como remitente una K.
Sin decirse nada, todos supieron quien había escrito alquel mensaje. La reuníon estaba prevista para el día siguiente. Miraron en el google maps donde estaba situada aquella calle y se dieron cuenta que era a las afueras del pueblo. Una vieja casa en mitad de un extenso campo.
  • Le pediré a mi madre que nos lleve, os parece? - se ofreció Charly.
  • Espera! Acaba de mandar otro mensaje… - dijo Ramón mirando su móvil.
  • Keller? - preguntó Emi.
  • Sí… dice que podemos traer a nuestras familias si queremos, que estamos todos invitados.
  • Muy emabla su de perta… pero mis pedras no seban quein es Lleker…
  • Ya! Eso es verdad… Aitor tiene razón - dijo Ramón.
  • Y que más da? - rió Charly - tenemos a SIREN!
  • Aedoooos Charly! - insistió Emi - No digas más ese nombre, que me entran escalofríos.
Al día siguiente la expedición de las cuatro famílias se puso en marcha hasta la dirección que les habían mandado. Excepto los cuatro amigos, todos los demás pensaban que habían sido invitados a pasar un agradable día en casa de uno de los profesores de sus hijos.

Cuando el ex agente escuchó los coches llegar por el camino de tierra, salió de casa para recibirlos, junto a Ronald.
La casa de campo donde vivían se alzaba en una pequeña loma a las afueras de Aretxondo, rodeada de campos ondulados que en los días claros se teñían de un verde vibrante. Era una casa humilde, de piedra antigua y tejado a dos aguas, con las contraventanas pintadas de un azul claro que el tiempo había ido desdibujando. Buganvillas trepaban por los muros y una morera vieja ofrecía sombra sobre el porche, donde solían descansar dos sillas de mimbre y un banco de madera que crujía suavemente cuando alguien se sentaba.

A su alrededor todo respiraba calma. Había un gallinero pequeño al fondo, una huerta bien cuidada con tomates, cebollas y pimientos, y una parcela recién labrada donde Ronald pasaba las tardes, plantando habas o recogiendo lechugas con manos curtidas por el trabajo. Siempre silbaba mientras lo hacía, una melodía suave, casi olvidada. Keller, en cambio, solía sentarse bajo el manzano con una jarra de agua y un libro abierto que rara vez leía; prefería mirar el horizonte, como si allí encontrara respuestas que no necesitaban palabras.

Cuando los chicos llegaron, Emiliano con la mochila colgando del hombro y Charly unos pasos detrás, más serio que de costumbre, fue Ronald quien los vio primero. Su rostro se iluminó con una sonrisa cálida y tranquila, como si los hubiera estado esperando desde hace tiempo. Keller se levantó despacio, sin apuro, se sacudió las manos y les ofreció una mirada serena, cargada de afecto. No hubo preguntas. Solo los brazos abiertos y un gesto que decía: “Estáis en casa”.

Alba y su familia estaban en la cocina. De allí salían los aromas del pan recién hecho y del caldo humeante. Andoni, con el delantal atado a la cintura, abría las ventanas para dejar entrar el aire fresco, y saludaba desde allí con una mano en alto. Alba salió al porche con una jarra de limonada, descalza, con un vestido sencillo y el pelo recogido de cualquier manera. Sonreía con naturalidad, como si todo aquello fuese parte de una escena que se repetía desde siempre.

Había paz. Una paz verdadera, de esa que llega después de las tormentas. Los campos se mecían con la brisa, las campanas del pueblo sonaban a lo lejos, y hasta el silencio parecía tener peso. Se notaba que algo había terminado, que lo importante ya había pasado, y que ahora solo quedaba cuidar lo que se tenía.

La tarde se alargó sin urgencias. Nadie necesitó hablar mucho. Había miradas, gestos, platos compartidos y un aire de despedida que nadie mencionaba, pero todos entendían. En ese rincón del mundo, la vida seguía con una dulzura melancólica. El tipo de dulzura que solo conocen los que han sobrevivido.

Al asentarse el silencio tibio de la tarde, quedó claro que la relación entre Alba y Keller seguía habitando ese espacio delicado donde viven los recuerdos importantes. No se evitaban, pero tampoco se buscaban. Había entre ellos una distancia serena, casi elegante, tejida con hilos de respeto y nostalgia.

Alba, cuando lo veía, sonreía con suavidad, como si reconociera en él algo que había sido suyo, pero que ya no le dolía soltar. Lo saludaba con una inclinación leve de cabeza, a veces con una palabra cálida, a veces con un simple roce de la mano al pasar cerca. Keller, por su parte, la miraba con ese gesto suyo tan contenido, donde cabía todo lo que no decía: una ternura intacta, una pizca de tristeza, y también una aceptación madura. No había reproches, solo el eco de una historia compartida que el tiempo había convertido en silencio cómodo.

Ella estaba ahora con su familia, volcada en una vida que, aunque sencilla, se notaba que la sostenía. Hablaba con su marido, ayudaba en la cocina, cuidaba de sus hijos pequeños con una calma que antes no tenía. Se había arraigado a ese lugar. Keller, en cambio, se movía como un hombre que ya no espera mucho, pero que agradece lo que tiene. Cultivaba la tierra, leía al sol, y a veces desaparecía por horas en los senderos del bosque, solo.

Aun así, entre ellos quedaba algo. No era deseo, ni tristeza, ni siquiera amor en el sentido habitual. Era más bien una forma de lealtad silenciosa. Se conocían en lo más íntimo, y ese conocimiento los mantenía conectados, aunque ya no se pertenecieran. Habían compartido algo que ninguno negaba, y que ahora vivía en la forma en que se hablaban sin palabras, en los silencios que no incomodaban, en la manera en que él siempre servía un segundo vaso de limonada por si ella lo quería, y en cómo ella sabía cuándo dejarlo solo.

Esa tarde, cuando Alba se sentó a pelar unas manzanas en el porche y Keller pasó junto a ella sin detenerse, bastó un cruce de miradas para que todo lo que fueron, y todo lo que ya no eran, quedara dicho. En medio de la paz del campo, su historia flotaba como una canción antigua que ya no se canta, pero que nadie olvida del todo.

Ronald había llegado a aquella casa con las manos manchadas de un pasado que prefería no nombrar en voz alta. Durante años, había sido un hombre de acción, un mercenario que vivía al margen de las leyes y de la conciencia, guiado por órdenes, dinero y un código propio que muchas veces lo había llevado a cruzar líneas sin mirar atrás. Pero en Aretxondo, algo en él había empezado a cambiar. Tal vez fue la tierra, el silencio, o la forma en que los días pasaban sin exigirle nada más que cuidar lo que tenía delante.

En esa casa de campo, Ronald encontró la manera de reconciliarse con lo que fue. No hablaba mucho de su pasado, pero tampoco lo negaba. A veces, al atardecer, se quedaba solo en el porche con la mirada perdida, o se arrodillaba en la huerta no solo para sembrar, sino como si esa tierra que tocaba con las manos pudiera absorber parte de su culpa. Trabajaba con una devoción silenciosa, como si cada surco, cada semilla, fuera una forma de limpiar lo que no podía deshacer.

En las noches tranquilas, cuando los demás dormían, se quedaba despierto con un rosario de madera entre los dedos. No era un hombre especialmente religioso, pero había comenzado a rezar, no como quien espera milagros, sino como quien necesita hablar con alguien que lo entienda sin juzgarlo. Rezaba por las almas de quienes habían caído por su culpa. Rezaba por su propio perdón, aunque no estaba seguro de merecerlo. Y sobre todo, rezaba por su padre.

Su padre había sido un hombre justo, pobre pero honrado, que murió joven, sin entender del todo en qué se había convertido su hijo. Ronald lo recordaba en sueños, con su camisa de faena y sus manos fuertes, dándole lecciones que en su momento desoyó. Y ahora, en esa pequeña finca que él mismo habría podido cuidar, Ronald intentaba honrarlo. No con palabras, sino con actos: recogiendo fruta madura, enseñando a los chicos a podar bien, compartiendo lo poco que tenía, sin esperar nada a cambio.

No buscaba redención pública, ni aplausos, ni absoluciones teatrales. Lo suyo era íntimo. Un camino solitario hacia una paz interior que aún no alcanzaba del todo, pero que cada día sentía un poco más cerca. Sabía que Dios no se impresionaba por discursos ni promesas. Pero quizás, al verlo arrodillado en la tierra, cuidando la vida en vez de quitarla, podría entender que lo estaba intentando.

Y así, en medio de los manzanos y los surcos rectos de la huerta, Ronald se convertía, poco a poco, en otro hombre. No uno nuevo, sino uno reconciliado. Alguien que, sin olvidar lo que fue, había elegido terminar su historia en paz.

La relación entre Ronald y Keller era, por decirlo de algún modo, improbable. Durante años se habían perseguido por los rincones más oscuros del mundo, dos perros viejos entrenados para eliminar sin pestañear, arrastrando venganzas que nadie recordaba del todo, pero que pesaban como una deuda de sangre. Ronald juró matarlo más de una vez. Keller también lo tuvo en la mira. Ambos estuvieron cerca de apretar el gatillo.
Y sin embargo, allí estaban. Compartiendo la misma casa, el mismo pan, la misma tierra.

La tregua no nació de un acuerdo formal ni de una redención súbita. Surgió del perdón mutuo. Desde entonces, sin necesidad de más explicaciones, se supo que la guerra entre ellos había terminado. No había vencedores. Solo dos hombres cansados que se dieron cuenta, al borde del absurdo, de que seguir matándose ya no tenía sentido.

Vivir con quien un día fue tu enemigo no es fácil. Al principio, había silencios tensos, rutinas cuidadosas, pasos medidos. Ronald seguía levantándose antes que nadie, revisando los alrededores como si esperara una emboscada. Keller dormía con un cuchillo bajo la almohada. Pero poco a poco, la desconfianza fue cediendo. No por ingenuidad, sino por una especie de respeto mutuo que solo entienden quienes han compartido la misma oscuridad.

Con el tiempo, la convivencia se volvió más que tolerable. Ronald encontraba en Keller a alguien que lo conocía sin necesidad de máscaras. Podían pasar horas sin hablar, trabajando en la tierra o reparando herramientas, y sentirse en compañía. A veces discutían, claro, como hermanos que cargan con demasiada historia. Pero en esas discusiones no había odio, sino una crudeza sincera. Después venía el silencio. Y después, una cerveza compartida bajo el porche.

Se cuidaban sin admitirlo. Keller le vigilaba la espalda cuando salían al pueblo. Ronald le guardaba pan si sabía que iba a llegar tarde. En esas pequeñas cosas se construyó su amistad. No una de abrazos ni de confidencias, sino de presencia sólida. De saber que el otro, por más pasado que arrastre, no va a fallarte ahora.

A veces, cuando el sol caía y los campos se llenaban de cigarras, Ronald miraba a Keller desde el banco del porche y decía en voz baja, casi como una broma:
—¿Te acuerdas cuando querías volarme la cabeza?
Keller se encogía de hombros y respondía sin apartar la vista del horizonte:
—Todavía a veces lo pienso.
Y los dos reían. Como solo pueden reír quienes se han perdonado la vida.

Alba había intentado construir una vida lejos del fuego, del control, de las decisiones imposibles. Tras su ruptura con Keller y su abandono del proyecto SIREN, se instaló en Bilbao, donde empezó de nuevo. Con Andoni, encontró una paz estable, sin sobresaltos ni preguntas difíciles. Tuvieron dos hijos, Iowa y Nate, y durante un tiempo, Alba creyó que el pasado podía dejarse atrás. Que la ciencia, si se mantenía a raya, no volvería a arrastrarla.

Pero algo en ella seguía despierto. Algo que no se apagaba.
Ella fue quien creó SIREN. El primer dispositivo. Una herramienta revolucionaria nacida del deseo de ayudar, pero que se convirtió en otra forma de control. Cuando comprendió el alcance real de lo que había diseñado —la capacidad de alterar la voluntad humana, de borrar el consentimiento desde dentro—, lo destruyó. Rompió con Keller. Se apartó de todo.

Y entonces conoció a Emiliano.
No fue casualidad. Lo buscó. Quería ver con sus propios ojos qué había dejado atrás. Encontró a un chico brillante, pero dañado, que llevaba el peso de un poder que nunca pidió. También estaban Ramón, Aitor, Charly. Todos distintos, pero unidos por el mismo dolor: haber sido modificados, corregidos, reparados sin que nadie les preguntara si querían serlo.

Fue entonces cuando nació en Alba la idea de AEDOS.
No como una réplica de SIREN, sino como todo lo contrario. AEDOS no sería para controlar, sino para acompañar. Una herramienta sutil, empática, que ayudara a gestionar el ruido, la ansiedad, la frustración. Alba no lo concibió como una solución mágica, ni como una redención personal. Quería crear algo verdaderamente útil. Algo que les diera a los chicos una oportunidad sin robarles la voz.

Fué la conversación que tuvp con Emiliano, en ese banco de puedra junto a las trincheras. Le contó algo que Alba no olvidaría.
—Mi vida era una mierda antes de SIREN. Nadie me miraba. Nadie me escuchaba. No sé si me hizo bien o mal, pero al menos por un tiempo… me hizo sentir alguien.

Aquella confesión le dolió. Porque la entendía demasiado bien. También ella, cuando era joven, quiso sentirse “alguien”. Y también usó la ciencia para lograrlo. Pero ahora era madre, y había aprendido que ayudar no es lo mismo que corregir.
Por eso decidió crear AEDOS. Porque sí quería hacerlo. Porque creía, honestamente, que podía construir algo bueno. No perfecto, pero bueno. Algo que ofreciera apoyo sin imponer, alivio sin sometimiento. No por redención, sino por responsabilidad. Y por afecto.

Aquella tarde, durante la escapada al campo, ocurrió una escena que se le quedó grabada. Andoni, alto y bonachón, jugaba con los chicos bajo el manzano. Emiliano y Charly empujaban a Nate en un columpio de neumático. Aitor y Ramón correteaban detrás de Iowa, que llevaba una camiseta prestada más grande que ella. Alba los observaba desde el porche, con una mezcla de ternura y nostalgia. Keller, a unos metros, los miraba también. No dijo nada. Tampoco hacía falta.

En esa tarde luminosa, con el campo lleno de risas y la brisa meciendo las hojas del laurel, Alba supo que el tiempo estaba empezando a correr en otra dirección. Ella volvería a Bilbao. Seguiría con AEDOS. No como una científica encerrada en un laboratorio, sino como alguien que había visto, tocado y escuchado a quienes más necesitaban ser tenidos en cuenta.

Y aunque no lo dijera, aunque no se despidiera de forma explícita, todos entendieron que aquel momento bajo el sol era un adiós. Porque el ciclo se cerraba. Porque Alba no huía esta vez. Al contrario. Se iba por convicción. Por amor. Por fe en que esta vez, al fin, podría hacer las cosas bien.

El sol se estaba poniendo lento, como si también él quisiera quedarse un poco más. Sentados sobre una roca plana, con los pies colgando sobre la ladera, Emiliano y Charly contemplaban en silencio la inmensidad del valle. Abajo, los campos verdes y frondosos se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y más allá, el Anboto parecía dormido, como un gigante viejo que ya no tiene prisa.

El aire olía a tierra caliente y a hierba seca. Todo estaba en calma.
  • Te das cuenta de lo que hemos vivido? —preguntó Charly, rompiendo el silencio con una voz baja, casi incrédula.
Emiliano no respondió al instante. Se pasó la mano por el pelo, como si aún necesitara comprobar que estaba ahí, entero.
  • Sí… Y no - dijo al fin.
Charly rió por lo bajo.
  • A veces me parece que fue un sueño. O una peli rara. Un experimento que se nos fue de las manos.
  • Fue real - murmuró Emiliano - Todo. El tren. El maletín. Lo de Keller. Ronald. Alba. Todo fue real. Pero ahora que terminó... no sé. Me cuesta creer que sigamos vivos.
  • Sí -dijo Charly, mirando al horizonte - Aunque a veces no sé si salimos vivos... o si simplemente seguimos.
Se quedaron en silencio unos segundos más, mientras el viento les movía la camiseta y las sombras alargadas de los árboles subían poco a poco por la ladera.
  • Y ahora qué? - preguntó Charly.
Emiliano se encogió de hombros.
  • No lo sé. Supongo que vivir. Volver. Empezar otra vez. Pero ya no somos los mismos.
Charly asintió. Luego miró a su amigo de reojo.
  • Te acuerdas cuando nos reíamos del profe de historia porque decía que la libertad era “una carga hermosa”?
  • Me acuerdo.
  • Pues tenía razón, el cabrón.
Ambos sonrieron. Luego Charly se recostó sobre la piedra, con las manos detrás de la cabeza.
Emi lo imitó.
  • Sabes qué pienso? Que pase lo que pase, nadie nos va a quitar esto. Haber estado aquí. Haber hecho lo que hicimos. Haber sido... nosotros.
Charly lo miró, y por un momento, en sus ojos no había ni rabia, ni miedo, ni culpa. Solo gratitud.
  • Gracias, Emi - le dijo, sin adornos.
  • Gracias a tí, colega —respondió él, sin moverse— Por no rendirte. Por no dejarme solo.
El sol ya tocaba el borde de la montaña. Todo empezaba a apagarse. Incluso las cigarras.
  • Lo contamos algún día? —preguntó Charly.
  • No nos van a creer.
  • Mejor. Así sigue siendo nuestro.
El silencio volvió. Pero esta vez era distinto. No era un vacío. Era una forma de abrazarse sin palabras. Cuando el último rayo de luz desapareció tras la cumbre, Emiliano cerró los ojos. Y entonces, en voz baja, como quien firma una historia, dijo:
  • Se acabó.
Y así fue.

Fin
 
GENIAL, enhorabuena por un relato buenísimo, por contenido y por una gran narración.
Cierto que se podía haber estirado un poco más, pero si tu ves conveniente, por las razones que has esgrimido ,acabarlo así, perfecto. Me parece un final perfecto, donde todo vuelve a su sitio, aunque con los ligeros cambios que han sufrido a lo largo del relato los protagonistas.

Esperando el nuevo relato que ha perturbado el transcurrir de este.

Gracias por escribir y compartir.
 
Sigo insistiendo, tras haber vuelto a leer el último capítulo, que Alba ha elegido la estabilidad que le da Andoni, al amor que todavía siente por Keller.
Es lo único que no me ha gustado del final. Para mí no triunfa el amor, porque dudo mucho que sienta lo mismo por su marido que pir el ex agente.
 
Sigo insistiendo, tras haber vuelto a leer el último capítulo, que Alba ha elegido la estabilidad que le da Andoni, al amor que todavía siente por Keller.
Es lo único que no me ha gustado del final. Para mí no triunfa el amor, porque dudo mucho que sienta lo mismo por su marido que pir el ex agente.
Yo creo que lo que sienten Keller y Alba el uno por el otro sigue existiendo. Pero Andoni puede ofrecerle algo muy importante en una relación que Nate es incapaz, la estabilidad. El ex agente, aunque haya decidido emprender una nueva vida no deja de ser un fugitivo en busca y captura. Sabe que si Alba sigue con él, tarde o temprano acabará metida en problemas o peor aún, muerta.
Por eso cuando Andoni apresa a Leblanc en aquel callejón y Ronald le pregunta a Nate quien es ese hombre. Keller le responde “El hombre del que jamás tuvo que separarse”. Entiendo lo que dices sobre que no triunfa el amor, pero miralo por otro lado.
Que prueba de amor existe más grande que alejar a la persona que amas por mantenerla a salvo?
 
GENIAL, enhorabuena por un relato buenísimo, por contenido y por una gran narración.
Cierto que se podía haber estirado un poco más, pero si tu ves conveniente, por las razones que has esgrimido ,acabarlo así, perfecto. Me parece un final perfecto, donde todo vuelve a su sitio, aunque con los ligeros cambios que han sufrido a lo largo del relato los protagonistas.

Esperando el nuevo relato que ha perturbado el transcurrir de este.

Gracias por escribir y compartir.
Muchisimas gracias por tus palabras compañero!
El nuevo relato va a ser un desafío, pues quiero ambientarlo en otro momento historico y otro país. A ver que tal me sale.
De momento tengo la idea de como empezará y en torno a que girará la trama.
En unos minutos voy a empezar a escribir, a ver que tal me sale.
Se va a titular: UN VIAJE INESPERADO

Nos leemos!
 
Yo creo que lo que sienten Keller y Alba el uno por el otro sigue existiendo. Pero Andoni puede ofrecerle algo muy importante en una relación que Nate es incapaz, la estabilidad. El ex agente, aunque haya decidido emprender una nueva vida no deja de ser un fugitivo en busca y captura. Sabe que si Alba sigue con él, tarde o temprano acabará metida en problemas o peor aún, muerta.
Por eso cuando Andoni apresa a Leblanc en aquel callejón y Ronald le pregunta a Nate quien es ese hombre. Keller le responde “El hombre del que jamás tuvo que separarse”. Entiendo lo que dices sobre que no triunfa el amor, pero miralo por otro lado.
Que prueba de amor existe más grande que alejar a la persona que amas por mantenerla a salvo?
Tienes razón, pero es que me puede mí lado romántico.
 
Yo creo que triunfó el amor, la coherencia y el raciocinio. Alba sigue enamora da Keller, si, pero tambien lo está de Andoni, y además, este le proporciona seguridad y estabilidad tanto familiar como emocional.
 
Bueno gente, me alegro informaros que pronto estará todo listo para subir la nueva historia. Se llamará UN VIAJE INESPERADO y estará ambientada en el siglo XVII. Esta vez todo girará entorno al mar. Será una historia de aventuras, como si Piratas del Caribe, Los viajes de Gulliver y One Piece hicieran una orgía salvaje y naciera de esa noche de lujúria, un hijo bastardo.

Estará ambientada en un momento donde el mundo aún estaba por descubrir y la realidad se mezclaba con la ficción. Donde las cartas naúticas aún no eran capaces de abarcar la inmensidad del vasto oceano. Cuando el mundo aún guardaba secretos y las leyendas de los marineros se contaban en las oscuras tabernas de puertos ya olvidados.

Un astrónomo indio, dejará su tierra natal, para enbarcarse en un viaje hacía lo inóspito. Siguiendo el rastro de un objeto ancestral y poderoso hasta los confines del mundo conocido. Conocerá a una capitana, más ladrona que marinera, más peligrosa que la polvora y se enbarcaran juntos hacía el horizonte, sin mirar jamás atrás.

Llevo ya tres capítulos escritos. Y no es que quiera echarme flores, pero está quedando muy épico, jaja.
Habrán aventuras, sexo, batallanas navales, personajes entrañables, piratas sedientos de sangre, mosntruos marinos y hasta un pequeño mono capuchino, de nombre Gipsy, que seguro se ganará el cariño de todos vosotros.

Intentaré subir el primer capítulo esta noche y deseo que lo disfruteís leyendo, tanto o incluso más, de lo que estoy disfrutando yo escribiendolo.
Recordad, viejos grumetes de agua salada:

“Quien sigue al horizonte,
su sombra ha de perder;
mas gana en los abismos
lo que teme saber.”

Nos leemos muy pronto!
 

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