Fantasías cornudas con mi mujer

Pedromiguel

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i mujer me contó que un dentista, a quien conoce desde hace años, tuvo una actitud rara cuando se lo encontró en el gimnasio.

Coincidieron a la salida y él paró a charlar con ella, saludándolo afectuosamente, interesado por la familia, etc. Mientras estaban hablando aparece una de las chicas de la administración a decirle algo , con lo que se distrae y se aparta, discutiendo con la chica. Pasados unos minutos, mi mujer lo saluda de lejos y se va.

Unos días después se encuentran nuevamente. Él, medio en chiste y medio en serio, le reprocha que se había ido cuando estaban empezando a hablar. Mi mujer no entiende nada y trata de explicarle cuando aparece la esposa del dentista, con cara de pocos amigos, mirándola mal, saludando poco amable y se lo lleva, yéndose ambos.

Inexplicablemente él, no parece saber qué decir ni donde meterse y se va, balbuceando tímidamente una excusa.

Cuando mi mujer me lo cuenta, es para mí muy claro. La mujer es muy celosa y el tipo está interesado en mi mujer. Como yo estoy siempre con mis fantasías cornudas no cree cuando se lo digo. Le pido que le siga la corriente, la edad es adecuada, es simpático y de buen aspecto.

Como siempre lo descarta, siendo el motivo central es que sea un hombre casado. Aunque trato de convencerla de que no todo es igual y que si no es con ella va a ser con otra no tengo éxito.

Pero el destino tal vez me ayude.

Llegó a casa con dolor en una muela, que empezó hace unos días, con intermitencias, pero ahora es continuo y más intenso. Fue a la emergencia y la trataron pero le dijeron que tiene que ver a un dentista a la brevedad, porque la muela está enferma. Si quiere salvarla necesita un tratamiento pronto.

Llamó a su dentista habitual y estaba de licencia, que recién comenzaba, reintegrándose en un mes.

Desde luego no puede esperar tanto. Mientras piensa que hacer camina y da vueltas.

Yo tengo la respuesta..

  • ¿Y si le preguntas a tu compañero del gimnasio?, trataba a tu padre, y decías que era buen dentista. – Mientras lo digo el morbo me engorda la verga.
  • No sé, -contesta, ¿- te parece?, me da un poco de temor después de lo que pasó el otro día…
  • ¿Que te puede pasar? ¡No te va a violar en el consultorio!
Se rie.

  • No, claro que no, pero puede darse una situación violenta.
  • ¿Y si a vos te gusta? no seas boba, dale si da la situación, a mí sabés que me gustaría.
  • Pero mirá si eres idiota, si yo voy a hacer eso, ¿quién te crees que soy?, bla, bla, bla - me contesta, enojada.
Pero al final lo llamó y coordinó una cita para el día siguiente, ¡a las 6 de la tarde! Escuché la llamada, por supuesto, muy atentamente, desde el cuarto de al lado.

Muchas risas, simpática, le hizo algún chiste que le gustó y se lo festejó..

Va a ser justo en mi horario de trabajo y no voy a poder acompañarla. Seguro que mejor, ya que no puedo llevarla de ninguna manera y así abro la puerta a favor de algún movimiento de él.

Así fue. Al día siguiente me comían los nervios todo el día. ¿Qué te pasa? me preguntaban en la oficina, estás algo distraído hoy, tenés algún problema? Jajajja, si supieran mis compañeros cuál era el problema: ¿tratará de follarse a mi mujer? ¿Se dejará ella? ¿se la follará o no? ¿Me lo contará?

Cuando pude salir a las 7 pm ya estaba todo hecho. ¿Qué habrá pasado?

Llegué a casa en tiempo record, creo. Pero no había nadie. Todavía no había regresado. Ni un ruido. La soledad me resultada abrumadora, no podía más con mis nervios. Me sentaba, me levantaba, caminaba de un lado a otro, me servía un whisky y luego otro, olvidando el primero en alguna mesa en otra habitación

Mientras los minutos se sumaban y ya eran horas, empecé a preocuparme realmente

A las 9 la llamé, no aguanté más. Me respondió el correo de voz. Dejé un mensaje, con mi preocupación por el retraso y le pedí que por favor me llamara. El consultorio es en el centro de la ciudad y no es una zona muy segura en la noche.

Media hora después sigo sin novedad. El teléfono sigue sin responder. Me empiezo a asustar, ¿deberé llamar al 911? No sé que hacer.

Finalmente, poco después, suena mi teléfono que atiendo apurado. ¡Era ella!

Perdón mi amor, se nos hizo tarde sin darnos cuenta. Mario empezó el tratamiento con la idea de terminarlo en lo posible hoy, para no tener que volver. Recién terminó. Quedate tranquilo que todo está bien.

Bueno, mi mujer está bien. Mi susto fue injustificado. Menos mal!

Pero entonces me doy cuenta de otra cosa. ¡No pasó nada! Todas estas horas con el tio y sólo terminaron el trabajo. Bueno, al menos eso me dijo. Quien sabe, tal vez no quiso decir nada por teléfono.

¡Renació una pequeña esperanza!

Llegó a los 20 minutos, con cara de cansada y el labio hinchado. Me sorprendió como fue vestida: con una camisa que yo le regalé para usar con botones sueltos y sostenes de encaje, para mostrar. Tiene puesto uno de esos, pero también tiene todos los botones prendidos. No se ve nada.

Yo de cualquier manera me la imagino. En el sillón del dentista, con la camisa desprendida y él mirándola de arriba, el escote, el sostén, las tetas por arriba. Vamos, ¡le podría ver hasta el ombligo! ¿Se habrá mostrado?

Vino hacia mí y me dio un beso, con cuidado, pero cariñosa.

  • Hola amor, me tenías preocupado por la hora. ¿Te fue bien?, le pregunto.
  • Sí, claro, estoy cansada. Por suerte quedó todo resuelto. Tenías razón, es bárbaro, me arregló todo de una vez. Quedé muy contenta. ¡Y vos también vas a estar contento, espero!, -agregó, con un guiño.
  • Ah, si? y por qué? Tenés algo para contarme?
  • Mucho, ven, traeme algo para tomar, porque comer no puedo hasta mañana, pero tomar sí, algo fuerte, sí un whisky, ese que yo te regalé, - me dijo, palmeando el lugar a su lado en el sofá.
Me senté, después de servirle el whisky como sé que le gusta, con poco hielo, pero con mucho whisky.
 
i mujer me contó que un dentista, a quien conoce desde hace años, tuvo una actitud rara cuando se lo encontró en el gimnasio.

Coincidieron a la salida y él paró a charlar con ella, saludándolo afectuosamente, interesado por la familia, etc. Mientras estaban hablando aparece una de las chicas de la administración a decirle algo , con lo que se distrae y se aparta, discutiendo con la chica. Pasados unos minutos, mi mujer lo saluda de lejos y se va.

Unos días después se encuentran nuevamente. Él, medio en chiste y medio en serio, le reprocha que se había ido cuando estaban empezando a hablar. Mi mujer no entiende nada y trata de explicarle cuando aparece la esposa del dentista, con cara de pocos amigos, mirándola mal, saludando poco amable y se lo lleva, yéndose ambos.

Inexplicablemente él, no parece saber qué decir ni donde meterse y se va, balbuceando tímidamente una excusa.

Cuando mi mujer me lo cuenta, es para mí muy claro. La mujer es muy celosa y el tipo está interesado en mi mujer. Como yo estoy siempre con mis fantasías cornudas no cree cuando se lo digo. Le pido que le siga la corriente, la edad es adecuada, es simpático y de buen aspecto.

Como siempre lo descarta, siendo el motivo central es que sea un hombre casado. Aunque trato de convencerla de que no todo es igual y que si no es con ella va a ser con otra no tengo éxito.

Pero el destino tal vez me ayude.

Llegó a casa con dolor en una muela, que empezó hace unos días, con intermitencias, pero ahora es continuo y más intenso. Fue a la emergencia y la trataron pero le dijeron que tiene que ver a un dentista a la brevedad, porque la muela está enferma. Si quiere salvarla necesita un tratamiento pronto.

Llamó a su dentista habitual y estaba de licencia, que recién comenzaba, reintegrándose en un mes.

Desde luego no puede esperar tanto. Mientras piensa que hacer camina y da vueltas.

Yo tengo la respuesta..

  • ¿Y si le preguntas a tu compañero del gimnasio?, trataba a tu padre, y decías que era buen dentista. – Mientras lo digo el morbo me engorda la verga.
  • No sé, -contesta, ¿- te parece?, me da un poco de temor después de lo que pasó el otro día…
  • ¿Que te puede pasar? ¡No te va a violar en el consultorio!
Se rie.

  • No, claro que no, pero puede darse una situación violenta.
  • ¿Y si a vos te gusta? no seas boba, dale si da la situación, a mí sabés que me gustaría.
  • Pero mirá si eres idiota, si yo voy a hacer eso, ¿quién te crees que soy?, bla, bla, bla - me contesta, enojada.
Pero al final lo llamó y coordinó una cita para el día siguiente, ¡a las 6 de la tarde! Escuché la llamada, por supuesto, muy atentamente, desde el cuarto de al lado.

Muchas risas, simpática, le hizo algún chiste que le gustó y se lo festejó..

Va a ser justo en mi horario de trabajo y no voy a poder acompañarla. Seguro que mejor, ya que no puedo llevarla de ninguna manera y así abro la puerta a favor de algún movimiento de él.

Así fue. Al día siguiente me comían los nervios todo el día. ¿Qué te pasa? me preguntaban en la oficina, estás algo distraído hoy, tenés algún problema? Jajajja, si supieran mis compañeros cuál era el problema: ¿tratará de follarse a mi mujer? ¿Se dejará ella? ¿se la follará o no? ¿Me lo contará?

Cuando pude salir a las 7 pm ya estaba todo hecho. ¿Qué habrá pasado?

Llegué a casa en tiempo record, creo. Pero no había nadie. Todavía no había regresado. Ni un ruido. La soledad me resultada abrumadora, no podía más con mis nervios. Me sentaba, me levantaba, caminaba de un lado a otro, me servía un whisky y luego otro, olvidando el primero en alguna mesa en otra habitación

Mientras los minutos se sumaban y ya eran horas, empecé a preocuparme realmente

A las 9 la llamé, no aguanté más. Me respondió el correo de voz. Dejé un mensaje, con mi preocupación por el retraso y le pedí que por favor me llamara. El consultorio es en el centro de la ciudad y no es una zona muy segura en la noche.

Media hora después sigo sin novedad. El teléfono sigue sin responder. Me empiezo a asustar, ¿deberé llamar al 911? No sé que hacer.

Finalmente, poco después, suena mi teléfono que atiendo apurado. ¡Era ella!

Perdón mi amor, se nos hizo tarde sin darnos cuenta. Mario empezó el tratamiento con la idea de terminarlo en lo posible hoy, para no tener que volver. Recién terminó. Quedate tranquilo que todo está bien.

Bueno, mi mujer está bien. Mi susto fue injustificado. Menos mal!

Pero entonces me doy cuenta de otra cosa. ¡No pasó nada! Todas estas horas con el tio y sólo terminaron el trabajo. Bueno, al menos eso me dijo. Quien sabe, tal vez no quiso decir nada por teléfono.

¡Renació una pequeña esperanza!

Llegó a los 20 minutos, con cara de cansada y el labio hinchado. Me sorprendió como fue vestida: con una camisa que yo le regalé para usar con botones sueltos y sostenes de encaje, para mostrar. Tiene puesto uno de esos, pero también tiene todos los botones prendidos. No se ve nada.

Yo de cualquier manera me la imagino. En el sillón del dentista, con la camisa desprendida y él mirándola de arriba, el escote, el sostén, las tetas por arriba. Vamos, ¡le podría ver hasta el ombligo! ¿Se habrá mostrado?

Vino hacia mí y me dio un beso, con cuidado, pero cariñosa.

  • Hola amor, me tenías preocupado por la hora. ¿Te fue bien?, le pregunto.
  • Sí, claro, estoy cansada. Por suerte quedó todo resuelto. Tenías razón, es bárbaro, me arregló todo de una vez. Quedé muy contenta. ¡Y vos también vas a estar contento, espero!, -agregó, con un guiño.
  • Ah, si? y por qué? Tenés algo para contarme?
  • Mucho, ven, traeme algo para tomar, porque comer no puedo hasta mañana, pero tomar sí, algo fuerte, sí un whisky, ese que yo te regalé, - me dijo, palmeando el lugar a su lado en el sofá.
Me senté, después de servirle el whisky como sé que le gusta, con poco hielo, pero con mucho whisky.
Es mi sueño incumplido, verla sobada por otro tío y q le coma la boca, pero nada dice q soy un guarro por desear eso
 
i mujer me contó que un dentista, a quien conoce desde hace años, tuvo una actitud rara cuando se lo encontró en el gimnasio.

Coincidieron a la salida y él paró a charlar con ella, saludándolo afectuosamente, interesado por la familia, etc. Mientras estaban hablando aparece una de las chicas de la administración a decirle algo , con lo que se distrae y se aparta, discutiendo con la chica. Pasados unos minutos, mi mujer lo saluda de lejos y se va.

Unos días después se encuentran nuevamente. Él, medio en chiste y medio en serio, le reprocha que se había ido cuando estaban empezando a hablar. Mi mujer no entiende nada y trata de explicarle cuando aparece la esposa del dentista, con cara de pocos amigos, mirándola mal, saludando poco amable y se lo lleva, yéndose ambos.

Inexplicablemente él, no parece saber qué decir ni donde meterse y se va, balbuceando tímidamente una excusa.

Cuando mi mujer me lo cuenta, es para mí muy claro. La mujer es muy celosa y el tipo está interesado en mi mujer. Como yo estoy siempre con mis fantasías cornudas no cree cuando se lo digo. Le pido que le siga la corriente, la edad es adecuada, es simpático y de buen aspecto.

Como siempre lo descarta, siendo el motivo central es que sea un hombre casado. Aunque trato de convencerla de que no todo es igual y que si no es con ella va a ser con otra no tengo éxito.

Pero el destino tal vez me ayude.

Llegó a casa con dolor en una muela, que empezó hace unos días, con intermitencias, pero ahora es continuo y más intenso. Fue a la emergencia y la trataron pero le dijeron que tiene que ver a un dentista a la brevedad, porque la muela está enferma. Si quiere salvarla necesita un tratamiento pronto.

Llamó a su dentista habitual y estaba de licencia, que recién comenzaba, reintegrándose en un mes.

Desde luego no puede esperar tanto. Mientras piensa que hacer camina y da vueltas.

Yo tengo la respuesta..

  • ¿Y si le preguntas a tu compañero del gimnasio?, trataba a tu padre, y decías que era buen dentista. – Mientras lo digo el morbo me engorda la verga.
  • No sé, -contesta, ¿- te parece?, me da un poco de temor después de lo que pasó el otro día…
  • ¿Que te puede pasar? ¡No te va a violar en el consultorio!
Se rie.

  • No, claro que no, pero puede darse una situación violenta.
  • ¿Y si a vos te gusta? no seas boba, dale si da la situación, a mí sabés que me gustaría.
  • Pero mirá si eres idiota, si yo voy a hacer eso, ¿quién te crees que soy?, bla, bla, bla - me contesta, enojada.
Pero al final lo llamó y coordinó una cita para el día siguiente, ¡a las 6 de la tarde! Escuché la llamada, por supuesto, muy atentamente, desde el cuarto de al lado.

Muchas risas, simpática, le hizo algún chiste que le gustó y se lo festejó..

Va a ser justo en mi horario de trabajo y no voy a poder acompañarla. Seguro que mejor, ya que no puedo llevarla de ninguna manera y así abro la puerta a favor de algún movimiento de él.

Así fue. Al día siguiente me comían los nervios todo el día. ¿Qué te pasa? me preguntaban en la oficina, estás algo distraído hoy, tenés algún problema? Jajajja, si supieran mis compañeros cuál era el problema: ¿tratará de follarse a mi mujer? ¿Se dejará ella? ¿se la follará o no? ¿Me lo contará?

Cuando pude salir a las 7 pm ya estaba todo hecho. ¿Qué habrá pasado?

Llegué a casa en tiempo record, creo. Pero no había nadie. Todavía no había regresado. Ni un ruido. La soledad me resultada abrumadora, no podía más con mis nervios. Me sentaba, me levantaba, caminaba de un lado a otro, me servía un whisky y luego otro, olvidando el primero en alguna mesa en otra habitación

Mientras los minutos se sumaban y ya eran horas, empecé a preocuparme realmente

A las 9 la llamé, no aguanté más. Me respondió el correo de voz. Dejé un mensaje, con mi preocupación por el retraso y le pedí que por favor me llamara. El consultorio es en el centro de la ciudad y no es una zona muy segura en la noche.

Media hora después sigo sin novedad. El teléfono sigue sin responder. Me empiezo a asustar, ¿deberé llamar al 911? No sé que hacer.

Finalmente, poco después, suena mi teléfono que atiendo apurado. ¡Era ella!

Perdón mi amor, se nos hizo tarde sin darnos cuenta. Mario empezó el tratamiento con la idea de terminarlo en lo posible hoy, para no tener que volver. Recién terminó. Quedate tranquilo que todo está bien.

Bueno, mi mujer está bien. Mi susto fue injustificado. Menos mal!

Pero entonces me doy cuenta de otra cosa. ¡No pasó nada! Todas estas horas con el tio y sólo terminaron el trabajo. Bueno, al menos eso me dijo. Quien sabe, tal vez no quiso decir nada por teléfono.

¡Renació una pequeña esperanza!

Llegó a los 20 minutos, con cara de cansada y el labio hinchado. Me sorprendió como fue vestida: con una camisa que yo le regalé para usar con botones sueltos y sostenes de encaje, para mostrar. Tiene puesto uno de esos, pero también tiene todos los botones prendidos. No se ve nada.

Yo de cualquier manera me la imagino. En el sillón del dentista, con la camisa desprendida y él mirándola de arriba, el escote, el sostén, las tetas por arriba. Vamos, ¡le podría ver hasta el ombligo! ¿Se habrá mostrado?

Vino hacia mí y me dio un beso, con cuidado, pero cariñosa.

  • Hola amor, me tenías preocupado por la hora. ¿Te fue bien?, le pregunto.
  • Sí, claro, estoy cansada. Por suerte quedó todo resuelto. Tenías razón, es bárbaro, me arregló todo de una vez. Quedé muy contenta. ¡Y vos también vas a estar contento, espero!, -agregó, con un guiño.
  • Ah, si? y por qué? Tenés algo para contarme?
  • Mucho, ven, traeme algo para tomar, porque comer no puedo hasta mañana, pero tomar sí, algo fuerte, sí un whisky, ese que yo te regalé, - me dijo, palmeando el lugar a su lado en el sofá.
Me senté, después de servirle el whisky como sé que le gusta, con poco hielo, pero con mucho whisky.
Que morbosa la situación
 
Bueno, ahora abrázame y no me interrumpas. Tampoco me pegues,jajaja, bueno, te gustó como me vestí? Tu camisa con el mejor sostén que tengo para mostrar. Es casi transparente, si me animaba a soltarme los botones como a vos te gusta, ¡se me iba a ver todo! Me reía mientras me vestía, pensando en que te gustaría.

Y me animé! En el consultorio me solté dos botones más y me senté a esperar. Sabía que estarías de acuerdo, o no?

La chica me hizo pasar y él me saludó muy cariñoso, con dos besos. Me dí cuenta que vio el escote por cómo me miraba.

Me senté en el sillón y me puso el babero, charlando.

Me examinó la boca con ese espejito que tienen mientras apuntaba la luz. La vista se le iba todo el tiempo a mi escote, lo que el babero no tapaba, que era mucho, jajaja . Me explicó lo que tenía y lo que había que hacer.

Me preguntó si tenía tiempo para hacer todo en una vez y estuve de acuerdo. Lo hizo. Eso fue aburrido y doloroso, demoró más de media hora. Tanto que entró la chica de la recepción para preguntarle si necesitaba algo o se podía ir. Le dijo que se fuera, que él se arreglaba.

  • Y el resto del tiempo? hasta ahora?, pregunté, cómo un idiota.
  • Shhhh, te pedí que no me interrumpas! Ahora viene la parte que te va a gustar. Espero! Te dije que el trabajo fue aburrido, pero no todo. ¿Podés creer que a poco de empezar a trabajar empezó a apoyarme la pija en el hombro? Primero creí que era sin querer, pero luego vi que era intencional. Se frotaba y yo notaba que se le iba parando. La sacaba por momentos para luego volver. Era bien claro lo dura que estaba. Cuando estaba terminando ya era relajo total, la frotaba suave, insistente, ya que yo no sólo no retiraba el hombro sino que acompañaba un poco el frotamiento. Pensé, esto es por mostrarle las tetas, y si Pedro quiere esto, vamos a hacerlo bien. Además, es un lindo hombre y muy simpático.
  • Te imaginas que cuando terminó, me enjuagué la boca con esa canillita que tiene el sillón, me sacó el babero y otra más que me había puesto. Me secó la cara con una gasita, muy suave. Tiró la gasa y me tocó los labios, acariciándome despacito, mientras me preguntaba si seguían dormidos. ¿Y entonces que hizo la puta de mujercita? Abrí la boca, lo miré, me pasé la lenga por los labios, ¡cómo que exploraba y los humedecía, y, mirándolo a la cara, le mordí suavecito el dedo y me lo metí en la boca! ¡Le chupé el dedo! Se agachó y nos besamos. ¿Qué sigue? Y bueno, maridito mío, sueño cumplido, ¡eres cornudo!
Yo estaba asombrado, encantado, con la verga dura. Como ahora, mientras lo recuerdo y lo escribo.

  • Mientras nos besábamos, - continuo- yo sentada en el sillón y él parado al lado, hizo lo que él y yo estábamos deseando desde hace rato. Metió su mano en mi escote y bajo el sostén, agarrándome una teta, ¡acariciándome suavemente el pezón, que ya estaba parado, el puto! Se me erizó el pelo, le metí la lengua en la boca, el acercó su pelvis a mi hombro apoyando sin ningún disimulo su verga erecta contra él. Suspiré, le mordía suavemente el labio e intenté levantarme. Pero él apoyó su mano en mi cabeza y no me dejó. Me giró de frente a él y me apoyó su polla dura en la cara. Abrí la boca y se la comí a través de la ropa, mojándole el pantalón del equipo con el que trabaja. Me di cuenta de algo que no había notado, ¡no tenía ropa interior! Sentía su pija, muy cerca, a través de la fina tela de su pantalón. Era grande y estaba dura. Sabes cuanto odio las pollas chicas, pero ese no iba a ser problema. El pantalón se mojó rápidamente, con mi saliva y sus jugos. Estaba rico.
  • Y Pedro, ¿cómo vas? ¿Todo bien?
  • Siiii encantado, mirá, tocame, - le pedí, la tenía bien dura.
Yo estaba fascinado, encantado, con la verga dura de hacía rato, que me acariciaba suavemente a través del pantalón. Gozaba oyendo a mi mujer caliente, en plan putón con otro y contándomelo. Sin decir nada, le acaricié la cara y girándola hacia mi, le besé los labios con cuidado de no lastimarla. Luego, con más fuerza, abriéndole la boca metí mi lengua para hacerle saber cuánto me gustaba y me excitaba su historia, esos labios que seguramente hacía poco habían estado besando a otro.

  • Me alegro, yo también disfruté. Entonces me dijo cuanto le gustaba hacer esto, que la paciente le chupara la pija sentada en el sillón, que le diera la boca para darlo placer, que se la entregara como hacía para que la trabajara.
  • Le bajé los pantalones, tenían un elástico en la cintura, sin cinturón ni abertura. No tenía calzoncillos. Saltó la pija dura, hacia adelante y arriba.
  • Le pregunté si me podía hacer mal a la muela chuparla, se rio, me dijo que la chupara del otro lado, hahahah. Acerqué los labios, la besé, húmeda, tenía todavía dormida una parte por la anestesia, se sentía rara, pero abrí la boca y me la tragué. Era grande, linda, con una gruesa cabeza, roja y húmeda. No había chupado ni 3 minutos cuando me dijo que se venía. Lo apreté y no le dejé sacarla, sentí los chorros de leche tibia y espesa en mi boca. Sabia rica y la tragué, como sabes que me gusta, ¡mmmmm! no le dejé sacarla hasta que se ablandó, ¡me encanta eso en la boca! Mmmm ¡qué gusto! Sentirla como crece y se pone dura y luego cómo se achica, blandita, cansada…mmm, ¡que rico!
  • -me ayudó a levantarme del sillón, después de acomodarse la ropa, me besó suavemente en la boca y, tomándome de la cintura, me dirigió a una puerta cerrada del consultorio.

 
Bueno, ahora abrázame y no me interrumpas. Tampoco me pegues,jajaja, bueno, te gustó como me vestí? Tu camisa con el mejor sostén que tengo para mostrar. Es casi transparente, si me animaba a soltarme los botones como a vos te gusta, ¡se me iba a ver todo! Me reía mientras me vestía, pensando en que te gustaría.

Y me animé! En el consultorio me solté dos botones más y me senté a esperar. Sabía que estarías de acuerdo, o no?

La chica me hizo pasar y él me saludó muy cariñoso, con dos besos. Me dí cuenta que vio el escote por cómo me miraba.

Me senté en el sillón y me puso el babero, charlando.

Me examinó la boca con ese espejito que tienen mientras apuntaba la luz. La vista se le iba todo el tiempo a mi escote, lo que el babero no tapaba, que era mucho, jajaja . Me explicó lo que tenía y lo que había que hacer.

Me preguntó si tenía tiempo para hacer todo en una vez y estuve de acuerdo. Lo hizo. Eso fue aburrido y doloroso, demoró más de media hora. Tanto que entró la chica de la recepción para preguntarle si necesitaba algo o se podía ir. Le dijo que se fuera, que él se arreglaba.

  • Y el resto del tiempo? hasta ahora?, pregunté, cómo un idiota.
  • Shhhh, te pedí que no me interrumpas! Ahora viene la parte que te va a gustar. Espero! Te dije que el trabajo fue aburrido, pero no todo. ¿Podés creer que a poco de empezar a trabajar empezó a apoyarme la pija en el hombro? Primero creí que era sin querer, pero luego vi que era intencional. Se frotaba y yo notaba que se le iba parando. La sacaba por momentos para luego volver. Era bien claro lo dura que estaba. Cuando estaba terminando ya era relajo total, la frotaba suave, insistente, ya que yo no sólo no retiraba el hombro sino que acompañaba un poco el frotamiento. Pensé, esto es por mostrarle las tetas, y si Pedro quiere esto, vamos a hacerlo bien. Además, es un lindo hombre y muy simpático.
  • Te imaginas que cuando terminó, me enjuagué la boca con esa canillita que tiene el sillón, me sacó el babero y otra más que me había puesto. Me secó la cara con una gasita, muy suave. Tiró la gasa y me tocó los labios, acariciándome despacito, mientras me preguntaba si seguían dormidos. ¿Y entonces que hizo la puta de mujercita? Abrí la boca, lo miré, me pasé la lenga por los labios, ¡cómo que exploraba y los humedecía, y, mirándolo a la cara, le mordí suavecito el dedo y me lo metí en la boca! ¡Le chupé el dedo! Se agachó y nos besamos. ¿Qué sigue? Y bueno, maridito mío, sueño cumplido, ¡eres cornudo!
Yo estaba asombrado, encantado, con la verga dura. Como ahora, mientras lo recuerdo y lo escribo.

  • Mientras nos besábamos, - continuo- yo sentada en el sillón y él parado al lado, hizo lo que él y yo estábamos deseando desde hace rato. Metió su mano en mi escote y bajo el sostén, agarrándome una teta, ¡acariciándome suavemente el pezón, que ya estaba parado, el puto! Se me erizó el pelo, le metí la lengua en la boca, el acercó su pelvis a mi hombro apoyando sin ningún disimulo su verga erecta contra él. Suspiré, le mordía suavemente el labio e intenté levantarme. Pero él apoyó su mano en mi cabeza y no me dejó. Me giró de frente a él y me apoyó su polla dura en la cara. Abrí la boca y se la comí a través de la ropa, mojándole el pantalón del equipo con el que trabaja. Me di cuenta de algo que no había notado, ¡no tenía ropa interior! Sentía su pija, muy cerca, a través de la fina tela de su pantalón. Era grande y estaba dura. Sabes cuanto odio las pollas chicas, pero ese no iba a ser problema. El pantalón se mojó rápidamente, con mi saliva y sus jugos. Estaba rico.
  • Y Pedro, ¿cómo vas? ¿Todo bien?
  • Siiii encantado, mirá, tocame, - le pedí, la tenía bien dura.
Yo estaba fascinado, encantado, con la verga dura de hacía rato, que me acariciaba suavemente a través del pantalón. Gozaba oyendo a mi mujer caliente, en plan putón con otro y contándomelo. Sin decir nada, le acaricié la cara y girándola hacia mi, le besé los labios con cuidado de no lastimarla. Luego, con más fuerza, abriéndole la boca metí mi lengua para hacerle saber cuánto me gustaba y me excitaba su historia, esos labios que seguramente hacía poco habían estado besando a otro.

  • Me alegro, yo también disfruté. Entonces me dijo cuanto le gustaba hacer esto, que la paciente le chupara la pija sentada en el sillón, que le diera la boca para darlo placer, que se la entregara como hacía para que la trabajara.
  • Le bajé los pantalones, tenían un elástico en la cintura, sin cinturón ni abertura. No tenía calzoncillos. Saltó la pija dura, hacia adelante y arriba.
  • Le pregunté si me podía hacer mal a la muela chuparla, se rio, me dijo que la chupara del otro lado, hahahah. Acerqué los labios, la besé, húmeda, tenía todavía dormida una parte por la anestesia, se sentía rara, pero abrí la boca y me la tragué. Era grande, linda, con una gruesa cabeza, roja y húmeda. No había chupado ni 3 minutos cuando me dijo que se venía. Lo apreté y no le dejé sacarla, sentí los chorros de leche tibia y espesa en mi boca. Sabia rica y la tragué, como sabes que me gusta, ¡mmmmm! no le dejé sacarla hasta que se ablandó, ¡me encanta eso en la boca! Mmmm ¡qué gusto! Sentirla como crece y se pone dura y luego cómo se achica, blandita, cansada…mmm, ¡que rico!
  • -me ayudó a levantarme del sillón, después de acomodarse la ropa, me besó suavemente en la boca y, tomándome de la cintura, me dirigió a una puerta cerrada del consultorio.

Que mujer más caliente tienes, eres todo un afortunado
 
  • Entramos a una habitación grande, amueblada casi como una pieza de hotel. Una cama grande, cómoda, un escritorio, biblioteca y se veía a través de una puerta abierta un lindo baño.
  • En un rincón, una mesita estaba rodeada de dos sillones y una pequeña heladera.
  • Pasa, pasa, ¿quieres darte un baño? ¿Higienizarte?, te espero aquí. ¿Quieres tomar algo? Yo me voy a tomar algo rico, ¿una copa de champagne? ¿Te gustaría?
Le dije que sí y pasé al baño. Me arreglé la ropa, me lavé el coño, por si me quería chupar y me volví a enjuagar la boca.

Cuando salí Mario estaba vestido con una bata de seda, aparentemente desnudo bajo ella y tenía una botella de champagne abierta sobre la mesa, junto a dos copas servidas.

Me senté en uno de los sillones, tomé mi copa y la alcé para un brindis, chocamos tradicionalmente y luego él quiso cruzar los brazos, para acercarnos y mirarnos tomando el primer trago. Con los labios húmedos de burbujas me besó…¡todo era tan romántico! Agregale el morbo de que yo estaba vestida y el desnudo, en su casa. Me preguntó por ti, si sospechabas algo, lo que negué enfáticamente, mientras me reía por dentro, pensando –sí supieras!- pero me parece mejor así, que no sepa que te gusta que folle con otro.

Bueno, después de hablar un ratito, se acercó, desprendiéndose los botones de mi camisa, soltándome el sostén y me chupó las tetas, suavemente. Me acarició los muslos, llegando a mi concha, a la que encontró desnuda. Me levanté la falda y separé las rodillas, dejando claro que quería.

Sin dudarlo se lanzó a chuparme, metió su lengua saboreando mis jugos mientras buscaba expertamente mi clítoris. Ummmm, ¡qué goce! Es un experto comiendo coños, ¡pocas veces en mi vida me chuparon igual! Me dio tanto placer que no puede aguantar más y me vine gloriosamente, gimiendo y retorciéndome, como sabés que hago.

Me levantó en sus brazos y me llevó a la cama. ¡Qué fuerza que tiene!

Me desnudó totalmente, mientras yo gozaba esos minutos de después del orgasmo. Cuando abrí los ojos estaba totalmente desnuda, expuesta, boca arriba. Una piensa cada bobada a veces: ¡pensé que suerte que me había arreglado los pelos del coño! Jajaja.

Él me miraba, parado al lado de la cama. Se quitó la bata y, cómo sospechaba, estaba desnudo, con su tremenda verga bien parada, dura hacia adelante, derechita como un buen soldado. Sonreía, feliz.

Sonreí yo también y separé más los muslos, abriendo mi concha chorreante, hinchada, gordita y hambrienta de más goce

  • ¿La tiene más grande que yo? – pregunté, interrumpiendo, sin poder contener mi curiosidad.
  • Si, bastante más grande, pero te pedí que no me interrumpas, ¡shhh!
  • Sigo, se arrodilló en la cama, entre mis piernas, estiró sus brazos a ambos lados de mi cintura, fue bajando de a poco su cuerpo cubriendo al mío, yo lo veía, ahí, grande, sobre mí, arrimando su pija a mi concha. La apoyó, para hacerse desear entre mis labios. Cuando la sentí ahí no aguanté más: con un golpe de cintura me la metí adentro, un buen pedazo, ¡qué placer!, suspiré y sentí que se dejaba caer sobre mí, metiéndomela toda, hasta el fondo de mi vagina, donde tú nunca llegaste, ¡cornudo!, ahora sí, ¡totalmente cornudo!
  • Un goce sentirla adentro, me llenaba bien, mejor que tú y la maneja muy bien, además. Se aguantó un buen rato antes de darme la leche, porque le pedí que me la diera toda adentro, ¡para ti, toda la tengo ahí! Se acabó largo aunque era el segundo, estuvo muy bien. Yo no volví a acabar. Pero me sentía muy bien. Feliz. No es como coger contigo, es distinto. A vos te quiero. Eso cambia todo. Pero estuvo muy bien, de verdad.
-Después me di una ducha, sin lavarme la concha, por si querías chuparla. Y me fui.

-Él se quedó a dormir ahí. Llamó a la casa para avisar que terminó tarde y se quedaba. Vive en Atlántida, yo no sabía. Por eso tiene ese dormitorio ahí.

- Y eso fue todo, ¿estás enojado? ¡Cogí con otro hombre! ¿Te gustó? ¡Solo lo hice por ti! Jajajajaja, no me creas, cuando empecé a provocarlo sí, pero después me gustó calentarlo y follármelo. Cuéntame, mi maridito, por favor, ¿estás molesto?

- Noooo! ¡Me encanta lo que hiciste! Y vos, ahora, ¿cómo estás?

- muy bien, estuvo bueno, pero ahora tengo ganas de nuevo. ¿De verdad no te molestó? ¡No lo puedo creer, eres asombroso!

- te lo voy a demostrar – le dije, - abrazándola y besándole la boca suavemente, con cuidado al principio. Al ver que no le dolía, le metí la lengua y la besé con pasión, agarrándola del culo y apretándola contra mí. Me respondió el beso, abriendo la boca y con una mano en la nuca que me apretaba a sus labios mientras la otra buscaba mi polla, que encontró dura de caliente.

Nos desvestimos apurados, en el mismo lugar y fuimos a la cama donde nos tiramos terminando de sacarnos toda la ropa, excitados como pocas veces antes.

Busqué su concha que era un charco caliente y abierto, metí mis dedos que entraron fácilmente, recogí jugos y le mostré como me los llevaba a la boca, ostensiblemente disfrutándolos. Fui entonces bajando, recorriendo su cuerpo desnudo, besándolo hasta zambullirme en ese chocho delicioso, preparada y condimentada por otro para mi deleite. Estaba increíble, ¡nunca caté nada igual! Muy mojada, con mezcla de sus jugos y la leche de él. Los labios afeitados se veían gordos, hinchados y con pegotes, muy visibles sobre los pelos que adornaban su parte superior. Me excitaban mucho esas demostraciones de su infidelidad. Pero lo mejor estaba adentro. Entreabierta, llena de su corrida espesa, viscosa, muy gustosa, con ese gusto especial de cada leche, distinto de esa concha que tanto conocía. Busqué su clítoris, erecto y muy sensible.

  • Que delicia tu lengua, Pedro, dale muy suavecito, que está muy sensible, muy castigado por el otro, hahaha, me duele un poquito si frotás muy fuerte, - me pidió, mientras apretaba mi cabeza contra su conio.
  • ¡Eres raro de verdad! Te gusta que esté cogida, bien folladita, ¡y yo que no te creía!
Mientras yo se la comía, por primera vez llena de leche de otro. No era lo mismo que cogida por mí. Totalmente distinto, mucho más excitante.

  • No te vayas a acabar, -le pedí, - quiero cogerte llena, ¡mi primer segundo jugoso!
  • Entonces apúrate, no aguanto mucho más, ¡cógeme ya!
Me salí del festín, sin muchas ganas pero deseando también estar dentro de ella. La cubrí con mi cuerpo, penetrándola sin ninguna dificultad, casi no sentía el roce. La sensación era increíble, una delicia lujuriosa, chapotear en esa concha ya cogida, aún llena de leche de otro macho. Un goce sibarita para mí. No resistí nada, me vine ruidosamente, agregando mi leche acumulada en toda la noche mientras la esperaba. Al sentir que yo me acababa se vino ella también.

Así, sí, así, dámela toda ,s i mi amor, si que divino ummmmm que locura esto, no se que pasa no termino más de acabar, nonono, por favor, chúpamela ahora que te doy de nuevo…aaaaaaasí si es por favor coger si coger sisisis

Gritaba y se sacudía totalmente descontrolada. Nunca la había visto así. Claro que la comí la concha, ahora con mi leche también. ¡¡¡¡Y se volvió a acabar!!!!

Fue uno de los mejores polvos de nuestra vida, nos dormimos abrazados, desnudos, tal como estábamos en la cama.

Asi lo imagino. El dentista es real y también es real que va a por ella. Y que yo le pido que juegue con él. Lo demás es deseo mío. Lo del título: fantasía cornuda.
 
Última edición:
Un sábado al mediodía, después de mi trabajo llegué a casa.
Mi mujer estaba en la cocina, descalza, en pantalón corto de gimnasia y sin nada arriba. Mostraba sus tetitas desnudas, con esa palidez tan atractiva para mí, de la piel que no recibe sol casi nunca.
Me saluda con un beso caliente, húmedo, con la boca entreabierta. Le respondo iguaal, ya excitado de verla toples en la casa, cosa que normalmente no le gusta. Aprovecho para acariciar sus tetas suaves y frescas. Gime bajito de gusto, apaga la cocina y nos vamos al dormitorio.
Fue un polvo muy caliente, su concha era un charco de humedad. Nos acabamos fuerte y largo.
Riendo le pregunté que había sido eso, por qué tanta calentura.
Se rio también y me dijo que nada.
Pero yo insistí y entonces me confesó que el instructor de la gimnasia había tenido unas actitudes que, sin ser directamente indecentes, la habían excitado.
Es un hombre de nuestra edad, unos 40 años, muy atractivo. Jugador de basquetbol, alto y bien musculado. Simpático.
Lo que había hecho fue tocarla para ayudarla en determinados ejercicios.
Estaban solos en el gimnasio ya que los sábados, al estar en una zona de bancos y estudios contables y legales, hay poca gente.
Le apoyaba las manos en la parte interna de los muslos para ayudarla a estirar los músculos, separándole las piernas. Empezó cerca de la rodilla, pero terminó cerca del coño. No se lo tocó, pero casi. Luego le apoyaba las manos en el tórax, cerca de las tetas, que varias veces rozó, como sin querer. El colmo fue al final, ayudándola a flexionar el cuerpo, la tomó de atrás apoyándole el paquete en el culo. Y ella afirma que la tenía parada, bien dura, y de que calza bien, a juzgar por el volumen de su paquete.
Me decía que, ante el menor gesto afirmativo de ella, está segura de que se le lanzaba. ¡Pero se cuidó mucho de hacerlo!
Conociéndola, no me llamó la atención que ella no volvió a ese gimnasio nunca más.
Yo, siempre igual, se lo reprochaba, medio broma y medio en serio.
Lo interesante es que años después me contó otra versión de la historia.
Es mala mentirosa, se olvida de lo que dijo, ¡y la historia fue bastante diferente!
 
Un sábado al mediodía, después de mi trabajo llegué a casa.
Mi mujer estaba en la cocina, descalza, en pantalón corto de gimnasia y sin nada arriba. Mostraba sus tetitas desnudas, con esa palidez tan atractiva para mí, de la piel que no recibe sol casi nunca.
Me saluda con un beso caliente, húmedo, con la boca entreabierta. Le respondo iguaal, ya excitado de verla toples en la casa, cosa que normalmente no le gusta. Aprovecho para acariciar sus tetas suaves y frescas. Gime bajito de gusto, apaga la cocina y nos vamos al dormitorio.
Fue un polvo muy caliente, su concha era un charco de humedad. Nos acabamos fuerte y largo.
Riendo le pregunté que había sido eso, por qué tanta calentura.
Se rio también y me dijo que nada.
Pero yo insistí y entonces me confesó que el instructor de la gimnasia había tenido unas actitudes que, sin ser directamente indecentes, la habían excitado.
Es un hombre de nuestra edad, unos 40 años, muy atractivo. Jugador de basquetbol, alto y bien musculado. Simpático.
Lo que había hecho fue tocarla para ayudarla en determinados ejercicios.
Estaban solos en el gimnasio ya que los sábados, al estar en una zona de bancos y estudios contables y legales, hay poca gente.
Le apoyaba las manos en la parte interna de los muslos para ayudarla a estirar los músculos, separándole las piernas. Empezó cerca de la rodilla, pero terminó cerca del coño. No se lo tocó, pero casi. Luego le apoyaba las manos en el tórax, cerca de las tetas, que varias veces rozó, como sin querer. El colmo fue al final, ayudándola a flexionar el cuerpo, la tomó de atrás apoyándole el paquete en el culo. Y ella afirma que la tenía parada, bien dura, y de que calza bien, a juzgar por el volumen de su paquete.
Me decía que, ante el menor gesto afirmativo de ella, está segura de que se le lanzaba. ¡Pero se cuidó mucho de hacerlo!
Conociéndola, no me llamó la atención que ella no volvió a ese gimnasio nunca más.
Yo, siempre igual, se lo reprochaba, medio broma y medio en serio.
Lo interesante es que años después me contó otra versión de la historia.
Es mala mentirosa, se olvida de lo que dijo, ¡y la historia fue bastante diferente!
mmmm...deseando conocer la otra version...
 
Una cosa que me gusta mucho es que me cuente de sus aventuras de soltera o de su otro marido mientras follamos o me hace una paja.
Varias años después del episodio que relaté con el instructor del gimnasio me cuenta una historia mientras follabamos.

- una vez, - me dice- yo estaba en un gimnasio nuevo que habían abierto cerca de la oficina . Era cómodo por que iba cuando salía, a las 5, y ahi mismo ya me duchaba después. Además, volvía a casa después de la hora pesada del tránsito.
Otra cosa. Me gustaba mucho el instructor. Era alto, muy lindo físico, jugador de basquetbol. No era lindo de cara, pero era muy masculino. Atractivo!
Y la atracción parecía que era mutua, me venía a hablar y corregirme mientras hacía mi rutina. Me tocaba con esa excusa, con mucha discreción. Pero no se lanzaba! Yo lo estaba deseando!

Cuando dijo como era recordé aquel sábado en casa, ya casados. No dije nada y esperé a ver qué pasaba, ya muy interesado.
Lo que me está contando, había pasado antes de casados? O aquel día que llegué al mediodía a casa un sábado y la encontré tan cachonda? O sea, después de casado!
Recordé lo excitada que estaba cuando llegue ese día y el polvo tan caliente que echamos después.

y siguió contando:

-Ese día era feriado y no había nadie de las oficinas de la zona. Estábamos prácticamente solos en el gimnasio.
Sus "instrucciones manuales" eran más atrevidas que otras veces. Por ejemplo, había estado haciendo ejercicios de los músculos de los muslos, los de adentro, los que llaman los aductores. Los estiraba abriendo los muslos y él me apoyaba la mano esa vez muy cerca de la concha. Y no solo hacía fuerza sino que como que me acariciaba. Después pasó a explicarme unas rotaciones de cintura, eso era parada giraba el tronco. Él me tomaba de los lados y me giraba, aprovechando para rozarme las tetas en los giros. Se paraba atrás y me apoyaba la verga en la cola. Yo estaba muy caliente y lo dejaba hacer, mucho más de lo que lo había dejado otras veces.
Me dí cuenta de que él no iba a hacer nada que pudiera generar una queja mía, y que si yo quería que pasara algo iba a tener que tomar la iniciativa.
Y entonces en un momento, al hacer yo los movimientos, le tomé la mano y la llevé donde él y yo queríamos que fuera. Se la apoyé en mi teta, cubriéndola con la mía y dejándola ahí. Lo miré a la cara. Se sonrió y nos besamos. Besaba muy bien.
Nos abrazamos ahí y nos acariciamos.
En eso oímos unas voces que venían del vestuario. Me tomó la mano y me llevó hacia el fondo. Abrió una puerta y entramos en un cuarto con elementos de limpieza y cosas guardadas. Cerró con llave por dentro.
Me llevó atrás de un espaldar viejo que estaba en un rincón, tiró un par de colchonetas en el piso y nos acostamos.
Rápidamente nos desnudamos ansiosos ambos por el otro. Tenía un físico espectacular, muy bien formado y definido, Su polla era muy hermosa, grande, gorda, con un glande oscuro y ancho, brillante de jugos. Sabes cuanto me gusta chupar, me dí el gusto. Estaba deliciosa, soltaba abundante líquidos que tragué con gusto. No podía metérmela toda en la boca de grande que era pero me encantaba como me follaba la boca y yo la acariciaba con mi lengua.
Me acosté y separando los muslos lo invité a penetrarme, estaba como loca por tenerlo adentro mío. Era toda una visión ese físico hermoso cubriéndome, esa polla tan poderosa, tan dura apuntando a mi chocho. Yo estaba que me derretía, los labios de mi concha hinchados, el clítoris parado, sensible y chorreaba líquidos de tan caliente. Me la apoyó y se fue para adentro, con cuidado de no lastimarme. Tanto cuidado tuvo que finalmente me la metí yo con un golpe de cintura hasta tenerla toda adentro. Me cogió divino. Se acabó 3 veces, concha, culo y concha de nuevo. Era incansable.
Yo también acabé varias veces. El último orgasmo me lo sacó con la lengua. Lo hacía muy bien y no le tenía asco a su leche.
Salimos varias veces después, era todo un caballero. Y cómo cogía!
Un atleta completo.

- y ahora lo has visto?
- no, eso fue hace muchos años, se había ido del país a trabajar a Brasil, creo.
- te gustó? Te gustaría que lo volviera a coger si lo encontrara? me dejarías hacerlo? jajajaja

Nunca supe cual era la verdad. Entre las dos historias hay varios años. Y ella es mala mentirosa, se olvida de la mentira que dijo.
Habrá follado en el gimnasio ese sábado de mañana, poco después de casados? Y me lo cuenta ahora como que ocurrió antes de casarnos?
Me gusta pensar que esa vez venía de follar con él en el gimnasio. Sería por eso que estaba tan mojada y tan caliente?
 
Mi mujer trabaja en una empresa donde tienen periódicamente reuniones de jefaturas. Se hacen regularmente todos los meses, sobre fin de mes. Además de éstas, que son fijas, puede haber otra si surge un problema que la haga necesaria.
A esas reuniones se incorporó hace unos meses un empleado nuevo.
Era un contador, Manuel.
Tiene entre 50 y 60 años, alto, corpulento, casi gordo, pero en el límite. Pelo casi rubio, escaso, castaño claro, ojos claros y piel blanca. De nariz grande, labios gruesos y conversación muy agradable. Lo conocí en una reunión social a la que fuimos invitados. Irradia autoridad junto con simpatía.
Cuando nos fuimos de la reunión le pregunté a mi mujer que tal era, porque la vi hablando con él varias veces, muy animada.
Todo eran elogios, su capacidad, qué trabajador era, que buen compañero, etc. Y cuando terminó, se quedó un segundo callada, pensando y agregó, como corolario final, un comentario poco común en ella:

- ¡y viste también qué bueno que está! ¡Es un bombón!
- es casado? pregunté.
- no, divorciado, tiene dos hijos grandes, en la universidad. Vive con el menor, el mayor está estudiando en Cordoba.
- veo que te gusta...- respondí, ¡siempre pensando lo mismo! -me iba a decir, ¡y con razón!
- no seas idiota, vos siempre igual, bla, bla, bla.

El asunto es que poco tiempo después de esa reunión hubo otra, una cena, en un conocido restaurant, festejando un contrato conseguido por la empresa. A esa reunión la familia no fue invitada.
Mi mujer se vistió muy bien, como siempre.
Lo que me llamó la atención es que, siendo como siempre elegante y muy correcta, agregó un toque sensual. Esto normalmente no lo hace y, si yo lo pido o lo sugiero, protesta.
Pero no esta vez, porque no dije nada.
Fingí no darme cuenta de lo escotado del vestido que se compró para la ocasión. Era un escote totalmente distinto a los que siempre usa, exhibiendo el nacimiento de sus tetitas y que permitía, si se agachaba, mostrar bastante más. Se lo puso sin sostén, porque, según me explicó, al tener los hombros desnudos, no podía porque se le veían los breteles. Lo aclaro, aunque yo no comente nada!

Se pidio un Uber para no llevar el auto y poder tomar algo.

-Seguro que alguien me podrá traer después. Espero que no termine tarde, pero no me esperes, mi amor, -me dijo dándome un cálido beso, -pero no me corras la pintura, por favor, jejeje.
 
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Llegó el uber y se fue, saludando con la mano, contenta. Estaba tan bonita, tenía tanta clase y estilo, ¡pero, además, estaba tan buena!

Me preparé una bebida y me senté a ver alguna película en la televisión.
Pero estaba en otra cosa, no podía concentrarme. De pronto veía una situación en la pantalla totalmente nueva y que no entendía nada de lo que pasaba. ¡Ni siquiera sabía quiénes eran los personajes!

Me había ido de la escena pensando en que estaría haciendo mi mujer. Imaginándola en el grupo de colegas del trabajo, entre los que seguro que estaba Manuel. Manuel, el simpático, el que " estaba tan bueno" y que era excelente en todo, etc. etc.
Quise bloquear mentalmente la imagen, pero no podía.
Finalmente apagué la TV y dejé volar la imaginación.
Se mezclaban en mi mente los celos con el morbo de que finalmente alguien consiguiera romper su resistencia y me hiciera cornudo.

Era temprano, estarían todavía en la etapa de bocadillos y bebidas aperitivas. Mi mujer tomaba siempre champán, brut, bien seco. Le encantaba. No le gustaban mucho los bocadillos, a menos que fueran muy especiales. Salmón, quesos especiales, como un buen Camembert o un queso de cabra. No recordaba que tomaba Manuel, pero estaba convencido de que andaría dándole vuelta alrededor, con su encanto natural.

¿Si no fue para él, para quién se había vestido? ¿Para quién se había puesto ese escote? Ese escote que pocas veces usaba al salir conmigo. Habitualmente, para conseguir algo parecido, me costaba insistir y pedir.

Me serví otro vaso de whisky y me desvestí, pensando en ducharme y acostarme. Tal vez durmiendo el tiempo pasaría más rápido y ya sería tarde, y mi mujer ya habría vuelto.
Desnudo, con mi vaso en la mano, fui a la cocina y abrí la heladera buscando algo para comer. Sentía que debía hacerlo, aunque no tuviera muchas ganas. Había unas pizzas con mozzarella de anoche, las puse en el hornito y otra vez volvió a mi mente la cena.
Ya se habrían sentado. Apostaría a que ella se sentó al lado de Manuel. La falda, que correctamente llegaba a la rodilla, se habría levantado, dejando parte de sus suaves muslos desnudos, expuestos a la vista de sus vecinos. Tal vez ella, como por descuido dejaría que se subiera un poco más, disfrutando de provocar su atención, de darle algo más para que mire, además de su escote.
Seguro que Manuel, más alto que mi esposa, tendría vista libre a sus tetas a través de ese escote que apenas llega a ser decente. Estoy seguro de que si se inclina hacia adelante la tela se separará de su cuerpo y se podrán ver hasta sus pezones. Éstos, a esta altura ya erguidos, se mostrarán impúdicos, clara señal de la disposición sexual de ella.
Siento olor a comida y veo que mis pizzas se están quemando.
Me apuro a sacarlas del horno y las llevo al sillón en un plato.
Cuando me siento me doy cuenta de que tengo un vaso con whisky en la mano y otro en la mesa al lado del sillón.
Me rio de mí mismo y entonces recuerdo a mi mujer que siempre está diciéndome que no haga eso.
Y empiezo otra vez a imaginármela. Ya debe estar achispada, por lo menos, de champán y debe llevar al menos dos copas de vino en la mesa.
Manuel, ya sintiendo su disposición, sus risas algo exageradas, cómo ella le toca la mano al contarle algo gracioso o inesperado, se atreve a hacer lo mismo, pero apoyando su mano en el muslo desnudo que se le ofrece y que ella a expuesto más, levantado el borde de la ropa hasta más arriba de medio muslo. Ya no es decente, es claramente provocativo, para quien lo sepa leer. Y Manuel sabe ver esas señales que las mujeres cachondas y dispuestas nos dan.

Tengo a esta altura ya la polla casi dura del todo, se ha ido llenando, engrosando y elevándose. La toco con placer, Está suave, caliente y dura. La pizza, al contrario, ya está fría.

Bebo un trago largo de uno de mis dos vasos. Me pajeo mientras veo en mi mente como Manuel acaricia el muslo de mi mujer bajo el mantel, ya que una vez que tocó y no fue rechazado, no retiró la mano. Lentamente, con mucha suavidad y discreción, tanteando la respuesta, va subiendo por el lado interno de la pierna, hasta que toca la ropa. Se detiene un instante y luego sigue, levantando el borde de la falda, desnudando más muslo.

Mi mujer lo siente y acepta sus caricias. Está deseando que esa mano se acerque a su coño, que toque y compruebe lo hinchado y mojado que está. Siente que moja la silla. Ella se moja mucho cuando se calienta. Le da un poco de vergüenza, por si alguien nota las manchas cuando se levante de la mesa. Pero encoje los hombros, "-qué me importa, se dice, jajajaj.

Tomo otro trago de mi vaso, que se vacía, ¡por suerte tengo otro! ya no tengo más pizza, la he comido sin darme cuenta.
Lo que si tengo es mi polla en plena erección, dura, disfrutando de mis caricias, como mi mano disfruta de su tacto, tan duro y poderoso.
¡Cómo me excita imaginarla puta, dejándose tocar, ofreciéndose a un macho!
 
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Somos muchos a los que nos gustaría ver a nuestras mujeres disfrutando con otro.
es que es superexcitante alguna vez e soñado y me despierto supercachondo,,lo que se es lo voy a intentar de conseguir
 
Es frecuente que, a mis crisis de celos, (que las tengo, aunque alternen con deseos de cuernos) se me atenúen con una buena paja.
Estar como estaba ahora, desnudo en el sillón, jugando al imaginarla flirteando con Manuel, había aliviado mi angustia de cuando se fue.
Seguía desnudo en el sillón, con mi pija bien dura y jugosa. La acariciaba y periódicamente la agarraba fuerte, ¡estaba tan parada y tan caliente!, un placer doble, como dije, en la verga y en la mano. Me imagino los toques y las miradas.
Esas miradas de ella ofreciéndose, caliente, que conozco muy bien. Esas miradas que tan bien reconozco por haberlas recibido de ella, ahora tienen otro destinatario que no soy yo, su marido. ¡Como recuerdo haberla visto así el día de la reunión en que conocí a Manuel!

Es que si bien quiero que folle con otros no quiero que me engañe. Y menos que me abandone. La quiero y quiero seguir con ella siempre. ¡Pero necesito más morbo!

A esta hora estarán en la etapa de discursos.
El presidente le pedirá a Manuel que destaque la importancia del contrato conseguido y luego él saludará a todos los que trabajaron directamente en el proyecto ganador. Una media hora.
Después postres, café, y vuelta a casa. O no, a veces a tomar la última o la penúltima por ahí.
Son ya las 11 de la noche. Debería estar de vuelta no más tarde de las 12 o poco más.

Pero Manuel querrá algo más. Y mi mujer también.
Están los dos muy calientes después de los manoseos en la mesa, bajo ese mantel cómplice. Las caricias y su aceptación por parte de mi mujer son una clara señal para que Manuel profundice su ataque.
Y después de haberse dejado tocar, también ella estará esperando ese avance. Su coño se lo pide.

Será en la zona? Ahí hay varios boliches para tomar algo, oír música, tal vez algo de baile. Es una buena opción.
La contra sería que en ese caso seguro que se junte alguno más de la oficina, deseando seguir con la fiesta.
Por eso creo que Manuel se ofrecerá para traerla a casa en su auto, y en cuanto estén solos en el auto concretará su ofensiva.
Primero la besará, en el auto, Un beso suave, casto pero en la boca. Después se separarán y se mirarán a los ojos para entreabrir los labios y lanzarse, con urgencia, a buscar el contacto de sus bocas abiertas, labios cálidos, blandos y húmedos, las lenguas penetrando y explorándose. Las manos de ella en su nuca, las de él en su pecho, sobre la ropa.
 
- Te vienes a mi casa un rato? ¿Por favor?
- no debería, mi marido me espera
- un ratito? ¡Tú quieres como yo!
- no sé, mejor no, nunca lo engañe, llévame a casa Manuel, por favor, te lo ruego…- se resiste ella, atrapada entre su deseo y lo que siente como su deber a mí, aunque sabe cuál es mi deseo y fantasía.

Pero él no va a ceder tan fácil. La vuelve a abrazar, busca sus labios y la besa, su mano se apoya en su rodilla más próxima y se desliza buscando su coño mientras la otra mano la atrae hacia él.

Yo sé lo que va a pasar si le toca el coño, será el toque mágico, final. De alguna manera Manuel se dio cuenta donde estaban todos sus puntos débiles, y el coño es la llave que abrirá todas las puertas. Si a mi mujer le tocas el coño es difícil que después no te la folles.
Manuel encuentra la tanga empapada, la corre con un dedo y lo introduce en su vagina, decidido, profundamente. Está hinchada, blanda, receptiva, preparada para recibir una polla, con la lubricación natural abundante que ella produce.

Mi mujer se deja penetrar por el dedo de Manuel.
Suspira y con un no tembloroso, gemido, se entrega, separa las rodillas con lo que la falda se eleva y la concha se ofrece, sin que nada se interponga entre la mano del hombre y su sexo, sólo la fina tanga que, más que una protección es un envoltorio de atracción delicada, transparente y suave. Invita a ser desplazada, para ver y tocar lo que cubre.
Simultáneamente entreabre sus labios, entregando la boca a la lengua insistente del hombre que desea penetrar todos sus orificios con sus todo su cuerpo, lengua, dedos y, finalmente, la toma final con su verga erguida y poderosa invadiendo coño y, por qué no, culo, tomando posesión de todo su cuerpo.

Pero eso todavía requiere de más trabajo. Busca su clítoris erecto y sensible con el pulgar mientras sigue follándola con dos dedos, lo encuentra y lo masajea suavemente, explorando su sensibilidad. Este no es un hombre sin experiencia. Conoce todos los puntos débiles de una mujer y los usa para su mayor goce.
Ese es el fin de la resistencia de mi esposa. Un orgasmo incontenible la sacude cuando le toca el clítoris. Se viene violentamente, una acabada larga y fuerte le invado todo el cuerpo que se sacude, convulsiona, apretando con su coño los dedos que la invaden. Un largo grito apenas contenido acompaña el placer supremo de mi mujer en los brazos de este hombre.
Cuando el placer cede, la crisis deliciosa aplacada, queda en una meseta de calentura que necesita más, mucho más.

- Vamos a tu casa, por favor, vamos ya, - le ruegan sus labios murmurando en su oído, avergonzada por su reacción, exultante de su poder y de sus ganas.

Se lo va a coger, ya está decidido.
Perdón Pedro, piensa, mientras lo besa nuevamente y apenas contiene una exclamación de admiración cuando al buscar su polla su mano encuentra un grueso cilindro duro, largo y gordo, ¡cómo le gustan a ella las pijas grandes!
 
Me levanto del sillón.

Ya son más de las 12. Si no llega en media hora más no va a venir temprano. Seguro que está follando con Manuel.

Voy al dormitorio y me acuesto desnudo. Mi polla se había ablandado un poco mientras terminaba de ordenar todo en la cocina y la sala. Me llevo el vaso recargado de whisky al dormitorio. El alcohol, en cantidades moderadas, desde luego, ¿por qué será que me excita? ¿Será que acompaña la sensación de liberación?

Me acuesto y corro las sábanas.
Ya deben de haber llegado a su casa. No vive lejos, por lo que me dijo.
En el camino no han dejado de tocarse y besarse, él ha manejado rápido, ansioso por llegar mientras dure el estado en que está mi mujer.
Deja el auto afuera y se bajan apurados.

Mi mujer se preocupa un instante porque ve que hay un portero, que los saluda al entrar. Le da vergüenza entrar así, a esta hora, a la casa de un hombre solo.

- buenas noches, Señor, buenas noches, señora, - les dice, muy respetuoso, pero puedo imaginarme lo que piensa. A esta fulana se la va a coger ahora... - ¡y esa fulana es mi esposa! Siento que la polla se me mueve.

Cuando llega arriba abre la puerta del departamento y se abrazan, desesperados, no pueden contener más las ganas.
Manuel desprende el vestido de mi mujer, baja ese escote que ha disfrutado toda la noche, descubre sus tetas, con los pezones erguidos que traga, desesperado por sentirlos en su boca.
Mi esposa se deja chupar las tetas, morder los pezones, mientras se termina de bajar el vestido, quedando sólo con su tanga brasilera blanca, transparente de delicado encaje. El contraste del blanco con su piel bronceada del verano es hermoso. Se ha sacado los zapatos de taco que ya no aguantaba más.
Manuel se separa un instante para sacarse la camisa y los pantalones, su polla apunta enorme levantando los calzoncillos. La saca rápidamente quitándose toda la ropa y surge esa maravilla que mi mujer intuía por el paquete y que confirmó al tocarla en el auto con pasión.
Se arrodilla, subyugada, sometida al poder de esa polla potente, seductora que ansía probar. La toma con su mano, se la apoya en la mejilla y la lleva a su boca, besa el glande brillante de jugos y se la mete en la boca, exhalando un suspiro que dice que por fin la tengo. No le cabe toda en la boca por más que lo intenta. La siente tan dura, caliente y a la vez tierna y suave, con esa consistencia única de una pija bien parada.
Chupa y chupa, la folla con la boca. le pasa la lengua, la degusta y la traga. Manuel está fascinado. Yo sé bien como la chupa, es la mejor chupapijas que conozco. Tiene infinidad de recursos con esa boca cálida y húmeda, la lengua, las mejillas, la saliva, no sé cómo lo hace, pero es increíble.

¡Y en eso se enciende la luz de la habitación! En la puerta interior, un joven de 18 o 20 años, en ropa interior, los mira, sorprendido.

- hola Pa, viniste temprano, ohhhhh, - ahí vio a mi mujer, - uy. qué cagada, perdón, viejo, me voy a mi cuarto. Perdón señora... -y se va para el interior del piso.

Mi mujer suelta la polla, y se para, muerta de vergüenza y asustada.
Manuel no sabe cómo excusarse.
Están cómicos, ambos desnudos, Manuel con medias y su buena polla bien erguida hacia adelante, brillante de jugos y saliva.
Mi mujer, en mini tanga, trata de taparse, pero el chico ya se fue.

Manuel le explica que había dicho que salía, no sabe que pasó, pero que no se preocupe, vení, le dice, vamos a mi cuarto y trata de arrastrarla tomándola de la mano. Mi esposa sigue asustada y avergonzada. Primero la vio llegar el portero y ahora el hijo de Manuel, desnuda, chupándole la polla a su padre. qué va a pensar de ella?

-dale, vení, no te quedes ahí, vamos al dormitorio, estaremos solos ahí, - y tira de la mano.

Mi mujer, como en trance, se deja arrastrar. Deja toda su ropa tirada en la sala. Entran a un corredor desierto al fondo del cual se encuentra el dormitorio. Grande, con una gran cama y un enorme ventanal con una vista de toda la ciudad iluminada. Están muy alto y el panorama es espectacular.
Manuel cierra la puerta, no enciende la luz pero la luz exterior igual ilumina lo suficiente. La abraza, le besa el cuello y busca sus labios.

- no pienses más, mi hijo no dirá nada, seguro que no, acá estamos solos los dos. Veni a la cama, te voy a hacer olvidar de todo,

Ella siente su polla erguida haciendo presión en su abdomen, sus labios calientes le cubren la boca, siente que su coño se despierta nuevamente y se deja llevar a la cama.
Él la acuesta, se mete entre sus piernas y se acuesta entre ellas, besando su concha.
Ella se deja hacer lo que quiera.

No demora nada en volver a olvidarse de todo, del portero, del chico, de mí, no importa nada más que lo que siente allá abajo, lo que ese tío le hace sentir en su concha caliente con sus labios y su lengua.
-¡No chupa nada mal! - piensa mientras goza, sintiendo que le viene un segundo orgasmo en segundos. Se abandona y disfruta, acabándole en la boca

Yo sigo con mi imaginación, mi pija dura en mi mano, regulando la paja para disfrutar, pero sin llegar todavía a venirme. No sé si lo voy a hacer o si la voy a esperar. A esta hora estoy seguro de que está con él, la cena ya terminó.
 

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