Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

No, Teresa no está por aquí.
Pero sabe que estoy contándoos todo esto, y me ha dicho que algún día le gustaría leerlo.
Le pregunté si podía poner alguna foto suya y ella me preguntó a mí si no la criticarían aquí por estar tan delgada o tener tan poco pecho...
Yo le he dicho que me deje probar y así podrá comprobar ella misma la respuesta.
Así que está eligiendo qué foto darme (una foto vestida, por supuesto) para poder enseñárosla.
Encantadisimo😍
 
Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los últimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
Buff me está encantando
 
Ha merecido la pena la espera. Yo creo que cuando ella te dijo que tu cuñada trabajaba el miércoles, ese en el que estabas en el centro comercial con los niños, te estaba insinuando que podíais haber quedado ese mismo día.
 
Ha merecido la pena la espera. Yo creo que cuando ella te dijo que tu cuñada trabajaba el miércoles, ese en el que estabas en el centro comercial con los niños, te estaba insinuando que podíais haber quedado ese mismo día.
Yo también lo pensé. Pero no era cuestión de precipitar ni acelerar nada. Las cosas había (y a día de hoy sigue siendo así) que hacerlas bien.
 
Yo también lo pensé. Pero no era cuestión de precipitar ni acelerar nada. Las cosas había (y a día de hoy sigue siendo así) que hacerlas bien.
A veces es dificil controlar los instintos básicos, pero ya veo que marcáis bien los tiempos sin precipitaros.
Ahora bien, si eres capaz de gestionar normalmente el tema con tu familia en general y con tu mujer en particular, y que no sospeche absolutamente nada y que no exista ningún sentimiento de culpa...de nuevo, felicidades.
Como la canción: Solo se vive una vez.

Y por último, permíteme una sugerencia.
Añado esta foto de una chica anónima, cuyo físico ( a mi modo de ver, salvo el pelo y los rasgos faciales, creo que podría cuadrar con tu sobrina)
Asi, podemos fantasear mejor y ponernos un poco más en situación.

Un saludo y reitero mis felicitaciones por el relato y la vivencia.
 

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A veces es dificil controlar los instintos básicos, pero ya veo que marcáis bien los tiempos y no precipitaros.
Ahora bien, si eres capaz de gestionar normalmente el tema con tu familia en general y con tu mujer en particular, y que no sospehe absolutamente nada y que no exista ningún sentimiento de culpa...de nuevo, felicidades.
Como la canción: Solo se vive una vez.

Y por último, permíteme una sugerencia.
Añado esta foto de una chica anónima, cuyo físico ( a mi modo de ver, salvo el pelo, creo que puede cuadrar con tu sobrina)
Asi, podemos fantasear mejor y ponernos un poco más en situación.

Un saludo y reitero mis felicitaciones por el relato y la vivencia.

Ver el archivo adjunto 2029914
De momento lo estamos cuadrando bien, somos animales de costumbres y son estas costumbres las que repetimos cuando quedamos, y hasta ahora no hemos levantado sospecha alguna ni hemos estado en apuros.

En cuanto a la chica de la foto... Pues no se parece en nada a Teresa (que tiene el pelo castaño oscuro, los ojos más pequeños y de color almendra...), pero si a ti te sirve, perfecto.
 
Hola a todos.

Siento no haber podido continuar con el relato antes (demasiadas tareas por hacer cada día y, por añadidura, ayer sábado mi hijo pequeño tuvo un percance jugando al baloncesto que nos hizo pasar buena parte del día en Urgencias del Hospital 12 de Octubre de Madrid).

He ido escribiendo esta continuación a ratos: en el baño, en el transporte público, por las noches cuando todos duermen... Y lo he terminado hace unos minutos.

Finalmente, he podido tener lista la continuación de lo que sucedió con mi sobrina después de nuestro morboso primer encuentro con penetración incluída.

Tras el inolvidable encuentro del lunes 26 de agosto de 2024, yo volví a casa como hipnotizado, sin poder creerme realmente lo que acababa de pasar; o, mejor dicho, sin ser consciente todavía de lo que había pasado.

Sí, acababa de hacer el amor con mi sobrina de 19 años.
Sí, había sido extraordinariamente consensuado.
Sí, ella había insistido en que aquello se produjera.
Sí, sabíamos que moralmente no estaba bien pero los dos lo habíamos deseado.

... Y ahora, qué?

Llegué a casa, y aparenté tanta normalidad como pude con mis hijos y mis suegros, la misma normalidad que fingí horas más tarde con mi mujer.

Era difícil no volver una y otra vez a esa casa, a esa cama, a ese cuerpo desnudo de Teresa... A la que, por cierto, escribí brevemente durante la tarde para saber cómo estaba y su repuesta (breve y directa) fue:

- FELIZ.

Eso me tranquilizó mucho (porque nada me hubiera fastidiado más, sobre todo por ella, que después de todo lo que había pasado hubiera algún tipo de insatisfacción).

Yo le respondí:

- Me alegro muchísimo. Yo también lo estoy, y mucho. Y si puedo añadir algo más, no puedo dejar de decirte que espero podamos repetir este momento.
- Yo también lo espero, me respondió Teresa.
- Eso me hace inmensamente feliz. Cuídate, descansa y disfruta del resto de la semana.
- Tú también, aunque no sé si mi cabeza me va a dejar descansar 😉
- Jejeje, bueno, la mía ya sabes que tampoco para, pero hay tiempo para todo.
Lo dicho, descansa mucho, seguimos hablando cuando estemos más tranquilos, le dije yo.
- Vale, el miércoles mi madre trabaja también (mi cuñada trabaja lunes, miércoles y viernes una semana, y martes, jueves y sábado la siguiente), así que hablamos cuando quieras.
- Genial, mil besos.
- Igual para ti, tío.

(Si he transcrito esta conversación al dedillo es porque antes de borrarla del teléfono guardaba el historial de chats con Teresa cada vez que hablábamos, para repasarlo cuando me apeteciera; y lo tengo guardado bajo siete llaves -o, lo que es lo mismo, bajo varias carpetas supuestamente inofensivas, cada una de ellas con contraseña, en mi ordenador).

Con la tranquilidad de conversar con ella y conocer de primera mano su felicidad y su intención de volver a quedar, pasé el resto de la tarde, la noche y el día siguiente (martes 27).

Llegó el miércoles, y yo estuve tentado de escribirle varias veces a lo largo de la mañana, pero me frené para no mostrar impaciencia. Fue así, esperando impacientemente, cuando a las 12.37 horas recibí un mensaje suyo:

- Hola, qué haces?
- Pues mira, aquí con tus primos de compras (lo cual era cierto, pues estábamos en el Centro Comercial La Gavia).
- Entonces no te molesto, me dijo ella.
- No, tranquila, ahora mismo están revisando todos los videojuegos de FNAC, le contesté yo.
- Bueno, y qué tal?
- Pues... Bien, muy bien, y tú?
- Uf, pues ahora mismo estoy tumbada en la cama de mis padres, así que se me va la cabeza todo el rato a... Ya sabes.
- Jejeje, ya me imagino ya, así me pasa a mí durante el día. Me encantaría estar ahí contigo ahora.
- Y a mí -respondió Teresa.
- Cuándo me dijiste que empezabas la universidad?, le pregunté.
- El miércoles 4 tengo que ir -dijo Teresa.
- Y tu madre cuándo trabaja la próxima semana?
- Espera, voy a mirar el calendario de la cocina para decírtelo con seguridad...
El lunes 2 libra y el martes 3 trabaja.
- Pues... Te apetecería vernos ese día? -le pregunté.
- Sí, claro, tengo muchas ganas -dijo mi sobrina.
- Fenomenal, pues aunque yo trabajo, tengo que estar en el trabajo a las 14 horas, así que tenemos tiempo.
- Qué guay, pues ojalá llegue pronto el martes -contestó Teresa.
- Yo también lo deseo -le respondí.
- Bueno, tesoro, tus primos se han cansado de los videojuegos, voy a hacerles algo de caso. Seguimos hablando y, si no pasa nada, nos vemos el martes.
- Claro que sí, muchos besos 😘 😘 😘 -fue su respuesta.

Volví a mis hijos y en ese momento me percaté de que tenía una erección de caballo. Uf, solo pensar en volver a estar con ella me había puesto cardíaco.

Pasaron miércoles, jueves, viernes, la mañana del sábado... A media tarde de ese día escribí a Teresa escuetamente:

- Hola, perdona, no quiero molestarte, es solo para saber si lo del martes... Sigue en pie.
- Claro, por qué no? -me respondió ella.
- Perfecto! Pues hablamos el lunes si tienes un momento para concretar.
- Vale! El lunes hablamos, tío. Besotes.
- Igual para ti.

Más nervios. Más corazón acelerado. Más erección. Así pasé el resto del sábado y el domingo. Y el lunes no quise esperar. A eso de las 14 horas, le escribí:

- Buenos días. Mañana, igual que la vez anterior?
- Sip! Así hacemos -respondió ella.
- Perfecto. Hasta mañana!
- Hasta mañana!

Y así pasó el lunes, deseando llegase el martes. Les pedí a mis suegros, alegando que yo tenía que estar antes en el trabajo, que vinieran antes de lo normal a ocuparse de mis hijos (se hacen cargo de ellos cuando mi mujer y yo trabajamos, recogiéndoles al salir de clase o del comedor, o quedándose con ellos cuando no tienen clase y nosotros trabajamos).

Mis suegros no pusieron pega alguna, y el martes a las 11 horas ya estaban en casa. Yo ya estaba listo, preparado tanto con mis cosas del trabajo como con la caja de preservativos.

Yo calculaba que podría salir de casa de mi sobrina sobre las 13.15 horas (como dije, ellos viven en Barajas; yo trabajo en Nuevos Ministerios, con lo que necesitaba esos 45 minutos, hasta las 14 horas, para ir con tranquilidad al trabajo).

Así que, una vez que mis suegros ya estaban en casa, yo salí en dirección a casa de mi sobrina, para que cuando ella me informase de que estaba despierta, pudiera estar yo cerca de su casa.

Eran las 11.18 horas cuando entró el mensaje esperado:

- Buenos días, ya estoy despierta.
- Buenos días, guapísima. Yo voy de camino, te veo ahora.
- Vale! Desayuno rápido entonces.
- Tranquila, no te atragantes 😉
- Jejeje, hasta ahora!

A las 11.32 horas ya estaba en Barajas. Volví a aparcar a unas manzanas y fui andando tranquilamente (para darle algo más de tiempo) hasta su casa.

Yo tenía clara una cosa: esta vez no había que dar rodeos ni buscar un modo de empezar, como había pasado en nuestro primer encuentro. Ese hielo ya lo habíamos roto, así que yo podía ser algo más 'directo' (sin ser brusco), con lo que tenía claro lo que iba a hacer.

Llegué a su portal. Llamé. Me abrió. Subí. Salí del ascensor. Me abrió la puerta. Casi igual que la vez anterior. Y, nada más cerrar la puerta de su casa a mi espalda y darle los buenos días, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y le planté un morreo intenso. Teresa de inmediato se agarró a mí cuello y me devolvió el morreo incluso más intensamente de lo que yo lo estaba haciendo. Nos abrazamos, nos sobamos, y al separarnos, me dijo:

- Dios, cómo vienes.
- Lo siento, te he incomodado?
- Noooo, si me ha encantado, es solo por lo inesperado -dijo ella.
- Y para qué esperar? -añadí yo-.
- También es verdad -respondió Teresa sonriendo.

Volvimos a morrearnos y yo dirigí mi mano a su coño, palpándolo por encima del pijama. Estaba caliente y muy mojado. Comencé a acariciarlo intensamente (siempre por encima de la ropa) y Teresa empezó a gemir mientras seguíamos morreándonos.

No tardé en hacer que mi mano se metiera bajo su ropa, encontrándome ese coño húmedo que de inmediato empecé a masturbar. Mi sobrina deshizo el morreo para agarrarse a mí cuello y empezar primero a gemir y, cuando estaba a punto de correrse, gritar. Todo esto allí mismo, en el recibidor de su casa.

Dejé que se repusiera unos segundos de esa primera corrida, y en ese tiempo de espera le quité la ropa, teniéndola desnuda para mí. La llevé de la mano al salón, le dije que pusiera una de las piernas sobre el sofá y así pude tener mejor acceso a su coño.

Volví a besarla, volvimos a morrearnos, volví a masturbarla. Pero esta vez añadí algo más, que no fue sino introducir dos dedos (medio y anular) en su coño. Primero más despacio y cada vez algo más deprisa, empecé a follar a mí sobrina con estos dedos.

Ella se agarró a mi cuello con fuerza, y los berridos que pegaba tenían un volumen increíble, mientras decía:

- Ayyyy, qué me haces, que me estás matandoooooo.

Mi mano estaba encharcada de su corrida, y cuando la saqué le di a lamer mis dedos pintados de sus jugos. Teresa los lamió con deseo, y me cogió la cara para que la mirara a los ojos y decirme:

- Te necesito dentro.

Yo sonreí, añadiendo:

- Me tendrás, pero de momento vamos a la habitación.
- Vale -respondió ella.

La tomé de la mano y la llevé a la habitación de sus padres de nuevo. Le pedí que se tumbara en la cama y se pusiera a cuatro patas. Mientras mi sobrina hacía esto, yo me desnudé y dejé un preservativo a mano en la mesilla de noche.

La visión era hipnótica. Mi sobrina, aún algo jadeante, puesta a cuatro patas en la cama de sus padres. Con su cabeza entre sus hombros y ese culo pequeño expuesto para mí.

Me acerqué a ella por detrás, le puse un cojín bajo el estómago, y sin decir nada más empecé a besar y a lamer sus pies, subiendo después por sus piernas, sus muslos... Hasta llegar a su culo.

Así, tan de cerca, era hermosamente morboso. Pequeño, blanco, con un agujero muy pequeño también, y coronado por ese coño peludo y empapado.

Empecé a besar sus nalgas mientras pasaba mis manos por debajo de su cuerpo para jugar con sus pezones. La respiración de Teresa era muy profunda, y entre suspiros y gemidos decía:

- Me tienes loca, solo con rozarme me pongo cardiaca.

Como respuesta, dejé sus pezones, llevé mis manos a sus nalgas y, abriéndoselas un poco, hice subir mi lengua desde su coño hasta su culo, notando cómo enseguida la piel de mi sobrina se ponía de gallina.

Repetí el gesto varias veces, muy lento, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenía claro que no iba a intentar nada en su culo, pero sí que cuando llegaba a su agujero, posaba la punta de mi lengua sobre él.

Teresa tenía la cabeza hundida en la almohada, y sordamente entendía cómo gritaba:

- Me vas a matar, Alberto, quiero sentirte ya!

No la hice "sufrir" más, así que estirando mi mano, cogí los preservativos de la mesilla, me puse uno y empecé a rozar con la punta de mi polla en su coño (Teresa seguía a cuatro patas).
Ella miró hacia atrás, estaba felizmente desencajada y me dijo:

- Por favor, penétrame ya.
- Tus deseos son órdenes -respondí.

No esperé más. Agarrando sus caderas, fui entrando lentamente en ese coño estrecho, caliente y muy mojado.

- Aaaaahhhh, por fiinnnn, cómo me gusta estooooo -gritaba Teresa.

Comencé a moverme delicadamente, entrando y saliendo de ella despacio, sin sacar mi polla de su coño cuando retrocedía.

Los ya berridos de Teresa comenzaron a ser escandalosos, y más aún cuando yo decidí aumentar el ritmo de mi penetración. Así, llegó un momento en que pasó de ser penetración a ser un empotramiento en toda regla, usando mi pierna derecha para impulsarme más aún y haciendo que el cuerpo delgado de mi sobrina temblara en casa empujón.

- Dios, Dios, Diossss, me estás partiendooooo. Sigue, sigue, sigueeeee.

Yo aguanté ese ritmo hasta que mi escaso fondo físico me pidió parar o, al menos, rebajar la intensidad de la penetración.

Finalmente, tuve que detenerme, salir y los dos caímos rendidos de lado, mirándonos. Durante unos segundos no dijimos nada, solo nos besamos y nos acariciamos, hasta que Teresa me dijo:

- Estoy en éxtasis. Lo que me haces y lo que me está pasando es algo sobrenatural.
- Es algo más sencillo que eso -le respondí-. Somos dos personas adultas disfrutando de nuestros cuerpos.
- Pero yo jamás me había imaginado nada parecido -dijo ella.
- Bueno, pues así lo estás disfrutando más, precisamente por no haberlo imaginado, por ser todo nuevo.
- Tienes razón -dijo ella volviendo a besarme.

De nuevo comenzaron los magreos, y entonces mi sobrina, que estaba masturbándome, me preguntó si me apetecía que ella jugara con...

- ..con ya sabes -me dijo.
- Sí, con mi polla -le dije yo sonriendo.
- Eso mismo -añadió Teresa entre risas.
- A mí me encantaría -dije yo-, pero eso es algo que no tienes que preguntarme. Cuando a ti te apetezca, sencillamente, hazlo. Pero ahora que tendrá el sabor del látex, prefiero hacer otra cosa contigo y otro día haces tú conmigo lo que quieras...

Y, diciendo esto, bajé directamente hasta su coño, para tenerlo ante mí y hacer eso que tanto me gustaba a mí y que tanto le hacía gozar a mí sobrina: comérselo.

De hecho, fue ir acercándome a ese sexo palpitante y Teresa empezar a estremecerse y a decir:

- Oh, Dios, me vas a matar, ya sabes cuánto me gusta eso.
- Por eso lo hago -respondí.

Dicho y hecho, sin dar rodeos comencé a comerle el coño con mucha intensidad, jugando con su clítoris, con sus labios, con el interior de sus muslos... Pero a todo esto añadí algo nuevo, aprovechando el recuerdo de lo que había pasado en el recibidor cuando llegué a su casa: empecé a penetrarla con los dedos (siempre sin dejar de comerle el coño).

Primero uno y luego dos (no quise probar con más, por si le hacía daño), le follé el coño con ese par de dedos y ella encorvaba su cuerpo del placer recibido, placer que le hacía, de nuevo, volver a gritar como una poseída.

Aprovechando un momento en que Teresa estaba a punto de correrse, me enfundé otro preservativo y, directamente, la 'monté'. Esto es, me puse sobre ella, pecho contra pecho, y mientras le comía la oreja y le decía cuánto estaba disfrutando, la penetraba con furia, arrancando de ella berridos sin sentido, haciendo que clavara sus uñas (cortas, afortunadamente) en mi espalda y enganchándome con sus largas piernas para que no me escapara.

Tras unos minutos así, le avisé que estaba a punto, pero sin preguntarle nada le dije que quería terminar dentro de ella (preservativo mediante, por supuesto).

Entre sudor y gemidos me dijo que sí, que adelante, y pocos empujones después, me dejé llevar y me corrí dentro de Teresa, gritando tanto o más que ella, quien también se corrió en ese momento.

Nos quedamos así, sin decir nada, solo sintiendo nuestras respiraciones, la rapidez de nuestros corazones, los cuerpos relajándose...
Cuando pudimos, nos miramos, nos besamos. Sin decir nada.

Pero yo no pude ni quise evitar decirle:

- Gracias.
- Gracias a ti por volverme loca -dijo mi sobrina.
- Entonces estamos locos los dos -le comenté.

Y rompimos en carcajadas.

Pasaron unos minutos de maravilloso relax hasta que nos fuimos incorporando, nos vestimos, y sin dejar de besarnos, nos despedimos con el deseo a flor de piel de repetir lo antes posible.

Lo que pasó en encuentros posteriores lo contaré en cuanto pueda.

Siento la extensión del relato, pero como ya dije, no quiero dejar detalles sin contar.

Y, por supuesto y como prometí, adjunto foto de Teresa. No es una buena foto (porque he tenido que ocultar algun
Me chifla la complicidad tan exquisita que tenéis , lo bonito que el cariño bien llevado es capaz de hacer .... Me encanta con ganas de leer más 🤭🤭
Muchas gracias @AlbertoBenitez por tu generosidad 😘😘
 
Me chifla la complicidad tan exquisita que tenéis , lo bonito que el cariño bien llevado es capaz de hacer .... Me encanta con ganas de leer más 🤭🤭
Muchas gracias @AlbertoBenitez por tu generosidad 😘😘
Muchas gracias.
Si algo tuve claro desde el principio, es que iba a ser extraordinariamente cortés y atento con Teresa, pues ya que había tenido la enorme fortuna de poder disfrutar con ella, no iba a cometer la torpeza de ser burdo o descortés.
Que ya de por sí cuido mucho de las personas que me rodean, pero en el caso de Teresa la atención ha sido y sigue siendo máxima.
Y creo que ella lo ha sentido así desde el principio, y todo ha redundado en beneficio no solo de nuestra relación sexual, sino también en la personal.
Creo que podré continuar con el relato el sábado o, a más tardar, el domingo.
Gracias por tus delicadas palabras.
 
Muy buenas a todos.

En primer lugar, quiero daros las gracias por la estupenda recepción a la historia entre mi sobrina y yo. Suponía que iba a gustar, pero no esperaba que tanto. Así que muchas gracias por vuestros positivos y educados comentarios.

Le hice saber a Teresa la reacción a su foto y le dio mucho subidón. Ella sigue viéndose peros y defectos, pero saberse tan deseada hace que esos peros y defectos cada vez se minimicen más. O, al menos, temporalmente.

Así pues, gracias.

Dicho esto, voy a intentar continuar lo que sucedió con ella tras ese segundo encuentro.

Salí de su casa más alucinado que la primera vez. Había sido un encuentro increíble. Estábamos conectados, yo proponía y ella se lanzaba, así que no pasaba por mi cabeza otra cosa que no fuera continuar así.

Ese día (martes 3 de septiembre de 2024) no supe nada de ella, y al día siguiente no pude dejar de escribirle:

- Buenos días, cómo pasaste la noche?
- Muy bien, dormí como una lirona, después del "ejercicio" de ayer 😉 -me respondió ella.
- No hay ejercicio más saludable, jejeje -le dije yo.
- Ni más placentero seguro, jajaja -respondió ella.
- Eso sin duda -le comenté-. Bueno, no quiero robarte tiempo, preciosa, solo quería saber cómo estás. Si quieres, vamos hablando y, si quieres también, quedamos otro día.
- Claro que quiero, vamos hablando -contestó Teresa.
- Genial, pues que tengas un día estupendo.
- Igualmente!

Con esta premisa pasó esa semana y parte de la siguiente. Yo no le escribí y tampoco recibí noticias suyas, y esto fue así hasta el viernes 12, cuando a media tarde recibí un mensaje de Teresa:

- Hola! Cómo estás, tío?
- Hola, guapísima, bien y tú?
- Bien, haciéndome a la rutina de las clases, pero no hay mucha complicación.
- Lo tienes chupao -le dije yo-.
- Sip.
- Y cómo tienes los horarios? -le pregunté.
- Bien, unos días voy la mañana entera, y otros solo algunas horas. El problema es que los días que solo voy algunas horas son en los que está mi madre en casa.
- Y por qué dices que es un problema? -le pregunté.
- Para quedar nosotros -me dijo.
- Bueno, no te preocupes, ya habrá oportunidad -le djje-. De todos modos, yo por las mañanas estoy libre y solo en casa, no sé si habría oportunidad de que te "fumaras" alguna clase algún día. Yo podría recogerte donde me dijeras y venimos aquí.
- Ah, pues no se me había ocurrido, pero puede ser buena idea. Te parece que mire tranquilamente mi horario y te digo cuándo podría faltar a clase?
- Me parece genial -le contesté-. Míralo sin prisas y me dices.
- Guay, pues este fin de semana lo miro y te escribo en cuanto lo sepa -añadió ella.
- Estupendo, tesoro, pues espero tus noticias. Disfruta del finde, tengo ganas de ti 😘
- Yo también tengo ganas. Besotes.

Y en eso quedamos. Yo, a la espera, y ya sin poder de dejar de imaginarla ahí, en mi casa, en mi sofá, en nuestra cama... Me puse malísimo solo de pensarlo, así que ese fin de semana lo dediqué al máximo a mí familia para intentar pensar lo menos posible en el siguiente encuentro con mi sobrina.

No fue el lunes 15, sino el miércoles 17 de septiembre cuando recibí un mensaje suyo.

- Hola! Qué haces?
- Hola! Pues mira, en casa haciendo comida para cuando vengan tus primos y tu tía -le contesté.
(Eran las 12 del mediodía)
- Ah, qué guay. Y qué les estás preparando?
- Pues un poco de ensaladilla rusa y un pollo en salsa -le contesté.
- Qué rico, yo quiero 😁 -dijo Teresa.
- Pues mira, para cuando vengas lo puedes probar. Por cierto, sabes ya cuándo vas a poder venir?
- Sí, por eso te escribía -me dijo mi sobrina-. La semana que viene podría dejar de ir a clase el lunes. Este pasado lunes solo fui a un par de clases y puedo perfectamente no ir a las de la semana que viene.
- Vale, genial -le dije-. Por mí no hay problema. Puedo ir a buscarte donde digas y venir aquí.
- Perfecto, pues igual puedo salir de casa como si fuera a la universidad y quedamos en algún punto que sea fácil para ti.
- Vale, no te preocupes por eso -le dije-. Tú vas en metro a la Complu?
- Sí.
- Bueno, pues lo miro estos días y, si te parece bien, el fin de semana concretamos todo -añadí.
- Me parece muy bien -dijo Teresa.
- Pues voy a seguir con esto, aunque ya pensando que vas a estar aquí dentro de unos días espero no mezclar ingredientes sin sentido, jejeje.
- Jajajaja, seguro que no -dijo riendo Teresa.
- Un beso grande. Donde quieras.
- Ummm, no me digas eso que me estremezco.
- Eso es lo que quiero. Y lo que estoy deseando -le dije.
- Yo también. Y mucho.
- Feliz día, tesoro.
- Igualmente, tío.

Pues no mezclé ingredientes pero cuando terminé de escribirme con ella tenía una erección considerable. Había pasado los días previos sin intentar pensar mucho en ella, pero sabiendo ahora que iba a verla en menos de una semana, era difícil no pensar en ello.

Más o menos lo conseguí, y el sábado por la mañana, y después de haber mirado yo dónde podría quedar con ella el lunes que nos viniera bien a los dos, le escribí:

- Buenos días!
- Buenos días! -me respondió como media hora después.
- Estabas dormida?
- No, desayunando 🤣.
- Ah, mira qué bien. No te quiero entretener, solo te escribo para concretar lo del lunes.
- Guay, has mirado algo? -me preguntó Teresa.
- Si, qué te parecería si te recojo junto al metro Colombia?
(Teresa cogía el metro en Barajas, la línea 8, y en el trayecto hacia Nuevos Ministerios la mejor parada para mí, la que estaba más alejada del centro de Madrid y, por extensión, del posible tráfico de la mañana, era Colombia).
- Vale, en alguna salida en concreto? -me preguntó Teresa.
- No sé cuál es exactamente, pero es una que está junto al Vips de Príncipe de Vergara, 268.
- Vale, pues ahí entonces.
- A qué hora? -le pregunté yo-. Yo dejo a tus primos a las 8 en el colegio, así que sobre las 9 si no hay mucho tráfico podría estar por ahí.
- Pues sobre esa hora si quieres, porque yo los lunes salgo de casa a las 8.30, porque tengo la primera clase a las 10.
- Vale, pues a las 9 en el metro entonces, espérame en la salida y cuando esté llegando con el coche te aviso para que estés pendiente -le dije.
- Perfecto! -contestó ella.
- Ains, qué ganas tengo y qué ganas te tengo 😉 -no pude evitar decirle.
- No me digas eso que me pongo cardiaca...
- No, eso lo dejo para el lunes. Nos vemos en un par de días. Disfruta del finde.
- Tú también! -me dijo Teresa.

Y así pasó el fin de semana. Hasta el domingo por la noche no fui consciente de que el lunes tendríamos casi toda la mañana para nosotros.
Si estábamos en mi casa sobre las 10, hasta más o menos las 13 podríamos estar tranquilos.

Menuda erección me provocó ese pensamiento.

Pasó la noche. Llegó la mañana. Mi mujer se fue a trabajar. Arreglé un poco la casa y, arreglados mis hijos, los llevé al colegio y, desde ahí, tomé rumbo hacia el metro Colombia.

Como era de esperar, el tráfico era intenso, y el navegador me indicaba 52 minutos de trayecto. Bien, entonces llegaría a tiempo.

Despacio pero seguro, a las 8.56 llegué junto al metro Colombia, al lado del VIPS que le había dicho a Teresa. Como era difícil quedarse en doble fila a esperarla (porque había mucho tráfico), le mandé un mensaje para decirle que estaba por la zona y que cuando ella llegase al punto me avisara para recogerla.

Me moví dos calles más allá, donde me quedé en doble fila, y unos minutos después (las 9.07), recibí su mensaje:

- Ya estoy aquí.
- Ya voy -le dije.

Así pues, di la vuelta con el coche y la recogí. Vestida con un vaquero, una camiseta, su pelo suelto y una mochila con los libros.

Subió al coche, e instintivamente nos dimos un suave beso en los labios, un pico.

Tomamos el camino a mi casa sin prisas, hablando de todo un poco: sus estudios, sus amigas, mis hijos.... Se notaba que los dos estábamos cómodos. Y en un momento dado, aprovechando un semáforo, y tras pensarlo mucho, puse mi mano derecha sobre su muslo izquierdo.

Ella dio como un pequeño respingo, y le dije:

- Estás bien?
- Sí, sí, es que entre que no me lo esperaba y lo que me haces sentir cuando me tocas...
- Ah, si es por eso entonces...

Y sin añadir más, comencé a acariciar ese muslo tiernamente, desde la rodilla hasta la cadera. Teresa no pudo evitar acomodarse algo mejor en el asiento y cerrar los ojos, lo que yo aproveché (con cuidado también de no perder vista al tráfico) para poner mi mano encima de su coño (por encima del pantalón).

- Ooooh -susurró Teresa-, cuánto lo echaba de menos.
- Igual que yo acariciarte -le dije mientras empecé acariciar su coño por encima del pantalón vaquero.
- Ummmmm -acertó a mascullar Teresa.
- Desabrocháte el pantalón y baja un poco la cremallera, por favor -le dije.
- Qué quieres hacer? -preguntó con los ojos como platos.
- Prefiero hacerlo que decírtelo.

Muy despacio, se desabrochó el pantalón y se bajó la cremallera del mismo. Pude ver sus braguitas, de color rosa. Y sin esperar mucho más, volví a poner mi mano sobre su coño, pero esta vez encima de las mencionadas braguitas.

Estaban empapadas, y disfrutando de esa humedad comencé a acariciar lenta pero intensamente, mientras Teresa seguía con los ojos cerrados, respirando fuertemente, y decía:

- Cómo sabes lo que me gusta... No pares.

Y, diciendo esto, con una de sus manos apretó la mía para que no la apartara de su sexo. Me hubiera gustado poder masturbarla directamente, por debajo de las bragas, pero quedaba poco para llegar a casa, así que intensifiqué mi caricia para hacerla llegar al orgasmo, lo que logré un par de minutos después mientras mi sobrina se corría entre gritos.

Aparté la mano, y le acaricié la mejilla. Ella me cogió la mano y la besó, siempre sin abrir los ojos. No dijimos nada más en los cinco minutos que tardamos en llegar a mi casa.

Entramos en el garaje con el coche, aparqué y, comprobando antes que no había nadie en el garaje, no resistí la tentación de, tras desabrocharme el cinturón de seguridad, acercarme hacia ella, desabrochar el suyo, y besarla mientras llevaba mi mano de nuevo a su sexo.

Nos fundimos en un morreo intenso al tiempo que mi mano se perdía bajo sus braguitas. Allí estaba su clítoris desafiante y húmedo, y comencé a masturbarlo, a acariciarlo, a jugar con mis dedos en su coño... Hasta que, deshaciendo el beso, mi sobrina me mordió la oreja gritando:

- Me matasssss.

Y tras varios espasmos, sentí mi mano más mojada aún. Teresa se habia corrido intensamente.

Dejé que recuperara el aliento y, cuando abrió los ojos, la besé tiernamente y le dije:

- Vamos a casa.
- Sí, por favor, que quiero sentirte dentro -me dijo ella.

Se abrochó el pantalón, salimos del coche, caminamos hasta el ascensor, y los 6 pisos que subimos en el mismo los hicimos besándonos.

Salimos del ascensor disimuladamente, abrí la puerta de casa y, una vez dentro, la cerré convenientemente (por si acaso).

Miré el reloj. Eran las 9.49 horas. Teníamos mucho tiempo para disfrutar, y eso es lo que pensaba hacer.

Teresa dijo que necesitaba ir al baño, y le indiqué que podía ir al de la habitación de matrimonio. Le tomé la mochila y el bolso, los dejé encima del sillón que tenemos en el salón y me senté en el sofá de al lado mientras la esperaba. Cuando llegó del baño, Teresa se sentó a mi lado, y estuvimos hablando de sus primeros días en el nuevo curso universitario, de lo que estaba leyendo en esos momentos (es una lectora compulsiva), de su tía y sus primos (mi mujer y mis hijos)...

Yo no quería correr, quería que Teresa se siguiera sintiendo única y especial, y que nunca llegara a pensar que solo me interesaba por el sexo (porque no era así), así que seguimos charlando unos minutos más hasta que le pregunté si quería tomar algo.

Me pidió un poco de agua fresquita, fui a la cocina a por ella y al traérsela no pude evitar sentarme detrás de ella y empezar a jugar con su larga melena. Le acaricié el pelo, se lo mesé con los dedos, con las manos, seguí masajeando suavemente su cabeza...

Mi sobrina agachó la cabeza hacia delante ofreciéndome su nuca descubierta, mientras decía:

- Qué manos tienes, tío. Cada vez que me tocas me haces sentir tantas cosas...

Yo no dije nada, y continué masajeando su cuello, su nuca, sus hombros... Aprovechando que Teresa pasó de inclinar su cabeza hacia delante a hacerlo sobre mi pecho, llevé mis manos por delante y le rocé las tetas por encima de la camiseta, lo que llevó a Teresa, que tenía los ojos cerrados, a abrir instintivamente su boca.

De inmediato la besé, y como siempre esos besos comenzaron siendo suaves para convertirse en morreo, al que yo acompañé con mis manos metiéndose por debajo de la camiseta de mi sobrina y jugando con sus tetas por encima del sujetador.

Ella agarró mi cabeza para hacer más profundo el morreo, y yo le desabroché el sujetador para tener acceso directo a esos pezones que ya estaban duros como diamantes y con los que comencé a jugar, acariciándolos, rozándolos, apretándolos...

Los gemidos de Teresa comenzaron a hacerse notar aun con morreo de por medio, y casi sin detenernos, le quité la camiseta y el sujetador y yo me quité también mi camiseta, y así estuvimos espalda contra pecho, sin dejar de besarnos ni de acariciarnos, varios minutos.

Entonces le pedí a Teresa que se pusiera de pie delante de mí y que se terminara de desnudar, y con una sonrisa pícara se levantó; yo me senté cómodamente en el sofá y ella, de pie delante de mí, se quitó las sandalias, y se bajó y se quitó el pantalón, quedándose únicamente con las bragas.

Tentado de quitárselas yo, le dije que siguiera desnudándose y que se las quitara ella. Así lo hizo, bajándoselas despacio y quitándoselas lentamente, mientras yo disfrutaba contemplando ese coño peludo ya húmedo delante de mí. Una vez desnuda, la acerqué a mí, besé su coño mojado y la senté sobre mi pierna derecha. Abrí bien sus muslos y, comenzando a comerle las tetas, con mi mano izquierda también comencé a masturbarla.

Fueron inevitables sus gemidos, sus gritos, sus berridos, sobre todo cuando empecé a follarla con dos dedos al tiempo que mordía sus pezones. Teresa se abrazaba a mí con fuerza y yo sentía cómo se corría sin descanso.

Este descanso llegó algunos minutos después, descanso que yo le di para que se recompusiera. Sin ser premeditado, la senté en el sofá y, poniéndome de pie delante de ella, le dije:

- Ahora me toca a mí.
- A ver, a ver... -dijo mi sobrina sonriendo.

Me descalcé. Lentamente me quité el pantalón. Sin ser yo especialmente dotado, era tal mi erección que se marcaba mucho el calzoncillo. Teresa se sonrió al verme así y dijo:

- Madre mía, siempre tan dispuesto.
- Eso es gracias a ti, tú lo haces posible -le dije-. Y añadí: Sigo?
- Claaaaro -dijo mi sobrina.

No lo demoré más. Me quité el calzoncillo y mi durísima polla salió disparada. Teresa abrió los ojos como platos. Estaba como hipnotizada. Yo estaba tan excitado que no sabía muy bien qué hacer, así que le dije:

- Es toda tuya. Haz con ella lo que quieras.

Teresa no dijo nada. Sin dejar de mirarla, estiró su mano derecha y empezó a acariciarme la polla por debajo, como la primera vez. Jugó con los huevos, pasó la yema de sus dedos por toda mi polla, llegó al capullo...

Aquella situación era de lo más excitante. En mi casa. En mi salón. En el sofá de mi salón tenía a mi sobrina desnuda, sentada, acariciando mi polla. Yo no podía estar más cachondo.

Sin decirle nada, y siempre sin quitarle ojo de encima, Teresa abrió su mano y, agarrándome la polla, empezó a masturbarme muy muy lentamente, haciendo aparecer y desaparecer mi capullo (no tengo hecha la fimosis). Cuando hacía aparecer mi húmedo capullo (ya tenía líquido preseminal), ella abría los ojos como platos.

Su masturbación era sencilla pero a mí me estaba volviendo loco. Tras un rato así, en silencio ella y yo susurrándole cuánto me estaba gustando, mi sobrina me preguntó:

- Quieres que haga algo más?
- Quiero que hagas lo que te apetezca a ti, a mí todo lo que quieras hacer porque así lo desees me va a parecer genial -le respondí yo.
- Es que me apetece probar... Ya sabes -me dijo Teresa.
- Haz conmigo lo que quieras, estoy a tu disposición, Tere.
- Vale -se limitó a decir mi sobrina.

Y, sin añadir nada más, Teresa acercó lentamente su boca a mi polla. Empezó a darle besos pequeños, piquitos, a la base de mi polla. Subiendo y bajando por la misma con esos besos. Llegando incluso hasta el capullo, que también besó sutilmente.

Me preguntó:

- Está bien así?
- Uf, está increíble, tesoro -le dije.
- Genial, entonces sigo.
- Soy todo tuyo.

Teresa repitió la misma operación unos minutos más, ayudándose de la mano para masturbarme. Aquello era increíble, y al hacerlo así tan suave provocaba que yo aún tuviera aguante (nada me hubiera fastidiado más que tener ganas de correrme en ese momento).

Cuando yo creía que ese momento iba a terminar, mi sobrina me sorprendió. Y mucho. Sin esperarlo, sacó la punta de su lengua y comenzó a lamerme el tronco de la polla. Daba como pequeños lametones. Como si lamiera un helado sin ganas de que acabase (como le había indicado yo más o menos la vez que intentó hacer algo así en su casa).

A mí me encantaba verla desde mi posición jugando con su lengua. No quería pedirle nada, pero no puede evitar decirle:

- No te olvides de la punta.

Sin responder, Teresa subió con su lengua hacia mi capullo, al que le dio otra ración de lametones. A mí todo eso me daba más morbo que placer, y en ese momento dudé entre dejarle seguir haciendo lo que quisiera sin decirle nada, indicarle que lo hiciese de otro modo o, siguiendo mi vena más 'dominante, optar por una tercera opción.

Y opté por esta tercera vía. La tomé del pelo, y simplemente le dije:

- Déjame probar a mí. Abre la boca.

Teresa no preguntó por o para qué. Abrió la boca y entonces yo empecé a follársela, pero suavemente. Metía y sacaba mi polla de su boca lentamente, pero hasta su garganta, hasta que ella daba una arcada. Le dije que se relajase, y eso se notó en sus mandíbulas, lo que aproveché para volver a entrar y salir de su boca con mi polla. Incluso en un momento dado dejé mi rabo totalmente dentro de su boca, hasta el tope con los huevos (ya comenté que no soy súper dotado, con lo que no podía dañarla), y mi sobrina puso sus manos instintivamente en mi culo. Esos segundos así fueron brutales, y cuando saqué mi polla de su boca la barbilla de mi sobrina estaba llena de babas, así como mi rabo.

Le pregunté si estaba bien, y Teresa me dijo:

- Uf, sí, al principio estaba más tensa porque no sabía qué querías hacer, pero ahora cuando tenías todo dentro de mi boca estaba alucinando.

Entonces me agaché y la besé profundamente, para después decirle:

- Eres la leche. Ahora ponte apoyada en el sofá mirando hacia la pared, que estoy deseando penetrarte.
- Uffff, síiii -fue su respuesta.

Y así lo hizo. Mientras Teresa se colocaba casi a cuatro patas en el sofá, con las manos apoyadas en el respaldo, yo me puse un preservativo.

Ese coño visto desde atrás era taaan apetecible. Pero ahora ya no iba a comérselo, solo quería follármela. Así que cogí de las caderas a mi sobrina y, sin mucha dilación, empecé a penetrarla lentamente, añadiendo además que pasé mi mano derecha por debajo para poder tocarle el coño mientras la follaba.

Cuando mi sobrina empezó a gritar como ya conocía, me vine arriba. A fin de cuentas, esto era cuando veíamos a Indurain en el Tour de Francia, que sabíamos que sí rompía a sudar era porque iba bien sobre la bicicleta. Pues con los gritos de mi sobrina pasaba algo similar: ya sabía que cuanto más gritaba/berreaba, más placer le estaba dando.

Así que le cogí fuerte de las caderas y comencé a 'empotrarla', a follarla con intensidad. Además, dejé de masturbarla para darle algún azote light en las nalgas. Esto provocó en ella un efecto mejor del que yo pensaba, pues tras uno de los azotes y sin dejar de follarla, me dijo:

- Sí, me encantaaaaa, dame durooooo.

Yo no quería perder el control para no embrutecerme, así que seguí así durante unos minutos hasta que, después de su tercer orgasmo, me retiré de su coño.

Sonriente y con la cara henchida de placer, Teresa se sentó en el sofá y yo hice lo propio a su lado derecho, y me dijo cuánto la estaba haciendo disfrutar y que cada día sentía más y más placer. Yo le comenté que había mil y una maneras de pasarlo bien, y que era increíble que los dos estuviéramos en la misma sintonía.

Mientras hablábamos nos estábamos acariciando, y entonces se me ocurrió quitarme el preservativo, limpiar el sabor del mismo con unas toallitas húmedas que siempre tenemos en la mesa del salón, y pedirle a Teresa que, si quería, se tumbase y volviera a disfrutar de mi polla.

Ella sonrió y se fue agachando, hasta que llegó a mi polla y volvió a hacer lo que había hecho antes, esto es, besarla, lamerla... En esa posición, con ella prácticamente estirada en el sofá mientras disfrutaba de mi polla, yo tenía a mano sus tetas y su coño, así que no desaproveché la oportunidad de jugar con sus tetas y de masturbarla.

Cuando mi masturbación empezó a ser intensa, Teresa instintivamente dejó de besar y lamer mi polla para pasar a tragársela. Cuanto más placer yo le daba, con más ganas y velocidad metía y sacaba mi polla de su boca. Usaba mucho los dientes, como la primera vez, pero a pesar de esa molestia yo no quise detenerla, me encantaba verla así.

Y así estuvimos hasta que Teresa se corrió, momento en el que hice que se incorporara, me puse un preservativo y le dije que me cabalgara allí mismo.

Era del todo increíble pensar que yo había imaginado esa misma mañana que disfrutaría con mi sobrina en mi cama de matrimonio, pero lo que estaba pasando en ese salón era de lo más morboso.

Teresa no tardó en colocar su coño encima de mi polla enfundada, y muy lentamente se dejó caer sobre ella, haciéndola desaparecer por completo dentro de su sexo.

Ahí mi sobrina empezó a berrear a un volumen inimaginable, y no me hizo falta ni moverme, ella misma subía y bajaba sobre mi polla mientras yo le comía los pezones, le agarraba el culo o la besaba.

Yo no pude aguantar mucho más, y antes incluso de que Teresa llegase al orgasmo, le dije que iba a correrme y que quería hacerlo sobre su cuerpo; así que salí de ella, la tumbé boca arriba y, quitándome el preservativo con rapidez, casi de inmediato llené sus tetas con mi leche, la cual incluso llegó a su barbilla, mientras ella gritaba:

- Síiiiiii, me encanta que termines sobre mí.

Yo estaba agotado, extasiado. Teresa desprendía sexualidad.

Aquello había sido bestial. Descansamos casi sin decirnos nada, hasta que me incorporé un poco para coger una toallita y limpiar el semen que había sobre su cuerpo.

Mi sobrina me miraba mientras lo hacía, y me dijo:

- Adoro cómo me tratas. Es imposible no disfrutar contigo.
- Te agradezco que me lo digas -le respondí-, porque mi mayor empeño es tu placer y tu comodidad.
- Y el tuyo? -preguntó ella.
- Es simple. Si tú disfrutas, yo disfruto, porque eso significa que estoy haciendo las cosas bien. Ya ves cómo me tienes de encendido.
- Sí, eso es verdad, en todo momento -dijo sonriendo ella.

Nos besamos, nos abrazamos... Miré la hora. Las 12.36 horas. Era pronto, y le pregunté si quería ducharse. Teresa me dijo que no, que ya lo hacía en casa. Así que con tranquilidad nos vestimos y con calma la llevé hasta el metro Feria de Madrid, a dos paradas de metro de su casa, para evitar que nadie de su barrio pudiera verla bajar del coche. Así, dejándola ahí, cuando llegara a Barajas parecería que ella venía de la universidad en ese medio.

El camino desde mi casa hasta su metro fue plácido, con Teresa relajada en el asiento del copiloto, diciendo en voz alta que lo que estaba pasando era increíble a la vez que muy placentero... Yo le di la razón, y cuando llegamos a Feria de Madrid y nos despedimos, lo que seguíamos teniendo claro es que teníamos que repetir en cuanto pudiéramos.

Y así terminó este tercer encuentro con mi sobrina que espero os resulte tan morboso como realmente fue.

Seguiré relatando encuentros posteriores, como siempre digo, en cuanto me sea posible.

Gracias y buen fin de semana.
Alberto.
 
Muy buenas a todos.

En primer lugar, quiero daros las gracias por la estupenda recepción a la historia entre mi sobrina y yo. Suponía que iba a gustar, pero no esperaba que tanto. Así que muchas gracias por vuestros positivos y educados comentarios.

Le hice saber a Teresa la reacción a su foto y le dio mucho subidón. Ella sigue viéndose peros y defectos, pero saberse tan deseada hace que esos peros y defectos cada vez se minimicen más. O, al menos, temporalmente.

Así pues, gracias.

Dicho esto, voy a intentar continuar lo que sucedió con ella tras ese segundo encuentro.

Salí de su casa más alucinado que la primera vez. Había sido un encuentro increíble. Estábamos conectados, yo proponía y ella se lanzaba, así que no pasaba por mi cabeza otra cosa que no fuera continuar así.

Ese día (martes 3 de septiembre de 2024) no supe nada de ella, y al día siguiente no pude dejar de escribirle:

- Buenos días, cómo pasaste la noche?
- Muy bien, dormí como una lirona, después del "ejercicio" de ayer 😉 -me respondió ella.
- No hay ejercicio más saludable, jejeje -le dije yo.
- Ni más placentero seguro, jajaja -respondió ella.
- Eso sin duda -le comenté-. Bueno, no quiero robarte tiempo, preciosa, solo quería saber cómo estás. Si quieres, vamos hablando y, si quieres también, quedamos otro día.
- Claro que quiero, vamos hablando -contestó Teresa.
- Genial, pues que tengas un día estupendo.
- Igualmente!

Con esta premisa pasó esa semana y parte de la siguiente. Yo no le escribí y tampoco recibí noticias suyas, y esto fue así hasta el viernes 12, cuando a media tarde recibí un mensaje de Teresa:

- Hola! Cómo estás, tío?
- Hola, guapísima, bien y tú?
- Bien, haciéndome a la rutina de las clases, pero no hay mucha complicación.
- Lo tienes chupao -le dije yo-.
- Sip.
- Y cómo tienes los horarios? -le pregunté.
- Bien, unos días voy la mañana entera, y otros solo algunas horas. El problema es que los días que solo voy algunas horas son en los que está mi madre en casa.
- Y por qué dices que es un problema? -le pregunté.
- Para quedar nosotros -me dijo.
- Bueno, no te preocupes, ya habrá oportunidad -le djje-. De todos modos, yo por las mañanas estoy libre y solo en casa, no sé si habría oportunidad de que te "fumaras" alguna clase algún día. Yo podría recogerte donde me dijeras y venimos aquí.
- Ah, pues no se me había ocurrido, pero puede ser buena idea. Te parece que mire tranquilamente mi horario y te digo cuándo podría faltar a clase?
- Me parece genial -le contesté-. Míralo sin prisas y me dices.
- Guay, pues este fin de semana lo miro y te escribo en cuanto lo sepa -añadió ella.
- Estupendo, tesoro, pues espero tus noticias. Disfruta del finde, tengo ganas de ti 😘
- Yo también tengo ganas. Besotes.

Y en eso quedamos. Yo, a la espera, y ya sin poder de dejar de imaginarla ahí, en mi casa, en mi sofá, en nuestra cama... Me puse malísimo solo de pensarlo, así que ese fin de semana lo dediqué al máximo a mí familia para intentar pensar lo menos posible en el siguiente encuentro con mi sobrina.

No fue el lunes 15, sino el miércoles 17 de septiembre cuando recibí un mensaje suyo.

- Hola! Qué haces?
- Hola! Pues mira, en casa haciendo comida para cuando vengan tus primos y tu tía -le contesté.
(Eran las 12 del mediodía)
- Ah, qué guay. Y qué les estás preparando?
- Pues un poco de ensaladilla rusa y un pollo en salsa -le contesté.
- Qué rico, yo quiero 😁 -dijo Teresa.
- Pues mira, para cuando vengas lo puedes probar. Por cierto, sabes ya cuándo vas a poder venir?
- Sí, por eso te escribía -me dijo mi sobrina-. La semana que viene podría dejar de ir a clase el lunes. Este pasado lunes solo fui a un par de clases y puedo perfectamente no ir a las de la semana que viene.
- Vale, genial -le dije-. Por mí no hay problema. Puedo ir a buscarte donde digas y venir aquí.
- Perfecto, pues igual puedo salir de casa como si fuera a la universidad y quedamos en algún punto que sea fácil para ti.
- Vale, no te preocupes por eso -le dije-. Tú vas en metro a la Complu?
- Sí.
- Bueno, pues lo miro estos días y, si te parece bien, el fin de semana concretamos todo -añadí.
- Me parece muy bien -dijo Teresa.
- Pues voy a seguir con esto, aunque ya pensando que vas a estar aquí dentro de unos días espero no mezclar ingredientes sin sentido, jejeje.
- Jajajaja, seguro que no -dijo riendo Teresa.
- Un beso grande. Donde quieras.
- Ummm, no me digas eso que me estremezco.
- Eso es lo que quiero. Y lo que estoy deseando -le dije.
- Yo también. Y mucho.
- Feliz día, tesoro.
- Igualmente, tío.

Pues no mezclé ingredientes pero cuando terminé de escribirme con ella tenía una erección considerable. Había pasado los días previos sin intentar pensar mucho en ella, pero sabiendo ahora que iba a verla en menos de una semana, era difícil no pensar en ello.

Más o menos lo conseguí, y el sábado por la mañana, y después de haber mirado yo dónde podría quedar con ella el lunes que nos viniera bien a los dos, le escribí:

- Buenos días!
- Buenos días! -me respondió como media hora después.
- Estabas dormida?
- No, desayunando 🤣.
- Ah, mira qué bien. No te quiero entretener, solo te escribo para concretar lo del lunes.
- Guay, has mirado algo? -me preguntó Teresa.
- Si, qué te parecería si te recojo junto al metro Colombia?
(Teresa cogía el metro en Barajas, la línea 8, y en el trayecto hacia Nuevos Ministerios la mejor parada para mí, la que estaba más alejada del centro de Madrid y, por extensión, del posible tráfico de la mañana, era Colombia).
- Vale, en alguna salida en concreto? -me preguntó Teresa.
- No sé cuál es exactamente, pero es una que está junto al Vips de Príncipe de Vergara, 268.
- Vale, pues ahí entonces.
- A qué hora? -le pregunté yo-. Yo dejo a tus primos a las 8 en el colegio, así que sobre las 9 si no hay mucho tráfico podría estar por ahí.
- Pues sobre esa hora si quieres, porque yo los lunes salgo de casa a las 8.30, porque tengo la primera clase a las 10.
- Vale, pues a las 9 en el metro entonces, espérame en la salida y cuando esté llegando con el coche te aviso para que estés pendiente -le dije.
- Perfecto! -contestó ella.
- Ains, qué ganas tengo y qué ganas te tengo 😉 -no pude evitar decirle.
- No me digas eso que me pongo cardiaca...
- No, eso lo dejo para el lunes. Nos vemos en un par de días. Disfruta del finde.
- Tú también! -me dijo Teresa.

Y así pasó el fin de semana. Hasta el domingo por la noche no fui consciente de que el lunes tendríamos casi toda la mañana para nosotros.
Si estábamos en mi casa sobre las 10, hasta más o menos las 13 podríamos estar tranquilos.

Menuda erección me provocó ese pensamiento.

Pasó la noche. Llegó la mañana. Mi mujer se fue a trabajar. Arreglé un poco la casa y, arreglados mis hijos, los llevé al colegio y, desde ahí, tomé rumbo hacia el metro Colombia.

Como era de esperar, el tráfico era intenso, y el navegador me indicaba 52 minutos de trayecto. Bien, entonces llegaría a tiempo.

Despacio pero seguro, a las 8.56 llegué junto al metro Colombia, al lado del VIPS que le había dicho a Teresa. Como era difícil quedarse en doble fila a esperarla (porque había mucho tráfico), le mandé un mensaje para decirle que estaba por la zona y que cuando ella llegase al punto me avisara para recogerla.

Me moví dos calles más allá, donde me quedé en doble fila, y unos minutos después (las 9.07), recibí su mensaje:

- Ya estoy aquí.
- Ya voy -le dije.

Así pues, di la vuelta con el coche y la recogí. Vestida con un vaquero, una camiseta, su pelo suelto y una mochila con los libros.

Subió al coche, e instintivamente nos dimos un suave beso en los labios, un pico.

Tomamos el camino a mi casa sin prisas, hablando de todo un poco: sus estudios, sus amigas, mis hijos.... Se notaba que los dos estábamos cómodos. Y en un momento dado, aprovechando un semáforo, y tras pensarlo mucho, puse mi mano derecha sobre su muslo izquierdo.

Ella dio como un pequeño respingo, y le dije:

- Estás bien?
- Sí, sí, es que entre que no me lo esperaba y lo que me haces sentir cuando me tocas...
- Ah, si es por eso entonces...

Y sin añadir más, comencé a acariciar ese muslo tiernamente, desde la rodilla hasta la cadera. Teresa no pudo evitar acomodarse algo mejor en el asiento y cerrar los ojos, lo que yo aproveché (con cuidado también de no perder vista al tráfico) para poner mi mano encima de su coño (por encima del pantalón).

- Ooooh -susurró Teresa-, cuánto lo echaba de menos.
- Igual que yo acariciarte -le dije mientras empecé acariciar su coño por encima del pantalón vaquero.
- Ummmmm -acertó a mascullar Teresa.
- Desabrocháte el pantalón y baja un poco la cremallera, por favor -le dije.
- Qué quieres hacer? -preguntó con los ojos como platos.
- Prefiero hacerlo que decírtelo.

Muy despacio, se desabrochó el pantalón y se bajó la cremallera del mismo. Pude ver sus braguitas, de color rosa. Y sin esperar mucho más, volví a poner mi mano sobre su coño, pero esta vez encima de las mencionadas braguitas.

Estaban empapadas, y disfrutando de esa humedad comencé a acariciar lenta pero intensamente, mientras Teresa seguía con los ojos cerrados, respirando fuertemente, y decía:

- Cómo sabes lo que me gusta... No pares.

Y, diciendo esto, con una de sus manos apretó la mía para que no la apartara de su sexo. Me hubiera gustado poder masturbarla directamente, por debajo de las bragas, pero quedaba poco para llegar a casa, así que intensifiqué mi caricia para hacerla llegar al orgasmo, lo que logré un par de minutos después mientras mi sobrina se corría entre gritos.

Aparté la mano, y le acaricié la mejilla. Ella me cogió la mano y la besó, siempre sin abrir los ojos. No dijimos nada más en los cinco minutos que tardamos en llegar a mi casa.

Entramos en el garaje con el coche, aparqué y, comprobando antes que no había nadie en el garaje, no resistí la tentación de, tras desabrocharme el cinturón de seguridad, acercarme hacia ella, desabrochar el suyo, y besarla mientras llevaba mi mano de nuevo a su sexo.

Nos fundimos en un morreo intenso al tiempo que mi mano se perdía bajo sus braguitas. Allí estaba su clítoris desafiante y húmedo, y comencé a masturbarlo, a acariciarlo, a jugar con mis dedos en su coño... Hasta que, deshaciendo el beso, mi sobrina me mordió la oreja gritando:

- Me matasssss.

Y tras varios espasmos, sentí mi mano más mojada aún. Teresa se habia corrido intensamente.

Dejé que recuperara el aliento y, cuando abrió los ojos, la besé tiernamente y le dije:

- Vamos a casa.
- Sí, por favor, que quiero sentirte dentro -me dijo ella.

Se abrochó el pantalón, salimos del coche, caminamos hasta el ascensor, y los 6 pisos que subimos en el mismo los hicimos besándonos.

Salimos del ascensor disimuladamente, abrí la puerta de casa y, una vez dentro, la cerré convenientemente (por si acaso).

Miré el reloj. Eran las 9.49 horas. Teníamos mucho tiempo para disfrutar, y eso es lo que pensaba hacer.

Teresa dijo que necesitaba ir al baño, y le indiqué que podía ir al de la habitación de matrimonio. Le tomé la mochila y el bolso, los dejé encima del sillón que tenemos en el salón y me senté en el sofá de al lado mientras la esperaba. Cuando llegó del baño, Teresa se sentó a mi lado, y estuvimos hablando de sus primeros días en el nuevo curso universitario, de lo que estaba leyendo en esos momentos (es una lectora compulsiva), de su tía y sus primos (mi mujer y mis hijos)...

Yo no quería correr, quería que Teresa se siguiera sintiendo única y especial, y que nunca llegara a pensar que solo me interesaba por el sexo (porque no era así), así que seguimos charlando unos minutos más hasta que le pregunté si quería tomar algo.

Me pidió un poco de agua fresquita, fui a la cocina a por ella y al traérsela no pude evitar sentarme detrás de ella y empezar a jugar con su larga melena. Le acaricié el pelo, se lo mesé con los dedos, con las manos, seguí masajeando suavemente su cabeza...

Mi sobrina agachó la cabeza hacia delante ofreciéndome su nuca descubierta, mientras decía:

- Qué manos tienes, tío. Cada vez que me tocas me haces sentir tantas cosas...

Yo no dije nada, y continué masajeando su cuello, su nuca, sus hombros... Aprovechando que Teresa pasó de inclinar su cabeza hacia delante a hacerlo sobre mi pecho, llevé mis manos por delante y le rocé las tetas por encima de la camiseta, lo que llevó a Teresa, que tenía los ojos cerrados, a abrir instintivamente su boca.

De inmediato la besé, y como siempre esos besos comenzaron siendo suaves para convertirse en morreo, al que yo acompañé con mis manos metiéndose por debajo de la camiseta de mi sobrina y jugando con sus tetas por encima del sujetador.

Ella agarró mi cabeza para hacer más profundo el morreo, y yo le desabroché el sujetador para tener acceso directo a esos pezones que ya estaban duros como diamantes y con los que comencé a jugar, acariciándolos, rozándolos, apretándolos...

Los gemidos de Teresa comenzaron a hacerse notar aun con morreo de por medio, y casi sin detenernos, le quité la camiseta y el sujetador y yo me quité también mi camiseta, y así estuvimos espalda contra pecho, sin dejar de besarnos ni de acariciarnos, varios minutos.

Entonces le pedí a Teresa que se pusiera de pie delante de mí y que se terminara de desnudar, y con una sonrisa pícara se levantó; yo me senté cómodamente en el sofá y ella, de pie delante de mí, se quitó las sandalias, y se bajó y se quitó el pantalón, quedándose únicamente con las bragas.

Tentado de quitárselas yo, le dije que siguiera desnudándose y que se las quitara ella. Así lo hizo, bajándoselas despacio y quitándoselas lentamente, mientras yo disfrutaba contemplando ese coño peludo ya húmedo delante de mí. Una vez desnuda, la acerqué a mí, besé su coño mojado y la senté sobre mi pierna derecha. Abrí bien sus muslos y, comenzando a comerle las tetas, con mi mano izquierda también comencé a masturbarla.

Fueron inevitables sus gemidos, sus gritos, sus berridos, sobre todo cuando empecé a follarla con dos dedos al tiempo que mordía sus pezones. Teresa se abrazaba a mí con fuerza y yo sentía cómo se corría sin descanso.

Este descanso llegó algunos minutos después, descanso que yo le di para que se recompusiera. Sin ser premeditado, la senté en el sofá y, poniéndome de pie delante de ella, le dije:

- Ahora me toca a mí.
- A ver, a ver... -dijo mi sobrina sonriendo.

Me descalcé. Lentamente me quité el pantalón. Sin ser yo especialmente dotado, era tal mi erección que se marcaba mucho el calzoncillo. Teresa se sonrió al verme así y dijo:

- Madre mía, siempre tan dispuesto.
- Eso es gracias a ti, tú lo haces posible -le dije-. Y añadí: Sigo?
- Claaaaro -dijo mi sobrina.

No lo demoré más. Me quité el calzoncillo y mi durísima polla salió disparada. Teresa abrió los ojos como platos. Estaba como hipnotizada. Yo estaba tan excitado que no sabía muy bien qué hacer, así que le dije:

- Es toda tuya. Haz con ella lo que quieras.

Teresa no dijo nada. Sin dejar de mirarla, estiró su mano derecha y empezó a acariciarme la polla por debajo, como la primera vez. Jugó con los huevos, pasó la yema de sus dedos por toda mi polla, llegó al capullo...

Aquella situación era de lo más excitante. En mi casa. En mi salón. En el sofá de mi salón tenía a mi sobrina desnuda, sentada, acariciando mi polla. Yo no podía estar más cachondo.

Sin decirle nada, y siempre sin quitarle ojo de encima, Teresa abrió su mano y, agarrándome la polla, empezó a masturbarme muy muy lentamente, haciendo aparecer y desaparecer mi capullo (no tengo hecha la fimosis). Cuando hacía aparecer mi húmedo capullo (ya tenía líquido preseminal), ella abría los ojos como platos.

Su masturbación era sencilla pero a mí me estaba volviendo loco. Tras un rato así, en silencio ella y yo susurrándole cuánto me estaba gustando, mi sobrina me preguntó:

- Quieres que haga algo más?
- Quiero que hagas lo que te apetezca a ti, a mí todo lo que quieras hacer porque así lo desees me va a parecer genial -le respondí yo.
- Es que me apetece probar... Ya sabes -me dijo Teresa.
- Haz conmigo lo que quieras, estoy a tu disposición, Tere.
- Vale -se limitó a decir mi sobrina.

Y, sin añadir nada más, Teresa acercó lentamente su boca a mi polla. Empezó a darle besos pequeños, piquitos, a la base de mi polla. Subiendo y bajando por la misma con esos besos. Llegando incluso hasta el capullo, que también besó sutilmente.

Me preguntó:

- Está bien así?
- Uf, está increíble, tesoro -le dije.
- Genial, entonces sigo.
- Soy todo tuyo.

Teresa repitió la misma operación unos minutos más, ayudándose de la mano para masturbarme. Aquello era increíble, y al hacerlo así tan suave provocaba que yo aún tuviera aguante (nada me hubiera fastidiado más que tener ganas de correrme en ese momento).

Cuando yo creía que ese momento iba a terminar, mi sobrina me sorprendió. Y mucho. Sin esperarlo, sacó la punta de su lengua y comenzó a lamerme el tronco de la polla. Daba como pequeños lametones. Como si lamiera un helado sin ganas de que acabase (como le había indicado yo más o menos la vez que intentó hacer algo así en su casa).

A mí me encantaba verla desde mi posición jugando con su lengua. No quería pedirle nada, pero no puede evitar decirle:

- No te olvides de la punta.

Sin responder, Teresa subió con su lengua hacia mi capullo, al que le dio otra ración de lametones. A mí todo eso me daba más morbo que placer, y en ese momento dudé entre dejarle seguir haciendo lo que quisiera sin decirle nada, indicarle que lo hiciese de otro modo o, siguiendo mi vena más 'dominante, optar por una tercera opción.

Y opté por esta tercera vía. La tomé del pelo, y simplemente le dije:

- Déjame probar a mí. Abre la boca.

Teresa no preguntó por o para qué. Abrió la boca y entonces yo empecé a follársela, pero suavemente. Metía y sacaba mi polla de su boca lentamente, pero hasta su garganta, hasta que ella daba una arcada. Le dije que se relajase, y eso se notó en sus mandíbulas, lo que aproveché para volver a entrar y salir de su boca con mi polla. Incluso en un momento dado dejé mi rabo totalmente dentro de su boca, hasta el tope con los huevos (ya comenté que no soy súper dotado, con lo que no podía dañarla), y mi sobrina puso sus manos instintivamente en mi culo. Esos segundos así fueron brutales, y cuando saqué mi polla de su boca la barbilla de mi sobrina estaba llena de babas, así como mi rabo.

Le pregunté si estaba bien, y Teresa me dijo:

- Uf, sí, al principio estaba más tensa porque no sabía qué querías hacer, pero ahora cuando tenías todo dentro de mi boca estaba alucinando.

Entonces me agaché y la besé profundamente, para después decirle:

- Eres la leche. Ahora ponte apoyada en el sofá mirando hacia la pared, que estoy deseando penetrarte.
- Uffff, síiii -fue su respuesta.

Y así lo hizo. Mientras Teresa se colocaba casi a cuatro patas en el sofá, con las manos apoyadas en el respaldo, yo me puse un preservativo.

Ese coño visto desde atrás era taaan apetecible. Pero ahora ya no iba a comérselo, solo quería follármela. Así que cogí de las caderas a mi sobrina y, sin mucha dilación, empecé a penetrarla lentamente, añadiendo además que pasé mi mano derecha por debajo para poder tocarle el coño mientras la follaba.

Cuando mi sobrina empezó a gritar como ya conocía, me vine arriba. A fin de cuentas, esto era cuando veíamos a Indurain en el Tour de Francia, que sabíamos que sí rompía a sudar era porque iba bien sobre la bicicleta. Pues con los gritos de mi sobrina pasaba algo similar: ya sabía que cuanto más gritaba/berreaba, más placer le estaba dando.

Así que le cogí fuerte de las caderas y comencé a 'empotrarla', a follarla con intensidad. Además, dejé de masturbarla para darle algún azote light en las nalgas. Esto provocó en ella un efecto mejor del que yo pensaba, pues tras uno de los azotes y sin dejar de follarla, me dijo:

- Sí, me encantaaaaa, dame durooooo.

Yo no quería perder el control para no embrutecerme, así que seguí así durante unos minutos hasta que, después de su tercer orgasmo, me retiré de su coño.

Sonriente y con la cara henchida de placer, Teresa se sentó en el sofá y yo hice lo propio a su lado derecho, y me dijo cuánto la estaba haciendo disfrutar y que cada día sentía más y más placer. Yo le comenté que había mil y una maneras de pasarlo bien, y que era increíble que los dos estuviéramos en la misma sintonía.

Mientras hablábamos nos estábamos acariciando, y entonces se me ocurrió quitarme el preservativo, limpiar el sabor del mismo con unas toallitas húmedas que siempre tenemos en la mesa del salón, y pedirle a Teresa que, si quería, se tumbase y volviera a disfrutar de mi polla.

Ella sonrió y se fue agachando, hasta que llegó a mi polla y volvió a hacer lo que había hecho antes, esto es, besarla, lamerla... En esa posición, con ella prácticamente estirada en el sofá mientras disfrutaba de mi polla, yo tenía a mano sus tetas y su coño, así que no desaproveché la oportunidad de jugar con sus tetas y de masturbarla.

Cuando mi masturbación empezó a ser intensa, Teresa instintivamente dejó de besar y lamer mi polla para pasar a tragársela. Cuanto más placer yo le daba, con más ganas y velocidad metía y sacaba mi polla de su boca. Usaba mucho los dientes, como la primera vez, pero a pesar de esa molestia yo no quise detenerla, me encantaba verla así.

Y así estuvimos hasta que Teresa se corrió, momento en el que hice que se incorporara, me puse un preservativo y le dije que me cabalgara allí mismo.

Era del todo increíble pensar que yo había imaginado esa misma mañana que disfrutaría con mi sobrina en mi cama de matrimonio, pero lo que estaba pasando en ese salón era de lo más morboso.

Teresa no tardó en colocar su coño encima de mi polla enfundada, y muy lentamente se dejó caer sobre ella, haciéndola desaparecer por completo dentro de su sexo.

Ahí mi sobrina empezó a berrear a un volumen inimaginable, y no me hizo falta ni moverme, ella misma subía y bajaba sobre mi polla mientras yo le comía los pezones, le agarraba el culo o la besaba.

Yo no pude aguantar mucho más, y antes incluso de que Teresa llegase al orgasmo, le dije que iba a correrme y que quería hacerlo sobre su cuerpo; así que salí de ella, la tumbé boca arriba y, quitándome el preservativo con rapidez, casi de inmediato llené sus tetas con mi leche, la cual incluso llegó a su barbilla, mientras ella gritaba:

- Síiiiiii, me encanta que termines sobre mí.

Yo estaba agotado, extasiado. Teresa desprendía sexualidad.

Aquello había sido bestial. Descansamos casi sin decirnos nada, hasta que me incorporé un poco para coger una toallita y limpiar el semen que había sobre su cuerpo.

Mi sobrina me miraba mientras lo hacía, y me dijo:

- Adoro cómo me tratas. Es imposible no disfrutar contigo.
- Te agradezco que me lo digas -le respondí-, porque mi mayor empeño es tu placer y tu comodidad.
- Y el tuyo? -preguntó ella.
- Es simple. Si tú disfrutas, yo disfruto, porque eso significa que estoy haciendo las cosas bien. Ya ves cómo me tienes de encendido.
- Sí, eso es verdad, en todo momento -dijo sonriendo ella.

Nos besamos, nos abrazamos... Miré la hora. Las 12.36 horas. Era pronto, y le pregunté si quería ducharse. Teresa me dijo que no, que ya lo hacía en casa. Así que con tranquilidad nos vestimos y con calma la llevé hasta el metro Feria de Madrid, a dos paradas de metro de su casa, para evitar que nadie de su barrio pudiera verla bajar del coche. Así, dejándola ahí, cuando llegara a Barajas parecería que ella venía de la universidad en ese medio.

El camino desde mi casa hasta su metro fue plácido, con Teresa relajada en el asiento del copiloto, diciendo en voz alta que lo que estaba pasando era increíble a la vez que muy placentero... Yo le di la razón, y cuando llegamos a Feria de Madrid y nos despedimos, lo que seguíamos teniendo claro es que teníamos que repetir en cuanto pudiéramos.

Y así terminó este tercer encuentro con mi sobrina que espero os resulte tan morboso como realmente fue.

Seguiré relatando encuentros posteriores, como siempre digo, en cuanto me sea posible.

Gracias y buen fin de semana.
Alberto.
Como siempre es un placer leerte 🤗 🤗
Gracias por ser tan generoso
un beso
 

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