En una ocasión fui al despacho de abogados donde ejercía mi entonces pareja. Era una planta entera en un edificio en la capital, con despachos que daban a una sala de espera y algunos al pasillo.
Habíamos quedado para follar en su despacho pero al llegar, en el último segundo, me cojido de la mano y me dijo que no, al tiempo que me conducía pasillo alante. Habia pensado que el ecuentro lo tendríamos en otro de los despachos adyacentes que pertenecía a una compañera. Este despacho tenía la puerta queaccedia directamente desde la sala de espera. Y para mi sorpresa, la puerta tenía cristales translúcidos y era de las que se abren correderas a ambos lados.
Dentro del despacho, pequeño, estaba la mesa con dos sillas para los clientes y una silla de esas de despacho, grande, reclinable y con ruedas.
Había bastante gente por los pasillos que iban y venían. En la sala, seis u ocho personas aguardaban ser llamadas.
Entramos en el habitaculo y ella procedió a cerrar la estancia. Corrió ambas hojas de la puerta hasta juntarse en el centro. Yo me había dirigido al asiento para mirar la perspectiva dede allí. La vi de espaldas culminando el cierre y adivina a la gente al otro lado de la cristalera dos metros al otro lado.
Ella llevaba para la ocasion una falda corta, unas botas altas y unas medias negras que me volvían loco. Y ella lo sabía.
Se dirigió hacia donde yo estaba sentado, reclinado y comodo, pero con la tensión del momento, y me dijo: "va a ser alucinante". Vino hacia mi y mientras se subía la pequeña falda hasta la cintura, me dijo: "este no es mi despacho", "es de fulanita, que se joda. Es una hija de puta". Afirmó con cierto rencor.
Con la falda en la cintura y sin bragas se coloco encima de mi y me arrancó la camiseta con ganas. Al cojerla de las caderas, cosa que me hace hervir la sangre, con las medias a medio muslo, clavé la mirada en su coño, precioso, depilando y en esos momentos ya jugosisimo. No llevaba tanga que pudiera arrancarla.
Decidí en un segundo la hoja de ruta. La coji de la cintura y con facilidad, la senté en la mesa tras de si. Con un barrido rápido de brazo, aparté todas las carpetas y enseres que había en el sector donde la iba a dejar caer. Al hacerlo me recline sobre ella sujetandola a su vez para que e no se recostara sobre la mesa de golpe. Percibí su olor, su intensidad, ese olor a coño cuando está a punto y que me excita tremendamente.
La eché hacia atrás y quedo con las piernas colgando. Sus medias destacaba aún más con el blanco de la mesa. Enfrente de mí, a dos metros, la cristalera, y dos metros más alla, la gente ansiosa esperando su turno de consulta y despacho.
Era una situación altamente excitante. Podía escucharse las conversaciones. El ir y veníir de gente por los pasillos. Incluso los casos que se exponía y debatia en el despacho de al lado. A derecha e izquierda.
Me saque el pantalón con cierta dificultad mientras ella me miraba con deseo y se quitaba la blusa. Se mordía el labio lateralmente al tiempo que emitía una mirada de deseo.
Tenía la polla con unas terribles ganas de entrar en el coño pero en un segundo decidí que primero se la iba a clavar en la boca Como hacerlo sin que se notará mi cuerpo desnudo a un escaso metro de la cristalera????? No sabía, pero tenía claro que se la iba a meter en la boca y a darla buenas sacudidas aunqie estuviera al lado el más alto representante del vaticano. Bordee la mesa, desnudo y con la polla como una espada, y cojí un perchero del que e colgaban algunos abrigos y una gabardina. Me vino al pelo para ponerlo delante de los cristales, y aunque quedaba una franja de cristal a ambos lados sin cubrir no me importo lo más mínimo.
Intente meterse la en la boca con ganas atendiendo también su reclamación para que lo hiciera pero no era una postura cómoda, por lo que la sugerí, mejor dicho, la ordené, que se comocara a cuatro patas encima de la mesa. Lo hizo con absoluta rapidez pero sin eficacia ya que dejó caer un frasco con un montón de bolígrafos al suelo que hicieron un ruido tremendo. A mi ya me daba igual todo. A ella también.
Me hizo una comida de polla que estaba levitando. Mientras lo hacía con deleite la coloque las manos en la cintura y clave la mirada en las caderas y el culo, que destacaba sobre el blanco fondo de unas livianas cortinas. La calle ahí mismo. Era una primera planta. Se adivinaba las cabezas de la gente pasando por la acera.
Tras un rato haciéndome sufrir con sus labios y algún morisco de cuando en cuando, la insté a que no se moviera y permanecerá en la postura. Volví a mi sitio el la silla y me deleité con su sugerente coño. Aparté algunas carpetas a derecha e izquierda para que pudiera abrirse un poco de piernas y allí quedo su coño mojado y excitado como pocas veces lo había visto. A cuatro patas era mía.
En pie en ese momento, deslice mis dedos varias veces extendiendo su lubricante natural hasta el clitoris. Sabía que la iba a martirizar y hundió la cabeza entre sus brazos para hacerlo más placentero. Tengo que reconocer que disfrute pero bien masajeandolo el clitoris como a ella le gustaba y viéndola retorcerse en la precaria parcela en la que estaba, y sabedora que que no podía emitir ningún sonido que delatara lo que allí estaba ocurriendo.
Conseguí que se corriera con facilidad, empapandome los dedos y un poco la mesa donde trabajaba aquella incauta que hoy no estaba.
Emitió un grito contenido que se me hizo eterno, a la vez que sus piernas quisieron colapsar en la posición. Y en ese momento, cuando ella supuso que cambiaría la táctica, esperando que la metiera la polla, a estas alturas desbocada, decidí que la iba a sacar otra corrida monumental de la misma posicion. Al tiempo que volví a masajearla con dos dedos de fuego, aparté de un manotazo la cortina que fue a parar al otro extremo, dejando la ventana a merced de quien quiera mirar.
Agarrando la con una mano uno de los cachetes del culo y deslizandola por su cadera abajo comprobaba como la temblaban las piernas. La otra mano la masajeaba coño y clitoris en un movimiento infernal que a ella siempre la volvía loca. Y yo controlaba esa técnica. Otro grito contenido y esta vez colapsa sobre la mesa con un estruendo que muchos todavía pensarán hoy que pudo pasar en ese despacho. Sin darla tiempo a recomponerse, la coji en brazos y en un volteo sin esfuerzo la coloque boca arriba con su coño en la esquina de la mesa.
Dos cosas me llamaron la atencion mientras la colocaba en la posición y la sujetaba de los tobillos con las botas para mantenerla abierta: primero que la mesa estaba mojada, lo que me excitaba pensar que la otra trabajaría ahí en breve, y la gente y el agetreo que se veía desde mi posición ligeramente a la izquierda.
La hundí la polla hasta el fondo, no sin antes haberla dejado deslizar varias veces por su abertura de arriba a abajo, y ejerciendo una buena presión sobre el clitoris caliente. Presión que dio resultado y que yo notaba al tenerla sujeta por las piernas. Temblaba.
La di buenas embestidas controlando que no se moviera la mesa y conseguí que se corriera una tercera vez, gritando en muda protesta mientras giraba la cabeza y mordía su puño apretado contra la boca.
Había decidido que ya estaba bien y que me iba a correr como un salvaje allí mismo pero loco por el morbo y la lujuria, la insinúe que me abrazara con las piernas al tiempo que me recline hacia adelante para cojerla en brazos.
Sincerarmene pensé que no la sacaría otra corrida pero decidí probar otra cosa que la enloqueció. No se lo esperaba.
Abrazada a mi y con sus piernas sujetandose, la coji del culo, la levante un poco, la abri y la deje deslizar hasta que ella sola se empaló en mi polla. Recuerdo como bramaba con su labios metidos en mi cuello y protegida por su abundante melena. Sabedor de que se iba a volver loca y deseando ver y sentir su reacción, di varios pasos a colocarme detrás de la silla mirando hacia la ventana, y con su espalda y su culo bien abierto hacia la calle.
Rápidamente te se percató de la excena y como si ya no tuviera control sobre si misma, empezó a moverse y a jadear hacia adentro. Tuve la sensación de que ya no la importaba nada que nos escucharán. Estaba cachondisima. Con alguno de los golpes de culo rozó la puerta de la balconada, bajo la cual, a medio metro dejajo de nuestros pies, pasaban las cabezas de los viandantes.
En uno de esos esos movimientos asalvajados yo me corrí como pocas veces recordaba haberlo hecho, al tiempo que empezaba a derramar leche, lo hizo ella también. Berreaba contra mi cuello.
Manchamos la mesa. Manchamos la esquina y manchamos la tarima. Todavía hoy pienso si en alguna carpeta con un contencioso, no qiedo algún a perla perdida.....
Cuando nos recompusimos y conseguimos limpiarnos a base de toallitas y kleenex, procuramos adecentar aquel lugar para dejarlo más o menos como estaba.
Salimos y allí había gente. No se si la misma u otras personas. Quizá alguna de las que estuvieron al principio permanecerá aún allí.
Dentro se quedó el despacho, pero a buen seguro el olor delatara que allí se había desenfrenado una pareja.
Contare alguna morbosidad otro dia.
Espero que lo hayáis disfrutado.