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A. Seneka

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5 Nov 2023
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El vídeo​




El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo. Algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién venía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual; ni tan siquiera el negro del Whatsapp. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian, y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.


— · —​


Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como en las películas. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi 20 años, su madre. Marta la había desplazado por completo.


— · —​


Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción y pudor. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, hubo tenido la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho, con pelos en los huevos. Unos huevos oscuros y grandes como su polla. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario tenía por costumbre reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Guarrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_
Lo has visto verdad?​

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_
Si​

Cristian_
Joder, lo siento.​
No pasa nada.​
Q vergüenza he pasado.​
Tranquilo, todo el mundo lo hace​
Ya, pero… q me hayas visto haciéndolo…​

No te mortifiques. Piensa que con ese tamaño, es para estar orgulloso no avergonzado
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Marta, la pareja de su padre; altiva, seria, distante, acababa de adular su polla.

Cristian_
Ah, sí?? T parece grande???​
Marta_
No, es decir, a ver, quería decir q hay mas por lo que sentirse orgulloso q por lo q avergonzarse​
pero… entonces… T parece grande??? Es que… tengo mis complejos, sabes? y q me lo digas me sube la moral.​
Pues si, te lo confirmo, mucho. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla comenzaba a endurecerse. Además de interesante, la conversación se estaba volviendo morbosa.
Cristian_
Eso lo dices por decir. Venga, di la verdad.​

No obtuvo respuesta. Siguió esperando la reacción de ella, pero pasado un rato considerable, ésta parecía haberla zanjado. Se golpeó la frente, arrepentido por haber sido tan torpe. Se sintió como un niñato intentando camelar a la profesora buenorra de clase.

Cristian_
Te llevarías un buen susto cuando abriste el video, no??​

Intentaba retomar la conversación, el morbo era muy fuerte. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_
Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Marta_
Lo q realmente me asustó fue la cantidad de semen. Parecias un volcan.​
Jajaja, tampoco t pases.​
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera eyacular tanto.​
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.​
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….​
T pide que la ensucies de semen?.​
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida​
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.​

Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.​

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?​

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_
creo que no.​

Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.​

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…​

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_
dónde?​
Cristian_
en casa.​
pero dónde?​
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.​

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.​

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde te corres?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.​

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?​

Silencio.

una al día, una a la semana?​

Silencio.

te las haces en la cama o en la ducha?​

De nuevo, silencio.

dime!​

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_
Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.​

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.


— · —​


Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Espero que cuando pinche en PUBLICAR HILO no se me escogorcie todo como en TR.

Gracias por leerme y saludos a todos.
 

El vídeo​




El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo. Algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién venía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual; ni tan siquiera el negro del Whatsapp. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian, y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.


— · —​


Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como en las películas. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi 20 años, su madre. Marta la había desplazado por completo.


— · —​


Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción y pudor. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, hubo tenido la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho, con pelos en los huevos. Unos huevos oscuros y grandes como su polla. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario tenía por costumbre reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Guarrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_
Lo has visto verdad?​

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_
Si​

Cristian_
Joder, lo siento.​
No pasa nada.​
Q vergüenza he pasado.​
Tranquilo, todo el mundo lo hace​
Ya, pero… q me hayas visto haciéndolo…​

No te mortifiques. Piensa que con ese tamaño, es para estar orgulloso no avergonzado
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Marta, la pareja de su padre; altiva, seria, distante, acababa de adular su polla.

Cristian_
Ah, sí?? T parece grande???​
Marta_
No, es decir, a ver, quería decir q hay mas por lo que sentirse orgulloso q por lo q avergonzarse​
pero… entonces… T parece grande??? Es que… tengo mis complejos, sabes? y q me lo digas me sube la moral.​
Pues si, te lo confirmo, mucho. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla comenzaba a endurecerse. Además de interesante, la conversación se estaba volviendo morbosa.
Cristian_
Eso lo dices por decir. Venga, di la verdad.​

No obtuvo respuesta. Siguió esperando la reacción de ella, pero pasado un rato considerable, ésta parecía haberla zanjado. Se golpeó la frente, arrepentido por haber sido tan torpe. Se sintió como un niñato intentando camelar a la profesora buenorra de clase.

Cristian_
Te llevarías un buen susto cuando abriste el video, no??​

Intentaba retomar la conversación, el morbo era muy fuerte. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_
Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Marta_
Lo q realmente me asustó fue la cantidad de semen. Parecias un volcan.​
Jajaja, tampoco t pases.​
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera eyacular tanto.​
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.​
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….​
T pide que la ensucies de semen?.​
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida​
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.​

Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.​

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?​

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_
creo que no.​

Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.​

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…​

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_
dónde?​
Cristian_
en casa.​
pero dónde?​
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.​

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.​

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde te corres?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.​

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?​

Silencio.

una al día, una a la semana?​

Silencio.

te las haces en la cama o en la ducha?​

De nuevo, silencio.

dime!​

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_
Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.​

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.


— · —​


Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Espero que cuando pinche en PUBLICAR HILO no se me escogorcie todo como en TR.

Gracias por leerme y saludos a todos.
Vamos, por favor, que nos encantan tus relatos
 

El vídeo​




El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo. Algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién venía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual; ni tan siquiera el negro del Whatsapp. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian, y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.


— · —​


Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como en las películas. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi 20 años, su madre. Marta la había desplazado por completo.


— · —​


Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción y pudor. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, hubo tenido la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho, con pelos en los huevos. Unos huevos oscuros y grandes como su polla. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario tenía por costumbre reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Guarrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_
Lo has visto verdad?​

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_
Si​

Cristian_
Joder, lo siento.​
No pasa nada.​
Q vergüenza he pasado.​
Tranquilo, todo el mundo lo hace​
Ya, pero… q me hayas visto haciéndolo…​

No te mortifiques. Piensa que con ese tamaño, es para estar orgulloso no avergonzado
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Marta, la pareja de su padre; altiva, seria, distante, acababa de adular su polla.

Cristian_
Ah, sí?? T parece grande???​
Marta_
No, es decir, a ver, quería decir q hay mas por lo que sentirse orgulloso q por lo q avergonzarse​
pero… entonces… T parece grande??? Es que… tengo mis complejos, sabes? y q me lo digas me sube la moral.​
Pues si, te lo confirmo, mucho. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla comenzaba a endurecerse. Además de interesante, la conversación se estaba volviendo morbosa.
Cristian_
Eso lo dices por decir. Venga, di la verdad.​

No obtuvo respuesta. Siguió esperando la reacción de ella, pero pasado un rato considerable, ésta parecía haberla zanjado. Se golpeó la frente, arrepentido por haber sido tan torpe. Se sintió como un niñato intentando camelar a la profesora buenorra de clase.

Cristian_
Te llevarías un buen susto cuando abriste el video, no??​

Intentaba retomar la conversación, el morbo era muy fuerte. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_
Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Marta_
Lo q realmente me asustó fue la cantidad de semen. Parecias un volcan.​
Jajaja, tampoco t pases.​
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera eyacular tanto.​
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.​
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….​
T pide que la ensucies de semen?.​
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida​
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.​

Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.​

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?​

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_
creo que no.​

Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.​

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…​

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_
dónde?​
Cristian_
en casa.​
pero dónde?​
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.​

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.​

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde te corres?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.​

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?​

Silencio.

una al día, una a la semana?​

Silencio.

te las haces en la cama o en la ducha?​

De nuevo, silencio.

dime!​

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_
Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.​

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.


— · —​


Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Espero que cuando pinche en PUBLICAR HILO no se me escogorcie todo como en TR.

Gracias por leerme y saludos a todos.
Esperando ya el capitulo 2!
 
Tremendo relato, a la espera estoy del siguiente capítulo.
Es de agradecer el esfuerzo y tiempo empleado, valoro mucho una buena escritura.
 
Tengo preparada una buena provisión de Omeprazol para ayudarle a mi estómago a soportar la insufrible travesía que tendremos que atravesar para ver a este degenerado par de innombrables cometer una de las traiciones más viles que pueda recibir un padre y esposo. :oops:
Este capítulo cumplió bien en la caracterización de los personajes principales, un hijastro adolescente desenfadado, muy aventajado en el sexo, que hasta ahora llevaba una fría y tirante relación con su madrastra que le dobla en edad, en apariencia acostumbrada a lo que sexualmente le brinda su padre, y por un video nota que éste carece de todas las "cualidades" que ha descubierto en su hijo.
La historia funciona bien, tenemos el inicio y conocemos parte del final, nos queda por conocer la experiencia que vivirá cada protagonista de camino a consumar este drama.
Habría preferido un ritmo más pausado en la secuencia de hechos de esta primera entrega, siento que Seneka apresuró demasiado la dinámica entre Cristian y Marta, demolió muros que debieron ser desarmados ladrillo a ladrillo,
No cuadra mucho que en menos de 24 horas un video que "accidentalmente" le compartió de su polla haya eliminado todas las barreras que mantenían la distanciada y resentida relación madrastra-hijastro, terminar hablando de la cantidad de masturbaciones y los momentos ideales para hacerlo, es como acelerar a fondo un Veyron, e ir de de 0-100 en 2,5 segundos.
No conocemos la extensión de este relato, pero si las interacciones siguen tan evidentes y urgentes entre sus principales personajes, es bastante probable que se pierda mucho morbo e intriga erótica antes de que lleguemos al desenlace.:cool:
 
Última edición:

El vídeo​




El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo. Algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién venía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual; ni tan siquiera el negro del Whatsapp. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian, y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.


— · —​


Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como en las películas. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi 20 años, su madre. Marta la había desplazado por completo.


— · —​


Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción y pudor. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, hubo tenido la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho, con pelos en los huevos. Unos huevos oscuros y grandes como su polla. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario tenía por costumbre reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Guarrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_
Lo has visto verdad?​

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_
Si​

Cristian_
Joder, lo siento.​
No pasa nada.​
Q vergüenza he pasado.​
Tranquilo, todo el mundo lo hace​
Ya, pero… q me hayas visto haciéndolo…​

No te mortifiques. Piensa que con ese tamaño, es para estar orgulloso no avergonzado
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Marta, la pareja de su padre; altiva, seria, distante, acababa de adular su polla.

Cristian_
Ah, sí?? T parece grande???​
Marta_
No, es decir, a ver, quería decir q hay mas por lo que sentirse orgulloso q por lo q avergonzarse​
pero… entonces… T parece grande??? Es que… tengo mis complejos, sabes? y q me lo digas me sube la moral.​
Pues si, te lo confirmo, mucho. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla comenzaba a endurecerse. Además de interesante, la conversación se estaba volviendo morbosa.
Cristian_
Eso lo dices por decir. Venga, di la verdad.​

No obtuvo respuesta. Siguió esperando la reacción de ella, pero pasado un rato considerable, ésta parecía haberla zanjado. Se golpeó la frente, arrepentido por haber sido tan torpe. Se sintió como un niñato intentando camelar a la profesora buenorra de clase.

Cristian_
Te llevarías un buen susto cuando abriste el video, no??​

Intentaba retomar la conversación, el morbo era muy fuerte. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_
Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Marta_
Lo q realmente me asustó fue la cantidad de semen. Parecias un volcan.​
Jajaja, tampoco t pases.​
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera eyacular tanto.​
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.​
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….​
T pide que la ensucies de semen?.​
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida​
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.​

Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.​

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?​

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_
creo que no.​

Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.​

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…​

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_
dónde?​
Cristian_
en casa.​
pero dónde?​
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.​

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.​

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde te corres?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.​

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?​

Silencio.

una al día, una a la semana?​

Silencio.

te las haces en la cama o en la ducha?​

De nuevo, silencio.

dime!​

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_
Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.​

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.


— · —​


Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Espero que cuando pinche en PUBLICAR HILO no se me escogorcie todo como en TR.

Gracias por leerme y saludos a todos.
Mmmmmmmmm q morbazoooooooo, esperando leerte ufffff
 
La historia funciona bien, tenemos el inicio y conocemos parte del final, nos queda por conocer la experiencia que vivirá cada protagonista de camino a consumar este drama.
Por lo pronto hay algún cambio, por ejemplo, Andrés no parece ser el padre de Cristina, porque Cristian habla de se lo montan en casa de los padres de ella y en el otro relato no aparecía la madre..
 
Por lo pronto hay algún cambio, por ejemplo, Andrés no parece ser el padre de Cristina, porque Cristian habla de se lo montan en casa de los padres de ella y en el otro relato no aparecía la madre..
Sí, lo sigue siendo, pero hay que llegar primero a su casa para entender cómo está resuelto esto. En el segundo o tercer capítulo se despeja el tema de Cristina y cómo lo he amoldado a este relato.

Quiero recordar que, en un primer momento, este relato era independiente de LCDI incluidos los personajes y nombres. Decidí adaptarlo para dar más morbo a la infidelidad entre los protagonistas.

Como curiosidad, la idea original es de otro autor de TR al que pedí permiso hace muuucho tiempo para publicar mi propia versión. Al final, la parte versionada ha quedado reducido a los tres primeros capítulos y totalmente diluida de como la publicó el. Es decir, que de la historia original apenas ha quedado nada, solo la idea del mensaje enviado a quien no se debía, que a la postre es la razón por la que Cristian comienza a sentir deseos hacia Marta y que da pie al resto de vicisitudes que se me han ido ocurriendo para puñetear a unos y otros.

De momento... sigo atascado en la parte final 😢😢😢
 
Gracias por publicar.

yo aún no lo he leído por dos motivos principales,
uno es por que no sea que me guste demasiado y se me haga aún más larga la espera, jajajaja
y la otra es porque sinceramente Marta y Cristian no me llaman de principio demasiado, la verdad.



en cuanto a la idea me imagino que será la del relato de Mariano que tiene un relato delicioso (aunque ese final....) al respecto
 
Última edición:

El vídeo​




El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo. Algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién venía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual; ni tan siquiera el negro del Whatsapp. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian, y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.


— · —​


Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como en las películas. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi 20 años, su madre. Marta la había desplazado por completo.


— · —​


Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción y pudor. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, hubo tenido la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho, con pelos en los huevos. Unos huevos oscuros y grandes como su polla. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario tenía por costumbre reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Guarrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_
Lo has visto verdad?​

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_
Si​

Cristian_
Joder, lo siento.​
No pasa nada.​
Q vergüenza he pasado.​
Tranquilo, todo el mundo lo hace​
Ya, pero… q me hayas visto haciéndolo…​

No te mortifiques. Piensa que con ese tamaño, es para estar orgulloso no avergonzado
Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Marta, la pareja de su padre; altiva, seria, distante, acababa de adular su polla.

Cristian_
Ah, sí?? T parece grande???​
Marta_
No, es decir, a ver, quería decir q hay mas por lo que sentirse orgulloso q por lo q avergonzarse​
pero… entonces… T parece grande??? Es que… tengo mis complejos, sabes? y q me lo digas me sube la moral.​
Pues si, te lo confirmo, mucho. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​
Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla comenzaba a endurecerse. Además de interesante, la conversación se estaba volviendo morbosa.
Cristian_
Eso lo dices por decir. Venga, di la verdad.​

No obtuvo respuesta. Siguió esperando la reacción de ella, pero pasado un rato considerable, ésta parecía haberla zanjado. Se golpeó la frente, arrepentido por haber sido tan torpe. Se sintió como un niñato intentando camelar a la profesora buenorra de clase.

Cristian_
Te llevarías un buen susto cuando abriste el video, no??​

Intentaba retomar la conversación, el morbo era muy fuerte. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_
Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Marta_
Lo q realmente me asustó fue la cantidad de semen. Parecias un volcan.​
Jajaja, tampoco t pases.​
Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera eyacular tanto.​
Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.​
Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​
No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….​
T pide que la ensucies de semen?.​
No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida​
Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_
Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.​

Marta_
Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.​

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_
quieres ver cómo me corro en su cara?​

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_
creo que no.​

Cristian_
si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.​

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_
cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_
teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…​

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_
dónde?​
Cristian_
en casa.​
pero dónde?​
pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.​

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_
es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.​

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_
y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde te corres?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_
sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.​

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_
y tú, cuantas pajas te haces?​

Silencio.

una al día, una a la semana?​

Silencio.

te las haces en la cama o en la ducha?​

De nuevo, silencio.

dime!​

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_
Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_
lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.​

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.


— · —​


Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Espero que cuando pinche en PUBLICAR HILO no se me escogorcie todo como en TR.

Gracias por leerme y saludos a todos.
Morboso relato
 
uno es por que no sea que me guste demasiado y se me haga aún más larga la espera, jajajaja
y la otra es porque sinceramente Marta y Cristian no me llaman de principio demasiado, la verdad.



en cuanto a la idea me imagino que será la del relato de Mariano que tiene un relato delicioso (aunque ese final....) al respecto
Insisto en que el relato iba a ser independiente. Infidelidad pura y dura en otro contexto. Tómalo como que no son ellos dos (de hecho, así iba a ser).
 

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