berserk37
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El árbol no nos deja ver el bosque
Me llamo Carlos, ostento un pequeño estudio de arquitectura junto a mi padre y hermana, cada uno tiene su rol, mi padre es el ingeniero y alma de esta empresa, gracias a su buen hacer durante toda su vida laboral se ha granjeado una reputación que nos ha permitido tener buenos clientes. Mi hermana no se queda atrás, es diseñadora de interiores y una de las mejores, en mi caso me dedico a la dirección gracias a que estudie empresariales.
La verdad es que el estudio nos va bien, nos da para pagar todas las facturas y los sueldos. Los años no pasan en balde y mi padre se estaba acercando a ese momento de su vida que tanto temía la jubilación. Sentía devoción por su trabajo, siempre he pensado que estaba casado con su trabajo y nuestra madre era su amante.
Ella bromeó con eso en muchas ocasiones, mi padre refunfuñaba algo y ponía cara seria, pero solo bastaba un abrazo de mi madre para que se le pasaran todos los males. La vida nos dio el primer golpe hace dos años, una noche mi madre se metió a dormir para no despertar nunca más. Según el médico que vino a certificar su defunción no sufrió en absoluto, eso no fue un consuelo para ninguno, pero sobre todo para mi padre.
Jamás he visto sufrir tanto a alguien, mi hermana Sara y yo lo estábamos pasando fatal, queríamos con locura a nuestra madre, pero en el caso de mi padre era como si le hubieran atado una ancla en el pie y lo hubieran arrojado al abismo. Lo único que lo mantenía vivo era la arquitectura y poder trabajar al lado de sus hijos, no nos separamos de él en ningún momento, pero toda esa pena le empezó a pasar factura.
Años atrás en un chequeo le habían detectado un problema coronario, le pusieron tratamiento y parecía que estaba controlado, pero desde la muerte de mi padre su corazón se fue deteriorando. No lo decía, pero estoy seguro de que lo que más deseaba era volver junto ella, nos quería con locura que nadie se lleve a engaño, pero lo que sentía por nuestra madre era devoción. Mi hermana y yo éramos mellizos, por lo cual teníamos la misma edad.
Mi hermana tenía dos amigas, una se llamaba Astrid y la otra Tania, las dos estudiaban arquitectura, me llevaba muy bien con las dos, pero la que a mí siempre me llamo más la atención fue Tania, todos decían que Astrid era más guapa, pero en conjunto Tania era más explosiva. Para cuando ocurrió la muerte de mi madre yo llevaba saliendo con Tania un año. Mi padre acogió a las dos como sus pupilas, viéndolas como un futuro reemplazo para él, Astrid y mi padre conectaron desde el primer momento su idea de la arquitectura y su forma de trabajar eran idénticas, los dos sentían devoción por ella; sin embargo, Tania se movía por el lucimiento personal y eso era algo que mi padre detestaba.
Tania diseñaba los edificios para lucirse, sin tener en cuenta la necesidad de sus futuros inquilinos, Astrid era diferente, sus diseños, eran accesibles, cómodos y cálidos. Mi padre intentó muchas veces razonar con Tania, pero esta era como era y terminaban discutiendo. Yo estaba tan enamorado de ella que era incapaz de ver sus defectos, a mis ojos era perfecta, no hay más ciego que el que no quiere ver.
Fue Astrid la que estuvo al lado de mi hermana y de mí cuando nuestra madre murió, Tania también estaba, pero de una forma mucho más fría, mientras Astrid cancelaba todos sus compromisos cada vez que nos veía mal a cualquiera de los dos, Tania lo hacía de vez en cuando y ya cuando veía el rostro de reproche que Astrid solía ponerle. Sabía que Astrid estaba enamorada de mí, pero yo en esos momentos no podía corresponderla, sabiendo el daño que le estaba haciendo aunque fuera de forma involuntaria me estaba matando.
Al final paso lo que tenía que pasar, Astrid se quedó a nuestro lado hasta que vio que tanto mi padre, mi hermana y yo empezábamos a mejorar. Entonces llego el momento de curarse ella, con todo el dolor de su corazón se marchó a otra ciudad a terminar sus estudios, desde la muerte de mi madre que no veía a mi padre llorar tanto, para él, Astrid paso a ser una hija más. Nunca me dijo nada, pero sé que pensaba que de haberme enamorado de Astrid que diferentes hubieran sido las cosas, pero en el corazonada no se manda y el mío latía por Tania.
Al final fue Tania la que se quedaría el asiento de mi padre cuando este dejara el estudio, tengo que reconocer que la actitud de Tania cambio, dejándose aconsejar por mi padre y haciéndole caso, aunque lo de lucirse era superior a sus fuerzas, pero por lo menos los dos se empezaron a llevar mejor. Entonces llego nuestra oportunidad, el ayuntamiento saco a concurso una urbanización de protección oficial.
Mi padre y Tania se pusieron manos a la obra, yo me reuní con el ayuntamiento para que nuestro estudio entrara en ese concurso. Si os soy sincero veía pocas posibilidades de que ganáramos y no porque mi padre y Tania no estuvieran a la altura, pero otro de los estudios que presento su candidatura no era trigo limpio, se rumoreaba que utilizaba malas artes para ganar los concursos. De hecho el saber que este estudio participaría hizo que muchos otros dejaran de participar en la puja.
Mi padre dijo que a las malas artes se les combatía con la honradez, pensaréis que era un ingenuo, pero él creía en eso de verdad. Mi padre creó con la ayuda de Tania un proyecto verdaderamente increíble, otro problema de mi padre era que no desconfiaba de nadie una vez adquiría confianza con esa persona. Esa fue nuestra perdición, la mañana en la que teníamos que presentar el proyecto Tania no se presentó en el estudio, después de llamarle un par de veces me mando un WhatsApp diciéndome que nos esperaba en el ayuntamiento que tenía una sorpresa para mí.
Un sudor frío recorrió todo mi cuerpo, tenía una muy mala sensación, mi padre cogió su portátil y nos personamos allí, nosotros seriamos los penúltimos en presentar el proyecto y el estudio de las malas artes sería el último. En total seriamos cinco estudios, los primeros tres presentaron unos proyectos muy sólidos, cualquiera de ellos podía ganarnos, pero veía una gran confianza en los ojos de mi padre, confiaba plenamente en el proyecto que había creado. El problema vino cuando encendió el portátil y comprobó que el proyecto no se encontraba en él. De hecho todo había sido borrado.
Os podéis imaginar quien presento nuestro proyecto, lo habéis adivinado, la empresa corrupta, y para ser más sangrante fue Tania quien lo presento como su nueva incorporación. Ninguno de los tres podíamos creer lo que estaba ocurriendo, mi padre intento por todos los medios demostrar que ese proyecto nos pertenecía, pero la verdad era que en su portátil no había ninguna evidencia de que se hubiera realizado tal proyecto.
Tania se encargó de ello, si las miradas mataran, la verdad es que ella en todo momento procuro que su mirada no se cruzara con la mía. Mi padre cada vez tenía peor aspecto entonces mi hermana me cogió del brazo.
- Carlos tenemos que llevar a papa a un hospital–dijo Sara–. ¡Vamos deja de mirar a Tania y reacciona!
- Tienes razón–dijo Carlos–. Iré a por el coche.
Conduje lo más rápido que pude, papa cada vez estaba más pálido y le costaba mucho esfuerzo respirar, en cuanto llegamos al hospital lo metieron directamente a quirófano, según parecía a mi padre le acababa de dar un infarto. Otra vez estábamos pasando por lo mismo, Sara lloraba amargamente, pero a mí no me salían ni las lágrimas. Lo único que sentía era la ira crecer dentro de mí, un doctor se acercó para decirnos que la operación dudaría unas cuantas horas, también nos comunicó que una vez terminaran la operación vendrían a hablar con nosotros. Levante a Sara del asiento y me la lleve a la cafetería.
Pedí dos tilas bien cargadas nos vendría bien a los dos.
- ¿Qué hemos hecho mal en esta vida?–pregunto Sara–. Primero, mamá y ahora papá.
- No hemos hecho nada malo hermana–dijo Carlos–. Papa y mamá eran buenas personas, siempre se portaron bien con todo el mundo.
Esa era la verdad, nuestros padres siempre estaban dispuestos a echar una mano sin pedir nada a cambio, tenía un mal presentimiento, pude verlo en su cara cuando fue consciente que Tania se la había jugado. Algo se rompió dentro de él, Tania nunca le cayó bien a diferencia de Astrid, pero dio su brazo a torcer por mí, porque yo se lo pedí. No podía evitar sentirme en parte culpable, por mi ceguera, por mi negativa a darme cuenta de que Tania nunca me había querido, utilizándome para su beneficio.
Volvimos a la sala de espera, Sara se sentó con la mirada perdida, estaba muy unida a nuestro padre, si al final pasaba lo peor, sería devastador para mi hermanita. A mí me sostenía todo el odio y rabia que recorrían todo mi cuerpo. Salí al pasillo para llamar a Astrid, ella quería mucho a nuestro padre también sería un duro golpe para ella.
- Carlos, ¿va todo bien?–pregunto Astrid–. ¿Estáis todos bien?
- A mi padre le ha dado un infarto–dijo Carlos–. Lo están operando en estos instantes.
- Ahora mismo voy para allí–dijo Astrid.
No pude decirle nada más, pues colgó la llamada, como dijo vino en un santiamén, solo le bastó ver mi rostro para que las lágrimas empezaran a descender por el suyo. Según se plantó delante de mí me abrazo con mucha fuerza mientras me decía lo mucho que lo sentía. La cosa fue todavía peor cuando vio el estado en el que se encontraba mi hermana, Astrid se sentó a su lado abrazándola. Sara al ver a su mejor amiga no pudo evitar ponerse a llorar otra vez.
La noche se hizo eterna, pero con los primeros rayos de sol dos doctores vinieron a hablar con nosotros, la operación había sido un éxito, pero todavía no se encontraba fuera de peligro. Lo llevarían a la UCI para tenerlo en observación.
- ¿Dónde está Tania?–pregunto Astrid–. ¿Por qué no ha venido?
- ¡Tania nos ha traicionado!–dijo Carlos–. ¡Lo que no sé todavía es porque!
En la UCI solo podía estar un familiar y media hora como mucho, le dije a Sara que entrara ella, ahora lo que nuestro padre necesitaba era tranquilidad y mi estado de ánimo lo único que podía acarrear era todo lo contrario. Una vez que paso esa media hora los tres salimos del hospital, lleve a mi hermana a casa para que pudiera descansar, yo también tendría que hacerlo, pero no tenía sueño, entonces Astrid me dijo que iríamos a una cafetería, tenía mucho que explicarle.
- Antes de nada Astrid–dijo Carlos–. ¿Cómo has llegado tan rápido si estabas en otra ciudad?
- Sigues evadiendo la pregunta–dijo Astrid–. De acuerdo contestaré a tu pregunta, pero después tú me contarás lo que ha pasado.
Asentí con la cabeza, Astrid había venido sin decirnos nada a ninguno, nos quería dar una sorpresa, pero sobre todo quería estar presente cuando mi padre expusiera el proyecto que había creado, como era un desastre perdió el tren que la iba a traer retrasando el viaje unas horas. No estaría para escuchar el discurso, pero sí para felicitar a su mentor, entonces recibió mi llamada cuando estaba saliendo de la estación para ir al ayuntamiento.
- Por eso he llegado tan rápido al hospital–dijo Astrid–. Si te has quedado satisfecho con mi respuesta, yo sigo esperando la tuya.
Tome aire, le empecé a contar que mi padre entendió perfectamente la decisión que ella había tomado, por lo cual decidió que fuera Tania quien lo ayudara con el proyecto postulándose para ser su sucesora, no era lo que mi padre quería, pero así se habían dado las cosas, pero ocurrió algo que lo sorprendió. Tania empezó a escuchar los consejos de mi padre, empezando a dejar a un lado ese lucimiento personal que tanto buscaba.
La verdad es que eso hizo que la relación entre los dos mejorara y mi padre empezara a pensar que tal vez la opción de Tania no era tan errónea después de todo. Mi padre decidió que fuera Tania quien presentara el proyecto, era algo en lo que tendría que coger soltura, ella nos dijo que se quedaría un rato más por la noche para prepararlo mejor. Al final todo ese comportamiento de Tania resulto ser un espejismo, Tania aprovecho esa noche para copiar todo el proyecto y borrarlo del portátil de mi padre sin dejar rastro de él.
- Cuantas veces le dije a tu padre que haría copias de seguridad–dijo Astrid–. De esa manera podría haber demostrado que el proyecto era suyo.
- Ya sabes como es– dijo Carlos–. Es demasiado confiado.
- Como otro que yo me sé–dijo Astrid.
- Bueno, bueno–dijo Carlos–. Nunca me dio motivos para desconfiar de ella.
- Dejemos el tema–dijo Astrid–. ¿Qué ha ocurrido con el proyecto?
- Tania ha sido contratada por el estudio de Santos–dijo Carlos–. Han presentado el proyecto como si fuera de ellos.
- ¿El estudio de Santos?–dijo Astrid–. ¡En que está pensando esta majadera!
- Tengo que hablar con ella–dijo Carlos–. Necesito saber el porqué de su proceder.
La mirada de Astrid me lo decía todo, todo se debía a la ambición desmedida de Tania, una ambición que la llevaría a hacer cualquier cosa por conseguir su meta, pero necesitaba escucharlo de su boca. Astrid conseguía tranquilizarme, a su lado sentía paz, dejamos el tema de Tania me empezó a contar como le iba en su nueva universidad, lo mucho que nos echaba de menos a todos, pero sobre todo lo mucho que echaba de menos trabajar al lado de mi padre.
Saber que su mentor estaba en la UCI la entristecía mucho y tenía que hacer esfuerzos sobre humanos para no empezar a llorar. Una vez terminados los cafés llevé a Astrid a su casa y después puse rumbo a la mía. Cuando estaba abriendo la puerta del portal vi acercarse al cartero, preguntándole si tenía alguna carta para nosotros, se puso a inspeccionar el taco de cartas que traía y me contesto que sí que tenía una a mi nombre. Después de darle las gracias y despedirme de él subí directo a casa, Sara se había tumbado un rato, al entrar en su cuarto pude comprobar que dormía plácidamente, le vendría bien, venían días duros y teníamos que estar preparados. Sé que yo también tenía que descansar, pero no podía quitarme la traición de Tania de la cabeza.
¿Tan ciego había estado para no ver que Tania jamás me había amado?, mire el sobre que tenía en la mano, algo me decía que de ese sobre no saldría nada bueno. Lo abrí y dentro había un pendrive, lo coloque en mi portátil y clique en el único archivo que traía, era un archivo de video. Ese archivo certificó que Tania jamás me había amado, solamente fingió hacerlo para poder acercarse a mi padre.
En el video aparecía Tania a cuatro patas siendo follada salvajemente por un hombre al que no se le veía la cara y su voz estaba distorsionada. Tania tenía los ojos en blanco, una expresión de máximo placer que jamás le había visto, apreté tan fuerte la mano que tenía sobre el ratón que este término por romperse. Al romperse el plástico me provoco una pequeña herida en la palma de mi mano, no parecía muy grave, pero sangraba lo suficiente para terminar poniendo la mesa y el sofá perdidos.
Llore, llore amargamente, todas las lágrimas que se habían negado a salir hasta ese momento brotaron con una intensidad inusitada. No me di cuenta de que mis llantos habían despertado a mi hermana que miraba la pantalla horrorizada.
- ¿Esa del videos es Tania?–dijo Sara–. Después de tantos años es como si no la conociera.
- Yo siento lo mismo, Sara–dijo Carlos–. Nos ha utilizado y voy a preguntarle el porqué hacer tanto daño de forma gratuita.
Sara se sentó a mi lado abrazándome, con el sonido de nuestros llantos como hilo musical. Nos metimos en la cama, no lo hacíamos desde que éramos unos críos, pues ninguno de los dos quería estar solo en ese momento, los dos nos tiramos horas mirando al techo uno al lado del otro. El cansancio acumulado hizo mella en Sara que se volvió a dormir, pero yo no podía, cada vez que cerraba los ojos me venían imágenes de Tania follando con ese otro tío, también de papá en el hospital con tubos por todos lados.
Por la tarde Astrid vino a hacernos compañía, pusimos una película que ninguno de los tres vio, Astrid decidió quedarse a dormir con nosotros y preparo algo ligero para cenar, la verdad es que no tenía mucha hambre, pero me forcé a comer algo, ya que llevaba desde el día anterior sin probar bocado, mi cuerpo lo agradeció. Las chicas decidieron ir a dormir, yo me quede pensando en como afrontaría la conversación que tendría al día siguiente con Tania, me presentaría en su casa para pedirle explicaciones.
La realidad es que no necesitaba esas explicaciones, porque tenía muy claro lo que había pasado, pero necesitaba escucharlo de su propia boca y poner punto y final a una relación que al final había terminado siendo una mentira. Para cuando me di cuenta los primeros rayos del sol empezaron a entrar por la ventana, me encontraba tumbado en el sofá mirando al techo, decidí levantarme preparar café y darme una ducha.
La ducha me vino muy bien para despejarme y relajar mi espalda que estaba dolorida de estar en la misma postura durante horas. Entre en mi habitación haciendo el menor ruido posible, Astrid se había quedado dormida encima de mi cama, decidí taparla con una manta calentita. Al sentirla sobre ella se arrebujó apareciendo una gran sonrisa en su rostro. La miré dormir por última vez antes de cerrar la puerta, la verdad es que estaba preciosa.
Una vez en la cocina me preparé un café bien cargado y me dispuse a ir a casa de Tania, desde casa hasta su casa se tardaba un cuarto de hora en coche, al ser la primera hora de la mañana de un sábado seguramente tardaría menos. Durante el trayecto estuve meditando lo que le diría y como se lo diría, pero al final la decisión fue dejarme llevar por el momento. Me costó un rato aparcar, pero por suerte encontré un hueco donde meter mi coche, entraba justo, pero entraba. Una vez en la puerta toque el timbre y espere que Tania viniera a abrirla tardando menos de lo esperado.
Al abrir la puerta y verme allí abrió los ojos como platos, se apartó de la puerta para dejarme pasar.
- ¿Por qué Tania?–pregunto Carlos–. ¿Por qué este daño gratuito?
- Nunca fue mi intención haceros daño–dijo Tania–. Tienes que creerme.
- No cuela–dijo Carlos–. Toma este pendrive, deberías echar un ojo a su contenido.
Tania encendió su portátil y enchufo el pendrive, en su interior había un archivo de video, no tardo en llevarse las manos al rostro, no parecía alegrarse de lo que sus ojos estaban observando y juraría que sentía una gran vergüenza, pero ya no me podía fiar de ella, no después de lo que nos había hecho.
- Crees que después de haber tenido que soportar estas imágenes, ¿puedo fiarme de tu palabra?–dijo Carlos–. He estado ciego demasiado tiempo, pero la venda ya se me ha caído.
- Carlos, no tenías que haberte enterado de esto–dijo Tania–. Me prometió que no te enterarías.
- ¿Crees que estas imágenes son lo que más me ha dolido?–pregunto Carlos–. Estas imágenes son la prueba de que nunca me has querido.
- ¡Eso no es verdad!–dijo Tania–. Yo te quería.
- ¡No sigas mintiendo!–dijo Carlos–. Tu única intención era la de utilizarme para llegar a mi padre.
- Eso que dices fue al principio, no lo voy a negar–dijo Tania–. Pero después mis sentimientos hacia ti cambiaron.
- Eso ya da igual Tania, como te he dicho esto no es lo que más me ha dolido–dijo Carlos–. Desde que murió mi madre, la arquitectura es lo único que le ha dado fuerzas a mi padre para seguir viviendo y eso es lo que tú le has arrebatado.
- Tu padre es el mejor arquitecto del país, pero no tiene ambición–dijo Tania–. Santos me prometió que en su estudio me haría un nombre y sería famosa.
- ¿Y tú creíste a Santos?–pregunto Carlos–. ¿Crees de verdad que dejara que firmes tus proyectos?, los firmara él y él será quien se lleve todo el mérito.
- Astrid era la favorita de tu padre, yo no fui más que el segundo plato–dijo Tania–. Me eligió por falta de opciones.
- En eso te voy a dar la razón, Astrid ve la arquitectura con los mismos ojos de mi padre–dijo Carlos–. Ibas a ser tú la que presentara el proyecto, ese proyecto iba a llevar tu firma.
- ¡No te creo!–dijo Tania–. Tu padre no me hablo de ninguna firma.
- Era una sorpresa que tenía guardada para cuando terminara la presentación–dijo Carlos–. Pero la sorpresa nos la llevamos nosotros.
- Carlos yo...–dijo Tania.
- Déjalo Tania–dijo Carlos–. El daño ya está hecho.
- Yo no quería, pero me puso dos exigencias–dijo Tania–. Una era entregarle mi culo y la segunda llevarle el proyecto, si cumplía él me concedería mi sueño.
- Has firmado un pacto con el diablo–dijo Carlos–. Tarde o temprano ese pacto se volverá contra ti.
- Carlos...–dijo Tania.
- El daño es irreparable Tania–dijo Carlos–. De aquí en adelante olvídate de que existimos.
Tania miró su dedo, en él llevaba el anillo de compromiso que le regale meses atrás, nuestra intención era casarnos ese mismo verano después de que terminara la carrera. Siendo consciente que eso jamás ocurriría se lo quito y me lo devolvió con lágrimas en los ojos. Esas lágrimas no me afectaron en absoluto, sus acciones habían llevado a mi padre a la UCI donde se encontraba luchando entre la vida y la muerte, no contenta con eso había pisoteado el amor que yo le procesaba.
No sabía que haría con ese anillo, podía devolverlo a la tienda donde lo compre o tirarlo, estaba convencido de que la conversación con Tania haría que me sintiera mejor, pero no había sido así. Mi relación con Tania ya estaba rota y enterrada, ahora quedaba cuidar de mi padre y sacar adelante el estudio, sin arquitecto lo íbamos a tener muy complicado. Astrid tuvo que volver a su nueva ciudad, no podía faltar a más clases si quería terminar la carrera ese año, nosotros entrevistamos a algunos arquitectos, pero ninguno podía darnos lo que hizo tan especial a nuestro pequeño estudio familiar.
Pensamos en Astrid, pero al no haber terminado la carrera no podía ejercer de arquitecta, tendríamos que aguantar hasta que terminara. Astrid era la única que podía devolver el brillo al estudio, por suerte mi hermana era una de las mejores decoradoras de interiores de la ciudad y en ese sentido el trabajo no nos faltó. No se ganaba tanto como con los proyectos, pero nos daba para pagar las facturas.
Astrid y yo empezamos a hablar todos los días, yo me quedaba hasta muy tarde en el estudio haciendo números para que todo cuadrara. Sabiendo eso ella me llamaba todas las noches a la misma hora y me recordaba que tenía que cenar, la verdad es que muchas noches se me olvidaba. Noche tras noche conseguía sacarme una sonrisa y sin yo darme cuenta algo empezó a cambiar dentro de mí.
Mi padre luchó durante seis meses, pero el infarto había dejado unas secuelas demasiado grandes en su corazón, que no pudo superar. El golpe fue durísimo, perder a nuestra madre fue duro, pero teníamos a nuestro padre que como podía lidiaba con su dolor, pero nos daba fuerzas para seguir adelante, pero ahora no teníamos a nadie, la casa cada vez se hacía más pequeña igual que el estudio, era como si las paredes se fueran acercando a nosotros cada día que pasaba hasta que nos terminaran aplastando.
Fue Astrid la que vino a salvarnos y vaya si lo hizo, fue nuestro faro, nos azuzó día tras día hasta que volvimos al estudio a hacer una vida más o menos normal, nos obligó a ir a terapia para que nos dieran herramientas para poder lidiar con el dolor. Todavía recuerdo cuando vino el de la funeraria para hacer todo el papeleo, Sara y yo estábamos en shock todavía sin poder creernos que nuestro padre hubiera muerto. Astrid fue la que se encargó de todo, se encargó del papeleo del tanatorio, del entierro y del funeral, también de hablar con los abogados por lo de la herencia, le debíamos tanto que tendríamos que ser inmortales para poder devolverle el favor que nos había hecho.
Astrid se esforzó más que nunca y en seis meses ya era una arquitecta con matrícula de honor. Todavía puedo recordar la cara de felicidad de Astrid cuando obtuvo el número de colegiada, ya podía firmar sus proyectos y estaba llena de esperanza y energía. Los principios nunca son fáciles, ninguno quería trabajar con una arquitecta con escasa experiencia y encima mujer. Eso en vez de hundir a Astrid le dio más fuerza.
Hizo un proyecto por cada obra de la ciudad, no gano, de hecho no la tuvieron en cuenta en ninguna ocasión, eso nos llevó al punto que más miedo nos daba, cuando las facturas pasaron a ser más elevadas que el dinero que ganábamos. Una tarde quedamos en el estudio para tomar una decisión, seguir adelante con el riesgo de endeudarnos de por vida o cerrar ahora que podíamos hacernos cargo de las deudas.
Ninguno quería tomar esa decisión, ese estudio lo levanto desde cero nuestro padre, para Sara y para mí cerrarlo era como si nos arrancaran una parte de nuestro cuerpo. Viendo que ni mi hermana ni yo tomaríamos esa decisión, Astrid se dispuso a hablar, entonces el timbre de la entrada sonó. Sara fue a ver quien era. Volvió a la sala de reuniones con un hombre más o menos de la edad de nuestro padre.
- Perdonad, estoy buscando a Arturo–dijo el cliente–. Años atrás creo un proyecto para un amigo mío que me dejo muy impresionado.
- Lo siento, mi padre murió hace poco–dijo Sara–. Pero tal vez podamos ayudarte.
- Mis condolencias–dijo el cliente–. Tal vez lo mejor es que me vaya.
- ¿Qué clase de proyecto está buscando?–pregunto Astrid–. Tal vez podamos hacer algo.
El cliente se dio la vuelta y le gusto lo que vio reflejado en el rostro de Astrid, se sentó en la mesa de la sala de reuniones y saco algunos planos. Nos contó que era dueño de algunas de las discotecas más famosas del país, pero había llegado un momento de su vida que lo único que le apetecía era pasar el tiempo que le quedaba junto a su esposa y disfrutando de sus nietos. Había comprado unos terrenos junto a un acantilado que le había parecido perfectos para ello, pero necesitaba una casa a su altura y todos le habían recomendado que acudiera a nuestro padre.
- Hagamos una cosa–dijo Astrid–. Usted me da la oportunidad de hacer el proyecto, sin ningún compromiso y sin costo alguno de no gustarle, ¿trato hecho?
- Trato hecho chiquilla–dijo el cliente–. Algo me dice que me vas a sorprender.
El cliente se fue muy satisfecho, la apuesta de Astrid era arriesgada, de no gustarle el proyecto que Astrid iba a presentar acarrearía el cierre definitivo del estudio, pero en honor a la verdad tampoco teníamos más opciones. Si alguien podía conseguirlo era ella, sus ojos brillaban, si en algo eran dos calcos mi padre y Astrid era en entender lo que los clientes querían. Por eso mi padre se había hecho un nombre, él escuchaba lo que el cliente deseaba, nada de florituras ni egos, simplemente creaba el proyecto perfecto para cada cliente, algo dentro de mí me decía que Astrid sabia perfectamente lo que el cliente deseaba y lo sorprendería. Durante los siguientes dos meses Astrid trabajo como si no hubiera un mañana, pero siempre con una preciosa sonrisa en el rostro, todas las noches solía pasarme un rato observándola mientras trabajaba, durante ese tiempo mi corazón se aceleraba, mis manos sudaban y sentía como si tuviera mariposas en el estómago. Me había enamorado de Astrid y me daba miedo a volver a sufrir, sabía que Astrid no era Tania, eran como el día y la noche, pero Taina me dejo una cicatriz muy profunda, mayor de la que me gustaba reconocer.
Fue Sara quien me dio el empujón definitivo para que me armara de valor, Astrid era como yo, cuando nos involucramos en un trabajo se nos olvidaba hasta comer, noche tras noche empecé a llevarle la cena y cenábamos los dos juntos. Pude ver en la expresión de Astrid lo mucho que le había gustado ese gesto. Durante la cena no paro de mirarme y sonreírme, me estaba poniendo muy nervioso.
Astrid era consciente de ello y parecía gustarle, noche tras noche se repitió la misma escena hasta que decidí que de esa noche no pasaba, compre el sushi que tanto le gustaba, al verlo Astrid sabia que esa noche iba a ser algo especial, degusto el sushi con su característica sonrisa, yo empecé a desabrocharme la corbata, me temblaba todo el cuerpo, pero me dije que ahora o nunca.
- Astrid, por fin te veo–dijo Carlos–. Hasta ahora los árboles no me dejaban ver el precioso bosque que tenía delante de mí.
Astrid se me quedo mirando, pensé que había metido la pata hasta el cuello y que ella ya no sentía lo mismo por mí, no podía culparla, no podía esperar que esperara eternamente por mí. De repente Astrid salto sobre mí cayéndonos los dos al suelo, su rostro a escasos centímetros del mío, volvió a sonreírme.
- Ya era hora hombre–dijo Astrid–. Eres el amor de mi vida y me acabas de hacer la mujer más feliz del mundo.
Empezamos a besarnos apasionadamente, para cuando nos dimos cuenta casi estábamos desnudos, pero algo nos detuvo, este estudio era como el Sancta Sanctórum de mi padre y los dos sentimos que sería fallarte el respeto, nos volvimos a vestir. Cerca del estudio había un hotel, era caro, pero me dio igual, al día siguiente seguiría estando igual de arruinado, pero sería una persona feliz. Tuvimos que hacer esfuerzos sobre humanos para no empezar a besarnos dentro del ascensor, una vez en nuestra planta corrimos para abrir la puerta.
Me temblaban tanto las manos que era incapaz de meter la lleve electrónica en la cerradura, Astrid me ayudo poniendo sus cálidas manos sobre las mías. Una vez abrimos la puerta dimos rienda suelta a nuestros instintos, tenía unos glúteos duros como la piedra, los cogí pegando su espalda contra la puerta de la habitación, Astrid rodeo mi cintura con sus piernas y pasando sus brazos por detrás de mi cuello me metió la lengua hasta las amígdalas.
No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero lo que tenía claro era que no me cansaba de besar esos labios. Astrid separó mis labios de los suyos mientras posaba su manos sobre mi polla por encima del pantalón. La tenía tan dura que creía que los rompería y sentir las caricias de Astrid hicieron que esa dureza se atenuase. Mientras ella hacia eso yo aparte su tanga a un lado y le metí tres dedos en su encharcado coñito. Pensaba de verdad que yo llevada la iniciativa, pero para cuando me di cuenta Astrid había conseguido meter su mano en mis pantalones y me estaba masturbando con una carencia que me estaba matando de gusto.
Los dos terminamos en un atronador orgasmo, de no estar Astrid apoyada contra la puerta nos hubiéramos caído al suelo. Estuvimos durante un rato recuperando el aliento mientras nos besábamos. Cogí a Astrid en brazos, llevándola hasta la cama donde pude ver como se desnudaba contorneando su cuerpo para el deleite de mis ojos. Astrid tenía el cuerpo más bonito que hubiera visto en mi vida, cuerpo que siempre disimulaba con la ropa que llevaba, ella siempre decía que quería que la valoraran por su trabajo no por su cuerpo, este estaba reservado para el hombre de sus sueños y mirad por donde el afortunado era yo, aunque poniéndome a pensar en lo mucho que tuvo que sufrir por mi culpa no sabía si me lo merecía.
Usando mi corbata como látigo me dio un suave golpe en mi rostro que me devolvió a la realidad, una realidad que no podía ser mejor, tenía a la mujer más hermosa del mundo desnudándome mientras me miraba con esos ojos llenos de deseo, una vez tuvo mi polla liberada y lista para el siguiente asalto se la metió en la boca. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, me había corrido hace poco y ya me tenía al borde del orgasmo otra vez, además esa mirada que me echaba cada vez que levantaba la cabeza no ayudaba.
El placer que estaba sintiendo era indescriptible, llegando a un punto donde no aguante más y avise a Astrid que me venía. De un rápido movimiento se metió mi polla hasta la garganta tragándose toda mi corrida que fue abundante. Mientras se relamía se subió sobre la cama abriendo esas largas piernas que tenía enseñándome su coñito hinchado y brillante, no me hice de rogar introduciendo mi lengua en su caliente coñito empezando a jugar con su clítoris. Los gemidos de Astrid eran cada vez más fuertes, yo seguía disfrutando de un postre que me hubiera pasado toda la noche degustando.
La corrida de Astrid me cogió de improvisto y casi me ahogo, pero la verdad sea dicha que no pude contenerme y empecé a relamerme como momentos antes hizo ella. Astrid empezó a moverse hasta colocarse en la mitad de la cama con las piernas abiertas invitándome a penetrarla. Cosa que hice sin hacerme de rogar, en ese instante empezó un baile entre nuestros cuerpos que nos llevó al éxtasis, cogiéndonos de las manos acerque mi boca a su oído para decirla lo mucho que la quería recibiendo un profundo suspiro como respuesta mientras los dos alcanzábamos un orgasmo atronador que nos dejó destrozados, pero muy satisfechos.
Los dos nos quedamos mirando al techo mientas escuchábamos la respiración agitada del otro, entonces Astrid se subió encima de mí, cruzando sus brazos sobre mi pecho con una preciosa sonrisa en el rostro.
- ¿Te arrepientes?–pregunto Astrid.
- Para nada–contesto Carlos–. ¿Y tú?
- Como me voy a arrepentir–dijo Astrid–. He esperado esto toda mi vida.
Me dio un tierno beso en mis labios, tapándonos a los dos con el edredón. No tardamos en quedarnos dormidos, la mejor noche de mi vida, pensé que después de la traición de Tania y la muerte de mi padre jamás volvería a ser feliz, pero ahí estaba Astrid para demostrarme lo contrario. Los rayos de sol que entraban por la ventana me despertaron, al abrir los ojos tenía a Astrid tumbada a mi lado mirándome mientras dormía.
Nos dimos una ducha rápida y salimos para el estudio, parando por el camino a desayunar. Mi hermana ya se encontraba en el estudio y puso una gran sonrisa al vernos entrar con la misma ropa del día anterior, cada uno se metió en su despacho, todos teníamos ropa para cambiarnos por si acaso.
Tocaron la puerta de mi despacho, era mi hermana, diciéndole que ya podía entrar.
- Veo que te has tomado al pie de la letra lo de armarte de valor hermanito–dijo Sara–. Me alegro muchísimo.
- Yo también me alegro–dijo Carlos–. Astrid es una mujer increíble.
Sara empezó a reírse mientras salía de mi despacho, Vi como se metía en el despacho de Astrid para hablar y esta la echaba entre risas. Durante dos meses Astrid le fue dando forma al proyecto y ya lo tenía listo. Cuando nos lo enseñó, Sara y yo nos quedamos con la boca abierta, era increíble, según nos comentó le quedaban un par de flecos, pero que en un par de días podríamos llamar al cliente para mostrarle el proyecto y ver si le gustaba.
El cliente cuyo nombre era Anselmo llego puntual como un reloj suizo, Sara y yo estábamos muy nerviosos, esta sería nuestra última oportunidad; sin embargo, Astrid demostraba una confianza total en el proyecto que había creado. Llevamos a Anselmo a la sala de reuniones donde Astrid le fue presentando el proyecto. Anselmo se quedó con la boca abierta, no era para menos, La casa que Astrid había creado no disminuía la belleza del entorno, más bien la aumentaba.
Anselmo nos pidió un segundo, tenía que hacer una llamada, cuando volvió nos comentó que había llamado a su mujer para que viniera a ver la que sería su nueva casa. Según Anselmo su mujer al principio le acompañaba, pero dejo de hacerlo cuando se cansó de ver proyectos fríos donde los arquitectos creaban edificios con pendientes imposibles donde primaba su lucimiento personal.
Su mujer no tardó en llegar, cuando entro en el estudio se le veía bastante escéptica, eso, cambio cuando vio el proyecto de Astrid, llevándose las manos a la boca mientras las lágrimas de emoción recorrían su rostro.
- Esto es increíble–dijo la mujer–. Ni en mis mejores sueños me había imaginado algo así.
- Me alegro de que les haya gustado–dijo Astrid–. Si quieren algún cambio o desean que añada algo díganlo sin miedo.
- No hace falta chiquilla–dijo la mujer–. Es perfecto tal como esta, ¿tú que opinas querido?
- Opino exactamente lo mismo–dijo Anselmo–. Este donde este, Arturo estará orgulloso de su aprendiz.
Esas palabras emocionaron a Astrid, no decía nada, pero los últimos meses fueron duros para ella, trabajando durante jornadas maratonianas en el despacho de mi padre, rodeada de recuerdos del hombre que era como un padre para ella y que jamás volvería a ver entrar por esa puerta. Al final todo había salido bien, Anselmo y su mujer salieron del estudio muy contentos, pero no antes de darnos unas pulseras vip para que esa noche celebráramos lo del proyecto sin pagar ni un duro, dijo que todo correría de su cuenta, sobre todo lo de Astrid que se lo había ganado con creces.
La verdad es que hacía tiempo que no salíamos y nos vendría bien para desconectar de los nefastos últimos meses que habíamos pasado todos. Las chicas se pusieron de punta en blanco, Astrid se puso un pantalón vaquero blanco que le quedaba como una segunda piel, una blusa azul marino y una cazadora de cuero, Sara, sin embargo, se decidió por un vestido que realzaba su figura con una chaqueta vaquera.
En mi caso fueron unos pantalones vaqueros, camiseta y chaqueta vaquera, cogimos un taxi, esa noche todos beberíamos y no era plan de tener un accidente. Antes de entrar en la discoteca nos pusimos las pulseras vip que Anselmo nos obsequió, una vez que los seguratas vieron las pulseras nos dejaron entrar sin problemas. La zona vip se encontraba en la parte más alta de la discoteca, teníamos un bar y una pista de baile que tendríamos que compartir con los otros clientes vip que había en ese momento.
Eso no nos importó, la verdad es que Astrid y yo nos empezamos a reír, desde el momento en que entramos, Sara fue a pedir y al ver a la camarera se quedó con la boca abierta, roja como un tomate y sin decir ni una palabra, no era para menos la camarera era una preciosidad. Mi hermana era bisexual, pero para una relación prefería a una mujer, aunque también se había enamorado de hombres en alguna ocasión.
La noche no podía ir mejor, nos lo estábamos pasando en grande, Astrid y yo nos besábamos cada dos por tres, momentos que mi hermana aprovechaba para ir a hablar con la camarera una vez se le pasó ese bloqueo inicial, en una de las ocasiones vino loca de contenta, parecía que a la camarera también le había gustado mi hermana dándole su número de móvil y quedando con ella para cuando terminara su turno.
Todo cambio cuando aparecieron unos nuevos clientes vip, entre ellos se encontraban Santos y Tania. Fui el único que se dio cuenta, ya que Astrid y mi hermana estaban dando la espalda a la entrada mientras las dos hablaban sobre la camarera. No dije nada, era una tontería, porque estando en el mismo lugar tarde o temprano se darían cuenta, pero decidí que lo mejor era retrasar el disgusto. En una de estas fue Astrid la que se levantó a pedir una consumición. Paso al lado del grupo de Tania sin percatarse de la presencia de esta, pero, por lo contrario, Tania si se percató de la presencia de Astrid y se levantó para ir a su encuentro.
Encuentro entre Astrid y Tania
- Hola Astrid–dijo Tania–. Veo que al final has conseguido ser el segundo plato.
Astrid sonrió al escuchar eso, cosa que no agrado en absoluto a Tania.
- No me considero el segundo plato para nada–dijo Astrid–. Más cuando tú no has querido a Carlos nunca y lo utilizaste para llegar a su padre.
- ¡Eso no es verdad!–dijo Tania.
- ¿Que no es verdad?–pregunto Astrid–. Tú estabas convencida de que Arturo era tan ambicioso como tú y colmaría todas tus ambiciones.
- No lo era–dijo Tania–. Fue una gran de decepción para mí, Arturo pudo ser el mejor y yo con él.
- Ya lo era–dijo Astrid–. ¿Cuántos proyectos has firmado desde que trabajas para Santos?
- Eso que tiene que ver con lo que estamos hablando–dijo Tania–. ¿A dónde quieres llegar?
- Has perdido a todas las personas que te querían por nada Tania–dijo Astrid–. Lo peor es que ni siquiera te das cuenta de ello, Santos jamás dejara que tu nombre salga en ningún proyecto, eso sería compartir el protagonismo con alguien que él considera inferior.
- ¡Él me tiene en consideración!–dijo Tania–. ¡Lo que tienes es envidia!
- ¿Envidia?, no Tania–dijo Astrid–. Yo he conseguido hacer realidad mi sueño, sin tener que traicionar a nadie.
Di media vuelta dejando a Tania con la palabra en la boca, no merecía la pena seguir discutiendo con alguien que no quería ver la realidad y ya había perdido, conociendo a Santos en cuanto apareciera una chica más joven que Tania le daría la patada dejándola en la calle con una mano delante y otra detrás. Lo peor es que fue incapaz de darse cuenta de que Arturo había decidido dejar que Tania firmara el proyecto que ella robó para Santos.
Decidí acertadamente volver con las personas que más quería en este mundo, estábamos de celebración y nada ni nadie nos amargaría ese momento, según me acercaba vi como Sara se dio cuenta de la presencia de Tania. También de como su hermano intento detenerla cuando se levantó con la intención de ir a por Tania y cantarle las cuarenta, al pasar a mi lado la detuve.
- ¿Qué haces Astrid?–dijo Sara–. ¡Voy a ir a donde Tania para decirle en su cara lo que pienso de ella y ni tú ni mi hermano me lo vais a impedir!
- No merece la pena Sara–dijo Astrid–. Yo he conseguido que mis sueños se hagan realidad y no voy a dejar que ni Tania ni nadie me amargue, además tú tienes a la camarera que no te quita el ojo de encima.
Sara pasó del enfado a ponerse roja como un tomate de la vergüenza, mientras yo la chinchaba riéndome, volvimos a la mesa donde Carlos nos esperaba, tomamos una consumición hasta que llego la hora de salida de la camarera. Después de hablarlo con ella decidimos irnos a otro sitio donde seguir la noche. Fue una noche estupenda que termino con Carlos y yo demostrarnos lo mucho que nos queríamos.
A la mañana siguiente al levantarnos la camarera se encontraba en la cocina desayunando mientras Sara era incapaz de darse la vuelta muerta de vergüenza mientras nosotros nos reíamos, la camarera de nombre Nuria se lo estaba pasando en grande y antes de irse a vestir para volver a su casa beso apasionadamente los labios de Sara mirándola con una sonrisa que la derritió enterita. Como dije antes, había conseguido mis dos sueños, ser arquitecta y que Carlos correspondiera mis sentimientos, ahora era plenamente feliz y lo único que lamentaba era que Arturo no estuviera con nosotros para poder compartir esa felicidad con él.
EPÍLOGO
Ha pasado un año desde que Astrid y yo comenzamos nuestra relación, un año donde he conocido la verdadera felicidad al lado de una mujer que es capaz de sacarme una sonrisa incluso en el día más oscuro. En dos semanas vamos a viajar a Pompeya, Astrid dice que no va a tener mejor oportunidad de poder estudiar la arquitectura de hace dos mil años, en mi caso podre ver el Vesubio, uno de los volcanes más famosos del mundo.
El estudio nos va de cine, el proyecto que Astrid creo para Anselmo dio sus frutos, gracias a eso y al boca a boca no nos falta trabajo y estamos pensando en contratar más personal para poder afrontar todos los proyectos que tenemos a futuro, Astrid ha cogido el legado que mi padre dejo llevándolo más alto de lo que él jamás pudo a soñar.
Sara y Nuria también empezaron una relación, la verdad es que me alegre mucho, la muerte de papa la afecto incluso más que a mí y fue Nuria con su sonrisa y gran optimismo la que le devolvió la sonrisa a mi hermanita, cosa por la que le estaré agradecido toda mi vida.
Una noche lluviosa de invierno, los cuatro nos preparábamos para cenar y después ver una película cuando el timbre de la entrada sonó, al abrir la puerta una demacrada Tania se precipitó contra mí, al cogerla me di cuenta de que estaba en los huesos, pero lo más alarmante era que no paraba de toser y tenía mucha fiebre, lo único que dijo antes de perder la conciencia fue que la perdonáramos mientras las lágrimas le recorrían el rostro. Por su aspecto pudimos intuir que no lo había pasado bien, llamamos a una ambulancia, cuando llegaron nos dijeron que el estado de Tania era muy grabe, pues casi no le entraba oxígeno en los pulmones.
Tenía neumonía, tendría que quedarse ingresada en el hospital en observación, Astrid y yo llamamos a sus padres, pero estos no quisieron saber nada de ella, nadie quiso saber nada de ella, durante el tiempo que estuvo trabajando para Santos se acostumbró a una vida por encima de sus posibilidades y este cuando se cansó de ella y le dio la patada, termino viviendo en las calles y prostituyéndose para poder sobrevivir.
Estuvo ingresada durante dos semanas, Astrid, Sara, Nuria y yo subíamos todos los días y llegamos a pasar noches con ella, no se lo merecía, pero al final peso más la educación que nuestro padre nos había inculcado, todos sabíamos que él la hubiera ayudado y nosotros también lo hicimos. Astrid consiguió que los padres de Tania entraran en razón y fueran a ver a su hija, ya no quedaba nada de la altanería de Tania, la vida se había encargado de que no quedara ni rastro en ella.
El día que le daban el alta Tania nos dio las gracias a los cuatro, según nos contó, pensaba mudarse junto a sus padres a otra ciudad para comenzar de nuevo, Astrid le dijo que se apoyara en la arquitectura, que necesitaba volver a tener a su rival para seguir mejorando, Tania sonriendo le prometió que así lo haría.
Por último nos queda Santos, resulta que la chica que contrato en el puesto de Tania era una infiltrada que la policía metió para poder investigar todos los trapicheos que este se traía, para cuando se dio cuenta estaba saliendo de su estudio esposado y con unas cuantas imputaciones, por extorsión y tráfico de influencias.
Al principio de esta historia los árboles no me dejaban ver el bosque, pero ahora lo veo con toda nitidez y soy el hombre más feliz del mundo.
FIN.
Me llamo Carlos, ostento un pequeño estudio de arquitectura junto a mi padre y hermana, cada uno tiene su rol, mi padre es el ingeniero y alma de esta empresa, gracias a su buen hacer durante toda su vida laboral se ha granjeado una reputación que nos ha permitido tener buenos clientes. Mi hermana no se queda atrás, es diseñadora de interiores y una de las mejores, en mi caso me dedico a la dirección gracias a que estudie empresariales.
La verdad es que el estudio nos va bien, nos da para pagar todas las facturas y los sueldos. Los años no pasan en balde y mi padre se estaba acercando a ese momento de su vida que tanto temía la jubilación. Sentía devoción por su trabajo, siempre he pensado que estaba casado con su trabajo y nuestra madre era su amante.
Ella bromeó con eso en muchas ocasiones, mi padre refunfuñaba algo y ponía cara seria, pero solo bastaba un abrazo de mi madre para que se le pasaran todos los males. La vida nos dio el primer golpe hace dos años, una noche mi madre se metió a dormir para no despertar nunca más. Según el médico que vino a certificar su defunción no sufrió en absoluto, eso no fue un consuelo para ninguno, pero sobre todo para mi padre.
Jamás he visto sufrir tanto a alguien, mi hermana Sara y yo lo estábamos pasando fatal, queríamos con locura a nuestra madre, pero en el caso de mi padre era como si le hubieran atado una ancla en el pie y lo hubieran arrojado al abismo. Lo único que lo mantenía vivo era la arquitectura y poder trabajar al lado de sus hijos, no nos separamos de él en ningún momento, pero toda esa pena le empezó a pasar factura.
Años atrás en un chequeo le habían detectado un problema coronario, le pusieron tratamiento y parecía que estaba controlado, pero desde la muerte de mi padre su corazón se fue deteriorando. No lo decía, pero estoy seguro de que lo que más deseaba era volver junto ella, nos quería con locura que nadie se lleve a engaño, pero lo que sentía por nuestra madre era devoción. Mi hermana y yo éramos mellizos, por lo cual teníamos la misma edad.
Mi hermana tenía dos amigas, una se llamaba Astrid y la otra Tania, las dos estudiaban arquitectura, me llevaba muy bien con las dos, pero la que a mí siempre me llamo más la atención fue Tania, todos decían que Astrid era más guapa, pero en conjunto Tania era más explosiva. Para cuando ocurrió la muerte de mi madre yo llevaba saliendo con Tania un año. Mi padre acogió a las dos como sus pupilas, viéndolas como un futuro reemplazo para él, Astrid y mi padre conectaron desde el primer momento su idea de la arquitectura y su forma de trabajar eran idénticas, los dos sentían devoción por ella; sin embargo, Tania se movía por el lucimiento personal y eso era algo que mi padre detestaba.
Tania diseñaba los edificios para lucirse, sin tener en cuenta la necesidad de sus futuros inquilinos, Astrid era diferente, sus diseños, eran accesibles, cómodos y cálidos. Mi padre intentó muchas veces razonar con Tania, pero esta era como era y terminaban discutiendo. Yo estaba tan enamorado de ella que era incapaz de ver sus defectos, a mis ojos era perfecta, no hay más ciego que el que no quiere ver.
Fue Astrid la que estuvo al lado de mi hermana y de mí cuando nuestra madre murió, Tania también estaba, pero de una forma mucho más fría, mientras Astrid cancelaba todos sus compromisos cada vez que nos veía mal a cualquiera de los dos, Tania lo hacía de vez en cuando y ya cuando veía el rostro de reproche que Astrid solía ponerle. Sabía que Astrid estaba enamorada de mí, pero yo en esos momentos no podía corresponderla, sabiendo el daño que le estaba haciendo aunque fuera de forma involuntaria me estaba matando.
Al final paso lo que tenía que pasar, Astrid se quedó a nuestro lado hasta que vio que tanto mi padre, mi hermana y yo empezábamos a mejorar. Entonces llego el momento de curarse ella, con todo el dolor de su corazón se marchó a otra ciudad a terminar sus estudios, desde la muerte de mi madre que no veía a mi padre llorar tanto, para él, Astrid paso a ser una hija más. Nunca me dijo nada, pero sé que pensaba que de haberme enamorado de Astrid que diferentes hubieran sido las cosas, pero en el corazonada no se manda y el mío latía por Tania.
Al final fue Tania la que se quedaría el asiento de mi padre cuando este dejara el estudio, tengo que reconocer que la actitud de Tania cambio, dejándose aconsejar por mi padre y haciéndole caso, aunque lo de lucirse era superior a sus fuerzas, pero por lo menos los dos se empezaron a llevar mejor. Entonces llego nuestra oportunidad, el ayuntamiento saco a concurso una urbanización de protección oficial.
Mi padre y Tania se pusieron manos a la obra, yo me reuní con el ayuntamiento para que nuestro estudio entrara en ese concurso. Si os soy sincero veía pocas posibilidades de que ganáramos y no porque mi padre y Tania no estuvieran a la altura, pero otro de los estudios que presento su candidatura no era trigo limpio, se rumoreaba que utilizaba malas artes para ganar los concursos. De hecho el saber que este estudio participaría hizo que muchos otros dejaran de participar en la puja.
Mi padre dijo que a las malas artes se les combatía con la honradez, pensaréis que era un ingenuo, pero él creía en eso de verdad. Mi padre creó con la ayuda de Tania un proyecto verdaderamente increíble, otro problema de mi padre era que no desconfiaba de nadie una vez adquiría confianza con esa persona. Esa fue nuestra perdición, la mañana en la que teníamos que presentar el proyecto Tania no se presentó en el estudio, después de llamarle un par de veces me mando un WhatsApp diciéndome que nos esperaba en el ayuntamiento que tenía una sorpresa para mí.
Un sudor frío recorrió todo mi cuerpo, tenía una muy mala sensación, mi padre cogió su portátil y nos personamos allí, nosotros seriamos los penúltimos en presentar el proyecto y el estudio de las malas artes sería el último. En total seriamos cinco estudios, los primeros tres presentaron unos proyectos muy sólidos, cualquiera de ellos podía ganarnos, pero veía una gran confianza en los ojos de mi padre, confiaba plenamente en el proyecto que había creado. El problema vino cuando encendió el portátil y comprobó que el proyecto no se encontraba en él. De hecho todo había sido borrado.
Os podéis imaginar quien presento nuestro proyecto, lo habéis adivinado, la empresa corrupta, y para ser más sangrante fue Tania quien lo presento como su nueva incorporación. Ninguno de los tres podíamos creer lo que estaba ocurriendo, mi padre intento por todos los medios demostrar que ese proyecto nos pertenecía, pero la verdad era que en su portátil no había ninguna evidencia de que se hubiera realizado tal proyecto.
Tania se encargó de ello, si las miradas mataran, la verdad es que ella en todo momento procuro que su mirada no se cruzara con la mía. Mi padre cada vez tenía peor aspecto entonces mi hermana me cogió del brazo.
- Carlos tenemos que llevar a papa a un hospital–dijo Sara–. ¡Vamos deja de mirar a Tania y reacciona!
- Tienes razón–dijo Carlos–. Iré a por el coche.
Conduje lo más rápido que pude, papa cada vez estaba más pálido y le costaba mucho esfuerzo respirar, en cuanto llegamos al hospital lo metieron directamente a quirófano, según parecía a mi padre le acababa de dar un infarto. Otra vez estábamos pasando por lo mismo, Sara lloraba amargamente, pero a mí no me salían ni las lágrimas. Lo único que sentía era la ira crecer dentro de mí, un doctor se acercó para decirnos que la operación dudaría unas cuantas horas, también nos comunicó que una vez terminaran la operación vendrían a hablar con nosotros. Levante a Sara del asiento y me la lleve a la cafetería.
Pedí dos tilas bien cargadas nos vendría bien a los dos.
- ¿Qué hemos hecho mal en esta vida?–pregunto Sara–. Primero, mamá y ahora papá.
- No hemos hecho nada malo hermana–dijo Carlos–. Papa y mamá eran buenas personas, siempre se portaron bien con todo el mundo.
Esa era la verdad, nuestros padres siempre estaban dispuestos a echar una mano sin pedir nada a cambio, tenía un mal presentimiento, pude verlo en su cara cuando fue consciente que Tania se la había jugado. Algo se rompió dentro de él, Tania nunca le cayó bien a diferencia de Astrid, pero dio su brazo a torcer por mí, porque yo se lo pedí. No podía evitar sentirme en parte culpable, por mi ceguera, por mi negativa a darme cuenta de que Tania nunca me había querido, utilizándome para su beneficio.
Volvimos a la sala de espera, Sara se sentó con la mirada perdida, estaba muy unida a nuestro padre, si al final pasaba lo peor, sería devastador para mi hermanita. A mí me sostenía todo el odio y rabia que recorrían todo mi cuerpo. Salí al pasillo para llamar a Astrid, ella quería mucho a nuestro padre también sería un duro golpe para ella.
- Carlos, ¿va todo bien?–pregunto Astrid–. ¿Estáis todos bien?
- A mi padre le ha dado un infarto–dijo Carlos–. Lo están operando en estos instantes.
- Ahora mismo voy para allí–dijo Astrid.
No pude decirle nada más, pues colgó la llamada, como dijo vino en un santiamén, solo le bastó ver mi rostro para que las lágrimas empezaran a descender por el suyo. Según se plantó delante de mí me abrazo con mucha fuerza mientras me decía lo mucho que lo sentía. La cosa fue todavía peor cuando vio el estado en el que se encontraba mi hermana, Astrid se sentó a su lado abrazándola. Sara al ver a su mejor amiga no pudo evitar ponerse a llorar otra vez.
La noche se hizo eterna, pero con los primeros rayos de sol dos doctores vinieron a hablar con nosotros, la operación había sido un éxito, pero todavía no se encontraba fuera de peligro. Lo llevarían a la UCI para tenerlo en observación.
- ¿Dónde está Tania?–pregunto Astrid–. ¿Por qué no ha venido?
- ¡Tania nos ha traicionado!–dijo Carlos–. ¡Lo que no sé todavía es porque!
En la UCI solo podía estar un familiar y media hora como mucho, le dije a Sara que entrara ella, ahora lo que nuestro padre necesitaba era tranquilidad y mi estado de ánimo lo único que podía acarrear era todo lo contrario. Una vez que paso esa media hora los tres salimos del hospital, lleve a mi hermana a casa para que pudiera descansar, yo también tendría que hacerlo, pero no tenía sueño, entonces Astrid me dijo que iríamos a una cafetería, tenía mucho que explicarle.
- Antes de nada Astrid–dijo Carlos–. ¿Cómo has llegado tan rápido si estabas en otra ciudad?
- Sigues evadiendo la pregunta–dijo Astrid–. De acuerdo contestaré a tu pregunta, pero después tú me contarás lo que ha pasado.
Asentí con la cabeza, Astrid había venido sin decirnos nada a ninguno, nos quería dar una sorpresa, pero sobre todo quería estar presente cuando mi padre expusiera el proyecto que había creado, como era un desastre perdió el tren que la iba a traer retrasando el viaje unas horas. No estaría para escuchar el discurso, pero sí para felicitar a su mentor, entonces recibió mi llamada cuando estaba saliendo de la estación para ir al ayuntamiento.
- Por eso he llegado tan rápido al hospital–dijo Astrid–. Si te has quedado satisfecho con mi respuesta, yo sigo esperando la tuya.
Tome aire, le empecé a contar que mi padre entendió perfectamente la decisión que ella había tomado, por lo cual decidió que fuera Tania quien lo ayudara con el proyecto postulándose para ser su sucesora, no era lo que mi padre quería, pero así se habían dado las cosas, pero ocurrió algo que lo sorprendió. Tania empezó a escuchar los consejos de mi padre, empezando a dejar a un lado ese lucimiento personal que tanto buscaba.
La verdad es que eso hizo que la relación entre los dos mejorara y mi padre empezara a pensar que tal vez la opción de Tania no era tan errónea después de todo. Mi padre decidió que fuera Tania quien presentara el proyecto, era algo en lo que tendría que coger soltura, ella nos dijo que se quedaría un rato más por la noche para prepararlo mejor. Al final todo ese comportamiento de Tania resulto ser un espejismo, Tania aprovecho esa noche para copiar todo el proyecto y borrarlo del portátil de mi padre sin dejar rastro de él.
- Cuantas veces le dije a tu padre que haría copias de seguridad–dijo Astrid–. De esa manera podría haber demostrado que el proyecto era suyo.
- Ya sabes como es– dijo Carlos–. Es demasiado confiado.
- Como otro que yo me sé–dijo Astrid.
- Bueno, bueno–dijo Carlos–. Nunca me dio motivos para desconfiar de ella.
- Dejemos el tema–dijo Astrid–. ¿Qué ha ocurrido con el proyecto?
- Tania ha sido contratada por el estudio de Santos–dijo Carlos–. Han presentado el proyecto como si fuera de ellos.
- ¿El estudio de Santos?–dijo Astrid–. ¡En que está pensando esta majadera!
- Tengo que hablar con ella–dijo Carlos–. Necesito saber el porqué de su proceder.
La mirada de Astrid me lo decía todo, todo se debía a la ambición desmedida de Tania, una ambición que la llevaría a hacer cualquier cosa por conseguir su meta, pero necesitaba escucharlo de su boca. Astrid conseguía tranquilizarme, a su lado sentía paz, dejamos el tema de Tania me empezó a contar como le iba en su nueva universidad, lo mucho que nos echaba de menos a todos, pero sobre todo lo mucho que echaba de menos trabajar al lado de mi padre.
Saber que su mentor estaba en la UCI la entristecía mucho y tenía que hacer esfuerzos sobre humanos para no empezar a llorar. Una vez terminados los cafés llevé a Astrid a su casa y después puse rumbo a la mía. Cuando estaba abriendo la puerta del portal vi acercarse al cartero, preguntándole si tenía alguna carta para nosotros, se puso a inspeccionar el taco de cartas que traía y me contesto que sí que tenía una a mi nombre. Después de darle las gracias y despedirme de él subí directo a casa, Sara se había tumbado un rato, al entrar en su cuarto pude comprobar que dormía plácidamente, le vendría bien, venían días duros y teníamos que estar preparados. Sé que yo también tenía que descansar, pero no podía quitarme la traición de Tania de la cabeza.
¿Tan ciego había estado para no ver que Tania jamás me había amado?, mire el sobre que tenía en la mano, algo me decía que de ese sobre no saldría nada bueno. Lo abrí y dentro había un pendrive, lo coloque en mi portátil y clique en el único archivo que traía, era un archivo de video. Ese archivo certificó que Tania jamás me había amado, solamente fingió hacerlo para poder acercarse a mi padre.
En el video aparecía Tania a cuatro patas siendo follada salvajemente por un hombre al que no se le veía la cara y su voz estaba distorsionada. Tania tenía los ojos en blanco, una expresión de máximo placer que jamás le había visto, apreté tan fuerte la mano que tenía sobre el ratón que este término por romperse. Al romperse el plástico me provoco una pequeña herida en la palma de mi mano, no parecía muy grave, pero sangraba lo suficiente para terminar poniendo la mesa y el sofá perdidos.
Llore, llore amargamente, todas las lágrimas que se habían negado a salir hasta ese momento brotaron con una intensidad inusitada. No me di cuenta de que mis llantos habían despertado a mi hermana que miraba la pantalla horrorizada.
- ¿Esa del videos es Tania?–dijo Sara–. Después de tantos años es como si no la conociera.
- Yo siento lo mismo, Sara–dijo Carlos–. Nos ha utilizado y voy a preguntarle el porqué hacer tanto daño de forma gratuita.
Sara se sentó a mi lado abrazándome, con el sonido de nuestros llantos como hilo musical. Nos metimos en la cama, no lo hacíamos desde que éramos unos críos, pues ninguno de los dos quería estar solo en ese momento, los dos nos tiramos horas mirando al techo uno al lado del otro. El cansancio acumulado hizo mella en Sara que se volvió a dormir, pero yo no podía, cada vez que cerraba los ojos me venían imágenes de Tania follando con ese otro tío, también de papá en el hospital con tubos por todos lados.
Por la tarde Astrid vino a hacernos compañía, pusimos una película que ninguno de los tres vio, Astrid decidió quedarse a dormir con nosotros y preparo algo ligero para cenar, la verdad es que no tenía mucha hambre, pero me forcé a comer algo, ya que llevaba desde el día anterior sin probar bocado, mi cuerpo lo agradeció. Las chicas decidieron ir a dormir, yo me quede pensando en como afrontaría la conversación que tendría al día siguiente con Tania, me presentaría en su casa para pedirle explicaciones.
La realidad es que no necesitaba esas explicaciones, porque tenía muy claro lo que había pasado, pero necesitaba escucharlo de su propia boca y poner punto y final a una relación que al final había terminado siendo una mentira. Para cuando me di cuenta los primeros rayos del sol empezaron a entrar por la ventana, me encontraba tumbado en el sofá mirando al techo, decidí levantarme preparar café y darme una ducha.
La ducha me vino muy bien para despejarme y relajar mi espalda que estaba dolorida de estar en la misma postura durante horas. Entre en mi habitación haciendo el menor ruido posible, Astrid se había quedado dormida encima de mi cama, decidí taparla con una manta calentita. Al sentirla sobre ella se arrebujó apareciendo una gran sonrisa en su rostro. La miré dormir por última vez antes de cerrar la puerta, la verdad es que estaba preciosa.
Una vez en la cocina me preparé un café bien cargado y me dispuse a ir a casa de Tania, desde casa hasta su casa se tardaba un cuarto de hora en coche, al ser la primera hora de la mañana de un sábado seguramente tardaría menos. Durante el trayecto estuve meditando lo que le diría y como se lo diría, pero al final la decisión fue dejarme llevar por el momento. Me costó un rato aparcar, pero por suerte encontré un hueco donde meter mi coche, entraba justo, pero entraba. Una vez en la puerta toque el timbre y espere que Tania viniera a abrirla tardando menos de lo esperado.
Al abrir la puerta y verme allí abrió los ojos como platos, se apartó de la puerta para dejarme pasar.
- ¿Por qué Tania?–pregunto Carlos–. ¿Por qué este daño gratuito?
- Nunca fue mi intención haceros daño–dijo Tania–. Tienes que creerme.
- No cuela–dijo Carlos–. Toma este pendrive, deberías echar un ojo a su contenido.
Tania encendió su portátil y enchufo el pendrive, en su interior había un archivo de video, no tardo en llevarse las manos al rostro, no parecía alegrarse de lo que sus ojos estaban observando y juraría que sentía una gran vergüenza, pero ya no me podía fiar de ella, no después de lo que nos había hecho.
- Crees que después de haber tenido que soportar estas imágenes, ¿puedo fiarme de tu palabra?–dijo Carlos–. He estado ciego demasiado tiempo, pero la venda ya se me ha caído.
- Carlos, no tenías que haberte enterado de esto–dijo Tania–. Me prometió que no te enterarías.
- ¿Crees que estas imágenes son lo que más me ha dolido?–pregunto Carlos–. Estas imágenes son la prueba de que nunca me has querido.
- ¡Eso no es verdad!–dijo Tania–. Yo te quería.
- ¡No sigas mintiendo!–dijo Carlos–. Tu única intención era la de utilizarme para llegar a mi padre.
- Eso que dices fue al principio, no lo voy a negar–dijo Tania–. Pero después mis sentimientos hacia ti cambiaron.
- Eso ya da igual Tania, como te he dicho esto no es lo que más me ha dolido–dijo Carlos–. Desde que murió mi madre, la arquitectura es lo único que le ha dado fuerzas a mi padre para seguir viviendo y eso es lo que tú le has arrebatado.
- Tu padre es el mejor arquitecto del país, pero no tiene ambición–dijo Tania–. Santos me prometió que en su estudio me haría un nombre y sería famosa.
- ¿Y tú creíste a Santos?–pregunto Carlos–. ¿Crees de verdad que dejara que firmes tus proyectos?, los firmara él y él será quien se lleve todo el mérito.
- Astrid era la favorita de tu padre, yo no fui más que el segundo plato–dijo Tania–. Me eligió por falta de opciones.
- En eso te voy a dar la razón, Astrid ve la arquitectura con los mismos ojos de mi padre–dijo Carlos–. Ibas a ser tú la que presentara el proyecto, ese proyecto iba a llevar tu firma.
- ¡No te creo!–dijo Tania–. Tu padre no me hablo de ninguna firma.
- Era una sorpresa que tenía guardada para cuando terminara la presentación–dijo Carlos–. Pero la sorpresa nos la llevamos nosotros.
- Carlos yo...–dijo Tania.
- Déjalo Tania–dijo Carlos–. El daño ya está hecho.
- Yo no quería, pero me puso dos exigencias–dijo Tania–. Una era entregarle mi culo y la segunda llevarle el proyecto, si cumplía él me concedería mi sueño.
- Has firmado un pacto con el diablo–dijo Carlos–. Tarde o temprano ese pacto se volverá contra ti.
- Carlos...–dijo Tania.
- El daño es irreparable Tania–dijo Carlos–. De aquí en adelante olvídate de que existimos.
Tania miró su dedo, en él llevaba el anillo de compromiso que le regale meses atrás, nuestra intención era casarnos ese mismo verano después de que terminara la carrera. Siendo consciente que eso jamás ocurriría se lo quito y me lo devolvió con lágrimas en los ojos. Esas lágrimas no me afectaron en absoluto, sus acciones habían llevado a mi padre a la UCI donde se encontraba luchando entre la vida y la muerte, no contenta con eso había pisoteado el amor que yo le procesaba.
No sabía que haría con ese anillo, podía devolverlo a la tienda donde lo compre o tirarlo, estaba convencido de que la conversación con Tania haría que me sintiera mejor, pero no había sido así. Mi relación con Tania ya estaba rota y enterrada, ahora quedaba cuidar de mi padre y sacar adelante el estudio, sin arquitecto lo íbamos a tener muy complicado. Astrid tuvo que volver a su nueva ciudad, no podía faltar a más clases si quería terminar la carrera ese año, nosotros entrevistamos a algunos arquitectos, pero ninguno podía darnos lo que hizo tan especial a nuestro pequeño estudio familiar.
Pensamos en Astrid, pero al no haber terminado la carrera no podía ejercer de arquitecta, tendríamos que aguantar hasta que terminara. Astrid era la única que podía devolver el brillo al estudio, por suerte mi hermana era una de las mejores decoradoras de interiores de la ciudad y en ese sentido el trabajo no nos faltó. No se ganaba tanto como con los proyectos, pero nos daba para pagar las facturas.
Astrid y yo empezamos a hablar todos los días, yo me quedaba hasta muy tarde en el estudio haciendo números para que todo cuadrara. Sabiendo eso ella me llamaba todas las noches a la misma hora y me recordaba que tenía que cenar, la verdad es que muchas noches se me olvidaba. Noche tras noche conseguía sacarme una sonrisa y sin yo darme cuenta algo empezó a cambiar dentro de mí.
Mi padre luchó durante seis meses, pero el infarto había dejado unas secuelas demasiado grandes en su corazón, que no pudo superar. El golpe fue durísimo, perder a nuestra madre fue duro, pero teníamos a nuestro padre que como podía lidiaba con su dolor, pero nos daba fuerzas para seguir adelante, pero ahora no teníamos a nadie, la casa cada vez se hacía más pequeña igual que el estudio, era como si las paredes se fueran acercando a nosotros cada día que pasaba hasta que nos terminaran aplastando.
Fue Astrid la que vino a salvarnos y vaya si lo hizo, fue nuestro faro, nos azuzó día tras día hasta que volvimos al estudio a hacer una vida más o menos normal, nos obligó a ir a terapia para que nos dieran herramientas para poder lidiar con el dolor. Todavía recuerdo cuando vino el de la funeraria para hacer todo el papeleo, Sara y yo estábamos en shock todavía sin poder creernos que nuestro padre hubiera muerto. Astrid fue la que se encargó de todo, se encargó del papeleo del tanatorio, del entierro y del funeral, también de hablar con los abogados por lo de la herencia, le debíamos tanto que tendríamos que ser inmortales para poder devolverle el favor que nos había hecho.
Astrid se esforzó más que nunca y en seis meses ya era una arquitecta con matrícula de honor. Todavía puedo recordar la cara de felicidad de Astrid cuando obtuvo el número de colegiada, ya podía firmar sus proyectos y estaba llena de esperanza y energía. Los principios nunca son fáciles, ninguno quería trabajar con una arquitecta con escasa experiencia y encima mujer. Eso en vez de hundir a Astrid le dio más fuerza.
Hizo un proyecto por cada obra de la ciudad, no gano, de hecho no la tuvieron en cuenta en ninguna ocasión, eso nos llevó al punto que más miedo nos daba, cuando las facturas pasaron a ser más elevadas que el dinero que ganábamos. Una tarde quedamos en el estudio para tomar una decisión, seguir adelante con el riesgo de endeudarnos de por vida o cerrar ahora que podíamos hacernos cargo de las deudas.
Ninguno quería tomar esa decisión, ese estudio lo levanto desde cero nuestro padre, para Sara y para mí cerrarlo era como si nos arrancaran una parte de nuestro cuerpo. Viendo que ni mi hermana ni yo tomaríamos esa decisión, Astrid se dispuso a hablar, entonces el timbre de la entrada sonó. Sara fue a ver quien era. Volvió a la sala de reuniones con un hombre más o menos de la edad de nuestro padre.
- Perdonad, estoy buscando a Arturo–dijo el cliente–. Años atrás creo un proyecto para un amigo mío que me dejo muy impresionado.
- Lo siento, mi padre murió hace poco–dijo Sara–. Pero tal vez podamos ayudarte.
- Mis condolencias–dijo el cliente–. Tal vez lo mejor es que me vaya.
- ¿Qué clase de proyecto está buscando?–pregunto Astrid–. Tal vez podamos hacer algo.
El cliente se dio la vuelta y le gusto lo que vio reflejado en el rostro de Astrid, se sentó en la mesa de la sala de reuniones y saco algunos planos. Nos contó que era dueño de algunas de las discotecas más famosas del país, pero había llegado un momento de su vida que lo único que le apetecía era pasar el tiempo que le quedaba junto a su esposa y disfrutando de sus nietos. Había comprado unos terrenos junto a un acantilado que le había parecido perfectos para ello, pero necesitaba una casa a su altura y todos le habían recomendado que acudiera a nuestro padre.
- Hagamos una cosa–dijo Astrid–. Usted me da la oportunidad de hacer el proyecto, sin ningún compromiso y sin costo alguno de no gustarle, ¿trato hecho?
- Trato hecho chiquilla–dijo el cliente–. Algo me dice que me vas a sorprender.
El cliente se fue muy satisfecho, la apuesta de Astrid era arriesgada, de no gustarle el proyecto que Astrid iba a presentar acarrearía el cierre definitivo del estudio, pero en honor a la verdad tampoco teníamos más opciones. Si alguien podía conseguirlo era ella, sus ojos brillaban, si en algo eran dos calcos mi padre y Astrid era en entender lo que los clientes querían. Por eso mi padre se había hecho un nombre, él escuchaba lo que el cliente deseaba, nada de florituras ni egos, simplemente creaba el proyecto perfecto para cada cliente, algo dentro de mí me decía que Astrid sabia perfectamente lo que el cliente deseaba y lo sorprendería. Durante los siguientes dos meses Astrid trabajo como si no hubiera un mañana, pero siempre con una preciosa sonrisa en el rostro, todas las noches solía pasarme un rato observándola mientras trabajaba, durante ese tiempo mi corazón se aceleraba, mis manos sudaban y sentía como si tuviera mariposas en el estómago. Me había enamorado de Astrid y me daba miedo a volver a sufrir, sabía que Astrid no era Tania, eran como el día y la noche, pero Taina me dejo una cicatriz muy profunda, mayor de la que me gustaba reconocer.
Fue Sara quien me dio el empujón definitivo para que me armara de valor, Astrid era como yo, cuando nos involucramos en un trabajo se nos olvidaba hasta comer, noche tras noche empecé a llevarle la cena y cenábamos los dos juntos. Pude ver en la expresión de Astrid lo mucho que le había gustado ese gesto. Durante la cena no paro de mirarme y sonreírme, me estaba poniendo muy nervioso.
Astrid era consciente de ello y parecía gustarle, noche tras noche se repitió la misma escena hasta que decidí que de esa noche no pasaba, compre el sushi que tanto le gustaba, al verlo Astrid sabia que esa noche iba a ser algo especial, degusto el sushi con su característica sonrisa, yo empecé a desabrocharme la corbata, me temblaba todo el cuerpo, pero me dije que ahora o nunca.
- Astrid, por fin te veo–dijo Carlos–. Hasta ahora los árboles no me dejaban ver el precioso bosque que tenía delante de mí.
Astrid se me quedo mirando, pensé que había metido la pata hasta el cuello y que ella ya no sentía lo mismo por mí, no podía culparla, no podía esperar que esperara eternamente por mí. De repente Astrid salto sobre mí cayéndonos los dos al suelo, su rostro a escasos centímetros del mío, volvió a sonreírme.
- Ya era hora hombre–dijo Astrid–. Eres el amor de mi vida y me acabas de hacer la mujer más feliz del mundo.
Empezamos a besarnos apasionadamente, para cuando nos dimos cuenta casi estábamos desnudos, pero algo nos detuvo, este estudio era como el Sancta Sanctórum de mi padre y los dos sentimos que sería fallarte el respeto, nos volvimos a vestir. Cerca del estudio había un hotel, era caro, pero me dio igual, al día siguiente seguiría estando igual de arruinado, pero sería una persona feliz. Tuvimos que hacer esfuerzos sobre humanos para no empezar a besarnos dentro del ascensor, una vez en nuestra planta corrimos para abrir la puerta.
Me temblaban tanto las manos que era incapaz de meter la lleve electrónica en la cerradura, Astrid me ayudo poniendo sus cálidas manos sobre las mías. Una vez abrimos la puerta dimos rienda suelta a nuestros instintos, tenía unos glúteos duros como la piedra, los cogí pegando su espalda contra la puerta de la habitación, Astrid rodeo mi cintura con sus piernas y pasando sus brazos por detrás de mi cuello me metió la lengua hasta las amígdalas.
No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero lo que tenía claro era que no me cansaba de besar esos labios. Astrid separó mis labios de los suyos mientras posaba su manos sobre mi polla por encima del pantalón. La tenía tan dura que creía que los rompería y sentir las caricias de Astrid hicieron que esa dureza se atenuase. Mientras ella hacia eso yo aparte su tanga a un lado y le metí tres dedos en su encharcado coñito. Pensaba de verdad que yo llevada la iniciativa, pero para cuando me di cuenta Astrid había conseguido meter su mano en mis pantalones y me estaba masturbando con una carencia que me estaba matando de gusto.
Los dos terminamos en un atronador orgasmo, de no estar Astrid apoyada contra la puerta nos hubiéramos caído al suelo. Estuvimos durante un rato recuperando el aliento mientras nos besábamos. Cogí a Astrid en brazos, llevándola hasta la cama donde pude ver como se desnudaba contorneando su cuerpo para el deleite de mis ojos. Astrid tenía el cuerpo más bonito que hubiera visto en mi vida, cuerpo que siempre disimulaba con la ropa que llevaba, ella siempre decía que quería que la valoraran por su trabajo no por su cuerpo, este estaba reservado para el hombre de sus sueños y mirad por donde el afortunado era yo, aunque poniéndome a pensar en lo mucho que tuvo que sufrir por mi culpa no sabía si me lo merecía.
Usando mi corbata como látigo me dio un suave golpe en mi rostro que me devolvió a la realidad, una realidad que no podía ser mejor, tenía a la mujer más hermosa del mundo desnudándome mientras me miraba con esos ojos llenos de deseo, una vez tuvo mi polla liberada y lista para el siguiente asalto se la metió en la boca. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, me había corrido hace poco y ya me tenía al borde del orgasmo otra vez, además esa mirada que me echaba cada vez que levantaba la cabeza no ayudaba.
El placer que estaba sintiendo era indescriptible, llegando a un punto donde no aguante más y avise a Astrid que me venía. De un rápido movimiento se metió mi polla hasta la garganta tragándose toda mi corrida que fue abundante. Mientras se relamía se subió sobre la cama abriendo esas largas piernas que tenía enseñándome su coñito hinchado y brillante, no me hice de rogar introduciendo mi lengua en su caliente coñito empezando a jugar con su clítoris. Los gemidos de Astrid eran cada vez más fuertes, yo seguía disfrutando de un postre que me hubiera pasado toda la noche degustando.
La corrida de Astrid me cogió de improvisto y casi me ahogo, pero la verdad sea dicha que no pude contenerme y empecé a relamerme como momentos antes hizo ella. Astrid empezó a moverse hasta colocarse en la mitad de la cama con las piernas abiertas invitándome a penetrarla. Cosa que hice sin hacerme de rogar, en ese instante empezó un baile entre nuestros cuerpos que nos llevó al éxtasis, cogiéndonos de las manos acerque mi boca a su oído para decirla lo mucho que la quería recibiendo un profundo suspiro como respuesta mientras los dos alcanzábamos un orgasmo atronador que nos dejó destrozados, pero muy satisfechos.
Los dos nos quedamos mirando al techo mientas escuchábamos la respiración agitada del otro, entonces Astrid se subió encima de mí, cruzando sus brazos sobre mi pecho con una preciosa sonrisa en el rostro.
- ¿Te arrepientes?–pregunto Astrid.
- Para nada–contesto Carlos–. ¿Y tú?
- Como me voy a arrepentir–dijo Astrid–. He esperado esto toda mi vida.
Me dio un tierno beso en mis labios, tapándonos a los dos con el edredón. No tardamos en quedarnos dormidos, la mejor noche de mi vida, pensé que después de la traición de Tania y la muerte de mi padre jamás volvería a ser feliz, pero ahí estaba Astrid para demostrarme lo contrario. Los rayos de sol que entraban por la ventana me despertaron, al abrir los ojos tenía a Astrid tumbada a mi lado mirándome mientras dormía.
Nos dimos una ducha rápida y salimos para el estudio, parando por el camino a desayunar. Mi hermana ya se encontraba en el estudio y puso una gran sonrisa al vernos entrar con la misma ropa del día anterior, cada uno se metió en su despacho, todos teníamos ropa para cambiarnos por si acaso.
Tocaron la puerta de mi despacho, era mi hermana, diciéndole que ya podía entrar.
- Veo que te has tomado al pie de la letra lo de armarte de valor hermanito–dijo Sara–. Me alegro muchísimo.
- Yo también me alegro–dijo Carlos–. Astrid es una mujer increíble.
Sara empezó a reírse mientras salía de mi despacho, Vi como se metía en el despacho de Astrid para hablar y esta la echaba entre risas. Durante dos meses Astrid le fue dando forma al proyecto y ya lo tenía listo. Cuando nos lo enseñó, Sara y yo nos quedamos con la boca abierta, era increíble, según nos comentó le quedaban un par de flecos, pero que en un par de días podríamos llamar al cliente para mostrarle el proyecto y ver si le gustaba.
El cliente cuyo nombre era Anselmo llego puntual como un reloj suizo, Sara y yo estábamos muy nerviosos, esta sería nuestra última oportunidad; sin embargo, Astrid demostraba una confianza total en el proyecto que había creado. Llevamos a Anselmo a la sala de reuniones donde Astrid le fue presentando el proyecto. Anselmo se quedó con la boca abierta, no era para menos, La casa que Astrid había creado no disminuía la belleza del entorno, más bien la aumentaba.
Anselmo nos pidió un segundo, tenía que hacer una llamada, cuando volvió nos comentó que había llamado a su mujer para que viniera a ver la que sería su nueva casa. Según Anselmo su mujer al principio le acompañaba, pero dejo de hacerlo cuando se cansó de ver proyectos fríos donde los arquitectos creaban edificios con pendientes imposibles donde primaba su lucimiento personal.
Su mujer no tardó en llegar, cuando entro en el estudio se le veía bastante escéptica, eso, cambio cuando vio el proyecto de Astrid, llevándose las manos a la boca mientras las lágrimas de emoción recorrían su rostro.
- Esto es increíble–dijo la mujer–. Ni en mis mejores sueños me había imaginado algo así.
- Me alegro de que les haya gustado–dijo Astrid–. Si quieren algún cambio o desean que añada algo díganlo sin miedo.
- No hace falta chiquilla–dijo la mujer–. Es perfecto tal como esta, ¿tú que opinas querido?
- Opino exactamente lo mismo–dijo Anselmo–. Este donde este, Arturo estará orgulloso de su aprendiz.
Esas palabras emocionaron a Astrid, no decía nada, pero los últimos meses fueron duros para ella, trabajando durante jornadas maratonianas en el despacho de mi padre, rodeada de recuerdos del hombre que era como un padre para ella y que jamás volvería a ver entrar por esa puerta. Al final todo había salido bien, Anselmo y su mujer salieron del estudio muy contentos, pero no antes de darnos unas pulseras vip para que esa noche celebráramos lo del proyecto sin pagar ni un duro, dijo que todo correría de su cuenta, sobre todo lo de Astrid que se lo había ganado con creces.
La verdad es que hacía tiempo que no salíamos y nos vendría bien para desconectar de los nefastos últimos meses que habíamos pasado todos. Las chicas se pusieron de punta en blanco, Astrid se puso un pantalón vaquero blanco que le quedaba como una segunda piel, una blusa azul marino y una cazadora de cuero, Sara, sin embargo, se decidió por un vestido que realzaba su figura con una chaqueta vaquera.
En mi caso fueron unos pantalones vaqueros, camiseta y chaqueta vaquera, cogimos un taxi, esa noche todos beberíamos y no era plan de tener un accidente. Antes de entrar en la discoteca nos pusimos las pulseras vip que Anselmo nos obsequió, una vez que los seguratas vieron las pulseras nos dejaron entrar sin problemas. La zona vip se encontraba en la parte más alta de la discoteca, teníamos un bar y una pista de baile que tendríamos que compartir con los otros clientes vip que había en ese momento.
Eso no nos importó, la verdad es que Astrid y yo nos empezamos a reír, desde el momento en que entramos, Sara fue a pedir y al ver a la camarera se quedó con la boca abierta, roja como un tomate y sin decir ni una palabra, no era para menos la camarera era una preciosidad. Mi hermana era bisexual, pero para una relación prefería a una mujer, aunque también se había enamorado de hombres en alguna ocasión.
La noche no podía ir mejor, nos lo estábamos pasando en grande, Astrid y yo nos besábamos cada dos por tres, momentos que mi hermana aprovechaba para ir a hablar con la camarera una vez se le pasó ese bloqueo inicial, en una de las ocasiones vino loca de contenta, parecía que a la camarera también le había gustado mi hermana dándole su número de móvil y quedando con ella para cuando terminara su turno.
Todo cambio cuando aparecieron unos nuevos clientes vip, entre ellos se encontraban Santos y Tania. Fui el único que se dio cuenta, ya que Astrid y mi hermana estaban dando la espalda a la entrada mientras las dos hablaban sobre la camarera. No dije nada, era una tontería, porque estando en el mismo lugar tarde o temprano se darían cuenta, pero decidí que lo mejor era retrasar el disgusto. En una de estas fue Astrid la que se levantó a pedir una consumición. Paso al lado del grupo de Tania sin percatarse de la presencia de esta, pero, por lo contrario, Tania si se percató de la presencia de Astrid y se levantó para ir a su encuentro.
Encuentro entre Astrid y Tania
- Hola Astrid–dijo Tania–. Veo que al final has conseguido ser el segundo plato.
Astrid sonrió al escuchar eso, cosa que no agrado en absoluto a Tania.
- No me considero el segundo plato para nada–dijo Astrid–. Más cuando tú no has querido a Carlos nunca y lo utilizaste para llegar a su padre.
- ¡Eso no es verdad!–dijo Tania.
- ¿Que no es verdad?–pregunto Astrid–. Tú estabas convencida de que Arturo era tan ambicioso como tú y colmaría todas tus ambiciones.
- No lo era–dijo Tania–. Fue una gran de decepción para mí, Arturo pudo ser el mejor y yo con él.
- Ya lo era–dijo Astrid–. ¿Cuántos proyectos has firmado desde que trabajas para Santos?
- Eso que tiene que ver con lo que estamos hablando–dijo Tania–. ¿A dónde quieres llegar?
- Has perdido a todas las personas que te querían por nada Tania–dijo Astrid–. Lo peor es que ni siquiera te das cuenta de ello, Santos jamás dejara que tu nombre salga en ningún proyecto, eso sería compartir el protagonismo con alguien que él considera inferior.
- ¡Él me tiene en consideración!–dijo Tania–. ¡Lo que tienes es envidia!
- ¿Envidia?, no Tania–dijo Astrid–. Yo he conseguido hacer realidad mi sueño, sin tener que traicionar a nadie.
Di media vuelta dejando a Tania con la palabra en la boca, no merecía la pena seguir discutiendo con alguien que no quería ver la realidad y ya había perdido, conociendo a Santos en cuanto apareciera una chica más joven que Tania le daría la patada dejándola en la calle con una mano delante y otra detrás. Lo peor es que fue incapaz de darse cuenta de que Arturo había decidido dejar que Tania firmara el proyecto que ella robó para Santos.
Decidí acertadamente volver con las personas que más quería en este mundo, estábamos de celebración y nada ni nadie nos amargaría ese momento, según me acercaba vi como Sara se dio cuenta de la presencia de Tania. También de como su hermano intento detenerla cuando se levantó con la intención de ir a por Tania y cantarle las cuarenta, al pasar a mi lado la detuve.
- ¿Qué haces Astrid?–dijo Sara–. ¡Voy a ir a donde Tania para decirle en su cara lo que pienso de ella y ni tú ni mi hermano me lo vais a impedir!
- No merece la pena Sara–dijo Astrid–. Yo he conseguido que mis sueños se hagan realidad y no voy a dejar que ni Tania ni nadie me amargue, además tú tienes a la camarera que no te quita el ojo de encima.
Sara pasó del enfado a ponerse roja como un tomate de la vergüenza, mientras yo la chinchaba riéndome, volvimos a la mesa donde Carlos nos esperaba, tomamos una consumición hasta que llego la hora de salida de la camarera. Después de hablarlo con ella decidimos irnos a otro sitio donde seguir la noche. Fue una noche estupenda que termino con Carlos y yo demostrarnos lo mucho que nos queríamos.
A la mañana siguiente al levantarnos la camarera se encontraba en la cocina desayunando mientras Sara era incapaz de darse la vuelta muerta de vergüenza mientras nosotros nos reíamos, la camarera de nombre Nuria se lo estaba pasando en grande y antes de irse a vestir para volver a su casa beso apasionadamente los labios de Sara mirándola con una sonrisa que la derritió enterita. Como dije antes, había conseguido mis dos sueños, ser arquitecta y que Carlos correspondiera mis sentimientos, ahora era plenamente feliz y lo único que lamentaba era que Arturo no estuviera con nosotros para poder compartir esa felicidad con él.
EPÍLOGO
Ha pasado un año desde que Astrid y yo comenzamos nuestra relación, un año donde he conocido la verdadera felicidad al lado de una mujer que es capaz de sacarme una sonrisa incluso en el día más oscuro. En dos semanas vamos a viajar a Pompeya, Astrid dice que no va a tener mejor oportunidad de poder estudiar la arquitectura de hace dos mil años, en mi caso podre ver el Vesubio, uno de los volcanes más famosos del mundo.
El estudio nos va de cine, el proyecto que Astrid creo para Anselmo dio sus frutos, gracias a eso y al boca a boca no nos falta trabajo y estamos pensando en contratar más personal para poder afrontar todos los proyectos que tenemos a futuro, Astrid ha cogido el legado que mi padre dejo llevándolo más alto de lo que él jamás pudo a soñar.
Sara y Nuria también empezaron una relación, la verdad es que me alegre mucho, la muerte de papa la afecto incluso más que a mí y fue Nuria con su sonrisa y gran optimismo la que le devolvió la sonrisa a mi hermanita, cosa por la que le estaré agradecido toda mi vida.
Una noche lluviosa de invierno, los cuatro nos preparábamos para cenar y después ver una película cuando el timbre de la entrada sonó, al abrir la puerta una demacrada Tania se precipitó contra mí, al cogerla me di cuenta de que estaba en los huesos, pero lo más alarmante era que no paraba de toser y tenía mucha fiebre, lo único que dijo antes de perder la conciencia fue que la perdonáramos mientras las lágrimas le recorrían el rostro. Por su aspecto pudimos intuir que no lo había pasado bien, llamamos a una ambulancia, cuando llegaron nos dijeron que el estado de Tania era muy grabe, pues casi no le entraba oxígeno en los pulmones.
Tenía neumonía, tendría que quedarse ingresada en el hospital en observación, Astrid y yo llamamos a sus padres, pero estos no quisieron saber nada de ella, nadie quiso saber nada de ella, durante el tiempo que estuvo trabajando para Santos se acostumbró a una vida por encima de sus posibilidades y este cuando se cansó de ella y le dio la patada, termino viviendo en las calles y prostituyéndose para poder sobrevivir.
Estuvo ingresada durante dos semanas, Astrid, Sara, Nuria y yo subíamos todos los días y llegamos a pasar noches con ella, no se lo merecía, pero al final peso más la educación que nuestro padre nos había inculcado, todos sabíamos que él la hubiera ayudado y nosotros también lo hicimos. Astrid consiguió que los padres de Tania entraran en razón y fueran a ver a su hija, ya no quedaba nada de la altanería de Tania, la vida se había encargado de que no quedara ni rastro en ella.
El día que le daban el alta Tania nos dio las gracias a los cuatro, según nos contó, pensaba mudarse junto a sus padres a otra ciudad para comenzar de nuevo, Astrid le dijo que se apoyara en la arquitectura, que necesitaba volver a tener a su rival para seguir mejorando, Tania sonriendo le prometió que así lo haría.
Por último nos queda Santos, resulta que la chica que contrato en el puesto de Tania era una infiltrada que la policía metió para poder investigar todos los trapicheos que este se traía, para cuando se dio cuenta estaba saliendo de su estudio esposado y con unas cuantas imputaciones, por extorsión y tráfico de influencias.
Al principio de esta historia los árboles no me dejaban ver el bosque, pero ahora lo veo con toda nitidez y soy el hombre más feliz del mundo.
FIN.