Una de las cosas que más hecho de menos de cuando era niña es el acostarme después de cenar y leer libros en la cama hasta las tantas. Ahora , cuando lo intento, soy incapaz de leer más de 10 páginas, caigo rendida al instante. Y hace muchos años atrás, era capaz de leerme una novela casi de un tirón, si la novela era cortita, de menos de 200 paginas.
Y después, acostarse con una canción, con esta por ejemplo, donde daba rienda suelta a mi imaginación, donde montada sobre mi caballo blanco vivía mil aventuras. El pelo al viento, eso sí, el pelo al viento. La capa roja para Enya. Pero yo, melena al viento. Podíamos ir juntas, descubrir nuevos territorios, salvar a personas... Esas eran cosas que imaginaba antes de dormir. Lo que pasaría por mi cerebro cuando estaba dormida, tras la excitación de la lectura, de la música, y de mi imaginación que siempre fue fértil, quien lo sabe!
No me gusta Octubre. Nunca me ha gustado, y este año no iba a ser una excepción.
Ayer estuve de cena, se jubiló una compañera de trabajo. En general, la gente reía, disfrutaba, hacía bromas... se lo pasaban bien.
Miraba a la gente, a la gente de mi mesa, y también a la gente de otras mesas del restaurante, y en verdad, todos parecían felices. Sonriendo, disfrutando de la comida, hablando, riendo. Y yo solo quería montar en mi caballo blanco y huir de allí, cabalgar en la noche y sentir el frio en mi rostro, y sentir el pelo despeinado en mi frente.
Pero yo no tengo los ojos verdes como Enya. Ni tengo caballo, ni siquiera se montar.
Eso si, tengo una capucha como ella, aunque no roja, capucha que tuve que ponerme para volver anoche a casa, pues el cielo lloraba con ganas.
Y mi aventura al llegar fue abrir la cama, dejar que las sábanas me abrazaran, y seguir soñando con princesas de cuento, la princesa que solo yo veo.
Creo que es la única forma para evitar romper a llorar.
Aunque creo, creo que se puede llorar sin derramar lágrimas. Ahora mismo mis ojos están secos, y yo estoy ahí ahí... un poco castillo de naipes que puede caerse en cualquier instante.
Me estoy repitiendo que no merece la pena llorar por mí. Si tengo que derramar lágrimas, que sea por algo alguien que merezca la pena.