Navegando en Aguas de Libertad

Eldric

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Me llamo Martín y siempre he creído en la monotonía como una maldición en la vida. Hasta hace poco, mi vida estaba llena de rutinas y, por extraño que parezca, mi mayor fuente de monotonía provenía de mi matrimonio con Laura. La conocí hace diez años en una cafetería encantadora y desde entonces, nuestra relación se había vuelto una mezcla de comodidad y aburrimiento. Laura era hermosa, con un voluptuoso culo que sin ir al gimnasio, era grande y bien proporcionado, pero lo que más me gustaba de Laura, era su inteligencia y lealtad, sin embargo, algo en mí anhelaba más, algo que iba más allá de la rutina diaria que compartíamos.

Un día, después de regresar del trabajo, me senté en el sofá y miré a Laura. Estábamos viendo la misma serie que veíamos cada noche, compartiendo el mismo espacio, pero algo en mí gritaba por algo diferente. Necesitaba más, y sentía que Laura también debía sentir lo mismo. Después de todo, ¿quién podría estar completamente satisfecho con la monotonía de una relación sin desafíos?

"Laura", dije, rompiendo el silencio que nos envolvía. "¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de tener una relación abierta?"

Laura me miró con sorpresa y, al principio, parecía que iba a reírse de mi sugerencia. Sin embargo, noté un destello de duda en sus ojos antes de que pudiera controlar su expresión.

"¿Una relación abierta?" repitió, como si estuviera saboreando las palabras antes de responder. "¿Estás bromeando, verdad?"

"No, en absoluto", dije, sorprendido por la seriedad en mi propia voz. "Solo estoy pensando que podríamos explorar otras posibilidades, romper la rutina y descubrir algo nuevo juntos."

Laura se quedó en silencio por un momento, sopesando mis palabras. Era obvio que la idea la incomodaba, pero también vi un destello de curiosidad en sus ojos.

"Martín, somos felices así", respondió finalmente. "No necesitamos complicar las cosas."

Pero la semilla estaba plantada en mi mente, y a partir de ese día, no pude dejar de pensar en la idea de una relación abierta. Comencé a leer sobre experiencias de otras parejas, sus desafíos y sus éxitos. Con el tiempo, mi fascinación se convirtió en una especie de obsesión, y sabía que tenía que compartir mis pensamientos con Laura una vez más.

Con paciencia, a lo largo de los meses, empecé a tocar el tema de nuevo. A veces lo mencionaba de manera casual, como si fuera una idea que me había pasado por la cabeza sin mucho significado. En otras ocasiones, lo planteaba como una especie de juego mientras teníamos sexo, sugiriendo que podríamos probar algo diferente solo por diversión.

Laura seguía rechazando la idea, pero noté que sus respuestas ya no eran tan firmes como al principio. Empecé a notar que, en ocasiones, sus ojos se perdían en la distancia mientras yo hablaba, como si estuviera considerando la posibilidad en silencio.

Un día, después de una cena particularmente tranquila, decidí abordar el tema de manera directa. Nos sentamos en el sofá, con la luz tenue de la lámpara iluminando la habitación.

"Laura, en serio creo que podríamos beneficiarnos de explorar una relación abierta", dije con sinceridad. "No estoy sugiriendo esto porque estemos fallando como pareja, sino porque creo que podríamos descubrir nuevas dimensiones de nuestra relación."

Laura suspiró, claramente frustrada con mi insistencia. "Martín, no estoy interesada en tener a otras personas en nuestra relación. ¿No puedes simplemente estar satisfecho con lo que tenemos?"

Pero yo no podía. La monotonía me estaba ahogando, y necesitaba algo más para sentirme vivo. En lugar de retroceder, decidí ser honesto sobre mis propias necesidades y deseos.

"Laura, te amo, pero siento que necesito más emoción en mi vida", confesé. "No quiero perderte, pero tampoco quiero perderme a mí mismo en esta rutina."

Laura se quedó en silencio, mirándome fijamente con una mezcla de tristeza y frustración. Finalmente, después de un largo suspiro, habló.

"Martín, no estoy segura de cómo me siento al respecto, pero estoy dispuesta a explorar la idea", admitió con cautela. "Pero necesitamos establecer reglas claras y comunicarnos constantemente. No quiero que esto destruya lo que hemos construido juntos."

La idea de que Laura estuviera dispuesta a considerar la posibilidad me llenó de alivio y emoción. A partir de ese momento, comenzamos a hablar más abiertamente sobre lo que una relación abierta significaría para ambos. Establecimos límites y acordamos que la comunicación sería clave para mantener nuestra conexión.

En los meses siguientes, nuestra relación experimentó cambios significativos. Descubrimos nuevas facetas de nosotros mismos y de nuestra conexión. La apertura en nuestra relación no solo nos permitía explorar relaciones externas, sino que también reavivó la chispa entre nosotros. Nos esforzamos por ser más honestos y comprensivos el uno con el otro, y la transparencia se convirtió en la base de nuestra nueva dinámica.

Una tarde, después de un día agotador en el trabajo, regresé a casa con la mente llena de pensamientos. La idea de una relación abierta estaba empezando a mostrar sus complicaciones, y me di cuenta de que encontrar compañía fuera del matrimonio no era tan sencillo como pensaba. Mi teléfono apenas vibraba con mensajes, y mis intentos de conexión parecían chocar contra un muro invisible.

Laura estaba en la cocina cuando entré. Parecía absorta en la preparación de la cena, pero sus ojos brillaban con una chispa de emoción que no pasó desapercibida.

"¿Cómo fue tu día?" preguntó con una sonrisa.

"Agotador", admití, dejando caer mi bolso en la silla. "Y tú, ¿cómo estuvo tu día?"

Laura pausó por un momento antes de responder, como si estuviera decidiendo cómo abordar la conversación.

"Bastante interesante", dijo finalmente. "Conocí a alguien hoy."

La noticia me golpeó de una manera que no esperaba. Aunque la idea de que Laura pudiera tener encuentros con otras personas era parte de la premisa de nuestra relación abierta, enfrentar la realidad fue diferente.

"Oh, ¿sí?" traté de sonar casual, aunque mi interés genuino se deslizó en mis palabras.

"Sí", respondió Laura, mirándome directamente a los ojos. "Se llama Alex. Es divertido y tiene un trabajo realmente interesante. Nos conocimos en una reunión de trabajo y terminamos tomando un café."

El nudo en mi estómago se apretó un poco más. Era extraño sentir celos cuando, en teoría, estábamos explorando estas posibilidades juntos.

"¿Y qué piensas de él?" pregunté, tratando de ocultar cualquier rastro de incomodidad.

Laura sonrió, pero sus ojos revelaron cierta precaución. "Es intrigante. No sé a dónde llevará esto, pero me parece una persona interesante para tener en mi vida en este momento."

Asentí, pero mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, quería ser honesto y admitir que la noticia me afectaba más de lo que esperaba. Por otro lado, no quería parecer posesivo o restrictivo en nuestra exploración de una relación abierta.

"Martín, ¿todo está bien?" preguntó Laura, notando mi silencio prolongado.

"Sí, sí, todo bien", dije rápidamente, forzando una sonrisa. "Solo estoy procesando la idea, supongo."

Laura asintió comprensivamente. "Entiendo. Martín, esto es algo que estamos haciendo juntos, ¿recuerdas? No quiero que te sientas incómodo."

Agradecí su comprensión, pero la realidad de la situación me golpeó con fuerza. Mientras yo luchaba por hacer conexiones fuera de nuestro matrimonio, Laura parecía haber encontrado a alguien de manera bastante fácil.

"Eso es genial, Laura. Realmente lo es", dije, tratando de sonar auténtico. "Solo necesito tiempo para acostumbrarme, supongo."

Esa noche, mientras Laura dormía a mi lado, decidí enfrentar directamente mis inseguridades. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Miré a Laura dormir pacíficamente, y un sentimiento de temor me invadió.

El temor no era a perderme a mí mismo, como había pensado inicialmente, sino a perder a Laura. La idea de que nuestras nuevas exploraciones pudieran conducir a un distanciamiento emocional me atormentaba. ¿Y si nuestras decisiones nos llevaban por caminos separados en lugar de fortalecer nuestra conexión? Me quedé allí, en la oscuridad de la habitación, sumido en mis propios pensamientos. El miedo a lo desconocido se mezclaba con la realidad de nuestras acciones, y me di cuenta de que el riesgo de perder a Laura era más grande de lo que había anticipado.
 
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Me llamo Martín y siempre he creído en la monotonía como una maldición en la vida. Hasta hace poco, mi vida estaba llena de rutinas y, por extraño que parezca, mi mayor fuente de monotonía provenía de mi matrimonio con Laura. La conocí hace diez años en una cafetería encantadora y desde entonces, nuestra relación se había vuelto una mezcla de comodidad y aburrimiento. Laura era hermosa, con un voluptuoso culo que sin ir al gimnasio, era grande y bien proporcionado, pero lo que más me gustaba de Laura, era su inteligencia y lealtad, sin embargo, algo en mí anhelaba más, algo que iba más allá de la rutina diaria que compartíamos.

Un día, después de regresar del trabajo, me senté en el sofá y miré a Laura. Estábamos viendo la misma serie que veíamos cada noche, compartiendo el mismo espacio, pero algo en mí gritaba por algo diferente. Necesitaba más, y sentía que Laura también debía sentir lo mismo. Después de todo, ¿quién podría estar completamente satisfecho con la monotonía de una relación sin desafíos?

"Laura", dije, rompiendo el silencio que nos envolvía. "¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de tener una relación abierta?"

Laura me miró con sorpresa y, al principio, parecía que iba a reírse de mi sugerencia. Sin embargo, noté un destello de duda en sus ojos antes de que pudiera controlar su expresión.

"¿Una relación abierta?" repitió, como si estuviera saboreando las palabras antes de responder. "¿Estás bromeando, verdad?"

"No, en absoluto", dije, sorprendido por la seriedad en mi propia voz. "Solo estoy pensando que podríamos explorar otras posibilidades, romper la rutina y descubrir algo nuevo juntos."

Laura se quedó en silencio por un momento, sopesando mis palabras. Era obvio que la idea la incomodaba, pero también vi un destello de curiosidad en sus ojos.

"Martín, somos felices así", respondió finalmente. "No necesitamos complicar las cosas."

Pero la semilla estaba plantada en mi mente, y a partir de ese día, no pude dejar de pensar en la idea de una relación abierta. Comencé a leer sobre experiencias de otras parejas, sus desafíos y sus éxitos. Con el tiempo, mi fascinación se convirtió en una especie de obsesión, y sabía que tenía que compartir mis pensamientos con Laura una vez más.

Con paciencia, a lo largo de los meses, empecé a tocar el tema de nuevo. A veces lo mencionaba de manera casual, como si fuera una idea que me había pasado por la cabeza sin mucho significado. En otras ocasiones, lo planteaba como una especie de juego mientras teníamos sexo, sugiriendo que podríamos probar algo diferente solo por diversión.

Laura seguía rechazando la idea, pero noté que sus respuestas ya no eran tan firmes como al principio. Empecé a notar que, en ocasiones, sus ojos se perdían en la distancia mientras yo hablaba, como si estuviera considerando la posibilidad en silencio.

Un día, después de una cena particularmente tranquila, decidí abordar el tema de manera directa. Nos sentamos en el sofá, con la luz tenue de la lámpara iluminando la habitación.

"Laura, en serio creo que podríamos beneficiarnos de explorar una relación abierta", dije con sinceridad. "No estoy sugiriendo esto porque estemos fallando como pareja, sino porque creo que podríamos descubrir nuevas dimensiones de nuestra relación."

Laura suspiró, claramente frustrada con mi insistencia. "Martín, no estoy interesada en tener a otras personas en nuestra relación. ¿No puedes simplemente estar satisfecho con lo que tenemos?"

Pero yo no podía. La monotonía me estaba ahogando, y necesitaba algo más para sentirme vivo. En lugar de retroceder, decidí ser honesto sobre mis propias necesidades y deseos.

"Laura, te amo, pero siento que necesito más emoción en mi vida", confesé. "No quiero perderte, pero tampoco quiero perderme a mí mismo en esta rutina."

Laura se quedó en silencio, mirándome fijamente con una mezcla de tristeza y frustración. Finalmente, después de un largo suspiro, habló.

"Martín, no estoy segura de cómo me siento al respecto, pero estoy dispuesta a explorar la idea", admitió con cautela. "Pero necesitamos establecer reglas claras y comunicarnos constantemente. No quiero que esto destruya lo que hemos construido juntos."

La idea de que Laura estuviera dispuesta a considerar la posibilidad me llenó de alivio y emoción. A partir de ese momento, comenzamos a hablar más abiertamente sobre lo que una relación abierta significaría para ambos. Establecimos límites y acordamos que la comunicación sería clave para mantener nuestra conexión.

En los meses siguientes, nuestra relación experimentó cambios significativos. Descubrimos nuevas facetas de nosotros mismos y de nuestra conexión. La apertura en nuestra relación no solo nos permitía explorar relaciones externas, sino que también reavivó la chispa entre nosotros. Nos esforzamos por ser más honestos y comprensivos el uno con el otro, y la transparencia se convirtió en la base de nuestra nueva dinámica.

Una tarde, después de un día agotador en el trabajo, regresé a casa con la mente llena de pensamientos. La idea de una relación abierta estaba empezando a mostrar sus complicaciones, y me di cuenta de que encontrar compañía fuera del matrimonio no era tan sencillo como pensaba. Mi teléfono apenas vibraba con mensajes, y mis intentos de conexión parecían chocar contra un muro invisible.

Laura estaba en la cocina cuando entré. Parecía absorta en la preparación de la cena, pero sus ojos brillaban con una chispa de emoción que no pasó desapercibida.

"¿Cómo fue tu día?" preguntó con una sonrisa.

"Agotador", admití, dejando caer mi bolso en la silla. "Y tú, ¿cómo estuvo tu día?"

Laura pausó por un momento antes de responder, como si estuviera decidiendo cómo abordar la conversación.

"Bastante interesante", dijo finalmente. "Conocí a alguien hoy."

La noticia me golpeó de una manera que no esperaba. Aunque la idea de que Laura pudiera tener encuentros con otras personas era parte de la premisa de nuestra relación abierta, enfrentar la realidad fue diferente.

"Oh, ¿sí?" traté de sonar casual, aunque mi interés genuino se deslizó en mis palabras.

"Sí", respondió Laura, mirándome directamente a los ojos. "Se llama Alex. Es divertido y tiene un trabajo realmente interesante. Nos conocimos en una reunión de trabajo y terminamos tomando un café."

El nudo en mi estómago se apretó un poco más. Era extraño sentir celos cuando, en teoría, estábamos explorando estas posibilidades juntos.

"¿Y qué piensas de él?" pregunté, tratando de ocultar cualquier rastro de incomodidad.

Laura sonrió, pero sus ojos revelaron cierta precaución. "Es intrigante. No sé a dónde llevará esto, pero me parece una persona interesante para tener en mi vida en este momento."

Asentí, pero mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, quería ser honesto y admitir que la noticia me afectaba más de lo que esperaba. Por otro lado, no quería parecer posesivo o restrictivo en nuestra exploración de una relación abierta.

"Martín, ¿todo está bien?" preguntó Laura, notando mi silencio prolongado.

"Sí, sí, todo bien", dije rápidamente, forzando una sonrisa. "Solo estoy procesando la idea, supongo."

Laura asintió comprensivamente. "Entiendo. Martín, esto es algo que estamos haciendo juntos, ¿recuerdas? No quiero que te sientas incómodo."

Agradecí su comprensión, pero la realidad de la situación me golpeó con fuerza. Mientras yo luchaba por hacer conexiones fuera de nuestro matrimonio, Laura parecía haber encontrado a alguien de manera bastante fácil.

"Eso es genial, Laura. Realmente lo es", dije, tratando de sonar auténtico. "Solo necesito tiempo para acostumbrarme, supongo."

Esa noche, mientras Laura dormía a mi lado, decidí enfrentar directamente mis inseguridades.
La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Miré a Laura dormir pacíficamente, y un sentimiento de temor me invadió.

El temor no era a perderme a mí mismo, como había pensado inicialmente, sino a perder a Laura. La idea de que nuestras nuevas exploraciones pudieran conducir a un distanciamiento emocional me atormentaba. ¿Y si nuestras decisiones nos llevaban por caminos separados en lugar de fortalecer nuestra conexión? Me quedé allí, en la oscuridad de la habitación, sumido en mis propios pensamientos. El miedo a lo desconocido se mezclaba con la realidad de nuestras acciones, y me di cuenta de que el riesgo de perder a Laura era más grande de lo que había anticipado.
Interesante tu planteamiento y la situación. Aunque es mas habitual de lo que parece cuando se inicia una relación abierta. Esperando la continuación para ver como se desarrollan los hechos,en los que espero que finalmente disfrutéis los dos. Gracias por compartirlo con nosotros.
 
Es una historia que como dice Agosr es bastante común, ya que es fácil decir que vamos a ser un matrimonio o pareja estilo liberal sexual pero si no se habrá con gente que sabe lo que es este tema o matrimonio liberales, es fácil que no salga bien ya que habrá celos y secretos y muy fácil que se separen por culpa de ellos dos o de tercera persona.

Eso sí la historia aunque se asemeja bastante a otros relatos de este estilo, empieza bastante bien y has sabido plasmar los sentimientos del protagonista con la rutina de parejas, los temores de ese amigo y la futura perdida de su mujer por esa tercera persona.

Enhorabuena y con ganas de leer el próximo capítulo 👏🏻
 
Capítulo 2



Había llegado el momento de relajarme. Después de algunas experiencias que me llevaron a cuestionar la dinámica de nuestra relación abierta, decidí darle un respiro a mis inseguridades y simplemente disfrutar del viaje. Con ese nuevo enfoque en mente, me aventuré de nuevo en el mundo de las citas en línea, esta vez a través de la aplicación "HeartConnections".

A diferencia de mis intentos anteriores, mi actitud ahora era más despreocupada. Deslizaba mi dedo por la pantalla sin demasiadas expectativas, simplemente explorando perfiles sin presionarme para encontrar algo concreto. Era como sumergirse en un océano sin rumbo fijo, dejándome llevar por las corrientes de la experiencia.

Sin embargo, a pesar de mi nueva mentalidad, las cosas no parecían avanzar mucho. Mis interacciones en la aplicación eran amigables, pero no trascendentales. Chats ligeros y algunas risas aquí y allá, pero nada que indicara una conexión más profunda. En lugar de frustrarme, decidí aceptarlo. Esto no era una competencia ni una búsqueda desesperada; era simplemente una exploración.

Mientras tanto, Laura también estaba inmersa en sus propias experiencias. Una tarde, después de un día de trabajo, se acercó a mí con una sonrisa traviesa.

"Martín, he organizado algo con Alex para este viernes. Vamos a ir a una discoteca. ¿Qué te parece?"

La idea me pareció divertida. Aunque mi mente bullía con pensamientos e inseguridades, opté por sonreír y apoyar la idea.

"Suena genial, Laura. Estoy seguro de que se van a divertir mucho."

El viernes llegó y Laura se preparó para su cita con Alex. Me sorprendió verla vestida de manera más sensual de lo habitual. Llevaba un vestido ajustado que realzaba sus curvas y un toque de maquillaje que resaltaba sus rasgos. "recuerda que estás en una relación abierta", intenté recordarme a mí mismo, pero no pude evitar sentir una punzada de inseguridad.

Cuando el coche de Alex se detuvo frente a nuestra casa, sentí un nudo en el estómago. Laura salió, despidiéndose con una sonrisa. No podía evitar observar mientras se alejaban. Mi mente divagaba entre pensamientos incómodos e imaginaciones innecesarias. ¿Qué estarían haciendo? ¿Se reirían juntos? ¿Habría algo más que solo un baile en la discoteca?

Las horas pasaron lentamente. Me sumergí en distracciones, pero mi mente seguía regresando a la idea de Laura y Alex compartiendo ese momento juntos. Fue entonces cuando decidí tomar un respiro. Esto era exactamente lo que quería, ¿verdad? Habíamos acordado abrirnos a nuevas experiencias, y aquí estaba, enfrentándome a las consecuencias.

Finalmente, cuando Laura regresó a casa, pude ver la satisfacción en su rostro. Había una chispa en sus ojos y una sonrisa juguetona en sus labios. Se acercó a mí y me abrazó.

"Martín, la pasamos increíble. El ambiente estaba fascinante, y Alex resultó ser muy buen bailador. Me divertí mucho”

Sus palabras eran reconfortantes sabiendo que no hubo nada de sexo, pero una sombra de celos y envidia se instaló en mi interior al ver lo feliz y orgullosa que estaba Laura. A medida que compartía detalles sobre la experiencia, mi mente se llenó de pensamientos oscuros. ¿Por qué a ella le resultaba tan fácil conectar con otras personas en estas citas abiertas? ¿Acaso estaba fallando yo en algún aspecto?

Mientras Laura seguía hablando entusiasmada sobre la cita, mencionó algo que hizo que mi corazón latiera más rápido de lo normal.

"Y, sabes, al final, Alex y yo nos dimos un pequeño piquito. Fue espontáneo, pero lindo."

La revelación golpeó como un puñetazo, y aunque intenté ocultar mi reacción, la sensación de celos y envidia se apoderó de mí. Laura, ajena a mi tormento interno, continuó hablando de la cita como si nada. Además, añadió:

"Ah, y le conté sobre nuestra relación abierta. No pareció importarle en absoluto. Es tan comprensivo."

Sus palabras resonaron en mi cabeza, y el sentimiento de amenaza se intensificó. Mientras Laura hablaba con orgullo de Alex y de cómo habían compartido no solo una experiencia emocionante sino también un gesto de intimidad, me sentí como un espectador atrapado en mi propia inseguridad.

Por un lado, quería estar feliz por Laura y su conexión con Alex, pero por otro, la sombra del auto cuestionamiento se cernía sobre mí. ¿Estaba haciendo lo correcto al abrir nuestra relación? ¿O acaso estaba dejando pasar oportunidades y conexiones valiosas por mis propios miedos?

Mientras intentaba disimular mis emociones y expresar mi alegría por Laura, una batalla interna se libraba en mi mente. Esta experiencia me estaba forzando a enfrentar no solo la dinámica de nuestra relación abierta, sino también mis propias inseguridades y miedos. A medida que Laura continuaba compartiendo detalles de su cita, me di cuenta de que esta travesía, más que cualquier otra cosa, estaba poniendo a prueba los límites de mi propia aceptación y confianza en nuestra relación abierta.
 
Capítulo 2



Había llegado el momento de relajarme. Después de algunas experiencias que me llevaron a cuestionar la dinámica de nuestra relación abierta, decidí darle un respiro a mis inseguridades y simplemente disfrutar del viaje. Con ese nuevo enfoque en mente, me aventuré de nuevo en el mundo de las citas en línea, esta vez a través de la aplicación "HeartConnections".

A diferencia de mis intentos anteriores, mi actitud ahora era más despreocupada. Deslizaba mi dedo por la pantalla sin demasiadas expectativas, simplemente explorando perfiles sin presionarme para encontrar algo concreto. Era como sumergirse en un océano sin rumbo fijo, dejándome llevar por las corrientes de la experiencia.

Sin embargo, a pesar de mi nueva mentalidad, las cosas no parecían avanzar mucho. Mis interacciones en la aplicación eran amigables, pero no trascendentales. Chats ligeros y algunas risas aquí y allá, pero nada que indicara una conexión más profunda. En lugar de frustrarme, decidí aceptarlo. Esto no era una competencia ni una búsqueda desesperada; era simplemente una exploración.

Mientras tanto, Laura también estaba inmersa en sus propias experiencias. Una tarde, después de un día de trabajo, se acercó a mí con una sonrisa traviesa.

"Martín, he organizado algo con Alex para este viernes. Vamos a ir a una discoteca. ¿Qué te parece?"

La idea me pareció divertida. Aunque mi mente bullía con pensamientos e inseguridades, opté por sonreír y apoyar la idea.

"Suena genial, Laura. Estoy seguro de que se van a divertir mucho."

El viernes llegó y Laura se preparó para su cita con Alex. Me sorprendió verla vestida de manera más sensual de lo habitual. Llevaba un vestido ajustado que realzaba sus curvas y un toque de maquillaje que resaltaba sus rasgos. "recuerda que estás en una relación abierta", intenté recordarme a mí mismo, pero no pude evitar sentir una punzada de inseguridad.

Cuando el coche de Alex se detuvo frente a nuestra casa, sentí un nudo en el estómago. Laura salió, despidiéndose con una sonrisa. No podía evitar observar mientras se alejaban. Mi mente divagaba entre pensamientos incómodos e imaginaciones innecesarias. ¿Qué estarían haciendo? ¿Se reirían juntos? ¿Habría algo más que solo un baile en la discoteca?

Las horas pasaron lentamente. Me sumergí en distracciones, pero mi mente seguía regresando a la idea de Laura y Alex compartiendo ese momento juntos. Fue entonces cuando decidí tomar un respiro. Esto era exactamente lo que quería, ¿verdad? Habíamos acordado abrirnos a nuevas experiencias, y aquí estaba, enfrentándome a las consecuencias.

Finalmente, cuando Laura regresó a casa, pude ver la satisfacción en su rostro. Había una chispa en sus ojos y una sonrisa juguetona en sus labios. Se acercó a mí y me abrazó.

"Martín, la pasamos increíble. El ambiente estaba fascinante, y Alex resultó ser muy buen bailador. Me divertí mucho”

Sus palabras eran reconfortantes sabiendo que no hubo nada de sexo, pero una sombra de celos y envidia se instaló en mi interior al ver lo feliz y orgullosa que estaba Laura. A medida que compartía detalles sobre la experiencia, mi mente se llenó de pensamientos oscuros. ¿Por qué a ella le resultaba tan fácil conectar con otras personas en estas citas abiertas? ¿Acaso estaba fallando yo en algún aspecto?

Mientras Laura seguía hablando entusiasmada sobre la cita, mencionó algo que hizo que mi corazón latiera más rápido de lo normal.

"Y, sabes, al final, Alex y yo nos dimos un pequeño piquito. Fue espontáneo, pero lindo."

La revelación golpeó como un puñetazo, y aunque intenté ocultar mi reacción, la sensación de celos y envidia se apoderó de mí. Laura, ajena a mi tormento interno, continuó hablando de la cita como si nada. Además, añadió:

"Ah, y le conté sobre nuestra relación abierta. No pareció importarle en absoluto. Es tan comprensivo."

Sus palabras resonaron en mi cabeza, y el sentimiento de amenaza se intensificó. Mientras Laura hablaba con orgullo de Alex y de cómo habían compartido no solo una experiencia emocionante sino también un gesto de intimidad, me sentí como un espectador atrapado en mi propia inseguridad.

Por un lado, quería estar feliz por Laura y su conexión con Alex, pero por otro, la sombra del auto cuestionamiento se cernía sobre mí. ¿Estaba haciendo lo correcto al abrir nuestra relación? ¿O acaso estaba dejando pasar oportunidades y conexiones valiosas por mis propios miedos?

Mientras intentaba disimular mis emociones y expresar mi alegría por Laura, una batalla interna se libraba en mi mente. Esta experiencia me estaba forzando a enfrentar no solo la dinámica de nuestra relación abierta, sino también mis propias inseguridades y miedos. A medida que Laura continuaba compartiendo detalles de su cita, me di cuenta de que esta travesía, más que cualquier otra cosa, estaba poniendo a prueba los límites de mi propia aceptación y confianza en nuestra relación abierta.
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Capítulo 2



Había llegado el momento de relajarme. Después de algunas experiencias que me llevaron a cuestionar la dinámica de nuestra relación abierta, decidí darle un respiro a mis inseguridades y simplemente disfrutar del viaje. Con ese nuevo enfoque en mente, me aventuré de nuevo en el mundo de las citas en línea, esta vez a través de la aplicación "HeartConnections".

A diferencia de mis intentos anteriores, mi actitud ahora era más despreocupada. Deslizaba mi dedo por la pantalla sin demasiadas expectativas, simplemente explorando perfiles sin presionarme para encontrar algo concreto. Era como sumergirse en un océano sin rumbo fijo, dejándome llevar por las corrientes de la experiencia.

Sin embargo, a pesar de mi nueva mentalidad, las cosas no parecían avanzar mucho. Mis interacciones en la aplicación eran amigables, pero no trascendentales. Chats ligeros y algunas risas aquí y allá, pero nada que indicara una conexión más profunda. En lugar de frustrarme, decidí aceptarlo. Esto no era una competencia ni una búsqueda desesperada; era simplemente una exploración.

Mientras tanto, Laura también estaba inmersa en sus propias experiencias. Una tarde, después de un día de trabajo, se acercó a mí con una sonrisa traviesa.

"Martín, he organizado algo con Alex para este viernes. Vamos a ir a una discoteca. ¿Qué te parece?"

La idea me pareció divertida. Aunque mi mente bullía con pensamientos e inseguridades, opté por sonreír y apoyar la idea.

"Suena genial, Laura. Estoy seguro de que se van a divertir mucho."

El viernes llegó y Laura se preparó para su cita con Alex. Me sorprendió verla vestida de manera más sensual de lo habitual. Llevaba un vestido ajustado que realzaba sus curvas y un toque de maquillaje que resaltaba sus rasgos. "recuerda que estás en una relación abierta", intenté recordarme a mí mismo, pero no pude evitar sentir una punzada de inseguridad.

Cuando el coche de Alex se detuvo frente a nuestra casa, sentí un nudo en el estómago. Laura salió, despidiéndose con una sonrisa. No podía evitar observar mientras se alejaban. Mi mente divagaba entre pensamientos incómodos e imaginaciones innecesarias. ¿Qué estarían haciendo? ¿Se reirían juntos? ¿Habría algo más que solo un baile en la discoteca?

Las horas pasaron lentamente. Me sumergí en distracciones, pero mi mente seguía regresando a la idea de Laura y Alex compartiendo ese momento juntos. Fue entonces cuando decidí tomar un respiro. Esto era exactamente lo que quería, ¿verdad? Habíamos acordado abrirnos a nuevas experiencias, y aquí estaba, enfrentándome a las consecuencias.

Finalmente, cuando Laura regresó a casa, pude ver la satisfacción en su rostro. Había una chispa en sus ojos y una sonrisa juguetona en sus labios. Se acercó a mí y me abrazó.

"Martín, la pasamos increíble. El ambiente estaba fascinante, y Alex resultó ser muy buen bailador. Me divertí mucho”

Sus palabras eran reconfortantes sabiendo que no hubo nada de sexo, pero una sombra de celos y envidia se instaló en mi interior al ver lo feliz y orgullosa que estaba Laura. A medida que compartía detalles sobre la experiencia, mi mente se llenó de pensamientos oscuros. ¿Por qué a ella le resultaba tan fácil conectar con otras personas en estas citas abiertas? ¿Acaso estaba fallando yo en algún aspecto?

Mientras Laura seguía hablando entusiasmada sobre la cita, mencionó algo que hizo que mi corazón latiera más rápido de lo normal.

"Y, sabes, al final, Alex y yo nos dimos un pequeño piquito. Fue espontáneo, pero lindo."

La revelación golpeó como un puñetazo, y aunque intenté ocultar mi reacción, la sensación de celos y envidia se apoderó de mí. Laura, ajena a mi tormento interno, continuó hablando de la cita como si nada. Además, añadió:

"Ah, y le conté sobre nuestra relación abierta. No pareció importarle en absoluto. Es tan comprensivo."

Sus palabras resonaron en mi cabeza, y el sentimiento de amenaza se intensificó. Mientras Laura hablaba con orgullo de Alex y de cómo habían compartido no solo una experiencia emocionante sino también un gesto de intimidad, me sentí como un espectador atrapado en mi propia inseguridad.

Por un lado, quería estar feliz por Laura y su conexión con Alex, pero por otro, la sombra del auto cuestionamiento se cernía sobre mí. ¿Estaba haciendo lo correcto al abrir nuestra relación? ¿O acaso estaba dejando pasar oportunidades y conexiones valiosas por mis propios miedos?

Mientras intentaba disimular mis emociones y expresar mi alegría por Laura, una batalla interna se libraba en mi mente. Esta experiencia me estaba forzando a enfrentar no solo la dinámica de nuestra relación abierta, sino también mis propias inseguridades y miedos. A medida que Laura continuaba compartiendo detalles de su cita, me di cuenta de que esta travesía, más que cualquier otra cosa, estaba poniendo a prueba los límites de mi propia aceptación y confianza en nuestra relación abierta.
Por favor sigue contando la experiencia 🙏
 
Interesante planteamiento y me gusta como escribes, y por fin relatos sin faltas de ortografía…
Deseando leer más… sigue así compañero, te felicito
 
Pero este Martín es bastante idiota. Cómo es que insiste tanto en algo y luego la pasa tan mal?, es como si su esposa fuera la de la idea y él aceptó a regañadientes, pero increíblemente fue al revés.

No hay que ser erudito para saber que la mujer tiene mucho más éxito que el hombre, y más si es guapa como ella. Además, Martín está ocultando todo lo que siente, empezó super mal.

Pienso que no deberían frecuentar a una misma persona mucho, cualquiera sabe que es peligroso, espero se den cuenta.
 
Yo es que no creo en estas cosas y las considero jugar con fuego. No entiendo mucho de estas cosas, pero supongo que muchas veces esto termina mal con la chica sintieneo algo por esa otra persona. Yo no arriesgaría a perder a mi pareja con estas cosas.
 
Capítulo 3

Esa noche, mientras Laura dormía profundamente a mi lado, yo permanecía despierto, mirando al techo, atrapado en una espiral de pensamientos. El pequeño beso que ella había compartido con Alex no era el problema real. Lo sabía, pero me costaba aceptarlo. Lo que realmente me atormentaba era la sensación de que, tal vez, Laura se estaba adaptando mejor a esta nueva fase de nuestra relación. Me sentía rezagado, como si ella estuviera floreciendo mientras yo luchaba por no perderme en mis inseguridades.

Decidí que no podía seguir así. No podía permitir que los celos me devoraran por dentro. Tenía que encontrar una manera de reconciliarme con esta situación o, de lo contrario, arriesgarme a perder algo mucho más valioso: la confianza y la complicidad que habíamos construido durante años.

La mañana siguiente, mientras desayunábamos, intenté sacar el tema de manera casual.

—Me alegra que te hayas divertido con Alex —dije, tratando de sonar lo más relajado posible—. Parece que realmente te sientes cómoda con todo esto.

Laura sonrió, pero noté un atisbo de duda en sus ojos.

—Sí, ha sido una experiencia interesante —respondió, revolviendo su café—. Pero… ¿tú estás bien con todo? No quiero que sientas que estoy yendo demasiado rápido o que te estoy dejando atrás.

Su pregunta me tomó por sorpresa. No esperaba que ella notara mis dudas tan rápidamente.

—Creo que… estoy bien —respondí, pero mi tono de voz no era convincente ni para mí mismo—. A veces me cuesta un poco, pero sé que esto es lo que queríamos. Solo… estoy intentando acostumbrarme.

Laura me miró fijamente, evaluando cada palabra.

—Martín, no tienes que ser fuerte todo el tiempo. Si hay algo que te moleste o te incomode, podemos hablarlo. Esta relación abierta es para los dos, no solo para mí.

Su honestidad y la suavidad en su voz desarmaron parte del muro de resistencia que había construido en mi mente. Sabía que, si seguía guardándome todo, terminaría distanciándome emocionalmente. Entonces, decidí abrirme.

—No es que me moleste lo que haces o con quién lo haces —dije, eligiendo cuidadosamente mis palabras—. Creo que lo que me afecta más es darme cuenta de que todavía me estoy acostumbrando a esta libertad, mientras tú pareces navegar por ella con tanta facilidad.

Laura suspiró, comprendiendo lo que decía.

—Es normal, Martín. No hay un ritmo perfecto para esto. Cada uno tiene su propio proceso. No espero que todo sea fácil desde el principio, ni para ti ni para mí. Solo quiero que estemos en esto juntos, sin dejar que el miedo o los celos nos separen.

La conversación me dio algo de alivio, pero también me hizo ver que el viaje que habíamos emprendido no se trataba solo de salir con otras personas. Se trataba de explorar nuestros propios límites, tanto como pareja como individuos. Tenía que aprender a soltar el control, no solo sobre lo que hacía Laura, sino sobre lo que esperaba de mí mismo.

Ese fin de semana, decidí ponerme a prueba. Abrí nuevamente la aplicación "HeartConnections" con un nuevo objetivo en mente: no buscar simplemente una distracción, sino permitir que las conexiones surgieran sin prisas, sin compararme con Laura. Si quería que nuestra relación abierta funcionara, también debía darme a mí mismo el permiso de disfrutarla.

Así que, cuando un perfil llamó mi atención, decidí darle una oportunidad genuina. Era Sofía, una mujer que parecía compartir intereses similares a los míos. Intercambiamos mensajes, y aunque al principio la conversación fue ligera, hubo una chispa. No era comparable a la intensidad que sentía por Laura, pero eso estaba bien.

...................................

Una noche, Laura volvió de una salida con Alex y se dejó caer en el sofá a mi lado, con una sonrisa que parecía decir que algo interesante había sucedido.

—Hoy pasó algo curioso con Alex —me dijo, sin dejar de sonreír.

—¿Ah, sí? —pregunté, con un leve interés, aunque algo en su tono me puso en alerta—. ¿Qué pasó?

—Bueno… parece que tiene un fetiche con los pies —dijo riendo, como si fuera una pequeña confesión que no sabía cómo tomar.

Fruncí el ceño, sorprendido, pero traté de mantenerme neutral.

—¿Un fetiche con los pies? —repetí, tratando de no sonar demasiado curioso, aunque algo en mi interior se revolvió ante la idea.

—Sí —dijo, soltando una pequeña carcajada—. Después de bailar, fuimos a su casa. Todo estaba normal, hasta que, de repente, me quitó los zapatos y empezó a masajearme los pies.

Mi cuerpo se tensó un poco al escuchar que habían ido a su casa. No pude evitar imaginarme lo que podría haber pasado después. La idea de ellos dos en su espacio personal hizo que una oleada de celos se apoderara de mí, pero intenté no mostrarlo.

—¿Fuiste a su casa? —pregunté, esforzándome por sonar casual, aunque mi mente ya había empezado a dibujar escenarios que no me gustaban.

—Sí, pero tranquilo, no es lo que te imaginas —dijo, como si pudiera leer mis pensamientos—. Fue más inesperado que cualquier otra cosa. Solo… me quitó los zapatos y empezó a masajear mis pies. Al principio me pareció raro, pero luego... no sé, estuvo bien.

Me relajé un poco al escuchar que no había sucedido algo más intenso, pero aún así, me costaba entenderlo.

—¿De verdad te pareció bien? —le pregunté, con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Laura me miró y asintió, como si estuviera reflexionando sobre lo ocurrido.

—Fue un momento… raro, sí, pero también... —se detuvo un segundo, buscando las palabras adecuadas—. Me sentía empoderada. Estaba allí, con él, y de alguna manera... tener a alguien besando mis pies me hizo sentir una especie de control, como si el poder estuviera en mis manos, o bueno, en mis pies.

Eso me tomó por sorpresa. La idea de que alguien más la hiciera sentir de esa manera me incomodaba y, a la vez, me intrigaba. Estaba claro que Alex no solo había tocado sus pies; había tocado algo más profundo, algo que la hacía sentir diferente. Sentí una punzada de inquietud, pero también de curiosidad.

—¿Te besó los pies? —pregunté, intentando no sonar demasiado sorprendido.

—Sí —dijo, con una sonrisa traviesa—. Después de masajearme un rato, empezó a besarme los pies. No te voy a mentir, al principio me dio risa, pero luego... fue un poco intenso. No es algo que hubiera imaginado disfrutar, pero... Alex tiene una forma de hacerlo que no se siente invasivo. Es más como... —se detuvo un segundo, pensando—. Como una adoración.

La imagen de Alex besando sus pies se quedó en mi mente, causando una mezcla de sensaciones que no podía definir con claridad. Una parte de mí estaba celosa, lo admitía, pero otra parte estaba... intrigada. Sabía que, por extraño que fuera, este tipo de conexiones eran parte de lo que habíamos aceptado al entrar en esta dinámica abierta.

—¿Y te gustó? —pregunté, mi voz más suave ahora, mientras trataba de procesar lo que me estaba contando.

Laura me miró directamente, con una sonrisa sincera.

—Sí, me gustó. No es algo que esperara, pero fue... diferente. Como te dije, me sentí en control, y fue agradable dejarme llevar un poco por esa sensación.

Suspiré, aún tratando de comprender mis propios sentimientos. No podía negar que me preocupaba que Alex pudiera ofrecerle algo que yo no había podido darle. Pero, al mismo tiempo, sentía que había algo liberador en todo esto, una oportunidad para descubrirnos desde perspectivas nuevas.

—Bueno —dije finalmente, esbozando una sonrisa—, supongo que si te hizo sentir bien, eso es lo importante, ¿no?

Laura asintió, pero luego se acercó más a mí, colocando una mano en mi pierna que se deslizo hacia mi paquete. Se subió sobre mi y empezó a besarme el cuello. Esa noche eyaculé doble, pero aún así no fue suficiente para calmar la calentura de Laura, que al final tuve que saciar con mis labios.
 
Me alegro que sigas con el relato, he tenido que releer los capítulos anteriores y ponerme al día…
Sigue la situación de tensión e inseguridad en Martín, mientras Laura disfruta de las nuevas situaciones y sensaciones…
Deseando leer más capítulos.. sigue así @Paco1
 
Ops!, mira quien volvió!

Veamos por donde sigue la mente de Martín
 
Capítulo 4

La primera vez que me encontré con Sofía en persona, fue diferente a lo que había imaginado. Después de varios días intercambiando mensajes en "HeartConnections", finalmente habíamos acordado vernos en un café pequeño y algo escondido, lejos de las multitudes.

Cuando entré al lugar, la vi sentada cerca de la ventana. Estaba absorta en su celular, pero lo que me llamó la atención no fue eso. Era ella. Sofía tenía un aura tranquila, casi imperceptible, pero presente. Su piel era clara, casi pálida, y el contraste con su cabello oscuro y liso, que le caía por los hombros, resaltaba aún más. No era una mujer que atrajera las miradas por su apariencia llamativa, sino por una elegancia simple, pero que dejaba una huella. Sus labios eran finos, su nariz recta, y sus ojos… sus ojos parecían mirar más allá de las cosas, como si siempre supieran algo que los demás no.

Cuando levantó la vista y me vio, sonrió, y en ese instante todo pareció calmarse a mi alrededor. Me acerqué, inseguro, pero ella hizo que todo pareciera fácil.

—Martín, al fin nos conocemos —dijo, poniéndose de pie y estrechándome la mano de manera casual, pero firme. Su voz era suave, pero había algo en su tono que me hacía prestar atención.

Nos sentamos y comenzamos a hablar de cosas sencillas. El trabajo, nuestros hobbies, las usuales preguntas que haces cuando intentas conocer a alguien. Pero con Sofía, había una especie de pausas calculadas, pequeños momentos de silencio que no se sentían incómodos, sino más bien naturales. No llenaba los vacíos con palabras innecesarias, como si supiera que el silencio también podía decir mucho.

Mientras hablábamos, mencionó que también estaba en una relación abierta. Me sorprendió, aunque no debería haberlo hecho. Era algo común en la aplicación, pero escucharla decir eso con tanta naturalidad me descolocó.

—Mi pareja y yo lo llevamos bien —dijo, mientras daba un sorbo a su café—. Nos conocimos hace años, y bueno, después de mucho tiempo juntos decidimos probar algo nuevo.

—¿Y cómo llevas eso de tener una relación abierta? —le pregunté, sin saber si estaba invadiendo su espacio personal. Pero ella no se inmutó.

—Con paciencia —respondió—. Es algo que se construye, como cualquier relación. Al principio fue raro, lo admito, pero con el tiempo te das cuenta de que no se trata solo de salir con otras personas, sino de explorar partes de ti mismo que quizás nunca habías considerado. —Hizo una pausa, mirándome como si esperara mi reacción—. ¿Tú cómo lo llevas?

No supe cómo responder de inmediato. Con Laura, había días buenos y otros en los que el temor de perderla me invadía. Pero frente a Sofía, esas inseguridades parecían desvanecerse.

—Creo que todavía estoy aprendiendo —dije finalmente, sincero—. A veces es fácil, otras veces no tanto.

Ella asintió, como si entendiera perfectamente. Había algo en la forma en que escuchaba, en cómo absorbía cada palabra, que me hacía sentir que podía decirle cualquier cosa.

La conversación con Sofía continuó con una fluidez sorprendente. A pesar de los temas aparentemente ligeros, había algo en sus palabras, en los detalles que compartía, que se sentía más profundo. No era solo lo que decía, sino cómo lo decía. Me habló de su último viaje a Perú, donde había visitado antiguas ruinas incas.

—Hay algo en esos lugares —dijo, casi pensativa—. Algo que te hace sentir conectado a algo más grande, aunque no puedas verlo o tocarlo. Es como si el pasado estuviera aún ahí, esperando a ser descubierto.

Asentí, intrigado, aunque no sabía bien cómo responder. No quería parecer ingenuo, pero tampoco entendía del todo lo que ella intentaba transmitir. De todas formas, algo en su tono me hizo querer saber más, incluso si no preguntaba directamente.

Había una serenidad en Sofía que contrastaba con las usuales emociones de mis otros encuentros. Con ella, todo parecía transcurrir a otro ritmo. Era como si no hubiera prisas, solo el momento presente.

Después de un par de horas más de charla, miró su reloj y sonrió, casi como si hubiera estado esperando el momento adecuado.

—¿Te gustaría venir conmigo a un lugar esta noche? —me preguntó, de repente.

La pregunta me tomó por sorpresa. La invitación era casual, pero había algo en su tono que sugería que no era una simple salida. Me sentí algo nervioso, pero también intrigado.

—¿A dónde? —pregunté, tratando de no sonar demasiado ansioso.

—Es un club privado —respondió, tomando un sorbo de su café y mirándome a los ojos—. No es como los clubes normales. Es más... exclusivo. Solo puedes entrar si te invitan. Creo que te gustaría, si te animas a conocer algo diferente.

No supe qué responder de inmediato. Mi mente empezó a girar en torno a lo que podría significar esa invitación. Había una ligera sensación de nerviosismo, pero también una parte de mí que quería experimentar cosas nuevas.

Finalmente, asentí.

—Claro, me encantaría.

Sofía sonrió, satisfecha, como si hubiera anticipado mi respuesta.

—Perfecto —dijo, levantándose del asiento y ajustándose la chaqueta—. Entonces nos vemos en la entrada a las 10. No te preocupes, no necesitas nada especial, solo ven con la mente abierta.

Mientras ella se despedía y se dirigía hacia la salida, me quedé sentado, procesando todo lo que acababa de pasar. Había algo en esa invitación, en la forma en que lo había dicho, que me hacía sentir que esa noche iba a ser diferente a cualquier otra que hubiera vivido antes.

Y, por alguna razón, no podía evitar sentirme atraído hacia lo que estaba por venir.
 
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Capítulo 5

Cuando llegué a la dirección que Sofía me había dado, el lugar no era lo que esperaba. Estaba en una calle tranquila, lejos del bullicio de la ciudad. No había grandes luces de neón ni filas de personas esperando para entrar. El edificio parecía más una antigua casona restaurada que un club nocturno. La puerta principal, una gruesa madera oscura, no tenía ningún letrero. Parecía, de hecho, un lugar que solo conocías si alguien te llevaba.
Miré el reloj. Eran las 9:58. Me detuve unos segundos, respiré profundo y me acerqué a la puerta justo cuando Sofía aparecía a mi lado, de forma casi sigilosa.

—Llegaste a tiempo —dijo con una sonrisa tranquila, que de inmediato me calmó.

Iba vestida con un vestido negro simple, pero elegante, que contrastaba con su piel clara. Su cabello oscuro caía suelto, y noté que sus labios estaban pintados de un rojo intenso, algo que no había visto en nuestro primer encuentro. Había un aire diferente en ella esta noche, más seguro, casi desafiante.

—¿Listo? —preguntó, mientras tocaba la puerta con una ligera suavidad.

Asentí, aunque la verdad era que no sabía si lo estaba. La puerta se abrió casi de inmediato, como si hubieran estado esperando. Nos recibió un hombre alto y delgado, vestido de manera impecable, pero sin uniforme. Había algo solemne en su mirada, una especie de reconocimiento silencioso que me puso en alerta.

—Bienvenidos —dijo, haciendo un gesto para que entráramos.

Cruzamos el umbral y, de inmediato, fui recibido por un ambiente que no había anticipado. El interior del lugar era elegante, pero no ostentoso. Las luces eran tenues, creando sombras suaves que daban a todo un aire de intimidad. Las paredes estaban adornadas con pinturas antiguas y cortinas pesadas, casi como si estuviéramos en una galería de arte privada en lugar de un club. La música era suave, apenas perceptible, lo suficiente para llenar el aire sin dominarlo.

Sofía caminaba con confianza, como si conociera el lugar de memoria. Me guió por un pasillo hacia una sala más pequeña, donde un grupo de personas estaba reunido en torno a mesas bajas, charlando en voz baja, riendo ocasionalmente. Algunos parecían conocer bien el lugar, otros, como yo, estaban claramente allí por primera vez, con miradas de curiosidad y nerviosismo.

Nos sentamos en una mesa junto a una ventana que daba a un pequeño jardín interior. Sofía pidió una copa de vino para los dos sin siquiera consultar conmigo, pero no me importó. Había algo en ella que me hacía querer seguir su ritmo.

—¿Qué te parece el lugar? —preguntó, mientras me entregaba una copa.

—Es... diferente —respondí, mirando a mi alrededor—. No es lo que esperaba.

Sofía sonrió, casi como si hubiera anticipado mi respuesta.

—Lo sé —dijo, tomando un sorbo de su vino—. Es parte del encanto. Aquí la gente no viene por lo que ves en otros lugares. Aquí vienes a dejarte llevar, a experimentar.

La forma en que lo dijo me hizo sentir una ligera descarga en la espalda. Había algo más en esas palabras, una invitación tácita que no llegaba del todo a la superficie, pero que flotaba en el aire entre nosotros.

Mientras charlábamos, noté que algunas personas se levantaban y se dirigían hacia una puerta al final de la sala. Cada vez que alguien pasaba por allí, se hacía un pequeño silencio, como si todo el ambiente se tensara por un segundo.

—¿Qué hay detrás de esa puerta? —pregunté, no pudiendo contener la curiosidad.

Sofía me miró, sus labios curvándose en una sonrisa que no alcanzó del todo sus ojos.

—Es algo que tendrás que ver por ti mismo —dijo, dejando la copa sobre la mesa—. Si decides ir, claro.

La forma en que lo dijo me hizo sentir que había más en juego de lo que parecía. No era solo un club. Y la presencia de Sofía, con sus silencios calculados y su misteriosa seguridad, hacía que todo se sintiera un poco más pesado.

Pasamos el resto de la noche charlando, con Sofía guiando hábilmente la conversación por caminos que, aunque a primera vista parecían normales, siempre terminaban llevándome a lugares más profundos de reflexión. Me habló de la libertad, de cómo las personas a menudo se limitaban a sí mismas, y de cómo la verdadera liberación no era hacer lo que quisieras, sino descubrir lo que en realidad deseabas hacer. Había una sabiduría en ella que me desconcertaba, como si hubiera vivido varias vidas antes de esta.

Finalmente, cuando las copas de vino estaban vacías y el lugar comenzaba a vaciarse, Sofía se levantó y me miró.

—Vamos —dijo, y me di cuenta de que no era una pregunta.

La seguí hasta la puerta al final de la sala. Había algo casi ritualista en la forma en que nos acercábamos, en la calma que ella mantenía mientras yo intentaba controlar el latido acelerado de mi corazón. Cuando llegamos, el hombre que nos había recibido al principio estaba allí, de pie junto a la puerta, como un guardián.

—¿Estás listo? —preguntó Sofía, mirándome directamente a los ojos.

Asentí, aunque no estaba del todo seguro de qué estaba a punto de suceder.

Ella empujó suavemente la puerta y, cuando se abrió, sentí que entraba a otro mundo.

El aire en la habitación que atravesamos era diferente, más denso, cargado con una energía que me resultaba difícil de describir. El sonido del lugar anterior parecía haberse desvanecido por completo, como si hubiéramos cruzado no solo una puerta, sino una barrera invisible. La iluminación era más tenue, pero había un resplandor suave que provenía de las velas colocadas estratégicamente en diversas repisas y mesas. El ambiente se sentía casi sacro, como si estuviéramos entrando en una especie de templo.

Sofía caminaba delante de mí, su figura esbelta moviéndose con una confianza que contrastaba con la ligera incomodidad que comenzaba a formarse en mi pecho. Había algo en este lugar, en las sombras y el silencio, que me hacía sentir que cada paso nos llevaba más profundo, no solo en el espacio, sino en algo que no comprendía del todo.

Me detuve un segundo, mi mente intentando adaptarse. Pero Sofía me miró por encima del hombro y me lanzó una sonrisa tranquila, que me invitaba a seguir, sin preguntas. No había necesidad de palabras entre nosotros en ese momento; ella sabía que yo la seguiría.

El pasillo se abría hacia una sala más amplia, pero esta era diferente de las anteriores. Las paredes estaban decoradas con antiguos tapices y símbolos que parecían tener un significado más allá de lo meramente estético.

—Este es un lugar donde la gente viene a encontrarse a sí misma —dijo en voz baja, como si estuviera revelando un secreto que solo algunos podían entender— Es diferente para cada persona, pero aquí puedes ser quien realmente eres, sin juicios, sin expectativas.

No entendía del todo lo que quería decir, pero había algo en la forma en que lo dijo, en la manera en que me miraba, que hacía que mis dudas parecieran irrelevantes. Sentí que Sofía me estaba invitando, no solo a entrar en el lugar, sino a algo mucho más profundo. Una experiencia, tal vez, o una revelación.

—Ven —me tomó suavemente de la mano— quiero mostrarte algo.

La seguí a través de la sala, observando a las personas que estaban alrededor, algunas conversando en voz baja, otras simplemente observando el espacio. Pasamos por una pequeña puerta lateral que nos llevó a una habitación más privada, más íntima. Había solo una cama baja, cubierta de cojines, y una pequeña mesa con un par de copas y una botella de vino. Sofía se sentó en la cama con la misma gracia que había mostrado toda la noche, y me invitó a sentarme a su lado. El suave roce de su pierna contra la mía hizo que mi corazón se acelerara ligeramente, aunque intenté mantener la compostura. Me serví una copa de vino, más por tener algo que hacer con las manos que por sed. Ella tomó la suya y bebió en silencio.

—¿Qué es exactamente lo que querías que viera? —pregunté, sabiendo que mi voz sonaba más baja de lo habitual.

Sofía se rio suavemente, un sonido que relucía en el pequeño espacio entre nosotros.

—Quizás no es algo que puedas ver con los ojos —susurró, inclinándose ligeramente hacia mí, hasta que pude sentir el calor de su aliento contra mi piel— Sino algo que necesitas... sentir.

Su proximidad, el aroma a vino y el ligero toque de su perfume hacían que todo en mi interior se acelerara. Sabía que había una línea invisible que estábamos a punto de cruzar, y por la forma en que ella me miraba, supe que no había marcha atrás.

—¿Sabes qué me gusta de ti? —susurró, su voz bajando aún más.

—Dime —respondí, sin apartar la vista de sus labios.

Sofía sonrió, su pulgar trazando un círculo lento sobre mi muslo con delicadeza.

—Que sabes cuándo dejarte llevar.

El momento en que lo dijo, su mano subió ligeramente cerca de mi miembro, provocando una chispa que recorrió todo mi cuerpo.

Sofía se inclinó hacia mí, su aliento rozando mi piel mientras sus dedos recorrían mi polla por encima del pantalón. Podía sentir el latido de mi corazón acelerarse, acompasado al ritmo de la respiración profunda de Sofía, que se acercaba aún más, sus labios casi rozando los míos.

Sofía se levantó lentamente, manteniendo sus ojos fijos en los míos mientras se desabrochaba el delicado vestido que llevaba. La tela cayó suavemente sobre su piel, deslizándose hasta el suelo sin hacer un solo ruido, como si el espacio mismo contuviera el momento en una burbuja de silencio. El resplandor suave de las velas iluminaba su figura de manera intermitente, creando sombras que acentuaban cada curva de su cuerpo, cada movimiento calculado.

A pesar de la oscuridad que nos envolvía, podía ver claramente su piel, tersa y luminosa, y cómo su cuerpo se revelaba lentamente ante mí. Sofía, con una elegancia que solo ella podía manejar, dejó caer la última prenda, quedándose desnuda frente a mí. Su figura era un contraste fascinante; delicada y esbelta, pero con unos pechos redondos que desentonaba con su fina estructura. Miraba a sus pezones erectos que apuntaban hacia mí de manera casi hipnótica.

Ella no hizo ningún gesto brusco, pero en su mirada había una invitación clara. Rápidamente me quité la ropa. Sofía se acercó de nuevo, con esa confianza desbordante que había mostrado toda la noche, y se sentó a horcajadas sobre mí, sus piernas rodeando las mías con naturalidad. El contacto de su piel contra la mía hizo que todo el aire pareciera cargado, como si la atmósfera misma se volviera más espesa.

Sofía me miraba, su sonrisa suave y misteriosa, sus manos deslizándose por mis hombros mientras la distancia entre nosotros se desvanecía por completo. Cada movimiento suyo era preciso, sensual, y a la vez tan controlado que el deseo crecía con cada pequeño roce, cada respiración compartida.

Me incliné hacia ella, mis manos finalmente encontrando su piel, acariciaba toda su espalda hasta bajar a su culo, restregándola hacia mí. El mundo exterior se desvaneció. Solo existía el calor que emanaba su cuerpo, el sonido de nuestras respiraciones entrelazadas, y la sensación de estar cayendo más profundo en algo que no solo era físico, sino también emocional.

Sofía inclinó su rostro hacia el mío, y nuestros labios finalmente se encontraron, un contacto suave al principio, pero en el que poco después nuestras lenguas se vieron entrelazadas. Sofía movía su cadera alternativamente de atrás hacia delante, buscando el contacto con mi polla. Hasta que finalmente la tomé del culo y la levanté, bajándola poco a poco hacia mi polla. Los fluidos de ella caían sobre mis pelvis a medida que su coño me rodeaba. Sofía encajó sus uñas en mi espalda y empezó a moverse a un ritmo más acelerado. Sus gemidos se convirtieron en gritos llevándome al borde del límite, así que la tumbé sobre la cama. Con su boca y piernas abiertas, su coño chorreando me esperaba impacientemente.

Una noche que jamás olvidaré.
 
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Capítulo 6

Cuando llegué a casa esa noche, el reloj marcaba poco más de las tres de la mañana. La ciudad, normalmente bulliciosa, se encontraba en uno de esos raros momentos de tranquilidad absoluta. Las calles estaban vacías, el aire frío, y el eco de mis propios pasos parecía seguirme mientras subía las escaleras hasta el departamento. Me detuve frente a la puerta por un segundo, respirando profundamente, tratando de recomponerme.

El pasillo estaba en silencio, como si todo estuviera esperando que diera el siguiente paso. Al abrir la puerta, me deslicé dentro del departamento con cuidado, tratando de no hacer ruido. La luz del pequeño pasillo que conducía a la sala era tenue, suficiente para ver el reflejo de mi propio rostro en un espejo colgado en la pared. Por un momento, me detuve frente a él, estudiando mi expresión.

Laura, como había supuesto, estaba dormida. La vi a través de la puerta entreabierta de nuestra habitación, su respiración suave y rítmica. Me quedé allí unos segundos, observándola en silencio.

Me dirigí al baño, intentando despejarme un poco. El agua fría en mi rostro fue como un golpe de realidad. Por un segundo, recordé la sensación de la piel de Sofía contra la mía, sus labios, su cuerpo en la penumbra de esa habitación. Tuve que cerrar los ojos un momento, como si al hacerlo pudiera borrar las imágenes que seguían inundando mi mente. No debía pensar en eso. No ahora.

Al salir del baño, me encontré con la mirada de Laura. Estaba despierta, apoyada en el marco de la puerta de la habitación, mirándome con ojos entrecerrados por el sueño.

—¿Qué hora es? —preguntó con voz adormilada, frotándose los ojos.

—Casi las tres y media —respondí, intentando que mi voz sonara lo más natural posible.

Ella me observó por un segundo, y mi corazón latió con fuerza, temiendo que pudiera ver más allá de mis palabras, que de alguna manera supiera lo que había pasado. Pero Laura solo asintió y se giró para volver a la cama.

—Me alegra que estés en casa. Ven, acuéstate —dijo, su voz suave, sin rastro de sospecha.

Respiré aliviado, aunque la culpa seguía presionando mi pecho. Me acerqué a la cama, me quité los zapatos y me metí bajo las sábanas con ella. Laura se acomodó a mi lado, descansando su cabeza sobre mi hombro, y supe que, por ahora, la mentira funcionaría.

—¿Te divertiste? —preguntó en un murmullo.

—Sí —respondí, tratando de mantener mi tono ligero— Fue una noche tranquila. Solo hablamos y bailamos un poco.

Ella asintió, su respiración ya volviéndose más profunda mientras se deslizaba de nuevo en el sueño. Pero yo sabía que dormiría poco esa noche. Sentí una punzada en el estómago, una mezcla de culpa y arrepentimiento que no podía sacudirme por ocultar lo sucedido a Laura.

Realmente no había hecho nada malo, después de todo estábamos en una relación abierta. No comprendía el porqué sentía la necesidad de ocultarlo. Con la mirada al techo divagaba en mis pensamientos. La noche iba a ser larga.

A la mañana siguiente me levanté de la cama con cuidado, tratando de no despertar a Laura. Mientras me dirigía a la cocina, sentí el peso de la noche anterior aún sobre mis hombros, una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar del todo. El café era mi primer impulso, como siempre, pero esta mañana necesitaba algo más que cafeína para despejar mi mente. Mientras el agua hervía, repasaba en mi cabeza lo que había sucedido. Cada detalle, cada gesto, cada palabra de Sofía. Había una chispa entre nosotros que no podía negar, una atracción que había ido más allá de lo que imaginé. Pero, ¿por qué sentía que había traicionado a Laura, incluso si no había reglas que hubiera roto? Esa era la verdadera pregunta. Tal vez la apertura de nuestra relación no significaba que cualquier conexión profunda fuera libre de consecuencias.

Laura apareció en la cocina unos minutos después, todavía con el cabello despeinado y sus ojos medio cerrados. Se acercó a mí, rodeándome la cintura con los brazos y apoyando su cabeza en mi espalda.

—¿En qué piensas? —preguntó, su voz tranquila, pero curiosa.

—Nada en particular —mentí, aunque mi tono sonaba menos convincente de lo que hubiera querido.

—¿Seguro? —insistió, dándome un pequeño apretón antes de soltarme. Me giré y le ofrecí una sonrisa, forzada pero amable.

—Solo cansado, eso es todo —dije.

Ella me miró, estudiándome por un segundo, pero no insistió. Tomó su taza de café y se sentó en la mesa, distraída en su propio mundo.

El día pasó sin incidentes, como cualquier otro. Laura y yo hicimos planes para ver una película esa noche, uno de nuestros rituales de fin de semana, y por un momento logré distraerme. Pero, en el fondo, el peso de lo no dicho seguía presente, como una sombra que me seguía a cada paso.

La noche llegó, y mientras estábamos en el sofá viendo la película, sentí el teléfono vibrar en mi bolsillo. Lo saqué con discreción y vi el nombre de Sofía en la pantalla. Un mensaje. Mi corazón dio un pequeño vuelco, y mi pulso aceleró ligeramente.

—Espero que estés bien. Anoche fue increíble. Me encantaría verte pronto —decía el mensaje.

Guardé el teléfono rápidamente, mi mente dividida entre el presente y el recuerdo de la noche anterior. Laura no notó nada, completamente absorta en la película, pero el mensaje de Sofía había reabierto todas las preguntas que había tratado de evitar durante el día. ¿No tendría porque darle detalles a Laura verdad? Después de todo ambos estábamos en una relación abierta, pensé tratando de convencerme a mí mismo de que mantenerlo en secreto por ahora era lo correcto.

...........................................

La semana pasó y otra rutina de fin de semana comenzó como de costumbre. Laura y yo nos levantamos tarde, compartimos un desayuno ligero, y pasamos la tarde en el sofá viendo series, como si todo estuviera en calma. Cada tanto, me sorprendía observando a Laura, intentando descifrar si ella también cargaba con algún peso no dicho.

El timbre de la puerta sonó cuando menos lo esperábamos. Era inusual recibir visitas los domingos por la tarde, y al ver a Laura voltear la cabeza con cierta curiosidad, supe que tampoco esperaba a nadie.

—¿Estás esperando a alguien? —le pregunté, levantándome para abrir la puerta.

—No, ¿tú?

Negué con la cabeza, pero un extraño presentimiento empezó a formarse en mi estómago.

Al abrir la puerta, ahí estaba Alex, parado con una sonrisa relajada que, para cualquiera más, podría parecer amigable. Pero algo en su actitud me hizo sentir una ligera incomodidad. Se apoyaba en el marco de la puerta, vestido de manera casual, como si fuera lo más normal del mundo aparecerse en nuestra casa sin avisar.

—¡Alex! —exclamó Laura, visiblemente sorprendida pero con un brillo en los ojos que no pude evitar notar.

—¿Tú eres Martín cierto? —alzó una ceja, cruzando miradas conmigo, lo saludé antes de que dirigiera toda su atención a mi mujer.

—Hola, Laura —dijo, con una calma casi desconcertante— Pasaba por la zona y pensé en saludarlos.

Era una excusa poco creíble, pero Laura no pareció notarlo o, tal vez, decidió ignorarlo.

—Pasa, claro —dijo ella, abriendo la puerta más para dejarlo entrar.

Mientras Alex caminaba hacia el interior, sentí que la tensión en la habitación aumentaba con cada paso que daba. Él estaba tranquilo, relajado, pero había algo en su presencia que alteraba el ambiente. Se notaba en la forma en que Laura lo miraba, en cómo su postura cambió levemente cuando él entró. Algo flotaba en el aire, una tensión no resuelta que no necesitaba palabras para ser entendida.

Me quedé de pie por un momento, observando la escena como si estuviera fuera de lugar en mi propia casa. Alex y Laura intercambiaron algunas palabras, pero no era lo que decían lo que importaba, sino la energía que se había instaurado entre ellos, palpable e inevitable. Laura lo invitó a sentarse. Yo estaba al margen, observando cómo la conversación fluía con demasiada naturalidad entre ellos.

—¿Te apetece tomar algo? —pregunté, tratando de recuperar el control de la situación, aunque mi tono no era tan relajado como pretendía.

—Un vaso de agua estaría bien, gracias —respondió Alex, mirándome de reojo con una sonrisa que parecía más un desafío que una cortesía.

Fui a la cocina, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Por qué había venido Alex sin avisar? ¿Era solo una coincidencia o había algo más detrás de su visita? Mientras llenaba el vaso de agua, escuché el murmullo de sus voces en la sala. No podía distinguir las palabras, pero el tono ligero y casi juguetón de la conversación entre Laura y Alex me puso más alerta.

Al regresar, los encontré sentados en el sofá, uno al lado del otro, algo más cerca de lo que hubiera esperado. Le entregué el vaso a Alex, quien lo aceptó con un agradecimiento casual, como si no notara la creciente tensión en el aire. Pero yo lo notaba. Y estaba seguro de que Laura también.

—Estaba pensando —dijo Alex de repente, girando su cuerpo hacia Laura—, tal vez podríamos salir más tarde a tomar algo, como la última vez.

Laura sonrió, pero me lanzó una mirada rápida, buscando algún tipo de señal en mi rostro. Traté de mantenerme neutral, aunque mi mente estaba en pleno debate interno. Era obvio lo que estaba sucediendo: Alex había venido por Laura, y ahora estaba esperando su oportunidad.

—¿Te parece bien? —me preguntó Laura, aunque mi respuesta parecía no tener tanto peso en la decisión.

—Sí, claro —dije. ¿Qué más podía decir?

Alex sonrió con una satisfacción sutil, como si supiera que tenía el control, no solo sobre la situación, sino sobre la dinámica entre Laura y yo. Y fue en ese momento que lo supe: su presencia no era casual. No había pasado "por la zona". Estaba jugando su propio juego, uno en el que Laura y yo éramos piezas.

Mientras los veía continuar su conversación, me di cuenta de que, por más que intentara ignorarlo, la llegada de Alex había marcado un antes y un después. Algo había cambiado. Y, aunque la tensión entre nosotros aún estaba envuelta en una atmósfera tranquila y educada, algo no me daba buena espina.
 
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Una historia que engancha y me da que habrá muchos engaños, mentiras y sufrimiento por parte de los dos protagonistas.

Enhorabuena por esta gran historia y con ganas de leer más capítulos 👍🏻
 
Creo que el prota se pasó de gilipollas. Anima a un juego que no sabe jugarlo y hasta le incomoda hacerlo.
 
Una historia que engancha y me da que habrá muchos engaños, mentiras y sufrimiento por parte de los dos protagonistas.

Enhorabuena por esta gran historia y con ganas de leer más capítulos 👍🏻
Gracias por el comentario. Volveremos con la entrega de capítulos la semana entrante. Saludos!
 
Capítulo 7


Los meses habían pasado y, contra todo pronóstico, me había asentado en la dinámica de nuestra relación abierta. Laura y yo habíamos dejado de contarnos tantos detalles. Al principio, la transparencia era una especie de regla tácita, pero con el tiempo, ambos encontramos comodidad en no saber tanto. Cada quien salía a lo suyo. Yo seguía viendo a Sofía y Laura, por su parte, salía con Alex. A veces, nuestras salidas coincidían, y otras veces simplemente nos veíamos al regresar a casa, intercambiando besos fugaces y frases cortas sobre cómo nos había ido.

La reunión navideña en nuestra casa fue idea de Laura. Quería celebrar con amigos cercanos, con el ambiente familiar y festivo que siempre traía la Navidad. Los preparativos fueron intensos. Entre decoraciones, luces y la cena especial, ambos estábamos agotados, pero la energía festiva lo compensaba. Cuando llegó la hora, me vestí con unos pantalones oscuros y una camisa de botones. Me afeité con cuidado, un ritual que Laura siempre apreciaba. Iba casual, pero bien arreglado, como la ocasión lo ameritaba.

Pero cuando vi cómo Laura se había arreglado, me dejó sin palabras. Llevaba un vestido rojo, ceñido, que caía justo por encima de las rodillas y que acentuaba cada curva de su cuerpo, con una abertura lateral que mostraba su pierna de manera sensual. Su peinado era perfecto, y su maquillaje resaltaba sus rasgos.

—¿Y esto? —le pregunté, mis ojos recorriendo su figura, con una mezcla de sorpresa y deseo.

Ella se acercó lentamente, sus tacones resonando con un ritmo que marcaba cada segundo.

—¿Te gusta mi atuendo? —me dijo con una sonrisa pícara—No llevo ni bragas ni sujetador, solo el vestido.

—Buff —murmuré, intentando controlarme— Eres una provocadora...

Ella sonrió, se alejó un poco, y al darse la vuelta, levantó ligeramente el borde de su vestido, dejándome ver su culo desnudo por un breve instante antes de bajar la tela. Me quedé allí, congelado por el impacto. Una oleada de deseo me recorrió el cuerpo, pero antes de que pudiera responder, ella me lanzó una mirada que lo decía todo. "No ahora, más tarde". La fiesta estaba por comenzar.

Los invitados comenzaron a llegar poco a poco. Amigos de Laura, algunos conocidos míos, y otras caras nuevas. Cada uno traía algo: vino, postres, flores. El ambiente era relajado, casi íntimo, con risas y conversaciones fluyendo de un lado a otro. entre copas de vino y charlas animadas, el ambiente se hizo cada vez más relajado. La reunión tenía ese toque íntimo que hacen las festividades. Todo parecía estar bajo control, hasta que vi aparecer a Alex por la puerta.

Llevaba una chaqueta de cuero negra sobre una camiseta ajustada y unos vaqueros oscuros. Se veía cómodo, como si la confianza y la familiaridad que tenía con Laura lo hubieran despojado de cualquier timidez. Al verlo, el nudo en mi estómago, que había sentido desde la primera vez que lo conocí, regresó. Laura lo recibió con una sonrisa de oreja a oreja, presentándolo como un viejo amigo que "se había unido a la última hora".

Alex se acopló bien a la fiesta. Ciertamente sentí algo de incomodidad por si se llegaba a escapar el secreto de que Laura y yo teníamos una relación abierta. No era algo fácil de contar dado la polémica del tema y habíamos acordado no contar nada. Pasando la noche entre copas me olvidé de cualquier preocupación. De vez en cuando me parecía captar miradas fugaces entre Laura y Alex pero no sabía si era parte de mi imaginación. Mi mujer se levantó para empezar a retirar los platos, no podía apartar los ojos de ella viendo su manera de caminar, sabiendo lo que llevaba (o mejor dicho, lo que no llevaba) debajo del vestido, me mantuvo en un estado constante de excitación.

El alcohol se acabó y dado que Alex era el único sobrio en la fiesta se retiro para comprar algo para beber. Poco tiempo después el celular de Laura suena, mi suegra llamaba para dar las felicitaciones aparentemente. Me dirigí al baño y de paso aproveché para lavarme la cara con agua fría para calmar la excitación que sentía. No podía esperar más para que los invitados se fueran y pasar una noche de lujo con mi mujer. Regresé al comedor y noté que mi mujer aún no había regresado. Charlé un poco con los invitados y miraba el reloj de cuando en cuando mirando pasar los minutos sin que Laura regresara. Me excusé con los invitados y salí por donde salió Laura rumbo al patio. No estaba ahí. La llamé, el celular aparecía aún ocupado o tal vez apagado. La busqué por la casa sin llamar la atención. Pensé en donde podría estar hasta que se me ocurrió el sótano, algo descabellado dije para mí.

Abrí la puerta que daba al pasillo rumbo a las escaleras. Eché un vistazo abajo y estaba oscuro. Me sentía como esquizofrénico, me iba a dar la vuelta cuando escuché un sonido extraño, quizá una rata. Bajé, con cuidado buscando el interruptor, pero no fue necesario. La luz de la lampara de un celular iluminaba el pequeño espacio donde se encontraba Alex envistiendo a mi mujer apoyada contra la pared. Tenía su vestido rojo por arriba de la cintura dándole la espalda.

—Ahhhh sí —gemía en voz baja Laura.

Alex la tomaba de su cintura y la movía de delante hacia atrás cada que le metía la polla. Dejó de moverse y ahora Laura era la que se movía de adelante hacia atras buscando el contacto. Cada que se la metía entera, movía su culo en circulos para darse más placer. Al pasar los minutos Laura se volteó, le sacó el condón y se agachó para darle una mamada. Yo me retiré ya habiendo visto suficiente.

Nadie reparó mi regresó al comedor. Todos estaban bien entrados con su propio ambiente. Pagué mi entrada y me puse a jugar baraja. A mitad del juego regresó Laura. Un poco desmaquillada y con los pezones marcados con una cara despreocupada, pero satisfecha. Creo recordar que una de sus amigas le preguntó que si donde había estado a lo que ella se limitó a contestar que tenía problemas de "cólicos".

Alex no volvió a la fiesta.
 
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