Eldric
Miembro muy activo
- Desde
- 24 Ago 2023
- Mensajes
- 84
- Reputación
- 781
Me llamo Martín y siempre he creído en la monotonía como una maldición en la vida. Hasta hace poco, mi vida estaba llena de rutinas y, por extraño que parezca, mi mayor fuente de monotonía provenía de mi matrimonio con Laura. La conocí hace diez años en una cafetería encantadora y desde entonces, nuestra relación se había vuelto una mezcla de comodidad y aburrimiento. Laura era hermosa, con un voluptuoso culo que sin ir al gimnasio, era grande y bien proporcionado, pero lo que más me gustaba de Laura, era su inteligencia y lealtad, sin embargo, algo en mí anhelaba más, algo que iba más allá de la rutina diaria que compartíamos.
Un día, después de regresar del trabajo, me senté en el sofá y miré a Laura. Estábamos viendo la misma serie que veíamos cada noche, compartiendo el mismo espacio, pero algo en mí gritaba por algo diferente. Necesitaba más, y sentía que Laura también debía sentir lo mismo. Después de todo, ¿quién podría estar completamente satisfecho con la monotonía de una relación sin desafíos?
"Laura", dije, rompiendo el silencio que nos envolvía. "¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de tener una relación abierta?"
Laura me miró con sorpresa y, al principio, parecía que iba a reírse de mi sugerencia. Sin embargo, noté un destello de duda en sus ojos antes de que pudiera controlar su expresión.
"¿Una relación abierta?" repitió, como si estuviera saboreando las palabras antes de responder. "¿Estás bromeando, verdad?"
"No, en absoluto", dije, sorprendido por la seriedad en mi propia voz. "Solo estoy pensando que podríamos explorar otras posibilidades, romper la rutina y descubrir algo nuevo juntos."
Laura se quedó en silencio por un momento, sopesando mis palabras. Era obvio que la idea la incomodaba, pero también vi un destello de curiosidad en sus ojos.
"Martín, somos felices así", respondió finalmente. "No necesitamos complicar las cosas."
Pero la semilla estaba plantada en mi mente, y a partir de ese día, no pude dejar de pensar en la idea de una relación abierta. Comencé a leer sobre experiencias de otras parejas, sus desafíos y sus éxitos. Con el tiempo, mi fascinación se convirtió en una especie de obsesión, y sabía que tenía que compartir mis pensamientos con Laura una vez más.
Con paciencia, a lo largo de los meses, empecé a tocar el tema de nuevo. A veces lo mencionaba de manera casual, como si fuera una idea que me había pasado por la cabeza sin mucho significado. En otras ocasiones, lo planteaba como una especie de juego mientras teníamos sexo, sugiriendo que podríamos probar algo diferente solo por diversión.
Laura seguía rechazando la idea, pero noté que sus respuestas ya no eran tan firmes como al principio. Empecé a notar que, en ocasiones, sus ojos se perdían en la distancia mientras yo hablaba, como si estuviera considerando la posibilidad en silencio.
Un día, después de una cena particularmente tranquila, decidí abordar el tema de manera directa. Nos sentamos en el sofá, con la luz tenue de la lámpara iluminando la habitación.
"Laura, en serio creo que podríamos beneficiarnos de explorar una relación abierta", dije con sinceridad. "No estoy sugiriendo esto porque estemos fallando como pareja, sino porque creo que podríamos descubrir nuevas dimensiones de nuestra relación."
Laura suspiró, claramente frustrada con mi insistencia. "Martín, no estoy interesada en tener a otras personas en nuestra relación. ¿No puedes simplemente estar satisfecho con lo que tenemos?"
Pero yo no podía. La monotonía me estaba ahogando, y necesitaba algo más para sentirme vivo. En lugar de retroceder, decidí ser honesto sobre mis propias necesidades y deseos.
"Laura, te amo, pero siento que necesito más emoción en mi vida", confesé. "No quiero perderte, pero tampoco quiero perderme a mí mismo en esta rutina."
Laura se quedó en silencio, mirándome fijamente con una mezcla de tristeza y frustración. Finalmente, después de un largo suspiro, habló.
"Martín, no estoy segura de cómo me siento al respecto, pero estoy dispuesta a explorar la idea", admitió con cautela. "Pero necesitamos establecer reglas claras y comunicarnos constantemente. No quiero que esto destruya lo que hemos construido juntos."
La idea de que Laura estuviera dispuesta a considerar la posibilidad me llenó de alivio y emoción. A partir de ese momento, comenzamos a hablar más abiertamente sobre lo que una relación abierta significaría para ambos. Establecimos límites y acordamos que la comunicación sería clave para mantener nuestra conexión.
En los meses siguientes, nuestra relación experimentó cambios significativos. Descubrimos nuevas facetas de nosotros mismos y de nuestra conexión. La apertura en nuestra relación no solo nos permitía explorar relaciones externas, sino que también reavivó la chispa entre nosotros. Nos esforzamos por ser más honestos y comprensivos el uno con el otro, y la transparencia se convirtió en la base de nuestra nueva dinámica.
Una tarde, después de un día agotador en el trabajo, regresé a casa con la mente llena de pensamientos. La idea de una relación abierta estaba empezando a mostrar sus complicaciones, y me di cuenta de que encontrar compañía fuera del matrimonio no era tan sencillo como pensaba. Mi teléfono apenas vibraba con mensajes, y mis intentos de conexión parecían chocar contra un muro invisible.
Laura estaba en la cocina cuando entré. Parecía absorta en la preparación de la cena, pero sus ojos brillaban con una chispa de emoción que no pasó desapercibida.
"¿Cómo fue tu día?" preguntó con una sonrisa.
"Agotador", admití, dejando caer mi bolso en la silla. "Y tú, ¿cómo estuvo tu día?"
Laura pausó por un momento antes de responder, como si estuviera decidiendo cómo abordar la conversación.
"Bastante interesante", dijo finalmente. "Conocí a alguien hoy."
La noticia me golpeó de una manera que no esperaba. Aunque la idea de que Laura pudiera tener encuentros con otras personas era parte de la premisa de nuestra relación abierta, enfrentar la realidad fue diferente.
"Oh, ¿sí?" traté de sonar casual, aunque mi interés genuino se deslizó en mis palabras.
"Sí", respondió Laura, mirándome directamente a los ojos. "Se llama Alex. Es divertido y tiene un trabajo realmente interesante. Nos conocimos en una reunión de trabajo y terminamos tomando un café."
El nudo en mi estómago se apretó un poco más. Era extraño sentir celos cuando, en teoría, estábamos explorando estas posibilidades juntos.
"¿Y qué piensas de él?" pregunté, tratando de ocultar cualquier rastro de incomodidad.
Laura sonrió, pero sus ojos revelaron cierta precaución. "Es intrigante. No sé a dónde llevará esto, pero me parece una persona interesante para tener en mi vida en este momento."
Asentí, pero mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, quería ser honesto y admitir que la noticia me afectaba más de lo que esperaba. Por otro lado, no quería parecer posesivo o restrictivo en nuestra exploración de una relación abierta.
"Martín, ¿todo está bien?" preguntó Laura, notando mi silencio prolongado.
"Sí, sí, todo bien", dije rápidamente, forzando una sonrisa. "Solo estoy procesando la idea, supongo."
Laura asintió comprensivamente. "Entiendo. Martín, esto es algo que estamos haciendo juntos, ¿recuerdas? No quiero que te sientas incómodo."
Agradecí su comprensión, pero la realidad de la situación me golpeó con fuerza. Mientras yo luchaba por hacer conexiones fuera de nuestro matrimonio, Laura parecía haber encontrado a alguien de manera bastante fácil.
"Eso es genial, Laura. Realmente lo es", dije, tratando de sonar auténtico. "Solo necesito tiempo para acostumbrarme, supongo."
Esa noche, mientras Laura dormía a mi lado, decidí enfrentar directamente mis inseguridades. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Miré a Laura dormir pacíficamente, y un sentimiento de temor me invadió.
El temor no era a perderme a mí mismo, como había pensado inicialmente, sino a perder a Laura. La idea de que nuestras nuevas exploraciones pudieran conducir a un distanciamiento emocional me atormentaba. ¿Y si nuestras decisiones nos llevaban por caminos separados en lugar de fortalecer nuestra conexión? Me quedé allí, en la oscuridad de la habitación, sumido en mis propios pensamientos. El miedo a lo desconocido se mezclaba con la realidad de nuestras acciones, y me di cuenta de que el riesgo de perder a Laura era más grande de lo que había anticipado.
Un día, después de regresar del trabajo, me senté en el sofá y miré a Laura. Estábamos viendo la misma serie que veíamos cada noche, compartiendo el mismo espacio, pero algo en mí gritaba por algo diferente. Necesitaba más, y sentía que Laura también debía sentir lo mismo. Después de todo, ¿quién podría estar completamente satisfecho con la monotonía de una relación sin desafíos?
"Laura", dije, rompiendo el silencio que nos envolvía. "¿Alguna vez has pensado en la posibilidad de tener una relación abierta?"
Laura me miró con sorpresa y, al principio, parecía que iba a reírse de mi sugerencia. Sin embargo, noté un destello de duda en sus ojos antes de que pudiera controlar su expresión.
"¿Una relación abierta?" repitió, como si estuviera saboreando las palabras antes de responder. "¿Estás bromeando, verdad?"
"No, en absoluto", dije, sorprendido por la seriedad en mi propia voz. "Solo estoy pensando que podríamos explorar otras posibilidades, romper la rutina y descubrir algo nuevo juntos."
Laura se quedó en silencio por un momento, sopesando mis palabras. Era obvio que la idea la incomodaba, pero también vi un destello de curiosidad en sus ojos.
"Martín, somos felices así", respondió finalmente. "No necesitamos complicar las cosas."
Pero la semilla estaba plantada en mi mente, y a partir de ese día, no pude dejar de pensar en la idea de una relación abierta. Comencé a leer sobre experiencias de otras parejas, sus desafíos y sus éxitos. Con el tiempo, mi fascinación se convirtió en una especie de obsesión, y sabía que tenía que compartir mis pensamientos con Laura una vez más.
Con paciencia, a lo largo de los meses, empecé a tocar el tema de nuevo. A veces lo mencionaba de manera casual, como si fuera una idea que me había pasado por la cabeza sin mucho significado. En otras ocasiones, lo planteaba como una especie de juego mientras teníamos sexo, sugiriendo que podríamos probar algo diferente solo por diversión.
Laura seguía rechazando la idea, pero noté que sus respuestas ya no eran tan firmes como al principio. Empecé a notar que, en ocasiones, sus ojos se perdían en la distancia mientras yo hablaba, como si estuviera considerando la posibilidad en silencio.
Un día, después de una cena particularmente tranquila, decidí abordar el tema de manera directa. Nos sentamos en el sofá, con la luz tenue de la lámpara iluminando la habitación.
"Laura, en serio creo que podríamos beneficiarnos de explorar una relación abierta", dije con sinceridad. "No estoy sugiriendo esto porque estemos fallando como pareja, sino porque creo que podríamos descubrir nuevas dimensiones de nuestra relación."
Laura suspiró, claramente frustrada con mi insistencia. "Martín, no estoy interesada en tener a otras personas en nuestra relación. ¿No puedes simplemente estar satisfecho con lo que tenemos?"
Pero yo no podía. La monotonía me estaba ahogando, y necesitaba algo más para sentirme vivo. En lugar de retroceder, decidí ser honesto sobre mis propias necesidades y deseos.
"Laura, te amo, pero siento que necesito más emoción en mi vida", confesé. "No quiero perderte, pero tampoco quiero perderme a mí mismo en esta rutina."
Laura se quedó en silencio, mirándome fijamente con una mezcla de tristeza y frustración. Finalmente, después de un largo suspiro, habló.
"Martín, no estoy segura de cómo me siento al respecto, pero estoy dispuesta a explorar la idea", admitió con cautela. "Pero necesitamos establecer reglas claras y comunicarnos constantemente. No quiero que esto destruya lo que hemos construido juntos."
La idea de que Laura estuviera dispuesta a considerar la posibilidad me llenó de alivio y emoción. A partir de ese momento, comenzamos a hablar más abiertamente sobre lo que una relación abierta significaría para ambos. Establecimos límites y acordamos que la comunicación sería clave para mantener nuestra conexión.
En los meses siguientes, nuestra relación experimentó cambios significativos. Descubrimos nuevas facetas de nosotros mismos y de nuestra conexión. La apertura en nuestra relación no solo nos permitía explorar relaciones externas, sino que también reavivó la chispa entre nosotros. Nos esforzamos por ser más honestos y comprensivos el uno con el otro, y la transparencia se convirtió en la base de nuestra nueva dinámica.
Una tarde, después de un día agotador en el trabajo, regresé a casa con la mente llena de pensamientos. La idea de una relación abierta estaba empezando a mostrar sus complicaciones, y me di cuenta de que encontrar compañía fuera del matrimonio no era tan sencillo como pensaba. Mi teléfono apenas vibraba con mensajes, y mis intentos de conexión parecían chocar contra un muro invisible.
Laura estaba en la cocina cuando entré. Parecía absorta en la preparación de la cena, pero sus ojos brillaban con una chispa de emoción que no pasó desapercibida.
"¿Cómo fue tu día?" preguntó con una sonrisa.
"Agotador", admití, dejando caer mi bolso en la silla. "Y tú, ¿cómo estuvo tu día?"
Laura pausó por un momento antes de responder, como si estuviera decidiendo cómo abordar la conversación.
"Bastante interesante", dijo finalmente. "Conocí a alguien hoy."
La noticia me golpeó de una manera que no esperaba. Aunque la idea de que Laura pudiera tener encuentros con otras personas era parte de la premisa de nuestra relación abierta, enfrentar la realidad fue diferente.
"Oh, ¿sí?" traté de sonar casual, aunque mi interés genuino se deslizó en mis palabras.
"Sí", respondió Laura, mirándome directamente a los ojos. "Se llama Alex. Es divertido y tiene un trabajo realmente interesante. Nos conocimos en una reunión de trabajo y terminamos tomando un café."
El nudo en mi estómago se apretó un poco más. Era extraño sentir celos cuando, en teoría, estábamos explorando estas posibilidades juntos.
"¿Y qué piensas de él?" pregunté, tratando de ocultar cualquier rastro de incomodidad.
Laura sonrió, pero sus ojos revelaron cierta precaución. "Es intrigante. No sé a dónde llevará esto, pero me parece una persona interesante para tener en mi vida en este momento."
Asentí, pero mi mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, quería ser honesto y admitir que la noticia me afectaba más de lo que esperaba. Por otro lado, no quería parecer posesivo o restrictivo en nuestra exploración de una relación abierta.
"Martín, ¿todo está bien?" preguntó Laura, notando mi silencio prolongado.
"Sí, sí, todo bien", dije rápidamente, forzando una sonrisa. "Solo estoy procesando la idea, supongo."
Laura asintió comprensivamente. "Entiendo. Martín, esto es algo que estamos haciendo juntos, ¿recuerdas? No quiero que te sientas incómodo."
Agradecí su comprensión, pero la realidad de la situación me golpeó con fuerza. Mientras yo luchaba por hacer conexiones fuera de nuestro matrimonio, Laura parecía haber encontrado a alguien de manera bastante fácil.
"Eso es genial, Laura. Realmente lo es", dije, tratando de sonar auténtico. "Solo necesito tiempo para acostumbrarme, supongo."
Esa noche, mientras Laura dormía a mi lado, decidí enfrentar directamente mis inseguridades. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Miré a Laura dormir pacíficamente, y un sentimiento de temor me invadió.
El temor no era a perderme a mí mismo, como había pensado inicialmente, sino a perder a Laura. La idea de que nuestras nuevas exploraciones pudieran conducir a un distanciamiento emocional me atormentaba. ¿Y si nuestras decisiones nos llevaban por caminos separados en lugar de fortalecer nuestra conexión? Me quedé allí, en la oscuridad de la habitación, sumido en mis propios pensamientos. El miedo a lo desconocido se mezclaba con la realidad de nuestras acciones, y me di cuenta de que el riesgo de perder a Laura era más grande de lo que había anticipado.
Última edición: