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Invitado
Aprovechando que el foro está como está, que solo se puede escribir y nada de subir, abriré un hilo para ir poniendo una serie de relatos que me han aparecido y que escribí hace un tiempo....
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"aunque algunas cosas son añadidas"Lo prometido es deuda....
Los vecinos de arriba (basado en hechos reales, aunque algunas cosas son añadidas)
La verdad es que estaba muy mal acostumbrado. Pese a que llevaba un par de años ya en la casa, tuve suerte de que en el piso de arriba no viviese nadie. Pero como nada es para siempre, el dueño alquiló o vendió la casa y empezó el movimiento en mi techo.
Al principio consideré los ruidos como algo normal. Los ruidos del taladro, los arrastres de muebles, los golpes, al fin y al cabo se estaban mudando y estarían poniendo la casa a su gusto y por las noches no se oía nada, ya que parecía que aún no dormían allí. No sabía quienes eran, supuse que eran una pareja porque se oían tanto voces de hombre como de mujer, así como ruido de tacones.
Al cabo de las semanas los ruidos seguían, cosa que ya no consideré tan normal, pero al fin y al cabo seguían siendo de día, y ante eso no podía hacer nada, no era lógicamente como antes, pero seguía siendo legal. La verdad es que tampoco los oía mucho, ya que entre el ir y volver del trabajo, el gimnasio y algún que otro entretenimiento, cuando llegaba a casa eran las 8 o las 9 y al poco tiempo dejaban de hacer ruido.
Todo esto empezó en el mes de junio, y en septiembre se mudaron definitivamente. Resultó no ser una pareja sola, tambien había un par de niños. Con lo que la cosa se complicó: carreras, gritos, juegos... pero normalmente hasta horas prudentes.
Una tarde de jueves del mes de octubre tenía dolor de cabeza. Con el ruido del piso superior la cosa no mejoraba, así que, aún sabiendo que no estaban en la obligación de parar, sí que subí con la intención de que, como buenos vecinos, les dijeran a los niños que dejaran de hacer ruido. De paso los conocería ya que aún no habíamos coincidido.
Cuando llamé a su puerta, me abre un hombre de unos 50 años, con escaso pelo, con un poco de barriga y bigote. Más bajo que yo, y eso que no llego al 1,80. Así de primeras me recordó a Torrente, pero no tan guarro. Detrás suya, por el pasillo, se encontraban los dos energúmenos de unos 10 años que me estaban haciendo esa tarde más insoportable de lo normal.
Le dije de manera muy educada, pero su respuesta no fue como yo esperaba:
- Hola, perdona que te moleste, soy el vecino de abajo. Sé que tienes dos crios que necesitan moverse, pero hoy es que tengo un dolor de cabeza horrible, y si es posible me gustaría que dejasen de hacer ruido, que en el piso de abajo se escucha un montón.
Ante una respuesta así subí un poco el tono:
- Hola, pues lo siento, pero si no se cansan ahora, por la noche no hay quien los duerma, así que ponte unos tapones o algo.
No sé si dijo algo más, pero en ese momento salió su mujer de una habitación, tratando de calmar la situación. De unos 40 y pocos años, morena, media melena, ni gorda ni delgada, cara dulce, vamos, que no le pegaba ni con cola al marido.
- A ver, no le he dicho nada desde que se han mudado y eso que no han parado de hacer ruido día sí, día también, lo único que le pido es que hoy no molesten, que me duele la cabeza. Si sus hijos tienen que correr, que jueguen en la calle como hemos hecho todos.
- Mira chaval, lárgate a tu ....
- Bueno, bueno, calma los dos - dijo apenas saliendole la voz del cuerpo, de la dulzura con lo que lo hacía- Alberto, te lo he dicho más de una vez, que los niños hacían mucho ruido y no sabíamos si vivía alguien abajo. Disculpa, trataremos de hacer menos ruido.
Alberto, se dio la vuelta con mala leche, soltando un: vale lo que tu digas - antes de meterse en una habitación.
Con eso se acabó la conversación y me dirigí a mi casa, pero pensando en la situación que había dejado en esa casa, sin saber como podría reaccionar Alberto con esa mujer. Y más aún sin imaginarme qué pudo ver esa mujer en ese hombre.
- Disculpalo, lo has pillado en mal día, pero no tiene tan mal carácter como parece. Yo me llamo Marga, y tu?
- Carlos, bueno, me voy a ver si se me pasa este dolor de cabeza.
- Mejorate Carlos.
Afortunadamente los ruidos pararon. Al día siguiente, al llegar a casa sobre las 9 de la noche después del gimnasio, me encontré una nota debajo de la puerta.
"Hola Carlos, hemos estado en tu casa sobre las 8 que Alberto quería hablar contigo. Si llegas antes de las 10, sube si no te importa que no queremos que la cosa quede así"
Aunque tuve mis dudas sobre que hacer, decidí subir para ver que querían y normalizar la situación. Si iban a vivir encima, tampoco era plan de estar siempre a la gresca, así que solté la bolsa y aún con el pantalon corto y la camiseta del gimnasio fui a su casa.
Al llamar, vi como miraban por la mirilla, pero no abrían. No sabía que pensar, aún así esperé unos segundos. Marga abrió la puerta. Llevaba una bata larga negra, y con la misma dulzura que me habló el día anterior, me dijo que pasara por favor.
Me fié de ella, pero al entrar lo que ví me descolocó. Alberto estaba sentado en una silla, desnudo, totalmente amarrado y con las manos en la espalda. Además llevaba en la boca una pelota de esas con correa.
- Entra al salón, que Alberto quiere disculparse.
Solo pudo soltar un: pero que coño! Y al girarme a hablar con Marga, ví que ya no llevaba la bata. Estaba con un conjunto de lencería todo negro. Medias con liguero, zapatos de tacón y sujetador transparente que dejaba ver unos fantasticos pechos. No tenía cuerpo de modelo, ni falta que le hacía. Un cuerpo normal de una mujer de 40 años con dos niños en el mundo, cuidada eso si, pero con sus marcas de haber parido, sus tetas ligeramente caidas pero con todo el morbo del mundo.
Se acercó a mi, y dirijiendose a Alberto le dijo mientras me acariciaba la polla por encima del pantalón.
Y tras decir eso, se puso en cuclillas, me bajó el pantalón, y comenzó a chuparme la polla. Estuvo un rato saboreándola, metiéndosela hasta los huevos, babeándomela entera. Mientras su marido no perdía ojo de la escena, y parecía encantado. Tras la mamada y con la polla como una piedra, sacó un condón de un cajón, me lo puso y bajándose el tanga le dijo a su marido:
- Mira cabrón, así es como se ha de tratar a los vecinos. Hay que saber vivir en comunidad.
- Ahora, como gesto de buena vecindad, en vez de darle arroz a Carlos, le voy a dar conejo. Y dejarle que me meta esa buena polla y que me haga disfrutar, no como con tu micro pene.
Se dio la vuelta reclinándose sobre la mesa, y mostrándome su culito redondo y su labios completamente depilados abrió las piernas, cosa que aproveché para metersela con una fuerte embestida. Estaba chorreando, estaba claro que ya había estado aprovechando el tiempo mientras yo llegaba.
Cada vez embestía más fuerte a Marga, que no dejaba de mirar a su marido gozando con mi polla en su coño. Con lo cachonda que ya estaba no tardó en correrse, chorreando sus jugos por las piernas.
Tras correrse, se dio la vuelta, se arrodilló de nuevo, me quitó el condón y me masturbó pasandose mi polla por las tetas. No pude aguantar mucho más, y le bañé sus dos fantasticos pechos con una abundante corrida.
Tras limpiarmela lamiendola con dulzura, se puso de pie, se metió un par de dedos en su coño y sacandolos bien pringados de su propia corrida, se los pasó por la cara a su marido, diciendole:
Mientras, yo me vestí y cuando me disponía a irme, me propuso volver a cornear a Alberto cuando quisiese, cosa que naturalmente acepté..... pero eso ya son otras historias.
- Mirá, esto es lo que consigue un buen macho, no como tú.
Pd. En realidad lo único basado en hechos reales es que tengo vecinos arriba, pero bueno algo es algo, jajajaj