La tentación de Sara

Pues hombre, a mí me decepcionaría un poco que no pasara nada con Javier. Es algo que llevo esperando desde que son novios formales. Espero que el autor no me falle. :)
A mi entender, eso convertiría a Sara en ser muy vacío, cosa que no creo que sea por cómo ha ido la historia.
 
A mi entender, eso convertiría a Sara en ser muy vacío, cosa que no creo que sea por cómo ha ido la historia.

Pero es que Javier es su debilidad, seguro que no podrá evitarlo, aunque luego no le encuentre ninguna explicación. Y ojo, que son tres días, no va a ser un polvo, van a ser tres. Pablo va a tener material para pajas durante meses. Seguro que será un final épico.
 
Pies yo creo que con Javier no va a pasar nada en ese viaje, y contrario a los que ustedes piensan, va a ser peor, porque él se va a super ilusionar, dirán a todos que están juntos y el golpe será mucho más duro.
Pero si ella misma dice que le resulta imposible resistirse a los avances de Javier, lo más probable que suceda si él así lo decide, veremos si en esta ocasión Javier se apiada de Pablo, y puede más el aprecio a su antiguo colega, y deje inmaculada a Sara.
 
Me parece que Javier no va a ser tan honesto con Pablo. Si puede follársela, y ya hará lo posible para que así sea, se la follará sin remordimientos, y luego se lo contará a Pablo.
 
Si Javier se la folla es porque Sara lo va a buscar, como pasó la última vez.

Javier es muy profesional, y si se le ponen difícil, él pasa de ello.

Es por eso que a mi me parece que esta vez ella no lo buscará, cumpliendo la promesa a Pablo. Pero como dije, eso sólo traerá una ilusión falsa, qué dolerá más después.

También puede pasar que Pablo se convierta totalmente en cornudo consentidor, pero creo que eso no va a pasar.

Como capricho particular, aún sigo esperanzado en que su ex esposa se encuentre con ellos y vea como Pablo se consiguió un bombón mucho más guapa que ella. Aunque es muy posible que sus hijas ya le hayan adelantado algo.
 
Otra opción es que follen y se lo oculten, luego Pablo lo descubrirá por casualidad, y se presentarán dos caminos, o rompe con ella o asume su papel. Hasta se me viene a la cabeza que Javier le prohíba follar a ella con Pablo.
 
PARTE 5




Capítulo 32




Sara se levantó de la silla y se puso detrás de mí. Noté sus pesadas tetas apoyadas en la espalda y me masajeó los hombros con suavidad.

―¿Estás bien? ―me preguntó.
―Sí, claro, sabíamos que esto iba a suceder tarde o temprano…
―No te preocupes, de verdad…, ya sé que no te vas a quedar tranquilo por mucho que te lo diga, pero no puedo hacer nada, solo demostrarte, como hasta ahora, que no va a volver a suceder nada entre Javier y yo…, vaya, me encantaría agacharme y darte un buen beso, pero ya te lo compensaré a la vuelta…, ahora…, tengo que trabajar… ―Y se separó de mí con un par de palmaditas en el hombro.

Durante la mañana nos tocó preparar la documentación y apenas tuvimos un segundo de respiro. Y una de las veces que Javier y yo nos quedamos solos en el despacho aprovechó para tantearme.

―Una cosa, Pablo, es por curiosidad, ya sabes, por los pasillos se escuchan muchas cosas…, ¿Sara y tú estáis juntos? ―me dijo de repente.

La pregunta me pilló por sorpresa y quizás en ese momento debería haberle contestado que sí. No había ningún motivo para decirle lo contrario, pues lo suyo con Sara ya había sucedido hacía casi cuatro meses y a ella ya no le importaba que en la auditoría se supiera que éramos pareja; pero yo seguía teniendo muy presente lo que había pasado entre ellos y me avergonzaba reconocer que Sara era mi novia, sabiendo que el muy cabrón se la había follado tres veces.

En cuanto Javier se enterara de lo nuestro, ya no podría soportar su mirada de suficiencia. Estaría cada segundo pensando que mi jefe había hecho con mi novia cosas que yo no había probado y seguro que todavía se comportaría conmigo de un modo mucho más arrogante.

Y así un día tras otro en el trabajo. Sería insoportable.

―Noooo, claro que no, ¿por qué lo preguntas?
―Es que se rumorea que sí, os han visto juntos en la calle alguna vez y, no sé, os lleváis tan bien… que he preferido preguntártelo antes del viaje a Valencia.
―Solo somos amigos, nada más.
―¿Te has acostado con ella?
―Es una pregunta muy privada que no te concierne, así que no te voy a contestar…
―Eso es que sí…, y me parece bien, tío, está muy buena y cualquiera de la auditoría estaría dispuesto a tirársela…, ¡enhorabuena!

Ni tan siquiera le contesté a eso e intenté seguir concentrado en el trabajo, sin levantar la vista del ordenador.

―Entonces, como no es tu novia…, ¿no te importa si me la follo estos días en Valencia?, tres noches dan para mucho…, je, je, je.

Apreté los dientes y tomé aire. Necesitaba tranquilizarme y que Javier no notara que esta conversación me estaba irritando más de la cuenta. Dejé de teclear y giré la silla hacia él.

―No, claro que no ―dije levantando los hombros como si no me importara.
―¿Seguro?, mira que luego no quiero malentendidos…, es que ahora, sabiendo que tú también te has acostado con ella, no sé…, lo mismo te molesta si…
―Yo no he dicho eso.
―Tampoco lo has negado, y, oye, que si estáis juntos, me parece muy bien, eh, pero prefiero saberlo ahora para no meter la pata…
―Toda tuya… ―afirmé antes de ponerme de nuevo a mi tarea.

Me costó en el alma pronunciar esa frase, y más viendo la sonrisa que puso Javier en cuanto la escuchó, pero consideré que era necesario pasar ese trámite para saber si Sara se podría resistir a esa tentación. Javier ya era el único que se podía interponer en lo nuestro y la prueba definitiva que tenía que afrontar Sara.

Su prueba de fuego, pues hasta ahora no había podido resistirse al extraño embrujo de Javier y se comportaba con él de una manera sumisa, como si perdiera la voluntad cuando estaban a solas. Yo no entendía el por qué y Sara tampoco, pero seguramente ese morbo sórdido y oscuro la atrapara por completo e intensificara el placer que recibía cuando follaba con él.

Y yo me estaba arriesgando mucho. Muchísimo. A perderlo todo, pero no podía seguir con esa incertidumbre permanente de si Sara me iba a volver a ser infiel. Tarde o temprano tendría que afrontar esa situación y había llegado el momento.

Era lo que había estado esperando todos estos meses.

El primero en irse del despacho fue Javier, que a las dos y media apagó el ordenador y se despidió de nosotros después de quedar con Sara para coger el AVE a primera hora. Yo ayudé un poquito más a mi chica para que tuviera la documentación lista y veinte minutos más tarde también dimos por finalizada la jornada de trabajo.

Acompañé a Sara hasta la parada de metro y nos dimos un frío beso en la mejilla. Yo seguía apesadumbrado, con la cabeza agachada, no me salían las palabras y fue Sara la que intentó darme ánimos.

―Tranquilo, Pablo, confía en mí…, de verdad, no va a pasar nada entre Javier y yo en Valencia…, tienes mi palabra.
―Ya lo sé, pero no puedo evitar estar así…, no te has ido y ya estoy deseando que regreses.
―Te voy a llamar todas las noches cuando ya esté metida en la cama.
―Eso espero…
―Y ahora vete a buscar a las niñas… ―Nos dimos un efusivo abrazo y después de eso Sara me cogió la cara con las manos y me plantó un buen morreo metiéndome la lengua en la boca.

Le daba igual si pasaba algún compañero de la auditoría o no por allí. Sara quería despedirse a lo grande y yo le correspondí el beso y le di un nuevo abrazo antes de perderla de vista mientras ella bajaba las escaleras de la estación para coger el metro, que apenas tenía un par de paradas hasta su nueva casa.

Al día siguiente, yo solo en nuestro despacho, no pude dejar de pensar en Sara y Javier, ya habrían llegado a Valencia y a esas horas estarían empezando la auditoría. Se me hizo muy pesada la mañana con la ausencia de mi chica, a la que estaba acostumbrado a ver a diario, y, además, no me encontraba nada bien, tenía un nudo en el estómago que apenas me había dejado desayunar y los nervios me consumían por dentro. Miré el móvil varias veces, esperando algún mensaje de Sara que no llegó y a las dos de la tarde imité a Javier, apagué el ordenador y me fui a buscar a las niñas al colegio.

Por suerte las tenía conmigo toda la semana, lo que iba a hacer mucho más llevadera la espera hasta que regresara Sara. No sé cuántas veces miré el móvil durante la tarde y mi corazón se aceleró cuando a eso de las once de la noche recibí una llamada de Sara.

―Hola, cariño…
―Hola, Sara, ¿qué tal por Valencia?
―Pues bien, primer día superado ―me dijo y yo no supe si se refería a la auditoría o a que había podido resistirse a no terminar con la polla de Javier en la boca―, aunque todavía tenemos mucho trabajo por delante, pero de momento bien… ¿Y tú qué tal hoy?
―Pues muy solo en la oficina, te he echado de menos, pero bueno, ahora con las peques llevo mucho mejor que no estés…
―Yo también te he echado de menos…, y nada, hemos cenado y ya estoy en la cama metida, que mañana hay que salir temprano otra vez.
―Vale, descansa.
―Voy a leer un poquito y en media hora ya estaré dormida.
―Muy bien, un besazo.
―Otro para ti…

Respiré aliviado cuando colgué la llamada, aunque todavía quedaban otras dos noches en Valencia y solo estaría tranquilo del todo si Sara regresaba del viaje de trabajo y me confirmaba que no había pasado nada entre Javier y ella.

Estaba en sus manos y yo solo podía esperar.


...


Hacía demasiado calor en la habitación y no paraba de dar vueltas en la cama. No le gustaba dormir con el aire acondicionado porque enseguida le irritaba la garganta, pero Sara no dejaba de sudar en aquella noche de junio tan húmeda. Tan solo llevaba las braguitas puestas y una camiseta de tirantes para dormir, pero ni por esas. Casi una hora de un lado para otro, bocarriba y bocabajo. Daba igual la postura.

No conciliaba el sueño y lo peor de todo es que estaba extrañamente excitada.

El coño le palpitaba y apretó los muslos con fuerza, notaba la humedad entre sus piernas y se agarró uno de los pechos por encima de la camiseta. Tensó las caderas y se le escapó un gemido.

«Joder, Sara, cálmate, que estás que te subes por las paredes».

Se metió la mano por dentro y notó sus tetas calientes, hinchadas y muy sensibles, se pellizcó un pezón y tuvo que morderse los labios para no gritar. Tenía la espalda empapada en sudor y salió de la cama o mojaría las sábanas.

Con la respiración acelerada se puso delante del espejo y se quedó unos segundos mirándose. Tenía las piernas brillantes, mojadas, se le transparentaban los pezones por debajo de la fina camiseta de dormir y solo con imaginar en presentarse así en la habitación de Javier, con esas minibraguitas, se le hacía el coño agua.

Solo pensaba en que Javier se encontraba en la habitación de al lado dispuesto a follársela. A someterla, a humillarla. Era su niñata.

¿Qué pasaría si su jefe tocara en ese momento en la puerta? ¿Le abriría en ese estado de calentura? ¿Y si él le mandaba un mensaje pidiéndole que fuera a su habitación? ¿Ella accedería a los deseos de Javier?

No podía hacer eso. Ahora no. Tenía una relación seria con Pablo y no se lo merecía. Ya le había presentado a sus padres, para sus hijas era casi como una segunda madre. Y no solo era por Pablo, también por ella misma, si se acostaba con Javier, no se lo perdonaría jamás.

Levantó la camiseta y se miró sus excelsas tetas en el espejo. Eran grandes, firmes, y le corría una ligera gota de sudor por el canalillo. Se sentía muy sucia, viéndose así, casi desnuda, temblando de excitación, resistiéndose a cometer una jodida locura.

Se quitó las dos prendas que cubrían su cuerpo y después regresó a la cama. Desnuda. Gateó hasta el centro y se puso a cuatro patas, dejó caer la cabeza, pegó la cara contra las sábanas y sacó el culo hacia fuera.

Metió la mano entre las piernas y tiró de sus labios vaginales. «Aaaaah, estoy a punto de correrme y todavía no he empezado». Y cerró los ojos cuando metió cuatro dedos de golpe en su húmedo coño, que los recibió gustoso.

Solo logró calmar su calentura cuando en esa postura se corrió dos veces, y luego se dejó caer bocabajo y se quedó dormida sin ropa.

Había logrado superar la primera noche.


...


Al día siguiente hablé con Sara, apenas eran las once de la noche y también me dijo que ya estaba metida en la cama. Había sido un día duro de trabajo y todavía les quedaba otra jornada, aunque iba por muy buen camino. El jueves me llamó a media tarde y ya habían terminado la auditoría.

Debían estar dando un paseo por la ciudad de las artes y me comentó que Javier la había invitado a cenar en un restaurante que conocía en Valencia. Me puse muy nervioso cuando me confirmó que había aceptado, y Sara lo debió notar en mi voz temblorosa. Me pidió que confiara en ella y cuando colgué la llamada, me vino un bajonazo importante.

Le pedí por favor que cuando regresara de la cena, me mandara un whatsapp o me pegara un toque. Me daba igual la hora, pero necesitaba dormir sabiendo que no había pasado nada entre ellos. Esta vez no se lo iba a perdonar si Sara volvía a acostarse con Javier.

Eso lo tenía bien claro.

Y por la noche me llamó desde el hotel antes de salir a cenar. Apenas hablamos cinco minutillos y le pedí que me mandara una foto para ver cómo se había vestido y lo guapa que estaba, pero la cabrona no lo hizo; así que tumbado en el sofá, estuve viendo una serie sin dejar de pensar en Sara, miraba a cada instante el móvil, pero no tenía noticias de ella y el tiempo no corría.

Se me hizo interminable esa espera.

Aguanté sin dormir hasta pasadas la una de la madrugada, entonces el móvil vibró y se encendió la pantalla.

Sara 01:23
Ya estoy en la habitación, hemos cenado de lujo y Javier me ha invitado luego a tomar una copa
Todo ok. Prueba superada (y me mandó un emoticono guiñando un ojo).
Voy a dormir que estoy destrozada
Te quiero mucho


El mensaje, lejos de tranquilizarme, todavía me puso más nervioso. Había salido con Javier por Valencia y después habían terminado en cualquier bar los dos solos. Desde luego que la velada se había alargado más de la cuenta, y me pregunté qué habría estado haciendo mi chica hasta casi la una y media de la mañana.

Ese «prueba superada» se refería sin ninguna duda a que no había pasado nada entre ellos, pero, aun así, no las tenía todas conmigo. Contesté el mensaje inocentemente y después ya no recibí nada más por parte de Sara, aunque supe que lo había leído.

Pablo 01:24
Fenomenal
Tengo muchas ganas de verte, y estoy deseando que llegue mañana
Te quiero
Un besazo


Estuve esperando hasta casi las dos sin dejar de mirar la pantalla, aunque Sara no estaba en línea y a esa hora desistí de que ella volviera a escribirme. Al día siguiente ya regresaban de la auditoría y tendría que pasarse por la oficina para cerrar el informe definitivo.

Sobre las doce de la mañana aparecieron los dos por el despacho. Sara fresca, radiante, con el pelo suelto, caminar decidido, unos vaqueros bien ajustados y una camisa blanca arremangada. El ruido de sus tacones se debía escuchar por toda la auditoría y me echó una mirada de complicidad acompañada de un guiño de ojo.

El que no tenía tan buena cara era Javier, serio y protestón, entró detrás de Sara y encendió su ordenador de mala gana.

―¡Qué ganas tengo de irme para casa! ―Fue lo único que dijo antes de ponerse con la tarea.

Hasta casi las tres de la tarde no terminaron y Javier salió del despacho sin apenas despedirse, con su americana en la mano. Yo me quedé a solas con Sara, que miró por detrás de mi hombro para comprobar que no había nadie, y luego se acercó por detrás de mí y se agachó para darme un beso en la mejilla.

―Mmmmm, ¡te he echado mucho de menos! ―me susurró al oído.
―Yo también… ¿Qué tal el viaje?
―Muy bien, con ganas de volver para estar contigo.
―¿Y con Javier?
―Con Javier nada…, ya te dije que no tenías que preocuparte… ―Y se incorporó y movió el culo hasta su silla.

Se sentó frente a mí y cruzó las piernas, se atusó el pelo, pasándoselo por un solo hombro y, sin dejar de mirarme a los ojos, soltó un botón de su camisa, ahuecando la tela. Desde mi posición podía ver un poco de su escote, pero solo con ese gesto ya hizo que se me pusiera dura.

―¿Tienes ganas de follarme? ―suspiró en una especie de gemido.

Pegué un bote de la silla e instintivamente miré hacia atrás.

―Puedes relajarte, no hay nadie ―dijo soltándose otro botón de su camisa―. Todavía no me has contestado…
―Joder, Sara, estate quieta…, podrían pillarnos…
―No estamos haciendo nada malo, ¿no? ―Y desabrochó un tercer botón mostrándome uno de sus pechos embutido en un fino sujetador de encaje negro.
―¡Sara!, ¡por Dios!
―Sigues sin contestarme…
―Sí, claro que tengo ganas de follarte, joder, te reventaría ahora mismo, te pondría contra la mesa, te bajaría los pantalones y te la metería desde atrás… ¿Eso quieres escuchar?
―Mmmmm, sí, ¿todo eso me harías?
―Sí…, pero para ya, por favor…

De repente Sara se puso de pie y se giró, apoyó las manos en su mesa y sacó el culo hacia fuera en una pose muy sensual.

―¿Así te gustaría follarme? ―susurró sin tan siquiera mirarme y meneando su trasero de lado a lado.
―Joder, Sara…
―¿Quieres que pare?
―Sí, por favor, te lo suplico…
―Está bien, pero antes tienes que decirme una cosa…
―Vale, lo que sea…
―¿La tienes dura?
―Sí, claro, la tengo durísima…

Sara sonrió y volvió a sentarse en la silla, se reclinó hacia atrás y cruzó de nuevo las piernas. Jugueteó con los dedos en la tela de su camisa, abriéndosela con disimulo para mostrarme el sujetador y parte de uno de sus pechos.

―¿Y cómo puedo estar segura de eso? ―me preguntó con una sonrisa picarona.
―¿Es que no se me nota? ―dije sacando la cadera hacia fuera.
―Siempre has tenido buen paquete, mmmmm, ¡me encanta cómo se te marca debajo del traje!, pero, no sé, no estoy muy convencida…
―Pues no sé qué más puedo hacer, como no me la saque aquí… ―ironicé sin medir las consecuencias.
―¡Muy buena idea! ―exclamó Sara―. ¡Venga, hazlo!, ¡sácatela ahora mismo, Pablo!
―¡Ni de coña!
―Pues, si no lo haces, tendré que seguir desabrochando botones, a ver…, solo quedan tres más… .
―Joder, Sara, te lo suplico, para ya…
―Ya sabes lo que tienes que hacer para que me detenga… o, si no… ―añadió sin dejar de jugar con sus dedos por la tela de la camisa.
―Está bien, lo hago y terminamos con todo esto…
―Claro…

Pegué un respingo en la silla y comprobé que no había nadie por el pasillo. Con celeridad me solté el cinturón y el botón del pantalón y, antes de bajarme la cremallera, eché otro vistazo furtivo por fuera del despacho. Sara me miraba impaciente, mordiéndose los labios y mostrándome lasciva una de sus tetas, que ahora se acariciaba por encima del sujetador.

Con un golpe secó tiré de los calzones hacia abajo y me saqué la polla, que retuve entre mis dedos unos segundos para que Sara viera cómo la tenía.

―¡Mmmmm, estás durísimo, cariño!, ¡qué ganas tengo de que me folles!, ojalá estuviéramos solos… Tampoco tiene que quedar ya mucha gente por aquí, ¿no?
―Ni se te ocurra, Sara, eso sí que no, podrían despedirnos a los dos ―dije guardándome la polla en los pantalones―. Tengo que ir a recoger a las niñas. ―Y me puse de pie muy nervioso.
―Está bien, solo era una broma, no te lo tomes así, me encanta provocarte, ja, ja, ja… ―sonrió Sara comenzando a recomponerse los botones de su camisa también.
―¡Qué cabrona eres!, ¡te voy a matar!… ¿Qué tal este finde?, ¿cómo lo tienes?
―No sé, ya te iré diciendo, ahora estoy muy cansada después de la auditoría de Valencia…, han sido tres días de mucho trabajo, solo me apetece echarme a dormir y… hasta que me despierte. Mañana te digo, me apetece ver a las niñas…
―¡Genial!, ellas también han preguntado por ti. Bueno, Sara, tengo que irme…
―Vale, mañana hablamos…

Y salimos juntos del despacho. Nos costó mucho despedirnos sin tan siquiera darnos un beso y después de recoger a las niñas por casa de mis padres estuve toda la tarde pensando en Sara. Parecía que había venido muy juguetona de Valencia y con ganas de sexo, demasiadas, diría yo, pero esta vez no veía en su cara ese rictus de arrepentimiento y casi podía estar seguro al cien por cien de que no había pasado nada con Javier.

Me fastidió mucho que el sábado no quisiera quedar, Sara me dijo que su compañera de piso, Jessica, le había propuesto salir de cena con sus amigas, y ella había aceptado, lo que hizo que inmediatamente mis dudas volvieran. ¿Me estaría rehuyendo?, eso no era muy buena señal, que después de tres días casi sin vernos ahora tampoco pasara conmigo el fin de semana, cuando llevábamos ya unos meses que éramos casi inseparables.

¿Sería una casualidad?

Justo después de estar con Javier haciendo una auditoría externa, ahora Sara prefería quedar con su compañera de piso antes que pasar el finde con mis hijas. También era algo normal, al fin y al cabo, Sara tenía veintiséis años y todavía le apetecía salir de fiesta algunas veces; pero yo era tan inseguro que no dejaba de darle vueltas a cada cosa que hacía ella.

Estuve muy rayado todo el sábado y solo se me pasó el enfado cuando Sara me llamó al día siguiente para decirme que le apetecía venir a comer el domingo a casa, así veía a las niñas antes de que las llevara con mi ex.

Un poco más tarde de la una Sara se presentó en casa con una pequeña maleta, lo que me sorprendió bastante, pues eso solo lo hacía cuando se quedaba a dormir y jamás lo había hecho si al día siguiente nos tocaba trabajar. Aunque supongo que para todo hay una primera vez.

No tuvo que decirme nada para justificarse, yo ya sabía lo que significaba esa maleta y me dio un beso en los labios en cuanto entró en casa y antes de ponerse a jugar con mis hijas, que ya la estaban esperando impacientes.

A media tarde me acompañó a llevarlas a casa de mi ex, y ese fue el día en el que las dos se conocieron, a la puerta de mi antiguo chalet. Y yo, orgulloso, presumí de novia, me encantó la cara que puso Natalia cuando vio a Sara, y eso que aquel día ni tan siquiera iba arreglada, pero con unos vaqueros, zapatillas, sudadera con capucha, pelo en una coleta y la cara lavada seguía estando impresionante.

Y todavía faltaba lo mejor.

Había acumulado demasiada tensión durante toda la semana y estaba deseando llegar a casa para follármela. Y ella debía estar igual. Podía notarlo en su cara y en el gemidito que se le escapó en el coche, ya a solas, cuando se inclinó para darme un beso en el cuello.

―Mmmmm, por fin te tengo para mí… ―murmuró―, voy a darte una sorpresita que creo que te va a gustar…

Me puse muy nervioso y no me gustó nada que me dijera eso. Acababa de pasar tres días con Javier en Valencia y la noche anterior había salido de fiesta con Jessica, a saber lo que habrían hecho.

En ese momento, lo que menos me apetecía era una de las «sorpresitas» de mi novia…
 
"A media tarde me acompañó a llevarlas a casa de mi ex, y ese fue el día en el que las dos se conocieron, a la puerta de mi antiguo chalet. Y yo, orgulloso, presumí de novia, me encantó la cara que puso Natalia cuando vio a Sara, y eso que aquel día ni tan siquiera iba arreglada, pero con unos vaqueros, zapatillas, sudadera con capucha, pelo en una coleta y la cara lavada seguía estando impresionante"
Capricho cumplido para el amigo @javieron 😃😂
 
Pues ya entramos en la recta final del libro, espero que os esté gustando la historia. La verdad es que el relato de Tanatos era muy bueno y tenía muchas posibilidades de continuación
:)
El relato es muy bueno David. No recordaba que se basaba en una historia de Tanatos. A ver que sorpresa le va a dar Sara. Ya me está dando lástima Pablo, espero que el leñazo sea asequible y pueda levantar cabeza
 
"A media tarde me acompañó a llevarlas a casa de mi ex, y ese fue el día en el que las dos se conocieron, a la puerta de mi antiguo chalet. Y yo, orgulloso, presumí de novia, me encantó la cara que puso Natalia cuando vio a Sara, y eso que aquel día ni tan siquiera iba arreglada, pero con unos vaqueros, zapatillas, sudadera con capucha, pelo en una coleta y la cara lavada seguía estando impresionante"
Capricho cumplido para el amigo @javieron 😃😂
Igual fue muy rápido, pero me vale 😁. Gracias
 
Pues ya entramos en la recta final del libro, espero que os esté gustando la historia. La verdad es que el relato de Tanatos era muy bueno y tenía muchas posibilidades de continuación
:)
Disculpa, cual relato es?
 
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