La madre del chico al que entrenaba

dom99

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19 Mar 2025
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Tenía 23 años y en mi zona se me conocía por practicar cierto deporte y haber ganado bastantes campeonatos, por lo que en un momento de escasez económica contacté con una persona para que me diese trabajo como entrenador. Llevé durante un año dos escuelas municipales y daba clase a niños de entre 10 y 13 años.

De una de las escuelas me zumbé a dos madres y de la otra a una. Y sin explayarme demasiado, voy a relatar una de las experiencias:

Quedé con una de las madres para hablar sobre el comportamiento de su hijo. No era mal chaval, pero las influencias que tenía eran regulares tirando a malas y estaba yendo por el camino que no debía. El tema se pasó de castaño oscuro cuando una chica en leggings iba paseando y el chico le gritó una barbaridad. Tras ello quedé con Laura para tratar el tema.

Laura era una mujer de 42 años rubia, con los ojos de un azul precioso, de alrededor de 1,60 de altura, con un culo y unas tetas de infarto y un abdomen plano. Era la típica mujer pija cuyo marido tiene pasta y que se dedica a su belleza, entrenar, alimentarse bien... Una MILF con todas las letras.

Como ya teníamos cierta confianza, me invitó a casa a tomar café y hablar del tema una tarde. El crío estaba en una extraescolar y el padre en un viaje de negocios. Comenzamos hablando sobre el tema y la mujer se sintió muy apurada. Era una persona muy educada y no le cabía en la cabeza como su hijo había podido soltar semejante burrada, aunque pronto me confesó que las formas de su marido eran regulares. Seguimos hablando en el sofá y se generó una tensión sexual tremenda. Me decía que yo imponía y tenía pinta de ser duro, que era justo lo que necesitaba su hijo. También me tocaba la pierna o el hombro y decía que estaba duro como una piedra...

Llegó un momento en el que me dijo: "es que mi hijo lo que necesita es un padre como tú". A lo que le respondí: "Lo dices solo por el crío, ¿no?" Ella se ruborizó, pero fui yo entonces quién le tocó la pierna mientras le decía "Y la mamá, ¿qué necesita? También, me respondió tímida.

Le cogí la barbilla y la besé con decisión. Ella soltó un gemido casi inmediato, siguiéndome un beso con mucha pasión. Tras un rato de hablar y darnos algún beso, me despedí de ella con una cachetada y un morreo, me monté en la moto y me fui.

Pasé un par de días sin hablar con ella tras lo acontecido, hasta que vi una llamada perdida suya un miércoles cerca del mediodía que devolví al rato. No sabía muy bien qué decirme, pero me suplicó que no se lo dijera a nadie, que ella estaba casada y que además su hijo podía enterarse... la corté y le dije que conmigo podía estar tranquila, que no iba a ir largando nada.

Tras hablar un rato, le pregunté si su marido había vuelto ya y me respondió que no. Y teniendo al crío en el comedor escolar, le dije de vernos en cierta zona más bien alejada, pero me dijo que prefería en casa. Mejor, pensé.

En un rato estuve allí y puf. Ella sabía perfectamente que estaba buena, y la verdad es que lo dejaba ver. Al llegar, estaba perfectamente maquillada, con un vestido negro ajustado y elegante y unos tacones negros con la suela color rojo. No pude evitarlo, la cogí de la cadera y le planté un buen beso diciéndole: "qué guapa estás, jodida". "Y tú, uf", me respondió.

Me ofreció una cerveza fría y preparamos unas tablas de embutidos y quesos en la cocina al mismo tiempo que le iba besando el cuello, los labios, dándole alguna nalgada... Estaba como una cría adolescente con su primer amor, el cabrón motero, de gimnasio y tatuado.

Comimos algo y lo cierto es que la conversación se tornó en una bastante interesante. Ella era una mujer tremenda, porque además de tener un físico increíble era culta y educada. Fui al aseo, y aún recuerdo aquella imagen al volver al salón... Sus piernas cruzadas presidían aquel chaiselongue color crema, y aquella copa de vino blanco se posaba sobre sus delicados labios.

La besé, y me dijo que era la primera vez que hacía eso. Que se sentía algo mal. Y le respondí que se relajara y disfrutase del momento. Seguimos besándonos y comencé con su cuello, olía de maravilla a algún perfume caro. Su respiración entrecortada se convirtió en un gemido cuando mis dedos se deslizaron sobre su clítoris, aún sobre su ropa interior de encaje.

Le comí la boca por última vez, saqué sus tetas y las devoré, besando posteriormente su abdomen y llegando a su coño. Su tanga estaba empapado y lo lamí. Aquel aroma y sabor a mujer era tremendo, y tuve que ladear el su ropa interior y meter la lengua lo más profundo que pude en su vagina. Ella gritó del gusto y yo estuve al menos media hora recreándome en su clítoris, con pasadas suaves de la punta de mi lengua por él y llevándola cada vez más al límite del orgasmo.

Saqué mi polla -tengo unos 18cm y es gruesa- y tras alabar su tamaño se tiró a comerla, pero no la dejé. "Te va a entrar hasta los huevos", le dije cogiéndola del cuello y lanzándola al sofá. Puse sus piernas en mis hombros, no sin antes lamer sus pies perfectamente cuidados y con las uñas pintadas. Saqué el preservativo y lo puse al lado suyo, pasando primero mi glande una y otra vez por su rajita, perfectamente depilada, blanca y rosada. Y no pude aguantar, la besé y mientras lo hacía, empujé más y más dentro, sin preservativo. Cuando llegó a los huevos, sus piernas se agitaron fuerte y ella gritó. Su primer orgasmo de muchos esa tarde. Y qué bella se veía con el pelo alborotado tras el sexo.

Si queréis, lo continuaré.
 
Tenía 23 años y en mi zona se me conocía por practicar cierto deporte y haber ganado bastantes campeonatos, por lo que en un momento de escasez económica contacté con una persona para que me diese trabajo como entrenador. Llevé durante un año dos escuelas municipales y daba clase a niños de entre 10 y 13 años.

De una de las escuelas me zumbé a dos madres y de la otra a una. Y sin explayarme demasiado, voy a relatar una de las experiencias:

Quedé con una de las madres para hablar sobre el comportamiento de su hijo. No era mal chaval, pero las influencias que tenía eran regulares tirando a malas y estaba yendo por el camino que no debía. El tema se pasó de castaño oscuro cuando una chica en leggings iba paseando y el chico le gritó una barbaridad. Tras ello quedé con Laura para tratar el tema.

Laura era una mujer de 42 años rubia, con los ojos de un azul precioso, de alrededor de 1,60 de altura, con un culo y unas tetas de infarto y un abdomen plano. Era la típica mujer pija cuyo marido tiene pasta y que se dedica a su belleza, entrenar, alimentarse bien... Una MILF con todas las letras.

Como ya teníamos cierta confianza, me invitó a casa a tomar café y hablar del tema una tarde. El crío estaba en una extraescolar y el padre en un viaje de negocios. Comenzamos hablando sobre el tema y la mujer se sintió muy apurada. Era una persona muy educada y no le cabía en la cabeza como su hijo había podido soltar semejante burrada, aunque pronto me confesó que las formas de su marido eran regulares. Seguimos hablando en el sofá y se generó una tensión sexual tremenda. Me decía que yo imponía y tenía pinta de ser duro, que era justo lo que necesitaba su hijo. También me tocaba la pierna o el hombro y decía que estaba duro como una piedra...

Llegó un momento en el que me dijo: "es que mi hijo lo que necesita es un padre como tú". A lo que le respondí: "Lo dices solo por el crío, ¿no?" Ella se ruborizó, pero fui yo entonces quién le tocó la pierna mientras le decía "Y la mamá, ¿qué necesita? También, me respondió tímida.

Le cogí la barbilla y la besé con decisión. Ella soltó un gemido casi inmediato, siguiéndome un beso con mucha pasión. Tras un rato de hablar y darnos algún beso, me despedí de ella con una cachetada y un morreo, me monté en la moto y me fui.

Pasé un par de días sin hablar con ella tras lo acontecido, hasta que vi una llamada perdida suya un miércoles cerca del mediodía que devolví al rato. No sabía muy bien qué decirme, pero me suplicó que no se lo dijera a nadie, que ella estaba casada y que además su hijo podía enterarse... la corté y le dije que conmigo podía estar tranquila, que no iba a ir largando nada.

Tras hablar un rato, le pregunté si su marido había vuelto ya y me respondió que no. Y teniendo al crío en el comedor escolar, le dije de vernos en cierta zona más bien alejada, pero me dijo que prefería en casa. Mejor, pensé.

En un rato estuve allí y puf. Ella sabía perfectamente que estaba buena, y la verdad es que lo dejaba ver. Al llegar, estaba perfectamente maquillada, con un vestido negro ajustado y elegante y unos tacones negros con la suela color rojo. No pude evitarlo, la cogí de la cadera y le planté un buen beso diciéndole: "qué guapa estás, jodida". "Y tú, uf", me respondió.

Me ofreció una cerveza fría y preparamos unas tablas de embutidos y quesos en la cocina al mismo tiempo que le iba besando el cuello, los labios, dándole alguna nalgada... Estaba como una cría adolescente con su primer amor, el cabrón motero, de gimnasio y tatuado.

Comimos algo y lo cierto es que la conversación se tornó en una bastante interesante. Ella era una mujer tremenda, porque además de tener un físico increíble era culta y educada. Fui al aseo, y aún recuerdo aquella imagen al volver al salón... Sus piernas cruzadas presidían aquel chaiselongue color crema, y aquella copa de vino blanco se posaba sobre sus delicados labios.

La besé, y me dijo que era la primera vez que hacía eso. Que se sentía algo mal. Y le respondí que se relajara y disfrutase del momento. Seguimos besándonos y comencé con su cuello, olía de maravilla a algún perfume caro. Su respiración entrecortada se convirtió en un gemido cuando mis dedos se deslizaron sobre su clítoris, aún sobre su ropa interior de encaje.

Le comí la boca por última vez, saqué sus tetas y las devoré, besando posteriormente su abdomen y llegando a su coño. Su tanga estaba empapado y lo lamí. Aquel aroma y sabor a mujer era tremendo, y tuve que ladear el su ropa interior y meter la lengua lo más profundo que pude en su vagina. Ella gritó del gusto y yo estuve al menos media hora recreándome en su clítoris, con pasadas suaves de la punta de mi lengua por él y llevándola cada vez más al límite del orgasmo.

Saqué mi polla -tengo unos 18cm y es gruesa- y tras alabar su tamaño se tiró a comerla, pero no la dejé. "Te va a entrar hasta los huevos", le dije cogiéndola del cuello y lanzándola al sofá. Puse sus piernas en mis hombros, no sin antes lamer sus pies perfectamente cuidados y con las uñas pintadas. Saqué el preservativo y lo puse al lado suyo, pasando primero mi glande una y otra vez por su rajita, perfectamente depilada, blanca y rosada. Y no pude aguantar, la besé y mientras lo hacía, empujé más y más dentro, sin preservativo. Cuando llegó a los huevos, sus piernas se agitaron fuerte y ella gritó. Su primer orgasmo de muchos esa tarde. Y qué bella se veía con el pelo alborotado tras el sexo.

Si queréis, lo continuaré.
Continua. Muy bueno
 

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