La hoguera 🔥

Yesca

Miembro muy activo
Desde
10 Mar 2024
Mensajes
389
Reputación
315
Abro este hilo, para contar, narrar o intentar historias que me encienden. Momentos que me han marcado o historias inventadas.

Espero que os guste lo que leáis, que os encienda y si es así que lo comentéis.
 
Siesta excitante

Los momentos que vive un individuo en su vida, marcan su carácter. Tanto a nivel emocional, como a nivel sexual. Con el paso de la edad, estoy en la treintena aún, me he dado cuenta que me hechizan las mujeres de más edad.

He utilizado la palabra hechizar, porque es como me siento frente a una mujer madura que me produce una atracción sexual. Miro su boca, su cuello, bajo la mirada y sigo por sus curvas, sus tetas, grandes, como si pudieran amamantar a una jauría. Su sonrisa y sobretodo su seguridad cuando coge tu polla por primera vez, y siente en su mano como crece, como se endurece con el movimiento de su mano.

Todo eso vuela en mi cabeza, pero hablando de momentos en la vida. Siempre vuelvo a esa tarde que compartí con la pareja de mi padre.

Era un sábado normal, después de una comida, mi padre se retira a dormir la siesta. Ella y yo nos ponemos a ver una película. No recuerdo nada de la película porque solo recuerdo su ropa y lo que enseñaba.

Ella es bajita, algo entrada en carnes, no mucho pecho, pero un buen culo. Ese día, era antes de verano, pero hacía calor. Llevaba unos pantalones cortos rosas, bastantes grandes. Cuando se tumbó en el sofá, con las piernas algo abiertas, se veía claramente las bragas de encaje blancas.

Pasé y me senté en una butaca, justo al lado del sofá, dándome una visión de su escote, porque llevaba una camiseta de tirantes, sin sujetador. Dejándome ver sus pezones duros y morenos.

Al instante mi polla se puso erecta y gorda, pasaban los minutos y no podía dejar de mirar sus tetas y su boca. Pensando en besarla, pensando en cogerla de los pezones y apretarlos. Quería hacerla gemir, quería hacer que sus bragas se mojaran. Pero era la pareja de mi padre, sentía una tentación enorme. Así que hice lo que solo podía hacer.

Me levante y entré en el baño, que estaba justo al lado de la salita. Me pajeé dos veces sin parar, me corrí en toda la taza, sentía una excitacion tremenda, y no podía parar de cascarmela y correrme.

Pude tardar unos 20 minutos hasta que volví, acalorado, media sudando, con la polla aún dura, pero sin esa excitación.

Al volver el ambiente se enrareció, ella juntó sus piernas, y se tumbó de otro lado. Pero muchos años después aún siento excitación al pensar en ese momento.
 
La teta

Cúspide del erotismo.
Lugar cálido y endurecido.
Fiel al tacto emputecido,
Enemigo del minimalismo.

Almas perdidas,
Pollas encendidas
y bocas enardecidas.

¡Qué no pase un día!
Sin polla en teta,
Teta sin polla y
pezón sin estrujar.

Pues ya lo dijo
Un sabio.
¡Niño, la teta grande!
Que la noche es fría
Y la soledad mala.
 
Siesta excitante

Los momentos que vive un individuo en su vida, marcan su carácter. Tanto a nivel emocional, como a nivel sexual. Con el paso de la edad, estoy en la treintena aún, me he dado cuenta que me hechizan las mujeres de más edad.

He utilizado la palabra hechizar, porque es como me siento frente a una mujer madura que me produce una atracción sexual. Miro su boca, su cuello, bajo la mirada y sigo por sus curvas, sus tetas, grandes, como si pudieran amamantar a una jauría. Su sonrisa y sobretodo su seguridad cuando coge tu polla por primera vez, y siente en su mano como crece, como se endurece con el movimiento de su mano.

Todo eso vuela en mi cabeza, pero hablando de momentos en la vida. Siempre vuelvo a esa tarde que compartí con la pareja de mi padre.

Era un sábado normal, después de una comida, mi padre se retira a dormir la siesta. Ella y yo nos ponemos a ver una película. No recuerdo nada de la película porque solo recuerdo su ropa y lo que enseñaba.

Ella es bajita, algo entrada en carnes, no mucho pecho, pero un buen culo. Ese día, era antes de verano, pero hacía calor. Llevaba unos pantalones cortos rosas, bastantes grandes. Cuando se tumbó en el sofá, con las piernas algo abiertas, se veía claramente las bragas de encaje blancas.

Pasé y me senté en una butaca, justo al lado del sofá, dándome una visión de su escote, porque llevaba una camiseta de tirantes, sin sujetador. Dejándome ver sus pezones duros y morenos.

Al instante mi polla se puso erecta y gorda, pasaban los minutos y no podía dejar de mirar sus tetas y su boca. Pensando en besarla, pensando en cogerla de los pezones y apretarlos. Quería hacerla gemir, quería hacer que sus bragas se mojaran. Pero era la pareja de mi padre, sentía una tentación enorme. Así que hice lo que solo podía hacer.

Me levante y entré en el baño, que estaba justo al lado de la salita. Me pajeé dos veces sin parar, me corrí en toda la taza, sentía una excitacion tremenda, y no podía parar de cascarmela y correrme.

Pude tardar unos 20 minutos hasta que volví, acalorado, media sudando, con la polla aún dura, pero sin esa excitación.

Al volver el ambiente se enrareció, ella juntó sus piernas, y se tumbó de otro lado. Pero muchos años después aún siento excitación al pensar en ese momento.
Gran minirelato!! 🔥 :love:
 
Siesta excitante

Los momentos que vive un individuo en su vida, marcan su carácter. Tanto a nivel emocional, como a nivel sexual. Con el paso de la edad, estoy en la treintena aún, me he dado cuenta que me hechizan las mujeres de más edad.

He utilizado la palabra hechizar, porque es como me siento frente a una mujer madura que me produce una atracción sexual. Miro su boca, su cuello, bajo la mirada y sigo por sus curvas, sus tetas, grandes, como si pudieran amamantar a una jauría. Su sonrisa y sobretodo su seguridad cuando coge tu polla por primera vez, y siente en su mano como crece, como se endurece con el movimiento de su mano.

Todo eso vuela en mi cabeza, pero hablando de momentos en la vida. Siempre vuelvo a esa tarde que compartí con la pareja de mi padre.

Era un sábado normal, después de una comida, mi padre se retira a dormir la siesta. Ella y yo nos ponemos a ver una película. No recuerdo nada de la película porque solo recuerdo su ropa y lo que enseñaba.

Ella es bajita, algo entrada en carnes, no mucho pecho, pero un buen culo. Ese día, era antes de verano, pero hacía calor. Llevaba unos pantalones cortos rosas, bastantes grandes. Cuando se tumbó en el sofá, con las piernas algo abiertas, se veía claramente las bragas de encaje blancas.

Pasé y me senté en una butaca, justo al lado del sofá, dándome una visión de su escote, porque llevaba una camiseta de tirantes, sin sujetador. Dejándome ver sus pezones duros y morenos.

Al instante mi polla se puso erecta y gorda, pasaban los minutos y no podía dejar de mirar sus tetas y su boca. Pensando en besarla, pensando en cogerla de los pezones y apretarlos. Quería hacerla gemir, quería hacer que sus bragas se mojaran. Pero era la pareja de mi padre, sentía una tentación enorme. Así que hice lo que solo podía hacer.

Me levante y entré en el baño, que estaba justo al lado de la salita. Me pajeé dos veces sin parar, me corrí en toda la taza, sentía una excitacion tremenda, y no podía parar de cascarmela y correrme.

Pude tardar unos 20 minutos hasta que volví, acalorado, media sudando, con la polla aún dura, pero sin esa excitación.

Al volver el ambiente se enrareció, ella juntó sus piernas, y se tumbó de otro lado. Pero muchos años después aún siento excitación al pensar en ese momento.

Mas situaciones???
 
Poder de lefa

Cuento este hecho que me sucedió hace 10 años, en plena universidad, porque creo que es lo más caliente que me ha sucedido. No voy a mentir, soy gordo, polla normal, no he tenido muchos momentos sexuales en mi vida a pesar de ser muy activo sexualmente.

El hecho sucedió con una compañera de clase, que después fue amiga y al final durante un periodo de exámenes estuvimos follando. Ella es morena, pelo largo, algo más alta que yo. Era de complexión delgada pero no hacía nada de ejercicio.

Esto sucede después de un día de examen, típicas cervezas después de él, que si un porrito aquí. Acabamos follando en el salón de mi piso, mientras mis compañeros estaban de farra en la discoteca. Después de besarnos y de yo hacerle un dedo en el sofá. Ella se subió a horcajadas encima de mí.

Sentí como mi polla rozaba su coño peludo, húmedo, después de meter mis dedos en él. Con un simple movimiento de su cadera entró mi polla en su coño. De ese momento lo que más recuerdo es el olor de su coño en mi mano y de cerveza de su aliento. Comenzó a moverse mientras apretaba mi cabeza contra su pecho. No tenía mucho, pero sus pezones duros pasando por mis mejillas mientras escuchaba su respiración agitarse, a medida que mi polla se ponía aún más dura. Me sentía a punto de estallar y solo llevaba un minuto encima de mí.

Ella bajó el ritmo, dejando un breve espacio de tiempo, para pensar en matrices vectoriales, para pensar en la defensa que nos dio la novena. En ese breve instante de respiro me recompuse, el oxígeno y la sangre fluyó más a mi cabeza y decidí empezar a tocarle el clitoris.

En ese momento, cuando mi dedo índice después de meterselo en la boca para que chupara, empezó a tocar su clitoris a medida que ella se movía encima de mí. Eso hizo que empezará a gemir y a cabalgarme con más ahínco. Mi polla empezó a palpitar a dar la señal de alarma, de corrimiento de tierras en breves, pero la suerte hizo que ella se corriera antes.

Dejó de cabalgarme, empapado su coño, empezó a besarme y a lamer mi cara. Y en un arrebato se levantó, con todo el coño mojado y enrojecido, se arrodilló delante mía y me pidió algo que nadie habia hecho.

- Quiero que te corras aquí.

Me dijo señalando sus tetas. Me levanté y ella se las juntó. Empecé a masturbarme delante de ella, a solo unos centímetros de su cara tenía mi polla, pero ella no hizo por chupar. Somo quería su leche, la leche que se merecía. Empecé a masturbarme, cada vez más deprisa, sentía mi polla muy dura, muy caliente y me salió una de las corridas más abundantes de mi vida. Llene sus manos que estaban recogiendo sus tetas y después limpie mi capullo sobre sus pezones. Ella estaba pletórica, me sonreía y después unos años más tarde, me dijo que era uno de sus momentos más excitantes.

El poder de la lefa.
 
El deseo de Ana

Ana era una mujer divorciada de 54 años, a simple vista normal, delgada para su edad, morena poco pecho y un bonito culo. Vivía en un pueblo pequeño, donde todos se conocen y se saludan por la calle. Su separación vino por un tema de cuernos, su ex le ponía los cuernos con una del pueblo de al lado, esto ocurrió durante un par de años, era la comidilla del pueblo a sus espaldas.

Un día, que decidió darse un capricho, fue a un balneario cercano a darse una serie de tratamientos. Allí se encontró al que era su marido con la querida. Pim pam pum, en menos de un mes divorcio y el cabron se fue a vivir con la otra.

Su vida comenzó a ser una rutina, trabajo, casa y casa, trabajo. No habían tenido hijos, pero ya cerca de los 50 no sentía esa necesidad de tener pareja. Pero si de follar.

Empezó con las aplicaciones de citas, salieron mal los tres intentos, así que un día después de beberse media botella de vino, decidió pasar a las aplicaciones de follar. Y ahí si encontró lo que buscaba. Sexo sin complicaciones, con chicos de diferentes edades, pollas diferentes y cuerpos diferentes. Se dio cuenta que el aspecto físico la era indiferente, sentía placer y llegaba a los orgasmos con facilidad. Ella pensaba, que era el morbo de no conocer, de ser sólo sexo y así disfrutarlo.

Pasaron los meses, hasta que conoció a Adrián. 45 años, rubio, atlético, no tenía una buena polla, pero ese defecto lo compensaba con sus ganas y su atrevimiento. Comenzaron a quedar más a menudo, a cenar, a quedarse un fin de semana, a hacer escapadas. No sentía la necesidad de volver a las aplicaciones, además Adrián era inteligente y sensible, cualidades que en su pequeño pueblo no encontraba en el género masculino.

En una de esas escapadas, Adrián le preparó una sorpresa en la habitación del hotel. Unas cuerdas y una fusta. Ana al principio sintió rechazo a la idea, pero Adrián con su palabrería la convenció de probar y vaya si lo probó.

Comenzó atandola las manos al cabecero de la cama, después comenzó a quitarle la ropa. Le quito las botas, le desabrocho el pantalón y le bajo las bragas, notó su aliento cerca de su coño, sus dedos recorriendo sus ingles, apretando su coño con los dedos. Le siguió bajando los pantalones hasta quitárselos y comenzó a comerle los pies. Lo hacía mientras la miraba, despacio. Era la primera vez que veía a Adrián hacer algo así, siempre había sido algo tímido en la cama, algo que a ella en cierta manera le parecía sexy. Pero esa mirada de Adrián, nunca la había visto.

Este comenzó a bajar por su talón la lengua, recorrer su espinilla, dirección a la parte interior de sus muslos, ella empezó a tirar de las cuerdas, ya que sin saber por qué, se estaba excitando tanto. Sintió como la lengua de Adrián se paraba en su ingle, su cabeza sólo pensaba sigue un poquito más, comeme el coño, ya que se notaba muy húmeda.

Pero Adrián no siguió, en cambio se levantó y fue a coger la fusta. Con ella hizo el mismo camino que había hecho su lengua, con una diferencia que está vez la fusta sí llegó a su coño. Él empezó a restregar la fusta por su clitoris, a empezar a meterla poco a poco por su coño. Ana al principio se sintió rara y estuvo a punto de pedirle que parara, pero sintió como su coño deseaba que le metiera la fusta, sintió como le subió la excitacion cada vez que notaba la fusta entrar. Comenzó a jadear a tirar de las cuerdas, y cuando creía que iba a llegar al orgasmo Adrián paró. Levantó su cara de la almohada y lo miró, en ese momento Adrián le dijo.

- No puedes seguir siendo Ana. Tengo que buscarte un nombre.

Antes de que ella dijera nada, el cogió y la fustigó en los pezones, con bastante fuerza. Ella sintió un dolor repentino, que duro solo un instante dejando paso a la excitacion. Adrián volvió a fustigar, esta vez el otro pezon, está vez ya no sintió dolor, sino más excitación. Noto como su coño se humedecia más, y como necesitaba sentir otra vez esa fusta en sus carnes.

Adrián comenzó a desatarle las manos, al sentir la liberación, lo primero fue ir a tocarse el coño, ya que era una de las veces que más cachonda se había sentido. Pero al llevar la mano por su pubis, la fusta la golpeó con mucha fuerza la mano. De repente sintió como la volteaban, y la volvían a atar las manos esta vez boca abajo. Ahora había perdido de vista a Adrián, sentía como daba vueltas alrededor de la cama, como un león acechando.

Lo primero que sintió fue la fusta recorrer su espina dorsal. Sentía la respiración agitada de él, su cuerpo cerca del suyo y después sintió un gran golpe en su nalgas. A pesar del dolor, sintió un gran placer, sentía como su coño seguía humedeciendose, si deseo de que le metieran algo, sentía el ardor en sus nalgas y el calor de su coño.

- Quiero que después de esta noche, seas alguien más.

Otro fustazo, está vez más fuerte, sentía como se enrojecia.

- Creo que ya sé cómo te vas a llamar.

La fusta comenzó a bajar por la raja de su culo, sintió como llegaba a su coño y como lo frotaba. No sabía como sentirse, solo sentía que estaba muy muy cachonda y que deseaba correrse. No tardo en hacerlo, mientras la fusta se frotaba por su coño y entraba poco a poco. Justo cuando terminó de correrse. Adrián se acercó a su oreja y le susurró.

- Encantado de conocerte Cristal.
 
Tienes razón, a esas edades no hay mejor experiencia que el ser follado por una cuarentona o cincuentona; es algo que hay que vivir y experimentar porque no se puede explicar con palabras... ;);););):banana1::banana1::banana1::banana1::banana1:🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
Los primeros

Para mí el mejor polvo es el primero que echas con una mujer que está casada. No solo es la propia excitación que aporta el aspecto físico del sexo, es también, y para mí con mucha diferencia, el saber que ella está casada o tiene pareja y sientes su total liberación, como tiemblan entre tus brazos. Sientes el vértigo de correrte bien a gusto, sin dejarte una sola gota de lefa.

Ocurrió con María. Una mujer de mi pueblo, 50 años, morena, entrada en carnes, pelo corto y unas grandes tetas. Era la madre de una chica que iba al colegio conmigo, siempre la recordaba en el seat ibiza rojo, llevando a la hija al colegio. No era especialmente guapa, pero un día comprando me sonrió y fue suficiente para que me pusiera la polla dura.

Fue un par de años antes de pandemia, había vuelto al pueblo de estudiar y estaba en ese momento que sientes que has perdido 5 años de vida y que no sabes que vas a ser o trabajar. Así que empecé de reponedor en el súper de mi pueblo. Y sí, ahí tienes una panorámica perfecta de todas las mujeres del pueblo, todas te saludan, todas te miran y bastantes se insinúan sin pizca de reparos. ¡Ojo! Que me encantaba, yo siempre he estado gordito, así que me tenían la mayoría de los días cachondo perdido. Pero María fue diferente, solo sonrió, creo que al reconocerme después de 10 o 12 años.

El caso es que un día de tormenta de verano, a las 19:30 estábamos recogiendo, mis dos compañeras y yo. Cuando entró totalmente mojada, con un vestido blanco de manga corta. Transparentaba a su vez yn sujetador blanco, marcando unos pezonacos y dejando intuir una areola morena. Tenia unas piernas regordetas y mojadas. Como yo era el que tenia que fregar ese día al acabar, pues les dije a mis compañeras que se fueran ya. Ellas entraron a cambiarse y a coger sus cosas y yo empecé a fregar desde la parte de atrás.

Al llegar vi que estaba intentado coger un paquete de galletas de la fila de arriba y no llegaba.

- María, déjeme que se lo coja. Le dije acercándome.
- No me digas de usted, por favor. Que me hace mayor.

Me dijo sonriendo de nuevo, con el agua cayendo de su pelo corto, sobre su hombro. Al bajar el paquete tuve una panorámica total de su escote. Tenía unas tetas increíbles, se le notaba unas venas azules, desbordando un sujetador que le quedaba pequeño.

Por supuesto que se dio cuenta, que la miraba las tetas y como me embelese. Ese momento mágico se rompió con la voz de una de mis compañeras.

- Nos vamos, hasta mañana.

El timbre que sonaba cada vez que alguien cruzaba las puertas, fue la señal de que estábamos solos. La di el paquete de galletas, ella lo soltó en la cesta y al incorporarse, no pude dejar escapar la ocasión y le besé en los labios.

Al principio mi lengua chocó con sus labios, apretados, justo cuando iba a guardar la lengua y empezar a pensar en la disculpa, ella abrió su boca, y su lengua chocó con la mía, torpe y tímida. Pero solo fueron dos segundos de timidez, comencé a besarla hasta meterle la lengua hasta dentro, mis manos subieron por sus muslos levantando su vestido. Recuerdo el tacto de su pubis peludo, de como roce con mis dedos su coño ya mojado. De cómo ella pasó sus brazos por mi cuello, mientras nuestras lenguas se comían, la llevé besándonos hacia la puerta de los vestuarios. Ella no me soltaba, su boca se separaba de la mía solo para decir ¡Dios mío!

La empujé contra la taquilla, y comencé a besar su boca, su cuello. Le saqué las tetas, eran enormes y tenia dos pezones morenos y grandes, asi que comencé a chuparlos, sentía sus latidos del corazón, su sudor que se mezclaba con las gotas de lluvia. No podía parar, me sentía que la polla me iba a estallar, hasta que ella metió las manos por dentro de mi pantalón y empezó a masajearla, empezó hacia arriba y hacia abajo, creía que me iba a correr en sus manos. Así que me separé y me empecé a quitar los pantalones, ella miró mi polla dura y gorda, babeando. Se dio la vuelta, se subió el vestido y se bajo unas bragas blancas. Yo me acerqué y le metí mi polla, dándole una fuerte embestida contra la taquilla, empecé a follarla, con tal excitacion que sentía bombear sangre por mi pene. Ella se estaba mojando un montón y después de unos 2 minutos embistiendo no pude hacer otra cosa que sacar mi polla y correrme por sus nalgas. Ella también se había corrido unos momentos antes, se dio la vuelta y me besó, antes de empezar a subirse las bragas y arreglarse el vestido.

- Gracias, ahora cobrame.

Fue lo único que me dijo, mientras le cobré las 4 cosas que compró. Antes de salir me miró y me volvió a sonreír, mientras salió corriendo dirección a su casa, con su marido.
 
Algo breve

No sé si os pasa lo siguiente. Con el tiempo, recuerdo con más fervor los momentos eróticos breves, que los momentos más torridos y duraderos.

Por ejemplo, disfruté muchísimo un fin de semana que pase en una habitacion de hotel, con una tita de un amigo mío. Que si ustedes quieren, yo les expondré en futuros martes. Volviendo al asunto, aunque fue un fin de semana fantástico, a la hora de pelarmela recurro a momentos fugaces, que no dejan de ser momentazos eróticos, pero son de poco recorrido. Por eso explicaré el suceso que más veces ha hecho que me pajee.

Diríjanse a mediados del 2009, primer año de carrera. Vuelvo por Navidad al pueblo. Típica cena con amigos del instituto, que se va torciendo y torciendo y te encuentras a las 5 de la mañana de lado a lado, pidiendo el último gin tonic. En ese momento se cruza Carmen. La chica simpática y gordita de clase, morena, buenas tetas y que va en un mismo estado que el que llevas.

- Yo estuve pillado por ti hace dos años.
- ¿Que dices?
- Si Carmen, hace dos años me moría por besar esos labios.

Ella se echa a reír y me mira, veo como su lengua se mueve por el interior de su boca.

- Pues hazlo ahora, si quieres.

Momento que aprovecho para cogerla de la cintura acercarla, pasar una mano por su cuello, sentir el calor de su piel y besar esos labios. Como ella también buscaba con ansia mi lengua. Después de un rato, me dice.

- ¿Nos vamos?

Nos montamos en su seat ibiza rojo y se dirige hacia las afueras del pueblo, aparca el coche debajo de la única farola que existe junto a la puerta de la plaza de toros.

Nos quitamos los cinturones de seguridad y en un segundo está encima mía, yo desabrochando su blusa, dejando al aire un bonito sujetador blanco, ella agarrando mi cuello y llevándome a su boca, y mi mano comenzando a desabrochar sus vaqueros. Metí la mano y sentí el pelo de su pubis y enseguida su raja. Comencé a tocarle el clitoris, en ese momento ella dejó de besarme y se apoyo en la puerta, comenzando a gemir cada vez que iba metiendo mi dedo en su coño. Comencé a comerle las tetas y ella agarro mi cabeza y me la apretó contra su pecho, olía su colonia, sentía sus pezones alrededor y en mi boca. Estaban muy duros y los mordía a medida que cada vez la metía más rápido y más adentro los dedos. Su coño estaba muy mojado cuando me pidió que la follara.

Me desabrochó los pantalones y comenzó a masajearme la polla, que estaba muy dura. En un movimiento de cadera se la metió en su coño y agarrandome del cuello, empezó a follarme, polvo que duró menos de un minuto, me corrí en su coño, sin condon.

Ambos comenzamos a reír, nos besamos y empezamos a follar de nuevo.
 
La diabla

La diabla, es una especie única de mujer. La diabla, no pide. Sólo da. La diabla son curvas peligrosas. Morena de pelo largo, que lo usa para tapar patas, patas que recorren el camino hacia las montañas.

De momento solo me habla en sueños. Sueños donde mis manos recorren su piel suave. Agarrando su cuerpo desde detrás, apoyando mi labio en su oreja, le digo.

- Dame tu cuerpo, tu boca... tu coño.

Se lo digo susurrando, a la vez que mi mano baja por su pubis, mi dedo índice recorre la línea de pelo hasta llegar a su clitoris. Lo adoro, con reverencia mientras busco sus labios rojos. La beso, conteniendo la respiración, marcando con mi lengua el camino de la locura y el deseo. A la vez empiezo a meter un par de dedos en su coño. Despacio, haciendo círculos, sintiendo su humedad, su calor en mi mano.

- Quiero que te corras.

La digo con mis labios a milímetros de los suyos y mis ojos clavados en ella. Mientras aumento la profundidad de los dedos. Aprieto su cuerpo más contra el mío, para que note el bulto de mi polla. Llevo mi otra mano a su cuello, se lo acaricio, sintiendo su pulso acelerado, sus gemidos ahogados. Veo en sus ojos las ganas de correrse para mí...

De repente saco mis dedos de su coño y aprieto un poco más su cuello.

- Aún no te corras.

La suelto el cuello y la llevo hacia la cama. La tumbo boca arriba, su pelo negro llena todo el edredón, encoge sus piernas y las abre, enseñándome todo su coño, jugoso, rojo, hambriento. Invitándome con su sonrisa a una comida. Trazo con mi lengua una línea, desde su pulgar del pie derecho, subiendo por su pantorrilla, lamiendo el interior de sus muslos. Llegando a su coño.

Lo lamo, escupo y venero hasta que noto como relaja las piernas y se corre llenandome la boca de su jugo.

Con la boca llena beso, su pubis, su vientre y ambas tetas. Subo por su mandíbula hasta su boca.

- ¿Te ha gustado?

Me sonríe y antes de decirme algo, la beso. Hago que pruebe como sabe su coño en mi boca.

- ¿QUIERES MÁS?
 
La diabla

La diabla, es una especie única de mujer. La diabla, no pide. Sólo da. La diabla son curvas peligrosas. Morena de pelo largo, que lo usa para tapar patas, patas que recorren el camino hacia las montañas.

De momento solo me habla en sueños. Sueños donde mis manos recorren su piel suave. Agarrando su cuerpo desde detrás, apoyando mi labio en su oreja, le digo.

- Dame tu cuerpo, tu boca... tu coño.

Se lo digo susurrando, a la vez que mi mano baja por su pubis, mi dedo índice recorre la línea de pelo hasta llegar a su clitoris. Lo adoro, con reverencia mientras busco sus labios rojos. La beso, conteniendo la respiración, marcando con mi lengua el camino de la locura y el deseo. A la vez empiezo a meter un par de dedos en su coño. Despacio, haciendo círculos, sintiendo su humedad, su calor en mi mano.

- Quiero que te corras.

La digo con mis labios a milímetros de los suyos y mis ojos clavados en ella. Mientras aumento la profundidad de los dedos. Aprieto su cuerpo más contra el mío, para que note el bulto de mi polla. Llevo mi otra mano a su cuello, se lo acaricio, sintiendo su pulso acelerado, sus gemidos ahogados. Veo en sus ojos las ganas de correrse para mí...

De repente saco mis dedos de su coño y aprieto un poco más su cuello.

- Aún no te corras.

La suelto el cuello y la llevo hacia la cama. La tumbo boca arriba, su pelo negro llena todo el edredón, encoge sus piernas y las abre, enseñándome todo su coño, jugoso, rojo, hambriento. Invitándome con su sonrisa a una comida. Trazo con mi lengua una línea, desde su pulgar del pie derecho, subiendo por su pantorrilla, lamiendo el interior de sus muslos. Llegando a su coño.

Lo lamo, escupo y venero hasta que noto como relaja las piernas y se corre llenandome la boca de su jugo.

Con la boca llena beso, su pubis, su vientre y ambas tetas. Subo por su mandíbula hasta su boca.

- ¿Te ha gustado?

Me sonríe y antes de decirme algo, la beso. Hago que pruebe como sabe su coño en mi boca.

- ¿QUIERES MÁS?
Sigue por favor....quiero saber como haces disfrutar a esa diabla y esa diabla a ti🤤🤤🤤🤤
 
La diabla

Espero que su respuesta salga de sus labios. Ha comenzado a sudar y sus labios se pegan cuando me dice.

- Sí, quiero más.

La tengo debajo de mí, sus pezones duros se clavan en mi pecho, mientras mi boca devora su lengua.

- Deberías de haber dicho no. Le digo mirándola a los ojos y con nuestras bocas a milímetros.

Me incorporo encima de ella y sujeto con fuerza una de sus muñecas. Saco del bolsillo de mis pantalones unas esposas. Ella solo siente como el frio del metal, cerrándose en su muñeca izquierda, me deja hacer. Tiene una mueca juguetona en su cara.

Aprieto bien la esposa en su muñeca izquierda, dejándola esposado con las manos encima de su cabeza, tumbada en la cama debajo de mi. Quiere jugar, ya que le gusta, saca su lengua entre sus labios carnosos, yo le otorgo un momento de placer lamiendo su lengua y fundiendome en su boca. No puedo remediarlo me pierde, me vuelve loco, y ese momento de debilidad hace que responda de forma contundente. Me incorporo sobre su cuerpo y le ordeno.

- ¡Desabróchame los pantalones!

Ella me mira por un momento, y con sus manos esposadas, comienza a quitarme el cinturón. Lo saca con rapidez, y sigue desabotonando, los 4 botones.

- Mete la mano dentro de mis calzoncillos.

Lleva sus manos esposadas adentro de mi calzoncillos. Y comienza a tocarme los huevos. Noto como su mano se cierra sobre mi polla, que esta totalmente dura. La saca por fuera de mis calzoncillos y me empieza a masturbar, estoy de rodillas encima de ella, con mi polla a centímetros de sus tetas. Lo hace tan bien, que siento que me voy a correr en segundos. Siento el deseo de llevársela a la boca, pero cuando comienza a llevársela a la boca. Se lo prohíbo, dándole un cachetazo.

- Aún no.

Me muevo rápido, aprieto su garganta y noto en su mirada una mezcla de placer y deseo. Lamo sus labios y alargo la mano para coger mi cinturón. Lo paso por sus esposas y después la ato al cabecero de la cama con el cinturon y esposada. Paso mis manos por sus brazos, por sus axilas. Me paro un momento a mirar sus ojos, mientras aprieto con fuerza sus pezones con mis manos. Los aprieto tanto hasta que escucho un gemido de ¿dolor? ¿placer? No sabría decir. Bajo mi boca a sus tetas y las devoro, tiene los pezones tan duros, que no me puedo resistir a morderlos.

Me levanto y me quito los calzoncillos y contemplo su cuerpo desnudo, esposada. Me tumbo a su lado, recorro su cuerpo con mis manos, beso sus pezones, y me pongo de nuevo encima de ella. Aprieto su garganta y meto mi polla hasta dentro de su coño, de una sola embestida, dejando que gima y se sorprenda. Comienzo a follarla con fuerza, haciendo que sus tetas empiecen a moverse al compás de mis caderas, lo hago despacio, pero fuerte, haciendo que sienta bien mi polla en su coño. Noto como se humedece y yo siento que voy a explotar, sus gemidos aumentan de volumen y frecuencia, se va a correr, y justo cuando siento que va arquear su espalda y estirar sus piernas. Saco mi polla y aprieto aún más su garganta.

- No te has merecido aún mi lefa.

Quito el cinturón y sus manos caen encima de su pelo. Me tiendo a su lado y giro mi cabeza dejando nuestras bocas a la misma altura y a centímetros una de otra.

- Sé una buena puta y gánatela.
 
Atrás
Top