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¡Qué bien pinta esto! Deseando que continúe el relato. Y preciosa foto por cierto. Desde luego que, si eso es lo que vio tu sobrino, te convertirías inmediatamente en su musa. Espero ansiosamente la continuación.PARTE 2
A medida que fui pasando más noches en aquella casa, pude seguir comprobando la absoluta adicción a la masturbación que tenía mi sobrino, la cual no entendía cómo podía pasar desapercibida para sus padres.
Necesito aclarar que las mujeres tenemos ciertos instintos y ciertas necesidades, que son muy diferentes a los de los hombres.
Una de estas necesidades es la de sentirnos atractivas. Sentir que si quisiéramos, el hombre que tenemos delante nos desearía. Es como un superpoder que a su vez es una necesidad.
Sí, estoy intentando justificar mis actos recurriendo a la naturaleza humana, pero realmente creo muchas veces funcionamos así. Muchos de nuestros actos que más nos avergüenzan vienen condicionados por instintos involuntarios.
Con todo esto quiero decir que, observando el desenfrenado ímpetu sexual de mi sobrino, mis instintos comenzaron a interponerse.
Llevaba muchísimo tiempo sin estar cerca de un hombre con ese nivel de deseo sexual y, aunque lógicamente no se trataba de un hombre para mí, no pude evitar querer hacer algo al respecto.
Quizás era por mi escasez de sexo o quizás hubiera ocurrido igualmente, pero sin querer darme cuenta, poco a poco fui tratando de protagonizar los deseos nocturnos de Carlos. Me excitaba mucho la idea de que alguien tan joven, inexperto y que desprendía deseo sexual por todos sus poros, se masturbara con tanta fuerza y vitalidad pensando en mí.
Si sabía que este estaba en el sofá con el móvil, quizás me ponía a limpiar delante suya, dejando a la vista mi escote o mis piernas.
Eran simples sutilezas, pero por alguna razón me causaba muchísima excitación pensar que Carlos, mientras fingía estar con el móvil, realmente me observaba disimuladamente.
<<¿Estaré yendo demasiado lejos? Realmente no estoy haciendo nada...>>
No me enorgullezco de mis actos, pero debo confesar que, desde que empiezas, desde que lanzas la primera piedra, después resulta casi imposible parar...
Cuando conseguí mi primera cita con Ricardo, el camarero, empecé a sentir que llevaba una doble vida.
Por las mañanas era productiva, dejaba la casa limpia para que Paula y Juan no me vieran como a un estorbo en su casa y disfrutaba de tener la casa para mi sola.
Luego por las tardes iba a currar, era amable con todos los clientes del bar, que además eran casi siempre los mismos, y los días que coincidía con Ricardo aprovechaba para tontear con él.
Sin embargo, luego estaban esos momentos... Esas pequeñas interacciones con mi sobrino, que sacaban ese lado de mí tan perverso que ni yo misma era capaz de entender.
Me encantaba estar con Ricardo y me moría de ganas de echar nuestro primer polvo, pero no sé que tendrían esas acaloradas hormonas de Carlos que me invitaban a seducirlo más que a ningún otro.
Normalmente seduces a un hombre porque quieres estar con él, pero en este caso simplemente quería que se obsesionara conmigo, sin hacer nada al respecto. Sabía que estaba mal y no me sentía nada orgullosa de hacerlo, pero es muy difícil desobedecer a tus instintos.
Aquel jueves... Yo aprovechaba los rayos de sol mañaneros que entraban por la ventana para ponerme a leer, tomando un cafelito. Amaba aquella tranquilidad de tener la casa sola y fantaseaba con la idea de poder permitirme tener un piso para mí sola algún día.
Lo que no me esperaba ese día era ver mi paz interrumpida por el sonido de la puerta principal abriéndose.
—¿Carlos? ¿Qué haces que no estás en clase?
—Mierda... No le digas nada a papá y mamá por favor...
Era un buen momento para ganarme su confianza por completo.
—Tranquilo, yo no digo nada.
—Bien, eres la mejor. Tenía que librarme de hacer hoy una presentación.
Yo me reí, me convertí en su cómplice.
Como era de esperar, Carlos pasó la mañana entre tele y móvil, metido en su mundo como cualquier adolescente de su edad.
Yo, siguiendo mi rutina matutina de aquella etapa de mi vida, aproveché para darme un baño en la bañera.
Amaba llenarla hasta arriba, con el agua bien calentita y quedarme ahí dentro todo el tiempo del mundo.
Antes de darme cuenta, ya estaba pensando en qué hacer para seducir a Carlos. Ya estaba llegando a un punto en el que estaba casi indignada con esa parte de mí.
Mientras me tocaba muy suavemente bajo el agua que cubría la bañera, pensaba en qué podía hacer para llamar la atención de mi sobrino.
Cuidadosamente acaricié los labios exteriores de mi vagina, como quien acaricia la lámpara para sacar al genio y en seguida tuve una idea.
—¡Carlos! ¿Puedes traerme el móvil, porfa?
No lo necesitaba para nada, lógicamente.
—¡Voy! —respondió él, obediente.
Cuando escuché el sonido de la puerta del baño, cubrí mis tetas desnudas con un brazo y saqué parte de mi cuerpo de la bañera para poder coger el móvil.
—¡Mierda, Silvia! Perdón —dijo Carlos sorprendido al verme ahí desnuda.
En seguida apartó la mirada y alargó su brazo para entregarme el móvil.
—Ay, no llego —mentí para que tuviera que volver a mirarme.
Entonces, decidí alcanzarlo esta vez con la otra mano, que antes cubría mis pechos, dejando mis pezones a la vista durante el breve segundo que este clavó su mirada en mí.
—Gracias, guapo —le dije.
—De nada —dijo él, sonrojado y avergonzado, deseando salir de ahí lo antes posible.
Continúa cuando puedas, muy bueno.PARTE 2
A medida que fui pasando más noches en aquella casa, pude seguir comprobando la absoluta adicción a la masturbación que tenía mi sobrino, la cual no entendía cómo podía pasar desapercibida para sus padres.
Necesito aclarar que las mujeres tenemos ciertos instintos y ciertas necesidades, que son muy diferentes a los de los hombres.
Una de estas necesidades es la de sentirnos atractivas. Sentir que si quisiéramos, el hombre que tenemos delante nos desearía. Es como un superpoder que a su vez es una necesidad.
Sí, estoy intentando justificar mis actos recurriendo a la naturaleza humana, pero realmente creo muchas veces funcionamos así. Muchos de nuestros actos que más nos avergüenzan vienen condicionados por instintos involuntarios.
Con todo esto quiero decir que, observando el desenfrenado ímpetu sexual de mi sobrino, mis instintos comenzaron a interponerse.
Llevaba muchísimo tiempo sin estar cerca de un hombre con ese nivel de deseo sexual y, aunque lógicamente no se trataba de un hombre para mí, no pude evitar querer hacer algo al respecto.
Quizás era por mi escasez de sexo o quizás hubiera ocurrido igualmente, pero sin querer darme cuenta, poco a poco fui tratando de protagonizar los deseos nocturnos de Carlos. Me excitaba mucho la idea de que alguien tan joven, inexperto y que desprendía deseo sexual por todos sus poros, se masturbara con tanta fuerza y vitalidad pensando en mí.
Si sabía que este estaba en el sofá con el móvil, quizás me ponía a limpiar delante suya, dejando a la vista mi escote o mis piernas.
Eran simples sutilezas, pero por alguna razón me causaba muchísima excitación pensar que Carlos, mientras fingía estar con el móvil, realmente me observaba disimuladamente.
<<¿Estaré yendo demasiado lejos? Realmente no estoy haciendo nada...>>
No me enorgullezco de mis actos, pero debo confesar que, desde que empiezas, desde que lanzas la primera piedra, después resulta casi imposible parar...
Cuando conseguí mi primera cita con Ricardo, el camarero, empecé a sentir que llevaba una doble vida.
Por las mañanas era productiva, dejaba la casa limpia para que Paula y Juan no me vieran como a un estorbo en su casa y disfrutaba de tener la casa para mi sola.
Luego por las tardes iba a currar, era amable con todos los clientes del bar, que además eran casi siempre los mismos, y los días que coincidía con Ricardo aprovechaba para tontear con él.
Sin embargo, luego estaban esos momentos... Esas pequeñas interacciones con mi sobrino, que sacaban ese lado de mí tan perverso que ni yo misma era capaz de entender.
Me encantaba estar con Ricardo y me moría de ganas de echar nuestro primer polvo, pero no sé que tendrían esas acaloradas hormonas de Carlos que me invitaban a seducirlo más que a ningún otro.
Normalmente seduces a un hombre porque quieres estar con él, pero en este caso simplemente quería que se obsesionara conmigo, sin hacer nada al respecto. Sabía que estaba mal y no me sentía nada orgullosa de hacerlo, pero es muy difícil desobedecer a tus instintos.
Aquel jueves... Yo aprovechaba los rayos de sol mañaneros que entraban por la ventana para ponerme a leer, tomando un cafelito. Amaba aquella tranquilidad de tener la casa sola y fantaseaba con la idea de poder permitirme tener un piso para mí sola algún día.
Lo que no me esperaba ese día era ver mi paz interrumpida por el sonido de la puerta principal abriéndose.
—¿Carlos? ¿Qué haces que no estás en clase?
—Mierda... No le digas nada a papá y mamá por favor...
Era un buen momento para ganarme su confianza por completo.
—Tranquilo, yo no digo nada.
—Bien, eres la mejor. Tenía que librarme de hacer hoy una presentación.
Yo me reí, me convertí en su cómplice.
Como era de esperar, Carlos pasó la mañana entre tele y móvil, metido en su mundo como cualquier adolescente de su edad.
Yo, siguiendo mi rutina matutina de aquella etapa de mi vida, aproveché para darme un baño en la bañera.
Amaba llenarla hasta arriba, con el agua bien calentita y quedarme ahí dentro todo el tiempo del mundo.
Antes de darme cuenta, ya estaba pensando en qué hacer para seducir a Carlos. Ya estaba llegando a un punto en el que estaba casi indignada con esa parte de mí.
Mientras me tocaba muy suavemente bajo el agua que cubría la bañera, pensaba en qué podía hacer para llamar la atención de mi sobrino.
Cuidadosamente acaricié los labios exteriores de mi vagina, como quien acaricia la lámpara para sacar al genio y en seguida tuve una idea.
—¡Carlos! ¿Puedes traerme el móvil, porfa?
No lo necesitaba para nada, lógicamente.
—¡Voy! —respondió él, obediente.
Cuando escuché el sonido de la puerta del baño, cubrí mis tetas desnudas con un brazo y saqué parte de mi cuerpo de la bañera para poder coger el móvil.
—¡Mierda, Silvia! Perdón —dijo Carlos sorprendido al verme ahí desnuda.
En seguida apartó la mirada y alargó su brazo para entregarme el móvil.
—Ay, no llego —mentí para que tuviera que volver a mirarme.
Entonces, decidí alcanzarlo esta vez con la otra mano, que antes cubría mis pechos, dejando mis pezones a la vista durante el breve segundo que este clavó su mirada en mí.
—Gracias, guapo —le dije.
—De nada —dijo él, sonrojado y avergonzado, deseando salir de ahí lo antes posible.
Bufff fotaza me encantaPARTE 3
El día después de haber pasado la mañana en casa con Carlos, Ricardo por fin me llevó a su casa después de ir juntos a cenar.
Vivía en un segundo piso, bastante pequeño y desordenado.
En un primer instante me produjo algo de inseguridad, pero no tardé en comprender que mi ex me tenía malacostumbrada y que el pobre Ricardo hacía lo que podía con lo que ganaba en el bar. Al fin y al cabo él al menos era capaz de pagarse un alquiler, no como yo.
Aún así, mis dudas sobre hacia dónde estaba yendo nuestra relación decidieron inclinarse hacia el rollo casual más que el de relación de pareja. No tanto por el tamaño del piso sino por el estado de este.
Quizás lo único que me podía aportar Ricardo era buen rollo y ojalá buen sexo también, pero no me daba la impresión de que fuera a ser alguien con quien establecerme.
De esa forma, cuando nos tomamos la última copa en su salón, decidí dar el paso y dejar a un lado las formalidades.
Quité la copa de su mano y, mientras le daba besos en el cuello, fui desabrochando cada botón de su arrugada camisa.
No me sorprendió encontrar una gran cantidad de pelo en su pecho, pues le sobresalían ya con la ropa puesta.
Él continuó quitando mi blusa, lo cual le provocó un fuerte suspiro al observar cómo mi pequeño sujetador no era capaz de contener todo lo que debería, dejando a la vista parte de mis pezones.
Rápidamente se abalanzó sobre mis tetas y comenzó a tocarlas, besarlas y casi ahogarse en ellas de tanta intensidad con la que lo hacía. Yo me reí. Su reacción me hacía sentir halagada.
Poco después decidí que era el momento de agacharme a desabrochar su pantalón. El gran momento para nosotras. La primera vez que le ves la polla y rezas, que no sea demasiado grande, pero sobretodo, por favor que no sea demasiado pequeña.
Por algún motivo tenía el presentimiento de que lo que iba a encontrar no me iba a agradar, pero gracias a Dios no pude estar más equivocada.
Tenía una de las pollas más bonitas que había visto nunca, de un tamaño y grosor medios, perfectos para jugar.
Lo que ocurrió después no tiene mucho misterio.
Lógicamente me la llevé a la boca, provocando intensísimas reacciones en Ricardo, que no era capaz de contener su excitación lo más mínimo.
—Vamos a la cama —dijo él entre titubeos.
—¿Que te hace pensar que quiero tener sexo contigo? —bromeé yo para eliminar tensiones.
Segundos después me encontraba tumbada en su cama deshecha, con las piernas abiertas y observando cómo él movía sus caderas demostrando gran experiencia para penetrar mi húmeda vagina en una sincronización perfecta.
Era como si estuviéramos bailando. Subíamos y bajábamos el ritmo, cambiábamos de postura y de protagonista sin tener que decir ni una palabra... Normal que no durara más de 5 minutos. Quizás la cantidad era mejorable, pero la calidad...
Después, él insistió en que me quedase a dormir, pero yo tenía bastante claro que por el momento no quería crear ningún vínculo emocional con él, así que volví a casa de Paula a dormir en mi humilde sofá-cama.
Ya estás morenita se ve la marca del bañador uff me encantan las vistasPARTE 2
A medida que fui pasando más noches en aquella casa, pude seguir comprobando la absoluta adicción a la masturbación que tenía mi sobrino, la cual no entendía cómo podía pasar desapercibida para sus padres.
Necesito aclarar que las mujeres tenemos ciertos instintos y ciertas necesidades, que son muy diferentes a los de los hombres.
Una de estas necesidades es la de sentirnos atractivas. Sentir que si quisiéramos, el hombre que tenemos delante nos desearía. Es como un superpoder que a su vez es una necesidad.
Sí, estoy intentando justificar mis actos recurriendo a la naturaleza humana, pero realmente creo muchas veces funcionamos así. Muchos de nuestros actos que más nos avergüenzan vienen condicionados por instintos involuntarios.
Con todo esto quiero decir que, observando el desenfrenado ímpetu sexual de mi sobrino, mis instintos comenzaron a interponerse.
Llevaba muchísimo tiempo sin estar cerca de un hombre con ese nivel de deseo sexual y, aunque lógicamente no se trataba de un hombre para mí, no pude evitar querer hacer algo al respecto.
Quizás era por mi escasez de sexo o quizás hubiera ocurrido igualmente, pero sin querer darme cuenta, poco a poco fui tratando de protagonizar los deseos nocturnos de Carlos. Me excitaba mucho la idea de que alguien tan joven, inexperto y que desprendía deseo sexual por todos sus poros, se masturbara con tanta fuerza y vitalidad pensando en mí.
Si sabía que este estaba en el sofá con el móvil, quizás me ponía a limpiar delante suya, dejando a la vista mi escote o mis piernas.
Eran simples sutilezas, pero por alguna razón me causaba muchísima excitación pensar que Carlos, mientras fingía estar con el móvil, realmente me observaba disimuladamente.
<<¿Estaré yendo demasiado lejos? Realmente no estoy haciendo nada...>>
No me enorgullezco de mis actos, pero debo confesar que, desde que empiezas, desde que lanzas la primera piedra, después resulta casi imposible parar...
Cuando conseguí mi primera cita con Ricardo, el camarero, empecé a sentir que llevaba una doble vida.
Por las mañanas era productiva, dejaba la casa limpia para que Paula y Juan no me vieran como a un estorbo en su casa y disfrutaba de tener la casa para mi sola.
Luego por las tardes iba a currar, era amable con todos los clientes del bar, que además eran casi siempre los mismos, y los días que coincidía con Ricardo aprovechaba para tontear con él.
Sin embargo, luego estaban esos momentos... Esas pequeñas interacciones con mi sobrino, que sacaban ese lado de mí tan perverso que ni yo misma era capaz de entender.
Me encantaba estar con Ricardo y me moría de ganas de echar nuestro primer polvo, pero no sé que tendrían esas acaloradas hormonas de Carlos que me invitaban a seducirlo más que a ningún otro.
Normalmente seduces a un hombre porque quieres estar con él, pero en este caso simplemente quería que se obsesionara conmigo, sin hacer nada al respecto. Sabía que estaba mal y no me sentía nada orgullosa de hacerlo, pero es muy difícil desobedecer a tus instintos.
Aquel jueves... Yo aprovechaba los rayos de sol mañaneros que entraban por la ventana para ponerme a leer, tomando un cafelito. Amaba aquella tranquilidad de tener la casa sola y fantaseaba con la idea de poder permitirme tener un piso para mí sola algún día.
Lo que no me esperaba ese día era ver mi paz interrumpida por el sonido de la puerta principal abriéndose.
—¿Carlos? ¿Qué haces que no estás en clase?
—Mierda... No le digas nada a papá y mamá por favor...
Era un buen momento para ganarme su confianza por completo.
—Tranquilo, yo no digo nada.
—Bien, eres la mejor. Tenía que librarme de hacer hoy una presentación.
Yo me reí, me convertí en su cómplice.
Como era de esperar, Carlos pasó la mañana entre tele y móvil, metido en su mundo como cualquier adolescente de su edad.
Yo, siguiendo mi rutina matutina de aquella etapa de mi vida, aproveché para darme un baño en la bañera.
Amaba llenarla hasta arriba, con el agua bien calentita y quedarme ahí dentro todo el tiempo del mundo.
Antes de darme cuenta, ya estaba pensando en qué hacer para seducir a Carlos. Ya estaba llegando a un punto en el que estaba casi indignada con esa parte de mí.
Mientras me tocaba muy suavemente bajo el agua que cubría la bañera, pensaba en qué podía hacer para llamar la atención de mi sobrino.
Cuidadosamente acaricié los labios exteriores de mi vagina, como quien acaricia la lámpara para sacar al genio y en seguida tuve una idea.
—¡Carlos! ¿Puedes traerme el móvil, porfa?
No lo necesitaba para nada, lógicamente.
—¡Voy! —respondió él, obediente.
Cuando escuché el sonido de la puerta del baño, cubrí mis tetas desnudas con un brazo y saqué parte de mi cuerpo de la bañera para poder coger el móvil.
—¡Mierda, Silvia! Perdón —dijo Carlos sorprendido al verme ahí desnuda.
En seguida apartó la mirada y alargó su brazo para entregarme el móvil.
—Ay, no llego —mentí para que tuviera que volver a mirarme.
Entonces, decidí alcanzarlo esta vez con la otra mano, que antes cubría mis pechos, dejando mis pezones a la vista durante el breve segundo que este clavó su mirada en mí.
—Gracias, guapo —le dije.
—De nada —dijo él, sonrojado y avergonzado, deseando salir de ahí lo antes posible.
Un cuerpo preciosoPARTE 2
A medida que fui pasando más noches en aquella casa, pude seguir comprobando la absoluta adicción a la masturbación que tenía mi sobrino, la cual no entendía cómo podía pasar desapercibida para sus padres.
Necesito aclarar que las mujeres tenemos ciertos instintos y ciertas necesidades, que son muy diferentes a los de los hombres.
Una de estas necesidades es la de sentirnos atractivas. Sentir que si quisiéramos, el hombre que tenemos delante nos desearía. Es como un superpoder que a su vez es una necesidad.
Sí, estoy intentando justificar mis actos recurriendo a la naturaleza humana, pero realmente creo muchas veces funcionamos así. Muchos de nuestros actos que más nos avergüenzan vienen condicionados por instintos involuntarios.
Con todo esto quiero decir que, observando el desenfrenado ímpetu sexual de mi sobrino, mis instintos comenzaron a interponerse.
Llevaba muchísimo tiempo sin estar cerca de un hombre con ese nivel de deseo sexual y, aunque lógicamente no se trataba de un hombre para mí, no pude evitar querer hacer algo al respecto.
Quizás era por mi escasez de sexo o quizás hubiera ocurrido igualmente, pero sin querer darme cuenta, poco a poco fui tratando de protagonizar los deseos nocturnos de Carlos. Me excitaba mucho la idea de que alguien tan joven, inexperto y que desprendía deseo sexual por todos sus poros, se masturbara con tanta fuerza y vitalidad pensando en mí.
Si sabía que este estaba en el sofá con el móvil, quizás me ponía a limpiar delante suya, dejando a la vista mi escote o mis piernas.
Eran simples sutilezas, pero por alguna razón me causaba muchísima excitación pensar que Carlos, mientras fingía estar con el móvil, realmente me observaba disimuladamente.
<<¿Estaré yendo demasiado lejos? Realmente no estoy haciendo nada...>>
No me enorgullezco de mis actos, pero debo confesar que, desde que empiezas, desde que lanzas la primera piedra, después resulta casi imposible parar...
Cuando conseguí mi primera cita con Ricardo, el camarero, empecé a sentir que llevaba una doble vida.
Por las mañanas era productiva, dejaba la casa limpia para que Paula y Juan no me vieran como a un estorbo en su casa y disfrutaba de tener la casa para mi sola.
Luego por las tardes iba a currar, era amable con todos los clientes del bar, que además eran casi siempre los mismos, y los días que coincidía con Ricardo aprovechaba para tontear con él.
Sin embargo, luego estaban esos momentos... Esas pequeñas interacciones con mi sobrino, que sacaban ese lado de mí tan perverso que ni yo misma era capaz de entender.
Me encantaba estar con Ricardo y me moría de ganas de echar nuestro primer polvo, pero no sé que tendrían esas acaloradas hormonas de Carlos que me invitaban a seducirlo más que a ningún otro.
Normalmente seduces a un hombre porque quieres estar con él, pero en este caso simplemente quería que se obsesionara conmigo, sin hacer nada al respecto. Sabía que estaba mal y no me sentía nada orgullosa de hacerlo, pero es muy difícil desobedecer a tus instintos.
Aquel jueves... Yo aprovechaba los rayos de sol mañaneros que entraban por la ventana para ponerme a leer, tomando un cafelito. Amaba aquella tranquilidad de tener la casa sola y fantaseaba con la idea de poder permitirme tener un piso para mí sola algún día.
Lo que no me esperaba ese día era ver mi paz interrumpida por el sonido de la puerta principal abriéndose.
—¿Carlos? ¿Qué haces que no estás en clase?
—Mierda... No le digas nada a papá y mamá por favor...
Era un buen momento para ganarme su confianza por completo.
—Tranquilo, yo no digo nada.
—Bien, eres la mejor. Tenía que librarme de hacer hoy una presentación.
Yo me reí, me convertí en su cómplice.
Como era de esperar, Carlos pasó la mañana entre tele y móvil, metido en su mundo como cualquier adolescente de su edad.
Yo, siguiendo mi rutina matutina de aquella etapa de mi vida, aproveché para darme un baño en la bañera.
Amaba llenarla hasta arriba, con el agua bien calentita y quedarme ahí dentro todo el tiempo del mundo.
Antes de darme cuenta, ya estaba pensando en qué hacer para seducir a Carlos. Ya estaba llegando a un punto en el que estaba casi indignada con esa parte de mí.
Mientras me tocaba muy suavemente bajo el agua que cubría la bañera, pensaba en qué podía hacer para llamar la atención de mi sobrino.
Cuidadosamente acaricié los labios exteriores de mi vagina, como quien acaricia la lámpara para sacar al genio y en seguida tuve una idea.
—¡Carlos! ¿Puedes traerme el móvil, porfa?
No lo necesitaba para nada, lógicamente.
—¡Voy! —respondió él, obediente.
Cuando escuché el sonido de la puerta del baño, cubrí mis tetas desnudas con un brazo y saqué parte de mi cuerpo de la bañera para poder coger el móvil.
—¡Mierda, Silvia! Perdón —dijo Carlos sorprendido al verme ahí desnuda.
En seguida apartó la mirada y alargó su brazo para entregarme el móvil.
—Ay, no llego —mentí para que tuviera que volver a mirarme.
Entonces, decidí alcanzarlo esta vez con la otra mano, que antes cubría mis pechos, dejando mis pezones a la vista durante el breve segundo que este clavó su mirada en mí.
—Gracias, guapo —le dije.
—De nada —dijo él, sonrojado y avergonzado, deseando salir de ahí lo antes posible.
Fantásticas tetasPARTE 3
El día después de haber pasado la mañana en casa con Carlos, Ricardo por fin me llevó a su casa después de ir juntos a cenar.
Vivía en un segundo piso, bastante pequeño y desordenado.
En un primer instante me produjo algo de inseguridad, pero no tardé en comprender que mi ex me tenía malacostumbrada y que el pobre Ricardo hacía lo que podía con lo que ganaba en el bar. Al fin y al cabo él al menos era capaz de pagarse un alquiler, no como yo.
Aún así, mis dudas sobre hacia dónde estaba yendo nuestra relación decidieron inclinarse hacia el rollo casual más que el de relación de pareja. No tanto por el tamaño del piso sino por el estado de este.
Quizás lo único que me podía aportar Ricardo era buen rollo y ojalá buen sexo también, pero no me daba la impresión de que fuera a ser alguien con quien establecerme.
De esa forma, cuando nos tomamos la última copa en su salón, decidí dar el paso y dejar a un lado las formalidades.
Quité la copa de su mano y, mientras le daba besos en el cuello, fui desabrochando cada botón de su arrugada camisa.
No me sorprendió encontrar una gran cantidad de pelo en su pecho, pues le sobresalían ya con la ropa puesta.
Él continuó quitando mi blusa, lo cual le provocó un fuerte suspiro al observar cómo mi pequeño sujetador no era capaz de contener todo lo que debería, dejando a la vista parte de mis pezones.
Rápidamente se abalanzó sobre mis tetas y comenzó a tocarlas, besarlas y casi ahogarse en ellas de tanta intensidad con la que lo hacía. Yo me reí. Su reacción me hacía sentir halagada.
Poco después decidí que era el momento de agacharme a desabrochar su pantalón. El gran momento para nosotras. La primera vez que le ves la polla y rezas, que no sea demasiado grande, pero sobretodo, por favor que no sea demasiado pequeña.
Por algún motivo tenía el presentimiento de que lo que iba a encontrar no me iba a agradar, pero gracias a Dios no pude estar más equivocada.
Tenía una de las pollas más bonitas que había visto nunca, de un tamaño y grosor medios, perfectos para jugar.
Lo que ocurrió después no tiene mucho misterio.
Lógicamente me la llevé a la boca, provocando intensísimas reacciones en Ricardo, que no era capaz de contener su excitación lo más mínimo.
—Vamos a la cama —dijo él entre titubeos.
—¿Que te hace pensar que quiero tener sexo contigo? —bromeé yo para eliminar tensiones.
Segundos después me encontraba tumbada en su cama deshecha, con las piernas abiertas y observando cómo él movía sus caderas demostrando gran experiencia para penetrar mi húmeda vagina en una sincronización perfecta.
Era como si estuviéramos bailando. Subíamos y bajábamos el ritmo, cambiábamos de postura y de protagonista sin tener que decir ni una palabra... Normal que no durara más de 5 minutos. Quizás la cantidad era mejorable, pero la calidad...
Después, él insistió en que me quedase a dormir, pero yo tenía bastante claro que por el momento no quería crear ningún vínculo emocional con él, así que volví a casa de Paula a dormir en mi humilde sofá-cama.
Joder quién fuera tu sobrino... Estás de vicio!!!PARTE 2
A medida que fui pasando más noches en aquella casa, pude seguir comprobando la absoluta adicción a la masturbación que tenía mi sobrino, la cual no entendía cómo podía pasar desapercibida para sus padres.
Necesito aclarar que las mujeres tenemos ciertos instintos y ciertas necesidades, que son muy diferentes a los de los hombres.
Una de estas necesidades es la de sentirnos atractivas. Sentir que si quisiéramos, el hombre que tenemos delante nos desearía. Es como un superpoder que a su vez es una necesidad.
Sí, estoy intentando justificar mis actos recurriendo a la naturaleza humana, pero realmente creo muchas veces funcionamos así. Muchos de nuestros actos que más nos avergüenzan vienen condicionados por instintos involuntarios.
Con todo esto quiero decir que, observando el desenfrenado ímpetu sexual de mi sobrino, mis instintos comenzaron a interponerse.
Llevaba muchísimo tiempo sin estar cerca de un hombre con ese nivel de deseo sexual y, aunque lógicamente no se trataba de un hombre para mí, no pude evitar querer hacer algo al respecto.
Quizás era por mi escasez de sexo o quizás hubiera ocurrido igualmente, pero sin querer darme cuenta, poco a poco fui tratando de protagonizar los deseos nocturnos de Carlos. Me excitaba mucho la idea de que alguien tan joven, inexperto y que desprendía deseo sexual por todos sus poros, se masturbara con tanta fuerza y vitalidad pensando en mí.
Si sabía que este estaba en el sofá con el móvil, quizás me ponía a limpiar delante suya, dejando a la vista mi escote o mis piernas.
Eran simples sutilezas, pero por alguna razón me causaba muchísima excitación pensar que Carlos, mientras fingía estar con el móvil, realmente me observaba disimuladamente.
<<¿Estaré yendo demasiado lejos? Realmente no estoy haciendo nada...>>
No me enorgullezco de mis actos, pero debo confesar que, desde que empiezas, desde que lanzas la primera piedra, después resulta casi imposible parar...
Cuando conseguí mi primera cita con Ricardo, el camarero, empecé a sentir que llevaba una doble vida.
Por las mañanas era productiva, dejaba la casa limpia para que Paula y Juan no me vieran como a un estorbo en su casa y disfrutaba de tener la casa para mi sola.
Luego por las tardes iba a currar, era amable con todos los clientes del bar, que además eran casi siempre los mismos, y los días que coincidía con Ricardo aprovechaba para tontear con él.
Sin embargo, luego estaban esos momentos... Esas pequeñas interacciones con mi sobrino, que sacaban ese lado de mí tan perverso que ni yo misma era capaz de entender.
Me encantaba estar con Ricardo y me moría de ganas de echar nuestro primer polvo, pero no sé que tendrían esas acaloradas hormonas de Carlos que me invitaban a seducirlo más que a ningún otro.
Normalmente seduces a un hombre porque quieres estar con él, pero en este caso simplemente quería que se obsesionara conmigo, sin hacer nada al respecto. Sabía que estaba mal y no me sentía nada orgullosa de hacerlo, pero es muy difícil desobedecer a tus instintos.
Aquel jueves... Yo aprovechaba los rayos de sol mañaneros que entraban por la ventana para ponerme a leer, tomando un cafelito. Amaba aquella tranquilidad de tener la casa sola y fantaseaba con la idea de poder permitirme tener un piso para mí sola algún día.
Lo que no me esperaba ese día era ver mi paz interrumpida por el sonido de la puerta principal abriéndose.
—¿Carlos? ¿Qué haces que no estás en clase?
—Mierda... No le digas nada a papá y mamá por favor...
Era un buen momento para ganarme su confianza por completo.
—Tranquilo, yo no digo nada.
—Bien, eres la mejor. Tenía que librarme de hacer hoy una presentación.
Yo me reí, me convertí en su cómplice.
Como era de esperar, Carlos pasó la mañana entre tele y móvil, metido en su mundo como cualquier adolescente de su edad.
Yo, siguiendo mi rutina matutina de aquella etapa de mi vida, aproveché para darme un baño en la bañera.
Amaba llenarla hasta arriba, con el agua bien calentita y quedarme ahí dentro todo el tiempo del mundo.
Antes de darme cuenta, ya estaba pensando en qué hacer para seducir a Carlos. Ya estaba llegando a un punto en el que estaba casi indignada con esa parte de mí.
Mientras me tocaba muy suavemente bajo el agua que cubría la bañera, pensaba en qué podía hacer para llamar la atención de mi sobrino.
Cuidadosamente acaricié los labios exteriores de mi vagina, como quien acaricia la lámpara para sacar al genio y en seguida tuve una idea.
—¡Carlos! ¿Puedes traerme el móvil, porfa?
No lo necesitaba para nada, lógicamente.
—¡Voy! —respondió él, obediente.
Cuando escuché el sonido de la puerta del baño, cubrí mis tetas desnudas con un brazo y saqué parte de mi cuerpo de la bañera para poder coger el móvil.
—¡Mierda, Silvia! Perdón —dijo Carlos sorprendido al verme ahí desnuda.
En seguida apartó la mirada y alargó su brazo para entregarme el móvil.
—Ay, no llego —mentí para que tuviera que volver a mirarme.
Entonces, decidí alcanzarlo esta vez con la otra mano, que antes cubría mis pechos, dejando mis pezones a la vista durante el breve segundo que este clavó su mirada en mí.
—Gracias, guapo —le dije.
—De nada —dijo él, sonrojado y avergonzado, deseando salir de ahí lo antes posible.
Vaya morbazo de momento. Entre la historia y las fotos es para volverse loco.PARTE 4
Llegué a casa bastante tarde con ganas de coger la cama y descansar de aquel día agotador. Lamentablemente, había olvidado por completo que la habitación donde dormía era donde mi sobrino Carlos jugaba a la consola, y como buen chaval adolescente, pasaba el viernes noche jugando a videojuegos hasta las tantas de la madrugada... Solo que lo hacía sentado sobre mi cama.
No estaba en posición de enfadarme con él, ya que era yo quien había invadido su casa, así que traté de ser lo más amable posible con él.
—Mierda, Silvia, perdona, ya lo apago —dijo él educadamente al verme llegar.
—No, Carlitos, no te preocupes, de verdad, yo me abro hueco y me duermo sin problemas.
—¿Segura? Si quieres me voy.
—Quédate —insistí —yo me quedo dormida en seguida. Lo único es que me muevo mucho, así que perdona si te molesto.
—El que molesta aquí soy yo, gracias por dejarme seguir jugando, eres la mejor.
Así que, de nuevo guiada por mi inexplicable necesidad de seducir a mi sobrino, me cambié y me puse el pijama más sexy que tenía, mientras Carlos hacía el esfuerzo de su vida por clavar su mirada en la pantalla y no en mi cuerpo.
Era un conjunto de lencería negra que usaba para seducir a mi ex en nuestras noches más picantes. Recuerdo que solía referirse a mí como "mi putita" cuando me veía con él puesto.
![]()
Dejando mis piernas completamente al descubierto, me tumbé en la cama junto a Carlos, que estaba sentado, de piernas cruzadas, con la mirada completamente clavada en la televisión, como si estuviera en trance. El pobre se sentía absolutamente intimidado por la situación y no quería volver a pasar por un momento incómodo como el del día anterior en el baño, así que fingía estar concentrado en su juego y no estar deseando comerse mi cuerpo con la mirada.
A los pocos minutos de haber cerrado los ojos, decidí empezar a respirar más fuerte, queriendo que Carlos lo interpretara como que me había quedado dormida. Me generaba mucha curiosidad ver cuál era su reacción al tenerme ahí, con mi cuerpo tan al descubierto, a unos centímetros de distancia.
No sé si era un juego fácil o difícil, pero estoy casi segura al 100% que la siguiente partida que jugó la perdió por desconcentración, ya que yo decidí tumbarme de lado, dándole la espalda y dejando mi culo completamente a su vista.
Aún escuchaba los botones del mando ser pulsados, pero con muchísima menos frecuencia. Sin duda, Carlos estaba aprovechando para mirarme.
La situación era super excitante. Ya notaba mis pezones poniéndose como piedras por saber que a unos centímetros había un chaval adolescente muriéndose de ganas de tocarme el culo.
Seguramente aprovecharía que yo le daba la espalda y que no podía verle para mirarme sin tapujos y desear cada centímetro de mis piernas desnudas.
![]()
Seguramente, debajo de sus pantalones habría nacido ya una hermosa erección. Su inexperto pene le estaría suplicando entrar en contacto con esas nalgas que había a su vista, y el pobre chico tendría que razonar con él y darle a entender que se trataba de su tía y que tenía que limitarse a observar.
Cuando quise darme cuenta, ya no se escuchaba ningún botón. Ya le había capturado por completo.
Probablemente hasta se estaría tocando por encima del pantalón, o incluso por debajo, con suavidad, de forma que yo no pudiera darme cuenta.
Era el momento de dar mi siguiente paso.
Sutilmente logré ir bajando la manga de uno de mis hombros de forma que me quedara al aire libre uno de mis pechos.
Poco a poco, me fui girando para quedar boca arriba, fingiendo estar en un sueño profundo.
¿Qué coño estaría pensando Carlos en ese momento?
Me tenía ahí tumbada, semidesnuda, con una teta al aire mostrando el pezón que debía estar tan duro que se parecería al joystick analógico de su mando.
Ya no iba a haber vuelta atrás. Desde esa noche, Carlos iba a estar obsesionado con mi cuerpo. De golpe, perdería el interés por la mayoría de chicas de su clase y desearía llegar a casa para ver si puede pasar un rato con su tía para después hacerse una buena paja imaginándose que me folla.
![]()
Yo debía llevar unos diez minutos en aquella postura, boca arriba y con los ojos cerrados sin levantar ninguna sospecha.
Carlos hacía un buen rato que no jugaba a la consola, pero ahí seguía, clavado en su sitio, sentado a mi lado, con su espalda apoyada en el reposacabezas de la cama y su pelvis probablemente a la altura de mi cabeza tumbada.
Dicen que cuando desactivas uno de los sentidos, los otros se agudizan más. En este caso, no hacía falta agudizarlos demasiado para oler ese inconfundible olor a polla.
No sabía cómo lo había hecho para sacársela sin prácticamente moverse ni producir ningún sonido, pero ahí debía estar su polla erecta, desprendiendo preseminales a unos escasos centímetros de mi cara.
La habitación guardaba un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el sonido de mi respiración.
Carlos en aquel momento era como un fantasma, como un agente secreto experto en infiltraciones sigilosas.
En aquel momento habría dudado de si estaba realmente aún ahí sentado a mi lado o se había marchado ya, si no fuera por el abrumador olor que salía desprendido de su entrepierna.
Yo estaba muy caliente, me encantaba saber lo que estaba generando en él, aunque debo decir que no me esperaba lo que ocurrió a continuación.
Cuando llevaba ya un rato bastante largo en la misma postura, mi sobrino debió deducir que ya me encontraba en un sueño profundo y que no iba a darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
Sutilmente, fiel a su maestría del sigilo, el brazo de Carlos fue extendiéndose hasta que sus dedos entraron en contacto con mi pecho.
Aquello erizó por completo todos los pelos de mi piel, pues no entraba en mis planes que mi sobrino fuese a llegar al nivel de entrar en contacto físico conmigo.
A una velocidad tan lenta que resultaba casi imperceptible, los dedos de carlos fueron recorriendo la teta que me había dejado fuera del pijama.
En aquel momento me preguntaba si quizás él sería aún virgen y si nunca habría tocado una teta. Quizás era la primera vez que veía el cuerpo de una mujer desnudo, y lo tenía completamente a su merced, ya que no se iba a sentir juzgado, dado que yo estaba supuestamente dormida.
Entonces, finalmente, apartó su mano de mi cuerpo, se levantó de la cama y apagó la consola y la televisión.
¿Se iría porque se había corrido? ¿Se iría a su cuarto a terminar de tocarse? ¿Se habría cansado ya de mirarme?
Respuesta correcta: d) Ninguna de las anteriores
Cuando escuché la puerta cerrarse estuve a punto de abrir los ojos y procesar lo que había ocurrido, y es que no me esperaba que Carlos se encontrase en mi lado de la puerta.
Para bien o para mal, yo me había mantenido inmóvil durante aquellos segundos previos a que Carlos se tumbara definitivamente a mi lado.
Yo no sabía muy bien que hacer. Sentía que ya no era yo quien movía los hilos de una marioneta, sino que mi marioneta había cobrado conciencia propia y empezaba a tomar sus propias decisiones.
Me sentí algo intimidada y decidí volver a darle la espalda, esta vez sin ser consciente de que con aquel acto volvía a mostrarle el culo a mi sobreexcitado sobrino.
En cuestión de segundos, este se colocó justo a mi lado, formando una chucharita sin contacto, pero pude notar perfectamente lo que estaba pasando.
Mientras yo le daba la espalda, él se masturbaba con aquella agresividad con la que lo hacía el día que le escuché desde la puerta de su habitación.
Yo ya no sabía si estaba excitada o asustada, pero para ambos sentimientos mi mejor respuesta era quedarme totalmente quieta, fingir que seguía durmiendo y ya dedicarme a pensar en cómo actuar frente a Carlos en otro momento.
Él no cesaba en sus movimientos. Me sorprendía que, con lo cauteloso y silencioso que había sido durante todo aquel rato, fuera tan bruto para masturbarse con esa fuerza, haciendo temblar la cama entera.
En parte, sentía que aquello era culpa mía y que era yo quien despertó aquellos sentimientos en él.
Me recordó un poco a la película de Hulk, donde éste al enfadarse no es capaz de controlar sus pensamientos y actúa completamente por instinto. La única diferencia es que en vez de enfadarse, Carlos se había puesto cachondo y en vez de volverse verde y gigante, su reacción era masturbarse compulsivamente, sin ser capaz de pensar en las consecuencias.
Entonces, acompañado por unos exhaustos gemidos por parte de mi sobrino, comencé a notar ráfagas ardientes de semen aterrizando sobre mis nalgas.
Una tras otra, parecía que no iba a terminar nunca.
<<¿Qué puta cantidad de semen guardan esos huevos?>> pensé asombrada.
Nada más terminar, Carlos se levantó y se marchó inmediatamente, dejándome ahí, con el culo empapado en semen, como si no hubiera pasado nada.
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Que morbazo, espectacular el relato.PARTE 4
Llegué a casa bastante tarde con ganas de coger la cama y descansar de aquel día agotador. Lamentablemente, había olvidado por completo que la habitación donde dormía era donde mi sobrino Carlos jugaba a la consola, y como buen chaval adolescente, pasaba el viernes noche jugando a videojuegos hasta las tantas de la madrugada... Solo que lo hacía sentado sobre mi cama.
No estaba en posición de enfadarme con él, ya que era yo quien había invadido su casa, así que traté de ser lo más amable posible con él.
—Mierda, Silvia, perdona, ya lo apago —dijo él educadamente al verme llegar.
—No, Carlitos, no te preocupes, de verdad, yo me abro hueco y me duermo sin problemas.
—¿Segura? Si quieres me voy.
—Quédate —insistí —yo me quedo dormida en seguida. Lo único es que me muevo mucho, así que perdona si te molesto.
—El que molesta aquí soy yo, gracias por dejarme seguir jugando, eres la mejor.
Así que, de nuevo guiada por mi inexplicable necesidad de seducir a mi sobrino, me cambié y me puse el pijama más sexy que tenía, mientras Carlos hacía el esfuerzo de su vida por clavar su mirada en la pantalla y no en mi cuerpo.
Era un conjunto de lencería negra que usaba para seducir a mi ex en nuestras noches más picantes. Recuerdo que solía referirse a mí como "mi putita" cuando me veía con él puesto.
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Dejando mis piernas completamente al descubierto, me tumbé en la cama junto a Carlos, que estaba sentado, de piernas cruzadas, con la mirada completamente clavada en la televisión, como si estuviera en trance. El pobre se sentía absolutamente intimidado por la situación y no quería volver a pasar por un momento incómodo como el del día anterior en el baño, así que fingía estar concentrado en su juego y no estar deseando comerse mi cuerpo con la mirada.
A los pocos minutos de haber cerrado los ojos, decidí empezar a respirar más fuerte, queriendo que Carlos lo interpretara como que me había quedado dormida. Me generaba mucha curiosidad ver cuál era su reacción al tenerme ahí, con mi cuerpo tan al descubierto, a unos centímetros de distancia.
No sé si era un juego fácil o difícil, pero estoy casi segura al 100% que la siguiente partida que jugó la perdió por desconcentración, ya que yo decidí tumbarme de lado, dándole la espalda y dejando mi culo completamente a su vista.
Aún escuchaba los botones del mando ser pulsados, pero con muchísima menos frecuencia. Sin duda, Carlos estaba aprovechando para mirarme.
La situación era super excitante. Ya notaba mis pezones poniéndose como piedras por saber que a unos centímetros había un chaval adolescente muriéndose de ganas de tocarme el culo.
Seguramente aprovecharía que yo le daba la espalda y que no podía verle para mirarme sin tapujos y desear cada centímetro de mis piernas desnudas.
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Seguramente, debajo de sus pantalones habría nacido ya una hermosa erección. Su inexperto pene le estaría suplicando entrar en contacto con esas nalgas que había a su vista, y el pobre chico tendría que razonar con él y darle a entender que se trataba de su tía y que tenía que limitarse a observar.
Cuando quise darme cuenta, ya no se escuchaba ningún botón. Ya le había capturado por completo.
Probablemente hasta se estaría tocando por encima del pantalón, o incluso por debajo, con suavidad, de forma que yo no pudiera darme cuenta.
Era el momento de dar mi siguiente paso.
Sutilmente logré ir bajando la manga de uno de mis hombros de forma que me quedara al aire libre uno de mis pechos.
Poco a poco, me fui girando para quedar boca arriba, fingiendo estar en un sueño profundo.
¿Qué coño estaría pensando Carlos en ese momento?
Me tenía ahí tumbada, semidesnuda, con una teta al aire mostrando el pezón que debía estar tan duro que se parecería al joystick analógico de su mando.
Ya no iba a haber vuelta atrás. Desde esa noche, Carlos iba a estar obsesionado con mi cuerpo. De golpe, perdería el interés por la mayoría de chicas de su clase y desearía llegar a casa para ver si puede pasar un rato con su tía para después hacerse una buena paja imaginándose que me folla.
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Yo debía llevar unos diez minutos en aquella postura, boca arriba y con los ojos cerrados sin levantar ninguna sospecha.
Carlos hacía un buen rato que no jugaba a la consola, pero ahí seguía, clavado en su sitio, sentado a mi lado, con su espalda apoyada en el reposacabezas de la cama y su pelvis probablemente a la altura de mi cabeza tumbada.
Dicen que cuando desactivas uno de los sentidos, los otros se agudizan más. En este caso, no hacía falta agudizarlos demasiado para oler ese inconfundible olor a polla.
No sabía cómo lo había hecho para sacársela sin prácticamente moverse ni producir ningún sonido, pero ahí debía estar su polla erecta, desprendiendo preseminales a unos escasos centímetros de mi cara.
La habitación guardaba un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el sonido de mi respiración.
Carlos en aquel momento era como un fantasma, como un agente secreto experto en infiltraciones sigilosas.
En aquel momento habría dudado de si estaba realmente aún ahí sentado a mi lado o se había marchado ya, si no fuera por el abrumador olor que salía desprendido de su entrepierna.
Yo estaba muy caliente, me encantaba saber lo que estaba generando en él, aunque debo decir que no me esperaba lo que ocurrió a continuación.
Cuando llevaba ya un rato bastante largo en la misma postura, mi sobrino debió deducir que ya me encontraba en un sueño profundo y que no iba a darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
Sutilmente, fiel a su maestría del sigilo, el brazo de Carlos fue extendiéndose hasta que sus dedos entraron en contacto con mi pecho.
Aquello erizó por completo todos los pelos de mi piel, pues no entraba en mis planes que mi sobrino fuese a llegar al nivel de entrar en contacto físico conmigo.
A una velocidad tan lenta que resultaba casi imperceptible, los dedos de carlos fueron recorriendo la teta que me había dejado fuera del pijama.
En aquel momento me preguntaba si quizás él sería aún virgen y si nunca habría tocado una teta. Quizás era la primera vez que veía el cuerpo de una mujer desnudo, y lo tenía completamente a su merced, ya que no se iba a sentir juzgado, dado que yo estaba supuestamente dormida.
Entonces, finalmente, apartó su mano de mi cuerpo, se levantó de la cama y apagó la consola y la televisión.
¿Se iría porque se había corrido? ¿Se iría a su cuarto a terminar de tocarse? ¿Se habría cansado ya de mirarme?
Respuesta correcta: d) Ninguna de las anteriores
Cuando escuché la puerta cerrarse estuve a punto de abrir los ojos y procesar lo que había ocurrido, y es que no me esperaba que Carlos se encontrase en mi lado de la puerta.
Para bien o para mal, yo me había mantenido inmóvil durante aquellos segundos previos a que Carlos se tumbara definitivamente a mi lado.
Yo no sabía muy bien que hacer. Sentía que ya no era yo quien movía los hilos de una marioneta, sino que mi marioneta había cobrado conciencia propia y empezaba a tomar sus propias decisiones.
Me sentí algo intimidada y decidí volver a darle la espalda, esta vez sin ser consciente de que con aquel acto volvía a mostrarle el culo a mi sobreexcitado sobrino.
En cuestión de segundos, este se colocó justo a mi lado, formando una chucharita sin contacto, pero pude notar perfectamente lo que estaba pasando.
Mientras yo le daba la espalda, él se masturbaba con aquella agresividad con la que lo hacía el día que le escuché desde la puerta de su habitación.
Yo ya no sabía si estaba excitada o asustada, pero para ambos sentimientos mi mejor respuesta era quedarme totalmente quieta, fingir que seguía durmiendo y ya dedicarme a pensar en cómo actuar frente a Carlos en otro momento.
Él no cesaba en sus movimientos. Me sorprendía que, con lo cauteloso y silencioso que había sido durante todo aquel rato, fuera tan bruto para masturbarse con esa fuerza, haciendo temblar la cama entera.
En parte, sentía que aquello era culpa mía y que era yo quien despertó aquellos sentimientos en él.
Me recordó un poco a la película de Hulk, donde éste al enfadarse no es capaz de controlar sus pensamientos y actúa completamente por instinto. La única diferencia es que en vez de enfadarse, Carlos se había puesto cachondo y en vez de volverse verde y gigante, su reacción era masturbarse compulsivamente, sin ser capaz de pensar en las consecuencias.
Entonces, acompañado por unos exhaustos gemidos por parte de mi sobrino, comencé a notar ráfagas ardientes de semen aterrizando sobre mis nalgas.
Una tras otra, parecía que no iba a terminar nunca.
<<¿Qué puta cantidad de semen guardan esos huevos?>> pensé asombrada.
Nada más terminar, Carlos se levantó y se marchó inmediatamente, dejándome ahí, con el culo empapado en semen, como si no hubiera pasado nada.
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Ufff me encantasPARTE 4
Llegué a casa bastante tarde con ganas de coger la cama y descansar de aquel día agotador. Lamentablemente, había olvidado por completo que la habitación donde dormía era donde mi sobrino Carlos jugaba a la consola, y como buen chaval adolescente, pasaba el viernes noche jugando a videojuegos hasta las tantas de la madrugada... Solo que lo hacía sentado sobre mi cama.
No estaba en posición de enfadarme con él, ya que era yo quien había invadido su casa, así que traté de ser lo más amable posible con él.
—Mierda, Silvia, perdona, ya lo apago —dijo él educadamente al verme llegar.
—No, Carlitos, no te preocupes, de verdad, yo me abro hueco y me duermo sin problemas.
—¿Segura? Si quieres me voy.
—Quédate —insistí —yo me quedo dormida en seguida. Lo único es que me muevo mucho, así que perdona si te molesto.
—El que molesta aquí soy yo, gracias por dejarme seguir jugando, eres la mejor.
Así que, de nuevo guiada por mi inexplicable necesidad de seducir a mi sobrino, me cambié y me puse el pijama más sexy que tenía, mientras Carlos hacía el esfuerzo de su vida por clavar su mirada en la pantalla y no en mi cuerpo.
Era un conjunto de lencería negra que usaba para seducir a mi ex en nuestras noches más picantes. Recuerdo que solía referirse a mí como "mi putita" cuando me veía con él puesto.
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Dejando mis piernas completamente al descubierto, me tumbé en la cama junto a Carlos, que estaba sentado, de piernas cruzadas, con la mirada completamente clavada en la televisión, como si estuviera en trance. El pobre se sentía absolutamente intimidado por la situación y no quería volver a pasar por un momento incómodo como el del día anterior en el baño, así que fingía estar concentrado en su juego y no estar deseando comerse mi cuerpo con la mirada.
A los pocos minutos de haber cerrado los ojos, decidí empezar a respirar más fuerte, queriendo que Carlos lo interpretara como que me había quedado dormida. Me generaba mucha curiosidad ver cuál era su reacción al tenerme ahí, con mi cuerpo tan al descubierto, a unos centímetros de distancia.
No sé si era un juego fácil o difícil, pero estoy casi segura al 100% que la siguiente partida que jugó la perdió por desconcentración, ya que yo decidí tumbarme de lado, dándole la espalda y dejando mi culo completamente a su vista.
Aún escuchaba los botones del mando ser pulsados, pero con muchísima menos frecuencia. Sin duda, Carlos estaba aprovechando para mirarme.
La situación era super excitante. Ya notaba mis pezones poniéndose como piedras por saber que a unos centímetros había un chaval adolescente muriéndose de ganas de tocarme el culo.
Seguramente aprovecharía que yo le daba la espalda y que no podía verle para mirarme sin tapujos y desear cada centímetro de mis piernas desnudas.
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Seguramente, debajo de sus pantalones habría nacido ya una hermosa erección. Su inexperto pene le estaría suplicando entrar en contacto con esas nalgas que había a su vista, y el pobre chico tendría que razonar con él y darle a entender que se trataba de su tía y que tenía que limitarse a observar.
Cuando quise darme cuenta, ya no se escuchaba ningún botón. Ya le había capturado por completo.
Probablemente hasta se estaría tocando por encima del pantalón, o incluso por debajo, con suavidad, de forma que yo no pudiera darme cuenta.
Era el momento de dar mi siguiente paso.
Sutilmente logré ir bajando la manga de uno de mis hombros de forma que me quedara al aire libre uno de mis pechos.
Poco a poco, me fui girando para quedar boca arriba, fingiendo estar en un sueño profundo.
¿Qué coño estaría pensando Carlos en ese momento?
Me tenía ahí tumbada, semidesnuda, con una teta al aire mostrando el pezón que debía estar tan duro que se parecería al joystick analógico de su mando.
Ya no iba a haber vuelta atrás. Desde esa noche, Carlos iba a estar obsesionado con mi cuerpo. De golpe, perdería el interés por la mayoría de chicas de su clase y desearía llegar a casa para ver si puede pasar un rato con su tía para después hacerse una buena paja imaginándose que me folla.
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Yo debía llevar unos diez minutos en aquella postura, boca arriba y con los ojos cerrados sin levantar ninguna sospecha.
Carlos hacía un buen rato que no jugaba a la consola, pero ahí seguía, clavado en su sitio, sentado a mi lado, con su espalda apoyada en el reposacabezas de la cama y su pelvis probablemente a la altura de mi cabeza tumbada.
Dicen que cuando desactivas uno de los sentidos, los otros se agudizan más. En este caso, no hacía falta agudizarlos demasiado para oler ese inconfundible olor a polla.
No sabía cómo lo había hecho para sacársela sin prácticamente moverse ni producir ningún sonido, pero ahí debía estar su polla erecta, desprendiendo preseminales a unos escasos centímetros de mi cara.
La habitación guardaba un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el sonido de mi respiración.
Carlos en aquel momento era como un fantasma, como un agente secreto experto en infiltraciones sigilosas.
En aquel momento habría dudado de si estaba realmente aún ahí sentado a mi lado o se había marchado ya, si no fuera por el abrumador olor que salía desprendido de su entrepierna.
Yo estaba muy caliente, me encantaba saber lo que estaba generando en él, aunque debo decir que no me esperaba lo que ocurrió a continuación.
Cuando llevaba ya un rato bastante largo en la misma postura, mi sobrino debió deducir que ya me encontraba en un sueño profundo y que no iba a darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
Sutilmente, fiel a su maestría del sigilo, el brazo de Carlos fue extendiéndose hasta que sus dedos entraron en contacto con mi pecho.
Aquello erizó por completo todos los pelos de mi piel, pues no entraba en mis planes que mi sobrino fuese a llegar al nivel de entrar en contacto físico conmigo.
A una velocidad tan lenta que resultaba casi imperceptible, los dedos de carlos fueron recorriendo la teta que me había dejado fuera del pijama.
En aquel momento me preguntaba si quizás él sería aún virgen y si nunca habría tocado una teta. Quizás era la primera vez que veía el cuerpo de una mujer desnudo, y lo tenía completamente a su merced, ya que no se iba a sentir juzgado, dado que yo estaba supuestamente dormida.
Entonces, finalmente, apartó su mano de mi cuerpo, se levantó de la cama y apagó la consola y la televisión.
¿Se iría porque se había corrido? ¿Se iría a su cuarto a terminar de tocarse? ¿Se habría cansado ya de mirarme?
Respuesta correcta: d) Ninguna de las anteriores
Cuando escuché la puerta cerrarse estuve a punto de abrir los ojos y procesar lo que había ocurrido, y es que no me esperaba que Carlos se encontrase en mi lado de la puerta.
Para bien o para mal, yo me había mantenido inmóvil durante aquellos segundos previos a que Carlos se tumbara definitivamente a mi lado.
Yo no sabía muy bien que hacer. Sentía que ya no era yo quien movía los hilos de una marioneta, sino que mi marioneta había cobrado conciencia propia y empezaba a tomar sus propias decisiones.
Me sentí algo intimidada y decidí volver a darle la espalda, esta vez sin ser consciente de que con aquel acto volvía a mostrarle el culo a mi sobreexcitado sobrino.
En cuestión de segundos, este se colocó justo a mi lado, formando una chucharita sin contacto, pero pude notar perfectamente lo que estaba pasando.
Mientras yo le daba la espalda, él se masturbaba con aquella agresividad con la que lo hacía el día que le escuché desde la puerta de su habitación.
Yo ya no sabía si estaba excitada o asustada, pero para ambos sentimientos mi mejor respuesta era quedarme totalmente quieta, fingir que seguía durmiendo y ya dedicarme a pensar en cómo actuar frente a Carlos en otro momento.
Él no cesaba en sus movimientos. Me sorprendía que, con lo cauteloso y silencioso que había sido durante todo aquel rato, fuera tan bruto para masturbarse con esa fuerza, haciendo temblar la cama entera.
En parte, sentía que aquello era culpa mía y que era yo quien despertó aquellos sentimientos en él.
Me recordó un poco a la película de Hulk, donde éste al enfadarse no es capaz de controlar sus pensamientos y actúa completamente por instinto. La única diferencia es que en vez de enfadarse, Carlos se había puesto cachondo y en vez de volverse verde y gigante, su reacción era masturbarse compulsivamente, sin ser capaz de pensar en las consecuencias.
Entonces, acompañado por unos exhaustos gemidos por parte de mi sobrino, comencé a notar ráfagas ardientes de semen aterrizando sobre mis nalgas.
Una tras otra, parecía que no iba a terminar nunca.
<<¿Qué puta cantidad de semen guardan esos huevos?>> pensé asombrada.
Nada más terminar, Carlos se levantó y se marchó inmediatamente, dejándome ahí, con el culo empapado en semen, como si no hubiera pasado nada.
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No me extraña que el sobrino se pajeara y se corriese en tu culo, lo raro es que no lo hiciese sobre tus tetazas!PARTE 4
Llegué a casa bastante tarde con ganas de coger la cama y descansar de aquel día agotador. Lamentablemente, había olvidado por completo que la habitación donde dormía era donde mi sobrino Carlos jugaba a la consola, y como buen chaval adolescente, pasaba el viernes noche jugando a videojuegos hasta las tantas de la madrugada... Solo que lo hacía sentado sobre mi cama.
No estaba en posición de enfadarme con él, ya que era yo quien había invadido su casa, así que traté de ser lo más amable posible con él.
—Mierda, Silvia, perdona, ya lo apago —dijo él educadamente al verme llegar.
—No, Carlitos, no te preocupes, de verdad, yo me abro hueco y me duermo sin problemas.
—¿Segura? Si quieres me voy.
—Quédate —insistí —yo me quedo dormida en seguida. Lo único es que me muevo mucho, así que perdona si te molesto.
—El que molesta aquí soy yo, gracias por dejarme seguir jugando, eres la mejor.
Así que, de nuevo guiada por mi inexplicable necesidad de seducir a mi sobrino, me cambié y me puse el pijama más sexy que tenía, mientras Carlos hacía el esfuerzo de su vida por clavar su mirada en la pantalla y no en mi cuerpo.
Era un conjunto de lencería negra que usaba para seducir a mi ex en nuestras noches más picantes. Recuerdo que solía referirse a mí como "mi putita" cuando me veía con él puesto.
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Dejando mis piernas completamente al descubierto, me tumbé en la cama junto a Carlos, que estaba sentado, de piernas cruzadas, con la mirada completamente clavada en la televisión, como si estuviera en trance. El pobre se sentía absolutamente intimidado por la situación y no quería volver a pasar por un momento incómodo como el del día anterior en el baño, así que fingía estar concentrado en su juego y no estar deseando comerse mi cuerpo con la mirada.
A los pocos minutos de haber cerrado los ojos, decidí empezar a respirar más fuerte, queriendo que Carlos lo interpretara como que me había quedado dormida. Me generaba mucha curiosidad ver cuál era su reacción al tenerme ahí, con mi cuerpo tan al descubierto, a unos centímetros de distancia.
No sé si era un juego fácil o difícil, pero estoy casi segura al 100% que la siguiente partida que jugó la perdió por desconcentración, ya que yo decidí tumbarme de lado, dándole la espalda y dejando mi culo completamente a su vista.
Aún escuchaba los botones del mando ser pulsados, pero con muchísima menos frecuencia. Sin duda, Carlos estaba aprovechando para mirarme.
La situación era super excitante. Ya notaba mis pezones poniéndose como piedras por saber que a unos centímetros había un chaval adolescente muriéndose de ganas de tocarme el culo.
Seguramente aprovecharía que yo le daba la espalda y que no podía verle para mirarme sin tapujos y desear cada centímetro de mis piernas desnudas.
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Seguramente, debajo de sus pantalones habría nacido ya una hermosa erección. Su inexperto pene le estaría suplicando entrar en contacto con esas nalgas que había a su vista, y el pobre chico tendría que razonar con él y darle a entender que se trataba de su tía y que tenía que limitarse a observar.
Cuando quise darme cuenta, ya no se escuchaba ningún botón. Ya le había capturado por completo.
Probablemente hasta se estaría tocando por encima del pantalón, o incluso por debajo, con suavidad, de forma que yo no pudiera darme cuenta.
Era el momento de dar mi siguiente paso.
Sutilmente logré ir bajando la manga de uno de mis hombros de forma que me quedara al aire libre uno de mis pechos.
Poco a poco, me fui girando para quedar boca arriba, fingiendo estar en un sueño profundo.
¿Qué coño estaría pensando Carlos en ese momento?
Me tenía ahí tumbada, semidesnuda, con una teta al aire mostrando el pezón que debía estar tan duro que se parecería al joystick analógico de su mando.
Ya no iba a haber vuelta atrás. Desde esa noche, Carlos iba a estar obsesionado con mi cuerpo. De golpe, perdería el interés por la mayoría de chicas de su clase y desearía llegar a casa para ver si puede pasar un rato con su tía para después hacerse una buena paja imaginándose que me folla.
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Yo debía llevar unos diez minutos en aquella postura, boca arriba y con los ojos cerrados sin levantar ninguna sospecha.
Carlos hacía un buen rato que no jugaba a la consola, pero ahí seguía, clavado en su sitio, sentado a mi lado, con su espalda apoyada en el reposacabezas de la cama y su pelvis probablemente a la altura de mi cabeza tumbada.
Dicen que cuando desactivas uno de los sentidos, los otros se agudizan más. En este caso, no hacía falta agudizarlos demasiado para oler ese inconfundible olor a polla.
No sabía cómo lo había hecho para sacársela sin prácticamente moverse ni producir ningún sonido, pero ahí debía estar su polla erecta, desprendiendo preseminales a unos escasos centímetros de mi cara.
La habitación guardaba un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el sonido de mi respiración.
Carlos en aquel momento era como un fantasma, como un agente secreto experto en infiltraciones sigilosas.
En aquel momento habría dudado de si estaba realmente aún ahí sentado a mi lado o se había marchado ya, si no fuera por el abrumador olor que salía desprendido de su entrepierna.
Yo estaba muy caliente, me encantaba saber lo que estaba generando en él, aunque debo decir que no me esperaba lo que ocurrió a continuación.
Cuando llevaba ya un rato bastante largo en la misma postura, mi sobrino debió deducir que ya me encontraba en un sueño profundo y que no iba a darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
Sutilmente, fiel a su maestría del sigilo, el brazo de Carlos fue extendiéndose hasta que sus dedos entraron en contacto con mi pecho.
Aquello erizó por completo todos los pelos de mi piel, pues no entraba en mis planes que mi sobrino fuese a llegar al nivel de entrar en contacto físico conmigo.
A una velocidad tan lenta que resultaba casi imperceptible, los dedos de carlos fueron recorriendo la teta que me había dejado fuera del pijama.
En aquel momento me preguntaba si quizás él sería aún virgen y si nunca habría tocado una teta. Quizás era la primera vez que veía el cuerpo de una mujer desnudo, y lo tenía completamente a su merced, ya que no se iba a sentir juzgado, dado que yo estaba supuestamente dormida.
Entonces, finalmente, apartó su mano de mi cuerpo, se levantó de la cama y apagó la consola y la televisión.
¿Se iría porque se había corrido? ¿Se iría a su cuarto a terminar de tocarse? ¿Se habría cansado ya de mirarme?
Respuesta correcta: d) Ninguna de las anteriores
Cuando escuché la puerta cerrarse estuve a punto de abrir los ojos y procesar lo que había ocurrido, y es que no me esperaba que Carlos se encontrase en mi lado de la puerta.
Para bien o para mal, yo me había mantenido inmóvil durante aquellos segundos previos a que Carlos se tumbara definitivamente a mi lado.
Yo no sabía muy bien que hacer. Sentía que ya no era yo quien movía los hilos de una marioneta, sino que mi marioneta había cobrado conciencia propia y empezaba a tomar sus propias decisiones.
Me sentí algo intimidada y decidí volver a darle la espalda, esta vez sin ser consciente de que con aquel acto volvía a mostrarle el culo a mi sobreexcitado sobrino.
En cuestión de segundos, este se colocó justo a mi lado, formando una chucharita sin contacto, pero pude notar perfectamente lo que estaba pasando.
Mientras yo le daba la espalda, él se masturbaba con aquella agresividad con la que lo hacía el día que le escuché desde la puerta de su habitación.
Yo ya no sabía si estaba excitada o asustada, pero para ambos sentimientos mi mejor respuesta era quedarme totalmente quieta, fingir que seguía durmiendo y ya dedicarme a pensar en cómo actuar frente a Carlos en otro momento.
Él no cesaba en sus movimientos. Me sorprendía que, con lo cauteloso y silencioso que había sido durante todo aquel rato, fuera tan bruto para masturbarse con esa fuerza, haciendo temblar la cama entera.
En parte, sentía que aquello era culpa mía y que era yo quien despertó aquellos sentimientos en él.
Me recordó un poco a la película de Hulk, donde éste al enfadarse no es capaz de controlar sus pensamientos y actúa completamente por instinto. La única diferencia es que en vez de enfadarse, Carlos se había puesto cachondo y en vez de volverse verde y gigante, su reacción era masturbarse compulsivamente, sin ser capaz de pensar en las consecuencias.
Entonces, acompañado por unos exhaustos gemidos por parte de mi sobrino, comencé a notar ráfagas ardientes de semen aterrizando sobre mis nalgas.
Una tras otra, parecía que no iba a terminar nunca.
<<¿Qué puta cantidad de semen guardan esos huevos?>> pensé asombrada.
Nada más terminar, Carlos se levantó y se marchó inmediatamente, dejándome ahí, con el culo empapado en semen, como si no hubiera pasado nada.
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