Entrelazadas

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Buenas a mis lectores/as. Poco a poco, me voy acercando al final de mis relatos escritos. Hoy toca una historia breve, que espero os guste.


Entrelazadas

Después de la cena fue al baño. No podía aguantar más los nervios. El roce de los pies durante la comida la había puesto cardíaca. Rocío se había quitado los zapatos y la había acariciado suavemente, arriba y abajo. A Sara le costaba concentrarse en la conversación. Pensaba que todo el mundo se estaba dando cuenta. Pero en la cara de Rocío no se podía adivinar nada. Ni siquiera cambió su gesto cuando su pie desnudo subió rozándole la entrepierna y paró en su triángulo íntimo. Sara mantuvo el sorbo de vino en la boca, expectante. Entonces notó los dedos de Rocío acariciando sus labios por encima de las bragas. Sus pezones se endurecieron automáticamente. Tragó el vino que tenía en la boca. Un agradable calor bajó por su esófago y otro calor aún más agradable subía desde su coño, ahora mojadísimo. Ya habían terminado el postre y estaban terminando con los restos de la botella. Tenía que ir al baño.
Se levantó de un salto del inodoro cuando llamaron a la puerta. Se ajustó las bragas y la falda y abrió. Le sorprendió la mirada de Rocío. Era toda determinación. Entró, cerró la puerta, puso el pestillo y la atrajo hacia ella por la cintura. Sus lenguas se buscaron primero tímidamente, y después recorriendo todos los recovecos posibles. Rocío cogió el culo de Sara con las dos manos y sus dos vulvas se apretaron. Después, sin dejar de besarla, Rocío se bajó la falda y el tanga, quedándose completamente desnuda de cintura para abajo. Miró fijamente a Sara y esta entendió el mensaje. Se agachó y comenzó a lamer suavemente el coño de Rocío, totalmente mojada a estas alturas. Solo tenía un poco de vello púbico con una hermosa forma de corazón encima del clítoris. Y ahí comenzó el masaje. Rocío sufrió un escalofrío. Sara empezó a chupar con fruición, y le introdujo el dedo índice previamente lubricado con saliva. Rocío no pudo evitar un pequeño gemido y levantó una pierna, poniéndola encima del inodoro. Sara investigaba y estaba atenta a los sonidos de su amiga, acelerando y parando, desconcertando y excitando a partes iguales. Cuando parecía que iba a correrse, decrecía el ritmo. Eso estaba volviéndole loca. Entonces introdujo un segundo dedo, apretó el punto G con delicada presión y comenzó a succionar el clítoris más fuerte. Los gemidos se convirtieron en gritos, y el orgasmo sumió a Rocío en descontrolados espasmos de placer. Sara sorbió el resultado de su trabajo mirando al mismo tiempo la cara de su amante. Después se levantó y la besó en los labios. Entonces alguien llamó a la puerta.
Días después, Sara llamó a Rocío. Su pareja lo sabía todo. Había leído unos mensajes y la sentó para que le contara. Rocío se preocupó mucho. No quería arruinar la relación de su amiga. Pero enseguida la tranquilizó Sara. Jorge no estaba enfadado. De hecho, tenía curiosidad para que le contara detalles. Y lo hizo. Y eso no hizo más que entusiasmarle. Y le dijo en broma que la única forma para no enfadarse era conocer a Rocío. Al principio Sara se quedó en shock (y Rocío también), pero enseguida las dos entendieron que esa era una de las fantasías comunes en la mente de cada hombre. Así que Sara le dijo que había aceptado proponerle a Rocío una cita a tres en la casa. Al principio Rocío se negó, pero Sara la convenció:
-Si no te sientes cómoda, terminas de cenar y te vas -le dijo.
Rocío terminó aceptando. Estuvo toda la tarde nerviosa. No sabía lo que ponerse. Qué llevar. Decidió ir elegante con un toque picante y llevó una botella de vino blanco y otra de tinto. Llamó al timbre. Abrió Sara. Se sintió más tranquila al verla. Sara se acercó y le dijo al oído:
-Dos cosas: debes estar tranquila. Sólo es una cena.
-¿Y la segunda cosa?
-No llevo bragas.
Entonces Sara se dio la vuelta con cara traviesa y se fue hacia la cocina. De allí salió Jorge, con una sonrisa cautivadora. Era bastante guapo. Llevaba en la mano dos copas de espumoso. Se presentaron, con cierta incomodidad por parte de Rocío y cierto nerviosismo por parte de él. Hablaron de cosas intrascendentes y a los pocos minutos salió Sara con la comida. Pescado. Estaba excelente. La cena transcurrió animada. Hablaron de sus respectivos trabajos. Y el vino blanco estaba mejor que el pescado. Tres botellas. A estas alturas, Rocío se sentía ya como en casa. No pudo evitar el juego del pie, sabiendo que ahora no había puerta en la entrada. Jorge se dio cuenta que algo estaba pasando por el juego de miradas. Entonces se levantó con la excusa de preparar unas copas y poner música. Cambió el chill-out por música de Sade. Sabía que eso relajaría el ambiente. Volvió con tres gintonics y se los tomaron en un momento. Era evidente que todo el mundo tenía prisas. Se levantó de nuevo y le hizo un masaje a su mujer en los hombros. Rocío se excitó al ver la cara de placer y dolor de Sara. Entonces él le preguntó si también quería. Ella asintió. Jorge se puso detrás y la masajeó primero suavemente y después con más intensidad. Estaba muy tensa. Entonces agachó su cabeza y la besó en el cuello. Después le mordió el lóbulo. Sara se sentía cada vez más excitada viendo lo que hacía su marido. Jorge observó la cara de su mujer, que tenía los ojos entreabiertos, observando excitada. Entonces él cogió de la mano a Rocío y se fueron todos a la habitación; él se fue al baño y las dejó solas. Cuando volvió, ya estaban desnudas y besándose. El alcohol había hecho su trabajo. Estaban completamente desinhibidas. La mano de Rocío estaba entre las piernas cruzadas de Sara, que movía sus caderas cadenciosamente. La polla se le empalmó automáticamente. Se quitó toda la ropa y observó toda la escena desde la puerta. Empezó a masturbarse. Ver a su mujer con esa cara de placer le hizo olvidar cualquier posible atisbo de celos. Ella levantó la mirada y le hizo un gesto para que se acercara. Se puso en cuclillas y lo besó en la boca. Jorge le dijo algo al oído, Sara puso cara de sorpresa y asintió, riéndose. Entonces él se acercó a Rocío y le cuchicheó algo al oído. Ella también asintió, con los ojos enfervorecidos por la excitación. Empezó a comerle el coño, y Rocío cerró los ojos y se dejó llevar. Su mujer le chupaba la polla a él al mismo tiempo, recostada. Entonces Jorge levantó a la amiga de su mujer y empezó a follársela a cuatro patas. Su mujer ahora solo observaba la escena, totalmente excitada. Ver la cara de su marido tirándose a otra en su presencia le produjo una sensación de excitación nunca antes sentida. Entonces él la cogió de la cabeza y la besó ardientemente. Rocío miró hacia atrás y al ver el apasionado beso junto con la sensación de esa polla en su interior se corrió en varios gritos consecutivos. Entonces él se sacó la polla y se corrió en su espalda. Los tres se derrumbaron. Pasados unos segundos, Rocío y Jorge comenzaron a tocar el cuerpo de Sara. Jorge la ató de pies y manos a la cama en forma de cruz.
Rocío le chupó su coño buscando devolverle a Sara todo el tremendo placer que había recibido. Sabía lo que se hacía. Pero quería alargar el orgasmo. A la vez que le chupaba el clítoris, le metió un dedo en su coño. Y empezó a jugar con los ritmos. Mientras, su marido le chupaba los pezones o la besaba en la boca. Ella sintió un placer doble, triple, cuádruple, y eso, junto con la visión de Rocío entre sus piernas, la hizo correrse por primera vez. Después su marido cogió su vibrador preferido y se ocupó de su coño, mientras Rocío jugaba con sus tetas. El orgasmo fue el más excitante sentido en su vida. Saber que había habido dos personas dedicadas a su placer la sumió en una sonrisa resplandeciente.
Un rato más tarde se despidieron en la puerta. Cuando Rocío se fue, su marido le dijo:
-No me importa que os sigáis enrollando las dos. Lo único que pido son dos cosas: que os grabéis y un hueco entre las dos de vez en cuando...
 
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