En el pajar.

ikarusulu

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Estaba con mi primo en el pajar de sus padres. Veraneábamos juntos en el pueblo de nuestros abuelos. Solíamos refugiarnos allí, era nuestro escondite, donde estábamos tranquilos y descansábamos, hablábamos y jugábamos.


Nos tumbábamos sobre las pacas de paja, encima de una manta vieja, casi junto a las vetustas vigas de madera del tejado. Hacía un calor infernal y no teníamos puestos mas que unos shorts vaqueros. Nuestro atuendo habitual durante las vacaciones. Las camisetas tiradas a nuestro lado.


Lógicamente empezamos a hablar del tema que nos obsesionaba por entonces el sexo y por extensión las chicas. A los dos se nos puso dura la polla casi de inmediato.


- Pues si no me queda más remedio me lo monto con un tío. Pero necesito echar un polvo.


Yo me extrañé cuando se le escapó que si no le quedaba mas remedio se acostaría con hombres pero que tenía muchas ganas de follar. Lo que yo todavía no sabía es que ya lo había hecho, ya se había dejado dar por el culito y pensaba conseguir que yo me dejara también.


De repente se sacó los pantalones cortos, tranquilo, como si la cosa no fuera con él. Sabía que no podía entrar nadie a fastidiar, ya se había encargado él de cerrar por dentro.


No llevaba nada debajo de los shorts, la polla larga, fina y para mi sorpresa depilada, saltó de inmediato apuntando al frente en cuanto abrió los botones de la bragueta. Terminó de sacarlos por los pies exhibiéndose ante mí sin ningún pudor. No era la primera vez que nos veíamos desnudos, había confianza.


Seguía con el rabo duro y yo que lo más que había hecho era masturbarme pensando en un buen par de tetas me estaba poniendo cachondo mirando un pene. Para entonces ya sabía o imaginaba que él planeaba algo mas que una masturbación acompañada. Y mi rabo había empezado a ponerse muy firme debajo de mis pantalones cortos.


Los dos estábamos excitados y él con sus palabras intentaba excitarme aún mas. Describía fantasías y situaciones de lo más morboso. Aceptando la situación, yo también tenía ganas de follar. He de admitir que mi primo era una opción más que aceptable.


Saqué de nuestro escondite secreto una de las revistas porno que ocultabamos y me puse a mirarla tumbado boca abajo para estar más cómodo.


Él me vió así, ya casi suyo, casi entregado y se dijo: ahora o nunca. Y se echó encima de mí metiendo su polla entre mis muslos desnudos, pues poquísimo mas arriba no podia por que yo aún conservaba puesto el short.


Mientras veíamos la revista se puso a quitarme el minúsculo pantaloncito. Cuando estábamos en una página con dos chicos y una chica. Ellos follandola por el culo y el coño metió la mano por debajo de mi abdomen acariciando mi piel con suavidad. Llegó a la cintura del pantalón, la metió entre la tela y mi piel hasta alcanzar la dureza de mi polla tocando mi glande con ternura. Siguió desabrochando el botón.


Mientras yo concentrado, mirando la revista me hacía el despistado pero me dejaba besar en el hombro y en el cuello y procuraba ignorar que me estaba acariciando los genitales. Se incorporó y tiró de la prenda hasta que consiguió sacármelos sin que yo formulara ninguna protesta por lo caliente que estaba.


Cuando consiguió liberarlos del todo de mis pies se dedicó a acariciarme el culo y sobarlo a conciencia. Sus toqueteos me estaban gustando y aún mas cuando tiró de mi cadera para ponerme a cuatro patas y clavar su lengua directamente en mi ojete. Se puso a lamerme el culo entero desde los huevos a la espalda y cada vez que ponia la lengua dura y me acariciaba el ano con ella yo no podía mas que suspirar y gemir.


Nunca había sentido nada igual, pero me estaba dando el gustazo de mi vida. Me giré y sujetándolo por la cintura quedé sobre él mirándonos a los ojos. Despacio bajé la cabeza y lo besé en la boca, mi lengua empezó a abrir sus labios para entrar en su boca. Sentía su pene duro clavado en mi vientre mientras exploraba sus dientes y su paladar con mi lengua.


Es muy guapo, quizá pudiera hacerme la ilusión de que estaba con una chica aunque a estas alturas me daba igual. Su pelo suave, rubio y largo, sus dulces ojos azules, su belleza me hipnotizaba. Quise penetrarle, quería follármelo. Así de cachondo me había puesto.


- Quiero follarte, primo.


- Pues no sé a qué esperas. Lo estoy deseando.


Él me dijo que estaría encantado de que lo penetrara, que tenía ganas de que lo follara. Anhelaba mi polla abriendo su culito hasta el fondo, dándole placer. Me deseaba, quería tenerme encima clavandolo contra la vieja manta extendida sobre la paja.


Todo ello sin apenas separar las bocas, con mi lengua cruzada con la suya y la saliva pasando entre los dos o resbalando por nuestras caras.


Antes también le comí el culito, paseé mi lengua por su ano excitándolo todo lo que pude. Lo giré boca abajo y se dejó hacer. Colaborando en todo. La fina y suave espalda se me ofrecía. Mordisqueando su nuca. Bajando lentamente por su columna sin separar los labios y la lengua de su piel. Levantando sus brazos para lamer sus suaves axilas. Me tomé mi tiempo para llegar a sus nalgas, para besarlas, lamerlas y mordisquearlas. Las abrí con las manos para pasar la lengua por toda la raja. Por fin encontré su ano.


Me pidió que lo lubricara con el agua de la cantimplora. Eso y nuestras salivas era de lo único de lo que disponíamos. Cuando apoyé la cabeza de mi polla en su ano, él mismo se colocó de forma perfecta para que lo follara a cuatro patas. Sorprendentemente tenía el culo tan dilatado que me di cuenta de que yo no era el primero que pasaba por allí.


Inexperto como era, me ayudó facilitando la penetración y comencé a moverme en su interior follándolo suave al principio mientras yo me acostumbraba a ello. Viendo su culo donde tenía apoyadas las manos y su espalda y su melena rubia casi podía hacerme la ilusión de que estaba follando una bella mujer.


Acariciaba su culo, sujetando y amasando sus nalgas casi con demasiada fuerza. Al fin sentí el orgasmo mas fuerte que nunca había sentido. Me corrí dejando todo mi semen en su interior, dejando que mi polla se volviera blanda sin sacarla como si no quisiera que aquello terminara nunca.


Salió como pudo de debajo de mí para volver a morrearme y cruzar nuestras lenguas sin dejar de recorrer mi cuerpo con sus manos. Comenzó a lamer toda mi piel, arrancando de mi boca hacia mi cuello y pecho deteniéndose en mis pezones, mordisqueándolos y lamiéndolos succionándolos con fuerza.


Su lengua en mis axilas me hacía cosquillas y me mataba de gusto a la vez. Bajando por el estómago y el vientre hasta llegar a mi polla. La lavó con la cantimplora y comenzó a lamerla de arriba abajo sin dejar mis huevos que se metía en la boca. Comió el glande que apretaba contra el paladar sin tocarlo con los dientes. Sin preocuparse de que como me acababa de correr apenas se me ponía dura en un rato. Poco rato a esa edad.


Me hizo girar y volvió a lamer mi espalda y esta vez llegó hasta mi culo, volvió a besarme las nalgas y a comerme el ojete. Parecía que ninguno de sus amantes le había dejado chuparlo, acariciarlo o mirarlo con tranquilidad por la atención que estaba prestando a todo mi cuerpo. Que todos hubieran tenido prisa, polvos de aquí te pillo aquí te mato.


Especialmente prestaba atención al culo, el mío lo miraba, acariciaba, chupaba, lamia. Pasaba la lengua por la raja una y otra vez y por el ano y metía uno de sus dedos para acostumbrarlo a la penetración poco a poco. Renovando mi gusto, mi placer. Pero sin follarme todavía.


Entonces me llegó el turno y a mi deseo de gozarlo se unió el que era el primer cuerpo distinto al mío que tenía a mi disposición. A mi curiosidad.


La curiosidad era anatómica y amorosa y aproveché la oportunidad que me brindaba y no la iba a desperdiciar. Aunque personalmente en aquella época todavía hubiera preferido un cuerpo femenino comencé por su cabeza besando frente, ojos nariz barbilla y cuello.


Chupé sus tetillas y toqué y retorcí sus pezones marrones. Eran pequeños, oscuros y durísimos, lamí sus axilas, me detuve algo, lamiendo su ombligo y besé una y otra vez la suave piel de su pubis pelado. Apreté mis labios contra el tronco de su pene durísimo mientras mordía suave con los labios el pellejo de su capullo. Acariciaba este con la lengua. Me bebí todo su espeso semen algo amargo.


Creí que se lo debía por el goce que él me había dado. También tuve sus huevos en mi boca. Hice que se diera la vuelta para volver a comerle el culo rodeado de un vello fino y suave y meterle el índice para acariciar su interior. Él se excitaba y yo también a esas alturas. Mi polla ya se había vuelto a endurecer. Me pidió que que le penetrara otra vez.


Lo que hice muy gustoso esta vez mas fácilmente por la experiencia previa. Una vez lubricado mi capullo con mucha de su saliva, su ano lo absorbió con deseo. Cuando empecé a moverme sujetándolo de sus caderas él no paraba de jadear y cuando eyaculé se le aflojaron todos los miembros.


Volví a chuparle el culo con mi propio semen saliendo de allí, lo que pareció gustarle mucho con mi lengua jugando en el agujero y limpiándolo de mi lefa.


Subí lamiendo con mi lengua por su columna chupando su piel hasta el arranque del cabello. Me pegué a él y pasé las manos alrededor de su cuerpo para agarrarle la polla con una mano y los huevos con la otra.


Comencé a pajearlo mientras besaba sus hombros, su cuello, jugaba con mi lengua en su oreja o la cruzaba con la suya cuando giraba la cabeza. Mi polla flácida y húmeda de semen colocada entre sus nalgas hasta que hice que él se corriera.


Estábamos agotados físicamente y yo confuso emocionalmente. Volvimos a ponernos los pantalones cortos y tumbados seguimos hablando. Por fin me dijo la verdad sobre como lo habían desvirgado, sobre su casi recién estrenada vida sexual y amorosa junto antes del verano. Me prometió presentarme a su chico en cuanto volviéramos a la ciudad y follar los tres juntos.


Seguimos practicando en el pajar, en la acequia e incluso en el dormitorio cuando nos quedábamos solos en casa durante todo el verano. Nuevos juegos y posturas e incluso me desvirgó. Me acosté con su amigo en cuanto terminó el verano y volvimos a la ciudad e hicimos mas de un trio.


Sigo queriendo hacer el amor con una chica, acariciar sus pechos, comerle su coñito como lo hago con la polla de mis amigos. Pero ya no me agobio, me limito a disfrutar tanto como puedo y con todo el que puedo.
 
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