El Vecindario

Little Malay

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2 Dic 2025
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¡Salud! Voy a ir publicando los capítulos de dos cuentos, "Mi hermana quiere vivir con nosotros" y "Degeneración Veraniega de un Matrimonio". Es la presentación de unos personajes a los que le he dedicado algún que otro centenar de horas aún no publicadas en el marco de una saga más grande que lleva ya unas cuantas miles, publicadas y no publicadas. Estos son los más ligeritos, pero espero que su "saludo" de para pajas y entretenimiento. No esperéis erotismo, hay pornolexia y algunos retorcimientos para irlos presentando hasta que la historieta más grande salga de ese vórtex fornicador. El que disfrute el porno se encontrará, más tarde, con la historia más amplia emergiendo poco a poco, ¡y no al revés! Que estoy bien empeñada en aprender a hacerlo así ;)
 
Mi hermana quiere vivir con nosotros (1)


María cerró la puerta del baño, llegó al salón y se subió a la cama, gateando hasta quedar sobre Adrián. En la mano, el tanga negro arrugado, que había recogido del suelo del baño y que aún estaba tibio y con humedad reciente.

— Mira lo que me he encontrado - susurró, dejándolo caer sobre su pecho desnudo.

Gloria, la hermana de María, dormía en la cama de al lado. Estaban en la casa de la playa, donde un gran salón ocupaba la mayor parte de la casa. Dos grandes sofás-cama eran el escenario de los últimos ratos del día, y era habitual que los tres juntos viesen series por la noche hasta dormirse.

Gloria era una adolescente normal, diez años menor que María. Dormía tranquila con su hermana mayor y su cuñado. Siempre iba sin sujetador, con tops muy cortos, dejando ver bien la forma y el volumen de sus pechos

Adrián tragó saliva. La polla dio un salto bajó los calzoncillos de pata suelta.

Adrián siempre había sido sincero con María sobre lo cachondo que lo ponía su hermanita. No era necesario fingir con María. No pretendía follarse a su cuñada, aunque a menudo disfrutaba de empalar a María imaginándolo.

Su mujer le bajó el calzón sin avisar, dejando que la polla se soltara, creciendo a toda velocidad.

María le restregó el tanga directamente en la cara, frotándole el encaje húmedo sobre la nariz y la boca.

— ¿Te gusta cómo huele tu cuñadita, cerdo? — le susurró, girándole la cara para que la mirase. Gloria dormía de espaldas a ellos, sólo los pies tapados con la sábana. Las bragas se habían metido por la raja de su culo adolescente, iluminado por la imagen en la gran pantalla del salón. En su espalda se podía ver que el escaso top con el que se había dormido estaba subido, probablemente dejando ver al otro lado la parte baja de sus tetas. Entre sus piernas aparecía su mano, con los dedos cayendo sobre el muslo izquierdo.

Adrián gimió bajito. María le envolvió la polla con la tela y empezó a pajearlo. El encaje raspaba, atrapando gotas de preseminal en los hilitos negros. Cada vez que subía y bajaba, la tela absorbía un poco más.

— ¿Quieres metérsela? —le preguntó María, con voz sucia y menos susurrante. — Te ha intentado engorilar en la piscina, pero no le hacías caso — Se la sacudió más fuerte, flap, flap. — Por eso quería que fuésemos a la playa, la muy zorra…

— Ha! - Rió Adrián, para luego susurrar - Sí, claro.

— ¿Sí qué?

— Que quiero metérsela.. uf..

— ¿Quieres follarla en esta misma cama? ¿Quieres abrirle el culo mientras le tiras del pelo? ¿Quieres azotarle esas tetas de puta mientras le llenas la boca? Lo primero que ha hecho al llegar a la playa es sacarle las tetas y ponértelas en la cara…

Adrián gimió otra vez, más fuerte. María apretó más el tanga contra la polla.

— ¿Quieres preñarla, cabrón? — Flap flap flap flap — ¿Quieres meterle un hijo mientras le marcas el culo a mano abierta?
— Que cerda eres coño… — Dijo Adrián, susurrando al oído de María para que ella bajase su volumen de nuevo — Boca sucia…

La polla resultaba enorme en la pequeña mano de María. Se la machacaba con ansia, con prisa. Quería embadurnar el tanga de su leche cuanto antes.

— Imagina tu leche en sus tetas.. Ahora mismo está para que vayas a follarle el culo...

Adrián apretó los dientes. María se acercó a su polla y le escupió en la punta, mezclando saliva y líquido preseminal. Flap flap flap...

— Yo le abro las piernas y tú le rellenas el coño... Yo la sujeto por las tetas y tú le azotas la cara mientras te corres dentro… Y mientras la tienes ensartada, la obligo a comerme el conejo hasta correrme en su cara...

Adrián no pudo más. Se corrió fuerte, a borbotones, manchando el tanga, su barriga y las sábanas. María no paró hasta dejarlo seco, restregándole el tanga por la polla y los huevos, y recogiendo con él toda la corrida posible, que, por su tamaño, no era mucha.

Adrián se durmió enseguida.



María sigue despierta un par de horas después. Lo huele. Lo tiene apretado entre los dedos, dándole vueltas como si fuera un talismán. El tanga negro de Gloria, con esa tirita fina que todavía guarda un leve cerco seco y ambarino. Empapado de la leche de Adrián.

Recorrió con los ojos la espalda, el culo y los muslos de su hermana pequeña. La polla de Adrián volvía a estar en pie de guerra. María se imaginó de qué iban los sueños que provocaban eso y le hizo gracia pensar que estaba a solas con la polla de su marido despierta.

María se acertó otra vez el tanga a la nariz y le pegó un lengüetazo rápido. Salado. Sudor mezclado con restos de flujo y mucho semen. Se lo pasó por la cara, cerrando los ojos, apretando el puente del tanga contra la nariz mientras el dedo del otro lado se perdía bajo sus bragas, frotando un clítoris que llevaba días como una piedra.

Olía a los dos que dormían. Su marido y su hermana. Los miró mientras se metía dos dedos, ya empapada. Veía el culo de su hermana en la cama de al lado y la polla de Adrián bajo el calzón. Paró de masturbarse para apartar el calzón y liberar el rabo de su marido. Así, que, si se despierta, Gloria la vea bien, pensó.Bajó un poco en la cama hasta que tuvo la visión perfecta que buscaba: la polla de Adrián empalmada en primer plano, contra el culazo de su hermana en segundo. La muy guarra se ha dormido con la mano entre las piernas. Seguro que se ha hecho una paja lenta haciéndose la dormida.

La polla trempó varias veces. Cada vez que pensaba en Adrián metiéndosela a Gloria mojaba las bragas más rápido que con un suscriptor pagando el premium anual.

Aceleró su paja, con el tanga de su hermana en la cara como una máscara, y la otra mano ya empapada.

— Eres una puta de mierda. — se dijo en voz no muy alta, y le tembló la voz de la risa y la excitación. — Zorrra... quieres ver a tu marido reventar a tu hermanita —. El dedo entraba y salía, muy rápido y casi torpe, resbalando.

Se dio cuenta de que no se había cortado las uñas y cada vez que se metía a fondo sentía el arañazo. No paró.

Chupó el tanga de nuevo como un caramelo. Su lengua repasó el centro, la zona exacta donde había estado pegado al coño de Gloria toda la tarde. Pegó un escupitajo rápido sobre la tela y se la pasó por los pezones.

— Puta, puta, puta — repitió como un mantra mientras se daba cachetadas en el coño, con el tanga chorreando baba entre los dedos.

Pensó que era una lástima no haberse grabado para publicarlo mañana en el Reservado, mostrando cómo el tanga ajeno se empapaba con su propia corrida. Plaf, plaf, plaf, se azotó la raja. Volvió a follarse con los dedos. Mañana grabaré una paja hablando de mi hermana, les va a encantar. Volvió a mirar la polla de Adrián enmarcada por el culazo de Gloria

— Putaza, puta zorraca... — Se repitió. Y llevó el tanga, ya empapado por la corrida de su marido, a su coño para frotárselo y acabar la faena. “Mejor grabamos cómo se la folla mientras me come el coño, eso les gustará más”, pensó, explotando en una corrida que dejó un cerco en la cama del tamaño del culo de Gloria.


..
.

Gloria removió el café sin necesidad, mirando a su hermana María.

— ¿Dormiste bien? —preguntó María, rompiendo el silencio.
— Sí —mintió Gloria.
— ¿Seguro?

Gloria asintió rápido. Demasiado rápido. María alargó la pierna bajo la mesa y le rozó el pie. No fue casual. Gloria pegó un salto pequeño.

— Tranquila, hermanita! - dijo María, divertida por la reacción. - Oye, que se lo dije a Adrián anoche, después de que te durmieras.
— ¿El qué?
— Que te vas a venir a vivir con nosotros.
— Tía… ¿Cómo que se lo “dijiste”? ¡Se lo tenías que preguntar!
— Ha! Sí claro, se lo voy a tener que preguntar…
— Pues claro - Respondió Gloria, poniéndose roja y bajando la vista al café, con mal gesto.
— No había que preguntarle. Después de tu exhibición por la mañana en la playa, en la piscina después y encima el jacuzzi
— Tía - ahora Gloria estaba roja como un tomate radioactivo - No di ninguna exhibición.

María se levantó, rodeó la mesa y la abrazó por detrás.

— Pues claro que te vienes con nosotros a casa, pava… Pero quiero hablar contigo de eso luego, en la terraza. - Le dijo, plantándole un pequeño beso en los labios - Creo que te va a gustar la idea.

Continuará.
 
Mi hermana quiere vivir con nosotros (2 y 3)

2


Hora y media después, Gloria salió a la terraza. La terraza estaba lista, perfecta. Jamón cortado tan fino que se veía a través, apilado como obra de arte y algo de queso. El vino blanco estaba helado en una cubitera, el hielo crujiendo y goteando bajo el sol. Las tumbonas apuntaban al mar, plano como un cristal azul. La brisa pegaba en la piel. María había preparado el momento para que Gloria se soltase. Iba a arrancarle la máscara a lo bestia.

María se tiró en su tumbona, el bikini negro apretándole las tetas hasta que la tela parecía a punto de reventar. Los pezones se le marcaban, duros bajo el tejido, y el sol le calentaba las piernas abiertas. Gloria salió de atrás, con ese bikini que no conseguía taparle nada. El cuerpo de su hermanita no era tan bello como el de María, pero sí era puro morbo: tetas gordas empujando la tela, pezones asomando como balas; culo redondo, piel brillante y casi tan clara como la de María. Una cara preciosa, y rubia, para más contraste.

Se dejó caer en la otra tumbona, cruzó las piernas lento, y el sol le dio en la cara, sacándole destellos al pelo revuelto. María agarró su copa de vino y dio un trago corto, mirándola por encima del borde con ojos de loba. Te voy a abrir en canal, zorrita.

— Sé lo que quieres, hermanita — soltó María, estampando la copa en la mesita con un golpe seco —. Lo he sabido siempre. Te he visto crecer y cambiar, empezar a pasearte por casa como una guarra, y, desde que conociste a Adrián, restregándote y exhibiéndote ya como declaración de guerra. Parece que no te enteras, pero sí que lo pillas, ¿eh? Sabes cómo lo pones. Y a mí.

Gloria la miró, con esos ojos grandes de niña, que hace tiempo María había descifrado. Frunció el ceño, pero la boca tenía una sonrisa detrás que María veía perfectamente.

— No sé de qué vas, tía — escupió, cortante, y giró la cara al mar. Sus dedos apretaron la tumbona hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Mientes fatal, pequeña, pensó María, con una risita interna.

— No hace falta que me engañes —siguió María, echándose hacia ella hasta que su sombra le cayó encima—. Todo eso que te parece sucio y te da vergüenza… Yo también lo tengo, hermanita. Me enseñó a sacarlo Adrián. He tenido pensamientos sucios desde que dejaste levemente de ser una mocosa. Desde que te crecieron ese par de bugas. Y anoche los hice un poco reales.

Gloria abrió los ojos un poco más, con el rechazo tambaleándose. Su respiración se aceleró, y sus tetas subían y bajaban bajo el bikini. Se quedó muda, con la mandíbula apretada. Intentaba mantener una expresión dura, pero ahora la sonrisa le tiraba de las comisuras de los labios y los ojos se le entrecerraban. María cogió un trozo de queso y se lo echó a la boca. Bebió un trago largo de vino.

— Mira, te lo cuento como debe ser, porque ya no eres una cría —dijo María, bajando la voz a un gruñido sucio—. Cogí tu tanga del baño. Estaba húmedo, tibio de tu coño, con un olor a sudor y flujo que me puso burra. Se lo restregué a Adrián en la cara, le hice olerte como un perro en celo. “¿Te gusta cómo huele tu cuñada, cerdo?”, le solté, mientras le bajaba el calzón y le envolvía la polla con él. Se corrió como un cabrón, a chorros, empapándolo hasta que me goteaba por los dedos. Y después, cuando él roncaba, lo chupé, me lo pegué a la nariz y me hice una paja mirándote dormir. Ahí estabas, en la cama de al lado, con la mano metida entre las piernas, dormida después de frotarte como una zorra pensando que no me iba a dar cuenta.

— ¿Pero qué dices? - Protestó Gloria.

— Que te metiste la mano entre las piernas y te hiciste una paja cuando aún estábamos viendo la serie. Pensabas que no me iba a dar cuenta. Y si no te la hubieras hecho por el hecho de estar ahí con nosotros… Te hubieras ido al baño.

— No es verdad… - Dijo, pero hablaba como para dentro. — ¡Para ya, tía! —saltó, roja como un tomate, incorporándose. Se cruzó de brazos, tapándose las tetas como si eso la fuera a salvar—. ¿Qué coño te pasa?

— ¡Ha! — María soltó una risa corta, afilada, que rebotó en la terraza. El mar zumbaba atrás, pero María notaba la respiración de Gloria, rápida, jadeante. María se acercó más, apoyando un codo en la tumbona, tan cerca que el calor de su piel rozó la de Gloria. No te escapas, guarra.

— No nos escondemos más —dijo María, la voz dura como un latigazo—. Ya eres una guarrilla mayor. Te quiero, pero además te quiero follar. Tengo la cabeza tan sucia como tú. Pero de verdad.

— No. —dijo Gloria, pero la voz le tembló, delatándola. Se pasó una mano por el pelo, enredando los dedos, y se lo atusó. Miró el mar como si pudiera saltar y huir. No puedo decirlo, no puedo, pensó, atrapada en su cabeza. Pero sus pezones se marcaron bajo el bikini, duros como piedras, y María sonrió, oliendo la sangre.

— No me mientas, zorra —susurró María, casi pegándole la boca al oído—. Te he pillado. Cómo miras a Adrián cuando crees que no me entero. Cómo te acercas a él enseñando las tetas y moviéndolas mientras le cuentas tus historietas hasta que ves que se empalma. Lo quieres. Y yo quiero que lo tengas. Anoche, mirándote dormir con la mano en el coño, me dije que ya estaba bien del bailecito de máscaras.

Silencio. El vino brillaba en la copa de María, el sol pegándole en las piernas sudadas. Gloria suspiró, largo, hondo, y se echó atrás en la tumbona. Las manos se le fueron a la cabeza, enredándose en el pelo, y su cuerpo se estiró, ofreciéndose sin querer. El bikini se le subió, dejando ver la curva baja de esas tetas que María quería arrancarle a mordiscos.

— Joder, te follaría aquí mismo, puta.

Y se hizo el silencio por más de un minuto.

— Y entonces… ¿Ahora qué? —dijo Gloria, — dejándose caer del todo, desplomada - uff… - con un suspiro que mezclaba cabreo y alivio. — Yo no hablo de estas cosas, hermana. Nunca hablo. — Sus ojos se clavaron en María, entreabiertos, con derrota y un hambre que ya no escondía. Se había rendido.

María arrastró su tumbona hasta pegarla a la de Gloria. La madera rascó el suelo como un gruñido seco. Se sentó más cerca, tan cerca que olió la crema solar de Gloria y el sudor salado en su cuello. Sonrió, enseñando los dientes, los ojos brillando de puro vicio.

— Ahora te cuento la oferta. Lo que te vamos a hacer esta noche.

Ya estaban tan pegadas que María sentía el calor saliendo de su piel sudada. El mar brillaba como un espejo, pero María sólo veía las tetas gordas apenas sujetas por el bikini, el triángulo de su coño perfectamente dibujado por el tanga mínimo. Alargó la mano y le tocó la cabeza. Subió la mano por su pelo, enredando los dedos en su melena. “Te voy a moldear como una zorra obediente, pequeña”, pensó, enseñando los dientes en una sonrisa sucia. Su voz salió dura, como un latigazo.

— Si quieres venirte a vivir con nosotros, ya sabes cómo vas a ganarte el sitio. Y si piensas “¿tengo que hacer no sé qué?” La respuesta es siempre sí. Porque tendrás que hacer todo.

— Y todo es… - digo Gloria, con los ojos entrecerrados y los labios entreabiertos.

— Es todo por definición. Es todo lo que queramos, siempre.

Gloria enmudeció. Echó el aire, como si esas palabras, más duras que las anteriores, de repente la aliviasen. Exactamente el momento que María sabía que llegaría. Muy parecido al que ella vivió con Adrián unos años antes.

— Esta noche empieza el juego, pequeña. Vas a pagar tu estancia con ese culo y esa boca y ese coño, sin rechistar. —Bajó la mano por el cuello de Gloria, rascándole la piel caliente con las uñas—. Adrián te va a usar cuando le salga de los huevos. Te va a reventar esa boquita hasta que te tragues toda su leche siempre que él quiera. Y yo… buff… Ya lo creas que también te voy a follar. Donde me dé la gana. Cuando me dé la gana.

Gloria no dijo nada. La miraba a los ojos fijamente, escuchándola. Sus pezones se pusieron duros como piedras bajo el bikini, marcándose como balas rosadas, y su respiración se aceleró casi a un jadeo corto y nervioso. Ya te tengo, guarra, pensó María. Y siguió hablando, con la voz más grave a medida que se ponía más cachonda y tenía a su amada presa más entregada. Los dedos de María bajaron por la espalda de su hermana pequeña hasta el borde del bikini.

— Si lo has pensado muchas veces… Anoche seguro que te masturbabas pensando que Adrián te cogía sin avisar allí como estabas, y te partía como a una puta barata.

Gloria tragó saliva, fuerte. Sus manos temblaron en la tumbona, y sus muslos se apretaron como si quisiera cerrar el grifo. Pero al final lo soltó, bajito, casi roto.

— S-sí… Más o menos… — Y sonrió levemente.

María soltó una risa seca, cortante. Su mano apretó su cadera y se coló bajo el culo de Gloria, agarró la carne firme y la apretó hasta sacarle un gemido. Gloria levantó el culo para facilitarle que la tocase.

— Claro que sí, zorra —susurró María, pegándose más—. Te miraba mientras Adrián se corría en ese tanga, empapándolo de leche hasta que goteaba. Y yo después, oliéndote, chupándolo como un caramelo, pensando en cómo te abriría las piernas para él.

— Mfffhhhh… - Suspiró Gloria.

Te va a coger por casa, Gloria. Te agarrará del pelo. Te estampará contra la mesa, el sofá, lo que pille. Te vaciará los huevos en la boca hasta que te ahogues.

Gloria dejó escapar un gemido, bajito, casi un lloriqueo. Sus manos temblaron más, y sus muslos se abrieron un poco, dejando hueco. Joder, cómo te calientas, puta, pensó María. Clavó las uñas en el culo de Gloria, y ella levantó las caderas otra vez, callada pero abierta. María siguió, la voz ronca, cargada de vicio.

Y este culo… —Apretó más, rodeando por debajo hasta bikini, rozarle la raja del coño - Adrián te lo va a reventar. Plap, plap, plap. - apretaba su culo, rozando sus labios vaginales con los dedos, cada vez que hacía “plap”. Te lo va a romper aunque chilles. O hasta que chilles. Y si eres una buena perra, ese coño también se llevará lo suyo. Te lo va a regar a pollazos, hermanita, hasta que no puedas ni arrastrarte.

Gloria gimió más fuerte, un "ahh" que se le escapó sin querer. Giró el cuerpo hacia María, el coño casi apuntándole, los ojos brillando. María retiró la mano de su culo y se acercó hasta que su boca rozó la de Gloria, disfrutando de oler su aliento. Eres mía, cerda, pensó. Agarró la cara de Gloria con la otra mano y la besó, metiéndole la lengua como si quisiera follársela por dentro. Gloria abrió la boca, respondió, y sus lenguas se enredaron. Chup, chup, glop...

María bajó la mano al pecho de Gloria, enganchó el bikini y tiró de él. Crac. La tela se rompió, y las tetas de Gloria saltaron libres, pesadas, los pezones duros como si pidieran guerra. María las miró, relamiéndose, y su mano bajó al coño por encima del bikini, frotando la raja empapada con los dedos. Gloria arqueó la espalda, gimiendo contra la boca de María, la lengua todavía dentro.

Asssí… —susurró María, rompiendo el beso, la voz temblando de ganas—. ¿Ves como lo quieres, zorra?

S-sí… —gimió Gloria, asintiendo, la cabeza echada atrás, las manos apretando la tumbona como si fuera a partirla.

Y le restriegas las tetas a mi marido porque quieres que te folle como a una perra —siguió María, frotándole la almeja más rápido, los dedos resbalando—. Que te machaque el conejo hasta preñarte.

Buff… Joder… sí… —repitió Gloria, la voz quebrándose, suplicante.

María metió un dedo por el borde del bikini, rozándole el clítoris, y Gloria tembló como si le hubieran dado corriente. Los dedos chapoteaban en la humedad, un sonido húmedo y cerdo. María apartó su propio bikini con la otra mano, sacó una teta y se la ofreció. Gloria se lanzó, lamiendo el pezón y mamando como una ternera. Joder, qué puta más fácil eres, pensó María. Te ha costado menos que a mí, guarra. Siguió masturbándola, metiendo dos dedos hasta los nudillos.

Te follará hasta preñarte mientras me comes el coño, hermanita - dijo María, gruñendo —. Me voy a correr en tu cara de zorra golfa mientras él te revienta el útero a pollazos.

MMMMMmmmm… - gimió Gloria, chupando más fuerte, la baba chorreándole por la barbilla hasta el pecho. Su coño apretó los dedos de María, temblando, al borde de reventar.

Esta noche, el jacuzzi, puta… - le susurró María al oído, dándole un último apretón en la almeja - Si sales por la puerta cuando estemos ahí, eres nuestra…

Gloria chupaba la teta de María como si quisiera arrancársela con la boca. Los labios calientes, húmedos, succionaban fuerte, y la baba le chorreaba por la barbilla, goteando sobre sus propias tetas desnudas. La mano de María seguía entre las piernas de Gloria, dos dedos metidos bajo el bikini, hundiéndose en esa almeja empapada que palpitaba como un corazón. Plaf, plaf, plaf. Los chapoteos sonaban en la terraza, húmedos y sucios, y Gloria temblaba, arqueando el culo para que María entrara más hondo. Mi hermanita golfa, cómo te abres, pensó María. Frotó más rápido, clavándole las uñas en el muslo con la otra mano hasta dejar marcas rojas.

Adrián te va a follar la boca hasta ahogarte, zorra —soltó María, metiendo un tercer dedo, estirándole el coño—. GLOP, GLOP, GLOP. Te la va a meter tan hondo que te va a salir la leche por la nariz. Y este culo… — Le dio un cachete fuerte, plap! — Te lo va a reventar hasta que chilles.

MMmglobmmfff.. —gimió Gloria, la boca llena de la teta de María, chupando y lamiendo. Sus tetas libres rebotaban con cada movimiento, los pezones duros como piedras, y su coño apretando los dedos de María, chorreando por la muñeca hasta mojar la tumbona. Levantó las caderas, ofreciéndose como una puta en celo. María siguió, la voz temblando de vicio.

Y el coño, Gloria… —Aceleró, metiendo y sacando, chof, chof.— Te lo va a regar... Plap, plap, plap... Te preñará mientras me comes el conejo, mientras me corro en tu cara de putísima zorra golfa calientapollas.

AAAAAHHH —gritó Gloria, soltando la teta un segundo, los ojos en blanco y la boca abierta. Volvió a chupar, más fuerte, clavándole las uñas en las caderas a María hasta hacerle daño. Su coño se cerró como una trampa, temblando como si fuera a partirse. Joder, te estás corriendo, guarra, pensó María. Siguió frotando, sacándole todo.

S-sí… soy… —gimió Gloria entre chupadas, suplicante. Su lengua lamía el pezón de María como si quisiera sacarle leche. Se retorció, el cuerpo temblándole entero, y el chorro caliente mojó la mano de María, goteando hasta formar un charco en la tumbona. María sacó los dedos, empapados, y se los restregó por la cara a su hermana, embadurnándole los labios con su propia corrida.

Así, hermanita —dijo María, la voz ronca de triunfo—. Para recibir la polla de mi macho tienes que ser mía también. ¿Eres?

S-sí… soy… —repitió Gloria, jadeando, la cabeza echada atrás y los ojos vidriosos. Sus tetas subían y bajaban, brillantes de sudor y baba, el bikini arrancado colgando como un trapo. En la palma de la mano, pensó María.

María se apartó, dejando a Gloria tirada en la tumbona como una muñeca rota.

Recuerda. Si sales al jacuzzi esta noche —dijo María, clavándole los ojos—, has firmado el acuerdo. A partir de ahí eres una muñeca hinchable. Para follarte la boca, el culo, el coño y las orejas si queremos. Para usarte.

Gloria no largó nada. Solo jadeó, el pelo pegado a la cara, las manos flojas a los lados. Sus tetas temblaban con cada aliento, el bikini roto riéndose de ella. María soltó una risa baja, burlona, y miró el mar otra vez. Plano, azul, sin un carajo de interés. Gloria seguía ahí, hecha mierda, y María sonrió, enseñando los dientes. Te vamos a reventar, puta. Apuró el vino y dejó la copa vacía en la mesita, el cristal sonando seco.

María se puso de pie sobre la tumbona, la sombra cayendo sobre Gloria. El triunfo le quemaba el pecho, el coño palpitándole bajo el bikini como un tambor.

Pues mira golfa… Por resistirte, he decidido que tienes que ganarte el derecho a firmar el contrato —soltó María, la voz dura como un clavo. Se agachó, pellizcó un pezón de Gloria y lo retorció fuerte, sacándole un gemido medio ahogado, "ahh". La baba le brillaba en la boca abierta, y María metió dos dedos dentro de esa boca, removiéndolos, y le agarró fuerte de la lengua - Demuéstrame que esa boca se merece que la polla de Adrián la viole. Empieza a comer ahora mismo, zorra.

María levantó una pierna sobre ella como si fuera a pegar una patada al otro lado, y se dejó caer hasta plantar los pies a ambos lados de la tumbona, como un luchador de sumo al colocarse. El coño de María quedó a pocos centímetros de la cara de su hermana, sin dejarle ver nada más. Se apartó el tanga con un dedo, dejando el coño al aire, empapado y rojo, y agarró a Gloria de la cabeza con las dos manos. La arrastró hacia sí, y Gloria, obediente como una perra amaestrada, se lanzó con hambre. Su lengua pegó en el clítoris de María, chupándolo con ansia, lamiendo la raja de arriba abajo, enterrándose hasta el fondo. Chup, chup, glog... Los sonidos subieron, húmedos y cerdos, como música para su hermana. María le restregó el coño por la cara, aplastándoselo contra la nariz, el culo rozándole la barbilla, empujándola contra la tumbona. Gloria succionó, lamió como loca, metiendo la lengua hasta donde llegaba.

Bebe, puta —gruñó María, los espasmos subiéndole por las piernas—. Bebeeeehhh…

María se corrió a lo bestia, chorros gordos directo en la boca de Gloria. Splassh, splassh... Gloria bebió, tragó, y siguió bebiendo, la cara y el pelo empapándose, glub, glub…

Con un empujón en la frente, Gloria cayó atrás, jadeando, el pelo pegado, los ojos vidriosos. María se quedó de pie, temblando, victoriosa. Seguro que sale al jacuzzi.


3




Es noche cerrada, y el jacuzzi burbujea en la terraza superior, un rincón de vapor y luces en en lo alto del tercer piso. Adrián está dentro, hundido hasta el pecho, el agua caliente lamiéndole la piel, y las luces led del jacuzzi le pintan el torso de rojo, azul, verde... como si fuera un chulo de putas. Que rico cuando lo veo ahí. Está cachondo, lo sé.

Estoy aún dentro, mirándolo, delante de la puerta corredera del "Ático" por la que debería salir también mi hermana dentro de un rato. Fuera, el vapor sube y se mezcla con el aire fresco de marzo. Desde aquí se ven los edificios de enfrente, diez o quince ventanas que guardan varios ojos regularmente curiosos. La gran estancia en la que estoy brilla con sus luces de colores, un monoespacio en la tercera altura con varios espacios hechos a base de muebles, pero ninguna pared. El despacho doble al fondo, con su larga mesa de dispositivos; la zona intermedia del sofá, con una mesa de trabajo, una tele y la camilla de masaje que usamos poco para masajes; y la zona con cama de matrimonio y una pantalla del tamaño de un puto cine.

Hay un frigo pequeño, muebles móviles para cosas de picar. Un loft en lo alto de la casa, un escenario versátil para el entretenimiento de cerdos como nosotros.

La puerta chirría, y salgo, completamente desnuda como siempre, con una copa de vino blanco helado en la mano. El cristal está empañado, y mis dedos resbalan un poco al sujetarlo. Me meto al jacuzzi despacio y el agua me abraza las piernas, subiendo por los muslos hasta cubrirme el coño. Rozo a Adrián al sentarme a su lado, mi cadera contra la suya, y le rodeo con el brazo. Él me mira, sus ojos brillan con las luces y su polla ya tiembla bajo el agua como un perro oliendo carne. Doy un trago al vino y sonrío. Creo que esta noche va a ser interesante.

El agua del jacuzzi me lame el coño, burbujeante, y Adrián está pegado a mí, su pierna rozándome y la polla medio dura apuntando arriba como un animal inquieto. Las luces led nos pintan a los dos ahora, rojo, azul, verde... y el vapor sube enredándose en la noche fría de marzo. Doy un trago al vino; el frío me araña la garganta y miro a Adrián, que tiene los ojos entrecerrados, puestos en el cielo y saltando de constelación en constelación. Rompo el silencio, la voz baja y sucia.

—¿Crees que saldrá la zorrita, amor? —pregunto, salpicándole agua con los dedos.

Él ríe, una risita grave que vibra en el agua incluso sobre el leve burbujeo, y se pasa una mano por el pelo empapado.

—Joder… después de lo de esta tarde, si no sale, es más pava de lo que parecía.

Me río, fuerte, y escucho el eco en la terraza. — La muy puta se corrió como cerda amorrada a mis tetas — Apoyo la copa en el borde del jacuzzi, el cristal tintinea y me giro hacia él con las tetas medio flotando en el agua. — Lo del tanga estuvo guay, ¿eh? Que chorrazos soltabas.

Adrián gruñe, un sonido profundo, y su mano baja al agua, rascándose los huevos como si el recuerdo le quemara. —Muy burro me puse, sí. Joder, es que todo el día rebotando las tetas, y tú aprovechando la recalentada… - rebufó y paró unos segundos -... Si sale la reviento.

Me muerdo el labio, el coño me late bajo el agua solo de imaginarlo. —Sí, amor... reviéntala —susurro—. Si sale es tuya, no preguntes... Pártele el culo mientras me corro en su boca otra vez... —Hago una pausa, mirándolo fijo—. ¿Qué le harías primero?

Él se lame los labios y los ojos le brillan como brasas al oir eso. Suelta un suspiro largo. —No sé si probarle la garganta o abrirle el culo, preciosa... Ese ojete virgen que dices, me llama romperlo. —Se ríe, sucio—. Aunque igual no sale. Pero casi que me da igual, yo estoy agusto aquí, en infusión.

Me echo hacia atrás, el agua me cubre hasta el cuello, y miro las luces del Ático detrás, moviéndose de color como un club de putas.

—Si no sale, esta noche te pajeas en su culo y que se levante mojada de leche... Pero yo creo que sí que sale. Quiere rabo ya.

No hay prisa en nuestras voces, solo un morbo calmado, como si estuviéramos hablando del tiempo. El agua burbujea, el vino se calienta en la copa, y los dos nos hundimos un poco más en el agua.

Adrián se recuesta y respira como si Gloria ya no fuera a salir. No aguanto más. Meto la mano bajo el agua, directa, agarro su polla, ya medio dura, palpitando contra mis dedos. Él gruñe bajito, un sonido que me sube por la espalda, y su mano se cuela entre mis piernas. Me soba el coño, los dedos resbalando en la humedad que no es solo del agua. Puta zorra, no sale, pero me la sigo follando en la cabeza.

Las luces led nos pintan, ahora rojo en su pecho y azul en mi cara; y el agua chapotea leve, un plop, plop suave mientras lo pajeo despacio, la piel del rabo deslizándose en mi mano. —Imagínatela aquí, amor... —susurro, la voz ronca, pegándome a su oído—. Su boquita de puta chupándote los huevos mientras yo le meto la lengua por el culo. —Él gime, más fuerte, y me clava un dedo en la raja, entrando con facilidad.

—Joder, nena… —dice, entre dientes, y su otra mano sube a mi teta, agarrándola con fuerza—. La reviento por la boca primero. Le lleno la garganta hasta que se ahogue...

Me río, un sonido corto y sucio, y aprieto más su polla, subiendo y bajando. - Destrózala... lo quiero ver... - Mi coño se aprieta en su dedo, y él mete otro, abriéndome, mientras yo le machaco el rabo un poco más rápido. El vapor nos envuelve, el jacuzzi burbujea como si supiera lo que viene, y estamos de espaldas a la puerta, tan metidos en esto que ni la estamos esperando. Las luces del Ático parpadean detrás, y el calor me sube por el pecho, por la cara. —Fóllatela ya en tu cabeza, cariño. —susurro, jadeando—. Rómpela mientras me corro.

Él gruñe otra vez, y su polla salta en mi mano. Estamos bastante verracos.

De repente, un chirrido corta el aire, agudo, desde la puerta del Ático.

Aprieto la polla de Adrián, fuerte, los dedos clavándose en la carne, y sonrío. Una sonrisa sucia que me estira la boca. Él me mira y sonríe también. Sus ojos parecen los de un lobo. Ahí está, a nuestra espalda, con la mano en la puerta corredera de cristal. Va a salir.

Nos quedamos quietos, el agua chapoteando leve, mis dedos todavía en su rabo y los de él dentro de mí, y esperamos. El corazón latiéndome en el coño. Nada. Silencio.

Pero no hay duda sobre el sonido. Sabemos que ahí está ella, en la puerta. Si no estuviese preparada no hubiera cogido la puerta. Así que está desnuda, iluminada por las luces del Ático que parpadean detrás.

Giro la cabeza. Ahí está, dibujada por las luces. Adrián también mira. Al vernos, sigue empujando la puerta. Y ahí está. Desnuda. Su cuerpazo de vixen, con esas tetas gordas que siempre va enseñando a medias pero ahora al natural; gordas, pesadas, con los pezones duros como balas rosadas. Miro el coño depilado, una raja fina que apenas se ve entre las piernas unidas al andar. Pero lo que veo se mueve, restregado entre esos muslos riquísimos que unas horas antes he empapado. Las luces la bañan, rojo, azul, verde... y parece una puta de película porno setentera.

—Hola —dice, la voz tímida, un susurro que casi se pierde en el burbujeo.

—Hola, preciosa —respondo, la voz baja, caliente, mirándole el coño sin disimulo.

Adrián no dice nada. Le clava los ojos entrecerrados, concentrados, con la boca cerrada hecha una línea, como un depredador oliendo la presa y listo para saltar. Es su polla la que salta en mi mano. Y yo la aprieto más, joder... qué rica está mi puta hermana y que polla más rica tengo en la mano.

Gloria se queda ahí, quieta, mirando alternativamente entre el jacuzzi y las ventanas de enfrente. Diez o quince ventanas nos miran como ojos abiertos en la noche, y nosotros iluminados, un espectáculo guarro en medio de la terraza. Sé que algunos miran, acostumbrados a los espectáculos de los vecinos en el jacuzzi. Maridos a escondidas, sobre todo, haciéndose los despistados por casa y esperando que sus mujeres no se hayan dado cuenta de que el espectáculo de los degenerados de enfrente está activo. También hay una vecinita, de la que ya os hablaré. Y un chavalín, un vecino jovencito.

Gloria duda, los dedos temblándole en los muslos. Luego da un paso y se acerca, cerrando la puerta tras de sí. Se para delante del jacuzzi con el cuerpo entero a la vista, las tetas temblando levemente, subiendo y bajando con la respiración afectada por la excitación y el frío, los pezones endurecidos, también en parte por el aire fresco. El coño depilado brillando bajo las luces.

Ya eres nuestra, zorrita.

Sonrío más, y Adrián gruñe bajito. Mi marido es bastante neandertal, y gruñe. Ese gruñido me hace latir hasta el culo.

Miro esa raja fina, los labios delgaditos cerrados, y se me hace la boca agua. —Entra —le digo con la voz ronca, señalando el agua con la barbilla y los ojos.

Ella levanta la pierna lentamente, apoyándose con una mano en el borde, y su coño se abre un poco; los labios separándose, rosados, húmedos, perfectos bajo las luces y dejándome ver su raja. Casi me tiro a chupársela sin dejarla bajar la pierna sobre el agua. El agua burbujea cuando entra, caliente, subiéndole por las pantorrillas, y yo me echo hacia atrás. —Deja que te veamos bien, de pie — le ordeno, y mi mano sigue en la polla de Adrián, dura como un bate bajo el agua.

Gloria obedece, se queda tiesa, el agua lamiéndole justo por debajo del coño. Coge agua con las manos y se las pasa por el vientre, por los muslos, tímida pero siguiendo su impulso exhibicionista, los dedos temblándole contra la piel. Adrián gruñe, bajo, y dice. —El culo. Gírate.

Ella se gira, lento, mirándome a los ojos mientras lo hace, y su culazo redondo queda frente a Adrián. La rodeo para ponerme delante de su coño y ver sus tetas desde abajo. Y también para ver su cara cuando Adrián haga lo que quiera hacer.

Él le agarra las nalgas con las dos manos, las abre fuerte, la carne cediendo bajo sus dedos, y el agua le roza la base del coño. Adrián tiene su ojete a la vista, pequeño, rosado, apretado. —Este ojete parece virgen —dice, con la voz aún más grave; y le pega un lametón lento, la lengua resbalando por el asterisco, húmeda, caliente. Veo cómo su cabeza se hunde en su culo, y veo la cara de ella reaccionar al lametón. Las manos sin saber dónde ponerlas, los ojos abiertos de par en par. No dice nada. Adrián la azota, de repente. Su boca se abre.

— ¿Es virgen? - Pregunta Adrián, imperativo.

Gloria asiente, la cabeza gacha, y yo la miro fijo desde abajo. —¡Habla! —le suelto—. Le gusta oírlo.

—S-sí… —balbucea, la voz temblándole—. Es… Es virgen.

—¿El qué? — Le insisto.

—Mi ojete.

—Muy bien, preciosa. Mejor. —Le digo, sonriéndole lo más dulcemente que puedo en ese momento.

Adrián sonríe, los dientes brillando bajo las luces. —Pues va a dejar de serlo —dice, y le pega otro lametón, más largo, la lengua subiendo desde el perineo hasta el culo. Ella tiembla, las piernas flojas, y yo me muerdo el labio. Puta zorra, te vamos a reventar.

Él se levanta de golpe salpicando el agua alrededor y la coge del hombro, girándola hacia él como si fuera una muñeca. La sostiene. La mira de arriba abajo, las grandes tetas subiendo y bajando con su respiración rápida, los pezones duros apuntándole. —Buenas bufas —suelta, y su mano vuela a una; la agarra fuerte, apretándola hasta que la carne intenta escapársele entre los dedos.

—Ng... - Se queja levemente Gloria. Pero sonríe con los ojos brillantes, de miedo y ganas. Sí, cariño, destrózala ya.

Me arrastro por el agua, sin levantarme, y acerco la boca al culo de mi hermana. Le agarro las nalgas y las abro clavándole las uñas en el interior de esas cachas. Empiezo a lamerle el ojete, despacio, slick, slurp, chup, saboreando el calor salado de su piel mojada ya salpicada por el agua tratada del jacuzzi. Mi lengua baja hasta tocarle el perineo, llega a su coño, lame la raja desde atrás y vuelvo al asterisco, empujando leve, notando que quiere ceder, mientras tiembla.

Adrián la mira, los ojos clavados en su cara, la boca entreabierta y un jadeo corto escapándosele. Le aprieta la teta más fuerte, la carne cede, y con la otra mano le mete un dedo en la boca.

—Abre la boca —ordena, seco. Ella no sólo obedece. También saca la lengua. Mi marido le repasa la boca por dentro con el dedo, haciéndola salivar. Mete otro dedo, dos dedazos gordos invadiéndole la boca. —Ggj… —suena Gloria, y yo oigo un gemido ahogado detrás de ese gorgojeo, atrapada. Mis manos agarran sus caderas mientras le como el culo y una mano de Adrián la sujeta dolorosamente por una teta mientras le hurga la boca con los dedos.

—¿Eres tragona? —le suelta él, la voz grave—. Los pollazos no van a ser suaves. —Ella, con la boca llena, farfulla un "a-hág", asintiendo torpe con la cabeza, y él aprovecha eso para empujar sus dedos más hondo, rozándole la campanilla. Gloria tiene un pequeño espasmo que surca su espalda y siento en mi cara, una arcada leve. A Adrián le encantan los ojos llorosos de las bocas invadidas. Saca los dedos, mojados de baba, y se los restriega por la cara a Gloria, embadurnándosela, sin soltarle la ubre. —Ya estaba bien de enseñarme pasearme las tetas por la puta cara y enseñármelas a medias... —dice, apretándola más—. Así está mejor.

La agarra del cuello, y tiembla, tratando de mantener el equilibrio. Mi lengua sigue en su culo, slurp, chup... y Adrián la sostiene, gruñendo.

—Abre — ordena. — Y no cierres.

Ella saca la lengua de nuevo, obediente, y él le escupe directo, en la lengua. —No cierres —le repite, y le pasa los dedos por la lengua, mezclando las babas de ambos en su boca y restregándoselas por la cara otra vez.

Plas. Un azote en las tetas, fuerte, la carne rebotando. Ella gime, lo mira fijo, y él sonríe. —Buena putita… —susurra. Me levanto detrás de Gloria, el agua chorreándome por las piernas, y miro a Adrián por encima de su hombro. Él vuelve a azotarle, la otra teta, plas! Más fuerte. Le azoto el culo, plap!. Pego mi cuerpo a ella, apoyo las tetas en su espalda y le aprieto el cachete con fuerza. Atraigo a Adrián sobre ella, pegándole el pecho a sus tetas, y le meto la lengua en la boca, empujándole la cara contra ella. Ella tiembla, atrapada. Ahora tiene el rabo de mi marido pegado a su vientre, o se ha colado entre sus piernas. Meto la mano para buscarla sin dejar de morrearle. Ahí está su rabo, asomando entre los muslos de mi hermana, pegada a su coño y con el capullo asomando bajo su ojete. La pulso desde abajo para presionarla contra su coño. Ella está más atrapada así... Gime... Lleva una mano hacia atrás, a mi culo. La otra va al culo de Adrián, atrayéndole con fuerza con su nabo atrapado entre las piernas. Le doy golpes a su rabo hacia arriba, para palmear con él el conejo de mi hermanita. La muy cerda se está deshaciendo.

La polla se me escurre y se escapa. Adrián se separa del beso mirándome sonriente. La agarra del pelo por la parte superior de la cabeza. Se echa hacia atrás sin soltarla, atrayéndola, y se sienta en el borde del jacuzzi, con el cipote duro como un poste y mirando al cielo. Me mira, con los ojos brillando y la empuja hacia abajo con un tirón seco.

—A ver primero cómo chupa —dice. Gloria cae de rodillas en el agua, con las tetas fuera y delante del rabo de Adrián. Veo la mano de mi marido aparecer en la parte trasera de la cabeza de mi hermana, y sin dejar de mirarme la atrae de un golpe y la pega a sus huevos - Mff - Dice la guarra al contacto. La barra de carne se le restriega sola por la cara, la piel estirada brillando bajo las luces led. Me acerco por el costado de Adrián y siento más las burbujas dándome toquecitos en el coño. Le vuelvo a comer la boca y mi mano acompaña a la suya sobre la cabeza de mi hermana.

Ella lame los huevos con fuerza, aún no estando instruida sobre qué se le pide. Los lame con la fuerza de una guarra con ganas de dar lengua y la velocidad lenta de la guarra que ha hecho ganas de comerse unos huevos concretos. La lengua se desliza por la piel de las pelotas, slurp, slurp, con la cara salpicada por el agua. Los lame uno a uno, succionándolos, glup, metiéndoselos en la boca, las mejillas hundiéndose mientras los masajea con la lengua. Sube por el tronco de la polla cuando puede, la lengua resbalando por las venas, dejando un rastro de baba mezclada con el agua en ese brillo, rojo, azul, verde... y, cuando Adrián suelta la presa sobre su cabeza, llega a la punta, la chupa fuerte, sluck, sluck, chup, chup, la cabeza gorda palpitándole contra los labios. Con una mano le agarra las pelotas, las amasa, apretando suave con los dedos, y sube la otra para pajearlo, subiendo y bajando todo lo que sus manitas le dan. Bajo la vista para ver esas manos pequeñas y blancas sobre ese pollón y su piel oscura. Su puñito se ve superado al llegar al capullo, y ella lame y chupa cada vez más desesperada.

—Chupa bien, eh? Seguro que sí... Ser buena mamona es genético... —susurro contra la boca de Adrián. Le muerdo el labio y mi mano va hacia la cabeza de mi hermana, acariciando su cabeza con fuerza. Ella sigue chupando huevos, glup, glup, metiéndoselos enteros, cada vez más encendida y más ruidosa, glag, slurp, sube al capullo por el tronco y vuelve a los huevos jadeando como una zorra, ahh, ahh, y a lametones cada vez más descontrolados y largos; le zurre el rabo más rápido con la mano, el agua salpicando más bajo sus manos rápidas y sus tetas, que botan sobre el agua salpicando cuando baja a los huevos, plop, y se levantan salpicando y soltando agua cuando sube al rabo. Adrián gruñe, y yo le beso el cuello, la lengua resbalándome por su piel caliente y notando su cuello hincharse y vibrar con los gruñidos.

Gloria sube de nuevo, abre la boca, intenta engullir el rabo entero, gloGG, la punta chocándole la garganta. Baja lento con la cabeza en la barriga de Adrián, gluck, gluck, y lo intenta, pero no puede con toda. Agarra de los huevos, como tratando de empujar el rabo, y vuelve a intentarlo, GLOGG, sólo llegando unos pocos centímetros más. Agarra con la otra manita lo que no le entra en la boca, y aprieta los huevos más, intentando bajar y tragarla más hondo, atrapando todo el aparato con todos sus recursos, haciendo botar sus tetas y dejándome ver el espasmo del esfuerzo en su espalda y su culo. Veo la baba caerle por la barbilla, sobre sus manos y los huevos. Vuelve a lamer, slurp, succiona la punta, sluck, sluck, y usa las dos manos para pajearlo fuerte mientras le chupa el capullo, los deditos apretados contra el montón de carne para no resbalar por la piel mojada. Los huevos le rebotan contra la palma, y ella gime bajito. Puta cerda, se pone cachonda chupando. Lo sabía.

—Buena putita… —gruño, acariciándole la nuca, y miro a Adrián clavarme los ojos, sonriendo. Le planto otro beso y mi mano baja a mi coño, frotándome el clítoris con mi mano ya tocando el agua, plas, plas. Gloria sigue, lame el tronco, chupa la punta, succiona fuerte, glup, sluck, las manos volando por el rabo, y Adrián aprieta los dientes entre gemidos.

—Ahh... no está mal... —dice al fin, la voz ronca— pero habrá que educar a la mamona... —La agarra del pelo otra vez. Aprieta la presa mientras ella intenta chupar. Pero la aleja un poco, cerrando la mano sobre el manojo de pelo, y tira un poco hacia atrás. Intenta relajar un poco la erección respirando y mueve la cadera para dirigir el capullo hacia ella. Mi hermana tiene las manos sobre sus muslos, mi mano en la parte superior de su cabeza, y a Adrián colocándola con el tirón. Le pone el capullo en dirección a la boca, y ella abre la boca y saca la lengua, intentando alcanzarla con la punta.

Error, pienso, la lengua abajo o te la va a atropellar. Abre más.

Pero no lo digo.

Adrián cierra más el puño contra su pelo y la atrae de golpe. El rabo entra en su boca abierta hasta el fondo, GLOBfrrfff!! con el capullo pulsando su campanilla, sacándole el aire del golpe. Veo que le faltan pocos centímetros por tragar. Veo su cara desencajada casi aplastada contra Adrián. Está preciosa. Su coño está latiendo bajo el agua, con cada espasmo de la espalda.

Adrián tira de ella, y la barra de carne sale poco a poco de su boca. Ella escupe, jadea y respira, un chorro de baba cayéndole hasta las tetas. Joder, qué rica está así.

Gloria jadea, la baba chorreándole por la barbilla, la cara descompuesta con los ojos llorosos brillando bajo los led, y yo miro a Adrián con mi coño palpitando frenético bajo el agua. —Fóllala, fóllalaa... —le digo, la voz temblando de ganas—. La puta cabeza... así, así sí que traga.

—Sí traga, sí. Venga puta, abre bien. —gruñe él, volviendo a apretar el agarre sobre su melena mojada. La empuja contra su polla, un empujón fuerte pero más lento, la punta gorda rozándole la campanilla. Plop. Entra más, glugg..

— Abre, abre... - Dice Adrián - Las manos de mi hermanita tiemblan en sus muslos, los dedos se le engarfian y cierra los ojos. Veo cómo la barra de carne desaparece en sus labios un poco más - Abre - Repite mi marido. Él empuja otra vez, despacio, la polla abriéndose paso, y siento mi raja arder al verlo, los cinco centímetros que no entraban antes ahora hundiéndose en su garganta, completos. Su nariz se aplasta contra Adrián, y veo la inclinación de su cabeza cambiar. Ella levanta el culo para mejorar el ángulo. Él empuja más y la cara de Gloria desaparece contra él.

—Ahhhh - Gime victorioso Adrián. Sonrío de felicidad. Él la separa un poco y comienza a empujar, venciendo la resistencia más fácilmente cada vez. GLOG. Sube el ritmo saliendo cada vez menos, ella intenta respirar por la nariz. GLOG, GLOG, GLOG...

GLOGLOG. GLOG. GLOG. GLOGLOGLOGLOGLOGLOGLOGLO...

Adrián acelera, los pollazos más rápidos, más duros, y Gloria gime contra los golpes, con un sonido ahogado pero fuerte. Su coño está pulsando con cada empujón, lo sé. El resto del cuerpo no parece recibir el empuje como la cabeza, porque está sintiendo el orgasmo acercarse.

El agua burbujea alrededor, salpicando, y yo me pego a él, metiendo de nuevo mi lengua en su boca, besándolo fuerte mientras mi mano baja a mi coño, frotándome el clítoris y chapoteando en mi raja con los dedos, flaps, flaps, flaps... La miro, joder... su cara desencajada, los ojos en blanco, la nariz aplastándose contra el pubis de Adrián con cada embestida, la polla desapareciendo entera, GLOGLOGLO... Respira por la nariz, bocanadas cortas, y un chorro de baba constante cae al agua.

—Puta de mierda... —suelta Adrián, follándole la boca sin interrupción— ¡Traga, zorra! —Ella gime entre empellones, y yo tengo un orgasmo, un espasmo rápido, el coño apretándome los dedos mientras lo miro destrozarla.

Rodeo de inmediato el cuerpo de mi hermana y me pongo a su espalda, mirándola recibir rabo como una campeona, descompuesta, y Adrián reventarla con cara de sádico. Las dos manos de mi marido van a su cabeza. Empuja más, y más. La mira o sube la cabeza hacia el cielo para centrarse en darle empujones más fuertes con las caderas. Parece una muñeca, con las tetas saliendo del agua y todo el cuerpo recibiendo las embestidas, GLOJGLOGGLOGJLO... Cojo uno de sus brazos y tiro de él hacia atrás, entre mis piernas. De pie detrás de ella me lo llevo al coño, y empiezo a frotarme adelante y atrás, sintiendo en su brazo los empujones de mi marido en su boca. Me restriego su muñeca por la raja, adelante y atrás, mientras veo las manazas de Adrián rodeando su cabeza y clavándosela como un animal. Se está follando su cabeza. Así, dale, dale...

Agarro el otro brazo de mi hermana, tiro de ambos y los meto entre mis piernas. Tiro fuerte, estirándolos y moviéndome adelante y atrás sobre ellos, masturbándome con ella como un juguete. Adrián empuja más al verme, y sonríe.

- GLOG!!!! LOGLOGLOGLOGGLOG!!!! - Gloria está chillando, o lo que se puede chillar en esa situación. Grita un gruñido interrumpido por la invasión a golpes de rabo en su garganta. Suena como una verdadera profesional de tragar frente a una cámara, al sentirse completamente manejada y privada de voluntad.

—Bufff… Así, así… Dale —gruño, frotándome el coño con sus muñecas, su piel resbalándome en la raja y apretando mi clítoris hinchado con la curva de su antebrazo—. De muñeca de follar te quería...

—Por... ahh.. calientapollas… —suelta Adrián, los dientes apretados, la polla bombeándole la garganta—. Lo... Ibas bus... Can-do... Puta... —GLOFGLOGLOGFLOGGGLOGOLOGLOG. La folla salvaje, el agua salpicando alrededor, y yo tiro más de sus brazos, estirándola; su cuerpo ya fláccido, sin equilibrio, flotando a medias más que sosteniéndose con los pies, empujada y estirada, atrapada por el agarre de Adrián en su cabeza, los golpes de polla en su boca y mis tirones desde atrás.

Él gruñe, un sonido animal, y se corre, lo veo en su cara y en sus manos sobre la cabeza de Gloria, PLAF! PLAF! golpea su cara, PLAF! y la leche está invadiendo directamente la garganta de mi hermanita. —¡TOMA, ZORRAAA!! —grita Adrián, con un apretón, sosteniéndola para vaciarse, y yo os juro que sentía los chorros invadirla por dentro, glub, glub, los chorros de Adrián ahogándola. Lo miro hipnotizada, y aunque reduzco la velocidad de mis caderas, me corro otra vez, más fuerte... pllfff, pllffff... restregándome su brazo por el coño, el agua caliente mezclándose con mi flujo.

La saca. Coge a mi hermana con las dos manos por ambos lados del cuello, y le tira de la cabeza para atrás, para que yo la vea bien mientras escupe e intenta respirar hondo. Está preciosa, desencajada, con los ojos vidriosos y perdidos, la baba y la leche chorreándole por la barbilla. Me mira desencajada, del revés. Me doy cuenta de que no ha dejado de temblar aún, con un espasmo que viene sacudiéndola desde antes de que le echase la cabeza atrás. Por eso lo hacía, para que viese su cara al correrse. Se sigue corriendo bajo el agua.

Le acaricio la frente, la cara, la boca.

—Estás preciosa, hermanita.


Continuará
 
Mi hermana quiere vivir con nosotros (4, 5 y 6)




4





— Estás preciosa, hermanita.
— Gra.. gracias… — responde Gloria, sonriendo, mientras los espasmos no han acabado de recorrer su cuerpo.

Adrián tiene a mi hermana por el cuello, con los pulgares empujando su barbilla para echar su cabeza hacia atrás y que me mire. Veo su cara desencajada, del revés, y sus tetas apenas saliendo del agua, salpicadas por las burbujas.

Mi hermana está a cuatro patas en el jacuzzi. Aún sujeto sus brazos entre mis piernas después de masturbarme con ellos mientras Adrián se corría en su garganta y la veo del revés, tan guapa, con esa carita de felicidad.

Él no la suelta, pero yo sí. Ella me sigue con la vista como puede mientras me siento en el borde del jacuzzi, con las piernas abiertas. Juraría que la golfilla sigue teniendo pequeños espasmos orgásmicos, atrapada por las manazas de mi marido. Me giro hacia la silla que tengo con los bártulos junto al jacuzzi, me estiro para alcanzar la toalla y me la seco un poco. Abro el bolso y saco el móvil.

Cuando lo desbloqueo y empiezo a grabar, lo primero que veo es el agua. Al elevar de nuevo el móvil veo la cabeza de mi hermana de nuevo cubierta por las manazas de mi marido y él moviéndose contra ella, follándole la boca

— Jeje… Te ha gustado la boca de la putita nueva, eh?

Y sigo grabando. Me muevo un poco hacia ellos y a la derecha, hasta que les veo en ángulo. Adrián maneja la cabeza de mi hermana arrodillada y se mueve empujándola. La cabeza de mi hermana empujada, y los cojones de Adrián botando contra su barbilla, me resultan hipnóticos.

— GGaG GAG GAG GLOG GAG!

Que sonido celestial.

Adrián me mira y sonríe mientras la sostiene y empuja con las manos, atrayéndola para que la vuelva a tragar entera. La sostiene ahí. Su polla debe estar en el esófago o en la tráquea de mi hermana.

— Aguanta… Así.. Aguanta… — le dice.
— ngGjjjgg-ggjjj-jjjj…

El rabo entero está dentro de nuevo y Adrián levanta la cabeza al cielo, recreándose.

— PFuaaahhh!! — Gloria escupe y coge aire cuando mi marido la suelta. Enfoco el trancazo de Adrián y parece mentira que haya entrado en ese cuellecito y esa boquita pequeñas que tiene mi hermana. También parece mentira que me entren a mí, a simple vista.
— Coloca el móvil en el soporte y ayúdala.

Adrián acaricia la cabeza de mi hermana y agarra con fuerza una de sus tetas mientras obedezco y me dirijo a la mesa junto al jacuzzi. Gloria no pierde el tiempo, no ha tenido suficiente y vuelve a coger con sus manitas los huevazos y la verga de Adrián, chupando y chupando, chop, glob, Glog, chup…

La parte superior de las tetazas de mi hermana sobresale del agua. Dejo el móvil en el soporte para que coja bien todo lo que va a pasar, pensando que tengo putita nueva de compañía también para la webcam. Me arrodillo y me acerco, admirada por la velocidad de chupada y tragada de mi hermanita pequeña.

La mano de Adrián me recibe, puesta en mi cabeza. Debajo del agua, mi mano derecha agarra el culo de Gloria, que chupa más y más fuerte. La izquierda va a sus tetas y se encuentra con la mano de mi marido una de ellas. Apretamos juntos mientras me acerco al cuello de Gloria. Chupa y traga con más desesperación cuando empiezo a chuparle el cuello. Lo agarro con la boca y saco la lengua hasta su nuez, abriendo la boca y abarcando todo el cuello que puedo.

Adrián lo ve, y la empuja para que trague hasta el fondo. Y siento su cuello hincharse un poco, contra mi boca, empujado por el rabo entrando hasta la tráquea.

Necesito mamar. Mi marido abre más las piernas, qué bien me conoce el cabrón. Repaso la cara de mi hermana con la lengua, con los carrillos llenos de rabo, aguantando como una campeona con todo el nabazo dentro, hasta que llego a la base de la polla de Adrián, enterrada por completo. Muevo la cabeza hasta que puedo meter la lengua por la comisura de los labios de mi hermana, presionados por la verga de mi marido, y les chupo a los dos al mismo tiempo, a mi hermana dentro de la boca y a mi marido en la polla.

— Pero que guarra eres… Ahhh… Amor mío… — Me dice, empujando ahora mi cabeza contra ellos aún más.

Se echa hacia atrás y siento la polla arrastrando por la parte baja de mi lengua. Escucho incluso la arcada de Gloria y, cuando el capullo sale, yo retiro la lengua y aprieto las tetas y el culo de mi hermana. Pego mi cara a la suya, y él me mete la polla hasta la campanilla mientras ella respira. Me da dos empellones, la saca y se la vuelve a meter a ella. Empieza a follarnos la boca alternativamente, y mi mano busca el coño de mi hermana mientras ella me agarra del culo.

— Puta, guarra — alcanzo a decirle mientras él le empuja el rabo dentro, hasta que me toca y me empala a mí — PuercGLOGjj!!.

Deja de empujarnos las gargantas y empieza a pasarnos el rabo por la cara ambas. Es la señal para la *********. Me lanzo a chupar sus huevos para que mi hermanita tome nota de lo que le gusta a mi marido, y ella enrosca su lengua en el capullo, chup, mMommm, globbmm… hasta que subo por su tronco y me encuentro con ella. Con sus ojos abiertos mirándome como me miraba esa mañana en la terraza mientras le ponía el coño en la cara.
Enrosco la lengua en la cabeza de la polla, y ella me imita. Agarramos el capullo con los labios a la vez, hasta que nuestros labios se juntan, y estamos devorando a Adrián a la vez. Nos buscamos, enroscando las lenguas en esa pollaza y presionándola para encontrarnos contra ella. Mi marido nos aprieta las cabezas, pero no hace falta, somos dos ventosas succionando para encontrarse y exprimiendo un rabo.

Adrián empuja la polla hasta que el capullo se nos escapa, y nos aprieta las cabezas contra todo el tronco, adelante, atrás, adelante y atrás. Nos movemos para darle más fricción aún, y llevo mi mano a su culo, encontrándome con la mano de mi hermana. Busco sus tetazas con la otra mano y los ojos cerrados, y siento su mano palpar mi coño.

Adelante, y atrás, mi marido se pajea con nuestras bocas chupando su tronco, y de repente pienso en cómo le gustará a mi audiencia ver a mi hermanita chupando conmigo la polla de mi marido.

Y cómo les gustará saberlo…

— Ahhh… — Me aparto y le empujo la polla contra la boca, mientras sigo apretándole las tetazas. — cuánta gana de polla tenía la niña…
La cojo de los brazos y me levanto, tirando de ella. Le tiro un morreo a Adrián, que sonríe al verme manejarla.
— Vamos a enseñarle la nueva puta a los compis — digo, guiñándole un ojo y señalando con la cabeza hacia el móvil, a la cámara.
Adrián la agarra, me la quita de las manos y le da la vuelta, empujándola contra el borde del jacuzzi. La baja hasta apoyarle la barriga, con las tetas colgando fuera, y tira de su muslo para sacarle el culo y abrirle más las piernas. Ella no dice nada. Sólo gime y se deja hacer, como una muñeca hinchable de carne caliente.

Me dirijo al móvil.

— ¿Queréis ver el culo azotado de mi hermanita?



5



— ¿Queréis ver el culo azotado de mi hermanita?

La grabo mientras Adrián la sostiene contra el borde del jacuzzi y le restriega la polla por la cara, azotándola.

Alcanzo un plug de la silla y me acerco a ella, tirando de su culo para ofrecerlo a cámara. Adrián vuelve a clavarle la polla hasta la garganta y Gloria gorgojea mientras él me hace una seña. Entonces, le introduzco a mi hermana el plug en el culo, de un golpe. Ella aúlla, o lo que puede hacer con un trancazo en el esófago, y su espalda se contrae.

Adrián se la saca y la incorpora, sentándola en el borde del jacuzzi.

— Mastúrbate para la audiencia. — Ordena.

Mi hermana mira al móvil y empieza a masturbarse, obediente, aguantando como una campeona el plug metido por el culo.

Me acerco a Adrián en cuanto noto la llamada en su mirada, me pone de frente al móvil y a las ventanas de los vecinos y me mete los brazos bajo las axilas hasta cogerme el cuello con las manos.

Y me encula sin miramientos, dirigiéndose a mi sala de chat.

— No hay que preguntar nunca, chicos. No les gusta pensar a las zorras. Por eso tienen agujeros.

Me podría correr mientras lo escucho. Entra y sale, sujetándome por la nuca, mientras Gloria le alcanza el culo con la mano y no deja de masturbarse. Las tetas de ambas botan frente a la cámara, y en las ventanas de enfrente más de uno se suma a la fiesta, aunque, como siempre, intentan ser discretos.

Pero los veo.

Adrián sale de mi culo, me tira hacia atrás y me suelta los brazos, para levantarme en peso de los muslos. Se apoya en el borde y ordena a Gloria que chupe. Ella ni se hace de rogar ni encuentra la orden confusa, porque se arrodilla de inmediato y se acerca a nosotros de rodillas. Empieza a mamarme igual que esta mañana, con un nivel de hambre que nunca me imaginé que tuviese. Chupa mi raja rellena de polla y lame el tronco que sobresale. Mama y mama los huevos de Adrián mientras él me levanta y me baja, clavándomela hasta el fondo.

Pronto, mi hermanita está mirándome fijamente, con la lengua fuera sin parar de chupar mis flujos mientras me corro en su boca. Jadeo feliz y le acaricio la cabeza mientras le pido a Adrián que remate la faena.

— Deja que te folle, cariño. Se lo está ganando.

Él, solícito, me aparta, me da un azote en el culo y levanta a Gloria por los brazos. Le da la vuelta, la agarra por el cuello con las dos manos y veo la imagen celestial de mi hermanita empalada, con la boca abierta aún soltando babas y flujos. El plano es espectacular, la audiencia no para de dar clics y más clics mientras el pollón de mi marido desaparece dentro del coño expuesto de mi Gloria y sus ojos se ponen en blanco.

Suelta su cuello y empieza a azotarle las tetas. Gloria se sujeta como puede del borde mientras él la folla desde abajo y plas, plas, plas! la azota una, y otra, y otra vez.
El sonido del agua mezclado con el metesaca hacía eco en la terraza. Adrián le agarra el culo con las dos manos, separándole las nalgas, y presiona el plug hacia dentro cuando tiene todo el rabo enterrado en su coño. Ella gime descontrolada, y baja la mano hasta agarrar los huevos de mi marido, restregándoselos por el clítoris mientras puedo ver el chorro de su corrida explotar contra ellos.

De repente, el ruido del jacuzzi se detiene, mientras Adrián vuelve a embestirla. El motor para siempre a los treinta minutos.

—Plop… plop… plop…

Ahora los gemidos de Gloria retumban en la calle.

Tantos vecinos pueden verla que, además, conocen nuestra terraza y nuestro jacuzzi de perversión, que me extrañaría que no tuviese ya seis o siete espectadores ocultos cuidadosamente tras las cortinas y la oscuridad.

— ¡Así, hermanita! — Le grito, para ambas audiencias.

Adrián para y la agarra de las tetas. Ella reacciona y empieza a cabalgarle la polla con fuerza, moviendo las caderas como una bailarina desesperada. Adrián gruñe entre dientes, y disfruto mejor de la imagen de ambos con el agua quieta, sin las burbujas y los chorros.

— Plop-plop-plop-plop…
— Dile lo que eres — le ordeno..
— Soy vuestra.. puta… la putaaha…

Gloria se mordió el labio, moviéndose más rápido y mirando alternativamente al móvil y a las ventanas de enfrente.

— ¡Mira la cara que pones, nena! Parece que nunca te hubieran metido una polla de verdad...

Me acerco y beso a mi hermana mientras Adrián le estruja las tetas. Lo miro a él.

— Cariño, el culo.

Adrián sonríe, le saca el rabo y la empuja hacia adelante, llevándola hasta el otro lado del jacuzzi, justo delante de la cámara, más cerca aún del borde de la terraza. La apoya contra el borde del jacuzzi, le saca el plug del culo y la agarra del cuello.

PLAS! Sólo suena la palmada contra el culo de mi hermana cuando el rabo de Adrián la invade de golpe por el ojete. Veo sus tetas botar en la pantalla del móvil, pero no la oigo, porque Gloria ni siquiera puede gritar. Boquea como un besugo, con la cara morada y los ojos abiertos como platos, mirando al suelo con cara de alucinada.

— Agggjj…

La agarro del pelo y echó la cabeza más atrás, obligándola a mirar a la cámara.

— Te vas a correr del culo, putita, ya verás.

PLAF, PLAF, PLAF!! Adrián la revienta, la empala como un animal hasta que sus huevos golpean la raja de su coño una y otra vez. Gloria tiembla, casi convulsiona, aguantando el dolor. La agarro de una teta y le como la boca, aunque ni siquiera puede aún devolverme el beso. Creo que necesitará trabajar ese culo hasta disfrutarlo de verdad… Y, mientras estoy pensando esto y metiéndole la lengua en la boca, ella, gime con un hilo de voz. Dejo de besarla, la observo y me acerco a su boca para oir lo que dice…

— Mem… me.. me corro…

Y los ojos se le entrecierran y se le ponen completamente en blanco mientras convulsiona. Adrián la encula a tope de salvajismo, las palmadas resuenan en la calle y ella sigue corriéndose.

Agarro el lush, lo activo y lo pongo a tope.

Se lo meto en el coño con extrema facilidad mientras el agua salpica fuera del jacuzzi. Y por fin, mi hermanita, grita.

— Aaaaahhh!!! Mess mesigo… me sigo.. corrieendoooo… — tiembla desde dentro empalada una y otra vez por mi marido, plaf, plaf, plaf… Se aferra al borde, los dedos blancos de apretar y los brazos vibrando. Su culo rebota y rebota y su coño mana flujos sin parar, como si se meara

Plop, plop, plop…

Gloria gime sin control, la cabeza colgando, los pezones rozando con la mesa fuera del jacuzzi.

— Aaaahhh!! Ahh.. ahh.. — Gime mi nueva puta.
— No te quejes, guarraza. — le digo — Estás hecha para esto.

Diciendo esto, la agarro del pelo y del cuello, me apoyo en el borde del jacuzzi y dirijo su boca a mi conejo. Mi hermanita no se hace de rogar y empieza a mamarme el chocho como una desesperada.

—Vas a aprender a tragarte hasta el último fluido que salga de esta familia, putilla... Tu boca es.. el cubo de leche oficial… de esta casa...

Adrián la cabalga azotándole el culo mientras su lengua parece un motor en mi coño.

Plas! Plas!

Adrián se la saca de golpe.

— Me encanta follar coños de puta vibrando.

Diciendo esto, le vuelve a meter el plug en el culo y enfila su coño, relleno por el vibralush.
Y Gloria chilla como una gata follada cuando el montón de carne entra en su coño, junto al juguete vibrando mientras, al fin, la lengua de la putita de mi hermana se empieza a liberar.

— Un c.. un cub.. un cubo.. de leche… Soy… aa… agu.. jeroossss…

La cojo de la cara, y sonrío. Quiero verle la expresión cuando Adrián empieza a manar leche en su coñito.

Es mía.


6


Son las 3 de la mañana de un martes.

Gloria se ha puesto las sandalias más leves que ha encontrado, las de la playa, que tienen una pequeña tira atrás. Para no sonar al andar. Lo que no tiene es capa de invisibilidad. Y tampoco podría ponérsela. Adrián quiere que vaya desnuda. Y desnuda es desnuda.

Sale por la puerta del chalet de sus padres, cuidando de no hacer ruido al abrir y cerrar la puerta. Mira frente a sí y alrededor, a la calle, pero con los ojos, no moviendo la cabeza. Al parque, a la guardería vacía, al parking… No se atreve a mirar a las ventanas del edificio de enfrente.

Con su bolsito al hombro, respira profundamente y empieza a andar. Y al pasar por la bocacalle, en el cruce, no mira a ambos lados.

Su cara está roja como un tomate. Intenta andar velozmente, y adoptar una expresión facial de normalidad. Si la ven, está bien que piensen que es una guarra y/o una loca, pero que al menos no les parezca una loca desquiciada. Que se recreen si la miran desde alguna ventana, y que se pregunten siempre por qué la chiquilla de enfrente salió de madrugada en pelotas.

Eso se dice, envalentonarse, aunque no se atreve a observar a su alrededor.

Se acerca a la avenida grande. Aún quedan treinta o cuarenta metros. Entonces, escucha el sonido del motor y el corazón le da un vuelvo. Un coche pasa enfrente de ella, cruzando la avenida. A muchos metros, muy rápido. El conductor seguro que no la ha visto. Quizá un copiloto o un pasajero, fugazmente.

Hay cámaras. Los de seguridad sí. Esos la están viendo. Verán que ha salido, verán de dónde sale y verán a dónde va. Conocen a casi toda la urbanización, que es del tamaño de un pueblo pequeñito. Sobre todo a los de las casas bajas, los dúplex y chalets adosados.

Y después les verá, y sabrá que saben. Ese pensamiento le hace levantar más la cabeza, sacar el pecho y contonearse. La verán y babearán siempre. Y envidiarán al Señor. Alcanza la avenida por la que el coche cruzó, y empieza a atravesarla con el corazón a cien.

Ahora sí mira a su alrededor. No ve nada, no hay nadie. Al menos en la calle.

Casi al acabar de cruzar, hay una ventana encendida en el edificio de enfrente. Una figura. Escudriña con los ojos, pero es tarde para determinar con claridad si es un hombre o una mujer. Hay alguien, y la ve. Ya no son sólo los de seguridad.

Gloria siente la humedad llegar tímidamente a sus muslos. Aprieta el coño al andar y saca pecho. Que miren. Está cumpliendo órdenes, orgullosa.

Se contonea más, y su corazón va a mil.

Los soportales del centro comercial abandonado la miran, vacíos. No hay adolescentes ahí. Era lo que más temía, aunque hubiese sido extraño. O lo que más cachonda le ponía. Podían incluso ser sus amigos.

Entonces se lo contaría, cuando le preguntasen alucinados ¿¿A dónde vas en pelotas??. Voy a casa de mi hermana. Me ha escrito diciendo que su marido quiere que venga desnuda a chuparle la polla.

Pero no están. Sigue andando y va a cruzar el paso de peatones. Escucha un coche a su espalda, por la avenida. Pero es un destello a su izquierda lo que hace girar su cabeza.

El coche de los de seguridad, al fondo de la calle, avanzando hacia ella.

Duda de si esperar para cruzar, o esconderse. Pero ni hablar. Sería peor, la verían desnuda y quieta, como ofreciéndose a quien pasase. Y aquí ya la puede ver su hermana y Adrián desde casa. No va a desobedecerles.

La luz del coche de seguridad la ilumina. Respira hondo y alza la cabeza más, para que la imagen sea más potente, sus tetazas y su culo resalten más aún. Le daría vergüenza que la viesen avergonzarse.

Cuando revisen las cámaras y vean su recorrido, no será por casualidad.

Y pensando “hala, con esto han merendao”, continúa avanzando. El edificio a un lado, los adosados al otro. Observa la calle salón, y a bote pronto calcula que son unas cincuenta ventanas a las que está expuesta.

Su hermana está en la terraza, elevada metro y medio sobre la calle. La ve venir y sonríe, mandándole un beso.

Gloria resopla, con los ojos muy abiertos, mientras toca el timbre y espera que le abren la puerta de la calle con el interruptor. Sube un pie al escalón, como siempre, y agarra la puerta con la mano. Cree que esa imagen de normalidad agradará a Adrián.

Ahora se da la vuelta y mira a su alrededor, ventana por ventana.

Hay un vecino en el edificio de enfrente. Quizá ese ya la ha visto antes, reventada a pollazos en el jacuzzi de la terraza superior, y no es nuevo para él verla desnuda. La habrá escuchado jurar obediencia, gemir, aullar, y la habrá visto pegada al cristal mientras la follaban. Habrá visto sus gordas tetas botar más allá de la barandilla del dormitorio de su hermana.

En la fila de grandes adosados, una cabeza se asoma. Es Jose, el vecino del fondo de la manzana. Ha visto antes a Gloria, pero seguro que nunca así, a no ser que sea uno de los habituales de la webcam de su hermana. Se voltea ligeramente para que Jose pueda disfrutar sus tetas.

Y entonces suena la puerta. El corazón de Gloria vuelve a acelerarse, mientras empieza a subir las escaleras y Adrián aparece, abriendo la puerta de la casa.

Gloria lleva la cabeza baja y una sonrisa. Al acabar los escalones, se arrodilla. Pone el culo sobre sus talones, las manos sobre sus muslos, abre la boca y saca la lengua, ofreciéndose sin mediar palabra.

Adrián sólo lleva el bañador. Saca su polla y sus huevos sobre la goma y se acerca a Gloria, hasta pegarle las bolas en la boca.

Ahora es él quien escudriña las ventanas. Ve al vecino de enfrente, que está viendo el culo de Gloria arrodillado a sus pies. La ha visto llegar desnuda.

Adrián coge la cabeza de su cuñada, la acaricia y sonríe.

Gloria piensa para sí que no debe lanzarse a por su rabo, pero pronto recibe el montón de carne caliente en la boca y traga con esmero.

Se correrá en cuanto sienta la descarga en su garganta, ahí, en la misma puerta.
 
Degeneración Veraniega de un Matrimonio (1 y 2)


1

Llegan​


El sol cae casi en línea recta sobre la piscina comunitaria, haciendo brillar el agua. Jose se rasca la recortada barba sentado en una tumbona con una cerveza fría en la mano. El aire limpio huele a agua clorada, algo de crema solar y al césped recién regado que rodea el rectángulo azul entre dúplex, jardines y otras zonas comunes.

Desde las ventanas de los pisos altos, las cortinas se mueven a veces. Las hijas de Jose, Sofía, de 7 años y Lucía, de 9, chapotean en el agua, gritando y salpicando. En la piscina sólo están él y su familia, con las niñas, su mujer y su cuñada. Jose cree que el día pinta como un Sábado perfecto de finales de Julio y, mirando a sus hijas, siente que, a sus 38 años, se ha pasado el videojuego de la vida. Levanta la vista tras las gafas de sol cuando la puerta de hierro chirría levemente.

Sus vecinos, María, Gloria y Adrián están llegando a la piscina. María va delante: 30 años, apenas 1,55. Camina muy erguida, con pasos cortos sobre el césped. Cada vez que la ve recuerda una frase de su mujer: “esa chica anda extraño, como un fantasma; parece que las piernas le cuelgan de la cadera. Y el cerdo de su marido igual…”. La piel blanca de María parece brillas bajo el sol, y el pelo negro azabache le cae recto por la espalda. Tras las gafas de sol, los ojos muy abiertos de Jose escanean a su vecina. Lleva un bikini de hilo blanco, con triángulos minúsculos que se tensan sobre las tetas, apenas cubriendo pezón, areola y poco más. Tiene que tragar saliva cuando se da cuenta de que el tanga básicamente es un hilo de tela que deja ver los labios de su coño a ambos lados, y sus ojos se desenfocan tras las gafas de sol cuando concentra su atención en la reacción de su mujer, seguro de que ya se ha dado cuenta.

Desde la tumbona contigua, Elena, observa también al trío de recién llegados y comenta en voz baja:

— Ese bikini es más para enseñar lo justo sin que te multen que para bañarse.

“Qué tetas tiene, joder… Y viene literalmente enseñando el coño”, piensa Jose, mientras se ríe entre dientes y asiente a las palabras de su mujer, intentando aparentar calma y completa alineación con su reacción. Da un trago a su cerveza y gira levemente su cabeza en la dirección opuesta a los recién llegados, mientras María deja caer una bolsa de playa en las primeras tumbonas de la solitaria piscina, se quita las gafas de sol y mira en la dirección de Jose y Elena, sonriendo, agitando el brazo para saludar con la mano y casi gritando “Holaa!”.

Su hermana Gloria va tras ella. 18 recién cumplidos, rubia, media melenita y pelo ondulado. Se agacha a sacar una toalla con el mismo bikini micro que María, pero de color blanco. Jose ve su culo temblando al incorporarse, pero las imágenes de una noche reciente se le sobreimpresionan.

Hace menos de una semana, Jose estaba acabando de configurar un servidor web a las tres y pico de la mañana. Para despejarse, salió a fumar a la terraza del piso bajo, elevada un metro y medio sobre el nivel de la calle. Además, a escondidas de su mujer es un habitual de la webcam de su vecina, y sabe que esa noche no está emitiendo. Si fuese así, se despejaría vaciándose los huevos en la webcam de “Little Malaya”.

Cuando Jose sale a la terraza siempre mira al otro lado de la manzana, dos casas más allá. Hoy no era la excepción, pero la mirada atenta y repetida obtuvo esa noche un gran premio. Ahí estaba su vecina María, “Little Malaya”, asomada también a la calle. Con el mismo bikini que lleva ahora en la piscina, o parecido. Apoyada en la barandilla, sus tetas se aplastaban contra sus brazos, y Jose no pudo evitar quedarse embobado mirándolas.

Estuvo minutos disfrutando de mirar las tetas de su vecina, hasta que el premio subió, y María empezó a dar pequeños saltitos, haciendo botar sus tetas. Jose estaba tentado de sacarse la polla protegido por la pareta y empezar a pajarse mirándola. Pero, cuando María lanzó un beso a su derecha, al lado contrario al de su vecino mirón, se quedó petrificado.

Una chica completamente desnuda cruzaba el paso de peatones, iluminada por las luces de un coche. Llevaba una sandalias y un bolsito, pero absolutamente nada más. Sus tetas eran grandes, su pelo rubio, y sus caderas pronunciadas se contoneaban de manera obscena. Fue acercándose por la calle salón, y Jose no pudo ni pensar en apartar la mirada.

La muchacha llega hasta la puerta de María y consigue reconocerla. Gloria, la hermana de la vecina, que anda mucho por allí. Y a veces por la piscina. Ha venido andando hasta casa de su hermana, completamente desnuda. Cuando llama al timbre, el ángulo obliga a Jose a asomar la cabeza para continuar viéndola.

Y Gloria se dio cuenta. Y se giró levemente, mirándolo. Al ver sus dos gloriosas tetas con la iluminación excelente de la puerta del adosado se maldijo por no haber traído el móvil. Quien le abrió la puerta a la chiquilla no fue su hermana, sino Adrián, el marido. María miraba en dirección a su hermana, subiendo las escaleras completamente desnuda.

Algo ocurría, porque la puerta no se cerraba y María miraba a la puerta de su casa como si Gloria se hubiese quedado allí. Jose no podía ver tan adentro desde su posición, así que se dio la vuelta y entró a su casa, subiendo las escaleras hasta su ático, para asomarse a la terraza superior, desde la que sí se veía la puerta de casa de Adrián y María.

Y ahí estaba Gloria, arrodillada, mientras su cuñado le follaba la boca. Tomándose su tiempo. La chiquilla, completamente desnuda, a la vista de todos los vecinos, con las manos a la espalda, recibiendo una follada de boca monumental durante un tiempo que, para Jose, fue más que suficiente. Le dio tiempo a masturbarse dos veces antes de que Adrián agarrase la cabeza de Gloria y temblase corriéndose en su boca.

María hizo palmas. Y, obviamente, Jose no podía olvidar algo semejante.

Así que ahora, mirando el culo de Gloria, sólo se pregunta si no sólo se la folla su cuñado, sino también su propia hermana. La polla le tira bajo el bañador, y él se quita las gafas para que su mujer pueda comprobar que ahora está mirando a las niñas bañarse, y no está recreándose en las vecinas.

Adrián viene último. Cuarenta y tantos años, no llega a 1,70. Jose siempre ha imaginado que algo en él debe explicar la situación. Quizá es el marido y productor, simplemente. Eso podría explicar las chicas que pasan por esa casa, pero no lo de la hermana. Lo ha visto emitiendo con Malaya alguna vez, pero, aunque la herramienta es considerable, no cree que eso lo justifique. Lleva el pelo largo, recogido en una cola y rapado por los lados. Tatuajes en los hombros descubiertos con una camiseta negra sin mangas. A Jose le parece un vulgar pintas y un fantoche, aunque no es mal vecino y resulta de trato amable. Se sienta en silencio y saluda en dirección a Jose y Elena. Parece quedarse mirando a Elena y después a Jose. Sonriendo.

Jose vuelve a ponerse las gafas y se recuesta en la tumbona. Elena, su mujer, tiene 36 años y buenas curvas. Un gran culo, buenas tetas, algo rellenita. El pelo castaño desordenadamente cogido por una pinza se mueve, mojado, mientras sus ojos saltan de las niñas a María, luego a Adrián, luego a Gloria y de nuevo a las niñas. Jose la ve cruzar los brazos y continúa vigilante. En cuanto aparecen los vecinos empieza a preocuparse por el estado de ánimo de su esposa.

Y más ahora, que María empieza a acercarse a su posición.

Elena controla, como siempre, su enfado. María se acerca a Jose enseñando el coño y moviendo el culo de un lado a otro, consciente de su efecto. También sale de vez en cuando así, semidesnuda, a atender repartidores (Elena supone que para hacer vídeos provocativos). Tanto María como Adrián salen desnudos a su patio de luces, donde tienen la lavadora, la secadora y el calentador. Varios vecinos pueden verles perfectamente, y obviamente no les importa. Follan a voz en grito sólos y acompañados en su terraza superior, donde tienen el jacuzzi. Una vez Elena fue a comer con su amiga Carla, vecina del edificio que hay frente a sus adosados. Y les vio follando en el jacuzzi. De hecho, estaban los tres: la pareja y la hermana de María, Gloria, que ahora al parecer vive con ellos. Y las vio comiéndose la boca en torno a la polla de Adrián. Aunque no se lo ha reconocido a Jose, Elena observaba desde su dormitorio, con las luces apagadas, a su marido espiando a la vecina. Lo hacía a menudo, y también el día en que apareció la hermana en pelotas y se pusieron a dar el espectáculo en la puerta. Elena creía, íntimamente, que obligaron a la pobre chiquilla a hacer eso de alguna manera. Y vio cómo el cerdo de Adrián la cogía de la cabeza y gruñía mientras la hacía tragar. Les odia a ambos, pero sobre todo a él. Han pasado los años y Elena no sólo no se acostumbra, sino que se siente más y más cabreada a cada espectáculo bochornoso.


— ¡Hola, vecinos! — dice María, parándose frente a ellos con el ínfimo bikini de hilos estirado brutalmente, los pezones tan marcados que Jose y Elena creen poder ver no sólo el contorno de la areola, sino también los diminutos puntitos de su superficie.

— ¡Hola! — responde Elena tratando de resultar amable. Jose nota su mirada subir por María, detenerse en el bikini y saltar a su espalda, a Adrián y Gloria, escaneando el efecto de su saludo.

— Qué calor, ¿no? — dice María.

Gloria, a su espalda, les sonríe atusándose el pelo y haciendo botar sus tetas, que, si cabe, tensionan más aún el bikini que las de María. Jose encuentra, de repente, los ojos de Gloria clavados en él mientras saca un bote de crema solar. Se alegra de haberse vuelto a poner las gafas.

— Para eso está la piscina, que no viene nunca nadie. Venimos sólo nosotros aquí a pasar tardes… Vosotros, y los vecinos del final, Laura y Martín. Creo que no he visto nunca a nadie más. — dijo Jose.

— Que guay, que privado —dice María.

Adrián sonríe, recostándose en la tumbona.

Elena se levanta, acto seguido, ajustándose el bañador y tratando de disimular su incomodidad dirigiéndose a sus hijas.

— ¡Nenas, dejad de correr por el borde!

María, entretanto, se dirige a la piscina, y comienza a rodearla andando. Los ojos de Jose, protegidos por las gafas, siguen el culo de la vecina, pero su cabeza se mueve en dirección a su mujer.

Trata de controlar el movimiento de su mujer gracias a su visión global, pero esta acaba captando otra información. Gloria continúa clavándole los ojos y sonriendo.


2


El sol cae en línea recta sobre la piscina comunitaria, intensificando el calor, haciendo brillar los cuerpos y marcando las sombras tanto como las corta. Antes de levantarse de la tumbona, Jose se dirige a sus hijas, que saltan al agua y vuelven a salir para lanzarse desde un punto distinto.

— Niñaaas! ¿Queréis agua? Lleváis un rato sin tomar nada.

Y mientras se dirige a ellas, caminando despacio, sus ojos viajan a la izquierda, unos metros más allá de las niñas, a la esquina de la piscina en la que María se moja los pies, sonriendo mientras observa a su hermana y su marido en las tumbonas.

María tiene las piernas abiertas y los brazos apoyados a ambos lados de sus muslos. Su coño está básicamente expuesto a todos los presentes, tapado únicamente por una línea de perlas que brillan entre los labios vaginales. Jose observa desde su coño hasta sus tetas mientras María, sonriendo al darse cuenta, coge un poco de agua y se lo hecha por el cuello y en las tetas, haciendo más transparente aún el bañador.

Jose se ha parado en el lado opuesto de la piscina al que ocupan sus hijas y María, dejando atrás a su mujer. Pone sus brazos en jarras e insiste a las niñas en que vengan a beber, en un gesto que él considera cuidadosamente elaborado para que parezca que se dirige a ellas mientras observa a María a placer.

En ese momento, escucha la voz de su mujer en una expresión de claro desagrado por el descaro de la vecina.

— Pff! Joder…

María sonríe a Jose y a las niñas, y mira a Elena mientras se levanta, muy despacio, y tira de las del tanga hacia arriba.
Elena la mira y mira hacia su marido, intentando comprobar si hay alguna reacción de incomodidad. Ya los conoces suficiente como para saber que no, pero aún así lo hace. Mira a su marido con las cejas levantadas y saca de la nevera dos pequeñas botellas de agua.

La esposa de Jose se recoloca el bikini y lo estira observando cómo María pasea por el borde de la piscina dirigiéndose a sus tumbonas. Adrián está recostado boca arriba con los brazos cruzados tras la cabeza y los ojos cerrados. Gloria, tumbada boca abajo, sonríe al ver venir a su hermana y mete la mano en la bolsa de playa que hay junto a ella.

Jose escucha un “clac” a su espalda que le hace girarse hacia su mujer para mantener las formas, mientras piensa cómo sentarse para poder observar a las vecinas si ese sonido es lo que cree: un bote de crema solar abriéndose.

Cuando María llega a las tumbonas se sienta pegada al culo de Gloria, y, mientras coge el bote de crema que esta alarga hacia atrás, apoyándolo en su culo, se asegura de tener la atención de la audiencia y dar a Jose una excusa para mirarlas tranquilamente.

— Elena… — dice, con voz bien proyectada para no tener que gritar mientras calienta entre sus manos la crema, apretando sus tetas una contra la otra — ¿Te vas a venir a comer algún día con nosotras? ¡Te has quedado con ganas ya dos veces!

— Hija, no sé, me tienen absorbida las pequeñas arpías todo el tiempo que no estoy trabajando.

— Uuu… ¡que vergüenza, Jose! Trabajas en casa y es tu mujer la que tiene que hacerlo todo.

Jose sonríe incómodo mientras María, dirigiéndose a él, posa sus manos directamente sobre el culo de su hermana, expandiendo la crema, para después continuar hacia sus muslos.

Elena observa la leve sonrisa ladeada del cerdo de su vecino, tumbado boca arriba, con los ojos cerrados pero, a buen seguro, perfectamente atento a lo que ocurre.

— Bueno nena, tú cuando tengas un rato te vienes con nosotras y te ponemos un festín.

El generoso culo de Gloria y sus muslos, masajeados lentamente por su hermana, hacen que Jose no pueda separar la vista por unos segundos.

— Eh, que Adrián dice que él no hace nada, no os metáis conmigo.

Elena, atenta, ve la sonrisa de Adrián y cómo, por toda respuesta, niega con la cabeza, sin abrir los ojos, hasta que María interviene.

— Este se cree que la lavadora es un monstruo y hay que protegerle. Termina de trabajar y se sienta en el sofá a que las señoras atiendan su polla. Menos mal que vienen a limpiar.

Y diciendo esto, mete la mano entre los muslos de su hermana, llegando con claridad a su coño y sacándole una risita nerviosa.

“Esto no es normal, joder”, piensa Jose.

María se gira levemente en el borde de la tumbona, echa más crema en sus manos y se la unta en los brazos. El líquido gotea levemente, cayendo un poco sobre las tetas cuando pasa por sus hombros. Después, toca directamente sus pechos, cubriendo de nuevo el pezón tras pasar la mano, primero una, luego la otra.

Elena mira a su marido mientras María se tumba y Gloria se levanta, cogiendo ella la crema para calentarla y dirigiéndose directamente a los muslos de su hermana. Jose desvía la cabeza hacia las niñas y su esposa suelta una risita burlona ante un gesto nervioso que entiende perfectamente. Gloria está untando la barriga de María y sus muslos, acariciando los labios del coño de su hermana a cada pasada y sacándole suspiros, hasta que resopla fuerte y le da un manotazo suave en la mano diciendo “Para, guarra, que soy tu hermana”.

Elena abre un libro, intentando abstraerse y pensando que quizá, sin su atención, el juego de las vecinas disminuya de intensidad. Está claro que les gusta el espectáculo también fuera de la webcam. Vuelve a preguntarse, como tantas veces, si realmente tendrán una relación incestuosa o son simplemente guarras que disfrutan de calentar a su marido.

Unos minutos después, María está en el agua, a veces continuando la exhibición y a veces charlando inocentemente con Sofía y Lucía, las niñas. Elena saca los ojos del libro por momentos, observando los avances de su marido, que se vuelve especialmente atento a las niñas en cuanto estas empiezan a jugar al pilla pilla en el agua con María.

La algarabía aumenta y Elena apoya el libro sobre sus tetas para observar. Y comprueba que el juego continúa. Su marido, el imbécil, está observando justo cuando un movimiento de la refriega hace que los mínimos triángulos del bikini de María se salgan de su posición, mostrando las tetas mojadas y saltarinas a Jose con toda la intención.

Elena empieza a resoplar cuando, en las tumbonas, observa un movimiento. Gloria y su culo surcado por un hilo está tumbada de costado en la tumbona de su cuñado, inclinada sobre él, con la cabeza pegada a su barriga y el brazo sobre su bañador. Jose está muy ocupado babeando a la vecina que juega a exhibirse con la excusa de juegos infantiles, y no se da cuenta de lo que pasa a su espalda.

Gloria mete una mano bajo el bañador negro de Adrián y la polla de Adrián salta dentro del bañador. Elena lleva sus ojos hasta comprobar que las niñas no pueden verlo desde esa distancia y ángulo.

“Vale, ahora a sobarle los huevos al chulo de putas delante de todo el mundo”

Pero en pocos segundos el bulto crece del todo, Gloria se asoma a la piscina y sonríe, antes de bajar el bañador y engullir el capullo enorme de Adrián, con los ojos cerrados. Sigue tragando hasta encontrarse con el bañador y lo vuelve a bajar, mostrando un camino que a Elena le parece interminable, y recolocando su cabeza para tragar una polla enorme y gorda. El bañador acaba bajo unos huevos gordos que Gloria atrapa con la mano una vez ha engullido el monstruo completo.

Adrián empuja la cabeza de Gloria contra su polla, gruñendo y entreabriendo los ojos para mirar a Elena, que no se da cuenta de que María ha ido andando hasta alcanzar a su marido y, recolocándose los triángulos sobre los pezones, le susurra.

— Si me quieres follar tendrás que hacer algún esfuerzo.



Continuará
 
Degeneración Veraniega de un Matrimonio (3)

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Mientras las sombras se alargan un poco en la piscina comunitaria, Jose está de pie en el borde, mirando a María con ojos como platos. Sigue de espaldas a su mujer, así que no piensa en tapar su erección al escuchar a María provocarle mientras se recoloca los triángulos sobre los pezones.

— Si me quieres follar, tendrás que hacer algún esfuerzo.

A la espalda de María, las hijas de José y Elena chapotean en el agua, soltando grititos agudos en los que José no consigue distinguir palabras. La calle cercana deja algún ruido de fondo de coches, pero son los gritos de sus hijas los que le dan la esperanza de que su esposa no haya escuchado lo que le acaba de decir la vecina.

Trata de mantener la compostura y mira a María de arriba abajo. En particular, a los labios de su coño, perfectamente visibles a ambos lados de la fina tira de perlas que es el tanga de ese bañador pornográfico. María se chupa los labios y José mueve la cabeza para que, desde atrás, su mujer perciba que está ojeando a las niñas más allá del cuerpo de la vecina.

Elena, con las gafas de sol puestas y el libro sobre sus tetas, recostada en la tumbona, no percibe el movimiento. Afina el oído para distinguir el sonido que Gloria, la joven vecina, hace al engullir la polla de su cuñado en las tumbonas cercanas. Es un sonido porcino, mojado y cortante, el de un capullo tocando una garganta con ganas de tragar.

Gloria entreabre los ojos para mirar a Elena y comprobar que les está mirando, mientras Adrián empuja su cabeza contra su polla.

María sí ve a su hermana tragando el nabo de su marido. Sabiendo que Elena está despistada, levanta la mano para acariciar el pecho de Jose mientras continúa andando hasta sobrepasarlo y dirigirse a su mujer.

— ¡Nena! ¿Te ha dado hambre?

Elena sonríe, mira a María acercarse y no repara en su marido, que se gira para mirar cómo se contonean las nalgas de la vecina.

— Qué va, he almorzado. ¿Por qué?
— He pensado traerme aquí cosas para compartir, nada más. Y estás guapísima, que lo sepas.

Acto seguido, se dirige a su tumbona. Elena observa su culo mientras se acerca a su marido y su hermana. La polla de Adrián vuelve a estar dentro del bañador, pero la mano de Gloria está también dentro, moviéndose claramente en sus huevos, entrando a través de la pernera.

— ¡Mira la guarra, siempre enganchada al chupete! —le dice María, con una sonrisa, a su hermana pequeña. Gloria sonríe y se dirige a los vecinos, con la cabeza apoyada en el bulto del pantalón de su cuñado.

— ¿Os importa a vosotros?

Jose no responde, y Elena, maquinalmente, sonríe:

— No te preocupes, las niñas están a lo suyo — Y no sabe por qué ha dicho eso, en lugar de protestar.

El sol trepaba más alto en el cielo, alargando las sombras en la piscina mientras Jose se deleitaba con el espectáculo: las tetas de María rebotando ligeramente con cada movimiento, los pezones endurecidos bajo los triángulos del bikini, y Gloria lamiendo descaradamente el cuello de Adrián. A Elena, tumbada en su hamaca, todo le parecía cada vez más absurdo, una comedia grotesca.

Se levantó de la tumbona, ajustándose las gafas de sol, y llamó a las niñas con voz firme pero cariñosa.

— Venga, chicas, hora de ir a casa. Salid del agua ya.

Las pequeñas protestaron con grititos, chapoteando un último rato antes de obedecer. Elena las envolvió en toallas grandes, secándolas con movimientos eficientes y tratando de concentrarse plenamente en lo que estaba haciendo. “Id directas a casa, que está vuestra tía", les dijo, besándolas en la frente. Mientras tanto, Jose decidió refrescarse. Se zambulló en la piscina con un chapoteo limpio, y bucear un poco bajo el agua fría calmó su erección y su cabeza.

En cuanto las niñas desaparecieron por la puerta de la piscina, Gloria se incorporó de la tumbona con una sonrisa pícara, con el mínimo bikini siempre aparentando estar a punto de reventar, sin poder contener sus formas juveniles. Sin decir palabra, corrió hacia el borde de la piscina y se lanzó de cabeza. Emergió segundos después, sacudiendo la cabeza para salpicar gotas en todas direcciones.

María, viendo que Gloria había soltado la polla de Adrián con un último lametón juguetón, no perdió tiempo. Su mano se deslizó bajo el bañador de su marido, agarrando con firmeza el miembro aún duro, masajeándolo con movimientos lentos y expertos. Al mismo tiempo, giró la cabeza hacia Elena con una sonrisa inocente, como si nada pasara. "¿Y tú, Elena? ¿Tenéis planes para hoy o mañana?" preguntó, con la voz más casual que pudo utilizar, para aumentar el contraste con lo que estaba haciendo su mano.

Elena, a pesar de la sorpresa, aceptó la charla para no parecer grosera.

— Pues nada especial, quizás una siesta o ver una peli con las niñas. — dijo, forzando una risa ligera mientras intentaba ignorar el movimiento sutil bajo el bañador de Adrián. Jose, aún en el agua, se acercó nadando al borde de la piscina y se apoyó en él con los brazos cruzados.

— Pues sí, algo tranquilo que llevo toda la semana montando servidores y estoy reventado. — intervino, con la voz levemente ronca, tratando de unirse a la conversación sin delatar que su mirada se desviaba constantemente hacia el tanga de perlas de María.

Gloria, emergiendo del agua con sigilo, se acercó por detrás a José mientras Elena estaba distraída charlando con María. Pegó sus tetas húmedas y firmes contra la espalda del informático y su aliento rozó la oreja de él al susurrar:

— Si quieres follarte a mi hermana, ven esta noche solo a la piscina.

José tragó saliva con dificultad mientras su polla se endurecía de inmediato bajo el agua. Gloria se apartó con una risita baja y salió de la piscina, chorreando agua mientras volvía a su tumbona.

María, aún con la mano ocupada, miró a Elena con ojos juguetones.

— ¿Te importa si me quito la parte de arriba? El sol está pegando fuerte y quiero broncearme un poco más.

Elena, ruborizándose ligeramente pero queriendo parecer abierta, encogió los hombros.

— Claro, no hay problema, haz lo que quieras — respondió, aunque internamente se preguntaba por qué demonios continuaba hablando siquiera con amabilidad.

María se giró de costado en su tumbona, desatando los lazos del bikini con un movimiento fluido, dejando que sus tetas quedaran expuestas al sol. Mientras continuaban charlando sobre banalidades veraniegas, Elena no pudo evitar notar cómo la cabeza de Gloria subía y bajaba rítmicamente detrás de su hermana, engullendo de nuevo la polla de Adrián. Jose trataba de aparentar normalidad clavando los ojos en las tetas de María.

El sonido porcino de la mamada aumentó, un chapoteo mojado y gutural, cortado por los golpes del capullo de Adrián en la garganta de su cuñada.

— Oummm… ounggg… ggunnggg… ummm…

María miraba de vez en cuando hacia atrás y sonreía. Jose, hipnotizado con sus tetas desnudas, no era capaz de controlar su mirada fija y hambrienta. “Te estás follando con los ojos a la vecina en mi puta cara, eres un cerdo patético y ridículo”, pensó su mujer.

— Ugnng, glugg.. glglgoCc… unggg…

Adrián incorporó levemente el torso con un brazo. Su rostro alterado, en una mueca que parecía de ira, resultó visible para Jose y Elena, mientras que solo la coronilla de la cabeza de Gloria no emergía tras el culo de su hermana María.

— Gocc oglogg…

“Se está corriendo en la boca de su cuñada detrás de su mujer y en nuestra puta cara, el chulo de putas asqueroso”, se dijo Elena.

María guardó silencio mientras apretaba sus muslos con fuerza, escuchando cómo los grititos de su hermana tragando polla se hacían más intensos y cómo Adrián gruñía.

Tanto Jose como Elena vieron, cuando María giró la cabeza hacia abajo en la tumbona y apoyó su frente en la toalla, cómo su coño palpitaba contra las perlas mientras se corría sin tocarse. Vieron el flujo salir por su entrepierna y resbalar por su muslo hasta la tumbona.

— Ufff… —suspiró María. Y, dirigiéndose a Jose y Elena, mientras el “glug” de su hermana tragando no se había detenido del todo, añadió — Gracias por mirarme el coño. Me pone muy cachonda.

Y ni Elena ni Jose fueron capaces de decir nada.




..


La casa está en silencio, las niñas duermen en su cuarto y el aire acondicionado zumba en el salón.

Elena está sentada en el sofá, en pijama, mirando fijamente a una botella de agua vacía en la mesita. José pasa por el salón desde la cocina con las llaves tintineando en la mano.

— Ehm.. voy a correr un rato —dice, con una sonrisa que a Elena le parece un mal trabajo de disimulo.

Elena suspira y levanta las cejas, con los ojos entrecerrados mirando la puerta cerrarse. Sabe a dónde va. María lo está esperando en su casa o en algún sitio. Una zorra espectacular jugando con él como con un playmobil. Cuando está sola, Elena habla a la puerta en voz alta.

— Como no puedes ir directamente a su puerta, porque se ve desde aquí, tendrás que entrar por el garaje, que encima es común, pero es menos probable que yo salga y te vea. Si es que eres tonto, coño.

Se levanta, cierra los ojos y respira hondo. Gira hacia las escaleras y se dirige al piso superior, al baño de su dormitorio, hablando en un tono más bajo para que sus hijas no la escuchen desde sus habitaciones.

— Además, ni siquiera te la vas a follar tú, te va a follar ella. O igual te folla hasta el marido.

Llega a su dormitorio y mira por la ventana.

— Porque con la distancia que hay entre el chulo de putas y tú, le tienes que parecer prácticamente una mujer más. Pringao.

Elena entra al baño, se quita el pijama y se mira al espejo.

— Me sobran lo menos 10 kilos, pero por lo menos… hay buena parte en las tetas.

Entra en la ducha, abre el agua caliente y se recrea en la temperatura y el vapor a su alrededor. Levanta la cabeza para que el chorro le dé la boca y en el pecho, intentando sentir cómo se desliza por sus curvas hasta su coño.

Y ahí, a su coño, bajan sus manos cuando se apoya en la pared. Los dedos se abren paso entre los labios mojados y se permite hablar más alto que antes, protegida por dos paredes, dos puerta y el sonido del agua.

— Puto cabrón… zorra… me está poniendo los cuernos con dos putas…

El cuerpo le arde y empieza a meterse los dedos rápidamente. Se hace daño cuando la palma le golpea el clítoris. En su cabeza aparece María corriéndose para que la vean, con el sonido de fondo de la garganta de la puta de su hermana comiéndole la polla a su marido. La polla gorda de un cerdo chulo de putas y un asqueroso, gruñendo y sujetándole la cabeza a la pobre chiquilla, que es prácticamente una niña. Le sujetaba la cabeza con las dos manos y ella gruñía tragando leche.

Se ve a si misma en la piscina, con el agua hasta la cintura y el sol del atardecer tiñendo el agua. Adrián la agarra por el pelo, se da la vuelta y, sin mirarla, la saca del agua a tirones, con el cuerpo chorreando agua, las tetas temblándole al salir, los pezones endurecidos por el frío y chilla para pedir que la deje. Pero no le hace caso, la arrastra hasta la tumbona y se sienta, tirando de su cabeza como si fuese un bolso, y Elena cae de rodillas. Se saca la polla y le suelta el pelo para meterle los dos pulgares en la boca y abrírsela, dirigiendo él su cabeza hasta su capullo como si fuese un cojín o un melón con un agujero para meterla. El sabor salado se le pega en la lengua mientras él le clava los dedos en la nuca y le abre la boca con las manos. La polla entra en su garganta y no puede gritar, sólo suena como la puta de la niñata, Gloria, como una cerda tragando, ounggg, ouññggg, gluñgj…

Ella gime, sus manos se crispan en el aire, el cuerpo le tiembla mientras se levanta, la empuja contra la tumbona y se baja los pantalones del todo para cogerla de la nuca y la coronilla. Y le empuja la polla en la garganta mientras las babas caen por sus tetas gordas hasta su coño Empuja y empuja, gruñendo, con el labio superior levantado contra la nariz, como si la odiase y la quisiera matar a pollazos.

Mientras esas imágenes la invaden, Elena se masturba violentamente, pero en silencio, azotándose las tetas y la cara con una mano. Coge el teléfono de la ducha y se lo lleva a la boca. Después al coño. Y entonces vuelve a hablar en voz alta.

— Traga puta, traga… puta asquerosa.. gorda puta cornuda…

Repite en voz alta, cada vez a más volumen y entre gemidos, lo que Adrián le dice en su cabeza mientras la empuja contra el borde de la piscina a pollazos.

— Traga, puta, puta, puta maltratada cornuda gorda puta, traga…

Se atraganta, la saliva le chorrea hasta el suelo, hasta que Adrián la tumba boca abajo en la piscina, el vientre en el borde, las tetas colgando contra el agua. La agarra del pelo y estira de su cabeza hacia atrás mientras le arranca las bragas mojadas de baba.

El suelo le araña las rodillas mientras él le mete la polla por el culo de un golpe. El dolor es inmenso.

— Calla gorda puta, cornuda de mierda…

Elena se lleva el teléfono de la ducha a la cara mientras se azota el coño, y en su cabeza, Adrián le rompe el culo mientras, para callar sus gritos, le mete la cabeza en el agua. Ella chilla de dolor vaciando sus pulmones mientras se corre.


Continuará.
 
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