Mi hermana quiere vivir con nosotros (2 y 3)
2
Hora y media después, Gloria salió a la terraza. La terraza estaba lista, perfecta. Jamón cortado tan fino que se veía a través, apilado como obra de arte y algo de queso. El vino blanco estaba helado en una cubitera, el hielo crujiendo y goteando bajo el sol. Las tumbonas apuntaban al mar, plano como un cristal azul. La brisa pegaba en la piel. María había preparado el momento para que Gloria se soltase. Iba a arrancarle la máscara a lo bestia.
María se tiró en su tumbona, el bikini negro apretándole las tetas hasta que la tela parecía a punto de reventar. Los pezones se le marcaban, duros bajo el tejido, y el sol le calentaba las piernas abiertas. Gloria salió de atrás, con ese bikini que no conseguía taparle nada. El cuerpo de su hermanita no era tan bello como el de María, pero sí era puro morbo: tetas gordas empujando la tela, pezones asomando como balas; culo redondo, piel brillante y casi tan clara como la de María. Una cara preciosa, y rubia, para más contraste.
Se dejó caer en la otra tumbona, cruzó las piernas lento, y el sol le dio en la cara, sacándole destellos al pelo revuelto. María agarró su copa de vino y dio un trago corto, mirándola por encima del borde con ojos de loba. Te voy a abrir en canal, zorrita.
— Sé lo que quieres, hermanita — soltó María, estampando la copa en la mesita con un golpe seco —. Lo he sabido siempre. Te he visto crecer y cambiar, empezar a pasearte por casa como una guarra, y, desde que conociste a Adrián, restregándote y exhibiéndote ya como declaración de guerra. Parece que no te enteras, pero sí que lo pillas, ¿eh? Sabes cómo lo pones. Y a mí.
Gloria la miró, con esos ojos grandes de niña, que hace tiempo María había descifrado. Frunció el ceño, pero la boca tenía una sonrisa detrás que María veía perfectamente.
— No sé de qué vas, tía — escupió, cortante, y giró la cara al mar. Sus dedos apretaron la tumbona hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Mientes fatal, pequeña, pensó María, con una risita interna.
— No hace falta que me engañes —siguió María, echándose hacia ella hasta que su sombra le cayó encima—. Todo eso que te parece sucio y te da vergüenza… Yo también lo tengo, hermanita. Me enseñó a sacarlo Adrián. He tenido pensamientos sucios desde que dejaste levemente de ser una mocosa. Desde que te crecieron ese par de bugas. Y anoche los hice un poco reales.
Gloria abrió los ojos un poco más, con el rechazo tambaleándose. Su respiración se aceleró, y sus tetas subían y bajaban bajo el bikini. Se quedó muda, con la mandíbula apretada. Intentaba mantener una expresión dura, pero ahora la sonrisa le tiraba de las comisuras de los labios y los ojos se le entrecerraban. María cogió un trozo de queso y se lo echó a la boca. Bebió un trago largo de vino.
— Mira, te lo cuento como debe ser, porque ya no eres una cría —dijo María, bajando la voz a un gruñido sucio—. Cogí tu tanga del baño. Estaba húmedo, tibio de tu coño, con un olor a sudor y flujo que me puso burra. Se lo restregué a Adrián en la cara, le hice olerte como un perro en celo. “¿Te gusta cómo huele tu cuñada, cerdo?”, le solté, mientras le bajaba el calzón y le envolvía la polla con él. Se corrió como un cabrón, a chorros, empapándolo hasta que me goteaba por los dedos. Y después, cuando él roncaba, lo chupé, me lo pegué a la nariz y me hice una paja mirándote dormir. Ahí estabas, en la cama de al lado, con la mano metida entre las piernas, dormida después de frotarte como una zorra pensando que no me iba a dar cuenta.
— ¿Pero qué dices? - Protestó Gloria.
— Que te metiste la mano entre las piernas y te hiciste una paja cuando aún estábamos viendo la serie. Pensabas que no me iba a dar cuenta. Y si no te la hubieras hecho por el hecho de estar ahí con nosotros… Te hubieras ido al baño.
— No es verdad… - Dijo, pero hablaba como para dentro. — ¡Para ya, tía! —saltó, roja como un tomate, incorporándose. Se cruzó de brazos, tapándose las tetas como si eso la fuera a salvar—. ¿Qué coño te pasa?
— ¡Ha! — María soltó una risa corta, afilada, que rebotó en la terraza. El mar zumbaba atrás, pero María notaba la respiración de Gloria, rápida, jadeante. María se acercó más, apoyando un codo en la tumbona, tan cerca que el calor de su piel rozó la de Gloria. No te escapas, guarra.
— No nos escondemos más —dijo María, la voz dura como un latigazo—. Ya eres una guarrilla mayor. Te quiero, pero además te quiero follar. Tengo la cabeza tan sucia como tú. Pero de verdad.
— No. —dijo Gloria, pero la voz le tembló, delatándola. Se pasó una mano por el pelo, enredando los dedos, y se lo atusó. Miró el mar como si pudiera saltar y huir. No puedo decirlo, no puedo, pensó, atrapada en su cabeza. Pero sus pezones se marcaron bajo el bikini, duros como piedras, y María sonrió, oliendo la sangre.
— No me mientas, zorra —susurró María, casi pegándole la boca al oído—. Te he pillado. Cómo miras a Adrián cuando crees que no me entero. Cómo te acercas a él enseñando las tetas y moviéndolas mientras le cuentas tus historietas hasta que ves que se empalma. Lo quieres. Y yo quiero que lo tengas. Anoche, mirándote dormir con la mano en el coño, me dije que ya estaba bien del bailecito de máscaras.
Silencio. El vino brillaba en la copa de María, el sol pegándole en las piernas sudadas. Gloria suspiró, largo, hondo, y se echó atrás en la tumbona. Las manos se le fueron a la cabeza, enredándose en el pelo, y su cuerpo se estiró, ofreciéndose sin querer. El bikini se le subió, dejando ver la curva baja de esas tetas que María quería arrancarle a mordiscos.
— Joder, te follaría aquí mismo, puta.
Y se hizo el silencio por más de un minuto.
— Y entonces… ¿Ahora qué? —dijo Gloria, — dejándose caer del todo, desplomada - uff… - con un suspiro que mezclaba cabreo y alivio. — Yo no hablo de estas cosas, hermana. Nunca hablo. — Sus ojos se clavaron en María, entreabiertos, con derrota y un hambre que ya no escondía. Se había rendido.
María arrastró su tumbona hasta pegarla a la de Gloria. La madera rascó el suelo como un gruñido seco. Se sentó más cerca, tan cerca que olió la crema solar de Gloria y el sudor salado en su cuello. Sonrió, enseñando los dientes, los ojos brillando de puro vicio.
— Ahora te cuento la oferta. Lo que te vamos a hacer esta noche.
Ya estaban tan pegadas que María sentía el calor saliendo de su piel sudada. El mar brillaba como un espejo, pero María sólo veía las tetas gordas apenas sujetas por el bikini, el triángulo de su coño perfectamente dibujado por el tanga mínimo. Alargó la mano y le tocó la cabeza. Subió la mano por su pelo, enredando los dedos en su melena. “Te voy a moldear como una zorra obediente, pequeña”, pensó, enseñando los dientes en una sonrisa sucia. Su voz salió dura, como un latigazo.
— Si quieres venirte a vivir con nosotros, ya sabes cómo vas a ganarte el sitio. Y si piensas “¿tengo que hacer no sé qué?” La respuesta es siempre sí. Porque tendrás que hacer todo.
— Y todo es… - digo Gloria, con los ojos entrecerrados y los labios entreabiertos.
— Es todo por definición. Es todo lo que queramos, siempre.
Gloria enmudeció. Echó el aire, como si esas palabras, más duras que las anteriores, de repente la aliviasen. Exactamente el momento que María sabía que llegaría. Muy parecido al que ella vivió con Adrián unos años antes.
— Esta noche empieza el juego, pequeña. Vas a pagar tu estancia con ese culo y esa boca y ese coño, sin rechistar. —Bajó la mano por el cuello de Gloria, rascándole la piel caliente con las uñas—. Adrián te va a usar cuando le salga de los huevos. Te va a reventar esa boquita hasta que te tragues toda su leche siempre que él quiera. Y yo… buff… Ya lo creas que también te voy a follar. Donde me dé la gana. Cuando me dé la gana.
Gloria no dijo nada. La miraba a los ojos fijamente, escuchándola. Sus pezones se pusieron duros como piedras bajo el bikini, marcándose como balas rosadas, y su respiración se aceleró casi a un jadeo corto y nervioso. Ya te tengo, guarra, pensó María. Y siguió hablando, con la voz más grave a medida que se ponía más cachonda y tenía a su amada presa más entregada. Los dedos de María bajaron por la espalda de su hermana pequeña hasta el borde del bikini.
— Si lo has pensado muchas veces… Anoche seguro que te masturbabas pensando que Adrián te cogía sin avisar allí como estabas, y te partía como a una puta barata.
Gloria tragó saliva, fuerte. Sus manos temblaron en la tumbona, y sus muslos se apretaron como si quisiera cerrar el grifo. Pero al final lo soltó, bajito, casi roto.
— S-sí… Más o menos… — Y sonrió levemente.
María soltó una risa seca, cortante. Su mano apretó su cadera y se coló bajo el culo de Gloria, agarró la carne firme y la apretó hasta sacarle un gemido. Gloria levantó el culo para facilitarle que la tocase.
— Claro que sí, zorra —susurró María, pegándose más—. Te miraba mientras Adrián se corría en ese tanga, empapándolo de leche hasta que goteaba. Y yo después, oliéndote, chupándolo como un caramelo, pensando en cómo te abriría las piernas para él.
— Mfffhhhh… - Suspiró Gloria.
Te va a coger por casa, Gloria. Te agarrará del pelo. Te estampará contra la mesa, el sofá, lo que pille. Te vaciará los huevos en la boca hasta que te ahogues.
Gloria dejó escapar un gemido, bajito, casi un lloriqueo. Sus manos temblaron más, y sus muslos se abrieron un poco, dejando hueco. Joder, cómo te calientas, puta, pensó María. Clavó las uñas en el culo de Gloria, y ella levantó las caderas otra vez, callada pero abierta. María siguió, la voz ronca, cargada de vicio.
Y este culo… —Apretó más, rodeando por debajo hasta bikini, rozarle la raja del coño - Adrián te lo va a reventar. Plap, plap, plap. - apretaba su culo, rozando sus labios vaginales con los dedos, cada vez que hacía “plap”. Te lo va a romper aunque chilles. O hasta que chilles. Y si eres una buena perra, ese coño también se llevará lo suyo. Te lo va a regar a pollazos, hermanita, hasta que no puedas ni arrastrarte.
Gloria gimió más fuerte, un "ahh" que se le escapó sin querer. Giró el cuerpo hacia María, el coño casi apuntándole, los ojos brillando. María retiró la mano de su culo y se acercó hasta que su boca rozó la de Gloria, disfrutando de oler su aliento. Eres mía, cerda, pensó. Agarró la cara de Gloria con la otra mano y la besó, metiéndole la lengua como si quisiera follársela por dentro. Gloria abrió la boca, respondió, y sus lenguas se enredaron. Chup, chup, glop...
María bajó la mano al pecho de Gloria, enganchó el bikini y tiró de él. Crac. La tela se rompió, y las tetas de Gloria saltaron libres, pesadas, los pezones duros como si pidieran guerra. María las miró, relamiéndose, y su mano bajó al coño por encima del bikini, frotando la raja empapada con los dedos. Gloria arqueó la espalda, gimiendo contra la boca de María, la lengua todavía dentro.
Asssí… —susurró María, rompiendo el beso, la voz temblando de ganas—. ¿Ves como lo quieres, zorra?
S-sí… —gimió Gloria, asintiendo, la cabeza echada atrás, las manos apretando la tumbona como si fuera a partirla.
Y le restriegas las tetas a mi marido porque quieres que te folle como a una perra —siguió María, frotándole la almeja más rápido, los dedos resbalando—. Que te machaque el conejo hasta preñarte.
Buff… Joder… sí… —repitió Gloria, la voz quebrándose, suplicante.
María metió un dedo por el borde del bikini, rozándole el clítoris, y Gloria tembló como si le hubieran dado corriente. Los dedos chapoteaban en la humedad, un sonido húmedo y cerdo. María apartó su propio bikini con la otra mano, sacó una teta y se la ofreció. Gloria se lanzó, lamiendo el pezón y mamando como una ternera. Joder, qué puta más fácil eres, pensó María. Te ha costado menos que a mí, guarra. Siguió masturbándola, metiendo dos dedos hasta los nudillos.
Te follará hasta preñarte mientras me comes el coño, hermanita - dijo María, gruñendo —. Me voy a correr en tu cara de zorra golfa mientras él te revienta el útero a pollazos.
MMMMMmmmm… - gimió Gloria, chupando más fuerte, la baba chorreándole por la barbilla hasta el pecho. Su coño apretó los dedos de María, temblando, al borde de reventar.
Esta noche, el jacuzzi, puta… - le susurró María al oído, dándole un último apretón en la almeja - Si sales por la puerta cuando estemos ahí, eres nuestra…
Gloria chupaba la teta de María como si quisiera arrancársela con la boca. Los labios calientes, húmedos, succionaban fuerte, y la baba le chorreaba por la barbilla, goteando sobre sus propias tetas desnudas. La mano de María seguía entre las piernas de Gloria, dos dedos metidos bajo el bikini, hundiéndose en esa almeja empapada que palpitaba como un corazón. Plaf, plaf, plaf. Los chapoteos sonaban en la terraza, húmedos y sucios, y Gloria temblaba, arqueando el culo para que María entrara más hondo. Mi hermanita golfa, cómo te abres, pensó María. Frotó más rápido, clavándole las uñas en el muslo con la otra mano hasta dejar marcas rojas.
Adrián te va a follar la boca hasta ahogarte, zorra —soltó María, metiendo un tercer dedo, estirándole el coño—. GLOP, GLOP, GLOP. Te la va a meter tan hondo que te va a salir la leche por la nariz. Y este culo… — Le dio un cachete fuerte, plap! — Te lo va a reventar hasta que chilles.
MMmglobmmfff.. —gimió Gloria, la boca llena de la teta de María, chupando y lamiendo. Sus tetas libres rebotaban con cada movimiento, los pezones duros como piedras, y su coño apretando los dedos de María, chorreando por la muñeca hasta mojar la tumbona. Levantó las caderas, ofreciéndose como una puta en celo. María siguió, la voz temblando de vicio.
Y el coño, Gloria… —Aceleró, metiendo y sacando, chof, chof.— Te lo va a regar... Plap, plap, plap... Te preñará mientras me comes el conejo, mientras me corro en tu cara de putísima zorra golfa calientapollas.
AAAAAHHH —gritó Gloria, soltando la teta un segundo, los ojos en blanco y la boca abierta. Volvió a chupar, más fuerte, clavándole las uñas en las caderas a María hasta hacerle daño. Su coño se cerró como una trampa, temblando como si fuera a partirse. Joder, te estás corriendo, guarra, pensó María. Siguió frotando, sacándole todo.
S-sí… soy… —gimió Gloria entre chupadas, suplicante. Su lengua lamía el pezón de María como si quisiera sacarle leche. Se retorció, el cuerpo temblándole entero, y el chorro caliente mojó la mano de María, goteando hasta formar un charco en la tumbona. María sacó los dedos, empapados, y se los restregó por la cara a su hermana, embadurnándole los labios con su propia corrida.
Así, hermanita —dijo María, la voz ronca de triunfo—. Para recibir la polla de mi macho tienes que ser mía también. ¿Eres?
S-sí… soy… —repitió Gloria, jadeando, la cabeza echada atrás y los ojos vidriosos. Sus tetas subían y bajaban, brillantes de sudor y baba, el bikini arrancado colgando como un trapo. En la palma de la mano, pensó María.
María se apartó, dejando a Gloria tirada en la tumbona como una muñeca rota.
Recuerda. Si sales al jacuzzi esta noche —dijo María, clavándole los ojos—, has firmado el acuerdo. A partir de ahí eres una muñeca hinchable. Para follarte la boca, el culo, el coño y las orejas si queremos. Para usarte.
Gloria no largó nada. Solo jadeó, el pelo pegado a la cara, las manos flojas a los lados. Sus tetas temblaban con cada aliento, el bikini roto riéndose de ella. María soltó una risa baja, burlona, y miró el mar otra vez. Plano, azul, sin un carajo de interés. Gloria seguía ahí, hecha mierda, y María sonrió, enseñando los dientes. Te vamos a reventar, puta. Apuró el vino y dejó la copa vacía en la mesita, el cristal sonando seco.
María se puso de pie sobre la tumbona, la sombra cayendo sobre Gloria. El triunfo le quemaba el pecho, el coño palpitándole bajo el bikini como un tambor.
Pues mira golfa… Por resistirte, he decidido que tienes que ganarte el derecho a firmar el contrato —soltó María, la voz dura como un clavo. Se agachó, pellizcó un pezón de Gloria y lo retorció fuerte, sacándole un gemido medio ahogado, "ahh". La baba le brillaba en la boca abierta, y María metió dos dedos dentro de esa boca, removiéndolos, y le agarró fuerte de la lengua - Demuéstrame que esa boca se merece que la polla de Adrián la viole. Empieza a comer ahora mismo, zorra.
María levantó una pierna sobre ella como si fuera a pegar una patada al otro lado, y se dejó caer hasta plantar los pies a ambos lados de la tumbona, como un luchador de sumo al colocarse. El coño de María quedó a pocos centímetros de la cara de su hermana, sin dejarle ver nada más. Se apartó el tanga con un dedo, dejando el coño al aire, empapado y rojo, y agarró a Gloria de la cabeza con las dos manos. La arrastró hacia sí, y Gloria, obediente como una perra amaestrada, se lanzó con hambre. Su lengua pegó en el clítoris de María, chupándolo con ansia, lamiendo la raja de arriba abajo, enterrándose hasta el fondo. Chup, chup, glog... Los sonidos subieron, húmedos y cerdos, como música para su hermana. María le restregó el coño por la cara, aplastándoselo contra la nariz, el culo rozándole la barbilla, empujándola contra la tumbona. Gloria succionó, lamió como loca, metiendo la lengua hasta donde llegaba.
Bebe, puta —gruñó María, los espasmos subiéndole por las piernas—. Bebeeeehhh…
María se corrió a lo bestia, chorros gordos directo en la boca de Gloria. Splassh, splassh... Gloria bebió, tragó, y siguió bebiendo, la cara y el pelo empapándose, glub, glub…
Con un empujón en la frente, Gloria cayó atrás, jadeando, el pelo pegado, los ojos vidriosos. María se quedó de pie, temblando, victoriosa. Seguro que sale al jacuzzi.
3
Es noche cerrada, y el jacuzzi burbujea en la terraza superior, un rincón de vapor y luces en en lo alto del tercer piso. Adrián está dentro, hundido hasta el pecho, el agua caliente lamiéndole la piel, y las luces led del jacuzzi le pintan el torso de rojo, azul, verde... como si fuera un chulo de putas. Que rico cuando lo veo ahí. Está cachondo, lo sé.
Estoy aún dentro, mirándolo, delante de la puerta corredera del "Ático" por la que debería salir también mi hermana dentro de un rato. Fuera, el vapor sube y se mezcla con el aire fresco de marzo. Desde aquí se ven los edificios de enfrente, diez o quince ventanas que guardan varios ojos regularmente curiosos. La gran estancia en la que estoy brilla con sus luces de colores, un monoespacio en la tercera altura con varios espacios hechos a base de muebles, pero ninguna pared. El despacho doble al fondo, con su larga mesa de dispositivos; la zona intermedia del sofá, con una mesa de trabajo, una tele y la camilla de masaje que usamos poco para masajes; y la zona con cama de matrimonio y una pantalla del tamaño de un puto cine.
Hay un frigo pequeño, muebles móviles para cosas de picar. Un loft en lo alto de la casa, un escenario versátil para el entretenimiento de cerdos como nosotros.
La puerta chirría, y salgo, completamente desnuda como siempre, con una copa de vino blanco helado en la mano. El cristal está empañado, y mis dedos resbalan un poco al sujetarlo. Me meto al jacuzzi despacio y el agua me abraza las piernas, subiendo por los muslos hasta cubrirme el coño. Rozo a Adrián al sentarme a su lado, mi cadera contra la suya, y le rodeo con el brazo. Él me mira, sus ojos brillan con las luces y su polla ya tiembla bajo el agua como un perro oliendo carne. Doy un trago al vino y sonrío. Creo que esta noche va a ser interesante.
El agua del jacuzzi me lame el coño, burbujeante, y Adrián está pegado a mí, su pierna rozándome y la polla medio dura apuntando arriba como un animal inquieto. Las luces led nos pintan a los dos ahora, rojo, azul, verde... y el vapor sube enredándose en la noche fría de marzo. Doy un trago al vino; el frío me araña la garganta y miro a Adrián, que tiene los ojos entrecerrados, puestos en el cielo y saltando de constelación en constelación. Rompo el silencio, la voz baja y sucia.
—¿Crees que saldrá la zorrita, amor? —pregunto, salpicándole agua con los dedos.
Él ríe, una risita grave que vibra en el agua incluso sobre el leve burbujeo, y se pasa una mano por el pelo empapado.
—Joder… después de lo de esta tarde, si no sale, es más pava de lo que parecía.
Me río, fuerte, y escucho el eco en la terraza. — La muy puta se corrió como cerda amorrada a mis tetas — Apoyo la copa en el borde del jacuzzi, el cristal tintinea y me giro hacia él con las tetas medio flotando en el agua. — Lo del tanga estuvo guay, ¿eh? Que chorrazos soltabas.
Adrián gruñe, un sonido profundo, y su mano baja al agua, rascándose los huevos como si el recuerdo le quemara. —Muy burro me puse, sí. Joder, es que todo el día rebotando las tetas, y tú aprovechando la recalentada… - rebufó y paró unos segundos -... Si sale la reviento.
Me muerdo el labio, el coño me late bajo el agua solo de imaginarlo. —Sí, amor... reviéntala —susurro—. Si sale es tuya, no preguntes... Pártele el culo mientras me corro en su boca otra vez... —Hago una pausa, mirándolo fijo—. ¿Qué le harías primero?
Él se lame los labios y los ojos le brillan como brasas al oir eso. Suelta un suspiro largo. —No sé si probarle la garganta o abrirle el culo, preciosa... Ese ojete virgen que dices, me llama romperlo. —Se ríe, sucio—. Aunque igual no sale. Pero casi que me da igual, yo estoy agusto aquí, en infusión.
Me echo hacia atrás, el agua me cubre hasta el cuello, y miro las luces del Ático detrás, moviéndose de color como un club de putas.
—Si no sale, esta noche te pajeas en su culo y que se levante mojada de leche... Pero yo creo que sí que sale. Quiere rabo ya.
No hay prisa en nuestras voces, solo un morbo calmado, como si estuviéramos hablando del tiempo. El agua burbujea, el vino se calienta en la copa, y los dos nos hundimos un poco más en el agua.
Adrián se recuesta y respira como si Gloria ya no fuera a salir. No aguanto más. Meto la mano bajo el agua, directa, agarro su polla, ya medio dura, palpitando contra mis dedos. Él gruñe bajito, un sonido que me sube por la espalda, y su mano se cuela entre mis piernas. Me soba el coño, los dedos resbalando en la humedad que no es solo del agua. Puta zorra, no sale, pero me la sigo follando en la cabeza.
Las luces led nos pintan, ahora rojo en su pecho y azul en mi cara; y el agua chapotea leve, un plop, plop suave mientras lo pajeo despacio, la piel del rabo deslizándose en mi mano. —Imagínatela aquí, amor... —susurro, la voz ronca, pegándome a su oído—. Su boquita de puta chupándote los huevos mientras yo le meto la lengua por el culo. —Él gime, más fuerte, y me clava un dedo en la raja, entrando con facilidad.
—Joder, nena… —dice, entre dientes, y su otra mano sube a mi teta, agarrándola con fuerza—. La reviento por la boca primero. Le lleno la garganta hasta que se ahogue...
Me río, un sonido corto y sucio, y aprieto más su polla, subiendo y bajando. - Destrózala... lo quiero ver... - Mi coño se aprieta en su dedo, y él mete otro, abriéndome, mientras yo le machaco el rabo un poco más rápido. El vapor nos envuelve, el jacuzzi burbujea como si supiera lo que viene, y estamos de espaldas a la puerta, tan metidos en esto que ni la estamos esperando. Las luces del Ático parpadean detrás, y el calor me sube por el pecho, por la cara. —Fóllatela ya en tu cabeza, cariño. —susurro, jadeando—. Rómpela mientras me corro.
Él gruñe otra vez, y su polla salta en mi mano. Estamos bastante verracos.
De repente, un chirrido corta el aire, agudo, desde la puerta del Ático.
Aprieto la polla de Adrián, fuerte, los dedos clavándose en la carne, y sonrío. Una sonrisa sucia que me estira la boca. Él me mira y sonríe también. Sus ojos parecen los de un lobo. Ahí está, a nuestra espalda, con la mano en la puerta corredera de cristal. Va a salir.
Nos quedamos quietos, el agua chapoteando leve, mis dedos todavía en su rabo y los de él dentro de mí, y esperamos. El corazón latiéndome en el coño. Nada. Silencio.
Pero no hay duda sobre el sonido. Sabemos que ahí está ella, en la puerta. Si no estuviese preparada no hubiera cogido la puerta. Así que está desnuda, iluminada por las luces del Ático que parpadean detrás.
Giro la cabeza. Ahí está, dibujada por las luces. Adrián también mira. Al vernos, sigue empujando la puerta. Y ahí está. Desnuda. Su cuerpazo de vixen, con esas tetas gordas que siempre va enseñando a medias pero ahora al natural; gordas, pesadas, con los pezones duros como balas rosadas. Miro el coño depilado, una raja fina que apenas se ve entre las piernas unidas al andar. Pero lo que veo se mueve, restregado entre esos muslos riquísimos que unas horas antes he empapado. Las luces la bañan, rojo, azul, verde... y parece una puta de película porno setentera.
—Hola —dice, la voz tímida, un susurro que casi se pierde en el burbujeo.
—Hola, preciosa —respondo, la voz baja, caliente, mirándole el coño sin disimulo.
Adrián no dice nada. Le clava los ojos entrecerrados, concentrados, con la boca cerrada hecha una línea, como un depredador oliendo la presa y listo para saltar. Es su polla la que salta en mi mano. Y yo la aprieto más, joder... qué rica está mi puta hermana y que polla más rica tengo en la mano.
Gloria se queda ahí, quieta, mirando alternativamente entre el jacuzzi y las ventanas de enfrente. Diez o quince ventanas nos miran como ojos abiertos en la noche, y nosotros iluminados, un espectáculo guarro en medio de la terraza. Sé que algunos miran, acostumbrados a los espectáculos de los vecinos en el jacuzzi. Maridos a escondidas, sobre todo, haciéndose los despistados por casa y esperando que sus mujeres no se hayan dado cuenta de que el espectáculo de los degenerados de enfrente está activo. También hay una vecinita, de la que ya os hablaré. Y un chavalín, un vecino jovencito.
Gloria duda, los dedos temblándole en los muslos. Luego da un paso y se acerca, cerrando la puerta tras de sí. Se para delante del jacuzzi con el cuerpo entero a la vista, las tetas temblando levemente, subiendo y bajando con la respiración afectada por la excitación y el frío, los pezones endurecidos, también en parte por el aire fresco. El coño depilado brillando bajo las luces.
Ya eres nuestra, zorrita.
Sonrío más, y Adrián gruñe bajito. Mi marido es bastante neandertal, y gruñe. Ese gruñido me hace latir hasta el culo.
Miro esa raja fina, los labios delgaditos cerrados, y se me hace la boca agua. —Entra —le digo con la voz ronca, señalando el agua con la barbilla y los ojos.
Ella levanta la pierna lentamente, apoyándose con una mano en el borde, y su coño se abre un poco; los labios separándose, rosados, húmedos, perfectos bajo las luces y dejándome ver su raja. Casi me tiro a chupársela sin dejarla bajar la pierna sobre el agua. El agua burbujea cuando entra, caliente, subiéndole por las pantorrillas, y yo me echo hacia atrás. —Deja que te veamos bien, de pie — le ordeno, y mi mano sigue en la polla de Adrián, dura como un bate bajo el agua.
Gloria obedece, se queda tiesa, el agua lamiéndole justo por debajo del coño. Coge agua con las manos y se las pasa por el vientre, por los muslos, tímida pero siguiendo su impulso exhibicionista, los dedos temblándole contra la piel. Adrián gruñe, bajo, y dice. —El culo. Gírate.
Ella se gira, lento, mirándome a los ojos mientras lo hace, y su culazo redondo queda frente a Adrián. La rodeo para ponerme delante de su coño y ver sus tetas desde abajo. Y también para ver su cara cuando Adrián haga lo que quiera hacer.
Él le agarra las nalgas con las dos manos, las abre fuerte, la carne cediendo bajo sus dedos, y el agua le roza la base del coño. Adrián tiene su ojete a la vista, pequeño, rosado, apretado. —Este ojete parece virgen —dice, con la voz aún más grave; y le pega un lametón lento, la lengua resbalando por el asterisco, húmeda, caliente. Veo cómo su cabeza se hunde en su culo, y veo la cara de ella reaccionar al lametón. Las manos sin saber dónde ponerlas, los ojos abiertos de par en par. No dice nada. Adrián la azota, de repente. Su boca se abre.
— ¿Es virgen? - Pregunta Adrián, imperativo.
Gloria asiente, la cabeza gacha, y yo la miro fijo desde abajo. —¡Habla! —le suelto—. Le gusta oírlo.
—S-sí… —balbucea, la voz temblándole—. Es… Es virgen.
—¿El qué? — Le insisto.
—Mi ojete.
—Muy bien, preciosa. Mejor. —Le digo, sonriéndole lo más dulcemente que puedo en ese momento.
Adrián sonríe, los dientes brillando bajo las luces. —Pues va a dejar de serlo —dice, y le pega otro lametón, más largo, la lengua subiendo desde el perineo hasta el culo. Ella tiembla, las piernas flojas, y yo me muerdo el labio. Puta zorra, te vamos a reventar.
Él se levanta de golpe salpicando el agua alrededor y la coge del hombro, girándola hacia él como si fuera una muñeca. La sostiene. La mira de arriba abajo, las grandes tetas subiendo y bajando con su respiración rápida, los pezones duros apuntándole. —Buenas bufas —suelta, y su mano vuela a una; la agarra fuerte, apretándola hasta que la carne intenta escapársele entre los dedos.
—Ng... - Se queja levemente Gloria. Pero sonríe con los ojos brillantes, de miedo y ganas. Sí, cariño, destrózala ya.
Me arrastro por el agua, sin levantarme, y acerco la boca al culo de mi hermana. Le agarro las nalgas y las abro clavándole las uñas en el interior de esas cachas. Empiezo a lamerle el ojete, despacio, slick, slurp, chup, saboreando el calor salado de su piel mojada ya salpicada por el agua tratada del jacuzzi. Mi lengua baja hasta tocarle el perineo, llega a su coño, lame la raja desde atrás y vuelvo al asterisco, empujando leve, notando que quiere ceder, mientras tiembla.
Adrián la mira, los ojos clavados en su cara, la boca entreabierta y un jadeo corto escapándosele. Le aprieta la teta más fuerte, la carne cede, y con la otra mano le mete un dedo en la boca.
—Abre la boca —ordena, seco. Ella no sólo obedece. También saca la lengua. Mi marido le repasa la boca por dentro con el dedo, haciéndola salivar. Mete otro dedo, dos dedazos gordos invadiéndole la boca. —Ggj… —suena Gloria, y yo oigo un gemido ahogado detrás de ese gorgojeo, atrapada. Mis manos agarran sus caderas mientras le como el culo y una mano de Adrián la sujeta dolorosamente por una teta mientras le hurga la boca con los dedos.
—¿Eres tragona? —le suelta él, la voz grave—. Los pollazos no van a ser suaves. —Ella, con la boca llena, farfulla un "a-hág", asintiendo torpe con la cabeza, y él aprovecha eso para empujar sus dedos más hondo, rozándole la campanilla. Gloria tiene un pequeño espasmo que surca su espalda y siento en mi cara, una arcada leve. A Adrián le encantan los ojos llorosos de las bocas invadidas. Saca los dedos, mojados de baba, y se los restriega por la cara a Gloria, embadurnándosela, sin soltarle la ubre. —Ya estaba bien de enseñarme pasearme las tetas por la puta cara y enseñármelas a medias... —dice, apretándola más—. Así está mejor.
La agarra del cuello, y tiembla, tratando de mantener el equilibrio. Mi lengua sigue en su culo, slurp, chup... y Adrián la sostiene, gruñendo.
—Abre — ordena. — Y no cierres.
Ella saca la lengua de nuevo, obediente, y él le escupe directo, en la lengua. —No cierres —le repite, y le pasa los dedos por la lengua, mezclando las babas de ambos en su boca y restregándoselas por la cara otra vez.
Plas. Un azote en las tetas, fuerte, la carne rebotando. Ella gime, lo mira fijo, y él sonríe. —Buena putita… —susurra. Me levanto detrás de Gloria, el agua chorreándome por las piernas, y miro a Adrián por encima de su hombro. Él vuelve a azotarle, la otra teta, plas! Más fuerte. Le azoto el culo, plap!. Pego mi cuerpo a ella, apoyo las tetas en su espalda y le aprieto el cachete con fuerza. Atraigo a Adrián sobre ella, pegándole el pecho a sus tetas, y le meto la lengua en la boca, empujándole la cara contra ella. Ella tiembla, atrapada. Ahora tiene el rabo de mi marido pegado a su vientre, o se ha colado entre sus piernas. Meto la mano para buscarla sin dejar de morrearle. Ahí está su rabo, asomando entre los muslos de mi hermana, pegada a su coño y con el capullo asomando bajo su ojete. La pulso desde abajo para presionarla contra su coño. Ella está más atrapada así... Gime... Lleva una mano hacia atrás, a mi culo. La otra va al culo de Adrián, atrayéndole con fuerza con su nabo atrapado entre las piernas. Le doy golpes a su rabo hacia arriba, para palmear con él el conejo de mi hermanita. La muy cerda se está deshaciendo.
La polla se me escurre y se escapa. Adrián se separa del beso mirándome sonriente. La agarra del pelo por la parte superior de la cabeza. Se echa hacia atrás sin soltarla, atrayéndola, y se sienta en el borde del jacuzzi, con el cipote duro como un poste y mirando al cielo. Me mira, con los ojos brillando y la empuja hacia abajo con un tirón seco.
—A ver primero cómo chupa —dice. Gloria cae de rodillas en el agua, con las tetas fuera y delante del rabo de Adrián. Veo la mano de mi marido aparecer en la parte trasera de la cabeza de mi hermana, y sin dejar de mirarme la atrae de un golpe y la pega a sus huevos - Mff - Dice la guarra al contacto. La barra de carne se le restriega sola por la cara, la piel estirada brillando bajo las luces led. Me acerco por el costado de Adrián y siento más las burbujas dándome toquecitos en el coño. Le vuelvo a comer la boca y mi mano acompaña a la suya sobre la cabeza de mi hermana.
Ella lame los huevos con fuerza, aún no estando instruida sobre qué se le pide. Los lame con la fuerza de una guarra con ganas de dar lengua y la velocidad lenta de la guarra que ha hecho ganas de comerse unos huevos concretos. La lengua se desliza por la piel de las pelotas, slurp, slurp, con la cara salpicada por el agua. Los lame uno a uno, succionándolos, glup, metiéndoselos en la boca, las mejillas hundiéndose mientras los masajea con la lengua. Sube por el tronco de la polla cuando puede, la lengua resbalando por las venas, dejando un rastro de baba mezclada con el agua en ese brillo, rojo, azul, verde... y, cuando Adrián suelta la presa sobre su cabeza, llega a la punta, la chupa fuerte, sluck, sluck, chup, chup, la cabeza gorda palpitándole contra los labios. Con una mano le agarra las pelotas, las amasa, apretando suave con los dedos, y sube la otra para pajearlo, subiendo y bajando todo lo que sus manitas le dan. Bajo la vista para ver esas manos pequeñas y blancas sobre ese pollón y su piel oscura. Su puñito se ve superado al llegar al capullo, y ella lame y chupa cada vez más desesperada.
—Chupa bien, eh? Seguro que sí... Ser buena mamona es genético... —susurro contra la boca de Adrián. Le muerdo el labio y mi mano va hacia la cabeza de mi hermana, acariciando su cabeza con fuerza. Ella sigue chupando huevos, glup, glup, metiéndoselos enteros, cada vez más encendida y más ruidosa, glag, slurp, sube al capullo por el tronco y vuelve a los huevos jadeando como una zorra, ahh, ahh, y a lametones cada vez más descontrolados y largos; le zurre el rabo más rápido con la mano, el agua salpicando más bajo sus manos rápidas y sus tetas, que botan sobre el agua salpicando cuando baja a los huevos, plop, y se levantan salpicando y soltando agua cuando sube al rabo. Adrián gruñe, y yo le beso el cuello, la lengua resbalándome por su piel caliente y notando su cuello hincharse y vibrar con los gruñidos.
Gloria sube de nuevo, abre la boca, intenta engullir el rabo entero, gloGG, la punta chocándole la garganta. Baja lento con la cabeza en la barriga de Adrián, gluck, gluck, y lo intenta, pero no puede con toda. Agarra de los huevos, como tratando de empujar el rabo, y vuelve a intentarlo, GLOGG, sólo llegando unos pocos centímetros más. Agarra con la otra manita lo que no le entra en la boca, y aprieta los huevos más, intentando bajar y tragarla más hondo, atrapando todo el aparato con todos sus recursos, haciendo botar sus tetas y dejándome ver el espasmo del esfuerzo en su espalda y su culo. Veo la baba caerle por la barbilla, sobre sus manos y los huevos. Vuelve a lamer, slurp, succiona la punta, sluck, sluck, y usa las dos manos para pajearlo fuerte mientras le chupa el capullo, los deditos apretados contra el montón de carne para no resbalar por la piel mojada. Los huevos le rebotan contra la palma, y ella gime bajito. Puta cerda, se pone cachonda chupando. Lo sabía.
—Buena putita… —gruño, acariciándole la nuca, y miro a Adrián clavarme los ojos, sonriendo. Le planto otro beso y mi mano baja a mi coño, frotándome el clítoris con mi mano ya tocando el agua, plas, plas. Gloria sigue, lame el tronco, chupa la punta, succiona fuerte, glup, sluck, las manos volando por el rabo, y Adrián aprieta los dientes entre gemidos.
—Ahh... no está mal... —dice al fin, la voz ronca— pero habrá que educar a la mamona... —La agarra del pelo otra vez. Aprieta la presa mientras ella intenta chupar. Pero la aleja un poco, cerrando la mano sobre el manojo de pelo, y tira un poco hacia atrás. Intenta relajar un poco la erección respirando y mueve la cadera para dirigir el capullo hacia ella. Mi hermana tiene las manos sobre sus muslos, mi mano en la parte superior de su cabeza, y a Adrián colocándola con el tirón. Le pone el capullo en dirección a la boca, y ella abre la boca y saca la lengua, intentando alcanzarla con la punta.
Error, pienso, la lengua abajo o te la va a atropellar. Abre más.
Pero no lo digo.
Adrián cierra más el puño contra su pelo y la atrae de golpe. El rabo entra en su boca abierta hasta el fondo, GLOBfrrfff!! con el capullo pulsando su campanilla, sacándole el aire del golpe. Veo que le faltan pocos centímetros por tragar. Veo su cara desencajada casi aplastada contra Adrián. Está preciosa. Su coño está latiendo bajo el agua, con cada espasmo de la espalda.
Adrián tira de ella, y la barra de carne sale poco a poco de su boca. Ella escupe, jadea y respira, un chorro de baba cayéndole hasta las tetas. Joder, qué rica está así.
Gloria jadea, la baba chorreándole por la barbilla, la cara descompuesta con los ojos llorosos brillando bajo los led, y yo miro a Adrián con mi coño palpitando frenético bajo el agua. —Fóllala, fóllalaa... —le digo, la voz temblando de ganas—. La puta cabeza... así, así sí que traga.
—Sí traga, sí. Venga puta, abre bien. —gruñe él, volviendo a apretar el agarre sobre su melena mojada. La empuja contra su polla, un empujón fuerte pero más lento, la punta gorda rozándole la campanilla. Plop. Entra más, glugg..
— Abre, abre... - Dice Adrián - Las manos de mi hermanita tiemblan en sus muslos, los dedos se le engarfian y cierra los ojos. Veo cómo la barra de carne desaparece en sus labios un poco más - Abre - Repite mi marido. Él empuja otra vez, despacio, la polla abriéndose paso, y siento mi raja arder al verlo, los cinco centímetros que no entraban antes ahora hundiéndose en su garganta, completos. Su nariz se aplasta contra Adrián, y veo la inclinación de su cabeza cambiar. Ella levanta el culo para mejorar el ángulo. Él empuja más y la cara de Gloria desaparece contra él.
—Ahhhh - Gime victorioso Adrián. Sonrío de felicidad. Él la separa un poco y comienza a empujar, venciendo la resistencia más fácilmente cada vez. GLOG. Sube el ritmo saliendo cada vez menos, ella intenta respirar por la nariz. GLOG, GLOG, GLOG...
GLOGLOG. GLOG. GLOG. GLOGLOGLOGLOGLOGLOGLOGLO...
Adrián acelera, los pollazos más rápidos, más duros, y Gloria gime contra los golpes, con un sonido ahogado pero fuerte. Su coño está pulsando con cada empujón, lo sé. El resto del cuerpo no parece recibir el empuje como la cabeza, porque está sintiendo el orgasmo acercarse.
El agua burbujea alrededor, salpicando, y yo me pego a él, metiendo de nuevo mi lengua en su boca, besándolo fuerte mientras mi mano baja a mi coño, frotándome el clítoris y chapoteando en mi raja con los dedos, flaps, flaps, flaps... La miro, joder... su cara desencajada, los ojos en blanco, la nariz aplastándose contra el pubis de Adrián con cada embestida, la polla desapareciendo entera, GLOGLOGLO... Respira por la nariz, bocanadas cortas, y un chorro de baba constante cae al agua.
—Puta de mierda... —suelta Adrián, follándole la boca sin interrupción— ¡Traga, zorra! —Ella gime entre empellones, y yo tengo un orgasmo, un espasmo rápido, el coño apretándome los dedos mientras lo miro destrozarla.
Rodeo de inmediato el cuerpo de mi hermana y me pongo a su espalda, mirándola recibir rabo como una campeona, descompuesta, y Adrián reventarla con cara de sádico. Las dos manos de mi marido van a su cabeza. Empuja más, y más. La mira o sube la cabeza hacia el cielo para centrarse en darle empujones más fuertes con las caderas. Parece una muñeca, con las tetas saliendo del agua y todo el cuerpo recibiendo las embestidas, GLOJGLOGGLOGJLO... Cojo uno de sus brazos y tiro de él hacia atrás, entre mis piernas. De pie detrás de ella me lo llevo al coño, y empiezo a frotarme adelante y atrás, sintiendo en su brazo los empujones de mi marido en su boca. Me restriego su muñeca por la raja, adelante y atrás, mientras veo las manazas de Adrián rodeando su cabeza y clavándosela como un animal. Se está follando su cabeza. Así, dale, dale...
Agarro el otro brazo de mi hermana, tiro de ambos y los meto entre mis piernas. Tiro fuerte, estirándolos y moviéndome adelante y atrás sobre ellos, masturbándome con ella como un juguete. Adrián empuja más al verme, y sonríe.
- GLOG!!!! LOGLOGLOGLOGGLOG!!!! - Gloria está chillando, o lo que se puede chillar en esa situación. Grita un gruñido interrumpido por la invasión a golpes de rabo en su garganta. Suena como una verdadera profesional de tragar frente a una cámara, al sentirse completamente manejada y privada de voluntad.
—Bufff… Así, así… Dale —gruño, frotándome el coño con sus muñecas, su piel resbalándome en la raja y apretando mi clítoris hinchado con la curva de su antebrazo—. De muñeca de follar te quería...
—Por... ahh.. calientapollas… —suelta Adrián, los dientes apretados, la polla bombeándole la garganta—. Lo... Ibas bus... Can-do... Puta... —GLOFGLOGLOGFLOGGGLOGOLOGLOG. La folla salvaje, el agua salpicando alrededor, y yo tiro más de sus brazos, estirándola; su cuerpo ya fláccido, sin equilibrio, flotando a medias más que sosteniéndose con los pies, empujada y estirada, atrapada por el agarre de Adrián en su cabeza, los golpes de polla en su boca y mis tirones desde atrás.
Él gruñe, un sonido animal, y se corre, lo veo en su cara y en sus manos sobre la cabeza de Gloria, PLAF! PLAF! golpea su cara, PLAF! y la leche está invadiendo directamente la garganta de mi hermanita. —¡TOMA, ZORRAAA!! —grita Adrián, con un apretón, sosteniéndola para vaciarse, y yo os juro que sentía los chorros invadirla por dentro, glub, glub, los chorros de Adrián ahogándola. Lo miro hipnotizada, y aunque reduzco la velocidad de mis caderas, me corro otra vez, más fuerte... pllfff, pllffff... restregándome su brazo por el coño, el agua caliente mezclándose con mi flujo.
La saca. Coge a mi hermana con las dos manos por ambos lados del cuello, y le tira de la cabeza para atrás, para que yo la vea bien mientras escupe e intenta respirar hondo. Está preciosa, desencajada, con los ojos vidriosos y perdidos, la baba y la leche chorreándole por la barbilla. Me mira desencajada, del revés. Me doy cuenta de que no ha dejado de temblar aún, con un espasmo que viene sacudiéndola desde antes de que le echase la cabeza atrás. Por eso lo hacía, para que viese su cara al correrse. Se sigue corriendo bajo el agua.
Le acaricio la frente, la cara, la boca.
—Estás preciosa, hermanita.
Continuará