joselitoelgallo
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Capítulo 1: Introducción.
Era sábado y como de costumbre teníamos cena de cuadrilla. Somos una cuadrilla numerosa, por lo que solemos repartirnos las tareas de hacer la cena y limpiar el local. Esta semana, mi amigo y yo librábamos.
La verdad es que hacía bastante tiempo que no coincidíamos de fiesta juntos. Se había casado hace poco con un bombón, pero entre ella y yo no había química, por lo que poco a poco fuimos distanciándonos. Y en parte también era normal, yo seguía saliendo de fiesta y él lógicamente se quedaba en casa o realizaba otras actividades más por el día que por la noche. Por lo que el único sitio donde coincidíamos era en las cenas de cuadrilla.
Esa noche quedamos un poco antes para tomar unas cervezas y unos pinchos antes de la cena, y así hablar un poco de nuestras cosas, en principio de nada importante, simplemente por vernos antes y charlar.
Cuando llegué al bar donde habíamos quedado, Álvaro, que es como se llama mi amigo, y su mujer Carol ya estaban esperándome. He de reconocer que no suelo ser muy puntual, pero bueno, es uno de mis defectos que a Álvaro no parece importarle mucho, ya que siempre está donde quedamos y a la hora que quedamos y nunca hasta la fecha me ha dicho nada.
Saludé a mi amigo. Se le veía contento y risueño, y al saludarnos me comentó que la noche prometía. Después de esto, le di dos besos a Carol. Ella hizo lo mismo y me sonrió. Aunque lógicamente el saludo fue más frío que con Álvaro, ya que siempre que nos veíamos ella parecía salvar las distancias. Y como ya he comentado, aunque no nos llevamos bien, hay que ser honestos y reconocer que esa noche Carol estaba impresionante y se había puesto un perfume que olía fantásticamente bien.
Aunque ella es alta, medirá aproximadamente 1,70 cm más o menos como yo, con los tacones que llevaba esa noche aún la hacían más alta. Llevaba unos pantalones vaqueros azul oscuro ajustados, con una camisa color crema también ajustada en su cintura y con un escote redondeado que dejaba entrever ese canalillo que parecía que fuera a reventar.
Carol es muy guapa de cara, tiene unos bonitos ojos grandes y negros, muy penetrantes cuando te mira que en conjunción con ese color de piel que tiene tipo nuez moscada, con esos labios carnosos y esa nariz perfilada, la hacen muy atractiva e interesante.
Ese día no iba muy maquillada, tan solo llevaba pintados los labios con un rojo que los resaltaba con un color rojizo pero no chillón, un poco de colorete casi imperceptible que realzaba su moreno de piel y una línea fina bajo el ojo que le daba un brillo a esos ojazos negros. En definitiva, estaba preciosa.
La verdad es que me había quedado un poco embobado mirándola hasta que mi amigo me sacó del ensimismamiento en el que me encontraba.
Álvaro: “Bueno amigo, ¿qué tal estás? ¿Con ganas de fiesta?”
Yo: “Ya sabes, yo siempre estoy dispuesto para una buena fiesta.”
Carol: “Eso está bien, esta noche promete...” (y diciendo esto me guiñó un ojo, casi de manera imperceptible).
Pedimos unas cervezas y luego cambiamos de bar, y fuimos hablando de nuestras cosas.
He de reconocer que Carol ese día estaba especialmente agradable conmigo. Me reía todas las gracias, y estaba siempre muy pendiente de mí. No sé, la verdad que me sorprendió, pero no iba a ser yo quien fastidiase ese buen rollo, ya que hoy estábamos de fiesta y si ella se apuntaba pues mejor, una más para la fiesta.
Tras varias copas, llegamos al local donde era la cena y la verdad es que ya estábamos algo contentos de tanto beber. Allí nos juntamos con los demás y cada uno hizo su corro. Carol y yo estábamos hablando con un par de amigas, cosa que me vino bien para que se me fuera un poco la tontera de tanta cerveza, mientras que Álvaro se acercó a la cocina para ver lo que estaban cocinando y pronto se agenció una botella de vino y nos trajo un par de copas. Yo no tenía ganas de mezclar, por lo que Carol y él continuaron bebiendo.
Poco a poco se les veía más entonados y con el tiempo que llevaban sin salir, pronto comenzaron a cambiarles la cara y a reírse sin sentido. Carol varias veces me echó la mano al muslo y la verdad es que al principio no le di mucha importancia, pero cada vez era más continuo y descarado, y claro, yo empezaba a estar incómodo ya que era la mujer de mi mejor amigo y no estábamos solos.
Pronto llamaron a cenar, y Álvaro continuaba bebiendo vino, prácticamente no comió, tan solo bebía. Así durante toda la cena, la verdad es que estaba muy gracioso y varios compañeros estaban animándole a beber.
Carol, aunque menos, tampoco le iba a la zaga y también estaba bebiendo aunque menos que Álvaro, y ella estaba en el corro de las mujeres cuchicheando de sus cotilleos.
Tras la cena comenzamos a beber cubatas. Álvaro cada vez estaba más borracho, ya se dormía incluso en la mesa, le era imposible mantener los ojos abiertos. Entonces Carol decidió que sería mejor irse a casa ya que ambos estaban muy animados. Yo me presté a acompañarlos, y Carol indicó que no hacía falta, que saldría de fiesta con los colegas, que no quería estropearme la noche.
Yo: “Tranquila Carol, no estropeáis nada, yo os acompaño y luego salgo por ahí con los colegas.”
Mientras yo decía esto, Carol le dio un toque a Álvaro para que despertara y se marcharan a casa, pero Álvaro casi no se percató.
Carol: “Uf, pues la verdad que con el panorama que tengo con este, una ayudita no me vendría mal.”
Aquí varios amigos intervinieron:
Amigos: “Venga Carol, tú también lo estabas pasando bien.”
Amigos: “¡Eso, joder, no os vayáis!”
Carol: “Joder, pero si Álvaro no puede ni abrir los ojos...”
Yo: “Bueno, también lo podemos dejar aquí que duerma la mona en el sofá o en el colchón de arriba, y cuando vayamos para casa pasarnos por el local y si no ha despertado te acompaño y lo llevamos a casa.”
Carol: “No sé, la verdad, me fastidia irme para casa, lo estaba pasando bien, pero es que dejarlo aquí...”
Amigos: “Ni que fuera la primera vez que se ha quedado aquí durmiendo la mona...”
Y todos reímos con ganas.
Carol: “Bueno, vale, pero vayámonos ya antes de que me arrepienta.”
Yo: “Venga, chicos, ¡de fiesta!”
Y así pues nos fuimos a un bar de copas. Todos estábamos animados, pusimos un bote y pedimos unos cubatas. La noche estaba animada. Pronto, al ser tan numerosos, hicimos varios grupos y hablamos de nuestras cosas. Me extrañó mucho que Carol estuviera en mi grupo, ya que lógicamente yo estaba con tres solteros como yo y que prácticamente salíamos todos los fines de semana juntos de fiesta, y las amigas de Carol estaban en otro lado.
Carol: “Uff, ¿no crees que hemos hecho bien dejando a Álvaro en el local?”
Yo: “Carol, joder, es mayorcito y siempre que salíamos juntos, cuando íbamos un poco pasados, siempre acabábamos en el cuarto, nos echábamos una cabezadita y así se nos pasaba la tontería... Tranquila de verdad.”
Carol: “Bueno, bueno, si tú lo dices...”
Yo: “Venga, tengo una idea, ¿qué te parece si nos vamos esta noche tú y yo solos, un mano a mano, como cuando iba con Álvaro... Así limamos asperezas y quién sabe, a lo mejor te lo pasas hasta bien.”
Carol: “Serás capullo, ¿qué te piensas que soy una amargada que no sabe disfrutar o qué?”
Yo: “No sé, yo nunca te he visto desenfrenada, al contrario, siempre estás controlando todo. Seria y estirada.”
Carol: “Igual es que no me va el rollo ese de ponerse hasta arriba y que después tenga un dolor de cabeza que no pueda hacer nada al día siguiente...”
Yo: “O a lo mejor tienes miedo de que no puedas controlar a la bestia que llevas dentro... Venga, hombre, estás casada y esta noche has decidido pasártelo bien, ¿qué puede pasar?”
Carol: “Ummm, tienes razón, una noche es una noche...”
Carol: “¡Camarero, unos chupitos de tequila!”
Yo: “Joder, Carol...”
Era sábado y como de costumbre teníamos cena de cuadrilla. Somos una cuadrilla numerosa, por lo que solemos repartirnos las tareas de hacer la cena y limpiar el local. Esta semana, mi amigo y yo librábamos.
La verdad es que hacía bastante tiempo que no coincidíamos de fiesta juntos. Se había casado hace poco con un bombón, pero entre ella y yo no había química, por lo que poco a poco fuimos distanciándonos. Y en parte también era normal, yo seguía saliendo de fiesta y él lógicamente se quedaba en casa o realizaba otras actividades más por el día que por la noche. Por lo que el único sitio donde coincidíamos era en las cenas de cuadrilla.
Esa noche quedamos un poco antes para tomar unas cervezas y unos pinchos antes de la cena, y así hablar un poco de nuestras cosas, en principio de nada importante, simplemente por vernos antes y charlar.
Cuando llegué al bar donde habíamos quedado, Álvaro, que es como se llama mi amigo, y su mujer Carol ya estaban esperándome. He de reconocer que no suelo ser muy puntual, pero bueno, es uno de mis defectos que a Álvaro no parece importarle mucho, ya que siempre está donde quedamos y a la hora que quedamos y nunca hasta la fecha me ha dicho nada.
Saludé a mi amigo. Se le veía contento y risueño, y al saludarnos me comentó que la noche prometía. Después de esto, le di dos besos a Carol. Ella hizo lo mismo y me sonrió. Aunque lógicamente el saludo fue más frío que con Álvaro, ya que siempre que nos veíamos ella parecía salvar las distancias. Y como ya he comentado, aunque no nos llevamos bien, hay que ser honestos y reconocer que esa noche Carol estaba impresionante y se había puesto un perfume que olía fantásticamente bien.
Aunque ella es alta, medirá aproximadamente 1,70 cm más o menos como yo, con los tacones que llevaba esa noche aún la hacían más alta. Llevaba unos pantalones vaqueros azul oscuro ajustados, con una camisa color crema también ajustada en su cintura y con un escote redondeado que dejaba entrever ese canalillo que parecía que fuera a reventar.
Carol es muy guapa de cara, tiene unos bonitos ojos grandes y negros, muy penetrantes cuando te mira que en conjunción con ese color de piel que tiene tipo nuez moscada, con esos labios carnosos y esa nariz perfilada, la hacen muy atractiva e interesante.
Ese día no iba muy maquillada, tan solo llevaba pintados los labios con un rojo que los resaltaba con un color rojizo pero no chillón, un poco de colorete casi imperceptible que realzaba su moreno de piel y una línea fina bajo el ojo que le daba un brillo a esos ojazos negros. En definitiva, estaba preciosa.
La verdad es que me había quedado un poco embobado mirándola hasta que mi amigo me sacó del ensimismamiento en el que me encontraba.
Álvaro: “Bueno amigo, ¿qué tal estás? ¿Con ganas de fiesta?”
Yo: “Ya sabes, yo siempre estoy dispuesto para una buena fiesta.”
Carol: “Eso está bien, esta noche promete...” (y diciendo esto me guiñó un ojo, casi de manera imperceptible).
Pedimos unas cervezas y luego cambiamos de bar, y fuimos hablando de nuestras cosas.
He de reconocer que Carol ese día estaba especialmente agradable conmigo. Me reía todas las gracias, y estaba siempre muy pendiente de mí. No sé, la verdad que me sorprendió, pero no iba a ser yo quien fastidiase ese buen rollo, ya que hoy estábamos de fiesta y si ella se apuntaba pues mejor, una más para la fiesta.
Tras varias copas, llegamos al local donde era la cena y la verdad es que ya estábamos algo contentos de tanto beber. Allí nos juntamos con los demás y cada uno hizo su corro. Carol y yo estábamos hablando con un par de amigas, cosa que me vino bien para que se me fuera un poco la tontera de tanta cerveza, mientras que Álvaro se acercó a la cocina para ver lo que estaban cocinando y pronto se agenció una botella de vino y nos trajo un par de copas. Yo no tenía ganas de mezclar, por lo que Carol y él continuaron bebiendo.
Poco a poco se les veía más entonados y con el tiempo que llevaban sin salir, pronto comenzaron a cambiarles la cara y a reírse sin sentido. Carol varias veces me echó la mano al muslo y la verdad es que al principio no le di mucha importancia, pero cada vez era más continuo y descarado, y claro, yo empezaba a estar incómodo ya que era la mujer de mi mejor amigo y no estábamos solos.
Pronto llamaron a cenar, y Álvaro continuaba bebiendo vino, prácticamente no comió, tan solo bebía. Así durante toda la cena, la verdad es que estaba muy gracioso y varios compañeros estaban animándole a beber.
Carol, aunque menos, tampoco le iba a la zaga y también estaba bebiendo aunque menos que Álvaro, y ella estaba en el corro de las mujeres cuchicheando de sus cotilleos.
Tras la cena comenzamos a beber cubatas. Álvaro cada vez estaba más borracho, ya se dormía incluso en la mesa, le era imposible mantener los ojos abiertos. Entonces Carol decidió que sería mejor irse a casa ya que ambos estaban muy animados. Yo me presté a acompañarlos, y Carol indicó que no hacía falta, que saldría de fiesta con los colegas, que no quería estropearme la noche.
Yo: “Tranquila Carol, no estropeáis nada, yo os acompaño y luego salgo por ahí con los colegas.”
Mientras yo decía esto, Carol le dio un toque a Álvaro para que despertara y se marcharan a casa, pero Álvaro casi no se percató.
Carol: “Uf, pues la verdad que con el panorama que tengo con este, una ayudita no me vendría mal.”
Aquí varios amigos intervinieron:
Amigos: “Venga Carol, tú también lo estabas pasando bien.”
Amigos: “¡Eso, joder, no os vayáis!”
Carol: “Joder, pero si Álvaro no puede ni abrir los ojos...”
Yo: “Bueno, también lo podemos dejar aquí que duerma la mona en el sofá o en el colchón de arriba, y cuando vayamos para casa pasarnos por el local y si no ha despertado te acompaño y lo llevamos a casa.”
Carol: “No sé, la verdad, me fastidia irme para casa, lo estaba pasando bien, pero es que dejarlo aquí...”
Amigos: “Ni que fuera la primera vez que se ha quedado aquí durmiendo la mona...”
Y todos reímos con ganas.
Carol: “Bueno, vale, pero vayámonos ya antes de que me arrepienta.”
Yo: “Venga, chicos, ¡de fiesta!”
Y así pues nos fuimos a un bar de copas. Todos estábamos animados, pusimos un bote y pedimos unos cubatas. La noche estaba animada. Pronto, al ser tan numerosos, hicimos varios grupos y hablamos de nuestras cosas. Me extrañó mucho que Carol estuviera en mi grupo, ya que lógicamente yo estaba con tres solteros como yo y que prácticamente salíamos todos los fines de semana juntos de fiesta, y las amigas de Carol estaban en otro lado.
Carol: “Uff, ¿no crees que hemos hecho bien dejando a Álvaro en el local?”
Yo: “Carol, joder, es mayorcito y siempre que salíamos juntos, cuando íbamos un poco pasados, siempre acabábamos en el cuarto, nos echábamos una cabezadita y así se nos pasaba la tontería... Tranquila de verdad.”
Carol: “Bueno, bueno, si tú lo dices...”
Yo: “Venga, tengo una idea, ¿qué te parece si nos vamos esta noche tú y yo solos, un mano a mano, como cuando iba con Álvaro... Así limamos asperezas y quién sabe, a lo mejor te lo pasas hasta bien.”
Carol: “Serás capullo, ¿qué te piensas que soy una amargada que no sabe disfrutar o qué?”
Yo: “No sé, yo nunca te he visto desenfrenada, al contrario, siempre estás controlando todo. Seria y estirada.”
Carol: “Igual es que no me va el rollo ese de ponerse hasta arriba y que después tenga un dolor de cabeza que no pueda hacer nada al día siguiente...”
Yo: “O a lo mejor tienes miedo de que no puedas controlar a la bestia que llevas dentro... Venga, hombre, estás casada y esta noche has decidido pasártelo bien, ¿qué puede pasar?”
Carol: “Ummm, tienes razón, una noche es una noche...”
Carol: “¡Camarero, unos chupitos de tequila!”
Yo: “Joder, Carol...”