El agujero

Hotlove

Miembro muy activo
Desde
14 Sep 2023
Mensajes
199
Reputación
2,558
Voy a seguir publicando historias que he escrito basándome en historias reales y fantasías que me han contado amigas y mi imaginación ha hecho el resto. Agradezco comentarios y críticas. Todo eso me ayuda a motivarme y mejorar.
Esta es de las cañeras. Espero que os guste:





El agujero



Marisa estaba muy, muy nerviosa. Después de un año horrible en lo personal y profesional, se iba de viaje. Y no a cualquier sitio ni con cualquiera: a la República Dominicana y con sus amigas del alma. Sus cinco almas gemelas, su apoyo en los momentos complicados. Y fue un trabajo de ingeniería aeroespacial ponerse de acuerdo todas en el destino y las fechas. Pero finalmente encontraron una oferta y no se lo pensaron. Esas navidades no se iban a comer la uvas; iban a tomarse un mojito a las doce de la noche en una playa. Tenía la imagen grabada en la cabeza: una tumbona, un cocotero de esos que acarician el agua y una copa en la mano. Y sus amigas al lado. El paraíso.

Después de haber terminado con Javier, intentó comenzar un par de nuevas relaciones, pero no pasaron de la tercera cita. Entonces decidió tomarse un tiempo. Algo así como un año sabático de hombres. Eso concordaba perfectamente con irse al Caribe diez días con sus amigas. Todas las demás tenían pareja estable, pero se las arreglaron para convencer a sus parejas, alguna de ellas con algún disgusto. “Si no hacemos este viaje ahora, no lo haremos nunca”, decidieron de forma conjunta.

En el avión estaban emocionadas, y con alegría desbordada. El viaje se les hizo muy largo pero decidieron aprovechar a tope cada minuto y nada más llegar soltaron las maletas, se pusieron los bañadores y se fueron a la piscina. A las diez de la noche estaban completamente borrachas y subieron a gatas a las habitaciones.

A la mañana siguiente se levantaron tardísimo. Fueron a cuentagotas a desayunar y comenzaron de nuevo a beber y a bañarse en la piscina.

Al tercer día cambiaron a la playa.

Al cuarto a la piscina.

Al quinto decidieron hacer una visita organizada a los pueblos de alrededor. Pero por la tarde ya estaban de nuevo bebiendo, bañándose y riendo sin parar. Desde luego la terapia sol, agua y ron funcionaba de maravilla contra el estrés

Al sexto día, después de almorzar, Andrea dijo:

-Yo no sé vosotras, pero yo me bebo un ron más sin moverme y me sale de las orejas. ¿Por qué no nos vamos esta noche al pueblo más cercano y buscamos un sitio para bailar?

Marisa y otras no estaban por la labor.

-Ya sabes que salir del resort puede ser peligroso. Nos lo han avisado. Y somos seis tías.

-Seguro que habrá seis mulatos musculosos disponibles para bailar salsa con nosotras, no te preocupes -dijo Andrea con esa sonrisa pícara que volvía loco a los tíos-. Además, estamos en un sitio donde no tenemos que rendir cuentas a nadie. Y la que quiera puede volverse cuando lo desee. Punto. Nos vamos esta noche. Voy a la recepción a que me recomienden un sitio y pido un taxi para dentro de dos horas. Así que ya os podéis ir arreglando.

Fue decir esto y levantarse. Todas se echaron a reír.

-Esa es nuestra Andrea -dijo Ana riéndose. Siempre hace falta alguien así en todos los grupos para tomar decisiones, sean o no sean las adecuadas. ¡Yo me apunto!

Las demás se levantaron también de las tumbonas y dejaron los daiquiris casi sin probar. Se dirigieron a las habitaciones y a las ocho estaba la furgoneta esperándolas a todas en la puerta. media hora más tarde, como no podía ser de otra forma, salieron.

Llegaron al club en media hora, y estaba a tope. Había gente de todas las nacionalidades, y se sintieron más seguras. Había chavales celebrando el fin de carrera, parejas de viaje de novios, y despedidas de soltero.

El grupo de salsa que amenizaba la noche era muy bueno, y no pararon de bailar. Se les acercaron chicos jóvenes borrachos y ellas pasaron de ellos, bailando entre ellas. Un chico mulato local se acercó a Andrea y les preguntó de dónde eran. Entablaron conversación y las amigas echaban miradas furtivas aguantándose la risa ¡Si Jose viera a su Andrea ahora mismo! Con razón fue uno de los que más pegas puso al viaje de las amiguitas...

Después de tres horas sin parar de bailar avisaron que el club cerraba en media hora. Entonces Andrea, que había estado en la barra con el chico charlando y riéndose a carcajadas, se acercó a sus amigas y les dijo:

-Mi nuevo amigo Carlos el mulato nos ofrece llevarnos a un sitio que no cierra en toda la noche. Dice que está a media hora de aquí. Al parecer no aceptan a niñatos, solo a gente de nivel, y nosotras lo somos, chicas. Y, además y lo más importante, ¡gratis para tías!

Todas dieron un grito y empezaron a saltar.

-¡Venga, vamos a pedir otro taxi y nos vamos! Eh, Carlos, ven aquí, que no te vamos a morder. ¿Cómo se llama ese club?

-Carlos las miró sonriendo y dijo:

-El Agujero.

Marisa puso cara de sorpresa.

-¿Dónde nos vas a llevar? ¿A un garito cutre?

Carlos respondió:

-Al contrario. Es un lugar con mucha clase. Tiene unas normas muy estrictas y es bastante caro y exclusivo. Pero si venís conmigo os saldrá gratis. Tengo a un amigo en la puerta.

Andrea le replicó: -¿Pero no me has dicho que era gratis para tías?

-Sí, pero porque venís conmigo. Y si hay suerte, os consigo copas gratis.

Eso terminó de convencerlas. Todas salieron riéndose y con ganas de más marcha. Definitivamente habían tomado una buena decisión saliendo.

Pero cuando estaban esperando el taxi, Eva y Lola decidieron regresar al hotel. Estaban muy cansadas y habían bebido demasiado. Las demás las intentaron convencer, pero no hubo forma. Así que fueron las cuatro junto con su nuevo amigo mulato.

Al llegar al lugar, vieron que el exterior era muy minimalista e iluminado de forma muy tenue. Efectivamente, parecía un sitio con clase. Los coches que había aparcados y las limusinas le daban el toque top.

Entraron en el vestíbulo y les preguntaron de qué hotel venían.

-¿Pueden por favor rellenar este papel con sus nombres y con una firma? Es una formalidad.

Las cuatro se miraron.

-¿Firmar para qué? Preguntó Andrea.

-Simplemente para que quede constancia que entran aquí por su voluntad y que son capaces de actuar de forma adulta. No queremos gente problemática.

-Bueno, si es eso en resumen claro que firmamos. ¿Dónde está la barra?

Se fueron a tomar una copa. Se dejaron guiar por Carlos. Fueron a un reservado con sillones muy cómodos y enseguida vinieron a atenderlas. El lugar era muy elegante, con un ambiente muy lujoso. A todo ello contribuía la iluminación, muy tenue, que hacía que todo estuviera casi en penumbra. Estaban todas muy expectantes. Había algo en el ambiente que hacía de aquel lugar un sitio especial. Entonces llegó una chica con lo que parecía como una carta de vinos y cuatro bolsitas. Las chicas se miraron extrañadas. Carlos se rio y les hizo con la mano un gesto para que se acercaran, como si les fuera a contar un secreto.

-Bueno, bienvenidas al Agujero. Este es un sitio muy especial. No existe nada como esto en todo el país. Es muy exclusivo, y no dejan entrar a cualquiera. Como os daréis cuenta, este es un lugar para gente adulta y de alto poder adquisitivo. Y es un sitio al que vienen muchos turistas con reserva desde sus países. Vosotras tenéis la suerte de haberme conocido y me caéis bien. No habéis tenido que pagar la entrada y podéis beber lo que queráis. Y si queréis algo más, las tarifas están en esa carta.

-¿Tarifas? ¿Para qué?- Preguntó Clara.

-¿Y qué son esas bolsitas? -Dijo Andrea.

Carlos se rio y les dijo:

-Mejor que lo descubráis vosotras mismas.

Andrea, como no podía ser de otra forma, cogió primera la carta. La expresión de su cara fue cambiando de seria a sorpresa de manera gradual.

-¿Pero que es lo que pone, Andrea? ¡Cuéntanos, joder! -exclamó impaciente María.

Andrea no contestó y cogió una de las bolsitas. La abrió y sacó una máscara. Todas se quedaron de piedra.

-¡Una máscara! Pero, ¿esto qué es? ¿Es una fiesta de disfraces? ¿Es un cotillón?- dijo Clara.

Andrea la miró y dijo:

-Mejor que le eches un vistazo a la carta...

Clara cogió la carta y su cara era todo un poema.

-¡Pero esto es un puticlub! -Exclamó en voz alta

El chico se rió y dijo en voz baja:

-No, es un club selecto, donde pagas por hacer reales tus fantasías si así lo deseas. Puedes elegir entre cientos de ellas. Tienes a tu disposición los mejores cuerpos del país, tanto chicos como chicas. Puedes estar sola con un negro, con una mulata, con los dos o unirte a uno de los grupos que están en una de las decenas de salas, en la planta inferior. Puedes participar de manera activa o pasiva, simplemente mirando. Puedes, en definitiva, hacer realidad la fantasía que quieras. Lo que indica la carta solo son ideas. Si queréis participar, hay una chica que se sentará con vosotras y os guiará en vuestra elección. Ella os indicará la tarifa.

Estaban todas estupefactas. No se hubieran imaginado en la vida que pudiera existir un sitio así. Se dieron cuenta que Carlos era un gancho para atraer clientes al lugar, y que toda su simpatía tenía un objetivo.

Entonces María dijo:

-Nos has engañado. Pensábamos que nos traías a un club. Creíamos que veníamos a un local a tomar una copa.

-Carlos replicó:

-Es lo que estáis haciendo, ¿no? Y además gratis. Nadie os obliga a nada. Nos podemos ir en el momento que lo digáis. En cinco minutos podemos tener un taxi en la puerta. Pensé que os interesaría ir a un lugar nuevo y especial. Mirad a vuestro alrededor. Mirad la cantidad de parejas que hay. Este no es un sitio sórdido. Aquí viene gente con clase y dinero. Vienen a hacer realidad sus fantasías sin que haya nadie que los conozca o que los juzgue. Tú pones el límite. Pero no os enfadéis conmigo. Si os sentís defraudadas o incómodas, nos vamos. Voy a pedir un taxi.

Dicho esto, se levantó. Pero Andrea le cogió de la mano y dijo:

-Espera, espera. Estamos sorprendidas, no defraudadas. Simplemente tenemos que pensar. Además, ni hemos dado un sorbo a la copa. Simplemente déjanos un rato para hablar entre nosotras a solas.

Carlos sonrió y asintió. Se fue a la barra.

Se quedaron solas, y se miraron fijamente unas a otras. Y, de repente, estallaron en una carcajada al unísono.

-¡Esto es lo que me faltaba por ver! -dijo María. ¡Vaya sorpresón! No estoy segura de sentirme muy cómoda.

-Yo tampoco, dijo Andrea. No tenía idea que existieran sitios así.

-¿Os imagináis cuando se lo contemos a las que faltan? ¡No puedo esperar a regresar al hotel! -dijo Clara.

Entonces Marisa dijo:

-Pero, ¿nos vamos a ir de verdad?¿No os pica la curiosidad? Estamos en un sitio donde nadie nos conoce. Yo, por mi parte voy a echar un vistazo. Solo mirar. La que quiera puede quedarse aquí.

Las otras tres se quedaron de piedra. Marisa no era así, tan lanzada. De hecho, era bastante tímida. Pero no había nada más que mirarle el fuego de sus ojos como para darse cuenta que quería algo más que mirar.

-¿Pues sabéis que os digo? -exclamó Andrea. ¡Que yo voy también a echar un vistazo a la carta!

Todas se rieron de nuevo de manera nerviosa.

Cogieron la carta entre todas y empezaron a leer:

-Cunnilingus

-Sexo en el jacuzzi

-Masaje sensual

-Glory hole

-Trio (mhm o hmh)

-Lésbico

-Sexo en grupo

-Anal

-Gang bang

-Sumisión

-Dominación

-Disfraces

-Doble penetración

-Juguetes

Y así hasta varias hojas. Cada disciplina tenía su precio, y no había límite de tiempo. La mitad de los servicios no entendían lo que significaba. Entonces, Andrea les dijo:

-Vamos a preguntarle a la chica. No tenemos nada que perder. Imaginad simplemente que esto es como una de las reuniones de tupper sex que hemos tenido.

Y estalló en carcajadas. Todas se rieron nerviosas, porque sabían que habían dado el primer paso a algo desconocido para todas. No eran ningunas mojigatas, pero no habían hecho nada fuera de lo “normal”.

Una chica vestida muy elegante se les acercó.

-¿Han decidido si quieren probar algo?

-Pues todavía no. De hecho tenemos bastantes dudas. ¿Nos podías recomendar cual es el polvo del día?

Todas estallaron en carcajadas. Esta Andrea no tenía remedio. Pero esas risas les quitaron a todas algo del nerviosismo.

-¿Nunca habíais estado en un sitio como este? -Dijo la chica.

-No sabíamos ni que existieran sitios como este -respondió Marisa.

-Pues entonces os recomendaría que me dierais detalles de lo que os gusta, e intentaré ayudaros. Seguro se cumplirán vuestras expectativas. Preguntadme lo que queráis.

-¿Podemos echar un vistazo?

-¿Quieres decir, hacer de voyeur? Claro, mucha gente paga por eso.

-Pues quizás podríamos empezar por ahí todas. -Exclamó Andrea.

Entonces María respondió:

-Yo no me siento muy cómoda. Aunque solo mirara, es como si le estuviera poniendo los cuernos a Jorge. Pero no quiero ser aguafiestas. Me tomaré aquí algunas copas y después me contáis lo que habéis visto.

Clara asintió, y dijo:

-Pues yo me voy a quedar aquí también. La verdad es que me ha acojonado un poco la situación. Id vosotras dos, y no tengáis prisa. Después nos contáis todo con pelos y señales, ¡sobre todo con pelos! -Y todas se mearon de risa.

Marisa y Andrea se miraron y dijeron:

-¿Por qué no? Vamos solo a echar un vistazo.

La chica les hizo un gesto para que la siguieran y ellas dejaron la copa y se levantaron.

Mientras andaban, se dieron cuenta de la cantidad de chicos y chicas mulatos y negros que hablaban en la barra con parejas y grupos que parecían americanos o europeos. Todos vestían muy elegantes. No había ambiente de burdel ni sordidez en ningún aspecto.

Hasta que bajaron al sótano.

Las dos seguían a la chica en silencio. Una vez que bajaron la escalera, había un chico y una chica con antifaces y semi desnudos. La chica tenía cubiertos solo los pezones y llevaba un tanga negro. El chico tenía un pantalón cortísimo de latex y todo el torso descubierto. Sus pectorales eran de revista de culturismo y sus abdominales tenían pinta de ser trabajadas a diario.

La chica les dijo:

-Por ahora solo quieren mirar.

A lo que el chico respondió:

-Por ahora.

La chica del antifaz les dijo:

-Déjenme sus tarjetas de crédito. No se preocupen: se les cobrará solo por los servicios prestados. Y hay muchos caballeros que posiblemente las inviten, si acceden a sus deseos. Si se sienten incómodas en algún momento, hay personal esperando su señal con la mano para atenderlas. Pueden salir en el momento que deseen. No tiene que hacer nada en contra de su voluntad. Pueden participar o solo mirar. Aquí nadie pregunta a nadie su nombre. Deben dejar su ropa en esta cesta que se guardará en una taquilla. Pueden permanecer con su ropa interior, desnudarse completamente o comprar lencería de este catálogo. Tenemos todo lo imaginable: Desde disfraces hasta trajes completos de látex. Las dejamos solas en esta sala a la derecha y volveremos en cinco minutos.

Marisa miró a su amiga.

-Andrea, no estoy segura que hayamos hecho lo correcto.

-Yo tampoco- contestó Andrea

Las dos se echaron a reír.

-Bueno -dijo Marisa- Ya no hay marcha atrás. Simplemente echamos un vistazo y nos vamos. ¿Qué piensas, nos ponemos uno de estos disfraces o lo que sea o vamos en ropa interior?

-Yo voy con mis bragas. Y un antifaz. El sujetador lo dejo aquí.

-Pues yo voy a probarme algo -dijo Marisa. Dicho esto, se puso a rebuscar y encontró un body muy sensual que solo tenía cuatro agujeros: los dos pezones, la vagina y el ano. Se lo probó y se amoldó perfectamente a sus formas.

Andrea la miró y le dijo: -Marisa, me estoy poniendo solo con verte.

A lo que Marisa contestó: -Vamos, no hay tiempo que perder. Tengo mucha curiosidad.

Andrea se quedó patidifusa: "¿Esta es mi Marisa, la cortada, la que no habla de sexo casi nunca, la que no ha querido venir a ninguna reunión de tupper sex? ¡No me lo creo!"

Marisa empezó a andar de forma decidida. Definitivamente, esta noche no era ella...

Se acercaron a una sala y miraron dentro. Estaba muy oscuro. No se dieron cuenta que había un chico junto a la cortina cuando la descorrieron. Entraron y el chico cerró de nuevo la cortina. Cuando sus ojos se acostumbraron a la semi oscuridad, lo que vieron las dejó sin habla. Solo había chicas. Cuatro en total. En una pared había cuatro agujeros de los que salían cuatro pollas erectas. De las cuatro chicas, tres estaban mamando con fruición los grandes penes empalmados y otra estaba follándoselo a cuatro patas, gimiendo con gran pasión. De repente se escuchó un pequeño grito detrás de la pared y una de las pollas bañó en semen la cara de una de las chicas. Se la metió en la boca y terminó de exprimir todo el jugo hasta que el chico se retiró. La chica las miró y se relamió.

Las dos se miraron y se quedaron de piedra.

Andrea pensó que era lo más sucio que había visto en su vida. Estaba en shock. Era sexo por sexo. Sin contacto visual. No era lo suyo. Ella necesitaba ver al chico, tocarle, ver su cara. Aquí no se veían. Era puro sexo directo.

Marisa no podía quitarse de la mente el chorro de semen en la cara de la chica. Cómo bajaba por su cara. Como se relamía. Como se lo tragaba. No tenía claro qué iba a ver ni hacer en las otras salas, pero lo que tenía claro era que iba a terminar en ésta. Sus pezones estaban tan duros que le dolían con el leve roce del body.

-¿Nos vamos a otro sitio? -Dijo Andrea.

-Sí, pero aquí volvemos. Contestó Marisa con una seguridad pasmosa. El chico de la puerta sonrió.

Salieron y fueron a la sala de al lado. El mismo proceso. Alguien descorría la cortina y la volvía a cerrar. Sus ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad. Había pequeñas lámparas con luz muy tenue que ahora sí les permitían adivinar rasgos y figuras. Había varias personas de pie, mirando. En el centro de la sala había una especie de sofá donde estaba una chica recostada. Era bellísima, a pesar de llevar un antifaz. Su cuerpo era esbelto y estaba completamente desnuda, a excepción de unas ligas y unos zapatos negros de tacón. Entonces llegó un chico negro con una polla enorme, pero flácida, y se sentó a su lado. Al otro se sentó un chico rubio con un pene totalmente preparado para la faena. La chica lo besó efusivamente (parecían ser pareja), mientras el negro le acariciaba las tetas. Entonces, lentamente, hizo que el chico negro se recostara y empezó a lamerle los testículos. Era un chico alto, con hombros fuertes, y unos pectorales marcados. Había también muchas horas de gimnasio en sus abdominales. Estaba completamente desnudo y no llevaba antifaz. En su cara se podía ver claramente el placer. Mientras tanto, el chico blanco aprovechó para acariciar a la chica por la espalda, de forma muy suave inicialmente, y fue acercándose a sus muslos internos. Acercó su cara al culo de la chica y con la punta de la lengua fue lamiendo sus muslos delicadamente hasta que llegó al agujero prohibido. Allí usó la punta de la lengua en movimientos circulares hasta que la insertó dentro, abriéndoselo delicadamente con mucha lubricación. La chica y el negro gemían cada cual más fuerte. Ya por entonces el miembro del negro había cobrado su verdadera forma, y Marisa pensó que era imposible que pudiera entrar en ningún coño de lo enorme que era. Entonces la chica cogió un bote de lubricante y la embadurnó. Después se subió encima y empezó a metérsela poco a poco, subiendo y bajando. Ahora los gemidos se convirtieron en pequeños grititos. Varios de los voyeurs empezaron a masturbarse. Uno de ellos cogió suavemente la mano de Andrea y se la puso en su miembro. Marisa no se dio cuenta, de lo absorta que estaba con la escena. Andrea no sabía cómo reaccionar, pero de forma casi instintiva, y sin mirar al chico, empezó a masturbarlo mientras seguía observando al trío. Entonces la chica ya cabalgaba encima del negro, gritando de placer. El chico la atrapó con sus brazos y la atrajo hacia él, tomando la iniciativa. La polla era tan enorme que no cabía entera. El chico blanco cogió el lubricante y echó una buena cantidad en el culo de la chica. Su polla también era muy grande. Se acercó e introdujo un dedo en el culo, metiéndolo suavemente. Cuando se dilató suficientemente le metió un segundo dedo. La puerta ya estaba abierta. Entonces metió su polla poco a poco. El semental negro paró y cuando el chico blanco pudo entrar completamente, empezaron a follársela con una perfecta coordinación. Los gritos de ella ya eran escandalosos, y un par de chicos del público se corrieron. Andrea miró la cara del chico al que estaba masturbando y le dijo:

-¿Quieres correrte en mis tetas?

Y el chico contestó: -Lo estoy deseando desde que te he visto entrar.

-Pues te están esperando.

Dicho esto, se puso en cuclillas delante de él y lo miró sacando la lengua y pasándosela por los labios. El chico no pudo más y se corrió salpicándola de leche por todos lados. Ese momento fue como la caída del castillo de naipes. Marisa se dio cuenta que algo estaba pasando a su lado y vio a su amiga chorréandole semen por las tetas. El trío aceleró sus embestidas y la chica se corrió como una loca, mientras el chico blanco sacó su polla y derramó su esperma en su espalda. El chico negro apartó a la chica y le acercó en pene a la boca. No le dio tiempo a chupársela. Terminó en su cara. Es espectáculo fue bestial.

Marisa miró a Andrea y le dijo:

-Ya está bien de mirar. Ahora nos toca a nosotras. Busquemos nuestra sala- No se dio cuenta que Andrea ya participaba activamente de la fiesta. Sus tetas lo delataban.

La cogió de la mano y salieron.

El lugar era mucho más grande de lo que pensaban. Fueron entrando en varias salas: sexo lésbico con mirones, un chico amarrado a una cama y una chica encima vestida completamente de látex negro con un látigo corto, dos parejas follando en un jacuzzi, etc.

Hasta que llegaron a su sala, aunque no lo sabían todavía.

Estaban tan calientes las dos que ya no podían aguantar más. Entraron en una sala grande donde no parecía haber nadie. Había una cama en el centro. Un chico se les acercó y les dijo:

-Si os apetece, la cama es toda vuestra. Besaos y lo que vendrá después será la experiencia de vuestra vida.

Se miraron las dos y parecieron decirse: ¿Por qué no?

Se acercaron a la cama y se sentaron.

Andrea pensó: “Así que, al final, con todos los chicos buenos que hay aquí, con pollas enormes, calientes, negros, blancos, mulatos, al final, lo que voy a a hacer es besar a mi amiga”

Marisa la miró y le leyó el pensamiento. Las dos se echaron a reír. En ese momento pensó que Andrea siempre le había parecido muy guapa, y que nunca había besado a una chica. Así que se acercó a su oído y le dijo: “Relájate”. Y acto seguido le deslizó la lengua suavemente detrás de la oreja, chupándole después el lóbulo. Andrea sufrió una descarga eléctrica. Se giró y abrió su boca. Estaba tan caliente que sus bragas estaban completamente mojadas. Sacó su lengua y la pasó por el labio superior de Marisa, después por el labio inferior, y la introdujo en su boca. Marisa chupó la punta de la lengua de Andrea, mientras se acariciaba con los dedos el clítoris. Andrea dejó escapar un gemido y empezó a pellizcarle suavemente los pezones. Se turnaban en el placer. Las dos dominaban, las dos eran dominadas. Entonces notaron que no estaban solas. En absoluto.

Había como una decena de chicos observándolas. Algunos trabajaban en el local. Otros eran asiduos. Todos dominicanos. La mayoría negros y mulatos. Algún blanco. Pero todos tenían cuerpos trabajados como para lamer hasta el último centímetro. Pieles doradas, brillantes. Músculos formados. Brazos fuertes. Ellas no lo sabían, pero esa hora era el fin de fiesta. Los fornidos camareros ya habían cerrado la barra, y siempre buscaban cuerpos deseosos antes de terminar la noche. Y a ellas les había tocado el premio gordo, y así lo iban a experimentar en unos minutos. Un chico cerró las cortinas y se acercó a ellas. Empezó a besar la nuca de Andrea, y con su mano recia acarició su espalda bajando sus dedos por la espalda. Le dio un pequeño mordisco en el cuello y Andrea supo en ese momento que esa noche no la iba a olvidar nunca. Otros dos chicos se acercaron. Atléticos. Sonrientes. Decididos. Marisa pensó que estaba en el nirvana. Un mulato, con una sonrisa radiante de blanquísimos dientes y grandes labios carnosos se le acercó y le susurró al oído:

-Eres guapísima. Me encantas.

Dicho esto, le acarició con suavidad el muslo y la besó en los labios. Marisa se dejó llevar. Se abrió como una rosa. El chico le acarició las tetas y después bajó una mano a su pubis. Se metió un dedo en la boca y se lo acercó a su coño, buscando el clítoris. Marisa estaba totalmente entregada, y la saliva del dedo no era en absoluto necesaria.

Otros chicos se acercaron y las acariciaron a las dos. Sus pollas estaban creciendo por segundos, y en un visto y no visto las dos empezaron a masturbarles. Eran seis chicos, mientras otros tantos miraban. Andrea cogió la polla de uno de los chicos más negros e hizo realidad su fantasía: meterse en la boca una polla negra. Quería exprimirla, saborearla, y beber el néctar blanco de un moreno.

Marisa no pudo más y se montó encima de uno de los chicos y empezó a follárselo como si no hubiera un mañana. Al mismo tiempo chupaba la polla de un chico blanco con un cuerpo de calendario, mientras masturbaba a otros dos. Se dio cuenta que estaba al control. Ella decidía qué hacer con cada uno y todos obedecían, aunque pareciera al contrario.

Andrea miró a su amiga y vio sus ojos perdidos en el placer, entregada a la pasión más pecaminosa, sin pensar en nada más que en las sensaciones más turbadoras que nunca tuvo ni en sus sueños más sucios. Y se corrió por primera vez.

Marisa dio un respingo cuando un chico le acarició el perineo con un dedo húmedo y se lo introdujo suavemente en el culo, mientras una polla negra la follaba sin remisión. Cuando estaba a punto de correrse, el chico sacó el dedo y eso le produjo unos espasmos de placer que hicieron temblar todos los centímetros de su piel. Nunca había sentido nada igual. Dos de los chicos acercaron sus pollas a su cara y se corrieron a la vez. Eso nunca le había gustado especialmente, pero esa noche recogió con su dedo todo el semen y se lo tragó saboreándolo.

Andrea dio un grito cuando la penetraron por detrás. Aunque el chico entró con suavidad, su pene era tan grande que le costaba abrirse paso. Entonces el chico la bajó de la cama y la cogió con sus fuertes brazos y empezó a follarle el coño. Otro llegó por detrás y, así de pie, se turnaban para penetrarla por delante y por detrás. Ella ya no tenía fuerzas ni para agarrarse, tantos habían sido los orgasmos que había tenido. Los dos chicos terminaron casi a la vez dentro de ella. Los gritos de placer y dolor de Andrea hicieron que el último orgasmo de Marisa fuera apoteósico.

Los chicos se fueron yendo. Uno de ellos se acercó a las dos y les susurró:

- Por favor, venid siempre que os apetezca. Os estaremos esperando a última hora. La próxima vez habrá más chicos.

Las dos se ducharon y se fueron a buscar a sus amigas. Allí ya no había nadie. Ya era de día. Se miraron las dos y Andrea le dijo a Marisa:

-Han pasado muchas cosas aquí. Y no sé si es bueno que salgan de este lugar. Las chicas nos van a preguntar detalles, y no sé si deberíamos contarlos. No sabes si alguna se va de la lengua y a saber dónde llega la historia. No sé qué piensas.

-Por lo que a mí respecta, no tengo nada que ocultar. De hecho, estaré encantada de rememorar esta noche. No tengo que rendir cuentas a nadie. Pero no te preocupes, diré que a última hora te rajaste y volviste sola en taxi. Eso sí, también te digo que no será la última vez que vuelvo a este lugar antes de irnos. ¿Me acompañarás? -Dijo Marisa.

-Ni lo dudes.



.









-
 
Buenísimo y excitante relato. Enhorabuena y gracias por compartir.
 
Atrás
Top