Domando a Bichita

Eric salazar

Nuevo miembro
Desde
24 Ene 2024
Mensajes
3
Reputación
3
Este relato es un capítulo de mi novela: Memorias de un Fucker.
Domando a Bichita



Llegamos al centro comercial por separado y cuando la vi, cogí el movil y le mandé un mensaje con las indicaciones oportunas:

—Cuando suba yo, vas detrás de mí. Entras en el baño de las chicas y te quitas el abrigo. Quítate las braguitas, ponte de espaldas a la puerta y déjala abierta. Avísame y pasaré.

Esas eran mis instrucciones para nuestro primer encuentro del día que iba a ser en el baño de un centro comercial, una de las fantasías más recurrentes de Bichita.

Tras unos cuantos mensajes, decidí levantarme y dirigirme a las escaleras mecánicas, decidido a acabar con esa tensión sexual, cuanto antes.

Una vez comencé a subir miré hacia atrás y vi que ella se había levantado e iba detrás de mí. Llegué al baño de los chicos y entré en un servicio. Saqué el móvil y miré Line, al instante recibí un mensaje:

—Estoy en el último baño de la derecha. Te espero.

Al recibir el mensaje, mi miembro alcanzó toda la dureza que necesitaba para llevar a cabo su misión. Salí del baño de los chicos y entré en el de las chicas. Mi excitación crecía al mismo tiempo que mi verga. Al llegar al último cubículo de la derecha, empujé la puerta y ahí estaba ella.

Cerré la puerta al entrar. Allí estaba. De espaldas y con las manos apoyadas en la pared por encima de la cabeza, tal y como yo había pedido y ordenado. No fue capaz de mirarme, tenía la mirada fija al frente, se notaba que estaba muy nerviosa.

Sin decir ni una palabra, me acerqué para besarla en el cuello, mientras con las manos le fui levantando la falda, notando las tiras del liguero, de camino hacia su coñito, en donde pude comprobar que no lleva el tanga.

—Así me gusta, que seas obediente.— Dije palpando el sitio donde debería haber llevado el tanga.

Me desabroché el pantalón y dejé que cayera hasta mis rodillas, bajé mis calzoncillos y mi polla en total erección, fue el indicador de que yo también estaba listo para la acción. Volví a meter mi mano entre sus piernas y entonces sentí su humedad. Cuando la toqué, dio un respingo y pude sentir cómo entreabría los labios.

Saqué mi mano y entonces tensé mis piernas hasta que alcancé la altura suficiente para penetrarla, coloqué mi polla en la entrada de su vagina y empujé fuerte. Esta vez no iba a ser suave, sabía que estaba caliente y muy húmeda. Mi polla se hundió en su interior, como un cuchillo en la mantequilla. En voz muy bajita me dijo:

—Diosssss qué bueno.

Ella no podía verme, pero sabía qué cara tenía. Mi cara de Fucker.

Yo tampoco la veía, pero podía intuir que su expresión, era la misma que la mía.

Cuando se hubo acostumbrado a tenerme dentro, comencé a moverme. Primero muy despacio, para después ir acelerando mis movimientos. Le sujetaba el hombro con una mano, mientras que con la otra la sujetaba su cadera. Me gustaba controlar las reacciones de su cuerpo mientras la penetraba. Comenzó a sacar más el culo y a moverse hacia atrás y hacia delante. Yo lo noté y aumenté el ritmo para hacerla llegar al orgasmo, cuanto antes.

Noté como se contraía su vagina, a la vez que cerraba el puño de la mano derecha sobre las baldosas blancas, mientras ladeaba su cabeza para poder verme con el rabillo del ojo.

Entonces solté su hombro y mi mano pasó a su pelo. Lo agarré como si fuese una coleta y estiré fuerte hacia atrás.

Levantó la cabeza y abrió la boca. Estaba sumida en un éxtasis total que la llevó a comenzar a enlazar un orgasmo tras otro. Cerró el puño de nuevo y golpeó la pared, abrió la boca y se mordió los labios para no gritar. Me encantaba cuando llegaba este momento, estaba fuera de sí y esta vez era cumpliendo una nueva fantasía. Estábamos follando los baños de un centro comercial.

Continuamos un buen rato, hasta que notamos que alguien entraba en el baño. Paramos por precaución, para que no nos oyeran. Pero pasados unos instantes seguí penetrándola despacio. Sacando toda mi verga entera, para acto seguido meterla lentamente, disfrutando de cada centímetro.

Esa sensación de estar haciendo algo prohibido y tan placentero a la vez, nos excitaba sobremanera.

Cuando notamos que nos habíamos vuelto a quedar solos en el baño, le di una palmada en el hombro, se giró y nos enredamos en un beso que a los dos nos supo a poco. Un beso pasional de los que desearías que no acabara nunca, nuestras bocas encajaban de una manera perfecta. Nos comíamos los labios el uno al otro de una manera deliciosamente animal.

Era un beso de: me gusta, pero quiero más, mucho más.

El episodio del baño llegaba así a su final. No obstante el plato fuerte de aquel día, todavía estaba por llegar.

Por fin, íbamos a adentrarnos juntos, en el mundo del BDSM.

Una vez terminamos de besarnos, nos arreglamos la ropa y abandonamos el baño.

Yo salí primero. Entonces me topé con una guarda de seguridad que me miro extrañada. Le sonreí con cara de niño bueno y seguí mi camino como si nada. Detrás de mí, salió mi Morena, que me seguía a poca distancia.

Bajamos las escaleras mecánicas hacia el aparcamiento y fuimos hacia los coches. Esperé a que ella llegara y monté en su coche. Me miro extrañada. Le hice un gesto para que subiera y le dije que cerrara la puerta. No había nadie en el aparcamiento. Le pedí las bolas chinas y ella me las entregó, estaban guardadas en una pequeña bolsa de terciopelo rojo.

Metí las bolas en mi boca para lubricarlas con saliva y al sacarlas, las dirigí a donde iban a pasar todo el viaje hasta llegar al hotel. Puse la primera bola en la entrada de su vagina y empujé. Estábamos mirándonos a los ojos y en el momento de notarla dentro, abrió los ojos y la boca. Momento que aproveché para acercarme y comenzar a besarla, mientras con mis dedos jugaba con la bola que ya tenía en su interior.

Estiraba y empujaba, de manera que hacía el movimiento de entrar y salir de su coño. Después metí la segunda y así estuve un rato más jugando con ellas, tirando de la cuerda que llevan para extraerlas, metiendo un dedo y haciendo que dieran vueltas dentro para que su vagina se acostumbrase a tenerlas dentro.

Acabábamos de follar y estaba muy estimulada, pero era una mujer tan sensible que todo lo que le hacía, la estaba volviendo loca.

—Vámonos ya, que necesito que me sigas follando.— Me dijo, susurrando en mi oído, muy sensualmente.

Estas palabras me sacaron de mi concentración e inmediatamente, detuve el juego.

Pasamos las cosas a mi coche, puse en el reproductor la banda sonora de: 50 sombras de grey y la primera canción que sonó fue: ¨Love me like you do¨.

Nos volvimos a besar con pasión de nuevo. Al terminar el beso, Bichita me dijo:

—A partir de ahora, seré completamente suya, mi amo.

No le hizo falta decir nada más. Entonces arranqué el coche y entonces sí, pusimos rumbo al hotel del pecado.

Esta vez, como todas las ocasiones anteriores, había sido yo el que había llamado para reservar. Esta vez al mirar la página web para buscar el número, vi que estaban las fotos de todas las habitaciones. Avisé a mi Morena y le dije que eligiera una. Al rato hablamos y le pregunté cuál era la que más le había gustado para intentar reservarla. Su respuesta me dejó una vez más sorprendido. Yo me había fijado en una habitación en tonos blancos. Una mesa de cristal con dos sillones de plástico con el asiento acolchado, un sofá blanco de cuero a juego con las sillas, un espejo desde el suelo hasta el techo que hacía las veces de mueble de televisión y en la pared de la cabecera de la cama un cuadro, que ocupaba toda la pared, en el cual se podían ver unos labios, sobre un fondo rojo pasión. Las mesillas blancas con unas lámparas de lágrimas de cristal y la cama de dos metros por dos metros.

Era una habitación que llamaba la atención, pero otra vez habíamos tenido el mismo gusto. Había elegido la misma que yo. Ya se estaba convirtiendo en una costumbre el coincidir en todo. Así que una vez hecha la elección llamé para reservar y me confirmaron la disponibilidad de esa suite.

Durante el camino fuimos charlando de cosas normales, pero cuando estábamos a mitad de recorrido, metí la mano entre sus piernas, en busca del cordón de las bolas. Una vez lo encontré, tiré de él, hasta que obtuve reacción por su parte.

Casi llegué a sacar la primera bola, para luego volver a introducirla otra vez. Paso su mano por mi cuello y me agarró fuerte, mientras abría la boca como signo de placer.

Deje de jugar y me concentré en conducir. Para entonces ya estábamos llegando al hotel y cuando tome la salida de la autopista me dijo.

—Cuando llegamos a la salida de la autopista, se te pone siempre la misma cara. Una cara que parece que me vas a comer, se te pone cara de killer.— A partir de ese día, esa cara la pasó a llamar: Cara de Krutz.

Tomé la rotonda para entrar seguidamente en la recepción del hotel, pero antes de llegar, paré el coche y le dije al oído.

—Te voy a devorar, morena.— Y acto seguido le mordí el lóbulo de su oreja.

Se le erizó el pelo y sintió un escalofrío.

Paré en recepción para cumplir el trámite de siempre, mientras nos sonreíamos de manera cómplice. Por fin había llegado el gran día, hoy iba a ser mi sumisa, y los dos íbamos a obtener un gran placer con ello.

Conduje hasta el garaje, el cual ya tenía la puerta abierta. Aparqué dentro y ahí fue donde comenzó la ejecución del guion que tan bien estudiado y planeado tenía.

Le pedí que no se moviera, bajé del coche y me dirigí hacia el interruptor que cerraba la puerta del garaje, lo pulsé y la puerta se cerró.

Ahora sí. Estábamos aislados del mundo e inmersos en nuestra fantasía.

Durante cuatro horas, íbamos a desaparecer de nuestras vidas y pasábamos a ser, dos cuerpos dándose placer el uno al otro.

Fui al maletero, saqué el kit de Bondage que llevaba escondido en el maletero de mi coche. Lo tenía guardado en el hueco para las herramientas, dentro de una bolsa. Miré en su interior y saqué las correas para las manos y los pies. Las cogí y me acerqué a su puerta. La abrí y se las entregué.

—Quiero que te desnudes y te pongas esto. Yo bajaré enseguida.— Le dije de manera autoritaria.

—Sí, mi amo.— Dijo ella, asumiendo su papel de sumisa.

El juego había empezado. Volví al maletero para recoger el resto de las cosas y subí las escaleras, abrí la puerta y me dispuse a colocar todo lo necesario para la velada.

Comencé con la mesa:

Coloque el altavoz con Bluethoot encima y puse la B.S.O. de 50 sombras, muy adecuada para la ocasión. Saqué el tupper con fresas y lo coloqué en medio de la mesa, descorché la botella de cava y serví un poco en las dos copas.

No me importaba hacerla esperar. Ese día mandaba yo. Saqué las copas de vino y la botella de Tres Picos. La descorché para que se oxigenara y no perder tiempo abriéndola después. Ya estaba la mesa preparada, ahora tocaba la parte más importante del día. Me dirigí a la cama con todo el material para la sesión, lo puse encima y sonreí.

—Hoy mando yo.— Dije en voz alta

Até una cuerda a cada pata de la cama, dejando los cabos sueltos encima de la sábana y puse el antifaz, junto con el látigo, en el centro. Los demás juguetes los puse encima de la mesilla, para tenerlos accesibles. Ya estaba todo listo. Entonces bajé las escaleras en busca de mi sumisa. La encontré en el coche, esperando tal y como le había ordenado. Se notaba lo nerviosa que estaba y cuando me acerqué, me miró con cara de niña asustada.

Le tendí la mano para ayudarla a bajar del coche y cuando estaba abajo uní las correas de sus manos con un mosquetón y le di la vuelta hasta que quedó de espaldas a mí.

Sujeté el mosquetón de sus manos al reposa cabezas de su asiento, quedando así inmovilizadas sus manos. Puse mis dos manos en su cuello y empezó el juego, con la mano derecha recorrí su espalda y su costado hasta llegar a su culo, entonces separé la mano, para acto seguido, darle un sonoro cachete al cual reaccionó tensándose como la cuerda de una guitarra. Sabía que no era un día para quejarse, sino para disfrutar. Apoyé mi mano en el lugar del cachete y lo masajeé con cariño, a lo que ella reaccionó con un:

—Mmmmmmmmm.

Estando ella de espaldas a mí me desnudé sin que me pusiese a ver, para acto seguido, apoyar mi mano derecha en su espalda y mi mano izquierda en su entrepierna, buscando el cordón de las bolas chinas. Cuando lo hallé, tiré de él, sin la más mínima delicadeza. No se esperaba este gesto por mi parte y lanzó un.

—Ayyyyyyy.

Lo cual le repercutió en otro sonoro cachete y un:

—Shhhhhhhhhhh. Hoy no se aceptan quejas. Hoy eres mía y te voy a usar para mi placer.

No era un día para delicadezas, era un día para subir la intensidad, hasta rayar el límite del dolor.

Estando detrás de ella me dispuse a penetrarla en esa posición. La tenía sujeta por el hombro y con una mano encima de su coxis, la obligué a bajar un poco, para adecuarla a mi altura.

Así pues, comencé a penetrarla de una manera salvaje. Con embestidas muy profundas y rápidas, sintiendo el empuje de todo mi cuerpo.

Pronto comenzó con su ritual de orgasmos. Empezó a gritar cuando sintió el primero. Agarré su pelo como si le fuese a hacer una coleta y estiré de medio lado, obligándola a mirarme de reojo. Pude ver el placer en su cara, lo que hizo que incrementara todavía más el ritmo y la profundidad en mis embestidas. Estaba totalmente entregado viendo cómo disfrutaba con sus manos atadas y siendo follada de esa manera.

Cuando ya llevábamos un rato así y mis piernas empiezan a resentirse de esa postura. Paré, solté sus manos del reposa cabezas y cogiéndolas, unidas por el mosquetón, la guié hasta las escaleras. Una vez en ellas, subimos hasta el últimao escalón en donde la hice detenerse, puse sus manos en el suelo y sujeté con mi pie el mosquetón que las unía. Quedando mi polla a la altura de su boca. Ella sabía lo que tenía que hacer y empezó con su labor. Cuando llevaba un rato en su tarea le cogí el pelo con la mano y forzando su cuello hice que su cara quedara mirándome. Bajé hasta su boca y le di un beso cargado de lujuria, para acto seguido ponerme de pie y metiendo otra vez mi polla en su boca, comenzar un movimiento de mete y saca que solo controlaba yo, al tenerla sujeta por el pelo.

—¿Te gusta cómo te follo la boca?— le pregunté.

A lo que ella me miró con los ojos muy abiertos y los entrecerró en señal de aprobación. Al poco rato, decidí cambiar de postura y así como estaba de rodillas en el último escalón, me situé detrás suyo y la empecé a follar. En esa postura me encontraba con las piernas algo forzadas, pero cómodo en comparación con lo del garaje. Esa postura pareció gustarle, pero no dijo nada. No tocaba hablar, tocaba satisfacer al amo, en todo lo que ordenarse.

Tarea de la que ella misma, iba a ser la gran beneficiada. En esa posición el acople entre su culo y mis caderas era máximo, logrando una penetración profunda y con libertad para moverme y poder llegar a estimular más sitios dentro de su vagina. En esta postura estuvimos otro buen rato, hasta que decidí continuar con el guion que tenía preparado para ese día.

Adentro nos esperan las fresas y el cava. Hicimos un pequeño descanso, ya que el inicio de la jornada había sido muy intenso, desde que había empezado, en los baños del Carrefour.

Las fresas estaban deliciosas y el cava era el acompañamiento perfecto. Comentamos lo que habíamos hecho hasta entonces y la valoración por parte de ambos, era muy positiva. Era como ir a un parque de atracciones y montarte en algo que nunca habías probado, estábamos borrachos de adrenalina.

En unos pocos minutos habíamos dado buena cuenta del cava y de casi todas las fresas. El desgaste físico que llevábamos, había sido importante y teníamos que reponer fuerzas.

A esas alturas de sesión, yo ya había perdido el hilo del guion que mentalmente había preparado, pero sí que tenía muy claro, lo que me faltaba hacer con ella.

La tomé de la mano, la llevé hasta la cama y una vez allí le puse el antifaz.

A partir de ahora no vería nada de lo que iba a suceder. La estaba privando del sentido de la vista, de esta manera, se agudizarían los otros.

La hice tumbarse bocarriba y comencé a inmobilizarla de pies y manos. Pasé las cuerdas que había encima de la cama, por las argollas de las correas de cuero que llevaba puestas. Lo hice fuerte para que notara la tensión en muñecas y tobillos. Cada tirón que daba para apretar, se reflejaba en su cara. Su boca se abría como si le faltara el aire. En esa posición, inmovilizada y sin poder ver, estaba totalmente a mi merced.

—Vamos, mi amo. Fóllame.— Me suplicó mi sumisa.

—Silencio, no hablarás a menos que yo te lo pida. O te castigaré cada vez que lo hagas.— Dije yo autoritariamente.

Con esa mujer encima de la cama, atada y a mi disposición, pensé que era un momento de la vida en los que tienes que parar y disfrutar de él. Fui hacia la mesa y cogí el móvil, saqué un par de fotos para que ella misma se viese más tarde y me serví una copa de vino.

Empezó a retorcerse ansiosa, esperando el momento de volver a sentir como mi miembro la penetraba. Pero esta vez, me lo tomé con calma y no fue hasta que me terminé la copa de vino.

Una vez en la cama cogí el vibrador de conejito, el lubricante y aceite de masaje. En ese momento tenía muy claro lo que iba a hacer, me arrodillé entre sus piernas y eché una buena dosis de aceite en su torso.

Le iba a dar un masaje antes de empezar a penetrarla, que era lo que realmente estaba esperando. Comencé tocando sus pechos, para después ir bajando por su vientre para separar mis manos y hacer que subieran y bajaran por sus costados. Pasé después a sus piernas, recorriéndolas de arriba a abajo y de abajo a arriba unas cuantas veces.

Cuando llegaba a la zona de su entrepierna dejaba ir mis manos hasta que notaba en ellas su humedad. Sin profundizar, pero haciendo que al notar el paso de mis dedos, abriera la boca en señal de aprobación. Ella, mientras tanto no decía nada, pero estaba disfrutando de todo lo que estaba sintiendo.

Tras un rato de dulce masaje, durante cual me deleite recorriendo cada centímetro de su piel, cogí el látigo y comencé a pasar los flecos por toda la extensión de sus piernas, de abajo arriba. Cuando llegaba arriba separaba el látigo de su piel. Entonces, con un giro de muñeca daba los primeros latigazos en su cadera. No era muy fuerte, pero sí lo suficiente para que diera un respingo y se mordiera el labio de abajo, de una manera deliciosa.

Se dibujó en sus labios una amplia sonrisa. Eso era lo que había estado esperando tanto tiempo. El látigo se volvió a posar en su piel para seguir recorriendo su cuerpo. Fui repitiendo esta misma operación a lo largo de todos sus rincones. No llegué a marcar su piel, no era el objetivo. El objetivo era disfrutar y sentir cosas diferentes.

A estas alturas se la notaba inquieta. La conozco bien, quería más. Así que me detuve y pasé a la siguiente fase.

Me arrodillé al lado de su cara y puse mi polla encima de sus labios. Sujeté su cabeza para que no la moviera y comencé a deslizarla por encima de ellos, abría su boca, pero yo no dejaba que la atrapase, la movía adelante y atrás para que solo los rozara. Mientras tanto, mi mano había bajado hasta su monte de Venus posándola sobre él, apretando para abarcar toda su vulva, y fue entonces cuando comencé a hacer círculos sobre su clítoris, buscando un nuevo orgasmo.

Ahora sí, la dejé atrapar mi polla con sus labios, la metí dentro de su boca, empezando un mete y saca, con su cabeza todavía sujeta por mi mano.

Dejé descansar su clítoris y cogí el vibrador, lo puse en marcha y al oír el ruido del motor del vibrador, una sonrisa se dibujó en su cara.

Yo seguía con los movimientos de mi polla en su boca, disfrutando a mi antojo del uso y disfrute de esa hembra.

Cuando empecé a meter el vibrador en su interior, su espalda se arqueó y sus labios atraparon mi falo, con más fuerza aún si cabe.

Seguí metiendo el conejito hasta que llegue al fondo. Fue entonces cuando las orejas del conejito llegaron a alcanzar su objetivo. Con esa estimulación en su clítoris no tardó en alcanzar de nuevo el orgasmo.

Estaba disfrutando mucho, pero yo sabía que necesitaba algo más, necesitaba sentirme dentro.

Me retiré del sitio donde estaba y extraje el vibrador de su interior. Ahora era mi turno.

Solté sus tobillos de las cuerdas, dejando puestas la correas que los adornaban. Uní las correas con un mosquetón y sujetándolas con una mano las levanté, quedando en esa postura totalmente expuesta y a mi merced.

Desde mi posición, tenía vista panorámica de sus dos agujeros, y como ese día mandaba yo, iba a usarlos como yo quisiera y a mi manera.

Apoyé mi glande en su vulva hasta que ella sintió su presencia y comenzó a mover las caderas como queriendo alcanzarlo y meterlo adentro. Con un leve movimiento de caderas, comencé a penetrarla. Estaba tan húmeda y caliente que no me costó nada deslizar toda entera adentro sin apenas moverme.

Se notaba el placer que estaba sintiendo, pero seguía sin decir nada. Estaba interpretando su papel de sumisa a la perfección, pero llegados a ese punto se relajó y me hizo una petición.

—Fólleme fuerte, mi amo.— Suplicó mi perra.

—Luego recibirás un castigo por hablar, pero ahora te voy a reventar el coño como te mereces.— Le dije yo, acelerando mis movimientos.

Enseguida me correspondió con una catarata de orgasmos. Parecía no tener fin, uno tras otro a lo largo de un buen rato.

Decidí quitarle el antifaz para que disfrutase del momento. Entonces vi sus ojos, estaban llenos de lujuria con las pupilas dilatadas por el subidón de adrenalina. Pocas veces había visto unos ojos mirarme así. Con ese grado de satisfacción y complicidad. Era mía, estaba rendida a mí y a mi disposición, eso le gustaba y la excitaba, estaba cumpliendo una de sus fantasías más Top.

Le solté también las manos de las cuerdas, dejando puestas las correas a modo de adorno.

Era hora de hacer un nuevo descanso. Nos sentamos uno en cada silla, enfrentados y con una copa de vino en la mano. Se veía preciosa con las correas puestas y la gran copa vino rematando la imagen. Una estampa extremadamente sensual y digna de las mejores películas porno.

Mirándome con esos ojos oscuros que me pedían a gritos que continuara dándole placer.

Tomamos tranquilos ese manjar de dioses, hasta casi acabar la botella. Saboreando el momento en el que estábamos y con el vino como complemento ideal.

Entonces le ordené levantarse de la silla y arrodillarse frente a mí.

Ya sabía lo que tocaba. Cometido que aceptó de buen grado. Comenzó con su boca a ponerme a tono para lo que venía seguidamente.

Cuando estuve totalmente repuesto del parón, gracias a la felación que me había proporcionado mi sumisa, la levanté y la llevé hasta la cama.

—Túmbate boca abajo, Morena. Que todavía sigues siendo mía.— Le dije tras darle un fuerte azote que resonó en toda la habitación.

Una vez en esa postura, sujeté sus manos nuevamente con las cuerdas lo más tirantes posible. Quería que notase que iba a ser más duro que antes.

Dejé sus piernas sueltas y coloqué el almohadón de la cama bajo sus caderas para levantar su pelvis y así tener un acceso más directo a su intimidad. En esta postura quedaba totalmente expuesta y disponible para mí.

Ahora ya no le puse el antifaz, quería que viera todo además de sentirlo.

Tal y como estaba, me subí a la cama y me coloqué justo detrás.

Me colé entre sus piernas, apunté mi ariete en la entrada de su cueva y empujé. De nuevo me invadió esa sensación de humedad y calor tan excitante. Esta vez se lo hice muy lento, quería notar cada centímetro de mi caliente polla desapareciendo en su interior. Me incliné sobre ella y coloqué los brazos a sus costados. Solo nuestros sexos y nuestras caderas estaban en contacto y en esa posición empecé a moverme.

Mi cuerpo hacía una ola desde las rodillas hasta mi cadera, con lo cual el empuje tenía un movimiento vertical además de entrar y salir. De esta manera conseguía una mejor estimulación de su interior haciendo fricción con todas las paredes interiores de su vagina.

Continué bombeando así un buen rato, hasta que decidí cambiar de juego.

En esa misma postura me retiré de su interior y mirando mi objetivo desde atrás, decidí cambiar de agujero.

Unté mis dedos con lubricante y puse un poco en su culito para que no sintiera dolor, extendí una buena cantidad por mi polla y me comencé a penetrar a mi Morena.

Al notarla, dio un respingo y giró la cabeza buscando mi mirada.

—Me encanta como me folla el culo, mi amo. Es todo suyo.— Dijo esbozando una gran sonrisa.

Le encantaba el sexo anal, ya que disfrutaba de unos orgasmos igual, o incluso más de intensos que con el sexo vaginal.

Comencé lentamente hasta notar que ya estaba dilatada y su culito se había acostumbrado a tenerme dentro, antes de comenzar a moverme.

Al poco, cambié de técnica, comencé a quedarme quieto dentro de ella y empezar a hacer círculos con mis caderas, de esta manera, sin apenas movimiento, conseguía rozar sus paredes internas de manera más placentera para ambos.

Después de estar en esta postura un buen rato, decidí que había que introducir una variante más ese día. Salí de su interior y fui hacia donde estaban los juguetes que había llevado, cogí el conejito y lo llevé a la cama.

En esa posición y estando atada, iba a sentir lo que era estar, totalmente llena. Así como estaba detrás de ella, introduje el conejito en su vagina, lo puse en marcha y comencé un mete, saca, que la llevaría hasta un nuevo orgasmo.

Mientras la masturbaba, me quedé mirando la escena y me pareció una de las imagenes más erótica que había vivido hasta entonces.

A continuación, volví a colocarme sobre ella y continué follándola por detrás. Cuando de nuevo me sintió dentro, agarró fuerte las sábanas y dio un respingo.

—Ten cuidado o me harás daño.— Me dijo a modo de aviso.

—No te preocupes, tendré cuidado. Tu preocupante solo de correrte para mí.

Una vez estuvo toda dentro, empecé a balancearme muy lentamente, ella abrió mucho los ojos, estaba tratando de acomodarse a la nueva situación. Yo mientras tanto notaba una presión que multiplicaba las sensaciones. Eso unido al vibrador hacía que fuese una sensación extraña pero muy placentera. Comencé a moverme cada vez más rápido y más intenso. Ella lo notaba y no tardó en volver a orgasmar. Esta vez con mucha más intensidad y duración que las anteriores veces. Parecía no tener fin. En ese momento me acerqué a su oído y le dije:

—¿No querías dos pollas?, pues ve haciéndote a la idea de que va a ser algo así. Pero entonces, sentirás moverse las dos dentro de tí. Mmmmmmm.— A lo que ella solo respondió.

—Sigue follándome así que me vas a reventar, cabrón. Mmmmmm.

Aumenté el ritmo hasta sentir cómo llegaba la siguiente oleada de placer. Para entonces tenía orgasmos tan frecuentes que casi no había tiempo entro ellos. En uno de esos profundos empujones, la presión hizo que empujase el vibrador, expulsándolo del lugar que ocupaba. .

—Quieres ser el único dentro de mi, ehhhh. Mi Fucker desplaza a todos los demás. Mmmmm.— Me dijo con su cabeza vuelta y sus ojos clavados en los míos.

Quería seguir con esa doble penetración, pero decidí cambiar de postura para verle la cara. La liberé de sus ataduras y la ayudé a cambiar de postura.

Até sus muñecas entre sí, le di el vibrador de conejito y mis órdenes fueron muy claras:

—Empieza a masturbarte, y hasta que no te corras, no volveré a follarte.

Me fui a la mesa, tomé la copa de vino y colocando una de las sillas a los pies de la cama, me dispuse a dar las órdenes precisas para la velada continuará.

—Vamos córrete para mí, quiero mirarte a los ojos mientras te estremeces de placer.

La respuesta a esa orden llegó en forma de clímax. Intenso y fuerte.

—Ya que has sido obediente y te has corrido para mí. Ahora tendrás tu premio, sigue masturbándote.

Después de semejante espectáculo para la vista, deje la copa en la mesa y me arrodille en la cama delante de ella. Levanté sus piernas hasta que su culito quedó al alcance de mi polla. Mientras ella seguía masturbándose, de un solo golpe la metí hasta adentro. Ella apretó los dientes y detuvo su mano un momento. Empecé a moverme mientras ella seguía sus movimientos con el vibrador. En esa postura, cuando coincidíamos yo y el conejito, se creaba una presión maravillosa que me ponía todavía más caliente, si cabe. Ella había entrado en un estado en el que enlazaba orgasmo tras orgasmo, cuando llevábamos un rato y decidimos parar un poco y antes de descansar le dije:

—¿Te gustaría que fueran dos pollas de verdad, ehhhh, Morena? - a lo que ella respondió.

—Alguna vez sentiré esto mismo con dos pollas de verdad, y una de ellas será la tuya, morenazo. Mmmmmmmm.

Se levantó de la cama y se acercó hasta mí. Estaba preciosa con las correas a modo de adorno y me ofreció las manos para que la desatase, cosa que hice inmediatamente.

—Siéntate y descansa, te lo has ganado.

Se volvió a sentar frente a mí. Tomó su copa de vino y se comió unas cuantas fresas. Cuando estábamos a punto de acabar con las fresas, me miró mientras sonreía y me dijo:

—Tienes una manera de comerte las fresas muy sensual. Todos los movimientos que haces me incitan a pensar en sexo.

Siempre me he comido las fresas igual, pero claro, en esa situación los movimientos eran más lentos y siempre sin apartar la mirada de sus ojos. Sujetando la punta de la fresa con una mano y con la otra cerrando los dedos y echando para atrás las hojas, luego girando las hojas, sujetando la fresa por ahí y ya me las llevaba a la boca. Era algo muy normal para mí, pero según ella, lo hacía de manera muy morbosa.

No llevábamos ni quince minutos así, cuando noté que ya me había recuperado y volvía a estar listo. Ella, también lo notó y sin pensárselo dos veces se levantó de su sitio y se acercó hasta mí. Abrazó mi cuello, bajó una mano hasta cogerme la polla y ella mismo se sentó, clavándosela de un solo golpe. Se quedó quieta mirándome a los ojos y comenzó a subir y bajar mientras me abrazaba con fuerza. Para estar más cómodos volvimos a la cama en donde se tumbó muy lentamente. Fue entonces cuando me percaté que la hora ya se ha pasado.

Los dos nos echamos a reír y comentamos lo de la hora, como una anécdota fija en nuestros encuentros, el tiempo siempre se nos hacía corto, y ese día no iba a ser una excepción.

—Me ha encantado hacer de sumisa para ti. Fantasía cumplida y con creces. Perfecto. Ha sido un día para enmarcar. Mmmmmmm. Delicioso.

—A mi también me ha encantado ser tu amo y poseerte de esta manera, es un lujo tener una sumisa tan deliciosa como tú.— Le contesté dándole un beso en los labios.

Dicho esto nos dirigimos a la ducha. Como cada vez que nos duchábamos juntos, nos enjabonamos y nos hacíamos un pequeño masaje con jabón, que en mi caso terminaba dándole una sonora palmada en su culazo.

—Me encanta como suena tu culazo Morena. Mmmmmmm. Estás maciza.— Dije relamiéndome.

—Me ha encantado que lo hayas usado así. Está dolorido, pero satisfecho, muy satisfecho.

Nos vestimos y recogimos los restos de la batalla.




Si te ha gustado, la novela completa esta disponible en amazon. Memorias de un fucker.
 
Atrás
Top