Cuando vino mi tía

SÁBADO(1):

La mañana del sábado transcurrió con cierta normalidad, ya que el amante de mi tía fue capaz de irse de mi casa sin hacer notar su presencia. Yo fingí no saber que mi tía había estado follando en mi cama, ya que reconocerlo solo daría pie a dos fatales opciones; O bien se pensaría que me había molestado, o bien se pensaría que me gustó oírlo.
Pasamos un día tranquilo y comentamos nuestros planes para esa noche. Ella iba a reencontrarse con un viejo amante en la fiesta a la que iba esa noche. Por lo visto, ese hombre era el principal motivo por el que ella solía venir a Madrid. Decía que ese era el que debía haber sido su marido, si no fuera porque él ya se había casado con otra.
-La pobre... si supiera la de veces que me he follado a su marido... -me contó entre risas.
Yo le conté sobre mi fiesta. Le comenté cómo había seguido su consejo y que había hablado con Fran y Emma para salir.
Era una fiesta en una pedazo de casa con terraza, que por lo visto ocurría con motivo de la despedida de una chica que se iba a vivir al extranjero, a la cual ni si quiera Emma conocía. Básicamente se les habían ido de las manos las invitaciones y ahí habíamos estado nosotros para aprovecharlo.
-Tiene jacuzzi y todo -le comenté a Paola mientras me escuchaba con atención.
Era mi gran oportunidad... Una fiesta con carácter melancólico y teniendo ahí a mi amiga Emma para presentarme a sus amigas.
<<Hoy se folla>> pensé convencido.

Cuando empezó a atardecer, Paola cerró la puerta de mi habitación para comenzar a cambiarse.
<<Joder, ya me podía haber avisado para dejarme coger mi ropa primero>>
Esperé unos veinte minutos hasta que me desesperé y toqué la puerta.
-Paola, necesito coger mi ropa -dije en voz alta desde el otro lado de la puerta.
-Ay, sí perdona -contestó antes de abrir.
Estaba en ropa interior. Lencería negra muy sexy.
<<Hostia puta, ese es el tanga... que usé para correrme>>
-No me decido Pablito, no sé qué ponerme...
-Yo que tú iría así como estás -bromeé.
Ella se rió y añadió:
-¿Has visto? Me puse lo más sexy que tengo. El tanga está algo sucio, pero bueno, no se nota mucho.
<<Mierda, está sucio por mi...>>
-¿Tú crees que me hace buen culo? -preguntó mirándose el culo en el espejo.
Sinceramente, el culo no era el punto fuerte de mi tía. Era guapa, su cara era sexy sin ayuda de su cuerpo. Se pintaba los labios siempre de un rojo pasión que contrastaba muy bien con sus cejas y su pelo, negros como el carbón. Luego estaban sus tetas... Operadas para alcanzar el tamaño perfecto. Además, era bastante delgada, lo que hacía que esas tetas parecieran aún más imponentes. Por tanto, si algo tenía que no fuera un 10, eso era su culo. No me malentendáis, su culo era pequeño y sin muchas curvas, pero en ese instante, vistiendo aquel tanga negro, mis ganas de tocarlo eran incalculables.
-Sí, es muy sexy -respondí.
Ella se sacudió el culo varias veces y, sin quedar muy convencida, continuó buscando un vestido en su maleta.
Había traído como cinco vestidos y ahora no era capaz de decidir cuál ponerse.
-A ver, Pablito. Necesito que Julián, el hombre del que te hablé, no pueda resistir la tentación y vuelva a ponerle los cuernos a su mujer conmigo, así que el vestido tiene que ser perfecto, ¿entiendes?
Yo asentí.
Primero me enseñó un vestido morado, que la verdad, le quedaba bastante bien. No tenía un gran escote y no era especialmente sexy, pero resaltaba lo guapa y pija que era.
-Estás guapísima -dije honestamente.
-Hmm... Hoy no se si "guapísima" será suficiente. Creo que mejor te enseño directamente mi favorito.
Se quitó el vestido morado, volviendo a quedar en ropa interior para mi deleite visual. Ya no me mentía a mi mismo. Mi tía me pone asquerosamente cachondo y es lo que hay. En ese momento, me permití observarla y desearla. Comprendía que deseándola en mi cabeza no hacía daño a nadie y daba lugar a las mejores pajas que me había hecho en años.
<<Qué rica está... Y qué rico pensar que el tanga que lleva está manchado con mi semen>>
Mirándola así, con ese sujetador que a penas podía sostener sus enormes tetas, la imaginé cabalgando sobre mi polla, con sus tetas botando a unos centímetros de mi cara.
Recordé sus gemidos de anoche y deseé ser yo quien se los causara.
Entonces, se dio la vuelta y se quitó el sujetador, dejando a mi vista su espalda desnuda.
-Este tiene que ir sin sujetador -me explicó.
Se agachó para coger un nuevo vestido mientras yo observaba su culo engullendo el tanga que había puesto alrededor de mi polla unos días antes. Sin poder evitarlo, me imaginé acercándome mientras ella seguía agachada y cogiéndola por las caderas antes de empezar a meterle la polla.
Finalmente, tras rebuscar en su maleta, sacó por fin el vestido que buscaba. Aquel era, sin duda, el vestido más sexy que tenía. Era de un rojo que iba a juego con sus labios y llevaba un escote casi ilegal. No entendía cómo era capaz de enseñar tanto y conseguir que no se le saliera un pezón. Ya no se veía tan elegante y guapa, más bien se veía como una puta de lujo, pero si lo que quería era seducir a un hombre esa noche, era el vestido perfecto.
-No tengo palabras, Paola. No he visto a su mujer, pero viéndote así seguro que prefiere irse contigo.
<<Y si el no quiere, ya te follo yo>> pensé ya completamente cachondo.
Ella se rió y me dio las gracias.
Un rato después, ella puso rumbo a su fiesta y yo salí para que Fran y Emma me recogieran y me llevaran a la nuestra.
Tenía muchas ganas de conocer a las amigas de Emma, pero al mismo tiempo pensaba que quizás la persona a la que más quería follarme no iba a estar precisamente en esa fiesta.
 
SÁBADO(2):

Cuando me subí al coche de Fran, mi mirada no pudo evitar clavarse en su novia, mi amiga Emma.
Emma era madrileña, de padres africanos. Era espectacular lo bien que combinaba su físico de mujer negra, alta y fuerte con su voz dulce con acento madrileño. Desde el primer día que la vimos en la oficina, tanto Fran como yo quedamos hipnotizados con su belleza. Era mona de cara, pero eso era lo de menos. Eran esas piernas... Unas piernas impresionantemente largas, que hacían que fuera más alta que yo. Eran largas y de anchos muslos y eran el preludio de lo que seguramente sería uno de los mejores culos del planeta, sin exagerar.
Fran era mi mejor amigo, pero muchas veces llegué a desear que tuviera algún problema con Emma para poder tener alguna oportunidad de probar esas piernas negras tan codiciadas.
Por si fuera poco, Emma era también una de mis mejores amigas. No hacía ni un año desde que la conocí y ya se había vuelto alguien importante en mi vida. Era simpática, agradable y graciosa, con un sentido del humor muy parecido al mío.
Desde el primer día que la vimos, tanto Fran como yo hicimos lo que pudimos para ligar con ella, pero fue él quien se hizo con el trofeo.
Esa noche, Emma llevaba un vestido corto y tacones, lo que resaltaba sus mejores rasgos.
Pensándolo bien, se podría decir que Emma era básicamente la antítesis de mi tía Paola. Tenía las tetas muy pequeñas, como compensación por tener las mejores piernas que habían pisado la faz de la Tierra.

Cuando por fin llegamos a la casa de la fiesta, los tres nos miramos flipando. Era una jodida mansión. Era tan grande que, tras unos minutos de presentaciones, perdí de vista a Fran y a Emma y no volví a verlos hasta pasados más de 40 minutos.
Serían las doce de la noche, cuando, mientras charlaba con Fran, vimos llegar a Emma acompañada de las dos chicas de aquella famosa foto de la oficina. Fue fácil reconocerlas, ya que la morena llevaba las mismas gafas de sol gigantes a pesar de ser de noche. La rubia, sin embargo, estaba bastante más gordita que en la foto, aunque eso no era una limitación para mí.
Emma nos las presentó y procedimos a mantener una interesante conversación los cinco.
Nos sentamos en unos sofás y, a medida que las copas iban subiendo, la conversación se iba volviendo más caliente.
-A mí... volverlos sumisos... atarles a la cama o volverlos mis esclavos -dijo la chica de las gafas de sol como respuesta a qué era lo que más le gustaba en la cama.
La verdad es que durante toda la noche ella era la que menos había llamado mi atención. Mi mente había ido oscilando entre los pensamientos sobre mi tía, las piernas de Emma y lo grandes que eran las tetas de la rubia, bajita y gordita. Sin embargo, tras ese comentario, la morena capturó mi atención. Su nombre era Jennifer y era aún más alta que Emma. Tenía la voz más grave de lo habitual y era la más masculina de todas. Desde un principio fue la que menos me atrajo de las tres, pero tras escuchar lo golfa que era... empecé a prestarle algo más de atención.
-Venga, ahora que estamos tontorrones vamos a jugar a verdad o atrevimiento -dijo la rubia.
-¿Cómo si tuviéramos 15 años? -respondió Fran.
-Sí y por listo vas a empezar tú.
Todos rieron.
-Venga, va... Verdad.
Todos nos miramos mientras pensábamos algo que preguntarle.
-Yo sé, yo sé -intervino Jennifer -¿Qué parte del cuerpo de Emma es la que más te pone?
Fran, riendo, se levantó y cogió a Emma de la mano para que se levantara también.
-¿De verdad hace falta decirlo? -dijo mientras le daba la vuelta y nos enseñaba su brutal culo haciendo presión contra el vestido, deseando salir.
La rubia aprovechó para darle un azote y añadir:
-Es increíble, sí.
-Qué respuesta tan básica, hijo -dijo Jennifer.
-Bueno, vale... si os soy sincero... me ponen mucho también sus pies.
-Ahí, ahí -dijo Jennifer riendo.
Yo no pude evitar imaginarme a Emma con sus enormes piernas negras desnudas. Tenía que ser un jodido espectáculo poder lamer desde sus pies hasta su culo.
-Yo dejaría que me pise la cara -añadió la rubia.
-¿Eres lesbiana? -le pregunté con curiosidad.
-Aún no es mi turno de responder -me dijo guiñando un ojo.
-Te toca -dijo Emma señalándome.
En ese momento sentí algo de miedo. El alcohol ya estaba bien impregnado en mi sangre y se me podía escapar algún comentario que desvelara mis verdaderos pensamientos tabú. Las dos últimas noches me había corrido pensando en mi tía, por no hablar de que ya había perdido la cuenta de las veces que me había masturbado pensando en Emma.
-Mmm... atrevimiento -dije para evitar desvelar mis deseos prohibidos.
-¡Muy bien! -añadió Jennifer -tenemos que pensar algo bueno.
Estuvieron como un minuto entero debatiendo hasta que finalmente todos me miraron y la rubia gordita, que por cierto se llamaba Ana, habló en nombre de todos:
-Te retamos a meterte en el jacuzzi.
Como ya había mencionado, la casa era gigante y tenía un jacuzzi en la terraza, a unos metros de los sofás en los que estábamos sentados. En ese momento estaba vacío y la verdad es que no suponía ningún reto meterme en él.
Sin darle muchas vueltas me quité la ropa hasta quedar en calzoncillos mientras las chicas hacían comentarios y silbidos halagándome. Entonces me di la vuelta para quitarme los calzoncillos y quedar totalmente desnudo.
-¡Ese culito! -gritó Emma.
Entonces, tapé mi pequeño pene con la mano, me giré y salí afuera al jacuzzi.
El agua estaba muy caliente y se estaba muy a gusto, por lo que hice gestos a los de dentro para que se unieran.
Los demás se miraron y, sin decir, nada, pasaron a quitarse la ropa y emulando mi estrategia, salieron afuera tapándose lo que podían.
Afortunadamente, el jacuzzi era suficientemente grande y generaba buenas cantidades de jabón, por lo que en seguida pudimos situarnos todos ahí dentro sin mostrar todo nuestro cuerpo a los demás. A mi derecha se sentó Jennifer y a mi izquierda Ana. Emma y Fran quedaban en frente mío, algo más apartados. Sin duda, aquellos dos estaban aprovechando el frondoso jabón para manosearse por debajo, ya que sus reacciones les delataban.
 
SÁBADO(2):

Cuando me subí al coche de Fran, mi mirada no pudo evitar clavarse en su novia, mi amiga Emma.
Emma era madrileña, de padres africanos. Era espectacular lo bien que combinaba su físico de mujer negra, alta y fuerte con su voz dulce con acento madrileño. Desde el primer día que la vimos en la oficina, tanto Fran como yo quedamos hipnotizados con su belleza. Era mona de cara, pero eso era lo de menos. Eran esas piernas... Unas piernas impresionantemente largas, que hacían que fuera más alta que yo. Eran largas y de anchos muslos y eran el preludio de lo que seguramente sería uno de los mejores culos del planeta, sin exagerar.
Fran era mi mejor amigo, pero muchas veces llegué a desear que tuviera algún problema con Emma para poder tener alguna oportunidad de probar esas piernas negras tan codiciadas.
Por si fuera poco, Emma era también una de mis mejores amigas. No hacía ni un año desde que la conocí y ya se había vuelto alguien importante en mi vida. Era simpática, agradable y graciosa, con un sentido del humor muy parecido al mío.
Desde el primer día que la vimos, tanto Fran como yo hicimos lo que pudimos para ligar con ella, pero fue él quien se hizo con el trofeo.
Esa noche, Emma llevaba un vestido corto y tacones, lo que resaltaba sus mejores rasgos.
Pensándolo bien, se podría decir que Emma era básicamente la antítesis de mi tía Paola. Tenía las tetas muy pequeñas, como compensación por tener las mejores piernas que habían pisado la faz de la Tierra.

Cuando por fin llegamos a la casa de la fiesta, los tres nos miramos flipando. Era una jodida mansión. Era tan grande que, tras unos minutos de presentaciones, perdí de vista a Fran y a Emma y no volví a verlos hasta pasados más de 40 minutos.
Serían las doce de la noche, cuando, mientras charlaba con Fran, vimos llegar a Emma acompañada de las dos chicas de aquella famosa foto de la oficina. Fue fácil reconocerlas, ya que la morena llevaba las mismas gafas de sol gigantes a pesar de ser de noche. La rubia, sin embargo, estaba bastante más gordita que en la foto, aunque eso no era una limitación para mí.
Emma nos las presentó y procedimos a mantener una interesante conversación los cinco.
Nos sentamos en unos sofás y, a medida que las copas iban subiendo, la conversación se iba volviendo más caliente.
-A mí... volverlos sumisos... atarles a la cama o volverlos mis esclavos -dijo la chica de las gafas de sol como respuesta a qué era lo que más le gustaba en la cama.
La verdad es que durante toda la noche ella era la que menos había llamado mi atención. Mi mente había ido oscilando entre los pensamientos sobre mi tía, las piernas de Emma y lo grandes que eran las tetas de la rubia, bajita y gordita. Sin embargo, tras ese comentario, la morena capturó mi atención. Su nombre era Jennifer y era aún más alta que Emma. Tenía la voz más grave de lo habitual y era la más masculina de todas. Desde un principio fue la que menos me atrajo de las tres, pero tras escuchar lo golfa que era... empecé a prestarle algo más de atención.
-Venga, ahora que estamos tontorrones vamos a jugar a verdad o atrevimiento -dijo la rubia.
-¿Cómo si tuviéramos 15 años? -respondió Fran.
-Sí y por listo vas a empezar tú.
Todos rieron.
-Venga, va... Verdad.
Todos nos miramos mientras pensábamos algo que preguntarle.
-Yo sé, yo sé -intervino Jennifer -¿Qué parte del cuerpo de Emma es la que más te pone?
Fran, riendo, se levantó y cogió a Emma de la mano para que se levantara también.
-¿De verdad hace falta decirlo? -dijo mientras le daba la vuelta y nos enseñaba su brutal culo haciendo presión contra el vestido, deseando salir.
La rubia aprovechó para darle un azote y añadir:
-Es increíble, sí.
-Qué respuesta tan básica, hijo -dijo Jennifer.
-Bueno, vale... si os soy sincero... me ponen mucho también sus pies.
-Ahí, ahí -dijo Jennifer riendo.
Yo no pude evitar imaginarme a Emma con sus enormes piernas negras desnudas. Tenía que ser un jodido espectáculo poder lamer desde sus pies hasta su culo.
-Yo dejaría que me pise la cara -añadió la rubia.
-¿Eres lesbiana? -le pregunté con curiosidad.
-Aún no es mi turno de responder -me dijo guiñando un ojo.
-Te toca -dijo Emma señalándome.
En ese momento sentí algo de miedo. El alcohol ya estaba bien impregnado en mi sangre y se me podía escapar algún comentario que desvelara mis verdaderos pensamientos tabú. Las dos últimas noches me había corrido pensando en mi tía, por no hablar de que ya había perdido la cuenta de las veces que me había masturbado pensando en Emma.
-Mmm... atrevimiento -dije para evitar desvelar mis deseos prohibidos.
-¡Muy bien! -añadió Jennifer -tenemos que pensar algo bueno.
Estuvieron como un minuto entero debatiendo hasta que finalmente todos me miraron y la rubia gordita, que por cierto se llamaba Ana, habló en nombre de todos:
-Te retamos a meterte en el jacuzzi.
Como ya había mencionado, la casa era gigante y tenía un jacuzzi en la terraza, a unos metros de los sofás en los que estábamos sentados. En ese momento estaba vacío y la verdad es que no suponía ningún reto meterme en él.
Sin darle muchas vueltas me quité la ropa hasta quedar en calzoncillos mientras las chicas hacían comentarios y silbidos halagándome. Entonces me di la vuelta para quitarme los calzoncillos y quedar totalmente desnudo.
-¡Ese culito! -gritó Emma.
Entonces, tapé mi pequeño pene con la mano, me giré y salí afuera al jacuzzi.
El agua estaba muy caliente y se estaba muy a gusto, por lo que hice gestos a los de dentro para que se unieran.
Los demás se miraron y, sin decir, nada, pasaron a quitarse la ropa y emulando mi estrategia, salieron afuera tapándose lo que podían.
Afortunadamente, el jacuzzi era suficientemente grande y generaba buenas cantidades de jabón, por lo que en seguida pudimos situarnos todos ahí dentro sin mostrar todo nuestro cuerpo a los demás. A mi derecha se sentó Jennifer y a mi izquierda Ana. Emma y Fran quedaban en frente mío, algo más apartados. Sin duda, aquellos dos estaban aprovechando el frondoso jabón para manosearse por debajo, ya que sus reacciones les delataban.
Relatas muy bien. Enhorabuena
 
SÁBADO(3):

-Bueno, ahora te toca a ti. -dije mirando a Ana.
-Yo elijo verdad, no tengo nada que ocultar.
-Ya sabes qué te voy a preguntar.
Ambos reímos.
-Soy bisexual y lo que más me pone es follarme a la vez a un tío y a una tía.
Hice un gesto dando a entender que, quitando a Fran y a Emma, éramos los justos en ese jacuzzi para satisfacer su fantasía y nos reímos.
Ana colocó su mano en mi muslo, escondida bajo el jabón. Mi erección apareció instantáneamente.
-¡Me toca, me toca! -dijo Jennifer ilusionada cual niña pequeña -Yo quiero atrevimiento.
Sin duda Jennifer era lanzada. Hace un rato no le importó contarnos sus perversiones sexuales y ahora quería atrevimiento.
Ana y yo nos miramos y sin decir nada entendimos que ambos queríamos que el atrevimiento implicase algo sexual.
-Te reto a tocar la entrepierna de cualquiera de los aquí presentes durante unos segundos -dijo Ana ante mi mirada de aprobación - ,pero hay una norma, la persona a la que toques, no puede hacer ningún gesto, así ninguno de los demás podrá saber a quién has tocado.
Jennifer río y aceptó sin dudarlo:
-Qué perra eres, Ana.
Jennifer se situó en el centro del jacuzzi ante las miradas expectantes de los otros cuatro.
Durante unos segundos, Jennifer se mordió el labio y soltó un pequeño gemido, dándonos a entender que ya estaba tocando a alguien. No era a mí.
No sabíamos si estaba utilizando su mano derecha o la izquierda, por lo que los tres desafortunados no teníamos ni idea de quién estaba recibiendo el premio.
Los cuatro nos mirábamos las caras fijamente, cual partida de póker, buscando encontrar al afortunado que tuviera la mejor mano, solo que en este caso la mano era literalmente una mano... en sus partes. Ninguno se delató, así que durante unos segundos continuó vivo el misterio.
-¡Dios! ¡Necesito saber a quién has tocado! -gritó Ana casi levantándose, dejando a la vista sus tetas gordas bañadas en jabón.
<<O es una actriz increíble, o no ha sido a ella, lo cual significaría que la zorra de Jennifer ha tocado a alguno de la pareja...>>
Emma se alteró:
-¡¿Pablo?! Dime que ha sido a tí.
Mi cara de decepción le dio a entender que tampoco había sido yo el afortunado.
-No arruines el juego -protestó Jennifer.
-Jennifer, no me jodas, ¿no habrás tenido los cojones de tocar a Fran?
Fran quedó en silencio, sin saber bien qué decir.
-No te puedo creer, yo me largo de aquí -dijo Emma muy enfadada.
Entonces, descuidadamente se puso en pie, dejando ver su precioso cuerpo de ébano desnudo entre el jabón.
Se giró para salir del jacuzzi, enseñando por primera vez ese tan deseado culo desnudo.
Creo que nunca olvidaré la imagen de ese gigante culo negro, mojadito saliendo del jacuzzi tan cerca de mi cara.
Ante la mirada hipnótica de los demás, Emma puso rumbo al interior de la casa para cambiarse.
Fran salió corriendo tras ella, seguramente dándose cuenta de que no podía parecer culpable si quería seguir teniendo acceso ilimitado a esas extraordinarias nalgas africanas.
Cuando solo quedamos tres en el jacuzzi, Ana rompió el silencio:
-Joder Jenni...
-Ya... mierda, me dio mucho morbo ir al más prohibido. Ya sabes que cuando me caliento...
Yo estaba totalmente cachondo, pero Jennifer y Ana estaban claramente preocupadas por su amistad con Emma, por lo que el tono sexual de la situación se había apagado por completo para ellas.
Ambas salieron del jacuzzi, así que simplemente aproveché para quedarme mirando sus culos moverse al ritmo de sus pasos rumbo al interior de la casa. El culo de Ana era más gordo de lo que yo consideraba idealmente atractivo, pero tenía una forma de andar que hacía que fuera realmente sexy. Jennifer en ese aspecto se parecía más a mi tía Paola. Sus piernas largas y delgadas terminaban en dos nalgas de escaso volumen. Aún así, Jennifer tenía unos andares eróticos, forzadamente sexys, como si conociera sus limitaciones y quisiera compensar andando de esa forma tan marcada.
<<Qué cerca, joder... > pensé antes de vestirme y salir a pedirme un taxi de vuelta a casa.
A pesar de no haber triunfado, estaba contento porque había conocido a dos chicas muy interesantes.
Por un lado estaba Jennifer, que era una zorra con mayúsculas y seguro que podía ser alguien con quien tener encuentros casuales. Y por el otro lado había conocido a Ana, que era más guapa que Jennifer y con la que además había tenido cierta complicidad durante la noche.
 
SÁBADO(4):

Al volver a casa, aún caliente, recordando el momento del jacuzzi con 3 chicas desnudas a mi lado, me encontré a Paola sentada en el sofá. Se estaba bebiendo una botella de whiskey ella sola, directamente de la botella.
-Paola, ¿estás bien?
Enseguida comprobé que, como era lógico, estaba completamente borracha.
Ante mi pregunta, ella se descojonó. Iba tan borracha que pronunciaba las palabras como una niña de 4 años:
-El Julián... Menudo gilipoll...
-¿El tío ese al que ibas a ver hoy?
-¡Sí! -respondió ilusionada por ver que me acordaba.
-¿Qué pasó?
-Por lo visto ahora está muyyyy enamorado de su novia... Ni me miró las tetas tío...
Parecía que se iba a poner a llorar, pero volvió a partirse de risa.
-Tú si que me miras las tetas, guarro.
Ambos nos reímos. En ese momento no sentí vergüenza, Paola iba tan borracha que había dejado de resultar intimidante.
-Estás espectacular con ese vestido. Es imposible no quedarse mirando tu escote. Ese tío es tonto -dije con sinceridad.
-Bueno, ¿y tú qué? Hoy tenías que ligar, campeón.
-Pues mira... Te confieso que estuve muy muy cerca.
-Si claro... - se rió de mí.
-¿No me crees? Estuve desnudo en un jacuzzi rodeado de tres chicas desnudas y una de ellas tenía su mano en mi pierna.
-¡Pablito! Pero... ¿cómo coño no ligaste entonces?
-Es una larga historia... No fue culpa mía si eso es lo que quieres saber.
-Vaya, qué pena... Joder y qué guay. Qué cachonda me pondría yo en un jacuzzi con chicos desnudos...
-Ya te digo... Mira, ya que estamos, te voy a confesar una cosa... La chica que más cachondo me puso es mi amiga Emma, la novia de mi mejor amigo Fran.
Ella se descojonó, como era de esperar.
-Hostia puta, Pablito, vaya panorama entonces.
-Venga, confiésame tu algo así -la animé -. Que es muy divertido esto.
-¿Con que esas tenemos, eh? Venga va, déjame que piense.
No se si era por la borrachera o las horas de la madrugada, pero me apetecía mucho hablar de temas picantes, y más con el calentón que traía de la fiesta.
-¡Ya sé! -rió -.Mira te voy a confesar algo heavy si prometes no pensar mal de mí.
-Te lo prometo. Si seguro que como nos pongamos a confesar cosas salgo yo perdiendo.
Entonces Paola decidió soltar una bomba:
-El día que llegué aquí... ¿Te acuerdas de la peli tan mala que vimos? La escena aquella donde follaban a saco... me puso muy cerda.
Nos reímos generando una complicidad que permitía que nos fuéramos atreviendo a reconocer pensamientos más pervertidos, aunque lo único en lo que podía pensar era en lo caliente que fue oírla decir aquello.
-Tú te fuiste al baño justo durante la escena... Y yo aproveché para tocarme -Se descojonó intentando que pareciera menos impactante su confesión.
Yo traté de hacerla sentir a gusto para que no sintiera que se le había ido de las manos. Quería que la conversación continuara por ese camino. Joder... qué cachondo me puso saber que se había tocado ahí en mi sofá después de haber estado juntos viendo la peli. Después me confesó que no se había quedado dormida, que lo había fingido para que yo me fuera y poder seguir tocándose.
<<Está claro que somos familia, tiene ideas tan guarras como las mías>>
Ella me acababa de confesar lo que ocurrió esa noche, ¿debía confesarle yo lo que hice en ese momento al llegar a mi habitación y encontrar su ropa?
Contemplando el panorama, estando los dos borrachos y cachondos, no me pareció mala idea confesarlo, así que, sin ningún tipo de complejo, se lo conté todo.
Le conté cómo rebusqué en su maleta y cómo me toqué con el tanga que además ella llevaba puesto esa noche.
Me iba el corazón a mil. La probabilidad de que me diera un guantazo o se enfadara conmigo para siempre era muy alta, pero su reacción fue más bien de sorpresa agradable.
-Dios mío, Pablito. ¿Te pusiste este tanga alrededor de la polla para tocarte?
Yo la miré con una media sonrisa, avergonzado.
-O sea que, aquel día después de la peli, los dos nos estábamos tocando a la vez... Y parecía mala la peli, mira lo que consiguió.
Nos partimos de risa.
-Me está encantando esta conversación. Quiero que confesemos más cosas -se animó Paola mientras que yo le daba la razón.
-Ayer me follé a un tío en tu cama -añadió.
Mi polla iba a explotar dentro de mi pantalón. Era mi tía y no quería hacer nada de lo que pudiera arrepentirme, pero llegados a ese punto el control sobre mi cuerpo lo habían tomado mis huevos cargados y ya no había vuelta atrás.
-Pues yo os escuché y me toqué detrás de la puerta.
Ella me miró con los ojos como platos durante unos segundos antes de partirse de risa.
-Qué cabrón... Si parecías tímido y todo.
-Es que gimes muy alto -dije como si eso justificara mis actos.
-Entonces, primero te tocas usando mi tanga y luego te tocas oyendo mis gemidos. Qué pasa, ¿es que te pongo cachondo?
Qué coño se supone que debo responder ante esa pregunta. Está claro que sabe la respuesta, ¿pero qué espera escuchar?
-A ver, son situaciones... -intenté salir del paso sin éxito.
-Claro... situaciones. Entonces no te pongo. Son justamente este tanga y mis gemidos los que te ponen, ¿no?
Entonces se subió el vestido, mostrándome el famoso tanga negro. Acercó su boca a mi oreja y susurró:
-Entonces esta debe ser tu fantasía sexual.
Fue un susurro mágico, sensual y directo.
Seguidamente, sus susurros dejaron de pronunciar palabras y se convirtieron en gemidos. Gemidos susurrados muy calientes a unos milímetros de mi oído. Como si le hubiera metido la polla y esa hubiera sido su respuesta.
Se me erizaron todos los pelos de mi piel mientras que me dejaba arropar por el calor de sus susurros en mi oreja.
Cuando yo ya estaba en una especie de trance, víctima de su conjuro, agarró mi mano y la situó sobre su vagina, sin ejercer presión, invitándome a acariciar el mismo tanga que había usado para correrme unos días antes. Todo esto sin dejar de gemir en mi oído.
La verdad es que no sé si duró unos segundos, unos minutos o incluso horas, porque yo estaba absolutamente hipnotizado, hasta que de repente paró en seco. Como si todo aquello hubiera sido una broma normal que puedes parar como si nada hubiera pasado.
Ella se reía mientras lograba pronunciar:
-Pues ya estaría... ¿Fantasía cumplida?
-Casi -me saqué la polla totalmente empalmada -, me pones muy cachondo, Paola.
Ella se descojonó, lo cual no era la peor reacción posible, pero tampoco la mejor.
Yo la miré extrañado.
-Perdona, Pablito, no me la esperaba tan pequeñita...
Yo me quedé sin saber qué decir, la verdad es que no me sorprendía su comentario. Yo sabía de sobra lo que tenía, pero al final te ofende ver que no eres capaz de mantener un momento de tanta tensión sexual sin que se rían de ti.
-Trae a ver -dijo como si no estuviera hablando de mi pene.
Lo agarró con unos pocos dedos y lo lamió de arriba a abajo. Yo gemí.
Ella continuó un rato, hasta que añadió:
-Me encanta saber que te pongo cachondo. Quiero que me folles con tu mini polla, Pablito.
Yo fui a besarla, pero ella me apartó, como si aquello fuera cruzar los límites de lo prohibido, pero follar no.
Sin más preámbulos, le quité la ropa y empecé a lamer sus preciosas tetas operadas. Me llamó la atención lo duros que estaban sus pezones. Supongo que ella había juntado el calentón de esa noche fallida junto a el morbo de follarse a su sobrino.
Cuando ya estaba pensando en bajarle el tanga para follar, ella tomó la iniciativa, tumbándome sobre el sofá.
Se quitó el mítico tanga negro y lo puso en mi boca, justo antes de agarrar mi polla y metérsela dentro de su coño maduro.
Cuando quise darme cuenta, ella ya estaba dando botes sobre mí, tratando de meter mi pequeña polla lo más adentro posible de su cuerpo.
La imagen era fascinante. Ese cuerpo tan experto, con sus enormes tetas botando y sus manos sobre mi cuerpo, ligeramente inclinada hacia mi.
Estaba guapísima con los labios pintados de aquel rojo pasión.
De vez en cuando me dedicaba alguna sonrisa de complicidad. Otras veces cerraba los ojos, se mordía el labio inferior y se sumergía en su propio mundo de placer.
No sé hasta qué punto yo le estaba pudiendo dar el placer que alguien tan experto como Paola podría necesitar, pero fingidos o no, sus gemidos llenaban la sala de morbo y erotismo.
Sus movimientos, que habían empezado siendo de subida y bajada, fueron convergiendo en movimientos circulares de cadera de una sensualidad incontrolable.
Cuando noté que no me faltaba mucho para llegar al orgasmo, empecé a sentirme mal por dejar que ella hubiera hecho todo el trabajo, por lo que la invité a cambiar de postura y colocarse a cuatro patas.
Me detuve brevemente a besar sus nalgas antes de proceder a metérsela de nuevo.
Esta vez me tocaba a mí. Era mi momento de demostrar que podía estar a la altura y usar mi pene lo mejor posible para darle verdadero placer a mi tía.
Comencé de forma suave, tanteando el terreno, pero no tardé mucho en aumentar la intensidad de mis movimientos, lo cual se veía reflejado en el sonido de mi cuerpo chocando contra sus nalgas cada vez más fuerte.
Ella respondía con gemidos que ya no eran tan sexys y delicados, eran gemidos reales de puro placer. Aquella imagen tampoco estaba mal. Aquel no era el apoteósico culo negro de Emma, pero era bonito en su propio tamaño. Además, recordando la primera vez que vi aquel culo en un descuido de Paola, la imagen de este había ganado enteros en morbosidad.
No pasó mucho rato hasta que avisé a Paola:
-Me voy a correr.
Ella se giró ilusionada, probablemente aún bastante borracha y me sugirió:
-Ya que hemos hecho esta locura, no te voy a impedir que te corras en mis tetas, que debes estar deseándolo.
De nuevo, fui a besarla como agradecimiento, pero ella volvió a apartarme recordándome que somos familiares.
Colocó mi polla entre sus tetas y con precisos movimientos comenzó a frotarla intensamente. No hace falta que diga que se notaba que no era ni la primera, ni la segunda, ni probablemente un número menor a la centésima vez que lo hacía.
Se sabía todos los trucos y consiguió que no pasaran ni veinte segundos antes de que empezara empapar su pecho de semen.
El orgasmo fue más fuerte de lo habitual y no pude evitar apretar la parte superior de mi polla contra uno de sus duros pezones, generando el roce más fuerte posible en aquel momento mientras seguía descargando mi corrida sobre su cuerpo.
Tras unos segundos de tregua, Paola, mientras jugaba con el semen que había sobre sus tetas, comentó:
-No has estado mal, Pablito. Estoy orgullosa de ti.
-Gracias -dije con timidez, orgulloso de oír sus halagos -, tú te mueves como una diosa.
Ella sonrió y me dio un beso en la mejilla antes de ir al baño a ducharse.
 
Domingo:

Esa noche no volvimos a hablar antes de acostarnos, no nos dimos ni las buenas noches, tratando cada uno de asimilar lo que habíamos hecho.
A mí me costó bastante quedarme dormido. No era por un sentimiento de culpa, sino por saber que al día siguiente Paola se volvía a su casa y toda esta aventura descansaría en secreto en nuestra memoria.

El domingo desperté con las ideas muy claras. Era evidente que desde que Paola se marchara, tendríamos que ocultarlo todo y ambos trataríamos de fingir que nunca ocurrió por el bien de nuestra familia, así que decidí que tenía que aprovechar al máximo las últimas horas de este vacío legal en el que nos encontrábamos.

Me dirigí a mi habitación donde se encontraba mi tía durmiendo. Abrí la puerta silenciosamente y me metí en la cama junto a ella.
Me pareció divertido hacer la cucharita y ver cuánto tardaba en despertarse y darse cuenta de que mi pene rozaba sus nalgas.
Poco a poco fui aumentando la intensidad del contacto de mi pene erecto contra su culo, pero ella continuaba en un profundo sueño.
Bajé su tanga y, sin pensármelo, comencé a introducir mi pene.
-Joder, chaval, estaba intentando ver hasta donde eras capaz de llegar. Esto es casi violación.
Yo me aparté rápidamente y empecé a disculparme hasta que fui interrumpido por las carcajadas de Paola.
-Tranquilo -continuó sin dejar de reír-, me encanta que no seas capaz de contenerte. Sigue con lo tuyo, venga.
Tras bromear unos instantes, volví a recuperar mi excitación y procedí a penetrar el coñito de mi tía una vez más.
Con la inercia de la postura, estábamos medio abrazados, por lo que comenzamos a charlar mientras que, muy lentamente, mi pene entraba y salía de su vagina.
-¿Eres consciente de que esto será un secreto que nos llevaremos a la tumba, no? Nos hemos dejado llevar por el placer y no puede volver a ocurrir ni mucho menos puede enterarse nadie.
-Lo sé - respondí aumentando la intensidad de mi penetración en señal de enfado.
-Me ha gustado conocerte así, de verdad. -comentó -. No me arrepiento de nada. Quizás no tengas la mejor polla, ni los mejores movimientos... Pero el morbo de lo prohibido ha hecho que sea una de las cosas más excitantes que he hecho nunca y me he sentido como una mujer debe sentirse, deseada y muy cachonda.
Con un tono nostálgico terminamos de follar, sabiendo que aquel era el último polvo de aquella gran aventura y que sería difícil volver a vivir una situación que fuera igual de morbosa que la que acabábamos de vivir.

Esa misma tarde la acompañé al aeropuerto y nos despedimos de nuestra relación de amantes para recuperar nuestra relación de familia.
Volví a casa apenado y preocupado por si acababa de vivir la mejor experiencia de mi vida y ya solo tocaba bajar en picado.
Decidí que no podía ser así, que tenía que encontrar a alguien que me hiciera sentir tan caliente como Paola.
Por un lado, podía hablarle a Ana, la chica bajita, rellenita y muy mona con la que hice migas en la fiesta, y por otro lado, tenía la opción de Jennifer, que durante la fiesta demostró en varias ocasiones que tenía una mentalidad muy pervertida.

Llegué a casa con el debate mental, pero mi foco de atención cambió de golpe.
Al entrar a mi habitación encontré un regalo inesperado acompañado de una notita que decía:
"
Hola Pablito. Lo que hemos vivido ha sido muy especial para mí.
Aunque tenemos que guardarlo en secreto para siempre, no tengo ninguna intención de borrarlo de mi mente y sé que tú tampoco lo harás.
Te he robado unos calzoncillos de tu ropa sucia para olerlos mientras me toco esta noche pensando en tí. Me gustaría que tú hicieras lo mismo con este regalo.
Un beso... y alguna cosita más.

Paola
"

Como un niño el día de reyes, abrí a toda prisa el regalo de mi tía. Efectivamente, los reyes me trajeron lo que más quería, su tanga negro... usado.
Cerré los ojos y lo olí intensamente mientras una erección instantánea me ayudaba a revivir el morbo de haberme follado a mi tía Paola.
 
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