Incognito1
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Vista la buena acogida que ha tenido el primer relato, como digo una historia real, y habiendo notado que puedo soltarme sin miedo, os paso a contar otro caso "especial." Espero que sea de vuestro agrado.
Pasaban algo más de las seis de la tarde. Estaba sentado en la terraza tranquilamente. Tenía sed, por lo que pidió al camarero que le pusiese una coca cola. El sol pegaba con fuerza a esas alturas de Mayo, anunciando un verano que parecía adelantarse. La vio llegar, con algo de retraso, mientras sonreía.
-Hombre.. ya era hora, señorito...
Carlos se puso de pie y recibió a su interlocutora con dos besos. Llevaba tiempo sin verla. Vestia una camiseta de tirantes anchos blanca, con un ligero escote que daba cuenta de un busto que para nada pasaría desapercibido, y unos pantalones cortos beige, estilo short, que enseñaban sus bonitas y blancas piernas. Calzaba unas sandalias estilo romano. Se sorprendió de lo arreglada que iba.
-Tú que no quieres verme.- Carlos sonrió.
Ambos se sentaron y Carlos llamó al camarero para que Milagros pudiese pedir. Escogió un Nestea.
Milagros y Carlos son familia. No directamente, pero si comparten parentesco. Son, podríamos decir, primos terceros. Aunque su familia es tan cercana que el vínculo es fuerte. A pesar de la diferencia de edad (9 años) tienen bastante buena relación y confianza entre ellos. Carlos pasó muchos años de pequeño en la casa de los padres de Milagros, sobre todo en verano, entre diario, cuando su madre trabajaba y no podía hacerse cargo nadie de él. Milagros lo cuidaba como si aquello fuese un juego para ella. Posteriormente incluso le dio clases particulares cuando las matemáticas se le atragantaron en sus comienzos en la ESO. Ahí, Carlos ya empezó a fijarse en el cuerpo de su prima, que le explicaba las lecciones con camisetas de tirantes aún más basicas y menos de vestir que la que llevaba ahora, mostrándole la resolución de ecuaciones al mismo nivel que el canalillo.
Tantas horas juntos hicieron que ambos hablasen de todo de la vida, generando un vínculo que aún ahora, con vidas tan distintas y con menos trato, podría notarse.
Pero llevaban mucho sin estar a solas. Es decir, sin que un evento o reunión familiar les uniese. Únicamente ellos dos, quedando con el propósito único y exclusivo de verse y contarse.
Todo pasó días antes, cuando Carlos subió un estado con uno de esos vídeos motivacionales que daban un discurso para gente que estaba pasando un mal momento. Milagros respondió. "Que razón. Al final solo nos tenemos a nosotros mismos en la vida." Un mensaje enigmático que hizo que Carlos se interesase por las novedades que Milagros tuviese en su vida. "Es una larga historia." Y así quedaron en verse.
-Me sorprendiste el otro día con esa respuesta.
Después de una conversación simple preguntándose por la vida, Carlos rompió el hielo.
-Es que el vídeo me encantó, tío.
Milagros respondía con su habitual forma de ser y hablar tan llana.
-Ya, pero no sé... Me pareció que algo había detrás.
Carlos iba a machete.
-No todo es tan bonito como parece en la vida...
-¿Pues?
-No estoy bien en mi relación, Carlos...
Miró a la botella de Nestea vacía y empezó a jugar con la etiqueta, arrancandola suavemente mientras medía sus palabras.
-Me dejas de piedra, de verdad. No había notado nada. Más bien al contrario, se os ve felices con el niño y eso.
-Bueno, las cosas van por dentro...
Intentó restar hierro al asunto.
-Nah, verás como solo es una mala racha. Todas las parejas las tienen. Saldréis adelante. Formáis una buena familia.
-No es una racha, Carlos. Llevamos algo más de un año en terapia de pareja y la cosa no avanza.
Carlos se quedó callado. No podía enarbolar frase alguna porque su cabeza daba vueltas a todo lo anterior. Recordó que hacía tiempo que no veía una publicación de la pareja juntos. Que ella había hecho algún que otro viaje con amigas recientemente, algo que en otro tiempo hubiese resultado raro, y que en el ultimo evento familiar apenas les vio mucho tiempo juntos. Ató cabos y entendió. Cómo no pudo haberse dado cuenta antes...
-Pufff no se qué decirte, la verdad...
Ella dejó de jugar con la etiqueta, que sostenía en una mano, y lo miró con una sonrisa que contenía tristeza.
-No tienes que decirme nada, yo solo te lo cuento.
-¿Lo sabe alguien más?
-Mi madre y mi hermana, pero nadie más. Así que creo que no tengo que decirte que...
-No te preocupes, no contaré nada.
-Lo sé, se que eres de fiar. Por eso te lo cuento.
-Y has pensado... No sé, ¿Que vas a hacer ahora?
-No hay día que no piense en eso. Y no lo sé. Alberto aún es muy pequeño como para pasar por una separación, pero tampoco quiero estar viviendo en una cosa que parece que no tiene futuro.
Pensó que iba a parar de hablar, pero antes de responder ella continuó.
-No sé, voy por rachas. Más de un día he pensado: "Venga, inténtalo, que se arregla. Pero es que no veo solución alguna. He intentado todo, la terapia salió de mi."
Carlos la escuchaba, pero mentalmente iba repasando los recuerdos que tenía de ellos como pareja. La primera vez que esta le presento a Isaac, el que a la postre sería su marido. La boda de ambos, en la que ella estaba preciosa. La primera vez que le dijeron que iban a tener un hijo. Las veces que había ido a la piscina que tenían en su casa. Todo. No había visto nada y se lamentaba por no haber ayudado en su momento.
-Si necesitas cualquier cosa...
Acertó por fin a decir. Aunque se lamentó, porque aquella frase no sumaba nada, más bien sonaba a tópico.
-No creo que tengas la solución a mis problemas.
Sonrió otra vez con condescendencia y lo agarró cariñosamente de la mano. Cómo quien mira a un niño que le pregunta porque hay guerras en el mundo.
-Bueno, puedo ayudar en lo que sea. Si me quieres contar un día, si quieres salir a despejarte... Cualquier cosa. Cuenta conmigo.
Le miro. Tenía esa mirada de quien quiere algo pero no sabe cómo pedirlo. De quien necesita acción y actividad.
-Me iba a ir este puente con una amiga, a desconectar unos días del trabajo, que también me tiene frita. De hecho, mi madre ya estaba hecha a la idea de que iba a quedarse con el niño, porque Isaac quiere irse a ver no se qué de motos... Pero al final ella me ha dicho que no puede.
-Me voy contigo.
Carlos sonó firme.
Ella sonrió.
-Gracias, pero cancelamos la reserva. Y ahora está todo carísimo.
-No pasa nada, tenemos sitio. ¿Te gusta Valencia?
La cara de Mila volvía a brillar.
-¿El apartamento de la tía de tu padre?
Sabía la respuesta.
-Si, eso es. Creo que nadie ha pedido la llave para este puente, así que si me dices que si, ahora mismo escribo y lo cojo yo.
Se mordió el labio. Estaba con ganas pero algo la frenaba.
-Donde vamos a ir tú y yo ahora.. así, de repente..
-¿Quién sabe que vamos a ir tú y yo?
Carlos puso misterio al tema y Milagros le miró sin entender nada
-Es decir, nadie tiene porqué saberlo. Tú sigues con tu plan, vas con una amiga. Yo les digo a mis padres que voy con un colega. Además, que con 26 años ya no me piden explicaciones...
Seguía sonriendo. Se le notaba en la cara que tenía ganas de aventuras.
-¿Estás seguro?
-Completamente.
Cinco días más tarde Carlos estaba cargando la maleta de Milagros en su Opel Astra para poner rumbo a un puente que cambiaría muchas cosas.
Terapia de pareja.
Pasaban algo más de las seis de la tarde. Estaba sentado en la terraza tranquilamente. Tenía sed, por lo que pidió al camarero que le pusiese una coca cola. El sol pegaba con fuerza a esas alturas de Mayo, anunciando un verano que parecía adelantarse. La vio llegar, con algo de retraso, mientras sonreía.
-Hombre.. ya era hora, señorito...
Carlos se puso de pie y recibió a su interlocutora con dos besos. Llevaba tiempo sin verla. Vestia una camiseta de tirantes anchos blanca, con un ligero escote que daba cuenta de un busto que para nada pasaría desapercibido, y unos pantalones cortos beige, estilo short, que enseñaban sus bonitas y blancas piernas. Calzaba unas sandalias estilo romano. Se sorprendió de lo arreglada que iba.
-Tú que no quieres verme.- Carlos sonrió.
Ambos se sentaron y Carlos llamó al camarero para que Milagros pudiese pedir. Escogió un Nestea.
Milagros y Carlos son familia. No directamente, pero si comparten parentesco. Son, podríamos decir, primos terceros. Aunque su familia es tan cercana que el vínculo es fuerte. A pesar de la diferencia de edad (9 años) tienen bastante buena relación y confianza entre ellos. Carlos pasó muchos años de pequeño en la casa de los padres de Milagros, sobre todo en verano, entre diario, cuando su madre trabajaba y no podía hacerse cargo nadie de él. Milagros lo cuidaba como si aquello fuese un juego para ella. Posteriormente incluso le dio clases particulares cuando las matemáticas se le atragantaron en sus comienzos en la ESO. Ahí, Carlos ya empezó a fijarse en el cuerpo de su prima, que le explicaba las lecciones con camisetas de tirantes aún más basicas y menos de vestir que la que llevaba ahora, mostrándole la resolución de ecuaciones al mismo nivel que el canalillo.
Tantas horas juntos hicieron que ambos hablasen de todo de la vida, generando un vínculo que aún ahora, con vidas tan distintas y con menos trato, podría notarse.
Pero llevaban mucho sin estar a solas. Es decir, sin que un evento o reunión familiar les uniese. Únicamente ellos dos, quedando con el propósito único y exclusivo de verse y contarse.
Todo pasó días antes, cuando Carlos subió un estado con uno de esos vídeos motivacionales que daban un discurso para gente que estaba pasando un mal momento. Milagros respondió. "Que razón. Al final solo nos tenemos a nosotros mismos en la vida." Un mensaje enigmático que hizo que Carlos se interesase por las novedades que Milagros tuviese en su vida. "Es una larga historia." Y así quedaron en verse.
-Me sorprendiste el otro día con esa respuesta.
Después de una conversación simple preguntándose por la vida, Carlos rompió el hielo.
-Es que el vídeo me encantó, tío.
Milagros respondía con su habitual forma de ser y hablar tan llana.
-Ya, pero no sé... Me pareció que algo había detrás.
Carlos iba a machete.
-No todo es tan bonito como parece en la vida...
-¿Pues?
-No estoy bien en mi relación, Carlos...
Miró a la botella de Nestea vacía y empezó a jugar con la etiqueta, arrancandola suavemente mientras medía sus palabras.
-Me dejas de piedra, de verdad. No había notado nada. Más bien al contrario, se os ve felices con el niño y eso.
-Bueno, las cosas van por dentro...
Intentó restar hierro al asunto.
-Nah, verás como solo es una mala racha. Todas las parejas las tienen. Saldréis adelante. Formáis una buena familia.
-No es una racha, Carlos. Llevamos algo más de un año en terapia de pareja y la cosa no avanza.
Carlos se quedó callado. No podía enarbolar frase alguna porque su cabeza daba vueltas a todo lo anterior. Recordó que hacía tiempo que no veía una publicación de la pareja juntos. Que ella había hecho algún que otro viaje con amigas recientemente, algo que en otro tiempo hubiese resultado raro, y que en el ultimo evento familiar apenas les vio mucho tiempo juntos. Ató cabos y entendió. Cómo no pudo haberse dado cuenta antes...
-Pufff no se qué decirte, la verdad...
Ella dejó de jugar con la etiqueta, que sostenía en una mano, y lo miró con una sonrisa que contenía tristeza.
-No tienes que decirme nada, yo solo te lo cuento.
-¿Lo sabe alguien más?
-Mi madre y mi hermana, pero nadie más. Así que creo que no tengo que decirte que...
-No te preocupes, no contaré nada.
-Lo sé, se que eres de fiar. Por eso te lo cuento.
-Y has pensado... No sé, ¿Que vas a hacer ahora?
-No hay día que no piense en eso. Y no lo sé. Alberto aún es muy pequeño como para pasar por una separación, pero tampoco quiero estar viviendo en una cosa que parece que no tiene futuro.
Pensó que iba a parar de hablar, pero antes de responder ella continuó.
-No sé, voy por rachas. Más de un día he pensado: "Venga, inténtalo, que se arregla. Pero es que no veo solución alguna. He intentado todo, la terapia salió de mi."
Carlos la escuchaba, pero mentalmente iba repasando los recuerdos que tenía de ellos como pareja. La primera vez que esta le presento a Isaac, el que a la postre sería su marido. La boda de ambos, en la que ella estaba preciosa. La primera vez que le dijeron que iban a tener un hijo. Las veces que había ido a la piscina que tenían en su casa. Todo. No había visto nada y se lamentaba por no haber ayudado en su momento.
-Si necesitas cualquier cosa...
Acertó por fin a decir. Aunque se lamentó, porque aquella frase no sumaba nada, más bien sonaba a tópico.
-No creo que tengas la solución a mis problemas.
Sonrió otra vez con condescendencia y lo agarró cariñosamente de la mano. Cómo quien mira a un niño que le pregunta porque hay guerras en el mundo.
-Bueno, puedo ayudar en lo que sea. Si me quieres contar un día, si quieres salir a despejarte... Cualquier cosa. Cuenta conmigo.
Le miro. Tenía esa mirada de quien quiere algo pero no sabe cómo pedirlo. De quien necesita acción y actividad.
-Me iba a ir este puente con una amiga, a desconectar unos días del trabajo, que también me tiene frita. De hecho, mi madre ya estaba hecha a la idea de que iba a quedarse con el niño, porque Isaac quiere irse a ver no se qué de motos... Pero al final ella me ha dicho que no puede.
-Me voy contigo.
Carlos sonó firme.
Ella sonrió.
-Gracias, pero cancelamos la reserva. Y ahora está todo carísimo.
-No pasa nada, tenemos sitio. ¿Te gusta Valencia?
La cara de Mila volvía a brillar.
-¿El apartamento de la tía de tu padre?
Sabía la respuesta.
-Si, eso es. Creo que nadie ha pedido la llave para este puente, así que si me dices que si, ahora mismo escribo y lo cojo yo.
Se mordió el labio. Estaba con ganas pero algo la frenaba.
-Donde vamos a ir tú y yo ahora.. así, de repente..
-¿Quién sabe que vamos a ir tú y yo?
Carlos puso misterio al tema y Milagros le miró sin entender nada
-Es decir, nadie tiene porqué saberlo. Tú sigues con tu plan, vas con una amiga. Yo les digo a mis padres que voy con un colega. Además, que con 26 años ya no me piden explicaciones...
Seguía sonriendo. Se le notaba en la cara que tenía ganas de aventuras.
-¿Estás seguro?
-Completamente.
Cinco días más tarde Carlos estaba cargando la maleta de Milagros en su Opel Astra para poner rumbo a un puente que cambiaría muchas cosas.